Entre el orden y el desorden se busca un “nuevo orden mundial”
La tercera década del Siglo XXI se nos presenta dramáticamente, ya desde hace un año, con la pandemia por el coronavirus, con gravísimas secuelas de 124 millones de contagiados y casi 2,8 millones de muertes en todo el mundo, sin horizonte de solución inmediata.
El tema se agrava con una caída de la producción y circulación económica mundial, que impacta muy fuerte sobre la mayoría empobrecida de la población. Se trata de un cuadro que potencia la desigualdad social y agiganta la inequidad del “orden” capitalista. Cuando más se requiere de cooperación internacional, lo que sucede son respuestas “nacionales” de países que detentan el poder económico, profundizando la anarquía de la sociedad contemporánea, en una especie de “sálvese quien pueda”. La discriminación social también opera al interior de los países, más allá de su capacidad económica.
El “desorden” es la norma del sistema mundial y convoca a pensar en nuevas normalidades del sistema mundial. Recientemente Boris Johnson explicitó el interés británico por intervenir en una revisión estratégica del orden global desde la “guerra fría”.[1] Importa observar las señales que vienen de Londres si pensamos en la larga duración de la hegemonía imperialista inglesa hasta su desplazamiento en 1945 por EEUU. Del poder británico al yanqui en siglo y medio de dominación imperialista, en un momento de disputa por la hegemonía del orden/desorden actual. Del viejo orden liderado por la libra esterlina se pasó al delineado por el poder del dólar estadounidense. Ni el yen ni el euro pudieron en sus intentos de disputa y el yuan es muy nuevo en su presencia como moneda global para disputar lo que por ahora acontece en la producción y en la circulación de bienes y servicios. Por eso, entre otras cuestiones es que opera la “guerra comercial” entre EEUU y China.
Lucha económica y política
Lo que existe es un “desorden” de la realidad y un debate en la cúpula del poder, por lo que se ventilan distintas estrategias para definir el poder global. Ello nos convoca también a pensar en términos de contrapoder. Existen viejos y nuevos actores en la disputa por la dirección del orden mundial, donde los intereses económicos y la producción de valor y plusvalor sustentan las estrategias diplomáticas, culturales, políticas.
Por eso, el desorden atraviesa el comercio de las vacunas y la salud privatizada, como esfera de negocios de laboratorios que disputan la apropiación del excedente económico en todo el planeta. Pasqualina Curcio Curcio, economista venezolana denuncia que la base de la inversión de base para el desarrollo de las vacunas está en el Estado y organizaciones de ciencia y técnica no lucrativas, con un aporte solo del 25% del total de los laboratorios privados.[2] Completa la denuncia señalando el inmenso negocio que supone la producción y distribución de las vacunas con una ganancia monumental, que para la “farmacéutica estadounidense Moderna” supone ingresos por ventas del orden de 24.000 millones de dólares. La “Pfizer/BioNtech, también estadounidense” tendrá ingresos por venta de sus vacunas por 23.680 millones de dólares. Para el caso de “Astrazeneca/Oxford de capital inglés”, sus ingresos alcanzarán a 19.740 millones de dólares. Por su parte, “Jhonson&Jhonson” venderá por 12.700 millones de dólares. En todos los casos, se operó con una inversión privada mínima e incluso nula.
Resulta la cara más cruda del presente orden capitalista, donde lo que se exacerba es la mercantilización, como base material de las relaciones económicas asociada a la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes. No en vano, la lógica del presente incluye la desigualdad social sobre la base del acceso, o “no acceso”, de las personas al dinero, imprescindible para intervenir en el mercado en la compra y venta de los bienes y servicio para reproducir el metabolismo vital de la sociedad; pero también la depredación de la vida natural vía saqueo de bienes comunes usados como materias primas de un desarrollismo depredador. Extensión y dominación desde la mercantilización, desde el dinero y sus formas digitales asociadas al despliegue de las comunicaciones en la red y la destrucción del planeta por el productivismo en nuestro tiempo.
El nuevo orden buscado pretende potenciar el libre comercio, la libre competencia y el libre cambio, como formas de potenciar la liberalización de la economía, afianzando una lógica sustentada en la propiedad privada de los medios de producción. Se pretende mantener una dinámica para producir bienes de cambio, y con ellos la apropiación de ganancias y la reanudación de un ciclo de generación de excedentes para ampliar la esfera de la dominación del régimen del capital.
La democracia liberal extendida desde el poder constituyente de las burguesías a fines del Siglo XVIII, en la tradición de la revolución francesa y estadounidense, constituye el mecanismo privilegiado de la política contemporánea. Economía y política en el capitalismo, que como siempre aparece atravesada por la violencia física e intelectual, de la represión de los cuerpos y la manipulación de las conciencias y el sentido común.
¿Se trata de un destino fatal para la sociedad y los pueblos del mundo?
No, las crecientes luchas contra la mercantilización, por transformar el sentido de la producción, desde los bienes de cambio a los bienes de uso, son parte esencial de una nueva visión de orden social contemporáneo. Pero también se juega la disputa en el plano de la lucha contra el fetiche del dinero y la potencialidad de imaginar una sociedad cuya producción esté planificada para resolver necesidades vitales de la población y el planeta, para la vida del presente y del futuro. No solo interviene el poder en la definición del nuevo orden.
También pesan las opiniones de la subordinación social, racial o de género. La lucha por “otro orden” está plenamente vigente, lo que supone orientar la prédica y las acciones a favor de las más amplias e insatisfechas necesidades sociales.
Notas:
[1] Telam. Reino Unido aumentará su arsenal nuclear por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, en: https://www.telam.com.ar/
[2] Pasqualina Curcio Curcio. EL NEGOCIO DE LA VACUNA CONTRA EL COVID-19. LA MUESTRA MÁS INHUMANA DEL CAPITALISMO, en: https://ultimasnoticias.com.
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
Las vacunas deben ser un bien común para la humanidad
Vijay Prashad
03/04/2021Según los informes, casi tres millones de personas han muerto debido al nuevo coronavirus (Sar-CoV-2) y más de 128 millones han sido infectadas por él, muchas de ellas con secuelas de salud a largo plazo. Hasta ahora, alrededor de 1,5% de la población mundial de 7.700 millones de personas ha sido vacunada, pero el 80% de ellas están en solo diez países. En febrero, el Instituto Tricontinental de Investigación Social advirtió sobre el “apartheid médico” que se ha ido configurando con el despliegue de las vacunas.
Desde 1950, la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra el Día Mundial de la Salud el 7 de abril. Cada año, la OMS elige un tema diferente para el día, y el año pasado fue “Apoyemos a las enfermeras y matronas”. Este año el tema es “Construyendo un mundo más justo y sano”, apuntando al centro del apartheid médico.
El 1 de abril, la Jornada Internacional de Lucha Antiimperialista publicó el “Manifiesto internacional por la vida”, en que se propone suministrar “vacunas gratuitas para toda la población”. El boletín de esta semana está dedicado a nuestra Alerta roja nº 10, que aborda, con la orientación de científicos y médicos, la necesidad de una vacuna de los pueblos.
¿Qué es una vacuna?
Las enfermedades infecciosas pueden producir enfermedades graves y muertes. Quienes sobreviven a la infección suelen desarrollar una protección de larga duración contra esa misma enfermedad. Hace alrededor de 150 años, la comunidad científica descubrió que las infecciones son causadas por “gérmenes” microscópicos (que ahora llamamos patógenos), que se pueden propagar desde animales hacia humanos y de una persona a otra. ¿Puede una parte pequeña o debilitada de estos patógenos desencadenar los cambios en el cuerpo que podrían proteger a las personas de una enfermedad grave en el futuro? Este es el principio detrás de las vacunas.
Una vacuna, que contiene moléculas microscópicas que imitan partes de un patógeno infeccioso, puede ser inyectada en el cuerpo de una persona sana para activar esta protección preventiva contra la enfermedad. Aunque una vacuna protege sólo a un individuo contra sólo un patógeno, cuando las vacunas se incorporan a programas de vacunación bien organizados y a gran escala, pueden resultar cruciales para intervenciones a nivel comunitario.
No todas las infecciones pueden prevenirse con vacunas. A pesar de las grandes inversiones financieras, todavía no tenemos (y puede que nunca tengamos) vacunas confiables para ciertas enfermedades contagiosas —como el VIH y la malaria— debido a la complejidad biológica de estas enfermedades. Ha sido posible acelerar la elaboración de las vacunas contra la covid-19 porque la mayoría de ellas se basan en mecanismos biológicos bien comprendidos en una enfermedad menos compleja. Las vacunas son una medida importante para contener las epidemias infecciosas. Sin embargo, los cambios genéticos en el microbio infeccioso pueden hacer que las vacunas sean inefectivas y se necesiten desarrollar y desplegar nuevas vacunas.
¿Por qué no se están proporcionando las vacunas contra la covid-19 a los 7.700 millones de personas del mundo?
Poco después de la aparición del nuevo coronavirus (SAR-CoV-2), las autoridades chinas secuenciaron el virus y compartieron la información en un sitio web público. Científicos de instituciones privadas y públicas se apresuraron a descargar la información para tener una mejor comprensión del virus y encontrar una forma tanto de tratar sus efectos en el cuerpo humano como de crear una vacuna para inmunizar a la gente contra la enfermedad. Hasta este momento, no se había patentado ninguna información.
En pocos meses, nueve empresas privadas y públicas anunciaron que tenían candidatas a vacuna: Pfizer/BioNTech, Moderna, AstraZeneca, Novavax, Johnson & Johnson, Sanofi/GSK, Sinovac, Sinopharm y Gamaleya. Las vacunas Sinovac, Sinopharm y Gamaleya son producidas por los sectores públicos chino y ruso (a mediados de marzo, China y Rusia habían suministrado 800 millones de dosis a 41 países). Las otras son producidas por empresas privadas que han recibido un enorme financiamiento público. Moderna, por ejemplo, recibió 2.480 millones de dólares del gobierno estadounidense, mientras Pfizer recibió 548 millones de la Unión Europea y del gobierno alemán. Estas empresas utilizaron financiamiento público para producir las vacunas y luego extrajeron gigantescas ganancias de su venta y aseguraron aún más sus beneficios mediante patentes. Este es un claro ejemplo de lucro con la pandemia.
La información sobre los números de vacunas vendidas y transportada a diferentes partes del mundo cambia rápidamente. No obstante, ya se reconoce que muchas de las naciones más pobres no tendrán vacunas para su población antes de 2023, mientras el Norte Global se ha asegurado más vacunas de las que requiere (suficiente para vacunar a su población tres veces más). Canadá, por ejemplo, tiene suficientes dosis para vacunar a su ciudadanía cinco veces. El Norte Global, con menos del 14% de la población mundial, se ha asegurado más de la mitad de las vacunas previstas. Esto es conocido como acaparamiento de vacunas o nacionalismo de la vacuna.
Los gobiernos de India y Sudáfrica se acercaron a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en octubre de 2020 para solicitar una suspensión temporal de las obligaciones respecto a las patentes bajo el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Si la OMC hubiera aceptado esta suspensión, estos países podrían haber producido versiones genéricas de la vacuna para distribuirlas a bajo costo e impulsar la vacunación masiva. Sin embargo, el Norte Global lideró la oposición a esta propuesta, argumentando que dicha suspensión —incluso en medio de una pandemia— frenaría la investigación y la innovación (a pesar del hecho de que las vacunas fueron desarrolladas en gran medida con dinero público). El Norte Global logró bloquear la solicitud de suspensión en la OMC.
En abril de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS), con otros socios, estableció el Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 o COVAX (por su sigla en inglés). El objetivo de COVAX es asegurar un acceso equitativo a las vacunas. El proyecto es liderado por UNICEF; GAVI, la Alianza Mundial para las vacunas y la inmunización; CEPI, la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias; y la OMS. A pesar de que la mayoría de los países del mundo firmaron la alianza COVAX, no se están distribuyendo suficientes vacunas en el Sur Global. Un estudio de diciembre de 2020 concluyó que, durante 2021, casi setenta países solo podrán vacunar a una de cada diez personas.
En vez de apoyar la solicitud de India y Sudáfrica por la suspensión, COVAX apoyó una propuesta de agrupación de patentes denominada Acceso mancomunado a la tecnología contra la covid-19 (C-Tap). Este proceso implicaría que dos o más dueños de patentes acordaran conceder licencias de sus patentes entre ellos o a un tercero. Hasta la fecha, COVAX no ha recibido ninguna contribución de parte de compañías farmacéuticas.
En mayo de 2020, la OMS propuso establecer un ensayo solidario internacional de la vacuna contra la covid-19, en el que dicha organización coordinaría los centros de ensayo en diversos países. Esto hubiera permitido que candidatas a vacunas emergentes pudieran entrar más rápida y transparentemente a las pruebas clínicas, y que se ensayaran en poblaciones diversas para poder hacer comparaciones de fortalezas y debilidades específicas. Las compañías farmacéuticas multinacionales y los países del Norte Global sofocaron esta propuesta.
¿Qué se necesita para producir vacunas básicas para los 7.700 millones de personas del mundo?
La producción de vacunas varía según la plataforma tecnológica requerida para crear la particular imitación de la infección que se utilizará en una vacuna específica. Para las vacunas contra la covid-19 hay muchas plataformas exitosas. Dos de ellas han sido las vacunas de ARN (en el caso de Moderna) y las vacunas de adenovirus (en el caso de AstraZeneca). Ambas son plataformas tecnológicas robustas, lo que significa que si se dispone de los conocimientos técnicos (incluyendo secretos comerciales para la producción de vacunas) y el personal cualificado, y las líneas de manufactura son eficientes y escalables, la vacuna podría producirse para la población. La palabra “si” está en cursiva porque estos son los principales obstáculos que se derivan de la lógica capitalista de derechos de propiedad intelectual y del impulso a largo plazo de debilitar un sector público que gira en torno al bienestar social.
Un enfoque intermedio en la producción de vacunas es el que intenta la fabricación a gran escala de imitaciones de proteínas en tanques de fermentación (la vacuna Novavax, por ejemplo, es fabricada así). Para esta plataforma, la capacidad de absorción y el personal cualificado están más extendidos. Sin embargo, los problemas de control y garantía de calidad varían más entre lote y lote, lo que es un obstáculo para una producción masiva descentralizada.
Hay un modo mucho más simple de producir vacunas: cultivar el agente infeccioso, desactivarlo (es decir, hacerlo no peligroso), e inyectarlo en el cuerpo (como Covaxin, la vacuna desarrollada por Bharat en India). Pero surgen problemas porque no es fácil desactivar este dañino patógeno y a la vez mantenerlo suficientemente completo para desarrollar anticuerpos.
¿Qué haría falta para administrar vacunas a los 7.700 millones de personas?
Para administrar masivamente las vacunas contra la covid-19 en todo el mundo, necesitamos considerar tres elementos:
1) Sistemas de salud públicos. Los programas efectivos de vacunación requieren de un fuerte sistema público de salud, pero estos han sido debilitados por décadas de políticas de austeridad en muchos países del mundo. Por lo tanto, no hay personal cualificado para administrar la vacuna. Como se trata de vacunas delicadas, su preparación y administración debe ser realizada por trabajadores capacitados de salud pública (tanto para asegurar que la vacuna es administrada de manera óptima como para prevenir efectos secundarios).
2) Transporte y cadenas de frío. Dado que no se dispone de líneas de producción nacional y regional de vacunas, estas deben ser transportadas largas distancias. Algunas de ellas requieren de cadenas de frío o congelamiento que son muy poco prácticas en gran parte del Sur Global.
3) Sistemas de monitoreo médico. Finalmente, se necesitan sistemas bien desarrollados para monitorear el impacto de las vacunas. Esto requiere un seguimiento a largo plazo y tanto personal como tecnologías que suelen no estar disponibles en las naciones más pobres, que han sufrido desventajas por mucho tiempo producto del orden económico mundial.
Vale la pena leer y difundir la Declaración de Alma-Ata (1978) sobre la atención primaria de salud y la Carta del pueblo para la salud (2000), ambos fuertes pronunciamientos por un abordaje sólido y humano de la atención sanitaria. La última llama a rechazar las “patentes a la vida”, lo que incluye las patentes a vacunas. No hay más alternativa que una vacuna de los pueblos, no hay más alternativa que la vida sobre las ganancias.
La vacuna es un bien público mundial
Existe una guerra geoestratégica vacunal muy mal disfrazada por llamamientos vacíos al bienestar y a la salud de la población mundial.
Hay un cierto consenso en torno a que la pandemia actual permanecerá con nosotros durante mucho tiempo. Vamos a entrar en un periodo de pandemia intermitente cuyas características precisas todavía están por definirse. El juego entre nuestro sistema inmunitario y las mutaciones del virus no tiene reglas muy claras. Tendremos que vivir con la inseguridad, por dramáticos que sean los avances de las ciencias biomédicas contemporáneas. Sabemos pocas cosas con seguridad.
Sabemos que la recurrencia de pandemias está relacionada con el modelo de desarrollo y de consumo dominante, con los cambios climáticos asociados a este, con la contaminación de los mares y los ríos y con la deforestación de los bosques. Sabemos que la fase aguda de esta pandemia (posibilidad de contaminación grave) solo terminará cuando entre el 60% y el 70% de la población mundial esté inmunizada. Sabemos que esta tarea se ve obstaculizada por el agravamiento de las desigualdades sociales dentro de cada país y entre los distintos países, combinado con el hecho de que la gran industria farmacéutica (Big Pharma) no quiere renunciar a los derechos de patente sobre las vacunas. Las vacunas ya se consideran el nuevo oro líquido, sucediendo al oro líquido del siglo XX, el petróleo.
Sabemos que las políticas de Estado, la cohesión política en torno a la pandemia y el comportamiento de la ciudadanía son decisivos. El mayor o menor éxito depende de la combinación entre vigilancia epidemiológica, reducción del contagio a través de confinamientos, eficacia de la retaguardia hospitalaria, mejor conocimiento público sobre la pandemia y atención a vulnerabilidades especiales. Los errores, las negligencias e incluso los propósitos necrófilos por parte de algunos líderes políticos han dado lugar a formas de políticas de muerte por vía sanitaria que llamamos darwinismo social: la eliminación de grupos sociales desechables porque son viejos, porque son pobres o porque son discriminados por razones étnico-raciales o religiosas.
Por último, sabemos que el mundo europeo (y norteamericano) mostró en esta pandemia la misma arrogancia con la que ha tratado al mundo no europeo durante los últimos cinco siglos. Como cree que el mejor conocimiento técnico-científico proviene del mundo occidental, no ha querido aprender de la forma en que otros países del Sur Global han lidiado con epidemias y, específicamente, con este virus. Mucho antes de que los europeos se dieran cuenta de la importancia de la mascarilla, los chinos ya la consideraban de uso obligatorio. Por otro lado, debido a una mezcla tóxica de prejuicios y presiones de los lobbies al servicio de las grandes compañías farmacéuticas occidentales, la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Canadá han recurrido exclusivamente a las vacunas producidas por estas empresas, con consecuencias por ahora impredecibles.
Además de todo esto, sabemos que existe una guerra geoestratégica vacunal muy mal disfrazada por llamamientos vacíos al bienestar y a la salud de la población mundial. Según la revista Nature del pasado 30 de marzo, el mundo necesita once mil millones de dosis de vacunas (sobre la base de dos dosis por persona) para lograr la inmunidad de grupo a escala mundial. Hasta finales de febrero, se confirmaron pedidos de unos 8.600 millones de dosis, de los cuales 6.000 millones estaban destinadas a los países ricos del Norte Global. Esto significa que los países empobrecidos, que representan el 80% de la población mundial, tendrán acceso a menos de una tercera parte de las vacunas disponibles. Esta injusticia vacunal es particularmente perversa porque, dada la comunicación global que caracteriza nuestro tiempo, nadie estará verdaderamente protegido hasta que el mundo entero esté protegido. Además, cuanto más se tarde en lograr la inmunidad de grupo a escala global, mayor será la probabilidad de que las mutaciones del virus se vuelvan más peligrosas para la salud y más resistentes a las vacunas disponibles.
Un estudio reciente, que reunió a 77 científicos de varios países del mundo, concluyó que dentro de un año o menos, las mutaciones del virus harán que la primera generación de vacunas sea ineficaz. Esto será tanto más probable cuanto más tiempo se tarde en vacunar a la población mundial. Ahora, según los cálculos de la People’s Vaccine Alliance, al ritmo actual, solo el 10% de la población de los países más pobres se vacunará a finales del próximo año. Más retrasos se traducirán en una mayor proliferación de noticias falsas, la infodemia, como la llama la OMS, que ha sido particularmente destructiva en África.
Existe consenso hoy en que una de las medidas más eficaces será la suspensión temporal de los derechos de propiedad intelectual sobre las patentes de vacunas para la Covid por parte de las grandes empresas farmacéuticas. Esta suspensión haría que la producción de vacunas fuera más global, más rápida y más barata. Y así, más rápidamente, se lograría la inmunidad de grupo global. Además de la justicia sanitaria que permitiría esta suspensión, existen otras buenas razones para defenderla. Por un lado, los derechos de patente se crearon para estimular la competencia en tiempos normales. Los tiempos de pandemia son tiempos excepcionales que, en lugar de competencia y rivalidad, requieren convergencia y solidaridad. Por otro lado, las empresas farmacéuticas ya se han embolsado miles de millones de euros de dinero público a título de financiamiento para fomentar la investigación y el desarrollo más rápido de vacunas. Además, existen precedentes de suspensión de patentes, no solo en el caso de retrovirales para el control del VIH / sida, sino también en el caso de la penicilina durante la Segunda Guerra Mundial. Si estuviéramos en una guerra convencional, la producción y distribución de armas ciertamente no quedarían bajo el control de las empresas privadas que las producen. El Estado ciertamente intervendría. No estamos en una guerra convencional, pero los daños que la pandemia hace a la vida y al bienestar de las poblaciones pueden resultar similares (casi tres millones de muertos hasta la fecha).
No es de extrañar, por tanto, que ahora exista una vasta coalición mundial de organizaciones no gubernamentales, Estados y agencias de la ONU a favor del reconocimiento de la vacuna (y de la salud en general) como un bien público y no como un negocio, y la consecuente suspensión temporal de los derechos de patente. Mucho más allá de las vacunas, este movimiento global incide en la lucha por el acceso de todos a la salud y por la transparencia y el control público de los fondos públicos involucrados en la producción de medicamentos y de vacunas. A su vez, unos cien países, encabezados por India y Sudáfrica, ya han solicitado a la Organización Mundial del Comercio que suspenda los derechos de patente relacionados con las vacunas. Entre estos países no se encuentran los países del Norte Global. Por ello, la iniciativa de la Organización Mundial de la Salud de garantizar el acceso global a la vacuna (COVAX) está destinada al fracaso.
No olvidemos que, según datos del Corporate Europe Observatory, la Big Pharma gasta entre 15 y 17 millones de euros al año para presionar las decisiones de la Unión Europea, y que la industria farmacéutica en su conjunto cuenta con 175 cabilderos en Bruselas trabajando para el mismo propósito. La escandalosa falta de transparencia en los contratos de vacunas es el resultado de esta presión. Si Portugal quisiera dar distinción y verdadera solidaridad cosmopolita a la actual presidencia del Consejo de la Unión Europea, tendría aquí un buen tema de protagonismo. Tanto más si otro portugués, el secretario general de la ONU, acaba de hacer un llamamiento para considerar la salud como un bien público mundial.
Todo apunta a que, en este ámbito como en otros, la UE seguirá renunciando a cualquier responsabilidad global. Con la intención de permanecer pegada a las políticas globales de Estados Unidos, en este caso puede ser superada por el propio EE. UU. La administración Biden está considerando suspender la patente de una tecnología relevante para las vacunas desarrollada en 2016 por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.
Boaventura de Sousa Santos es Director Emérito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra.
Fuente: https://www.alainet.org/es/
Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
La creación artificial de la escasez: el caso de las vacunas
El desaparecido economista y catedrático de la Universidad de Salamanca David Anisi escribió en 1995 un libro titulado Creadores de escasez. Del bienestar al miedo (Alianza Editorial). En el explicaba que, en contra de lo que se creía, la crisis que se produjo a partir de los años 70 no había sido lo que obligó a cuestionar el Estado de Bienestar, sino que fue al revés: la puesta en cuestión de este último originó la crisis.
Como explicaba Anisi, «había llegado el momento de disciplinar a los trabajadores«. Y así se hizo.
Para ello se recurrió a la forma siempre más efectiva, generando el desempleo. Quien carece de ingresos y medios de vida no tiene más remedio que aceptar lo que sea para salir adelante y se convierte así en un ser personal, mental y socialmente frágil, fácilmente manipulable y disciplinado.
Para provocar deliberadamente el desempleo que disciplinara a las clases trabajadoras se aplicaron políticas basadas en la creación artificial de escasez, aumentando los tipos de interés (lo que frenaba la inversión productiva pero al mismo enriquecía así a los poseedores del dinero), reduciendo salarios (lo que reducía el consumo pero aumentaba los beneficios de las grandes empresas que tienen mercados cautivos) y provocando déficits públicos y mucha deuda (ralentizando así la economía pero aumentando el negocio del capital financiero).
El efecto de esas políticas es el mismo que tiene el ir pisando el freno constantemente en un vehículo: disminuye la velocidad de crucero, se gasta mucha más energía y se deteriora el conjunto de la maquinaria. En una economía la consecuencia es que disminuye la tasa de crecimiento de la actividad económica y aumenta el desempleo. Dos efectos que se agravan cuando todo eso ocurre, como ocurrió en los años ochenta y noventa del siglo pasado, en medio de una revolución tecnológica. Cuando esta se produce, aumenta la productividad y si este aumento no va a acompañado de una reducción de la jornada y de políticas expansivas del gasto, el efecto del frenazo es mucho mayor.
Eso fue lo vienen provocando las políticas neoliberales y por eso decimos que crean escasez artificialmente. Destrozan a toda la economía y disminuyen la provisión de bienes y servicios pero benefician mucho, como he dicho, a los propietarios del capital financiero (que se enriquecen más cuanto mayor es la deuda) y a las grandes empresas que dominan los mercados y tienen clientes cautivos o una masa de liquidez muy grande con la que se enriquecen en los mercados financieros.
Puede parecer que esta tesis que acabo de exponer es demasiado perversa como para ser verdad pero, si no la creen, lean lo que escribió en la página 183 de su libro El final de la edad dorada (Ed. Taurus 1996) quien había sido un poderoso ministro de Economía de Felipe González, Carlos Solchaga: «La reducción del desempleo, lejos de ser una estrategia de la que todos saldrían beneficiados, es una decisión que si se llevara a efecto podría acarrear perjuicios a muchos grupos de intereses y a algunos grupos de opinión pública». No se puede reconocer más explícita y claramente.
Efectivamente, el capitalismo de nuestros días es un creador artificial de escasez y una manifestación sangrante de ello la estamos contemplando en estos momentos en el caso de las vacunas.
Cuando se extendió la pandemia, las autoridades mundiales reconocieron lo elemental y lógico: su remedio no podía ser otro que una vacunación masiva y muy rápida de la mayor parte de la población mundial.
La presidenta de la Comisión Europea reclamó que las vacunas se convirtieran en un bien público porque «la Unión Europea había invertido muchos miles de millones en desarrollar las primeras». El Fondo Monetario Internacional pedía en su informe de enero pasado una «distribución universal de vacunas… a precios asequibles para todos»…
Sin embargo, no es eso lo que está ocurriendo, sino todo lo contrario: los gobiernos de los países ricos se niegan a que las vacunas se puedan producir y distribuir masivamente y a precios asequibles en todos los países del mundo, como sería imprescindible para acabar con la pandemia. Se sigue creando escasez aunque ahora no sea para disciplinar a las clases trabajadoras sino para salvaguardar el beneficio y el poder de las grandes empresas farmacéuticas, de cuya naturaleza y estrategia escribía hace unos días el profesor Vicenç Navarro en estas mismas páginas (aquí).
Para desarrollar vacunas de distribución universal, como pide el FMI, es precisa la colaboración de científicos y productores de todo el planeta pero eso solo es posible si se ponen a disposición de todos ellos el conocimiento y las técnicas que las hacen posible, algo que es imposible mientras no se suspendan las patentes y derechos de propiedad intelectual.
Es lo que están pidiendo desde hace meses la gran mayoría de países del mundo, líderes políticos, organizaciones de todo tipo, centros de investigación, personalidades, dirigentes de iglesias… Y es lo que desea la inmensa mayoría de la población allí donde se le ha preguntado (el 73% en el Reino Unido).
Pero en contra de esa opinión mayoritaria, los gobiernos de los países ricos (Estados Unidos, Unión Europea, Japón, Reino Unido, Brasil, Canadá, Noruega y algunos pocos más) se oponen constantemente a ello.
Con tal de salvaguardar los intereses comerciales de las grandes empresas farmacéuticas que producen las vacunas (como igual podría decirse de otros bienes, dispositivos o instrumentos de diagnóstico que están siendo imprescindibles en la pandemia), se está dando lugar a una carencia generalizada de vacunas, sencillamente, porque no se está aprovechando toda la capacidad potencial de fabricación de vacunas. Los datos son inapelables:
– Solo se está utilizando un 43% de la capacidad que hay en el mundo para producir las vacunas ya aprobadas (aquí).
– Las tres fabricantes más grandes de vacunas solo están produciendo para el 1,5% de la población mundial, un volumen muy por debajo de su capacidad potencial al no tener acceso a las licencias (aquí).
– A pesar de la escasez, cuando algunos fabricantes se ofrecen a producirlas no reciben respuesta de las empresas que, con el beneplácito de los gobiernos, dominan el mercado. Eso ha pasado con la danesa Bavarian Nordic que podría fabricar casi 250 millones de vacunas (aquí).
– Algo parecido ocurre en países como India: una de sus fabricantes está produciendo millones de vacunas pero hay al menos otras veinte fábricas, y otras muchas en todo el mundo, que podrían estar produciéndolas si tuvieran acceso a las licencias (aquí).
La consecuencia de todo esto es doblemente absurda y me atrevería a decir que criminal.
En primer lugar, miles de millones de personas de los países más pobres se quedan al margen de la vacunación que les puede evitar la enfermedad. Los países ricos (16% de la población mundial) acumulan las vacunas (60%) mientras que los más pobres están desabastecidos. El Reino Unido había distribuido más de 31 dosis por cada 100 personas y Estados Unidos más de 22 a finales de febrero, Asia en su conjunto un poco más de dos y África menos 0,55 de media en los países donde habían llegado (aquí). A la tercera parte de la humanidad no le ha llegado ni una dosis y, según The Economist, más de 85 países no vacunarán lo suficiente hasta 2023 (aquí), mientras que los gobiernos de los países ricos han comprado tres veces más unidades de las que necesita su población (cinco en Canadá).
Esto no es solamente un genocidio sino que se trata, para colmo, de una completa estupidez. La acumulación de vacunas en los países ricos no va a terminar con la pandemia porque esta es global y las mutaciones pueden venir de cualquier país donde la vacuna no haya llegado. Y es también una política estúpida porque, como expliqué en un artículo anterior, financiar la vacunación en todos los países del mundo supone 338 veces menos dinero que el que costará el daño de no hacerlo (aquí). Una prueba más de que las decisiones económicas que se toman no persiguen la eficiencia ni el ahorro, sino el enriquecimiento de unos pocos.
La política de los países ricos es igualmente absurda porque, a la postre, va a crear racionamiento también en su interior, como está ocurriendo en la Unión Europea. Y es también una estupidez responder a la escasez que ellos mismos han provocado restringiendo las exportaciones porque así ni mejorará el aprovisionamiento interior ni el global, se provocarán respuestas del mismo tipo que perturbarán las cadenas de aprovisionamiento.
La pandemia no se está combatiendo como los propios líderes mundiales decían que había que combatirla porque no son capaces o no desean poner límite a la avaricia de unos pocos. Se está provocando una crisis económica gigantesca y la pérdida de millones de empresas y empleos por salvaguardar los privilegios de los grandes monopolios. Van a morir innecesariamente millones de personas porque se da prioridad a los intereses comerciales.
Terminaré citando a un autor maldito porque creo que llevaba toda la razón. Me refiero a Federico Engels quien decía en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra que cuando las personas mueren como «víctimas de nuestro desorden social y de las clases que tienen interés en ese desorden» se comete un «asesinato social».
Eso es lo que ahora está sucediendo con las vacunas y por eso resulta cada vez más necesario que se definan y persigan los crímenes económicos contra la humanidad.
Carta de Francisco a la Cumbre Iberoamericana
El Papa pidió "vacunas para todos" y que se renegocie la deuda de "los más necesitados"
Imagen: AFP
El Papa Francisco reafirmó en una carta dirigida a los participantes de la XXVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno que la inmunización extensiva contra el Covid-19 debería ser considerada un "bien común universal".
Jorge Bergoglio reclamó más solidaridad entre los países para garantizar una distribución equitativa de las vacunas contra la Covid-19, "no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente los más vulnerables". Al mismo tiempo, pidió la renegociación de la deuda de "los países más necesitados".
El escrito fue enviado a Rebeca Grynspan Mayufis, titular de la Secretaría General Iberoamericana, e incluye un saludo a todos los participantes de la Cumbre que se desarrolla en Andorra. El encuentro debía celebrarse en 2020 pero fue pospuesto debido a la pandemia.
"La pandemia no
ha hecho distinciones y ha golpeado a personas de toda cultura, credo,
estrato social y económico", remarcó el Papa, al tiempo que indicó que
"todos conocemos y hemos sentido la pérdida de alguna persona cercana
que ha fallecido por el coronavirus, o que ha sufrido los efectos del
contagio".
En otro pasaje, Francisco elogió "la ardua labor de los médicos, enfermeros, personal sanitario, capellanes y voluntarios que, en esos difíciles momentos, además de tratar a los enfermos, con riesgo de sus vidas, han sido para ellos el familiar y el amigo que les faltaba".
También afirmó que son "particularmente bienvenidas las iniciativas que buscan crear nuevas formas de solidaridad a nivel internacional, con mecanismos dirigidos a garantizar una distribución equitativa de las vacunas, no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente de los más vulnerables y necesitados".
Asimismo, el Papa señaló: "De esta pandemia tenemos que salir mejores".
Francisco y la deuda
En cuanto al peso de la deuda, Bergoglio pidió la
"renegociación de la carga de la deuda" para "los países más
necesitados" y reclamó una "férrea voluntad política" para "cambiar las
cosas" a nivel mundial.
"Particular consideración se debe otorgar
a la necesidad de reformar la arquitectura internacional de la deuda,
como parte integrante de nuestra respuesta común a la pandemia", señaló
el Papa en la carta.
"La renegociación de la carga de deuda de
los países más necesitados es un gesto que ayudará a los pueblos a
desarrollarse, a tener acceso a las vacunas, a la salud, a la educación y
al empleo", consideró en un pasaje. Destacó que "tal gesto debe ir
acompañado por la puesta en práctica de sólidas políticas económicas y
por una buena administración que llegue a los más pobres".
Francisco,
que hace una semana se encontró en Roma con el ministro de Economía
argentino Martín Guzmán, subrayó "la urgencia de tomar medidas que
permitan el acceso a una financiación externa, a través de una nueva
emisión de Derechos Especiales de Giro, llamando a una mayor solidaridad
entre los Países".
Esa iniciativa, para el Papa, debe contemplar
"que los fondos sean destinados para impulsar y alentar el desarrollo
económico y productivo, con el fin de que todos puedan salir de la
actual situación con las mejores posibilidades de recuperación".
"Nada de esto será posible sin una férrea voluntad política que tenga la valentía de decidir cambiar las cosas, principalmente las prioridades, para que no sean los pobres los que paguen el costo más alto de estos dramas que están golpeando a nuestra familia humana", reclamó el líder de la Iglesia Católica.
Urge producir vacunas y suspender las patentes
Todos los análisis coinciden en la gravedad sanitaria y económica del momento, con 150 millones de contagiados y 3 millones de muertos por Covid19. El problema lleva más de un año desde la declaración de la pandemia en marzo 2020.
Se considere por donde sea el impacto económico es regresivo y se mide en crecimiento de la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la desigualdad y una brutal concentración del ingreso y la riqueza, sumado al colapso sanitario. Entre otros aspectos, discrimina a los sectores más empobrecidos, las trabajadoras y los trabajadores, principalmente a mujeres y jóvenes, tal como indica el estudio del FMI en la zona latinoamericana y caribeña[1]. Esta regresiva situación convoca al debate de problemas de coyuntura y de estructura.
En la coyuntura se trata de resolver una demanda que viene de lejos en la “solución” de la pandemia y remite a la aplicación universal de las vacunas que hoy están en circulación. Resulta interesante verificar la cantidad de vacunas en acción, con eficacia para minimizar la gravedad y desenlace de los contagios, aun cuando la diversidad supone la fragmentación de la capacidad de investigación y producción, incluso, evidencia la ausencia de cooperación internacional. En definitiva, es resultado de la mercantilización del proceso de producción y circulación, asociado al fenómeno más general de asumir a la salud como una mercancía, en desmedro de una tradición de derecho a la salud.
Por esto es fundamental instalar un debate en la sociedad por la “suspensión” de las patentes, en contra de los acuerdos de propiedad intelectual sustentados como agenda estratégica en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta iniciativa por la liberación de las patentes está sustentada por más de un centenar de países y una creciente demanda de organizaciones sociales globales entre las que destaca la campaña de “médicos sin fronteras”[2].
El dato relevante es que, iniciada la vacunación, se verifica la concentración de dosis entre los países con mayor capacidad de compra, discriminando a las poblaciones del mundo en función de los diferentes niveles de desarrollo y capacidad de compra de los estados nacionales. Aun así, el ritmo de ejecución de la vacuna es pobre y apenas menos del 7% de la población mundial ha recibido por lo menos una dosis, y menos del 3% las dosis que completan el proceso recomendado. Ello pone de manifiesto el límite de la situación actual y la demanda de actuar con rapidez para frenar los efectos desastrosos de la pandemia y en la economía, que se descarga sobre buena parte de la humanidad.
La realidad es que las patentes son detentadas y defendidas por el capital transnacional, lo que se expresa en la valorización de los capitales invertidos en los laboratorios farmacéuticos. Es una dinámica que actúa a contramano de las condiciones de emergencia de sectores vulnerables en la economía mundial, según coinciden todos los análisis de los organismos internacionales, la academia o la prensa. No debiera resultar una sorpresa la contradicción entre la miseria y desesperación extendida del presente, junto a la acumulación y enriquecimiento de pocos. Es algo a modificar en tiempos de amenazas civilizatorias.
Esto nos lleva a la cuestión estructural, que supera el debate y resolución de la emergencia sanitaria y económica asociada a la pandemia. En ese marco, lograr la suspensión de las patentes, aun temporaria, es un punto de apoyo en una estrategia de modificaciones estructurales que amplíe derechos sociales, en particular relativos a la salud. Ello supone un debate de ideas, político y cultural, que afecta a la propiedad de los medios de producción, eje sustantivo en la lógica capitalista.
La cooperación internacional para la investigación, la producción y circulación de vacunas debiera estar en el centro de la preocupación intelectual de la sociedad contemporánea.
Es una cuestión coyuntural y estructural, en un tiempo donde debiera prevalecer el factor humano en la consideración de políticas públicas, aun a contramano de la lógica hegemónica de la ganancia y la acumulación. Si se piensa en América Latina y el Caribe, todas las consideraciones se agravan, ya que con una población del 8% en el ámbito mundial, reúne un tercio de contagios y muertes, con el problema de países que parecían alejados del flagelo, ahora se agregan a la vulnerabilidad. Ya no solo preocupan Brasil, México, Colombia, Perú, Chile, Ecuador o Argentina, sino que se suman Uruguay y Paraguay que hasta hace poco parecían a salvo y más allá de la pandemia.
Mirando a la región, el optimismo proviene de Cuba y la consolidación de años de trabajo en materia de salud, especialmente con los resultados de la vacuna Soberana. La cooperación en materia de salud históricamente ofrecida por Cuba en sus misiones de solidaridad podría inspirar la cooperación regional en la producción y distribución de la vacuna en toda Latinoamérica y el Caribe, incluso en el ámbito mundial. Pese al bloqueo, Cuba marca el camino de un rumbo soberano para resolver en condiciones desiguales sus problemas. En otro plano de potencialidad regional, Argentina acordó cooperación en la producción de la vacuna “AstraZeneca”, que debió fraccionarse en México, aun cuando se completó el proceso en EEUU. Ahora trascendió el acuerdo para producir la “Sputnik V” en la Provincia de Buenos Aires, con pretensión de abastecimiento local y regional.
Ambos casos, Cuba y Argentina, ponen de manifiesto la capacidad de investigación y de producción en momentos en que hacen falta esfuerzos conjuntos para resolver problemas en el corto y mediano plazo, ya que las vacunas serán necesarias ante la continuidad de la pandemia. La ausencia de cooperación mundial evidencia la vulnerabilidad de la sociedad contemporánea, por lo que debe estimularse un proceso de integración y colaboración entre los estados de América Latina y el Caribe. Es una cuestión de supervivencia de la humanidad, que se juega en una población que soporta gravemente el flagelo pandémico. Nuevamente el desafío podrá resolverse desde la integración no subordinada y en perspectiva de emancipación.
Notas:
[1] FMI, en: https://blog-dialogoafondo.
[2] MSF, en: https://www.msf.org.ar/firmar/
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
¿Una pandemia para ricos y otra para pobres?
El inhumano sistema de globalización neoliberal que se le ha impuesto a la mayoría de los países del mundo ha llevado en tiempos de pandemia a dividir aún más al planeta en dos: los ricos y los pobres.
Aunque las noticias parecen alucinantes, son completamente reales. Kerry Dolan, editora de la revista Forbes publicó que «pese a la pandemia, 2020 y 2021 fueron años de récord para los más ricos del mundo, con un aumento de cinco billones de dólares y un número sin precedentes de nuevos milmillonarios»,
El artículo señala que el número de personas con una fortuna de 1 000 millones o superior, registró una “explosión” hasta llegar a un número sin precedentes: 2 755 en 2021, 600 más que en el año anterior.
En total sus fortunas se estiman en 13,1 billones de dólares, por encima de los 8 billones recogidos en la lista de Forbes 2020.
Con una pésima situación sanitaria en el orbe, que en vez de aminorar se acrecienta, el 2020 fue un año récord para las personas más ricas del mundo.
Son tan fantasmagóricas las cifras que resultan difíciles de asimilar: Jeff Bezos, fundador de Amazon posee 177 000 millones de dólares; Elon Musk, creador de Tesla y SpaceX, 151 000 millones; Bernard Arnault, propietario de varias marcas de ropa de lujo y cosméticos, 150 000 millones; Bill Gates, cofundador de Microsoft, 124 000 millones; Mark Zuckerberg, fundador y director ejecutivo de Facebook, 97 000 millones.
En América Latina donde el hambre, la miseria y las muertes por la propagación de la Covid-19 se regodean en sus pobladores, aparecen 51 latinoamericanos millonarios en la lista de Forbes.
Y fíjense cómo los diez primeros millonarios de América Latina han incrementado sus riquezas en un año de pesadilla pandémica: el mexicano Carlos Slim, magnate de las telecomunicaciones pasó de 52 100 millones en 2020 a 62 800 millones en 2021; Germán Larrea Mota Velasco, director ejecutivo de la empresa minera Grupo México, de 11 000 millones a 25 900 millones.
La chilena Iris Fontbona, dueña de la compañía de cobre Antofagasta Plc, subió de 10 800 millones a 23 300 millones; Ricardo Salinas Pliego, director de TV Azteca y la cadena de tiendas Electra, de 11 700 millones a 12 900 millones
El brasileño Marcel Herrmann Telles, con la firma Anheuser-Busch InBev, fabricante de cerveza, de 6 500 millones a 11 500 millones; otro brasileño, Jorge Moll Filho, fundador de la red de hospitales privados Rede D’Or pasó de 7 300 millones a 11 300 millones de dólares, y el colombiano Luís Carlos Sarmiento, dueño del periódico El Tiempo y presidente del Grupo Aval Acciones y Valores encaramó su fortuna de 2 000 millones a 11 000 millones.
Le siguen el mexicano Alberto Bailleres, presidente del Grupo Bal que de 6 400 millones llegó a 9 200 millones; Los Safra, familia del banquero fallecido, cifran la fortuna en 7 100 millones y otro mexicano, Juan Francisco Beckmann Vidal, que produce tequila, de 4 300 millones tiene ahora 7 000 millones.
En contradicción, o mejor dicho, en línea directa con el sistema de globalización neoliberal establecido, en Latinoamérica se estima que la tasa de pobreza extrema se situó en 12,5 % y la de pobreza general en 33,7 % según el último informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Ese organismo informó que el número de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones más que el año anterior. De ese total, 78 millones se encontraron en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en 2019.
Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que la pandemia ha causado la pérdida de 26 millones de empleos en la región y el panorama es aún más complejo en 2021 debido a las nuevas olas de contagio y el lento proceso de vacunación.
La OIT explica que antes de la Covid-19 existían malas condiciones laborales como alta informalidad, reducidos espacios fiscales, persistente desigualdad, escasa cobertura de protección social, las cuales se han acrecentado.
Esta situación ha motivado que el mercado de trabajo en América Latina y el Caribe haya retrocedido una década en solo un año de la enfermedad.
Otro grave problema creado es la posibilidad de alcanzar una distribución equitativa de las vacunas que como declaró el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, se encuentra gravemente amenazadas por la deficiente distribución entre países ricos y pobres.
Mientras el secretario general de la ONU, Antonio Guterres criticó la distribución desigual de las vacunas y reiteró que 10 países han administrado el 75 % de todas las vacunas registradas en el mundo.
Ya en la región se han contagiados más de 25,5 millones y los decesos sobrepasan las 800 200 personas, en su mayoría pobres y con dificultades para obtener una atención adecuada.
La pandemia ha puesto de manifiesto que los programas de atención social han disminuido y millones de habitantes latinoamericanos no pueden tener acceso a la salud porque gobiernos neoliberales han impulsado las privatizaciones en detrimento de las grandes mayorías.
Por tanto, urge implementar un sistema de globalización humanitaria y solidaria que minimice las enormes inequidades que impone el sistema neoliberal capitalista.
Y ante estas realidades podríamos preguntarnos: ¿Habrá una pandemia para ricos y otra para pobres?
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Los 10 multimillonarios de América Latina en la lista Forbes que aumentaron su riqueza en 2021 (mientras la pobreza causa estragos en la región)
La revista Forbes presentó este martes su Lista de Multimillonarios del Mundo 2021, que incluye a 2.755 personas. En este ranking anual, una decena de latinoamericanos continuó incrementando su riqueza, mientras la desigualdad y la pobreza en la región crecieron abismalmente en el contexto de la pandemia del coronavirus.
1.- Carlos Slim: este empresario mexicano, que es dueño del Grupo Carso y de América Móvil, la empresa de telecomunicaciones más grande de América Latina, aparece en el puesto 16 de la lista, con 62.800 millones de dólares, mucho más que los 52.100 millones de dólares que tenía en 2020.
2.- Germán Larrea Mota Velasco: director ejecutivo de Grupo México, la empresa minera más grande de su país y la quinta empresa productora de cobre más grande del mundo. Está en el puesto 61 de la lista, con 25.900 millones de dólares, cuando un año atrás registró 11 millones de dólares.
3.- Iris Fontbona: esta chilena está en el puesto 74 de la lista, con 23.300 millones de dólares, más del doble de la fortuna registrada en 2020, que era de 10.800 millones de dólares. Esta empresaria controla, junto a sus hijos, Antofagasta Plc, que posee minas de cobre en Chile.
4.- Ricardo Salinas Pliego: Otro mexicano, que dirige TV Azteca y la cadena de tiendas Elektra, está en el puesto 166 de la lista, y su fortuna pasó de los 11.700 millones de dólares en 2020 a 12.900 millones de dólares en 2021.
5.- Marcel Herrmann Telles: este brasileño, con participación en Anheuser-Busch InBev, el mayor fabricante de cerveza del mundo, está en el puesto 191 del ranking. Su fortuna es de 11.500 millones de dólares, cuando un año atrás fue tasada en 6.500 millones de dólares.
6.- Jorge Moll Filho: también brasileño, fundador de la red de hospitales privados Rede D'Or, con 11.300 millones de dólares —muy por encima de los 2.000 millones de dólares de 2020— ocupa el puesto 194 de la lista.
7.- Luis Carlos Sarmiento: de Colombia, aumentó su fortuna 2.000 millones de dólares para acumular un total de 11.000 millones de dólares, ocupando el puesto 200 de la lista de Forbes. Es presidente de la Junta Directiva del holding Grupo Aval Acciones y Valores y dueño del periódico El Tiempo.
8.- Alberto Baillères González: está en el puesto 255 de la lista, con 9.200 millones de dólares, un crecimiento significativo en el último año, puesto que en 2020 registraba 6.400 millones de dólares. Es el presidente de Grupo Bal, un conglomerado que incluye negocios en los sectores de comercio, minería, metalurgia, seguros y finanzas. También es el director de Industrias Peñoles, la segunda minera más grande de México.
9.- Los Safra: la viuda y los hijos del fallecido banquero Joseph Safra heredaron una fortuna de unos 7.100 millones de dólares, por lo que recién aparecen en la lista de Forbes, en el puesto 355 de la lista.
10.- Juan Francisco Beckmann Vidal: otro mexicano, presidente del Grupo José Cuervo, que produce tequila. Posee 7.000 millones de dólares —muy por encima de los 4.300 millones de dólares de 2020—y se ubica en el lugar 369 de la lista.
Aumento de la pobreza en la región
Estos millonarios aumentaron considerablemente sus fortunas durante el crítico año de la pandemia del coronavirus, una situación sanitaria que aún no termina y representa un duro revés para la economía global.
Los millonarios mexicanos, por ejemplo, según la misma Forbes, tuvieron un aumento promedio superior al 20 % en sus fortunas.
En contraparte, según el informe Panorama Social de América Latina 2020, presentado en marzo pasado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se estima que en la región la tasa de pobreza extrema se situó en 12,5 % y la tasa de pobreza alcanzó el 33,7 % de la población.
En concreto, señala el informe, el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones más que el año anterior.
De ese total, 78 millones de personas se encontraron en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en 2019.
Los principales en la lista de Forbes
La lista de Forbes está encabezada por el fundador de Amazon, Jeff Bezos, con un patrimonio valorado en 177.000 millones de dólares; mientras que en segundo lugar está el creador de Tesla y SpaceX, Elon Musk, con 151.000 millones de dólares.
A estos los siguen Bernard Arnault, propietario de varias marcas de ropa de lujo y cosméticos; Bill Gates, cofundador de Microsoft; y Mark Zuckerberg, fundador y director ejecutivo de Facebook, con una fortuna estimada en 150.000, 124.000 y 97.000 millones de dólares, respectivamente.
De acuerdo con Forbes, fue un año récord para las personas más ricas del mundo, con un aumento de riqueza de 5 billones de dólares.
En plena pandemia los hipermillonarios ganan como nunca
Si algún argumento faltara para demostrar la irracionalidad del capitalismo, especialmente en su variante neoliberal, lo proporciona el ranking anual de la revista Forbes, que desarrolló una metodología estandarizada para medir las mayores fortunas del mundo.
De esa guisa en 2020, mientras la inmensa mayoría de la población mundial, azotada por la pandemia, padecía hambre, pobreza e inseguridad, y los indicadores socioeconómicos y sociales retrocedían a niveles de hace años, los híper millonarios aumentaron su patrimonio en más de USD 5 billones, o sea, USD5.000.000.000.000; una locura, una cifra nunca antes vista.
La introducción del 35° registro anual de la revista, da una idea del ambiente frenético que reina en las alturas de la riqueza:
«Ha sido un año como ningún otro y no estamos hablando de la pandemia. Hubo ofertas públicas relámpago, criptomonedas en alza y precios de acciones que se dispararon. El número de multimillonarios en la 35° lista anual de Forbes de los más ricos del mundo saltó a un número sin precedentes, de 2.755, 660 más que hace un año, u sea, un nuevo millonario cada 17 horas. De ellos, 493 son nuevos en la lista, incluidos 210 de China y Hong Kong. Otros 250 que se habían caído en el pasado regresaron rugiendo. Un asombroso 86% son más ricos que hace un año. En total, estos multimillonarios valen USD13,1 billones de dólares, frente a los USD8 billones de dólares de 2020. Estados Unidos sigue teniendo la mayor cantidad, con 724, seguido de China (incluidos Hong Kong y Macao) con 698. Utilizamos los precios de las acciones y los tipos de cambio del 5 de marzo para calcular patrimonios netos».
Chile, no fue la excepción. Durante 2020 la fortuna de los millonarios chilenos, en el ranking Forbes, llegó a US$ 40.300 millones, un salto de 73% respecto a la cifras del año anterior.
Piñera, por su parte, aumentó su patrimonio en USD300 millones, sin perjuicio, de que sus fideicomisos rentaron 2,3% en 2020; esto es, unos $10 mil millones, llegando a $425.535 millones, unos USD600.
Obsceno, por decir lo menos.
En estas circunstancias, el gobierno y la derecha apelan a todo tipo de evasivas y circunloquios para eludir el proyecto de ley presentado por parlamentarios de oposición, que propone un impuesto por única vez, del 2,5% por ciento del patrimonio de quienes detenten un patrimonio igual o superior a 22 millones de dólares; lo cual permitiría recaudar unos USD 6.000 millones, y financiar una renta básica por tres meses al 80% de los chilenos, mientras campea la pandemia.
A los integrantes del club del 1%, ese impuesto no afectaría ni su caja chica, pero, literalmente, salvaría vidas de muchos chilenos, empujados a la miseria por el triple azote de la pandemia, la recesión y el abandono del Estado.
Aún así, esos desalmados no están dispuestos a soltar la teta.
Es cierto que el pasado jueves 1 de abril, el Impuesto a los súper ricos fue aprobado por 7 a 5 en la comisión de Constitución, Legislación y Justicia, de la Cámara de Diputados/as, por cierto con rechazo en bloque de la derecha. Pero no lo es menos que, tras cartón, el subsecretario General de la Presidencia, Máximo Pavez, confirmó que el Ejecutivo recurrirá al Tribunal Constitucional, en caso de que el proyecto se apruebe en el parlamento.
Cicatería al borde del precipicio.
Aparentemente, Piñera no quiere perder ni uno, lo que no le impidió afirmar, luego de aprobarse el bono de clase media, cuajado de letra chica y requisitos, extraido con fórceps por la opoción, como moneda de cambio de la postergación de las elecciones:
“El deber del Gobierno es acompañar y proteger a las familias en estos tiempos de adversidad”.
Muy presidente será pero eso no lo libra de ser, además un bellaco, caradura y mentiroso.
Es de esperar, al menos, que, al cabo de su desastroso segundo gobierno, los chilenos hayan aprendido que con la derecha, ni un tantito así.
Insaciables
En 2020 ocho híper millonarios chilenos entraron en el ranking híper millonarios chilenos. No hubo significativas modificaciones en las posiciones entre ellos, pero sí en los montos. Salvo uno, todos incrementaron su patrimonio, mientras millones de chilenos caían bajo la línea de la pobreza.
El piño lo encabezó, como hace desde hace más de una década, Iris Fontbona y la familia Luksic con USD23.300 millones, un salto de USD12.500 millones respecto a la edición pasada, y el puesto 74 en el ranking global.
El grupo controla un número importante de grandes empresas, en áreas tan diversas, como la minería, industria, finanzas, alimentos y telecomunicaciones.
Es el único entre las ocho menciones del ranking, que tiene actividad simultánea en los sectores productivo y financiero.
Lejos, en el puesto 705 global y segundo nacional, aparece Julio Ponce Lerou con USD4.100 millones, USD2.400 más que el año pasado; o sea, más que duplicó su fortuna. Accionista individual mayoritario de SQM, se benefició tanto del precio del litio, como de la torpre política de Estado respecto del mismo, equivalente una privatización apenas encubierta, y en todo caso ilegítima.
En el tercer puesto, 925 global, aparece Horst Paulmann y familia, con US$ 3.300 millones, y un incremento de USD 300 millones.
Por lo visto, Cencosud, la nave insignia de sus cadenas de retail, ha capeado la pandemia sin problemas, con un 10% de utilidad neta.
En el cuarto casillero nacional y 1.064 mundial, aparecen los inefables Piñera y familia con una fortuna estimada de US$ 2.900 millones, un incremento de USD300 millones, entre dineros bien y mal habidos. Impresentable para un presidente de cualquier república, salvo en Chile, donde entre los sectores acomodados y aspiracionales, prevalece un chauvinismo primitivo y cerril.
Enseguida vienen, en el 1.580 mundial y quinto nacional, Roberto Angelini US$ 2 mil millones (+USD300 millones; 1750 y sexto, Álvaro Saieh USD1.800 millones (+USD1.300 millones); 1931 y séptima, Patricia Angelini USD1.600 millones (+USD600 millones), y 2.263 y octavo, Luis Enrique Yarur USD 1.300 millones (-USD200 millones), el único del lote que retrocedió respecto al año anterior.
Es inevitable la pregunta: ¿para qué diantres necesitan más dinero estos insaciables, mientras millones de chilenos permanecen en espantosa indefensión?; ¿con qué cara, y a santo de cuál pretexto pretenden evadir el impuesto a los súper ricos?
Con el clásico argumento neoclásico y neoliberal, de que el aumento de impuestos desincentiva la inversión, lo que afecta el crecimiento de la economía, y por tanto, reduce la creación de empleo.
Con la pandemia y recesión simultáneas, como telón de fondo, el argumento parecería cómico, de no mediar la tragedia: se le pide a los chilenos que aguanten como puedan, pero no pretendan subirle impuestos a los ricos, porque afectaría el empleo…en un «mercado» del trabajo completamente derrumbado; mientras lo único que crece es la acumulación de capital, y lo único que engorda son las faltriqueras de una gavilla de individuos arrogantes, codiciosos, egoístas y despiadados.
El autorretrato del pensamiento económico prevaleciente en los últimos cuarenta años, que todavía anida en la derecha y la concertación. Por eso estamos cómo estamos.
Esa doctrina irracional puede arrastrar a Chile y al mundo, a una catástrofe social de aquellas que pocas veces se registran en la historia, capaces de imprimir un cambio de época; al precio – en cualquier caso- de indecible sufrimiento, en lo que Toynbee denominó «tiempos revueltos».
Piñera, el arquetipo
Por razones que dan para otro artículo, Piñera encarna una suerte de arquetipo, no sólo del millonario astuto, audaz e inescrupuloso, sino del modelo económico que lo prohija.
En la práctica, su trayectoria personal registra numerosos entrecruzamientos y paralelismos con la línea de tiempo del modelo neoliberal en Chile, partiendo de las «modernizaciones» de su hermano José; la quiebra del Banco de Talca, durante la segunda crisis económica del modelo; su monopolio de las tarjetas de crédito, durante la dictadura; el enriquecimiento ilícito con las empresas fantasma; la captura del control de Lan sin capital propio, cuando era senador, y la venta de su paquete accionario con una utilidad superior al mil por ciento, siendo ya presidente; por mencionar solo un par de ejemplos.
Para que se entienda, ningún dólar de los USD2.900 millones que le atribuye la revista Forbes, ha sido generado en virtud del estrés, cuidado y preocupación que demanda el desarrollo de un proyecto productivo, con el riesgo en proporción directa a su tiempo de maduración.
Por el contrario, la acumulación de Piñera obedece a un sexto sentido para la especulación financiera, atributo innegable; pero también, a una mentalidad compulsiva en persecución del «éxito»; a una irreductible convicción neoliberal; a un lábil marco valórico, donde el fin justifica los medios, y una diabólica habilidad para modificar -o eludir- el marco legal, con arreglo a sus intereses.
Según la revista Forbes, en un año incrementó su patrimonio en USD300 millones, sin moverse del escritorio. El problema, es que al mismo tiempo, es presidente de una república, lo cual provoca numerosos e inevitables conflictos de interés, que han degradado la autoridad presidencial hasta niveles nunca antes vistos.
También se sabe que sus fideicomisos tuertos rentaron un 2,3% anual, bajo para sus promedios, pero igual unos despeciables $10 mil millones, unos USD14 millones, teóricamente sin saber cómo; o sea, no pierde nunca.
El último reporte -de fecha 31 de marzo, rectificado el 1 de abril- refleja que el dinero total gestionado por sus fideicomisos asciende a $425.535 millones, unos US$ 600 millones, al dólar observado del último día de 2020.
Piñera tiene contratos de fideicomiso con cuatro administradoras generales de fondos, AGF, firmados el 7 de marzo de 2018, cuatro días antes de asumir su segundo mandato: dos con BTG Pactual, uno con Altis, uno con Credicorp y otro con Moneda Asset, cuyos propietarios y ejecutivos comparten la historia empresarial de Bancard S.A., matriz del grupo Piñera.
Esa cercanía respalda la opinión generalizada de que esos fideicomisos, más que ciegos, son tuertos.
De ellos, Altis, banco de inversión de bajo perfil, fundado y presidido por Tomas Müller, ex-embajador de Chile en el Reino Unido en el primer gobierno de Piñera, es el que ha mostrado mejor desempeño. En marzo de 2018, Piñera depositó en Altis, un monto de $125.022 millones. Desde entonces, la cifra escalóa $195.412 millones, con una rentabilidad acumulada de 56%. En el año de pandemia, los fondos entregados a Altis crecieron 12,5%.
En cambio, los fondos administrados por BTG Pactual y Moneda Asset han ido a pérdida.
Moneda, que dirige Pablo Echeverría, recibió recursos por $135.594 millones en marzo de 2018. Al cierre de 2020, habían disminuido en $20 mil millones; es decir descendió en -3%; y en tres años, -14,9%.
Pérdidas semejantes registra BTG Pactual. Un fondo de $ 1.191 millones, cayó 922 millones en 2020 (-22,5), y otro, de $134.541 millones, cayó en 6,8%. El monto global se redujo a $115.340 millones, -15,3% en tres años.
No hay cuidado de que, en virtud de esos resultados, Piñera desahucie los contratos. No en vano, propietarios y ejecutivos de ambas administradoras de activos, son o han sido viejos compinches de Piñera en sus correrías.
Moneda Asset y BTG Pactual han tenido importante protagonismo en otros recientes y sonados escándalos que involucran a Piñera, tales como las triangulaciones de AFP Habiitat, y el caso Enjoy. .
Gino Lorenzini, fundador de Felices y Forrados, acusó a la AFP Habitat de invertir fondos de pensiones en Moneda Asset, que a su vez invertía en Inmobiliaria La Construcción (ILC), controladora de Habitat. En otras palabras, mediante este aceitado mecanismo, los controladores de AFP Habitat, se transferían a sí mismos, fondos que deberían invertirse en mejores pensiones para los afil(i)ados, lo cual, en todo caso, está expresamente prohibido por la ley.
De hecho, BTG Pactual, Credicorp Capital y Moneda Asset, las tres administradoras de activos que manejan los fideicomisos de Piñera, tienen acciones en AFP Habitat. El conflicto de interés es monstruoso, pero como apunta al núcleo estratégico del actual modelo; es decir la apropiación del ahorro forzoso de los trabajadores, el tema salió de la pauta de los medios de comunicación funcionales al sistema, el mismo que resolvió el problema fusilando al mensajero.
El Superintendente de Pensiones, Osvaldo Macías, no desmintió los hechos, pero aseveró que no vulneraban la ley, puesto que no alcanzaban determinado monto, un tecnicismo montado ex post.
Según la denuncia de Lorenzini, ambas administradoras de capitales operaban con la empresa Génesis, vinculada a José Piñera, hermano del presidente, y Volcom AGF, ligada a Sebastián Piñera Morel.
Moneda Asset y BTG Pactual, además de socias, son acreedoras de Enjoy S.A.
Enjoy fue favorecido por el decreto 77 del Ministerio de Hacienda, que prorrogó en seis meses el plazo para la ejecución de obras comprometidas en la licitación de cuatro casinos, en 2018, tres de ellos de Enjoy, sin lo cual, habría quebrado de modo irremediable.
BGT Pactual firmó boletas de garantías por Enjoy S.A. de la cual es uno de los 12 principales accionistas, con una participación cercana al 7 por ciento. Si quebrara Enjoy, tendría que responder con USD91 millones.
Moneda Asset controla alrededor del 50% de la deuda garantizada de Enjoy S.A. en dólares.
Moneda Asset y BTG Pactual, están impulsando la absorción de Enjoy por su principal competidor, Sun Dreams, con el el 27% de participación en la “industria” de los casinos de juego, que de concretarse, subiría a un 70%; maniobra que, entre otros propósitos, salvaría de la quiebra a Enjoy; de paso a los hermanos Martínez, viejos compinches de Piñera, y les evitaría severas pérdidas.
Otro monumental conflicto de interés silenciado por la prensa, a diferencia del caso Caval, que de una nadería fabricaron un caso que dinamitó las pretensiones transformadoras del segundo gobierno de Michelle Bachelet.
En este ominoso panorama, la llave de la situación esta a la mano: basta que las mayorías no voten por los representantes de los hiper millonarios que se niegan a pagar impuestos, principalmente de la UDI, RN y Evópoli, y muchos de los sectores socialiberales, socialcristianos y laico-oportunistas de la concertación.
(*) Director de Red Digital
Fuente: Red Digital
Los periodistas argentinos que descubrieron el plan de Playa Girón en 1961, según Gabo
Los planes de EEUU para derrocar a Fidel Castro en 1961 fueron descubiertos un año antes por el célebre periodista argentino Rodolfo Walsh, durante su pasaje por Prensa Latina. La forma en que logró desencriptar mensajes secretos de la CIA y el insólito plan de Jorge Masetti quedaron en la historia gracias a los relatos de Gabriel García Márquez.
El nombre de Rodolfo Walsh está ineludiblemente ligado a las mejores caras del periodismo latinoamericano y el combate a los gobiernos totalitarios de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el escritor argentino también desempeñó un papel crucial —aún sin tener esa intención— para que el Gobierno de Cuba pudiera frustrar la invasión a Playa Girón, en la Bahía de Cochinos, con el que EEUU pretendió derrocar a Fidel Castro en abril de 1961.
Nacido en la provincia argentina de Río Negro el 9 de enero de 1927, Rodolfo Walsh alcanzó notoriedad en 1957 cuando publicó Operación Masacre (https://lahaine.org/aO4d), un libro que reconstruía el fusilamiento a un grupo de activistas peronistas por parte de las fuerzas represivas al servicio de la dictadura golpista de Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958), que había derrocado al Gobierno popular de Juan Domingo Perón.
Rodolfo Walsh
Además de ser uno de los primeros documentos periodísticos sobre prácticas típicas del terrorismo de Estado en América Latina, Operación Masacre pasó a la historia como la primera obra de periodismo narrativo, un género que desde entonces tuvo a Walsh como padre. [Aunque la obra del norteamericano Truman Capote 'A sangre fría' es considerado por Occidente como el primer libro de periodismo narrativo, el de Walsh se le adelantó en 9 años].
La obra también marcó el perfil comprometido de Walsh con la defensa de los DDHH y el combate a la represión, una causa que le costó la vida en 1977, cuando fue desaparecido por la dictadura militar genocida que se autodenominaba Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) y al que Walsh cuestionó públicamente a través de su célebre Carta abierta a la Junta Militar (https://lahaine.org/aA9), enviada a todos los medios el 24 de marzo de 1977, horas antes de desaparecer. Fue secuestrado y luego asesinado por un grupo de Tareas de la Marina.
Walsh viajó a Cuba en 1958, donde se radicaría hasta 1961. Su compromiso social lo llevó a apoyar sin reservas la Revolución Cubana y, en ese marco, decidió participar en La Habana de la fundación de la agencia de prensa cubana Prensa Latina.
Concebida por Ernesto Che Guevara, Prensa Latina tuvo como primer director general a Jorge Masetti, también periodista argentino que conocía a Walsh desde su militancia juvenil en una organización nacionalista denominada Alianza Libertadora Nacional. Tanto Masetti como Walsh apoyaban al peronismo, aunque albergaban ideas más de izquierda y revolucionarias.
Masetti fue, también, el nexo entre Walsh y el Gobierno Revolucionario cubano, ya que había logrado entablar una relación con Fidel Castro y el Che Guevara en 1958, cuando fue enviado de la radio El Mundo, de Argentina, para cubrir la acción guerrillera que avanzaba imparable en la isla. La confianza que logró establecer con los líderes revolucionarios le valió la invitación a fundar Prensa Latina, una agencia de noticias en las que, además de Masetti y Walsh, se desempeñaría desde el inicio el colombiano Gabriel García Márquez.
¿Cómo se adelantó Cuba a la invasión a la Playa Girón?
La historia de cómo la dupla Masetti-Walsh fue clave para que el Gobierno Revolucionario de Cuba lograra frustrar los planes de EEUU se inició con una casualidad y quedó plasmada en artículos que García Márquez publicó a partir de 1977, tras la desaparición de Walsh.
García Márquez recuerda que, ya instalados en la nueva agencia de noticias, el afán de Masetti —designado como primer director general— por lograr una agencia de alto nivel lo hacía pasarse horas revisando cables de otras agencias que llegaban a través de teletipos o télex, el sistema de transmisión de información utilizado en esa época.
"Una noche, por un accidente mecánico, Massetti se encontró en su oficina con un rollo de teletipo que no tenía noticias, sino un mensaje largo en clave muy intrincado. Era en realidad un despacho del tráfico comercial de la Tropical Cable de Guatemala", recordó García Márquez en un artículo titulado Rodolfo Walsh, el escritor que se adelantó a la CIA que publicó en la revista colombiana 'Alternativa' en 1977.
Si bien el particular mensaje extrañó a todos, generó casi una obsesión en Walsh, que por entonces ejercía como jefe de Servicios Especiales en Prensa Latina. García Márquez escribió que Walsh llegó a comprar manuales de criptografía y, sin experiencia en la tarea de descifrar mensajes ocultos, pasó "muchas noches insomnes" intentando descubrir de qué hablaba en realidad aquella comunicación.
"Lo que encontró dentro no sólo fue una noticia sensacional para un periodista militante, sino también una información providencial para el gobierno revolucionario de Cuba", sintetiza aquel artículo en 'Alternativa'.
En efecto, Walsh pudo establecer que el mensaje en realidad tenía como destino la ciudad de Washington, en EEUU, y había sido escrito por el jefe de la CIA en Guatemala, que se camuflaba como un diplomático de la embajada estadounidense en Ciudad de Guatemala.S
Según García Márquez, aquel mensaje descifrado por Walsh contenía "un informe minucioso de los preparativos de un desembarco en Cuba por cuenta del gobierno norteamericano". Por si fuera poco, revelaba que los esbirros que participarían de la invasión (la mayoría cubanos anticomunistas exiliados a EEUU) se estaban entrenando en la hacienda Retalhuleu, un cafetal al norte de Guatemala.
Walsh, el pastor
La invasión a la Playa Girón entre el 15 y el 19 de abril de 1961 pasó a la historia como uno de los grandes fracasos de EEUU en su intento por derrocar por la fuerza a la Revolución Cubana. El episodio no solo demostró la adhesión de la población a la Revolución sino que la victoria frente a los invasores consolidó aún más la unión popular entre los cubanos.
Faltaba un año para que eso sucediera cuando Walsh descifró el mensaje. Si bien el primer impulso del equipo periodístico fue convertir el hallazgo en un artículo, la inteligencia cubana prefirió que eso no sucediera, para que los imperialistas siguieran pensando que su plan era secreto. Pero tanto Masetti como Walsh estaban decididos a seguir investigando, lo que dio lugar a un insólito plan descrito años después por García Márquez.
Masetti y el Che
"Un hombre con el temperamento de Masetti no podía dormir tranquilo si no iba más allá de aquel descubrimiento. De pronto concibió la idea magistral. La concibió en la puerta de su oficina, viendo a Rodolfo Walsh que se acercaba por el estrecho vestíbulo con su andadura un poco rígida y sus pasos cortos y rápidos. Tenía los ojos claros y risueños detrás de los cristales de miope con monturas gruesas de carey, tenía una calvicie incipiente con mechones flotantes y pálidos, y su piel era dura y con viejas grietas como el pellejo de un cazador en reposo. Viéndolos acercarse. Masetti me preguntó a qué se parecía Rodolfo Walsh, y yo le contesté que tenía cara de pastor protestante", recordó García Márquez.
En efecto, para Masetti Walsh tenía la apariencia perfecta de un "pastor protestante que vende biblias en Guatemala". Su plan, entonces, era enviarlo al país centroamericano ataviado como un predicador para que consiguiera infiltrarse en la hacienda Retalhuleu y presenciar los entrenamientos militares clandestinos.
Walsh estaba dispuesto a hacerlo pero el plan acabó frustrado porque el argentino fue demorado en Panamá, donde su verdadera identidad quedó al descubierto. Walsh decidió entonces no continuar con el plan.
¿Qué sucedió con Walsh y Masetti?
Walsh regresó a Buenos Aires en 1961, donde fungió como corresponsal de Prensa Latina y continuó su carrera periodística, al mismo tiempo que se fue acercando cada vez más a las organizaciones revolucionarias peronistas, hasta que en los '70 se reconoció como integrante del movimiento guerrillero Montoneros. Siguió luchando contra la dictadura argentina hasta 1977 cuando fue desaparecido.
Masetti, en tanto, dejó el periodismo para darse por completo a la lucha armada, que comenzó con su participación activa en la defensa de Playa Girón. Siguiendo los planes del Che Guevara, estuvo en Argelia, donde apoyó al Frente de Liberación Nacional argelino en su lucha contra el imperialismo francés.
Más tarde, dirigió la creación del Ejército Guerrillero del Pueblo. Se asentó con el grupo en una zona selvática en la frontera entre Argentina y Bolivia, en Orán, Salta, en 1963. Fue el primer grupo guerrillero argentino netamente marxista, planificado por el Che Guevara con apoyo y participación de cubanos. El seudónimo de Masetti era Comandante Segundo, ya que el Comandante Primero era el Che. Allí participó de varios enfrentamientos con la Gendarmería argentina hasta que en 1964 el grupo fue derrotado y Masetti dado por desaparecido.
De Bush a Trump: De la guerra contra el terrorismo a la “guerra comercial”
Aunque formalmente la mal llamada “guerra comercial” de Estados Unidos contra China fue desatada por el presidente Trump en marzo de 2018, los antecedentes de la misma se pueden descubrir en fecha tan lejana como 1992 durante el gobierno de George Bush padre. Como casi siempre ocurre, tras los aparentes objetivos que encara una acción de política internacional de Estados Unidos, se ocultan otros que develan el verdadero trasfondo del asunto.
Introducción
Después del 11 de septiembre de 2001 cuando se realizaron una serie de actos terroristas en Estados Unidos, se produjo una redefinición de objetivos de política exterior de ese país que ahora se agrupaban en torno al eje de lucha contra el terrorismo que había instaurado el presidente George W. Bush. A partir de ello, Washington se propuso combatir los grupos terroristas, aislar a los llamados “Estados canallas” y establecer gobiernos leales en Asia Occidental. Eso significó un re direccionamiento de la asignación de recursos financieros destinados al gasto militar para cumplir estas metas. Según Michael T Klare, en realidad el objetivo real era la utilización prioritaria de todo tipo de fondos para costear el despliegue combativo de las tropas y utilizar la economía para contener a China (Klare, 2006).
Como se dijo antes, en 1992, cuando ya había desaparecido la Unión Soviética y no existía el campo socialista, en Estados Unidos se había enunciado la “doctrina de dominación permanente” (DDP) que no establecía con claridad cuáles iban a ser los rivales de la potencia norteamericana una vez eclipsado el mundo bipolar. Los analistas y estrategas no se ponían de acuerdo, ni siquiera visualizaban con precisión cuáles iban a ser las características del nuevo sistema internacional ahora que la guerra fría había fenecido. La DDP había tenido su apogeo en los últimos años del siglo XX cuando se buscaba una definición para el enemigo principal en la nueva etapa que comenzaba.
La última década del siglo pasado fue expresión de una desorientación de los decisores de Estados Unidos, un ambiente de caos permeaba las esferas de poder con respecto a la resolución de estas definiciones estratégicas claves. Aparentemente el único instrumento que aportaba ciertas precisiones era la DDP que establecía que se debía prevenir el resurgimiento de un nuevo enemigo estratégico que apuntara hacia la obtención de poder global o que le significara una competencia desmedida a Estados Unidos. Esta percepción fue incluso rechazada por algunos de sus aliados porque su aplicación iba a evidenciar el carácter imperial de la potencia norteamericana, lo cual hacía sentir temor no solo en los posibles enemigos, sino que sobre todo se hizo patente en las capitales europeas, en Japón y para otros socios de Washington en el planeta. Bush padre se vio obligado a suavizar la propuesta.
Los prolegómenos del conflicto durante el gobierno de George W. Bush
Pero ya en el siglo que comenzaba, las acciones terroristas del 11 de septiembre cambiaron esa apreciación, permitiendo que la DDP se hiciera carne de los altos mandos políticos y militares de Washington. En ese contexto, las dudas sobre quién sería el enemigo de Estados Unidos en el próximo período se habían aclarado, los estrategas habían determinado que la única potencia que tendría capacidad de retar a Estados Unidos era China.
Así lo hizo saber en reiteradas ocasiones Condoleezza Rice desde antes incluso de haber sido nombrada Consejera de Seguridad Nacional al comenzar el gobierno de Bush en enero de 2001. En el año 2000, mientras ostentaba el nada pomposo cargo de asesora de política exterior del candidato a la presidencia, Rice alertaba con inasistencia acerca de la necesidad de contener a China sobre la base de que ineluctablemente en su desarrollo, el gigante asiático disputaría los intereses trascendentales de Estados Unidos. En este sentido, esbozaba un irremediable choque de voluntades en primera instancia en Asia-Pacífico, sobre todo si Estados Unidos persiste –como debía hacerlo, según ella- en reforzar su alianza estratégica con Taiwán.
Rice, quien posteriormente sería nombrada Secretaria de Estado, estableció su interés primordial en este asunto, advirtiendo que Estados Unidos no se enfrentaría a un rival tradicional sino a uno que en primera instancia aspiraría por el poder regional, para lo cual, si quería enfrentarlo, la potencia norteamericana debía fortalecer la cooperación con Japón y Corea del Sur, incrementar su presencia militar en la región y apostar al fortalecimiento de India a fin de generar una situación de equilibrio estratégico en Asia, transformando a este último país en el principal socio de Estados Unidos en el objetivo de construir una alianza contra China (Klare, 2006).
Precisamente, el asunto China vendría a ser elemento clave de la dimisión del general Collin Powell como Secretario de Estado y su sustitución por Rice en enero de 2005 al comenzar el segundo período presidencial de Bush (Bustelo, 2004). Lo cierto es que lo que se podría denominar doctrina Rice respecto de China ha tenido continuidad y profundización durante los gobiernos posteriores, tanto el del demócrata Barack Obama como el del republicano Donald Trump. La entronización de Rice vino a dar fin a una suerte de acercamiento amistoso entre Estados Unidos y China durante el período 2001-2004 cuando a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, ambas potencias colaboraron en la lucha contra el terrorismo.
Como Consejera de Seguridad Nacional, Rice se había abocado en forma desenfrenada a aplicar sus preceptos en materia de política exterior, disolviendo cualquier tipo de posibilidad de distensión y acercamiento pacífico y cooperativo entre potencias, no sólo respecto de China que es el caso que nos convoca en esta ocasión y para lo cual procedió con especial dedicación y firmeza, también en el afán de torpedear cualquier mecanismo de control de armamento con Rusia que con gran esfuerzo había logrado construirse en medio de la guerra fría y el mundo bipolar.
Era tal la obsesión de Rice en estos temas que incluso se le ha acusado de descuidar otros asuntos, entre ellos el muy importante y trascendental de la lucha contra el terrorismo que produjo las acciones del 11 de septiembre, ante el cual, las autoridades estadounidenses menospreciaron las alertas y no evitaron el hecho. Richard Clarke quien fue coordinador de la lucha contra el terrorismo de la Casa Blanca aseguró ante la Comisión que investigó los atentados del 11 de septiembre en Washington y Nueva York que “…su tarea había sido una prioridad para el gobierno de Clinton, pero no para el de Bush y que éste ignoró la amenaza que suponía Al Qaeda hasta que los atentados del 11-S le abrieron bruscamente los ojos” (El País, 2004).
La guerra contra el terrorismo significó un punto de inflexión en la política exterior de Estados Unidos, con ella quiso exponer que la utilización de la fuerza sería el “elemento ordenador” de un sistema internacional al que se le pretendía dar carácter unipolar mediante el uso de ese expediente. Si bien el epicentro de las acciones se desarrolló en Afganistán desde ese mismo 2001 y a partir de 2003 en Irak, indirectamente se le estaba mandando un mensaje a China y a Rusia.
En el contexto, China aprovechó este período de “distracción” de Estados Unidos en el que éste jugaba a la guerra como forma de intimidar al planeta con el objetivo de sembrar el terror como arma de intimidación a fin que nadie osara retar su poderío. Mientras esto ocurría, el gigante asiático llegaba al punto cúlmine de la segunda etapa del plan diseñado para llevar adelante la política de reforma y apertura que se caracterizaba por un proceso de industrialización gradual y ampliación de la apertura al exterior en el que el eje del desarrollo se trasladó del espacio rural al urbano. Así mismo, se produjo una descentralización de los poderes y una mejor redistribución de los resultados de los éxitos económicos y sociales a través de transferencia de responsabilidades a actores privados, dando mayor protagonismo a los gobiernos locales en detrimento de la centralización excesiva del pasado reciente (Wang, S.F.).
En el plano global, la intencionalidad de Estados Unidos era aprovechar las acciones terroristas de dudoso origen que se realizaron el 11 de septiembre de 2001 en New York y Washington para concretar la construcción de un Nuevo Orden Mundial que no había podido ser verificado tras la desaparición de la Unión Soviética y el fin del mundo bipolar en 1992. La década transcurrida desde entonces había sido de caos y desorden mundial sin que Estados Unidos hubiera podido imponer su hegemonía. Esta corta etapa dio paso a una nueva iniciada en 2002 en la que Washington intentó establecer la teoría del “caos constructivo” con el objetivo de afirmar su hegemonía. Fue el momento de la guerra en Irak, la parte final y decisiva del conflicto en Yugoslavia y la invasión israelí a Líbano (Shueibi, 2012).
Como se dijo antes, la salida del general Powell del Departamento de Estado en 2005 significó un cambio trascendental para las relaciones sino-estadounidenses. Rice tenía gran sintonía con Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa. Rumsfeld formaba parte del “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense”, un think tank ultra conservador creado en 1997 con el objetivo de impulsar el liderazgo mundial de Estados Unidos a partir de una doctrina de disuasión mucho más ofensiva. Una vez llegado al Pentágono en 2001 comenzó a poner en práctica esta idea que había sido elaborada de la mano de teóricos de extrema derecha vinculados al partido republicano como William Krystol, Paul Wolfowitz, Francis Fukuyama, Richard Armitage, Dick Cheney, Robert Kagan, John Bolton y Zhalmay Khalilzad entre otros.
De manera que la sintonía entre Rice y Rumsfeld fue inmediata. De esta manera, Rumsfeld se abocó a “demostrar el peligro” que significaba lo que denominaba el militarismo chino, alertando en el sentido de que esto era expresión primaria de una amenaza a la paz y la seguridad regional (Rumsfeld, 2006).
Pero no solo fueron palabras. Como recuerda Klare, en febrero de 2005 Rice y Rumsfeld realizaron un encuentro en Washington con altos funcionarios japoneses con los que firmaron un acuerdo de cooperación en materia militar. El documento denominado “Declaración Conjunta del Comité Consultivo EE.UU.-Japón” se proponía aumentar la colaboración entre los dos países en áreas conflictivas de los mares adyacentes a China. De la misma manera, ambas parte discutieron y convinieron una política respecto de Taiwán que incluso establecía una hipótesis de actuación conjunta en caso que la isla declarara su independencia (Klare, 2006). Por supuesto, este ambiente belicista desató las alarmas en China que siempre ha observado con preocupación la posibilidad de una re militarización de Japón que Occidente ha estimulado subrepticiamente y que en el caso de China recrea los terribles acontecimientos violatorios de los derechos humanos que acometieron en forma masiva las tropas japonesas durante su ocupación de una parte del territorio chino desde 1931 hasta 1945.
En este punto, resulta interesante la reflexión con mirada opuesta que hace Henry Kissinger sobre la coyuntura. El hoy nonagenario pero siempre presente ex secretario de Estado durante los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford opinaba que Jiang Zemin (1993-2003) era el último presidente de China con el que Estados Unidos dialogaba primordialmente sobre las relaciones bilaterales. Después de él -siempre según la observación de Kissinger – ambas potencias llegaron a tener puntos de vista colaborativos, lo cual fue posible a pesar de no tener un enemigo en común[1] como en el pasado, pero afirma que tampoco “han desarrollado hasta hoy una idea conjunta del orden mundial”. (Kissinger, 2013, p.501)
El análisis del también ex Consejero de Seguridad Nacional ubica el nacimiento del nuevo milenio como el momento que marcó el inicio de una nueva relación entre los dos países. En China, habían llegado al poder el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, dirigentes de la “cuarta generación”, mientras que en Estados Unidos lo hacía George W. Bush primero y Barack Obama posteriormente.
En el último capítulo antes del epílogo de su libro “China” publicado en 2013, Kissinger pone el acento en describir a los líderes de los dos países haciendo énfasis en aquellos aspectos donde había comunidad de ideas, resaltando asimismo el papel de los dos dirigentes chinos como portadores de un nuevo concepto en el que su país no se sentía limitado por estar en una fase de aprendizaje respecto de la “tecnología y las instituciones occidentales”. Apunta que en esa medida, gobernaron un país que consideraba tener la fortaleza suficiente para rechazar las recomendaciones de Estados Unidos sobre la reforma y hasta burlarse con sutileza de ellas.
Así, todo marchaba aparentemente bien en las relaciones bilaterales, las acciones terroristas del 11 de septiembre –como se dijo antes- fortalecieron las posiciones comunes hasta que se comenzaron a manifestar diferencias en los puntos de vista de cada uno en materia de orientación geopolítica, lo cual se exteriorizó sobre todo en los temas económicos y en la visión acerca de la proliferación de armas nucleares en la República Popular Democrática de Corea.
Este es el escenario en el que se produce el cambio de disposición que pone sobre el tapete la necesidad de Estados Unidos de contener a China. La potencia norteamericana comenzó a percibir que el gigante asiático ya poseía un poder de enorme influencia regional a través de la cual retaba la superioridad estadounidense en el área. Veía con horror que China avanzaba hacia transformaciones profundas desde el punto de vista estratégico, táctico, operativo y logístico en la estructuración de sus fuerzas armadas, sobre la base del logro del el auto abastecimiento en matera de armamento, equipos y tecnología.
De ahí que el tándem formado por Rice (en términos político-diplomáticos) y Rumsfeld (desde la perspectiva militar) construyeran el eje sobre el que se inició la transformación de China en enemigo principal en el escenario político de cara a una mirada estratégica global para el siglo XXI. Sin embargo, cualquier analista militar serio podía determinar que ese supuesto crecimiento exagerado y acelerado del potencial militar chino distaba mucho del de Estados Unidos, incluso todavía hoy, casi 20 años después, el espacio entre ambos sigue siendo monumental. De ahí que para muchos analistas se hizo necesario buscar las causas reales que permitieran entender porque se comenzaba a asumir el “peligro chino” como principal amenaza para Estados Unidos.
La respuesta puede encontrase en el ámbito de la geopolítica. La ampliación de las relaciones de China en su entorno mediato e inmediato, el acercamiento amistoso a tradicionales aliados de Estados Unidos en la región como Tailandia e Indonesia, así como la mayor presencia de China en Asia Central y sus vínculos crecientes con países de gran producción petrolera y gasífera de Asia Occidental contribuyeron a esta mirada. En paralelo, la administración Bush se “distraía” en hacer su mayor esfuerzo en las guerras en Afganistán e Irak y en el control político de esas regiones. Visto todo esto de conjunto con mirada de guerra fría, era posible visualizar un enfrentamiento con China que despertó las alarmas en Washington.
En el análisis, se vislumbraba la siempre presente “Teoría del Heartland” enunciada a comienzos del siglo XX por el geógrafo británico Halford MacKinder quien afirmó que la potencia que controlara el Asia Central, dominaría el mundo (Arancón, 2013). Esta hipótesis se imbricaba con la idea de Zbigniew Brzenziski, de quien a pesar de ser asociado al partido demócrata y por tanto despreciado en los círculos de poder del gobierno republicano, se asumía su postulado que refería la necesidad de expansión de la presencia de Estados Unidos hacia oriente hasta llegar a las fronteras con China (Klare, 2006).
He aquí algunas de las causas del esfuerzo anti-chino de la administración Bush que llevaron a Rice a la secretaría de Estado, bajo la necesidad de unir energía y voluntad en el objetivo supremo de construir esa coalición contra Beijing que incluyera a India, Japón, Australia y la República de Corea. Por su supuesto, todo esto iba acompañado con un creciente armamentismo, el aumento del presupuesto del Pentágono y las agencias de seguridad y espionaje. En realidad, podría decirse que este es el verdadero trasfondo del asunto. Finalmente, y no por ello menos importante, convertir a China en el enemigo principal era un gran negocio para el Complejo Militar Industrial estadounidense.
El énfasis fue puesto en el desarrollo de la Armada, el componente de ataque más importante de las fuerzas armadas de Estados Unidos si se considera que la ofensiva es su primordial tipo de combate. El desarrollo de fuerzas de tarea alrededor de los portaviones estuvo en el centro del quehacer de los teóricos y de los altos mandos militares.
En términos castrenses, ello significó la articulación del entramado de bases militares y navales de Estados Unidos en Japón, Corea, Filipinas, el Pacífico y Australia, todo con el objetivo de “cercar” a China. Rice hizo un gran esfuerzo por incorporar a India a este conglomerado, toda vez que este país se encontraba vetado por el Congreso de Estados Unidos por su negativa a suscribir el tratado de No Proliferación Nuclear. Para lograr este objetivo, el propio presidente Bush se abocó a solventar las dificultades proponiendo y logrando con India un programa de desarrollo de armamento nuclear apoyado por Estados Unidos que permitiría burlar el impedimento parlamentario (Elmundo.es, 2006).
Así, Estados Unidos comenzó a construir una telaraña terrestre y naval alrededor de China en sus límites orientales, occidentales y meridionales, considerando que su frontera norte comenzó a estar “resguardada” por la creciente relación con Rusia que tuvo un punto culmine con la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái en junio de 2001 (antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre) y que significó una nueva alerta para Estados Unidos en tanto que el siglo que comenzaba auguraba novedosas variantes geopolíticas que se alejaban del control de Washington.
En un primer instante, la disputa de los espacios cercanos a China no parecían inquietar a sus vecinos que pensaban que era posible mantener una dualidad de relaciones: política, diplomática y militar con Estados Unidos y económica con China cuyos planes iniciados en 1978 bajo la consigna de reforma y apertura, comenzaban a dar frutos que se manifestaban en su progresivo desarrollo económico, comercial y tecnológico y una gradual capacidad financiera y de intercambio comercial que ya no podía ser obviada por ningún país de la región y del mundo. En este ámbito, Estados Unidos comprendió que iba a tener que enfrentar un nuevo desafío en términos de la competencia científica y tecnológica que hasta el momento había dominado sin contratiempos. Y entendió que la única posibilidad era hacerlo con los dos instrumentos de poder que seguía manteniendo con superioridad absoluta: el militar y el cultural.
Beijing palpó lo que estaba ocurriendo y quiso mandar un mensaje de tranquilidad a Estados Unidos y al mundo. A través de Zheng Bijian uno de los intelectuales más prominentes, quien había fungido como asesor del Consejo de Estado y de las más altas autoridades chinas y que había sido vice presidente de la Escuela del Partido Comunista de China cuando el actual líder Hu Jintao era su máxima autoridad, hizo saber la preocupación del gobierno chino respecto del escalamiento del conflicto que germinaba (Tamames, 2008). En un artículo publicado en Foreign Affairs (Zheng, 2005) Zheng afirmaba que China se proponía forjar su desarrollo a través de medios distintos a los conocidos.
La propuesta de Zheng se sustentaba en la búsqueda de un nuevo orden internacional a partir de “reformas graduales y la democratización de las relaciones internacionales” comenzando con un ascenso pacífico sustentado en cuatro estrategias: en primer lugar, lograr la trascendencia nacional sobre la base de una industrialización de alta tecnología, elevada eficiencia económica, bajo consumo de recursos, reducida contaminación y pleno aprovechamiento de los recursos humanos (Tamames, 2008).
En segundo plano, el investigador chino plantea que:
China no seguirá el camino de Alemania, que llevó a este país a la Primera Guerra Mundial, ni el de Alemania y Japón, que desembocó en la Segunda Guerra Mundial, cuando estos países se dedicaban a expoliar recursos y luchar por la hegemonía. China tampoco seguirá la vía de las grandes potencias que compitieron por el dominio del mundo durante la guerra fría. (Citado por Kissinger, 2013, p.513)
Como tercer aspecto la propuesta expone que China superará sus anticuados métodos de administración, para lograr un mejor equilibrio entre todos los estamentos de la sociedad y hacer más sostenible y fluido su desarrollo. Finalmente, asegura que el quehacer global de China no se desplegará a partir de juegos suma cero, sino ganar-ganar, a fin de que todos se beneficien (Tamames, 2008).
El artículo de Zheng, fue replicado por Robert Zoellick, quien a la sazón era sub secretario de Estado para Asuntos Económicos y de Agricultura y había sido Representante de Comercio de Estados Unidos, cargo a través del cual aupó las negociaciones para llevar a China a la Organización Mundial de Comercio. En una comparecencia en el Comité Nacional de Relaciones entre Estados Unidos y China, una organización sin fines de lucro con sede en New York, que promueve el acercamiento entre los dos países, Zoellick pronunció un discurso que parecía bajar las tensiones fabricadas por el dúo Rice-Rumsfeld. Esto hizo evidente que al interior del gobierno de Estados Unidos había dos fuerzas, que sino estaban opuestas antagónicamente, al menos manifestaban de forma abierta miradas distintas de cómo manejar las relaciones con China.
En el contexto, observado desde afuera lo que se percibía era una actitud obsesiva de Estados Unidos respecto de China, lo cual auguraba una nueva era de bipolarización, siempre y cuando China aceptara el reto de encarar un conflicto en el que Washington creía que el único responsable era Beijing. En una clara provocación, muy alejada de la práctica diplomática, pocos días antes de su viaje a China en noviembre de 2005, durante una estadía en Japón, el presidente Bush hizo un llamado a la democratización de China, poniendo a Taiwán como ejemplo de sociedad libre. El gobierno chino se mantuvo inmutable, recibió la visita de Bush, pero cuando éste -ya en territorio chino- repitió su diatriba de alabanza a la democracia occidental el presidente Hu Jintao expuso que: “En el futuro, continuaremos teniendo en cuenta las condiciones nacionales chinas, seguiremos los deseos del pueblo chino y desarrollaremos políticas democráticas con características chinas, elevando sin cesar el nivel de los derechos humanos de la población” (Reinoso, 2005).
El colofón de esta escalada del conflicto llegó durante la visita del presidente Hu a Washington en abril de 2006. El protocolo de la Casa Blanca aceptó sin contemplaciones la presencia en la rueda de prensa de una periodista de la secta Falun Gong que tiene una inveterada práctica en contra del gobierno chino. En esta ocasión dicha reportera increpó al presidente chino en presencia de Bush. En el mismo evento se anunció que se tocaría el himno de la República de China (nombre que Taiwán se da a si mismo) en vez del de la República Popular China. El propio Bush se comportó públicamente de forma poco cordial e inamistosa con su colega chino (Tamames, 2008). Las diferencias estaban tomando un curso superior en términos del conflicto.
Los demócratas cambian la forma, no el contenido. Gobierno de Barack Obama
Esta situación no varió mucho en los últimos años del gobierno de Bush. En 2008, además del triunfo electoral que llevó a Barack Obama a la presidencia, se desató la crisis financiera en Estados Unidos y Europa. El nuevo gobierno se vio abocado a enfrentar el gran problema que significaba el hundimiento de los mercados y la quiebra de la banca. Aunque China no salió indemne del apuro, su economía demostró estar mucho mejor estructurada para enfrentar esta situación. En este sentido, la crisis fue un nuevo “empujón” para que China siguiera reduciendo la distancia (aún enorme) entre su economía y la de Estados Unidos y Europa.
El gobierno de Obama comenzó bajo la estrategia del “compromiso” a través del cual, el persistente reclamo estadounidense sobre la situación de los derechos humanos en China pasó a un segundo plano, lo que parecía ser el allanamiento del camino hacia la búsqueda de sostener un diálogo bilateral constructivo. El presidente estadounidense llegó a afirmar que “para Estados Unidos, la ‘relación bilateral más importante en el mundo’ era la mantenida con China”, (Chellaney, 2010, p.70) poniendo el centro de la política bilateral en los asuntos de seguridad, financieros y comerciales con Beijing. Chellaney apunta que el eslogan acuñado por el secretario de Estado adjunto James Steinberg en relación con China era de “tranquilidad estratégica”. (Ibíd.)
Pero esta “tranquilidad” comenzó a revertirse en 2010 dando inicio a una política de “Reaseguramiento Estratégico” para la cual Estados Unidos empezó a aglutinar aliados. Obama hizo un viaje a Asia a finales de ese año para visitar Japón, Corea del Sur, India e Indonesia. Su nueva doctrina pretendía agrupar socios que hicieran presión sobre China para que ésta diera garantías de que su creciente poderío y presencia en la región y en el mundo no se iba a desarrollar a costa de otros países.
Según López Villafañe (2012) esta nueva estrategia puso fin a décadas de gobiernos estadounidenses de ambos partidos que aceptaban que China jugara un papel relevante en pro de la paz mundial, así como un orden en Asia favorable a los intereses de Washington. Así mismo, esta nueva política conducía a reponer el papel protagónico de Estados Unidos en la región dándole apoyo a sus socios y aliados y la confianza de que no serían abandonados.
En 2011, la administración Obama ejecutó un cambio trascendental de su política hacia China al adoptar una nueva estrategia militar en la región Asia-Pacífico que ahora pasaría a llamarse Indo-Pacífico. Básicamente, consistía en dar continuidad a las decisiones del gobierno anterior incrementando la presencia de sus fuerzas armadas alrededor de China, pero dándole un mayor protagonismo a Australia y a India. Se trababa de preparar el ataque contra lo que se consideraba la principal debilidad de China: sus carencias energéticas. A pesar que Beijing ha hecho importantes inversiones y acuerdos para garantizarse un mayor suministro desde Rusia y Asia Central, sigue siendo deficitaria en esta materia, lo cual atenta en contra de la ejecución de sus grandes proyectos de desarrollo económico.
La vía marítima continúa siendo prioritaria, Estados Unidos lo sabe, la nueva doctrina de Obama denominada de “Pivote asiático” apuntaba a hacer un despliegue de instalaciones militares y medios de combate para impedir y/o limitar el abastecimiento energético de China por vía marítima en caso de un escalamiento del conflicto. Por esto es que el siglo XXI va a estar marcado por la conflictividad militar y sobre todo naval en los mares adyacentes a China. Desde la perspectiva estadounidense, de ello depende el mantenimiento de la hegemonía estratégica global de Washington en el mundo.
Este nuevo enfoque, considerado por Estados Unidos un giro estratégico de su política exterior a fin de poner como primer objetivo en su mira de ataque a China, surge del enfoque del ya mencionado MacKinder quien afirmó que Rusia primero y después China serían “potencias pivote” que amenazarían la hegemonía mundial de Occidente y de Estados Unidos (Engdahl, 2012). De esta manera, Washington se desprendía de la visión geopolítica que había cubierto su quehacer internacional por los últimos 20 años que ponía el énfasis en Asia Occidental y el norte de África como epicentros de su política exterior.
En noviembre de 2011, Obama realizó una vista a Australia. El día 16, en una reunión conjunta de ambas cámaras del parlamento y ante la presencia de la primera ministra Julia Eillen Guillard, el presidente estadounidense pronunció un contradictorio discurso que siendo considerado la columna vertebral de su nueva política para la región Asia-Pacífico, arrojaba dudas respecto de la verdadera intención que emanaba de esas palabras. Después de una serie de apreciaciones sobre la región y el mundo que vistas 9 años después han mostrado cuán erróneas y desatinadas fueron, Obama se abocó a diseñar la futura estructura de la presencia de Estados Unidos en la región:
Aquí vemos el futuro.Como región de más rápido crecimiento del mundo, y hogar de más de la mitad de la economía mundial, Asia-Pacífico es fundamental para lograr mi máxima prioridad […] Como presidente, por lo tanto, tomé una decisión deliberada y estratégica: como nación del Pacífico, Estados Unidos desempeñará un papel más importante y a largo plazo en la configuración de esta región y su futuro, defendiendo los principios básicos y en estrecha asociación con nuestros aliados y amigos. […] Al considerar el futuro de nuestras fuerzas armadas, hemos comenzado una revisión que identificará nuestros intereses estratégicos más importantes y guiará nuestras prioridades y gastos de defensa durante la próxima década. Esto es lo que esta región debe saber. […] he ordenado a mi equipo de seguridad nacional que haga de nuestra presencia y misión en Asia-Pacífico una máxima prioridad. Como resultado, las reducciones en el gasto de defensa de Estados Unidos no se producirán, repito, no se producirán a expensas de Asia-Pacífico. […] Y fortaleceremos constantemente nuestras capacidades para satisfacer las necesidades del siglo XXI. Nuestros intereses perdurables en la región exigen nuestra presencia duradera en ella. Estados Unidos es una potencia del Pacífico y estamos aquí para quedarnos. […] De hecho, ya estamos modernizando la postura de defensa de Estados Unidos en Asia-Pacífico. Se distribuirá de manera más amplia, manteniendo nuestra sólida presencia en Japón y la península de Corea, al tiempo que mejora nuestra presencia en el sudeste asiático […] Vemos la presencia mejorada de Estados Unidos en la alianza que hemos fortalecido: en Japón, que sigue siendo una piedra angular de la seguridad regional. En Tailandia, donde nos asociamos para ayudar en casos de desastre. En Filipinas, donde estamos aumentando las visitas a los barcos y la capacitación. Y en Corea del Sur, donde nuestro compromiso con la seguridad de la República de Corea nunca flaqueará. (Obama, 2011)
Pero, de la misma manera, en la misma alocución, pareciendo dar continuidad a la idea, expuso una perspectiva contradictoria sobre la proyección que daba a la relación con China y su mirada respecto del futuro inmediato sobre el asunto:
Mientras tanto, Estados Unidos continuará nuestro esfuerzo por construir una relación de cooperación con China. Todas nuestras naciones entre ellas Australia y Estados Unidos tienen un profundo interés en el surgimiento de una China pacífica y próspera. Por eso, Estados Unidos le da la bienvenida. Hemos visto que China puede ser un socio para reducir las tensiones en la península de Corea hasta prevenir la proliferación [de armas nucleares]. Y buscaremos más oportunidades de cooperación con Beijing, incluida una mayor comunicación entre nuestros ejércitos para promover el entendimiento y evitar errores de cálculo. Lo haremos, incluso mientras seguimos hablando con franqueza a Beijing sobre la importancia de defender las normas internacionales y respetar los derechos humanos universales del pueblo chino. (Ibíd.)
En este discurso y el que pronunciara dos días después en Bali, Indonesia en el marco de su participación en la III Cumbre Asean-Estados Unidos, Obama redondeó los pilares de su política regional. A pesar que en su retórica no se advertía animosidad hacia China, lo cierto es que a partir de entonces Estados Unidos, sus fuerzas militares y en particular la Armada dieron un giro que tuvo como objetivo atizar los conflictos en el mar de la China Meridional, a partir de los diferendos limítrofes que China mantiene con Vietnam, Filipinas, Brunei y Malasia.
Con ese objetivo se propuso crear el denominado “Collar de Perlas” alrededor de China, tarea asignada en primer lugar al Pentágono a fin de aislar a Beijing de la posibilidad de contar con esa ruta de acceso para importar y producir energía. Esta zona, además de su importancia como ruta comercial, posee extraordinarias reservas de petróleo (que podrían llegar hasta 213 mil millones de barriles) y gas (hasta 2.000 TCF) (Global Security, 2016) sobre la que han puesto sus ojos las grandes transnacionales del petróleo como Chevron y BP entre otras.
Con Trump el conflicto adquiere nivel superlativo.
En 2011, mucho antes de incorporarse a la política activa, Donald Trump en un tweet, afirmó que China era el enemigo de Estados Unidos y que su objetivo era destruirlo. Así mismo, en una ocasión posterior aseguró que: “En el ámbito comercial, los chinos son unos tramposos”. Un año después, en 2012 comentó que: “El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer que la manufactura de Estados Unidos no sea competitiva”. (Rodríguez, 2017). Aunque cuatro años después “confesó” que esto último había sido una broma, los antecedentes mencionados son expresión de una predisposición manifiesta en contra de China.
Ya en la campaña presidencial de 2016, Donald Trump comenzó a culpar a China de ser responsable del déficit comercial de Estados Unidos y del desempleo creciente debido a la fuga de las compañías estadounidenses hacia el país de Asia, prometiendo “mano dura” frente a Beijing, anunciando la imposición de un impuesto del 45 % a los productos procedentes de China.
Era evidente que los tempranos anuncios proteccionistas y nacionalistas de Trump estaban dirigidos contra China, a quien responsabilizaba de la globalización y de los problemas económicos y sociales de Estados Unidos, obviando que el problema se había generado a partir de la deslocalización de las empresas estadounidenses y su ubicación en países donde había menores costos de producción, lo cual les permitía maximizar el lucro. En el país, las grandes empresas también incrementaban sus ganancias exponencialmente simultáneamente con la disminución de los salarios. Al mismo tiempo, China mostraba una economía boyante con altos niveles de crecimiento que incluso le permitieron enfrentar exitosamente la crisis de 2008 e incluso hacer una contribución importante a que la misma fuera superada en el planeta.
En diciembre de 2016, en una entrevista para la revista Nueva Sociedad, el destacado economista peruano Oscar Ugarteche, director del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, conjeturaba lo que podría pasar, explicándolo de la forma siguiente:
El problema planteado por Trump no se vincula a la competencia por vender en el extranjero sino por dejar de comprar dentro de Estados Unidos. Es más probable que coloquen un arancel significativo para frenar las exportaciones de China y México hacia Estados Unidos perjudicando en última instancia, a las empresas trasnacionales que son las que establecieron el outsourcing (externalización) y los mecanismos de comercio bilateral que acabaron en tratados bilaterales de libre comercio. Lo formidable es que el descenso de la productividad en Estados Unidos fue lo que llevó al outsourcing y que éste, a su vez, requirió de aperturas comerciales para funcionar correctamente. Este proceso llevó a cambios institucionales con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1992. Sin embargo, al no resultar funcional por la pérdida de control por parte de Estados Unidos, se desarrolló un nuevo esquema basado en los acuerdos bilaterales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN ) y los Tratados de Libre Comercio (TLCs). El remate es el Tratado Transpacífico (TPP) que constituye un acuerdo unilateral para beneficio, en primera instancia, de ellos mismos. Por lo tanto, lo importante será ver la reacción de las empresas multinacionales americanas. (Ugarteche, 2016)
La tensión generada por Trump se hizo patente, cuando ya electo, conversó telefónicamente con la “presidenta” de Taiwán Tsai Ing-wen, quien se comunicó con él para felicitarlo por su victoria y trazar perspectivas de intercambio futuro en materia económica, política y de seguridad. Pocos días después, durante una entrevista para Fox News, Trump reflexionó acerca de la inutilidad de acatar la política de “una sola China” aceptada por Washington como condición para establecer relaciones con Beijing durante el gobierno de Jimmy Carter en 1979, ponderando que esa política no debía continuar si China no hacía concesiones comerciales (López Blanch, 2017).
La respuesta de Beijing no se hizo esperar. A través de su cancillería sugirió ponderación y mesura a Trump en relación a Taiwán y la política de “una sola China” a fin de no enturbiar los vínculos bilaterales.
El 13 de enero de 2017, una semana antes de la toma de posesión de Trump, China lanzó a través de una editorial del diario Global Times una nueva y más dura advertencia instando a Estados Unidos a detener su intervención en el Mar Meridional de China, haciendo saber que no dudaría en usar su arsenal atómico para defender sus reclamos territoriales y alertando de que si la diplomacia no funcionaba, ambos países deberían preparase para la guerra. El artículo fue comprendido como una respuesta a la comparecencia del secretario de Estado designado Rex Tillerson ante el Senado quien afirmó que Estados Unidos no toleraría acciones unilaterales en el Mar Meridional de China en una clara alusión a Beijing. (Contrapoder, 2017)
Otro diario oficial, China Daily, ironizó respecto de las palabras de Tillerson: “Es mejor no tomar en serio las declaraciones (de Tillerson) porque son una mezcla de inocencia, cortedad de miras, prejuicios y fantasías políticas no realistas”, agregando que la puesta en práctica de las ideas de Tillerson conducirían inevitable a la guerra entre los dos países. Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi le respondió a su futuro colega diciendo que “China no permitirá a nadie que embrolle el Mar de China Meridional y siembre el caos en Asia”. (Página 12, 2017).
Estos sucesos que manifestaban una inusual “guerra de micrófonos” comenzaron a vislumbrar algunos de los escenarios que habrían de marcar la impronta de Trump en la más alta investidura del país. En otra arista de la situación, en un video difundido en internet a mediados de ese mes, el nuevo presidente anunció que retiraría a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Este tratado que había sido firmado en febrero de 2016 por 12 países que representaban el 40% de la economía mundial, todavía no había sido ratificado por las partes. Según el mandatario electo, “[El TPP] es un desastre potencial para nuestro país”, notificando que Estados Unidos negociaría acuerdos comerciales de carácter bilateral que generarían empleos e industria en Estados Unidos otra vez (Gracie, 2016).
Este punto de vista cambiaba la ecuación de Obama en la aspiración de un mayor liderazgo estadounidense en Asia, toda vez que China había sido ex profeso sacada del tratado como forma de consolidación de la hegemonía de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico. En ese sentido, el secretario de Defensa de la administración Obama, Ash Carter llegó a decir que aprobar el TPP “sería estratégicamente más valioso que cualquier grupo de portaaviones de combate en el Pacífico”. (Bloomberg, 2017) China, por su parte describió el acuerdo como el instrumento económico de la estrategia geopolítica de Estados Unidos en su afán de control de la región (Gracie, 2016).
Trump vino a cambiar esta situación, en su campaña electoral, prometió retirar a Estados Unidos de los tratados de libre comercio y de la globalización y se proponía cumplirlo. Mientras Trump se preparaba para abandonar el acuerdo, lo cual no fue bien visto en la región, sobre todo por los países firmantes, China observaba con atención el nuevo escenario que se estaba creado sin intentar competir con Estados Unidos, pero sabiendo que se iba a crear un vacío que podía ser llenado. Ante el probable cierre de Washington que se proponía adoptar una política proteccionista, China se dispuso a abrirse aún más, sobre todo a partir del proyecto de la nueva Ruta de la Seda, y con ese objetivo en mente, avanzó hacia la creación de instituciones financieras como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB por sus siglas en inglés).
Sin proponérselo, China se veía obligada a montarse sobre el juego suma cero que proponía Trump asumiendo el beneficio que le significaba la retirada de Estados Unidos con el agravante que entre sus aliados cundió el pánico y la incertidumbre al percibir que se acercaba un futuro no previsto tan solo unos meses atrás.
Era tal el nivel de retórica confrontativa que Trump estaba planteando que la periodista Margarita Rodríguez de la BBC publicó un artículo (Rodríguez, 2017) en la que intentaba sistematizar con detalles las razones por las que Donald Trump discurría que China era un enemigo de Estados Unidos. Son ellas:
- La pérdida de puestos de trabajo en Estados Unidos.
- Las exportaciones baratas de China que según Trump “violan” el comercio con Estados Unidos.
- La manipulación de divisas por parte de China, que es caracterizada como “la más grande en el mundo”.
- La deficitaria balanza comercial entre ambos países, claramente desfavorable para Estados Unidos.
- La influencia que ejerce sobre Trump las teorías comerciales de Peter Navarro[2].
Sin embargo, la confrontación que asomaba y que, –como se ha visto- comenzó a manifestarse ya en la campaña electoral, vino a tener un respiro en febrero. Desde Australia donde realizaba una visita oficial, el canciller chino Wang Yi lanzó un mensaje positivo respecto del estado de las relaciones entre Estados Unidos y China, asegurando que siempre se han mantenido en ascenso y superando las dificultades. En esa comparecencia desde Canberra, Wang informó que los presidentes Trump y Xi habían sostenido una conversación telefónica muy positiva. Los dos mandatarios coincidieron en el buen estado de los vínculos bilaterales destacando que este lazo entre los dos países es el más importante del mundo. A pesar de la fuerte retórica anti china lanzada desde Estados Unidos en fechas recientes, Wang resaltó los intereses convergentes que llevaron al comercio bilateral hasta los 500.000 millones de dólares en 2016 (Xinhua, 2017a).
A tenor de las declaraciones del canciller chino, dos días después, el 10 de febrero se dio a conocer un comunicado emitido por la Casa Blanca a través del cual se informaba que durante la conversación telefónica entre los presidentes Xi Jinping y Donald Trump, éste había aceptado apegarse a la política de “una sola China”. Además ambos presidentes habían transmitido invitaciones recíprocas para que cada uno visite al otro país. La iniciativa había surgido de una carta de Trump dirigida a Xi en la que felicitaba al pueblo chino por el inicio del año nuevo, deseándole prosperidad y manifestando sus deseos de desarrollar una relación bilateral mutuamente constructiva basada en la opción ganar-ganar.
Este radical cambio solo puede entenderse a partir de la revisión por parte de la administración Trump de las cifras económicas que arrojaba el intercambio bilateral. El déficit comercial de Estados Unidos con China había llegado a 200 mil millones de dólares en 2016. En octubre de ese año, las exportaciones estadounidenses a China habían alcanzado su nivel más alto en los últimos 3 años permitiendo que ese déficit se redujera al 4,25% mensual. Todo esto mostraba un amplio crecimiento desde el momento en que se establecieron las relaciones diplomáticas en 1979. No obstante, la crisis económica y financiera iniciada en 2008, el comercio bilateral subía a un ritmo de 7% anual en los años más recientes generando un millón de empleos en Estados Unidos. Así mismo el FMI estimaba que para el año 2019 la economía china sería 20% mayor que la de Estados Unidos (López Blanch, 2017).
Todos estos datos deben haber influido en la pragmática decisión de Trump de buscar un acercamiento con China que impulsara una permanente comunicación de alto nivel conducente a estimular la cooperación bilateral.
No obstante lo anterior, un ambiente de incertidumbre comenzó a rodear la relación bilateral, dadas las contradictorias señales que emanaban desde Washington. La conversación entre los presidente del 10 de febrero no sirvió para apaciguar los aires de conflicto que soplaban en dirección al este. En un artículo publicado en “Asia Times” el investigador Richard A. Bitzinger, de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur opinaba que “en ambos países había voces que exponían esta posibilidad” (Bitzinger, 2017).
En el artículo, Bitzinger recordaba que en marzo de 2016 el jefe de estrategia de la Casa Blanca y consejero de Trump, Steve Bannon, afirmó de forma rotunda –cuando aún no tenía responsabilidades en la administración- que la guerra entre Beijing y Washington era ineludible en el Mar de la China Meridional en un plazo que iba de entre 5 a 10 años. Pero ahora su punto de vista cobraba mucho valor, toda vez que había asumido una alta responsabilidad muy cerca de Trump. Como respuesta el mismo 20 de enero, día de la asunción de Trump, el Ejército Popular de Liberación de China expuso a través de su página oficial que “‘una guerra dentro del mandato presidencial [de Trump] o una ‘guerra que estalle esta noche’ dejaron de ser solo eslóganes y empiezan a ser una realidad” (Bitzinger, 2017).
Al mismo tiempo que los presidentes conversaban a comienzos de febrero, la Armada de Estados Unidos desplegaba el grupo de ataque del portaviones USS Carl Vinson y el destructor de misiles guiados USS Wayne E. Meyer en el Mar Meridional de China para llevar a cabo lo que denominó “operaciones de rutina”. Además del rechazo inmediato de la cancillería que caracterizó dichas acciones como amenazantes y dañinas para la soberanía y la seguridad de la región, el periódico chino Global Times citado por RT (2017a) publicó un fuerte artículo que señalaba que la actitud de China sería pacífica en la medida que Estados Unidos no realizara maniobras provocadoras en sus mares adyacentes, caso contrario, China se vería obligada a desplegar todo tipo de armas y combatientes en el área.
El periódico se preguntaba si las acciones de la armada de Estados Unidos no eran expresión clara del intento de militarizar el Mar Meridional de China y si las declaraciones públicas del Ejército estadounidense no eran manifestación de una amenaza militar directa. Respondía que: “El mar de la China Meridional no es el Caribe”, y agregaba que esa región no era “un lugar para que Estados Unidos se comporte de manera imprudente. Los generales estadounidenses dijeron que están listos para luchar cuando sea necesario. El Ejército Popular de Liberación también está haciendo preparativos”. (Ibíd.)
Echando “más leña al fuego”, el portal mexicano ContraLínea publicó el 2 de febrero un artículo salido de la pluma de los analistas Theresa Richter, Jacinto Gómez Sántiz y Juan Ignacio Domínguez en el que se informa que China ha respondido a las amenazas estadounidenses tomando posiciones en su “frontera marítimo-energética” al “colarse sorpresivamente” en la licitación de campos petroleros en aguas profundas del Golfo de México, adquiriendo licencias hasta por 50 años para explotar la que es considerada la región de mayores reservas energéticas del país azteca. Sin embargo, las áreas adquiridas por China son calificadas como de poco valor comercial por lo que se concluye, que el “mal negocio” en realidad le permitió a China obtener una “una cabeza de playa” en las puertas de Estados Unidos (Richter, Gómez Sántiz, & Domínguez, 2017).
En medio de esta trama, China se permitió conmemorar el 45 Aniversario de la firma del Comunicado de Shanghái firmado el 28 de febrero de 1972, al concluir la visita del presidente Richard Nixon a Beijing. Este documento estableció los principios para comenzar a normalizar las relaciones entre Estados Unidos y China que unido al Comunicado sobre el Establecimiento de las Relaciones Diplomáticas de 1978, y el Comunicado emitido el 17 de agosto 1982 mediante el cual Estados Unidos manifestaba su voluntad de reducir gradualmente las ventas de armas a Taiwán mientras que la República Popular China se comprometía a la búsqueda de una solución pacífica a este problema, constituyen los tres documentos guía para las relaciones bilaterales entre China y Estados Unidos.
La conmemoración de la fecha sirvió para que China valorara en grado superlativo la relación bilateral que alcanzaba para ese año un comercio superior a los 500 mil millones de dólares, al mismo tiempo que en 2016 la inversión china en Estados Unidos llegaba a 50 mil millones de dólares. Así mismo, se exponía que “diariamente 14.000 personas viajaron entre China y Estados Unidos, en vuelos que despegaban o aterrizaban cada 17 minutos”.(Zhang, 2017)
No obstante, en el contexto China reaccionaba al escalamiento del cerco militar que se construía en su entorno. En este sentido, rechazaba la decisión de Estados Unidos de instalar el sistema antimisiles THAAD en Corea del Sur, alertando sobre “las consecuencias” que tal medida podría tener en las relaciones bilaterales con ambos países, responsabilizando de ello a Seúl y Washington. El gobierno coreano se apresuró a informar que se trataba de “una medida soberana y de auto defensa”, pero la cancillería china hizo patente su oposición, toda vez que consideraba que se estaba rompiendo el equilibrio en la región (RT, 2017b).
Ante esta situación y las constantes tensiones en los mares adyacentes a China, las autoridades del país creyeron necesario enviar un mensaje alto y claro. Durante el mes de mayo, durante una visita al cuartel general de la Armada, el presidente Xi Jinping hizo un llamado a construir una “fuerza poderosa y moderna” de apoyo al proyecto estratégico aprobado en el XVIII Congreso del Partido Comunista de China que propugnaba la realización del sueño chino de revitalización nacional para lo cual era básico contar con un instrumento estratégico como la fuerzas navales que garantizaran la seguridad nacional y el desarrollo del país, lo que hacía necesario construir una Armada “de clase mundial” (Xinhua, 2017b).
Estados Unidos acusó el impacto del discurso de Xi ante los altos mandos de la Armada. Un mes después de la visita del presidente chino a esa instancia, en una comparecencia ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes en la preparación del presupuesto del Departamento de Defensa para 2018 el secretario de Defensa de Estados Unidos James Mattis, advirtió que Rusia y China están desafiando el “dominio militar norteamericano con sus avances tecnológicos” y “asaltando el orden internacional” (Sputnik, 2017a). Mattis alertaba acerca de una China “…en ascenso más confiada y asertiva que coloca el orden internacional bajo asalto”, lo cual significaba una amenaza para el dominio militar de Estados Unidos en tierra, mar y aire debido a sus grandes avances tecnológicos.
El Jefe del Pentágono aseguró que: “Nuestro dominio de los mares está amenazado por misiles de rango alcance, municiones guiadas terrestres, diseñadas para atacar a nuestros barcos desde distancias cada vez más largas. Nuestra superioridad submarina, incuestionable desde el final de la Guerra Fría, está siendo desafiada tanto por Rusia como por China” (ibíd.)
La alarma de la más alta autoridad militar estadounidense tomaba nota de la propuesta de firmar una hoja de ruta para el desarrollo de la cooperación en la esfera militar entre las dos potencias adversarias de Washington para los años 2017-2020. que el ministro de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigú, hiciera a su homólogo chino, Chang Wanquan.
Los planes de desarrollo de China no se detenían, cada nuevo paso era percibido en Washington como una afrenta a su liderazgo y un cuestionamiento a su hegemonía planetaria. Los proyectos de China abarcaban cada vez mayores ámbitos de la economía, la ciencia y la tecnología. La Nueva Ruta de la Seda fue concebido como el programa más ambicioso jamás diseñado en materia de integración económica y comercial, orientado a crear un gran mercado euroasiático incorporando además a África y a América Latina en un momento posterior (RT, 2017c). Esto le ha valido el permanente rechazo de Estados Unidos. El secretario de Estado Mike Pompeo y el vicepresidente Mike Pence acusaron a Beijing de adelantar una política que conduce a los países a la “trampa de la deuda” que puede ser usada para evadir responsabilidades en materia de derechos humanos u obtener beneficios y apoyos en las disputas territoriales como las que existen en el Mar Meridional de China (Vidal Liy, 2018)
En otras áreas, los progresos chinos se vislumbraban asombrosos. Para el año 2030 se propuso convertirse en líder mundial en Inteligencia Artificial (IA). Estados Unidos lo consideró un reto a su hegemonía también en esta área. En julio de 2017, citando a Asia Times, Raúl Zibechi (2017) informaba que:
Entre 2012 y 2016, ese país invirtió 17.900 millones de dólares en IA, seguido a distancia por China, con 2.600 millones. Los demás países están a distancias siderales: Reino Unido invirtió 800 millones, Canadá 640 y Alemania 600 millones. Algo similar sucede en relación a las empresas dedicadas a la Inteligencia Artificial. Estados Unidos tiene algo más de 2.900 compañías, seguido por China, con 709. En ambos casos las diferencias son enormes y no será nada sencillo que las cifras se acerquen. Sin embargo, mientras China crece, EEUU decae. La inversión en investigación y desarrollo de las 1.000 mayores empresas estadounidenses es la más baja en 50 años y los gastos federales en ese rubro, en porcentaje del PIB, son los menores en cuatro décadas. El encuentro anual del Parlamento chino, en marzo pasado, fue el epicentro del viraje del dragón. Allí registró “un toque de clarín de parte de algunos de los líderes de negocios y tecnología más influyentes de China, para que el Gobierno establezca políticas para definir lo que consideran el Próximo Gran Asunto”, como denominan los negocios que promoverá la IA.
Dos meses más tarde, China incursionó en otra área sensible para Washington. Según un reporte del portal Sputnik, Beijing se estaba preparando para lanzar contratos de petróleo a futuro en yuanes con una posible conversión al oro, lo cual según expertos, podría modificar sustancialmente las reglas del mercado petrolero permitiéndoles a los exportadores de materias primas comerciar en monedas distintas al dólar. China, como mayor importador de petróleo del mundo enviaba un mensaje en el sentido de hacer contratos a futuro en su moneda con la posibilidad de convertirla en la nueva divisa de intercambio (Sputnik, 2017b).
Toda esta situación fue colmando el vaso de la paciencia del presidente Trump. Haciendo un equivocado análisis que lo llevó a suponer que el gigantesco déficit comercial de Estados Unidos con China tenía su causa en prácticas desleales y robo de patentes, obviando que desde la década de los 80 del siglo pasado se comenzó a desmontar el aparato industrial de su país, se supeditó la economía productiva a la especulativa, se deslocalizaron empresas estadounidenses por todo el mundo en búsqueda de mejores condiciones para maximizar ganancias y se produjo un bajo crecimiento económico que transformó la economía en una burbuja difícil de sostener sobre todo con el enorme gasto militar que significa mantener más de 800 bases militares, 150 mil soldados y seis flotas navales fuera de su territorio, Trump se propuso enfrentar a China en una confrontación de dimensiones superiores.
Observaba que su proyecto de “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo” se estaba esfumando mientras su visión empresarial le indicaba que debía golpear donde creía tener mayor poder, mientras apostaba a la debilidad de su competencia. En esas condiciones, ordenó a sus asesores preparar un golpe ante el cual –según él- China no tendría capacidad de respuesta. Durante un mes, con fundamento en la sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, Trump rescató la autoridad del Representante Comercial de Estados Unidos para investigar y responder, bajo su dirección, a lo que consideraba prácticas comerciales desleales de China
En 22 de marzo de 2018, el presidente Trump firmó un memorando presidencial para imponer aranceles y mayores restricciones a los productos e inversiones chinas lo que según su plan harían de Estados Unidos. “una nación más fuerte y más rica”. Las nuevas medidas imponían aranceles sobre 50.000 millones de dólares en productos chinos, limitando además las facultades de este país para invertir en la industria tecnológica estadounidense. Trump afirmó que esta decisión se tomó para dar respuesta a China que “obligaba a las empresas de Estados Unidos a ceder sus secretos comerciales, si querían hacer negocios con ese país (Voz de América, 2018). Así dio inicio a la mal llamada “guerra comercial”.
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Notas
[1] Se refería a la Unión Soviética
[2] Navarro es un economista que ha destacado por sus destempladas críticas contra China. Fue designado por Trump como su asistente y director del recién creado Consejo Nacional de Comercio de la Casa Blanca, cargo en el que estuvo solo tres meses, cuando fue nombrado Director de la Oficina de Política Comercial y de Fabricación, un nuevo rol establecido por orden ejecutiva. en abril de 2017. Navarro es un furibundo nacionalista y enemigo de la globalización y sus instituciones.
Sergio Rodríguez Gelfenstein es consultor y analista internacional venezolano, graduado en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela
Registró 837 casos nuevos por cada millón de habitantes
Uruguay, de ser "ejemplo" a convertirse en el país con más contagios del mundo
Uruguay dejó de ser el ejemplo exitoso de control de la pandemia y el pasado fin de semana se convirtió en el país que lidera los contagios a nivel mundial. Al igual que Chile enfrenta la paradoja de ser al mismo tiempo uno de los que más avanzó en la campaña de vacunación y de los que más casos tienen en relación con su población.
De acuerdo con la página Our World in Data, que sistematiza información oficial sobre la pandemia, Uruguay encabeza la lista con 837 casos nuevos por cada millón de habitantes. Semejante cifra supera el registro del resto de los países y confirma una tendencia que ya se venía acentuando desde hace dos meses.
El Ministerio de Salud de Uruguay reportó que hasta ahora hay 117.757 casos, 1.101 de muertos y 89.035 recuperados. Tan solo durante la Semana Santa, que fue turística, murieron 186 personas, cifra que supera el total registrado a lo largo de 2020, que fue de 174.
Hasta febrero Uruguay seguía siendo uno de los países menos afectados en cuanto a número de contagios y muertes, lo que en parte de explicaba debido a su tamaño, ya que cuenta con apenas 3,5 millones de habitantes. Pero las estadísticas comenzaron a aumentar al resentir el impacto de la llegada de las variantes brasileñas, en especial la que surgió Manaos, que es más contagiosa y peligrosa.
Con respecto a las vacunas, Uruguay ya inmunizó al 20% de su población. En América Latina solo es superado por Chile, que alcanza al 36 %.
La emergencia sanitaria desató además una crisis interna para el presidente Luis Alberto Lacalle Pou, quien hasta ahora, al amparo de postulados neoliberales, presumía que había logrado controlar la pandemia sin aplicar restricciones de movilidad por respetar "la libertad" y confiar en "la responsabilidad" de los ciudadanos.
Desde el opositor Frente Amplio ya se multiplicaron las voces que exigen medidas más drásticas como las que se aplican en otros países, en particular el cierre de comercios y cuarentenas para que la población permanezca en sus casas, a lo que el presidente se resiste para no afectar la economía.
Pero de cualquier manera, el impacto de la pandemia es visible: en 2020, la economía cayó en un 5,9%, lo que supuso un varón a los 17 años ininterrumpidos de crecimiento logrados desde 2003. En tanto, las exportaciones se desplomaron en un 16,2 % y las importaciones, en un 10,8%.
Lacalle en su torre de marfil y el abajo que empieza a crujir
La crisis en Uruguay se expresa de manera multidimensional. El sistema de salud y el educativo, la situación económica y laboral se resquebrajan día a día. Es incuestionable lo que implica la pandemia, pero como decía un viejo psicólogo: hay que enfocarse en cómo salir del pozo y no cómo llegamos a él.
Ahí entran en juego los gobiernos, las medidas que toman y la actitud ante la pandemia. El gobierno derechista liderado por Luis Lacalle Pou no niega la pandemia ni es anti vacuna, pero no por ello resulta que está haciendo todos los esfuerzos posibles para paliar esta crisis.
“Los malla oro” y la economía
El gobierno mantiene su retórica de la “libertad responsable” y el “malla oro”, apuntalándose en el cuidado individual y en el sector privado de los grandes capitales. Liberalismo individual y económico en tiempos que demandan presencia del Estado, mancomunión de todos los sectores y organizaciones sociales para afrontar esta crisis. Toda una definición de clase.
El 14 de abril el Parlamento aprobó una nueva tanda del impuesto a jubilaciones y a empleados públicos con ingresos mayores a 120.000 pesos nominales (unos 2.670 dólares) para aportar al Fondo Covid. En el 2020 este impuesto recaudó apenas unos 30 millones de dólares. Ante las propuestas de gravar también a los sectores más ricos para fortalecer el fondo de crisis, desde la coalición gobernante volvieron a responder que no están dispuestos a gravar al “malla oro”, porque es el motor para salir de la crisis.
Cabe recordar que, según el Banco Central del Uruguay, entre abril y diciembre del año pasado, se fugaron capitales por concepto de inversión de cartera (también conocida como inversión especulativa) por casi 3.500 millones de dólares, cinco veces el valor de todo el fondo Covid 2020.
Las conclusiones se desprenden solas. El famoso “malla oro”, lejos de ser el motor de la economía, fuga su capital en el exterior para surfear la incertidumbre de la crisis. Son los mismos que gritan “Viva la patria” con la bandera nacional en la mano, pero sus activos en otros países. (1)
Otro de las falacias nombradas hasta el hartazgo por el gobierno, es que no hay capacidad para gravar a los capitales, pero la realidad es porfiada y ha demostrado lo contrario por boca de ellos mismos. La obsesión del equipo económico del gobierno con el déficit fiscal los coloca a la derecha del FMI. Este organismo multilateral ha fomentado que los gobiernos gasten para paliar la crisis, pero parece que el mensaje no llegó a Uruguay. (2)
Cien mil nuevos pobres, y contando…
Saluden a Uruguay que se va…
En materia sanitaria el gobierno ha hecho oídos sordos a los planteos de la oposición e incluso a los de su propio Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que en febrero de este año anunciaba que de seguir en este rumbo, las proyecciones indicaban el aumento exponencial de contagios y fallecimientos por Covid-19.
Uruguay ostenta el tétrico galardón de ser el país con más contagios por millón de habitantes en el mundo. Las sociedades médicas estiman que en los meses siguientes se puede desencadenar la peor crisis de los centro de tratamientos intensivos. Al día de hoy su capacidad está a un 80% y en el departamento con la segunda población del país, Canelones, el porcentaje de vacunación no alcanza el 15%.
Con este panorama el presidente Lacalle tuvo tiempo para hacer lobby para conseguirle 50 mil vacunas a la Conmebol para que se pueda disputar un torneo de fútbol. ¿Gestiones para ayudar a las ollas populares? No, gracias parece decir el gobierno.
Sean los orientales tan ilustrados como conectados
Una de las pocas restricciones para reducir la movilidad ha sido la de las clases presenciales en todos los niveles. Al igual que el año pasado, las brechas económicas, habitacionales y de conectividad emergieron a la luz como erupción volcánica.
Esta semana el diario oficialista El Observador colgó en sus redes sociales un video, donde varias familias en un asentamiento popular transitaban sus clases virtuales. Las imágenes hablaban por sí solas. La conectividad, los materiales, varios hermanos en una misma habitación estudiando, la casa lloviéndose en medio de la clase virtual.
El contraste de esta situación con las declaraciones del Ministro de Desarrollo Social, generan la reacción de alguien que estuvo cautivo por años en la oscuridad y de repente mira de frente al sol. El jerarca expresó: “Los pies en el barro o el frío en la noche no impiden que la gente tenga una garra enorme” y con el “entrenamiento adecuado llegue muy lejos «.(3) La meritocracia a todo galope.
Va bala
En la última semana se registraron tres casos de abuso y autoritarismo policial. Una persecución en pleno centro de Montevideo terminó con la muerte del conductor perseguido. Los argumentos policiales fueron que el auto y el conductor estaban requeridos, y que éste abrió fuego primero. Nunca se encontró el arma.
Por esta persecución, los policías chocaron a un taxista que quedó internado. Chocaron a otro auto donde viajaba una pareja con su beba y los bajaron apuntándoles con armas.
El día jueves 15 un hombre se atrincheró en una pensión con cuchillos y fue ultimado por la policía. Una niña de 12 años murió por una bala perdida y un hombre de 29 años mientras esperaba el ómnibus falleció a causa de otra bala perdida por un enfrentamiento entre policías y delincuentes.
El fin de semana se conoció la sentencia de otro caso de abuso policial que aconteció en noviembre de 2020. Ocho policías indagados, cuatro procesados, uno de ellos con antecedentes por abuso policial y amenazas. Otra persecución y disparos de los uniformados fue el hecho desencadenante.
La única diferencia con la primera persecución fue que una bala pegó en el brazo del conductor y otra quedó alojada en el asiento del mismo a centímetros del pulmón. Incluso los policías plantaron un arma en la escena de los hechos que no tenía huellas y que estaba registrada en el Ministerio del Interior. Las pruebas de parafina para restos de pólvora, dieron positivo en los policías y negativo en el conductor. La defensa del sindicato de los policías se retiró del caso.
Esto no pretende ser una crónica policial de la semana, sino dar cuenta del clima en el que se está viviendo en Uruguay. Las fuerzas policiales tienen a un ministro que se declara “hincha” de éstas. Donde se precisa profesionalidad, mando, estrategia, se tiene a un barrabrava (Jorge Larrañaga) como mandamás.
El propio ministro fue derrotado en la interna de su partido (Nacional, el mismo que el del presidente Lacalle) y nuevamente derrotado en las urnas cuando la población le votó NO a su propuesta de reforma constitucional “Vivir sin miedo”. Básicamente constaba de sacar dos mil militares a la calle como apoyo a la policía y mano dura con el aumento de penas de determinados delitos relacionados con la propiedad.
Esta reforma se coló por la ventana y entró en la “ley ómnibus” de la Ley de Urgente Consideración. Los militares no están contemplados pero se le ha dado piedra libre a los policías. Desde la tribuna su jefe los arenga y por televisión amenaza a delincuentes mientras llama a la DEA estadounidense, dice que para combatir el narcotráfico.
El ministro se empeña en mostrar que los delitos han bajado sensiblemente por pura y exclusiva gestión suya y no por la pandemia, como ha sucedido alrededor del globo. Incluso se le ha cuestionado la metodología con la que se miden los delitos. (4) Mientras, el Presidente se empeña en mostrar que la situación económica es por la pandemia y no por gestión suya. ¿A quién le creemos?
Así las cosas. La desigualdad agiganta su brecha cada vez más. Parece que existieran dos Uruguay. Hoy surge otra generación condenada a la desnutrición, a la marginalidad, con un futuro opaco, inalcanzable. Similar a la del 2002, nuestra última y catastrófica crisis. Cercana al narco, lejos de un libro. El aeropuerto queda más cerca que un trabajo digno. Las balas más rápidas que la luz en un cuarto oscuro que se llueve.
El proyecto de la oligarquía local parece que vuelve a posicionarse en el mismo lugar, como cada veinte años, donde el país vuelve a crujir y los de abajo a juntar los pedazos del derrumbe.
Arriba el regocijo, los paraísos fiscales, las exportaciones, el champagne y los barrios privados al alza. Abajo el desempleo, las ollas populares, la pobreza creciente, los sueños que se marchitan. El descontento empieza a fermentar.
Notas:
(1) «La larga lista de implicados cita contadores, abogados, políticos, deportistas, artistas, y empresarios. Pero también, a propietarios y directores de grandes medios de prensa, como El País, El Observador y Búsqueda, que operan cuentas en paraísos fiscales.
Otras figuras destacadas de la política y el deporte como Ignacio de Posadas, Sergio Abreu, Edgardo Novick, Rodrigo Goñi, Pedro Bordaberry, Jorge Sanguinetti, Antonio Marchesano, Ricardo Zerbino, Daniel Weiss, Orlando Dovat, Francisco Gallinal, Eugenio Figueredo, Pablo Forlán, Paolo Montero, Juan Pedro Damiani, Julio Szafran, Nicolás Jodal, Ernesto Kimelman, Ricardo Peirano Peirano, Guillermo Scheck, Luis Eduardo Cardoso y Hugo Romay son algunos de los nombres que parecen citados en los “Papeles de Panamá”.
(2) Directora del FMI pide a países que “gasten y gasten” y que no retiren los estímulos
https://www.elpais.com.uy/
(3) Pablo Bartol: “Los pies en el barro o el frío en la noche no impiden que la gente tenga una garra enorme” y con el “entrenamiento adecuado llegue muy lejos”
(4) LIBROSPERIFERICOS – Temporada 2 – «Ya no podemos vivir así» – Rafael Paternain.
Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
Mides privatizó apoyo a ollas populares mediante la ONG Uruguay Adelante
Colectivos de ollas populares aceptaron el acuerdo para recibir insumos, pero cuestionan la modalidad del apoyo, el monto y la gestión de la organización. «Cuando hay necesidad, no hay libertad para elegir», expresaron.
El Ministerio de Desarrollo Social (Mides) concretó un convenio con la organización no gubernamental Uruguay Adelante (UA) mediante el cual transferirá dinero para abastecer alrededor de 300 ollas y merenderos.
Mediante este acuerdo, UA se encargará de la compra, suministro y registro de apoyo para las iniciativas populares que se desarrollan en Montevideo, mientras que las intendencias se ocuparán de abastecer al interior del país.
Esta ONG, que gestionará el dinero del Estado, se fundó en julio del 2020 por organizaciones como Redalco, Fundación La Nave, la Asociación de Façoneros de Pollos, Canastas Uy, Todos x Dolores, Colaboro desde casa, Unidos para ayudar, Gastronomía Unida, Somos Acción, Xeniors, Banco de Alimentos.
Caras y Caretas Portal dialogó con Paola Beltrán, integrante de la Coordinadora Popular y Solidaria (CPS), quien explicó que el acuerdo con el Mides para recibir insumos de UA fue aceptado «por la necesidad de la gente», ya que existen discrepancias con la modalidad de la donación y con los montos.
«Nuestra intención inicial era que Mides realizará la compra de los alimentos y coordinará su distribución directamente con las redes de ollas, como lo hizo la Intendencia de Montevideo o la ONU, pero la cartera determinó tercerizar la tarea con Uruguay Adelante».
«Cuando hay necesidad, no hay libertad para elegir»
Con respecto a la valoración sobre el convenio actual, Beltrán expresó que desde la coordinadora no comparten las afirmaciones de Bartol que sostienen que la inversión que está realizando el Mides «es histórica». «Nosotros reivindicamos que lo histórico es la inversión que ha hecho el pueblo».
«El estudio que realizó la Facultad de Ciencias Sociales con apoyo de AEBU evidenció que el gasto solidario que se generó desde marzo a julio, para abastecer ollas populares y merenderos, fue de 300 millones y sin contar las horas voluntarias de trabajo».
La inversión que realizará el Mides, de 200 millones, estará vigente hasta fines de julio y proviene del Fondo Coronavirus, lo cual también cuestionó la coordinadora.
«Es un presupuesto que se financia con impuestos a los altos salarios públicos, lo qué nos lleva a preguntarnos por qué el Fondo se financia de esa manera y no busca generar más dinero cobrándole también a los altos salarios privados o a los empresarios que tienen millones de capitales en el exterior», agregó Beltrán.
«Aceptamos el convenio porque cuando hay necesidad no hay libertad para elegir. Quienes están al frente de cada ollas son responsables de la alimentación de 200 personas. Si estas en una situación de desabastecimiento y te ofrecen determinados insumos, no podes elegir».
Debilitar la organización popular
Sobre la estrategia de privatizar el apoyo social, Beltrán afirmó que se trata de una forma de debilitar la organización popular. «La excusa del Mides fue que la coordinadora no tenía personería jurídica lo que, según ellos, impediría asegurar la trazabilidad de los alimentos. Eso no es cierto y se comprobó con la gestión con la Intendencia y con el Instituto Nacional De Alimentación»
«Somos la única organización que tiene relevada la cantidad de ollas y las necesidades de cada una. Esa información es la que hoy posibilita que Mides y UA pueden hacer la distribución», dijo destacando el trabajo de estudiantes y docentes nucleados en Solidaridad uy.
Para Beltrán, «es evidente que modelo de Bartol tiene una visión diferente a lo colectivo, que se expresa en esa idea de tercerizar el apoyo y de tener mentores que trabajan voluntariamente». Esa modalidad, dijo, «se condice con retiro del Estado de los barrios»
La militante enfatizó en que la CPS no tiene vinculación alguna con UA y que no trabajan de forma conjunta. «Es una ONG que nos distribuye una donación, pero no somos lo mismo y no pensamos lo mismo en relación a ollas».
Por otro lado, Beltrán alertó que UA se contactó con algunas ollas de la CPS y les planteó que para recibir insumos debían retirarse de la coordinadora, lo cual «es mentira». «Las ollas tienen la autonomía de recibir abastecimiento de cualquier organización».
«Con este tipo de practicas se ve que, claramente, la intención no es fortalecer la organización popular».
Grupo de riesgo
Desde la CPS manifestaron la necesidad de que las personas que sacan las ollas adelante, así como quienes acuden a ellas para alimentarse sean considerados entre los grupos prioritarios para la vacunación.
«Son personas que están totalmente expuestas en una situación de pandemia. Consideramos que esa exposición es consecuencia de la ausencia del Estado en generar políticas sociales y públicas que atiendan la situación de emergencia y que eviten que las personas estén haciendo cola todos los días para comer».
Según trasladó Beltrán, lo deseable sería realizar inversiones en generar puestos de trabajo como estrategia para salir de la crisis. «Una propuesta del Estado no puede ser eternizar las ollas populares».
Sindicatos de la Enseñanza cuestionan improvisación de las autoridades y reclaman diálogo
La Coordinadora de Sindicatos de la Enseñanza del Uruguay (CSEU), emitió un comunicado en el que critica la improvisación de las autoridades a la hora de tomar medidas que han afectado el derecho a la educación, en especial de los sectores más pobres de la sociedad.
Según la CSEU, la realidad «lamentablemente vino a corroborar nuestras denuncias de la falta de condiciones en el inicio de cursos 2021 en todos los subsistemas de la ANEP. La falta de respuestas, en tiempo y forma, por parte de la administración ante los desafíos que al sistema educativo imponía la situación sanitaria; aunado a las consecuencias negativas que el recorte presupuestal tiene sobre el mismo, hizo evidente la falta de garantías y certezas sanitarias que pusieran a resguardo la salud de estudiantes y trabajadores, tal cual lo recomendará el GACH el 7 de febrero último».
En otro punto, señala que además, «se han establecido por parte de los jerarcas de la educación una serie de definiciones que evidencian improvisación y que afectan el derecho a la educación, en especial a los sectores más pobres de nuestra sociedad, así como las condiciones en las cuales los trabajadores desarrollen sus tareas. Ejemplo de ello es haber establecido la no obligatoriedad de asistir a clase, y ahora, la obligatoriedad de participar de la virtualidad sin garantizar las condiciones que lo posibilite y no contradiga el principio de gratuidad; no haber previsto en tiempo y forma la alimentación escolar desde el día uno en que se determinó la suspensión de la presencialidad; imponer la asistencia a los centros educativos a equipos directivos y otros funcionarios, muchos de los cuales deben trasladarse incluso en transporte interdepartamental, cuando lo que se busca es reducir la movilidad».
Por último, sostiene que «llama la atención, a diferencia de lo acontecido el año pasado donde a partir del diálogo se abordó de forma conjunta el retorno a las clases presenciales, que en momentos donde la situación sanitaria se agrava los jerarcas de la educación generen desde las redes sociales y los medios de comunicación la confrontación y el ataque a los trabajadores del sector y sus organizaciones representativas. Por ello, urge la convocatoria e instalación de ámbitos de diálogo, tal cual lo viene promoviendo nuestro PIT-CNT, y en especial convocar a los ámbitos de negociación colectiva en los cuales abordar los temas vinculados a las condiciones de trabajo, salud y ambiente laboral».
Texto completo
La Coordinadora de Sindicatos de la Enseñanza del Uruguay (CSEU) ante la situación sanitaria que atraviesa el país y sus implicancias sobre el sistema educativo ANEP expresa al conjunto de nuestra sociedad:
1- La realidad, lamentablemente, vino a corroborar nuestras denuncias de la falta de condiciones en el inicio de cursos 2021 en todos los subsistemas de la ANEP. La falta de respuestas, en tiempo y forma, por parte de la administración ante los desafíos que al sistema educativo imponía la situación sanitaria; aunado a las consecuencias negativas que el recorte presupuestal tiene sobre el mismo, hizo evidente la falta de garantías y certezas sanitarias que pusieran a resguardo la salud de estudiantes y trabajadores, tal cual lo recomendara el GACH el 7 de febrero último.
2- Sumado a esto se han establecido por parte de los jerarcas de la educación una serie de definiciones que evidencian improvisación y que afectan el derecho a la educación, en especial a los sectores más pobres de nuestra sociedad, así como las condiciones en las cuales los trabajadores desarrollen sus tareas. Ejemplo de ello es haber establecido la no obligatoriedad de asistir a clase, y ahora, la obligatoriedad de participar de la virtualidad sin garantizar las condiciones que lo posibilite y no contradiga el principio de gratuidad; no haber previsto en tiempo y forma la alimentación escolar desde el día uno en que se determinó la suspensión de la presencialidad; imponer la asistencia a los centros educativos a equipos directivos y otros funcionarios, muchos de los cuales deben trasladarse incluso en transporte interdepartamental, cuando lo que se busca es reducir la movilidad.
3- Llama la atención, a diferencia de lo acontecido el año pasado donde a partir del diálogo se abordó de forma conjunta el retorno a las clases presenciales, que en momentos donde la situación sanitaria se agrava los jerarcas de la educación generen desde las redes sociales y los medios de comunicación la confrontación y el ataque a los trabajadores del sector y sus organizaciones representativas. Por ello, urge la convocatoria e instalación de ámbitos de diálogo, tal cual lo viene promoviendo nuestro PIT-CNT, y en especial convocar a los ámbitos de negociación colectiva en los cuales abordar los temas vinculados a las condiciones de trabajo, salud y ambiente laboral.
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