sábado, 15 de diciembre de 2018

FRANCIA: Movimiento de chalecos amarillos - Olivier Besancenot: "Se trata de una verdadera sublevación" // ¿Por que los franceses se manifiestan con violencia? // “Chalecos amarillos”: la peculiaridad de lo francés Por: Atilio Borón // Chalecos amarillos: cuando las masas entran en acción // Lo que está en juego en esta movilización popular // 15 diciembre: Una manifestación anti-Macron se apodera de París // CGT anuncia huelga nacional en Francia en apoyo a chalecos amarillos // Un centenar de liceos bloqueados en Francia por las protestas de los alumnos // URUGUAY: Hemisferio Izquierdo: "El progresismo se come el desgaste de los problemas propios del capitalismo uruguayo porque no puede criticar lo que no va a modificar". Entrevista a Ramón Gutiérrez // Uruguay en la encrucijada: ¿sigue el Frente Amplio o vuelve la derecha? por Nicolás Centurión

FRANCIA


Francia. Movimiento de chalecos amarillos
Olivier Besancenot: "Se trata de una verdadera sublevación"
12/12/2018 | Josu Egireun
[Como dice Gérard Mordillat (realizador de TV, cineasta y escritor), "la lucha de los chalecos amarillos es una lucha de clases, un conflicto de odio social (…). Y frente a él, "se ha movilizado todo el aparato represivo al servicio del dios-Beneficio. (…) El rey está desnudo" (Telerama 10/12/2018).
Tres semanas después de su primera movilización y cuatro fines de semana movilizándose nacionalmente, el movimiento de los chalecos amarillos, que concentra sobre él la arrogancia y el desprecio de clase y una represión inédita, ha hecho retroceder por dos veces al gobierno. La primera con el anuncio, el 4 de diciembre, del Primer Ministro de congelar la aplicación del impuesto sobre el gasóleo durante 6 meses; la segunda, con las medidas anunciadas el 10 de diciembre por E. Macron que, sin embargo, no han logrado calmar la ira de los chalecos amarillos ni convencer a la mayoría de la población que les apoya.
Desde el inicio del movimiento no han sido pocas las dudas sobre el mismo en el seno de la izquierda política y social: movimiento impulsado por la extrema derecha, anti-ecologista (por exigir la supresión del incremento del impuesto sobre el gasóleo)…
Dudas que se han ido disipando a partir de la confluencia a nivel local de colectivos sociales y sindicales con los chalecos amarillos y también la jornada de movilización contra el cambio climático el pasado 8 de diciembre. Y que se disipan aún más con el sondeo de France 2 TV (11/12/2018) sobre sus preferencias políticas y sus preocupaciones: 33% ni de izquierdas ni de derechas, 15% extrema izquierda; 5,4% extrema derecha, con dos reivindicaciones en cabeza: el poder de compra y la reducción de impuestos, apareciendo la inmigración entre las últimas de las preocupaciones. Y, cosa remarcable, se trata de un movimiento mixto en el que por primera vez en Francia, está compuesto al 50% por mujeres y hombres…
Un movimiento que construye sur propia gramática y que será preciso ir aprendiendo y dialogar con ella. Un movimiento que estas últimas semana ve cómo el movimiento obrero comienza a movilizarse de forma balbuciente (el día 14 la CGT ha convocado una jornada de movilización general que en algunos departamentos como Ile-de-France cuenta con el apoyo de FO, FSU -sindicato mayoritario de la función pública-, Solidaires y la Unef -sindicato estudiantil) y la juventud de institutos lleva ya una semana de movilización dura (y duramente reprimida) con huelgas y bloqueos de centros escolares. A ello se suma que ayer mismo en Nanterre la universidad comenzó a moverse con una asamblea de 3.000 estudiantes… Josu Egireun]
¿Cómo valoras las propuestas realizadas por Macron en su mensaje a la nación?
Es la segunda vez que el gobierno da marcha atrás tras el anuncio de la retirada del impuesto sobre carburantes anunciado el día 4; ahora cede sobre el incremento de la Contribución Social Garantizada (CSG) 1/ que impuso en enero de 2018 [pasó del 6,6 al 8,3%], lo que da mucha confianza a todo el mundo que se moviliza porque se empieza a ser consciente de que la lucha paga. Ahora bien, las medidas anunciadas son muy escasas y llegan muy tarde; y, sobre todo, hay mucho humo y triquiñuelas: por ejemplo, el anuncio de incremento de 100€ del SMIC (SMI) no se corresponde a la realidad, porque no se trata de un incremento neto del SMIC, sino de un incremento de la prima de actividad 2/ a cargo de las y los contribuyentes; así pues, no se trata de un incremento del SMIC, sino de una prima, lo que de hecho cabrea aún más a la gente y, por ello, la movilización va a continuar.
Un chaleco amarillo de Rennes define al movimiento como "la gota de gasolina que desborda el depósito lleno" ¿De qué movimiento estamos hablando cuando hablamos de los chalecos amarillos?
Creo que se trata de una verdadera sublevación, aún no es una sublevación masiva, mayoritaria, pero es una verdadera sublevación; no se trata de una movilización social tradicional. De entrada, es un movimiento que sale a la ofensiva. En Francia no conocíamos hasta ahora un movimiento generalizado que saliera a la ofensiva desde 1968; un movimiento que exigiera, de una forma u otra, el incremento de los salarios y la reducción de los precios, es decir, el reparto de la riqueza. No se trata de un movimiento que sale a la defensiva contra tal o cual contrarreforma gubernamental, sino de un movimiento a la ofensiva.
Por otra parte, se trata de un movimiento totalmente heterogéneo, producto de una sublevación que parte de las entrañas de la sociedad y que no viene, ni mucho menos, de las organizaciones tradicionales; un movimiento que ha cristalizado toda la rabia e indignación acumuladas en la sociedad; un movimiento en el que cristalizan todas las movilizaciones precedentes y toda la cólera que hasta ahora no se había traducido en movilización; en efecto, se trata de la gota de agua que ha desbordado el vaso.
A lo largo de estas tres semanas de movilización llama la atención la determinación del movimiento, su radicalidad, pero al mismo tiempo su funcionamiento democrático, horizontal y la capacidad de haber organizado ya 4 jornadas de movilización nacional. También la politización de quienes actúan como portavoces, teniendo en cuenta que se trata de gente sin experiencia política previa alguna.
De entrada hay que señalar que la forma como se trata mediática y políticamente el conflicto, la movilización y a las y los actores del movimiento ilustra una arrogancia de clase, similar al desprecio que conocimos en Francia durante el referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo en 2005 3/. Ahora bien, frente a ello asistimos a una verdadera politización de la gente. En Francia ahora mismo hay decenas, miles, puede que centenas de miles de personas en vías de politizarse en un tiempo récord. El reto está que por nuestra parte, de parte del movimiento social y político en Francia, acompañamos ese movimiento para que tenga una expresión lo más anticapitalista posible. Ahora bien, somos conscientes que no escapamos al aire de los tiempos, a las maniobras y a los intentos de acapararse del mismo por parte de la extrema derecha. Este es un problema que está ahí, presente, y que forma parte del escenario. Por ello la confluencia que se está operando por abajo, a nivel local, entre los chalecos amarillos y los movimientos sociales es uno de los elementos de respuesta muy importante a los intentos de manipulación de la extrema derecha.
La determinación, la radicalidad, la combatividad, el grado de tensión de cientos de personas, las barricadas en los Campos Elíseos… nos traen a la memoria una historia subterránea (de revolución, de huelgas generales) en Francia y también nos remiten a las derrotas del movimiento obrero tradicional de los últimos 15 o 20 años. Antes, la confrontación no iba más allá de un determinado grado y se pensaba que había desaparecido de la conciencia colectiva. En realidad no es así; incluso quienes no participan en estas movilizaciones son conscientes del callejón sin salida en el que se encontraban las formas tradicionales de lucha.
Pero también podemos estar asistiendo al intento de querer resolver los problemas de fondo [crear una relación de fuerzas para ganar] a través de un atajo [la radicalidad de las acciones], en el sentido de que determinadas modalidades de acción podrían solucionar los problemas de fondo. Ahora bien, no hay atajos. Para hacer retroceder a Macron hace falta ser numerosos, superar las cifras de movilización actual, romper el techo de cristal 4/ , que también existe para este movimiento de los chalecos amarillos.
Hoy nos enfrentamos a un problema que conocemos en Francia durante estos últimos años: el que haya centenares de miles de personas que participan en las movilizaciones pero que no van más allá. En este movimiento, la novedad es que cuentan con el apoyo del 70% de la población. Asistimos a un escenario parecido al que vivimos en Francia en 1995; lo que definíamos como hacer huelga por delegación [es decir, un 10% se moviliza y un 70% que se contenta con darle su apoyo]. Y lo que es necesario es que en un momento dado esa delegación se transforme en acción colectiva porque es la única forma de hacer retroceder realmente a Macron.
¿Cómo ha sido posible que este movimiento haya logrado en tres semanas hacer retroceder al gobierno y que, por ejemplo, en 2010 millones de personas en la calle movilizándose contra la reforma de pensiones no lo lograran?
Porque aquí asistimos a un fenómeno de agregación potencial que ha asustado al gobierno. En esta movilización se habla mucho de París [de los enfrentamientos violentos], pero lo fundamental está en esos sectores que actúan conjuntamente un tanto por todas partes: gente jubilada, asalariada, parada, estudiante (la movilización en institutos iniciada hace una semana que continúa movilizándose)…; en particular, la juventud, una juventud que da miedo al gobierno. Hay que señalar el carácter casi semi-insurreccional en lo que tiene que ver con las consignas y la visibilidad que asume el movimiento… Yo jamás he conocido movilizaciones como estas: miles de personas que quieren ir al Elíseo como, me imagino, en su época los campesinos se rebelaban contra el señor yendo al Castillo del señor para exigirle cuentas. Eso pesa mucho en la situación.
Vistas las primeras reacciones ante los anuncios del Presidente de la República, la movilización tiene todos los visos de continuar, lo que plantea la posibilidad de una crisis social y política grande. Una crisis social y política que, por otro lado, llega en un momento de ausencia de alternativas a la izquierda…
El problema es que a partir de ahora será necesario reconstruir todo. Asistimos a una crisis política de la V República y de la representación política; y es Macron el que paga el plato. Macron que, en cierto sentido, era la última respuesta de la clase dominante, aunque no hubiera sido su primera opción.
Macron se impuso al margen de los partidos tradicionales. Hubo quien se sumó a él antes de las elecciones y otros después. Y desde el principio lanzó una ofensiva fuerte contra dos sectores emblemáticos del campo social: la juventud estudiantil y las y los ferroviarios. A la juventud estudiantil imponiendo la reforma sobre la selección a la universidad y a las y los trabajadores del ferrocarril desmontando el servicio público de transporte ferroviario.
El problema es que con la crisis política actual no podrá seguir por ese camino. Una parte de su campo piensa que Macron está debilitado y que ya no constituye la buena solución; porque el Macronismo cuando funciona, funciona, pero cuando ya no funciona casi se transforma en un vacío de poder. Durante 10 días Macron ha estado desaparecido y la alocución de ayer no hace más que alimentar la movilización. Por tanto, la única posibilidad de que haya perspectivas políticas creíbles para el campo del movimiento social y de la izquierda es que este movimiento gane, que se politice y que asegure una determinada representación política de su propio campo.
En cualquier caso, nosotros no creemos que la buena respuesta esté en las próximas elecciones; sobre todo en las europeas en las que la izquierda se presenta totalmente fragmentada. Esto va más allá. Es necesario que este movimiento sea un acto fundacional de politización de un nuevo campo social y político. Con humildad es lo que creo que tenemos que esperar en un primer momento; creo que deberemos examinar a fondo todo lo que no ha funcionado en las distintas experiencias de recomposición política en la izquierda.
11/12/2018

1/ Impuesto establecido por el gobierno socialista de Rocard (1991), en un principio para financiar la Seguridad social y desde 2018 también para responder al paro. El incremento de Macron afecto sobre todo a las pensiones: 408 € de pérdida anual para una pensión de 2000€.
2/ Prestación social creada en 2015 fusionando la RSA (similar a la RGI) y la prima por el empleo (un complemento salarial a la gente con salarios bajos).
3/ Donde quienes apoyaban No al TCE eran tratados como ignorantes, despreciables, porque ¿cómo iban a poder opinar sobre un tema tan complejo desde su pueblerina ignorancia?
4/ Símil con el techo de cristal (límite invisible) que en los estudios de género se utiliza para señalar los límites invisibles que impiden superar la discriminación de género.

¿Por que los franceses se manifiestan con violencia?

por Frédéric Lordon
LA HAINE - 14/12/2018

Le Monde aplaudía como “un maravilloso estallido de libertad” las manifestaciones de Libia. Ahora habla de un “inmundo levantamiento popular"
Un orden decadente es reconocible por el asombro que se retrata en las caras de sus sumos sacerdotes. Este sábado, el espectáculo no sólo estaba sólo en la calle.
También estaba en las caras desconcertadas de la CNN, de Francia 2, y de casi todos los medios audiovisuales. La estupidez y el asombro tiene una misma raíz etimológica. Los trompetistas del “macronismo revolucionario” han vuelto a sus viejas categorías, las categorías del viejo mundo. Ahora titubean entre calificar de extrema derecha o de extrema izquierda a los chalecos amarillos.
El viejo régimen está buscando ansiosamente “representantes” o “portavoces ” presentables. Les gustaría un directorio con quien “negociar”. Desesperados, buscan frenéticamente acuerdos con los líderes de los partidos, los parlamentarios y, los sindicatos.
Su esperanza es una “salida a la crisis “. ¿Una moratoria sobre el impuesto al diésel o quizás algo más? Es decir, están montando otra pantomima más . Y todo esto mientras todo el sistema parecer estar la ruina. En esto están las élites. No quieren ver que el aplazamiento de los impuestos no es ninguna solución. Que no hay más tiempo, que un mundo entero se está desmoronando, que las instituciones se encuentran atrapadas en un colapso porque los chalecos amarillas no son un “movimiento social”: son un levantamiento popular.
Cuando la dominación se acerca al punto de su derrocamiento, todas las instituciones del régimen, y especialmente las del tutelaje simbólico, revelan una profunda incomprensión de los acontecimientos: ¿no es el orden establecido el mejor posible?
Los medios comunicación han entrado en pánico manifestando en plena luz del día su odio el levantamiento popular. Más aún, porque el movimiento ha llevado el fuego donde nunca había estado y dónde siempre debería estar : entre los ricos. Y probablemente muy pronto, entre sus sirvientes.
Se dice que el presidente de la sociedad de la prensa descubrió horrorizado que”los chalecos amarillos no son el resultado de activistas sino de personas comunes y corrientes”. Los poderes de este tipo, los de la tiranía de los propietarios y sus lacayos, siempre terminan en la estupefacción y la estupidez: ¿nos odian tanto? se preguntan. La respuesta a sus lamentos es Sí, y por las mejores razones del mundo. Después de décadas, ha llegado el momento de cobrarse tanta humillación. Digámoslo ahora mismo, hay demasiados retrasos y por demasiado tiempo.
Desde las huelgas de 1995, ha crecido la conciencia que los medios de comunicación son vasallos al poder. Los medios han trabajado incansablemente para que la población acepte un neoliberalismo que se profundiza cada vez más . Han puesto a la gente bajo una tensión insoportable, que solo funciona con un intenso bombardeo de los espíritus, para después de bombardear y gasear los cuerpos.
El Ministerio del Interior, ha hecho un favorable recuento, para el gobierno, de los manifestantes movilizados. Todo para condenar las manifestaciones y reprimir la protesta. La acusación de violencia muestra que la situación se les está escapando.
Condenar la “violencia” siempre ha sido la mejor manera de no entender nada . La ceguera voluntaria de los poderosos que califica la protesta como “violenta” es el último reducto del orden neoliberal.
Cuando celebran el 14 de julio de 1789 o conmemoran el Mayo del 68 lo hacen olvidando la violencia de esos momentos y con una loca inconsistencia. Intentan es imponer una historia embalsamada, distanciada, desvitalizada y privada de cualquier enseñanza concreta para el presente.
En cualquier caso, en un panorama general de violencia, los medios de comunicación, especialmente los medios audiovisuales, siempre muestran lo que les conviene cuidando de dejar el resto invisible. Se proponen convencer que se trata de una violencia incomprensible : El mal en estado puro.
La negación de la violencia social es la forma suprema de violencia a la que Bourdieu le dio el nombre de violencia simbólica. Para los medios de comunicación las víctimas de la violencia institucional, debería estar agradecidas a pesar que han sido denigradas y privadas metódicamente de cualquier medio para resistir la violencia del sistema.
Dado que todos los medios institucionales han abandonado al pueblo, este no tienen más remedio que someterse por completo o rebelarse. Ahora, cuando se rebelan son tratados como aborrecibles, ilegítimos y antidemocráticos. Una trampa perfecta.
Sin embargo, llega un momento en que el terror simbólico ya no sirve, tampoco valen los veredictos de legitimidad o ilegitimidad. El sufrimiento se transforma químicamente en ira, en la misma proporción de lo que se ha negado. Entonces, todo puede pasar, y no debemos sorprendernos. Nada se respeta cuando todo ha fallado; los diputados, los bancos, las mansiones, las prefecturas policiales.
Es cierto que para aquellos que han vinculado su posición y sus ventajas con las circunstancias del momento, y que no han dejado de repetir que no había otro mundo posible, la irrupción de un proceso radical no deja más solución de una lectura : “es aberrante”, “monstruoso”, o mejor aún, es “violento”. Hay que calificarlo de “marginal” y “bárbaro” para justificar el uso represivo de la fuerza policial. Estas dos caracterizaciones ya no son creíbles en Francia
En efecto, los “chalecos amarillos” ofrecen una figura oximorónica, incomprensible para los poderes. De aquellas “buenas personas” que se manifestaron al principio a “locos enfurecidos”.
Veamos qué ha pasado: si el pueblo se enfurece es porque lo empujaron al límite. Después de 30 años de neoliberalismo (y 18 meses de guerra social macroniana) grupos sociales enteros han sido empujados al límite.
El régimen cree que lo que no se habla en sus exclusivos círculos no existe. Los medios de comunicación no vieron venir a los “locos indignados”. Pero aquí están, son consecuencia de una larga y silenciosa acumulación de ira; acaban de romper los diques.
Los chalecos amarillos no serán fácilmente llevados de vuelta a casa. Peor aún, las “buenas personas” que fueron a las primeras manifestaciones, ahora han experimentado en carne propia la violencia policial. Estas “ buenas gentes” al principio quedaron aturdidas. Ahora algunos cargar paletas en una rotonda para construir una barricada.
Apostamos porque un gran cambio se está produciendo en sus mentes. Todas las personas que desde el 2016 hasta el 2018 se manifestaron pacíficamente hoy son calificados como “matones ultras violentos ”, viven la agresión policial y la violencia de los medios de comunicación.
La otra artimaña es mantener las acciones reales de la policía fuera de la pantalla. La mentira por la ocultación es general, implacable, tan espesa como la propaganda de una dictadura.
La población demostraría instantáneamente su indignación si tuviera la oportunidad de ver la décima parte de lo que los medios de comunicación tradicionales ocultan sistemáticamente los videos con una anciana sangrante o los jubilados gaseados después de una carga policial.
Mientras la televisión nos emborracha hasta la náusea con las ventanas de McDonald en llamas, ningún noticiero informa de la muerte de un octogenario por una granada de gas lacrimógeno o muestra el video de un joven golpeado por ocho policías.
A pesar que hay cientos de manifestantes gravemente heridos y por lo menos un par de muertos , por las armas policiales, todavía ni un solo medio de comunicación audiovisual importante ha transmitido que está pasando con aquella gente que hace un mes llamaron “buenas personas” .
Hay una manipulación general de la violencia. Sabemos cuando se inicia y no cuando termina. Puede llevarnos muy lejos.
¿Quién sino Macron ha desatado la violencia? Declaró la guerra contra su pueblo con la acción policial (y tal vez pronto una acción militar) en compañía de los medios de comunicación que ya han declarado la guerra simbólica al pueblo.
Los ofendidos han estado mucho tiempo sin decir una palabra, han soportado las agresiones económicas, el desprecio de las elites, las mentiras de los medios de comunicación, la brutalidad policial.
El genio “malvado” de la reciprocidad violenta ha salido de la botella. Los primeros tweets de los primeros manifestantes relatan el asombro de quienes fueron apaleados sin justificación ninguna . Ese asombro inicial ahora ha mutado en cólera.
En estos días todas las instituciones de la violencia neoliberal se han exhibido desnudas. Basta conversar con los estudiantes que fueron gaseados con gas pimienta y rodeados por policías con perros. Ellos como el resto de los franceses no olvidarán esa imagen.
Ahora el cuerpo policial comienza a tener sudores fríos. Se sienten solos en sus cuarteles. Desde que se quemó la prefectura de Puy-en-Velay, saben de qué son capaces los “otros”.
Recientemente el viceministro del Interior ha reconocido que el dispositivo policial está “estresado“. Por lo tanto piensan que es urgente negociar, dar un giro a los acontecimientos. Mientras tanto los policías están inquietos por la inercia política de Macron. Son conscientes de las desgracias del pueblo, incluso algunos podrían sumarse a los manifestantes si nos proponemos escucharlos.
Aunque el poder se esfuerza por volver a lo que podría llamarse la “sumisión voluntaria” (o “la situación de La Boétie”) el velo se ha roto y la cruel realidad del poder desnudo se impone.
En el otro lado el movimiento se sabe numeroso pero todavía hay un buen margen para seguir creciendo. Lo veremos pronto: se sumarán los estudiantes de secundaria, los universitarios , los paramédicos, los agricultores, y muchos otros. Ellos, las elites son muy pocos y reinan sobre nosotros que somos la mayoría.
Pero ¿y el ejército? El adolescente travieso que está en el Elíseo es capaz de cualquier tontería: no solo usa granadas contra su población (que son armas de guerra) también ha colocado francotiradores con armas de fuego en los edificios parisinos. La imagen es tan impresionante que Le Monde también se está preguntando si no ha llegado el momento de dejar de apoyar a su protegido.
En cualquier caso, las editoriales de Le Monde que aplaudían como “un maravilloso estallido de libertad” las manifestaciones de Túnez o de la Plaza Tahrir ahora en Francia hablan de un “inmundo levantamiento popular que recuerda horas oscuras”. Todo vuelve, todo salpica.
Cuando el poder paga una bonificación excepcional a las fuerzas del orden para que se vuelvan más infames, es porque tiene miedo, ha perdido legitimidad, ha colapsado, sólo se sostiene por la fuerza,
El poder es odiado porque sistemáticamente se ha hecho odioso. Hoy está pagando una factura que viene desde muy lejos. Y cuando el poder sólo puede aferrarse a la represión, (tal vez con a una deriva militar) no merece otra cosa que caer.
* Frédéric Lordon, economista y filósofo francés.
kritica.info

“Chalecos amarillos”: la peculiaridad de lo francés

Por: Atilio Borón
14 diciembre 2018 | CUBADEBATE

El movimiento, cuyos miembros abarcan todo el espectro político, no tiene un liderazgo claro, lo que complica aún más las conversaciones para el Gobierno. Foto: AFP.
Alemania y Japón tienen el dudoso honor de ser dos países en los que jamás triunfó una revolución. No por casualidad fueron también los que, precisamente a causa de ello, dieron nacimiento a  regímenes tan oprobiosos como el nazismo y el militarismo fascista japonés. Por contraposición la historia francesa está signada por recurrentes revoluciones y levantamientos populares. Aparte de la Gran Revolución de 1789 hubo estallidos revolucionarios en 1830, otro mucho más vigoroso en 1848 y la gloriosa Comuna de París de 1871, el primer gobierno de la clase obrera en la historia universal. Luego de su sangriento aplastamiento pareció que la rebeldía del pueblo francés se había apagado para siempre. Pero no fue así. Reapareció en la heroica  resistencia a la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial y luego, con una fuerza arrolladora, en el Mayo francés de 1968.
¿Es esto lo único que hace de Francia un país tan peculiar? No. Más importante que este incesante fermento insurreccional que históricamente distingue a las capas populares francesas es que sus luchas resuenan como ninguna otra en la escena mundial. Ya lo había advertido Karl Marx en 1848 cuando, observando la revolución en Francia, dijera que “el canto del gallo galo despertará una vez más a Europa”. Y la despertó, aunque esos sueños fueron aplastados a sangre y fuego. Miremos la historia: la Revolución Francesa retumbó en Europa y América, con fuerza atronadora; la Comuna se convirtió en una fuente de inspiración para el movimiento obrero mundial, sus enseñanzas reverberando inclusive en algunos rincones apartados de Asia. El Mayo francés se reproduciría, con las lógicas características nacionales, por todo el mundo. En otras palabras: Francia tiene esa única capacidad de convertir lo suyo en un acontecimiento histórico-universal, como gustaba decir a Hegel. Y esa es, precisamente, la inimitable peculiaridad de lo francés.
La rebelión de los “chalecos amarillos” que comenzó hace pocas semanas cuando dos camioneros y la dueña de un pequeño comercio -desconocidas entre sí y habitando en distintos lugares del interior de Francia- lanzaron a través de las redes sociales una convocatoria a protestar en las rotondas de entrada de sus pequeñas ciudades por el aumento del precio del combustible. A los pocos días una de ellas tenía casi un millón de seguidores en su cuenta de Facebook. Luego vino la convocatoria del 17 de Noviembre en París y, a partir de allí, la protesta adquiriría una dimensión fenomenal que puso al gobierno de Macron entre la espada y la pared. Lo que no habían podido hacer en tres meses los sindicatos del ferrocarril lo lograron los “chalecos amarillos” en pocas semanas. Y la cosa sigue, y el “contagio” del virus rebelde que llega desde Francia ya se vislumbra más allá de sus fronteras. Se ha insinuado en Bélgica, Holanda y ahora en Polonia, con ocasión de la Cumbre del Clima en Katowice. En Egipto el régimen de Al Sisi prohibió la venta de chalecos amarillos en todo el país como una medida precautoria para evitar que el ejemplo francés cunda en su país.
La revuelta, de final abierto, no es sólo por el precio del combustible. Es una protesta difusa pero generalizada y de composición social muy heterogénea contra la Francia de los ricos y que en cuya abigarrada agenda de reivindicaciones se perciben los contornos de un programa no sólo pos sino claramente anti-neoliberal. Pero hay también otros contenidos que remiten a una cosmovisión más tradicional de una  Francia blanca, cristiana y nacionalista. Ese heteróclito conjunto de reivindicaciones, inorgánicamente expresadas, alberga demandas múltiples y contradictorias aspiraciones producto de una súbita e inesperada eclosión de activismo espontaneísta, carente de dirección política. Esto es un grave problema porque toda esa enorme energía social liberada en las calles de Francia podría tanto dar lugar a conquistas revolucionarias como naufragar en un remate reaccionario. Sin embargo, más allá de la incertidumbre sobre el curso futuro de la movilización popular y la inevitable complejidad ideológica presente en todos los grandes movimientos espontáneos de masas no caben dudas de que su sola existencia ha socavado la continuidad de la hegemonía neoliberal en Francia y la estabilidad del gobierno de Emmanuel Macron.
Y en un mundo de superpoblado de esperpentos como los Trumps y los Bolsonaros, los Macris y los Macrones todo esto es una buena noticia porque el “canto del gallo galo” bien podría despertar la rebeldía dormida –o premeditadamente anestesiada- de los pueblos dentro y fuera de Europa y convertirse en la chispa que incendie la reseca llanura en que las políticas neoliberales han convertido a nuestras sociedades, víctimas de un silencioso pero mortífero holocausto social de inéditas proporciones. No es la primera vez que los franceses desempeñan esa función de vanguardia en la escena universal y su ardorosa lucha podría convertirse, sobre todo en los suburbios del imperio, en el disparador de una oleada de levantamientos populares –como ocurriera principalmente con la Revolución Francesa y el Mayo de 1968- en contra de un sistema, el capitalismo, y una política, el neoliberalismo, cuyos nefastos resultados son harto conocidos. No sabemos si tal cosa habrá de ocurrir, si el temido “contagio” finalmente se producirá, pero los indicios del generalizado repudio a gobiernos que sólo enriquecen a los ricos y expolian a los pobres son inocultables en todo el mundo. No habrá que esperar mucho tiempo pues pronto la historia dictará su inapelable veredicto.
Más allá de sus efectos globales la brisa que viene de Francia es oportuna y estimulante en momentos en que tantos intelectuales y publicistas de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos se regodean hablando del “fin del ciclo progresista” en Nuestra América, que supuestamente sería seguido por el comienzo de otro de signo “neoliberal” o conservador que sólo lo pronostican quienes quieren convencer a los pueblos que no hay alternativas de recambio y que es esto, el capitalismo, o el caos, ocultando con malicia que el capitalismo es el caos en su máxima expresión. Por eso los acontecimientos en Francia ofrecen un baño de sobriedad a tanta mentira que pretende pasar por  riguroso análisis económico o sociopolítico y nos demuestran que muchas veces la historia puede tomar un giro inesperado, y que lo que aparecía como un orden económico y político inmutable e inexpugnable se puede venir abajo en menos de lo que canta un gallo … francés.

Chalecos amarillos: cuando las masas entran en acción

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por Daniela Cobet
LA HAINE  - 05/12/2018

No se trata de un movimiento hegemonizado por la extrema derecha. Los actos racistas, homófobos o islamófobos, han sido muy marginales
Los orígenes
La emergencia del movimiento de los Chalecos Amarillos, hoy en el centro de la situación política, tiene sus raíces en la situación de crisis orgánica profunda que atraviesa Francia y frente a la cual el macronismo aparece más que nunca hoy como respuesta muy coyuntural, en modo alguno a la altura de sus promesas ni de las expectativas que lo llevaron al poder. Más aún, la arrogancia del poder "jupiteriano" y su política de liquidación de los cuerpos intermediarios, de cortocircuito de los mecanismos habituales de concertación, no hizo más que agravar los elementos de "crisis entre representantes y representados". Esto es lo que el propio Macron ha tenido que reconocer durante su alocución surrealista sobre el puente Charles de Gaulle, el 14 de noviembre.
El agotamiento precoz del macronismo, cuyo bonapartismo débil volvió más evidentes aún los primeros síntomas, se aceleró enormemente con el affaire Benalla y las renuncias de Hullot y Collomb. Ante la ausencia, en contraparte, de toda política ofensiva por parte de las direcciones sindicales, es en esta brecha que se colaron otras formas de protesta. Frente al bloque burgués que está detrás del gobierno de Macron, a su estrecha base social, y a falta de un bloque de oposición estructurado en torno de las organizaciones del movimiento obrero, asistimos a la irrupción de un "bloque populista" compuesto fundamentalmente por asalariados y capas medias pauperizadas de la Francia suburbana. La ironía de la historia, sin duda, es que lejos de expresarse en un terreno electoral o alrededor de un líder carismático, como habrían podido creer algunos, de Francia Insumisa a Chantal Mouffe, es en la calle donde emergió este bloque.
Esta Francia suburbana o de las pequeñas y medianas ciudades arruinadas, que se encuentra en el corazón de la movilización, constituye el "lado perdedor" de una fractura social y geográfica profunda entre las metrópolis y la "provincia". El problema no es, bien entendido, geográfico, en la medida en que en esta misma zona suburbana habitan a la vez los miembros de las clases medias superiores que forman parte del bloque burgués macroniano, los sectores obreros y populares, los habitantes venidos de la banlieue de las grandes ciudades, etc. Lejos de todo determinismo geográfico u oposición mecánica entre metrópolis y periferia, vehiculizada por algunos ensayistas cercanos a la extrema derecha, son las dinámicas de las clases subalternas en este espacio geográfico las que son centrales. Los procesos de gentrificación en las metrópolis, pero también en las ciudades de las afueras, el estallido espacial de la estructura productiva y la desindustrialización relativa después de los años '80, al igual que la destrucción del sistema ferroviario de proximidad en beneficio del tren de alta velocidad interurbano (TGV), crearon una situación en la que un número muy importante de asalariados son forzados a recorrer largas distancias en auto para poder llegar a su lugar de trabajo y donde las cuestiones geográficas y sociales se terminan superponiendo, evidentemente con un primado de las segundas.
A esto hay que agregar la "desertificación" de los servicios públicos de todo tipo en esos territorios que obliga, allí también, a emprender largos trayectos por un simple trámite administrativo o por atención médica. Esta cuestión de la destrucción de los servicios públicos es crucial en la medida en que el "Estado de bienestar" de los años de crecimiento, hasta los años '80, se presentó como una especie de justificación, también, de los impuestos, tanto directos como indirectos, recaudados por el Estado como tal. Es por esta razón que históricamente las reivindicaciones o las movilización en torno al "ras-le-bol fiscal" [expresión que hace referencia al "hartazgo" frente al "exceso de impuestos" cobrados por el Estado, N. de T.] tienen a menudo un contenido social de derecha, liberal. Habiéndose roto este "pacto" en torno del "Estado de bienestar", los impuestos aparecen cada más a los ojos de esta Francia suburbana como una suerte de "doble castigo". Ella se ve obligada a pagar más y más impuestos por servicios que cada vez la benefician menos. En este contexto, sobre el fondo de un desempleo creciente en algunos territorios, económicamente menos "dinámicos", agravado por una baja general del poder de compra (alrededor de 440 euros en los últimos diez años) y los ataques contra los jubilados, el aumento de los precios de los combustiles y las tasas impuestas por el gobierno son vistos por esta Francia que-necesita-el-auto como una última provocación, como la gota que rebalsa el vaso y hará precipitar la ira.
Qué no es el movimiento de los Chalecos Amarillos
El movimiento que deriva de esta situación se forma a la imagen de esa Francia suburbana "desde abajo", profundamente heterogénea, social y políticamente, al punto en que es aún difícil tener una caracterización precisa y afirmativa. Algunos hablan de una forma de "jacquerie", en alusión a las revueltas campesinas que atravesaron Francia bajo el 'Ancien régime', fundamentalmente espontáneas, violentas y que agrupaban diferentes capas sociales. Uno pude también pensar en esos movimientos explosivos, que retomaron los métodos de lucha del campesinado, que tuvieron lugar en Francia a principios de los años '60 y que adelantaron el '68. Pero si es demasiado pronto para hacer definiciones precisas y establecer pronósticos, al menos hoy sí es posible y necesario establecer, en relación con los temores que se han expresado en el seno del movimiento obrero, qué no es el movimiento de los Chalecos Amarillos.
Independientemente del modo en que el gobierno, frente a los Chalecos Amarillos y de cara a las próximas elecciones europeas, juega la carta del "progresismo" contra "los extremos" y los "populistas", no se trata de un movimiento hegemonizado por la extrema derecha. El Frente Nacional y los grupúsculos identitarios intentan montarse sobre él, pero en razón de su naturaleza masiva y espontánea. Los actos racistas y xenófobos, homófobos o islamófobos, absolutamente innobles e intolerables, han sido muy marginales si uno tiene en cuento el número de barricadas y piquetes que se realizaron durante los últimos siete días. En su conjunto el movimiento no expresa ninguna reivindicación en ese sentido.
Tampoco se trata de un movimiento anti-impuestos de derecha como los que dieron lugar al 'Tea Party' en los EEUU, es decir, un movimiento orientado por la ideología ultra-liberal y que predica una reducción del rol del Estado en la economía, la destrucción de los servicios públicos, etc. Los Chalecos Amarillos denuncian más bien una forma de injusticia fiscal y se oponen en sus discursos a la "desertificación" de los servicios públicos en los territorios rurales o suburbanos.
No es un movimiento instrumentalizado por un sector de la patronal transportista o ligado al sector petrolero, por ejemplo, como habríamos podido temer al comienzo, y como fue el caso del último movimiento de camioneros en Brasil, en mayo pasado, o el caso del movimiento de los "Forconi", la movilización anti-fiscal que desestabilizó fuertemente el gobierno de Letta, en Italia en 2013.
No es un movimiento compuesto o estructurado fundamentalmente en torno a sectores de la pequeño-burguesía y las clases medias (artesanos, profesiones liberales o cuentapropistas) sino compuesto de una fracción consistente de trabajadores y trabajadoras, jubilados, empleados tanto en el sector privado como en el público o, por el contrario, condenados al desempleo. El número de mujeres, y en especial de jóvenes mujeres en los piquetes y barricadas es la prueba, por otra parte, no solamente del carácter excepcional sino también de la profundidad de la movilización.
Se trata entonces de un movimiento de masas ciertamente interclasista pero de ninguna manera reaccionario que además constituye hoy el principal desafío al gobierno de Macron y en el que participan decenas de miles de trabajadores. Es por lo tanto un deber de las organizaciones del movimiento obrero y la izquierda hacer todo lo que esté su alcance para desarrollar y dotar de una perspectiva de clase el proceso en curso, aportando sus demandas y sus métodos de lucha.
A propósito de eso, una reflexión de Lenin en 1916 que circula desde hace unos días en los medios de la extrema izquierda es particularmente clarificadora:
Quien espere una revolución social "pura" no la verá jamás. Será revolucionario de palabra, que no comprende la verdadera revolución [...] La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que una explosión de la lucha de masas de todos y cada uno de los oprimidos y descontentos. Los elementos de la pequeño-burguesía y de los obreros atrasados participarán inevitablemente: sin esa particpación, la lucha de masas no es posible, ninguna revolución es posible. Y también, inevitablemente aportarán al movimiento sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y sus errores. Pero objetivamente, atacarán al capital y la vanguardia conciente de la revolución, el proletariado avanzado, expresando esta verdad objetiva de una lucha de masas despareja, discordante, abigarrada, a primera vista sin unidad, podrá unirla y orientarla, conquistar el poder, apropiarse de los bancos, expropiar los trust odiados por todos (¡aunque por motivos diferentes!) y realizar otras medidas dictatoriales que en su conjunto tendrán por resultado el derrocamiento de la burguesía y la victoria del socialismo" (Lenin, "Balance de la discusión sobre autodeterminación").
Si parafraseamos a Lenin, habría que decir que el movimiento de los Chalecos Amarillos expresa precisamente esta masa de pequeño-burgueses pauperizados y de asalariados que componen la gran masa social del mundo del trabajo y no de los sectores más avanzados, por ende con sus prejuicios y sus ideas: a menudo no sindicalizados, pero no siempre, a veces base electoral del Frente Nacional o de la Francia Insumisa, sin duda en gran parte abstencionistas por despecho, poco acostumbrados a la huelga y menos aún a la confrontación con la policía, con mil ilusiones sobre la forma en que la situación podría mejorar si la "morsa fiscal" se aflojara, etc. Sin embargo, su movimiento hoy entra en contradicción objetivamente con la orientación de la patronal y choca de frente con Macron y su gobierno.
Clases medias y extrema derecha
Todo esto no quiere decir que no exista el peligro de capitalización por la extrema derecha del proceso en curso, al contrario. Es lo que por otra parte subraya Cécile Cornudet en Les Echos:
Hablar a esos franceses, Chalecos Amarillos y simpatizantes, más que acercarse al movimiento mismo. Marine Le Pen conoce el motor antipolítico y sabe también que los accesos de fiebre pueden bajar repentinamente. Más que el movimiento, es lo que este revela y las huellas que dejará lo que le interesa: el "sufrimiento", la "angustia" que expresa el 75 % de los franceses cuando piensa en el mañana, más que la "bronca" de un momento. Sobrevivir a los chalecos amarillos. Dieciocho meses después del debate entre las dos vueltas, ella asegura que esas imágenes desaparecen y que ahora disfruta de un "alineamiento de los planetas": caída de Macron en las encuestas, imposición de la cuestión social cuando una parte de sus tropas le reclaman concentrarse sobre la inmigración ("combato igualmente el desclasamiento y la desposesión"), impulso populista en Europa y por último la proximidad de las elecciones europeas que a menudo le son favorables.
Más globalmente, la situación se caracteriza por una aceleración brusca de la situación política, con tendencias crecientes a la acción directa y a las formas de radicalización, incluidos los sectores menos politizados. Siguiendo la lógica de Trotsky durante los años '30, incluso si el movimiento actual tiene un fuerte componente obrero, este tipo de proceso puede reforzar las tendencia a la revolución tanto como a la contra-revolución fascista.
Es en este sentido que la situación desarrolla cada vez más rasgos pre-revolucionarios. En uno de los escritos de 1934 que componen ¿Adónde va Francia?, Trotsky describe así el estado de ánimo de la pequeño-burguesía:
La pequeña burguesía, las masas arruinadas de las ciudades y del campo, comienza a perder la paciencia [...] El campesino pobre, el artesano, el pequeño comerciante, se convencen en los hechos de que un abismo los separa de todos esos intendentes, de todos esos abogados, de todos esos arribistas políticos [...] que, por su forma de vida y por sus concepciones, son grandes burgueses. Es precisamente esta desilusión de la pequeña burguesía, su impaciencia, su desesperación, lo que explota el fascismo. Sus agitadores estigmatizan y maldicen a la democracia parlamentaria, que respalda a los arribistas [...] pero que nada da a los pequeños trabajadores.
Pero lejos de sacar la conclusión de que el pasaje de la pequeño-burguesía hacia el campo del fascismo es inevitable, Trotsky insistirá durante todo el período sobre la necesidad de disputar para el proletariado la influencia sobre esta capa de la sociedad:
La pequeña burguesía es económicamente dependiente y está políticamente atomizada. Por eso no puede tener una política propia. Necesita un "jefe" que le inspire confianza. Ese jefe individual o colectivo (es decir, una persona o un partido) puede ser provisto por una u otra de las clases fundamentales, sea por la gran burguesía, sea por el proletariado. [...] Para atraer a su lado a la pequeña burguesía, el proletariado debe conquistar su confianza. Y, para ello, debe comenzar por tener él mismo confianza en sus propias fuerzas. Necesita tener un programa de acción claro y estar dispuesto a luchar por el poder por todos los medios posibles.
Si algunos pueden acusar a la extrema izquierda o algunos de sus componentes de no ver más que las posibilidades y no los peligros de la situación como la que vivimos, es interesante enfocarse en los análisis de los especialistas de la extrema derecha, que no podrían ser calificados de "izquierdistas", por ejemplo el de Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Radicalidades Políticas (ORAP):
La recuperación –subraya en una entrevista– no está escrita para Marine Le Pen. Que los militantes de RN vayan a una barricada no significa que sen recibidos con los brazos abiertos ni todos los que estén en ella vayan a votar a RN. Este movimiento parece haber escapado al conjunto de los representantes políticos. Marine Le Pen incluida. Entonces me pregunto si este discurso antisistema tan presente no es precisamente una señal de que la época de Marine Le Pen y de 'Rassemblement National' (nombre actual del Frente Nacional, N. de T.) quedó detrás nuestro. Puede ser el signo de que ya hemos pasado a otra cosa.
El rol nefasto de las direcciones sindicales y las tendencias por abajo en el movimiento obrero
Estas son las razones por las que es crucial que el movimiento obrero tenga una política hegemónica frente al movimiento de los Chalecos Amarillos y por las que la política de las direcciones sindicales juega hoy un rol de división nefasto: basta pensar en las declaraciones de Laurent Berger, por la Confederación Francesa Democrática del Trabajo , las del nuevo patrón anti-chalecos amarillos de Fuerza Obrera o aún en la CGT, con su comunicado que no osa nombrarlos, más que de manera alusiva, y que llamó a una jornada de acción "alternativa" a la movilización de los Chalecos Amarillos el 1 de diciembre, desconectada de la dinámica en curso, como de todo plan de batalla serio.
Ahora, la tarea del momento es precisamente luchar contra esta división y hacer que el movimiento obrero organizado ocupe su lugar, con su programa y sus métodos, en la movilización actual. Durante estos días, algunos elementos demuestran que este objetivo es posible. Pensemos en los llamados de muchas estructuras intermedias de la CGT, como la Federación Química de la Unión Departamental 13, o de los camioneros de FO a las jornadas de huelga por salario, en relación con la movilización de los Chalecos Amarillos. Hay también un principio de unidad entre los Chalecos Amarillos y el sector de la CGT que entró en huelga en la refinería de la Méde, cerca de Marsella, después con los estibadores en Habre y Calais. Pensamos también en el caso de Perpignan, donde una delegación de Chalecos Amarillos fue a tocar la puerta de la Unión Departamental de la CGT para proponerles unirse a ellos. La confluencia entre los ferroviarios combativos de Intergares, así como del Comité por verdad y justicia por Adama Traoré [joven negro asesinado por la policía, NdT], colectivos antirracistas y LGTB y de sectores del movimiento estudiantil con los chalecos amarillos en la movilización de este sábado 1 de diciembre muestra también que esta unidad es posible.
Más en general hay una evolución palpable sobre el terreno en los dos sentidos. De un lado, el apoyo al movimiento progresa más entre los simpatizantes de la izquierda radical que entre los de la extrema derecha, 83 % de los simpatizantes del FN apoyan la continuidad del movimiento contra un 92 % de Francia Insumisa. Del lado de la derecha anti-impuestos, Los Republicanos [partido de Macron, N. de T.] encuentra aún así demasiada anarquía. Si el movimiento real de los Chalecos Amarillos comienza a enfriar una parte de sus apoyos de la primera hora, parece también sacar conclusiones de su propia experiencia.
Después de la exitosa jornada del 17, frente a una negativa a ceder de un gobierno debilitado pero siempre determinado a reformar el país cueste lo que cueste, la pregunta de cómo continuar el movimiento se planteó abiertamente para los Chalecos Amarillos. Frente a la imposibilidad muy concreta de sostener los bloqueos durante la semana, la idea de convocar a otros sectores comenzó a circular muy rápidamente, a veces con una propuesta de "calendario" para que los choferes de ambulancias, choferes de remises, ferroviarios, etc., tomaran el relevo por turnos. Vemos así emerger una reflexión y una evolución al nivel de los métodos, a menudo con una apreciación crítica del bloqueo a los automovilistas, en favor de un método que privilegie como blanco las grandes empresas y los símbolos del Estado.
¿Y ahora?
Son tiempos de dejar atrás toda tergiversación y pasar a la acción para que el movimiento obrero y el movimiento estudiantil y de la juventud se unan con sus propias banderas al movimiento en curso, la que será la mejor manera para que los anticapitalistas y revolucionarios estén en condiciones de aportar una estrategia y un programa a la movilización en curso para hacer retroceder a Macron. Luchando contra contra toda deriva racista u homófoba en el seno del movimiento, así como contra la represión y en primer lugar la de la gendarmería francesa en La Réunion, se trata de formular de la manera más audible posible un "programa obrero contra la carestía de la vida" que pase por la constitución de comités de acción, reagrupando a escala local a los Chalecos Amarillos, pero también a otros trabajadores en lucha, sindicalistas combativos y estudiantes, y que debería plantear:
- un aumento general de salarios, pensiones y "mínimos sociales" [prestaciones sociales no contributivas, N. de T.] que como mínimo permita recuperar el poder adquisitivo perdido en los últimos diez años (¡400 euros para todos!) y su indexación según la tasa de inflación;
- la abolición de la TIPP (Taxes Intérieure sur les Produits Pétroliers) y de todos los impuestos indirectos como el TVA [equivalente al IVA, N. de T.], abolición de los peajes y establecimiento de una fiscalidad realmente progresiva que grave las grandes fortunas y el capital;
- la nacionalización bajo control obrero de Total y todos los grupos petroleros;
- la contratación masiva de trabajadores en las escuelas, hospitales, transportes, la construcción de nuevas estructuras de proximidad en la zona suburbana, la anulación de la reforma ferroviaria que suprime las pequeñas líneas.
Para amplificar el nivel más político del movimiento de los Chalecos Amarillos, que cristalizó en parte en la consigna de "Macron, dimisión", y que expresa una desconfianza respecto de las instituciones y de la casta política más en general:
- contra la V República, supresión de la función "monárquica" del presidente, disolución del Senado aristocrático en favor de una cámara única que una los poderes legislativo y ejecutivo, donde los diputados serían elegidos por sufragio universal sobre la base de asambleas locales, revocables permanentemente por sus electores y que perciban el salario medio de un obrero especializado.
Medidas como estas no pueden más que hacer avanzar la lucha por un verdadero gobierno de los trabajadores y sectores populares, que constituiría una verdadera salida revolucionaria contra esta dictadura de una minoría de ricos y de grandes capitalistas que nos gobiernan. Ellas se hacen eco de los aspectos más "antisistema" y radicales del movimiento de los Chalecos Amarillos a los que los revolucionarios deben dar una respuesta, programática y en la acción, a la altura del desafío.
Révolution Permanente Dimanche. Traducido por Izquierda Diario

Francia. Movilización de los chalecos amarillos
Lo que está en juego en esta movilización popular

25/11/2018 | Léon Cremieux
Desde hace casi un mes se desarrolla en Francia un movimiento que no tiene precedentes. El 14 de noviembre, a lo largo y ancho de Francia se produjeron no menos de 2500 bloqueos de carreteras y de peajes de autopistas, en una movilización que aglutinó a 300.000 chalecos amarillos (porque los manifestantes se colocan el chaleco amarillo obligatorio en los vehículos). Durante toda la semana posterior se han seguido manteniendo numerosos bloqueos en ciudades de tamaño medio. Y el sábado 24, de nuevo, se han desarrollado multitud de acciones en las que han participado más de 100.000 personas, de las cuales 8.000 a Paris en los Campos Elíseos, provocando más de 1.600 bloqueos.
Este movimiento nació al margen de los partidos y los sindicatos. Se construyó a partir de las redes sociales en base al rechazo al anuncio gubernamental de incrementar a partir del 1 de enero de 2019 el impuesto de los carburantes a través del TICPE (siglas en francés del impuesto interior por el consumo de productos energéticos). Un incremento de 6,5 céntimos por litro de gasóleo y de 2,9 céntimos por el sin plomo de 95 oct. Ya en 2018 el impuesto sobre el gasóleo se incrementó en 7,6 céntimos. Sobre el litro de gasóleo a 1,45 €, el Estado se apropia aproximadamente de un 60% a través de impuestos; es decir, 85,4 céntimos. El gobierno también prevé incrementos de 6,5 céntimos para los años 2020 y 2021. Se trata del tercer mayor impuesto de Europa sobre el gasóleo tras el Reino Unido e Italia.
Ahora bien, a diferencia de la mayoría del resto de países europeos, en Francia el consumo del gasóleo es mayoritario: representa el 80% del consumo de carburante. Y hay que tener en cuenta que el precio del gasóleo ha aumentado un 23% el último año.
El llamamiento contra este incremento del impuesto, del que se hizo eco un artículo del principal diario popular del país, Le Parisien, logró el apoyo de centenas de miles de personas a mediados de octubre. Cifra que alcanzó el millón a primeros de noviembre. A partir de ahí, se pusieron en pie numerosos grupos Facebook en todo el país y los vídeos contra la incremento de este impuesto fueron visionados por millones de veces a través de internet (entre ellos había uno lanzado por un grupo de extrema-derecha: Début la France). Después, un chofer de lanzó el llamamiento para bloquear la circunvalación parisina el 17 de noviembre. Fecha a la que se sumaron miles de iniciativas locales para bloquear las rutas y las rotondas y que se iban agregando en un mapa interactivo puesto en pie por dos internautas chalecos amarillos. Finalmente, los grandes medias (a la cabeza de ellos la cadena BFM TV) se hicieron eco del fenómeno, dándole una mayor dimensión.
Así pues, a partir de la simple firma de un manifiesto, el movimiento se extendió como la pólvora.
¿Qué tipo de movimiento?
Este movimiento choca directamente con el gobierno, pero también con ¡los responsables sindicales y políticos! Ha sido sorprendente el contraste entre la extensión del movimiento entre las clases populares, la enorme simpatía que ha suscitado, sobre todo en las empresas, el apoyo masivo entre la población (70% de apoyo en vísperas del 17 de noviembre) y la caricatura a la que se le ha sometido en muchos ámbitos de la izquierda, criticando, sin ningún rigor, que detrás del mismo estaba la patronal del transporte por carretera y la extrema-derecha. Ahora bien, el conjunto de las organizaciones patronales condenó los bloqueos y exigió al gobierno acabar con los mismos; encuanto a la extrema-derecha, es cierto que Nicolas Dupont Aignan, dirigente del pequeño partido Debout la France, se viene desgañitando desde mediados de octubre con un chaleco amarillo ante los media. Asimismo, Rassemblement National (antiguo FN, con Marine Le Pen a la cabeza) le dio su apoyo, aunque desmarcándose de los bloqueos de carreteras… Ahora bien, la mayoría de organizadores de chalecos amarillos han marcado distancias con este embarazoso apoyo.
Por su parte, Les Republicans (derecha tradicional) y el Partido socialista, expresaron con discreción su simpatía con el movimiento. En sentido contrario, si bien responsables de la France Insoumise como J.L. Melenchon o François Rufifin, así como Olivier Besancenot (NPA) expresaron su apoyo al movimiento, todas las grandes organizaciones sindicales (no solo la CFDT, sino también la CGT y Solidaires) rechazaron apoyar las manifestaciones, haciendo hincapié en la manipulación de la extrema derecha y la patronal del transporte por carretera.
En realidad, los chalecos amarillos son la expresión de un movimiento profundo de las clases populares. En Francia, todos los días, son 17 millones las personas que van a trabajar fuera de sus municipio de residencia; es decir, 2/3 de las personas activas; y un 80% de ellas utiliza su medio de transporte personal. Así pues, la preocupación por el precio del carburante es muy grande entre las capas populares: tanto en la región parisina (donde solo el 50% de las personas asalariadas utiliza el transporte público para ir al trabajo) y en el resto de regiones.
Por tanto, la cuestión del impuesto anunciado afecta ¡a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras! La gente asalariada, y sobre todo sus familias, se ven obligadas a vivir cada vez más lejos de los centros urbanos; la precariedad acentúa este alejamiento del lugar del trabajo. En la región parisina, el 50% que se ve obligado a utilizar el vehículo para ir a trabajar se corresponde a menudo con la gente que habita en la periferia o trabaja en horas intempestivas.
El coste del transporte en coche, y sobre todo el diesel, ha explotados estos últimos años en un contexto en el que el índice de inflación oficial se ha utilizado como pretexto para no incrementar los salarios.
Los chalecos amarillos polarizan una exasperación popular en relación al poder de compra, los salarios y las pensiones, con un carácter de clase evidente.
Ahora bien, esta exasperación también cataliza una cólera difusa debida al descrédito del gobierno, a la acumulación de los ataques contra el poder de compra, las pensiones… y a los múltiples regalos concedidos a los ricos, a los capitalistas. También el descrédito de los partidos políticos que habiendo dirigido el país en alternancia son los responsables de la actual situación social.
Gracias a las reformas fiscales del gobierno, a la supresión del ISF (impuesto sobre las fortunas), la reducción del impuesto sobre las rentas del capital, el 1% de los más ricos verán incrementar sus fortunas en un 6% en 2019, y el 0,4% de los más ricos incrementarán su poder de compra en 28.300€. Al mismo tiempo, el 20% de los menos ricos, con las reforma de los subsidios para vivienda y la reducción de las pensiones, verán reducirse sus ingresos sin ver incrementadas las prestaciones sociales al mismo tiempo que los precios siguen incrementándose.
Impopularidad y crisis de gobierno
Una gran parte de la población ve a Macron como el presidente de los ricos, de los muy ricos. El incremento del impuesto sobre los carburantes, que golpea sobre todo a la gente con salarios más bajos, tras los regalos que ha hecho a los más ricos, ha sido la gota de agua que ha desbordado el vaso.
Además, debido a su política de clase y al descrédito que acumula, el gobierno Macron atraviesa una situación de crisis acelerada desde el verano. El affaire Benalla fue el escándalo del verano. Alexandre Benalla, miembro de la seguridad personal de Macron, reconocido como culpable de agredir a manifestantes el 1 de mayo, emergió como la expresión de una prácticas presidencial basada en utilizar los servicios del Estado para sus necesidades personales a cambio de dar manga ancha a sus colaboradores. Mutas mutandis, lo que le ocurrió a Fillon en víspera de las elecciones presidenciales.
A este escándalo le siguió la dimisión de Nicolas Hulot, la cara ecologista de Macron, tras múltiples renuncias a sus compromisos en el ámbito de la transición energética. Dimisión a la que siguió la de Collomb, ministro del Interior y uno de los primeros en apoyar al nuevo presidente, que dimitió a principios de otoño. Estas sucesivas crisis internas dan testimonio del desgaste acelerado de este gobierno y de la debilidad de su base política y social.
Todas las encuestas sitúan la popularidad de Macron por debajo de la de François Hollande en el mismo momento de su mandato.
Las reivindicaciones de los chalecos amarillos

En todos los mensajes de los chalecos amarillos a través de las redes sociales y en los bloqueos, la exigencia de la retirada del nuevo impuesto sobre los carburantes se mezcla, más allá del cabreo por la carestía de la vida, la exigencia del restablecimiento del impuesto sobre las fortunas… y, a menudo, pura y simplemente la exigencia de que Macron dimita.
Con el objetivo de ganar apoyo popular, a la hora de justificar el nuevo impuesto sobre carburantes, el gobierno utiliza el argumento de la necesidad de combatir el cambio climático y luchar contras la emisión de gases de efecto invernadero y de partículas finas. El portavoz del gobierno, Benjamin Grivaux, pensaba obtener el apoyo de la izquierda ecologista denunciando a "quienes fuman tabaco y circulan con diesel". Pero incluso en el campo electoral ecologista, el incremento del impuesto no tuvo una acogida favorable y la perorata despectiva del gobierno no dio en el blanco.
La razón fundamental de ello es que toda la política de este gobierno (como la de los precedentes) da la espalda a los urgentes imperativos ecológicos: impulsando el uso indiscriminado del vehículo y el diesel, no hace nada para desarrollar el transporte colectivo, tanto en las zonas rurales como en las grandes ciudades. Más teniendo en cuenta, como hemos indicado más arriba, que las clases trabajadoras ven cada vez más distanciados los centros de trabajo de su lugar de residencia.
El hacer pagar el plato fundamentalmente a sectores de la población que no tienen opción de cambiar su modo para desplazarse… ¡ni cambiar de vehículo!, resulta de una arrogancia gubernamental insoportable.
En la contrarreforma ferroviaria puesta en pie por el gobierno se prevé suprimir más de 11000 Km. de vía férrea en tanto que el transporte de mercancías ha sido sacrificado en beneficio del transporte por carretera. En paralelo se exonera a Total (compañía petrolera) de toda contribución fiscal y se le da carta blanca para continuar con las exploraciones para extracción de petróleo.
Además, el debate sobre la ley financiera para 2019 ha puesto al descubierto que más de 500 millones del impuesto sobre carburantes van a ser utilizados no para la transición ecológica, sino a absorber el déficit presupuestario de 2019 y compensar así la recaudación menos por la supresión del impuesto sobre la fortuna.
Durante semanas, el gobierno y los media se han empeñado en intentar desacreditar el movimiento presentándolo como el de "la Francia periférica", de los "territorios olvidados", de una revuelta de gente inculta y sin conciencia del cambio climático (ver análisis de Gerar Noiriel 1/).
¿Y el movimiento obrero organizado?
El movimiento obrero y sus organizaciones no están a la cabeza de este movimiento de chalecos amarillos. Esto expresa tanto su pérdida de influencia en muchas regiones y como entre colectivos laborales. Es también, como señalan responsables de ATTAC y de la Fundación Copernic en la trtibuna publicada en Le Monde 2/el resultado de las derrotas acumuladas por los movimientos sociales estos últimos años.
La voluntad de realizar los bloqueos, de impulsar acciones directas tiene su origen en el rechazo a las formas tradicionales de manifestación, si bien se enmarca en las acciones de bloque impulsadas por los sectores sociales combativos
Además, la política practicada por las direcciones sindicales, la debilidad del recambio de ese movimiento popular plantean un problema. Esta política ha tomado como pretexto las maniobras de la extrema derecha o la voluntad "apoliticista" de los chalecos amarillos. Pero como dicen los responsables de ATTAC y Copernic en la citada tribuna, "No se podrá combatir estar desconfianza o su instrumentalización por la extrema derecha, ni el riesgo del anti-fiscalidad, practicando la política de la silla vacía o culpabilizando a las y los manifestantes. Por el contrario, se trata más bien dotarse de los medios para pesar en seno y ganar la batalla cultural y política en el seno de ese movimiento contra la patronal y la extrema derecha que quieren fagocitarlo".
Muchas estructuras y militantes sindicales no han dudado en prestar su apoyo y llamar a participar en las acciones de los chalecos amarillos: por ejemplo, la CGT de la Metalurgia, Sud-Industria, FO-Transporte y numerosos llamamientos unitarios en diversos departamentos que han puesto por delante una plataforma reivindicativa de incrementos salariales, contra los impuestos indirectos que perjudican a las clases populares y por una reforma fiscal progresiva sobre los salarios.
A menudo, estos llamamientos rechazaban de forma clara los impuestos sobre los carburantes poniendo por delante la necesidad de una verdadera política ecológica que afecte a compañía petrolífera Total, que impulse el transporte colectivo y el transporte de mercancías por carretera.
En las redes militantes, e incluso en la prensa, todos los informes dan testimonio de la base popular de este movimiento, compuesto fundamentalmente de gente asalariada y pensionistas, al lado de autónomos o pequeños empresarios, toda esa gente que sobrevive con salarios bajos en plena ofensiva gubernamental. Los militantes del NPA que han participado en los bloqueos o han distribuidos hojas en los mismos, informan de la buena acogida de los mismos y, sobre todo, de la sintonía en torno a las exigencias de restablecimiento del impuesto sobre las fortunas y el fin de los regalos fiscales a los más ricos.
Los retos del movimiento
Por tanto, más allá de cómo continúe el movimiento existen retos importantes para este movimiento. Uno de ellos, sin que conlleve su control, lograr que se estructure democráticamente y converja con las organizaciones del movimiento obrero dispuestas a desarrollar un combate común de confrontación general con el poder.
El gobierno desea que los chalecos amarillos no sean más que un paréntesis perturbador antes de volver a una vida política y social normal. Tras el 17 de noviembre, todos los media insistieron hasta saciar sobre los enfrentamientos habidos en los bloqueo, la gente herida que resultó herida y la muerte de una chaleco amarillo, atropellada por una automovilista. Insistían también sobre los inaceptables pero muy marginales actos racistas y homófobos que se daban con el fin de desacreditar al conjunto del movimiento. Aún si es más prudente que con las manifestaciones del movimiento social, estos últimos días el poder ha reprimido con dureza los bloqueos y sobre todo la manifestación de los Campos Elíseos de este sábado. Poco habituados a manifestaciones de calle y aún menos a los enfrentamientos, sectores amplios de chalecos amarillos se han visto impresionados por la violencia utilizada, sin que ello ponga en cuestión la voluntad de realizar nuevos bloqueos. El poder espera que las imágenes de los enfrentamientos y el acercamiento de las fiestas de fin de año llevarán a la extinción del movimiento.
Por ello, Si el movimiento obrero se sitúa en la misma lógica, la responsabilidad sería grande. Aún cuando sea marginal, la extrema derecha está en la emboscada de cara a este movimiento y espera que no surja ninguna perspectiva anticapitalista para el futuro del mismo. El movimiento de las Horcas (Forconi) en Italia en 2013, que tuvo ciertas similitudes con el de los chalecos amarillos tiene que alertarnos
Así pues, este movimiento se encuentra ante retos importantes sea cual sea su continuidad. Uno, sin que lo encorsete, lograr que se estructure democráticamente y converja con las organizaciones del movimiento obrero dispuestas a desarrollar un combate común para hacer frente al poder. El gobierno espera que los chalecos amarillos no sean más que un paréntesis perturbador antes de volver a una vida política y social normal. Si el movimiento obrero se sitúa en la misma lógica, la responsabilidad sería grande. Aún cuando sea marginal, la extrema derecha está en la emboscada de cara a este movimiento y espera que no surja ninguna perspectiva anticapitalista para el futuro del mismo. El movimiento de las Horcas (Forconi) en Italia en 2013 3/, que tuvo ciertas similitudes con el de los chalecos amarillos tiene que alertar a quienes (sobre todo los anticapitalistas) quieren que la ira popular, la exasperación social, no solo se vuelva contra este gobierno de ricos sino que abara la vía a una ofensiva anticapitalista que abra la vía a la emancipación.
24/11/2018
León Cremieux, sindicalista y militante del NPA
Traduccción: viento sur
1/ (1)https://noiriel.wordpress.com/2018/11/21/les-gilets-jaunes-et-les-lecons-de-lhistoire/
2/ http://www.fondation-copernic.org/index.php/2018/11/22/les-gilets-jaunes-sont-aussi-le-produit-dune-succession-dechecs-du-mouvement/
3/ https://www.courrierinternational.com/article/interview-il-y-six-ans-des-gilets-jaunes-avant-lheure-en-italie

Una manifestación anti-Macron se apodera de París

Una manifestación anti-Macron se apodera de París
EN VIVO:

© AFP 2018 / Christophe Archambalut
12:54 15.12.2018  SPUTNIK NEWS
Los Campos Elíseos de Paris albergan una manifestación contra el mandatario francés, Emmanuel Macron. La oleada de protestas surgió tras la decisión de alzar los impuestos a los combustibles.
Las manifestaciones se celebran cada sábado desde mediados de noviembre. En vísperas del próximo evento, el presidente del país resaltó la necesidad de mantener la paz y "restaurar la actividad normal".
Francia vive una oleada de protestas de los 'chalecos amarillos', que inicialmente protestaban contra la subida de los precios de los combustibles y los impuestos relacionados.
Más información: "Guerra civil transatlántica": ¿qué hay detrás de las protestas masivas en París?
Más tarde, las exigencias de los manifestantes se extendieron a otros aspectos de la situación social francesa.

Francia encara el quinto sábado de los 'chalecos amarillos'

Publicado: 15 dic 2018 07:41 GMT - RT
Cuatro sábados de protestas, un discurso a la nación del presidente, medidas sociales, una moción de censura y una huelga general preceden a esta jornada.
Francia encara el quinto sábado de los 'chalecos amarillos'
Un manifestante sujeta una bandera francesa y un chaleco amarillo en Somain, Francia. 8 de diciembre de 2018.
Pascal Rossignol / Reuters
Francia encara el quinto sábado consecutivo de protestas desde que el movimiento de los 'chalecos amarillos' tomara las calles, dejando cifras de centenares de heridos y miles de detenidos hasta ahora, tras el prólogo de la huelga general que vivió el país este viernes.
Por el camino, el presidente de la República, Emmanuel Macron, ha defendido unas medidas que después ha tenido que admitir que demoraría al menos seis meses y ofrecer respuestas a través de disposiciones económicas a una masa social descontenta, a quien de momento parece que no le ha resultado suficiente.
Además, el primer ministro, Edouard Philippe, ha tenido que hacer frente a una moción de censura en la Asamblea Nacional francesa planteada por el ala izquierda de la Cámara que ha podido salvar, pero que le ha obligado a explicar cómo piensa conjugar las medidas anunciadas por el presidente con el cumplimiento de sus compromisos con Bruselas.

El inicio

El origen de esta crisis estuvo en la subida de los impuestos a los carburantes. Tras la explosión de la protesta, las reivindicaciones se diversificaron y se centraron en aquellas cuestiones que tenían que ver con el encarecimiento del coste de la vida y con la exigencia de recuperar los servicios públicos perdidos en la Francia periférica.
De este modo, el 17 de noviembre, Francia y el resto del mundo se sorprendían con la magnitud de la protesta que un grupo, hasta entonces desconocido, y que tomaba como denominación el nombre de la prenda característica de los conductores, 'chalecos amarillos', llevó a cabo en las calles galas. Al menos 227 personas resultaron heridas y 117 fueron detenidas por la Policía. También se produjo la primera víctima mortal: una mujer murió atropellada accidentalmente en una de las manifestaciones que tuvo lugar ese día.
El siguiente sábado las marchas continuaron, y siete estaciones del metro de París tuvieron que ser cerradas por las protestas, que esa jornada fueron duramente reprimidas por las Fuerzas de Seguridad, y que volvieron a dejar al menos 130 detenidos y 30 heridos.
Los enfrentamientos adquirieron cada vez un carácter más violento, con numerosos destrozos en el mobiliario urbano, en vehículos y en las tiendas e inmuebles de las zonas afectadas, que incluso incluyeron el saqueo de algunos comercios. 

El Gobierno comienza a echar marcha atrás

Macron condenó duramente las protestas, tachando la violencia ejercida de "vergüenza".
Pero la defensa de las medidas económicas, y más concretamente la subida de los impuestos a los combustibles, hecha por el mandatario francés tras los dos primeros sábados de disturbios, poco a poco se fue debilitando, y el 28 de noviembre ya admitía que estaba dispuesto a recibir a una delegación de los 'chalecos amarillos' para discutir sobre el aumento de tasas, medida que todavía sostenía.
Protesta de los 'chalecos amarillos' contra la subida del precio del combustible en Bruselas, Bélgica, 8 de diciembre de 2018. / Yves Herman / Reuters
Mientras, el movimiento se extendía fuera de las fronteras francesas, y en Bélgica los manifestantes comenzaron a tomar las calles exigiendo también el cese de la subida en los precios de los combustibles y los impuestos. También aquí acabaron teniendo como resultado decenas de personas detenidas. La capital belga continuaría con las protestas y dos fines de semana después sus calles sumaban hasta 450 detenciones.
Esta semana, también en Alemania se han producido acciones en solidaridad con los trabajadores franceses. Así, el lunes hubo paros en los transportes públicos germanos.

Campo de batalla

Para el 1 de diciembre, el tercer sábado consecutivo de protestas, París ya se había convertido en un campo de batalla, con 140 personas detenidas tan solo en los Campos Elíseos. Las imágenes de esa jornada que recorrieron los medios de todo el mundo incluían automóviles en llamas, destrozos en material urbano, enfrentamiento con los agentes de Policía, gases lacrimógenos, cañones de agua o pintadas en edificios emblemáticos como el Arco del Triunfo parisino.
Ese tercer sábado acabó con 12 periodistas de RT heridos en una jornada en la que las cifras iban aumentando a medida que pasaban las horas. El cómputo final: más de 400 personas detenidas y 133 heridos, incluidos 23 policías.
Manifestantes ante el Arco del Triunfo de los Campos Elíseos. París, 1 de diciembre de 2018. / Lucas Barioulet / AFP
No solo París estaba en el punto de mira. Otras ciudades francesas también estaban participando de la protesta. En Toulouse más de 50 personas fueron detenidas.

El Gobierno cede con la subida de impuestos a los carburantes

Tras el tercer sábado de protestas, el primer ministro francés canceló su viaje a la Cumbre del Clima de la ONU, mientras el Ejecutivo se planteaba imponer el Estado de emergencia.
Pero la protesta popular, poco a poco fue haciendo mella en el Gobierno, y el 4 de diciembre Philippe acabó anunciando que se suspendía el aumento de las tasas de los combustibles previstos para el comienzo del año y que una moratoria de seis meses retrasaría la entrada en vigor de la medida. El gesto llegó demasiado tarde, y ya no solo era esa la reivindicación de las masas que habían tomado las calles y que además contaba con el respaldo de una aplastante mayoría de la ciudadanía francesa.

Las protestas continúan

El cuarto fin de semana de manifestaciones, el 8 de diciembre, casi 90.000 policías tomaron la capital francesa. En esta ocasión, también los estudiantes se habían sumado ya a la protesta, en su caso, en contra de la reforma educativa de Macron. Unos 280 institutos se vieron afectados mientas que más de 700 estudiantes resultaron detenidos.
En París, se reportaron más de 1.150 detenidos por las fuerzas de seguridad y 71 heridos. El cómputo nacional fue mayor: casi 1.400 arrestados. Los destrozos continuaron produciéndose, al igual que los enfrentamientos y los altercados. Ese día los actos vandálicos incluyeron el saqueo de una tienda de Apple en la ciudad de Burdeos que en unos segundos quedó absolutamente desvalijada.

Y llegaron las medidas para acallar las protestas

El lunes 10 de diciembre Emmanuel Macron se dirigió a la nación en un discurso televisado. Su objetivo era anunciar una batería de medidas para aplacar la revuelta, atendiendo a algunas de las reclamaciones de los protestantes.
Tras una jornada en la que el Elíseo reunió a doce ministros, los presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado, el presidente del Consejo Económico y Social, presidentes de las asociaciones de alcaldes, regiones y departamentos, los máximos responsables de los principales sindicatos y la patronal, el presidente francés anunció que, además de la moratoria a la subida de impuestos para el combustible que estaba prevista para este 1 de enero, también se había aprobado:
  • La subida de 100 euros mensuales del salario mínimo, hasta los 1.600 euros.
  • La congelación del alza de las cotizaciones para los jubilados con pensiones inferiores a 2.000 euros.
  • La exclusión de la tributación de las horas extra.
  • Una petición a las empresas para que paguen una prima especial a los trabajadores con los sueldos más bajos al final del año, no sujeta a impuestos.
  • La aceleración de la supresión de impuestos municipales para las familias más modestas.
  • Medidas de acompañamiento y ayuda a los comerciantes que están sufriendo la crisis de los 'chalecos amarillos'.
"Ningún país avanza si no escucha también esa parte de cólera legítima de los pueblos", dijo Macron este jueves para defender sus medidas a su llegada a la cumbre comunitaria en Bruselas.
Estas concesiones no acallaron a las calles parisinas, y al día siguiente, eran los estudiantes quienes salían a protestar por la reforma educativa planteada por Macron.

Y la moción de censura

A pesar de que el enfado de los manifestantes se centra en el Gobierno, y muy concretamente en el presidente Emmanuel Macron, el partido que soporta al Ejecutivo galo cuenta con una amplia mayoría en la Asamblea Nacional.
No obstante, la situación que vive el país en las últimas semanas ha provocado que los grupos de izquierda del Parlamento hayan presentado una moción de censura que, a pesar de no salir adelante, forzó al primer ministro a tener que detallar en la Cámara su presupuesto para 2019, donde afirmó que "la seriedad del presupuesto no es una cuestión de dogma, sino de ética".
Uno de los caballos de batalla que se presenta ahora al Gabinete de Philippe es la crítica de que las medidas adoptadas supondrán un coste de alrededor de 10.000 millones de euros, que dispararán el déficit público hasta el 3,4%, poniendo al Estado en apuros para cumplir sus compromisos económicos con Bruselas.

El atentado en Estrasburgo no frena a los 'chalecos amarillos'

Entre las medidas anunciadas por Macron el lunes y la moción de censura debatida el miércoles se produjo un terrible atentado en Estrasburgo que dejó tres víctimas mortales.
El portavoz del Gobierno francés, Benjamin Griveaux, pidió este miércoles suspender las protestas hasta dar con el terrorista, al igual que hizo el presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, que dijo que "el movimiento debe detenerse ahora". Incluso la líder ultraderechista Marine Le Pen se sumó a esta petición.
Por su parte, el izquierdista Jean-Luc Mèlenchon fue uno de los pocos políticos que apeló a proseguir con las reivindicaciones.
La muerte del terrorista este jueves a manos de las Fuerzas de Seguridad ha quitado presión en este sentido a los manifestantes.

¿Cómo es el movimiento que ha echado un pulso al Gobierno francés?

Los 'chalecos amarillos' ('gilets jaunes', en francés) es un movimiento que carece de un líder conocido y que se organiza a través de las redes sociales. No tiene dirección, ni organización, ni portavoces oficiales, a pesar de que algunas personas se han significado para hacer de interlocutores con el Gobierno para exponer las demandas del movimiento.
Tiene una composición heterogénea, en su seno se encuentran personas de clase media y pensionistas, jóvenes de la periferia de París y otras grandes ciudades, y grupos de jóvenes de extrema izquierda y extrema derecha que son quienes en su mayoría han protagonizado los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad francesas.
Después de la jornada más violenta, el 1 de diciembre, el 72% de los franceses apoyaban a los 'chalecos amarillos' y el 90% pensaba que el Gobierno no había estado a la altura de las circunstancias, según una encuesta recogida por el diario francés Le Journal du Dimanche.

Al menos siete víctimas mortales

Desde que comenzó la revuelta han sido varias las víctimas mortales que se han producido relacionadas con los enfrentamientos que han tenido lugar en las calles francesas.
Si el día en que todo comenzó una mujer moría atropellada accidentalmente, al menos otras cinco personas han muerto en accidentes o incidentes en los cruces de carretera o salidas de autopista donde protestan los 'chalecos amarillos'. La última de ellas se produjo este jueves, cuando un joven fue atropellado por un camión en Avignon en una barricada de manifestantes y dio lugar a la detención del conductor responsable.
Además, una mujer de 80 años, que no participaba en las protestas, murió al impactar en su cara una granada de gas lacrimógeno que se introdujo en su domicilio de Marsella el 1 de diciembre.
Nuria López

CGT anuncia huelga nacional en Francia en apoyo a chalecos amarillos

Por Kaos. Internacional
Publicado en: 14 diciembre, 2018
La Confederación General del Trabajo (CGT) de Francia, el mayor sindicato de esa nación, llamó a una huelga nacional para este viernes 14 de diciembre. 
Sectores sindicales franceses llaman al “Gran día de acción el 14 de diciembre en todo el territorio”, en medida de apoyo de los chalecos amarillos.
La Confederación General del Trabajo (CGT) de Francia, el mayor sindicato de esa nación, llamó a una huelga nacional para este viernes 14 de diciembre.
Esta determinación se une a la lucha social que han venido realizando los ciudadanos en torno al movimiento chalecos amarillos, los que iniciaron un conjunto de manifestaciones en contra del alza de carburantes, anunciado para entrar en rigor en enero de 2019, pero que ahora extendió sus demandas.
El paro general está establecido con la premisa “Debemos actuar por un aumento inmediato de los salarios, las pensiones y la protección social”, sentencia que denuncia el detrimento de los salarios y el estancamiento del poder adquisitivo que sufre la sociedad francesa.
Sectores ligados a las manifestaciones en contra de las medidas económicas que ha venido anunciando y aplicando el presidente de FranciaEmmanuel Macron, ven como una afrenta las más recientes declaraciones del mandatario, el pasado martes, en las que estipuló planes estratégicos para frenar las protestas.
En ese sentido, las manifestaciones se recrudecieron en rechazo al aumento del sueldo mínimo interprofesional, la exención fiscal de las horas extras y la eliminación del incremento de los impuestos a la Seguridad Social para los jubilados.
De esta manera se abre el pliego de paro general en Francia como un llamado a la reivindicación de derechos laborales de la nación gala.
Telesur


Convocan a huelga nacional en Francia en apoyo a los “chalecos amarillos”

13 diciembre 2018 | CUBADEBATE

Francia convulsiona entre protestas.
La Confederación General del Trabajo de Francia convocó a una huelga nacional para mañana en apoyo a la lucha social iniciada por el movimiento denominado chalecos amarillos, en contra de la política del Gobierno.
‘Debemos actuar por un aumento inmediato de los salarios, las pensiones y la protección social’, indica el llamado del mayor sindicato de esta nación, que aboga por la recuperación del poder adquisitivo de la sociedad.
También se refiere al paro como ‘Gran día de acción el 14 de diciembre en todo el territorio’, donde continúa el descontento y los bloqueos de vías, pese a medidas decretadas el lunes por el presidente, Emmanuel Macron.
Con la intención de frenar las protestas, el Gobierno anunció el aumento del salario mínimo en 100 euros mensuales, la congelación del alza de las cotizaciones para los jubilados con pensiones inferiores a dos mil euros, la exclusión de tributación de las horas extras, entre otras disposiciones.
La convocatoria al paro general se suma a las disímiles acciones de los chalecos amarillos durante el último mes, a las cuales se unieron miles de personas en un llamado a la reivindicación de derechos laborales.
Para el líder del partido de izquierda Francia Insumisa, Jean-Luc Melenchon, las iniciativas gubernamentales no responden a las demandas de la población, pues los sectores más ricos continúan siendo los más privilegiados, y convocó a otra marcha para el sábado.
El Gobierno, que decretó estado de emergencia económica y social, pidió la suspensión de las protestas del movimiento este fin de semana, por la situación que vive el país tras un tiroteo ocurrido el martes, en el que murieron tres personas y resultaron heridas otras 13.
Las protestas se iniciaron el 17 de noviembre contra el alza de los costos del combustible, pero luego los descontentos extendieron sus demandas a la reducción de los impuestos en general y el acceso igualitario a la seguridad social.
Además, piden el respeto a los derechos de los trabajadores, el fin de la política de austeridad y la protección a los migrantes.
Miles de ciudadanos acuden a las demostraciones de los chalecos amarillos y más cuatro mil 500 fueron detenidos por agentes antidisturbios, en tanto cientos resultaron heridos.
(Con información de Prensa Latina)

Miles de ciudadanos acuden a las demostraciones de los chalecos amarillos y más de cuatro mil 500 fueron detenidos

Convocan a huelga nacional en Francia en medio de crisis

La Confederación General del Trabajo de Francia convocó a una huelga nacional para hoy en apoyo a la lucha social iniciada por el movimiento denominado chalecos amarillos, en contra de la política del Gobierno.
‘Debemos actuar por un aumento inmediato de los salarios, las pensiones y la protección social’, indica el llamado del mayor sindicato de esta nación, que aboga por la recuperación del poder adquisitivo de la sociedad.
También se refiere al paro como ‘Gran día de acción el 14 de diciembre en todo el territorio’, donde continúa el descontento y los bloqueos de vías, pese a medidas decretadas el lunes por el presidente, Emmanuel Macron.
Con la intención de frenar las protestas, el Gobierno anunció el aumento del salario mínimo en 100 euros mensuales, la congelación del alza de las cotizaciones para los jubilados con pensiones inferiores a dos mil euros, la exclusión de tributación de las horas extras, entre otras disposiciones.
La convocatoria al paro general se suma a las disímiles acciones de los chalecos amarillos durante el último mes, a las cuales se unieron miles de personas en un llamado a la reivindicación de derechos laborales.
Para el líder del partido de izquierda Francia Insumisa, Jean-Luc Melenchon, las iniciativas gubernamentales no responden a las demandas de la población, pues los sectores más ricos continúan siendo los más privilegiados, y convocó a otra marcha para el sábado.
El Gobierno, que decretó estado de emergencia económica y social, pidió la suspensión de las protestas del movimiento este fin de semana, por la situación que vive el país tras un tiroteo ocurrido el martes, en el que murieron tres personas y resultaron heridas otras 13.
Las protestas se iniciaron el 17 de noviembre contra el alza de los costos del combustible, pero luego los descontentos extendieron sus demandas a la reducción de los impuestos en general y el acceso igualitario a la seguridad social.
Además, piden el respeto a los derechos de los trabajadores, el fin de la política de austeridad y la protección a los migrantes.
Miles de ciudadanos acuden a las demostraciones de los chalecos amarillos y más cuatro mil 500 fueron detenidos por agentes antidisturbios, en tanto cientos resultaron heridos.

Francia: La izquierda anuncia una moción de censura contra Macron por los 'chalecos amarillos'

El Partido Socialista, La Francia Insumisa y el Partido Comunista piden que grupos se sumen a su iniciativa en la Asamblea Nacional, para "demostrar que otra vía es posible"
Miembros del movimiento de los chalecos amarillos, el símbolo de una protesta de los conductores franceses contra los altos precios del combustible diesel, ocupan una rotonda en Roppenheim, Francia. REUTERS / Vincent Kessler
Miembros del movimiento de los chalecos amarillos, el símbolo de una protesta de los conductores franceses contra los altos precios del combustible diesel, ocupan una rotonda en Roppenheim, Francia. REUTERS / Vincent Kessler
Los partidos de izquierda en el Parlamento francés presentarán el próximo lunes una moción de censura contra el Gobierno por su gestión de la crisis de los "chalecos amarillos" y para presentar que "otra vía es posible".
Según anunció este jueves el primer secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, la moción de censura tiene el respaldo de La Francia Insumisa (izquierda radical) y del Partido Comunista, aunque desean que otros grupos se sumen a su iniciativa en la Asamblea Nacional.
En declaraciones a la prensa, Faure explicó que los tres grupos van a "buscar que en los próximos días se amplíe el marco" de los partidos que se sumen a la moción, que tiene escasas opciones de prosperar debido a la cómoda mayoría absoluta de la que dispone el partido gubernamental, La República En Marcha (LREM).
Consciente de ello, el líder socialista se preguntó: "¿Para qué sirve? Para demostrar que otra vía es posible (...) Hay una finalidad común, que la fiscalidad sea más justa".
Los diputados deberán votar en la Asamblea Nacional la moción de censura al menos 48 horas después de su presentación, prevista para el lunes.
"Vemos claramente que hay un gobierno que va directo contra la pared y que mantiene la misma lógica política. Nuestra responsabilidad colectiva es detener esto y asegurarnos de que cambiamos de gobierno, y por tanto de política", señaló por su lado Ugo Bernalicis, diputado de La Francia Insumisa.
Para el representante izquierdista, si los políticos no encauzan el malestar "llegará el desorden", por lo que "hay medios institucionales para actuar, para que el Parlamento actúe".

Un centenar de liceos bloqueados en Francia por las protestas de los alumnos

Protestas en Francia (archivo)
© REUTERS / Philippe Wojazer
17:31 03.12.2018 - SPUTNIK NEWS
PARÍS (Sputnik) — Un centenar de liceos franceses quedaron total o parcialmente bloqueados por las manifestaciones de alumnos que protestan por las reformas educativas, informa el portal de la emisora France Info, citando al Ministerio de Educación.
En particular, los jóvenes manifiestan su rechazo a las reformas del bachillerato y del liceo, así como a la aplicación web de orientación educativa del nivel superior Parcoursup.
Las protestas fueron convocadas por la Unión Nacional de Estudiantes de Secundaria (UNL, por sus siglas en francés).
Según el medio, muchos de los alumnos expresan su apoyo al movimiento de los chalecos amarillos.
En la ciudad de Clermont-Ferrand (centro), los manifestantes lanzaron proyectiles contra la policía, que respondió con gas lacrimógeno.
En el municipio de Aubervilliers, al norte de París, un automóvil y cubos de basura fueron quemados frente a un liceo.
De acuerdo con las primeras estimaciones de las autoridades locales, entre las ciudades más afectadas por las protestas escolares están Toulouse, con unos 40 establecimientos bloqueados; y Créteil, en la región parisina, con unos 20.
También resultaron afectados liceos de Marsella, Lyon, Burdeos, Montpellier y Dijon, entre otras ciudades.
Las protestas de los chalecos amarillos en Francia —llamados así porque los activistas visten prendas de alta visibilidad en carretera— comenzaron el 17 de noviembre como manifestaciones contra el alza en el precio de los combustibles, pero rápidamente se extendieron a otros temas como los nuevos impuestos y la disminución del poder adquisitivo.
El pasado 1 de diciembre, las manifestaciones en París derivaron en disturbios y enfrentamientos con las fuerzas del orden, que se saldaron con 133 heridos. Un total de 412 personas fueron detenidas.

URUGUAY
"Obviamente, ante una arremetida de la derecha no son tiempos de golpear al frenteamplismo de izquierda porque estructuran el paraguas real sobre el que puede disputarse el Estado y catapultarse una síntesis de mayor profundidad. El progresismo, en acuerdo o en desacuerdo, es siempre el piso sobre el cual debemos proyectar las transformaciones porque es la síntesis de cambio que forjó nuestro pueblo durante décadas. No sirve para nada sentarse a esperar que la derecha rancia haga pedazos al progresismo como en Brasil para señalarlo con el dedo y decirle "esto es tu culpa"."

"Las alianzas deben ser claras para las fuerzas socialistas. Hay una negociación consciente de por medio con objetivos claros y cesiones limitadas. En este sentido, la disputa del malestar tiene que ver con una clarificación del campo de alianzas de las fuerzas socialistas. Izquierda social e izquierda política podemos colaborar en direccionar el malestar si lo hacemos desde y para los sectores subalternos. Si lo hacemos contra la derecha y los privilegios. Obviamente no estamos para hacerle el caldo gordo a los "riquillos" progre, ni a los burócratas, ni a varios politiqueros de oficio que hay en sus filas. Pero somos conscientes que hay militantes y fuerzas organizadas que suscriben al progresismo con quienes debemos estar codo a codo. La única forma de disputar el movimiento de la realidad es amplificar desde todos los rincones posibles pocas ideas fuerza, claras y populares."

"Lo que nos coloca en el incómodo lugar de pensar a paso acelerado la necesidad de una nueva alternativa de síntesis política, es la inminencia de un ajuste, es la fuerza derechizante que empuja en la región con un odio implacable, es la responsabilidad histórica de continuar con el laburo de los militantes socialistas que nos precedieron. Seguir en la vereda de la militancia social como si fuera la militancia en estado puro y no pasar a la vereda de la organización política en estos momentos resulta irresponsable. No alcanza la tarea intelectual o periodística que busca ocupar el sitio del terapeuta que desafía al progresismo poniéndole el espejo de su matriz ideológica. No alcanza el lugar de la crítica sin adhesión política organizada en estos momentos. La demostración de fuerza que hace la derecha radical, solo puede combatirse con demostración de fuerza de la izquierda y eso implica estar organizados políticamente. No alcanza el sentimiento cómodo y autocomplaciente de la orejanía escéptica. Hay que empezar ese camino laburando desde ahora con amplitud y lucidez, afinando la puntería para no comernos el retroceso de un derechazo infame que reposicione el neoliberalismo ultra, el conservadurismo ideológico y el debilitamiento de las organizaciones populares."

"El progresismo se come el desgaste de los problemas propios del capitalismo uruguayo porque no puede criticar lo que no va a modificar".

Entrevista a Ramón Gutiérrez

HEMISFERIO IZQUIERDO

December 7, 2018
En el II Manifiesto de Hemisferio Izquierdo manejamos la tesis de que estamos ante el agotamiento de las estrategias de conciliación de clases, en particular en América Latina, de los progresismos, lo que provoca un estado de malestar social que requiere ser interpretado y disputado. ¿Te parece adecuada esa idea? ¿Compartís su centralidad? ¿Qué implicancias se derivan de ello?

Vale la pena rascar en algunos elementos. Desde que ganó, el FA el malestar concreto no cesó porque había y hay muchos orientales que la pasan muy mal y había y hay problemas graves hijos de la degradación social propia de la desigualdad y la dependencia que caracterizan nuestra sociedad, de la desestructuración social y la falta de identidad y proyecto colectivo solidario, como la pobreza, el desempleo, la carencia de vivienda, la depresión, el suicidio, las adicciones al juego, al consumo, al alcohol y otras drogas; la violencia social rapiñera y la violencia machista que tiene como manifestación más grave decenas de mujeres asesinadas por año. Lo que varió fue donde se depositó la responsabilidad. De hecho, la izquierda revolucionaria debió aprender a lidiar con el malestar sin quedar excluida de la esfera del debate político, de la interlocución política con las grandes mayorías. Porque al malestar se le oponía una esperanza feroz en el proceso progresista, una deslegitimación abrumadora de la derecha como alternativa y una realidad económica y política que mostraba permanentes pruebas de movimiento y superación gradual de algunos problemas importantes y avances en derechos.

Podríamos decir que nosotros éramos los que “más vivíamos” el malestar porque oponíamos al proceso progresista una comparación abstracta de cambio social de mayor calado, un programa de reformas más estructurales, básicamente un cambio que disputara poder para garantizar procesos de mayor igualdad social duradera y no tan asociada al flujo transitorio de renta agraria. Nuestro malestar era en “tiempo histórico” y “estrategia”, mientras que el “tiempo presente” decía que la cosa iba. En este período muchos militantes nos "refugiamos" en la lucha social y “cedimos” la síntesis política al progresismo. A nuestro modo nos cuadramos. Hicimos lo que entendimos teníamos que hacer para continuar un proceso histórico de unidad del movimiento popular y la izquierda social. Hicimos lo que nos daba la fuerza: mantener encima de la mesa la critica sistémica y el horizonte socialista, estar en la base cuando un contingente brutal de militantes asumieron responsabilidades de gobierno, rascar en la estrategia cuando el posibilismo nublaba la vista, no parar de formarnos y aprender. Intuíamos que esto era insuficiente, que era necesario asumir nuevos desafíos político-organizativos y ahora salta a la vista que lo es. Lo paradógico es que tuvimos que aprender a lidiar con una subjetividad de esperanza ingenua en el país de primera (ingenua porque soñaba con que era posible un cambio duradero socializante sin confrontación con la clase dominante) y ahora debemos reaprender a hacer lo que siempre hicimos que es señalar que los males más acuciantes que tenemos las personas tienen que ver centralmente con las relaciones sociales capitalistas, con un proyecto civilizatorio vacío de sentido y una inserción dependiente del Uruguay y América Latina.

El “tiempo presente” nos da la razón, se junta con el “tiempo histórico”, pero no tenemos para ofrecer un vehículo con cuerpo que permita poner arriba de la mesa un camino alternativo.

La derecha hizo su juego correctamente todo este tiempo, que es jugar al desgaste y mantener la posición de hegemonía dentro de la oposición al progresismo. Mantuvo su lugar en la economía y se hizo fuerte allí. Agazapada se llenó los bolsillos, invirtió como siempre en los medios de comunicación, siguió pagando intelecto para proyectar sus movimientos con astucia. Al principio parecía que le costaba recomponerse del golpe progresista porque era un continente que se encaminaba en ese sentido. Pero poco a poco fueron dando con la forma: a la subjetividad esperanzada le montaron un cuquito “por la positiva” y como a la economía no la podían criticar demasiado en un contexto de crecimiento y mejora de distribución del ingreso, centraron sus baterías en educación y seguridad, temas sensibles si los hay. Primero con la “baja” y ahora con la “militarización” intentan ocupar el sitio de la autoridad y el orden. Ante la incapacidad de criticar un rumbo que arrojaba resultados concretos para mucha gente, colocaron las baterías en la gestión, intentando posicionarse desde el lugar de la capacidad. En la región, la corrupción fue el asunto principal y acá lograron su chivo expiatorio con Sendic y Ancap, intentando ocupar el sitio de la transparencia y la defensa del dinero de la gente.

Antes, durante y después, lograron que la ideología del mercado centrara la forma de hacer política y de pensar el estado y combatieron ferozmente todo intento de reposicionar el socialismo en el horizonte de alternativas. Jamás abandonaron la batalla ideológica, teniendo los organismos multilaterales, al mercado y el consumo como principales propagandistas. La izquierda revolucionaria, sombreada totalmente por el progresismo no pudo más que clavar la estaca y resistir. Las debilidades y fragmentación propias, la debilidad de cuadros populares, el ínfimo entramado comunicacional con la masa y el enojo impotente desembocan en el vacío parcial que hoy tenemos aquí y en otros países que transitaron proyectos neo-desarrollistas: cuando la derecha logra taclear al progresismo (de formas legítimas e ilegítimas), no hay quien agarre con fuerza la bola para seguir pa`la izquierda. Eso es responsabilidad nuestra y de nadie más, no hay lugar para la queja y el llanto.

Los tiempos se aceleran cuando el panorama económico da muestras de enlentecimiento y las cifras de desocupación tuvieron un pequeño aumento, la gente empezó a ver el futuro con menos esperanza y la región fue girando a la derecha. Honduras y Paraguay fueron señeros con golpes duros y blandos de por medio. A partir de ahí el continente apretó el acelerador: Acá montaron operaciones mediáticas brutales de amplificación de los males sociales realmente existentes y comenzaron un operativo muy eficaz de desgaste por múltiples vías para ganar el campo de la sociedad civil y las calles que es un terreno de la izquierda. Los mecanismos centrales para lograr el desgaste en Uruguay son inclusión financiera (apuntando a barrer para adentro al pequeño comercio), sector agropecuario (apuntando a recuperar parte del interior que había ganado el FA y relanzar el programa de achique del Estado y las privatizaciones), seguridad (apuntando a ganar pueblo trabajador) y anti-diversidad / antifeminismo (apuntando a abroquelar el cerno conservador). Cada iniciativa monta grupos en las redes sociales que permiten el bombardeo deslegitimador del gobierno. Los disparates que pueden escucharse en boca de la gente son inimaginables, pero no importa.

La búsqueda es la desafiliación de esa población del proyecto progresista porque saben que las otras alternativas de izquierda son débiles y no serán vistas como alternativa real por la masa. Con la hegemonía sobre la oposición, el desgaste del gobierno es capital para la derecha. Están muy cerca de recuperar el Estado que es la pieza de disputa central de la lucha de clases hoy día.

La centralidad de la disputa del malestar es la centralidad del movimiento en el cambio social. Cuando hay malestar, hay un cuerpo social presto al movimiento en un nuevo sentido. Lo que hace la derecha es doble: generar el contexto de amplificación del malestar y direccionarlo. Nosotros estamos unos cuantos pasos atrás: debemos disputar la dirección del movimiento de la realidad pero sabiendo que el ajedrecista rival tiene la jugada armada hace rato.

Lo que nos abruma ahora es que resulta insuficiente estar en la base y una nueva síntesis que proyecte fuerza no se construye así nomás. Estamos como perro embosalado queriendo participar de una contienda para la que no nos inscribimos.

El progresismo insistirá probablemente en un camino que debilita a la izquierda, asillona militantes e hipoteca el sustento de masas de un proyecto de transformación más igualitaria. El progresismo se come el desgaste de los problemas propios del capitalismo uruguayo porque no puede criticar lo que no va a modificar.

Quien no se mete con los ricos, quien no se mete con los recursos estratégicos, quien tiene entre sus filas a varios pitucos acomodados no puede pedir paciencia y comprensión a los pobres.

Obviamente, ante una arremetida de la derecha no son tiempos de golpear al frenteamplismo de izquierda porque estructuran el paraguas real sobre el que puede disputarse el Estado y catapultarse una síntesis de mayor profundidad. El progresismo, en acuerdo o en desacuerdo, es siempre el piso sobre el cual debemos proyectar las transformaciones porque es la síntesis de cambio que forjó nuestro pueblo durante décadas. No sirve para nada sentarse a esperar que la derecha rancia haga pedazos al progresismo como en Brasil para señalarlo con el dedo y decirle "esto es tu culpa".

Cuando hablamos de una estrategia de conciliación de clases hablamos con los socialistas. No con aquellos integrantes del progresismo cuyo horizonte es la conciliación, es la perpetuación de la desigualdad. Pero la forma de debate para nosotros refiere a la política de alianzas. ¿Con quienes nos estamos aliando? ¿Con quiénes no nos vamos a aliar jamás? ¿Qué se negocia y que no se negocia en esa alianza?

Cuando uno escucha al frenteamplismo de izquierda, el marco de alianzas es el movimiento popular: trabajadores, estudiantes, cooperativistas, feministas, pequeña producción y pequeño comercio, intelectuales y artistas. Pero el progresismo no es tan claro ni acotado, sino no sería problema para nadie porque no hay conciliación sino diversidad bienvenida.

En una alianza no se negocia sufrimiento popular. Ante un ajuste no está en discusión quien lo paga. Es en ese sentido que parece agotarse esta alianza de clases: una fuerza socialista no puede "gobernar" un ajuste antipopular mientras siguen habiendo privilegiados que la juntan en pala y mientras los cargos políticos viven acomodados. Parte del malestar que se come el progresismo tiene que ver con la desocupación y falta de perspectivas que creció en estos años. Los socialistas no pueden "gobernar" sin alarma, sin sacrificio en sus filas esa realidad, no pueden recitar estadísticas frías cuando el sufrimiento tiene rostro de camarada. Quedar en medio de ese entuerto es suicida, es dinamitar la base, prender fuego las banderas y colocar las alianzas como si fueran principios, que no es el lugar que tienen en la política.

Las alianzas deben ser claras para las fuerzas socialistas. Hay una negociación consciente de por medio con objetivos claros y cesiones limitadas. En este sentido, la disputa del malestar tiene que ver con una clarificación del campo de alianzas de las fuerzas socialistas. Izquierda social e izquierda política podemos colaborar en direccionar el malestar si lo hacemos desde y para los sectores subalternos. Si lo hacemos contra la derecha y los privilegios. Obviamente no estamos para hacerle el caldo gordo a los "riquillos" progre, ni a los burócratas, ni a varios politiqueros de oficio que hay en sus filas. Pero somos conscientes que hay militantes y fuerzas organizadas que suscriben al progresismo con quienes debemos estar codo a codo. La única forma de disputar el movimiento de la realidad es amplificar desde todos los rincones posibles pocas ideas fuerza, claras y populares.

Aquí algunos desafíos que se desprenden de un nuevo estado de ánimo popular:

No puede quedar dudas sobre quienes defienden derechos y quienes defienden privilegios. Antes no las tenía, pero hoy el pueblo tiene dudas porque al asillonamiento lo acompañan patacones. El político de oficio es un trabajador muy bien pago y para que el pueblo acepte esa remuneración sin chistar, el representante habrá de pelear con uñas y dientes para que el derrame llegue a la base.  Sino llega, habrá de ser generoso y auto-imponerse un límite en su salario para que no queden dudas de que los sillones se ocupan por una causa colectiva y no para beneficio particular. Los privilegios son de la derecha. Las carencias son nuestras. Los derechos como letra muerta en la constitución son de ellos. Los derechos que se ejercen son nuestros. Una masa inculta y vulnerable es de ellos. Hombres y mujeres responsables con herramientas y conocimiento es de nosotros. El egoísmo y el acaparamiento son de ellos. La generosidad y la trascendencia son nuestras. Si eso no se ve y vive así, el pueblo castiga.

No pueden quedar dudas sobre quien representa el orden y quien representa el caos. Quien representa la autoridad social y quien el capricho del dinero. Quien una sociedad con todos y para todos y quien una sociedad de unos pocos para unos pocos. Orden para todos, contra todo parasitismo es la consigna de nosotros. Autoridad social contra todos los desvíos particulares que atenten contra el interés general.

 Autoridad y orden contra el acaparamiento de unos pocos ricachones. Autoridad para hacer respetar de forma ecuánime la constitución y los derechos de todos los ciudadanos. Vamos a poner en su sitio a los chorros de guante negro y de guante blanco. Ellos para el gatillo fácil. Nosotros para límites claros con la vida por encima. Ellos para apilar chorros en la cárcel, degradarlos, multiplicar el odio y la profesión del delincuente. Nosotros para construir sentido de responsabilidad y dignidad con disciplina, educación, ciudadanía, oficio, trabajo y oportunidades concretas. Ellos para el caos del libre mercado depredador. Nosotros para el trabajo organizado de acuerdo a las necesidades de las mayorías. Ellos para aumentar el ejército de reserva y disminuir el precio de la mano de obra. Nosotros contra el ocio impuesto que garantiza el desorden y el desanimo.

No puede quedar dudas de quien defiende la democracia y quien representa la subversión de los acuerdos constitucionales. La democracia es un asunto de nosotros. El autoritarismo de ellos. La participación es un asunto de nosotros. La obediencia de ellos. La eficacia de la democracia para solucionar los problemas es un asunto de nosotros. La deslegitimación por inútil de todo espacio público es un asunto de ellos.

No puede quedar dudas sobre quien defiende un Estado mínimo o achanchado y burocrático y quien defiende un Estado popular activo en la economía y los servicios. No puede quedar dudas para la izquierda sobre el lugar clave que tiene la propiedad pública de los bienes y servicios estratégicos. No puede quedar dudas de las razones que motivan a la derecha a sacralizar la propiedad privada. Jamás podemos perder la batalla contra el burocratismo y su manifestación en los dirigentes políticos ni en la estructura de mando funcionarial porque debilita el proyecto de la clase, la divide y le da pasto a las fieras que desean privatizar todo. El burocratismo es servil a ellos. La decisión colectiva y la delegación de responsabilidades claras, con recursos y poder de actuación eficaz y eficiente es nuestra. Lavarse las manos y mirar para el costado es de ellos. Asumir las responsabilidades y sus consecuencias es de nosotros. La inamovilidad genérica es de ellos. La proyección y la seguridad de los buenos laburantes sin importar su filiación ideológica es de nosotros. El reunionismo infértil y controlador es servil a los intereses de ellos. La democracia con tiempos delimitados para deliberar, decidir y organizar tareas es nuestra. La dirección débil en el campo público es servil a la fuerza del mercado. El mandar obedeciendo a la soberanía nacional planificada es de nosotros. La competencia cruel es de ellos. La cooperación es nuestra. El acomodo de los amigotes en los cargos públicos es de ellos. Los más capacitados en los puestos públicos orientados por el proyecto colectivo es de nosotros. Un Estado raquítico y opaco es de ellos. Un estado activo con control democrático transparente es de nosotros.

No pueden quedar dudas de quienes defienden a los trabajadores precarios, a los cuentapropistas, a los bolicheros, a los pequeños productores y quienes están con la ley de la selva que es la ley del dinero y la competencia feroz donde el grande se come al chico.

Hoy el pueblo tiene demasiadas dudas porque las tiene el progresismo y confunde. Nosotros no tenemos dudas: Igualdad, orden, democracia, Estado activo, estímulo y trabajo garantizado.

A pesar del desinfle del progresismo, parecen aparecer sujetos colectivos potentes en el ámbito de la izquierda social. En el II Manifiesto planteamos como otra tesis central que es necesario la construcción de nuevas referencias políticas de masas, y que estas deben apoyarse en estos sujetos emergentes. ¿Es preciso caminar hacia allí? ¿las herramientas ya existen? ¿hay que construirlas? ¿cuáles son las formas y procesos necesarios a transitar?
Si. Hay que caminar. Con mucha responsabilidad, sin moralina, sin acusaciones de traición y todos esos berretines hijos de la debilidad que han operado como bálsamo para el sectarismo ultrista dentro de la izquierda. Nos necesitamos entre todos los militantes socialistas adscritos a distintas organizaciones políticas y sociales. Hay que ir hacia una nueva síntesis con aplomo y tendiendo puentes sin descanso.

La política de masas no es antojadiza. Es distinto al trabajo de base que estamos acostumbrados a hacer. La política de masas es de cuadros, de adhesión y representación. Se expresa como física pura. Son vectores de fuerza en puja interna dentro de bloques y resultantes que terminan contraponiéndose como oposición binaria. Hoy asistimos a cierta atomización de partidos: Unidad Popular, PERI, Partido de los Trabajadores y Frente Amplio en izquierda y centro izquierda. Partido Nacional, Partido Colorado, Partido de la Gente y Partido Independiente en la derecha y centro derecha. Si uno mira este abanico piensa que no hay nada por inventar. Más aun si abrimos el FA con un amplísimo abanico de fuerzas de izquierda en su interior y algunas organizaciones políticas que no tienen acción electoral.

Pero las construcciones organizativas obedecen a otras razones humanas, no tiene que ver sólo con lo escrito (estrategia, programa, principios, etc.) o con la oferta del ancho de banda electoral. La necesidad de una nueva referencia política de masas en Uruguay tiene algunas motivaciones centrales: A. La existencia de un contingente de militantes que no adscriben al progresismo, que tienen legitimidades forjadas en batallas más recientes y que tiene vocación de militancia.  B. Parte de la izquierda extra frenteamplista no tiene vocación unitaria a nivel social y se muestra incapaz de incluir estos sujetos de forma integrada, ni de respetar la autonomía de las organizaciones sociales. C. Hay asuntos medulares para la vida de todos nosotros que no están en la agenda de debate público. D. La profundización de la virulencia de la derecha, E- la necesidad de relanzar una perspectiva socialista amplia con una nueva estrategia de poder.

El FA ha tenido escisiones por izquierda y por derecha lo cual es también sintomático del desgaste, de la lógica de “pases” de la politiqueria de oficio y del agotamiento que ustedes señalan. Ahora son tiempos para resistir la embestida de la derecha yendo a la ofensiva. No hay como buscar el centro porque la polarización la impone la derecha. Si la resultante es producto de los vectores de fuerza en puja, una radicalización de la derecha necesita de una radicalización de la izquierda porque quien busque el punto muerto juega para el lado del enemigo. Si ellos se radicalizan colocando problemas realmente existentes, mas fácil para nosotros porque sabemos que no tienen solución con ellos. ¿Trabajo? ¿Más salario? ¿Menos violencia y mas integración? ¿Educación para todos? ¿Transparencia? La derecha no tiene nada para ofrecer ahí.
Es cierto que hay movimientos en la sociedad civil organizada que dan cuenta de expresiones especificas de la lucha de clases vitalizada: feminismo, bienes comunes, movimiento obrero masificado, movimiento cooperativo en franco crecimiento. El FA dialoga con estos movimientos y funciona como vehículo de parte importante de sus demandas. No existe un vacío total de representación de estos movimientos. Claro está que todos estos movimientos llevan implícita una crítica sistémica que no salda el progresismo. Pero donde hay mayor debilidad de la izquierda social y política es en el trabajo popular con los sectores más postergados: con los precarios, los cuentapropistas, los barrios periféricos. Son contados los militantes y organizaciones barriales que están dando la batalla ahí que es donde apunta sus baterías la derecha más rancia y conservadora. Los nuevos sujetos que ustedes mencionan entonces deben ser parte estructurante de la forma y el contenido de una nueva síntesis política, pero ésta debe trascenderlos, tener vida propia y estimular la militancia de base y la política comunicacional de masas hacia los sectores más postergados de la sociedad. Ahí es donde se precisa más la mano tendida, la solidaridad cotidiana, la organización, la autonomía hija de la fuerza colectiva. Ahí se precisa comunidad y oportunidades concretas arrancadas con lucha.

Lo que nos coloca en el incómodo lugar de pensar a paso acelerado la necesidad de una nueva alternativa de síntesis política, es la inminencia de un ajuste, es la fuerza derechizante que empuja en la región con un odio implacable, es la responsabilidad histórica de continuar con el laburo de los militantes socialistas que nos precedieron. Seguir en la vereda de la militancia social como si fuera la militancia en estado puro y no pasar a la vereda de la organización política en estos momentos resulta irresponsable. No alcanza la tarea intelectual o periodística que busca ocupar el sitio del terapeuta que desafía al progresismo poniéndole el espejo de su matriz ideológica. No alcanza el lugar de la crítica sin adhesión política organizada en estos momentos. La demostración de fuerza que hace la derecha radical, solo puede combatirse con demostración de fuerza de la izquierda y eso implica estar organizados políticamente. No alcanza el sentimiento cómodo y autocomplaciente de la orejanía escéptica. Hay que empezar ese camino laburando desde ahora con amplitud y lucidez, afinando la puntería para no comernos el retroceso de un derechazo infame que reposicione el neoliberalismo ultra, el conservadurismo ideológico y el debilitamiento de las organizaciones populares.

Uruguay en la encrucijada: ¿sigue el Frente Amplio o vuelve la derecha?

por Nicolás Centurión

Análisis
23/11/2018 - ALAI

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Foto: ALAI
Luego de 15 años de gobierno del centroizquierdista Frente Amplio en Uruguay, su continuidad en el poder está en discusión ante la falta de recambio dirigencial y programático y un ambiente de desilusión generalizado en la población, lo que amenaza a que la derecha vuelva al poder en 2020, sumándose al oleaje conservador con tintes fasciostoides que se verifica en la región.
Tras la segunda guerra mundial el tablero mundial quedó distribuido y las potencias europeas vencedoras se quedarían con el continente africano y Estados Unidos tendría en América Latina su patio trasero.
Luego de la crisis del neoliberalismo, a principios de los 2000, en la región se sucedieron gobiernos que podemos denominar progresistas y, al hacer la crítica (necesaria y fundamental) de estos gobiernos, muchas veces nos olvidamos de la correlación de fuerzas y el sentido común reaccionario y neoliberal que impera en nuestro día a día.
La tarea de las elites transnacionales es legitimar la democracia para así poder legitimar su transferencia de recursos de abajo hacia arriba. Por eso, la necesidad de tener de aliados a las oligarquías nacionales. En caso de no tener éxito a través de las formalidades de la democracia, los militares podrán borrar los marcos de la institucionalidad para que las elites trabajen con el campo allanado y así poder obrar a rostro descubierto.
Es un ganar-ganar para ambas partes. De parte de las elites económicas se genera una abrupta transferencia, sin control alguno, sin tapujos y saltándose cualquier normativa, por mas poco restrictivas que sean las de las democracias.
Por el lado de los militares se sublima ese deseo de imponer su modus de vida en el plano moral, ideológico y cultural. Mientras unos cooptan nuestros bolsillos, los otros captan nuestras mentes, cuerpos y sentires. Es la colonialidad en nuestros fueros más íntimos, donde luego nos vincularemos en la esfera pública según esas relaciones que nos fueron dadas y que no revisten nada de libertad.
Como dice Manuel Carvalho da Silva, sociólogo portugués, profesor y exsecretario general de la Confederación General de Trabajadores Portugueses, la democracia (burguesa) en la dictadura del capital, nos da la libertad de luchar por ella. Pero no de ejercerla. Es una aspiración no algo concreto. Es una proyección virtual más que un derecho inalienable.
De los errores propios y las virtudes ajenas, hoy asistimos a una contraofensiva de la derecha que está siendo efectiva. Cada proceso es distinto y peculiar pero no se debe perder de vista que la estrategia es continental.

¿Son todos iguales?
Dentro de la interna frenteamplista se dirimen dos proyectos de país. Uno es el que entiende que se puede administrar el capitalismo a través de una cierta redistribución de la riqueza con políticas sociales. Desarrollo de las capacidades productivas del país con cierto agenda de derechos sociales; un capitalismo de rostro humano. La incógnita sería develar qué rostro y de qué humano.
El segundo es un proyecto que entiende que el capitalismo es una etapa a ser superada por la humanidad, y de profundo raigambre antiimperialista, que exige profundizar más y radicalizar en los gravámenes a los grandes capitales y en la consolidación de una industria nacional al servicio del pueblo.
Por ahora el primer proyecto es el que conduce el Frente Amplio (FA) en este momento. ¿Hacia dónde? Se podrían aventurar varios finales. Lo que está claro es que luego de 15 años de gobierno si no se trazan esperanzas y recambio, la derecha volverá a gobernar en el 2019 sumándose a este oleaje conservador en el continente con visos fascistas.  El proceso que se viene gestando en materia de derechos sociales es de franco retroceso. Un fantasma recorre Latinoamérica y es el del fascismo.
Uno de los mayores errores del Frente Amplio uruguayo es no haber sabido (o querido) transformar la matriz productiva del país, de forma que dejara de ser una economía agroexportadora sumamente dependiente.
Otra cuestión que está atada a lo anterior y es denominador y factor condicionante de la situación de Uruguay (y de los países de la región) es la deuda pública. Ante esto el gobierno frenteamplista no se ha desmarcado mucho de los partidos tradicionales.
El Frente Amplio ha colocado un ítem más en una lista que avergüenza a cualquiera que se diga de izquierda. En la cámara de Senadores la bancada frenteamplista votó por unanimidad el ingreso de tropas estadounidenses a suelo uruguayo. Dar estas señales ante el avance de la derecha y el imperio es más que alarmante. Ser la base logística de una cuasi posible represión al pueblo argentino en la cumbre del G20 es inaudito e inadmisible.
No, no son todos iguales. Es innegable el avance para los más postergados que ha significado el Frente Amplio en estos 15 años de gobierno. Pero nos debemos una seria autocritica. Cada vez que la derecha se corre hacia el centro sigue siendo derecha pero cada vez que la izquierda se corre hacia el centro, deja de ser izquierda.

Dios los cría…
A la interna uruguaya, la bancada evangelista sigue acumulando fuerzas en consonancia con las coordenadas actuales del continente. Recientemente el diputado Álvaro Dastugue y el suplente Carlos Lafigliola (ambos del Partido Nacional) iniciaron una campaña de firmas para derogar la recientemente proclamada Ley Trans, sumándose al coro de voces conservadoras que se posicionan en contra de dicha ley.
El espíritu de su campaña es que esta ley es un privilegio y no una conquista de derechos. Curioso privilegio para una población que tiene una expectativa de vida de 40 años.
En el litoral norte del país, un candidato a diputado por el Partido Colorado propone: "cero lumpen, mano dura y plomo para los delincuentes". La bolsonarización de la política ya está presente frontera adentro del Uruguay. En política no existen los espacios vacíos. Espacios que no ocupa la izquierda, espacio que es tomado por el conservadurismo.

Saltar este muro...
Las salidas parecen pocas y no muy cercanas. Pero se puede atinar a plantear algo que se puede empezar a hacer hoy mismo. Lo primero es resistir al fascismo envalentonado. Lo segundo es organizar, organizar, organizar y formar cuadros. Lo tercero (y de manera más local) es empoderar a los movimientos sociales, además de girar el Frente Amplio hacia la izquierda.
Esto no es en orden lineal ni una etapa sucesiva luego de la otra. Es conjugar las distintas necesidades urgentes y los importantes horizontes emancipatorios de manera dialéctica. Tamaña tarea le espera al FA ante este monstruo que es grande y pisa fuerte, diría León Gieco.
Nicolás Centurión
Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

Diputado comunista: Parte de la derecha uruguaya aplaude los procesos totalitarios

Las banderas de Brasil y camisetas con la imagen del candidato presidencial, Jair Bolsonaro
© REUTERS / Paulo Whitaker
07:33 31.10.2018 SPUTNIK NEWS
MONTEVIDEO (Sputnik) — Buena parte de los partidos políticos de derecha en Uruguay no ve con malos ojos los procesos antidemocráticos y la prueba de ello han sido las reacciones ante el triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil, dijo a Sputnik el diputado Gerardo Núñez.
"Capaz que algún sector de los partidos tradicionales sí tiene convicciones democráticas, pero en general me da la impresión de que aplauden los procesos antidemocráticos, totalitarios", expresó el legislador del Partido Comunista, agrupación que integra la coalición gobernante Frente Amplio.
En Uruguay se conoce como "tradicionales" a los partidos Nacional y Colorado, cada uno con más de 150 años de existencia. Según Núñez, si bien "está muy fresco" lo acontecido en Brasil con la victoria de Bolsonaro, la actitud de varios dirigentes políticos de los partidos de derecha en Uruguay, que saludaron el resultado electoral y al candidato de ultraderecha, revela afinidades con ciertas posturas reñidas con los valores de la democracia.
"Ahí te das cuenta cómo se van posicionando la mayoría de los sectores de derecha, que lo ven como una cuestión de entre izquierda y derecha y pierden como centro de referencia los aspectos democráticos y la libertad", reflexionó el legislador.

Espionaje militar en democracia

Entre diciembre de 2016 y agosto de 2018, Núñez presidió la "Comisión investigadora sobre posibles actos de inteligencia de Estado, violatorios de la normativa legal y constitucional, llevados a cabo por personal policial o militar desde 1985 a la fecha", que investigó acciones de espionaje ilegal tras el retorno a la democracia, luego de 12 años de Gobierno militar (1973-1985).
La comisión se creó para analizar el contenido de un voluminoso material de inteligencia encontrado en 2006 en dependencias oficiales de las Fuerzas Armadas (FFAA) de Uruguay. El llamado "archivo Berrutti", en referencia a la entonces ministra de Defensa, Azucena Berrutti, está compuesto por 1.144 rollos de microfilms con unas 2.500 imágenes cada uno, lo que supone unas tres millones de copias con información de inteligencia de 1985 a 2003.
En base al trabajo de la comisión, Núñez publicó el libro "Espías de la democracia. La red de la impunidad" (Fin de Siglo Editorial).
Para el diputado del Partido Comunista, la investigación reveló que en Uruguay existe una "cultura de la impunidad" que permea a todos los partidos políticos del país sudamericano, incluido el Frente Amplio, en el Gobierno desde 2005.
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Banderas de Brasil durante elecciones presidenciales
© REUTERS / Pilar Olivares
"Si uno analiza la política vinculada al Ministerio de Defensa y al de Interior, vemos, sobre todo en el primer Gobierno del Frente Amplio (2005-2010), que se intentaron hacer muchas reformas, muchas transformaciones; algunas de ellas se llevaron adelante, pero después algunas perspectivas de mayores avances se vieron frenadas por la propia gravitación de sectores conservadores de las Fuerzas Armadas en las fuerzas políticas, pero también por una lógica más general, que viene a ser la cultura de la impunidad, que está presente en la sociedad y que obviamente permea los distintos partidos políticos", explicó Núñez. Para el diputado, esta cultura de la impunidad está más presente en los partidos tradicionales, pero reconoce que "el Frente Amplio ha tenido actores que han jugado en un sentido contrario al establecimiento de la verdad y la justicia, del esclarecimiento de lo que pasó en el pasado reciente, de tomar una actitud firme contra la impunidad".

Continuidad

La información contenida en el "archivo Berrutti" permitió establecer una continuidad entre el trabajo de espionaje realizado por la dictadura militar y el que llevaron adelante, ya en democracia, los servicios de inteligencia de los ministerios de Interior y de Defensa, para investigar y controlar a los sindicatos y a las distintas agrupaciones de izquierda, entre otros objetivos.
Varios de los militares que integraron los servicios de inteligencia de la dictadura fueron designados en dependencias de Interior y Defensa una vez recuperada la democracia. Según Núñez, esta continuidad se explica por la necesidad compartida entre los partidos de derecha que gobernaron Uruguay entre 1985 y 2005 y algunos sectores de las FFAA de sostener un determinado modelo social y económico.
"Es parte de un pacto entre civiles, militares y policías, que se repartieron las atribuciones y que además pelean por un mismo objetivo político de sociedad. El modelo que se tenía que desarrollar, profundizar y fortalecer en la década de 1990, que era el neoliberalismo, era funcional al sistema político gobernante pero también a los militares, que habían sido los que habían iniciado ese modelo en dictadura. Y al mismo tiempo ese modelo necesitaba la impunidad, de no juzgamiento de los violadores de los derechos humanos", sostiene el diputado.
La figura que posibilitó este pacto fue el dos veces presidente Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), a quien en su libro el legislador define como el "padre de la impunidad".
"Él siempre fue un negador de todo lo que había pasado en dictadura", incluso "niega que hubieran niños y personas desparecidas", recordó el diputado.
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Convocado por la comisión, el exmandatario también negó que existiera espionaje ilegal durante sus gobiernos, "pero fue tanto lo que le planteamos que no le quedó otra" que reconocer que se realizaron tareas de inteligencia contra sindicatos y partidos de izquierda, dice Núñez. "Parece poco serio que un volumen tan importante de acciones de inteligencia se den sin el conocimiento de los gobiernos de la época", afirma el legislador.
En diciembre de 1986, a instancias de Sanguinetti, el parlamento uruguayo aprobó la Ley de Pretensión Punitiva del Estado, para evitar que los militares fueran juzgados por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura.
En 1989 y en 2009 se realizaron dos consultas populares para anular la ley, pero no obtuvieron los votos suficientes.
En 2010, el Ejecutivo presentó un proyecto interpretativo de la ley, pero tras ser aprobada en el Senado fue rechazado al año siguiente en la Cámara de Diputados.

Sindicato gastronómico y hotelero logra convenios que contempla 98 categorías

Sindicato gastronómico y hotelero logra convenios que contempla 98 categorías
PORTAL PIT-CNT
El Sindicato Único Gastronómico y Hotelero del Uruguay (Sughu) firmó este miércoles seis convenios que contemplan a distintos subgrupos de actividad y con ello se le trajo tranquilidad a esos sectores. Si bien queda mucho trabajo por delante, “podemos destacar que logramos un triunfo histórico para el sindicato, ya que ahora queda por definir la descripción de las 98 categorías laborales de tareas que acordamos para el mundo hotelero”, le dijo al Portal Fernanda Aguirre, integrante del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT y de la dirección del Sughu.
Explicó la dirigente sindical que los convenios contemplan; en hospedaje a hoteles, campamentos con gallup y pensiones; y en gastronomía se contempla a restoranes, parrilladas, cadenas de comidas y rotisería.
 Aguirre subrayó que se logró firmar un convenio que contempla un reclamo histórico del sindicato, y es definir las categorías laborales en el sector hotelero, “algo que nos llena de orgullo. Por eso ahora nos queda establecer la definición de la nomenclatura de cada categoría laboral. Como le contamos semanas atrás al Portal, durante dos años se llevó adelante de forma bipartita con la Asociación de Hoteleros y Restaurantes del Uruguay (AHRU) un trabajo, coordinado por Cetfor (*), un trabajo que permitió determinar 98 categorías laborales. Hoy, a partir de los convenios las categorías son reconocidas y queda por definir la nomenclatura de cada una de ellas”.
Recordó la dirigente de la central sindical que “el reclamo de categorizaciones es una larga lucha de los trabajadores y finalmente logramos la descripción de tareas. Por lo que comenzaremos a vivir sin los abusos de la multifuncionalidad y se logrará una carrera funcional para los trabajadores. Esto traerá una repercusión sustantiva en la calidad del empleo de los compañeros y compañeras. A partir de lo firmado se pudo ver que algunos trabajadores están desempeñando funciones en una o dos categorías superiores y esto significa un ajuste salarial por ese simple hecho”.
Aguirre dejó claro que las plataformas reivindicativas que impulsan los trabajadores “son más amplias de lo que se logra. De todos modos podemos señalar que lo logrado es muy importante para los sectores involucrados en los convenios firmados”.
(*) En el mes de julio de 2016 se puso en marcha en Uruguay el Proyecto “Desarrollo de capacidades para el fortalecimiento de la institucionalidad de las políticas públicas de empleo, formación y certificación laboral en el marco de una cultura del trabajo para el desarrollo” (CETFOR), promovido por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), financiado por el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y ejecutado por la OIT a través del Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional (OIT/CINTERFOR).
A partir de este proyecto se la cultura del trabajo para el desarrollo en Uruguay mediante acciones de fortalecimiento institucional del MTSS (DINAE-DINATRA) y el Inefop, el desarrollo de capacidades para la actualización de las descripciones ocupacionales y valoración de cargos en dos grupos de los Consejos de Salarios, y el diseño e implementación del programa nacional de certificación ocupacional, con la participación activa de los actores sociales.