domingo, 30 de diciembre de 2018

Las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha Por: Fernando Martínez Heredia // Política exterior cubana: 60 años de fidelidad a los principios revolucionarios // Karl Marx y el Futuro // HONDURAS: Libre convoca a protesta nacional el próximo 27 de enero: “Debemos desarrollar el espíritu combativo y nuestra capacidad de lucha insurreccional”// Convergencia contra el Continuismo exige libertad para los presos políticos y justicia para los mártires // CHILE: Wallmapu: Serie de manifestaciones por restitución territorial y en repudio a la militarización // Comunidades Pewenche de Icalma rechazan Plan Araucanía // Comunidad Cacique Antonio Paillao ingresó a recuperar terrenos a forestal Mininco en Tirúa // URUGUAY: Paro de 24 horas en UTE por la muerte de un trabajador // Paro parcial de Adeom // Cangrejo rojo: casi tres décadas después se logra convenio colectivo


Las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha

Por: Fernando Martínez Heredia
Fernando Martínez Heredia



Filósofo, educador y ensayista cubano (1939-2017). Premio Nacional de Ciencias Sociales. Entre otros libros publicó “El corrimiento hacia el rojo” y “Repensar el socialismo”. Fue colaborador de Cubadebate hasta su muerte.
“...vamos a compartir acerca de los caminos de las luchas — porque lo verdadero son las luchas —...”
Publicado el 7 de marzo 2017 | CUBADEBATE

Niños camagüeyanos participando en el desfile pioneril martiano en homenaje al Apóstol cubano José Martí, en el aniversario 164 de su natalicio, y en recordación al líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, el 28 de enero de 2017. Foto: Rodolfo Blanco/ ACN.
“Yo soy Fidel”, fue una consigna asumida por el pueblo cuando el Comandante desapareció físicamente. En la imagen, niños camagüeyanos participan en el desfile pioneril martiano en homenaje al Apóstol cubano José Martí, en el aniversario 164 de su natalicio, y en recordación al líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, el 28 de enero de 2017. Foto: Rodolfo Blanco/ ACN.
El primer homenaje que recibió Fidel al morir fue una consigna de hoy, una invención de jóvenes que hizo suya todo el pueblo de Cuba: “yo soy Fidel”. Así se demostró que Fidel es del siglo XXI, y que cuando el pueblo entero se moviliza con conciencia revolucionaria es invencible. En esos días del duelo, Fidel libró su primera batalla póstuma y volvió a mostrarle a todos, como en 1953, el camino verdadero.
Hoy, cuando vamos a compartir acerca de los caminos de las luchas — porque lo verdadero son las luchas — , es natural comenzar con la ayuda de Fidel, y emular con sus ideas y sus actos para sacarles provecho, no imitándolos, sino traduciéndolos a nuestras necesidades, situaciones y acciones.
Para sacarle provecho a Fidel, tenemos que evitar repetir una y otra vez lugares comunes y consignas. Conocer más las creaciones y las razones que lo condujeron a sus victorias, las dificultades y los reveses que Fidel enfrentó, lo que pensó sobre los problemas, sus acciones concretas, puede aportarnos mucho, y de esa manera será más grande su legado.
En el tiempo de su vida pueden distinguirse tres aspectos: Fidel, joven revolucionario; el líder de la Revolución cubana y el líder latinoamericano, del Tercer Mundo y mundial.
Fidel brinda un gran número de enseñanzas, tanto para el individuo como para las luchas políticas y sociales. Quisiera enumerar muy brevemente algunas de las características de su legado que me parecen importantes para nuestros objetivos:
1- Partir de lo imposible y de lo impensable, para convertirlos en posibilidades mediante la práctica consciente y organizada y el pensamiento crítico, conducir esas posibilidades actuantes hacia la victoria al mismo tiempo que se forman y educan factores humanos y sociales para poder enfrentar situaciones futuras, y mediante las luchas, los triunfos y las consolidaciones convertir las posibilidades en nuevas realidades.
2- No aceptar jamás la derrota. Fidel nunca se quedó conviviendo con la derrota, sino que peleó sin cesar contra ella. Me detengo en cinco casos importantes en su vida en que esto sucedió: 1953, 1956, 1970, el proceso de rectificación y la batalla de ideas. En 1953 respondió a la derrota del Moncada con un análisis acertado de la situación para guiar la acción. Cuando todos creían que era un iluso, se reveló como un verdadero visionario. En 1956, cuando el desastre del Granma, respondió con una formidable determinación personal y una fe inextinguible en mantener siempre la lucha elegida, por saber que era la acertada.
En 1970, comprobó que lograr el despegue económico del país era extremadamente difícil, pero entonces apeló a los protagonistas, mediante una consigna revolucionaria: “el poder del pueblo, ese sí es poder”. En 1985, fue prácticamente el primero que se dio cuenta de lo que iba a hacer la URSS, que le traería a Cuba soledad, desastre económico y más grave peligro de ser víctima del imperialismo, pero su respuesta fue ratificar que el socialismo es la única solución para los pueblos, la única vía eficaz y la única bandera popular, que lo necesario es asumirlo bien y profundizarlo. Entonces movilizó al pueblo y acendró su conciencia, y sostuvo firmemente el poder revolucionario. En el 2000, ante la ofensiva mundial capitalista y los retrocesos internos de la Revolución Cubana en la lucha para sobrevivir, lanzó y protagonizó la Batalla de Ideas, con sus acciones en defensa de la justicia social, su movilización popular permanente y su exaltación del papel de la conciencia.
3- La determinación de luchar en todas las situaciones. Sería muy conveniente considerar como concepto a la determinación personal, en el estudio de los que se lanzan a lograr transformaciones sociales. La praxis es decisiva.
4- Organizar, fue una constante, una fiebre de Fidel.
5- La comunicación siempre, con cada ser humano y con las masas, en lo cotidiano y en lo trascendente, es una de las dimensiones fundamentales de su grandeza y es uno de los requisitos básicos del liderazgo.
6- Utilizar tácticas muy creativas, y estrategias impensables, y sin embargo factibles.
7- Luchar por el poder y conquistarlo. Mantener, defender y expandir el poder. Se puede discutir casi eternamente acerca el poder en términos abstractos, pero solo las prácticas revolucionarias logran convertir al poder en un problema que pueda resolverse.
8- Crear los instrumentos y los protagonistas. Tomar las instituciones para ponerlas a nuestro servicio, no para ponernos al servicio de ellas.
9- Ser más decidido, más consciente y organizado, y más agresivo que los enemigos.
10- Enseñar y aprender al mismo tiempo con los sectores del pueblo que participan o que simpatizan, y después con todo el pueblo. Avanzar hacia formas de poder popular.
11- El gran logro cubano, unir la liberación nacional a la revolución socialista.
12- Ser siempre un educador. Hacer educación a escala del pueblo. Que el pueblo se levante espiritualmente y moralmente, para que se vuelva participante consciente y capaz de todo, complejice sus ideas y sus sentimientos y enriquezca sus vidas.
13- Que la concientización esté en el centro del trabajo político, no solo para avanzar y ser mejores, sino para que la política llegue a convertirse en una propiedad de todos.
Fidel en 1976, durante el discurso en el acto de masas en honor al General Omar Torrijos, Jefe de Gobierno de la República de Panamá, efectuado en la Ciudad Escolar "26 de Julio", en Santiago de Cuba. Foto tomada de Fidel Soldado de las Ideas.
“La mayor lección que le brinda Fidel a los luchadores de América Latina actual es lo que pensó y lo que hizo entre 1953 y 1962”, dice Martínez Heredia. En la imagen, Fidel en 1976, durante el discurso en el acto de masas en honor al General Omar Torrijos, Jefe de Gobierno de la República de Panamá, efectuado en la Ciudad Escolar “26 de Julio”, en Santiago de Cuba. Foto tomada de Fidel Soldado de las Ideas.
Siento que la mayor lección que le brinda Fidel a los luchadores de América Latina actual es lo que pensó y lo que hizo entre 1953 y 1962.
Desde hace un año estamos oyendo decir que la situación en nuestro continente se ha vuelto cada vez más difícil, por que acontecen hechos adversos a los pueblos, y por la ofensiva del imperialismo y sus cómplices de clases que son a la vez dominadas por él y dominantes en sus países. Aunque parezca que empiezo por el final, quisiera comenzar con un comentario acerca de las relaciones que existen entre dificultades y revolución.
Para los revolucionarios, y durante los procesos de revolución, hay momentos felices y procesos felices, pero en las revoluciones verdaderas no hay coyunturas fáciles. Cuando puedan parecernos fáciles es solamente porque no nos hemos dado cuenta de sus dificultades. Y es así porque estas revoluciones, a las que amamos y por las que estamos dispuestos a todo, son las iniciativas más audaces y arriesgadas de los seres humanos, que emprenden transformaciones prodigiosas liberadoras de las personas y de las relaciones sociales, a tal grado que nunca más quieran, ni puedan, volver a vivir en vidas y sociedades de dominación y de violencias y daños de unos contra otros, de individualismo y afán de lucro. Son revoluciones que pretenden ir creando personas cada vez más plenas y capaces, y realidades que contengan cada vez más libertad y justicia, donde entre todos se logre cambiar el mundo y la vida. Es decir, crear personas y realidades nuevas.
Si lo que acabo de decir le parece imposible al mundo existente y las creencias vigentes en la prehistoria de la humanidad, al sentido común y al consenso con lo esencial que mantiene a las sociedades sujetas al capitalismo, ¿cómo no va a ser sumamente difícil todo lo que hagamos y proyectemos? Si jamás las clases dominantes estarán dispuestas a admitir que se levante el pueblo y adquiera dignidad, orgullo de sí mismo y dominio de la situación, conciencia y organizaciones suyas, a su servicio y eficaces, que esté en el poder y que lo convierta en un poder popular, entonces hay que convenir en que en esas épocas todo se vuelve muy difícil para la causa del pueblo.
El joven Carlos Marx avizoraba bien cuando escribió que solamente mediante la revolución podrán los dominados salir del fango en que viven metidos toda su vida, porque los cambios y la creación de nuevas sociedades exigen también liberaciones colosales de los enemigos íntimos que todos albergamos dentro.
¿Cómo no van ser tan difíciles las revoluciones de liberación? Pero, si miramos bien y no nos dejamos desanimar, constataremos que el campo popular ya tiene mucho a su favor. Entremos con esas armas en un problema inmediato, que no es pequeño. La coyuntura actual expresa de manera escandalosa una carencia del campo popular que se ha ido acumulando en las últimas décadas, al mismo tiempo que esa carencia dejaba de ser percibida como una grave debilidad: la de un pensamiento verdaderamente propio, capaz de fundamentar su identidad en relación con su conflicto irremediable con la dominación del capitalismo, y capaz de servir para comprender las cuestiones esenciales de la época, las coyunturas, los campos sociales implicados y las fuerzas en pugna.
Un pensamiento, por consiguiente, fuerte, convincente y atractivo, al mismo tiempo que útil como instrumento movilizador y unificante de lo diverso, y como herramienta eficaz para guiar análisis y políticas acertadas que contribuyan a la actuación y a la formulación de proyectos.
Esa ausencia del desarrollo de un pensamiento poderoso del campo popular, crítico y creador, puede constatarse ante el estupor y la falta de explicaciones válidas que han abundado frente a los acontecimientos en curso en varios países latinoamericanos, que han registrado diferentes quebrantos, derrotas o retrocesos de procesos que han sido favorables a sus poblaciones y a su autonomía frente al imperialismo en lo que va de este siglo. En lugar de análisis coherentes, profundos y orientadores hemos escuchado o leído más de una vez comentarios superficiales revestidos con palabras que quisieran ser conceptos, o dogmas que quisieran cumplir funciones de interpretación.
Nada se avanza cuando se tilda de malagradecidos a sectores pobres o paupérrimos que mejoraron su alimentación y sus ingresos, y tuvieron más oportunidades de ascender uno o dos peldaños desde el fondo del terrible orden social, porque no han sido activos en defender a gobiernos que los han favorecido, o hasta les han vuelto la espalda en determinados eventos que les aportan triunfos a los reaccionarios. Y hasta se intenta explicar esos sucesos con retazos de una supuesta teoría de las clases sociales, como cuando se repite la proposición absurda de que “se convirtieron en clase media, y ahora actúan como tales”.
Es preferible comenzar por ser precisos ante los hechos y partir siempre de ellos, como cuando el dirigente del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, Joao Pedro Stedile, dice: “Tenemos muchos retos de corto plazo para poder enfrentar a los golpistas. La clase trabajadora sigue en casa, no se movilizó. Se movilizaron los militantes, los sectores más organizados. Pero el 85 por ciento de la clase sigue viendo novelas en la televisión”.
Tampoco se va lejos cuando se elaboran y discuten explicaciones de los eventos y las situaciones políticas e ideológicas candentes de la coyuntura a base de menciones acerca del fin de ciclos de altos precios de las materias primas, ni siquiera cuando economistas capaces ofrecen datos serios y añaden el descenso de la dinámica de la economía mundial y otros factores y procesos adversos.
Simplificando un poco más, habríamos tenido unos quince años de victorias electorales, gobiernos llamados progresistas y notables logros por medidas sociales, una fuerte autonomización de gran parte del continente respecto a los dictados de Estados Unidos y avances en las relaciones bilaterales y las coordinaciones de los países de la región hacia una futura integración, solamente porque tuvimos un largo ciclo de altos precios de exportación de las materias primas, algo que es explicable por los avatares de la economía mundial. Y como ahora esta se mueve en otro sentido y bajan los precios, debe terminar el ciclo político y social, y “la derecha” debe avanzar y recuperar sin remedio la posición dominante que había perdido.
Una persona con buena memoria y escasa credulidad se preguntaría enseguida cómo fue posible que a inicios de los años setenta del siglo pasado no sucediera en la región lo mismo que a inicios de este siglo, en cuanto a elecciones victoriosas, buenas políticas sociales y más autonomía de los Estados y horizontes integracionistas. Porque en aquella coyuntura subieron mucho los precios de las materias primas y, además, en buena parte de la región se vivían aumentos más o menos grandes del sector industrial, con ayuda de aquellos redesplazamientos jubilosos del gran capital en busca de maximización de ganancias que hoy tanto disgustan a Donald Trump.
Lo que sucedió entonces fue totalmente diferente: dictaduras, represiones que llegaron hasta el genocidio, conservatización de las sociedades y otros males, que no deben ser olvidados. Por consiguiente, hay que concluir, no es verdad que a determinada situación económica le “correspondan” necesariamente ciertos hechos políticos y sociales, y no otros.
En este caso estamos ante una de las deformaciones y reduccionismos principales que ha sufrido el pensamiento revolucionario, quizás la más extendida y persistente de todas: la de atribuir una supuesta causa “económica” a todos los procesos sociales. Detrás de su aparente lógica está la cosificación de la vida espiritual y de las ideas sociales que produjo el triunfo del capitalismo, que es aceptada por aquellos que pretenden oponerse al sistema sin lograr salir de la prisión de su cultura, y la consiguiente incapacidad de comprender que son los seres humanos los protagonistas de todos los hechos sociales.
Acto central conmemorativo por el XXXII aniversario del asalto al Cuartel Moncada celebrado en la provincia de Guantánamo en 1985. Pronuncia discurso. Foto: Editora Política.
Fidel en el acto central conmemorativo por el XXXII aniversario del asalto al Cuartel Moncada, celebrado en la provincia de Guantánamo en 1985. Pronuncia discurso. Foto: Editora Política.
Tres procesos sucedidos dentro las últimas cuatro décadas han tenido un gran impacto y muy duraderas consecuencias para nuestro continente. El estrepitoso final del sistema que llamaban socialismo real y sus constelaciones políticas en el mundo, con consecuencias tan negativas en numerosos terrenos. El de la imposibilidad para la mayoría de los países del planeta de lograr el desarrollo económico autónomo de un país sin que necesariamente saliera del sistema del capitalismo. La terrible realidad fue la continuación de regímenes de explotación, opresiones y neocolonialismo, sin que fuera posible desplegar economías nacionales autónomas y capaces de crecer en beneficio del pleno empleo, más producción y productividad, servicios sociales suficientes para todos y una riqueza propia que repartir. El tercer proceso fue el de la consumación del dominio de Estados Unidos sobre casi todo nuestro continente. El capitalismo en América Latina transitó un largo camino de evoluciones neocolonializadas, sobredeterminadas por el poder de Estados Unidos, que lo dejó mucho más débil y subalterno.
Las lecciones que nos brindan esos tres procesos están claras y son sumamente valiosas. Una, todos los avances de las sociedades son reversibles, aun los que se proclamaban eternos; es imprescindible conocer qué es realmente socialismo y qué no lo es. Hay que comprender y organizar la lucha por el socialismo desde las complejidades, dificultades e insuficiencias reales, sin hacer concesiones, como procesos de liberaciones y de creaciones culturales que se vayan unificando.
Dos, el capitalismo es un sistema mundial, actualmente hipercentralizado, financiarizado, parasitario y depredador, que solo puede vivir si sigue siéndolo, por lo que no va a cambiar. Las clases dominantes de la mayoría de los países necesitan subordinarse y ser cómplices de los centros imperialistas, porque no existe espacio ni tienen suficiente poder para pretender ser autónomos. La actividad consciente y organizada del pueblo, conducida por proyectos liberadores, es la única fuerza suficiente y eficaz para cambiar la situación. Para la mayoría de los países del planeta, serán los poderes y los procesos socialistas la condición necesaria para plantearse el desarrollo, y no el desarrollo la condición para plantearse el socialismo, como dijo Fidel en 1969.
Tres, Estados Unidos hace víctima a este continente tanto de su poderío como de sus debilidades, como una sobredeterminación en contra de la autonomía de los Estados, el crecimiento sano de las economías nacionales y los intentos de liberación de los pueblos. La explotación y el dominio sobre América Latina es un aspecto necesario de su sistema imperialista, y siempre actúa para impedir que esa situación cambie. Por tanto, es imprescindible que el antimperialismo forme parte inalienable de todas las políticas del campo popular y de todos los procesos sociales de cambio.
Como era de esperar, el capitalismo pasó a una ofensiva general para sacarle todo el provecho posible a aquellos eventos y procesos, y establecer el predominio planetario e incontrastado de su régimen y su cultura. El objetivo era, más allá de las represiones y las políticas antisubversivas, consolidar una nueva hegemonía que desmontara las enormes conquistas del siglo XX, manipulara las disidencias y protestas inevitables, y las identidades, impusiera el olvido de la historia de resistencias y rebeldías, y lograra generalizar el consumo de sus productos culturales y el consenso con su sistema de dominación.
Esa ofensiva no terminó, sino que se consolidó como una actividad sistematica, que sigue siéndolo hasta hoy. Es dentro de ese marco general que en cierto número de países de América Latina y el Caribe, que es la región del mundo con mayor potencial de contradicciones que pueden convertirse en acciones contra el sistema, movimientos populares combativos y victorias electorales produjeron cambios muy importantes de la situación general, a favor de sectores muy amplios de la población y de la capacidad de actuación independiente de una parte de los Estados.
La institucionalidad y las reglas políticas del juego cívico no fueron violadas para acceder y mantenerse en el gobierno, pero dentro de ese orden se han logrado reales avances, que sintetizo en seis aspectos: políticas sociales que benefician a amplios sectores necesitados; ejercicios de la ciudadanía mucho más amplios y mejores; cambios muy positivos en la institucionalidad en algunos de esos países; un rango apreciable de autonomía en el accionar internacional; más relaciones bilaterales latinoamericanas; y adelantos en las relaciones y coordinaciones de los países de la región, bajo la advocación de la necesidad de una integración continental.
No me detengo en esas nuevas realidades, que han alentado muchas motivaciones y esperanzas de avanzar hacia cambios más profundos, y han recuperado la noción del socialismo como el horizonte a conquistar, pocos años después de aquel colapso europeo que el capitalismo pretendió que fuera definitivo a escala mundial. Pero si quiero enfatizar dos cuestiones que el militante social y político debe analizar, conocer y manejar en sus prácticas.
Primera, cada país tiene características, dificultades, acumulaciones históricas y condicionamientos que son específicos de él y resultan decisivos, al mismo tiempo que existen rasgos y necesidades comunes a la región que pueden ser fuente de aumento de la fuerza y el potencial de cada país, si somos capaces de desarrollar la cooperación y el internacionalismo.
Segunda, los poderes establecidos en estos países confrontan enormes limitaciones, porque tienen muy poco control de la actividad económica, y padecen la hostilidad de una parte de los propios poderes del Estado y de los medios de comunicación.
Al hacer un balance de 2016, podemos constatar lo específico de cada país. La gran victoria electoral legislativa de la reacción venezolana no consiguió deponer a Maduro, y ahora se encuentra sin fuerza, unidad ni líderes suficientes para intentarlo. Pero en Brasil una pandilla de delincuentes logró todo lo que quiso, sin que haya fuerzas populares organizadas para resistir con alguna eficacia. Los procesos de Bolivia y Ecuador se mantienen fuertes y estables ante sus situaciones específicas, y en Nicaragua el FSLN acaba de ganar otra vez las elecciones muy holgadamente. En México no es probable un triunfo de partidos opositores en 2018, aunque el prestigio del equipo gobernante está muy deteriorado y existen manifestaciones de protesta y resistencia no articuladas.
Estas especificidades, y muchos otras de tamaño y sentido diferentes, podrían irse enumerando, pero seguiría en pie un problema de gran envergadura: Estados Unidos continúa su ofensiva general dirigida a recuperar todo el control neocolonial sobre América Latina –incluida una “ofensiva de paz” contra Cuba — , y el bloque que forma con los sectores reaccionarios y entreguistas de cada país continúa tratando de cancelar o ir debilitando los procesos de los últimos quince años de la región.
¿Será suficiente el voto, la voluntad popular expresada en las urnas, al menos para defender con éxito las políticas sociales, los funcionarios electos y la legalidad existente, y que ellos no sean burlados, quebrantados o eliminados por la reacción? ¿Podrán seguir existiendo los procesos basados en una institucionalidad sin cambios en el suelo social y político para lograr transformaciones que beneficien a la población y abran paso a sociedades más justas y mejor gobernadas? ¿O, en unos casos, esa vía solo franqueará una forma intermedia de reconstitución a mediano plazo del poder del capitalismo en la región, en apariencia más avanzada que las formas previas, pero que en realidad habría sido solamente su puesta al día, sin afectar a lo esencial del sistema de dominación? Mientras que en otros países del continente se ha permanecido bajo el control del sistema y de camarillas que detentan o administran el poder.
Nada está decidido, ni nuestros enemigos ni nosotros tenemos la victoria al alcance de la mano. Pero albergo la certeza de que las batallas ideológicas y políticas serán las que determinarán la decisión en el enfrentamiento general.
Destaco tres direcciones principales para el trabajo de análisis: a) buscar con rigor y sin omisiones todos los datos y todas las percepciones y formulaciones ideológicas que tengan alguna importancia –porque tanto unos como las otras constituyen las realidades que existen — , analizarlas por partes e integralmente, encontrar y formular lo esencial y describir al menos lo secundario; b) examinar y valorar los condicionamientos que sean relevantes para nuestra actuación, institucionales, económicos, ideológicos, políticos o de otro tipo; c) analizar y conocer las identidades, motivaciones, demandas, capacidad movilizativa y grado de organización con que contamos, y lo que está a favor de nuestros adversarios en esos mismos campos, es decir, la correlación de fuerzas. E insisto en que son las actuaciones de los seres humanos la materia principal de los eventos que mañana serán históricos.
La reacción no está proponiendo ideas, está produciendo acciones. No maneja fundamentaciones acerca de la centralidad que debe tener el mercado, la reducción de las funciones del Estado, la apología de la empresa privada y la conveniencia de subordinarse a Estados Unidos. No es a través del debate de ideas que pretende fortalecer y generalizar su dominio ideológico y cultural. El anticomunismo y la defensa de los viejos valores tradicionales ya no son sus caballos de batalla, ni los viejos organismos políticos son sus instrumentos principales.
Fidel pronuncia discurso en la Clausura del VII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, efectuada en el Teatro "Karl Marx". Foto: Estudios Revolución.
Fidel pronuncia discurso en la Clausura del VII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, efectuada en el Teatro “Karl Marx”. Foto: Estudios Revolución.
Desde hace veinte años vengo planteando que el esfuerzo principal del capitalismo actual está puesto en la guerra cultural por el dominio de la vida cotidiana, lograr que todos acepten que la única cultura posible en esa vida cotidiana es la del capitalismo, y que el sistema controle una vida cívica despojada de trascendencia y organicidad. Lamento decir que todavía no hemos logrado derrotar esa guerra cultural.
El consumo amplio y sofisticado, que está presente en todas las áreas urbanas del mundo, pero al alcance solamente de minorías, es complementado por un complejo espiritual “democratizado” que es consumido por amplísimos sectores de población. Se tiende así a unificar en su identidad a un número de personas muy superior al de las que consumen materialmente, y lograr que acepten la hegemonía capitalista. La mayoría de los “incorporados” al modo de vida mercantil capitalista son más virtuales que reales. Pero, ¿formarán ellos parte de la base social del bloque de la contrarrevolución preventiva actual? El capitalismo alcanzaría ese objetivo si consigue que la línea divisoria principal en las sociedades se tienda entre los incorporados y los excluidos. Los primeros — los reales y los potenciales, los dueños y los servidores, los vividores y los ilusos — se alejarían de los segundos y los despreciarían, y harían causa común contra ellos cada vez que fuera necesario.
La reproducción cultural universal de su dominio le es básica al capitalismo para suplir los grados crecientes –y contradictorios — en que se ha desentendido de la reproducción de la vida de miles de millones de personas a escala mundial, y se apodera de los recursos naturales y los valores creados, a esa misma escala. Para ganar su guerra cultural, le es preciso eliminar la rebeldía y prevenir las rebeliones, homogeneizar los sentimientos y las ideas, igualar los sueños. Si las mayorías del mundo, oprimidas, explotadas o supeditadas a su dominación, no elaboran su alternativa diferente y opuesta a él, llegaremos a un consenso suicida, porque el capitalismo no dispone de un lugar futuro para nosotros.
El capitalismo no intenta imponer un pensamiento único, como ellos afirman, sino inducir que no haya ningún pensamiento. Está en marcha un colosal proceso de desarmar los instrumentos de pensar y la costumbre humana de hacerlo, de ir erradicando las inferencias mediatas, hasta alcanzar una especie de idiotización de masas.
La situación está exigiendo revisar y analizar con profundidad y con espíritu autocrítico todos los aspectos relevantes de los procesos en curso, todas las políticas y todas las opciones. Esa actitud y las actuaciones consecuentes con ella son factibles, porque el campo popular latinoamericano posee ideales, convicciones, fuerzas reales organizadas y una cultura acumulada.
Una enseñanza está muy clara: distribuir mejor la renta, aumentar la calidad de la vida de las mayorías, repartir servicios y prestaciones a los inermes es indispensable, pero no es suficiente. Alcanzar victorias electorales populares dentro del sistema capitalista, administrar mejor que sus pandillas de gobernantes, e incluso gobernar a favor del pueblo a contracorriente de su orden explotador y despiadado, es un gran avance, pero es insuficiente. Vuelve a demostrar su acierto una proposición fundamental de Carlos Marx: la centralidad de una nueva política en la actividad del movimiento de los oprimidos, para lograr vencer y para consolidar la victoria.
Estamos abocándonos a una nueva etapa de acontecimientos que pueden ser decisivos, de grandes retos y enfrentamientos, y de posibilidades de cambios sociales radicales. Es decir, una etapa en la que predominarán la praxis y el movimiento histórico, en la que los actores podrían imponerse a las circunstancias y modificarlas a fondo, una etapa en la que habrá victorias o derrotas.
Comprender las deficiencias de cada proceso es realmente importante. Pero más aún lo es actuar. Concientizar, organizar, movilizar, utilizar las fuerzas con que se cuenta, son las palabras de orden. No se pueden aceptar expresiones de aceptación resignada o de protesta timorata: hay que revisar las vías y los medios utilizados y su alcance, sus límites y sus condicionamientos. Y hacer todo lo que sea preciso para que no sea derrotado el campo popular. La eficiencia para garantizar los derechos del pueblo y defender y guiar su camino de liberaciones debe ser la única legitimidad que se les exija a las vías y a los instrumentos. Las instituciones y las actuaciones tendrán su razón de ser en servir a las necesidades y los intereses supremos de los pueblos, a la obligación de defender lo logrado y la confianza y la esperanza de tantos millones de personas. Esa debe ser la brújula de los pueblos y de sus activistas, representantes y conductores.
En la época que comienza se está levantando una concurrencia de fuerzas muy diferentes e incluso divergentes, a quienes unirán necesidades, enemigos comunes y factores estratégicos que van más allá de sus identidades, sus demandas y sus proyectos. Y solamente tendrá probabilidades de triunfar una praxis intencionada, organizada, capaz de manejar los datos fundamentales, las valoraciones, las opciones, la pluralidad de situaciones, posiciones y objetivos, las condicionantes y las políticas que están en juego.
La radicalización de los procesos deberá ser la tendencia imprescindible para su propia sobrevivencia. Serían suicidas los retrocesos y las concesiones desarmantes frente a un enemigo que sabe ser implacable, pero lo principal es que — dado el nivel que han alcanzado la cultura política de los pueblos y las esperanzas de libertad, justicia social y bienestar para todos — los movimientos, los poderes y los líderes prestigiosos y audaces solo podrán multiplicar las fuerzas populares y tener opción de vencer si ponen la liberación efectiva de los yugos del capitalismo en la balanza de sus convocatorias a luchar.
La política revolucionaria no puede conformarse con ser alternativa. La naturaleza del sistema lo ha situado en un callejón sin salida en general, pero su poder y sus recursos actuales le permiten un amplio arco de respuestas contra los procesos en curso, y también puede dejarle un nicho de tolerancia a algunas alternativas mientras combina la inducción y la espera hasta que se desgasten. En la medida en que vayamos obteniendo triunfos y cambios de nosotros mismos, convertiremos las alternativas en procesos de emancipación humana y social.
Mientras exista la opresión, la explotación y la dominación capitalista, no habrá soluciones ni regímenes políticos y sociales satisfactorios para las mayorías, ni serán duraderos. La liberación de los seres humanos y las sociedades es lo que abrirá las puertas a la creación de un mundo nuevo. ¿Parece demasiada ambición? Sí, naturalmente. Pero es lo único factible.
(Palabras del autor en el 12º Paradigmas Emancipatorios)

Política exterior cubana: 60 años de fidelidad a los principios revolucionarios

Por: Sergio Alejandro Gómez
24 diciembre 2018 | CUBADEBATE

El líder histórico de la Revolución Cubana se dirige a la ONU. Foto: Archivo
Cuando en septiembre pasado el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, Miguel Díaz-Canel, se dirigió al estrado de las Naciones Unidas en Nueva York, algunos se hicieron ilusiones sobre un cambio en el discurso o los principios defendidos por Cuba en ese hemiciclo durante las últimas seis décadas.
Si existía alguna duda, el discurso de Díaz-Canel la despejó para siempre:
“El cambio generacional en nuestro gobierno no debe ilusionar a los adversarios de la Revolución. Somos la continuidad, no la ruptura”.
Desde este 23 de diciembre del 2018, la diplomacia revolucionaria comienza a recorrer sus 60 años de existencia, fiel a los principios revolucionarios de la Sierra Maestra.
2018: Un año difícil, pero con resultados encomiables El ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, refirió recientemente que el año que termina ha sido tremendo:
 “Un año difícil, de resultados encomiables y alentadores y de una política exterior que sigue y seguirá siendo fiel a nuestra tradición independentista y patriótica y a nuestra tradición revolucionaria, que es de profunda entraña popular”, refirió durante las sesiones de la Asamblea Nacional.
“Me parece muy importante la reacción internacional que se produjo a la elección del presidente Miguel Díaz-Canel, como un reconocimiento internacional y una expresión de conciencia de la legitimidad de nuestras elecciones a escala regional y mundial”, dijo.
“Fue importante, sin dudas, la visita del presidente y su presencia en la Asamblea General de las Naciones Unidas; su potente discurso, la manera en que fue percibido; su reunión con sectores diversos de la sociedad norteamericana, que evidenció una oposición creciente a la política de bloqueo y, más aún, al endurecimiento de esta que caracteriza al gobierno actual de los Estados Unidos”.
Su gira por la Federación de Rusia, la República Popular Democrática de Corea, la República Popular China, la República Socialista de Vietnam, la República Democrática Lao, agregó el diplomático, fue también muy importante en el sentido de la prioridad que tienen los vínculos respectivos en todos los ámbitos, incluida la concertación política y las relaciones económicas, comerciales y financieras.
Respecto a las relaciones con Estados Unidos, Rodríguez Parrilla refirió que desde el 17 de diciembre del 2014 hasta el 2017, se alcanzó “cierto progreso en la relación bilateral con los Estados Unidos”.
“Sobre todo, fue muy significativo el reconocimiento del bloqueo como obsoleto e inefectivo; la necesidad de levantarlo porque provocaba descrédito y aislamiento al gobierno de Estados Unidos. Nunca hubo un reconocimiento de su carácter genocida ni violatorio de los derechos humanos de un pueblo entero, ni tampoco de su aspecto ético y violatorio del derecho internacional”.
“Desde entonces hemos estado viendo un endurecimiento del bloqueo, que nunca fue substancialmente modificado en el periodo anterior, pero que suma cada vez nuevas medidas cada vez más infundadas y marca una intención de sectores de poder en los Estados Unidos de avanzar hacia un grado mayor de confrontación con Cuba, que puede implicar medidas adicionales de bloqueo, nuevas escaladas retóricas de ataques infundados contra Cuba, mayores acciones subversivas”, añadió.
Sobre la situación en América Latina y el Caribe dijo que se intenta aplicar nuevamente la Doctrina Monroe. “Ha habido cambios en el balance político regional; desfavorables en algunos casos. Acabamos de tener la Cumbre del Alba aquí en La Habana que demuestra su vitalidad, su pujanza y su coherencia”.
“Habrá que defender la aplicación de la proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz. Habrá que defender sus postulados frente al imperialismo norteamericano, frente a poderes externos y frente a la complicidad de algunas fuerzas radicales de extrema derecha, e incluso neofascistas, que se abren paso en la región”, dijo sobre los retos del próximo año 2019.

Una política basada en principios

Cuba es un país pequeño y pobre en recursos económicos, pero ha mantenido durante los últimos 55 años una política exterior con alcance e influencia global, basada en principios y valores revolucionarios.
Esta opinión la comparten incluso sus pocos —aunque poderosos— adversarios, quienes no han podido evitar que se extiendan y diversifiquen los lazos forjados con pueblos y gobiernos del mundo entero.
En la propia esencia de la nación, en su insularidad y composición multiétnica, están algunas de las claves para comprender la activa relación que ha mantenido Cuba con el exterior a lo largo de su historia.
Ubicada en el Mar Caribe, una región que el dominicano Juan Bosh calificó de frontera imperial, nuestro país ha estado siempre sometido a los intentos de dominación de grandes potencias, desde España y Gran Bretaña, hasta los Estados Unidos.
En tales circunstancias, el principal interés nacional, más allá de cualquier coyuntura, ha sido y es garantizar nuestra soberanía, independencia y autodeterminación.
El triunfo de la Revolución el primero de Enero de 1959 fue el acontecimiento histórico que materializó esos objetivos, pospuestos por una república neocolonial dependiente de Estados Unidos. La elección del camino de la construcción del socialismo a 90 millas de la principal potencia capitalista, hizo de la consolidación de una eficiente política exterior un asunto de vida o muerte.

Antimperialismo, internacionalismo y anticolonialismo

Tropas cubanas en Angola.
Estados Unidos no podía permitirse el ejemplo que representaba Cuba para América Latina y el Caribe, así como para los países del Tercer Mundo. Su política de agresión se dirigió a intentar derrocar al nuevo gobierno por todas las vías posibles.
En Punta del Este, Uruguay, Estados Unidos reunió en 1962 a los países de la Organización de Estados Americanos (OEA) para imponerle su política de aislamiento contra la Revolución. Allí, la mayoría de los gobiernos de las oligarquías locales se plegaron a los intereses norteamericanos.
“La OEA quedó desenmascarada como lo que es; un ministerio de colonias yanquis”, le dijo Fidel al pueblo reunido en la Plaza de la Revolución el 4 de febrero de 1962, para escuchar la Segunda Declaración de La Habana.
“Vamos a tener con nosotros la solidaridad de todos los pueblos liberados del mundo, y vamos a tener con nosotros la solidaridad de todos los hombres y mujeres dignos del mundo”, afirmó entonces el líder cubano.
Cuba tuvo que mirar a miles de kilómetros hacia el este para encontrar aliados en la construcción de un nuevo tipo de sociedad, más justa y solidaria, sobre la base de una economía subdesarrollada y monoproductora.
Por razones políticas, económicas y de seguridad, las relaciones con el campo socialista, principalmente con la Unión Soviética, pasaron a ocupar un papel protagónico en la política exterior.
Sin embargo, jamás se cerraron las puertas a una mejoría en las relaciones con las naciones de América Latina y el Caribe, e incluso, con los Estados Unidos. De hecho, a medida que en las siguientes décadas las dictaduras militares y los gobiernos de derecha plegados a los intereses de Estados Unidos fueron dando paso a fuerzas menos retrógradas, la Revolución creó importantes espacios de intercambio con su espacio geográfico natural.
Además, Cuba no dio la espalda a la causa de los países del Tercer Mundo y fue miembro fundador, a la vez que un actor de peso, en el Movimiento de Países No Alineados, que presidió por primera vez entre 1979 y 1983, en pleno auge de la Guerra Fría.
Los combatientes y colaboradores cubanos, desde un inicio, ofrecieron su ayuda desinteresada a varias naciones que luchaban por su independencia, principalmente en África y América Latina, como prueba de los principios antimperialistas y anticolonialistas de la Revolución. Asimismo, decenas de miles de médicos, maestros, y asesores civiles de diversos tipos colaboraron con el desarrollo social y económico de los países del Sur.
La independencia de Angola y Namibia, el comienzo del fin del Apartheid, la formación de miles de profesionales que educaban, salvaban vidas o construían sus nuevos países, son solo algunos de los éxitos que se pueden contar en esta etapa.
La política exterior, como la Revolución misma, se movía por ideales. Esa realidad, aunque tardíamente, fue reconocida incluso en las filas enemigas:
“Castro era tal vez el líder revolucionario en el poder más genuino de aquellos momentos”, escribió en sus memorias el habilidoso político estadounidense Henry Kissinger.

Romper el cerco

Un cartel en La Habana proclama “Viva Cuba Libre”. Foto: Desmond Boylan/ AP
A comienzos de los noventa, la desintegración de la Unión Soviética y la caída del campo socialista supusieron un duro golpe para Cuba, que de la noche a la mañana perdió sus principales mercados y fuentes de suministros esenciales.
Los sectores más extremistas y anticubanos en Estados Unidos, ante la posibilidad de dar la estocada final, arreciaron el bloqueo con la aprobación de la Ley Torricelli, en 1992, y la HelmsBurton, en 1996, entre otras medidas. Al mismo tiempo, destinaron cientos de millones de dólares extras a la subversión y la creación de una supuesta disidencia interna.
Contra todos los pronósticos de quienes contaban los días finales de la Revolución, Cuba no solo logró resistir, sino que salió fortalecida en diversos frentes.
Adquirieron un renovado auge las relaciones con los países del Sur, en especial con América Latina y el Caribe, Asia y África. Con ello, se dio continuidad a nuestros principios y propósitos en los organismos internacionales, se privilegió la búsqueda de la paz, la voluntad de integración y colaboración.
Las políticas agresivas, ilegales y extraterritoriales de Washington resultaron ser tan arrogantes, que suscitaron un casi unánime rechazo internacional y llevaron a niveles exponenciales la solidaridad con Cuba, incluso dentro de países tradicionalmente aliados de los norteamericanos.
Prueba de ello son las votaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que desde comienzos de los noventa condenan anualmente el bloqueo estadounidense: si en 1992, 59 países votaron a favor, tres en contra y la inmensa mayoría, 71, se abstuvieron; en 1997 (un año después de la aprobación de la Helms-Burton), 143 países votaron a favor, tres en contra y 17 se abstuvieron.
A pesar de las vicisitudes económicas, la solidaridad cubana se multiplicó. Incluso durante los años más duros del Periodo especial, Cuba no vaciló en poner a disposición de los pueblos del mundo su ingente capital humano, y hasta sus magros recursos económicos. Ese fue el caso de la ayuda médica gratuita ofrecida a varios países centroamericanos que resultaron devastados por los huracanes George y Mitch en 1998.
Las escuelas continuaron abiertas no solo para los cubanos, sino para miles de estudiantes extranjeros que compartieron necesidades para convertirse en ingenieros, maestros e infinidad de otras profesiones.

Éxito y amenazas de un nuevo siglo

La primera década del siglo XXI iniciaba con un hecho que removió los cimientos de la nación: la lucha por el regreso del niño Elián González, retenido ilegalmente en Estados Unidos. Esta vez, el pueblo sacó la política exterior a las calles en masivas manifestaciones que no cesaron hasta que su padre, Juan Miguel González, tocó suelo cubano con su hijo en brazos.
Además, en territorio norteamericano se albergaron y protegieron organizaciones terroristas y declarados criminales que causaron muerte y destrucción en Cuba, como Luis Posada Carriles y Orlando Bosh, entre muchos otros.
En lugar de apresarlos y condenarlos por sus crímenes, las autoridades estadounidenses se dedicaron a perseguir y apresar a un grupo de jóvenes cubanos cuya misión era obtener información sobre esas mismas estructuras terroristas que ponían en peligro la seguridad de los ciudadanos.
Desde entonces, Cuba libró una batalla por la liberación de Cinco declarados Héroes en el país que se extendió por más de 15 años, hasta el regreso de todos el 17 de diciembre del 2014.

Fin de la larga noche neoliberal

Durante los primeros diez años del siglo XXI, América Latina y el Caribe sufrieron una transformación radical que cambió la correlación de fuerzas, hasta entonces dominada por la derecha y el neoliberalismo.
En ese lapso de tiempo, como ha dicho el presidente ecuatoriano Rafael Correa, se terminó “la larga noche neoliberal” que había llevado a la miseria a las grandes mayorías, mientras enriquecía a unos pocos privilegiados.
La llegada de Hugo Chávez a la presidencia venezolana en 1999, y el posterior triunfo de movimientos progresistas y de izquierda en Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Nicaragua, entre otros, crearon un nuevo ambiente de cooperación e intercambio entre los países de la región.
A comienzos de noviembre del año 2005, en la ciudad argentina de Mar del Plata, se produjo un punto de inflexión que evidenció los nuevos aires que corrían. Allí se desterró el ALCA que proponían los Estados Unidos para crear un espacio de libre comercio en todo el continente.
Algunos meses antes, se había producido otro hito en pos de la unión de los pueblos latinoamericanos. En diciembre del 2004 el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, y el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, firmaron la Declaración Conjunta para la creación del ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América) y se realiza en La Habana la primera cumbre de este organismo.
En los años siguientes se sumarían a esta iniciativa Bolivia, Nicaragua, Dominica, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda y Honduras. Este último abandonó el organismo en el 2009, luego del golpe de Estado que removió del poder al presidente constitucional Manuel Zelaya.
“Afirmamos que el principio cardinal que debe guiar el ALBA es la solidaridad más amplia entre los pueblos de América Latina y el Caribe, que se sustenta con el pensamiento de Bolívar, Martí, Sucre, O’Higgins, San Martín, Hidalgo, Petión, Morazán, Sandino, y tantos otros próceres, sin nacionalismos egoístas que nieguen el objetivo de construir una Patria Grande en la América Latina, según lo soñaron los héroes de nuestras luchas emancipadoras”, refiere su documento constitutivo.

Solidaridad: Principio y fin


En este nuevo escenario y después de dejar atrás las más graves vicisitudes económicas, el alcance de la cooperación internacionalista cubana se convertiría en un ejemplo de lo que puede lograr un país cuando se mueve por principios de justicia.
Surgió el Programa Integral de Salud que buscaba extender los servicios médicos a un centenar de países, fundamentalmente en África y América Latina. Este incluía también la formación y capacitación de recursos humanos en las áreas donde laboran los galenos cubanos como en la Isla. La Escuela Latinoamericana de Medicina, que en el curso 1999-2000 contaba con más de 3 000 estudiantes de 23 naciones, multiplicó sus matrículas para convertir a jóvenes pobres en doctores para sus propias comunidades.
En el 2005, las graves inundaciones provocadas por el huracán Katrina en Estados Unidos, motivaron que Cuba organizara la Brigada Médica Henry Reeve, bautizada así por Fidel en honor a un médico neoyorquino que luchó por la independencia de Cuba.
Esa brigada, rechazada por los norteamericanos, sería desplegada poco tiempo después en suelo paquistaní, afectado por un fuerte terremoto, considerado la peor catástrofe natural de ese país, con un saldo aproximado de 80 mil muertos y más de tres millones de damnificados.
La Henry Reeve sumó desde entonces más de una decena de misiones ante la ocurrencia de terremotos, inundaciones y otras situaciones de catástrofes en Guatemala, Paquistán, Bolivia, Indonesia, Belice, Perú, México, Ecuador, China, Haití, El Salvador y Chile.
Si bien el área de la salud ha sido el buque insignia de la cooperación internacional, en otras áreas como la educativa el aporte no ha sido menos importante. Mediante el método cubano Yo sí puedo, desarrollado por especialistas de la Isla a principios de la década, se han alfabetizado millones de personas adultas en todo el mundo.
Además, como parte del ALBA, Cuba y Venezuela han llevado a cabo misiones internacionales de manera conjunta, como es el caso de la Operación Milagro, que se planteó el objetivo de operar a seis millones de personas de diferentes padecimientos oftalmológicos en diez años. El plan que se inició en Venezuela, abarcó una treintena de países de América Latina, el Caribe, Asia y África.
Los profesionales se desplegaron también en territorio venezolano en Misiones sociales que han cambiado la fisionomía de ese país. Como es el caso de Barrio Adentro, que llevó salud a millones de ciudadanos pobres de esa rica nación.
Los galenos cubanos protagonizaron en el 2014 una de las páginas más heroicas de la historia de la mayor de las Antillas, al ser claves en la derrota de la epidemia de Ébola que afectó África occidental.
La brigada cubana que participó en esas labores recibió importantes premios de la Organización Mundial de la Salud.
La cooperación internacional cubana, por su alcance y trascendencia, ha devenido un elemento troncal en las relaciones de Cuba con el Tercer Mundo.
Sin abandonar los principios solidarios que siempre la han guiado, se ha ido transformando en un sistema cooperación Sur-Sur, que resulta beneficioso para ambas partes.
Sin embargo, no ha estado exenta de provocaciones y ataques, como fue el caso reciente del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, cuyas declaraciones agresivas supusieron el fin de la participación cubana en el programa Más Médicos, gracias al cual millones de brasileños tuvieron acceso a un médico por primera vez en sus vidas.

Karl Marx y el Futuro


domingo, 9 de diciembre de 2018

por Savas Michael-Matsas

El respetable periódico burgués New York Times, el 30 de abril de 2018, ha publicado un artículo de Jason Barker, un profesor de filosofía asociado, con el alegre título de: ¡Felíz cumpleaños, Karl Marx, estabas en lo cierto!

Muy pronto, el 4 de mayo de 2018, la voz de la City de Londres, el igualmente respetable y burgués Financial Times acogió una reseña de un libro del historiador económico Adam Tooze bajo el impresionante título “Por qué Karl Marx es más relevante que nunca”.

En 3 de mayo de 2018, otra voz británica del gran capital, el bien conocido jornal Economist publicó también un artículo sobre el bicentenario de Marx, esta vez muy venenoso, ignorante y de mal gusto pero no obstante con una advertencia valiosa en su título: “segundo tiempo, una farsa- ¡Gobernantes del mundo, lean a Karl Marx! En su bicentenario el diagnostico de Marx de las fallas del capitalismo es sorprendentemente relevante “.

Una pregunta es inevitable: ¿por qué estos órganos de prensa de poderosas secciones de la clase capitalista influyentes internacionalmente publican tales artículos dedicados al peor enemigo revolucionario de la historia de la misma clase capitalista?

Se hace claro de ver para todos, y sorprendente para sus enemigos declarados y ex simpatizantes decepcionados, que el legado de Marx está aún vivo y coleando, relevante inclusive para el campo del enemigo de clase.

El mantra de su muerte, dominando en todos lados en las décadas luego del colapso de la Unión Soviética, no se puede mantener más. Marx se consideró enterrado hace largo tiempo, junto con el comunismo, la revolución, aún la misma historia. Ahora, aparentemente el “Caballero Rojo regresa”. Ya no como un “espectro” o como múltiples “espectros”, como en el famoso, en un sentido incluso profético, libro de Jackes Derrida en 1993; Marx vuelve reivindicado en sus análisis y pronósticos (“¡Estabas en lo cierto!). Es considerado incluso “sorprendente”, “más relevante que nunca” como podemos leer en la prensa, la más hostil a sus ideas revolucionarias y de la praxis revolucionaria inspirada en su teoría.

El New York Times, el Financial Times o el extremadamente hostil Economist, obviamente no se han hecho marxistas o “marx-friendly”. La razón de la publicación de tales artículos, puede encontrarse en un pasaje en artículo mencionado arriba de NYT. Se refiere a Nouriel Roubini, el economista y financiero en boga quien se hizo famoso post festum, como uno de los muy pocos de sus colegas que estaba advirtiendo la catástrofe en camino: la erupción de la crisis capitalista mundial, después del colapso del mercado de las hipotecas sub-prime de los EEUU en 2007, la debacle de Lehman Brothers en 2008 seguida por el derrumbe financiero mundial y la Gran Recesión (o “Tercera Gran Depresión”).“incluso economistas liberales”, escribe Baker en el NYT, “tales como Nouriel Roubini acuerdan que la convicción de Marx que el capitalismo tiene una tendencia inherente a destruirse a sí mismo permanece tan presciente como siempre”. Una declaración así es frecuentemente desestimada como “catastrofista” por auto-proclamados “marxistas” escépticos o ex marxistas que prueban ser más optimistas por el futuro del capitalismo que los mismos capitalistas que tienen de hecho “algo” que perder, ¡la riqueza social usurpada producida por otros!

El artículo viciosamente anti-marxista, anti-comunista en el Economist advierte: “la reacción contra el capitalismo se alza –si más frecuente en la forma de odio populista que de solidaridad proletaria. Hasta ahora los reformistas liberales se prueban tristemente inferiores a sus predecesores en términos de tanto su comprensión de la crisis como en su habilidad para generar soluciones. Deberían usar el 200º aniversario del nacimiento de Marx para reencontrarse con el gran hombre – no solo para entender las serias fallas que el brillantemente identificó en el sistema, sino para recordarse del desastre que espera si fallan en confrontarlas.”

Este tardío, luego del evento, reconocimiento forzado de la relevancia de Marx por sus oponentes tiene más que ver con el mismo fracaso histórico de los economistas burgueses para prever la crisis capitalista global que con real entendimiento del mismo Marx, de sus descubrimientos de las contradicciones internas del capital, de los límites inmanentes del capitalismo como un modo social de producción, llevándolo a crisis y a su condena histórica.

De la manera más espectacular, el fracaso fue demostrado en el legendario encuentro de economistas burgueses líderes convocado por la reina Isabel como resultado de la estallido global de 2008, y donde todo el mundo permaneció en silencio, incapaz de responder a la pregunta de la reina: ¿por qué todos ellos –economistas, “think tanks”, bancos y banqueros, instituciones tales como el FMI- fracasaron completamente en ver, predecir o advertir de la catástrofe financiera global venidera?

Diez años después, más de una década después, el mundo es aún sacudido por una continua, aún sin resolver, crisis capitalista mundial, amenazando ahora, en 2018, con nuevas, más devastadoras explosiones económicas, políticas, y geopolíticas. La pregunta de la reina sigue sin respuesta. No sólo la economía burguesa no puede explicar el pasado- la falta de pronóstico de la crisis global del 2007 y la falta de entendimiento de sus causas más profundas; a su vez no puede comprender el presente – porque la crisis sigue irresuelta a pesar de las medidas extraordinarias, heterodoxas de paquetes de estimulo gigantescos, flexibilización cuantitativa, y tasas de interés de casi cero, tomadas por los bancos centrales y gobiernos; y, por último pero no menos importante, no puede prever el futuro aunque ya aparezcan señales siniestras en el horizonte.

“Mientras apenas reunimos los paliativos para sobrevivir el desplome previo, no hay confianza que tengamos suficiente en la alacena para la próxima vez” dice Tom Clark contestando SI a la pregunta del Financial Times(24/4/2018) ¿Ha fracasado la economía?
Contestando NO a la misma pregunta el economista Chris Giles, no obstante comenta: “el futuro es incierto. El presente es incierto. El pasado es incierto” (op.cit.)

¿Minsky o Marx?

Vale la pena volver a ver una interesante presentación de Janet Yellen, ex Presidenta de la Reserva Federal de los EEUU, el 16 de abril de 2009, a la 18ª Conferencia Anual Hyman P. Minsky sobre el Estado de los EEUU y las Economías Mundiales bajo el título de Una fusión Minsky: Lecciones para Banqueros Centrales.

Ella enfatiza que el estallido representa una más seria “ruptura sistémica”. Desafía aproximaciones superficiales que culpan a “la complacencia por los inversores”. También rechaza como estrecho, basado en una perspectiva nacional limitada, la hipótesis del “exceso de ahorro” adelantada por su predecesor Presidente de la Fed, Ben Bernanke. De acuerdo a este admirador de Milton Friedman, la fuente de la crisis fue “un exceso de ahorro extranjero mayormente generado en los países en desarrollo tales como China e India [que] alimentó la demanda por acciones denominadas en dólares” […] combinado con una baja tasa de ahorro personal de EEUU, grandes déficits del gobierno de EEUU, y ganancias de alta productividad para producir un enorme déficit de cuenta corriente”.

Yellen basa su aproximación a la “hipótesis de inestabilidad financiera” de Hyman Minsky –bastante popular luego de 2008. Pone acento en que en 2008 “la fusión Minsky es global en su naturaleza reflejando la interconectividad siempre creciente de los mercados financieros e instituciones alrededor del mundo. La recesión es la primera durante el período de posguerra en ver contracciones simultáneas en salida en Europa, Japón, y Norteamérica”.

Siempre basada en la aproximación minskyiana, Yellen, desde el primer momento, y en su discurso de 2009, apoyó todas las medidas heterodoxas tomadas, luego de la debacle de Lehman Brothers, por la Fed ( y mucho más tarde por el BCE) para restringir la caída al abismo al introducir enormes “paquetes de estimulo”, tasas de interés cercanas a cero, y esquemas relajamiento cuantitativo (QE en Inglés) que proveyeron billones de dólares de liquidez. Para Yellen todas estas eran “prescripciones de la política de Minsky”. Cita aprobatoriamente a Paul Mc Culley quien enfatiza la importancia del QE refiriéndose a este como “el camino inverso de Minsky”, revirtiendo la producción de burbujas Ponzi y alto riego financiero (Paul Mc Culley, Salvando a la Banca Capitalista de Sí Misma, Global Central Bank Focus, PIMCO febrero de 2009).

El problema es que, diez años después, todas estas prescripciones de la política Minsky, alabadas por Yellen y todos los Minskianos, liberales o de izquierda, fracasaron. Aún peor: produjeron burbujas financieras especulativas más gigantescas que aquellas que estallaron en 2007-2008 amenazando con nuevas explosiones devastadoras.

Los debates actuales sobre una política monetaria y de incremento de tasas de interés más “activista” o una más “prudente” para el manejo de “burbujas” da una sensación de un deja vu desesperanzador. Los mismos argumentos fueron intercambiados infructuosamente hace diez años también, y fueron mencionados en el discurso de 2009 de Janet Yellen.

No es solamente que un agraciado e introspectivo post keynesiano –institucionalista como Minsky o sus admiradores como Yellen quienes son refutados por la realidad. Durante la década pasada, tanto las políticas opuestas al enfoque neoliberal sobre la circulación monetaria son medidas fiscales versus los post keynesianos apoyando la combinación de intervenciones centrales fiscales y monetarias, demostrativamente fracasaron. Ambas estrategias económicas elaboradas por competentes escuelas de economía burguesas luego del crack de 1929 y la gran depresión, keynesianismo y neoliberalismo, en todos sus matices y combinaciones, probaron durante la crisis capitalista global en marcha, totalmente incapaces de tratar con ésta y con las contradicciones globales que las impulsan. Como señalamos en otra ocasión, el fracaso de la economía burguesa representa unimpasse estratégico para el capitalismo, lo que hemos descripto, en un ensayo previo, como la agonía de muerte del homo economicus.

La superioridad del método de Marx es reflejada en el colapso de su opuesto, el individualismo metodológico, común en las diferentes o conflictuadas hebras de la economía política burguesa comenzando de un agente individual haciendo elecciones racionales luego de estimar riesgos y ganancias.

Para ponerlo en pocas, simples palabras: la clase capitalista se está quedando sin opciones económicas estratégicas. Una situación tal donde las agudas contradicciones polarizadoras no pueden ser resueltas impulsa a los mandantes del sistema hacia intentos de una “solución” extra-económica, brutal, militar significa: agresión imperialista y guerra.
Una nueva etapa de la crisis

Los resultados de este impasse están aquí para que todos los vean. El reverso ahora de las medidas desesperadas tomadas luego del colapso de Lehman Brothers prueba ser un remedio peor que la enfermedad. Comenzando por la reserva de EEUU y pronto seguido por el BCE, un reverso del “camino inverso de Minsky” está sucediendo ahora, al terminar con los programas QE y elevar las tasas de interés. Pero esta vuelta en “u” evoluciona en un ambiente cambiado dramáticamente: proteccionismo en ascenso, unilateralismo Trumpiano, guerras comerciales, antagonismos internacionales agudizándose, explosiones geopolíticas incrementándose peligrosamente, guerras internacionales expandiéndose de Asia Central a Medio Oriente, el Mediterráneo y las fronteras de Europa (los Balcanes, Ucrania). En un contexto así ésta aparentemente “reversa del reverso del camino Minsky” ya crea estragos.

La nueva etapa dramática de la crisis en Argentina y Turquía son síntomas de la crisis global en deterioro, marcada por el colapso de las monedas, sobre endeudamiento, déficits y o el giro desesperado una vez más hacia el chaleco de fuerza draconiano del FMI, acertadamente maldecido por sus víctimas.

No solo desastres económico-sociales y guerras barbáricas están en la agenda sino levantamientos populares y revoluciones también.
La marea revolucionaria de movilizaciones populares tremendas en Europa del Sur y el Norte de África en 2011-2013, desde la Puerta del Sol a la Plaza Syntagma a Tahrir al Parque Gezi, salieron del impacto del shock de la primera ola del terremoto económico global de 2008. Aunque siguió un retroceso, ligado a las agresiones imperialistas y el fomento de guerras civiles reaccionarias, como en el caso de Siria, y el Medio Oriente, estas luchas de masas de la primera etapa de la crisis mundial representan el preludio del verdadero drama que llega en el próximo período.

Es éste último prospecto que asusta a las clases dominantes y hace que los economistas liberales, viendo también el peligro, reconozcan reluctantemente a través de la crisis mundial presente, la superioridad del análisis del capitalismo de Karl Marx. Están temerosos por el hecho que su pronóstico de la tendencia del capitalismo a su auto destrucción sea empíricamente confirmada. NO significa que tomen su método de dialéctica materialista histórica, u, obviamente, que compartan sus conclusiones revolucionarias.
Declive y Transición

Muchos analistas liberales, conservadores, incluso algunos de izquierda pueden ver hoy, en condiciones de crisis mundial sin resolver, que es bastante posible un final histórico del declinante sistema capitalista plagado en crisis. Lo que impensable para ellos, incluso imposible de considerar, particularmente luego de 1989-91, no es el final de un sistema mundial, viejo, agotado históricamente sino el comienzo de uno nuevo.

Hegel, aunque en términos idealistas, pudo tomar y teorizar la contradicción, en su Filosofía del Derecho: declive histórico, decadencia de los viejo es la forma negativa de aparición de la emergencia de lo nuevo, una transición a través de las agudizaciones de las contradicciones inmanentes en la vieja formación. Sí no están las condiciones de la resolución de las contradicciones, sí una Abrogación (Aufhebung en el original, nota del Tr.) dialéctica es imposible, entonces el resultado es la ruina mutua de los polos opuestos.

Una real, Abrogación dialéctica, de acuerdo a Marx no es una reconciliación de los opuestos, una pseudo-negación de la negación Hegeliana (K. Marx, Manuscritos de 1844) sino un quiebre en continuidad- una Cesura (Cäsur en el original, nota del Tr.) para usar el término de Hörderlin – un salto cualitativo, una transformación revolucionaria de ambos polos de la contradicción.

Ésta senda dialéctica de conocimiento es considerada como “metafísica” por el pensamiento positivista dominante, particularmente entre economistas y sociólogos. En su Crítica de la economía política burguesa, Marx mostró que su principal falla metodológica fue su incapacidad para ir más profundo que las apariencias, para distinguirlas de la esencia, las contradicciones motrices internas específicas.

En la crisis mundial post 2007, los economistas neoliberales o post-keynesianos (incluyendo a Minsky o teóricos de la “financiarización”, liberales o de izquierda) ven principal o únicamente una crisis del sector financiero dominante, desregulado, sobre-expandido de la economía capitalista separándola de la esfera de la producción, de la producción de valor excedente como la forma específica de expropiación de plusvalía de los productores directos por aquellos que dominan los medios y los procesos de producción. Lógicamente las teorías de “financiarización” están ligadas o llevan a las teorías de “desaparición” del proletariado o su sustitución por una nueva clase, el “precariado” (la cual, en realidad es una parte estructural-constitutiva del proletariado, como ha demostrado en el Manuscrito de 1861-63 así como en su análisis de la sobre-población relativa en el Capital).

La fetichización de las finanzas, (el capital ficticio es considerado por Marx como el “fetiche absoluto”) separándolas, o confundiéndolas con, o sustituyéndola de la producción propiamente, oculta su dependencia mediada del proceso de acumulación del capital como un todo chocando con sus límites inmanentes; en última instancia, los economistas de hoy del mainstream, heterodoxos, o auto proclamados marxistas separan el dinero del capital de la relación de valor dominante basada en la doble naturaleza interna, abstracta y concreta, del trabajo social.
Declive de la forma del valor y la Vida

Sin una crítica de la teoría del valor trabajo de la economía política clásica, como Marx alcanzó en su obra máxima, Das Kapital, es imposible tener una concepción científica de las mediaciones entre valor, dinero, capital dinero, crédito y finanzas. Por esta razón, Marx es más actual que nunca antes como la brújula teórica y guía metodológica indispensable en la crisis de hoy, histórica, estructural y sistémica del capital globalizado.

La causa primaria de la crisis presente no es la “desregulación irresponsable de las finanzas sobre-expandidas globalmente” en todas sus exóticas ramificaciones a ser resueltas por una suerte de re-regulación Minskyana. “Die wahre Schranke der kapitalistischen Production ist das Kapital selbst” (Das Kapital, III, ME Werke vol. 25 p. 260)- “La verdadera barrera de la producción capitalista es el mismo capital” Marx enfatiza “Es que el capital y su auto-expansión aparecen como el punto de partida, el motivo y el propósito de la producción; esa producción es sólo producción para el capital y no viceversa, los medios de producción no son simples medios para una constante expansión del proceso vital [Lebenprozesses] de la sociedad de productores […] Los medios – desarrollo incondicional de las fuerzas productivas de la sociedad- están continuamente en conflicto con el propósito limitado, la auto-expansión del capital existente” (Capital 3, Progress in English, p. 250).

Es el declive histórico de la relación de valor misma como principio regulador de la vida socio-económica bajo el capitalismo que se manifiesta a sí mismo en el impasse financiero-económico presente con todas sus implicaciones catastróficas.

La globalización capitalista de las últimas tres décadas que llevó a la implosión de 2007 ha impulsado a sus extremos este conflicto en marcha en la relación invertida entre medio y propósito. La sobre acumulación de capital exacerbada por la liberalización y la globalización de las finanzas alcanzaron un punto crucial de incompatibilidad irreconciliable con las demandas acuciantes, ilimitadas de lo que Marx llama el proceso vivo –Lebensprozess- de la sociedad, incluyendo la naturaleza viva.

Contra toda forma de distorsiones economicistas del pseudo-marxismo mecánico de la Segunda Internacional y el estalinismo, tenemos que comprender de nuevo que La vida es la categoría central de la teoría revolucionaria de Marx.

Está desafortunadamente olvidado o enterrado bajo el peso de los viejos texto soviéticos estalinistas que Marx mismo definió, en Ideología Alemana, el “modo de producción”, la categoría clave del materialismo histórico, como Lebenweise, forma o modo de existencia o modalidad de vida social. Modos específicos del “metabolismo” social evolucionando históricamente (Stoffwechsel) entre el ser humano y la naturaleza.

La vida es el hilo rojo a través de la afiebrada búsqueda teórica de Marx, desde los Manuscritos de 1844 y la Ideología Alemana a los Grundrisse y Das Kapital. El omnipresente, recurrente leitmotiv es la vida, el proceso vivo, trabajo vivo (dominado por el trabajo muerto, el capital) de cuerpos vivos, la vida determinando la conciencia.
Crisis de Deuda como Transición

Marx ha analizado profundamente y previsto el tremendo papel del crédito tanto para una “monstruosa” [Ungeheure, en alemán. Kapital III, p. 452], expansión de la escala de la producción [capitalista] y de las empresas” (p. 436 en la edición en inglés), así como a la explosión de las crisis: “el crédito acelera las violentas erupciones de ésta contradicción –crisis- y de allí los elementos de desintegración del viejo modo de producción” (op.cit. p. 441).

Aquí se puede ver claramente la naturaleza de la actual crisis mundial. No solo una crisis de sobre-producción de capital como salida de ésta sino “elementos de desintegración del viejo modo de producción” – y, aún más importantes momentos de transición más allá del viejo mundo capitalista en desintegración hacía un nuevo modo de producción: “Las dos características inmanentes en sistema de crédito son, de un lado desarrollar el incentivo de la producción capitalista, el enriquecimiento a través de la explotación del trabajo ajeno, a la más pura y colosal forma de juego y estafa y reducir más y más el número de los pocos que explotan la riqueza social; del otro, constituir la forma de transición a un nuevo modo de producción” (op.cit.).

Todos, no solo los economistas profesionales, pueden ver el mundo de hoy tomando la forma de un colosal casino de timba y estafa financiera; todos pueden ver, también, la siempre creciente monstruosa inequidad, cuando, en 2017, de acuerdo a Oxfam, el 82 por ciento de la riqueza generada el año pasado fue a una oligarquía parásita del 1por ciento del mundo más rico. Lo que no se puede ver es la transición más allá de este infierno, a un nuevo mundo, realmente humano, es decir comunismo mundial, una nueva comunidad sin explotación, opresión, humillación de seres humanos por seres humanos. El mito falaz tardío de Tatcher TINA (sigla en inglés para There Is No Alternative, nota del tr.), no hay alternativa, desafortunadamente aún domina, a pesar de la bancarrota irreversible del neoliberalismo tatcherista en 2007. La importancia actual, la mayor contribución de Marx hoy es precisamente proveer un método guía para comprender las fuerzas impulsoras de nuestra época de transición en el momento histórico presente de los más grandes peligros para la humanidad.
Presente Pasado Futuro

Los representantes del viejo mundo moribundo repiten hasta la nausea la afirmación del ya arriba mencionado analista del británico FT: “El futuro es incierto. El presente es incierto. El pasado es incierto”. Sólidamente basados en el legado de Marx aquellos luchando por un nuevo mundo liberado pueden proclamar lo opuesto.

El presente de una crisis sistémica de todos lados y todas las formas de conflicto social, es el presente a ser comprendido en la teoría y peleado en práctica revolucionaria como una viva, no predeterminada, ni lineal historia de la lucha social. “la Historia” advirtió Marx en

La Sagrada Familia “no es, como fue, una persona aparte, usando al hombre como medio para alcanzar sus propios objetivos; la historia no es más que la actividad del hombre persiguiendo sus objetivos”. Y la meta objetiva de los oprimidos y explotados sigue siendo la emancipación humana universal –el final de todas las formas de alienación, lo que quiere decir comunismo mundial.

El pasado no es una carga de decepciones y derrotas a ser olvidadas. La amnesia no es una virtud. Marx es crucial para entender las distorsiones de su propia teoría hecha por epígonos y burócratas, usándola tanto para la colaboración de clase y para acomodamiento reformista al capitalismo o como una ideología de Estado de auto-justificación estalinista burocrática. Sin Marx, no podemos descubrir las preciosas lecciones del pasado revolucionario con todas sus demandas inconclusas aún vivas. No podemos salvar la “Tradición de los Oprimidos”, como la llamo Walter Benjamin, el legado de todas las victorias épicas y derrotas trágicas de la revolución socialista mundial que siguieron a su comienzo en Octubre de 1917 en Rusia.

El legado y el método de Marx, el nuevo horizonte que el expresó teóricamente y abrió a la vista y acto para la humanidad, es crucial no solo para comprender el pasado como un depositario de lecciones sino como una guía al presente por un salto al futuro –incluyendo pelear contra la confusión y la pérdida de orientación histórica luego de 1991.

A través de Marx, es posible comprender que pasó realmente en la Unión Soviética, por qué pasó, por qué está quiebra en la continuidad de la historia mundial inició una transición, que fue bloqueada llevando a desastres y luego a la desintegración, el deceso de la URSS.

De hecho dos líneas incompatibles estuvieron en conflicto ya desde los años 20 del siglo pasado, como Stalin mismo admitió: la teoría de la revolución permanente de Trotsky y la teoría del “socialismo en un solo país”. La última era la opuesta de lo que Marx insistió a través de su vida y lucha. La teoría marxiana post 1848 de la revolución permanente que Trotsky desarrollo más tarde luego de 1905, bajo las condiciones de una nueva época, es esencialmente una teoría materialista dialéctica de una transición histórica mundial más allá de la sociedad de clase por medio de la revolución socialista mundial –una transición inaugurada en 1917. La “teoría” (¿?) bujarinista-estalinista de “socialismo” completado “en un solo país” es la negación burocrática de esa transición mundial – y de cualquier transición. Es la ideología de la parálisis burocrática y un dogma de la inmovilidad.

La restauración capitalista en el espacio post-soviético, luego del trágico caos bajo Yeltsin, entró en conflicto y, particularmente ahora, colisiona con la explosión de las contradicciones globalizadas del mundo capitalista en decadencia y su impulso de guerra imperialista. ¡No hay salida, no hay futuro bajo el capitalismo senil, moribundo!

Marx no era un adivino o un astrologo; el odia, como el dijo, preparar recetas para las cocinas del futuro. Pero esta afirmación fue un ataque polémico contra el utopianismo abstracto, como explicó Ernst Bloch, no un rechazo de una Utopía concreta, tomándose a sí misma en la tierra y en el universo. El comunismo, no como una suma total de nacionalizaciones manejadas burocráticamente bajo un Estado-Leviathan, sino como la superación del trabajo alienado, de las clases y de la forma estatal, el fin de la vida alienada, es la demanda, expectativa y sueño más profundo de liberación de todos los procesos de la vida.

Lenin, tal vez el más realista de todos los revolucionarios bolcheviques, citando, en el ¿Qué Hacer? el poema de Nekrásov, insistió: Necesitamos soñar. Soñar el futuro, pensar el futuro, actuar por el futuro. Karl Marx, primero y principal, pertenece al futuro.
Savas Michael-Matsas
15 de Mayo de 2018