jueves, 28 de marzo de 2019

A 16 años de la invasión a Irak: La gran mentira // 16 años después de Irak, ¿cuántos tienen que morir para que digamos que es suficiente? // Irak: Cientos de bebés nacen sin cerebro por químicos lanzados por EEUU // Casa Blanca: Trump cancela informes sobre muertes de civiles en ataques militares // Crece alarmantemente el índice de suicidios entre veteranos del Ejército de EE.UU. // La visita de Hasán Rohaní a Irak es "una bofetada" a Trump // La derrota de EEUU en Afganistán // La alianza estratégica de China y Rusia destroza la hegemonía occidental // ¿EEUU pierde su patio trasero? Rusia y China respaldan a Venezuela y cambian el juego // URUGUAY: Raúl Sendic: El segundo grito de Asencio // ZUR: El miedo a la democracia por Jorge Zabalza

A 16 años de la invasión a Irak: La gran mentira

por David Brooks
LA HAINE - 26/03/2019

Una guerra más, una mentira más
Como toda guerra, la de Irak fue producto de una gran mentira, una mentira propagada por casi todos los principales medios y por una clase intelectual profesional vinculada al poder, y todos éstos, hasta hoy día, jamás han pagado las consecuencias y muchos menos han tenido que rendir cuentas por su complicidad. Es una guerra en la cual se fabricó la justificación frente a todos: se declaró que Irak tenía armas de destrucción masiva, que era en parte responsable de los atentados del 11-S, que era un Estado que daba refugio a "terroristas". Todo eso fue falso. Y se sabía en esos mismos momentos; millones de personas en algunas de la movilizaciones antiguerra más grandes de la historia lo sabían, no cayeron en en el engaño.
La semana pasada se cumplió el 16 aniversario de la guerra de EEUU en Irak, algo que casi nadie en calles, universidades, cafés, antros, parques o edificios gubernamentales registró, y menos aún comentó. Ni el comandante en jefe. Esa y las otras guerras ya se ha vuelto parte del ruido de trasfondo de este país. Una guerra más, una mentira más.
Esta mentira costó más de 190 mil civiles muertos por violencia directa de esa guerra, casi 5 mil militares estadunidenses que han perecido, cientos de miles de civiles y militares heridos, y un costo mayor de 2 billones de dólares hasta la fecha (y eso que no es la guerra activa más larga en la historia del país; esa tiene 17 años y está en Afganistán), según el informe Costos de Guerra, de la Universidad Brown.
La gran mentira implicó que miles de jóvenes estadunidenses –en su gran mayoría pobres y de clase trabajadora– fueron enviados a Irak o Afganistán a matar y herir a otros jóvenes como ellos. Los que regresaron, si es que no en un ataúd o en una camilla, sí con heridas sicológicas de largo plazo, fueron recibidos por una población que, la verdad, si es que se acuerda de ellos, prefiere no ponerle mucha atención a todo eso, más allá de rendir homenajes a nuestros veteranosantes de un partido de beisbol o de futbol.
Seguramente es el único país en la historia donde uno puede pasar por las calles de todas las ciudades y grandes pueblos sin darse cuenta ni acordarse que está en medio no sólo de una, sino de varias guerras.
Como toda guerra, la de Irak fue producto de una gran mentira, una mentira propagada por casi todos los principales medios (con algunas notables excepciones) y por una clase intelectual profesional vinculada al poder, y todos éstos, hasta hoy día, jamás han pagado las consecuencias y muchos menos han tenido que rendir cuentas por su complicidad.
Es una guerra en la cual se fabricó la justificación frente a todos: se declaró que Irak tenía armas de destrucción masiva, que era en parte responsable de los atentados del 11-S, que era un Estado que daba refugio a terroristas. Todo eso fue falso. Y se sabía en esos mismos momentos; millones de personas en algunas de la movilizaciones antiguerra más grandes de la historia lo sabían, no cayeron en en el engaño.
El objetivo no tenía nada que ver con democracia, libertad, asistencia humanitaria ni nada de eso. Tenía el objetivo de cambio de régimen y, ni hablar, petróleo.
Entre los promotores más feroces de la mentira en el gobierno de George W. Bush estaban Elliott Abrams y John Bolton, junto a un amplio elenco de los mismos jefes de medios e intelectuales de tanques pensantes,tanto conservadores como liberales, que hoy día invitan a todos a creerles algunas mentiras más, incluido [sobre todo] el caso de Venezuela.
Como señala el periodista Matt Taibbi, de Rolling Stone, el daño que esta historia (la guerra contra Irak) causó en nuestras reputaciones colectivas aún es poco entendida [en realidad es ignorada consicientemente] en el negocio (de los medios), y señala que esa mancha no se podrá lavar hasta que enfrentemos qué tan mal fue, y es mucho peor de lo que estamos admitiendo, aun ahora.
¿Cuántas otras guerras repletas y justificadas con mentiras continúan hoy día? Hay una contra los inmigrantes en la frontera (con despliegue militar), otra permanente contra el narco, y ni contar las acciones bélicas activas de Washington en varias partes del mundo, incluidos por lo menos siete países que casi ningún estadunidense puede siquiera nombrar.
Según el informe Costos de Guerra, EEUU conduce hoy día actividades [supuestamente] anti-terroristas en 80 países (40 por ciento de los países del planeta), ha gastado más de 5,9 billones en las guerras posteriores al 11 de septiembre de 2001, han muerto un total de 480 mil personas en Irak, Afganistán y Pakistán, incluidos 244 mil civiles [según otros informes más creíbles, la cifra de muertos pasa de un millón] por violencia directa, casi todo con justificaciones engañosas.
Las mentiras oficiales cuestan muy caro, pero casi nunca para los mentirosos, sino para todos los demás. Esa es la verdad.
La Jornada

16 años después de Irak, ¿cuántos tienen que morir para que digamos que es suficiente?

Se estima que cerca de un millón de personas fueron asesinadas en la guerra de Irak. (Foto: Scoopnest)
Después de Irak, los neoconservadores comenzaron a librar otra guerra, una para el alma de Estados Unidos
Han pasado dieciséis años y el recuerdo de la guerra de Irak es lejano para muchos, excepto para los millones de personas, tanto iraquíes como estadounidenses, que vieron cómo sus vidas fueron destruidas por una de las mayores mentiras jamás vendidas al público estadounidense.
Sin embargo, mientras muchos de los estadounidenses duermen tranquilos pensando que una atrocidad como la invasión y ocupación de Irak nunca volverán a suceder, el gobierno de los Estados Unidos ha estado involucrado continuamente en muchas guerras más pequeñas e igualmente desastrosas, tanto visibles como invisibles, en gran parte gracias al hecho que aquellos que nos trajeron la guerra de Irak siguen siendo respetados y están todavía presentes en los pasillos del poder.
Para muchos estadounidenses de hoy, la indignación por la guerra en Irak, así como la guerra en sí misma, es un recuerdo lejano y una indignación comparable no ha surgido por ningún otro crimen del gobierno de los Estados Unidos cometido o contemplado en una escala similar, ya sea la invasión "cambio de régimen" de Libia, el genocidio en curso en Yemen, o las respuesta a crímenes que el gobierno está creando ahora.
Nuestro olvido ha denunciado nuestro silencio y nuestro silencio es nuestra complicidad con los crímenes, pasados y presentes, orquestados por los neoconservadores, que nunca abandonaron el gobierno después de Irak, sino que se rebautizaron y ayudaron a diseñar culturalmente nuestra pasividad. Como consecuencia, hemos sido engañados nuevamente por los neoconservadores, quienes han transformado a Estados Unidos a su imagen, creando una nación de neoconservadores facilitadores, una nación de neoconservadores pasivos.

La guerra de Irak revisitada

Aunque las mentiras que llevaron a los Estados Unidos a invadir Irak están bien documentadas, merecen ser recordadas. Aquí se puede encontrar un resumen de las muchas mentiras, incluidas aquellas relacionadas con supuestos pero falsos vínculos entre Saddam Hussein y Al Qaeda, así como los supuestos vínculos de Saddam con los ataques de ántrax y el inexistente programa de armas nucleares de Irak.
Sin embargo, podría decirse que, más importante que las mentiras dichas para conducir directamente a la guerra, es la prueba concluyente de que los funcionarios clave de la administración Bush, muchos de ellos miembros de la organización neoconservadora conocida como el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), habían planeado y pedido una invasión a Irak mucho antes de que incluso hubieran ocurrido los ataques del 11 de septiembre.
Así el ex vicepresidente Dick Cheney observó el 11S unos dos años antes de que fuera el principal promotor de la guerra de Irak. (Foto: La Casa Blanca)
Algunos investigadores dicen que el plan para la guerra de Irak comenzó décadas antes con la redacción de la Guía de Política de Defensa (DPG) de 1992, que fue supervisada por Paul Wolfowitz, entonces subsecretario de Defensa para la Política, quien luego se convertiría en uno de los principales arquitectos de la guerra de Irak en 2003. DPG habló de la necesidad de asegurar el "acceso a materia prima vital, principalmente el petróleo del Golfo Pérsico". También habló de la necesidad de que los Estados Unidos desarrollen un protocolo para realizar unilateralmente las intervenciones en el extranjero, afirmando que "los Estados Unidos deben tener la postura para actuar de manera independiente cuando la acción colectiva no puede ser orquestada".
El DPG nuevamente encontraría prominencia entre un nuevo grupo que se autodenominó el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC). Fundada en 1997 por Robert Kagan y Bill Kristol, su primer acto fue publicar una declaración de principios que promovía "una política Reaganita de fuerza militar y claridad moral".
Podría decirse que PNAC es mejor conocido por publicar el documento "Reconstruir las defensas de los Estados Unidos" en septiembre de 2000. Ese documento, que cita la DPG como su inspiración, contiene muchos pasajes controvertidos, uno de los cuales dice:
Estados Unidos ha buscado durante décadas desempeñar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo. Si bien el conflicto no resuelto con Irak proporciona la justificación inmediata, la necesidad de una presencia sustancial de la fuerza estadounidense en el Golfo trasciende el problema del régimen de Saddam Hussein.
Después de que George W. Bush fue declarado ganador de la elección del 2000, muchos signatarios del PNAC tomaron cargos prominentes en su administración, incluidos Cheney y Rumsfeld. Otros signatarios del PNAC, entre ellos Dov Zakheim, John Bolton y Elliott Abrams, pronto encontrarán su camino en la administración de Bush, donde también se involucrarán íntimamente en la planificación y ejecución de la guerra de Irak. En particular, el hermano de Bush, Jeb Bush, también fue un signatario del PNAC.
Una vez que el gobierno de Bush asumió el cargo, la planificación de la invasión de Irak avanzó rápidamente, teniendo la eliminación de Saddam como tema prioritario durante la reunión inaugural de seguridad nacional de Bush. El ex secretario del Tesoro, Paul O’Neill, recordó más tarde que la reunión "tenía que ver con encontrar la manera de hacerlo. El presidente dijo: ‘Encuentren una manera de hacer esto’".
John Bolton amenazó al expresidente de la Organización para la prohibición de Armas Químicas para que no visitara Irak y comprobara la inexistencia de "armas de destrucción masiva". (Foto: La Casa Blanca)
Apenas dos semanas después, el vicepresidente Dick Cheney, ex presidente ejecutivo de Halliburton, tomó el mando de un recién formado grupo de trabajo sobre energía que comenzó a reunirse en secreto con los principales ejecutivos petroleros. En cuestión de semanas, en marzo de 2001, el Pentágono elaboró un documento llamado "Demandantes extranjeros para contratos de campos petroleros iraquíes" para el grupo de trabajo de Cheney, que incluía áreas potenciales de Irak preparadas para una perforación exploratoria. En particular, otros altos funcionarios de Bush, como Condoleezza Rice, fueron, como Cheney, ex ejecutivos de la industria petrolera.
Luego, unas horas después de los ataques del 11 de septiembre, un colaborador de Rumsfeld escribió: "La mejor información es rápida. Juzgue si es lo suficientemente bueno [para] golpear SH [Saddam Hussein] al mismo tiempo. No solo UBL (Osamab Bin Laden)".
El 19 de septiembre de 2001, la Junta de Política de Defensa del Pentágono, presidida por Richard Perle, otro miembro del PNAC, declaró que Irak debía ser invadido después de Afganistán.
Al día siguiente, PNAC escribió en una carta a Bush:
"Incluso si la evidencia no vincula a Irak directamente con el ataque, cualquier estrategia que apunte a la erradicación del terrorismo y sus patrocinadores debe incluir un esfuerzo decidido para sacar a Saddam Hussein del poder".
No fue hasta diciembre de 2001 que la administración, dirigida por Cheney, comenzó a afirmar que Saddam estaba vinculado a Al Qaeda.

El Día Después de la guerra de irak

Sin embargo, como se describió anteriormente, el plan de guerra para entonces ya estaba en marcha.
A medida que aumentaba la indignación pública por las mentiras y los años de ardides que llevaron a la guerra de Irak, no fue la exposición de sus crímenes lo que irritó a los neoconservadores. En cambio, su preocupación fue por la prolongada indignación pública que limitó severamente la capacidad de los Estados Unidos para intervenir militarmente en el extranjero, lo que los llevó a desarrollar más operaciones encubiertas y otros métodos de "cambio de régimen", aparte de la intervención militar absoluta. De hecho, Bush se había quejado de que, después de Irak, sus "manos estaban atadas", una realidad que lo llevó a impulsar el desarrollo de programas secretos de guerra cibernética y la expansión de la guerra de drones, entre otras nuevas y más silenciosas flechas en la funda.
Además del aumento de las operaciones encubiertas de "cambio de régimen" después de Irak, comenzó un esfuerzo concertado que tenía como objetivo encubrir a los neoconservadores, en particular a los prominentes neoconservadores que habían sido los arquitectos de la Guerra de Irak. Estos neoconservadores comenzaron a cambiar de nombre, abandonando el corrompido PNAC por la Iniciativa de Política Exterior y varios otros destacados think-tanks que ocultan su pasado. Su cambio de nombre ha sido tan exitoso que los cofundadores de PNAC como Bill Kristol ahora son considerados por los demócratas parte del liderazgo de la "Resistencia" al presidente Donald Trump.
El lobby de Israel tiene una importante influencia en las decisiones de Estados Unidos a través de la organización AIPAC. (Foto: AIPAC)
Para el año 2008, los neoconservadores dejaron en claro que su plan era renombrar su ideología, con el cofundador de PNAC Robert Kagan escribiendo el artículo "Neocon Nation", en el cual, en un esfuerzo por blanquear el legado ensangrentado de la ideología, afirmó que el neoconservatismo es "profundamente arraigada en la historia estadounidense y ampliamente compartida por los estadounidenses".
Por supuesto, la afirmación de Kagan fue irónica dado que una vez criticó a Colin Powell por no creer que "Estados Unidos debería entrar en conflicto sin un fuerte apoyo público", revelando el propio desdén de Kagan por la opinión del público estadounidense. Sin embargo, su artículo de 2008 muestra cómo, después de Irak, los neoconservadores comenzaron a librar otra guerra, una por el alma de Estados Unidos.

Obama y "El mundo que hicieron los Kagan"

Después de que Barack Obama ganó las elecciones presidenciales de 2008, muchos estadounidenses sintieron que los días de "guerras por petróleo" y las guerras basadas en mentiras terminarían, especialmente después de que el entonces presidente electo Obama ganara el Premio Nobel de la Paz por su cálida retórica sobre la necesidad de la paz mundial. Lamentablemente, hasta el día de hoy, muchos de los que se oponían visceralmente a la guerra de Irak del gobierno de Bush fracasan o se niegan a reconocer que Obama era tan asesino como su predecesor, aunque lo hizo con palabras suaves, encanto y un culto mediático a la personalidad.
Si bien los neoconservadores, particularmente aquellos que nos trajeron la guerra de Irak bajo Bush, a menudo están asociados con el Partido Republicano, la administración de Obama, particularmente el Departamento de Estado liderado por Hillary Clinton, se conectó directamente a la misma red de actores neoconservadores responsables de la destrucción de Irak.
De hecho, al convertirse en Secretaria de Estado, Clinton nombró rápidamente a Robert Kagan como uno de los 25 miembros de su Junta de Política de Asuntos Exteriores, una posición que continuó después de que John Kerry se hizo cargo del Departamento de Estado. El libro de Kagan, "The World America Made", fue particularmente influyente en Obama, quien citó el libro como inspirador en su discurso del Estado de la Unión en 2012, así como su campaña de reelección del mismo año.
Kagan, uno de los neoconservadores más influyentes y prominentes de todos, se desempeñó como funcionario del Departamento de Estado en la administración Reagan y más tarde pasó a fundar PNAC en 1997. Ya en 1998, Kagan estaba pidiendo al gobierno de los Estados Unidos que "elimine al Sr. Hussein y su régimen del poder". En 2002, Kagan, junto con su socio del PNAC, Bill Kristol, afirmó que Saddam estaba apoyando "un campo de entrenamiento terrorista en Irak, completo con un Boeing 707 para practicar secuestros, y lleno de musulmanes radicales no iraquíes". También afirmó que el presunto "autor intelectual" del 11-S Mohammad Atta se había reunido con la inteligencia iraquí unos meses antes del 11 de septiembre. Ambas acusaciones fueron extremadamente influyentes en la promoción de la guerra de Irak, y ambas son completamente falsas.
Un informe del Congreso de Estados Unidos demostró que los terroristas del 11S tuvieron contacto con la inteligencia saudí antes de los atentados. (Foto: Famous Biographies)
Sin embargo, el historial de problemas de Kagan no impidió que el gobierno de Obama le otorgaran a él y a su esposa una influencia considerable sobre la política del gobierno. En 2011, el gobierno de Obama introdujo a la esposa de Kagan, Victoria Nuland, como portavoz del Departamento de Estado. Nuland recibió después el puesto de Subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Eurasiáticos en 2013, que usó para diseñar el golpe de estado del "cambio de régimen" de 2014 en Ucrania, un evento que sigue teniendo consecuencias mortales en ese país e incluso ha ayudado a reforzar elementos neonazis en los Estados Unidos.
Nuland es un ejemplo textual de la continuidad de los neoconservadores desde la administración Bush hasta la administración Obama. De 2003 a 2005, durante la guerra de Irak y la posterior ocupación, Nuland fue la asesora adjunta de seguridad nacional de Dick Cheney; quien, emocionado con su actuación, recomendó que fuera nombrada para servir como embajadora de los Estados Unidos ante la OTAN. A medida que la rama ejecutiva cambió la administración en 2008, Nuland se convirtió en la enviada especial para las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa antes de convertirse en la portavoz del Departamento de Estado de Obama solo tres años después.

Trump: "Contra" la guerra de Irak, pero voluntariamente rodeado por criminales de guerra de Irak

Aunque Donald Trump criticó la Guerra de Irak y el papel del gobierno de Bush en su creación, en la campaña, tanto él, como Obama antes que él, ha invitado a los neoconservadores a su gobierno desde su inicio.
El primer secretario de defensa de Trump, Jim "Mad Dog" Mattis, así como su primer asesor de seguridad nacional, HR McMaster, eran cercanos al arquitecto de la guerra de Irak e influyente neoconservador, Paul Wolfowitz, tanto que Wolfowitz estaba guiando su política de manera encubierta por correo electrónico en los primeros días de la administración de Trump.
La nominación de Mattis por Trump fue particularmente extraña debido a las últimas frecuentes críticas a la Guerra de Irak en las que Mattis ganó su apodo de "Perro Loco" después de supervisar los asedios de Fallujah en 2004, en las que el ejército estadounidense utilizó ilegalmente fósforo blanco, un arma química; así como uranio empobrecido, en la densamente poblada ciudad iraquí. Como consecuencia del ataque de los Estados Unidos hace más de una década, los niños de Fallujah continúan naciendo con horribles defectos de nacimiento.
El Estado Islámico surgió de un grupo de fundamentalistas islámico y ex funcionarios de Sadam Husein. (Foto: El Español)
Si bien Mattis y McMaster se han ido, los neoconservadores son más poderosos que nunca en la administración de Trump, como se vio en el nombramiento de otro signatario del PNAC, John Bolton, para el papel de asesor de seguridad nacional. Además, el signatario de PNAC, Elliot Abrams, fue nombrado recientemente representante especial para Venezuela, a pesar de su papel en el caso Irán-Contra y en armar a los escuadrones de la muerte de América Latina que asesinaron a miles de civiles, y también a pesar de que Abrams es un delincuente convicto.

Una Nación de facilitadores

Aunque han hecho todo lo posible por ocultarlo, Estados Unidos se ha convertido en una nación gobernada por y para los neoconservadores y sus diversos clientes corporativos. La indignación expresada por sus crímenes en Irak, para ellos, no fue un llamado a un cambio, sino simplemente un indicador de que tal indignación debe reducirse y silenciarse, una tarea que se realizó a través de la ingeniería cultural y, más recientemente, la censura.
Desde la guerra de Irak, los neoconservadores y sus aliados han utilizado todas las herramientas a su disposición para moldearnos a su imagen, creando una nación despreocupada que siente poca o ninguna empatía por los millones de asesinados y mutilados en su nombre; una nación que no es repudiada por el hecho de que muchos de sus principales funcionarios públicos son condenados como criminales de guerra; una nación que adora la guerra y la muerte y se burla de las voces anti-guerra (incluso cuando son veteranos de guerra) como "apologistas" de los líderes extranjeros que quieren mantener a sus países fuera de la mira del Pentágono.
Con un estimado de millones de personas que morirán en Yemen debido a una hambruna inducida, apoyada por los Estados Unidos y una guerra planeada para Venezuela, un país que es el doble del tamaño de Irak, nuestro silencio y nuestra falta de interés en estos asuntos es nuestra complicidad.
¿Cuántos millones deben los neoconservadores y su gente asesinar antes de que digamos que ya es suficiente? La "Guerra contra el Terror" por sí sola ya ha cobrado aproximadamente 8 millones de vidas. ¿Cuántas naciones permitiremos que destruyan sus arquitectos? Ya hemos asolado Afganistán, Libia, Siria, Irak y Somalia; diseñado la guerra en Sudán del Sur; apoyado la guerra en Yemen y la destrucción de Palestina. ¿Venezuela sería la "última gota" que finalmente nos lleve a la acción? No parece probable.
La ONU estima que Yemen es hoy la peor crisis humanitaria del mundo por el bloqueo de la coalición liderada por Arabia Saudí. (Foto: ABC News)
La dura verdad es que, si bien la guerra de Irak puede ser recordada públicamente como una "vergüenza" para los neoconservadores, fue el verdadero comienzo de nuestra transformación en una nación de sus facilitadores pasivos. Los estadounidenses comunes pueden no planear y conspirar guerras eternas o la destrucción de naciones y vidas inocentes, pero ciertamente están de acuerdo, especialmente cuando se nos dice que el "Líder X" mata a su propia gente y que el "Líder Y" representa una amenaza para "seguridad nacional". Nuestro consentimiento para ser gobernados y guiados por locos nos ha llevado a convertirnos en una nación de neoconservadores pasivos.
Los neoconservadores siguen en el poder y siguen siendo la cara pública de la política estadounidense solo porque lo permitimos. Ese simple hecho significa que permanecerán en el poder hasta que digamos que hemos tenido suficiente. ¿Cuántos años después de la guerra de Irak pasará antes de que llegue ese momento?

Whitney Webb es una periodista estadounidense de MintPress News, radicada en Chile. Ha contribuido para varios medios independientes como Global Research, EcoWatch, Instituto Ron Paul y 21st Century Wire, entre otros. En 2019 ganó el premio Serena Shim por "su integridad inflexible como periodista".
}Este artículo fue publicado en inglés en Mint Press el 20 de marzo de 2019, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ifigenia Chávez.


Libertad Digital

Irak: Cientos de bebés nacen sin cerebro por químicos lanzados por EEUU

Médicos iraníes informaron el incremento de nacimientos de bebés sin cerebro, producto de los químicos lanzados por el gobierno de los Estados Unidos (EEUU).
“Tan solo en enero registramos 672 casos, pero sabemos que son muchos más”, dijo uno de los galenos.
Además, los pequeños nacen sin ojos, con los intestinos fuera de la cobertura abdominal por la exposición a las armas químicas.
EEUU intervino en el conflicto interno de Irak, dejando devastación; igual que en Siria y Libia.
El gobierno de Donald Trump ha expresado su deseo de intervenir en Venezuela, en su intento de derrocar a Nicolás Maduro.

Casa Blanca: Trump cancela informes sobre muertes de civiles en ataques militares

Donald Trump, presidente de EEUU
© AP Photo / Susan Walsh
América del Norte
23:19 06.03.2019(actualizada a las 23:32 06.03.2019) SPUTNIK NEWS
WASHINGTON (Sputnik) — El presidente de EEUU, Donald Trump, revocó una orden ejecutiva que obligaba al Gobierno a publicar el número de civiles muertos en ataques militares fuera de las zonas de guerra, anunció la Casa Blanca.
"Revocación del requisito de informes. Se revoca la Sección 3 de la Orden Ejecutiva 13732 ", dijo Trump en una orden ejecutiva, que canceló parte de un decreto emitido por el expresidente Barack Obama (2009-2017).
La Sección 3 de la Orden Ejecutiva 13732 exigía que el director de Inteligencia Nacional publicara antes del 1 de mayo de cada año un resumen no clasificado del número de ataques realizados por el Gobierno de EEUU contra objetivos terroristas fuera de las zonas de guerra.
La orden de Obama también requería que se presentaran cálculos de las muertes de combatientes y no combatientes resultantes de ataques militares, entre otros datos. La Casa Blanca no brindó de inmediato una explicación para el cambio en la política.
EEUU realiza regularmente ataques con aviones no tripulados y otras acciones en países como Libia, Somalia y Yemen, donde el Congreso no ha declarado oficialmente la guerra.
Más aquí: Un experto ruso duda de las perspectivas de las negociaciones de paz sobre Yemen

Crece alarmantemente el índice de suicidios entre veteranos del Ejército de EE.UU.

Publicado: 6 mar 2019 13:13 GMT | Última actualización: 7 mar 2019 05:48 GMT - RT
Cifras oficiales indican que más de 6.000 veteranos acaban con su vida anualmente. Los especialistas insisten que los programas gubernamentales para contrarrestar este problema no son los adecuados.
En Estados Unidos, cada día se suicidan una veintena de veteranos de las Fuerzas Armadas, mientras que en el caso de los soldados más jóvenes, la cifra ha aumentado un 10 % en tan solo un año. Una auténtica emergencia nacional, según las asociaciones de exmilitares, quienes afirman que, a pesar de que son cada vez más los programas y fondos destinados a intentar contrarrestar este problema, estos no están dando los resultados esperados.
Uno de estos casos es el de Tyler Westbrook, de Williamstown (Virginia Occidental), quien se suicidó a los 31 años de edad en el 2015 tras servir en las fuerzas especiales del Ejército estadounidense. "Noté que mi hijo estaba bebiendo más. No es que no hubiese bebido antes de alistarse en el Ejército, pero sus hábitos de bebida habían cambiado" recuerda Marcia, su madre.
Además, sospecha que su hijo padecía un síndrome post traumático no diagnosticado y dice que tenía miedo de echar a perder su carrera militar y no encontrar empleo. Tyler se había alistado tras dos años prácticamente desempleado pese a tener estudios universitarios. Una historia común en estados como Virginia Occidental y Ohio. El Ejército como reemplazo de una industria rota tras la crisis y el miedo a perder esa vía de ingresos.

'Pedir ayuda, un signo de debilidad'

La autopsia confirmó que Westbrook estaba altamente intoxicado el día en que se disparó con una pistola. El 70 % de los veteranos estadounidenses que deciden acabar con su vida lo hacen usando un arma de fuego. En el caso de los civiles, la cifra no llega a la mitad.
"En el Departamento de Defensa todavía tengo la sensación de que si admites que necesitas ayuda para un tratamiento mental se considera una debilidad", comenta por su parte Sherman Gillums, portavoz de AMVETS, una organización de veteranos del Ejército de EE.UU.
Sherman lleva más de una década dedicado a prevenir los suicidios. Desde marzo del 2018, pasa horas al otro lado de una línea telefónica de emergencia. Gracias a ese programa, se ha logrado salvar la vida a más de 350 personas.
"Lo que hicimos este año es que comenzamos un programa llamado 'HEAL' [Atención sanitaria, evaluación, incidencia y legislación, por sus siglas en inglés]. La cara pública del programa es ofrecer personal clínico en la línea telefónica de ayuda. Lo que tratan de hacer cuando reciben una llamada es saber qué está pasando, cómo pueden ayudar", detalla Gillums.

Altas tasas de trastorno de estrés postraumático

Según el Departamento de Asuntos de los Veteranos de Estados Unidos, aquellos que tienen contacto regular con los servicios de salud tienen menos probabilidades de suicidarse que aquellos con poca o ninguna interacción. Sin embargo, las tasas no disminuyen. Más de 6.000 veteranos acaban con su vida anualmente. En el caso de los reclutas de entre 18 y 33 años, la cifra ha aumentado un 10 % en un año. Algunos especialistas, sin embargo, creen que el problema puede ser más profundo.
"Diez años después, tras 1.100 programas y miles de millones de dólares, unos veinte hombres y mujeres se siguen quitando la vida todos los días. En mi opinión están buscando en el lugar equivocado. En el pensamiento occidental, el área central del individuo es la mente y se cree que si podemos sanar la mente, curaremos a la persona. Mientras que en el pensamiento oriental, el hombre está hecho de tres partes: cuerpo, mente y espíritu. Hemos estado tratando de sanar solo la mente y esto no funciona", sostiene el terapeuta y activista Richard Glickstein.
"Para cuando alguien puede unirse al Ejército de los EE.UU., a la edad de 18 años, el cerebro sigue definiéndose y creciendo hasta consolidar sus conexiones al menos hasta unos diez años después. Y luego lo que tenemos son las tasas más altas de trastorno de estrés postraumático entre las personas que han sido desplegadas en otros países. Esas son dos condiciones que pueden impactar el lóbulo frontal. Pueden  alterar cómo una persona toma decisiones, cómo una persona regula el estrés emocional y todas estas regiones del cerebro están implicadas en temas como el suicidio", explica el psicólogo especialista en militares Craig Ryan.

La visita de Hasán Rohaní a Irak es "una bofetada" a Trump, sostiene un analista político

Publicado: 17 mar 2019 15:55 GMT - RT
Darius Shahtahmasebi considera que el encuentro jamás habría ocurrido "si EE.UU. no hubiera invadido Irak y sacado a Saddam Hussein del poder".
La visita de Hasán Rohaní a Irak es "una bofetada" a Trump, sostiene un analista político
El presidente iraní, Hasán Rohaní, junto con su homólogo iraquí, Barham Salih, durante su visita a Irak. 11 de marzo de 2019.
Thaier al-Sudani / Reuters
La visita oficial que el presidente de Irán, Hasán Rohaní, hizo a Irak este lunes "es una bofetada al presidente de los Estados Unidos", dijo en su artículo para RT el analista político y abogado Darius Shahtahmasebi. El autor sostiene que la idea de "expulsar al presidente de Irak más contrario a Irán" —el expresidente Fuad Masum— y sustituirlo por otro todavía más adverso a la República Islámica "rápidamente fracasó", cuando el Gobierno de confesión chiita de Barham Salih fue instaurado en Irak y "alineó sus intereses con Teherán".
El analista destaca que, a pesar de la estrategia de EE.UU. por "contener y aislar a Irán" y de la guerra que enfrentó a los dos países vecinos en los años 80 —que dejó un saldo total de muertos cercano a un millón y durante la cual Washington suministró armas a ambos bandos—, la República Islámica "continúa buscando y construyendo amistades con sus vecinos regionales".
La gira de Rohaní, anunciada como "histórica y noble" por su ministro de Asuntos Exteriores, Mohamad Yavad Zarif, está destinada a reforzar los lazos entre el poder chiita iraní y el Gobierno iraquí. Durante el primer día de la visita se firmaron documentos en materia de cooperación comercial, atención médica, temas energéticos, asuntos consulares y sobre una línea de ferrocarril que uniría el suroeste de Irán con la región iraquí de Basora, rica en petróleo.
Shahtahmasebi señala que también "se acordó reavivar sus obligaciones en virtud de los acuerdos de Argel", lo que podría "prevenir futuros conflictos entre las dos naciones", y la "posible inclusión de Siria en la Liga Árabe" por los "intereses comunes" entre Irán e Irak en territorio sirio por derrotar a grupos terroristas como el Estado Islámico o Al Qaeda.
Además Irán tiene intención de aumentar el volumen de comercio con Irak hasta 20.000 millones de dólares desde los casi 13.000 millones actuales, según informó la agencia AP el pasado 10 de marzo. En 2018 el valor de las exportaciones de Irán al país vecino alcanzó la cifra de alrededor de 9.000 millones de dólares. En vista de estos hechos, el analista manifiesta que "es completamente ingenua" la idea de que Bagdad "pueda ser manipulada para que se convierta en una plataforma de lanzamiento, una plataforma de espías o desempeñe papel alguno en la destrucción del Estado iraní".
Si bien "EE.UU. haría bien en aprender este dato", añade, "eso es algo que la Administración actual se niega a hacer". Con los nombramientos de Mike Pompeo y John Bolton, el presidente estadounidense, Donald Trump, "ha establecido su propio eje del mal", que "está empeñado en llevar a Irán a las ruinas".
Las imágenes de Rohaní siendo recibido en Bagdad con desfiles, así como las fotos en las que se le ve dirigiéndose a visitar al ayatolá Ali al Sistani, han tenido una amplia circulación en las redes sociales. La "ironía" de esta situación, afirma Shahtahmasebi, es que, si EE.UU. no hubiera invadido Irak y sacado a Saddam Hussein del poder", Teherán y Bagdad "jamás se hubieran encontrado en una posición en la que ambos fortalecieran sus lazos al nivel que estamos viendo hoy. 

La política de EE.UU.

Un ejemplo reciente de la política norteamericana en la región —señala el analista— fue cuando Trump dijo querer observar a Irán desde Irak. "Hemos gastado una fortuna para construir esta base increíble [en Irak] […] y una de las causas por la que quiero mantener tropas [allí] es porque quiero observar un poco a Irán, porque Irán es un gran problema", manifestó el actual inquilino de la Casa Blanca a inicios del pasado mes de febrero. No obstante, Salih contestó de forma inmediata: "Nosotros vivimos aquí" y "no sobrecargue a Irak con sus asuntos".
El analista Shahtahmasebi señala que la propuesta de Trump constituye un "uso indebido" del Acuerdo de Marco Estratégico firmado en 2008 entre EE.UU. e Irak para una relación de amistad y cooperación, en el que Washington se comprometió a "no utilizar tierra, mar y aire iraquíes como punto de lanzamiento o tránsito para ataques contra otros países".
El asesor de Seguridad Nacional de EE.UU., John Bolton, anunció a principios de este año que contemplaban "una gama completa de opciones" para preservar la seguridad y los intereses de Washington, después de "los intentos de atacar la Embajada [estadounidense] en Bagdad y el Consulado en Basora". Ante estos hechos, Shahtahmasebi manifiesta que "si EE.UU. no quiere ponerse en peligro en Irak, la solución simple para ellos sería que hicieran sus maletas y se fueran a casa". "A la luz de los acontecimientos, algunos de nosotros nos preguntamos si ya existen planes para represaliar a Irán", escribe el analista.

Los apoyos contra Irán en la región

El Gobierno de Trump "en absoluto se limita" a emplear únicamente estos métodos de presión. "Arabia Saudita está formando actualmente una "OTAN árabe" contraria a Irán", señala el analista político, e incluso se encuentra en proceso de incorporar a su alianza sunita contra la República Islámica chiita de Irán a Pakistán, "una de las fuerzas militares más completas y subestimadas de la región". El autor indica también que EE.UU. está "todavía negociando con Arabia Saudita un posible acuerdo para vender su tecnología nuclear civil".
"¿El país que exporta el wahabismo como una mercancía y ayudó a crear Al Qaeda, el Estado Islámico y casi todos los demás grupos sunitas y yihadistas del planeta puede ser de confianza para usar energía nuclear con seguridad, pero un país que invirtió mucho tiempo luchando contra el EI no puede serlo? ¿Cómo funciona esto?", se pregunta.
Por otro lado, prosigue Shahtahmasebi, "hay algunas personas" en posiciones de "influencia y poder" que "pueden ver las señales". Este lunes un grupo de más de 50 generales y diplomáticos estadounidenses retirados emitieron una declaración en la que instan a Trump —"citando sus muchas razones para hacerlo"— a reingresar en el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA por sus siglas en inglés). Dicho plan constituyó un acuerdo entre la República Islámica de Irán y las potencias mundiales del grupo P5 +1 (Reino Unido, China, Francia, Rusia, EE.UU. y Alemania), con el fin de establecer puntos en materia de desarrollo del programa nuclear de Teherán y asegurar su naturaleza exclusivamente pacífica.
"Sea cual sea la razón, si evita un posible holocausto nuclear y el baño de sangre insano que probablemente seguirá a cualquier guerra de este tipo que involucre a Irán y sus vecinos, no se puede enfatizar lo suficiente que la reincorporación al JCPOA solo puede ser algo positivo", afirma el analista.

La derrota de EEUU en Afganistán

por Rafael Poch
LA HAINE - 21/02/2019

Hace 40 años los soviéticos cayeron en la "trampa". En condiciones mucho más favorables, los norteamericanos han multiplicado su desastre
Hace cuarenta años el ejército soviético entró en Afganistán. Aquel diciembre de 1979 hacia ya cinco meses que el Presidente Carter y su consejero de seguridad, el fanático antiruso de origen polaco Zbigniew Brzezinski, habían iniciado, con sus amigos saudíes, una multimillonaria ayuda para fomentar, financiar y armar un integrismo sunita en Afganistán. Los celebres muyaidines, “luchadores por la libertad”.
En París, algunos de los que entonces eran entusiastas valedores de aquellos oscuros personajes del siglo XVIII y los elevaban al título de héroes positivos, soy hoy especialistas en su consecuencia: el terrorismo integrista que llega a sus ciudades como resultado, entre otras cosas, de aquella cruzada anticomunista. Todo sin mediar la más mínima consideración autocrítica.
Hasta mediados de los años setenta, Afganistán era un país atávico que los hippies cruzaban en su ruta hacia la India. Los fusiles de los invasores británicos del siglo XIX que se cargaban por el cañón, las escopetas de caza y los trabucos, eran las armas habituales en su mundo rural. El conflicto Este/Oeste transformó aquello en un universo de armas automáticas, blindados, helicópteros, minas antipersona, morteros y misiles antiaéreos portátiles “Stinger”, creando un desastre bíblico con más de dos millones de muertos y la destrucción de una sociedad que se contaba (y se cuenta) entre las mas pobres del mundo.
El dinero de la CIA y de los saudíes y los cuadros del servicio secreto pakistaní, el ISI, introducían el fundamentalismo islámico en las repúblicas de tradición musulmana de la URSS, y también algunos comandos en acciones de sabotaje, cerca de la frontera con las entonces repúblicas soviéticas de Tadjikistán y Uzbekistán. En Paquístán la CIA y el ISI organizaron una red de campos de entrenamiento para los afganos, cuyos comandos entraban en el país acompañados por supervisores militares paquistaníes para acciones de sabotaje.
“Las misiones iban de voladuras de oleoductos hasta ataques con cohetes a un aeropuerto o emboscadas”, explica en sus memorias (The Bear Trap) Mohammad Yusaf, jefe del departamento afgano del ISI. “Entre 1981 y 1986 pasaron por aquellos campos 80.000 guerrilleros afganos”, recordaba el militar con orgullo.
Los soviéticos entraron llamados por el gobierno progresista (de orientación comunista) afgano, dividido en facciones irreconciliables, tras una sucesión vertiginosa de golpes internos y asesinatos. Creyeron que sería una misión de algunos meses para pacificar el país y poner orden en su gobierno, pero se encontraron empantanados.
“Escribí al Presidente Carter diciéndole que ahora teníamos la ocasión de darle a la URSS su Vietnam”, dijo Brezinski en una de sus últimas entrevistas. Los soviéticos permanecieron en aquella trampa una década, hasta que la voluntad de Gorbachov de distender las relaciones con China y Occidente se impuso. Para entonces (1989), la URSS perdió 15.000 soldados muertos y 50.000 heridos, pero la factura para Afganistán fue mucho peor: 1,3 millones de muertos, 2 millones de desplazados en el interior del país, y 4,5 millones de refugiados en los países vecinos.
La guerra soviética logró establecer un gobierno estable en el país -el mejor que ha tenido aquel desgraciado país, sobre todo para las mujeres, tal como valoraban, por amplísima mayoría, los afganos en una encuesta de 2008- y organizar unas fuerzas armadas relativamente eficaces. Cuando los soviéticos concluyeron su retirada en 1989, aquel gobierno y aquel ejército aún se mantuvieron tres años, controlando todas las ciudades y las carreteras que las unían. El gobierno solo cayó cuando la Rusia de Yeltsin cesó todo suministro en 1992. Siguió una década de caos y guerra civil entre facciones en la que sobre un panorama de ruinas y oscurantismo, se acabaron imponiendo los talibán a partir de 1996, sin que la guerra cesara en el norte.
Diez años después de la retirada soviética, llegaron los norteamericanos. Oficialmente para combatir a Bin Laden y su organización, que era uno de los desastres incubados por su propia política contra los soviéticos durante las dos décadas anteriores. Tampoco hubo autocrítica alguna. Brzezinski hasta se enfadó cuando le preguntaron hace un par de años si no reconocía su error: “¿Cómo voy a lamentarlo? ¡Fue una excelente idea, con ella metimos a los soviéticos en la trampa…!”
Los especialistas norteamericanos -y tras ellos los papagayos del complejo mediático occidental- explicaban aquel otoño de 2001 por qué ahora nada iba a ser igual que en 1979 cuando entraron los soviéticos. El ejército de la URSS estaba integrado por reclutas sin experiencia, estaba mal equipado, su intendencia era desastrosa, con pésimas raciones de alimentos y bajos niveles de higiene que causaban enormes bajas por enfermedad, decían sin ruborizarse. “Nada permite establecer un paralelismo entre la operación antiterrorista de ahora y la invasión soviética de 1979”, escribía en La Vanguardia hasta el malogrado Xavier Batalla, sin duda el comentarista internacional más competente, glosando aquel pronóstico general.
En un cochambroso hotel de la frontera afgana asistí aquel otoño a la llegada de los primeros contingentes de la CIA, tipos que hablaban uzbeco con acento de Oklahoma y que llevaban en sus mochilas papel higiénico, soluciones para potabilizar el agua y todo tipo de tecnologías y que decían trabajar para oscuras organizaciones “humanitarias” o “no gubernamentales”. Su conocimiento del país era pésimo. Rusia les ofreció toda su cooperación en materia de inteligencia afgana, lo que no sirvió de gran cosa para la mejora de relaciones que el Kremlin buscaba entonces a cambio de un mínimo reconocimiento de sus intereses en Washington. El 8 de octubre de 2001 comenzaron los bombardeos. A las pocas semanas habían matado más gente que el número de víctimas de las torres gemelas de Nueva York. Dos meses después, con la caída de Kandahar, último bastión talibán, se daba la guerra por concluida.

Dieciocho años después, la guerra continúa. Ahí están empantanados, con toda su tecnología militar, ayudados por los vasallos europeos (España se gastó 3.600 millones en esa campaña), sin una superpotencia que financie a sus adversarios pero con todo lo demás tan parecido. La simple realidad es que en condiciones mucho más favorables, los norteamericanos han multiplicado el desastre de los soviéticos en Afganistán y han perdido la guerra.
El pasado enero un gran convoy militar fue atacado por los talibán en la provincia de Faryab. Más de treinta vehículos militares y de transporte fueron destruidos en aquella provincia fronteriza con Turkmenistán que pasa por tranquila. Con pocos días de diferencia, el ataque al cortejo del gobernador de otra provincia, Lowgar, mató a diez de sus escoltas y una acción contra una base de las brutales tropas especiales entrenadas por la CIA, causó la muerte de unos 200 soldados de aquel cuerpo.
En el conjunto Afganistán/Paquistán esta segunda guerra ha ocasionado 1,2 millones de muertos, según la contabilidad de Nicolas J.S. Davies. El gobierno afgano y sus mentores solo controlan alrededor de la mitad de los 407 distritos del país. El narcotráfico, ese negocio tradicional para sufragar las cajas negras de la CIA, campa a sus anchas [lo que no ocurría antes de que llegue Occidente]. El opio afgano está creando serios problemas de drogadicción en las tropas foráneas. La dimensión del fiasco es tal, que se han abierto negociaciones y conversaciones con los talibán. Con 18 años de retraso se habla de “talibán moderados”.
El problema de los anuncios de retirada militar formulados por Donald Trump (y vale igual para Siria) es que al Pentágono no le gusta retirarse de una base que es importante para vigilar a sus reales adversarios, China y Rusia. Los chinos quieren usar un Afganistán pacificado para ampliar las conexiones de sus “rutas de la seda” a lo largo de Asia central y meridional. Por lo tanto, los militares norteamericanos buscarán la manera de quedarse de una u otra forma.
EEUU ha perdido la guerra de Afganistán de una manera no muy diferente a sus predecesores. Evidentemente, esa derrota no ha sido una victoria para los afganos. La guerra de los cuarenta años que trajeron, fomentaron y amplificaron los extranjeros, ha sido para ellos una calamidad bíblica.
Ctxt / La Haine

La alianza estratégica de China y Rusia destroza la hegemonía occidental

por Alberto Cruz
LA HAINE - 10/03/2019

La UE que se pregunta "¿cómo recoger las piezas de lo que queda del liderazgo occidental?" intentando aprovechar el momento para ser alguien en geopolítica
La Unión Europea, ese ente con apariencia de vida al igual que la tiene un zombi, celebró entre los días 12-17 de febrero su 55 Conferencia Europea de Seguridad en Munich (Alemania) y las conclusiones que saca de ella son de lo más desalentadoras. La principal, una obviedad que llevaba dos años esquivando pero que ahora ya no lo puede hacer: “el afianzamiento de grandes potencias autoritarias ha provocado que el mundo esté entrando en una nueva era de competencia de poder” (1).
Evidentemente se está refiriendo a China y a Rusia, contraponiendo sus modelos políticos con el “mundo occidental liberal”. Si hace dos años la UE en esa misma conferencia anual decía que se asistía al “surgimiento” de esas grandes potencias ahora ya reconoce que se han afianzado y que han puesto los mimbres para un nuevo orden mundial que hace del multilateralismo su eje central. Tanto que ahora sólo se puede certificar que "el orden internacional liberal ha sido dañado hasta tal punto que es difícil que se pueda volver al status quo anterior" (2).
A estas alturas de la historia se puede afirmar sin riesgo de error que China y Rusia, los dos países protagonistas del fin de la hegemonía occidental, han logrado una alianza estratégica en la que hay un gran denominador común: la amenaza estadounidense, en primer lugar, y la occidental en segundo término.
Zbigniew Brzezinski, uno de los principales pensadores geoestratégicos de EEUU, tuvo tiempo de darse cuenta de lo que estaba pasando un poco antes de su muerte (2017) e intentó hacer sonar la alarma en el 'stablishment' estadounidense pero sin demasiado éxito. Eran los últimos años de Obama en la presidencia y se consideraba a Brzezinski poco menos que un viejo con sus capacidades intelectuales muy dañadas. Pero Brzezinski se fue a la tumba casi con la misma cuestión que llevaba repitiendo durante los últimos veinte años de su vida: que Eurasia se iba a convertir en “el escenario más peligroso para EEUU” y que había que evitar “una gran coalición de China y Rusia, coalición que no sería ideológica sino por reclamos complementarios”. E iba un paso más allá al afirmar que en dicha coalición sería China quien llevase la voz cantante.
No se equivocó mucho, desde luego. Pero quien sí se equivocó fue el llamado “estado profundo”, que no veía posible esta alianza dada la “no convergencia natural de intereses” entre China y Rusia y sus diferencias en cultura, valores e, incluso, intereses. Y siguió haciendo lo mismo, lo único a lo que está acostumbrado desde la desaparición de la URSS y la hegemonía incontestada de EEUU desde entonces: imponer y agredir, con el inestimable seguidismo de sus vasallos de la UE y de otros países bajo su férula, como Japón. Y quienes eran rivales geopolíticos hasta hace muy pocos años, más o menos hasta el 2008, comenzaron poco a poco a acercarse hasta llegar a la relación más completa, densa y consecuente que han tenido nunca (3).
Desde la expansión de la OTAN hacia las fronteras con Rusia a la guerra de los Balcanes, desde la guerra de Georgia contra Osetia y Abjasia al golpe neonazi del Maidán en Ucrania, los intentos de hacer retroceder a Rusia y humillarla han sido muchos. Pero cuanto más se agredía a Rusia más cerca se ponía a este país de China. Y China, encantada. Porque hoy es un hecho que Rusia está sobreviviendo a las sanciones occidentales, impuestas por EEUU y secundadas por la UE, gracias sobre todo a China y eso ha provocado que desde 2014 Rusia haya girado lentamente, pero de forma irreversible, hacia el este asiático y que China se haya convertido en el socio comercial más importante para Rusia, bastante por encima de EEUU y de Alemania que ocupan los puestos segundo y tercero, respectivamente. Si a ello se añade que este año China pasará a ser el mercado más grande de gas para Rusia, por encima de Alemania, ya está dicho todo. Ni Rusia ha caído por las sanciones, ni caerá, ni China podrá ser amenazada ni bloqueada en su dependencia de petróleo y gas puesto que el grueso de lo que necesita le llega desde Rusia.
La alianza entre los dos países es tan estrecha que comparten la misma visión de cómo EEUU está desafiando sus intereses en Europa del Este o en el Mar del Sur de China y hace lo posible y lo imposible por provocar el descontento social, en Rusia imponiendo sanciones y en China imponiendo aranceles. Por si hubiese alguna duda, cabe mencionar que en la Estrategia de Seguridad Nacional de Trump se define a China y a Rusia como competidores estratégicos, adversarios y enemigos.
No debería sorprender, por lo tanto, que China y Rusia hayan respondido afirmando su “asociación estratégica integral”. Una asociación “integral, igualitaria y basada en la confianza y cooperación estratégica”, según el ministro de Asuntos Exteriores ruso, o “juntas como labios y dientes” en palabras del embajador chino en Moscú (4). La alianza es tan sólida que Putin no ha tenido empacho alguno en reconocer que "la lucha principal, que ahora está en marcha, es la del liderazgo mundial y no vamos a enfrentar a China en esto".
Aunque China se desgañite diciendo que no, que no es eso lo que pretende, la realidad es muy tozuda y todo el mundo lo ve.
Incluida la UE que se pregunta "¿cómo recoger las piezas de lo que queda del liderazgo occidental?" intentando aprovechar el momento para ser alguien en geopolítica y lanzar de forma abierta la idea franco-alemana de un ejército europeo o intentar tener un papel más relevante y no secundario en cuestiones económicas (5). No lo tiene fácil cuando se tiene que reconocer que lo primero es una idea que no entusiasma a la población europea pese a que tampoco entusiasma como antaño el vasallaje a EEUU dado que solo el 14% de la población de los 27 países de la moribunda UE “tienen confianza plena” en EEUU (6).

Si China tiene algún talón de Aquiles es el militar y aquí entra Rusia con decisión y firmeza. No solo ambos países vienen realizando maniobras y ejercicios militares conjuntos desde el año 2015, sino que hay ya una alianza militar funcional donde los generales rusos y chinos tienen reuniones periódicas sobre la evolución de los respectivos ejércitos, las amenazas a que se enfrentan y sobre la transferencia de tecnología rusa a China, que es cada vez mayor y más completa.
A eso hay que añadir la coordinación diplomática en asuntos internacionales, como se ha podido observar en la última reunión del Consejo de Seguridad de la ONU vetando ambos países sanciones occidentales contra Venezuela. Quien llevó la voz cantante fue Rusia y China secundó. Lo mismo se puede decir de todas las veces que se ha pretendido hacer lo mismo con Siria. Y al revés cuando lo que se ha tratado es de Corea del Norte, donde Rusia hace lo que dice China.
Esta coordinación no se queda aquí, sino que se amplía a través de la Organización de Cooperación de Shanghai o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, por ejemplo, donde Rusia es el tercer contribuyente detrás de la propia China y de India. Si a ello se añade la puesta en marcha del petro-yuan, que los dos países en octubre de 2018 decidieron vincular sus sistemas de pagos bilaterales, el China Unión y el Karta Mir, para eludir el dólar, se puede establecer casi con certeza el tiempo que le queda a Occidente hegemonizando el mundo: casi nada. Especialmente porque al dejar de comerciar en dólares o en moneda occidental, como el euro, el poder de Occidente declina de forma considerable.
Como dato, solo hacer notar que China y Rusia comenzaron a comerciar en rublos y yuanes, de forma experimental, hace cuatro años con porcentajes que no han hecho más que crecer: del 2% del total del comercio entre ambos en 2015 se pasó al 9% en 2016, fue del 15% en 2017 y se estima, porque aún no hay datos, que estará muy cercano al 20% en 2018. Aunque parezca poco, el porcentaje es muy alto en solo cuatro años y sin una decisión firme, legal, para entendernos. Si se tiene en cuenta que el comercio entre los dos países alcanza los 100.000 millones de dólares y que para el 2024 está previsto que sean 200.000 millones, solo hay que imaginar la cantidad de dólares de menos que hay y habrá en el mercado mundial. La consecuencia es que el dólar ha bajado como moneda de reserva mundial, por lo que es en esta tesitura en la que hay que situarse para entender lo que está pasando y las paranoias agresivas de EEUU y sus desesperados intentos de evitar la desdolarización de la economía mundial.
De la pérdida de la hegemonía occidental es consciente casi todo el mundo y por eso ahora, con Venezuela como ejemplo, se constata cómo menos de un tercio de los países del mundo ha reconocido al títere Juan Guaidó como “presidente interino” siguiendo los designios de EEUU. Esta rebelión, por pequeña e insignificante que parezca, tiene mucho más relieve que cualquier otra cosa porque significa que hay un nuevo orden mundial en marcha, un nuevo orden multilateral que ha dado al traste con el viejo orden internacional como , a su pesar, se ha visto obligada a reconocer de forma abierta la UE.
Notas:
(1) Munich Security Report 2019. The Great Puzzle: Who Will Pick Up the Pieces?, MunichSecurityReport2019.pdf
(2) Ibid.
(3) Alberto Cruz, “Eurasia como eje del siglo XXI”, https://lahaine.org/eY7n
(4) http://www.theasanforum.org/military-aspects-of-the-russo-chinese-alliance-a-view-from-the-united-states/
(5) Munich Security Report 2019.
(6) Ibid.
CEPRID