martes, 7 de abril de 2020

Noam Chomsky: "La pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global" // Las autoridades sanitarias de Estados Unidos advierten de que la próxima semana será como "Pearl Harbor o el 11-S" // The New York Times: Los recuentos oficiales subestiman las muertes por coronavirus en Estados Unidos // El coronavirus y el crac bursátil provocarán una crisis laboral impactante - La pandemia del desempleo masivo // Se viene una crisis global mayor que la Gran Depresión del ´30 // La pandemia y el fin de la era neoliberal por Atilio Boron // Las políticas económicas neoliberales matan. Hay que cambiarlas por Vicenç Navarro // URUGUAY: PIT-CNT: “¿El sector más rico de la sociedad, de qué forma contribuye a la salida colectiva del país?”// El virus, excusa de la derecha uruguaya para imponer otro ajuste // Soberanía alimentaria y Corona virus por José A. Rocca

Noam Chomsky: "La pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global"
por Roberto Manríquez 25 marzo, 2020 - EL MOSTRADOR (Chile)
Noam Chomsky: “La pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global”
Para el pensador estadounidense –quien aprovechó el aislamiento en que se encuentra para responder preguntas a El Mostrador– "la situación es, por supuesto, muy grave, principalmente para el sur global y los sectores más vulnerables en Occidente. Del mismo modo que la pandemia podría haberse evitado, y en algunos países asiáticos parece haberse contenido en gran medida, la crisis económica puede mitigarse y evitar que se vuelva catastrófica. No es necesario repetir los errores de 1929 o de 2008. La crisis pone de manifiesto profundos defectos en los modelos económicos imperantes, defectos que pronto provocarán crisis mucho peores, a menos que se tomen medidas importantes para evitarlos. Por terrible que sea la crisis del coronavirus, habrá recuperación. No habrá recuperación del calentamiento global si no se controla".
La evidencia científica apunta a que la aparición del COVID-19 no fue de modo alguno imprevisible. De hecho, en un artículo publicado el pasado lunes en El Mostrador, la Sociedad de Microbiología de Chile sentenciaba en forma preocupante que “tal como lo hemos visto incluso en estos días, las decisiones sobre la pandemia de SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, son en muchos casos basadas en criterios políticos y económicos, más que en la evidencia científica”.
Basado en estas evidencias, Noam Chomsky estima que la aparición del COVID-19 se pudo prever, pero que, dado el modelo económico, era difícil que los recursos públicos fueran destinados a escenarios de prevención hipotéticos.
El intelectual, quien no requiere de mayor presentación, respondió desde su lugar de aislamiento a este cuestionario de El Mostrador sobre la pandemia que desafía a la humanidad.
-¿Cómo está profesor?
-Personalmente bien. Aislado.

-La situación se reveló más seria de lo que en un principio el gobierno de Trump previó. 
-La reacción de la administración Trump ha sido un desastre: negación, confusión, pérdida de tiempo. Por ahora, Estados Unidos es el único país importante que ni siquiera puede proporcionar información precisa a la Organización Mundial de la Salud. El gobierno finalmente está dando algunos pasos: demasiado tarde, demasiado limitado.

-De pronto pasamos de lidiar con la emergencia climática y la amenaza nuclear a una pandemia devastadora. ¿Era previsible de alguna forma?
-Se ha esperado durante algún tiempo, se estimaba que otra pandemia estaba en camino, tal vez causada por un coronavirus similar al SARS. Las compañías farmacéuticas no tenían interés en la preparación de antídotos. Sin ganancia inmediata. Por otro lado, las iniciativas gubernamentales han sido bloqueadas sistemáticamente por la doctrina neoliberal imperante, que autoriza al Estado a proporcionar subsidios a las corporaciones y rescatarlas de los problemas, pero no interferir con su control del mercado, incluyendo el farmacéutico.

-¿A qué responde la situación que enfrentamos?
-Como mencioné, la pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global. Para las compañías farmacéuticas privadas, las señales del mercado eran claras: no desperdicies recursos en la preparación anticipada para una pandemia. El gobierno podría haber intervenido, como en Corea del Sur, pero eso entra en conflicto con la ideología neoliberal; interferiría con los sagrados derechos del poder privado concentrado. El papel del gobierno es subsidiar y proporcionar derechos de patentes exorbitantes, asegurando ganancias colosales. Pero no interferir con las prerrogativas de privilegio y riqueza.

-Trump y Bolsonaro pasaron de decir que era una invención de los medios de comunicación a tomarlo con cierta seriedad.
-Mucho de lo que ha pasado globalmente, se debe a ese enfoque de reaccionar tardíamente.

-Esta crisis ha expuesto el verdadero estado de los sistemas de salud pública, que no están pasando la prueba
-Muy cierto. También demuestra cómo han sido debilitados por los programas neoliberales de la generación pasada.

-La crisis pandémica a su vez provocará una crisis económica, que evoca la crisis subprime o incluso la de 1929, ¿cuál es su apreciación?
La situación es, por supuesto, muy grave, principalmente para el sur global y los sectores más vulnerables en Occidente. Del mismo modo que la pandemia podría haberse evitado, y en algunos países asiáticos parece haberse contenido en gran medida, la crisis económica puede mitigarse y evitar que se vuelva catastrófica. No es necesario repetir los errores de 1929 o de 2008. La crisis pone de manifiesto profundos defectos en los modelos económicos imperantes, defectos que pronto provocarán crisis mucho peores, a menos que se tomen medidas importantes para evitarlos. Por terrible que sea la crisis del coronavirus, habrá recuperación. No habrá recuperación del calentamiento global si no se controla.

Las autoridades sanitarias de Estados Unidos advierten de que la próxima semana será como "Pearl Harbor o el 11-S"

"Esta va a ser la semana más dura y triste de las vidas de la mayoría de los estadounidenses, francamente", afirma el director general de salud pública del Gobierno de Trump.

Nueva York
Una persona cruza la Avenida Madison de Nueva York. Se considera a la ciudad de Nueva York el epicentro de la epidemia de coronavirus en Estados Unidos. (JUSTIN LANE | EFE)
Washington
05/04/2020 19:44 - efe - PÚBLICO
Estados Unidos vivirá la próxima semana "un momento como el de Pearl Harbor, como el del 11-S" en cuanto a las muertes que se esperan por la crisis del coronavirus, advirtió este domingo el director general de salud pública del Gobierno estadounidense, Jerome Adams.
"Esta va a ser la semana más dura y triste de las vidas de la mayoría de los estadounidenses, francamente", dijo Adams durante una entrevista con la cadena de televisión Fox News.
"Este va a ser nuestro momento [similar al] de Pearl Harbor, al del 11-S, solo que no va a estar concentrado en un mismo sitio. Va a ocurrir por todo el país", agregó.
Más de 2.400 estadounidenses murieron en el ataque japonés por sorpresa a la base militar de Pearl Harbor (Hawái) en 1941, mientras que otras 2.996 perdieron la vida en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 (11-S) en las Torres Gemelas de Nueva York, el Pentágono y el siniestro de un avión en Pensilvania.
Los fallecimientos por el nuevo coronavirus en Estados Unidos ya han superado ambas cifras, con más de 8.500 hasta este domingo, pero la aceleración de los contagios y muertes en los últimos días han generado pronósticos todavía más sombríos para la semana entrante.
"Esta va a ser una mala semana", coincidió el principal epidemiólogo del país, Anthony Fauci, durante otra entrevista este domingo con la cadena CBS News.
"Vamos a seguir viendo una escalada. Pero esperamos que en el plazo de una semana, quizá un poco más, empecemos a ver un aplanamiento de la curva y un descenso", agregó.
Fauci matizó que no se puede decir que Estados Unidos tenga la crisis "bajo control, porque eso sería una declaración falsa", pero opinó que las medidas para contener los contagios, con más del 90 % de la población bajo órdenes de quedarse en casa, "están funcionando claramente".
Explicó que esas medidas permitirán que se rebaje "el número de casos nuevos", y que cuando eso ocurra, "las muertes tardarán (en reducirse) una o dos semanas, o más".
En el estado de Nueva York, que concentra más de un tercio de los contagios del país, Fauci pronosticó que la próxima semana será dura "porque todavía no se ha llegado al pico".
"En una semana, ocho o nueve días, esperamos empezar a ver cómo cambian las cosas" en Nueva York, añadió.
El epidemiólogo lanzó además una crítica velada a los gobernadores –todos ellos republicanos– de los únicos nueve estados de Estados Unidos que por ahora no han urgido a sus habitantes a quedarse en casa todo lo posible: Arkansas, Oklahoma, Utah, Carolina del Sur, Iowa, Nebraska, Wyoming, Dakota del Norte y Dakota del Sur.
"No es que estén poniendo en riesgo al resto del país, es que se están poniendo ellos mismos en riesgo", subrayó Fauci, que dirige el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU., (NIAID, en inglés).
Estados Unidos superó este domingo los 312.000 casos de coronavirus, más del doble de los detectados en España, el segundo país con más contagios confirmados del mundo, según el recuento extraoficial de la Universidad Johns Hopkins.
El foco de la crisis se mantiene en Nueva York, aunque las autoridades empiezan a preocuparse por otras ciudades, como Detroit (Michigan), Chicago (Illinois) y Nueva Orleans (Luisiana).


The New York Times: Los recuentos oficiales subestiman las muertes por coronavirus en Estados Unidos

Por: Sarah Kliff , Julie Bosman
6 abril 2020 | CUBADEBATE
Los protocolos inconsistentes, los recursos limitados y un mosaico de toma de decisiones han llevado a un subconteo de las personas que han muerto por coronavirus, dicen expertos de salud
Lina Evans, la forense en el condado de Shelby, Alabama, dijo que ahora sospecha de un aumento en las muertes en su condado a principios de este año, muchas de las cuales involucraban neumonías graves. Foto: .Bob Miller para The New York Times
WASHINGTON - Un forense en Indiana quería saber si el coronavirus había matado a un hombre a principios de marzo, pero dijo que su departamento de salud negó una prueba. Los paramédicos de la ciudad de Nueva York dicen que a muchos pacientes que murieron en el hogar nunca se les realizó la prueba del coronavirus, incluso si mostraban signos reveladores de infección.
En Virginia, un director de funeraria preparó los restos de tres personas después de que los trabajadores de salud le advirtieron que cada uno de ellos había dado positivo por el coronavirus. Pero solo uno de los tres tenía el virus anotado en el certificado de defunción.
En todo Estados Unidos, a pesar de que las muertes por coronavirus se registran en cantidades aterradoras, muchos cientos cada día, la cifra real de muertes es probablemente mucho mayor.
Se informó que más de 9,400 personas con el coronavirus murieron en este país a partir de este fin de semana, pero funcionarios hospitalarios, médicos, expertos en salud pública y médicos forenses dicen que los recuentos oficiales no han logrado capturar al verdadero número de estadounidenses que mueren en esta pandemia. . El conteo insuficiente es el resultado de protocolos inconsistentes, recursos limitados y un mosaico de toma de decisiones de un estado o condado al siguiente.
En muchas áreas rurales, los forenses dicen que no tienen las pruebas que necesitan para detectar la enfermedad. Los médicos ahora creen que algunas muertes en febrero y principios de marzo, antes de que el coronavirus alcanzara niveles epidémicos en los Estados Unidos, probablemente se identificaron erróneamente como influenza o solo se describieron como neumonía.
Sin un sistema uniforme para reportar muertes relacionadas con el coronavirus en los Estados Unidos, y una escasez continua de pruebas, algunos estados y condados han improvisado, ofuscado y, a veces, retrocedieron en el conteo de los muertos.
"Definitivamente creemos que hay muertes que no hemos tenido en cuenta", dijo Jennifer Nuzzo, investigadora principal del Centro de Seguridad de la Salud de la Universidad Johns Hopkins, que estudia las amenazas a la salud mundial y sigue de cerca la pandemia de Coronavirus.
A fines de la semana pasada, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades emitieron una nueva guía sobre cómo certificar las muertes por coronavirus, subrayando la necesidad de uniformidad y reforzando el sentido por parte de los trabajadores de la salud y otros de que las muertes no han sido rastreadas constantemente. En su orientación , los CDC ordenaron a los funcionarios que informaran las muertes en las que el paciente dio positivo o, en ausencia de pruebas, "si las circunstancias son convincentes dentro de un grado razonable de certeza".
En brotes infecciosos, los expertos en salud pública dicen que, en circunstancias típicas, lleva meses o años recopilar datos que sean lo más precisos posible sobre las muertes. El sistema de informes durante una epidemia de esta escala es particularmente tenso. Y aunque los expertos dicen que creen que se han perdido las muertes relacionadas con el virus, el alcance del problema no está claro.
Pero a medida que los alcaldes y los gobernadores celebran conferencias de prensa diarias que informan las últimas cifras de infecciones y muertes relacionadas con Covid-19, los estadounidenses han prestado mucha atención a las ubicaciones y el número de enfermos y muertos, una de las pocas métricas disponibles para comprender lo nuevo y lo nuevo. enfermedad misteriosa que amenaza sus comunidades.
Los expertos en salud pública dicen que un conteo exacto de muertes es una herramienta esencial para comprender el brote de una enfermedad a medida que se desarrolla: cuanto más mortal es una enfermedad, más agresivamente las autoridades están dispuestas a interrumpir la vida normal. Los recuentos de muertes precisos también pueden informar al gobierno federal sobre cómo destinar recursos, como los ventiladores de las reservas nacionales, a las áreas del país con la necesidad más desesperada.
Los camiones refrigerados se utilizaron como una morgue improvisada en la ciudad de Nueva York. A pesar de que las muertes por coronavirus se registraron en cantidades aterradoras en todo Estados Unidos, la cifra real de muertes puede ser aún mayor. Foto: Gregg Vigliotti para The New York Times

Preguntas persistentes

Cuando el brote de coronavirus comenzó a extenderse por todo el país el mes pasado, Julio Ramírez, un vendedor de 43 años en San Gabriel, California, regresó a casa de un viaje de negocios y comenzó a sentirse mal, con fiebre, tos y dolores en el cuerpo. Al día siguiente, había perdido el sentido del gusto y el olfato.
Su esposa, Julie Murillo, lo llevó a una clínica de atención urgente varios días después, donde estaba tan débil que tuvo que ser empujado en una silla de ruedas. Los médicos le recetaron antibióticos, un jarabe para la tos y le hicieron una radiografía de tórax, pero no le hicieron una prueba para detectar el coronavirus, dijo. Poco más de una semana después de que regresó de su viaje, la Sra. Murillo lo encontró muerto en su cama.
"Seguí tratando de hacerle una prueba desde el principio", dijo Murillo. "Me dijeron que no".
Frustrada, la Sra. Murillo reclutó a amigos para llamar a los CDC en su nombre, instando a una prueba post mortem. Luego contrató a una empresa privada para realizar una autopsia; El propietario solicitó una prueba de coronavirus de las autoridades locales y federales.
El sábado por la tarde, 19 días después de la muerte, la Sra. Murillo recibió una llamada del Departamento de Salud Pública del condado de Los Ángeles, dijo. El departamento de salud fue a la funeraria donde descansaba el cuerpo de su esposo y tomó una muestra para una prueba de coronavirus. Él dio positivo.
Un portavoz del departamento de salud no respondió a las preguntas sobre el Sr. Ramírez, y no estaba claro si se realizaban pruebas post mortem sistemáticas más allá de su caso.
El trabajo de contar las muertes relacionadas con el virus recae en una variedad de proveedores de atención médica, médicos forenses, funerarias y departamentos de salud locales que completan los certificados de defunción de Estados Unidos. Los documentos generalmente incluyen información sobre la causa inmediata de la muerte, como un ataque cardíaco o neumonía, así como sobre cualquier enfermedad subyacente. En casos de coronavirus, eso sería Covid-19.
El gobierno federal no espera producir una cuenta final de muertes por coronavirus hasta 2021, cuando publica una compilación anual de las principales causas de muerte del país.
Un recuento del New York Times de muertes relacionadas con Covid conocidas, basado en informes de funcionarios estatales y locales, mostró 9.470 muertes hasta el domingo. El viernes, el Centro Nacional de Estadísticas de Salud, parte de los CDC, comenzó a publicar estimaciones preliminares de muertes por coronavirus, aunque un portavoz dijo que la información tendría un "retraso de 1-2 semanas". Su primer cálculo señaló 1.150 muertes, según el número de certificados de defunción que incluían a Covid-19 como enfermedad subyacente.
"No es un conteo en tiempo real de muertes de Covid, como lo que los estados están informando actualmente", dijo Jeff Lancashire, portavoz del Centro Nacional de Estadísticas de Salud.
Pero aquellos que trabajan con certificados de defunción dicen que les preocupa que depender solo de esos documentos pueda dejar de lado un número significativo de casos en los que se confirmó el coronavirus mediante pruebas, pero no anotado en la sección donde se les pide a los médicos y médicos forenses que anoten enfermedades subyacentes relevantes . En general, los certificados requieren una causa inmediata y alientan, pero no requieren, que los funcionarios tomen nota de una enfermedad subyacente.
Luego están los muchos casos sospechosos.
Susan Perry, la directora del funeral de Virginia, dijo que los trabajadores de salud y las familias le informaron que tres personas recientemente fallecidas habían dado positivo por el virus para que ella y su personal pudieran tomar las precauciones necesarias con los cuerpos. Solo un certificado de defunción menciona el virus.
"Esto probablemente ocurre todo el tiempo con diferentes enfermedades, pero esta es la primera vez que le presto atención", dijo Perry. "Si no conocemos los números, ¿cómo vamos a poder prepararnos y protegernos?"
Geraldine Ménard, jefa de medicina interna general en el Centro Médico Tulane en Nueva Orleans. Foto: William Widmer para The New York Times

'Ahora estamos teniendo el "¡ajá!" momento'

Al principio del brote en EE. UU., Las muertes relacionadas con el virus pueden haberse pasado por alto, dijeron funcionarios del hospital. Un comienzo tardío de las pruebas de coronavirus obstaculizó la capacidad de los hospitales para detectar la infección entre pacientes con síntomas similares a los de gripe en febrero y principios de marzo. Los médicos de varios hospitales informaron que trataban a pacientes con neumonía que finalmente murieron antes de que las pruebas estuvieran disponibles.
"Cuando estaba trabajando antes de hacernos las pruebas, teníamos una tonelada de pacientes con neumonía", dijo Geraldine Ménard, jefa de medicina interna general en el Centro Médico Tulane en Nueva Orleans. “Recuerdo haber pensado que era raro. Estoy seguro de que algunos de esos pacientes lo tenían. Pero nadie lo sabía en aquel entonces.
Un médico del departamento de emergencias en San Francisco recordó dos muertes que probablemente fueron coronavirus pero no identificadas como tales. Un paciente murió en casa; un pariente en la misma casa luego dio positivo por la enfermedad. Otro paciente era un hombre mayor que acudió al hospital con síntomas típicos de coronavirus y que había estado en contacto con alguien que había viajado recientemente a China, pero que llegó al hospital antes de que las pruebas estuvieran disponibles.
En la ciudad de Nueva York, los trabajadores médicos de emergencia dicen que las tasas de infección y muerte probablemente sean mucho más altas de lo que se informa. Dado un número récord de llamadas, muchos equipos de ambulancias han alentado a cualquiera que no esté gravemente enfermo a quedarse en casa. El resultado, dicen los médicos, es que muchos presuntos pacientes con coronavirus nunca sabrán con certeza si tenían el virus, por lo que cualquiera que luego muera en el hogar nunca se clasificará como si lo tuviera.
En todo el país, los forenses están pasando por un proceso de reevaluación, reconsiderando las muertes que ocurrieron antes de que las pruebas estuvieran ampliamente disponibles. Los forenses y los médicos forenses generalmente investigan las muertes que se consideran inusuales, o que resultan de accidentes o suicidios, o que ocurren en el hogar.
Joani Shields, forense del condado de Monroe, Indiana, dijo que se preguntaba acerca de un hombre diagnosticado con neumonía que murió a principios de marzo.
Se solicitó una prueba de coronavirus en ese momento, pero el departamento de salud local lo negó, dijo Shields, debido a que el suministro de pruebas era demasiado limitado.
"Ojalá pudiéramos haberlo probado", dijo.
En el condado de Shelby, Alabama, Lina Evans, la forense, dijo que ahora sospechaba de un aumento en las muertes en su condado a principios de este año, muchas de las cuales involucraban neumonía severa: "Tuvimos muchas muertes de hospicio este año, y ahora me hace volver y pensar, wow, ¿tenían Covid? ¿Aceleró eso su muerte?
La Sra. Evans, quien también es enfermera, está frustrada porque nunca lo sabrá.
“Cuando volvemos a esas muertes que ocurrieron a principios de este año, personas que fueron negativas para la gripe, ahora estamos teniendo el '¡ajá!' momento ", dijo. “Deberían haber sido probados para el coronavirus. En cuanto al subregistro, diría, definitivamente.
Los paramédicos de la ciudad de Nueva York dijeron que a muchos pacientes que murieron en el hogar nunca se les realizó una prueba de coronavirus. Foto: Johnny Milano para The New York Times

Informes dispares, más esperas

Incluso ahora, a medida que las pruebas están más ampliamente disponibles, hay un conjunto de estándares sobre la información que informan los funcionarios de salud estatales y locales sobre las muertes en los Estados Unidos.
En todo el mundo, mantener un número exacto de muertes ha sido un desafío para los gobiernos. La disponibilidad de pruebas y otros recursos han afectado los recuentos oficiales en algunos lugares, y han surgido preguntas importantes sobre los conteos oficiales del gobierno en lugares como China e Irán.
En los Estados Unidos, han surgido incertidumbres e inconsistencias, y los departamentos de salud han tenido que retroceder en casos de muertes reportadas previamente. Funcionarios de Florida rescindieron un anuncio de una muerte de Covid en el condado de Pasco. En Hawái, la primera muerte anunciada por el coronavirus en el estado fue luego reclasificada como no relacionada después de que los funcionarios admitieran haber leído mal los resultados de las pruebas. Los funcionarios del condado de Los Ángeles anunciaron que un niño había muerto por el virus, luego dijeron que no estaban seguros de si el virus causó la muerte y luego se negaron a explicar la confusión.
Además de las complicaciones, las diferentes jurisdicciones están utilizando estándares distintos para atribuir una muerte al coronavirus y, en algunos casos, dependen de técnicas que reducirían el recuento general de muertes.
En el condado de Blaine, Idaho, la autoridad de salud local requiere una prueba positiva para certificar una muerte como resultado del coronavirus. Pero en Alabama, el departamento de salud del estado requiere que un médico revise los registros médicos de una persona para determinar si el virus fue realmente la causa de la muerte.
"Esto tiene el interés de tener los datos más precisos y transparentes que podamos proporcionar", dijo Karen Landers, una oficial médica del distrito del Departamento de Salud Pública de Alabama. "Reconocemos que diferentes sitios podrían hacerlo de manera diferente".
Hasta ahora, el estado ha recibido informes de 45 personas con el coronavirus muriendo, pero solo ha certificado 31 de esas muertes como resultado del virus.
Los expertos que estudian las estadísticas de mortalidad advierten que los científicos pueden tardar meses en calcular una tasa de mortalidad por coronavirus en los Estados Unidos que sea lo más precisa posible.
Algunos investigadores dicen que puede que nunca haya un recuento de muertes verdaderamente preciso y completo. Ya ha sucedido antes. Los expertos creen que la cobertura de noticias generalizadas en 1976 de una posible epidemia de gripe porcina, una que nunca se materializó, condujo a una ola de muertes registradas como influenza que, en años anteriores, se habrían clasificado como neumonía.
"Todavía estamos debatiendo el número de muertos por la gripe española" de 1918-19, dijo St é phane Helleringer, profesor asociado de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. “Podría llevar mucho tiempo. No es solo que los datos sean desordenados, sino porque los efectos de una enfermedad pandémica son muy complejos ".
Sarah Kliff informó desde Washington y Julie Bosman desde Chicago. Los informes fueron aportados por Mitch Smith en Overland Park, Kan., Y Ali Watkins en Nueva York. Susan C. Beachy contribuyó con la investigación de Nueva York.
(Tomado de The New York Times)

El coronavirus y el crac bursátil provocarán una crisis laboral impactante

La pandemia del desempleo masivo

En Estados Unidos ha habido récord de solicitud del seguro por desempleo. La Cepal estima que el 5 por ciento de la población económicamente activa de Latinoamérica dejaría de tener ingresos a partir de los efectos económicos de la pandemia.

Por Federico Kucher
PÁGINA 12 - 05 de abril de 2020

El derrumbe de Wall Street es la expresión inmediata de la pandemia, pero al mismo tiempo el mercado laboral se está hundiendo a velocidad.
El derrumbe de Wall Street es la expresión inmediata de la pandemia, pero al mismo tiempo el mercado laboral se está hundiendo a velocidad. 
Imagen: AFP
Las consecuencias de la crisis sanitaria en el mercado financiero parecen leves cuando se las compara contra los efectos en el mercado laboral. En los últimos días se publicaron datos impactantes sobre las solicitudes de seguro de desempleo en Estados Unidos. En la semana del 22 al 28 de marzo se hicieron 6,6 millones de pedidos. La semana anterior habían sido 3,3 millones. Esto implica que las solicitudes se multiplicaron por diez respecto de las que se habían recibido en la primera mitad de marzo.
La desarticulación del mercado de trabajo en la principal economía del mundo es de una velocidad asombrosa. La situación se replica en otros países desarrollados y emergentes. La Cepal publicó este viernes uno de los documentos más interesantes para pensar consecuencias de la pandemia para las economías de América latina.
Los técnicos de la entidad aseguran que este año la región sumará 23 millones de nuevos pobres por efecto de la crisis sanitaria. La cantidad de personas que pasará a condiciones de indigencia asciende a 15 millones de personas. En total habrá 209 millones de latinoamericanos viviendo en situación de pobreza: la cifra representa a 1 de cada 3 personas que viven en los países de la región.
“El desempleo afectará de manera desproporcionada a los humildes y a los estratos vulnerables de ingresos medios”, advierte el organismo dependiente de Naciones Unidas. En la entidad estiman que alrededor del 5 por ciento de la población económicamente activa dejaría de tener ingresos a partir de los efectos económicos de la pandemia.
Esto se debe a que cerca del 60 por ciento del empleo en América latina se explica por las micro, pequeñas y medianas empresas. La pérdida de facturación pone en riesgo la continuidad de estos establecimientos. Los datos detallan que 99 de cada 100 empresas de la región puede clasificarse en la categoría de mipymes.
El documento no precisa la cantidad de establecimientos que podrían cerrar. Pero los números no son alentadores considerando el problema de los emprendimientos de menor tamaño en las economías del Primer Mundo. 
La semana pasada el premio Noble Paul Krugman escribió una columna en el New York Times con datos alarmantes. El economista aseguró que esta crisis puede pensarse a través de una economía de dos sectores. El primero un sector de producciones esenciales (como alimentos y medicamentos). El segundo un sector con ramas no esenciales que requieren frenarse para evitar el contagio de la población. En este segundo grupo se concentran las empresas pequeñas y trabajadores que pueden perder sus ingresos en los próximos meses.
La pregunta que se hace Krugman es cuán grande es este sector productivo de actividades no esenciales en Estados Unidos. La respuesta se estima a través de un trabajo de Miguel Faria e Castro de la Reserva Federal de Saint Louis. Se trata de un universo que puede reducir a cero el ingreso de uno 47 millones de norteamericanos. Puesto en datos duros: podría generar caídas de hasta 30 por ciento del PIB en el corto plazo.
Entre los factores que señala Krugman figura que esta no es una crisis convencional y la política de los Estados Unidos no debe concentrarse en medidas para reactivar el Producto. El principal desafío de las autoridades tiene que ser garantizar recursos para los que perdieron sus ingresos y ahora se encuentran en una situación de borde.
En este punto el economista muestra malestar por la falta de dinamismo del sistema para hacer llegar el dinero a la población. Aseguro que las agencias de desempleo no se encuentran preparadas para enfrentar la ola de solicitudes y que los bancos consideran impracticables las líneas de crédito blando a pequeños negocios. Latinoamérica debe observar con cuidado estos problemas del mundo desarrollado a la hora de implementar políticas.

El capitalismo tal como se conoce hasta ahora enfrentará serios problemas de legitimación

Se viene una crisis global mayor que la Gran Depresión del ´30

Los países están aplicando "keynesianismo de guerra” que, a diferencia del keynesianismo a secas, supone que el Estado subordina toda su política económica a un objetivo común, en este caso es el sanitario para evitar la muerte de una porción de la población.

Por Claudio Scaletta
PÁGINA 12 - 29 de marzo de 2020
Imagen: Twitter
El mundo asiste a un fenómeno imprevisto. Lo inesperado no es la crisis financiera. Tampoco las recesiones. En ambos casos se trata de fenómenos estructurales y cíclicos del capitalismo en su funcionamiento normal. El carácter extraordinario de la nueva pandemia es que provocará una crisis económica sin precedentes y de alcance planetario que muy probablemente superará en profundidad y extensión a la de 1929.
Hoy, cuando los muertos en los países desarrollados se cuentan por miles, resulta muy difícil prever cual será el piso de la recesión global. Existe, en cambio, una certeza. Con matices las economías enfrentan el problema haciendo lo que la ciencia económica sabe desde hace casi un siglo: impulsando políticas monetarias y fiscales expansivas, con el Estado, no el mercado, conduciendo y regulando el ciclo económico y la producción
Se trata de una forma específica de intervención estatal, la que a veces se denomina “keynesianismo de guerra” y que, a diferencia del keynesianismo a secas, supone que el Estado subordina toda su política económica a un objetivo común, en este caso es el sanitario para evitar la muerte de una porción de la población.
A modo de ejemplo, una de las razones del triunfo de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial fue que Estados Unidos convirtió su economía en una gigantesca maquinaria bélica, reorientando toda la producción de las empresas hacia la provisión de insumos para la conflagración. Si bien el país emergió como potencia ya en el siglo XIX después de otra guerra, la civil o de Secesión, fue luego de la última gran guerra que consolidó su hegemonía global en paralelo a la expansión de su “complejo militar industrial”. 
Desde entonces, los contratos del gobierno con el complejo se convirtieron en el principal instrumento de regulación del ciclo económico estadounidense. Ahora la potencia continental se prepara para realizar transferencias masivas a las familias, mientras el presidente Donald Trump le ordena por Twitter a las automotrices que abran plantas cerradas y se pongan a fabricar respiradores. Parece una forma de tomar decisiones algo más primitiva que, por ejemplo, la del aparato estatal chino que volvió a mostrar su impresionante capacidad de ejecución de políticas públicas y de movilización de recursos.
En tanto, frente al nuevo desafío, el gobierno local salió de la modorra de los primeros meses y finalmente comenzará a poner plata en serio en el bolsillo de la gente. No se tratará sólo de créditos a tasas más o menos subsidiadas, sino de ingresos de emergencia que llegarán tanto a los trabajadores formales y monotributistas como también a los informales (Ingreso Familiar de Emergencia), un mecanismo que comenzó a evaluarse desde el inicio de la crisis. 
En los próximos días se conocerá también el dinero que se transferirá a las empresas para cubrir un elevado porcentaje de los salarios, serán transferencias más grandes y generalizadas que los REPRO. De esta forma comenzará a llegar dinero público a muchos sectores sociales que siempre antagonizaron con el Estado.
Estas transformaciones de alcance global generarán “procesos de no retorno”, una crisis del paradigma de la corriente principal de la economía. Pasada la pandemia será imposible volver al status quo ante y seguir sosteniendo la mitología consolidada en las últimas décadas del siglo XX sobre la primacía de la individualidad y el mercado como gran asignador de recursos. 
Lo que se observa en la mayoría de los países, a lo largo y a lo ancho del planeta, es a los Estados ejerciendo su soberanía a través de la promoción del Gasto e, incluso, hasta haciéndose cargo de los sistemas de salud privados
En adelante será difícil reconstruir el aparato ideológico que legitimó las políticas de austeridad y los Estados mínimos. La población habrá experimentado una vez más que el extremismo de mercado no le resuelve seguridades elementales como el derecho a la salud.
Se trata de “procesos de no retorno” porque gobernantes y gobernados redescubrirán el papel central del Estado, que es el poder de la organización colectiva sobre la individual. El viejo orden se resistirá. La posición de la derecha en general y de los gobiernos de derecha en particular es que resulta preferible un poco más de muertos antes que frenar la economía. En el siglo XXI el capitalismo sigue discutiendo ganancias versus vida. 
El dilema es que cualquiera de las dos vías generará cambios irreversibles en el imaginario colectivo. Tanto si se privilegia la salud pública y se evidencia la centralidad del Estado en la organización de la producción y en la conducción del ciclo, como si la mala intervención estatal provoca decenas de miles de muertos. 
Finalmente, un dato central será que, por la recesión global, el coronavirus generará más pobres que muertos, pero a la vez parirá, "con una alta probabilidad", como dicen los textos de los organismos financieros, un nuevo orden económico mundial
Quizá estemos ante el principio del fin del ultra capitalismo anárquico y a la consolidación de China como nueva potencia hegemónica y modelo de ejercicio del poder infraestructural.
La conclusión preliminar tampoco es nueva. Por detrás del debate económico está la lucha de clases. En uno de sus artículos más célebres el gran economista polaco Michal Kalecki hablaba de los “aspectos políticos” del pleno empleo. Explicaba cómo bajo ciertas circunstancias, la proximidad del pleno empleo, los empresarios preferían ganar un poco menos, pero mantener el control sobre los trabajadores y el proceso productivo. Dicho de otra manera, la cuestión de clase estaba por encima de la ganancia. Es decir, el poder estaba por encima del dinero y el pleno empleo empoderaba a los trabajadores
Del mismo modo es posible hablar de los “aspectos políticos del coronavirus”, que son los “procesos de no retorno” descriptos. La revalorización del rol de los Estados ocurrirá tanto si la intervención pública es eficiente como si no lo es
El capitalismo tal como se conoce hasta ahora enfrentará serios problemas de legitimación. Resta la pregunta clásica de la economía vulgar: ¿cómo se financian las políticas expansivas? La respuesta es “como en todo el mundo”, emitiendo dinero, que es una de las formas de endeudarse a tasa cero que tiene el Estado, pero que al mismo tiempo es fuente del flujo de la recaudación futura. Para hacerlo no hace falta ser un Estado rico, alcanza con ser un Estado soberano
Una opción complementaria para los muy fiscalistas sería terminar con el subsidio de 55 mil millones de pesos mensuales que reciben los bancos por los 1,6 billones de pesos en Leliq. No debe olvidarse que, antes o después, la plata que el Estado inyecte terminará en los bancos y que estos querrán cambiarla por la otra ventanilla por más letras de liquidez. La tasa de estos instrumentos no puede continuar siendo tan atractiva. Redireccionar estos 55 mil millones mensuales hacia políticas activas también fue una promesa electoral.


Detrás de la pandemia, la recesión económica

Por: José R. Oro
1 abril 2020 | CUBADEBATE

Impacto económico de la pandemia. Foto: Getty Images.
La situación que vivimos hace que algunos piensen en el relato bíblico de las diez plagas de Egipto. Después de una desgracia, viene otra tan grande o peor. Los tres principales centros de la economía mundial, Estados Unidos, China y la Unión Europea han sido y aún están siendo golpeados brutalmente por la pandemia, algo que, por supuesto, se reflejará a nivel global.
Es muy importante subrayar que en las grandes crisis mundiales de los últimos 130 años, siempre los subsiguientes efectos económicos han sido agravados en grado sumo por la sociedad clasista, con enormes desigualdades de todo tipo, cuando históricamente el 1% lo tiene todo y hay una enorme masa menos favorecida o desposeída. Este caso no creo que vaya a ser excepción, pero esa estructura crónica de desigualdad deberá ser “suavizada” o habrá una explosión social sin precedentes.
No se dice todavía (oficialmente) que Estados Unidos está en una recesión. Un comité gubernamental decide en esas cuestiones, y hasta ahora ha hablado de “contracción económica”. El Gobierno adopta la opinión de que una “contracción” no es una recesión a menos que la actividad económica haya disminuido en dos trimestres consecutivos.
Pero en Estados Unidos se vive una real recesión y todo el mundo lo sabe, porque la actividad económica ha disminuido en las últimas semanas (y de seguro seguirá disminuyendo por algún tiempo) el equivalente de lo que creció en el último lustro. Así de simple y doloroso.
Durante semanas o meses no se sabrá con exactitud cuánto del PIB se ha disipado y cuántas personas se han visto obligadas a salir del trabajo. Las estadísticas gubernamentales tardan un tiempo en generarse, sobre todo cuando las últimas cifras presentan todavía una economía creciente cerca del pleno empleo (falsamente atribuida al Gobierno de Trump).
Para cuantificar la realidad actual, hay que confiar en reportes de empresas, encuestas a trabajadores, análisis de datos privados y algunas cifras de los estados y/o organismos federales. Muestran una economía que no está solo en recesión o “contracción” oficialmente, no solo experimentando pérdidas o caída en las bolsas de valores, sino una evaporación económica, una destrucción de valor a escala desconocida.
Lo que está sucediendo en la economía estadounidense es un shock más repentino y severo de lo que se ha experimentado en el pasado. La tasa de desempleo subió 9.9% unos 23 meses después del inicio formal de la Gran Recesión (1929), y dos años más tarde llegó a 25%. Apenas unas semanas después de la pandemia de coronavirus, y días después de la imposición de medidas de emergencia para detenerla, casi el 20% de los trabajadores informan que se les han reducido horas de empleo o que han perdido su trabajo de una manera u otra.
Un analista sugiere que el 22% de las horas de trabajo se han evaporado para los empleados por horas, con tres de cada 10 personas que normalmente se presentarían para trabajar sin haberlo hecho a partir del 20 de marzo. Por supuesto, la tendencia es a subir. A falta de una fuerte respuesta gubernamental, la tasa de desempleo parece alcanzar alturas no vistas desde la Gran Depresión, o incluso desde el miserable final del siglo XIX. Una tasa del 20% o superior no se aprecia improbable a mediano plazo.
Las proyecciones de desempleo a nivel de los estados están creciendo mucho, una señal de cómo cambiarán los números a nivel federal cuando se disponga de ellos. En Connecticut, casi el 2% de los trabajadores del estado declararon que estaban desempleados en un solo día (para obtener el subsidio de desempleo). Es bastante seguro que el país establecerá un récord para nuevas reclamaciones de desempleo en abril (en marzo ya fue récord). Se espera que el total esté alrededor de 3.5 millones semanales, y no se sabe ciertamente cuándo esa espiral terminará.
Ciertos sectores de la economía deben detenerse para proteger vidas y sostener el sistema médico. Las aerolíneas han sido castigadas, las conferencias y eventos cancelados, y más de 200 millones de estadounidenses no abandonarán sus hogares excepto para conseguir alimentos y otras necesidades.
La economía estadounidense había estado creciendo a un ritmo anual de 2 o 3%. Ahora, los analistas no gubernamentales esperan que se contraiga cerca de 15% o más, aunque nadie sabe a ciencia cierta. Una cuarentena viral es imposible de modelar, porque modelarla significaría saber cuánto durarán las medidas de emergencia necesarias y qué tan bien responderá el Gobierno, y hacer este pronóstico con cierto grado de precisión. Aun así, las medidas en tiempo real muestran un apocalipsis de la economía en la mayor de las sociedades de consumo del planeta.
El índice Dow Jones regresó a valores de 2016. Si tomamos en cuenta la corrección por inflación y el volumen bursátil de 2016 a valores constantes, el retroceso hasta el 31 de marzo supera un lustro a precios constantes. Esquematizado por JRO.
Esta es la curva del mismo índice Dow Jones durante la crisis del 1929 y cómo se convirtió en la Gran Depresión, con gran parecido a la situación actual. Datos del WSJ, esquematizados por JRO
Algunos de los efectos económicos de la crisis mundial conocida como la Gran Depresión. Datos de la Universidad de Oviedo.
Wall Street incrementó las pérdidas el viernes 20 de marzo, en una sesión volátil, y su principal indicador, el Dow Jones Industrial, cayó 4.55 %, su peor semana registrada desde 2008, en buena parte debido a las ventas de pánico de los inversores ante la crisis del coronavirus, mientras los Gobiernos y bancos centrales intentan contener su impacto económico.
Al término de las operaciones en la Bolsa de Nueva York, el índice Dow Jones reaccionó fuertemente al hundimiento de 11% en el precio del petróleo y acabó bajando 913 puntos, hasta 19.174. El mercado de valores perdió el 20% de su valor en solo 21 días, la tendencia bajista más aguda que se recuerda, más que en 1929, o que en 1987, y 10 veces más rápido que en 2007. El sistema financiero ha requerido no menos de siete intervenciones de emergencia por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos en la última semana, que ha llevado las tasas de interés a cero y abierto cuentas especiales para inyectar liquidez en el sistema financiero estadounidense.
En la última semana, se ha recuperado un poco por la aprobación del “paquete” de 2.2 billones de dólares por el Congreso y la Casa Blanca, pero sabemos que eso es una “curita”. En la economía real, más allá de las cifras megaeconómicas, todo se ha detenido, como si no se pudiera mover. Esta no es una recesión como otras, es mucho más profunda y destructora de valor.
Con Wall Street bien afectado, el precio del petróleo por los suelos, una posible recesión global y cada día más Gobiernos cerrando fronteras o pidiendo a sus ciudadanos que se queden en la casa, el panorama económico se ve desolador.
Entre las acciones que más se han desplomado están las de aerolíneas, cruceros y todo el sector de viajes y turismo, además del sector energético. En medio de una guerra de precios petrolera, el barril de crudo ha llegado a mínimos cercanos a 20 dólares para el petróleo WTI que se transa en EE.UU. y unos 26 dólares por el Brent, que se utiliza como referencia para los mercados europeos.
La situación en Europa es aún peor, porque ha partido de niveles de desempleo mucho más altos que en Estados Unidos, aunque tiene establecidas diferentes medidas sociales que no hacen tan impactantes en la población los posibles perjuicios económicos que surjan de la crisis actual. Durante la Gran Depresión en la década de 1930, la cifra de desempleados se acercó al 25% en los Estados Unidos y llegó al 33% en varios países de Europa.

El índice Gini mide hasta qué punto la distribución del ingreso dentro de una economía se aleja de una distribución perfectamente equitativa, un índice de Gini de 0 representa una equidad perfecta, y de 1 representa una total desigualdad. El índice Gini es controversial y subjetivo, solo lo uso para indicar donde la población es más vulnerable.
Cuando hablamos de moderado es menos de 2% del decrecimiento de la economía y los servicios,  incluyendo la destrucción de riqueza financiera y bursátil, hablo de PIB nominal como un índice, pero es mucho más que eso. Alto entre 2% y 5% y muy alto es por encima de 5% y un desempleo incrementado en 5%-10% o mayor que esas cifras. Todo ello en valores aproximados.
América Latina y el Caribe, como otras regiones emergentes, se verá afectada negativamente, aseguró Alicia Bárcena, directora ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), que redujo la perspectiva de crecimiento regional de +1.3% a -1.8% en 2020 debido a la pandemia. “Las proyecciones han sido revisadas a la baja significativamente en el actual escenario”, explicó Bárcena.
Como consecuencia de la recesión, el desempleo podría subir 10 puntos porcentuales en toda la región, lo que a su vez aumentaría la cantidad de pobres de 185 millones a 220 millones, poco más de un tercio de la población total, que asciende a 620 millones de personas.
Las personas en pobreza extrema, a su vez, ascenderían de 67.4 a 90 millones, de acuerdo con las estimaciones de la Cepal.
En Cuba, la pandemia (sobre todo si es de larga duración) se manifestará en la economía con un impacto severo principalmente en el sector turístico. Pero Cuba está más preparada para resistir esos daños, sobre todo porque el Gobierno está comprometido de una manera firme y en tiempo real a tomar las medidas que sean necesarias para enfrentar los problemas, en contacto directo con el pueblo.
Si la salida económica de la Gran Depresión tuvo una de sus principales herramientas en el New Deal de Franklin D. Roosevelt, la recuperación económica del mundo, sobre todo de Estados Unidos y Europa, pasará por una nueva redistribución de la riqueza y de la estructura social.
Las medidas que se han tomado hasta ahora para enfrentar la crisis de la pandemia en Estados Unidos son realmente una solución temporal para enfrentar la crisis. Para encarar la recesión subyacente serán necesarias un grupo de acciones de muchísima mayor profundidad, sin tomar en cuenta que en realidad no sabemos hasta dónde y cuándo va a llegar la presente emergencia sanitaria. Los países que dentro del mundo capitalista tienen un sistema menos injusto, saldrán más fácilmente de la recesión que se avecina, muy diferente y menos estudiada o comprendida que las más conocidas crisis de “superproducción” del pasado.
En Estados Unidos, una recesión de esta envergadura, después de la crisis de la pandemia y con unas cruciales elecciones generales en noviembre próximo, traerá unos fuertes cambios en el futuro mediato con alguna disminución de la rampante desigualdad, una significativa mejora del sistema de salud, el abaratamiento de la enseñanza superior y un fortalecimiento del papel de los sindicatos, entre otros elementos reminiscentes del New Deal de los años treinta del siglo XX.
No hay otra forma: o se hace así o explota en un plazo comparativamente breve la urdimbre social del capitalismo, tal y como la conocemos hoy.
En el actual contexto internacional son imprescindibles medidas enérgicas para mantener la economía mundial en pie. Entre esas acciones se encuentran el alivio de las deudas de los países en vías de desarrollo, los créditos comerciales y el fin de la “sanciones”, “embargos” “proteccionismos” y otras medidas o prácticas hostiles que no pueden subsistir en ninguna circunstancia, menos aún en medio del complejo escenario que plantea hoy la pandemia de COVID–19.
Impacto económico de la pandemia. Foto: Getty Images.

La pandemia y el fin de la era neoliberal

por Atilio Boron
LA HAINE - 30/03/2020

Esta pandemia ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes.
El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo. Y digo la “versión” porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión haya obrado el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo? Bien, de eso trata esta columna.
Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada.
Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por muchas organizaciones, entre ellas la National Geographical Magazine . El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –ya advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas señaladas por el revolucionario ruso (que de momento no se perciben ni en EEUU ni en los países europeos) ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto.
Zizek confía en que a consecuencia de esta crisis para salvarse la humanidad tendrá la posibilidad de recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado” (https://lahaine.org/fR3B). Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Pero la bifurcación de la salida de esta coyuntura presenta otro posible desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”. O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészarós solía decir con una dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”
Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la igualmente tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciarización de la economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, por ejemplo y otros más vacilantes, tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación, amén de la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente hablaba el gran marxista inglés Raymond Williams a mediados de los años ochenta del siglo pasado?
Ante la propuesta de un “comunismo reinventado” el filósofo sur-coreano de Byung-Chul Han salta al ruedo para refutar la tesis del esloveno y se arriesga a decir que «tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de toda la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y para poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial.
Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como EEUU, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual.
Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de la tríada formada por EEUU, Europa y Japón hoy aquella la constituyen EEUU, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde Europa y Japón eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a EEUU a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología 5G y en Inteligencia Artificial.
A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el capitalismo adquiera renovada pujanza en este tan poco promisorio escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global que supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario” que sostenía el orden capitalista mundial con su inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la primera está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como Afganistán.
La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la pandemia y EEUU no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado.
Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso por horas.
El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún virus es capaz de hacer la revolución” pero cae en la redundancia cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.” ¡Claro que no! Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló antes que la pandemia de la “gripe española”, y la victoria de los procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos por ninguna pandemia.
La revolución la hacen las clases subalternas cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que son sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable un mundo post-capitalista es posible y, finalmente, cuando logran darse una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar contra una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los intereses de los capitalistas en los países desarrollados. Hoy, gracias a Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se ha resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos contra todos, mientras China y Rusia continúan pacientemente y sin altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden mundial.
Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria gravedad de los efectos económicos de esta pandemia que hará de una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Las recientes declaraciones de Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson) en el sentido de que él no va a adoptar una estrategia de contención del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes sectores de la población porque tal cosa paralizaría la economía pone de relieve la contradicción basal del capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud.
Según Mike Davis en EEUU un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene acceso a licencia paga por causa de una enfermedad y está prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la infección o quedarse con un plato vacío.” La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para subvenir sus más elementales necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia de Trump contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear una cortina de humo para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de desfinanciamiento del sistema público de salud y de complicidad con las estafas estructurales de la medicina privada y la industria farmacéutica de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes aconsejan a la gente quedarse en sus casas.
En todo caso, y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” como quiere Zizek o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del poscapitalismo, esta pandemia (como lo explican claramente Mike Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González, Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López, Wim Dierckxsens y Walter Formento en diversos artículos que circulan profusamente en la web) ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes.
Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!
La Haine


Estado Español

Sin Permiso: República y socialismo, también para el siglo XXI

La mutilación de los sistemas públicos de sanidad por las políticas 'de austeridad' resultó ser homicida

por Xosé Manuel Beiras

29/03/2020

La feroz pandemia del coronavirus pone descarnadamente a cielo abierto la índole criminal de la mutilación de los sistemas sanitarios públicos y universales a favor de la codicia del capital financiero. Criminal, por homicida en sus consecuencias, ahora evidentes, e incluso subyacentemente genocida. Porque esa constante y progresiva mutilación de los sistemas públicos de salud, y más de la provisión de los demás bienes y servicios públicos y sociales ofrecidos como gratuitos al común ciudadano por las anteriores políticas del 'welfarestate', coincidió con la 'gran depresión' que exacerbó las desigualdades sociales, la expansión de los contingentes de 'trabajador@s pobres' en la población ocupada, y no solo en la desempleada, de la ciudadanía ubicada por debajo del 'umbral de pobreza', del desamparo de gentes ancianas, dependientes y/o 'sin techo', y así sucesivamente: es decir, precisamente cuando era más necesario que nunca fortalecer y ampliar la oferta de bienes y servicios sociales gratuitos a las empobrecidas gentes del común.
Los máximos y primordiales responsables de este crimen son los reaccionarios poderes financieros del capital trasnacional especulador y expoliador que controlan el FMI (Fondo Monetario Internacional) y las más altas instituciones, no-democráticas, de la UE (Unión Europea) que impusieron esas políticas ultraliberales, y además los gobiernos que servil o conniventemente las ejecutaron, agrediendo a los ciudadanos en vez de defenderlos, 'gobernando' contra la ciudadanía del común en vez de hacerlo a favor de sus necesidades y sus legítimos derechos constitucionalmente consagrados. 
Primordialmente, en el Reino de España y en la Comunidad Autónoma de Galiza, los respectivos gobiernos del Partido Popular, presa de una brutal corrupción generalizada en complicidad con la piratería más desalmada del capital especulador privado. En el poder central, Aznar primero, saqueando el patrimonio del Estado, a empezar por las más florecientes y rentables empresas públicas -Telefónica, Endesa, Repsol, banca pública, etc.-y luego Rajoy, saqueando los fondos de la Seguridad Social, patrimonio de las clases trabajadoras, llevando al paroxismo el desmantelamiento de servicios públicos y sociales indispensables, en maridaje corrupto con el gran capital, protegiendo o amnistiando a los grandes evasores de impuestos refugiados en paraísos fiscales, y vaciando de contenido el Título I de la Constitución (que regula los derechos y libertades básicas de los ciudadanos), desde el régimen laboral o el derecho a la vivienda hasta las libertades cívicas de manifestación y expresión, con la connivencia de la cúpula del Poder Judicial, incluido el denominado Tribunal Constitucional.
Y en Galiza, los sucesivos gobiernos de Núñez Feijóo, que llevan once años vaciando de contenido el Estatuto de Galiza, destruyendo los recursos, los ecosistemas y el tejido productivo de nuestro país, fuentes de vida y sustento de la ciudadanía, expoliando los ahorros de las clases populares, y mutilando el SERGAS a favor de empresas de 'sanidad' privadas que se nutren de fondos públicos y ahora se desentienden impertérritas del azote de la pandemia, o hasta  instigan a  l@s trabajador@s a interrumpir su labor de atención a los pacientes, por lo visto cogiéndose 'vacaciones'.
Para culmen de la impudicia, esos ex-gobernantes en el poder central, y aún gobernantes en Galiza, acosan, difaman y calumnian, en el Estado, a las fuerzas políticas progresistas que, en el gobierno y en las Cortes, están combatiendo lo mejor que pueden y saben la pandemia, con la precariedad de herramientas y recursos heredada de aquellos criminales gobernantes del PP. Y, en Galiza, intentan hacer lo equivalente con las organizaciones sociales y las fuerzas políticas que, actualmente en la oposición, denuncian y critican, con inmerecida mesura, la estulticia de los gobiernos de Núñez. Para los capataces del PP, los ciudadanos no son seres humanos: solo objetos, cifras y votos que se compran o hurtan con dinero y estupefaciente. Lo llevan demostrado bastante en sus prácticas como gobierno o ahora, en el Estado, como oposición caníbal.
Ninguno de esos responsables todos de los crímenes contra el derecho de los ciudadanos a la salud y demás bienes y derechos sociales, y más sus 'perros de presa' mediáticos, ninguno de ellos debe ni puede quedar impune. Depende de todas y todos nosotros, ciudadanos libres e inmunes a la intoxicación por sus vesánicas patrañas, depende que sean cívica y políticamente castigados como merecen. Cívica y políticamente, dije -porque nosotros, a diferencia de ellos -no queremos practicar el homicidio, ni siquiera cuando se opera mediante el 'brazo de la justicia'. Nosotros, sí, somos seres humanos, y no alimañas.
miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, es el más destacado dirigente de la izquierda nacionalista gallega. Profesor de economía en la Universidad de Santiago de Compostela, ha sido uno de los políticos más sólidos, imaginativos e independientes de las izquierdas durante la Transición política en el Reino de España.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 29 de marzo 2020
Traducción: Anton Dobao

Pensamiento crítico

Las políticas económicas neoliberales matan. Hay que cambiarlas

por Vicenç Navarro
Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España).
Ha sido también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 48 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.
Es uno de los investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional en ciencias sociales
http://www.vnavarro.org/

Últimas columnas del autor


abril 3, 2020 - PÚBLICO
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra; y Director del Hopkins- UPF Public Policy Center
El impacto de la pandemia del coronavirus en el deterioro de la calidad de vida y bienestar de las poblaciones (y, muy en particular, de las clases populares), así como la respuesta de los Estados para intentar contenerla están afectando todas las dimensiones sociales, económicas, políticas y culturales de cada uno de los países impactados por este fenómeno. Poca gente podría haber imaginado hace solo cuatro meses que, hoy, casi una tercera parte de la población mundial estaría viviendo en condiciones de confinamiento, incluidas las tres cuartas partes de la población que viven en el mundo capitalista desarrollado. Y lo que es también extraordinario es que, como consecuencia de la pandemia y de las medidas tomadas contra ella, la economía mundial está sufriendo una crisis sin precedentes.
Como resultado de todo ello, es más que probable que la cultura económica del mundo post-pandemia sea diferente a la del mundo actual. Y uno de los cambios será (ya lo está siendo ahora) el gran descrédito de los dogmas que han orientado el pensamiento económico dominante en la época pre-pandemia –el neoliberalismo–, y cuya aplicación a través de la imposición de las políticas públicas (derivadas de tal dogma) está causando tanto sufrimiento. Dicho dogma (que continúa siendo dominante en los establishments político-mediáticos de la Unión Europea) ha mantenido la tesis de que el éxito de la actividad económica tenía que basarse en la austeridad del gasto público social, conseguida a base de recortes que han dejado a los países afectados por la pandemia sin los medios necesarios –como por ejemplo sanitarios y de servicios sociales– para protegerse frente a ella. No es sorprendente que, en general, aquellos países donde tales políticas neoliberales se han aplicado con mayor dureza sean hoy también los países donde el daño causado por la pandemia está siendo mayor (ver mi artículo "Las consecuencias del neoliberalismo en la pandemia actual", Público, 17.03.20). España, Italia y EEUU son claros ejemplos de ello. Son los países que tienen mayores índices de mortalidad debido a la pandemia hoy en el mundo, resultado en gran parte del debilitamiento de sus sectores sanitarios y sociales (así como otros esenciales), consecuencia del empobrecimiento del sector público y de la expansión del privado como resultado de las políticas de recortes del gasto público social llevadas a cabo por gobiernos conservadores, liberales y socioliberales. Es en estos tres países del mundo occidental donde está habiendo más muertes por coronavirus (en parte, debido a la gran escasez de respiradores) y donde hay un porcentaje mayor de profesionales y trabajadores del sector sanitario que han sido contagiados por el coronavirus, resultado de la escasez de material protector. Los datos hablan por sí mismos. Según datos de la Global Health Expenditure Database (de la Organización Mundial de la Salud), entre 2009 y 2017 el gasto público sanitario gubernamental como porcentaje del PIB descendió en España de un 6,4% a un 5,9%, y en Italia de un 7% a un 6,5%, mientras que en EEUU –punto de inspiración del modelo neoliberal– apenas creció de un 4,2% a un 4,5%, con una cobertura sanitaria muy limitada, con casi 30 millones de estadounidenses sin protección sanitaria; por otro lado, según datos de la OCDE, entre 2008 y 2016 España redujo sus camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes de 3,2 a 2,97, Italia de 3,79 a 3,17 y los Estados Unidos de 3,13 a 2,77. Aquí en Catalunya, los recortes del gasto público sanitario fueron de los más acentuados en España y en la UE-15. Se recortaron 1.500 millones de euros, y se eliminaron 1.100 camas hospitalarias, reducciones que han afectado muy en particular a las clases populares, todo ello mientras se reducían los impuestos de sucesiones y de patrimonio para las clases de renta superior. Los recortes más acentuados fueron los realizados por el gobierno de Convergència (partido neoliberal), hoy JxCat, siendo presidente de la Generalitat de Catalunya el Sr. Artur Mas y Consejero de Sanidad el Sr. Boi Ruiz, presidente de la Patronal Sanitaria privada, cuyas primeras declaraciones como máxima autoridad de la sanidad pública catalana fueron animar a la población a que contratara un seguro de sanidad privado. Toda esta realidad quedó ocultada por el llamado "procés" independentista, dirigido por tal partido, cuyo apoyo procede mayoritariamente de las clases de renta superior y media superior.

El neoliberalismo mata

Repito, la evidencia de que los países en el Atlántico Norte que han sufrido más debido a la pandemia son aquellos que han aplicado con mayor severidad las políticas de austeridad, así como reformas laborales regresivas, tales como los tres citados (ver mi artículo en Público "Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia", 24.03.20) es abrumadora.
La respuesta de dichos países a la pandemia ha sido intentar cubrir las enormes deficiencias de sus sistema público sanitario a base de comprar material para curar a los enfermos y para proteger a los profesionales del sector, pues es en estos países donde hay mayor demanda para que se obtengan dichos materiales, pero esta alternativa está resultando ser, como era previsible, insuficiente, incluso para alcanzar los objetivos limitados definidos por sus gobiernos, importantes (como conseguir mascarillas para todos los profesionales y trabajadores de los sectores esenciales), pero, repito, insuficientes, pues la medida correcta sería conseguir mascarillas para toda la población. La OMS, por fin, ha admitido que los países que han tenido más éxito para controlar la pandemia han sido aquellos, como Corea del Sur, donde las mascarillas fueron utilizadas por toda la población (así como los guantes) a fin de protegerse del contagio.

Es urgente cambiar el tipo de producción económica en el país

La primera respuesta de estos países a tales déficits ha sido, pues, intentar resolver la demanda por la vía mercantil, es decir, comprar los materiales en el mercado internacional, donde estamos viendo que hay una gran saturación provocada por una carencia global de tales productos, motivo por el cual sus precios se han disparado, alcanzando cifras astronómicas. Y como un signo del deterioro de tal mercado, se han establecido malas prácticas de todo tipo, incluyendo la devolución masiva de productos defectuosos ya adquiridos, tales como mascarillas (hecho que ha ocurrido con autoridades públicas en EEUU, España, Italia, Países Bajos y otros países importadores de dichos productos), provenientes en su mayoría de fábricas (muchas de ellas, ilegales) en China. Y, para complicar más las cosas, dentro de los mismos países importadores, varias autoridades a distintos niveles (sean CCAA en España, regiones en Italia o Estados en EEUU) han estado compitiendo entre ellas para conseguir cuanto antes estos materiales tan necesarios, competición que ha ido en contra de los intereses de los compradores y a favor de los intereses de los proveedores.
La enorme insuficiencia de este mecanismo mercantil está creando una protesta popular muy extendida, exigiendo a los Estados que cambien sus prioridades y resuelvan esta escasez de otras maneras. Ello explica la creciente presión para que haya una transformación profunda del sistema productivo industrial, dando prioridad al bien común sobre cualquier otra consideración, exigencia que puede tener un impacto enorme en el orden político y económico de estos países. Existe ya una creciente demanda popular (que se refleja en el aplauso diario de las 8 de la tarde en honor de los profesionales y trabajadores sanitarios de todos estos países –EEUU, España e Italia– que están arriesgando sus vidas para salvar las vidas de los enfermos de coronavirus) para exigir a las autoridades públicas que antepongan el bien común a todo lo demás, haciendo lo posible e imposible para obtener tales materiales. Así, estamos viendo ya cómo en Italia, bajo la presión popular, hay cambios en las políticas públicas exigiendo, por ejemplo, a industrias textiles del país que sustituyan la fabricación de vestidos de alta costura (destinados a la población de renta superior) por la producción de mascarillas, batas y otras prendas que se necesitan urgentemente entre los trabajadores y profesionales de la sanidad y de los servicios sociales, así como de otros servicios esenciales. Y en EEUU, bajo los poderes del Estado federal, la industria automovilística (y, muy en especial, General Motors) está sustituyendo la producción de coches por la producción de ventiladores, que pueden significar la diferencia entre la vida o la muerte para los enfermos graves de coronavirus en aquel país.
Ha sido la presión popular canalizada entre otros por el gobernador del Estado de Nueva York (el estado con más afectados de EEUU), Andrew Cuomo, lo que ha forzado al presidente Trump a utilizar la Ley de Alarma General para forzar a la industria manufacturera, incluyendo la automovilística, a producir dichos respiradores. El presidente Trump, representante de la ultraderecha neoliberal y el más acérrimo enemigo del Estado federal, se ha visto forzado a tomar esas decisiones debido, como digo, a la presión popular, unas medidas a las que se había opuesto en un principio argumentando, predeciblemente, que dicha intervención estatal transformaría EEUU en un país como Cuba o Venezuela, argumentos que se volvieron en su contra cuando el gobernador de Nueva York le respondió que el tema a discutir no era "intervención del estado federal sí o no", sino el "objetivo de tal intervención", pues EEUU es el país con mayor intervención federal en el desarrollo económico del país, intervención que se realiza a través del enorme gasto militar, incrementado todavía más por el presidente Trump, el cual ha utilizado la máxima ley de alarma en múltiples ocasiones para forzar al sector industrial a que produzca primordialmente para responder a las necesidades del establishment militar. Con el argumento de que el gobierno federal no debía intervenir para forzar al sector industrial a producir productos que prevendrían la muerte de ciudadanos, Trump mostraba de una manera clara su visión de lo que más le importa. Como lo acusó Cuomo, prefería más proteger los intereses del establishment militar y las grandes empresas de defensa que los intereses de la ciudadanía. La creciente popularidad de un movimiento social que se está expandiendo rápidamente en el país ha forzado a Trump a cambiar su estrategia, favoreciendo el intervencionismo federal en el sector industrial con finalidades sociales. Sería deseable que algo semejante ocurriera en España.

La importancia del bien común sobre el particular

Todos estos hechos muestran cómo, gracias a la presión popular, los Estados están tomando mayor protagonismo, interviniendo activamente en la reconversión industrial, anteponiendo el bien común a cualquier interés particular minoritario. Esta petición se está extendiendo a otros sectores, expresando un gran hartazgo popular contra las políticas neoliberales y los intereses económicos y financieros que las han promovido, y también contra los economistas a su servicio y su excesiva influencia sobre el Estado y sobre los medios de información y comunicación. Es por esta razón que el intento, en España, de  aprovechar el enorme sufrimiento ciudadano para intentar desgastar al gobierno de coalición de izquierdas que están haciendo los partidos conservadores (como el PP en España) o neoliberales (como Vox, Ciudadanos o JxCat), presentándose como los grandes defensores de la ciudadanía frente al gobierno, acusándolo de incompetente, es de un cinismo extremo, pues fueron ellos –y sus políticas de austeridad- los que causaron la indefensión de la población, debilitando los servicios públicos. La rebaja de impuestos a las rentas superiores, la privatización de los servicios públicos y los recortes del gasto público sanitario y social son los que causaron el exceso de mortalidad (mucho mayor que en otros países). Estos partidos políticos han sido responsables de la situación extrema a la que se ha llegado en este país. El gobierno de coalición ha abierto un nuevo capítulo de esperanza. Pero se requieren pasos más radicales, pues la tragedia es enorme. Y es ahí donde se debería redefinir la relación entre lo público y lo privado para priorizar lo primero sobre lo segundo, a fin de conseguir el bien común por encima de cualquier otra consideración. El gobierno de coalición ha estado tomando medidas de gran importancia, que se irán extendiendo como resultado de la presión popular, que siempre verá lo público y no lo privado como la mejor garantía para su salud, calidad de vida y bienestar. El orden económico actual, que prioriza lo privado sobre lo público, ha perdido toda la credibilidad, pues comparte la responsabilidad de que haya una mortalidad tan alta en este país. Así de claro.

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Comiendo Tierra
Juan Carlos Monedero

Con miedo, el coronavirus mira a la derecha

Juan Carlos Monedero
Profesor de Ciencia Política (Universidad Complutense de Madrid). Clases, cursos, libros, charlas. Venimos del 15M y Podemos. Crecemos. Vivimos

Últimas columnas del autor

30/03/2020 - PÚBLICO
Con miedo, el coronavirus trabaja para la derecha. De la Segunda Guerra Mundial salió Europa con la derecha derrotada, con los sindicatos muy fuertes, con partidos socialistas y comunistas legitimados por su enorme papel en la lucha contra el fascismo y el nazismo. Se salió con la certeza de que se había hecho un esfuerzo enorme y que tocaba abrir una etapa donde lo público cuidara de una población que lo había dado todo.
La derecha no se atrevió a poner en cuestión la redistribución de la renta. Por tres razones. Por un lado, porque una parte no pequeña de ellos habían sido colaboradores activos o pasivos del fascismo. En segundo lugar, porque con todo el dolor acumulado, un pueblo enfadado colgaría patas arriba como a Mussolini a todos los que quisieran seguir haciendo daño. En tercer lugar, porque la Unión Soviética era el faro que alumbraba a millones de personas y había que frenar su influencia.
"Resulta que la gente no salió a las calles a pedir la cabeza de los buitres de Wall Street, así que esos tiburones, que son astutos y muy vivos se dijeron: aún hay espacio para apretarles un poco más a estos pendejos"
En la Norteamerica de Roosevelt antes del New Deal, más de un millón de norteamericanos votaron socialismo y comunismo. ¿O alguien cree que los ricos reparten el dinero que nos roban por buena voluntad? La única manera de frenar las exigencias de justicia social de las mayorías era redistribuyendo la renta. Hubo un tiempo donde los capitalistas eran inteligentes y veían un poco más allá de la rendición de cuentas a los accionistas cada tres meses.
En la crisis de 2008, los grandes capitales se asustaron. Estaban convencidos, y así lo dijeron, que la gente iba a colgarles de las farolas por haber generado esa crisis. Empezaron a hablar de capitalismo con rostro humano. Porque la crisis de 2008 no tuvo lugar porque la gente viviera por encima de sus posibilidades, sino porque el sistema financiero creo un gran entramado regido por ladrones que llevó a la ruina el mundo.  Pero resulta que la gente no salió a las calles a pedir la cabeza de los buitres de Wall Street, así que esos tiburones, que son astutos y muy vivos aunque no sean muy inteligentes (serían mejores personas) se dijeron: aún hay espacio para apretarles un poco más a estos pendejos.
Por eso, la pregunta principal ahora mismo es: ¿quién está escribiendo el relato del miedo al coronavirus?
La crisis del coronavirus, una vez más, no es culpa de las trabajadoras y trabajadores. Viajó y nos llegó a nuestros países en avión y, además, en bussines class. No vino en patera: entró por el aeropuerto por la entrada VIP proveniente de Alemania y Gran Bretaña.
"Por eso, la pregunta principal ahora mismo es: ¿quién está escribiendo el relato del miedo al coronavirus?"
Tiene esta capacidad de contagio por un modelo de vida que está ligado a un modelo de consumo. El covid-19 contagia tanto porque vivimos hacinados en ciudades, porque hemos vaciados las zonas rurales, porque hemos entregado la ganadería y la agricultura a grandes empresas, porque estamos acabando con los animales que nos hacían de escudo ante los virus, porque estamos cortando árboles y echando cemento, porque estamos acelerando los ciclos de la vida y la tierra protesta. Lo que ha tardado millones de años en crearse, no puede explotarse en unos decenios sin esperar resultados soprendentes.
Porque hemos olvidado que para el capitalismo, la tierra es una mercancía, pero para la tierra, los seres humanos podemos ser innecesarios. Para rematar, y nunca mejor dicho, el coronavirus es tan letal  porque se ha desmantelado la sanidad pública. Cortesía de Milton Friedman, de los neoliberales, de los partidos de la derecha y, ahora, también de la extrema derecha.
Sin embargo, la condición disruptiva del virus está abriendo grietas en el edificio. La derecha sabe que está tocada en sus fundamentos. Es inimaginable que, en unas elecciones cercanas, ningún partido lleve en su programa electoral recortes en el gasto público sanitario. La gente sabe que sin sanidad pública estamos perdidos. En Estados Unidos, o tienes 35.000 dólares o no pagas la factura de tu curación del covid-19. Y también hemos aprendido, aun a costa de miles de muertos, que en las residencias privadas, el negocio prima sobre el cuidado.
"Si aflojamos, regresamos a una España feudal, y esto vale para cualquier país. Regresaremos a países feudales donde la espada de los señores y el látigo de los capataces va a ser sustituida por una pulsera electrónica"
¿Es el mercado amigo? Porque las funerarias privadas se están enriqueciendo con sobreprecios y sobrecostes. La derecha ha privatizado la vida y ha privatizado la muerte. Y si siguen así, no vamos a podernos permitir el lujo ni de vivir ni de morirnos.
La derecha va a intentar que rescatemos otra vez a las empresas, a las líneas aéreas privadas, a las autopistas, a los bancos, a las multinacionales, y que paguemos otra vez todos el costo de una crisis de la cual no somos culpables. Si los sinvergüenzas que han privatizado la vida nos vuelven a meter miedo para que no exijamos salidas sociales, el mundo va a ser un lugar más feo.
Después de la Segunda Guerra Mundial o a la muerte de Franco, los poderosos tuvieron miedo a un pueblo cansado y enfadado que miraba hacia la izquierda, y por eso tuvimos constituciones y derechos sociales. Si aflojamos, regresamos a una España feudal, y esto vale para cualquier país. Regresaremos a países feudales donde la espada de los señores y el látigo de los capataces va a ser sustituida por una pulsera electrónica.  Que nos va disciplinar mucho más que la espada, el potro, el hacha e incluso que la hoguera. Porque la tendremos interiorizada.

URUGUAY

“¿El sector más rico de la sociedad, de qué forma contribuye a la salida colectiva del país?”

El Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT publicó un comunicado “ante los anuncios del Presidente de la República del día 26 de marzo”.
Escrito por Mesa de noticias Ultima actualización Mar 27, 2020 LA REPÚBLICA uy
El PIT-CNT expresó formalmente su percepción sobre los anuncios realizados anoche por Luis Lacalle Pou. A través de un comunicado de su Secretariado Ejecutivo, la gremial expone sus puntos de vista en detalles y denuncia que “es notoria la falta de equidad que encierra la propuesta comunicada ayer”.
En las siguientes líneas, transcribimos íntegramente el contenido del documento.
El comunicado del PIT-CNT
“1. Manifestamos nuestra satisfacción al percibir que en el discurso del Sr. Presidente se incluye la necesidad de encontrar soluciones que protejan a los sectores más vulnerables de la población. Ahora es necesario pasar a la acción.
2. Insistimos en el hecho de que tanto el PIT-CNT, como la Intersocial, de la cual formamos parte, hicimos propuestas específicas en ese sentido que aún no han tenido respuesta alguna por parte del Poder Ejecutivo.
3. Instamos a que en forma inmediata sea convocado un diálogo social tripartito, que permita desarrollar herramientas para solventar la emergencia sanitaria que, ya a esta altura, es también emergencia económica y social. Diálogo en el que cada sector de la sociedad asuma responsabilidades y compromisos y también vea satisfechas al menos parte de sus demandas.
4. La clase trabajadora no necesita demostrar ante nadie su carácter solidario, esto lo avala toda la historia nacional y en particular las miles de viandas alimenticias, víveres para ollas populares, en los cuales cientos de militantes de nuestro PIT-CNT comprometen incluso su salud, en aras del bien público.
Estamos dispuestos a poner el hombro y contribuir en esta emergencia sanitaria y en ese sentido veníamos considerando propuestas que ni siquiera pudimos acercar al Poder Ejecutivo. Sin embargo, y tal cual lo establece la ley de negociación colectiva, no es legal tocar el salario de los trabajadores al margen de los ámbitos de negociación.
La propia OIT, tan citada a la hora de atacar los Consejos de Salarios y la ley de negociación colectiva, recomienda en estos casos la promoción del diálogo social, solicitado insistentemente por nuestro PIT-CNT.
5. Es notoria la falta de equidad que encierra la propuesta comunicada ayer.
En efecto, esta propuesta no toca un ápice de los salarios faraónicos que cobra y factura la alta gerencia, en aquellas empresas privadas que trabajan para el Estado. A modo de ejemplo, empresas de seguros, bancos, AFAPs, mutualistas, cuyo personal directivo puede llegar a cobrar salarios mensuales de millones de pesos.
Los trabajadores estamos dispuestos a aportar inclusive de nuestros ingresos, somos solidarios en serio, en el marco de un diálogo social como el que proponemos, pero nos preguntamos: los sectores empresariales que, aún en estas circunstancias, sostienen sus ganancias; aquellos que, aprovechándose del mal de muchos, ponen los precios a su antojo en los productos básicos que necesita el pueblo; las empresas beneficiadas por exoneraciones o zonas francas; los sectores agroexportadores, que no paran de facturar; los que se han beneficiado de la suba extraordinaria del dólar en estas últimas semanas, es decir: ¿el sector más rico de la sociedad, de qué forma contribuyen a la salida colectiva del país?
6. Es por estas razones es que sostenemos la necesidad de un abordaje integral del problema, que contemple sus múltiples dimensiones, superando el esquema de medidas aisladas.
7. Estamos a la orden para contribuir con todo nuestra fuerza, como desde el primer día se lo hemos hecho saber a las autoridades”.

CLAE

El virus, excusa de la derecha uruguaya para imponer otro ajuste

24/03/2020 - clae - ESTRATEGIA.LA
por Nicolás Centurión
A 24 días de la asunción del gobierno liderado por el derechista Luis Lacalle Pou, asistimos a una situación sin precedentes en el Uruguay, Latinoamérica y el mundo. La pandemia del coronavirus Covid-19, más allá de su porcentaje de mortalidad, el grado de paranoia que existe, el aislamiento que se está aplicando a nivel mundial o el colapso de los sistemas de salud, está cambiando el mundo tal y como lo conocíamos hasta el momento.
Eric Hobsbawm en su libro “Historia del siglo XX” resume las etapas del capitalismo en tres. La primera de libre comercio en el siglo XIX, la segunda de imperialismo clásico a principios del siglo XX y una tercera de posguerra con mayor regulación estatal. El neoliberalismo, podemos asegurar, es una cuarta fase de este capitalismo en descomposición como bien expresa el profesor en Historia de la Universidad de Buenos Aires, Nicolás Iñigo Carrera.
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¿Esta pandemia conjugada con la crisis económica, política y social a escala global es la apertura de una quinta fase del capitalismo? ¿O estamos entrando en una fase post-capitalista? ¿Cuáles serán las estrategias de salvataje del propio sistema? Retomando a Iñigo Carrera, descomposición no es caída ni desaparición, puede durar décadas y décadas…
Hasta hace poco más de un mes nuestra atención estaba en la disputa EEUU-China. El intempestivo avance de una crisis económica parecía asomarse. Mientras en Latinoamérica se debatía sobre si había un fin de ciclo progresista o no. Si se caracterizaba al gobierno de Bolsonaro como fascista, protofascista o como algo nuevo. Mientras, en Uruguay un partido militar ocupaba 14 bancas en ambas cámaras del Parlamento y estallaba en nuestro rostro la pandemia del Covid – 19.
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En esta pequeña penillanura levemente ondulada que hace más de medio siglo mantiene estable su misma cantidad de habitantes, la crisis ha llegado pero no tiene un solo nombre. Por un lado la caída de varias bolsas financieras, el desplome del precio del barril de petróleo, la recesión de las economías, pero también un gobierno neoliberal que camufla un ajuste bajo la excusa del coronavirus.
Incluso se desmarca de otros gobiernos neoliberales de la región y del mundo. Nayib Bukele con las medidas que ha tomado parece un radical de izquierda al lado de Luis Lacalle Pou, que se encapricha en mantener los ajustes y los tarifazos.
El sábado 22 de marzo el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca) comunicó que se aprobó el acuerdo entre el gobierno y los empresarios para la puesta en marcha de una licencia especial de 20 días, luego de que el gobierno había roto el acuerdo previo.
El Sindicato Médico del Uruguay (SMU) junto con otros gremios, representantes del gobierno, mutualistas y emergencias móviles, propuso a las autoridades una cuarentena general hasta el 12 de abril, pero el gobierno sigue en una tesitura negacionista y negativa.
El gremio médico expresó que el Covid-19 es un problema de salud comunitaria, desde su origen, hasta el pico de la epidemia, y lo será también cuando haya pasado. Una parte de las personas afectadas requieren hospitalización, y una parte significativa necesita cuidados intensivos. Adviertieron, asimismo, que “la velocidad de la transmisión, la severidad y duración de los casos graves ha puesto en jaque al sistema hospitalario en muchos países”.
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Las medidas de protección ya no sólo son necesarias, resultan imprescindibles, señalaron los médicos al gobierno negacionista. No obstante, gran parte de los servicios de salud del primer nivel de atención “carecen de los recursos necesarios para las condiciones de trabajo adecuadas. La situación se torna más grave con los lineamientos vigentes por los cuales no se están tomando muestras en la comunidad, tanto a personas sintomáticas como a personas asintomáticas con alguna noción de contacto con el Covid-19 (trabajadores de salud incluidos)”, denunciaron los médicos.
Fisuras en la coalición
La bancada del centro izquierdista Frente Amplio (que dejó el gobierno el 1 de marzo tras 15 años de gestión) propuso reunir a los partidos, las organizaciones sociales y la academia en busca de un “gran acuerdo nacional”.
Además, planteó puntuales medidas para un plan de reactivación nacional. Hasta el momento las mismas han sido desoídas por el gobierno, como también ha sucedido con discordantes posiciones dentro de la Coalición Multicolor en el gobierno.
El exgeneral y ahora senador por Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, se ha manifestado en contra de los tarifazos, generando crispación en los restantes partidos de la coalición. Las fisuras se empiezan a mostrar y se avizora lejana en el horizonte la posibilidad de que esta conjunción de partidos que solo se creó para desplazar al Frente Amplio del gobierno, acabe los cinco años entera.
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Cabildo Abierto tiene dos ministros en el Ejecutivo y uno está en el Ministerio de Salud, lugar importante y convulso en estos momentos si los hay. Tan convulso que el propio ministro Daniel Salinas ha realizado declaraciones a nombre del gobierno, bastante contradictorias con las que realizó el presidente Lacalle, cuando por ejemplo, manifestó que se podía salir a hacer deportes al aire libre “con la adecuada indumentaria deportiva.”
Paralelamente, la policía disuade a las personas a aglomerarse o concurrir a lugares públicos, mientras el propio Presidente se sacaba una foto en un foodtruck de comida armenia al aire libre. Vale aclarar que la cuarentena obligatoria no está decretada. Y los mensajes del gobierno más que contradictorios ya tienden a lo improvisado.
Más que contradictoria ha sido la expresión del Presidente Lacalle al decir “no estamos haciendo política, estamos gobernando”, en una reminiscencia de los 1990, década donde empezaron a surgir los falsos dilemas gestión vs ideología. Una corriente que dice que no hace política, pero decir “no hago política” o profesar hacer anti-política, es una forma de hacer política.
Estar en el máximo puesto de decisión política de un Estado y decir que solo se gobierna, es querer situar la acción de gobernar como un grado superior e impoluto, que no está contaminado por la “política” con pé minúscula.
Desde la asunción del nuevo gobierno, el pasado primero de marzo, la mitad de los asesinatos en el país han sido femicidios. Un mal social que es transversal, que se ha llevado más vidas que el coronavirus. Mujeres de todas las franjas etáreas y estratos sociales. El gobierno sigue sin anunciar medidas para revertir y prevenir esta situación  y tampoco ha dado señales de incluirlo en la Ley de Urgente Consideración.
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En la conferencia de prensa de la noche del 23 de marzo, al ser preguntado sobre qué medidas va a adoptar sobre la violencia de género, Lacalle Pou contestó que los femicidios son “efectos colaterales” de la cuarentena.
En materia económica, el Ministerio de Economía le transferirá mil millones de pesos al Ministerio de Desarrollo (MiDes) para “la contención económica de los sectores más vulnerables”, informa el periódico La Diaria. El mismo MiDes fue atacado sistemáticamente por parte de la oposición que hoy es gobierno, no solo como un elemento de campaña sino que parte desde la concepción neoliberal de reducir al mínimo la ayuda social o transformarla en caridad manejada por fundaciones y/o ONGs.
La deuda externa sigue siendo un tema tabú y destinar recursos del pago de los intereses de deuda sería un aporte más que interesante para solucionar las excusas de “falta de recursos” para ejecutar determinadas políticas públicas de contención. Las dudas no son tan grandes cuando de salvataje a bancos se trata y parece que esto también es transversal a todos los gobiernos de la región. La falta de voluntad política para enfrentarse a los que exprimen a pueblos enteros, sigue siendo pandemia
El futuro llegó hace rato
El futuro es incierto, quizá siempre lo fue, de lo que sí estamos seguros es que el vértigo será la velocidad y el caos la norma. El descenso de una potencia y el ascenso de otra van a ser el mar de fondo de estos agitados tiempos. El mundo tiende a volver sus pasos de lo que alguna vez se llamó globalización o más bien tendría que ser mundialización del capitalismo. Aquí en Uruguay las derechas siguen en el siglo XX. ¿Y las izquierdas? ¿Están prestas para esperanzar la construcción de un mañana o se quedarán en la “denunciología inmovilizadora”, como diría Aram Aharonian?
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La novela de Orwell “1984” o “Un mundo feliz” de Huxley quedan como libros para adolescentes; la serie Black Mirror como un spoiler de un futuro tecnológico-distópico donde la privacidad es solo de tiempos analógicos, y las series El Cuento de la Criada y 3% como un pasado mañana que no está tan lejos.
Los viejos militantes solían decir que en los 60 la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Hoy nos esperan cámaras, chips, drones, big data y algoritmos que saben antes que nosotros lo que vamos a hacer. Por estas latitudes, el temor de cinco años de cruda y dura realidad neoliberal, hicieron retornar los caceroleos a la noche, mientras las ollas populares se arman en cada barrio.
Pese a todo eso,  nos queda el optimismo de la voluntad.
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
La economía de a pie.

SOBERANÍA ALIMENTARIA Y CORONA VIRUS.

Abril 2020 primera quincena.
SOBERANÍA ALIMENTARIA Y CORONA VIRUS.
La crisis mundial y el corona virus exponen la irracionalidad del capitalismo. Países dominantes en los que abundan armas de destrucción masiva, carecen de insumos sanitarios.
El contexto también revaloriza la diferencia entre los que deberían ser derechos básicos al trabajo, vivienda digna, alimentación, servicios de educación, abrigo, transporte popular y aquellas otras mercancías que podrán ser más o menos importantes pero prescindibles.
La expansión de la epidemia acentúa cierres de fronteras que limitan circulación de alimentos y personas, desnudando los riesgos que para los países dependientes significa la apertura comercial y financiera prácticamente sin restricciones a la impunidad de grandes capitales.
Estados Unidos y Europa occidental fueron recrudeciendo medidas de protección a la producción y el trabajo locales, especialmente en alimentos y productos estratégicos las últimas décadas casi con la misma velocidad que han difundido por el mundo discursos sobre las bondades del “libre comercio”.
También son conocidos los riesgos de los pobladores africanos que quieren acceder a los mercados laborales europeos o de los habitantes del sur del río Bravo para ingresar a Estados Unidos. La denominada “globalización” ha implicado esencialmente que capitales financieros y mercancías sofisticadas incrementaron sus desplazamientos desde norte a sur, a la par que dividendos y ganancias de grandes corporaciones fluyen de sur a norte.
Monocultivos, especialización, dependencia excesiva del mercado mundial para productos básicos, reiteran su vulnerabilidad, no solamente económica, ambiental, sino además sanitaria. Los países más jugados a la rentabilidad como guía de sus estrategias quedan más expuestos a las vicisitudes de mercados mundiales cada vez más impredecibles.
La necesidad de estrategias y políticas económicas que otorguen prioridad a la producción de los productos esenciales para el consumo de la población se evidencia en toda su magnitud. Uruguay posee condiciones excepcionales para la producción de carnes vacunas, ovinas, porcinas, aves, pesca, trigo, maíz, verduras, frutas, materiales de construcción, defensa del agua, del aire, del territorio limpios, esenciales para la vida.
En particular la epidemia pone también en el tapete, la importancia de concebir los servicios de salud como derecho humano y no como espacio de valorización de capital subordinado a la rentabilidad particular.
Una organización económica bien constituida debe garantizar fuentes de trabajo y el acceso directo de todos los sectores de la población a productos básicos. El territorio debe ser sustento de vida y no de ganancia para capitalistas.
Mientras tanto el gobierno oriental privilegia grandes banqueros, extensiones de eucaliptus y soja al servicio de grandes empresas del exterior, sin utilizar siquiera parte de los excedentes generados en estas actividades para financiar el combate al corona virus.
Parece claro que los intereses de estos grandes capitales son contradictorios con los de los sectores populares a incluso con la construcción de un país productivo, una de cuyas condiciones necesarias parece ser el control de las divisas que ingresan al país, para un uso racional en defensa de la obtención de insumos para la producción y el consumo local.
En la reconstrucción de las bases economicas deben redireccionarse las fuentes de ingreso del Estado y sus gastos. Las inversiones no pueden estar al servicio de UPM 2 sino que deberían encauzarse hacia jugar un rol esencial en la construcción de vivienda popular y infraestructura que acerque producción y consumo populares dentro de lo que el transporte ferroviario tiene que jugar un papel decisivo.
Pensar la economía desde las necesidades básicas se hace cada vez más urgente. El día después no puede esperar.
GOTITAS DE ECONOMIA
  • El Banco Central del Uruguay con la nueva dirección de Diego Labat continúa emitiendo deuda semana tras semana. Incrementando además las tasas de interés que paga a los acreedores. Especulación y la patria financiera de parabienes.
  • Entre otra tarifas el agua potable incrementará su precio algo más de 10% en abril. Mientras tanto el gobierno difunde la importancia de lavarse las manos para detener el corona virus.
  • Frente a las propuestas recortar el trabajo público es bueno recordar su composición en Uruguay. Aproximadamente 300.000 cargos. En términos aproximados corresponden 40.000 a las intendencias y 30.000 a los entes del Estado (UTE, Antel, Ancap, Correo, Bancos, etc.). De los restantes 230.000 la mitad se vinculan a la enseñanza en sus diferentes ramas. Algo más del 25% a interior y Defensa, 12% a servicios de salud, y el resto se distribuye en proporciones relativamente menores entre poder judicial, agricultura y pesca, turismo, industria, entre otros. Sería bueno saber donde piensa pasar la moto sierra el gobierno.
  • Según datos de agencias de las Naciones Unidas mueren de hambre 8500 niños por dia. Rara vez son noticia para algunos medios de prensa.
  • El dólar en Brasil, incrementó su precio desde 4.01, a comienzos del año a un entorno de 5 hacia finales de marzo. Los índices de la bolsa de valores cayeron en rangos cercanos al 30%. El sube y baja hace difícil cualquier previsión en los casinos financieros.