Hasta siempre, Comandante
A las 10:29 de este viernes 25 de noviembre de 2016 murió el Comandante en Jefe, Fidel Castro. La noticia la confirmó Raúl en una alocución en la emisión de cierre del Noticiero Nacional de Televisión, que reproducimos para nuestros lectores:
Hoy, 25 de noviembre, a las 10:29 horas de la noche falleció el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz. En cumplimiento a la voluntad expresa del Compañero Fidel, sus restos serán cremados. En las primeras horas de mañana sábado 26, la comisión organizadora de los funerales, brindará a nuestro pueblo una información detallada sobre la organización del Homenaje póstumo que se le tributará al fundador de la Revolución Cubana. ¡Hasta la victoria siempre!
Muere Fidel Castro a la edad de 90 años
Publicado: 26 nov 2016 05:22 GMT | Última actualización: 26 nov 2016 05:57 GMT - RT
La televisión estatal cubana anuncia que Fidel Castro ha fallecido a la edad de 90 años.
VIDEO | Raúl Castro confirma la muerte de Fidel Castro a los 90 años de edad http://bit.ly/2fxWDvO
Los restos de Fidel Castro "serán cremados" este sábado, informó el presidente Raúl Castro.
BREAKING: Cuban TV announces the death of 90 year old Fidel Castro.
#FidelCastro #Cuba
BREAKING: Cuban TV announces the death of 90 year old Fidel Castro.#FidelCastro#Cubapic.tw— Matt Mackowiak (@MattMackowiak) 26 de noviembre de 2016itter.com/c1sCvTtCnR
Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana, encabezó durante décadas la República de Cuba, primero como primer ministro y luego como presidente del Consejo de Estado y de Ministros. Siendo un adalid de la cada vez más sólida independencia cubana, Castro organizó la resistencia del país insular a las agresiones externas y lo llevó a la cabecera del Movimiento de Países No Alineados.
Este es uno de los últimos discursos de Fidel Castro (Abril 2016):
"Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala": Fidel Castro reaparece y da un discurso
https://youtu.be/7lWJl-mklOk
Más información en breve.
Fallece Fidel Castro: hombre-época
Publicado: 26 nov 2016 05:37 GMT | Última actualización: 26 nov 2016 05:52 GMT - RT
Falleció Fidel… Una personalidad que no
puede ser definida en pocas palabras. Ni en muchas. Solo de una forma
infinitamente larga porque el punto final nunca será puesto. Llevaba
mucho tiempo haciendo historia y en ella se quedará para siempre.
Procedente de una familia rica y jurista de profesión (se graduó en la Universidad de La Habana), Fidel Castro defendía gratuitamente a los pobres en los tribunales. En 1953 lideró un levantamiento armado (el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba) contra la dictadura del general Batista.
El fracaso militar del ataque se saldó en un triunfo político durante el juicio subsiguiente, en el cual Castro se defendió a sí mismo y aprovechó para pronunciar un extenso alegato político ("La historia me absolverá"). Condenado a 15 años y amnistiado en 1955, emigró a México, donde organizó un destacamento revolucionario para continuar la lucha contra la dictadura. Al darse cuenta de que su lucha tendría pocas posibilidades de triunfar en un medio urbano, apostó por crear una guerrilla rural en la zona más apartada y montañosa del país: la sierra Maestra, en el este de Cuba.
Desembarcó allí a finales de 1956 con un contingente de solo 80 hombres a bordo del yate Granma. Entre ellos se encontraba Camilo Cienfuegos, su hermano Raúl y el médico argentino Ernesto 'Che' Guevara, a quien había conocido en México. El destacamento pronto sufrió graves bajas y se redujo a 12 personas.
12 hombres contra todo un ejército regular de 30.000 efectivos… Así comenzó una guerra de guerrillas que poco a poco se convirtió en una lucha del pueblo contra la dictadura y terminó con la victoria de la Revolución Cubana en 1959. Los cubanos estaban exultantes de alegría. La noche del primero de enero Batista huyó.
Fiel a sus promesas, en seguida empezó a hacer realidad sus proyectos de transformación del país. El más importante de todos fue la reforma agraria, que expropió las grandes haciendas para dar medios de vida a los campesinos pobres (1959) y en seguida llegó la nacionalización de los bienes de compañías norteamericanas en la isla (1960). Pero las medidas pronto tuvieron represalias. El 15 de abril 1961 ocho aviones de la Fuerza Aérea estadounidense bombardearon La Habana. Al día siguiente, durante el funeral de las víctimas del ataque Fidel Castro proclamó el carácter marxista-leninista de la Revolución Cubana.
En la madrugada del 17 de abril en la bahía de Cochinos desembarcaron cerca de 1.500 exiliados cubanos de la denominada 'Brigada 2506' (pagados, armados y preparados por la CIA). El ejército revolucionario derrotó a los “gusanos”.
En Cuba empezó una nueva época. Su símbolo y su leyenda, su romance y su conciencia, su coraje y su dignidad fue y seguirá siendo Fidel Castro.
Murió Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana y figura central del Siglo XX
La Habana.
Fidel Castro, el padre de la Revolución Cubana y uno de los
protagonistas del siglo XX, murió a los 90 años, anunció su hermano, el
presidente Raúl Castro, poco antes de la medianoche del viernes.
"A las 10H29 falleció el comandante en jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro", afirmó Raúl en un mensaje televisado.
Esta fue la bitácora de fotos publicada en 2014 cuando Fidel Castro cumplió 88 años.
"Luchar por una utopía es en parte construirla”
Fidel, el
hombre, ha muerto, pero aquel polémico personaje que derrocó una
dictadura, cimentó un gobierno de izquierda en Cuba, luchó durante
décadas contra la política exterior estadunidense y generó algunas veces
repudio y encono, y otras simpatía, admiración e incluso culto a la
personalidad, continuará vigente como uno de los líderes más recordados y
analizados del siglo XX y parte del XXI.
Celebración de los 90 años de Fidel Castro en agosto de este año.
El líder de la revolución cubana murió este 25 de noviembre a los 90 años
en su amada Habana, aquélla que los recibió a él y a los combatientes
de Sierra Maestra como libertadores, entre flores, banderas y campanadas
un 8 de enero de 1959.
“Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”
No fue a los 10
años cuando lo atacó una despiadada peritonitis. Ni en un enmarañado
pantano, ni en un manglar de la sierra ante el fuego enemigo. Tampoco en
las entradas y salidas del quirófano por diverticulitis en 2006, cuando
casi a diario la prensa internacional lo daba por muerto. Mucho menos
en uno de los 640 intentos fallidos de la CIA para asesinarlo.
Fidel Castro, la
persona a la que más se ha intentado asesinar, según el propio libro de
Guinness, y quien quizá tuvo una “tendencia a cortejar la muerte”, --de
acuerdo con el periodista polaco Tad Szulc, uno de sus biógrafos--
alcanzó la novena década de vida, después de haber sobrevivido la guerrilla, los atentados y la enfermedad.
“Llegué a estar muerto”, le reveló a la periodista y directora de La Jornada,
Carmen Lira, en una entrevista en 2010, al referirse a la grave crisis
de salud a la que se enfrentó cuatro años antes y que lo llevó a delegar
el poder en su hermano Raúl. “Estás ante una especie de re-su-ci-ta-do”, profirió con orgullo aquél que se había enfrentado ya tantas veces con la muerte.
Fidel, el hombre
El hombre, al
que no cuesta trabajo imaginar con su icónica y copiosa barba, ataviado
con un traje militar color verde olivo y una boina a la par --distintivo
de su escalafón como comandante en jefe de la Fuerzas Armadas--, ha
generado en el imaginario una doble imagen, en palabras de Szulc.
Considerado como
un “revolucionario romántico”, siempre provocador, con una brillantez
inusitada y una imaginación desbordante; quien en 1958 liberó a Cuba de
la dictadura de Fulgencio Batista, con la promesa de igualdad y
prosperidad. El líder que se enfrentó durante más de medio siglo contra
Estados Unidos, la mayor potencia de la época, y trabajó por construir
una nación igualitaria y desarrollada.
El político
cubano no dio muchas entrevistas en vida; sin embargo, las suficientes
para que periodistas y escritores delinearan al menos una parte de su
personalidad.
“Fidel Castro no
descansa”, concluyó la argentina Stella Calloni después de una charla
que sostuvo con él en 2008, la cual transcurrió “como un río”. La
periodista también resaltó el “deseo apasionado de saber” del
revolucionario, así como su talante al escribir: “me dicen que es muy
riguroso y revisa palabra por palabra, ajusta el lenguaje y es
perfeccionista en extremo”.
El comandante de la revolución nicaragüense, Tomás Borge, autor del libro Un grano de maíz, donde
plasmó una larga conversación con Fidel, lo describe como un hombre “de
buen humor, hiperkinético” y “una persona muy reservada. Los cubanos no
discuten normalmente su vida particular, sobre todo, por respeto”.
Mientras que Tad Szulc, autor de la biografía Fidel, un retrato crítico, consideró
que el comandante era poseedor de una “complejísima personalidad”.
Cerca de su sesenta aniversario, y al “filosofar sobre la vida” con el
reportero, Castro le confesó que “creía firmemente que fue su destino
natural el que le llevó, hacía bastante más de un cuarto de siglo, a
escalar las alturas y alcanzar la cima del poder”.
El decano de la izquierda latinoamericana
En sus últimos
años de vida, desde la grave enfermedad intestinal que padeció en 2006,
Fidel apareció públicamente en contadas ocasiones; sobre todo en
reuniones privadas con personalidades políticas, que quedaron
consignadas en los medios de comunicación internacionales. En las
fotografías, se observaba al líder repuesto, saludable, con su usual
mirada vívida y curiosa, y ya no con su uniforme militar, sino con ropa
deportiva.
Reaparición en acto público el 7 de abril de 2016.
Fidel,
considerado el decano de la izquierda latinoamericana, recibió en La
Habana durante la última década a líderes como los brasileños Luis
Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff; los venezolanos Hugo
Chávez y Nicolás Maduro; la argentina Cristina Fernández; el uruguayo
José Mújica; la chilena Michelle Bachelet. Todos ellos considerados
impulsores de lo que se conoce como “la nueva izquierda
latinoamericana”.
En sus últimos
años de vida, Castro también abrió las puertas de su hogar a personajes
de otros ámbitos, como el futbolista argentino Diego Armando Maradona, a
los Papas Benedicto XVI y Francisco Primero, el periodista
franco-español Ignacio Ramonet (autor del libro de entrevistas Cien horas con Fidel), entre otros.
“Mucho por hacer todavía”
Cuando venció su
revolución en 1958, Castro profirió un discurso durante su entrada
triunfal a La Habana, en el que consideró aquel momento como “decisivo”
en la historia de su país, ya que “la tiranía” fue derrocada. Sin
embargo, reconoció que quedaba “mucho por hacer todavía” y llamó a sus
conciudadanos a no engañarse “creyendo que en lo adelante todo será
fácil”, ya que, por el contrario, en lo adelante todo será más difícil”.
Y
así fue. Entre los méritos incuestionables de su mandato se cuenta la
importante reducción del analfabetismo en la isla y la construcción de
un sólido y avanzado sistema médico estatal, que ha generado
investigación en medicina y biotecnología de trascendencia global, como
el desarrollo de vacunas contra distintos tipos de cáncer y contra el
VIH Sida.
“Comes y te vas”
La estrecha
relación entre Fidel Castro y nuestro país surgió cuando el 8 de julio
de 1955 llegó a la Ciudad de México, para encontrarse con otros
refugiados y su hermano Raúl en el departamento de la también cubana
María Antonia González, donde más tarde conocería a su compañero de
lucha Ernesto Guevara.
En México, el
“muchacho barbudo” organizó una fuerza rebelde que tiempo después
desembarcó en Cuba en forma de invasión armada, luchó una guerra de
guerrillas en la Sierra Maestra y finalmente derrocó al gobierno
dictatorial de Fulgencio Batista en 1958.
La relación
bilateral México-Cuba transcurrió de una manera amistosa y de
colaboración, bajo el principio de no intervención en asuntos internos
de otros países. Hasta que la canciller del gobierno de Ernesto Zedillo
(1994-2000), Rosario Green, se reunió en La Habana con un sector de la
disidencia cubana, gesto que causó la molestia de Castro.
Vicente Fox
(2000-2006) atizó la tensión cuando en 2002, con la célebre frase “comes
y te vas”, pidió al líder cubano salir velozmente de una cumbre en
Monterrey para no coincidir con el presidente estadunidense, George W.
Bush. Tras el incidente, Castro calificó a Fox como “un vil traidor a la
historia de su abnegado y combativo pueblo”.
Con el regreso
del PRI al poder, la relación entre ambas naciones comenzó a
normalizarse. En diciembre de 2013, México condonó el 70% de una deuda
cubana de unos 500 millones de dólares. Mientras que el 29 de enero de
2014, Fidel Castro recibió al presidente mexicano Enrique Peña Nieto,
quien refirió “una conversación muy cordial”, donde el
cubano recordó “fundamentalmente lo que para él había sido la relación
de México con Cuba y su paso por México”.
“No tenemos otra alternativa que soñar”
En vida, Fidel
Castro llegó a temer “la muerte de sus sueños” más que la suya propia,
según relata Tad Szulc. Hoy, tras el fallecimiento del hombre, es
posible recordar las palabras del revolucionario cubano recogidas por
Tomás Borge:
“No tenemos otra
alternativa que soñar, seguir soñando, y soñar, además, con la
esperanza de que ese mundo mejor tiene que ser realidad, y será realidad
si luchamos por él. El hombre no puede renunciar nunca a los sueños, el
hombre no puede renunciar nunca a las utopías. Es que luchar por una
utopía es, en parte, construirla”.
Con información de Ap
Entrevista con Fidel Castro (2010)
|
sábado, 26 nov 2016
00:06 - LA JORNADA
La Habana. Aunque no hay nada que denote en él malestar alguno, creo que a Fidel no le va a gustar lo que voy a decirle:
–Comandante, todo el encanto de la Revolución
Cubana, el reconocimiento, la solidaridad de una buena parte de la
intelectualidad universal, los grandes logros del pueblo frente al
bloqueo, en fin, todo, todo se fue al caño por causa de la persecución a
homosexuales en Cuba.
Fidel no rehuye el tema. Ni niega ni rechaza
la aseveración. Sólo pide tiempo para recordar, dice, cómo y cuándo se
desató el prejuicio en las filas revolucionarias.
Hace cinco décadas, y a causa de la homofobia,
se marginó a los homosexuales en Cuba y a muchos se les envió a campos
de trabajo militar-agrícola, acusándolos de contrarrevolucionarios.
–Sí –recuerda–, fueron momentos de una gran
injusticia, ¡una gran injusticia! –repite enfático–, la haya hecho quien
sea. Si la hicimos nosotros, nosotros… Estoy tratando de delimitar mi
responsabilidad en todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no
tengo ese tipo de prejuicios.
Se sabe que entre sus mejores y más antiguos amigos hay homosexuales.
–Pero, entonces, ¿cómo se conformó ese odio al diferente?
Él piensa que todo se fue produciendo como una
reacción espontánea en las filas revolucionarias, que venía de las
tradiciones. En la Cuba anterior no sólo se discriminaba a los negros:
también se discriminaba a las mujeres y, desde luego, a los
homosexuales…
–Sí, sí. Pero no en la Cuba de la nueva moral, de la que tan orgullosos estaban los revolucionarios de dentro y de fuera...
–¿Quién fue, por tanto, el responsable,
directo o indirecto, de que no se pusiera un alto a lo que estaba
sucediendo en la sociedad cubana? ¿El Partido? Porque ésta es la hora en
que el Partido Comunista de Cuba no explicita en sus estatutos la
prohibición a discriminar por orientación sexual.
–No –dice Fidel–. Si alguien es responsable, soy yo…
“Es cierto que en esos momentos no me podía
ocupar de ese asunto… Me encontraba inmerso, principalmente, de la
Crisis de Octubre, de la guerra, de las cuestiones políticas…”
–Pero esto se convirtió en un serio y grave problema político, comandante.
–Comprendo, comprendo... Nosotros no lo
supimos valorar... sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían
todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de
vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención.
–Después de todo aquello, se hizo muy difícil
la defensa de la Revolución en el exterior… La imagen se había
deteriorado para siempre en algunos sectores, sobre todo de Europa.
–Comprendo, comprendo –repite–: era justo...
–La persecución a homosexuales podía darse con
menor o mayor protesta, en cualquier parte. No en la Cuba
revolucionaria –le digo.
–Comprendo: es como cuando el santo peca, ¿verdad?… No es lo mismo que peque el pecador, ¿no?
Fidel esboza una tenue sonrisa, para luego volver a ponerse serio:
–Mira: piensa tú cómo eran los días nuestros
en aquellos primeros meses de la Revolución: la guerra con los yanquis,
el asunto de las armas y, casi simultáneamente a ellos, los planes de
atentados contra mi persona…
Fidel revela lo tremendamente que influyeron
en él y lo que alteraron su vida las amenazas de atentados y los
atentados mismos de que fue víctima:
“No podía estar en ninguna parte, no tenía ni
dónde vivir…” Las traiciones estaban a la orden del día, y él tenía que
andar a salto de mata…
“Escapar a la CIA, que compraba tantos
traidores, a veces entre la misma gente de uno, no era cosa sencilla;
pero en fin, de todas maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo
la mía. Yo no voy a echarle la culpa a otros…”, sostiene el dirigente
revolucionario.
Sólo lamenta no haber corregido entonces…
Hoy, sin embargo, el problema se está enfrentando:
Bajo el lema La homosexualidad no es un
peligro, la homofobia sí, se celebró recientemente en muchas ciudades
del país la tercera Jornada Cubana por el Día Mundial Contra la
Homofobia. Gerardo Arreola, corresponsal de La Jornada en Cuba, da
cuenta puntual del debate y la lucha que se lleva adelante en la isla
por el respeto a los derechos de las minorías sexuales.
Arreola refiere que es Mariela Castro, una
socióloga de 47 años –hija del presidente cubano Raúl Castro–, quien
lidera el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), institución que
–dice ella– ha conseguido mejorar la imagen de Cuba después de la
marginación de los años 60.
Aquí estamos las cubanas y los cubanos, para
seguir luchando por la inclusión, para que ésta sea la lucha por todas y
todos, por el bien de todas y todos, dijo Mariela Castro al inaugurar
la jornada, escoltada por transexuales que sostenían una bandera cubana y
otra multicolor del movimiento gay.
Hoy en Cuba, los esfuerzos por los
homosexuales incluyen iniciativas como cambio de identidad de
transexuales o las uniones de civiles entre personas del mismo sexo.
Desde los años 90, la homosexualidad en la
isla está despenalizada, aunque no deja de haber del todo casos de
asedio policiaco. Y desde 2008 se practican operaciones gratuitas de
cambio de sexo.
El bloqueo
En 1962 Estados Unidos decretó el bloqueo
contra Cuba. Se trató de una feroz tentativa de genocidio… como le ha
llamado Gabriel García Márquez, el escritor que mejor ha cronicado el
periodo.
–Periodo que dura hasta nuestros días –me advierte Fidel.
“El bloqueo está vigente hoy más que nunca, y
con el agravante, en estos momentos, de que es ley constitucional en
Estados Unidos, por el hecho de que la vota el presidente, la vota el
Senado, la vota la Cámara de Representantes…”
Foto
El mundo del futuro tiene que ser común y los
derechos de los seres humanos tienen que estar por encima de los
derechos individuales... Y va a ser un mundo rico, donde los derechos
sean igualitos para todos, sostuvo Fidel Castro. La imagen, durante una
aparición del líder cubano el día 22 en la televisiónFoto
Reuters/Estudios de la Revolución/Cubadebate
El número de votos y su aplicación pueden aliviar considerablemente, o no, la situación. Pero ahí está…
–Sí, ahí está la ley Helms-Burton,
injerencista y anexionista… y la ley Torricelli, debidamente aprobadas
por el Congreso de Estados Unidos.
Recuerdo bien al senador Helms el día de 1996
en que le fue aprobada su iniciativa. Estaba exultante y repetía ante
los periodistas lo central de sus pretensiones:
“Castro se tiene que ir de Cuba. No me importa
cómo Castro deje el país: si es en forma vertical, o en forma
horizontal, eso es asunto de ellos… Pero Castro debe dejar Cuba.”
Comienza el cerco
“En 1962, cuando Estados Unidos decretó el
bloqueo, Cuba se encontró de pronto con la evidencia de que no tenía
nada más que seis millones de cubanos resueltos, en una isla luminosa y
desguarnecida…”
Nadie, ningún país, podía comerciar con Cuba;
con nadie se podía comprar o vender, ¡ay de aquel país o empresa! que no
se sujetara al asedio comercial decretado por Estados Unidos. Siempre
me llamó la atención aquel barco de la CIA que patrulló las aguas
territoriales hasta hace unos pocos años, para interceptar los barcos
que llevaran mercancías a la isla.
El problema mayor, sin embargo, fue siempre el
de las medicinas y los alimentos, que se mantiene hasta nuestros días.
Todavía hoy no se permite a ninguna empresa alimentaria comerciar con
Cuba, ni siquiera por la importancia de los volúmenes que la isla
adquiriría o porque ésta siempre está obligada a pagar por adelantado.
Condenados a morir de hambre, los cubanos tuvieron que inventar la vida otra vez desde el principio, dice García Márquez.
Desarrollaron una tecnología de la necesidad y una economía de la escasez, relata: toda una cultura de la soledad.
No hay gesto de pesar, menos de amargura,
cuando Fidel Castro admite el abandono en que dejó a la isla gran parte
del mundo. Al contrario…
–La lucha, la batalla que tuvimos que dar nos
llevó a hacer esfuerzos superiores a los que tal vez habríamos hecho sin
bloqueo –dice Fidel.
Recuerda con una suerte de orgullo, por
ejemplo, la gigantesca operación de masas que llevaron adelante cinco
millones de muchachos, agrupados en los CDR. Tan sólo en una jornada de
ocho horas lograron una vacunación masiva en todo el país, con la que
erradicaron enfermedades como la polio o el paludismo.
O cuando más de un cuarto de millón de
alfabetizadores –cien mil de ellos niños se echó a cuestas la
alfabetización de la mayor parte de la población adulta del país que no
sabía leer ni escribir.
Pero el gran salto se da, sin duda, en la medicina y en la biotecnología:
–Se habla de que Fidel mismo mandó a formar en
Finlandia a un equipo de científicos y médicos que habrían de
encargarse de la producción de medicamentos.
–El enemigo usó contra nosotros la guerra
bacteriológica. “Trajo aquí el virus II del Dengue. En la Cuba pre
revolucionaria no se conocía ni el I. Aquí nos apareció el II, que es
mucho más peligroso porque produce un dengue hemorrágico que ataca sobre
todo a los niños.
“Entró por Boyeros. Lo trajeron los
contrarrevolucionarios, esos mismos que andaban con Posada Carriles,
esos mismos que indultó Bush, esos mismos que dieron lugar al sabotaje
del avión de Barbados… Esa misma gente recibió la tarea de introducir el
virus”, denuncia Fidel.
–Culpaban a Cuba porque, decían, había mucho mosquito en la Isla –le digo.
–¿Cómo no iba a haberlos si para combatirlos
hace falta el abate, y el abate no lo podíamos obtener: nada más lo
producían en Estados Unidos? –revela.
El rostro del comandante se ensombrece:
Se nos empezaron a morir los niños, recuerda.
“No teníamos con qué atacar la enfermedad. Nadie nos quería vender las
medicinas y los equipos con los que se erradica el virus. Ciento
cincuenta personas murieron víctimas de la enfermedad. Casi todos eran
niños…
Tuvimos que acudir a las compras por
contrabando, aunque era carísimo. Dondequiera prohibieron hasta traerlo.
Una vez, por misericordia, dejaron traer un poco.
Por misericordia, ha dicho el hombre fuerte de la Revolución. Confieso mi turbación…
No precisamente por misericordia, sino por
solidaridad, acudieron algunos amigos de Cuba. Fidel menciona, por
México, a los Echeverría: Luis y María Esther que, aunque ya no estaban
en el gobierno, pudieron conseguir algunos equipos que permitieron
paliar de alguna forma la epidemia.
–No los olvidaremos nunca –dice conmovido.
–¿Ya ve? –le digo. No todo han sido malas o desafortunadas relaciones con personajes del poder mexicano…
–Desde luego que no –dice antes de que
concluyamos la plática-entrevista y pasemos al almuerzo que compartimos
con su esposa, Dalia Soto del Valle.
Desde esa terraza sideral donde se coloca para
mirar y analizar el mundo, la vida… Fidel hace un brindis por que en el
mundo del futuro tengamos una sola Patria.
“¿Qué es eso de que unos son españoles, otros ingleses, otros africanos? ¿Y que unos tienen más que otros…?
“El mundo del futuro tiene que ser común, y
los derechos de los seres humanos tienen que estar por encima de los
derechos individuales… Y va a ser un mundo rico, donde los derechos sean
igualitos para todos…”
–¿Cómo se va a conseguir eso, comandante?
–Educando… educando y creando amor y confianza.
Muere Fidel Castro a los 90 años
Fidel Castro, líder histórico de la Revolución Cubana, falleció en la noche del viernes, según anunció su hermano, el presidente cubano Raúl Castro. Tenía 90 años, 70 de los cuales los vivió como activista político, para concluir gobernando durante medio siglo a su nación.
FERNANDO RAVSBERG / AGENCIAS - Público - Publicado: 26.11.2016 06:48
LA HABANA.- Fidel Castro, máximo
líder de la Revolución Cubana, falleció la noche del viernes en La
Habana, según anunció su hermano, el presidente cubano Raúl Castro, en
un mensaje televisado. Tenía 90 años, 70 de los cuales los vivió como
activista político, para concluir gobernando durante medio siglo a su
nación.
Fue
tal vez el único enemigo de Washington en América Latina al que nunca
pudieron derrotar, a pesar de que una decena de presidentes se lo
propusieron, con cientos de intentos de asesinato, una invasión, creando
grupos armados y bloqueando la economía de la isla durante más de medio
siglo.
Mensaje de Raúl Castro a los cubanos
"Con profundo dolor comparezco para informarle a
nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo que hoy 25
de noviembre del 2016, a las 10.29 horas de la noche falleció el comandante en jefe de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz", indicó Raúl Castro visiblemente emocionado.
El mandatario agregó que los restos del líder histórico de la Revolución serán cremados según su "voluntad expresa" y que en las próximas horas se ofrecerá al pueblo "información detallada sobre la organización del homenaje póstumo que se le tributará".Las últimas imágenes de Fidel Castro son del pasado 15 de noviembre, cuando recibió en su residencia al presidente de Vietnam, Tran Dai Quang; y la última vez que se le vio en un acto público fue el pasado 13 de agosto, con motivo de su 90 cumpleaños en un acto en el teatro Karl Marx de La Habana.
En esa ocasión se vio a Castro con un aspecto frágil, vestido con un chándal blanco y flanqueado por su hermano Raúl y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Desde su cumpleaños ha recibido también en su domicilio a otros mandatarios como el presidente de Irán, Hasán Rohaní; el de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa; o los primeros ministros de Japón, Shinzo Abe; de China, Li Keqiang, y Argelia, Abdelmalek Sellal.
En abril, en el XVII Congreso del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro también reapareció y pronunció un discurso que sonó a despedida y en el que reafirmó la fortaleza de las ideas de los comunistas.
"A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos, como prueba de que en este planeta si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos", afirmó Castro en esa ocasión.
Muere Fidel Castro
Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana,
Urgente: Muere Fidel Castro Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, en La Habana en 1978 Fallece el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, a la edad de 90 años
© Sputnik/ Igor Gavrilov América Latina 08:24 26.11.2016(actualizada a las 09:28 26.11.2016) URL corto 11196911
El líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, falleció este viernes 26 de noviembre a la edad de 90 años, según anunció el presidente del país, Raúl Castro por la televisión nacional. En su alocución televisiva, el mandatario indicó que en breve se informará sobre los funerales. Raúl Castro informó que la voluntad de Fidel fue ser cremado, cita la agencia Prensa Latina.
Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana que en 1959 derrocó la dictadura encabezada por Fulgencio Batista y apoyada por EEUU, había cumplido 90 años el pasado 13 de agosto. Nacido en 1926, desde diciembre de 1976 y por tres décadas Castro fue presidente del Consejo del Estado y Consejo de Ministros de Cuba, así como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la nación isleña. En 2006, debido a su frágil estado de salud, Fidel Castro abandonó los cargos políticos y cedió sus funciones a su hermano menor, Raúl Castro.
La lucha revolucionaria de Fidel data del 11 de marzo de 1952, tras el golpe militar del general Fulgencio Batista. Castro estuvo en las primeras filas de la resistencia, organizando los partidarios para derrocar al dictador. La primera acción del grupo de Castro fue atacar el Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. El asalto fracasó, y Fidel fue detenido y condenado a 15 años de prisión. Sin embargo, bajo la presión popular, fue liberado por amnistia en 1955 y emigró a México, donde continuó con los preparativos de una rebelión.
Fidel Castro, fervoroso revolucionario © Sputnik/ Sholomovich Fidel Castro, fervoroso revolucionario En diciembre de 1956 el grupo de los revolucionarios encabezados por Castro desembarcó en la provincia de Oriente de Cuba. El núcleo inicial fue creciendo hasta convertirse en el Ejército Rebelde que armó una fuerte resistencia contra el régimen dictatorial de Batista, culminando en su derrota el primer de enero de 1959.
Urgente: Muere Fidel Castro Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, en La Habana en 1978 Fallece el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, a la edad de 90 años
© Sputnik/ Igor Gavrilov América Latina 08:24 26.11.2016(actualizada a las 09:28 26.11.2016) URL corto 11196911
El líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, falleció este viernes 26 de noviembre a la edad de 90 años, según anunció el presidente del país, Raúl Castro por la televisión nacional. En su alocución televisiva, el mandatario indicó que en breve se informará sobre los funerales. Raúl Castro informó que la voluntad de Fidel fue ser cremado, cita la agencia Prensa Latina.
Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana que en 1959 derrocó la dictadura encabezada por Fulgencio Batista y apoyada por EEUU, había cumplido 90 años el pasado 13 de agosto. Nacido en 1926, desde diciembre de 1976 y por tres décadas Castro fue presidente del Consejo del Estado y Consejo de Ministros de Cuba, así como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la nación isleña. En 2006, debido a su frágil estado de salud, Fidel Castro abandonó los cargos políticos y cedió sus funciones a su hermano menor, Raúl Castro.
La lucha revolucionaria de Fidel data del 11 de marzo de 1952, tras el golpe militar del general Fulgencio Batista. Castro estuvo en las primeras filas de la resistencia, organizando los partidarios para derrocar al dictador. La primera acción del grupo de Castro fue atacar el Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. El asalto fracasó, y Fidel fue detenido y condenado a 15 años de prisión. Sin embargo, bajo la presión popular, fue liberado por amnistia en 1955 y emigró a México, donde continuó con los preparativos de una rebelión.
Fidel Castro, fervoroso revolucionario © Sputnik/ Sholomovich Fidel Castro, fervoroso revolucionario En diciembre de 1956 el grupo de los revolucionarios encabezados por Castro desembarcó en la provincia de Oriente de Cuba. El núcleo inicial fue creciendo hasta convertirse en el Ejército Rebelde que armó una fuerte resistencia contra el régimen dictatorial de Batista, culminando en su derrota el primer de enero de 1959.
Las célebres frases que inmortalizaron a Fidel Castro
Publicado: 26 nov 2016 06:11 GMT - RT
El líder de la Revolución Cubana expresó
numerosas frases que retrataron tanto su personalidad como su
pensamiento.
"Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo".
"Tengo un chaleco moral (...) que me ha protegido siempre".
"Todos los enemigos se pueden vencer".
"No tengo ni un átomo de arrepentimiento".
"Condenadme, no importa, la Historia me absolverá".
"Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie".
"Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos".
"Ni los muertos pueden descansar en paz en un país oprimido".
"Las ideas políticas no me las inculcó nadie, no tuve el privilegio de tener un preceptor".
"No hay independencia ni hay revolución sin el socialismo y sin la solidaridad internacional".
"Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo".
"Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas".
"A los pueblos muchas veces les hablan de democracia los mismos que la están negando en su propio suelo".
"Los pueblos de América no quieren ni libertad sin pan, ni pan sin libertad".
"No se puede estar en guerra y de fiesta".
"Cuando se trata de una dictadura, roban no millones, roban 10 años, 15 años, 20 años y hasta más años".
"Si nosotros hubiéramos sido de barro, si nosotros hubiésemos sido elaborados con clara de huevo, si nosotros hubiésemos sido blandos, ¿qué quedaría de este país?"
"¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!"
"No hay peor precio que capitular frente al enemigo que sin razón ni derecho te agrede."
"Mi barba significa muchas cosas para mi país. Cuando hayamos cumplido nuestra promesa de un buen gobierno, me afeitaré la barba".
Presentan La Palabra empeñada, texto sobre el desembarco del yate Granma
La Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
presentó hoy la reedición del libro La Palabra Empeñada, del escritor e
historiador Heberto Norman Acosta, con motivo del aniversario 60 del
desembarco de los expedicionarios del yate Granma en 1956.
La nueva publicación del texto precisa detalles del viaje, apoyado en documentos escritos por el Comandante en Jefe Fidel Castro y otros guerrilleros, señaló el autor de esta obra compuesta, además, por testimonios, artículos periodísticos y fotos.
Este volumen cuenta una parte de los hechos históricos ocurridos entre julio de 1955 y noviembre de 1956; detalles de la travesía, uno de los periplos más trascendentales para la posterior Revolución cubana, expresó el creador.
Arsenio García, expedicionario del yate Granma, asistió al lanzamiento del libro y enfatizó la necesidad de textos como éste, huella viva de esa lección de patriotismo respetada por todos los cubanos.
La palabra empeñada está compuesta por dos tomos, y fue publicada por vez primera en el año 2006, tras un intenso proceso de recopilación de información.
El próximo día 29, en el municipio granmense de Niquero, tendrá lugar un debate alrededor de los aportes de este texto, referencia necesaria para demostrar, además, la solidaridad de varios hermanos de causa mexicanos, quienes apoyaron la salida de Tuxpan (Veracruz) de los 82 integrantes del Movimiento 26 de Julio.
La llegada de la embarcación a costas orientales el dos de diciembre de 1956, cerca de playa Las Coloradas, Niquero, marcó el inicio de las luchas guerrilleras que culminaron con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.
Heberto Norman Acosta es Licenciado en Literatura Hispanoamericana, guionista y director de documentales cinematográficos, además ha publicado en diversos suplementos del periódico Granma la serie histórica Diario de la guerra, que aborda la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.
(Con información de ACN)
La nueva publicación del texto precisa detalles del viaje, apoyado en documentos escritos por el Comandante en Jefe Fidel Castro y otros guerrilleros, señaló el autor de esta obra compuesta, además, por testimonios, artículos periodísticos y fotos.
Este volumen cuenta una parte de los hechos históricos ocurridos entre julio de 1955 y noviembre de 1956; detalles de la travesía, uno de los periplos más trascendentales para la posterior Revolución cubana, expresó el creador.
Arsenio García, expedicionario del yate Granma, asistió al lanzamiento del libro y enfatizó la necesidad de textos como éste, huella viva de esa lección de patriotismo respetada por todos los cubanos.
La palabra empeñada está compuesta por dos tomos, y fue publicada por vez primera en el año 2006, tras un intenso proceso de recopilación de información.
El próximo día 29, en el municipio granmense de Niquero, tendrá lugar un debate alrededor de los aportes de este texto, referencia necesaria para demostrar, además, la solidaridad de varios hermanos de causa mexicanos, quienes apoyaron la salida de Tuxpan (Veracruz) de los 82 integrantes del Movimiento 26 de Julio.
La llegada de la embarcación a costas orientales el dos de diciembre de 1956, cerca de playa Las Coloradas, Niquero, marcó el inicio de las luchas guerrilleras que culminaron con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.
Heberto Norman Acosta es Licenciado en Literatura Hispanoamericana, guionista y director de documentales cinematográficos, además ha publicado en diversos suplementos del periódico Granma la serie histórica Diario de la guerra, que aborda la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.
(Con información de ACN)
Sábado, 13 de Agosto de 2016
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a su llegada a la Habana, en Ciudad Libertad, el 8 de enero de 1959
Compatriotas:
Yo sé que al hablar esta noche aquí se me presenta una de las obligaciones más difíciles, quizás, en este largo proceso de lucha que se inició en Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956.
El pueblo escucha, escuchan los combatientes revolucionarios, y escuchan los soldados del Ejército, cuyo destino está en nuestras manos.
Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.
Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.
¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la verdad. ¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados.
Cuando nosotros teníamos un revés, lo declarábamos por “Radio Rebelde”, censurábamos los errores de cualquier oficial que lo hubiese cometido, y advertíamos a todos los compañeros para que no le fuese a ocurrir lo mismo a cualquier otra tropa. No sucedía así con las compañías del Ejército. Distintas tropas caían en los mismos errores, porque a los oficiales y a los soldados jamás se les decía la verdad.
Y por eso yo quiero empezar —o, mejor dicho, seguir— con el mismo sistema: el de decirle siempre al pueblo la verdad.
Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable. Aquí estamos en la capital, aquí estamos en Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas. Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba.
La Revolución tiene ya enfrente un ejército de zafarrancho de combate. ¿Quiénes pueden ser hoy o en lo adelante los enemigos de la Revolución? ¿Quiénes pueden ser ante este pueblo victorioso, en lo adelante, los enemigos de la Revolución? Los peores enemigos que en lo adelante pueda tener la Revolución Cubana somos los propios revolucionarios.
Es lo que siempre les decía yo a los combatientes rebeldes: cuando no tengamos delante al enemigo, cuando la guerra haya concluido, los únicos enemigos de la Revolución podemos ser nosotros mismos, y por eso decía siempre, y digo, que con el soldado rebelde seremos más rigurosos que con nadie, que con el soldado rebelde seremos más exigentes que con nadie, porque de ellos dependerá que la Revolución triunfe o fracase.
Hay muchas clases de revolucionarios. De revolución hemos estado oyendo hablar hace mucho tiempo; hasta el 10 de marzo se dijo que habían hecho una revolución, e invocaban la palabra revolución, y todo era revolucionario; a los soldados los reunían aquí y hablaban de “la Revolución del 10 de marzo” (RISAS).
De revolucionarios hemos estado oyendo hablar mucho tiempo. Yo recuerdo mis primeras impresiones del revolucionario, hasta que el estudio y alguna madurez me dieron nociones de lo que era realmente una revolución y de lo que era realmente un revolucionario. Las primeras impresiones del revolucionario las escuchábamos nosotros de niño, y oíamos decir: “Fulano fue revolucionario, estuvo en tal combate, o en tal operación, o puso bombas”, “Mengano era revolucionario...”, incluso se creó una casta de revolucionarios, y entonces había revolucionarios que querían vivir de la revolución, querían vivir a título de haber sido revolucionarios, de haber puesto una bomba o dos bombas; y es posible que los que más hablaban eran los que menos habían hecho. Pero, es lo cierto que acudían a los ministerios a buscar puestos, a vivir de parásitos, a cobrar el precio de lo que habían hecho en aquel momento, por una revolución que desgraciadamente no llegó a realizarse, porque estimo que la primera que parece que tiene mayores posibilidades de realizarse es la Revolución actual, si nosotros no la echamos a perder... (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS).
El revolucionario aquel de mis primeras impresiones de niño andaba con una pistola 45 en la cintura, y quería vivir por sus respetos; había que temerle: era capaz de matar a cualquiera; llegaba a los despachos de los altos funcionarios con aire de hombre al que había que oír; y en realidad se preguntaba uno:
¿Dónde está la revolución que esta gente hizo, estos revolucionarios? Porque no hubo revolución, y hubo muy pocos revolucionarios.
Lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si cada uno de nosotros se iba a montar en una “cola de pato”, si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios (APLAUSOS PROLONGADOS). Esa pregunta hay que hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo.
Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo! (APLAUSOS.)
Más que el pueblo no puede ningún general; más que el pueblo no puede ningún ejército. Si a mí me preguntaran qué tropa prefiero mandar, yo diría: prefiero mandar al pueblo (APLAUSOS), porque el pueblo es invencible. Y el pueblo fue quien ganó esta guerra, porque nosotros no teníamos tanques, nosotros no teníamos aviones, nosotros no teníamos cañones, nosotros no teníamos academias militares, nosotros no teníamos campos de reclutamiento y de entrenamiento, nosotros no teníamos divisiones, ni regimientos, ni compañías, ni pelotones, ni escuadras siquiera (APLAUSOS PROLONGADOS).
Luego, ¿quién ganó la guerra? El pueblo, el pueblo ganó la guerra. Esta guerra no la ganó nadie más que el pueblo —y lo digo por si alguien cree que la ganó él, o por si alguna tropa cree que la ganó ella (APLAUSOS). Y por lo tanto, antes que nada está el pueblo.
Pero hay algo más: la Revolución no me interesa a mí como persona, ni a otro comandante como persona, ni al otro capitán, ni a la otra columna, ni a la otra compañía; la Revolución al que le interesa es al pueblo (APLAUSOS).
Quien gana o pierde con ella es el pueblo. Si el pueblo fue quien sufrió los horrores de estos siete años, el pueblo es quien tiene que preguntarse si dentro de 10 o dentro de 15, o de 20 años, él, y sus hijos, y sus nietos, van a seguir sufriendo los horrores que ha estado sufriendo desde su inicio la República de Cuba, coronada con dictaduras como las de Machado y las de Batista (APLAUSOS PROLONGADOS).
Al pueblo le interesa mucho si nosotros vamos a hacer bien hecha esta Revolución o si nosotros vamos a incurrir en los mismos errores en que incurrió la revolución anterior, o la anterior, o la anterior, y en consecuencia vamos a sufrir las consecuencias de nuestros errores, porque no hay error sin consecuencias para el pueblo; no hay error político que no se pague, más tarde o más temprano.
Circunstancias hay que no son las mismas. Por ejemplo, estimo que en esta ocasión existe más oportunidad que nunca de que en realidad la Revolución cumpla su destino cabalmente. Es quizás por eso que sea tan grande el júbilo del pueblo, olvidándose un poco de lo mucho que hay que bregar todavía.
Una de las ansias mayores de la nación, consecuencia de los horrores padecidos, por la represión y por la guerra, era el ansia de paz, de paz con libertad, de paz con justicia, y de paz con derechos. Nadie quería la paz a otro precio, porque Batista hablaba de paz, hablaba de orden, y esa paz no la quería nadie, porque hubiese sido la paz a costa del sometimiento.
Tiene hoy el pueblo la paz como la quería: una paz sin dictadura, una paz sin crimen, una paz sin censura, una paz sin persecución (APLAUSOS PROLONGADOS).
Es posible que la alegría mayor en este instante sea la alegría de las madres cubanas. Madres de soldados o madres de revolucionarios, madres de cualquier ciudadano, hoy experimentan la sensación de que sus hijos, al fin, están fuera de peligro (APLAUSOS).
El crimen más grande que pueda cometerse hoy en Cuba, repito, el crimen más grande que pueda hoy cometerse en Cuba sería un crimen contra la paz. Lo que no perdonaría hoy nadie en Cuba sería que alguien conspirase contra la paz (APLAUSOS).
Todo el que haga hoy algo contra la paz de Cuba, todo el que haga hoy algo que ponga en peligro la tranquilidad y la felicidad de millones de madres cubanas, es un criminal y es un traidor (APLAUSOS). Quien no esté dispuesto a renunciar a algo por la paz, quien no esté dispuesto a renunciarlo todo por la paz en esta hora, es un criminal y es un traidor (APLAUSOS).
Como pienso así, yo digo y yo juro ante mis compatriotas que si cualquiera de mis compañeros, o nuestro movimiento, o yo, fuésemos el menor obstáculo a la paz de Cuba, desde ahora mismo el pueblo puede disponer de todos nosotros y decirnos lo que tenemos que hacer (APLAUSOS). Porque soy un hombre que sabe renunciar, porque lo he demostrado más de una vez en mi vida, porque eso he enseñado a mis compañeros, tengo moral y me siento con fuerza y autoridad suficientes para hablar en un instante como este (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel Castro!”).
Y a los primeros que tengo que hablarles así es a los revolucionarios; y si fuere preciso, o mejor dicho, porque es preciso decirlo a tiempo.
No está tan lejana aquella década que siguió a la caída de Machado; quizás uno de los males más grandes de aquella lucha fue la proliferación de los grupos revolucionarios, que no tardaron en entrarse a tiros los unos a los otros (APLAUSOS). Y en consecuencia lo que pasó fue que vino Batista y se quedó 11 años con el poder.
Cuando el Movimiento 26 de Julio se organizó, incluso cuando iniciamos esta guerra, yo consideré que si bien eran muy grandes los sacrificios que estábamos haciendo, que si bien la lucha iba a ser muy larga, y lo ha sido, porque ha durado más de dos años, dos años que no fueron para nosotros un paseo, dos años de duro batallar, desde que reiniciamos la campaña con un puñado de hombres, hasta que hemos llegado a la capital de la República a pesar de los sacrificios que teníamos por delante, nos tranquilizaba, sin embargo, una idea: era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con la inmensa mayoría del respaldo y de la simpatía popular (APLAUSOS); era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con el respaldo casi unánime de la juventud cubana (APLAUSOS). Parecía que esta vez una organización grande y fuerte iba a recoger las inquietudes de nuestro pueblo y las terribles consecuencias de la proliferación de organizaciones revolucionarias no se iba a presentar en este proceso.
Creo que todos debimos estar desde el primer momento en una sola organización revolucionaria: la nuestra o la de otro, el 26, el 27 o el 50, en la que fuese, porque, si al fin y al cabo éramos los mismos los que luchábamos en la Sierra Maestra que los que luchábamos en el Escambray, o en Pinar del Río, y hombres jóvenes, y hombres con los mismos ideales, ¿por qué tenía que haber media docena de organizaciones revolucionarias? (APLAUSOS.)
La nuestra, simplemente fue la primera; la nuestra, simplemente fue la que libró la primera batalla en el Moncada, la que desembarcó en el “Granma” el 2 de diciembre (APLAUSOS), y la que luchó sola durante más de un año contra toda la fuerza de la tiranía (APLAUSOS); la que cuando no tenía más que 12 hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía, la que enseñó al pueblo que se podía pelear y se podía vencer, la que destruyó todas las falsas hipótesis sobre revolución que habían en Cuba. Porque aquí todo el mundo estaba conspirando con el cabo, con el sargento, o metiendo armas en La Habana, que se las cogía la policía (APLAUSOS), hasta que vinimos nosotros y demostramos que esa no era la lucha, que la lucha tenía que ser otra, que había que inventar una nueva táctica y una nueva estrategia, que fue la táctica y la estrategia que nosotros pusimos en práctica y que condujo al más extraordinario triunfo que ha tenido en su historia el pueblo de Cuba (APLAUSOS).
Y yo quiero que honradamente el pueblo me diga si esto es o no es verdad (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Hay, además, otra cuestión de hecho: el Movimiento 26 de Julio era la organización absolutamente mayoritaria, ¿es o no es verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Y, ¿cómo terminó la lucha? Lo voy a decir: el Ejército Rebelde, que es el nombre de nuestro ejército, del que se inició en la Sierra Maestra, al caerse la tiranía tenía tomado todo Oriente, todo Camagüey, parte de Las Villas, todo Matanzas, La Cabaña, Columbia, la Jefatura de la Policía y Pinar del Río (APLAUSOS).
Terminó la lucha de acuerdo con la correlación de fuerzas que había, porque por algo las columnas nuestras atravesaron las llanuras de Camagüey, perseguidas por miles de soldados y por la aviación, y llegaron a Las Villas; y porque el Ejército Rebelde tenía al comandante Camilo Cienfuegos (APLAUSOS PROLONGADOS), en Las Villas, y porque tenía al comandante Ernesto Guevara en Las Villas (APLAUSOS PROLONGADOS) el día 1º de Enero, a raíz de la traición de Cantillo (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”)... Porque los tenía allí, digo, el día Primero le pude dar la orden al comandante Camilo Cienfuegos de que avanzara con 500 hombres sobre la capital y atacara Columbia (APLAUSOS); porque tenía al comandante Ernesto Guevara en Las Villas, pude decirle que avanzara sobre la capital y se apoderara de La Cabaña (APLAUSOS).
Todos los regimientos, todas las fortalezas militares de importancia, quedaron en poder del Ejército Rebelde, y esas no nos las dio nadie, no es que nadie dijera: “Vete para allí, vete para allí, vete para allí”; fue nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio, nuestra experiencia y nuestra organización, lo que condujo a esos resultados (APLAUSOS).
¿Quiere decir que los otros no hayan luchado? No. ¿Quiere decir que los otros no tengan méritos? No. Porque todos hemos luchado, porque ha luchado todo el pueblo. En La Habana no había ninguna Sierra, pero hay cientos de muertos, de compañeros que cayeron asesinados por cumplir con sus deberes revolucionarios. En La Habana no había ninguna Sierra y, sin embargo, la huelga general fue un factor decisivo para que el triunfo de la Revolución fuera completo (APLAUSOS).
Al decir esto, lo único que hago es poner las cosas en su sitio, el papel del Movimiento 26 de Julio en esta lucha, cómo guió al pueblo, en aquellos momentos en que aquí se hablaba de elecciones y de electoralismo. Tuve que escribir un artículo una vez desde México, que se titulaba: “Frente a todos”, porque realmente estábamos contra todas las opiniones, defendiendo nuestra tesis revolucionaria, la estrategia de esta Revolución, que la trazó el 26 de Julio, y la culminación de esta Revolución, que fue la derrota aplastante de la tiranía, en manos sus fortalezas más importantes de las fuerzas del Ejército Rebelde, organizado por el Movimiento 26 de Julio.
No solo trazó las pautas en la guerra el Movimiento 26 de Julio, sino que además enseñó cómo había que tratar al enemigo en la guerra. Ha sido esta quizás en el mundo la primera revolución donde jamás se asesinó a un prisionero de guerra (APLAUSOS PROLONGADOS); donde jamás se abandonó a un herido, donde jamás se torturó a un hombre (APLAUSOS); porque esta pauta fue la que trazó el Ejército Rebelde. Y algo más: esta es la única revolución en el mundo donde no ha salido un general (APLAUSOS), ni un coronel siquiera, porque el grado que me puse yo o me pusieron mis compañeros, fue el de comandante, y no me lo he cambiado, a pesar de que hemos ganado muchas batallas y hemos ganado una guerra; sigo siendo comandante, y no quiero otro grado (APLAUSOS).
Y el efecto moral, el hecho de que los que iniciamos esta guerra hubiésemos determinado una gradación determinada en la jerarquía militar, hizo que nadie se atreviera a ponerse aquí más grados que los de comandante —aunque haya más comandantes de la cuenta, a juzgar por lo que parece.
Creo que el pueblo esté de acuerdo en que hable claro, porque haber luchado como he luchado por los derechos de cada ciudadano, me otorga aunque sea el derecho a decir la verdad en voz alta (APLAUSOS). Y, además, porque estando de por medio los intereses de la patria, no transijo absolutamente con la menor contemporización con los riesgos que puedan sobrevenir a la Revolución Cubana (APLAUSOS).
¿Tienen todos la misma autoridad moral para hablar? Yo digo que el que tenga más méritos tiene más autoridad para hablar que el que tenga menos méritos. Creo que para que los hombres se igualen en prerrogativas morales, tienen que igualarse primero en méritos. Creo que la Revolución ha terminado como debía, cuando el comandante Camilo Cienfuegos —veterano de dos años y un mes de lucha— (APLAUSOS), es el jefe de Columbia; cuando el comandante Efigenio Ameijeiras, que ha perdido tres hermanos en esta guerra y es veterano del “Granma” y comandante por las batallas que ha librado (APLAUSOS), es jefe de la policía de la República, y cuando el comandante Ernesto Guevara —héroe verdadero, expedicionario del “Granma” y veterano de dos años y un mes de lucha en las montañas más altas y más ásperas de Cuba—, es el jefe de La Cabaña (APLAUSOS); y cuando al frente de cada regimiento en las distintas provincias hemos puesto a los hombres que más se han sacrificado y más han luchado en esta Revolución. Y si eso es así, nadie tiene derecho a ponerse bravo.
Antes que nada ríndase culto al mérito, porque el que no le rinde culto al mérito no es más que un ambicioso (APLAUSOS); el que sin tener los méritos de otros quiere en cambio tener las prerrogativas de otros.
Ahora la República, o la Revolución, entra en una nueva fase. ¿Sería justo que la ambición o los personalismos viniesen aquí a poner en peligro el destino de la Revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué es lo que le interesa al pueblo, porque el pueblo es quien tiene que decir aquí la última palabra? (EXCLAMACIONES DE: “¡Libertad!”, “¡Libertad!”) Le interesa, en primer lugar, las libertades, los derechos que le arrebataron, y la paz. Y los tiene, porque en estos instantes tiene todas las libertades, todos los derechos, que le arrebató la tiranía, y tiene la paz (APLAUSOS).
¿Qué le interesa al pueblo? Un gobierno honrado. ¿No es un gobierno honrado lo que le interesa al pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Ahí lo tiene: a un magistrado honorable de Presidente de la República (APLAUSOS). ¿Qué le interesa, que hombres jóvenes y limpios sean los ministros del Gobierno Revolucionario? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Ahí los tienen: analicen uno por uno los ministros del Gobierno Revolucionario, y díganme si hay ahí un ladrón, o un criminal, o un sinvergüenza (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Son muchos los hombres que pueden ser ministros en Cuba por su honradez y su capacidad, pero todos no pueden ser ministros, porque los ministros pueden ser 14, 15 ó 16. Y aquí no le importa al pueblo que “Don Fulano” o “Don Mengano” sea, sino que el que sea, sea un hombre joven y un hombre honrado (APLAUSOS). Y aquí lo que importa es que los que han sido designados reúnan esas cualidades, no que no esté Fulano o no esté Mengano, porque los menganos y los fulanos importan un bledo en este momento a la Revolución y a la República (APLAUSOS).
¿Puede alguien, por no ser ministro, intentar ensangrentar este país? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Puede algún grupo, por el hecho de que no le hayan dado tres o cuatro ministerios, ensangrentar este país, y perturbar la paz? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Si el equipo gobernante que en este momento tiene el pueblo de Cuba no sirve, tiempo tendrá el pueblo de botarlo, pero no de votarlo en las urnas, sino de botarlo en unas elecciones (APLAUSOS). Este no es el caso de que si no fuera idóneo el equipo gobernante, fuera nadie aquí a hacer una revolución o un golpe de Estado para quitarlo, cuando todo el mundo sabe que va a haber unas elecciones y si no sirve, el pueblo se encargará de decir la última palabra libremente; no hacer lo que hizo Batista, que a 80 días de unas elecciones, porque decía que estaba combatiendo a tal gobierno, y hacía una serie de imputaciones contra ese gobierno, decir que él lo tenía que quitar y que eso era lo patriota, porque aquí se acabaron para siempre los golpes de Estado y los atentados contra la Constitución y el Derecho (APLAUSOS).
Es necesario hablar así, para que no surja la demagogia y el confusionismo y el divisionismo y que el primero que asome las orejas de la ambición, el pueblo lo conozca (APLAUSOS). Y por mi parte les digo que como al que quiero mandar es al pueblo, porque es la mejor tropa y que prefiero al pueblo que a todas las columnas armadas juntas, les digo que lo primero que haré siempre, cuando vea en peligro la Revolución, es llamar al pueblo (APLAUSOS). Porque hablándole al pueblo nos podemos ahorrar sangre; porque aquí, antes de tirar un tiro, hay que llamar mil veces al pueblo y hablarle al pueblo para que el pueblo, sin tiros, resuelva los problemas. Yo, que tengo fe en el pueblo, y lo he demostrado, y sé lo que puede el pueblo, y creo que lo he demostrado, les digo que si el pueblo quiere aquí no vuelve a sonar nunca más un tiro en este país (APLAUSOS). Porque la opinión pública tiene una fuerza extraordinaria y tiene una influencia extraordinaria, sobre todo cuando no hay dictadura. En la época de dictadura la opinión pública no es nada, pero en la época de la libertad la opinión pública lo es todo, y los fusiles se tienen que doblegar y arrodillar ante la opinión pública (APLAUSOS). ¿Voy bien, Camilo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Camilo!”)
Le hablo al pueblo en esta forma porque siempre me ha gustado prever, y creo que hablándole previsoramente al pueblo la Revolución puede evitar los únicos peligros que le quedan por delante; y yo les diré que no son tan grandes, pero sí quisiera que para que la Revolución se consolidara, no hubiera que derramar una sola gota más de sangre cubana (APLAUSOS).
Mi gran preocupación es que en el extranjero, donde esta Revolución es la admiración del mundo entero, no tenga que decirse dentro de tres semanas, o cuatro semanas, o un mes, o una semana, que aquí se volvió a derramar sangre cubana para consolidar esta Revolución, porque entonces no sería ejemplo esta Revolución (APLAUSOS).
No hubiera hablado yo así cuando nosotros éramos un grupo de 12 hombres, porque cuando éramos un grupo de 12 hombres todo lo que teníamos por delante era pelear, pelear y pelear, y había mérito en combatir en esas circunstancias; pero hoy, que nosotros tenemos los aviones, los tanques, los cañones y la inmensa mayoría de los hombres armados, la marina de guerra, numerosas compañías del ejército y un poder enorme en el orden militar (EXCLAMACIONES DE: “¡Y el pueblo!”, “¡Y el pueblo!”) Pueblo... voy a la idea que les quería decir: hoy que tenemos todo eso, me preocupa mucho ver combatir, porque así no hay mérito en combatir; preferiría irme a la Sierra Maestra otra vez, con 12 hombres, a pelear contra todos los tanques, a venir con todos los tanques a tirarle un tiro a nadie aquí (APLAUSOS).
Y a quien le pido que nos ayude mucho, al que le pido de corazón que me ayude, es al pueblo (APLAUSOS), a la opinión pública, para desarmar a los ambiciosos, para condenar de antemano a los que desde ahora están empezando a asomar las orejas (APLAUSOS).
Yo no voy a extenderme hoy en ataques de tipo personal o específico, porque es muy reciente y demasiado pronto para entrar en polémicas públicas —aunque cuando haya que entrar, no me importa, porque tengo la frente alta y estoy dispuesto a discutir con la verdad cuando sea necesario—, porque hay una alegría muy grande en el pueblo, y porque en la masa de los combatientes, no voy a decir que en todos sus líderes, aunque sí en la mayor parte de los líderes, porque en la mayor parte de los líderes —y ahí está Carlos Prío Socarrás como ejemplo, que ha venido a Cuba en una actitud de ayudar a la Revolución incondicionalmente, como dice, y no aspirar absolutamente a nada— (APLAUSOS); no ha protestado del hecho, no ha protestado absolutamente nada, no ha mostrado la menor queja, ni la menor inconformidad por el gabinete, sabe que hay un gabinete de hombres honrados y de hombres jóvenes, que bien merece que se le otorgue un voto de confianza para trabajar.
Y ahí están los dirigentes de otras organizaciones, en la misma disposición. Y también hay una cosa: las masas de los combatientes, los hombres que pelearon y que no se guían más que por ideales, los hombres que combatieron, de todas las organizaciones, esos están en una postura muy patriótica y son de sentimientos muy revolucionarios y muy nobles, pues pensarán siempre como piensa el pueblo, porque yo estoy seguro de que el que trate de ponerse con la locura de tratar de provocar una guerra civil, va a tener la condenación del pueblo entero (APLAUSOS), y el abandono de los combatientes de fila, que no lo seguirán. Y hay que estar verdaderamente loco para retar, no solo a la fuerza en las condiciones en que la tenemos hoy, sino a la razón, al derecho de la patria y al pueblo entero de Cuba (APLAUSOS).
Y todo esto lo digo, porque quiero hacerle una pregunta al pueblo; quiero hacerle una pregunta al pueblo que me interesa mucho, y le interesa mucho al pueblo, que la responda: ¿Para qué estar almacenando armas clandestinamente en estos momentos? ¿Para qué estar escondiendo armas en distintos lugares de la capital? ¿Para qué estar contrabandeando armas en estos momentos? ¿Para qué? Y yo les digo que hay elementos de determinada organización revolucionaria que están escondiendo armas (EXCLAMACIONES DE: “¡A buscarlas!), que están almacenando armas, y que están contrabandeando armas. Todas las armas que agarró el Ejército Rebelde están en los cuarteles, que de ahí no se ha tocado una sola, no se las ha llevado nadie para su casa, ni las ha escondido; están en los cuarteles, bajo llave; lo mismo en Pinar del Río, que en La Cabaña, que en Columbia, que en Matanzas, que en Santa Clara, que en Camagüey y que en Oriente; no se han cargado camiones con armas para esconderlos en ninguna parte, porque esas armas deben estar en los cuarteles.
Les voy a hacer una pregunta, porque hablando claro y analizando los problemas es como se resuelven, y yo estoy dispuesto a hacer lo que esté al alcance de mi mano por resolverlos como se deben resolver: con la razón y la inteligencia, y con la influencia de la opinión pública, que es la que manda, no con la fuerza; porque si fuera a creer en la fuerza, que tenía que resolverse con la fuerza, no habría que hablar con el pueblo, ni plantearle este problema, sino ir a buscar las armas esas (APLAUSOS).
Y lo que hay que buscar aquí es que los combatientes revolucionarios, los hombres idealistas, que pueden ser engañados con esa maniobra, abandonen a los falsos lidercillos que están en esa postura y vengan a ponerse al lado del pueblo, que es al que tienen que servir antes que nada.
Yo les voy a hacer una pregunta: ¿Armas para qué?, ¿para luchar contra quién?, ¿contra el Gobierno Revolucionario, que tiene el apoyo de todo el pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Es acaso lo mismo el magistrado Urrutia gobernando la República que Batista gobernando la República? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Armas para qué?, ¿hay dictadura aquí? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Van a pelear contra un gobierno libre, que respeta los derechos del pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), ¿ahora que no hay censura, y que la prensa es enteramente libre, más libre de lo que ha sido nunca, y tiene además la seguridad de que lo seguirá siendo para siempre, sin que vuelva a haber censura aquí? (APLAUSOS), ¿hoy, que todo el pueblo puede reunirse libremente?, ¿hoy, que no hay torturas, ni presos políticos, ni asesinatos, ni terror?, ¿hoy que no hay más que alegría, que todos los líderes traidores han sido destituidos en los sindicatos, y que se va a convocar inmediatamente a elecciones en todos los sindicatos? (APLAUSOS.) Cuando todos los derechos del ciudadano han sido restablecidos, cuando se va a convocar a unas elecciones en el más breve plazo de tiempo posible, ¿armas, para qué?, ¿esconder armas, para qué? ¿Para chantajear al Presidente de la República?, ¿para amenazar aquí con quebrantar la paz?, ¿para crear organizaciones de gánsteres? ¿Es que vamos a volver al gangsterismo?, ¿es que vamos a volver al tiroteo diario por las calles de la capital? ¿Armas, para qué?
Pues yo les digo a ustedes que hace dos días elementos de determinada organización fueron a un cuartel, que era el cuartel San Antonio, cuartel que estaba bajo la jurisdicción del comandante Camilo Cienfuegos y bajo la jurisdicción mía, como Comandante en Jefe de todas las fuerzas, y las armas que estaban recogidas allí se las llevaron, se llevaron 500 armas y 6 ametralladoras y 80 000 balas (EXCLAMACIONES DE: “¡A buscarlas!”).
Y honradamente les digo que no se pudo haber cometido provocación peor. Porque hacerles eso a hombres que han sabido pelear aquí por el país durante dos años, a hombres que hoy están responsabilizados con la paz del país y quieren hacer las cosas bien hechas, es una canallada y es una provocación injustificable.
Y lo que hemos hecho nosotros no es ir a buscar los fusiles esos; porque, precisamente —lo que les decía antes— lo que querernos es hablar con el pueblo, utilizar la influencia de la opinión pública, para que los lidercillos que andan detrás de esas maniobras criminales, se queden sin tropa. Para que los combatientes idealistas —y los hombres que han combatido en cada organización aquí son verdaderos idealistas—, lo sepan, para que exijan responsabilidad por esos hechos.
Y es por eso que nosotros no nos hemos dejado ni provocar, los hemos dejado tan tranquilos por ese robo de armas, robo injustificado, porque aquí no hay dictadura y nadie tema que nosotros nos vayamos a convertir en dictadores, y les voy a decir por qué, se los voy a decir: se convierte en dictador el que no tiene al pueblo y tiene que acudir a la fuerza, porque no tiene votos el día que tenga que aspirar (APLAUSOS). No nos podemos convertir en dictadores los hombres que hemos visto tanto cariño en el pueblo, un cariño unánime, total y absoluto en el pueblo; aparte de nuestros principios, porque jamás incurriremos en la grosería de ostentar por la fuerza una posición, porque repugnamos eso, que por algo hemos sido los abanderados de esta lucha contra la asquerosa y repugnante tiranía (APLAUSOS).
Nosotros jamás necesitaremos de la fuerza, porque tenemos el pueblo, y además porque el día que el pueblo nos ponga mala cara, nada más nos ponga mala cara, nos vamos (APLAUSOS). Porque entendemos esto corno un deber, no corno un placer; entendernos esto como un trabajo, que por algo ni dormimos, ni descansamos, ni comemos, recorriendo la isla y trabajando honradamente por servir a nuestro país; que por algo no tenemos nada, y por algo seremos siempre hombres que no tendremos nada (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Tienes al pueblo!”). Y jamás nos verá el pueblo con una inmoralidad, ni concediendo un privilegio a nadie, ni tolerando una injusticia, ni robando, ni enriqueciéndonos, ni cosas por el estilo; porque el poder lo concebimos como un sacrificio, y créanme que si no fuera así, después de todas las muestras de cariño que yo he recibido del pueblo, de toda esa manifestación apoteósica de hoy, si no fuera un deber el que uno tiene que cumplir, lo mejor era irse, retirarse, o morirse; porque después de tanto cariño y de tanta fe, ¡miedo da el no poder cumplir como uno tiene que cumplir con este pueblo! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y si no fuera por ese deber, si no fuera por ese deber —lo digo— lo que yo haría sería despedirme del pueblo, y quedar siempre con el cariño que tengo hoy, y que me llamen con las mismas frases de aliento con que me han llamado hoy.
Sin embargo, yo sé que el poder es una tarea ardua, complicada, que las misiones y las tareas de nosotros como este mismo problema que se nos presenta, realmente es un problema difícil y está lleno de amarguras, y lo afronta uno porque lo único que uno no le va a decir al pueblo en esta hora es: “Me voy.” (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva el padre de la patria!” SEGUIDO DE UNA OVACION CERRADA.)
Además, por otra razón no nos interesa la fuerza: porque el día que alguien se alzara aquí con la fuerza, y yo me atrevería a llamar al peor enemigo y al que menos simpatizara conmigo, si estuviera dispuesto a cumplir con el pueblo, y le diría: “Mire, tome todas esas fuerzas, todas esas tropas y todas esas armas”, y me quedaría tan tranquilo, porque sé que el día que se alzara con la fuerza, me iba yo otra vez para la Sierra Maestra e íbamos a ver cuánto duraba la dictadura esa ahí en el poder (APLAUSOS).
Yo creo que son razones más que suficientes para que todo el mundo crea que a nosotros no nos interesa controlar ningún poder por la fuerza.
El Presidente de la República me ha encomendado la más espinosa de todas las tareas, la tarea de reorganizar los institutos armados de la República y me ha asignado el cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas de aire, mar y tierra de la nación (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Te lo mereces!”). No, no me lo merezco, porque eso es un sacrificio para mí, y en definitiva para mí eso no es ni motivo de orgullo, ni motivo de vanidad, y lo que es para mí es un sacrificio. Pero yo quiero que el pueblo me diga si cree que debo asumir esa función (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).
Creo que si hicimos un ejército con 12 hombres, y esos 12 hombres hoy estén al frente de los mandos militares, creo que si enseñamos a nuestro ejército que a un prisionero jamás se asesinaba, que a un herido jamás se abandonaba, que a un preso jamás se golpeaba, somos los hombres que podemos enseñar a todos los institutos armados de la República las mismas cosas que enseñamos a ese ejército (APLAUSOS). Para tener unos institutos armados donde ni uno solo de sus hombres vuelva jamás a golpear a un prisionero, ni a torturarlo, ni a matarlo (APLAUSOS). Y porque, además, podemos servir de puente entre los revolucionarios y los militares decentes, los que no han robado, ni han asesinado, porque esos militares, los que no han robado y los que no han asesinado, tendrán derecho a seguir perteneciendo a las fuerzas armadas (APLAUSOS); como también les digo que el que haya asesinado, no lo salva nadie del pelotón de fusilamiento (APLAUSOS PROLONGADOS).
Además, todos los combatientes revolucionarios que deseen pertenecer a las fuerzas regulares de la República tienen derecho, pertenezcan a la organización que pertenezcan, con sus grados... Las puertas están abiertas para todos los combatientes revolucionarios que quieran luchar y que quieran hacer una tarea en beneficio del país. Y si eso es así, si hay libertades, si hay un gobierno de hombres jóvenes y honrados, si el país está contento, si tiene confianza en ese gobierno y en los hombres que están mandando las fuerzas armadas, si va a haber unas elecciones, si las puertas están abiertas para todos, ¿por qué almacenar armas?
Yo quiero que me digan si el pueblo lo que quiere es que haya paz, o lo que quiere es que en todas las esquinas haya un tipo armado con un fusil; yo quiero que me digan si el pueblo está de acuerdo o considera que es correcto que todo el que quiera aquí tenga un ejército particular, que no obedezca más que a su jefecito (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”); si así puede haber orden y paz en la República (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
(ALGUIEN EXCLAMA: “¡Depuración de las fuerzas armadas!”) Superdepuración, no depuración (APLAUSOS).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Habla de Raúl!”) Raúl está en el Moncada, que es donde tiene que estar ahora.
Y esos son los problemas que hoy he querido plantear ante el pueblo. Lo antes posible tienen que marcharse los fusiles de las calles y desaparecer los fusiles de las calles (APLAUSOS). Porque ya no hay enemigo enfrente, porque ya no hay que pelear contra nadie; y si algún día hay que pelear contra un enemigo extraño o contra un movimiento que venga contra la Revolución, no pelearán cuatro gatos, peleará el pueblo entero (APLAUSOS PROLONGADOS).
Donde las armas tienen que estar es en los cuarteles, que nadie tiene derecho a tener ejércitos particulares aquí (APLAUSOS).
Esos elementos que andan con esas maniobras sospechosas, tal vez hayan encontrado pretexto para hacer eso en el hecho de que yo haya sido designado, y los compañeros míos, para un trabajo que es el que nos asignó el Presidente, y han hablado de que si hay ejército político. ¿Ejército político, cuando como les dije a ustedes, tenemos a todo el pueblo, que ese es de verdad nuestro ejército político?
Hoy yo quiero advertir al pueblo, y yo quiero advertir a las madres cubanas, que yo haré siempre cuanto esté a nuestro alcance por resolver todos los problemas sin derramar una gota de sangre (APLAUSOS). Yo quiero decirles a las madres cubanas que jamás, por culpa nuestra, aquí volverá a dispararse un solo tiro; y yo quiero pedirle al pueblo, como le quiero pedir a la prensa, como le quiero pedir a todos los hombres sanos y responsables del país, que nos ayuden a resolver estos problemas con el apoyo de la opinión pública, no con transacciones, porque cuando la gente se arma y amenaza para que le den algo, eso es una inmoralidad, y eso no lo aceptaré jamás (APLAUSOS). Porque después que determinados elementos se han puesto a almacenar armas, digo aquí que no aceptaré la menor concesión, porque eso sería rebajar la moral de la Revolución (APLAUSOS). Y que lo que hay que hacer es que el que no pertenezca a las fuerzas regulares de la República —a donde tiene derecho a pertenecer todo combatiente revolucionario—, que devuelva las armas a los cuarteles, porque aquí las armas sobran cuando ya no hay tiranía y está demostrado que las armas solo valen cuando se tiene la razón, y se tiene al pueblo, y de lo contrario, no sirven más que para asesinar y para cometer fechorías (APLAUSOS).
Quiero decirle además al pueblo que puede tener la seguridad de que las leyes del país serán respetadas y que aquí no habrá gangsterismo, ni pandillerismo, ni bandolerismo; sencillamente, porque no habrá tolerancia. Las armas de la República están hoy en manos de los revolucionarios. Esas armas, tengo la esperanza de que no habrá que usarlas jamás, pero el día que el pueblo lo ordene para garantizar su paz, su tranquilidad y sus derechos, cuando el pueblo lo pida, cuando el pueblo lo quiera, cuando ya sea una necesidad, entonces esas armas cumplirán con lo que tienen que cumplir, y cumplirán con su deber, sencillamente (APLAUSOS).
Nadie piense que vamos a caer en provocaciones, porque estamos demasiado serenos para caer en provocaciones, porque tenemos unas responsabilidades muy grandes para precipitarnos nunca en tomar medidas, ni en hacer alardes ni cosa que se parezca, y porque estoy muy consciente de que aquí hay que agotar siempre —y agotaré siempre— todos los medios persuasivos, y todos los medios razonables, y todos los medios humanos para evitar que se derrame una sola gota de sangre más en Cuba. Así que en provocaciones, nadie tema que caiga; porque cuando la paciencia se nos haya acabado a todos nosotros, buscaremos más paciencia, y cuando la paciencia se nos vuelva a acabar, volveremos a buscar más paciencia; esa será nuestra norma (APLAUSOS). Y esa tiene que ser la consigna de los hombres que tienen las armas en la mano y de los que tienen el poder en la mano: no cansarse nunca de soportar, no cansarse nunca de resignarse a todas las amarguras y a todas las provocaciones, excepto cuando ya se vayan a poner en peligro los intereses más sagrados del pueblo. Pero eso cuando de verdad se demuestre, eso cuando ya sea una demanda de la nación entera, de la prensa, de las instituciones cívicas, de los trabajadores, y de todo el pueblo; cuando lo pidan, y solo cuando lo pidan. Y lo que haré siempre, en cada una de esas circunstancias, es venir y decirle al pueblo: “Miren, ha pasado esto.”
Esta vez he omitido nombres, porque no quiero envenenar la atmósfera, porque no quiero aumentar la tensión; lo que simplemente quiero es prevenir al pueblo de esos peligros, porque sería muy triste que esta Revolución que tanto sacrificio ha costado —no que se vaya a frustrar, porque esta Revolución no se frustra de ninguna manera, porque ya se sabe que con el pueblo y con todo lo que hay a favor del pueblo, no hay el menor peligro—, pero sí sería muy triste que después del ejemplo que se ha dado a América, aquí se vuelva a disparar un tiro.
Es verdad que en casi todas las revoluciones, después de la lucha, viene otra, y después viene otra —y observen la historia de todas las revoluciones, en México y en todas partes. Sin embargo, parecía que esta iba a ser una excepción, como ha sido una excepción en todo lo demás; ha sido extraordinaria en todo lo demás, y quisiéramos que también fuera extraordinaria en el hecho de que no se disparara más un tiro aquí; y creo que se logrará, creo que la Revolución triunfará sin que se dispare más un tiro, ¿saben por qué? Porque es realmente admirable el grado de conciencia que se ha desarrollado en el país, el civismo de este pueblo, la disciplina de este pueblo, el espíritu de este pueblo; realmente, me siento orgulloso de todo el pueblo, tengo una fe extraordinaria en el pueblo de Cuba (APLAUSOS). Vale la pena sacrificarse por nuestro pueblo.
Hoy tuve el gusto de dar un ejemplo delante de toda la prensa: estaba la multitud delante del Palacio Presidencial, y me decían que hacía falta 1 000 hombres para salir de allí; entonces, me paré y le pedí al pueblo que hiciera dos filas, que no hacía falta ningún hombre, que yo solo iba a ir allí, y en pocos minutos el pueblo hizo sus dos filas, y pasamos por allí, sin problemas de ninguna clase. Ese es el pueblo de Cuba, y esa prueba se dio delante de todos los periodistas (APLAUSOS).
Desde ahora, ya se acabaron los agasajos y las ovaciones; desde ahora, para nosotros: a trabajar, mañana será un día igual que otro cualquiera, y todos los demás igual, y nos acostumbraremos a la libertad. Ahora estamos contentos porque hacía mucho tiempo que no éramos libres, pero dentro de una semana nos preocuparán otras cosas: si tenemos dinero para pagar el alquiler, si la luz eléctrica, si la comida, que esos son los problemas que de verdad tiene que resolver el Gobierno Revolucionario, el millón de problemas que tiene el pueblo de Cuba, y que para eso tiene un consejo de ministros de hombres jóvenes que yo sé que están poseídos de un entusiasmo, que tengo la seguridad de que van a cambiar a la República, tengo la seguridad (APLAUSOS PROLONGADOS). Además porque hay un Presidente que está seguro en el poder, que no lo amenaza ningún peligro, porque los peligros de que yo hablaba, no eran los peligros de que el régimen sufriera algún peligro de ser derrocado, son a mil leguas de distancia de eso; yo hablaba del peligro de que se derramara una sola gota de sangre más. Pero el Presidente de la República está consolidado, reconocido ya por todas las naciones —no todas, pero rápidamente lo están reconociendo todas las naciones del mundo—, y cuenta con el respaldo del pueblo y con el respaldo de nosotros, con el respaldo de las fuerzas revolucionarias; y respaldo verdadero, y respaldo sin condiciones, respaldo sin pedir ni reclamar nada, porque aquí hemos luchado por los fueros del poder civil, y lo vamos a demostrar, que para nosotros los principios están por encima de toda otra consideración y que no luchamos por ambiciones.
Creo que hemos demostrado suficientemente haber luchado sin ambiciones. Creo que ningún cubano albergue sobre ello la menor duda.
Así que ahora todos tenemos que trabajar mucho. Yo, por mi parte, estoy dispuesto a hacer todo lo más que se pueda en beneficio del país, como sé que están todos mis compañeros, como sé que está el Presidente de la República y como sé que están todos los ministros, que no van a descansar. Y yo les aseguro que si hoy sale uno de Cuba y regresa dentro de dos años, no va a conocer esta República.
Veo un extraordinario espíritu de colaboración en todo el pueblo, veo a la prensa, a los periodistas, a todos los sectores del país, deseosos de ayudar, y eso es lo que hace falta. Y es que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y en estos siete años ha aprendido por setenta. Se dijo que el golpe de Estado había sido un retraso de veinticinco años; si fue así —y aquello era de verdad un retraso de veinticinco años—, ahora hemos dado un avance de cincuenta. La República está desconocida: nada de politiquería, nada de vicio, nada de juego, nada de robo. Hemos empezado hace unos días, y ya está casi desconocida la República.
Ahora nos queda un trabajo grande por hacer. Todos los problemas relacionados con las fuerzas armadas, son problemas que estarán relacionados con nuestras futuras actividades, pero, además, siempre haremos todo lo que esté al alcance de nuestras manos por todo el pueblo, porque yo no soy militar profesional, ni de carrera, ni mucho menos; yo estaré aquí el tiempo mínimo, y cuando termine aquí voy a hacer otras cosas porque, sinceramente, yo no voy a hacer falta aquí en esto (EXCLAMACIONES). Me refiero a que no voy a hacer falta dentro de las actividades de tipo militar, y que tengo otras ilusiones, de otras clases. Y eso mismo, entre otras cosas: el día que quiera tirar tiros, pelear, cimentar una inquietud, hay mucho campo aquí donde hacer las cosas (APLAUSOS).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Hay que fomentar fuentes de trabajo!”) Si no resolvemos todos esos problemas, esta no sería una revolución, compañeros, porque creo que el problema fundamental de la República en estos momentos, y lo que dentro de poco estará necesitando el pueblo, cuando pase la alegría del triunfo, es trabajo, la manera de ganarse la vida decorosamente (APLAUSOS).
Pero no es eso solo, compañeros; hay mil cosas más de las cuales yo he estado hablando todos estos días, que imagino que ustedes, el que más y el que menos, habrá escuchado por la radio y por la prensa, y además, porque no vamos a agotar todos los temas en una sola noche.
Vamos a quedarnos pensando en estos problemas de los que les he hablado hoy, y vamos a concluir la larga jornada —que aunque yo no estoy cansado, sé que ustedes tienen que regresar a las casas y están lejos. (EXCLAMACIONES DE: “¡No importa!”, “¡Sigue!”)
Yo tenía el compromiso de ir al programa “Ante la Prensa” esta noche a las 10:30 o a la hora que fuera, y ya es la 1:30 (EXCLAMACIONES DE: “¡Mañana!”) Bueno, lo dejaré para mañana.
Ustedes tendrán oportunidad de escuchar por la prensa, por la radio y por todos los medios posibles, a los ministros.
Todos los amigos míos de tanto tiempo, de dondequiera han venido: de la escuela, del barrio. Casi estoy por decirles que conozco ya a todos los cubanos...
Y decía que tendrán oportunidad de oír a los ministros, cada uno de los cuales tiene sus planes y expondrán su programa; y cada uno de los hombres que está en el consejo de ministros está grandemente compenetrado con todos los demás elementos revolucionarios.
El Presidente de la República, con el derecho que le corresponde —porque se eligió sin condiciones—, ha elegido una mayoría de ministros del Movimiento 26 de Julio. Tenía su derecho, y al pedir nuestra colaboración, la ha tenido plenamente, y nos responsabilizamos con ese Gobierno Revolucionario.
Lo que yo he dicho en otra parte: nadie vaya a creer que las cosas se van a resolver de la noche a la mañana. La guerra no se ganó en un día, ni en dos, ni en tres, y hubo que luchar duro; la Revolución tampoco se ganará en un día, ni se hará todo lo que se va a hacer en un día. Además, le he dicho al pueblo en otros actos que no se vayan a creer que esos ministros son unos sabios —empiezo por decirles que ninguno ha sido ministro antes, o casi ninguno. Así que nadie sabe ser ministro, eso es una cosa nueva para ellos; lo que están es llenos de buenas intenciones. Y yo digo en esto, igual que digo de los comandantes rebeldes: miren, el comandante Camilo Cienfuegos no sabía de guerra, ni de manejar un arma, absolutamente nada. El Che no sabía nada; cuando conocí al Che en México se dedicaba a disecar conejos y hacer investigaciones médicas. Raúl tampoco sabía nada; Efigenio Ameijeiras tampoco sabía nada; y al principio no sabían nada de guerra, y al final se les podía decir, como les dije: “Comandante, avance sobre Columbia, y tómela”; “Comandante, avance sobre La Cabaña, y tómela”; “Avance sobre Santiago, y tómelo”, y yo sabía que lo tomaban... (APLAUSOS PROLONGADOS). ¿Por qué? Porque habían aprendido.
Es posible que los ministros ahora no tengan grandes aciertos, pero estoy seguro de que dentro de unos meses van a saber resolver todos los problemas que les presente el pueblo, porque tienen lo más importante: el deseo de acertar y de ayudar al pueblo; y, sobre todo, estoy seguro de que ni uno solo, jamás, cometerá una de las faltas clásicas de los ministros. ¿Ustedes saben cuál es, no? (EXCLAMACIONES DE: “¡Robar!”, “¡Robar!”) ¡Ah!, ¿cómo lo saben?
Pues, sobre todo, eso: la moral, la honradez de esos compañeros. No serán sabios, porque aquí nadie es sabio, pero sí les aseguro que hay honrados de sobra, que es lo que se está pidiendo. ¿No es lo que ha estado pidiendo el pueblo siempre, un gobierno honrado? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Entonces, vamos a darles un voto de confianza, vamos a dárselo, vamos a esperar (EXCLAMACIONES). Sí, son del “26” la mayoría, pero si no sirven, después vendrán los del 27, o los del 28. Ya sabemos que hay mucha gente capacitada en Cuba, pero todos no pueden ser ministros. ¿O es que acaso el “26 de Julio” no tiene derecho a hacer un ensayo de gobernar la República? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).
Así que eso es todo por hoy. Realmente, nada más me falta algo... Si supieran, que cuando me reúno con el pueblo se me quita el sueño, el hambre; todo se me quita. ¿A ustedes también se les quita el sueño, verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!)
Lo importante, o lo que me hace falta por decirles, es que yo creo que los actos del pueblo de La Habana hoy, las concentraciones multitudinarias de hoy, esa muchedumbre de kilómetros de largo —porque esto ha sido asombroso, ustedes lo vieron; saldrá en las películas, en las fotografías—, yo creo que, sinceramente, ha sido una exageración del pueblo, porque es mucho más de lo que nosotros merecemos (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión —en que estoy seguro de que se van a volver a reunir las muchedumbres—, y es el día en que muramos, porque nosotros, cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día, se volverá a reunir tanta gente como hoy, porque nosotros ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!
(OVACION.)
Yo sé que al hablar esta noche aquí se me presenta una de las obligaciones más difíciles, quizás, en este largo proceso de lucha que se inició en Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956.
El pueblo escucha, escuchan los combatientes revolucionarios, y escuchan los soldados del Ejército, cuyo destino está en nuestras manos.
Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.
Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.
¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la verdad. ¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados.
Cuando nosotros teníamos un revés, lo declarábamos por “Radio Rebelde”, censurábamos los errores de cualquier oficial que lo hubiese cometido, y advertíamos a todos los compañeros para que no le fuese a ocurrir lo mismo a cualquier otra tropa. No sucedía así con las compañías del Ejército. Distintas tropas caían en los mismos errores, porque a los oficiales y a los soldados jamás se les decía la verdad.
Y por eso yo quiero empezar —o, mejor dicho, seguir— con el mismo sistema: el de decirle siempre al pueblo la verdad.
Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable. Aquí estamos en la capital, aquí estamos en Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas. Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba.
La Revolución tiene ya enfrente un ejército de zafarrancho de combate. ¿Quiénes pueden ser hoy o en lo adelante los enemigos de la Revolución? ¿Quiénes pueden ser ante este pueblo victorioso, en lo adelante, los enemigos de la Revolución? Los peores enemigos que en lo adelante pueda tener la Revolución Cubana somos los propios revolucionarios.
Es lo que siempre les decía yo a los combatientes rebeldes: cuando no tengamos delante al enemigo, cuando la guerra haya concluido, los únicos enemigos de la Revolución podemos ser nosotros mismos, y por eso decía siempre, y digo, que con el soldado rebelde seremos más rigurosos que con nadie, que con el soldado rebelde seremos más exigentes que con nadie, porque de ellos dependerá que la Revolución triunfe o fracase.
Hay muchas clases de revolucionarios. De revolución hemos estado oyendo hablar hace mucho tiempo; hasta el 10 de marzo se dijo que habían hecho una revolución, e invocaban la palabra revolución, y todo era revolucionario; a los soldados los reunían aquí y hablaban de “la Revolución del 10 de marzo” (RISAS).
De revolucionarios hemos estado oyendo hablar mucho tiempo. Yo recuerdo mis primeras impresiones del revolucionario, hasta que el estudio y alguna madurez me dieron nociones de lo que era realmente una revolución y de lo que era realmente un revolucionario. Las primeras impresiones del revolucionario las escuchábamos nosotros de niño, y oíamos decir: “Fulano fue revolucionario, estuvo en tal combate, o en tal operación, o puso bombas”, “Mengano era revolucionario...”, incluso se creó una casta de revolucionarios, y entonces había revolucionarios que querían vivir de la revolución, querían vivir a título de haber sido revolucionarios, de haber puesto una bomba o dos bombas; y es posible que los que más hablaban eran los que menos habían hecho. Pero, es lo cierto que acudían a los ministerios a buscar puestos, a vivir de parásitos, a cobrar el precio de lo que habían hecho en aquel momento, por una revolución que desgraciadamente no llegó a realizarse, porque estimo que la primera que parece que tiene mayores posibilidades de realizarse es la Revolución actual, si nosotros no la echamos a perder... (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS).
El revolucionario aquel de mis primeras impresiones de niño andaba con una pistola 45 en la cintura, y quería vivir por sus respetos; había que temerle: era capaz de matar a cualquiera; llegaba a los despachos de los altos funcionarios con aire de hombre al que había que oír; y en realidad se preguntaba uno:
¿Dónde está la revolución que esta gente hizo, estos revolucionarios? Porque no hubo revolución, y hubo muy pocos revolucionarios.
Lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si cada uno de nosotros se iba a montar en una “cola de pato”, si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios (APLAUSOS PROLONGADOS). Esa pregunta hay que hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo.
Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo! (APLAUSOS.)
Más que el pueblo no puede ningún general; más que el pueblo no puede ningún ejército. Si a mí me preguntaran qué tropa prefiero mandar, yo diría: prefiero mandar al pueblo (APLAUSOS), porque el pueblo es invencible. Y el pueblo fue quien ganó esta guerra, porque nosotros no teníamos tanques, nosotros no teníamos aviones, nosotros no teníamos cañones, nosotros no teníamos academias militares, nosotros no teníamos campos de reclutamiento y de entrenamiento, nosotros no teníamos divisiones, ni regimientos, ni compañías, ni pelotones, ni escuadras siquiera (APLAUSOS PROLONGADOS).
Luego, ¿quién ganó la guerra? El pueblo, el pueblo ganó la guerra. Esta guerra no la ganó nadie más que el pueblo —y lo digo por si alguien cree que la ganó él, o por si alguna tropa cree que la ganó ella (APLAUSOS). Y por lo tanto, antes que nada está el pueblo.
Pero hay algo más: la Revolución no me interesa a mí como persona, ni a otro comandante como persona, ni al otro capitán, ni a la otra columna, ni a la otra compañía; la Revolución al que le interesa es al pueblo (APLAUSOS).
Quien gana o pierde con ella es el pueblo. Si el pueblo fue quien sufrió los horrores de estos siete años, el pueblo es quien tiene que preguntarse si dentro de 10 o dentro de 15, o de 20 años, él, y sus hijos, y sus nietos, van a seguir sufriendo los horrores que ha estado sufriendo desde su inicio la República de Cuba, coronada con dictaduras como las de Machado y las de Batista (APLAUSOS PROLONGADOS).
Al pueblo le interesa mucho si nosotros vamos a hacer bien hecha esta Revolución o si nosotros vamos a incurrir en los mismos errores en que incurrió la revolución anterior, o la anterior, o la anterior, y en consecuencia vamos a sufrir las consecuencias de nuestros errores, porque no hay error sin consecuencias para el pueblo; no hay error político que no se pague, más tarde o más temprano.
Circunstancias hay que no son las mismas. Por ejemplo, estimo que en esta ocasión existe más oportunidad que nunca de que en realidad la Revolución cumpla su destino cabalmente. Es quizás por eso que sea tan grande el júbilo del pueblo, olvidándose un poco de lo mucho que hay que bregar todavía.
Una de las ansias mayores de la nación, consecuencia de los horrores padecidos, por la represión y por la guerra, era el ansia de paz, de paz con libertad, de paz con justicia, y de paz con derechos. Nadie quería la paz a otro precio, porque Batista hablaba de paz, hablaba de orden, y esa paz no la quería nadie, porque hubiese sido la paz a costa del sometimiento.
Tiene hoy el pueblo la paz como la quería: una paz sin dictadura, una paz sin crimen, una paz sin censura, una paz sin persecución (APLAUSOS PROLONGADOS).
Es posible que la alegría mayor en este instante sea la alegría de las madres cubanas. Madres de soldados o madres de revolucionarios, madres de cualquier ciudadano, hoy experimentan la sensación de que sus hijos, al fin, están fuera de peligro (APLAUSOS).
El crimen más grande que pueda cometerse hoy en Cuba, repito, el crimen más grande que pueda hoy cometerse en Cuba sería un crimen contra la paz. Lo que no perdonaría hoy nadie en Cuba sería que alguien conspirase contra la paz (APLAUSOS).
Todo el que haga hoy algo contra la paz de Cuba, todo el que haga hoy algo que ponga en peligro la tranquilidad y la felicidad de millones de madres cubanas, es un criminal y es un traidor (APLAUSOS). Quien no esté dispuesto a renunciar a algo por la paz, quien no esté dispuesto a renunciarlo todo por la paz en esta hora, es un criminal y es un traidor (APLAUSOS).
Como pienso así, yo digo y yo juro ante mis compatriotas que si cualquiera de mis compañeros, o nuestro movimiento, o yo, fuésemos el menor obstáculo a la paz de Cuba, desde ahora mismo el pueblo puede disponer de todos nosotros y decirnos lo que tenemos que hacer (APLAUSOS). Porque soy un hombre que sabe renunciar, porque lo he demostrado más de una vez en mi vida, porque eso he enseñado a mis compañeros, tengo moral y me siento con fuerza y autoridad suficientes para hablar en un instante como este (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel Castro!”).
Y a los primeros que tengo que hablarles así es a los revolucionarios; y si fuere preciso, o mejor dicho, porque es preciso decirlo a tiempo.
No está tan lejana aquella década que siguió a la caída de Machado; quizás uno de los males más grandes de aquella lucha fue la proliferación de los grupos revolucionarios, que no tardaron en entrarse a tiros los unos a los otros (APLAUSOS). Y en consecuencia lo que pasó fue que vino Batista y se quedó 11 años con el poder.
Cuando el Movimiento 26 de Julio se organizó, incluso cuando iniciamos esta guerra, yo consideré que si bien eran muy grandes los sacrificios que estábamos haciendo, que si bien la lucha iba a ser muy larga, y lo ha sido, porque ha durado más de dos años, dos años que no fueron para nosotros un paseo, dos años de duro batallar, desde que reiniciamos la campaña con un puñado de hombres, hasta que hemos llegado a la capital de la República a pesar de los sacrificios que teníamos por delante, nos tranquilizaba, sin embargo, una idea: era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con la inmensa mayoría del respaldo y de la simpatía popular (APLAUSOS); era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con el respaldo casi unánime de la juventud cubana (APLAUSOS). Parecía que esta vez una organización grande y fuerte iba a recoger las inquietudes de nuestro pueblo y las terribles consecuencias de la proliferación de organizaciones revolucionarias no se iba a presentar en este proceso.
Creo que todos debimos estar desde el primer momento en una sola organización revolucionaria: la nuestra o la de otro, el 26, el 27 o el 50, en la que fuese, porque, si al fin y al cabo éramos los mismos los que luchábamos en la Sierra Maestra que los que luchábamos en el Escambray, o en Pinar del Río, y hombres jóvenes, y hombres con los mismos ideales, ¿por qué tenía que haber media docena de organizaciones revolucionarias? (APLAUSOS.)
La nuestra, simplemente fue la primera; la nuestra, simplemente fue la que libró la primera batalla en el Moncada, la que desembarcó en el “Granma” el 2 de diciembre (APLAUSOS), y la que luchó sola durante más de un año contra toda la fuerza de la tiranía (APLAUSOS); la que cuando no tenía más que 12 hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía, la que enseñó al pueblo que se podía pelear y se podía vencer, la que destruyó todas las falsas hipótesis sobre revolución que habían en Cuba. Porque aquí todo el mundo estaba conspirando con el cabo, con el sargento, o metiendo armas en La Habana, que se las cogía la policía (APLAUSOS), hasta que vinimos nosotros y demostramos que esa no era la lucha, que la lucha tenía que ser otra, que había que inventar una nueva táctica y una nueva estrategia, que fue la táctica y la estrategia que nosotros pusimos en práctica y que condujo al más extraordinario triunfo que ha tenido en su historia el pueblo de Cuba (APLAUSOS).
Y yo quiero que honradamente el pueblo me diga si esto es o no es verdad (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Hay, además, otra cuestión de hecho: el Movimiento 26 de Julio era la organización absolutamente mayoritaria, ¿es o no es verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Y, ¿cómo terminó la lucha? Lo voy a decir: el Ejército Rebelde, que es el nombre de nuestro ejército, del que se inició en la Sierra Maestra, al caerse la tiranía tenía tomado todo Oriente, todo Camagüey, parte de Las Villas, todo Matanzas, La Cabaña, Columbia, la Jefatura de la Policía y Pinar del Río (APLAUSOS).
Terminó la lucha de acuerdo con la correlación de fuerzas que había, porque por algo las columnas nuestras atravesaron las llanuras de Camagüey, perseguidas por miles de soldados y por la aviación, y llegaron a Las Villas; y porque el Ejército Rebelde tenía al comandante Camilo Cienfuegos (APLAUSOS PROLONGADOS), en Las Villas, y porque tenía al comandante Ernesto Guevara en Las Villas (APLAUSOS PROLONGADOS) el día 1º de Enero, a raíz de la traición de Cantillo (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”)... Porque los tenía allí, digo, el día Primero le pude dar la orden al comandante Camilo Cienfuegos de que avanzara con 500 hombres sobre la capital y atacara Columbia (APLAUSOS); porque tenía al comandante Ernesto Guevara en Las Villas, pude decirle que avanzara sobre la capital y se apoderara de La Cabaña (APLAUSOS).
Todos los regimientos, todas las fortalezas militares de importancia, quedaron en poder del Ejército Rebelde, y esas no nos las dio nadie, no es que nadie dijera: “Vete para allí, vete para allí, vete para allí”; fue nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio, nuestra experiencia y nuestra organización, lo que condujo a esos resultados (APLAUSOS).
¿Quiere decir que los otros no hayan luchado? No. ¿Quiere decir que los otros no tengan méritos? No. Porque todos hemos luchado, porque ha luchado todo el pueblo. En La Habana no había ninguna Sierra, pero hay cientos de muertos, de compañeros que cayeron asesinados por cumplir con sus deberes revolucionarios. En La Habana no había ninguna Sierra y, sin embargo, la huelga general fue un factor decisivo para que el triunfo de la Revolución fuera completo (APLAUSOS).
Al decir esto, lo único que hago es poner las cosas en su sitio, el papel del Movimiento 26 de Julio en esta lucha, cómo guió al pueblo, en aquellos momentos en que aquí se hablaba de elecciones y de electoralismo. Tuve que escribir un artículo una vez desde México, que se titulaba: “Frente a todos”, porque realmente estábamos contra todas las opiniones, defendiendo nuestra tesis revolucionaria, la estrategia de esta Revolución, que la trazó el 26 de Julio, y la culminación de esta Revolución, que fue la derrota aplastante de la tiranía, en manos sus fortalezas más importantes de las fuerzas del Ejército Rebelde, organizado por el Movimiento 26 de Julio.
No solo trazó las pautas en la guerra el Movimiento 26 de Julio, sino que además enseñó cómo había que tratar al enemigo en la guerra. Ha sido esta quizás en el mundo la primera revolución donde jamás se asesinó a un prisionero de guerra (APLAUSOS PROLONGADOS); donde jamás se abandonó a un herido, donde jamás se torturó a un hombre (APLAUSOS); porque esta pauta fue la que trazó el Ejército Rebelde. Y algo más: esta es la única revolución en el mundo donde no ha salido un general (APLAUSOS), ni un coronel siquiera, porque el grado que me puse yo o me pusieron mis compañeros, fue el de comandante, y no me lo he cambiado, a pesar de que hemos ganado muchas batallas y hemos ganado una guerra; sigo siendo comandante, y no quiero otro grado (APLAUSOS).
Y el efecto moral, el hecho de que los que iniciamos esta guerra hubiésemos determinado una gradación determinada en la jerarquía militar, hizo que nadie se atreviera a ponerse aquí más grados que los de comandante —aunque haya más comandantes de la cuenta, a juzgar por lo que parece.
Creo que el pueblo esté de acuerdo en que hable claro, porque haber luchado como he luchado por los derechos de cada ciudadano, me otorga aunque sea el derecho a decir la verdad en voz alta (APLAUSOS). Y, además, porque estando de por medio los intereses de la patria, no transijo absolutamente con la menor contemporización con los riesgos que puedan sobrevenir a la Revolución Cubana (APLAUSOS).
¿Tienen todos la misma autoridad moral para hablar? Yo digo que el que tenga más méritos tiene más autoridad para hablar que el que tenga menos méritos. Creo que para que los hombres se igualen en prerrogativas morales, tienen que igualarse primero en méritos. Creo que la Revolución ha terminado como debía, cuando el comandante Camilo Cienfuegos —veterano de dos años y un mes de lucha— (APLAUSOS), es el jefe de Columbia; cuando el comandante Efigenio Ameijeiras, que ha perdido tres hermanos en esta guerra y es veterano del “Granma” y comandante por las batallas que ha librado (APLAUSOS), es jefe de la policía de la República, y cuando el comandante Ernesto Guevara —héroe verdadero, expedicionario del “Granma” y veterano de dos años y un mes de lucha en las montañas más altas y más ásperas de Cuba—, es el jefe de La Cabaña (APLAUSOS); y cuando al frente de cada regimiento en las distintas provincias hemos puesto a los hombres que más se han sacrificado y más han luchado en esta Revolución. Y si eso es así, nadie tiene derecho a ponerse bravo.
Antes que nada ríndase culto al mérito, porque el que no le rinde culto al mérito no es más que un ambicioso (APLAUSOS); el que sin tener los méritos de otros quiere en cambio tener las prerrogativas de otros.
Ahora la República, o la Revolución, entra en una nueva fase. ¿Sería justo que la ambición o los personalismos viniesen aquí a poner en peligro el destino de la Revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué es lo que le interesa al pueblo, porque el pueblo es quien tiene que decir aquí la última palabra? (EXCLAMACIONES DE: “¡Libertad!”, “¡Libertad!”) Le interesa, en primer lugar, las libertades, los derechos que le arrebataron, y la paz. Y los tiene, porque en estos instantes tiene todas las libertades, todos los derechos, que le arrebató la tiranía, y tiene la paz (APLAUSOS).
¿Qué le interesa al pueblo? Un gobierno honrado. ¿No es un gobierno honrado lo que le interesa al pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Ahí lo tiene: a un magistrado honorable de Presidente de la República (APLAUSOS). ¿Qué le interesa, que hombres jóvenes y limpios sean los ministros del Gobierno Revolucionario? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Ahí los tienen: analicen uno por uno los ministros del Gobierno Revolucionario, y díganme si hay ahí un ladrón, o un criminal, o un sinvergüenza (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Son muchos los hombres que pueden ser ministros en Cuba por su honradez y su capacidad, pero todos no pueden ser ministros, porque los ministros pueden ser 14, 15 ó 16. Y aquí no le importa al pueblo que “Don Fulano” o “Don Mengano” sea, sino que el que sea, sea un hombre joven y un hombre honrado (APLAUSOS). Y aquí lo que importa es que los que han sido designados reúnan esas cualidades, no que no esté Fulano o no esté Mengano, porque los menganos y los fulanos importan un bledo en este momento a la Revolución y a la República (APLAUSOS).
¿Puede alguien, por no ser ministro, intentar ensangrentar este país? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Puede algún grupo, por el hecho de que no le hayan dado tres o cuatro ministerios, ensangrentar este país, y perturbar la paz? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Si el equipo gobernante que en este momento tiene el pueblo de Cuba no sirve, tiempo tendrá el pueblo de botarlo, pero no de votarlo en las urnas, sino de botarlo en unas elecciones (APLAUSOS). Este no es el caso de que si no fuera idóneo el equipo gobernante, fuera nadie aquí a hacer una revolución o un golpe de Estado para quitarlo, cuando todo el mundo sabe que va a haber unas elecciones y si no sirve, el pueblo se encargará de decir la última palabra libremente; no hacer lo que hizo Batista, que a 80 días de unas elecciones, porque decía que estaba combatiendo a tal gobierno, y hacía una serie de imputaciones contra ese gobierno, decir que él lo tenía que quitar y que eso era lo patriota, porque aquí se acabaron para siempre los golpes de Estado y los atentados contra la Constitución y el Derecho (APLAUSOS).
Es necesario hablar así, para que no surja la demagogia y el confusionismo y el divisionismo y que el primero que asome las orejas de la ambición, el pueblo lo conozca (APLAUSOS). Y por mi parte les digo que como al que quiero mandar es al pueblo, porque es la mejor tropa y que prefiero al pueblo que a todas las columnas armadas juntas, les digo que lo primero que haré siempre, cuando vea en peligro la Revolución, es llamar al pueblo (APLAUSOS). Porque hablándole al pueblo nos podemos ahorrar sangre; porque aquí, antes de tirar un tiro, hay que llamar mil veces al pueblo y hablarle al pueblo para que el pueblo, sin tiros, resuelva los problemas. Yo, que tengo fe en el pueblo, y lo he demostrado, y sé lo que puede el pueblo, y creo que lo he demostrado, les digo que si el pueblo quiere aquí no vuelve a sonar nunca más un tiro en este país (APLAUSOS). Porque la opinión pública tiene una fuerza extraordinaria y tiene una influencia extraordinaria, sobre todo cuando no hay dictadura. En la época de dictadura la opinión pública no es nada, pero en la época de la libertad la opinión pública lo es todo, y los fusiles se tienen que doblegar y arrodillar ante la opinión pública (APLAUSOS). ¿Voy bien, Camilo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Camilo!”)
Le hablo al pueblo en esta forma porque siempre me ha gustado prever, y creo que hablándole previsoramente al pueblo la Revolución puede evitar los únicos peligros que le quedan por delante; y yo les diré que no son tan grandes, pero sí quisiera que para que la Revolución se consolidara, no hubiera que derramar una sola gota más de sangre cubana (APLAUSOS).
Mi gran preocupación es que en el extranjero, donde esta Revolución es la admiración del mundo entero, no tenga que decirse dentro de tres semanas, o cuatro semanas, o un mes, o una semana, que aquí se volvió a derramar sangre cubana para consolidar esta Revolución, porque entonces no sería ejemplo esta Revolución (APLAUSOS).
No hubiera hablado yo así cuando nosotros éramos un grupo de 12 hombres, porque cuando éramos un grupo de 12 hombres todo lo que teníamos por delante era pelear, pelear y pelear, y había mérito en combatir en esas circunstancias; pero hoy, que nosotros tenemos los aviones, los tanques, los cañones y la inmensa mayoría de los hombres armados, la marina de guerra, numerosas compañías del ejército y un poder enorme en el orden militar (EXCLAMACIONES DE: “¡Y el pueblo!”, “¡Y el pueblo!”) Pueblo... voy a la idea que les quería decir: hoy que tenemos todo eso, me preocupa mucho ver combatir, porque así no hay mérito en combatir; preferiría irme a la Sierra Maestra otra vez, con 12 hombres, a pelear contra todos los tanques, a venir con todos los tanques a tirarle un tiro a nadie aquí (APLAUSOS).
Y a quien le pido que nos ayude mucho, al que le pido de corazón que me ayude, es al pueblo (APLAUSOS), a la opinión pública, para desarmar a los ambiciosos, para condenar de antemano a los que desde ahora están empezando a asomar las orejas (APLAUSOS).
Yo no voy a extenderme hoy en ataques de tipo personal o específico, porque es muy reciente y demasiado pronto para entrar en polémicas públicas —aunque cuando haya que entrar, no me importa, porque tengo la frente alta y estoy dispuesto a discutir con la verdad cuando sea necesario—, porque hay una alegría muy grande en el pueblo, y porque en la masa de los combatientes, no voy a decir que en todos sus líderes, aunque sí en la mayor parte de los líderes, porque en la mayor parte de los líderes —y ahí está Carlos Prío Socarrás como ejemplo, que ha venido a Cuba en una actitud de ayudar a la Revolución incondicionalmente, como dice, y no aspirar absolutamente a nada— (APLAUSOS); no ha protestado del hecho, no ha protestado absolutamente nada, no ha mostrado la menor queja, ni la menor inconformidad por el gabinete, sabe que hay un gabinete de hombres honrados y de hombres jóvenes, que bien merece que se le otorgue un voto de confianza para trabajar.
Y ahí están los dirigentes de otras organizaciones, en la misma disposición. Y también hay una cosa: las masas de los combatientes, los hombres que pelearon y que no se guían más que por ideales, los hombres que combatieron, de todas las organizaciones, esos están en una postura muy patriótica y son de sentimientos muy revolucionarios y muy nobles, pues pensarán siempre como piensa el pueblo, porque yo estoy seguro de que el que trate de ponerse con la locura de tratar de provocar una guerra civil, va a tener la condenación del pueblo entero (APLAUSOS), y el abandono de los combatientes de fila, que no lo seguirán. Y hay que estar verdaderamente loco para retar, no solo a la fuerza en las condiciones en que la tenemos hoy, sino a la razón, al derecho de la patria y al pueblo entero de Cuba (APLAUSOS).
Y todo esto lo digo, porque quiero hacerle una pregunta al pueblo; quiero hacerle una pregunta al pueblo que me interesa mucho, y le interesa mucho al pueblo, que la responda: ¿Para qué estar almacenando armas clandestinamente en estos momentos? ¿Para qué estar escondiendo armas en distintos lugares de la capital? ¿Para qué estar contrabandeando armas en estos momentos? ¿Para qué? Y yo les digo que hay elementos de determinada organización revolucionaria que están escondiendo armas (EXCLAMACIONES DE: “¡A buscarlas!), que están almacenando armas, y que están contrabandeando armas. Todas las armas que agarró el Ejército Rebelde están en los cuarteles, que de ahí no se ha tocado una sola, no se las ha llevado nadie para su casa, ni las ha escondido; están en los cuarteles, bajo llave; lo mismo en Pinar del Río, que en La Cabaña, que en Columbia, que en Matanzas, que en Santa Clara, que en Camagüey y que en Oriente; no se han cargado camiones con armas para esconderlos en ninguna parte, porque esas armas deben estar en los cuarteles.
Les voy a hacer una pregunta, porque hablando claro y analizando los problemas es como se resuelven, y yo estoy dispuesto a hacer lo que esté al alcance de mi mano por resolverlos como se deben resolver: con la razón y la inteligencia, y con la influencia de la opinión pública, que es la que manda, no con la fuerza; porque si fuera a creer en la fuerza, que tenía que resolverse con la fuerza, no habría que hablar con el pueblo, ni plantearle este problema, sino ir a buscar las armas esas (APLAUSOS).
Y lo que hay que buscar aquí es que los combatientes revolucionarios, los hombres idealistas, que pueden ser engañados con esa maniobra, abandonen a los falsos lidercillos que están en esa postura y vengan a ponerse al lado del pueblo, que es al que tienen que servir antes que nada.
Yo les voy a hacer una pregunta: ¿Armas para qué?, ¿para luchar contra quién?, ¿contra el Gobierno Revolucionario, que tiene el apoyo de todo el pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Es acaso lo mismo el magistrado Urrutia gobernando la República que Batista gobernando la República? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Armas para qué?, ¿hay dictadura aquí? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Van a pelear contra un gobierno libre, que respeta los derechos del pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), ¿ahora que no hay censura, y que la prensa es enteramente libre, más libre de lo que ha sido nunca, y tiene además la seguridad de que lo seguirá siendo para siempre, sin que vuelva a haber censura aquí? (APLAUSOS), ¿hoy, que todo el pueblo puede reunirse libremente?, ¿hoy, que no hay torturas, ni presos políticos, ni asesinatos, ni terror?, ¿hoy que no hay más que alegría, que todos los líderes traidores han sido destituidos en los sindicatos, y que se va a convocar inmediatamente a elecciones en todos los sindicatos? (APLAUSOS.) Cuando todos los derechos del ciudadano han sido restablecidos, cuando se va a convocar a unas elecciones en el más breve plazo de tiempo posible, ¿armas, para qué?, ¿esconder armas, para qué? ¿Para chantajear al Presidente de la República?, ¿para amenazar aquí con quebrantar la paz?, ¿para crear organizaciones de gánsteres? ¿Es que vamos a volver al gangsterismo?, ¿es que vamos a volver al tiroteo diario por las calles de la capital? ¿Armas, para qué?
Pues yo les digo a ustedes que hace dos días elementos de determinada organización fueron a un cuartel, que era el cuartel San Antonio, cuartel que estaba bajo la jurisdicción del comandante Camilo Cienfuegos y bajo la jurisdicción mía, como Comandante en Jefe de todas las fuerzas, y las armas que estaban recogidas allí se las llevaron, se llevaron 500 armas y 6 ametralladoras y 80 000 balas (EXCLAMACIONES DE: “¡A buscarlas!”).
Y honradamente les digo que no se pudo haber cometido provocación peor. Porque hacerles eso a hombres que han sabido pelear aquí por el país durante dos años, a hombres que hoy están responsabilizados con la paz del país y quieren hacer las cosas bien hechas, es una canallada y es una provocación injustificable.
Y lo que hemos hecho nosotros no es ir a buscar los fusiles esos; porque, precisamente —lo que les decía antes— lo que querernos es hablar con el pueblo, utilizar la influencia de la opinión pública, para que los lidercillos que andan detrás de esas maniobras criminales, se queden sin tropa. Para que los combatientes idealistas —y los hombres que han combatido en cada organización aquí son verdaderos idealistas—, lo sepan, para que exijan responsabilidad por esos hechos.
Y es por eso que nosotros no nos hemos dejado ni provocar, los hemos dejado tan tranquilos por ese robo de armas, robo injustificado, porque aquí no hay dictadura y nadie tema que nosotros nos vayamos a convertir en dictadores, y les voy a decir por qué, se los voy a decir: se convierte en dictador el que no tiene al pueblo y tiene que acudir a la fuerza, porque no tiene votos el día que tenga que aspirar (APLAUSOS). No nos podemos convertir en dictadores los hombres que hemos visto tanto cariño en el pueblo, un cariño unánime, total y absoluto en el pueblo; aparte de nuestros principios, porque jamás incurriremos en la grosería de ostentar por la fuerza una posición, porque repugnamos eso, que por algo hemos sido los abanderados de esta lucha contra la asquerosa y repugnante tiranía (APLAUSOS).
Nosotros jamás necesitaremos de la fuerza, porque tenemos el pueblo, y además porque el día que el pueblo nos ponga mala cara, nada más nos ponga mala cara, nos vamos (APLAUSOS). Porque entendemos esto corno un deber, no corno un placer; entendernos esto como un trabajo, que por algo ni dormimos, ni descansamos, ni comemos, recorriendo la isla y trabajando honradamente por servir a nuestro país; que por algo no tenemos nada, y por algo seremos siempre hombres que no tendremos nada (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Tienes al pueblo!”). Y jamás nos verá el pueblo con una inmoralidad, ni concediendo un privilegio a nadie, ni tolerando una injusticia, ni robando, ni enriqueciéndonos, ni cosas por el estilo; porque el poder lo concebimos como un sacrificio, y créanme que si no fuera así, después de todas las muestras de cariño que yo he recibido del pueblo, de toda esa manifestación apoteósica de hoy, si no fuera un deber el que uno tiene que cumplir, lo mejor era irse, retirarse, o morirse; porque después de tanto cariño y de tanta fe, ¡miedo da el no poder cumplir como uno tiene que cumplir con este pueblo! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y si no fuera por ese deber, si no fuera por ese deber —lo digo— lo que yo haría sería despedirme del pueblo, y quedar siempre con el cariño que tengo hoy, y que me llamen con las mismas frases de aliento con que me han llamado hoy.
Sin embargo, yo sé que el poder es una tarea ardua, complicada, que las misiones y las tareas de nosotros como este mismo problema que se nos presenta, realmente es un problema difícil y está lleno de amarguras, y lo afronta uno porque lo único que uno no le va a decir al pueblo en esta hora es: “Me voy.” (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva el padre de la patria!” SEGUIDO DE UNA OVACION CERRADA.)
Además, por otra razón no nos interesa la fuerza: porque el día que alguien se alzara aquí con la fuerza, y yo me atrevería a llamar al peor enemigo y al que menos simpatizara conmigo, si estuviera dispuesto a cumplir con el pueblo, y le diría: “Mire, tome todas esas fuerzas, todas esas tropas y todas esas armas”, y me quedaría tan tranquilo, porque sé que el día que se alzara con la fuerza, me iba yo otra vez para la Sierra Maestra e íbamos a ver cuánto duraba la dictadura esa ahí en el poder (APLAUSOS).
Yo creo que son razones más que suficientes para que todo el mundo crea que a nosotros no nos interesa controlar ningún poder por la fuerza.
El Presidente de la República me ha encomendado la más espinosa de todas las tareas, la tarea de reorganizar los institutos armados de la República y me ha asignado el cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas de aire, mar y tierra de la nación (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Te lo mereces!”). No, no me lo merezco, porque eso es un sacrificio para mí, y en definitiva para mí eso no es ni motivo de orgullo, ni motivo de vanidad, y lo que es para mí es un sacrificio. Pero yo quiero que el pueblo me diga si cree que debo asumir esa función (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).
Creo que si hicimos un ejército con 12 hombres, y esos 12 hombres hoy estén al frente de los mandos militares, creo que si enseñamos a nuestro ejército que a un prisionero jamás se asesinaba, que a un herido jamás se abandonaba, que a un preso jamás se golpeaba, somos los hombres que podemos enseñar a todos los institutos armados de la República las mismas cosas que enseñamos a ese ejército (APLAUSOS). Para tener unos institutos armados donde ni uno solo de sus hombres vuelva jamás a golpear a un prisionero, ni a torturarlo, ni a matarlo (APLAUSOS). Y porque, además, podemos servir de puente entre los revolucionarios y los militares decentes, los que no han robado, ni han asesinado, porque esos militares, los que no han robado y los que no han asesinado, tendrán derecho a seguir perteneciendo a las fuerzas armadas (APLAUSOS); como también les digo que el que haya asesinado, no lo salva nadie del pelotón de fusilamiento (APLAUSOS PROLONGADOS).
Además, todos los combatientes revolucionarios que deseen pertenecer a las fuerzas regulares de la República tienen derecho, pertenezcan a la organización que pertenezcan, con sus grados... Las puertas están abiertas para todos los combatientes revolucionarios que quieran luchar y que quieran hacer una tarea en beneficio del país. Y si eso es así, si hay libertades, si hay un gobierno de hombres jóvenes y honrados, si el país está contento, si tiene confianza en ese gobierno y en los hombres que están mandando las fuerzas armadas, si va a haber unas elecciones, si las puertas están abiertas para todos, ¿por qué almacenar armas?
Yo quiero que me digan si el pueblo lo que quiere es que haya paz, o lo que quiere es que en todas las esquinas haya un tipo armado con un fusil; yo quiero que me digan si el pueblo está de acuerdo o considera que es correcto que todo el que quiera aquí tenga un ejército particular, que no obedezca más que a su jefecito (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”); si así puede haber orden y paz en la República (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
(ALGUIEN EXCLAMA: “¡Depuración de las fuerzas armadas!”) Superdepuración, no depuración (APLAUSOS).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Habla de Raúl!”) Raúl está en el Moncada, que es donde tiene que estar ahora.
Y esos son los problemas que hoy he querido plantear ante el pueblo. Lo antes posible tienen que marcharse los fusiles de las calles y desaparecer los fusiles de las calles (APLAUSOS). Porque ya no hay enemigo enfrente, porque ya no hay que pelear contra nadie; y si algún día hay que pelear contra un enemigo extraño o contra un movimiento que venga contra la Revolución, no pelearán cuatro gatos, peleará el pueblo entero (APLAUSOS PROLONGADOS).
Donde las armas tienen que estar es en los cuarteles, que nadie tiene derecho a tener ejércitos particulares aquí (APLAUSOS).
Esos elementos que andan con esas maniobras sospechosas, tal vez hayan encontrado pretexto para hacer eso en el hecho de que yo haya sido designado, y los compañeros míos, para un trabajo que es el que nos asignó el Presidente, y han hablado de que si hay ejército político. ¿Ejército político, cuando como les dije a ustedes, tenemos a todo el pueblo, que ese es de verdad nuestro ejército político?
Hoy yo quiero advertir al pueblo, y yo quiero advertir a las madres cubanas, que yo haré siempre cuanto esté a nuestro alcance por resolver todos los problemas sin derramar una gota de sangre (APLAUSOS). Yo quiero decirles a las madres cubanas que jamás, por culpa nuestra, aquí volverá a dispararse un solo tiro; y yo quiero pedirle al pueblo, como le quiero pedir a la prensa, como le quiero pedir a todos los hombres sanos y responsables del país, que nos ayuden a resolver estos problemas con el apoyo de la opinión pública, no con transacciones, porque cuando la gente se arma y amenaza para que le den algo, eso es una inmoralidad, y eso no lo aceptaré jamás (APLAUSOS). Porque después que determinados elementos se han puesto a almacenar armas, digo aquí que no aceptaré la menor concesión, porque eso sería rebajar la moral de la Revolución (APLAUSOS). Y que lo que hay que hacer es que el que no pertenezca a las fuerzas regulares de la República —a donde tiene derecho a pertenecer todo combatiente revolucionario—, que devuelva las armas a los cuarteles, porque aquí las armas sobran cuando ya no hay tiranía y está demostrado que las armas solo valen cuando se tiene la razón, y se tiene al pueblo, y de lo contrario, no sirven más que para asesinar y para cometer fechorías (APLAUSOS).
Quiero decirle además al pueblo que puede tener la seguridad de que las leyes del país serán respetadas y que aquí no habrá gangsterismo, ni pandillerismo, ni bandolerismo; sencillamente, porque no habrá tolerancia. Las armas de la República están hoy en manos de los revolucionarios. Esas armas, tengo la esperanza de que no habrá que usarlas jamás, pero el día que el pueblo lo ordene para garantizar su paz, su tranquilidad y sus derechos, cuando el pueblo lo pida, cuando el pueblo lo quiera, cuando ya sea una necesidad, entonces esas armas cumplirán con lo que tienen que cumplir, y cumplirán con su deber, sencillamente (APLAUSOS).
Nadie piense que vamos a caer en provocaciones, porque estamos demasiado serenos para caer en provocaciones, porque tenemos unas responsabilidades muy grandes para precipitarnos nunca en tomar medidas, ni en hacer alardes ni cosa que se parezca, y porque estoy muy consciente de que aquí hay que agotar siempre —y agotaré siempre— todos los medios persuasivos, y todos los medios razonables, y todos los medios humanos para evitar que se derrame una sola gota de sangre más en Cuba. Así que en provocaciones, nadie tema que caiga; porque cuando la paciencia se nos haya acabado a todos nosotros, buscaremos más paciencia, y cuando la paciencia se nos vuelva a acabar, volveremos a buscar más paciencia; esa será nuestra norma (APLAUSOS). Y esa tiene que ser la consigna de los hombres que tienen las armas en la mano y de los que tienen el poder en la mano: no cansarse nunca de soportar, no cansarse nunca de resignarse a todas las amarguras y a todas las provocaciones, excepto cuando ya se vayan a poner en peligro los intereses más sagrados del pueblo. Pero eso cuando de verdad se demuestre, eso cuando ya sea una demanda de la nación entera, de la prensa, de las instituciones cívicas, de los trabajadores, y de todo el pueblo; cuando lo pidan, y solo cuando lo pidan. Y lo que haré siempre, en cada una de esas circunstancias, es venir y decirle al pueblo: “Miren, ha pasado esto.”
Esta vez he omitido nombres, porque no quiero envenenar la atmósfera, porque no quiero aumentar la tensión; lo que simplemente quiero es prevenir al pueblo de esos peligros, porque sería muy triste que esta Revolución que tanto sacrificio ha costado —no que se vaya a frustrar, porque esta Revolución no se frustra de ninguna manera, porque ya se sabe que con el pueblo y con todo lo que hay a favor del pueblo, no hay el menor peligro—, pero sí sería muy triste que después del ejemplo que se ha dado a América, aquí se vuelva a disparar un tiro.
Es verdad que en casi todas las revoluciones, después de la lucha, viene otra, y después viene otra —y observen la historia de todas las revoluciones, en México y en todas partes. Sin embargo, parecía que esta iba a ser una excepción, como ha sido una excepción en todo lo demás; ha sido extraordinaria en todo lo demás, y quisiéramos que también fuera extraordinaria en el hecho de que no se disparara más un tiro aquí; y creo que se logrará, creo que la Revolución triunfará sin que se dispare más un tiro, ¿saben por qué? Porque es realmente admirable el grado de conciencia que se ha desarrollado en el país, el civismo de este pueblo, la disciplina de este pueblo, el espíritu de este pueblo; realmente, me siento orgulloso de todo el pueblo, tengo una fe extraordinaria en el pueblo de Cuba (APLAUSOS). Vale la pena sacrificarse por nuestro pueblo.
Hoy tuve el gusto de dar un ejemplo delante de toda la prensa: estaba la multitud delante del Palacio Presidencial, y me decían que hacía falta 1 000 hombres para salir de allí; entonces, me paré y le pedí al pueblo que hiciera dos filas, que no hacía falta ningún hombre, que yo solo iba a ir allí, y en pocos minutos el pueblo hizo sus dos filas, y pasamos por allí, sin problemas de ninguna clase. Ese es el pueblo de Cuba, y esa prueba se dio delante de todos los periodistas (APLAUSOS).
Desde ahora, ya se acabaron los agasajos y las ovaciones; desde ahora, para nosotros: a trabajar, mañana será un día igual que otro cualquiera, y todos los demás igual, y nos acostumbraremos a la libertad. Ahora estamos contentos porque hacía mucho tiempo que no éramos libres, pero dentro de una semana nos preocuparán otras cosas: si tenemos dinero para pagar el alquiler, si la luz eléctrica, si la comida, que esos son los problemas que de verdad tiene que resolver el Gobierno Revolucionario, el millón de problemas que tiene el pueblo de Cuba, y que para eso tiene un consejo de ministros de hombres jóvenes que yo sé que están poseídos de un entusiasmo, que tengo la seguridad de que van a cambiar a la República, tengo la seguridad (APLAUSOS PROLONGADOS). Además porque hay un Presidente que está seguro en el poder, que no lo amenaza ningún peligro, porque los peligros de que yo hablaba, no eran los peligros de que el régimen sufriera algún peligro de ser derrocado, son a mil leguas de distancia de eso; yo hablaba del peligro de que se derramara una sola gota de sangre más. Pero el Presidente de la República está consolidado, reconocido ya por todas las naciones —no todas, pero rápidamente lo están reconociendo todas las naciones del mundo—, y cuenta con el respaldo del pueblo y con el respaldo de nosotros, con el respaldo de las fuerzas revolucionarias; y respaldo verdadero, y respaldo sin condiciones, respaldo sin pedir ni reclamar nada, porque aquí hemos luchado por los fueros del poder civil, y lo vamos a demostrar, que para nosotros los principios están por encima de toda otra consideración y que no luchamos por ambiciones.
Creo que hemos demostrado suficientemente haber luchado sin ambiciones. Creo que ningún cubano albergue sobre ello la menor duda.
Así que ahora todos tenemos que trabajar mucho. Yo, por mi parte, estoy dispuesto a hacer todo lo más que se pueda en beneficio del país, como sé que están todos mis compañeros, como sé que está el Presidente de la República y como sé que están todos los ministros, que no van a descansar. Y yo les aseguro que si hoy sale uno de Cuba y regresa dentro de dos años, no va a conocer esta República.
Veo un extraordinario espíritu de colaboración en todo el pueblo, veo a la prensa, a los periodistas, a todos los sectores del país, deseosos de ayudar, y eso es lo que hace falta. Y es que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y en estos siete años ha aprendido por setenta. Se dijo que el golpe de Estado había sido un retraso de veinticinco años; si fue así —y aquello era de verdad un retraso de veinticinco años—, ahora hemos dado un avance de cincuenta. La República está desconocida: nada de politiquería, nada de vicio, nada de juego, nada de robo. Hemos empezado hace unos días, y ya está casi desconocida la República.
Ahora nos queda un trabajo grande por hacer. Todos los problemas relacionados con las fuerzas armadas, son problemas que estarán relacionados con nuestras futuras actividades, pero, además, siempre haremos todo lo que esté al alcance de nuestras manos por todo el pueblo, porque yo no soy militar profesional, ni de carrera, ni mucho menos; yo estaré aquí el tiempo mínimo, y cuando termine aquí voy a hacer otras cosas porque, sinceramente, yo no voy a hacer falta aquí en esto (EXCLAMACIONES). Me refiero a que no voy a hacer falta dentro de las actividades de tipo militar, y que tengo otras ilusiones, de otras clases. Y eso mismo, entre otras cosas: el día que quiera tirar tiros, pelear, cimentar una inquietud, hay mucho campo aquí donde hacer las cosas (APLAUSOS).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Hay que fomentar fuentes de trabajo!”) Si no resolvemos todos esos problemas, esta no sería una revolución, compañeros, porque creo que el problema fundamental de la República en estos momentos, y lo que dentro de poco estará necesitando el pueblo, cuando pase la alegría del triunfo, es trabajo, la manera de ganarse la vida decorosamente (APLAUSOS).
Pero no es eso solo, compañeros; hay mil cosas más de las cuales yo he estado hablando todos estos días, que imagino que ustedes, el que más y el que menos, habrá escuchado por la radio y por la prensa, y además, porque no vamos a agotar todos los temas en una sola noche.
Vamos a quedarnos pensando en estos problemas de los que les he hablado hoy, y vamos a concluir la larga jornada —que aunque yo no estoy cansado, sé que ustedes tienen que regresar a las casas y están lejos. (EXCLAMACIONES DE: “¡No importa!”, “¡Sigue!”)
Yo tenía el compromiso de ir al programa “Ante la Prensa” esta noche a las 10:30 o a la hora que fuera, y ya es la 1:30 (EXCLAMACIONES DE: “¡Mañana!”) Bueno, lo dejaré para mañana.
Ustedes tendrán oportunidad de escuchar por la prensa, por la radio y por todos los medios posibles, a los ministros.
Todos los amigos míos de tanto tiempo, de dondequiera han venido: de la escuela, del barrio. Casi estoy por decirles que conozco ya a todos los cubanos...
Y decía que tendrán oportunidad de oír a los ministros, cada uno de los cuales tiene sus planes y expondrán su programa; y cada uno de los hombres que está en el consejo de ministros está grandemente compenetrado con todos los demás elementos revolucionarios.
El Presidente de la República, con el derecho que le corresponde —porque se eligió sin condiciones—, ha elegido una mayoría de ministros del Movimiento 26 de Julio. Tenía su derecho, y al pedir nuestra colaboración, la ha tenido plenamente, y nos responsabilizamos con ese Gobierno Revolucionario.
Lo que yo he dicho en otra parte: nadie vaya a creer que las cosas se van a resolver de la noche a la mañana. La guerra no se ganó en un día, ni en dos, ni en tres, y hubo que luchar duro; la Revolución tampoco se ganará en un día, ni se hará todo lo que se va a hacer en un día. Además, le he dicho al pueblo en otros actos que no se vayan a creer que esos ministros son unos sabios —empiezo por decirles que ninguno ha sido ministro antes, o casi ninguno. Así que nadie sabe ser ministro, eso es una cosa nueva para ellos; lo que están es llenos de buenas intenciones. Y yo digo en esto, igual que digo de los comandantes rebeldes: miren, el comandante Camilo Cienfuegos no sabía de guerra, ni de manejar un arma, absolutamente nada. El Che no sabía nada; cuando conocí al Che en México se dedicaba a disecar conejos y hacer investigaciones médicas. Raúl tampoco sabía nada; Efigenio Ameijeiras tampoco sabía nada; y al principio no sabían nada de guerra, y al final se les podía decir, como les dije: “Comandante, avance sobre Columbia, y tómela”; “Comandante, avance sobre La Cabaña, y tómela”; “Avance sobre Santiago, y tómelo”, y yo sabía que lo tomaban... (APLAUSOS PROLONGADOS). ¿Por qué? Porque habían aprendido.
Es posible que los ministros ahora no tengan grandes aciertos, pero estoy seguro de que dentro de unos meses van a saber resolver todos los problemas que les presente el pueblo, porque tienen lo más importante: el deseo de acertar y de ayudar al pueblo; y, sobre todo, estoy seguro de que ni uno solo, jamás, cometerá una de las faltas clásicas de los ministros. ¿Ustedes saben cuál es, no? (EXCLAMACIONES DE: “¡Robar!”, “¡Robar!”) ¡Ah!, ¿cómo lo saben?
Pues, sobre todo, eso: la moral, la honradez de esos compañeros. No serán sabios, porque aquí nadie es sabio, pero sí les aseguro que hay honrados de sobra, que es lo que se está pidiendo. ¿No es lo que ha estado pidiendo el pueblo siempre, un gobierno honrado? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Entonces, vamos a darles un voto de confianza, vamos a dárselo, vamos a esperar (EXCLAMACIONES). Sí, son del “26” la mayoría, pero si no sirven, después vendrán los del 27, o los del 28. Ya sabemos que hay mucha gente capacitada en Cuba, pero todos no pueden ser ministros. ¿O es que acaso el “26 de Julio” no tiene derecho a hacer un ensayo de gobernar la República? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).
Así que eso es todo por hoy. Realmente, nada más me falta algo... Si supieran, que cuando me reúno con el pueblo se me quita el sueño, el hambre; todo se me quita. ¿A ustedes también se les quita el sueño, verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!)
Lo importante, o lo que me hace falta por decirles, es que yo creo que los actos del pueblo de La Habana hoy, las concentraciones multitudinarias de hoy, esa muchedumbre de kilómetros de largo —porque esto ha sido asombroso, ustedes lo vieron; saldrá en las películas, en las fotografías—, yo creo que, sinceramente, ha sido una exageración del pueblo, porque es mucho más de lo que nosotros merecemos (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión —en que estoy seguro de que se van a volver a reunir las muchedumbres—, y es el día en que muramos, porque nosotros, cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día, se volverá a reunir tanta gente como hoy, porque nosotros ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!
(OVACION.)
VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO