ARGENTINA
26/05/2019
El mayo caliente del 69
Los
antecedentes del «Mayo del 69” parten de sucesivos golpes de Estado, de
represiones como la «Noche de los Bastones Largos” y de la connivencia
entre un sector del sindicalismo y los militares. Pero en los últimos
años de la década del ’60 comienza otra etapa para los obreros y
estudiantes en lucha: no sólo se conforma la CGT de los Argentinos sino
que la calle se convierte en un espacio de protesta y de levantamiento
popular. Así lo demuestra la historia al rememorar el Correntinazo, el
Rosariazo y el Cordobazo. Por Leónidas Ceruti.
Cielito cielo que sí
cielo del sesenta y nueve
con el arriba nervioso
y el abajo que se mueve
Párrafo de «Cielo del 69” de Mario Benedetti
1.- Un mundo convulsionado
Los conflictos a nivel mundial crecieron en los años 60 y 70, afectando a los países capitalistas desarrollados y dependientes, con manifestaciones veladas en los socialistas, como la Unión Soviética, o más claras en Checoslovaquia y Polonia.En esos años se vivieron la Revolución Cubana, el Mayo francés, el asesinato del Che Guevara, el otoño caliente del 69 en Italia, la Guerra de Vietnam, las luchas por los derechos civiles en EEUU, y el surgimiento de la nueva izquierda en varios países. Nació una contracultura en las artes, las letras, la música, la vida cotidiana, la sexualidad, la vestimenta, las costumbres.
2.- Golpes, proscripciones y democracia restringida
La etapa entre 1955 y 1966, se abrió y cerró con un golpe militar, donde se dieron restauraciones «democráticas” con proscripciones, momentos de violencia y otros de consenso pasivo. Fue un periodo de crisis del sistema, de la democracia parlamentaria, de la representación política y un estado deliberativo en las Fuerzas Armadas. Se evidenció una mayor presencia de las inversiones extranjeras, progresivo control de la economía por los monopolios internacionales, polarización de las fuerzas sociales y se intensificó la conflictividad social.Así se sucedieron el golpe militar del 55, la Revolución Fusiladora, proscripción y persecución del peronismo, resistencia del pueblo, pacto Perón-Frondizi, gobierno desarrollista, Plan Conintes de represión al movimiento obrero, nuevo golpe militar, democracia restringida, gobierno de Illia, y otro golpe cívico-militar en 1966.
3.- Un nuevo golpe de militares y civiles
Desde 1963, las relaciones entre el Ejército, el sindicalismo, los medios de prensa y el gobierno radical fueron cada vez más distantes. Entre los militares se hicieron fuertes las opiniones de conformar un gobierno que excluyendo a los partidos políticos, integrara a las FF. AA con poderosos empresarios y jerarcas sindicalistas. A su vez una campaña periodística minó el prestigio del gobierno, acusándolo de lento e ineficiente.La prédica dió sus frutos el 28 de junio de 1966, cuando un movimiento encabezado por el Gral. Juan C. Onganía destituyó al presidente Arturo Illía. El proyecto llamado pomposamente «Revolución Argentina”, se sustentó en el desprestigio del sistema parlamentario ante los ojos de la clase obrera y de los sectores medios, que hicieron suyas las consignas lanzadas desde el gobierno «Abajo el Parlamento”, «Abajo los partidos políticos que nada solucionan”, «Adelante con la Revolución Argentina”.
A medida que el gobierno dictatorial fue avanzando en su gestión esa «revolución prometida” mostró su verdadero rostro al irse profundizando la crisis, la creciente acción represiva ante las luchas en ascenso, y se fue deteriorando más y más ese ensayo que al decir de sus impulsores «no tenía tiempos ni plazos, sino objetivos”, y esquematizaron sus metas en los llamados «tiempo económico”, «tiempo social” y «tiempo político”. En lo económico, el plan de Krieger Vasena, se proponía una transición hacia el desarrollo de la industria pesada y la infraestructura necesaria. El proyecto recibió el apoyo del FMI (stand by por 125 millones de dólares en marzo de 1967) y del gobierno de Estados Unidos. La crisis comenzó cuando no se pudieron mantener la estabilidad de los precios internos de los productos agropecuarios, que fueron en progresivo aumento. Los signos fueron inflación creciente, recesión y las economías regionales en crisis y estado terminal.
3.1.-La cueva bolchevique
La Universidad, que había sobresalido por la excelencia académica y las investigaciones, fue acusada por la politización de los claustros de profesores y estudiantes, el excesivo presupuesto, y fue bautizada como «la cueva bolchevique”.El viernes 29 de julio de 1966, a través del decreto ley 16912, se anulaba el gobierno tripartito y subordinaba a las autoridades de las Universidades al Ministerio de Educación. Luego vendría la «Noche de los bastones largos” con la represión para docentes y estudiantes en la Universidad de Buenos Aires. Renunciaron 1400 docentes. El interventor, Luis Botet, declaro «Hay algo que es superior a la enseñanza, a la ciencia, a la investigación, a la renuncia de 1000 profesores, ese algo es el principio de autoridad”.
En los claustros universitarios, la lucha se inició desde el mismo día de la asonada militar, y estuvo centrada en las luchas contra la intervención, el limitacionismo, la autonomía universitaria y por el gobierno tripartito. El Secretario de Prensa del gobierno nacional declaró: «Se habla de un avasallamiento de la universidad, cuando lo que se quiere es salvarla del comunismo, el gobierno dispone de instrumentos legales y de fuerza para proceder y comienza a hacerlo con toda decisión, de lo que no dispone más es de paciencia. La resolución del gobierno de obrar con la energía que requiere el deber de contener el desorden que se ha provocado, lamenta las víctimas en la policía y las víctimas de los provocadores y lamenta las víctimas que vendrán, porque a partir de ahora no se admitirá ese desorden”.
3.2.- Buenos muchachos: Vandor, Coria, Alonso
No llamó la atención en el acto de asunción de Onganía, la asistencia de empresarios y sindicalistas, se confirmaba así el acuerdo entre las FF. AA, el poder económico y la delegación de dirigentes sindicales que estuvo integrada por Vandor, Izzeta, Taccone, Niembro y Coria, por las «62 Vandoristas”; Alonso y Cristófoli lo hicieron por las «62 de pie junto a Perón”, mientras por los llamados sindicatos independientes lo hizo Armando March.Cuando a escasos días de su asunción, el gobierno decidió la disolución de los partidos políticos, clausurando sus locales e incautando sus bienes e intervino las Universidades, muchos se preguntaron ¿Por qué no la CGT?. Se estaba cumpliendo un compromiso, y en virtud de ello, la central obrera se negó a tomar partido en el problema universitario y apoyó sin reservas la disolución de las agrupaciones políticas.
La posterior firma del convenio de los metalúrgicos en la Casa de Gobierno fue otro símbolo de la buena relación de Vandor y algunos sindicalistas con los militares.
A pesar de ello, entre las primeras medidas tomadas por la dictadura estuvo la sanción de la ley 16.936 de «Arbitraje Obligatorio”, medida duramente criticada por los sindicalistas, ya que la misma limitaba el derecho de huelga. En febrero de 1967, la CGT intentó presionar al gobierno anunciando un plan de lucha. Los militares contraatacaron con rapidez: se denunció la existencia de un plan terrorista, se interrumpió el diálogo con la central obrera y se suspendió la personería gremial de la FOTIA, Unión Ferroviaria, UOM, FOETRA y otros sindicatos.
Los anunciados reordenamientos portuarios y ferroviarios provocaron huelgas. Se agregaron paros en General Motors, empleados de farmacia, lecheros, papeleros, textiles, metalúrgicos, transporte, portuarios, maestros, construcción. En Tucumán, los enfrentamientos de los obreros de los Ingenios azucareros, con las patronales y la política impulsada desde el gobierno llevaron a la ocupación de varias empresas, manifestaciones, y hasta choques armados, lo que originó una fuerte represión, con el asesinato de la militante Hilda Guerrero de Molinas.
La agresión hacia las conquistas históricas de la clase obrera continuó en los años venideros. Agustín Tosco las sintetizó: «retiro de personería a sindicatos, desconocimiento de las representaciones laborales en organismos del estado, imposición del arbitraje obligatorio, anulación del salario mínimo, vital y móvil, legislación contra el derecho de huelga, anulación de la ley 1884 de indemnización reduciendo sus montos a la mitad, cesantías, suspensiones, rebajas de categorías, pérdidas de salario, suspensión de la estabilidad en varias convenciones colectivas de trabajo: aumento de la edad para jubilarse y régimen de alquileres de libre contratación”.
4.-La hora de la lucha antidictatorial: Nace la CGT de los Argentinos
El Congreso Normalizador de la CGT, citado para el 28 de marzo de 1968, fue el momento para que las distintas corrientes del sindicalismo chocaran entre sí.Buena parte de los delegados concurrieron con un espíritu de hostilidad hacia los sindicalistas «colaboracionistas” y «participacionistas”. La CGT quedó quebrada en dos. Se retiraron tanto vandoristas como colaboracionistas, constituyendo la «CGT Azopardo”, que pasó a ser la «CGT oficialista”, mientras que el resto de los gremios conformaron la CGT de los Argentinos(CGTA) o de Paseo Colón.
Como Secretario General de la CGTA se designó a Raimundo Ongaro, y el conglomerado de fuerzas políticas, sindicales y estudiantiles que la integraron lo hicieron tras un programa antiimperialista, antimonopolista, antioligárquico y contra la dictadura militar.
Sus principios se explicitaron en el «Mensaje a los trabajadores y el pueblo – Programa del 1º de Mayo de 1968”, que pasó ha ser un documento histórico de los trabajadores argentinos, redactado por Rodolfo Walsh, mientras que Ongaro le dió los últimos retoques.
El programa se presentó en el acto por el día de los trabajadores, encabezado por Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, en el Córdoba Sport Club. Sus principales consignas fueron «Más vale honra sin sindicatos que sindicatos sin honra” y «Unirse desde abajo y organizarse combatiendo”.
La CGTA publicó un semanario, dirigido por Rodolfo Walsh, y denominado «CGT”, editando 55 números, llegando a imprimirse un millón de ejemplares. Fue además un espacio de militancia artística como la muestra «Tucumán Arde”, las expresiones de Ricardo Carpani, o las del Grupo Cine Liberación.
5.- La rebeldía bajó del Norte Santafesino y Corrientes
A comienzos de 1969, con las economías regionales en crisis en distintas zonas del país, como la zona norte de la provincia de Santa Fe, con fábricas e ingenios cerrados, las organizaciones obreras y campesinas decidieron demandar a las autoridades. El 11 de abril se congregaron en número de 10.000 en Villa Ocampo, y desde esa ciudad partió la «Marcha del Hambre” hasta la capital provincial. Integraban la caravana de trabajadores desocupados o con sus fuentes de ocupación amenazadas, pequeños campesinos y comerciantes. Habían adherido a ese periplo de protesta las poblaciones de Villa Ana, La Gallareta, Tacuarendi, Las Toscas y Villa Guillermina.Desde Santa Fe el jefe policial, coronel Duretta, dió instrucciones precisas: «Ubíquenlo a Ongaro de cualquier forma”, y reunió a 3000 policías, gendarmes y soldados. La pueblada enfrentó la represión, ocupó el edificio comunal y obligó a renunciar al intendente «porque no sirve para defender al pueblo”. Al levantamiento premonitoriamente se lo conoció como «la golondrina anunciadora” de lo que posteriormente sucedería en el país con los distintos «azos”.
Para mayo, ambas CGT acordaron un «Plan de Lucha”, que finalizaría con un paro nacional el día 30, medida que no apoyaron los colaboracionistas de Rogelio Coria. A nivel nacional, se prohibieron los actos del primero de mayo, por disposición del Jefe de la Policía Federal, Gral. Fonseca.
En la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) fue designado como rector el abogado Carlos Walker, que como primera medida ordenó la disolución de todos los centros de estudiantes. La respuesta vino de la Federación Universitaria del Nordeste (FUNE). Ante la situación presentada, los estudiantes se declararon en huelga y no permitieron el comienzo del ciclo lectivo del año 1969. Las manifestaciones estudiantiles comenzaban a tener mayor envergadura tanto en Corrientes como en Resistencia, llegando a su punto máximo en mayo, donde se sumó a la protesta la CGT de los Argentinos.
Así, se llegó al 15 de mayo, cuando se realizó una marcha estudiantil multitudinaria en la ciudad de Corrientes, que fue acompañada por estudiantes secundarios, docentes, gremialistas, miembros del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y la sociedad en su conjunto, con el objetivo de protestar por los aumentos de un 400% en los precios del comedor universitario. La policía reprimió salvajemente con gases, palos, sables y disparos de armas de fuego. La columna compuesta por más de mil quinientos jóvenes se dispersó, muchos fueron heridos, otros tantos encarcelados, y fue asesinado el estudiante de cuarto año de medicina, Juan José Cabral, oriundo de Paso de Los Libres.
6.- Rosario en la lucha: el «I Rosariazo”
Luego de los acontecimientos de Corrientes, en las facultades rosarinas el clima era de tensión. Se sucedían las asambleas, y la agitación hizo que el 16 de mayo el rector Cantini resolviera suspender por tres días las clases, y sólo quedaba como lugar de reunión el comedor universitario. Allí esa noche se realizó una masiva asamblea y posteriormente una marcha por las calles céntricas. Al día siguiente, 400 estudiantes se reunieron frente al comedor universitario en Avenida Corrientes 797, entonando la consigna «Acción, acción, acción por la liberación”, lanzaron volantes e hicieron estallar algunos petardos, y se manifestaron frente al Banco Alemán Trasatlántico. Inmediatamente comenzó la represión. Un grupo de estudiantes, perseguidos por la policía, corrió por calle Corrientes hacia el sur y doblando por Córdoba, pero desde Entre Ríos aparecieron más policías disparando sus armas.Los estudiantes y decenas de sorprendidos transeúntes quedaron encerrados. Algunos manifestantes junto a una docena de paseantes -incluidos varios niños- ingresaron a la Galería Melipal. Pero el lugar, con una sola boca de entrada y salida, hizo que otra vez estuvieran atrapados a merced de la policía. Los agentes ingresaron al edificio y reanudaron la golpiza. La gente trató de evitar como podía la lluvia de golpes: se escucharon súplicas, llantos y alaridos. En medio de la confusión sonó un disparo que provenía del arma del oficial inspector Juan Agustín Lezcano.
Cuando la policía se replegó quedo en el suelo, junto a la escalera que llevaba a los pisos superiores, el cuerpo de Adolfo Bello, con la cara ensangrentada. Horas más tarde fallecía, quien era estudiante de segundo año de Ciencias Económicas.
El Ministro del Interior, Borda, expresó el mensaje de siempre tras una manifestación y la posterior represión: «Resulta así muy claro que el clima de violencia ha sido provocado por elementos de extrema izquierda y por algunos políticos, que en estos días se han mostrado particularmente activos. No ha faltado tampoco algún dirigente gremial que, interesado más en satisfacer sus ambiciones personales que en el auténtico bien de los trabajadores, intenta aprovechar las circunstancias para inducirlos a servir a sus menguados propósitos”.
Los días 18, 19 y 20 se sucedieron «actos relámpagos”, concentraciones, denuncias de testigos. Comenzó a funcionar la «olla popular” organizada por la CGT de los Argentinos y los estudiantes con el fin de suplir el cierre del comedor universitario. La unidad obrero-estudiantil continuaba creciendo. El lugar donde fuera baleado Bello estaba permanentemente orlado con flores.
Para el miércoles 21, se hizo un llamado «a todo el estudiantado y al pueblo de Rosario a una «Marcha de Silencio”, en homenaje a los «compañeros caídos”, organizada por el Comité de Lucha de Estudiantes de Rosario y la CGTA. La concentración partiría desde la Plaza 25 de Mayo y la manifestación culminaría frente al local de la CGTA, Córdoba 2060, donde hablarían Raimundo Ongaro y algunos estudiantes. Se reclamaba la solidaridad de todo el pueblo, y el cierre de negocios.
Horas antes de la anunciada protesta, la zona céntrica parecía una fortaleza policial. Carros de asalto, patrulleros, autobombas, carros hidrantes, guardias de infantería o a caballo patrullaban permanentemente y se exhortaba a la desconcentración mediante megáfonos. A pesar del aparato intimidatorio los estudiantes comenzaron a congregarse, algunos portando carteles como el de los secundarios con esta leyenda «Comité de Lucha Estudiantes Secundarios Bello-Cabral: Contra la Estructura de la Enseñanza”, y empezaron las sentadas en silencio.
Minutos después comenzó la represión. Todo se desencadenó cuando la Infantería de Policía lanzó gases lacrimógenos para desconcentrar a los estudiantes, éstos respondían con piedras, se dispersaban y volvían a reagruparse y en improvisadas columnas trataban de marchar. La policía repartía bastonazos y continuaba arrojando gases. Los jóvenes armaban barricadas con maderas de las obras en construcción, desde los edificios les arrojaban papeles y comenzaron a encender fogatas que aumentaban minuto a minuto.
A lo largo de varias horas los estudiantes y las fuerzas represivas se enfrentaron por las calles céntricas. Fue una verdadera batalla campal, los manifestantes en número entre 3000 y 4000 mil coparon el centro con la colaboración efectiva de los vecinos. La zona presentaba el aspecto de un campo de guerra con grandes fogatas y barricadas en muchísimas esquinas. La policía se había replegado hacia la jefatura. La Batalla de Rosario y el Primer Rosariazo -al decir de Beba Balve- estaba en pleno desarrollo.
Una columna de manifestantes decidió avanzar desde Córdoba y Corrientes hacia el oeste. En la intersección de calle Italia se produjeron nuevos incidentes. Un grupo de estudiantes arrancaron la placa del rectorado, que no había condenado el asesinato de Bello. Después llegaron hasta el frente de la radio LT8. Un pequeño grupo rompió a pedradas vidrios y ventanas e ingresó a la emisora para interferir la transmisión (en esos momentos se trasmitía el partido Estudiantes de la Plata y Nacional de Montevideo, por la Copa Libertadores). El objetivo no se cumplió porque el operador de planta empalmó la transmisión con la cabecera de Radio Belgrano.
Cuando llegan los escuadrones de Caballería, un grupo intentaba tomar el rectorado, otro salía de LT8 y un tercer grupo se estaba dispersando hacia calle Dorrego abandonando la idea de ocupar la Jefatura de Policía, un objetivo que se llegó a plantear cuando la policía huía. A pocos metros de LT8, cayó abatido por un balazo en la espalda el adolescente Luís Norberto Blanco, un empleado metalúrgico y estudiante que intentaba huir corriendo de la represión policial. Los primeros auxilios se los prestó el médico Aníbal Reinaldo, que también sufre los sablazos de la policía. A los pocos minutos fallecía, y eran heridos otros manifestantes.
El Poder Ejecutivo Nacional, pasada la medianoche decretaba a «Rosario Zona de Emergencia”, bajo control del Ejército. Se ocupaba militarmente la ciudad y los Bandos Militares alertaban sobre las prohibiciones, las detenciones y los Tribunales Castrenses comenzaban a actuar. El número de detenidos ascendió a 89, la gendarmería patrullaba la ciudad, y la bronca antidictatorial aumentaba.
Un Plenario de 38 gremios reunidos en el local del Sindicato del Vidrio, donde participaron representantes de las dos centrales obreras, la de Paseo Colón y Azopardo, ratificaba la realización del paro para el viernes 23, y se conocía una declaración de 31 sacerdotes adhiriendo «a la actitud de los estudiantes y criticando crudamente la acción policial y los poderes concedidos al II Cuerpo de Ejército”.
La protesta continuó con el paro con un elevado ausentismo en Rosario y la zona de San Lorenzo, y fue realmente impactante la columna de más de 7000 personas que acompañó los restos de Luís Blanco, durante un trayecto de 87 cuadras que demandó cuatro horas desde su casa hasta el cementerio. Frente al féretro, el párroco Federico Parenti expresó «que esta sangre vertida, que esta sangre que llega al cielo, no sea en vano, que ella lleve la liberación que ansiamos, el instante de justicia que esta reclamando el mundo, Dios dió su sangre por la liberación del hombre, para que el hombre se despoje de su esclavitud”.
En los Talleres Ferroviarios de Pérez, 2000 obreros paralizaban sus tareas por la suspensión de los delegados Enrique Gigena y Roberto H. Forcatto, por haber sido los encargados de comunicar a sus compañeros lo resuelto por la «Comisión Coordinadora de la Unión Ferroviaria” de adherir al paro en repudio al asesinato de los estudiantes. A los pocos días, un plenario de 40 gremios, confirmaba el paro del 30. El nuevo jefe de policía ordenó no interferir en las manifestaciones. Y llegaría el jueves 29 cuando 2000 personas asistieron a la colocación de dos placas en homenaje a los jóvenes asesinados, frente a la galería Melipal y al Comedor Universitario. En el día del Ejército, se escucharon duros discursos del Gral. Fonseca y del Capellán del II Cuerpo, mientras comenzaban a llegar las primeras noticias del Cordobazo. El mes de mayo del 69 finalizaría en Rosario con un paro nacional dispuesto por la CGT para el 30.
7.- El Cordobazo
Córdoba en la década del 50 pasó a ser una potencia industrial, y creció el proletariado concentrado en las grandes fábricas, que fue cambiando los barrios cordobeses. Los antecedentes inmediatos y directos del Cordobazo podrían estar localizados en principio en la resistencia estudiantil a la intervención de Universidad Nacional de Córdoba, lo que desembocó en la ocupación del tradicional barrio de Clínicas, bastión de la insurgencia popular. Los universitarios cortaron las calles, encendieron fogatas y la represión de la dictadura dejó como saldo el asesinato del estudiante-obrero, Santiago Pampillón, el 7 de septiembre de 1966.Por su parte, la CGT Regional Córdoba se diferenciaba del gremialismo participacionista, colaboracionista o burocrático que vio la llegada de Ongania con expectativas. Era una regional, donde convivían en la acción, la CGT de los Argentinos, dirigentes peronistas como Atilio López, otros clasistas, comunistas, independientes y figuras de innegables reconocimiento y representatividad como Agustín Tosco y René Salamanca.
La dictadura anuló la Ley del Sábado Inglés, que se había sancionado en 1932. También intentaba ejecutar las quitas zonales. Los trabajadores no sólo rechazaron esas medidas, sino que reclamaban aumentos salariales.
A mediados de mayo, SMATA, el sindicato que agrupaba a los trabajadores de la automotriz Káiser, realizó una asamblea en el Córdoba Sport. La policía prohibió la concentración, pero la cantidad de gente que llegó, desbordó la valla policial, y 3000 obreros sorpresivamente llegaron al local. La asamblea sesionó, y a ella se sumaron los trabajadores del tercer turno de la empresa. La policía comenzó a reprimir. Se armaron barricadas. Las fuerzas de represión de la provincia quedaron acorraladas, entre los que estaban en la asamblea y los trabajadores que intentaban ingresar. El enfrentamiento entre las fuerzas policiales y los trabajadores recordaron las mejores noches de box del tradicional club. Luego la UOM cordobesa decretó un paro por 48 horas.
Posteriormente, en un plenario de la CGT regional Córdoba, se resolvió un paro por 36 horas, triunfando la postura defendida por Luz y Fuerza y respaldada por los sindicatos combativos, a los que se sumaron la UTA y SMATA.
Tosco, Elpidio Torres y Atilio López habían acordado la protesta. Las diferencias eran manifiestas, pero las bases empujaban, y el gobierno cerraba los caminos. Los días fijados fueron el 29 y 30 de mayo. La modalidad sería que los trabajadores se retirarían de los lugares de trabajo desde las 10hs y marcharían al centro de la ciudad. Paro con movilización.
Esa jornada del 29 quedaría para siempre en la historia de las luchas obreras y del pueblo como el Cordobazo.
Desde las grandes plantas industriales, las columnas obreras, compactas, llenas de bronca, arrastraron a los obreros de las pequeñas fábricas.
La movilización había acordado el punto de encuentro: en Colón y General Paz, pero al iniciarse la represión fue empujada al norte de la avenida Colón, los movilizados se replegaron, pero respondieron, la resistencia creció, la policía empezó a perder el control de las calles angostas, sólo dominaba las avenidas.
Las barricadas se levantaron por toda la ciudad, el pueblo fue tomando uno a uno cada barrio, por las calles y las grandes avenidas se enfrentaron el pueblo y las fuerzas policiales, que comenzaron a utilizar armas de fuego contra los manifestantes, matando en horas del mediodía al obrero Máximo Mena.
La ciudad estaba en manos de los movilizados. Las fuerzas represivas sólo controlaban una pequeña zona próxima a la jefatura. En los barrios no había vestigios de «las fuerzas del orden”.
El ejército fue convocado, ya que había sido desbordada la fuerza policial, pero sólo pudo ocupar el casco céntrico. El toque de queda no se respetó. Había ya cientos de detenidos. A las 20 horas, miembros del sindicato de Luz y Fuerza, cortaron la energía eléctrica y la ciudad sólo quedó iluminada en muy pocas zonas.
Por la noche, cuando el Ejército intentaba tomar los barrios más combativos, fueron recibidos con disparos desde las terrazas de casas y edificios.
El 30 de mayo la gente volvió a la calle, mientras el ejército intenta recuperar el control. El gobierno respondió con el allanamiento del local de la CGTA, y fueron detenidos Tosco, Canelles, Ditofino, Elpidio Torres, y sometidos a los Consejos de Guerra. Oficialmente se dijo que hubo 34 muertos, 400 heridos y 2000 presos.
A decir de Agustín Tosco, el alzamiento popular «surgió de la clase obrera y del pueblo. Lo esencial es que surge de los trabajadores y de los estudiantes y que ellos, por su convicción, salen a la calle a luchar. La gente estaba equipada, en general, con elementos rudimentarios, por ejemplo los compañeros mecánicos tenían gomas con tuercas, otros tenían bombas de estruendo, y alguno, alguna que otra arma de fuego. La gente se concentró cuando atacó la policía, la gente repelió a la policía con estos y otros elementos, como piedras que encontraba en la calle, luego les prendió fuego, y fue avanzando en la ciudad con nuevas barricadas hasta que una amplia zona de Córdoba, de unos 9 kilómetros cuadrados aproximadamente, estuvo repleta de barricadas. Esto duró hasta la noche, toda la noche y al día siguiente también. El Cordobazo comenzó el 29 pero recién terminó el 2 o el 3 de junio. El Ejército abría fuego. Incluso, tomaron algunos edificios donde había estudiantes. Hubo muchos francotiradores.
«El Cordobazo fue la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su postergación y su frustración de todos los días. Se dijo que el Cordobazo fue un hecho espontáneo, tal justificación tendía a descalificar la movilización. No hay espontaneísmo. Ni improvisación. Ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los Sindicatos organizaron y los estudiantes también. Se fijaron los lugares de concentración, y cómo se realizarían las marchas”.
8.- ¿Qué significó el Mayo Caliente y los «azos” del 69?
La Marcha del Hambre de Villa Ocampo (Sta Fe) en abril, el Mayo Caliente del 69, que incluyólas protestas de los estudiantes correntinos, el «I Rosariazo”, el Cordobazo, que se prolongarían en septiembre con el «II Rosariazo”, el alzamiento en Cipolletti, y el Choconazo, terminaron de derrotar el proyecto «sin límites” de Onganía.Desde Mayo del 69 todo se aceleró y constituyó un punto de viraje en la evolución del país. Se vivió un proceso de cambios entre los trabajadores, estudiantes universitarios, partidos políticos, y en las principales tendencias que se expresaban dentro de la dictadura.
Los Azos del 69 expresaron la explosión de la bronca, acumulada en varios años de deterioro económico-social, opresión política, gremial y universitaria, sumado a la proscripción del peronismo, pérdida de conquistas históricas de los asalariados y deseos de cambios.
Esos alzamientos populares tuvieron como protagonistas fundamentalmente a la clase obrera, apoyada por el movimiento universitario. Por un lado se puso de manifiesto el estado que había alcanzado la radicalización de la conciencia política de importantes sectores de la sociedad y el profundo rechazo a la dictadura.
Esos movimientos de masas actuaron como factores de presión para cambios dentro del propio gobierno nacional y dejaron dos consecuencias: comenzó a enterrarse el proyecto que no tenía plazos, y se inició un nuevo proceso político en toda la sociedad.
Las grandes movilizaciones demostraron la capacidad de lucha, creatividad, y solidaridad del pueblo. Las asambleas obreras y populares, algunas espontáneas, que se realizaron en Rosario y Córdoba, en las jornadas de mayo y septiembre, reuniendo en su seno a los obreros, estudiantes universitarios y a gran parte de la población pobre de los barrios tomados, rodeados de barricadas, y en algunos lugares con la población ejerciendo el poder de policía, por ejemplo, el de permitir la salida de los bomberos tomados para sofocar incendios, controlar la entrada y salida de los barrios, también constituyeron una forma embrionaria de los órganos de poder, con democracia directa abarcando ya a toda una ciudad. Pero su incipiencia y en gran medida la ausencia de una verdadera organización, no permitió la unificación de las asambleas barriales entre si, a través de delegados electos, en un consejo único de la ciudad.
El impacto de los alzamientos populares abrió un profundo debate entre la militancia, y una gran cantidad de obreros y estudiantes se incorporaron a la lucha antidictatorial. Las diferencias aumentaron, se puso en cuestión a los partidos populares, planteos, métodos, ideas, y las formas de resolución de los conflictos sociales o políticos. Se fracturaron y estallaron los partidos tradicionales de la izquierda, además la polémica se extendió entre el activismo peronista, donde surgieron nuevos grupos y organizaciones. En los pasillos y las aulas de las Universidades tanto estudiantes como docentes polemizaban desde el tipo de Universidad que necesitaba el país hasta las transformaciones necesarias. En las fábricas y los gremios, los intercambios de opiniones se dieron sobre distintas problemáticas de los trabajadores y la sociedad. Se adoptó una forma más encubierta, más en grupos, luego llegarían las asambleas masivas con los conflictos sindicales.
La clase obrera desde 1969 vivió uno de los períodos más ricos en experiencias de su historia, con luchas en la legalidad y la clandestinidad, con derrotas y triunfos. Enriqueció las vivencias de varias décadas anteriores, como los cuerpos de delegados, comisiones internas, el accionar de los sindicatos, el ejercicio de la democracia directa, tomas de fábricas, organización de huelgas, paros activos, movilizaciones.
Fue un período de grandes cambios, en la que surgieron partidos políticos con un claro planteo antisistema, gremios clasistas, combativos, grupos político-militares. Mientras que la movilización popular y la lucha de clase fue en ascenso. Un tiempo plagado de sueños, encantamientos y de esperanzas por quienes los protagonizaron. Y como escribió Adolfo Gilly, años que marcaron una «esquina peligrosa, una de aquellas en donde la historia pudo haber dado un viraje”.
9.- La lucha sigue
Y como en distintos momentos de la historia de la clase obrera y de las luchas populares, se ha venido produciendo un puente histórico entre aquellas generaciones y estas nuevas, con tiempos, conocimientos y hábitos distintos, pero la síntesis de ese proceso debe llevar a nuevos intentos de luchar frente a las injusticias que se viven a diario.Son muchos/as los/as que no se resignan, no aceptan «los premios” del sistema y continúan la lucha contra la precarización laboral, por un básico de convenio igual a la canasta familiar, por trabajo digno para todos y todas, libertad y democracia sindical, por el 82% móvil para los jubilados, no al pago de la ilegítima y usurera deuda externa, solidaridad con los trabajadores en conflicto, por el reconocimiento de los legítimos derechos de los pueblos originarios, por la elección de delegados en cada lugar de trabajo.
Debemos estar codo a codo con los jóvenes desempleados, mal remunerados, esclavos disfrazados, subcontratados, falsos trabajadores independientes, trabajadores intermitentes, pasantes. Rechazar el uso intensivo de la conciliación obligatoria para encorsetar las negociaciones salariales.
Por todo esto, es que cabe recordar aquella estrofa de «Cielo del 69”, de Mario Benedetti:
mejor se ponen sombrero
que el aire viene de gloria
si no los despeina el viento
los va a despeinar la historia
Por Leónidas F. Ceruti
Historiador
Memorial del pueblo
El Tucumanazo del ‘69 y la lucha contra el cierre de los ingenios
Sábado 30 de mayo de 2015, por *
El
presente artículo, autoría de Rubén Kotler, historiador tucumano, busca
recuperar la historia de la rebelión ocurrida en la localidad de Villa
Quinteros, al sur de la provincia, en los meses previos a Mayo de 1969.
En Villa Quinteros, como otras localidades tucumanas signadas por el
cierre del ingenio azucarero a mediados de 1967 tras el golpe militar
encabezado por Juan Carlos Onganía, se produjeron una serie de revueltas
populares contra la dictadura.
“¡Silvia
tuvo un varón! ¡Silvia tuvo un varón!”. El grito rebotó en el comedor
enorme y saltó por encima de los petardos que estallaban para saludar a
la Virgen de la Reducción, ese domingo 27 de abril, en Villa Quinteros, a
70 kilómetros de San Miguel de Tucumán”[1]
Mientras el 29 de mayo de 2009 se llevaban a cabo todo tipo de celebraciones y actos de homenajes por los 40 años del Cordobazo, casi nadie recordaba que paralelo al Cordobazo otros movimientos que valieron ser denominados AZOS, marcaban el camino de la protesta en la Argentina. Uno de esos AZOS es sin lugar a dudas el primer “ Tucumanazo” o mejor dicho, los Tucumanazos, que desde 1969 hasta 1972 sacudieron los cimientos políticos de la provincia de Tucumán. No reconocer estos movimientos con sus particularidades o anclajes y la importancia que tuvieron en el devenir político de la entonces dictadura encarnada en la autoproclamada Revolución Argentina, es no comprender, en primer lugar, la magnitud de los fenómenos acaecidos en el norte, en segundo lugar es faltar a la historia pretender solapar los otros AZOS detrás del Cordobazo, como si hubieran sido mera imitaciones de aquel.
En el presente artículo se busca recuperar la historia de la rebelión ocurrida en la localidad de Villa Quinteros, al sur de la provincia, en los meses previos a Mayo del ’69. En Villa Quinteros, como en otras localidades tucumanas signadas por el ingenio azucarero, se vio afectada por el cierre de la fábrica a mediados de 1966 tras el golpe militar encabezado por Juan Carlos Onganía. Recuperar la memoria de aquella lucha implica por lo tanto reivindicar la importancia que tuvo para el proceso global de resistencia contra las políticas ultra liberales impuestas por la dictadura y que afectaría en particular a las economías locales, que, como la tucumana, sufrió efectos devastadores en lo social, político y cultural.
El período 1966–1976 marca el auge y apogeo de las luchas de los sectores populares en todo el país. El proceso iniciado el 28 de Junio de 1966 con el golpe militar que depone al gobierno del presidente Illia e impone a Onganía como presidente de facto, acentúa las contradicciones de clase. El programa económico liberal implementado por la dictadura golpea fuertemente a los sectores obreros y a un importante sector de la clase media, sobre todo a los estudiantes universitarios, que a partir de algunas medidas en contra de la autonomía universitaria comienzan a tomar conciencia y deciden enfrentar abiertamente al régimen.
La provincia de Tucumán fue una de las más afectadas con las medidas de Onganía dentro del conjunto del país. El cierre de 11 ingenios tras su intervención en 1966, la intervención en la Universidad Nacional de Tucumán, y otras disposiciones de la dictadura golpearon duramente en la estructura social, económica y cultural de la provincia, convirtiéndose en una de las de mayor número de movilizaciones y alzamientos tanto urbano como rural, en una combinación de sectores que podría caracterizarse como una alianza obrero – estudiantil.
Los Tucumanazos se inscriben entonces en el marco de los movimientos de protesta obrero estudiantiles que se produjeron en Argentina en los años ’70 y remiten, para el caso concreto de Tucumán, a la idea de los tres movimientos de protesta reconocibles en la provincia, pero también a las diferentes visiones que de ese proceso tienen hoy quienes han participado en él. Los tres momentos del proceso histórico serían entonces: un primer Tucumanazo en mayo de 1969, paralelo al Cordobazo y que incluso se puede situar días antes en el Jardín de la República; el Tucumanazo propiamente en noviembre de 1970; y el Quintazo de Junio de 1972. Si bien los tres movimientos responden a la misma lógica de enfrentamiento a la dictadura de entonces, cada uno supuso particularidades y diferencias.
Una de las primeras medidas mostró sin embargo el propósito del nuevo gobierno de facto al intervenir las universidades, obligando a numerosos intelectuales a exiliarse. Dicha intervención fue un golpe de gracia a un sector que hasta ese momento no se opuso abiertamente al gobierno militar, como ser parte del estudiantado, que luego de la intervención y sobre todo, tras de producirse la tristemente célebre Noche de los Bastones Largos, comenzaron a salir a la calle y a manifestarse abiertamente contra el régimen.[2]
Sobre las características del golpe de Onganía existe una extensa, aunque no siempre suficiente bibliografía. No me detendré en este punto en detalle porque no es el objetivo del presente artículo. Sólo mencionaré aquellas políticas que afectaron particularmente a Tucumán, para mostrar la crisis estructural producida en torno a las medidas adoptadas por el gobierno nacional y provincial y observar como se desataron las fuerzas opositoras al régimen a partir de las mismas.[3] Lo cierto es que el nuevo golpe militar vino a implementar una política ultraliberal que favorecía a sectores del llamado establishment económico nacional e internacional (Sobre todo recibió el apoyo de sectores agropecuarios e industriales). El contexto de la revolución Libertadora fue la guerra fría, dominado por lo que se conoce como “La Doctrina de Seguridad Nacional”, que pretendió combatir al comunismo para consolidar el proyecto liberal.
En última instancia el propósito del gobierno encabezado por Onganía era la asignación de recursos para el área moderna y transnacional de la economía con la supuesta idea de producir un salto cualitativo y cuantitativo en el país. La concentración económica y política del régimen privilegió a las grandes industrias y las inversiones extranjeras en detrimento del comercio y la pequeña industria. Por lo tanto, en un plano general afectó al conjunto de actores económicos sobre todo del interior, quitándole al mismo tiempo poder y recursos a los obreros y a sus sindicatos, los que fueron incorporados al sistema siendo intervenidos o directamente clausurados[4]. El proyecto de la Revolución Argentina adquirió las características analizadas por Guillermo O’donnell acerca de los Estados burocráticos – autoritarios.
[5] Al mismo tiempo se acentuaron las contradicciones de clases y se produjo a lo largo del período 1966 – 1976 una profundización de la lucha popular contra el régimen que sólo pudo ser derrotada desde febrero de 1975, a partir del llamado Operativo Independencia, y que tuvo por objetivo terminar con la oposición popular de toda índole, tanto en el campo de la lucha armada, como así también con la oposición política e intelectual. En este contexto la dictadura instaurada el 24 de marzo de 1976, procuró terminar el trabajo iniciado por Onganía y sus sucesores.
El golpe de Onganía marcó el fin del mandato del gobernador de Tucumán Lázaro Barbieri, haciéndose cargo del gobierno provincial el Comandante de la V Brigada de la Infantería general Delfor Félix Elías Otero por un breve lapso a la que le siguió una seguidilla de gobernadores civiles y militares impuestos por el poder central. La provincia de Tucumán fue siempre un polo de preocupación para el gobierno de facto de Onganía. Con motivo de cumplirse el 150 aniversario de la Independencia Argentina, el 9 de julio de 1966, el dictador viajó a Tucumán para presidir los actos centrales. Frente a dirigentes de la FOTIA (la Federación de Obra de Trabajadores de la Industria Azucarera) realizó un anuncio que trazaría el rumbo de lo que sería la política del régimen: “La espada de la revolución se desencadenaría sobre Tucumán, para transformarlo de manera revolucionaria”.[6] Hasta ese momento el golpe no mostraba mayores resistencias entre algunos sectores de clase media.
Tucumanazo2Las medidas del Poder Ejecutivo Nacional afectaron particularmente a la provincia y el objetivo fijado para la transformación económica produjo una concentración económica en los grupos dominantes y una desestructuración social de los trabajadores. La política que afectó a la industria azucarera y la intervención de la Universidad Nacional de Tucumán – UNT – fueron dos medidas que en el corto plazo se volverían en contra del régimen y de sus agentes locales.
En lo que se refiere a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), la intervención producida a partir del decreto – ley 16.912, del 29 de julio de 1966, generó un proceso de resistencia y de lucha contra el régimen dentro del estudiantado. La supresión de la autonomía universitaria, ganada después de largos años de lucha estudiantil, se veía quebrada y la defensa de los comedores y residencias estudiantiles en Tucumán habría de ser un factor de permanente conflicto no sólo dentro del marco universitario sino también en las calles de la ciudad capital.
La juventud desde entonces comenzó a involucrarse en cuestiones políticas, a militar en un sentido amplio del término, realizando trabajo de base y tomando conciencia con el transcurrir de los conflictos. El contacto entre las diferentes universidades era constante, en un diálogo fluido, y las manifestaciones de apoyo entre una y otras a veces determinaron el devenir de la lucha. También la solidaridad con la clase trabajadora fue una constante en el encuentro que habría de determinar el enfrentamiento entre estos dos sectores y las fuerzas del régimen. Al mismo tiempo, un contacto directo entre los centros estudiantiles de las distintas universidades del país, determinó que la solidaridad entre todos produjera enfrentamientos callejeros con la dictadura en simultáneo en todo el país, como los ocurridos durante el mes de mayo de 1969 en Corrientes, Rosario, Tucumán y Córdoba.
En cuanto a la crisis azucarera el golpe de gracia lo produjo el gobierno nacional cuando decidió intervenir primero algunos ingenios a los que consideraba un freno al desarrollo económico, y luego su posterior cierre. El intento de implementar lo que se dio en llamar el Operativo Tucumán[7], no logró recomponer el cuadro social que produjo la desocupación entonces producida por el cierre de las fábricas azucareras.
El 22 de Agosto de 1966 por medio de la sanción del decreto–ley 16926, se intervinieron 8 ingenios, llegando con el tiempo a ser 14 las plantas intervenidas. Según el gobierno de Onganía se ponía en marcha en la provincia de Tucumán un nuevo programa de reestructuración “agro – industrial”, atrayendo al mismo tiempo capitales nacionales e internacionales para la instalación de nuevas y más modernas industrias, que habrían de ocupar la mano de obra desocupada por la industria azucarera. El proceso al final del camino implicó el cierre de 11 de los 14 ingenios intervenidos, generándose una desocupación que a su vez produjo una desestructuración de la clase trabajadora de Tucumán. Los ingenios que cerraron fueron en general los de menor promedio diario efectivo de molienda y los de menor producción azucarera.[8] La desocupación aumentó a niveles insostenibles provocando incluso, que muchos miles de trabajadores tuvieran que migrar hacia otras regiones del país como “trabajadores golondrinas”. Se estima que el número de desocupados en esa época osciló entre 150.000 y 200.000[9].
Para comprender mejor el proceso algunos datos ayudan a completar el entramado que muestran de manera más acabada la cuestión aquí planteada. Con una superficie de poco más de 22.000 kilómetros cuadrados, Tucumán contaba para 1970 con 766000 habitantes, de los cuales más del 40% residían en San Miguel, la capital.[10] Las empresas instaladas en Tucumán no alcanzaron a cubrir entonces el cupo de mano de obra desempleada que había dejado el cierre de los ingenios. La crisis estructural desatada provocó por lo tanto una profundización en las contradicciones de clase por un lado, y una mayor presencia de conflictos tanto urbanos como rurales. Crenzel ha cuantificado el nivel de conflictividad entre 1969 y 1972 y con los datos aportados se puede concluir que a mayor profundización de la crisis se produjo una mayor desestructuración social, que llevó entonces a un aumento de los conflictos.[11]
Para completar el cuadro trazado, hemos recurrido a entrevistas realizadas a integrantes del movimiento obrero y estudiantil de Tucumán. De los testimonios recogidos y según el cruce de fuentes, es posible afirmar que se puede hablar de “tres Tucumanazos[12]. Desde una perspectiva global podemos referir a tres momentos de un mismo proceso histórico. El primero de ellos es el de las luchas llevadas a cabo durante el año 1969, culminando esa primera etapa con los enfrentamientos urbanos y rurales que coinciden, cronológicamente con el Cordobazo, en Mayo de 1969; un segundo momento es el del llamado clásicamente Tucumanazo, en Noviembre de 1970, el período de mayor virulencia en el enfrentamiento entre el campo popular y las fuerzas del régimen; el tercero sería lo que se conoce como el Quintazo, en Junio de 1972[13]. El testimonio de Carlos Zamorano, dirigente del Partido Comunista de Tucumán, expresa a las claras esta idea de un movimiento global que abarcó a toda la provincia: “…cuando decimos tucumanazo, decimos que había una pueblada en San Miguel de Tucumán, otra en Concepción, en Monteros, otra en Aguilares, otra en Villa Alberdi, era contemporáneo en toda la provincia, no era en una sola ciudad o en la capital que eso sería interesante conversar con la gente de Monteros, conversar con la gente de Concepción para ver la participación de otros que no han llegado a ser tan notorios como personas individuales porque eran ciudades más chicas nada más, pero fue muy importante…” [14]
En Tucumán cada uno de los momentos de la lucha, estuvo signado por una profundización de las diferencias de clase y quienes participaron en los enfrentamientos eran sectores proletarios, estudiantes de clases medias y medias bajas, y si bien parte de la población de la capital provinciana acompañó cada protesta callejera, nunca se involucró más allá del apoyo. De hecho los estudiantes y obreros enfrentaron como en un campo de batalla a las fuerzas del régimen con los elementos que tenían a mano.
Una segunda cuestión que estimo necesaria tratar, es lo relacionado con la idea que también en Tucumán se estaba llevando a cabo un proceso prerrevolucionario. Si bien algunos de los enfrentamientos fueron espontáneos, no por eso debemos afirmar que todo el movimiento carecía de dirección y se encontraba carente de una ideología[15]. De hecho es factible comprobar la plena conciencia que aquella era una lucha revolucionaria, a partir del análisis de los testimonios recogidos de las entrevistas.
Desde el comienzo mismo del proceso de lucha, iniciado en 1968, en algunas localidades del interior de la provincia, hasta su inicio de mayor virulencia en mayo de 1969, la idea de la transformación social estaba presente en los actores sociales.
En un contexto más amplio la lucha de clases producida no sólo en Tucumán, sino también en el resto del país, estaba influenciada por movimientos internacionales de mayor magnitud como ser la Revolución cubana, la figura del Che Guevara como emblema de la guerrilla, pasando por el mayo francés y sus consignas, hasta manifestaciones estudiantiles y obreras en todo el continente latinoamericano de idéntica trascendencia.
En este punto considero necesario responder a dos cuestiones planteadas por Mark A. Healey, quien sostiene “que el epicentro de la ola de protesta de mayo de 1969 no fueron los clausurados ingenios de Tucumán, símbolos de un país en colapso, sino las fábricas de Córdoba, verdadero motor del proyecto económico del gobierno”[16]. Si bien es cierto que por la magnitud del enfrentamiento y por el resultado posterior del mismo, el Cordobazo quedó como el auge de la lucha de aquellos años, sostener que Tucumán no fue el epicentro de la lucha es desconocer que en esa provincia las manifestaciones obreras con toma de ingenios y retención a modo de rehenes de empresarios, y puebladas de gran magnitud, han sido la antesala de un proceso de lucha social que culmina con manifestaciones diarias en el centro de la ciudad, en algunos casos violentamente reprimidas.
Tucumanazo3Es necesario mencionar acá las puebladas de Bella Vista en enero de 1969, y la de Villa Quinteros en Abril de 1969, donde “todo” el pueblo salió a la calle a enfrentarse con las fuerzas del régimen en defensa de la principal fuente de trabajo de la que dependía toda su vida, como veremos de los testimonios que ofrecemos. En cada uno de los casos mencionados la solidaridad llegó incluso de la mano de los sacerdotes tercermundistas, que tenían un trabajo de base muy importante en los pueblos del interior de la provincia. De hecho, la visión de Healey contrasta con las crónicas de aquellos días, incluso en medios capitalinos, como la revista Primera Plana, que le dedicaba a la localidad de Villa Quinteros un informe especial. En la introducción del artículo de la mencionada publicación, puede leerse una imagen de lo que fue la poblada en defensa del ingenio San Ramón: “…Villa Quinteros descubrió la pólvora – o más bien el gas – el 9 de abril cuando la Policía Federal entró a saco en las casas, blandió bastones y apretó gatillos, no sin antes desparramar un cargamento íntegro de bombas lacrimógenas y revelar a los vecinos, hasta entonces pacíficos, que la casualidad es buena arma. Porque fue casual que algunas cubiertas de automóvil se incendiaran – y con ellas troncos, ramas – y que el fuego y el humo se mezclaran con el otro humo, el que los había desconcertado, y los llevó a lagrimear y descomponer hasta anular su efecto. El hallazgo se mezcló con la acción, y las ondas y las piedras y los palos fueron dejados por un momento: todo el pueblo se convirtió en leñador; voltearon árboles, los incendiaron. Se alejaron al fin rumbo a las casas. Ni los responsables de la algarada ni aquellos que la soslayaron, nadie previó lo que les iba a suceder más tarde; de qué modo el pueblo se convertiría en una ciudad tomada.”[17]
Por lo antes dicho es que tampoco puedo acordar con el propio Healey quien sostiene que el motor de las protestas en Tucumán fueron los estudiantes universitarios y secundarios siendo su escenario fundamental la ciudad de san Miguel de Tucumán. Si bien es cierto que el epicentro de la protesta, en sus momentos culmines, fue el centro de la capital provinciana, no es menos cierto que grandes focos de lucha y conflicto se desarrollaron en el interior, como en los casos arriba mencionados de Bella Vista, Villa Quinteros, a los que se tendría que sumar, por ejemplo, Tafí Viejo o Santa Lucía, entre otras localidades.
La mancomunión entre estudiantes y obreros no sólo se deduce de los testimonios, sino también, de las lecturas de los diarios de la época, tanto nacionales como locales, e incluso en alguna de las publicaciones periódicas. En este mismo sentido Crenzel cuantifica a los participantes de cada uno de los movimientos que enmarcan el Tucumanazo, al mismo que consigue desarrollar en su estudio cuáles son los sectores que componen cada uno de los ciclos de protesta. En los tres momentos destacados también por el trabajo de Crenzel los obreros ocupan un lugar central junto a los estudiantes, siendo el momento de mayor presencia noviembre de 1970.[18] Sobre la presencia de las protestas en los medios de comunicación volveré más adelante.
En la extensa nota dedicada al levantamiento de Villa Quinteros, Primera Plana rescataba los testimonios de obreros de aquella localidad sureña de la provincia. Martín Dip, abogado y asesor de una comisión pro Defensa del ingenio San Ramón, destacaba que “El Operativo es un fracaso (…); pocos jornales en el mes y un salario menor al legal, demoras en el pago, fuentes de trabajo alejadas de los pueblos”.[19] El reflejo de la dura realidad del pueblo tras el cierre de la fábrica azucarera, era la constante del mencionado artículo. Pero resulta conveniente, en todo caso, cruzar las fuentes de las que se sirve el historiador y repasar entonces cuál es la percepción que se tiene 40 años después de lo vivido en las inmediaciones del Ingenio San Ramón, experiencias que tocaron a los más de 1000 habitantes de la localidad de Villa Quinteros.
La percepción de lo que fue Villa Quinteros antes y después del cierre del Ingenio San Ramón en Primera Plana resulta coincidente con los testimonios recogidos a partir de la entrevista a dos trabajadores, Rubén Leiva, dirigente sindical, y Hugo Figueroa, ex empleado de la fábrica. Ellos narran el impacto que supuso la clausura de la fábrica azucarera, mientras la crónica escrita al calor de los sucesos en la localidad tucumana se revela como una primera impresión. La entrevista realizada 40 años después permite verificar qué ha quedado en la memoria social y colectiva de Villa Quinteros de la lucha llevada a cabo por el pueblo en defensa de la principal fuente de trabajo. Tucumanazo4Una digresión conviene hacer aquí para explicar que la entrevista se hizo en el marco del desarrollo del documental que lleva por título El Tucumanazo. En la tarea de archivo conseguimos el ejemplar de la revista que le dedica nueve de sus páginas a la rebelión de Villa Quinteros en un informe especial firmado por Oscar Caballero.
Llevamos entonces una copia del semanario a los fines de entregarle el mismo a los entrevistados y que éste sirviera de disparador de la memoria de todo aquello que queríamos indagar y que de hecho en la crónica se describía de manera eficaz. Los lugares, actores sociales involucrados como el cura párroco, Fernando Fernández, etc. Los entrevistados iban recordando la pueblada al tiempo de acompañarlos en caminata por el pueblo con la revista en la mano. La misma sirvió en todo momento de soporte material para la memoria de los ex trabajadores del ingenio, quienes, además de revivir en el relato cada momento de la protesta, recuperaban en sí, fragmentos de lo que había sido el pueblo antes, durante y después del cierre. El haber conseguido el ejemplar de Primera Plana más los contactos personales, fue lo que nos inclinó por desarrollar la trayectoria de Villa Quinteros.
Sin embargo, también conviene decir, que futuras investigaciones deberían ocuparse en profundizar los estudios acerca del cierre de los ingenios y los efectos que provocó en cada una de las ciudades aledañas a los mismos. Dicho de otro modo, estamos lejos aún de una historia del movimiento obrero tucumano que se ocupe de este capítulo de la historia provincial, fundamental para comprender los años subsiguientes, incluso en la esfera nacional.
La crónica del semanario narraba entonces: “Iglesia, teléfono, club social, empleados, profesionales, comerciantes. “En tiempos de la cosecha esto era una romería”, sonríe Fernando Fernández, el cura párroco de Villa Quinteros, ahora presidente del Comité Pro defensa. “Si hasta el Banco Provincia tenía pensado instalar una sucursal. Aquí corría plata””.[20]
La imagen de bonanza se repite en el relato de nuestros entrevistados casi 40 años después. Rubén Leiva, ex dirigente sindical y Hugo Figueroa, ex trabajador del ingenio, aportaron una mirada desde el adentro lo que implicó el cierre del Ingenio San Ramón:
-Previo al cierre del ingenio, ¿cuéntenos un poco cómo era la vida de Villa Quinteros?
Figueroa: La vida de Villa Quinteros antes del cierre del ingenio había sido de un nivel, se podría decir, medio para arriba, porque por ejemplo teníamos un club social, que era de primera, teníamos mozos con moñito, nadie podía entrar si no iba de traje y corbata si no, no, acordate bien vos, (mirando a Leiva) se podía almorzar, se podía merendar, se podía desayunar, había billar y demás.
-¿Y el pueblo vivía en torno al ingenio?
Figueroa: Claro, como te decía hace un rato, únicamente no lo ocupábamos los obreros y empleados, había transportistas, proveedores, el comercio en sí funcionaba a todo trapo y Villa Quinteros era un pueblo que se distinguía porque tenía todo, tenía correo, tenía juzgado de paz, tenía todo, escuela, farmacia que no la tenía nadie, antes tenían botica, tenían los pueblos, que se llamaba botica.
-¿Y qué población tenía Villa Quinteros en esa época?
Figueroa: En esa época, yo te digo, incorporando las zonas aledañas como la Florida, Amberes, que la gente se ha ido después del cierre del ingenio, porque ya no tenía trabajo, y yo pienso que arriba de los 4.000, pienso.
-¿Arriba de los 4.000?
Figueroa: Sí, porque en el ingenio nomás ¿cuántos habremos sido para la zafra?, como 800, más o menos, entre estables y temporarios.
-Y cuando cierra el ingenio, ¿Qué gente queda afuera?
Figueroa: Imagina, 700 obreros y empleados, más como te digo, más los que venían por detrás del ingenio como ser, transportistas, proveedores, porque también no solo trabajábamos en el ingenio, la firma también tenía tierras con caña, donde tenía obreros en el surco, que las manejaba Ovejero, y también tenían ¿cómo era que le decían) que tenía allá en la Cocha.[21]
Los motivos del cierre de los ingenios ha sido materia de algunos estudios entre los que caben mencionar “El Tucumanazo” de Emilio Crenzel[22] e “Historia de la destrucción de una provincia” de Roberto Pucci.[23] Sin embargo, algo que ninguno de estas dos investigaciones tiene en cuenta es la percepción de los propios trabajadores sobre lo que ha sucedido con su fuente de trabajo. Mientras el trabajo de Crenzel cuantifica minuciosamente lo que implicó el cierre de las fábricas azucareras, el trabajo de Pucci centra su mirada en las élites, descuida las consecuencias derivadas del cierre en la clase trabajadora. Es así como el relato de la “historia de la destrucción” de Tucumán queda trunca al no contemplar qué efectos provocó en los trabajadores el cierre de la principal fuente de trabajo en pueblos que, cómo se mencionó más arriba, vivían al 100% de la producción azucarera.
Figueroa: Y el cierre del ingenio se produce porque el gobierno de la nación decía que había poca producción azúcar, pero resulta que después del cierre de los ingenios, faltaban ingenios para que muelan toda la caña que tenía Tucumán y cierran ¿14?, ¿15?, 11 porque el 1º ingenio que cierran es el Santa Ana, Santa Ana…
Leiva: Santa Ana, ¡¡qué zona cañera era esa!!
Figueroa: Santa Ana ha sido el ingenio más grande de acá, inclusive el más grande que el conocido de la Banda tenían, ellos lo llamaban colonias a las distintas parcelas que tenían, parecía una granja, cada colonia era una población ahí, no sé si tenían 18, 20 colonias, muchísima gente. Ahí en Santa Ana eso ha sido un desastre, a Villa Quinteros lo ha afectado muchísimo, pero a Santa Ana mucho más porque ahí eran miles, miles de personas.
-¿Cómo era la vida gremial dentro del ingenio y cómo se organizan después que se cierra el ingenio?
Leiva: Ahí en ese tiempo había formada una comisión directiva porque los propios obreros del ingenio han elegido esa comisión, que la encabezaba Hugo Montoya y otros, Montoya hijo. Y bueno… Venían trabajando ellos, pero usted sabe lo que es una comisión directiva, siempre ellos para la comisión directiva tienen que tener la expectativa de la gente, lo que tiene que ser el ingenio, lo qué iba a pasar y así, los dirigentes siempre, los dirigentes gremiales siempre tiran para el lado de ellos, no para el lado de la gente cuando sale la verdad y hasta el momento pasa eso.
-¿Y ya sabían, previo al cierre del ingenio, que el ingenio se cerraba?
Leiva: Claro, ellos sabían…
Figueroa: La gente no sabía nada, inclusive no sé si el San Ramón, no sé si ese año compró el trapiche nuevo que instaló, era un trapiche que molía el doble de lo que molía el trapiche anterior y ese trapiche era el que no dejaban sacar acá para que se lo lleven a Aguilares y eso es lo que contaba él hace un rato, que con engaño han hecho entrar a la gente a la iglesia…
Leiva: Y claro ellos ya sabían venir trabajando ahí, el propio sindicalista y hay ciertos obreros estables del ingenio con el son de que ellos le mentían, en ese tiempo estaba de administrador Oviedo, un tal Oviedo y ellos les mentían que entren a trabajar y que iban a ser tomados estables allá, han desmantelado el trapiche y los han cepillado a ellos también.
-¿Usted cómo entra como dirigente?
Leiva: Porque nosotros le hemos seguido la lucha a ellos, diciendo que eran personas no gratas aquí, en el sindicato. Nosotros hemos ido con un muchacho que se llamaba César Pedraza que hoy está en Bs. As. y otro muchacho más, a contarles esto que pasaba a Atilio Santillán. Entonces le digo yo a Atilio Santillán, de que si ellos no actuaban, nosotros íbamos a tratar de otra manera, entonces ellos han venido con escribanos, ha venido Atilio Santillán, ha venido Lazarte de San Pablo, que era secretario adjunto de la FOTIA, ha venido Benito Romano, ha venido Fote, han venido la mayoría, se hemos reunido, en ese tiempo donde es ADOS ahora, ahí era el sindicato nuestro, era un hermoso sindicato que teníamos. Ahí, hemos agarrado, hemos juntado la gente, hemos juntado más de 600 changos.
-¿En qué época fue?
Leiva: Esto fue en el año 68, inmediatamente después del cierre. El cierre del ingenio ha sido el 31 de agosto del 67, así que nosotros ahí nomás, habrán pasado 10 días y hemos hecho eso, han venido los changos de la FOTIA, la gente no ha elegido, nos ha posicionado y hemos comenzado la lucha.[24]
Si bien las fechas del relato de Leiva se tornan confusas, lo más importante de observar no es tanto la precisión del dato cronológico de cómo se fue desarrollando el enfrentamiento del pueblo por el sostenimiento del ingenio, sino la imagen que tienen hoy los trabajadores sobre la lucha en la que se vieron envueltos. La radiografía de lo que implicó el cierre desde la perspectiva del trabajador, es muy distinta a la visión que puede derivarse de una mirada de corte netamente elitista. El trabajador siente en carne propia las consecuencias derivadas de la decisión política tomada a cientos de kilómetros de donde vive y de las cuáles no les han consultado. La defensa por el sostenimiento del ingenio ni siquiera supone un cuestionamiento al modelo de explotación que ya de por si sufren los trabajadores del azúcar. En este sentido uno podría incluso suponer que la respuesta, en primera instancia es apenas de corte reformista.
-Cuéntenos de la pueblada del 69, ¿Cómo comenzó? ¿Cómo participa? ¿Cómo se organiza el pueblo? ¿Quiénes son los primeros que dan las directivas?
Leiva: El que ha dado la directiva aquí era Fernando Fernández…
-¿El cura?
Leiva: Sí, después estaba Norberto Campos, después estaba yo, estaba mucha gente del pueblo. Se inicia un acto aquí, en la plaza, donde se lo critica al gobernador por la situación que ha dejado al pueblo, tirado, con respecto al cierre de los ingenios. Después termina esa reunión, han venido mucha gente de afuera, autoridades de FOTIA, de entero. Y bueno, como le vuelvo a repetir, aquí terminó el acto ese y aquí se seguía, uno muchas veces ni dormía, por decir mañana vuelvo otra vez a la lucha.
-Y ¿Qué es lo que hacían? después de esa reunión, ¿Qué es lo que hicieron? ¿Organizaron una marcha?
Leiva: Sí, toda la semana había una protesta para que esto se mejore… esta situación de trabajo.
-¿Y cómo fue la represión?
Leiva: Malísima, terrible, aquí nos apuntaban…
-¿Cómo se entera el gobierno que se iba hacer esta manifestación y que se iba a hacer esta pueblada?
Leiva: Sabes que es lo que pasa, es que Avellaneda era el gobernador en esa época, pasaba a Concepción; entonces en todos los pueblos había vigilantes, entonces iban a venir por la ruta 38 y aquí había policía federal, entonces la manifestación quería entrevistarlo a Avellaneda para plantearle el problema; entonces por supuesto, se enteran de eso. Pero Avellaneda no ha pasado en auto, se ve que pasó en helicóptero. Nosotros queríamos entrevistarlo al tipo en la ruta, porque nosotros sabíamos que él iba a ir para ahí, para Concepción.
-¿Avellaneda?
Leiva: Lo que pasa es que ha venido la gendarmería y la policía se puso en la ruta y nosotros queríamos que llegue el tipo y de solo estar se armó el lío, era bala, palo, de lo que venga era…
Figueroa: Después han llegado los refuerzos, entonces ha sido cuando la gente se ha refugiado en las casas.
-¿En qué llegaron los refuerzos?
Figueroa: En camión, camionetas, que se yo. Y ahí, a la par de la iglesia, era la entrada y había una casa al fondo, y ahí se han refugiado varios, y ahí han entrado y en la iglesia había un montón de gente, que había entrado a la iglesia.
-¿Y con qué se defendían?
Leiva: Como será que querían entrar los tipos a la iglesia, que nosotros hemos sacado un santo que le decían San Ramón y le han cortado el cogote de un palo, querían entrar los tipo a sacarnos a nosotros.
Figueroa: (leyendo la revista Primera Plana) Y aquí está, estoy leyendo a pesar de que no tengo anteojos, de Maihub, de un tal Maihub, no sé si has leído.
-Cuénteme, cuénteme…
Figueroa: Los que han ido parece que lo ha visto porque toda la gente ha disparado a refugiarse a donde sea, entonces Maihub ha entrado a su casa y los tipos, la policía han entrado en la casa de Maihub y lo han baleado, y lo balearon a Julio, como se llama? A Ale Maihub y aquí esta esto, no sé si lo largaron después en la Florida, sí, lo largaron en la Florida baleado.
-¿Detuvieron a mucha gente ese día?
Figueroa: Sí, pero más han sido los golpeados.
Leiva: Sí, los han llevado, después los dejaron en libertad, hemos sido golpeados. A mí por lo menos no me han podido ”chapa”, incluso yo estaba escondido en donde vive Víctor Montoya y la señora…
Figueroa: Pero ese día habían roto las claraboyas y ahí largaban…
Leiva: Ahí largaban para que nosotros salgamos, tiraban gases
Figueroa: Gases lacrimógenos, las han roto a las banderolas para que nosotros salgamos y caían eso y nosotros la tirábamos fuera, eso era una lucha constante, esa era una época malísima.
-¿Y cuánta gente habrá habido detenido?
Leiva: Y en ese tiempo, no.
Figueroa: Como estoy diciendo, no hubo detenidos casi, los agarraban, los llevaban a un móvil y le daban una garroteada y lo largaban allá lejos,
Leiva: Los llevaban en una camioneta y los largaban, pero garroteados.
-¿Qué era? ¿Policía Federal, ejército?
Leiva: De gendarmería, de la Federal, policía así que, más…
Figueroa: Los federales que en ese tiempo decían que…
-¿Y cómo se defendían?
Leiva: ¿Nosotros? Con piedras, con lo que venía.
Figueroa: Cuando han llegado los refuerzos, no sé qué cantidad, ya no se defendía nadie…
-¿Participaba todo el pueblo?
Leiva: Si, todo ha sido un unánime la respuesta del pueblo.
-¿ustedes supieron de otros acontecimientos simultáneos, de otras localidades, como Bella Vista?
Figueroa: En todos los ingenios, en todos los ingenios. En simultáneo. Toma el caso de Bella Vista donde la han matado, ¿cómo se llama? a la señora esta de Santa Lucía, Hilda Guerrero[26], que la mataron en Bella Vista en una manifestación en el ingenio cerrado.
Leiva: En todos los ingenios cerrados ha sido una masacre.[27] Según la definición del Diccionario de la Real Academia Española, una masacre es la “matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida”. Está claro que la expresión no refiere aquí tanto a la represión desatada en cada uno de los pueblos que se levantaron contra el cierre de los ingenios, aunque en algunos casos, como en Santa Lucía, se produjeran muertes, sino que metafóricamente la masacre supuso la expulsión de la provincia de casi un tercio de su población, por lo tanto la imagen de “masacre” es la que podemos ver hoy en los pueblos casi fantasmas que nunca pudieron recuperarse. Ciertamente la represión en algunos casos ha sido de una ferocidad nunca vista, pero también es cierto que el nivel de desestructuración social que vivió la provincia de Tucumán desde entonces es considerada, por el entrevistado, como una masacre, la muerte misma de poblados enteros por las medidas impuestas por la dictadura, medidas que como vimos en las declaraciones del propio Onganía se resolvieron por medio de la “espada”.
La simultaneidad de la protesta. El debate sobre el Primer Tucumanazo La percepción de Carlos Zamorano, remitida en el testimonio del comienzo del presente artículo, se repite en cada uno de los entrevistados. Allí donde había un ingenio cerrado se desarrollaba algún tipo de manifestación que podía ir desde la protesta del pueblo en conjunto en las calles, hasta la toma con rehenes de las fábricas azucareras, tomas que tenían una amplia repercusión en la prensa.
Hablar de los Tucumanazos, implica, por lo tanto, que la protesta se había extendido a toda la provincia. Esta visión, contrasta claramente con la mirada porteño céntrica propuesta por la Nueva Historia de Sudamericana. Pero las evidencias, junto a los testimonios, muestran una realidad absolutamente distinta. La lucha de calles no solo se dio en la ciudad capital. Si bien es cierto que por cobertura mediática y por efecto multiplicador, las protestas estudiantiles que llegaron a tomar toda la ciudad de San Miguel con barricadas, parecieron ejercer mayor presión en los distintos momentos de los enfrentamientos, no es menos cierto que las protestas en las zonas rurales fueron vigiladas con preocupación por las autoridades locales y nacionales.
Esto, además, lo refleja no solo la prensa provincial sino también los medios nacionales, siendo posible rastrear en periódicos de gran tirada como Clarín o La Nación, noticias vinculadas a las distintas manifestaciones obreras en los pueblos del interior tucumano. Como ejemplos se pueden citar aquí algunas notas aparecidas en Clarín fechadas en mayo de 1969: a) Titular del 14 de mayo: “Toman como rehén a un empresario. Trabajadores del Ingenio Amalia ocuparon ayer el establecimiento”; b) el 22 de mayo Clarín daba cuenta del pedido de soluciones para Villa Quinteros. El diario porteño se hacía eco de una nota enviada por vecinos del pueblo al propio presidente de facto Juan Carlos Onganía. En los días previos al Cordobazo, incluso en Tucumán la protesta estudiantil en el casco céntrico de la ciudad era de tal magnitud, que la prensa nacional y local lo reflejaba presumiendo lo delicado de la situación. Como vemos, previo al Córdobazo Tucumán “Ardía”, lejos de la metáfora que suponía tal expresión.
Hay quienes no consideran que las puebladas antes mencionadas o la toma de la ciudad capital por parte del estudiantado en los días previos al Cordobazo, pueda considerarse un “primer Tucumanazo”. De hecho, algunas posiciones, vinculan las manifestaciones de aquellos episodios como mera imitación de la protesta llevada a cabo en la ciudad de Córdoba. Si bien es cierto que los universitarios movilizados se manifestaban en un claro gesto de solidaridad por las muertes ocurridas en Corriente y Rosario a mediados de Mayo, no es menos cierto que el estudiantado tucumano pronto construyó levantó banderas propias de lucha y que tenían que ver con la intervención directa del régimen de facto en las universidades y la posibilidad cierta del cierre de comedores y residencias. Con el tiempo los vínculos entre estudiantes y trabajadores se fueron haciendo al andar y como expresa un ex militante peronista de aquellos años, tal alianza se edificó en las calles. Es decir, en Tucumán se fue gestando una agenda propia para la protesta y no es posible comprender, por ejemplo, el proceso de 1970 con el Tucumanazo de noviembre, sin analizar lo que supusieron las manifestaciones de un año antes, tanto en la ciudad capital como en el interior allí donde las fábricas azucareras habían sido clausuradas.
Estas últimas cuestiones plantean una serie de problemas analíticos que deberán profundizarse en futuros estudios: en primer lugar qué movimientos pueden ser considerados o no “azos”. Esto nos debería replantear cuanto menos la utilización de la idea de AZO, tan “reinventada” tras los acontecimientos ocurridos en el país el 19 y 20 de diciembre de 2001; en segundo término es la falta de criterios para analizar los anclajes locales que determinaron cada uno de esos movimientos y que mereció tener un nombre propio. Dicho de otro modo, Rosariazo, Mendozazo, Tucumanazo (en sus tres expresiones), Cordobazo, etc ¿pueden considerarse sinónimos? Está claro que la protesta urbana ha adoptado unas fisonomías similares en todos los casos mencionados, (Toma de las ciudades, barricadas, fogatas, auxilio de los vecinos, enfrentamiento con las fuerzas represivas del régimen, etc) pero la existencia de una situación de crisis estructural, desencadenada por las políticas socio económicas de la dictadura de Onganía, determinaron que las respuestas en cada ciudad, cobraran una determinada magnitud en función del efecto de tales medidas ejecutadas por el régimen.
Historiadores (académicos o no) y otros intelectuales que niegan esta historia no solo no contribuyen al debate de lo que fue Tucumán en los 60 / 70, sino que desvían el foco de atención a una agenda que debería estar centrada en las luchas obreras de aquellos años. Una historia de la destrucción de la provincia que deja afuera al movimiento obrero será siempre una historia a medias pues no se pueden comprender una cantidad de cuestiones si no se aborda con seriedad el complejo proceso de desarticulación social sufrido durante los años del onganiato y la respuesta que se dio la propia sociedad afectada.
Este trabajo es apenas un aporte pequeño a la comprensión de aquel proceso iniciado con la dictadura de Onganía en junio de 1966 y que tuvo, entre sus principales “víctimas” a los pueblos de los ingenios azucareros de Tucumán. La respuesta de los trabajadores y de los pobladores en general merece ser considerada de otro modo a cómo lo sugiere la historiografía porteño – céntrica, pero además, requiere de un estudio serio que incluya las voces de la clase trabajadora como principal afectada y como principal protagonista de una historia de luchas.
Funte: Rubén Kotler, historiador tucumano
* Historiador Tucumano Mientras el 29 de mayo de 2009 se llevaban a cabo todo tipo de celebraciones y actos de homenajes por los 40 años del Cordobazo, casi nadie recordaba que paralelo al Cordobazo otros movimientos que valieron ser denominados AZOS, marcaban el camino de la protesta en la Argentina. Uno de esos AZOS es sin lugar a dudas el primer “ Tucumanazo” o mejor dicho, los Tucumanazos, que desde 1969 hasta 1972 sacudieron los cimientos políticos de la provincia de Tucumán. No reconocer estos movimientos con sus particularidades o anclajes y la importancia que tuvieron en el devenir político de la entonces dictadura encarnada en la autoproclamada Revolución Argentina, es no comprender, en primer lugar, la magnitud de los fenómenos acaecidos en el norte, en segundo lugar es faltar a la historia pretender solapar los otros AZOS detrás del Cordobazo, como si hubieran sido mera imitaciones de aquel.
En el presente artículo se busca recuperar la historia de la rebelión ocurrida en la localidad de Villa Quinteros, al sur de la provincia, en los meses previos a Mayo del ’69. En Villa Quinteros, como en otras localidades tucumanas signadas por el ingenio azucarero, se vio afectada por el cierre de la fábrica a mediados de 1966 tras el golpe militar encabezado por Juan Carlos Onganía. Recuperar la memoria de aquella lucha implica por lo tanto reivindicar la importancia que tuvo para el proceso global de resistencia contra las políticas ultra liberales impuestas por la dictadura y que afectaría en particular a las economías locales, que, como la tucumana, sufrió efectos devastadores en lo social, político y cultural.
El período 1966–1976 marca el auge y apogeo de las luchas de los sectores populares en todo el país. El proceso iniciado el 28 de Junio de 1966 con el golpe militar que depone al gobierno del presidente Illia e impone a Onganía como presidente de facto, acentúa las contradicciones de clase. El programa económico liberal implementado por la dictadura golpea fuertemente a los sectores obreros y a un importante sector de la clase media, sobre todo a los estudiantes universitarios, que a partir de algunas medidas en contra de la autonomía universitaria comienzan a tomar conciencia y deciden enfrentar abiertamente al régimen.
La provincia de Tucumán fue una de las más afectadas con las medidas de Onganía dentro del conjunto del país. El cierre de 11 ingenios tras su intervención en 1966, la intervención en la Universidad Nacional de Tucumán, y otras disposiciones de la dictadura golpearon duramente en la estructura social, económica y cultural de la provincia, convirtiéndose en una de las de mayor número de movilizaciones y alzamientos tanto urbano como rural, en una combinación de sectores que podría caracterizarse como una alianza obrero – estudiantil.
Los Tucumanazos se inscriben entonces en el marco de los movimientos de protesta obrero estudiantiles que se produjeron en Argentina en los años ’70 y remiten, para el caso concreto de Tucumán, a la idea de los tres movimientos de protesta reconocibles en la provincia, pero también a las diferentes visiones que de ese proceso tienen hoy quienes han participado en él. Los tres momentos del proceso histórico serían entonces: un primer Tucumanazo en mayo de 1969, paralelo al Cordobazo y que incluso se puede situar días antes en el Jardín de la República; el Tucumanazo propiamente en noviembre de 1970; y el Quintazo de Junio de 1972. Si bien los tres movimientos responden a la misma lógica de enfrentamiento a la dictadura de entonces, cada uno supuso particularidades y diferencias.
El golpe de Onganía: consideraciones generales
El 28 de junio de 1966 se produjo el golpe militar que derrocó al gobierno de Arturo Illia. Asumió entonces la presidencia del país el General (R) Juan Carlos Onganía. Las Fuerzas Armadas al frente de lo que llamaron “La Revolución Argentina”, destituyeron al presidente y su vice y a todos los gobernadores del país, disolvieron el Congreso Nacional y las Legislaturas provinciales, separaron de sus cargos a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y disolvieron los Partidos Políticos. El golpe contó con el apoyo de la Iglesia Católica, miembros del sindicalismo y amplios sectores de clases medias.Una de las primeras medidas mostró sin embargo el propósito del nuevo gobierno de facto al intervenir las universidades, obligando a numerosos intelectuales a exiliarse. Dicha intervención fue un golpe de gracia a un sector que hasta ese momento no se opuso abiertamente al gobierno militar, como ser parte del estudiantado, que luego de la intervención y sobre todo, tras de producirse la tristemente célebre Noche de los Bastones Largos, comenzaron a salir a la calle y a manifestarse abiertamente contra el régimen.[2]
Sobre las características del golpe de Onganía existe una extensa, aunque no siempre suficiente bibliografía. No me detendré en este punto en detalle porque no es el objetivo del presente artículo. Sólo mencionaré aquellas políticas que afectaron particularmente a Tucumán, para mostrar la crisis estructural producida en torno a las medidas adoptadas por el gobierno nacional y provincial y observar como se desataron las fuerzas opositoras al régimen a partir de las mismas.[3] Lo cierto es que el nuevo golpe militar vino a implementar una política ultraliberal que favorecía a sectores del llamado establishment económico nacional e internacional (Sobre todo recibió el apoyo de sectores agropecuarios e industriales). El contexto de la revolución Libertadora fue la guerra fría, dominado por lo que se conoce como “La Doctrina de Seguridad Nacional”, que pretendió combatir al comunismo para consolidar el proyecto liberal.
En última instancia el propósito del gobierno encabezado por Onganía era la asignación de recursos para el área moderna y transnacional de la economía con la supuesta idea de producir un salto cualitativo y cuantitativo en el país. La concentración económica y política del régimen privilegió a las grandes industrias y las inversiones extranjeras en detrimento del comercio y la pequeña industria. Por lo tanto, en un plano general afectó al conjunto de actores económicos sobre todo del interior, quitándole al mismo tiempo poder y recursos a los obreros y a sus sindicatos, los que fueron incorporados al sistema siendo intervenidos o directamente clausurados[4]. El proyecto de la Revolución Argentina adquirió las características analizadas por Guillermo O’donnell acerca de los Estados burocráticos – autoritarios.
[5] Al mismo tiempo se acentuaron las contradicciones de clases y se produjo a lo largo del período 1966 – 1976 una profundización de la lucha popular contra el régimen que sólo pudo ser derrotada desde febrero de 1975, a partir del llamado Operativo Independencia, y que tuvo por objetivo terminar con la oposición popular de toda índole, tanto en el campo de la lucha armada, como así también con la oposición política e intelectual. En este contexto la dictadura instaurada el 24 de marzo de 1976, procuró terminar el trabajo iniciado por Onganía y sus sucesores.
El golpe de Onganía marcó el fin del mandato del gobernador de Tucumán Lázaro Barbieri, haciéndose cargo del gobierno provincial el Comandante de la V Brigada de la Infantería general Delfor Félix Elías Otero por un breve lapso a la que le siguió una seguidilla de gobernadores civiles y militares impuestos por el poder central. La provincia de Tucumán fue siempre un polo de preocupación para el gobierno de facto de Onganía. Con motivo de cumplirse el 150 aniversario de la Independencia Argentina, el 9 de julio de 1966, el dictador viajó a Tucumán para presidir los actos centrales. Frente a dirigentes de la FOTIA (la Federación de Obra de Trabajadores de la Industria Azucarera) realizó un anuncio que trazaría el rumbo de lo que sería la política del régimen: “La espada de la revolución se desencadenaría sobre Tucumán, para transformarlo de manera revolucionaria”.[6] Hasta ese momento el golpe no mostraba mayores resistencias entre algunos sectores de clase media.
Tucumanazo2Las medidas del Poder Ejecutivo Nacional afectaron particularmente a la provincia y el objetivo fijado para la transformación económica produjo una concentración económica en los grupos dominantes y una desestructuración social de los trabajadores. La política que afectó a la industria azucarera y la intervención de la Universidad Nacional de Tucumán – UNT – fueron dos medidas que en el corto plazo se volverían en contra del régimen y de sus agentes locales.
En lo que se refiere a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), la intervención producida a partir del decreto – ley 16.912, del 29 de julio de 1966, generó un proceso de resistencia y de lucha contra el régimen dentro del estudiantado. La supresión de la autonomía universitaria, ganada después de largos años de lucha estudiantil, se veía quebrada y la defensa de los comedores y residencias estudiantiles en Tucumán habría de ser un factor de permanente conflicto no sólo dentro del marco universitario sino también en las calles de la ciudad capital.
La juventud desde entonces comenzó a involucrarse en cuestiones políticas, a militar en un sentido amplio del término, realizando trabajo de base y tomando conciencia con el transcurrir de los conflictos. El contacto entre las diferentes universidades era constante, en un diálogo fluido, y las manifestaciones de apoyo entre una y otras a veces determinaron el devenir de la lucha. También la solidaridad con la clase trabajadora fue una constante en el encuentro que habría de determinar el enfrentamiento entre estos dos sectores y las fuerzas del régimen. Al mismo tiempo, un contacto directo entre los centros estudiantiles de las distintas universidades del país, determinó que la solidaridad entre todos produjera enfrentamientos callejeros con la dictadura en simultáneo en todo el país, como los ocurridos durante el mes de mayo de 1969 en Corrientes, Rosario, Tucumán y Córdoba.
En cuanto a la crisis azucarera el golpe de gracia lo produjo el gobierno nacional cuando decidió intervenir primero algunos ingenios a los que consideraba un freno al desarrollo económico, y luego su posterior cierre. El intento de implementar lo que se dio en llamar el Operativo Tucumán[7], no logró recomponer el cuadro social que produjo la desocupación entonces producida por el cierre de las fábricas azucareras.
El 22 de Agosto de 1966 por medio de la sanción del decreto–ley 16926, se intervinieron 8 ingenios, llegando con el tiempo a ser 14 las plantas intervenidas. Según el gobierno de Onganía se ponía en marcha en la provincia de Tucumán un nuevo programa de reestructuración “agro – industrial”, atrayendo al mismo tiempo capitales nacionales e internacionales para la instalación de nuevas y más modernas industrias, que habrían de ocupar la mano de obra desocupada por la industria azucarera. El proceso al final del camino implicó el cierre de 11 de los 14 ingenios intervenidos, generándose una desocupación que a su vez produjo una desestructuración de la clase trabajadora de Tucumán. Los ingenios que cerraron fueron en general los de menor promedio diario efectivo de molienda y los de menor producción azucarera.[8] La desocupación aumentó a niveles insostenibles provocando incluso, que muchos miles de trabajadores tuvieran que migrar hacia otras regiones del país como “trabajadores golondrinas”. Se estima que el número de desocupados en esa época osciló entre 150.000 y 200.000[9].
Para comprender mejor el proceso algunos datos ayudan a completar el entramado que muestran de manera más acabada la cuestión aquí planteada. Con una superficie de poco más de 22.000 kilómetros cuadrados, Tucumán contaba para 1970 con 766000 habitantes, de los cuales más del 40% residían en San Miguel, la capital.[10] Las empresas instaladas en Tucumán no alcanzaron a cubrir entonces el cupo de mano de obra desempleada que había dejado el cierre de los ingenios. La crisis estructural desatada provocó por lo tanto una profundización en las contradicciones de clase por un lado, y una mayor presencia de conflictos tanto urbanos como rurales. Crenzel ha cuantificado el nivel de conflictividad entre 1969 y 1972 y con los datos aportados se puede concluir que a mayor profundización de la crisis se produjo una mayor desestructuración social, que llevó entonces a un aumento de los conflictos.[11]
Para completar el cuadro trazado, hemos recurrido a entrevistas realizadas a integrantes del movimiento obrero y estudiantil de Tucumán. De los testimonios recogidos y según el cruce de fuentes, es posible afirmar que se puede hablar de “tres Tucumanazos[12]. Desde una perspectiva global podemos referir a tres momentos de un mismo proceso histórico. El primero de ellos es el de las luchas llevadas a cabo durante el año 1969, culminando esa primera etapa con los enfrentamientos urbanos y rurales que coinciden, cronológicamente con el Cordobazo, en Mayo de 1969; un segundo momento es el del llamado clásicamente Tucumanazo, en Noviembre de 1970, el período de mayor virulencia en el enfrentamiento entre el campo popular y las fuerzas del régimen; el tercero sería lo que se conoce como el Quintazo, en Junio de 1972[13]. El testimonio de Carlos Zamorano, dirigente del Partido Comunista de Tucumán, expresa a las claras esta idea de un movimiento global que abarcó a toda la provincia: “…cuando decimos tucumanazo, decimos que había una pueblada en San Miguel de Tucumán, otra en Concepción, en Monteros, otra en Aguilares, otra en Villa Alberdi, era contemporáneo en toda la provincia, no era en una sola ciudad o en la capital que eso sería interesante conversar con la gente de Monteros, conversar con la gente de Concepción para ver la participación de otros que no han llegado a ser tan notorios como personas individuales porque eran ciudades más chicas nada más, pero fue muy importante…” [14]
En Tucumán cada uno de los momentos de la lucha, estuvo signado por una profundización de las diferencias de clase y quienes participaron en los enfrentamientos eran sectores proletarios, estudiantes de clases medias y medias bajas, y si bien parte de la población de la capital provinciana acompañó cada protesta callejera, nunca se involucró más allá del apoyo. De hecho los estudiantes y obreros enfrentaron como en un campo de batalla a las fuerzas del régimen con los elementos que tenían a mano.
Una segunda cuestión que estimo necesaria tratar, es lo relacionado con la idea que también en Tucumán se estaba llevando a cabo un proceso prerrevolucionario. Si bien algunos de los enfrentamientos fueron espontáneos, no por eso debemos afirmar que todo el movimiento carecía de dirección y se encontraba carente de una ideología[15]. De hecho es factible comprobar la plena conciencia que aquella era una lucha revolucionaria, a partir del análisis de los testimonios recogidos de las entrevistas.
Desde el comienzo mismo del proceso de lucha, iniciado en 1968, en algunas localidades del interior de la provincia, hasta su inicio de mayor virulencia en mayo de 1969, la idea de la transformación social estaba presente en los actores sociales.
En un contexto más amplio la lucha de clases producida no sólo en Tucumán, sino también en el resto del país, estaba influenciada por movimientos internacionales de mayor magnitud como ser la Revolución cubana, la figura del Che Guevara como emblema de la guerrilla, pasando por el mayo francés y sus consignas, hasta manifestaciones estudiantiles y obreras en todo el continente latinoamericano de idéntica trascendencia.
En este punto considero necesario responder a dos cuestiones planteadas por Mark A. Healey, quien sostiene “que el epicentro de la ola de protesta de mayo de 1969 no fueron los clausurados ingenios de Tucumán, símbolos de un país en colapso, sino las fábricas de Córdoba, verdadero motor del proyecto económico del gobierno”[16]. Si bien es cierto que por la magnitud del enfrentamiento y por el resultado posterior del mismo, el Cordobazo quedó como el auge de la lucha de aquellos años, sostener que Tucumán no fue el epicentro de la lucha es desconocer que en esa provincia las manifestaciones obreras con toma de ingenios y retención a modo de rehenes de empresarios, y puebladas de gran magnitud, han sido la antesala de un proceso de lucha social que culmina con manifestaciones diarias en el centro de la ciudad, en algunos casos violentamente reprimidas.
Tucumanazo3Es necesario mencionar acá las puebladas de Bella Vista en enero de 1969, y la de Villa Quinteros en Abril de 1969, donde “todo” el pueblo salió a la calle a enfrentarse con las fuerzas del régimen en defensa de la principal fuente de trabajo de la que dependía toda su vida, como veremos de los testimonios que ofrecemos. En cada uno de los casos mencionados la solidaridad llegó incluso de la mano de los sacerdotes tercermundistas, que tenían un trabajo de base muy importante en los pueblos del interior de la provincia. De hecho, la visión de Healey contrasta con las crónicas de aquellos días, incluso en medios capitalinos, como la revista Primera Plana, que le dedicaba a la localidad de Villa Quinteros un informe especial. En la introducción del artículo de la mencionada publicación, puede leerse una imagen de lo que fue la poblada en defensa del ingenio San Ramón: “…Villa Quinteros descubrió la pólvora – o más bien el gas – el 9 de abril cuando la Policía Federal entró a saco en las casas, blandió bastones y apretó gatillos, no sin antes desparramar un cargamento íntegro de bombas lacrimógenas y revelar a los vecinos, hasta entonces pacíficos, que la casualidad es buena arma. Porque fue casual que algunas cubiertas de automóvil se incendiaran – y con ellas troncos, ramas – y que el fuego y el humo se mezclaran con el otro humo, el que los había desconcertado, y los llevó a lagrimear y descomponer hasta anular su efecto. El hallazgo se mezcló con la acción, y las ondas y las piedras y los palos fueron dejados por un momento: todo el pueblo se convirtió en leñador; voltearon árboles, los incendiaron. Se alejaron al fin rumbo a las casas. Ni los responsables de la algarada ni aquellos que la soslayaron, nadie previó lo que les iba a suceder más tarde; de qué modo el pueblo se convertiría en una ciudad tomada.”[17]
Por lo antes dicho es que tampoco puedo acordar con el propio Healey quien sostiene que el motor de las protestas en Tucumán fueron los estudiantes universitarios y secundarios siendo su escenario fundamental la ciudad de san Miguel de Tucumán. Si bien es cierto que el epicentro de la protesta, en sus momentos culmines, fue el centro de la capital provinciana, no es menos cierto que grandes focos de lucha y conflicto se desarrollaron en el interior, como en los casos arriba mencionados de Bella Vista, Villa Quinteros, a los que se tendría que sumar, por ejemplo, Tafí Viejo o Santa Lucía, entre otras localidades.
La mancomunión entre estudiantes y obreros no sólo se deduce de los testimonios, sino también, de las lecturas de los diarios de la época, tanto nacionales como locales, e incluso en alguna de las publicaciones periódicas. En este mismo sentido Crenzel cuantifica a los participantes de cada uno de los movimientos que enmarcan el Tucumanazo, al mismo que consigue desarrollar en su estudio cuáles son los sectores que componen cada uno de los ciclos de protesta. En los tres momentos destacados también por el trabajo de Crenzel los obreros ocupan un lugar central junto a los estudiantes, siendo el momento de mayor presencia noviembre de 1970.[18] Sobre la presencia de las protestas en los medios de comunicación volveré más adelante.
En la extensa nota dedicada al levantamiento de Villa Quinteros, Primera Plana rescataba los testimonios de obreros de aquella localidad sureña de la provincia. Martín Dip, abogado y asesor de una comisión pro Defensa del ingenio San Ramón, destacaba que “El Operativo es un fracaso (…); pocos jornales en el mes y un salario menor al legal, demoras en el pago, fuentes de trabajo alejadas de los pueblos”.[19] El reflejo de la dura realidad del pueblo tras el cierre de la fábrica azucarera, era la constante del mencionado artículo. Pero resulta conveniente, en todo caso, cruzar las fuentes de las que se sirve el historiador y repasar entonces cuál es la percepción que se tiene 40 años después de lo vivido en las inmediaciones del Ingenio San Ramón, experiencias que tocaron a los más de 1000 habitantes de la localidad de Villa Quinteros.
¿Un Villa Quinterazo?
El proceso histórico de Villa Quinteros tuvo varios puntos de conflicto. Desde el cierre del ingenio que afectó, como se explicó, a todo el pueblo, se fueron reagrupando las fuerzas en torno a lo que se llamaría el Comité Pro-defensa del San Ramón y que el 19 de marzo de 1969 organizaría su primer acto en claro desafío al gobierno provincial. El punto culmine de todo el proceso sería el 9 de abril, cuando una manifestación contra el gobernador de facto terminaría en una pueblada duramente reprimida.La percepción de lo que fue Villa Quinteros antes y después del cierre del Ingenio San Ramón en Primera Plana resulta coincidente con los testimonios recogidos a partir de la entrevista a dos trabajadores, Rubén Leiva, dirigente sindical, y Hugo Figueroa, ex empleado de la fábrica. Ellos narran el impacto que supuso la clausura de la fábrica azucarera, mientras la crónica escrita al calor de los sucesos en la localidad tucumana se revela como una primera impresión. La entrevista realizada 40 años después permite verificar qué ha quedado en la memoria social y colectiva de Villa Quinteros de la lucha llevada a cabo por el pueblo en defensa de la principal fuente de trabajo. Tucumanazo4Una digresión conviene hacer aquí para explicar que la entrevista se hizo en el marco del desarrollo del documental que lleva por título El Tucumanazo. En la tarea de archivo conseguimos el ejemplar de la revista que le dedica nueve de sus páginas a la rebelión de Villa Quinteros en un informe especial firmado por Oscar Caballero.
Llevamos entonces una copia del semanario a los fines de entregarle el mismo a los entrevistados y que éste sirviera de disparador de la memoria de todo aquello que queríamos indagar y que de hecho en la crónica se describía de manera eficaz. Los lugares, actores sociales involucrados como el cura párroco, Fernando Fernández, etc. Los entrevistados iban recordando la pueblada al tiempo de acompañarlos en caminata por el pueblo con la revista en la mano. La misma sirvió en todo momento de soporte material para la memoria de los ex trabajadores del ingenio, quienes, además de revivir en el relato cada momento de la protesta, recuperaban en sí, fragmentos de lo que había sido el pueblo antes, durante y después del cierre. El haber conseguido el ejemplar de Primera Plana más los contactos personales, fue lo que nos inclinó por desarrollar la trayectoria de Villa Quinteros.
Sin embargo, también conviene decir, que futuras investigaciones deberían ocuparse en profundizar los estudios acerca del cierre de los ingenios y los efectos que provocó en cada una de las ciudades aledañas a los mismos. Dicho de otro modo, estamos lejos aún de una historia del movimiento obrero tucumano que se ocupe de este capítulo de la historia provincial, fundamental para comprender los años subsiguientes, incluso en la esfera nacional.
La crónica del semanario narraba entonces: “Iglesia, teléfono, club social, empleados, profesionales, comerciantes. “En tiempos de la cosecha esto era una romería”, sonríe Fernando Fernández, el cura párroco de Villa Quinteros, ahora presidente del Comité Pro defensa. “Si hasta el Banco Provincia tenía pensado instalar una sucursal. Aquí corría plata””.[20]
La imagen de bonanza se repite en el relato de nuestros entrevistados casi 40 años después. Rubén Leiva, ex dirigente sindical y Hugo Figueroa, ex trabajador del ingenio, aportaron una mirada desde el adentro lo que implicó el cierre del Ingenio San Ramón:
-Previo al cierre del ingenio, ¿cuéntenos un poco cómo era la vida de Villa Quinteros?
Figueroa: La vida de Villa Quinteros antes del cierre del ingenio había sido de un nivel, se podría decir, medio para arriba, porque por ejemplo teníamos un club social, que era de primera, teníamos mozos con moñito, nadie podía entrar si no iba de traje y corbata si no, no, acordate bien vos, (mirando a Leiva) se podía almorzar, se podía merendar, se podía desayunar, había billar y demás.
-¿Y el pueblo vivía en torno al ingenio?
Figueroa: Claro, como te decía hace un rato, únicamente no lo ocupábamos los obreros y empleados, había transportistas, proveedores, el comercio en sí funcionaba a todo trapo y Villa Quinteros era un pueblo que se distinguía porque tenía todo, tenía correo, tenía juzgado de paz, tenía todo, escuela, farmacia que no la tenía nadie, antes tenían botica, tenían los pueblos, que se llamaba botica.
-¿Y qué población tenía Villa Quinteros en esa época?
Figueroa: En esa época, yo te digo, incorporando las zonas aledañas como la Florida, Amberes, que la gente se ha ido después del cierre del ingenio, porque ya no tenía trabajo, y yo pienso que arriba de los 4.000, pienso.
-¿Arriba de los 4.000?
Figueroa: Sí, porque en el ingenio nomás ¿cuántos habremos sido para la zafra?, como 800, más o menos, entre estables y temporarios.
-Y cuando cierra el ingenio, ¿Qué gente queda afuera?
Figueroa: Imagina, 700 obreros y empleados, más como te digo, más los que venían por detrás del ingenio como ser, transportistas, proveedores, porque también no solo trabajábamos en el ingenio, la firma también tenía tierras con caña, donde tenía obreros en el surco, que las manejaba Ovejero, y también tenían ¿cómo era que le decían) que tenía allá en la Cocha.[21]
Los motivos del cierre de los ingenios ha sido materia de algunos estudios entre los que caben mencionar “El Tucumanazo” de Emilio Crenzel[22] e “Historia de la destrucción de una provincia” de Roberto Pucci.[23] Sin embargo, algo que ninguno de estas dos investigaciones tiene en cuenta es la percepción de los propios trabajadores sobre lo que ha sucedido con su fuente de trabajo. Mientras el trabajo de Crenzel cuantifica minuciosamente lo que implicó el cierre de las fábricas azucareras, el trabajo de Pucci centra su mirada en las élites, descuida las consecuencias derivadas del cierre en la clase trabajadora. Es así como el relato de la “historia de la destrucción” de Tucumán queda trunca al no contemplar qué efectos provocó en los trabajadores el cierre de la principal fuente de trabajo en pueblos que, cómo se mencionó más arriba, vivían al 100% de la producción azucarera.
Pero volvamos al relato de Figueroa y Leiva, quienes realizan su propio balance del proceso de destrucción:
-¿Y por qué se produce el cierre del ingenio?Figueroa: Y el cierre del ingenio se produce porque el gobierno de la nación decía que había poca producción azúcar, pero resulta que después del cierre de los ingenios, faltaban ingenios para que muelan toda la caña que tenía Tucumán y cierran ¿14?, ¿15?, 11 porque el 1º ingenio que cierran es el Santa Ana, Santa Ana…
Leiva: Santa Ana, ¡¡qué zona cañera era esa!!
Figueroa: Santa Ana ha sido el ingenio más grande de acá, inclusive el más grande que el conocido de la Banda tenían, ellos lo llamaban colonias a las distintas parcelas que tenían, parecía una granja, cada colonia era una población ahí, no sé si tenían 18, 20 colonias, muchísima gente. Ahí en Santa Ana eso ha sido un desastre, a Villa Quinteros lo ha afectado muchísimo, pero a Santa Ana mucho más porque ahí eran miles, miles de personas.
-¿Cómo era la vida gremial dentro del ingenio y cómo se organizan después que se cierra el ingenio?
Leiva: Ahí en ese tiempo había formada una comisión directiva porque los propios obreros del ingenio han elegido esa comisión, que la encabezaba Hugo Montoya y otros, Montoya hijo. Y bueno… Venían trabajando ellos, pero usted sabe lo que es una comisión directiva, siempre ellos para la comisión directiva tienen que tener la expectativa de la gente, lo que tiene que ser el ingenio, lo qué iba a pasar y así, los dirigentes siempre, los dirigentes gremiales siempre tiran para el lado de ellos, no para el lado de la gente cuando sale la verdad y hasta el momento pasa eso.
-¿Y ya sabían, previo al cierre del ingenio, que el ingenio se cerraba?
Leiva: Claro, ellos sabían…
Figueroa: La gente no sabía nada, inclusive no sé si el San Ramón, no sé si ese año compró el trapiche nuevo que instaló, era un trapiche que molía el doble de lo que molía el trapiche anterior y ese trapiche era el que no dejaban sacar acá para que se lo lleven a Aguilares y eso es lo que contaba él hace un rato, que con engaño han hecho entrar a la gente a la iglesia…
Leiva: Y claro ellos ya sabían venir trabajando ahí, el propio sindicalista y hay ciertos obreros estables del ingenio con el son de que ellos le mentían, en ese tiempo estaba de administrador Oviedo, un tal Oviedo y ellos les mentían que entren a trabajar y que iban a ser tomados estables allá, han desmantelado el trapiche y los han cepillado a ellos también.
-¿Usted cómo entra como dirigente?
Leiva: Porque nosotros le hemos seguido la lucha a ellos, diciendo que eran personas no gratas aquí, en el sindicato. Nosotros hemos ido con un muchacho que se llamaba César Pedraza que hoy está en Bs. As. y otro muchacho más, a contarles esto que pasaba a Atilio Santillán. Entonces le digo yo a Atilio Santillán, de que si ellos no actuaban, nosotros íbamos a tratar de otra manera, entonces ellos han venido con escribanos, ha venido Atilio Santillán, ha venido Lazarte de San Pablo, que era secretario adjunto de la FOTIA, ha venido Benito Romano, ha venido Fote, han venido la mayoría, se hemos reunido, en ese tiempo donde es ADOS ahora, ahí era el sindicato nuestro, era un hermoso sindicato que teníamos. Ahí, hemos agarrado, hemos juntado la gente, hemos juntado más de 600 changos.
-¿En qué época fue?
Leiva: Esto fue en el año 68, inmediatamente después del cierre. El cierre del ingenio ha sido el 31 de agosto del 67, así que nosotros ahí nomás, habrán pasado 10 días y hemos hecho eso, han venido los changos de la FOTIA, la gente no ha elegido, nos ha posicionado y hemos comenzado la lucha.[24]
Si bien las fechas del relato de Leiva se tornan confusas, lo más importante de observar no es tanto la precisión del dato cronológico de cómo se fue desarrollando el enfrentamiento del pueblo por el sostenimiento del ingenio, sino la imagen que tienen hoy los trabajadores sobre la lucha en la que se vieron envueltos. La radiografía de lo que implicó el cierre desde la perspectiva del trabajador, es muy distinta a la visión que puede derivarse de una mirada de corte netamente elitista. El trabajador siente en carne propia las consecuencias derivadas de la decisión política tomada a cientos de kilómetros de donde vive y de las cuáles no les han consultado. La defensa por el sostenimiento del ingenio ni siquiera supone un cuestionamiento al modelo de explotación que ya de por si sufren los trabajadores del azúcar. En este sentido uno podría incluso suponer que la respuesta, en primera instancia es apenas de corte reformista.
La pueblada: entre la represión y la defensa “En todos los ingenios cerrados ha sido una masacre”.
La crónica de Primera Plana describía los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del régimen y los pobladores de Villa Quinteros, procurando protegerse, en defensa que al mismo tiempo implicaba una pelea por el sostenimiento del ingenio, razón de ser del pueblo. “Yo estaba almorzando cuando llegó la policía – recuerda Alejandro Maihub, 29 – y me agarraron ahí adentro y me garrotearon”, comienza la crónica de la revista sobre el comienzo de la represión. La descripción de Maihub, entrevistado por el periodista, detalla la modalidad de la represión, de cómo lo sacaron de su hogar para golpearlo. El relato sigue describiendo cómo la policía se ensañó con todo el poblado. Todo había comenzado el 9 de abril, cuando el entonces gobernador de facto, Roberto Avellaneda se dirigía a Concepción pasando entonces por Villa Quinteros. “… los habitantes… decidieron interpelarlo en plena ruta”. El relato del semanario porteño coincide entonces con lo narrado por Leiva:-Cuéntenos de la pueblada del 69, ¿Cómo comenzó? ¿Cómo participa? ¿Cómo se organiza el pueblo? ¿Quiénes son los primeros que dan las directivas?
Leiva: El que ha dado la directiva aquí era Fernando Fernández…
-¿El cura?
Leiva: Sí, después estaba Norberto Campos, después estaba yo, estaba mucha gente del pueblo. Se inicia un acto aquí, en la plaza, donde se lo critica al gobernador por la situación que ha dejado al pueblo, tirado, con respecto al cierre de los ingenios. Después termina esa reunión, han venido mucha gente de afuera, autoridades de FOTIA, de entero. Y bueno, como le vuelvo a repetir, aquí terminó el acto ese y aquí se seguía, uno muchas veces ni dormía, por decir mañana vuelvo otra vez a la lucha.
-Y ¿Qué es lo que hacían? después de esa reunión, ¿Qué es lo que hicieron? ¿Organizaron una marcha?
Leiva: Sí, toda la semana había una protesta para que esto se mejore… esta situación de trabajo.
-¿Y cómo fue la represión?
Leiva: Malísima, terrible, aquí nos apuntaban…
-¿Cómo se entera el gobierno que se iba hacer esta manifestación y que se iba a hacer esta pueblada?
Leiva: Sabes que es lo que pasa, es que Avellaneda era el gobernador en esa época, pasaba a Concepción; entonces en todos los pueblos había vigilantes, entonces iban a venir por la ruta 38 y aquí había policía federal, entonces la manifestación quería entrevistarlo a Avellaneda para plantearle el problema; entonces por supuesto, se enteran de eso. Pero Avellaneda no ha pasado en auto, se ve que pasó en helicóptero. Nosotros queríamos entrevistarlo al tipo en la ruta, porque nosotros sabíamos que él iba a ir para ahí, para Concepción.
-¿Avellaneda?
Leiva: Lo que pasa es que ha venido la gendarmería y la policía se puso en la ruta y nosotros queríamos que llegue el tipo y de solo estar se armó el lío, era bala, palo, de lo que venga era…
Figueroa: Después han llegado los refuerzos, entonces ha sido cuando la gente se ha refugiado en las casas.
-¿En qué llegaron los refuerzos?
Figueroa: En camión, camionetas, que se yo. Y ahí, a la par de la iglesia, era la entrada y había una casa al fondo, y ahí se han refugiado varios, y ahí han entrado y en la iglesia había un montón de gente, que había entrado a la iglesia.
-¿Y con qué se defendían?
Leiva: Como será que querían entrar los tipos a la iglesia, que nosotros hemos sacado un santo que le decían San Ramón y le han cortado el cogote de un palo, querían entrar los tipo a sacarnos a nosotros.
Figueroa: (leyendo la revista Primera Plana) Y aquí está, estoy leyendo a pesar de que no tengo anteojos, de Maihub, de un tal Maihub, no sé si has leído.
-Cuénteme, cuénteme…
Figueroa: Los que han ido parece que lo ha visto porque toda la gente ha disparado a refugiarse a donde sea, entonces Maihub ha entrado a su casa y los tipos, la policía han entrado en la casa de Maihub y lo han baleado, y lo balearon a Julio, como se llama? A Ale Maihub y aquí esta esto, no sé si lo largaron después en la Florida, sí, lo largaron en la Florida baleado.
-¿Detuvieron a mucha gente ese día?
Figueroa: Sí, pero más han sido los golpeados.
Leiva: Sí, los han llevado, después los dejaron en libertad, hemos sido golpeados. A mí por lo menos no me han podido ”chapa”, incluso yo estaba escondido en donde vive Víctor Montoya y la señora…
Figueroa: Pero ese día habían roto las claraboyas y ahí largaban…
Leiva: Ahí largaban para que nosotros salgamos, tiraban gases
Figueroa: Gases lacrimógenos, las han roto a las banderolas para que nosotros salgamos y caían eso y nosotros la tirábamos fuera, eso era una lucha constante, esa era una época malísima.
-¿Y cuánta gente habrá habido detenido?
Leiva: Y en ese tiempo, no.
Figueroa: Como estoy diciendo, no hubo detenidos casi, los agarraban, los llevaban a un móvil y le daban una garroteada y lo largaban allá lejos,
Leiva: Los llevaban en una camioneta y los largaban, pero garroteados.
-¿Qué era? ¿Policía Federal, ejército?
Leiva: De gendarmería, de la Federal, policía así que, más…
Figueroa: Los federales que en ese tiempo decían que…
-¿Y cómo se defendían?
Leiva: ¿Nosotros? Con piedras, con lo que venía.
Figueroa: Cuando han llegado los refuerzos, no sé qué cantidad, ya no se defendía nadie…
-¿Participaba todo el pueblo?
Leiva: Si, todo ha sido un unánime la respuesta del pueblo.
-¿ustedes supieron de otros acontecimientos simultáneos, de otras localidades, como Bella Vista?
Figueroa: En todos los ingenios, en todos los ingenios. En simultáneo. Toma el caso de Bella Vista donde la han matado, ¿cómo se llama? a la señora esta de Santa Lucía, Hilda Guerrero[26], que la mataron en Bella Vista en una manifestación en el ingenio cerrado.
Leiva: En todos los ingenios cerrados ha sido una masacre.[27] Según la definición del Diccionario de la Real Academia Española, una masacre es la “matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida”. Está claro que la expresión no refiere aquí tanto a la represión desatada en cada uno de los pueblos que se levantaron contra el cierre de los ingenios, aunque en algunos casos, como en Santa Lucía, se produjeran muertes, sino que metafóricamente la masacre supuso la expulsión de la provincia de casi un tercio de su población, por lo tanto la imagen de “masacre” es la que podemos ver hoy en los pueblos casi fantasmas que nunca pudieron recuperarse. Ciertamente la represión en algunos casos ha sido de una ferocidad nunca vista, pero también es cierto que el nivel de desestructuración social que vivió la provincia de Tucumán desde entonces es considerada, por el entrevistado, como una masacre, la muerte misma de poblados enteros por las medidas impuestas por la dictadura, medidas que como vimos en las declaraciones del propio Onganía se resolvieron por medio de la “espada”.
La simultaneidad de la protesta. El debate sobre el Primer Tucumanazo La percepción de Carlos Zamorano, remitida en el testimonio del comienzo del presente artículo, se repite en cada uno de los entrevistados. Allí donde había un ingenio cerrado se desarrollaba algún tipo de manifestación que podía ir desde la protesta del pueblo en conjunto en las calles, hasta la toma con rehenes de las fábricas azucareras, tomas que tenían una amplia repercusión en la prensa.
Hablar de los Tucumanazos, implica, por lo tanto, que la protesta se había extendido a toda la provincia. Esta visión, contrasta claramente con la mirada porteño céntrica propuesta por la Nueva Historia de Sudamericana. Pero las evidencias, junto a los testimonios, muestran una realidad absolutamente distinta. La lucha de calles no solo se dio en la ciudad capital. Si bien es cierto que por cobertura mediática y por efecto multiplicador, las protestas estudiantiles que llegaron a tomar toda la ciudad de San Miguel con barricadas, parecieron ejercer mayor presión en los distintos momentos de los enfrentamientos, no es menos cierto que las protestas en las zonas rurales fueron vigiladas con preocupación por las autoridades locales y nacionales.
Esto, además, lo refleja no solo la prensa provincial sino también los medios nacionales, siendo posible rastrear en periódicos de gran tirada como Clarín o La Nación, noticias vinculadas a las distintas manifestaciones obreras en los pueblos del interior tucumano. Como ejemplos se pueden citar aquí algunas notas aparecidas en Clarín fechadas en mayo de 1969: a) Titular del 14 de mayo: “Toman como rehén a un empresario. Trabajadores del Ingenio Amalia ocuparon ayer el establecimiento”; b) el 22 de mayo Clarín daba cuenta del pedido de soluciones para Villa Quinteros. El diario porteño se hacía eco de una nota enviada por vecinos del pueblo al propio presidente de facto Juan Carlos Onganía. En los días previos al Cordobazo, incluso en Tucumán la protesta estudiantil en el casco céntrico de la ciudad era de tal magnitud, que la prensa nacional y local lo reflejaba presumiendo lo delicado de la situación. Como vemos, previo al Córdobazo Tucumán “Ardía”, lejos de la metáfora que suponía tal expresión.
Hay quienes no consideran que las puebladas antes mencionadas o la toma de la ciudad capital por parte del estudiantado en los días previos al Cordobazo, pueda considerarse un “primer Tucumanazo”. De hecho, algunas posiciones, vinculan las manifestaciones de aquellos episodios como mera imitación de la protesta llevada a cabo en la ciudad de Córdoba. Si bien es cierto que los universitarios movilizados se manifestaban en un claro gesto de solidaridad por las muertes ocurridas en Corriente y Rosario a mediados de Mayo, no es menos cierto que el estudiantado tucumano pronto construyó levantó banderas propias de lucha y que tenían que ver con la intervención directa del régimen de facto en las universidades y la posibilidad cierta del cierre de comedores y residencias. Con el tiempo los vínculos entre estudiantes y trabajadores se fueron haciendo al andar y como expresa un ex militante peronista de aquellos años, tal alianza se edificó en las calles. Es decir, en Tucumán se fue gestando una agenda propia para la protesta y no es posible comprender, por ejemplo, el proceso de 1970 con el Tucumanazo de noviembre, sin analizar lo que supusieron las manifestaciones de un año antes, tanto en la ciudad capital como en el interior allí donde las fábricas azucareras habían sido clausuradas.
Estas últimas cuestiones plantean una serie de problemas analíticos que deberán profundizarse en futuros estudios: en primer lugar qué movimientos pueden ser considerados o no “azos”. Esto nos debería replantear cuanto menos la utilización de la idea de AZO, tan “reinventada” tras los acontecimientos ocurridos en el país el 19 y 20 de diciembre de 2001; en segundo término es la falta de criterios para analizar los anclajes locales que determinaron cada uno de esos movimientos y que mereció tener un nombre propio. Dicho de otro modo, Rosariazo, Mendozazo, Tucumanazo (en sus tres expresiones), Cordobazo, etc ¿pueden considerarse sinónimos? Está claro que la protesta urbana ha adoptado unas fisonomías similares en todos los casos mencionados, (Toma de las ciudades, barricadas, fogatas, auxilio de los vecinos, enfrentamiento con las fuerzas represivas del régimen, etc) pero la existencia de una situación de crisis estructural, desencadenada por las políticas socio económicas de la dictadura de Onganía, determinaron que las respuestas en cada ciudad, cobraran una determinada magnitud en función del efecto de tales medidas ejecutadas por el régimen.
Consideraciones finales
En Tucumán, desconocer la crisis provocada por el cierre de los ingenios azucareros es desconocer cuáles fueron los reales motivos de alzamiento de los trabajadores tucumanos. El movimiento que fue cobrando conciencia, contribuyó en parte también a la solidaridad de clases en las manifestaciones estudiantiles. Los testimonios de la época hablan de una “alianza” obrero estudiantil, que aunque tuviera matices, sirvió para fortalecer uno y otro movimiento. Falta, desde ya, una profundización en el estudio del periodo en cuestión, pero lo que sí queda claro, es que el papel jugado por los trabajadores de los ingenios cerrados fue clave a la hora de definir la lucha de calles en los 70 en Tucumán. Villa Quinteros es solo un ejemplo de lo que los historiadores locales deberíamos emprender como tarea antes que se diluyan las fuentes en el olvido y antes que perdamos la posibilidad de registrar el testimonio de aquellos que dejaron parte de su vida en las puebladas. Lo que la última dictadura militar junto a la larga transición vigilada, intentaron ocultar o tergiversar, en cuanto a la narración del pasado, contrasta cuando uno transita hoy las calles de localidades como Villa Quinteros. Es posible observar en alguno de estos pueblos, el esqueleto de un ingenio derruido por el paso del tiempo y ver a hombres de entre 55 y 65 años en estado de ebriedad, apostados a la vera de las vías del extinto ferrocarril y presumir que la vida se ha desdibujado desde el cierre de la fábrica. Como historiadores comprometidos con el cambio social estas imágenes deben hacernos tomar conciencia que la historia escrita con sangre hace más de 40 años, nos reclama su registro para poder comprender el presente de crisis estructural permanente y poder contribuir verdaderamente con el cambio proclamado.Historiadores (académicos o no) y otros intelectuales que niegan esta historia no solo no contribuyen al debate de lo que fue Tucumán en los 60 / 70, sino que desvían el foco de atención a una agenda que debería estar centrada en las luchas obreras de aquellos años. Una historia de la destrucción de la provincia que deja afuera al movimiento obrero será siempre una historia a medias pues no se pueden comprender una cantidad de cuestiones si no se aborda con seriedad el complejo proceso de desarticulación social sufrido durante los años del onganiato y la respuesta que se dio la propia sociedad afectada.
Este trabajo es apenas un aporte pequeño a la comprensión de aquel proceso iniciado con la dictadura de Onganía en junio de 1966 y que tuvo, entre sus principales “víctimas” a los pueblos de los ingenios azucareros de Tucumán. La respuesta de los trabajadores y de los pobladores en general merece ser considerada de otro modo a cómo lo sugiere la historiografía porteño – céntrica, pero además, requiere de un estudio serio que incluya las voces de la clase trabajadora como principal afectada y como principal protagonista de una historia de luchas.
Funte: Rubén Kotler, historiador tucumano
Argentina. Huelga General del 29 de mayo
La clase obrera en el centro de la escena política
01/06/2019 |
Eduardo Lucita
Luego de numerosos cabildeos y discusiones
internas la CGT convocó a un paro nacional para el pasado miércoles 29
de mayo. Fue impulsado por los gremios del transporte y luego asumido
por el conjunto de la central obrera (nuclea grandes gremios
industriales, de servicios y mercantiles). A la convocatoria se sumaron
el Frente Sindical para el Modelo Nacional (lo integran gremios
estratégicos como Camioneros y Bancarios) y las dos fracciones en que se
dividió la CTA (mayoritariamente estatales y docentes); las
organizaciones de izquierda y los movimientos sociales.
La medida de fuerza no necesitaba mayores justificaciones, por el contrario hubiera sido necesaria efectivizarla muchos antes. Es el curso catastrófico de la economía lo que la impulsó. De los cuatro años de gobierno tres son recesivos, al final del período de gobierno el PBI habrá perdido no menos de 4 puntos, si se toma en cuenta el crecimiento vegetativo de la población, 1,1% anual, el producto per cápita habrá caído 8,5 puntos. La producción y el consumo se han derrumbado, los salarios y jubilaciones perdieron en promedio un 15% mientras que la inflación acumula más del 55% en los últimos 12 meses y 65% en alimentos; la desocupación está superando el 10% (se perdieron 268.000 puestos de trabajo en blanco en los últimos 12 meses) y la pobreza al 33%, aun cobrando dos salarios mínimos no se supera la línea de pobreza. La deuda pública del Estado nacional es del orden del 90% del PBI, mientras que el pago de intereses es del 3,6 puntos del producto. El Banco Central está prácticamente quebrado. Argentina está virtualmente en default, solo sostenida por el FMI que le ha otorgado el préstamo más importante de su historia, 57.000 millones de dólares. En esto fue decisivo el apoyo de la Administración Trump que frente al peligro chino apuesta al gobierno Macri en la región, frente a la incierta deriva del gobierno Bolsonaro en Brasil. Estos apoyos ya pasarán a cobrar, todos los candidatos con posibilidades en las próximas elecciones ya hablan de renegociar el acuerdo con el Fondo pero saben que este exigirá las reformas laborales y previsionales que el movimiento obrero resiste.
Con ese préstamo solo se ganó tiempo. Se evitó el default hace un año atrás, a costa de un endeudamiento inédito y de tasas de interés del 70% anual, pero ahora están los vencimientos del préstamo del Fondo y los de los bonos en manos privadas. Nadie sabe cómo se pagarán…; los próximos meses serán decisivos, como dice mi amigo y compañero Claudio Katz en un reportaje publicado recientemente en este medio.
La unidad en la acción fue el dato destacado de este paro nacional que se sintió con fuerza en todo el país, el quinto contra la política del gobierno que encabeza Mauricio Macri. Tuvo un alto acatamiento: las actividades industriales, del transporte y bancarias estuvieron totalmente paralizadas, las escuelas públicas no funcionaron y en los hospitales solo hubo las guardias de rigor. En gastronomía y comercio la adhesión fue menor. Algo clásico en la Argentina de estos años. Las calles estuvieron prácticamente desiertas y las plazas y paseos repletas de gente. Fue un paro dominguero como se dice aquí.
Tuvo un aporte adicional simbólico, nada inocente por parte de la CGT. La fecha coincidió, no casualmente, con el 50 aniversario del Cordobazo, la protesta obrera-estudiantil más potente y violenta en muchas décadas, que fue el inicio del fin de la dictadura militar de entonces y que impactó en toda América latina. El peronismo nunca pudo capitalizarla.
El paro se impuso por su propio peso: las tensiones sociales se acumulan y las bases presionan. El 30 de abril pasado ya se había convocado a un paro por el FSMN y el 4 de mayo hubo una marcha conjunta con empresarios pymes en defensa de la industria. La CGT ya no podía contenerlo y el gobierno no hizo nada para evitarlo. El objetivo: “…la rectificación de las políticas económicas que fueron erosionando la actividad productiva generando consecuencias debastadoras en el tejido social argentino”.
Una declaración formal y un objetivo claramente social, pero a nadie se le escapa que el país está entrando en la recta final del proceso electoral para las presidenciales de este año y los acuerdos políticos están a la orden del día. El paro juega también en ese entramado y presiona para que diversos dirigentes integren las listas parlamentarias del peronismo.
Al no tener continuidad en un plan de lucha, el paro actúa como válvula que descomprime pero no ayuda en nada a superar la situación. Fue un paro pasivo. La CGT no quiere saber nada con paros activos desde que en marzo de 2017 una concentración obrera les exigió que pusieran fecha a un paro nacional; ante la indefinición de los dirigentes las bases ocuparon el palco y sacaron corriendo al triunvirato de Secretarios Generales, finalmente se apoderaron del famoso atril de la central, que oportunamente fuera entregado por el General Perón. Nunca apareció. Por el contrario, el sindicalismo combativo, la izquierda y los movimientos sociales buscaron transformarlo en activo, cortando los principales accesos a la Ciudad de Buenos Aires y a las principales ciudades del país.
El día después todo parece haber vuelto a la normalidad. La CGT lo da por superado, el gobierno lo descalificó primero y ahora busca ignorarlo, el proceso electoral, que ingresa en tiempo de definiciones vuelve a ocupar las preocupaciones políticas. Sin embargo, no puede ocultarse que el paro demostró una vez más la centralidad del trabajo en la sociedad capitalista, por un momento los trabajadores/as recuperaron el centro de la escena política demostrando que su potencialidad está latente.
En la vitalidad de la clase obrera, del movimiento feminista que ya tiene dimensión de masas y de los derechos humanos que se muestran inclaudicables frente a todo intento de reconciliación, está la fuerza social para enfrentar la crisis por venir.
31/05/2019
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-
En el Enredando las Mañanas del martes 14 de mayo, dialogamos con la abogada María del Carmen Verdú, integrante de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI). La comunicación giró en torno a la implementación de las pistolas Taser, y el retroceso que significa esto en materia de derechos humanos. Por RNMA
“Hace más de 15 años que venimos discutiendo este asunto de las pistolas Taser porque han sido varios los gobiernos que han querido implementarlas en distintas etapas”, comenzó diciendo Verdú y continuó: “Lo primero que a mí me interesa destacar es que cuando introducen el tema con el argumento del arma no letal tenemos que decir que eso es una categoría inexistente. No hay una categoría de armas no letales. Si es un arma, por definición, puede ser letal depende de cómo se utilice”.
En este sentido, la abogada apuntó que existen variados ejemplos de personas muertas por la manipulación de este tipo de armas. Quizás el ejemplo más emblemático sea Carlos Fuentealba, el docente asesinado en Neuquén por un cartucho de gas lacrimógeno, y no por una bala de plomo.
“Lo mismo podemos decir de los bastones, que son el arma típica de la tortura a través del apaleamiento en lugares de detención, como el caso de Rodolfo Fito Ríos, en la cárcel de Caseros, o como Diego Gallardo en la Comisaría Tercera de Avellaneda”, agregó.
La referente de CORREPI explicó este tipo de pistolas son una herramienta que provoca una descarga eléctrica sobre el cuerpo de una persona, lo cual supone la implementación de la tortura. Es decir que las fuerzas de seguridad pasan a ser poseedoras de una herramienta de tortura legal.
Verdú citó además informes de la Universidad de Indiana en Estados Unidos, donde se recopilan alrededor de mil casos de personas que murieron como consecuencia de la recepción de descargas eléctricas con pistolas Taser. Y agregó que la medida no se puede dejar de vincular con la legitimación del gatillo fácil a través de la Resolución 956 y a la reforma del Código Penal que ya está en el Congreso.
Con respecto a las jurisdicciones y a las fuerzas que las van a usar, destacó que la resolución del Ministerio de Seguridad de la Nación se dirige a las fuerzas federales, pero ya han salido varias provincias a indicar que las implementarán también. Mencionó la provincia de Chubut, donde el Gobernador ya ha anunciado la compra más grande que se ha realizado en todo el país. En Mendoza ya se están aprovisionando también. Vidal en Buenos Aires no se va a quedar atrás y mucho menos Rodriguez Larreta con su Policía de la Ciudad.
“Preparémonos para ver las Taser en todo el territorio nacional y tener una nueva instancia de situaciones con muertes, con lesiones gravísimas a partir del uso generalizado de esta herramienta de tormento”, advirtió.
Consultada por la grave situación en materia represiva que se está viviendo actualmente, Verdú realizó una caracterización lapidaria: “Claramente el Gobierno de Cambiemos ha ingresado en lo que se puede calificar técnicamente como Estado de excepción con suspensión de derechos y garantías a las personas. Esto lo vemos en las medidas del Ejecutivo, los Poderes Legislativos y el Poder Judicial en relación a la represión, el control social, las barriadas populares, con la legalización del gatillo fácil, la militarización de los barrios, el auge de las detenciones arbitrarias, la averiguación de antecedentes o las faltas y contravenciones”.
Además añadió que hay un crecimiento exponencial de las imputaciones por resistencia a la autoridad, que es el gran caballito de batalla para justificar la detención injustificable por otra vía, cuando además se ha ejercido violencia sobre la persona detenida. Y por supuesto queda en evidencia en todo lo que tiene que ver con la represión a la protesta social, al conflicto, a las movilizaciones de trabajadores y trabajadoras.
Cabe destacar en este sentido la experiencia del estudio que hicieron en conjunto CORREPI y la RNMA, en la causa contra la Polícía Metropolitana, en la que dispararon balas de plomo en el desalojo de la sala Alberdi el 13 de marzo de 2013. En esa oportunidad se logró llevar a juicio y condenar a Pereira de la Rosa. Allí existió la posibilidad de analizar, con el trabajo de imágenes que hicieron desde la RNMA, la lógica del despliegue bélico en el territorio de los Cuerpos Especiales de la Policía Metropolitana.
Hoy la Policía de la Ciudad, por un lado, replica este modelo de desplazamiento territorial en las movilizaciones y protestas. Y por el otro lado, en el control territorial cotidiano de los barrios, el patrullaje de todos los días y la militarización han tomado lo peor de la Policía Federal. Hoy la Policía de la Ciudad exhibe uno de los índices más elevados del país en materia de hechos represivos.
Por último, destacó la necesidad de fortalecer la organización popular: “Hay que dar la pelea en todos los frentes y con todas las herramientas disponibles. Estamos obligados a poner el acento en la necesidad de la organización popular, la lucha organizada y en las calles”.
La medida de fuerza no necesitaba mayores justificaciones, por el contrario hubiera sido necesaria efectivizarla muchos antes. Es el curso catastrófico de la economía lo que la impulsó. De los cuatro años de gobierno tres son recesivos, al final del período de gobierno el PBI habrá perdido no menos de 4 puntos, si se toma en cuenta el crecimiento vegetativo de la población, 1,1% anual, el producto per cápita habrá caído 8,5 puntos. La producción y el consumo se han derrumbado, los salarios y jubilaciones perdieron en promedio un 15% mientras que la inflación acumula más del 55% en los últimos 12 meses y 65% en alimentos; la desocupación está superando el 10% (se perdieron 268.000 puestos de trabajo en blanco en los últimos 12 meses) y la pobreza al 33%, aun cobrando dos salarios mínimos no se supera la línea de pobreza. La deuda pública del Estado nacional es del orden del 90% del PBI, mientras que el pago de intereses es del 3,6 puntos del producto. El Banco Central está prácticamente quebrado. Argentina está virtualmente en default, solo sostenida por el FMI que le ha otorgado el préstamo más importante de su historia, 57.000 millones de dólares. En esto fue decisivo el apoyo de la Administración Trump que frente al peligro chino apuesta al gobierno Macri en la región, frente a la incierta deriva del gobierno Bolsonaro en Brasil. Estos apoyos ya pasarán a cobrar, todos los candidatos con posibilidades en las próximas elecciones ya hablan de renegociar el acuerdo con el Fondo pero saben que este exigirá las reformas laborales y previsionales que el movimiento obrero resiste.
Con ese préstamo solo se ganó tiempo. Se evitó el default hace un año atrás, a costa de un endeudamiento inédito y de tasas de interés del 70% anual, pero ahora están los vencimientos del préstamo del Fondo y los de los bonos en manos privadas. Nadie sabe cómo se pagarán…; los próximos meses serán decisivos, como dice mi amigo y compañero Claudio Katz en un reportaje publicado recientemente en este medio.
La unidad en la acción fue el dato destacado de este paro nacional que se sintió con fuerza en todo el país, el quinto contra la política del gobierno que encabeza Mauricio Macri. Tuvo un alto acatamiento: las actividades industriales, del transporte y bancarias estuvieron totalmente paralizadas, las escuelas públicas no funcionaron y en los hospitales solo hubo las guardias de rigor. En gastronomía y comercio la adhesión fue menor. Algo clásico en la Argentina de estos años. Las calles estuvieron prácticamente desiertas y las plazas y paseos repletas de gente. Fue un paro dominguero como se dice aquí.
Tuvo un aporte adicional simbólico, nada inocente por parte de la CGT. La fecha coincidió, no casualmente, con el 50 aniversario del Cordobazo, la protesta obrera-estudiantil más potente y violenta en muchas décadas, que fue el inicio del fin de la dictadura militar de entonces y que impactó en toda América latina. El peronismo nunca pudo capitalizarla.
El paro se impuso por su propio peso: las tensiones sociales se acumulan y las bases presionan. El 30 de abril pasado ya se había convocado a un paro por el FSMN y el 4 de mayo hubo una marcha conjunta con empresarios pymes en defensa de la industria. La CGT ya no podía contenerlo y el gobierno no hizo nada para evitarlo. El objetivo: “…la rectificación de las políticas económicas que fueron erosionando la actividad productiva generando consecuencias debastadoras en el tejido social argentino”.
Una declaración formal y un objetivo claramente social, pero a nadie se le escapa que el país está entrando en la recta final del proceso electoral para las presidenciales de este año y los acuerdos políticos están a la orden del día. El paro juega también en ese entramado y presiona para que diversos dirigentes integren las listas parlamentarias del peronismo.
Al no tener continuidad en un plan de lucha, el paro actúa como válvula que descomprime pero no ayuda en nada a superar la situación. Fue un paro pasivo. La CGT no quiere saber nada con paros activos desde que en marzo de 2017 una concentración obrera les exigió que pusieran fecha a un paro nacional; ante la indefinición de los dirigentes las bases ocuparon el palco y sacaron corriendo al triunvirato de Secretarios Generales, finalmente se apoderaron del famoso atril de la central, que oportunamente fuera entregado por el General Perón. Nunca apareció. Por el contrario, el sindicalismo combativo, la izquierda y los movimientos sociales buscaron transformarlo en activo, cortando los principales accesos a la Ciudad de Buenos Aires y a las principales ciudades del país.
El día después todo parece haber vuelto a la normalidad. La CGT lo da por superado, el gobierno lo descalificó primero y ahora busca ignorarlo, el proceso electoral, que ingresa en tiempo de definiciones vuelve a ocupar las preocupaciones políticas. Sin embargo, no puede ocultarse que el paro demostró una vez más la centralidad del trabajo en la sociedad capitalista, por un momento los trabajadores/as recuperaron el centro de la escena política demostrando que su potencialidad está latente.
En la vitalidad de la clase obrera, del movimiento feminista que ya tiene dimensión de masas y de los derechos humanos que se muestran inclaudicables frente a todo intento de reconciliación, está la fuerza social para enfrentar la crisis por venir.
31/05/2019
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-
28/05/2019
“Cambiemos ha ingresado en un Estado de excepción”
En el Enredando las Mañanas del martes 14 de mayo, dialogamos con la abogada María del Carmen Verdú, integrante de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI). La comunicación giró en torno a la implementación de las pistolas Taser, y el retroceso que significa esto en materia de derechos humanos. Por RNMA
“Hace más de 15 años que venimos discutiendo este asunto de las pistolas Taser porque han sido varios los gobiernos que han querido implementarlas en distintas etapas”, comenzó diciendo Verdú y continuó: “Lo primero que a mí me interesa destacar es que cuando introducen el tema con el argumento del arma no letal tenemos que decir que eso es una categoría inexistente. No hay una categoría de armas no letales. Si es un arma, por definición, puede ser letal depende de cómo se utilice”.
En este sentido, la abogada apuntó que existen variados ejemplos de personas muertas por la manipulación de este tipo de armas. Quizás el ejemplo más emblemático sea Carlos Fuentealba, el docente asesinado en Neuquén por un cartucho de gas lacrimógeno, y no por una bala de plomo.
“Lo mismo podemos decir de los bastones, que son el arma típica de la tortura a través del apaleamiento en lugares de detención, como el caso de Rodolfo Fito Ríos, en la cárcel de Caseros, o como Diego Gallardo en la Comisaría Tercera de Avellaneda”, agregó.
La referente de CORREPI explicó este tipo de pistolas son una herramienta que provoca una descarga eléctrica sobre el cuerpo de una persona, lo cual supone la implementación de la tortura. Es decir que las fuerzas de seguridad pasan a ser poseedoras de una herramienta de tortura legal.
Verdú citó además informes de la Universidad de Indiana en Estados Unidos, donde se recopilan alrededor de mil casos de personas que murieron como consecuencia de la recepción de descargas eléctricas con pistolas Taser. Y agregó que la medida no se puede dejar de vincular con la legitimación del gatillo fácil a través de la Resolución 956 y a la reforma del Código Penal que ya está en el Congreso.
Con respecto a las jurisdicciones y a las fuerzas que las van a usar, destacó que la resolución del Ministerio de Seguridad de la Nación se dirige a las fuerzas federales, pero ya han salido varias provincias a indicar que las implementarán también. Mencionó la provincia de Chubut, donde el Gobernador ya ha anunciado la compra más grande que se ha realizado en todo el país. En Mendoza ya se están aprovisionando también. Vidal en Buenos Aires no se va a quedar atrás y mucho menos Rodriguez Larreta con su Policía de la Ciudad.
“Preparémonos para ver las Taser en todo el territorio nacional y tener una nueva instancia de situaciones con muertes, con lesiones gravísimas a partir del uso generalizado de esta herramienta de tormento”, advirtió.
Consultada por la grave situación en materia represiva que se está viviendo actualmente, Verdú realizó una caracterización lapidaria: “Claramente el Gobierno de Cambiemos ha ingresado en lo que se puede calificar técnicamente como Estado de excepción con suspensión de derechos y garantías a las personas. Esto lo vemos en las medidas del Ejecutivo, los Poderes Legislativos y el Poder Judicial en relación a la represión, el control social, las barriadas populares, con la legalización del gatillo fácil, la militarización de los barrios, el auge de las detenciones arbitrarias, la averiguación de antecedentes o las faltas y contravenciones”.
Además añadió que hay un crecimiento exponencial de las imputaciones por resistencia a la autoridad, que es el gran caballito de batalla para justificar la detención injustificable por otra vía, cuando además se ha ejercido violencia sobre la persona detenida. Y por supuesto queda en evidencia en todo lo que tiene que ver con la represión a la protesta social, al conflicto, a las movilizaciones de trabajadores y trabajadoras.
Cabe destacar en este sentido la experiencia del estudio que hicieron en conjunto CORREPI y la RNMA, en la causa contra la Polícía Metropolitana, en la que dispararon balas de plomo en el desalojo de la sala Alberdi el 13 de marzo de 2013. En esa oportunidad se logró llevar a juicio y condenar a Pereira de la Rosa. Allí existió la posibilidad de analizar, con el trabajo de imágenes que hicieron desde la RNMA, la lógica del despliegue bélico en el territorio de los Cuerpos Especiales de la Policía Metropolitana.
Hoy la Policía de la Ciudad, por un lado, replica este modelo de desplazamiento territorial en las movilizaciones y protestas. Y por el otro lado, en el control territorial cotidiano de los barrios, el patrullaje de todos los días y la militarización han tomado lo peor de la Policía Federal. Hoy la Policía de la Ciudad exhibe uno de los índices más elevados del país en materia de hechos represivos.
Por último, destacó la necesidad de fortalecer la organización popular: “Hay que dar la pelea en todos los frentes y con todas las herramientas disponibles. Estamos obligados a poner el acento en la necesidad de la organización popular, la lucha organizada y en las calles”.