La planta insolente
Por:
Luis Britto García
1
Venezuela en 1902 estaba bloqueada por las tres potencias imperiales más poderosas. Inglaterra dominaba más de la mitad de la superficie terrestre. Alemania se expandía uniendo los dispersos estados teutónicos, instaurando colonias en África, aliándose con el poderoso Imperio Otomano, que ocupaba lo que ahora es el Medio Oriente. Italia intentaba colonizar el Continente Negro y América. Las tres cercaron nuestros mares con impenetrable muralla de quince acorazados y 15.000 marinos, cañonearon nuestras costas, destruyeron nuestra incipiente marina y saquearon poblaciones. Fácil parecía desmembrar Venezuela y repartirse sus despojos, pero no lo lograron. ¿Por qué?
2
Todo proyecto progresista avanza valiéndose de las contradicciones entre las potencias dominantes. Nuestra Independencia arrancó aprovechando la riña entre Inglaterra y Francia, en el curso de la cual Bonaparte ocupó España. Cipriano Castro se valió de la pugna entre Estados Unidos, aspirante a la hegemonía hemisférica de la doctrina Monroe, y las potencias europeas, que intentaban recolonizar América Latina y el Caribe. El coloso del Norte obligó a los reclamantes a retirarse y a revisar sus pretendidas acreencias, que quedaron reducidas a la sexta parte. Pasa un siglo, y el ahora declinante poderío de Estados Unidos colide con la fuerza militar de Rusia y el predominio económico de China. El posible veto de ambas en el Consejo de Seguridad de la ONU ha impedido hasta ahora una intervención militar directa y abierta en contra nuestra. Valgámonos sabiamente de esta confrontación, sin subordinarnos a ninguna de sus partes.
3
Todo proyecto progresista enfrenta la agresión de los poderes existentes. A la Unión Soviética el día de su creación le declararon la guerra catorce países, entre ellos Estados Unidos. China fue agredida con cruenta guerra civil y la secesión de Taiwan, y durante décadas se le negó el acceso a las Naciones Unidas. Bloquearon a Cuba y sólo lograron hacerla más resistente. Se implantó contra Irak un bloqueo de casi una década que arrojó un saldo de 800.000 vidas: más que las pérdidas de la insensata guerra contra Irán y de repeler la invasión estadounidense. Se aproxima al saldo de la Guerra Civil Española y supera diez veces el de la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Conmemoramos llenos de pavor a las primeras víctimas del apocalipsis atómico: para las del bloqueo genocida no hay más que olvido.
4
Desde el siglo pasado la principal víctima de todo conflicto ha sido la población civil. Para victimizarla, contra Venezuela desata Estados Unidos el latrocinio masivo. Informa Últimas Noticias el 24 de mayo de 2019 que a instancias de EEUU medio centenar de bancos extranjeros nos han bloqueado cuentas por 5.470.030.645 dólares. Apoyado por dicho país, un delincuente pilla las instalaciones venezolanas de la petrolera Citgo. La Red en Defensa de la Humanidad acoge la cifra de US$ 117.110 millones de pérdidas económicas causadas por el ataque criminal de EEUU contra el pueblo venezolano, suficientes para la importación de alimentos y medicamentos por 26 años para toda la población. En su Informe “Sanciones Económicas como castigo colectivo: El caso de Venezuela”, estiman Mark Weisbrot y Dean Baker que las víctimas fatales del bloqueo contra Venezuela son más de 40.000. El canciller Jorge Arreaza cita la cifra sin refutarla. El cálculo se basa en supuestos incrementos de la tasa de defunciones no atribuibles a ninguna otra causa. Pero éstos no se fundan en cifras oficiales, sino en estimaciones de dos ONG’S privadas, que carecen de medios para llevar registros detallados sobre la materia, y que podrían estar influidas por el plan opositor de fingir que en Venezuela habría una crisis humanitaria, para legitimar la intervención y desintegración del país. Es obligación del gobierno retomar la publicación anual de las tasas de defunciones y de sus causas, así como de las cifras verdaderas de la emigración y de los daños económicos, para evitar especulaciones exageradas en uno u otro sentido.
5
Bloqueo es declaratoria de una guerra que no se atreve a decir su nombre. No hay paz con un país que secuestra a otro, apoya golpes de Estado en su contra, le roba propiedades en el exterior, desconoce a sus autoridades legítimas, intenta asesinarlas, le sabotea servicios públicos, le corta comunicaciones y suministros, forma alianzas con sus vecinos para agredirlo, amenaza con represalias a todos los restantes países que mantengan relaciones con la víctima.Y sin embargo, no es el bloqueo arma infalible. Fracasó Bonaparte en arruinar a Inglaterra cerrándole a sus naves los puertos europeos. Bloquearon Inglaterra y los países continentales de Europa a la República Española para impedirle defenderse contra el fascismo. Mal les salió: al poco tiempo eran invadidos por los mismos fascistas cuya victoria favorecieron; Inglaterra perdió su condición de primera potencia del mundo; Francia su imperio colonial; contra los antiguos imperios se alzó el movimiento de descolonización, que los redujo a su precaria condición actual. Bloqueó Estados Unidos a Cuba, sin otro resultado que fortalecerla. Bloqueó también a Nicaragua, pero lo que provocó la salida del gobierno de los sandinistas fue el conjunto de medidas neoliberales que éstos adoptaron, y que determinaron la victoria electoral de Violeta Chamorro. Desde tiempos inmemoriales bloquea Estados Unidos a Irán, sin otros efectos que fortalecer su resistencia. Aquello que no me mata me hace más fuerte, decía Nietzche. No tenemos más opción que fortalecernos.
6
De nada sirven bloqueos que no culminen en guerra, y la guerra abierta contra Venezuela parece estar a su vez bloqueada por la presencia diplomática, comercial y militar de Rusia y China, Intenta ahora Estados Unidos bloquear al mundo, seguramente porque nadie le ha informado que ya no es la primera potencia económica global. China devaluó su moneda para facilitar sus exportaciones; en retaliación Trump castigó con alzas de aranceles de 10% las importaciones de bienes chinos y amenazó con bloquear a los países que usen el yuan como moneda de reserva; China a su vez canceló sus importaciones de soya y otros productos agrícolas de Estados Unidos, lo cual causó una caída sin precedentes en las bolsas de Wall Street y del mundo. No es lo mismo agredir a un país pequeño que a la Primera Potencia económica del planeta, que además posee un 30% de la ruinosa deuda externa estadounidense, de más del 100% del PIB anual de dicho país.
7
Todo proyecto progresista resiste en la medida en que logre unificarse. Con su retumbante proclama “La Planta Insolente del Extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria”, Cipriano Castro convocó cien mil voluntarios a defenderla: entre ellos al pacífico doctor José Gregorio Hernández. Imbatibles en el mar, las tripulaciones agresoras habrían sido barridas al posar planta insolente en tierra. Hoy, quienes proyectan invadir Venezuela buscan escindirla valiéndose de paramilitares foráneos, terroristas vernáculos, políticos apátridas, empresarios sin conciencia nacional, movimientos étnicos separatistas y supuestos revolucionarios que apoyan políticas neoliberales. La unidad cívico militar ha impedido hasta el presente la fragmentación que allanaría el camino a la intervención extranjera. Unámonos todavía más. A todos los países extiende Venezuela la mano de la amistad: de ninguno tolerará una planta insolente que profane el sagrado suelo de la Patria.
Latinoamérica y la ocupación estadounidense
Latinoamérica
constituye la reserva “natural” de la geopolítica expansionista de la
clase dominante de Estados Unidos. Desde la tristemente célebre Doctrina
Monroe, formulada en 1823 (“América para los americanos”…, del Norte),
la voracidad del capitalismo estadounidense ha hecho de esta región del
planeta su obligado patio trasero.
En
todos los países de esta gran zona geográfica, desde el momento mismo
del nacimiento de las aristocracias criollas, el proyecto de nación fue
siempre muy débil. Estas oligarquías y “sus” países no nacieron
(distintamente a las potencias europeas, o al propio Estados Unidos) en
tierra americana al calor de un genuino proyecto de nación sostenible
con vida propia, con vocación expansionista. Por el contrario, volcadas
desde su génesis a la producción agro-exportadora primaria para mercados
externos (materias primas con muy poco o ningún valor agregado), su
historia está marcada por la dependencia, incluso por el malinchismo.
Oligarquías con complejo de inferioridad, buscando siempre por fuera de sus países los puntos de referencia, racistas y discriminadoras con respecto a los pueblos originarios -de los que, claro está, nunca dejaron de valerse para su acumulación como clase explotadora-, toda su historia como segmento social, y por tanto la de los países donde ejercieron su poder, va de la mano de potencias externas (España o Portugal primero, luego Gran Bretaña, y desde la doctrina Monroe en adelante, Estados Unidos).
Ahora bien: esto debe entenderse en la lógica de expansión natural del sistema capitalista. El capitalismo, desde sus albores, mostró una tendencia irrefrenable: su expansión como sistema y la concentración del capital. La necesidad de mercados, nuevos y cada vez más variados y extendidos, le es intrínseca. “La tarea específica de la sociedad burguesa es el establecimiento del mercado mundial (…) y de la producción basada en ese mercado. Como el mundo es redondo, esto parece tener ya pleno sentido”, anunciaba Marx en 1858.
Con el grito de “¡Tierra !” proferido por Rodrigo de Triana desde el palo mayor de la Santa María la madrugada del 12 de octubre de 1492, se inicia la expansión del capitalismo y la verdadera globalización. Ahí la Tierra efectivamente se hace redonda, y los capitales comienzan a esparcirse planetariamente en búsqueda de: 1) mercados (para realizar la plusvalía); y 2) materias primas para la producción de nuevas mercancías inventando interminablemente nuevas necesidades.
Entrado el siglo XXI, la situación presenta a un Estados Unidos dominador de su “patio trasero” presuntamente natural. Latinoamérica es su retaguardia, y el país del Norte su centro imperial, aunque ya no como los europeos de siglos pasados. ¿Por qué sucede esto? No por una maldad inmanente de los halcones que gobiernan desde Washington; es el sistema socio-económico imperante el que lleva a este estado de cosas.
El capitalismo actual, absolutamente globalizado y dominador de la escena política internacional en estos momentos, tiene en Estados Unidos su principal exponente. Los megacapitales que manejan el mundo siguen siendo (en fundamental medida) estadounidenses; hablan en inglés y se rigen por el dólar. Ese capitalismo desenfrenado necesita en forma creciente materias primas y energía. La mundialización del “american way of life” lleva a un consumo interminable de recursos. Poder asegurarse esos recursos y las fuentes energéticas, otorga la posibilidad de manejar la Humanidad.
Latinoamérica entra en esa lógica de dominación global, ante todo, como proveedora de materias primas y fuentes energéticas. El 25% de todos los recursos que consume Estados Unidos proviene del subcontinente latinoamericano. Aquí obtiene, entre otras cosas, petróleo, gas natural, minerales estratégicos (bauxita, coltán, niobio, torio), biodiversidad de las selvas tropicales, y tiene puesto los ojos en las enormes reservas de agua dulce.
La deuda externa de toda la región hipoteca eternamente el desarrollo de los países, y sólo algunos grandes grupos locales -en general unidos a capitales transnacionales- crecen. Por el contrario, las grandes mayorías populares, urbanas y rurales, decrecen continuamente en su nivel de vida. Lo que no cesa es la transferencia de recursos hacia Estados Unidos, ya sea como pago por servicio de deuda externa o como remisión de utilidades a las casas matrices de las empresas que operan en la región.
La clase dirigente estadounidense se cuida muy bien de no perder todos estos intereses, vitales sin dudas para el mantenimiento de sus privilegios. Para ello está su política exterior hacia Latinoamérica, consistente básicamente en el papel que juegan sus gobiernos, no importando si son demócratas o republicanos: la historia pareciera escrita desde siempre. Desde la época de Simón Bolívar, quien en 1829 dijera que “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, hasta nuestros días, la tendencia se mantienen similar.
Los intereses de los grandes capitales de EE.UU. necesitan de los países latinoamericanos y caribeños. Para ello controlan la región al milímetro. La controlan con diversos medios: con la manipulación injerencista en la política local, con la dependencia tecnológica, con la impagable deuda externa, con la sujeción comercial. Y. cuando todo ello no alcanza, apelan a a las armas.
Tanto el Documento Santa Fe IV -clave ideológica de los actuales halcones ligados al complejo militar-industrial, que son quienes realmente fijan la política exterior- como el “Documento Estratégico para el año 2020 del Ejército de los Estados Unidos” o el Informe “Tendencias Globales 2015” del Consejo Nacional de Inteligencia, organismo técnico de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), presentan las hipótesis de conflicto social desde una óptica de conflicto militar.
La reducción de la pobreza y el combate contra la marginación recogidas en la ambiciosa (y quizá incumpible en los marcos del capitalismo), agenda de los “Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030”, de Naciones Unidas, es algo que no entra en los planes geoestratégicos del imperio. Al que proteste o intente ir contra sus intereses hegemónicos, ¡mano dura! No hay otra respuesta. Para eso están unas 70 bases militares, con alta tecnología, resguardando toda Latinoamérica y el Caribe.
¿Por qué tanto control? Las excusas del combate al narcotráfico o al terrorismo internacional quedan cortas. La instalación más grande y poderosa se está construyendo en Honduras, muy cerca de las reservas petrolíferas de Venezuela. ¿Coincidencia?
En el Chaco paraguayo se localiza la base Mariscal Estigarribia -con capacidad para albergar 20 mil soldados-, cerca del Acuífero Guaraní y de las reservas de gas de Bolivia. ¿También coincidencia? Cuando luego de décadas de inactividad se reactivó la Cuarta Flota Naval, el entonces presidente brasileño Lula da Silva se preguntó: “Ahora que hemos descubierto petróleo a 300 kilómetros de nuestras costas, nos gustaría que Estados Unidos por favor nos explique lo que está en la lógica de esta flota en una región tan pacífica como esta”.
Está claro que Latinoamérica es un territorio ocupado por la geopolítica hemisférica de la Casa Blanca. Y no hay, precisamente, fortuitas “coincidencias” entre su intervencionismo (político o militar) y los intereses que defiende. Hay, para decirlo con exactitud, una calculada agenda de dominación.
Pero no está todo perdido. Si bien Estados Unidos parece una potencia invencible, no lo es. La historia nos lo demuestra. Aunque su control sobre nuestros territorios se ve omnímodo, siempre quedan resquicios. La historia de la Humanidad, en definitiva, es una larga, interminable lucha entre opresores y oprimidos. Y la historia ¡no está terminada!, como triunfalmente cantara el sistema hace unos años atrás, tras la caída del Muro de Berlín.
Si tanto se arma el imperio para controlar, es porque sabe que en algún momento la olla de presión puede explotar, como ya explotó en algunos puntos: Cuba, Nicaragua, Venezuela. Por eso, para no quedarnos con el amargo sabor de que no hay salida ante tanta dominación, recordemos a Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”.
dato
Entrado el siglo XXI, está claro que América Latina es un territorio ocupado por la geopolítica hemisférica de la Casa Blanca, pero aunque EE.UU. parece una potencia invencible no lo es. La historia de la región nos lo demuestra.
frase
El capitalismo globalizado y dominador tiene, en la actualidad, a Estados Unidos como su principal exponente. Latinoamérica entra en esa lógica de dominación global, como proveedora de materias primas y fuentes energéticas.
*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.
Aprovecho las reflexiones de uno de nuestros mejores filósofos, Manfredo de Oliveira, de la Universidad Federal de Ceará, especializado en la relación entre economía, sociedad y ética. Su obra sobre el tema es vasta. Aquí resumimos un estudio más largo sobre el proyecto desarrollado en el mundo y ahora en Brasil: el neoliberalismo ultra radical. Escribe él:
«Este proyecto consiste fundamentalmente en la ejecución radical de lo que se denomina “Liberalismo Económico”. Esta corriente de teoría económica es conocida como la Escuela de Chicago, que tiene, sin embargo, sus fundamentos filosóficos en las tesis de la llamada Escuela Austríaca, cuyo principal exponente es Ludwig von Mises. Estas son sus tesis básicas: «el derecho de propiedad es el único derecho universal, fundamental y absoluto que comienza con el derecho absoluto del propio cuerpo e incluye todos los bienes que se puedan adquirir. De este derecho se derivan el derecho absoluto de no agresión a la propiedad y el derecho de defender la propiedad».
«El Estado es visto como el gran usurpador de la propiedad. La única institución éticamente aceptable de la actividad económica es el “Mercado Libre”. Todos en el mercado libre tienen los mismos derechos. Cada individuo es el único responsable por sus objetivos. Sus reglas constituyen un mecanismo semejante a las leyes de la naturaleza: son algo objetivo que el ser humano no tiene condiciones de modificar. Debemos estudiar la acción humana como un físico estudia las leyes de la naturaleza».
«Así como no podemos juzgar buena o mala la ley de la gravedad, del mismo modo no podemos juzgar las leyes del mercado. No tiene sentido aquí plantear cuestiones éticas que pertenecen a otro nivel. La única cuestión aquí es su eficacia técnica. El mercado es entendido como un mecanismo auto-organizador y como tal su evaluación tiene como criterio la eficacia y no la valoración ética».
«No hay derechos fuera de las leyes del mercado. Por tanto, la desigualdad y la exclusión no tienen nada que ver con la injusticia social. Así, la pobreza no es un problema ético, sino una incompetencia técnica. El mayor error de los opositores al capitalismo es la acusación de injusticia social basada en la idea de que la “naturaleza” concedió a todas las personas ciertos derechos sólo por el hecho de haber nacido». Por esta razón, en lo que toca a la distribución de la riqueza... «no tiene sentido referirse a un supuesto principio natural o divino de justicia» (Cf. MISES L. von, The Anti-Capitalist Mentality, Auburn, 2008, p. 80, 81).
«El impuesto es una forma de confiscación de la propiedad. Por tanto, ni la salud, ni la educación, ni la justicia, se legitiman en cuanto financiados por el estado. Los pobres son individuos que por culpa propia perdieron la competición con otros. Así, el mérito emerge como el único criterio de ascensión social».
«Ese proyecto de sociedad es denominado frecuentemente por el Papa Francisco como “anti-vida”, “asesino de los pobres y de la naturaleza”. Pretende oponerse al Estado de Bienestar Social (en Brasil, Estado democrático de Derecho). Este se orienta por los siguientes elementos en la línea de J. M. Keynes: 1) Intervención del Estado en los mecanismos de mercado; 2) Política de pleno empleo (mejora de los rendimientos de los ciudadanos); 3) Institucionalización del sistema de protección; 4) Institucionalización de ayudas para los que no consiguen estar en el mercado de trabajo».
«El resultado de este proceso ha sido el aumento de la capacidad de consumo de las clases menos favorecidas».
«El objetivo fundamental ahora, en el nuevo modelo de sociedad neoliberal, es maximizar el lucro del capital, lo que hace que los derechos sociales tiendan a desaparecer, junto con la desregulación de los mercados de trabajo, y que aumenten las riquezas para los más ricos. De ahí la cruzada global contra la intervención estatal y los derechos sociales y económicos creados por las políticas del Estado Social, pues constituyen un obstáculo al funcionamiento de las leyes de la competencia y por esto son consideradas políticas irracionales y populistas. De esta forma, los defensores del “mercado totalmente libre” se oponen a las políticas sociales, consideradas ineficientes y perturbadoras del proceso productivo».
«El camino ahora es confiar plenamente en el mercado en cuanto sistema autorganizador que, una vez liberado de regulaciones e intervenciones indebidas, soluciona por sí los problemas económicos y sociales».
«En este contexto se muestra que ahora el eje básico del proyecto de civilización es la subordinación de la calidad de vida de los seres humanos a la acumulación del capital».
«Importa entre tanto reconocer que los resultados de este proceso amenazan la vida humana y toda vida en el planeta. La explotación ilimitada de la naturaleza se muestra en las catástrofes socioambientales. Los más prestigiosos científicos nos alertan sobre el hecho de que el modelo económico vigente puede llevar a la humanidad a un colapso ecológico-social».
Si Bolsonaro y Guedes asumen este proyecto ultraneoliberal harán surgir un país con millones de pobres y hasta de parias, con unos pocos ricos y un puñado de multimillonarios, un país no sólo pobre sino también injusto.
Oligarquías con complejo de inferioridad, buscando siempre por fuera de sus países los puntos de referencia, racistas y discriminadoras con respecto a los pueblos originarios -de los que, claro está, nunca dejaron de valerse para su acumulación como clase explotadora-, toda su historia como segmento social, y por tanto la de los países donde ejercieron su poder, va de la mano de potencias externas (España o Portugal primero, luego Gran Bretaña, y desde la doctrina Monroe en adelante, Estados Unidos).
Ahora bien: esto debe entenderse en la lógica de expansión natural del sistema capitalista. El capitalismo, desde sus albores, mostró una tendencia irrefrenable: su expansión como sistema y la concentración del capital. La necesidad de mercados, nuevos y cada vez más variados y extendidos, le es intrínseca. “La tarea específica de la sociedad burguesa es el establecimiento del mercado mundial (…) y de la producción basada en ese mercado. Como el mundo es redondo, esto parece tener ya pleno sentido”, anunciaba Marx en 1858.
Con el grito de “¡Tierra !” proferido por Rodrigo de Triana desde el palo mayor de la Santa María la madrugada del 12 de octubre de 1492, se inicia la expansión del capitalismo y la verdadera globalización. Ahí la Tierra efectivamente se hace redonda, y los capitales comienzan a esparcirse planetariamente en búsqueda de: 1) mercados (para realizar la plusvalía); y 2) materias primas para la producción de nuevas mercancías inventando interminablemente nuevas necesidades.
Entrado el siglo XXI, la situación presenta a un Estados Unidos dominador de su “patio trasero” presuntamente natural. Latinoamérica es su retaguardia, y el país del Norte su centro imperial, aunque ya no como los europeos de siglos pasados. ¿Por qué sucede esto? No por una maldad inmanente de los halcones que gobiernan desde Washington; es el sistema socio-económico imperante el que lleva a este estado de cosas.
El capitalismo actual, absolutamente globalizado y dominador de la escena política internacional en estos momentos, tiene en Estados Unidos su principal exponente. Los megacapitales que manejan el mundo siguen siendo (en fundamental medida) estadounidenses; hablan en inglés y se rigen por el dólar. Ese capitalismo desenfrenado necesita en forma creciente materias primas y energía. La mundialización del “american way of life” lleva a un consumo interminable de recursos. Poder asegurarse esos recursos y las fuentes energéticas, otorga la posibilidad de manejar la Humanidad.
Latinoamérica entra en esa lógica de dominación global, ante todo, como proveedora de materias primas y fuentes energéticas. El 25% de todos los recursos que consume Estados Unidos proviene del subcontinente latinoamericano. Aquí obtiene, entre otras cosas, petróleo, gas natural, minerales estratégicos (bauxita, coltán, niobio, torio), biodiversidad de las selvas tropicales, y tiene puesto los ojos en las enormes reservas de agua dulce.
La deuda externa de toda la región hipoteca eternamente el desarrollo de los países, y sólo algunos grandes grupos locales -en general unidos a capitales transnacionales- crecen. Por el contrario, las grandes mayorías populares, urbanas y rurales, decrecen continuamente en su nivel de vida. Lo que no cesa es la transferencia de recursos hacia Estados Unidos, ya sea como pago por servicio de deuda externa o como remisión de utilidades a las casas matrices de las empresas que operan en la región.
La clase dirigente estadounidense se cuida muy bien de no perder todos estos intereses, vitales sin dudas para el mantenimiento de sus privilegios. Para ello está su política exterior hacia Latinoamérica, consistente básicamente en el papel que juegan sus gobiernos, no importando si son demócratas o republicanos: la historia pareciera escrita desde siempre. Desde la época de Simón Bolívar, quien en 1829 dijera que “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, hasta nuestros días, la tendencia se mantienen similar.
Los intereses de los grandes capitales de EE.UU. necesitan de los países latinoamericanos y caribeños. Para ello controlan la región al milímetro. La controlan con diversos medios: con la manipulación injerencista en la política local, con la dependencia tecnológica, con la impagable deuda externa, con la sujeción comercial. Y. cuando todo ello no alcanza, apelan a a las armas.
Tanto el Documento Santa Fe IV -clave ideológica de los actuales halcones ligados al complejo militar-industrial, que son quienes realmente fijan la política exterior- como el “Documento Estratégico para el año 2020 del Ejército de los Estados Unidos” o el Informe “Tendencias Globales 2015” del Consejo Nacional de Inteligencia, organismo técnico de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), presentan las hipótesis de conflicto social desde una óptica de conflicto militar.
La reducción de la pobreza y el combate contra la marginación recogidas en la ambiciosa (y quizá incumpible en los marcos del capitalismo), agenda de los “Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030”, de Naciones Unidas, es algo que no entra en los planes geoestratégicos del imperio. Al que proteste o intente ir contra sus intereses hegemónicos, ¡mano dura! No hay otra respuesta. Para eso están unas 70 bases militares, con alta tecnología, resguardando toda Latinoamérica y el Caribe.
¿Por qué tanto control? Las excusas del combate al narcotráfico o al terrorismo internacional quedan cortas. La instalación más grande y poderosa se está construyendo en Honduras, muy cerca de las reservas petrolíferas de Venezuela. ¿Coincidencia?
En el Chaco paraguayo se localiza la base Mariscal Estigarribia -con capacidad para albergar 20 mil soldados-, cerca del Acuífero Guaraní y de las reservas de gas de Bolivia. ¿También coincidencia? Cuando luego de décadas de inactividad se reactivó la Cuarta Flota Naval, el entonces presidente brasileño Lula da Silva se preguntó: “Ahora que hemos descubierto petróleo a 300 kilómetros de nuestras costas, nos gustaría que Estados Unidos por favor nos explique lo que está en la lógica de esta flota en una región tan pacífica como esta”.
Está claro que Latinoamérica es un territorio ocupado por la geopolítica hemisférica de la Casa Blanca. Y no hay, precisamente, fortuitas “coincidencias” entre su intervencionismo (político o militar) y los intereses que defiende. Hay, para decirlo con exactitud, una calculada agenda de dominación.
Pero no está todo perdido. Si bien Estados Unidos parece una potencia invencible, no lo es. La historia nos lo demuestra. Aunque su control sobre nuestros territorios se ve omnímodo, siempre quedan resquicios. La historia de la Humanidad, en definitiva, es una larga, interminable lucha entre opresores y oprimidos. Y la historia ¡no está terminada!, como triunfalmente cantara el sistema hace unos años atrás, tras la caída del Muro de Berlín.
Si tanto se arma el imperio para controlar, es porque sabe que en algún momento la olla de presión puede explotar, como ya explotó en algunos puntos: Cuba, Nicaragua, Venezuela. Por eso, para no quedarnos con el amargo sabor de que no hay salida ante tanta dominación, recordemos a Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”.
dato
Entrado el siglo XXI, está claro que América Latina es un territorio ocupado por la geopolítica hemisférica de la Casa Blanca, pero aunque EE.UU. parece una potencia invencible no lo es. La historia de la región nos lo demuestra.
frase
El capitalismo globalizado y dominador tiene, en la actualidad, a Estados Unidos como su principal exponente. Latinoamérica entra en esa lógica de dominación global, como proveedora de materias primas y fuentes energéticas.
*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.
El incendio de la derecha latinoamericana
En resumidas cuentas, la derecha latinoamericana, con su programa de
destrucción de la posibilidad de nivelación social, ha incinerado en
corto tiempo su tan publicitado nuevo ciclo.
Las
llamas en la Amazonia sintetizan el cuadro de la situación política
actual de Latinoamérica. Según un reciente boletín del Instituto
Tricontinental de Investigación Social este año ha habido 40.341
incendios en el Amazonas, la cifra más alta desde 2010. No cabe duda
alguna que la catástrofe humana y ambiental que esto representa tiene su
raíz en los intereses de lucro de los sectores ruralistas y en la
elevación general de temperatura. Todo ello fruto de una política
depredatoria alentada por el capital oligárquico y transnacional y su
brazo político, la derecha internacional.
El gobierno de Bolsonaro, controlado desde los estamentos militares del país en alianza con el gremio de la gran empresa, el oligopolio mediático, altos estamentos del poder judicial y los sectores retrógrados del evangelismo neoliberal, propugna el incendio social de Brasil. Incendio social que ha comenzado a consumir, en pocos meses, gran parte del apoyo del sector de la población que votó al ex capitán inflamado por discursos de odio y mentiras electorales.
No le va en zaga uno de sus principales socios, el gobierno agonizante de Macri en Argentina, cuyas políticas de recorte, apertura indiscriminada al capital especulativo y endeudamiento descomunal en complicidad con el FMI, calcinaron la actividad productiva, el empleo y las reservas, convirtiendo a la economía argentina en un desierto desolado. El repudio popular se hizo sentir en las urnas de las elecciones primarias, arrasando con la posibilidad de continuar con el proyecto antropofágico y resquebrajando el mosaico hegemónico de la derecha impulsado desde EEUU.
Poco antes, las llamas ardieron en la última colonia estadounidense en LA. La población de Puerto Rico echó al virrey imperial -gobernador en el esquema británico- Ricardo Roselló. También aquí, un programa de severo ajuste y endeudamiento habían quemado la llanura social.
Colombia, Honduras y Haití
En Colombia, el incumplimiento programado del gobierno de Iván Duque sobre los compromisos asumidos en los Acuerdos de Paz abrió la puerta a una nueva escalada de ajusticiamiento selectivo de líderes/as sociales y ex combatientes. El nuevo conato armado de un sector de la guerrilla amenaza ahora con servir de excusa a la derecha cavernaria para incinerar la paz y volver el reloj atrás. El motivo es el mismo por el que se desató una guerra de más de cinco décadas: blindar la desigualdad y excluir todo proceso político que amenace cambiar la situación.
Represión que también ha sido el signo del régimen de Juan Orlando Hernández, tras el fraude que posibilitó la reedición de su mandato, de por sí prohibida por la Constitución hondureña. Fraude que, junto a la corrupción, la violencia y la miseria han movilizado masivamente a la población en resistencia a la total vulneración de mínimos derechos.
Situación flamígera que se repite en Haití, país en el que alimentarse cada día es un milagro. Los índices de pobreza y de desarrollo humano son los más bajos de toda la región y el sistema político está entrecruzado con los intereses empresariales y las embajadas extranjeras.
El objetivo primordial es lograr la dimisión del empresario bananero Jovenel Moïse, actual presidente del país y la instalación de un gobierno de transición para hacer frente a las urgencias del hambre, la miseria y el desempleo que afectan a más del 80% de la población.
Lobos con y sin disfraz de oveja
Ecuador es otro país que ha hecho retroceder las agujas al pasado. Acuerdos con el FMI, con el Departamento de Estado de EEUU, cercenamiento y desmontaje de los nuevos derechos políticos asentados en la constitución de Montecristi, persecución judicial con fines de proscripción a los principales cuadros de la Revolución Ciudadana, son algunas de las marcas que deja la traición del actual presidente Lenín Moreno a la legítima voluntad popular expresada en las urnas en 2017. (…)
Descontento social que estuvo a centímetros de tumbar al gobierno de derechas paraguayo. A tan sólo un año de su asunción “Marito” Abdo Benítez -hijo del secretario privado del dictador Alfredo Stroessner- salvó el cuero cabelludo de la guillotina política sólo por un acuerdo con la facción rival colorada. El pueblo pedía su destitución por el tratado secreto con Brasil sobre la hidroeléctrica Itaipú que perjudicaba a Paraguay. Más allá del impasse, el capital político de Benítez ya se ha consumido.
En Guatemala, la corrupción política intrínseca al sistema logró triunfar gracias a la proscripción política de la ex jueza Thelma Aldana. Ganó nuevamente una derecha protegida por EEUU en la figura del ex director de prisiones Alejandro Gianmattei. Acusado de ejecuciones extrajudiciales en ocasión de la Operación Pavo Real, ha prometido un régimen de “mano dura”, con la probable reinstalación de la pena de muerte.
En la cuerda floja
El mandato del ex banquero Pedro Pablo Kuczynski en el Perú duró tan sólo dos años. Su reemplazo Vizcarra camina sobre el desfiladero. Reformas que, a pesar de ser ansiadas por la población y negadas por un sector del establishment corrupto, son apenas un maquillaje para continuar con el pillaje. La doble derecha peruana, la financiera de guante blanco y la impresentable, del clan Fujimori, han obstruido aquí con persecución política el avance de la izquierda, aunque no logra detener la importante rebelión antiextractivista campesina.
Tampoco soplan en Chile “los tiempos mejores” que el empresario Piñera prometió a sus connacionales. El paro de 6 semanas del profesorado, el reclamo extendido por la educación pública, las movilizaciones masivas por el fin del sistema previsional de capitalización administrado por las AFP, los múltiples reclamos sectoriales y locales por vivienda, salud y defensa medioambiental auguran resultados adversos en las próximas elecciones municipales.
En resumidas cuentas, la derecha latinoamericana, con su programa de destrucción de la posibilidad de nivelación social, ha incinerado en corto tiempo su tan publicitado nuevo ciclo.Tres de los cuatro gobiernos latinoamericanos de izquierda, Cuba, Nicaragua y Venezuela, son herederos de tres grandes revoluciones.
Bolivia -el cuarto país gobernado por la izquierda- se apresta a renovar su novedosa revolución indígena y productiva en la figura del actual presidente Evo Morales. Los logros económicos y sociales y el simbolismo reparador de un gobernante surgido de las entrañas de los sometidos, conseguirán vencer en octubre a la mentira y la conspiración neoliberal.
Mucho más difícil es la posición del Frente Amplio uruguayo, que tendrá que dar batalla en segunda vuelta contra la unidad de todas las fuerzas de la derecha. (…)
Las derechas tendrán como principal estrategia bloquear todo intento de colaboración en el campo geopolítico entre este nuevo bloque progresista y el de izquierdas. Lo cierto es que el tablero volverá a estar más equilibrado. La chispa de la esperanza se ha encendido nuevamente en la región. Las derechas tendrán que vérselas con su principal oponente: sus propios pueblos. (*) Página/12
El gobierno de Bolsonaro, controlado desde los estamentos militares del país en alianza con el gremio de la gran empresa, el oligopolio mediático, altos estamentos del poder judicial y los sectores retrógrados del evangelismo neoliberal, propugna el incendio social de Brasil. Incendio social que ha comenzado a consumir, en pocos meses, gran parte del apoyo del sector de la población que votó al ex capitán inflamado por discursos de odio y mentiras electorales.
No le va en zaga uno de sus principales socios, el gobierno agonizante de Macri en Argentina, cuyas políticas de recorte, apertura indiscriminada al capital especulativo y endeudamiento descomunal en complicidad con el FMI, calcinaron la actividad productiva, el empleo y las reservas, convirtiendo a la economía argentina en un desierto desolado. El repudio popular se hizo sentir en las urnas de las elecciones primarias, arrasando con la posibilidad de continuar con el proyecto antropofágico y resquebrajando el mosaico hegemónico de la derecha impulsado desde EEUU.
Poco antes, las llamas ardieron en la última colonia estadounidense en LA. La población de Puerto Rico echó al virrey imperial -gobernador en el esquema británico- Ricardo Roselló. También aquí, un programa de severo ajuste y endeudamiento habían quemado la llanura social.
Colombia, Honduras y Haití
En Colombia, el incumplimiento programado del gobierno de Iván Duque sobre los compromisos asumidos en los Acuerdos de Paz abrió la puerta a una nueva escalada de ajusticiamiento selectivo de líderes/as sociales y ex combatientes. El nuevo conato armado de un sector de la guerrilla amenaza ahora con servir de excusa a la derecha cavernaria para incinerar la paz y volver el reloj atrás. El motivo es el mismo por el que se desató una guerra de más de cinco décadas: blindar la desigualdad y excluir todo proceso político que amenace cambiar la situación.
Represión que también ha sido el signo del régimen de Juan Orlando Hernández, tras el fraude que posibilitó la reedición de su mandato, de por sí prohibida por la Constitución hondureña. Fraude que, junto a la corrupción, la violencia y la miseria han movilizado masivamente a la población en resistencia a la total vulneración de mínimos derechos.
Situación flamígera que se repite en Haití, país en el que alimentarse cada día es un milagro. Los índices de pobreza y de desarrollo humano son los más bajos de toda la región y el sistema político está entrecruzado con los intereses empresariales y las embajadas extranjeras.
El objetivo primordial es lograr la dimisión del empresario bananero Jovenel Moïse, actual presidente del país y la instalación de un gobierno de transición para hacer frente a las urgencias del hambre, la miseria y el desempleo que afectan a más del 80% de la población.
Lobos con y sin disfraz de oveja
Ecuador es otro país que ha hecho retroceder las agujas al pasado. Acuerdos con el FMI, con el Departamento de Estado de EEUU, cercenamiento y desmontaje de los nuevos derechos políticos asentados en la constitución de Montecristi, persecución judicial con fines de proscripción a los principales cuadros de la Revolución Ciudadana, son algunas de las marcas que deja la traición del actual presidente Lenín Moreno a la legítima voluntad popular expresada en las urnas en 2017. (…)
Descontento social que estuvo a centímetros de tumbar al gobierno de derechas paraguayo. A tan sólo un año de su asunción “Marito” Abdo Benítez -hijo del secretario privado del dictador Alfredo Stroessner- salvó el cuero cabelludo de la guillotina política sólo por un acuerdo con la facción rival colorada. El pueblo pedía su destitución por el tratado secreto con Brasil sobre la hidroeléctrica Itaipú que perjudicaba a Paraguay. Más allá del impasse, el capital político de Benítez ya se ha consumido.
En Guatemala, la corrupción política intrínseca al sistema logró triunfar gracias a la proscripción política de la ex jueza Thelma Aldana. Ganó nuevamente una derecha protegida por EEUU en la figura del ex director de prisiones Alejandro Gianmattei. Acusado de ejecuciones extrajudiciales en ocasión de la Operación Pavo Real, ha prometido un régimen de “mano dura”, con la probable reinstalación de la pena de muerte.
En la cuerda floja
El mandato del ex banquero Pedro Pablo Kuczynski en el Perú duró tan sólo dos años. Su reemplazo Vizcarra camina sobre el desfiladero. Reformas que, a pesar de ser ansiadas por la población y negadas por un sector del establishment corrupto, son apenas un maquillaje para continuar con el pillaje. La doble derecha peruana, la financiera de guante blanco y la impresentable, del clan Fujimori, han obstruido aquí con persecución política el avance de la izquierda, aunque no logra detener la importante rebelión antiextractivista campesina.
Tampoco soplan en Chile “los tiempos mejores” que el empresario Piñera prometió a sus connacionales. El paro de 6 semanas del profesorado, el reclamo extendido por la educación pública, las movilizaciones masivas por el fin del sistema previsional de capitalización administrado por las AFP, los múltiples reclamos sectoriales y locales por vivienda, salud y defensa medioambiental auguran resultados adversos en las próximas elecciones municipales.
En resumidas cuentas, la derecha latinoamericana, con su programa de destrucción de la posibilidad de nivelación social, ha incinerado en corto tiempo su tan publicitado nuevo ciclo.Tres de los cuatro gobiernos latinoamericanos de izquierda, Cuba, Nicaragua y Venezuela, son herederos de tres grandes revoluciones.
Bolivia -el cuarto país gobernado por la izquierda- se apresta a renovar su novedosa revolución indígena y productiva en la figura del actual presidente Evo Morales. Los logros económicos y sociales y el simbolismo reparador de un gobernante surgido de las entrañas de los sometidos, conseguirán vencer en octubre a la mentira y la conspiración neoliberal.
Mucho más difícil es la posición del Frente Amplio uruguayo, que tendrá que dar batalla en segunda vuelta contra la unidad de todas las fuerzas de la derecha. (…)
Las derechas tendrán como principal estrategia bloquear todo intento de colaboración en el campo geopolítico entre este nuevo bloque progresista y el de izquierdas. Lo cierto es que el tablero volverá a estar más equilibrado. La chispa de la esperanza se ha encendido nuevamente en la región. Las derechas tendrán que vérselas con su principal oponente: sus propios pueblos. (*) Página/12
El proyecto neoliberal en el mundo y en Brasil es anti-vida y enemigo de la naturaleza
por Leonardo Boff
2019-08-02
Aprovecho las reflexiones de uno de nuestros mejores filósofos, Manfredo de Oliveira, de la Universidad Federal de Ceará, especializado en la relación entre economía, sociedad y ética. Su obra sobre el tema es vasta. Aquí resumimos un estudio más largo sobre el proyecto desarrollado en el mundo y ahora en Brasil: el neoliberalismo ultra radical. Escribe él:
«Este proyecto consiste fundamentalmente en la ejecución radical de lo que se denomina “Liberalismo Económico”. Esta corriente de teoría económica es conocida como la Escuela de Chicago, que tiene, sin embargo, sus fundamentos filosóficos en las tesis de la llamada Escuela Austríaca, cuyo principal exponente es Ludwig von Mises. Estas son sus tesis básicas: «el derecho de propiedad es el único derecho universal, fundamental y absoluto que comienza con el derecho absoluto del propio cuerpo e incluye todos los bienes que se puedan adquirir. De este derecho se derivan el derecho absoluto de no agresión a la propiedad y el derecho de defender la propiedad».
«El Estado es visto como el gran usurpador de la propiedad. La única institución éticamente aceptable de la actividad económica es el “Mercado Libre”. Todos en el mercado libre tienen los mismos derechos. Cada individuo es el único responsable por sus objetivos. Sus reglas constituyen un mecanismo semejante a las leyes de la naturaleza: son algo objetivo que el ser humano no tiene condiciones de modificar. Debemos estudiar la acción humana como un físico estudia las leyes de la naturaleza».
«Así como no podemos juzgar buena o mala la ley de la gravedad, del mismo modo no podemos juzgar las leyes del mercado. No tiene sentido aquí plantear cuestiones éticas que pertenecen a otro nivel. La única cuestión aquí es su eficacia técnica. El mercado es entendido como un mecanismo auto-organizador y como tal su evaluación tiene como criterio la eficacia y no la valoración ética».
«No hay derechos fuera de las leyes del mercado. Por tanto, la desigualdad y la exclusión no tienen nada que ver con la injusticia social. Así, la pobreza no es un problema ético, sino una incompetencia técnica. El mayor error de los opositores al capitalismo es la acusación de injusticia social basada en la idea de que la “naturaleza” concedió a todas las personas ciertos derechos sólo por el hecho de haber nacido». Por esta razón, en lo que toca a la distribución de la riqueza... «no tiene sentido referirse a un supuesto principio natural o divino de justicia» (Cf. MISES L. von, The Anti-Capitalist Mentality, Auburn, 2008, p. 80, 81).
«El impuesto es una forma de confiscación de la propiedad. Por tanto, ni la salud, ni la educación, ni la justicia, se legitiman en cuanto financiados por el estado. Los pobres son individuos que por culpa propia perdieron la competición con otros. Así, el mérito emerge como el único criterio de ascensión social».
«Ese proyecto de sociedad es denominado frecuentemente por el Papa Francisco como “anti-vida”, “asesino de los pobres y de la naturaleza”. Pretende oponerse al Estado de Bienestar Social (en Brasil, Estado democrático de Derecho). Este se orienta por los siguientes elementos en la línea de J. M. Keynes: 1) Intervención del Estado en los mecanismos de mercado; 2) Política de pleno empleo (mejora de los rendimientos de los ciudadanos); 3) Institucionalización del sistema de protección; 4) Institucionalización de ayudas para los que no consiguen estar en el mercado de trabajo».
«El resultado de este proceso ha sido el aumento de la capacidad de consumo de las clases menos favorecidas».
«El objetivo fundamental ahora, en el nuevo modelo de sociedad neoliberal, es maximizar el lucro del capital, lo que hace que los derechos sociales tiendan a desaparecer, junto con la desregulación de los mercados de trabajo, y que aumenten las riquezas para los más ricos. De ahí la cruzada global contra la intervención estatal y los derechos sociales y económicos creados por las políticas del Estado Social, pues constituyen un obstáculo al funcionamiento de las leyes de la competencia y por esto son consideradas políticas irracionales y populistas. De esta forma, los defensores del “mercado totalmente libre” se oponen a las políticas sociales, consideradas ineficientes y perturbadoras del proceso productivo».
«El camino ahora es confiar plenamente en el mercado en cuanto sistema autorganizador que, una vez liberado de regulaciones e intervenciones indebidas, soluciona por sí los problemas económicos y sociales».
«En este contexto se muestra que ahora el eje básico del proyecto de civilización es la subordinación de la calidad de vida de los seres humanos a la acumulación del capital».
«Importa entre tanto reconocer que los resultados de este proceso amenazan la vida humana y toda vida en el planeta. La explotación ilimitada de la naturaleza se muestra en las catástrofes socioambientales. Los más prestigiosos científicos nos alertan sobre el hecho de que el modelo económico vigente puede llevar a la humanidad a un colapso ecológico-social».
Si Bolsonaro y Guedes asumen este proyecto ultraneoliberal harán surgir un país con millones de pobres y hasta de parias, con unos pocos ricos y un puñado de multimillonarios, un país no sólo pobre sino también injusto.
Leonardo Boff
Opinión · Espejos extraños
La verdadera historia de los errores futuros
6 junio, 2019
El avance de las fuerzas políticas de derecha y de extrema derecha alrededor del mundo se basa en estos presupuestos. Es difícil imaginar la supervivencia de la democracia en una sociedad en la que estos presupuestos se concreten plenamente, pero las señales de que tal concreción puede estar más cerca de lo que se piensa son muchas y merecen una reflexión antes de que sea demasiado tarde. Abordaré las siguientes señales: la reiteración del error y la crisis permanente; la orgía de la opinión y la fabricación masiva de ignorancia; y el paso de la sociedad internética a la sociedad métrica.
La reiteración del error es hoy patente. Desde hace décadas, los países capitalistas centrales, más desarrollados, han asumido la obligación política de dedicar una parte de su presupuesto a la “ayuda al desarrollo”. El objetivo es, como su nombre indica, ayudar a los países periféricos, subdesarrollados, a seguir el rastro de los más desarrollados e, idealmente, a converger con estos en niveles de bienestar en un futuro más o menos próximo. Es evidente que la brecha que separa a los países centrales de los países periféricos es cada vez mayor. La llamada “crisis de los refugiados” y el alarmante aumento del movimiento de poblaciones migrantes indeseadas son los signos más evidentes de que las condiciones de vida en los países periféricos son cada vez más intolerables. Lo mismo cabe decir de las políticas de reducción de la pobreza llevadas a cabo por el Banco Mundial desde hace décadas. El balance es negativo si por reducción de la pobreza entendemos la disminución de la brecha entre ricos y pobres dentro de cada país y entre países. La brecha no ha cesado de aumentar. Del mismo modo, las políticas de austeridad o de ajuste estructural que han sido impuestas a los países en dificultades financieras, de las que Portugal y Grecia son ejemplos cercanos, no han logrado sus objetivos, y el propio FMI ha reconocido esto de manera más o menos velada (“exceso de austeridad”, “deficiente calibración”, etc.). A pesar de ello, las mismas políticas se imponen una y otra vez como si en aquel momento aquella fuera la mejor o incluso la única solución. Lo mismo puede decirse de la privatización de la seguridad social y, por tanto, del sistema público de pensiones. El objetivo más reciente es la seguridad social en Brasil. Según los estudios disponibles, en cerca del 70% de los casos en los que la privatización se realizó el sistema falló y el Estado tuvo que rescatar el sistema para evitar una profunda crisis social. No obstante, la receta sigue siendo impuesta y vendida como la salvación del país.
¿Por qué se insiste en el error de imponer medidas cuyo fracaso es de antemano reconocido? Son muchas las razones, pero todas convergen en la que considero más importante: el objetivo de crear una situación de crisis permanente que fuerce las decisiones políticas a concentrarse en medidas de emergencia y de corto plazo. Estas medidas, a pesar de implicar siempre la transferencia de riqueza de los más pobres a los más ricos e imponer sacrificios a los que menos pueden soportarlos, son aceptadas como necesarias e inviabilizan cualquier discusión sobre el futuro y alternativas a corto y medio plazo.
La orgía de la opinión. El error reiterado y su amplia aceptación no serían posibles sin un cambio tectónico en la opinión pública. Los últimos cien años fueron el siglo de la expansión del derecho a tener opinión. Lo que era antes un privilegio de las clases burguesas se transformó en un derecho que fue efectivamente ejercido por amplias capas de la población, sobre todo en los países más desarrollados. Esta expansión fue muy desigual, pero permitió enriquecer el debate democrático con la discusión de alternativas políticas significativamente divergentes. El concepto de razón comunicativa, propuesto por Jürgen Habermas, se basaba en la idea de que la libre formulación y la discusión de argumentos a favor y en contra en cualquier área de deliberación política, transformaba la democracia en el régimen político más legítimo porque garantizaba la participación efectiva de todos.
Ocurre que en los últimos treinta años la sociedad mediática, primero, y la sociedad internética, después, produjeron una escisión insidiosa entre tener opinión y ser propietario de la opinión que se tiene. Hemos sido expropiados de la propiedad de nuestra opinión y pasamos a ser arrendatarios o inquilinos de ella. Como no nos dimos cuenta de esta transformación, pudimos seguir pensando que teníamos opinión e imaginamos que era nuestra. Empresarios de opinión de todo tipo entraron en escena para simultáneamente reducir el abanico de opiniones posibles e intensificar la divulgación de las opiniones promovidas. Los principales agentes de esta transformación fueron los partidos políticos del arco de gobierno, los medios de comunicación oligopólicos y los sistemas de publicidad, inicialmente orientados al consumo masivo de mercancías, los cuales fueron gradualmente dirigidos hacia el consumo de masas del mercado de las ideas políticas. Así surgió la sociedad mediática y la política-espectáculo, donde las diferencias sustantivas entre las posiciones divergentes son mínimas, pero se presentan como si fueran máximas. Fue el primer paso.
El segundo paso se produjo cuando pasamos de la sociedad mediática a la sociedad internética. En este paso, el derecho a tener opinión se expandió sin precedentes y la expropiación de la opinión, de la que somos usuarios (más que titulares), alcanzó nuevos niveles. Surgieron los empresarios, tanto legales como ilegales, de la manipulación de la opinión pública, cuyo ejemplo paradigmático son las redes y las páginas de Facebook y de WhatsApp que producen “tácticas de desinformación” particularmente activas en períodos electorales, como sucedió recientemente en las elecciones al Parlamento Europeo. La conocida organización Avaaz identificó 500 páginas sospechosas, seguidas por 32 millones de personas, que generaron 67 millones de interacciones (comentarios, likes, comparticiones). La empresa Facebook cerró 77 de esas páginas que eran responsables del 20% de flujo de informaciones en las redes identificadas.
Esta extraordinaria manipulación de la opinión tuvo tres consecuencias que, aunque pasaron desapercibidas, constituyeron un cambio de paradigma en la comunicación social. La primera fue que esta vigilancia policial de las redes se legitimó a pesar de haber controlado apenas la punta del iceberg. El recurso cada vez más intenso a los big data y a los algoritmos para llegar a cada individuo en sus gustos y preferencias, y hacerlo simultáneamente para millones de personas, hizo posible mostrar que los verdaderos propietarios de nuestra opinión son Bill Gates y Mark Zuckerberg. Como todo está hecho para no darnos cuenta de eso, nos consideramos deudores gratos de El Dorado de información que nos proporcionan y no como acreedores de un desastre democrático de consecuencias imprevisibles por las cuales ellos debían ser personalmente responsabilizados.
La segunda consecuencia es que la información que comenzamos a usar, pese a ser tan superficial, no puede ser contestada con argumentos. O es aceptada o es rechazada, y los criterios para decidir son criterios de autoridad y no de verdad. Si sirve a los intereses del líder político de turno, el pueblo es exaltado como teniendo finalmente opinión propia, capaz de contradecir la opinión de las élites tradicionales. Si no sirve, el pueblo es fácilmente considerado como “ignorante e incapaz de ser gobernado democráticamente”. En la medida en que el pueblo sigue la opinión del líder, es el líder quien sigue la opinión del pueblo. En la medida en que el pueblo diverge de la opinión del líder, debe, como pueblo ignorante, confiar en la opinión de líder. Según le convenga, el líder populista puede aparecer ora como seguidor del pueblo, ora como su tutor. Aquí reside la razón última de la reemergencia del populismo. Este capital de confianza se crea fácilmente en la medida en que todo sucede en la intimidad del individuo y de su familia. Mientras la sociedad mediática transformó la política en un espectáculo, la sociedad internética la convierte en un show íntimo, un auténtico peep-show en el que toda la interacción afectiva ocurre entre el líder y el ciudadano, sin argumentos ni mediaciones.
La tercera consecuencia de la sociedad internética es que las redes sociales crean dos o más flujos de opiniones unánimes que corren en paralelo y, por tanto, nunca se encuentran. Es decir, en ningún caso pueden ser contradichos o ser objeto de contraargumentación en un debate democrático. Así, la política errada puede ser aceptada ampliamente si cabalga sobre uno de los flujos de unanimidad. Este es el caldo comunicacional de la radicalización política, el ambiente ideal para el clima de polarización, de odio y demonización del enemigo político, sin que sea necesario usar argumentos discutibles y únicamente recurriendo a frases apocalípticas.
De la sociedad internética a la sociedad métrica. Vivimos otra orgía, la orgía de la cuantificación de la vida individual y colectiva. Nunca nuestras vidas colectivas estuvieron tan dependientes del número de seguidores en Facebook, de los likes en las interacciones en las redes, de los scores en los concursos, de los rankings en las universidades, en la cuantificación de la producción científica. Sabemos que la lógica de la cuantificación es extremadamente selectiva y muy sesgada por los criterios que usa y por los campos que selecciona para cuantificar. Deja fuera todo lo que es más esencial a la existencia individual y colectiva. Deja fuera sectores sociales que, por su inserción social, no pueden ser adecuadamente contados. Las personas sin hogar son contadas por ser sin hogar, y no por lo que hacen durante el día; la agricultura familiar, informal, pese a que en la mayoría de los países continúa alimentando hoy a una gran parte de la población, así como el trabajo no pagado de la economía del cuidado en casa, no cuentan para el PIB. Lo que está predominantemente a cargo de las mujeres no entra en las estadísticas del trabajo, a pesar de ser crucial para reproducir la fuerza de trabajo. Si no estuviera avalada cuantitativamente, la calidad de la producción científica no contaría para la carrera de los investigadores. Y el gran problema de nuestro tiempo es que lo que no es contado, no cuenta.
Estas son algunas de las dinámicas subterráneas que van minando la democracia y creando una cultura pública y privada indefensa ante errores de los que la derecha y la extrema derecha se van alimentando.
BRASIL
Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
La verdad de un sistema equivocado es el error. Para ser
políticamente eficaz, este error ha de repetirse de manera incesante,
difundirse ampliamente y ser aceptado por la población como la única
verdad posible o creíble. No se trata de una repetición cualquiera. Es
necesario que cada vez que el error se ponga en práctica lo sea como un
acto inaugural —la verdad finalmente encontrada para resolver los
problemas de la sociedad. No se trata de una difusión cualquiera. Es
necesario que lo que se difunde se perciba como algo con lo que
naturalmente tenemos que estar de acuerdo. No se trata, finalmente, de
cualquier aceptación. Es necesario que lo que se acepta sea aceptado
para el bien de todos y que, si implica algún sacrificio, sea el precio a
pagar por un bien mayor en el futuro.El avance de las fuerzas políticas de derecha y de extrema derecha alrededor del mundo se basa en estos presupuestos. Es difícil imaginar la supervivencia de la democracia en una sociedad en la que estos presupuestos se concreten plenamente, pero las señales de que tal concreción puede estar más cerca de lo que se piensa son muchas y merecen una reflexión antes de que sea demasiado tarde. Abordaré las siguientes señales: la reiteración del error y la crisis permanente; la orgía de la opinión y la fabricación masiva de ignorancia; y el paso de la sociedad internética a la sociedad métrica.
La reiteración del error es hoy patente. Desde hace décadas, los países capitalistas centrales, más desarrollados, han asumido la obligación política de dedicar una parte de su presupuesto a la “ayuda al desarrollo”. El objetivo es, como su nombre indica, ayudar a los países periféricos, subdesarrollados, a seguir el rastro de los más desarrollados e, idealmente, a converger con estos en niveles de bienestar en un futuro más o menos próximo. Es evidente que la brecha que separa a los países centrales de los países periféricos es cada vez mayor. La llamada “crisis de los refugiados” y el alarmante aumento del movimiento de poblaciones migrantes indeseadas son los signos más evidentes de que las condiciones de vida en los países periféricos son cada vez más intolerables. Lo mismo cabe decir de las políticas de reducción de la pobreza llevadas a cabo por el Banco Mundial desde hace décadas. El balance es negativo si por reducción de la pobreza entendemos la disminución de la brecha entre ricos y pobres dentro de cada país y entre países. La brecha no ha cesado de aumentar. Del mismo modo, las políticas de austeridad o de ajuste estructural que han sido impuestas a los países en dificultades financieras, de las que Portugal y Grecia son ejemplos cercanos, no han logrado sus objetivos, y el propio FMI ha reconocido esto de manera más o menos velada (“exceso de austeridad”, “deficiente calibración”, etc.). A pesar de ello, las mismas políticas se imponen una y otra vez como si en aquel momento aquella fuera la mejor o incluso la única solución. Lo mismo puede decirse de la privatización de la seguridad social y, por tanto, del sistema público de pensiones. El objetivo más reciente es la seguridad social en Brasil. Según los estudios disponibles, en cerca del 70% de los casos en los que la privatización se realizó el sistema falló y el Estado tuvo que rescatar el sistema para evitar una profunda crisis social. No obstante, la receta sigue siendo impuesta y vendida como la salvación del país.
¿Por qué se insiste en el error de imponer medidas cuyo fracaso es de antemano reconocido? Son muchas las razones, pero todas convergen en la que considero más importante: el objetivo de crear una situación de crisis permanente que fuerce las decisiones políticas a concentrarse en medidas de emergencia y de corto plazo. Estas medidas, a pesar de implicar siempre la transferencia de riqueza de los más pobres a los más ricos e imponer sacrificios a los que menos pueden soportarlos, son aceptadas como necesarias e inviabilizan cualquier discusión sobre el futuro y alternativas a corto y medio plazo.
La orgía de la opinión. El error reiterado y su amplia aceptación no serían posibles sin un cambio tectónico en la opinión pública. Los últimos cien años fueron el siglo de la expansión del derecho a tener opinión. Lo que era antes un privilegio de las clases burguesas se transformó en un derecho que fue efectivamente ejercido por amplias capas de la población, sobre todo en los países más desarrollados. Esta expansión fue muy desigual, pero permitió enriquecer el debate democrático con la discusión de alternativas políticas significativamente divergentes. El concepto de razón comunicativa, propuesto por Jürgen Habermas, se basaba en la idea de que la libre formulación y la discusión de argumentos a favor y en contra en cualquier área de deliberación política, transformaba la democracia en el régimen político más legítimo porque garantizaba la participación efectiva de todos.
Ocurre que en los últimos treinta años la sociedad mediática, primero, y la sociedad internética, después, produjeron una escisión insidiosa entre tener opinión y ser propietario de la opinión que se tiene. Hemos sido expropiados de la propiedad de nuestra opinión y pasamos a ser arrendatarios o inquilinos de ella. Como no nos dimos cuenta de esta transformación, pudimos seguir pensando que teníamos opinión e imaginamos que era nuestra. Empresarios de opinión de todo tipo entraron en escena para simultáneamente reducir el abanico de opiniones posibles e intensificar la divulgación de las opiniones promovidas. Los principales agentes de esta transformación fueron los partidos políticos del arco de gobierno, los medios de comunicación oligopólicos y los sistemas de publicidad, inicialmente orientados al consumo masivo de mercancías, los cuales fueron gradualmente dirigidos hacia el consumo de masas del mercado de las ideas políticas. Así surgió la sociedad mediática y la política-espectáculo, donde las diferencias sustantivas entre las posiciones divergentes son mínimas, pero se presentan como si fueran máximas. Fue el primer paso.
El segundo paso se produjo cuando pasamos de la sociedad mediática a la sociedad internética. En este paso, el derecho a tener opinión se expandió sin precedentes y la expropiación de la opinión, de la que somos usuarios (más que titulares), alcanzó nuevos niveles. Surgieron los empresarios, tanto legales como ilegales, de la manipulación de la opinión pública, cuyo ejemplo paradigmático son las redes y las páginas de Facebook y de WhatsApp que producen “tácticas de desinformación” particularmente activas en períodos electorales, como sucedió recientemente en las elecciones al Parlamento Europeo. La conocida organización Avaaz identificó 500 páginas sospechosas, seguidas por 32 millones de personas, que generaron 67 millones de interacciones (comentarios, likes, comparticiones). La empresa Facebook cerró 77 de esas páginas que eran responsables del 20% de flujo de informaciones en las redes identificadas.
Esta extraordinaria manipulación de la opinión tuvo tres consecuencias que, aunque pasaron desapercibidas, constituyeron un cambio de paradigma en la comunicación social. La primera fue que esta vigilancia policial de las redes se legitimó a pesar de haber controlado apenas la punta del iceberg. El recurso cada vez más intenso a los big data y a los algoritmos para llegar a cada individuo en sus gustos y preferencias, y hacerlo simultáneamente para millones de personas, hizo posible mostrar que los verdaderos propietarios de nuestra opinión son Bill Gates y Mark Zuckerberg. Como todo está hecho para no darnos cuenta de eso, nos consideramos deudores gratos de El Dorado de información que nos proporcionan y no como acreedores de un desastre democrático de consecuencias imprevisibles por las cuales ellos debían ser personalmente responsabilizados.
La segunda consecuencia es que la información que comenzamos a usar, pese a ser tan superficial, no puede ser contestada con argumentos. O es aceptada o es rechazada, y los criterios para decidir son criterios de autoridad y no de verdad. Si sirve a los intereses del líder político de turno, el pueblo es exaltado como teniendo finalmente opinión propia, capaz de contradecir la opinión de las élites tradicionales. Si no sirve, el pueblo es fácilmente considerado como “ignorante e incapaz de ser gobernado democráticamente”. En la medida en que el pueblo sigue la opinión del líder, es el líder quien sigue la opinión del pueblo. En la medida en que el pueblo diverge de la opinión del líder, debe, como pueblo ignorante, confiar en la opinión de líder. Según le convenga, el líder populista puede aparecer ora como seguidor del pueblo, ora como su tutor. Aquí reside la razón última de la reemergencia del populismo. Este capital de confianza se crea fácilmente en la medida en que todo sucede en la intimidad del individuo y de su familia. Mientras la sociedad mediática transformó la política en un espectáculo, la sociedad internética la convierte en un show íntimo, un auténtico peep-show en el que toda la interacción afectiva ocurre entre el líder y el ciudadano, sin argumentos ni mediaciones.
La tercera consecuencia de la sociedad internética es que las redes sociales crean dos o más flujos de opiniones unánimes que corren en paralelo y, por tanto, nunca se encuentran. Es decir, en ningún caso pueden ser contradichos o ser objeto de contraargumentación en un debate democrático. Así, la política errada puede ser aceptada ampliamente si cabalga sobre uno de los flujos de unanimidad. Este es el caldo comunicacional de la radicalización política, el ambiente ideal para el clima de polarización, de odio y demonización del enemigo político, sin que sea necesario usar argumentos discutibles y únicamente recurriendo a frases apocalípticas.
De la sociedad internética a la sociedad métrica. Vivimos otra orgía, la orgía de la cuantificación de la vida individual y colectiva. Nunca nuestras vidas colectivas estuvieron tan dependientes del número de seguidores en Facebook, de los likes en las interacciones en las redes, de los scores en los concursos, de los rankings en las universidades, en la cuantificación de la producción científica. Sabemos que la lógica de la cuantificación es extremadamente selectiva y muy sesgada por los criterios que usa y por los campos que selecciona para cuantificar. Deja fuera todo lo que es más esencial a la existencia individual y colectiva. Deja fuera sectores sociales que, por su inserción social, no pueden ser adecuadamente contados. Las personas sin hogar son contadas por ser sin hogar, y no por lo que hacen durante el día; la agricultura familiar, informal, pese a que en la mayoría de los países continúa alimentando hoy a una gran parte de la población, así como el trabajo no pagado de la economía del cuidado en casa, no cuentan para el PIB. Lo que está predominantemente a cargo de las mujeres no entra en las estadísticas del trabajo, a pesar de ser crucial para reproducir la fuerza de trabajo. Si no estuviera avalada cuantitativamente, la calidad de la producción científica no contaría para la carrera de los investigadores. Y el gran problema de nuestro tiempo es que lo que no es contado, no cuenta.
Estas son algunas de las dinámicas subterráneas que van minando la democracia y creando una cultura pública y privada indefensa ante errores de los que la derecha y la extrema derecha se van alimentando.
BRASIL
Se dispara la deforestación en la Amazonía: Crece un 91 por ciento
Entre enero y agosto la deforestación en la Amazonía brasileña creció un 91 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado,
alcanzando 6.404,4 kilómetros cuadrados, por encima de los 3.336,7
kilómetros cuadrados de 2018, de acuerdo con datos oficiales del sistema
DETER de alertas satelitales del Instituto Nacional de Investigaciones
Espaciales (INPE).
Solo en agosto pasado se perdieron 1.700,8 kilómetros cuadrados de bosque, multiplicando por 3 la cifra de ese mismo periodo del año pasado, y, según los expertos, en 2019 la cifra podría llegar a los 10.000 kilómetros cuadrados, por primera vez desde 2008.
En medio de la polémica internacional que se ha desatado tras los nefastos incendios en la región amazónica, el DETER divulgó que en los últimos cuatro meses se dispararon los niveles de deforestación de los últimos años, llegando a cifras alarmantes: 738,2 km2 en mayo (+34,1%), 936,3 km2 en junio (+91,7%) y 2.255,4 km2 en julio (+278%) y ahora 1.700,8 km2 en agosto (+91,90%).
URUGUAY
Solo en agosto pasado se perdieron 1.700,8 kilómetros cuadrados de bosque, multiplicando por 3 la cifra de ese mismo periodo del año pasado, y, según los expertos, en 2019 la cifra podría llegar a los 10.000 kilómetros cuadrados, por primera vez desde 2008.
En medio de la polémica internacional que se ha desatado tras los nefastos incendios en la región amazónica, el DETER divulgó que en los últimos cuatro meses se dispararon los niveles de deforestación de los últimos años, llegando a cifras alarmantes: 738,2 km2 en mayo (+34,1%), 936,3 km2 en junio (+91,7%) y 2.255,4 km2 en julio (+278%) y ahora 1.700,8 km2 en agosto (+91,90%).
Como responsables de la alarmante situación, los
especialistas apuntan en dirección a los madereros y ganaderos que,
alentados por el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, se apropian de
reservas indígenas y áreas protegidas para destinar a dichas
actividades, así como a la minería.
En ese sentido, los incendios de julio y
agosto solo fueron detonador de la polémica, pues desde enero hasta el
sábado 7 de septiembre, las quemas se multiplicaron en la zona llegando a
registrarse 97.972 focos de incendio en Brasil -53 por ciento por
encima de igual periodo de 2018-.
De acuerdo con la directora de Ciencia del
instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía (IPAM), Ane
Alencar, normalmente en la región amazónica debería haber más focos en
septiembre, porque "el pico de la deforestación se da en julio y el de
los incendios en septiembre".
Según explicó la experta, los incendios
sirven para reducir los árboles talados una vez que se hayan secado,
ciclo que se prolonga hasta el fin de la estación seca, en noviembre.
La multiplicación de incendios en la región
amazónica ha ocasionado una grave crisis política para el ya polémico
presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y estimulado los cuestionamientos
de la comunidad internacional a sus políticas ambientales, poniendo en
duda su capacidad de garantizar la preservación de una zona esencial
para el equilibrio del clima en el planeta.
(Con información de Telesur)
Los fuegos suponen una catástrofe ambiental,
pero también ponen en peligro a los pueblos indígenas considerados los
guardianas de este "tesoro" amazónico.
Los incendios de la Amazonia han provocado una crisis internacional y otra diplomática entre Brasil y Francia, el temor de que el acuerdo entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur no salga adelante y la amenaza de un posible boicot de productos brasileños en el exterior, como propuso Finlandia. Mientras el sector empresarial, que ayudó a Jair Bolsonaro a llegar al poder, teme las consecuencias de esta situación, el mandatario vacila en aceptar la ayuda extranjera para combatir los fuegos.
La selva, en la que viven unas 34 millones de personas, incluidas 350 tribus originarias, algunos de ellas en aislamiento voluntario, es esencial para el equilibrio climático del planeta, pero los incendios también ponen en peligro la supervivencia de los pueblos indígenas considerados los guardianas de la Amazonia.
"La naturaleza está llorando y nosotros estamos llorando (...) si no detenemos está destrucción, seremos nosotros los que nos extinguiremos, quemados, y el cielo caerá sobre nosotros, como ya ha empezado a suceder", manifiesta un grupo de líderes indígenas del pueblo huni kuin.
El mundo entero observa preocupado las imágenes de la Amazonia devorada por las llamas. No es para menos. Con sus "ríos voladores", también llamados "cursos de agua atmosféricos", que llevan vapor a otras partes de Brasil, y su multitud de especies, la Amazonia captura el 10 % del total de CO2 y genera el 20 % del agua dulce del planeta. Brasil alberga el 60 % del total de este 'tesoro' ambiental.
"Estos terribles incendios no son accidentales. El ataque a la Amazonia se está viendo facilitado por la retórica y por las acciones de Bolsonaro contra los pueblos indígenas y el medioambiente, a niveles que no veíamos desde hace 50 años. La Amazonia y los pueblos indígenas están siendo destruidos a un ritmo extremadamente acelerado", advierte el director de Survival International, Stephen Corry.
Los incendios no son nuevos, pero sí los mayores de los últimos siete años. Normalmente, aumentan con la llegada de la temporada seca en el mes de julio. El fuego es utilizado por los hacendados, muchos invasores de tierras, para abrir caminos y preparar el terreno para la agricultura y la ganadería. Y muchas veces termina por descontrolarse y propagarse a causa de la sequía.
El Gobierno brasileño justifica el aumento de los incendios solo a la sequía, pero el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM) contradice esta versión: la temporada seca de 2019 ha sido menos severa que años anteriores y, sin embargo, el número de incendios se ha multiplicado.
Después de China, la UE es el segundo mayor importador de soja del mundo y destina el 87 % del grano que recibe a la alimentación animal. "El consumo excesivo de carne y productos lácteos contribuye a la deforestación", advierte el texto.
Este es el motivo por el que, en medio de este desastre, gobiernos como el de Oslo –que recientemente cortó sus ayudas a Brasil– ha pedido a las empresas noruegas, que operan en el gigante latinoamericano, asegurar sus cadenas de producción libres de deforestación.
En 2006, se acordó implementar en Brasil la 'Moratoria de Soja', un compromiso voluntario para no comprar grano procedente de explotaciones dentro de la Amazonia brasileña, fruto de la deforestación. A pesar de su éxito, desde entonces la industria ha seguido expandiéndose hasta incrementar la superficie de cultivos a 35.000 kilómetros cuadrados. "La soja sigue siendo un considerable impulsor indirecto de la deforestación, pues los ganaderos se trasladan a otras tierras, a menudo llenas de árboles, para reemplazar las que están ahora siendo cultivadas con soja", explica el informe.
"Directa o indirectamente, las empresas terminan participando en la deforestación, con excepción de aquellas que decidieron eliminarla de sus cadenas de producción, y es este el camino que deben seguir todas las compañías", explica a RT Danicley Aguiar, de la campaña de Greenpeace en la Amazonia.
En mayo de 2018, cinco de las principales empresas de soja, entre ella las multinacionales estadounidenses Cargill y Bunge, fueron multadas por actividades vinculadas a la deforestación ilegal.
En el poder, el ultraderechista amenazó con abandonar el Acuerdo de París sobre el Clima y fusionar las carteras de Agricultura y Medio Ambiente, estas dos medidas no llegaron a materializarse. También quiso traspasar a la cartera de Agricultura la demarcación de tierras indígenas en manos de la Fundación Nacional del Indio (Funai), pero la iniciativa fue tumbada por el Congreso y el Supremo Tribunal Federal (STF).
El presidente ha librado una guerra contra las organizaciones de defensa medioambiental. La última ofensiva ocurrió la semana pasada cuando las acusó de estar detrás de los incendios de la Amazonia. Días antes, el director del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) fue destituído después de que el presidente considerase que no eran ciertos los datos sobre la deforestación publicados por este organismo gubernamental.
Bolsonaro eligió como ministro de Medio Ambiente a Ricardo Salles, un joven abogado que antes de asumir la cartera fue declarado culpable de fraude por modificar un plan de protecciones ambientales para favorecer los intereses mineros en la cuenca del río Tiete en Sao Paulo. En opinión de Salles, lo que la Amazonia necesita son "soluciones capitalistas". Los cambios que quiso realizar en la gestión del Fondo Amazonia, financiado por Alemania y Noruega, y que se encarga, entre otras cosas, de combatir la deforestación y luchar contra los incendios, provocó su paralización y la pérdida de millones de dólares en ayudas.
Para dirigir la poderosa cartera de Agricultura, Bolsonaro se decantó por Tereza Cristina da Costa, conocida como 'la musa del veneno' por su voluntad de flexibilizar el uso de agrotóxicos y jefa de la bancada ruralista, cuyo apoyo fue esencial para que el exmilitar alcanzase la presidencia. "Este gobierno es vuestro", llegó a decir Bolsonaro recientemente a los diputados del Frente Parlamentario de Agropecuaria (FPA).
"Los ruralistas, en coordinación con el sector minero, están ayudando a impulsar la agenda amazónica de Bolsonaro. Trabajando desde el gobierno, los representantes de esta industria eliminan las protecciones para los bosques y los derechos sobre la tierra para obtener un acceso sin restricciones a las áreas actualmente protegidas de la actividad industrial", señala la ONG Amazon Watch.
Según fuentes del Gobierno, citadas por G1, fue la presión interna del
agronegocio la que empujó al Ejecutivo a cambiar de postura y enviar a
los militares a combatir el fuego tras más de 20 días de incendios.
"Dejó de ser solo una cuestión ambiental. Ahora es una cuestión comercial y económica", afirmó la fuente.
Blairo Maggi, exministro de Agricultura y uno de los mayores productores y exportadores de soja del país, alertó de que "la retórica del gobierno Bolsonaro llevará al agronegocio al punto cero". "Tenemos una relación muy complicada con Europa y es posible que haya más cierres de mercado", dijo Maggi, conocido como 'el rey de la Soja' y que en 2005 se alzó con el premio de 'Motosierra de Oro' de Greenpeace.
Brasil pidió entrar en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), pero sus miembros tienen que aprobar que el gigante latinoamericano cumple una serie de recomendaciones, entre ellas, algunas relacionadas con el medio ambiente. Los líderes del sector empresarial en Brasil –que acaba de escapar de la recesión con un crecimiento de un 0,4%– han alzado sus voces ante el peligro de que su ansiada entrada se encuentre en riesgo.
"El agronegocio está preocupado ante la visión de que Brasil no protege sus bosques y de que en el mercado internacional se establezca la idea de que existe impunidad. Lo que cuenta es la percepción del consumidor. Es él quien finalmente define a quién compra, qué compra y cómo lo quiere", concluye el portavoz de Greenpeace.
Marta Miera
https://actualidad.rt.com/ galerias/325412-erradicando- vida-graves-consecuencias- incendios-amazonia
La selva, en la que viven unas 34 millones de personas, incluidas 350 tribus originarias, algunos de ellas en aislamiento voluntario, es esencial para el equilibrio climático del planeta, pero los incendios también ponen en peligro la supervivencia de los pueblos indígenas considerados los guardianas de la Amazonia.
"La naturaleza está llorando y nosotros estamos llorando (...) si no detenemos está destrucción, seremos nosotros los que nos extinguiremos, quemados, y el cielo caerá sobre nosotros, como ya ha empezado a suceder", manifiesta un grupo de líderes indígenas del pueblo huni kuin.
El mundo entero observa preocupado las imágenes de la Amazonia devorada por las llamas. No es para menos. Con sus "ríos voladores", también llamados "cursos de agua atmosféricos", que llevan vapor a otras partes de Brasil, y su multitud de especies, la Amazonia captura el 10 % del total de CO2 y genera el 20 % del agua dulce del planeta. Brasil alberga el 60 % del total de este 'tesoro' ambiental.
Pero ¿cuál es la causa de los incendios?
Científicos y organizaciones no gubernamentales tienen una respuesta unánime al alarmante incremento de los incendios, de un 85% en lo que va de año en comparación con el mismo período de 2018: los fuegos están ligados a la deforestación provocada por agricultores, madereros e invasores de tierras (a menudo demarcadas como indígenas) alentados por las políticas de Bolsonaro favorables a abrir las áreas protegidas al agronegocio. Solo en julio, se destruyeron 2.254 kilómetros cuadrados."Estos terribles incendios no son accidentales. El ataque a la Amazonia se está viendo facilitado por la retórica y por las acciones de Bolsonaro contra los pueblos indígenas y el medioambiente, a niveles que no veíamos desde hace 50 años. La Amazonia y los pueblos indígenas están siendo destruidos a un ritmo extremadamente acelerado", advierte el director de Survival International, Stephen Corry.
Los incendios no son nuevos, pero sí los mayores de los últimos siete años. Normalmente, aumentan con la llegada de la temporada seca en el mes de julio. El fuego es utilizado por los hacendados, muchos invasores de tierras, para abrir caminos y preparar el terreno para la agricultura y la ganadería. Y muchas veces termina por descontrolarse y propagarse a causa de la sequía.
El Gobierno brasileño justifica el aumento de los incendios solo a la sequía, pero el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM) contradice esta versión: la temporada seca de 2019 ha sido menos severa que años anteriores y, sin embargo, el número de incendios se ha multiplicado.
El agronegocio
En su informe 'Enganchados por la carne', Greenpeace advierte que la agricultura, especialmente el cultivo de soja, y la ganadería son las principales causas de las crisis climática mundial y responsables de dos tercios de la deforestación total de América del Sur.Después de China, la UE es el segundo mayor importador de soja del mundo y destina el 87 % del grano que recibe a la alimentación animal. "El consumo excesivo de carne y productos lácteos contribuye a la deforestación", advierte el texto.
Este es el motivo por el que, en medio de este desastre, gobiernos como el de Oslo –que recientemente cortó sus ayudas a Brasil– ha pedido a las empresas noruegas, que operan en el gigante latinoamericano, asegurar sus cadenas de producción libres de deforestación.
En 2006, se acordó implementar en Brasil la 'Moratoria de Soja', un compromiso voluntario para no comprar grano procedente de explotaciones dentro de la Amazonia brasileña, fruto de la deforestación. A pesar de su éxito, desde entonces la industria ha seguido expandiéndose hasta incrementar la superficie de cultivos a 35.000 kilómetros cuadrados. "La soja sigue siendo un considerable impulsor indirecto de la deforestación, pues los ganaderos se trasladan a otras tierras, a menudo llenas de árboles, para reemplazar las que están ahora siendo cultivadas con soja", explica el informe.
"Directa o indirectamente, las empresas terminan participando en la deforestación, con excepción de aquellas que decidieron eliminarla de sus cadenas de producción, y es este el camino que deben seguir todas las compañías", explica a RT Danicley Aguiar, de la campaña de Greenpeace en la Amazonia.
En mayo de 2018, cinco de las principales empresas de soja, entre ella las multinacionales estadounidenses Cargill y Bunge, fueron multadas por actividades vinculadas a la deforestación ilegal.
"Este gobierno es vuestro"
Ya durante su campaña electoral de 2018, Bolsonaro prometió restar competencias a los organismos públicos Ibama [el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de Recursos Naturales Renovables] e ICMBio [el Instituto Chico Mendes para la Conservación ], abrir las zonas protegidas y las tierras indígenas a la agricultura y a la minería y diminuir la "industria de la multa" por crímenes medioambientales.En el poder, el ultraderechista amenazó con abandonar el Acuerdo de París sobre el Clima y fusionar las carteras de Agricultura y Medio Ambiente, estas dos medidas no llegaron a materializarse. También quiso traspasar a la cartera de Agricultura la demarcación de tierras indígenas en manos de la Fundación Nacional del Indio (Funai), pero la iniciativa fue tumbada por el Congreso y el Supremo Tribunal Federal (STF).
El presidente ha librado una guerra contra las organizaciones de defensa medioambiental. La última ofensiva ocurrió la semana pasada cuando las acusó de estar detrás de los incendios de la Amazonia. Días antes, el director del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) fue destituído después de que el presidente considerase que no eran ciertos los datos sobre la deforestación publicados por este organismo gubernamental.
Bolsonaro eligió como ministro de Medio Ambiente a Ricardo Salles, un joven abogado que antes de asumir la cartera fue declarado culpable de fraude por modificar un plan de protecciones ambientales para favorecer los intereses mineros en la cuenca del río Tiete en Sao Paulo. En opinión de Salles, lo que la Amazonia necesita son "soluciones capitalistas". Los cambios que quiso realizar en la gestión del Fondo Amazonia, financiado por Alemania y Noruega, y que se encarga, entre otras cosas, de combatir la deforestación y luchar contra los incendios, provocó su paralización y la pérdida de millones de dólares en ayudas.
Para dirigir la poderosa cartera de Agricultura, Bolsonaro se decantó por Tereza Cristina da Costa, conocida como 'la musa del veneno' por su voluntad de flexibilizar el uso de agrotóxicos y jefa de la bancada ruralista, cuyo apoyo fue esencial para que el exmilitar alcanzase la presidencia. "Este gobierno es vuestro", llegó a decir Bolsonaro recientemente a los diputados del Frente Parlamentario de Agropecuaria (FPA).
"Los ruralistas, en coordinación con el sector minero, están ayudando a impulsar la agenda amazónica de Bolsonaro. Trabajando desde el gobierno, los representantes de esta industria eliminan las protecciones para los bosques y los derechos sobre la tierra para obtener un acceso sin restricciones a las áreas actualmente protegidas de la actividad industrial", señala la ONG Amazon Watch.
Comercio exterior
En las redes, el hastag #BoycottBrazil pidiendo el boicot a los productos brasileños ha provocado la alarma del sector empresarial de este país. El agronegocio representa más del 40 % de las exportaciones brasileñas y en 2018 batió una cifra récord al alcanzar los 101.700 millones de dólares.Blairo Maggi, exministro de Agricultura y uno de los mayores productores y exportadores de soja del país, alertó de que "la retórica del gobierno Bolsonaro llevará al agronegocio al punto cero". "Tenemos una relación muy complicada con Europa y es posible que haya más cierres de mercado", dijo Maggi, conocido como 'el rey de la Soja' y que en 2005 se alzó con el premio de 'Motosierra de Oro' de Greenpeace.
Brasil pidió entrar en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), pero sus miembros tienen que aprobar que el gigante latinoamericano cumple una serie de recomendaciones, entre ellas, algunas relacionadas con el medio ambiente. Los líderes del sector empresarial en Brasil –que acaba de escapar de la recesión con un crecimiento de un 0,4%– han alzado sus voces ante el peligro de que su ansiada entrada se encuentre en riesgo.
"El agronegocio está preocupado ante la visión de que Brasil no protege sus bosques y de que en el mercado internacional se establezca la idea de que existe impunidad. Lo que cuenta es la percepción del consumidor. Es él quien finalmente define a quién compra, qué compra y cómo lo quiere", concluye el portavoz de Greenpeace.
Marta Miera
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