Chomsky: “Si Venezuela cae, la humanidad cae”
En entrevista a la cadena teleSUR, los intelectuales Noam Chomsky y John Pilger
califican el trato del presidente Donald Trump, hacia Venezuela como
“irresponsable”, pero “típico” según el comportamiento de los anteriores
presidentes de Estados Unidos.
El lingüista e intelectual Noam Chomsky definió las pasadas declaraciones de Trump como “chocantes y peligrosas”. Agregó que vale la pena recordar que problablemente -siguiendo su práctica habitual- estaba hablándole a su base (de votos) y tratando de asegurarse de permanecer en el centro de atención, no preocupándose mucho de las consecuencias en el mundo real, (excepto en su bolsillo e imagen).
“La mejor esperanza es que algunos de los generales a su alrededor, que presumiblemente entiendan las consecuencias, logren controlarlo”, dijo.
Por su parte, el periodista John Pilger comentó que la sugerencia de Trump de un curso de acción agresiva coincide con la historia de EE.UU. en el siglo pasado. “La amenaza de una invasión militar a Venezuela por Donald Trump es típica de las amenazas estadounidenses al mundo en los últimos 70 años”, afirmó.
“Estados Unidos ya ha invadido Venezuela con grupos subversivos como la NED, que respaldan a una denominada ‘oposición’, que busca derrocar por la fuerza a un gobierno electo: un alto crimen bajo el derecho internacional”, añadió Pilger.
Es improbable que EE.UU invada Venezuela. Washington solo invade países indefensos, y Venezuela no está indefensa. Pero al menos, el mundo decente debe apoyar a Venezuela, ahora sometida a una propaganda virulenta que es la guerra a través lo medios de comunicación. Si Venezuela cae, la humanidad cae”, declaró el periodista.
(Tomado de teleSUR)
El lingüista e intelectual Noam Chomsky definió las pasadas declaraciones de Trump como “chocantes y peligrosas”. Agregó que vale la pena recordar que problablemente -siguiendo su práctica habitual- estaba hablándole a su base (de votos) y tratando de asegurarse de permanecer en el centro de atención, no preocupándose mucho de las consecuencias en el mundo real, (excepto en su bolsillo e imagen).
“La mejor esperanza es que algunos de los generales a su alrededor, que presumiblemente entiendan las consecuencias, logren controlarlo”, dijo.
Por su parte, el periodista John Pilger comentó que la sugerencia de Trump de un curso de acción agresiva coincide con la historia de EE.UU. en el siglo pasado. “La amenaza de una invasión militar a Venezuela por Donald Trump es típica de las amenazas estadounidenses al mundo en los últimos 70 años”, afirmó.
“Estados Unidos ya ha invadido Venezuela con grupos subversivos como la NED, que respaldan a una denominada ‘oposición’, que busca derrocar por la fuerza a un gobierno electo: un alto crimen bajo el derecho internacional”, añadió Pilger.
Es improbable que EE.UU invada Venezuela. Washington solo invade países indefensos, y Venezuela no está indefensa. Pero al menos, el mundo decente debe apoyar a Venezuela, ahora sometida a una propaganda virulenta que es la guerra a través lo medios de comunicación. Si Venezuela cae, la humanidad cae”, declaró el periodista.
(Tomado de teleSUR)
Las guerras de los poderosos contra Afganistán, Iraq y Libia han sido un fraude
Por:
John Pilger
Video con traducción al español del alegato de John Pilger en
Trafalgar Square el 8 de octubre de 2011. El galardonado periodista
tacha las guerras de Afganistán, Iraq y Libia de fraude y acusa a
Cameron, Straw, Obama de extremistas: “ellos son los extremistas. Ellos
son el enemigo… Sólo queda una manera, se llama Desobediencia Civil”.
Hoy, en el mismo momento en que nos encontramos aquí, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están bombardeando una ciudad libia llamada Sirte. Tiene 100.000 habitantes. Día y noche edificios residenciales, clínicas, escuelas han sido bombardeadas con bombas de fragmentación y misiles Hellfire, también llamados bombas de vacío, lo que significa que te vacían el aire de los pulmones.
La prensa se refiere a Sirte como un baluarte pro gadafista. El reportero de Channel 4 en Libia describe los ataques con el símil “cortar la cabeza de la serpiente”. Para estos heroicos periodistas existen dos tipos humanos en las guerras: las víctimas dignas y las indignas. Los habitantes de Sirte son victimas indignas y por tanto son prescindibles como personas y como noticias.
En Iraq, la gente de Falluja también eran víctimas indignas. Los marines americanos, con la ayuda de los británicos, mataron a unas 500 personas. El año pasado usé imágenes de lo que había pasado en Falluja en una de mis películas. Era espantoso, era casi una visión de Hiroshima. Ni un fotograma de esta película se emitió cuando todo esto ocurrió hace seis años, a pesar de que fue ofrecido, se rechazó. Como diría Harold Pinter, quien habló aquí a menudo, nada de eso ocurrió, no ocurrió ni siquiera cuando estaba ocurriendo. No importaba. En Falluja usaron de todo: bombas de racimo, fósforo blanco, los casos de cáncer proliferan hoy en esa ciudad.
En Afganistán filmé a una mujer llamada Arafah arrodillada junto a las tumbas de su marido y de otros siete miembros de su familia, incluyendo a seis niños. El piloto de un F16 americano lanzó una bomba de 250 kilos sobre su pequeño hogar, hecho de barro y paja. Estuve en el cráter y vi pedazos de huesos humanos.
Hemos tenido 10 años de semejantes crímenes que no ocurrieron, que no importaban, ¡10 años! La revisión está en marcha, y no me refiero al The Sun o al Daily Mail, ayer mismo The Guardian decía que la invasión de Afganistán era comprensible y que hacer una guerra corta era inevitable.
Comprensible, inevitable. No cuentan que Al Qaeda había abandonado Afganistán cuando la invasión comenzó. No cuentan que la administración Clinton había estado negociando en secreto un oleoducto con el régimen talibán, invitando incluso a los talibanes a un viaje secreto a Washington. No cuentan que los talibanes fueron agasajados espléndidamente en la mansión tejana del presidente de la petrolera Unocal. No cuentan que el ataque a Afganistán fue planeado casi seguro antes del 11 de Septiembre, como reveló más tarde el ministro de exteriores de Pakistán: le fue comunicado en julio de ese mismo año que Washington había decidido eliminar el régimen talibán porque era poco fiable.
Alguna gente que debería tener más criterio se tragó las mentiras de que Afganistán era inevitable, comprensible. Mucha gente en los movimientos feministas de Estados Unidos creyeron a Hillary Clinton mintiendo sobre un ataque a Afganistán que “liberaría a las mujeres”. Cuando esta excusa ya no valía pasaron a las drogas.
No cuentan que los talibanes habían eliminado literalmente el mercado del opio. Hoy, jóvenes en las calles de ciudades británicas son adictos a la heroína gracias a los tratos de americanos y británicos que permitieron a sus señores de la guerra favoritos restaurar el mercado del opio.
Miren: la guerra de Afganistán fue un fraude desde el principio. Igual que el ataque a Iraq fue un fraude, y la invasión de Libia es un fraude. Según la evidencia, publicada en Francia pero no en este país, el llamado Consejo de Transición Nacional de Libia prometió garantizar el 35% de las concesiones de petróleo a la compañía francesa Total a cambio de -y uso la palabra a cambio de, o mejor dicho, ellos usan la palabra a cambio de- la implicación militar de Francia. Y aquí tenemos a Cameron alardeando de que Libia es el modelo, el modelo para la intervención humanitaria en todo el mundo.
La presencia de ustedes hoy -nunca, nunca deberíais subestimar esto- vuestra presencia hoy es muy importante. Porque ustedes, y millones como ustedes en todo el mundo, representáis decencia, cordura, indignación.
Los Camerons, los Blairs, los Straws, los Obamas, los Bushes, representan el extremismo. Ellos son el enemigo. ¿Qué puede ser más extremo que la masacre y el sufrimiento de tanta gente inocente? Nunca pierdan la fe en su propio poder. Porque ellos no son invencibles. Temen este poder, ellos y sus apologistas les temen a ustedes cuando les piden que rindan cuentas. Sobretodo, temen que ustedes desobedezcan a sus atroces gobiernos y que dejen de creer su odiosa propaganda. Porque desde Egipto a Chile, desde Wall Street hasta aquí mismo en Trafalgar Square, ahora sólo queda una cosa que hacer, y ustedes saben cuál es: se llama Desobediencia Civil.
Hoy, en el mismo momento en que nos encontramos aquí, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están bombardeando una ciudad libia llamada Sirte. Tiene 100.000 habitantes. Día y noche edificios residenciales, clínicas, escuelas han sido bombardeadas con bombas de fragmentación y misiles Hellfire, también llamados bombas de vacío, lo que significa que te vacían el aire de los pulmones.
La prensa se refiere a Sirte como un baluarte pro gadafista. El reportero de Channel 4 en Libia describe los ataques con el símil “cortar la cabeza de la serpiente”. Para estos heroicos periodistas existen dos tipos humanos en las guerras: las víctimas dignas y las indignas. Los habitantes de Sirte son victimas indignas y por tanto son prescindibles como personas y como noticias.
En Iraq, la gente de Falluja también eran víctimas indignas. Los marines americanos, con la ayuda de los británicos, mataron a unas 500 personas. El año pasado usé imágenes de lo que había pasado en Falluja en una de mis películas. Era espantoso, era casi una visión de Hiroshima. Ni un fotograma de esta película se emitió cuando todo esto ocurrió hace seis años, a pesar de que fue ofrecido, se rechazó. Como diría Harold Pinter, quien habló aquí a menudo, nada de eso ocurrió, no ocurrió ni siquiera cuando estaba ocurriendo. No importaba. En Falluja usaron de todo: bombas de racimo, fósforo blanco, los casos de cáncer proliferan hoy en esa ciudad.
En Afganistán filmé a una mujer llamada Arafah arrodillada junto a las tumbas de su marido y de otros siete miembros de su familia, incluyendo a seis niños. El piloto de un F16 americano lanzó una bomba de 250 kilos sobre su pequeño hogar, hecho de barro y paja. Estuve en el cráter y vi pedazos de huesos humanos.
Hemos tenido 10 años de semejantes crímenes que no ocurrieron, que no importaban, ¡10 años! La revisión está en marcha, y no me refiero al The Sun o al Daily Mail, ayer mismo The Guardian decía que la invasión de Afganistán era comprensible y que hacer una guerra corta era inevitable.
Comprensible, inevitable. No cuentan que Al Qaeda había abandonado Afganistán cuando la invasión comenzó. No cuentan que la administración Clinton había estado negociando en secreto un oleoducto con el régimen talibán, invitando incluso a los talibanes a un viaje secreto a Washington. No cuentan que los talibanes fueron agasajados espléndidamente en la mansión tejana del presidente de la petrolera Unocal. No cuentan que el ataque a Afganistán fue planeado casi seguro antes del 11 de Septiembre, como reveló más tarde el ministro de exteriores de Pakistán: le fue comunicado en julio de ese mismo año que Washington había decidido eliminar el régimen talibán porque era poco fiable.
Alguna gente que debería tener más criterio se tragó las mentiras de que Afganistán era inevitable, comprensible. Mucha gente en los movimientos feministas de Estados Unidos creyeron a Hillary Clinton mintiendo sobre un ataque a Afganistán que “liberaría a las mujeres”. Cuando esta excusa ya no valía pasaron a las drogas.
No cuentan que los talibanes habían eliminado literalmente el mercado del opio. Hoy, jóvenes en las calles de ciudades británicas son adictos a la heroína gracias a los tratos de americanos y británicos que permitieron a sus señores de la guerra favoritos restaurar el mercado del opio.
Miren: la guerra de Afganistán fue un fraude desde el principio. Igual que el ataque a Iraq fue un fraude, y la invasión de Libia es un fraude. Según la evidencia, publicada en Francia pero no en este país, el llamado Consejo de Transición Nacional de Libia prometió garantizar el 35% de las concesiones de petróleo a la compañía francesa Total a cambio de -y uso la palabra a cambio de, o mejor dicho, ellos usan la palabra a cambio de- la implicación militar de Francia. Y aquí tenemos a Cameron alardeando de que Libia es el modelo, el modelo para la intervención humanitaria en todo el mundo.
La presencia de ustedes hoy -nunca, nunca deberíais subestimar esto- vuestra presencia hoy es muy importante. Porque ustedes, y millones como ustedes en todo el mundo, representáis decencia, cordura, indignación.
Los Camerons, los Blairs, los Straws, los Obamas, los Bushes, representan el extremismo. Ellos son el enemigo. ¿Qué puede ser más extremo que la masacre y el sufrimiento de tanta gente inocente? Nunca pierdan la fe en su propio poder. Porque ellos no son invencibles. Temen este poder, ellos y sus apologistas les temen a ustedes cuando les piden que rindan cuentas. Sobretodo, temen que ustedes desobedezcan a sus atroces gobiernos y que dejen de creer su odiosa propaganda. Porque desde Egipto a Chile, desde Wall Street hasta aquí mismo en Trafalgar Square, ahora sólo queda una cosa que hacer, y ustedes saben cuál es: se llama Desobediencia Civil.
¿Quiénes presionan por un conflicto militar entre Colombia y Venezuela?
Octubre 2 de 2018, 9:40 am - MISIÓN VERDAD
En
las últimas semanas han subido los tonos que ponen en la mesa de
discusión pública una confrontación bélica entre los vecinos países de
Venezuela y Colombia. Algunos altos funcionarios estadounidenses y
colombianos destacan las opciones militares, en específico una
intervención que intentaría derrocar al gobierno presidido por Nicolás
Maduro, como la modalidad necesaria ante la supuesta falta de acción
regional y mundial en rechazo al ejecutivo venezolano.
Para muchos colombianos este paradigma bélico estaría fuera de lugar dada la inestabilidad económica, social y política interna que la Administración Duque debe atender. De esta manera, los signos que se desprenden de una posible guerra desencadenada por Colombia no dejan de ser rechazadas por políticos, analistas y periodistas. Sobre todo luego de haberse anunciado un acuartelamiento por parte de las fuerzas armadas colombianas a lo largo y ancho de la frontera y la solicitud del Ministerio de Defensa al Congreso para una aprobación del aumento presupuestario.
La promoción de una guerra convencional entre Venezuela y Colombia obedecen a varios factores propugnados desde diferentes niveles. Pero en suma, serían dos los principales agentes, heterógeneamente unidos, que buscan subir la temperatura bélica a las ya calientes relaciones bilaterales.
Aunque se ha mantenido el foco en una intentona militar desde el seno de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), como lo develara The New York Times y AP en su momento, el Pentágono ha estado previendo recursos y personal con el fin de preparar una intervención de tipo humanitaria como respuesta a la "crisis regional" que significa la situación venezolana.
De hecho, el Congreso estadounidense hizo tal petición al secretario de Defensa, James Mattis, y ha sido el máximo ente legislativo de ese país el que ha pujado por más sanciones contra Venezuela, con el lobby de Florida como principal agente de la intervención.
Es el senador Marco Rubio junto a otros congresistas de la Cámara de los Representantes (Ileana Ros-Lehtinen, Mario Diaz-Balart, Carlos Curbelo) el que con mayor afinco ha hecho lo posible para atacar, desde la institucionalidad de Washington, al gobierno venezolano en específico y al país entero en general.
El interés por parte de Donald Trump por lo que ocurre en Venezuela se debe, sobre todo, a Rubio, cuya vocería ha significado un mayor desplazamiento del Departamento de Estado como institución regidora de la política exterior en torno a lo que ocurre en América Latina y el Caribe. En las herramientas y argumentos del senador de Florida sobre el actual gobierno de los Estados Unidos están las esperanzas de que los residentes del Doral y Miami, entre ellos banqueros y empresarios prófugos, militares sediciosos y políticos de otra época, puedan materializar el sueño (pesadilla de otros) de ver exterminado el chavismo de la faz, si no planetaria, al menos regional.
Por medio de los operadores más influyentes de Florida, bastión electoral de Trump en los comicios presidenciales de 2016, la idea de atacar Venezuela tomó una relevancia hoy que en las eras Bush hijo y Obama nunca tuvo. Esos mismos intereses resuenan en las palabras del vicepresidente Mike Pence, quien ante las Naciones Unidas afirmó que, en el marco de una guerra entre los Estados venezolano y colombiano, se mantendría del lado de la Administración Duque.
Declaración ésta que se une a lo pronunciado por Donald Trump, también en la ONU: dijo a periodistas que "todas las opciones están sobre la mesa" en cuanto a Venezuela, siendo nuestro país también usado como un comodín electoral debido a los próximos comicios de medio término en Estados Unidos y la continua cartelización mediática que en esa nación predomina en torno a la demonización del Gobierno Bolivariano.
Rahm Emmanuel, funcionario de la Administración Obama, hizo énfasis en que el mismísimo Trump podría ordenar un (improbable) ataque militar contra Venezuela para los efectos positivos del Partido Republicano en las elecciones de noviembre, con la Florida como principal afluente de votos.
En esto último el presidente colombiano Iván Duque y el actual mandatario de la Casa Blanca tienen mucho en común, pero no sólo ello: los intereses de ese grupo de presión y lobby que existe en Washington para pujar una intervención contra Venezuela también se compaginan con los de ciertos sectores de la oligarquía bogotana y paisa (específicamente de Medellín, departamento de Antioquia).
Los cambios estratégicos en el fondo de las fuerzas armadas de Colombia bajo la Doctrina Damasco intentan darle una dinámica a la rama militar de su país que colinde con lo internacional, luego de que, en el marco de los Acuerdos de Paz con las FARC, se desplazara el concepto de "enemigo interno" por el móvil de ofrecer asistencia a escala regional y planetaria como socio global de la OTAN y principal aliado latinoamericano del Pentágono.
Esa preparación doctrinaria, aún en lento proceso, podría dar a pensar que el ejército colombiano buscaría internacionalizar su experiencia hacia otras zonas en conflicto, e incluso impulsar contextos beligerantes, con toda una estructura de apoyo detrás como la occidental.
Lo que podría o no hacer el ejército colombiano contra Venezuela sería ordenado por el jefe de la Casa de Nariño, Iván Duque, quien recibe presiones de distintos tipos para provocar una confrontación con el vecino país.
El propio presidente tiene como mentor político a Álvaro Uribe Vélez, ex presidente de Colombia durante dos periodos consecutivos ahora partícipe en el Senado, protagonista de momentos diplomáticos álgidos entre su gobierno y el de Hugo Chávez. Desde su curul, y también ante empresarios y políticos estadounidenses, ha defendido la estrategia de invasión militar contra Venezuela, o de golpe militar al gobierno de Nicolás Maduro.
Uribe representa sobre todo los intereses de la oligarquía paisa, pues su paso por la gobernación del departamento de Antioquia lo consolidó como uno de los operadores políticos más encumbrados de Colombia (siendo aliado comercial del famoso narco Pablo Escobar), cuestión que también lo llevó a la Presidencia de la República con una política de alto conflicto antiguerrillero y en el marco del Plan Colombia estadounidense. Fue durante su mandato en la Casa de Nariño que la violencia paramilitar recrudeció, al igual que los falsos positivos y los arrebatos de los carteles de la droga.
En la misma línea, tomando en cuenta la "opción militar" de Trump, el actual embajador colombiano en Estados Unidos, Francisco "Pacho" Santos, representante de la oligarquía bogotana al igual que su primo Juan Manuel Santos y vicepresidente durante la era Uribe (2002-2006, 2006-2010), dijo recientemente desde Washington que "todas las opciones valen para Venezuela", cuestión que creó animadversión en la opinión pública y mediática de Colombia pues un alto oficial diplomático sugiere que la invasión militar propuesta por Uribe es una política de Estado.
De la misma forma declaró el secretario general de la OEA, Luis Almagro, en la frontera colombo-venezolana, diciendo: "En cuanto a intervención militar para derrocar el régimen de Nicolás Maduro, creo que no debemos descartar ninguna opción".
Que tan singulares operadores políticos de alto rango declaren de manera tan similar sólo dicta al análisis que existe una cartelización en torno a esa estrategia de beligerancia extrema, en el que el ejército colombiano no está preparado aún para afrontar de manera convencional, con la FANB afianzada de recursos armamentísticos y doctrinarios militares y apoyos geopolíticos (China y Rusia) que cumplen la función de disuasión del conflicto.
Más bien, ha optado, al menos desde el discurso, por seguir la estrategia de presión internacional diplomática, y a través de sanciones, que el Grupo de Lima ha acompañado en los últimos 14 meses. El retiro de Colombia de la multilateral UNASUR, liderada por Venezuela, fue una de las primeras acciones que tomó Iván Duque como mecanismo de presión diplomático internacional, consecuencia de lo que dice en torno a la estrategia a seguir contra el chavismo.
Este cisma entre lo expresado por la dupla Uribe Vélez-"Pacho" Santos y Duque muestra claramente que no hay un consenso en torno a la agenda de intervención militar en el establishment colombiano que obligaría a enfilar todas las baterías contra Venezuela.
¿Las causas de este desencuentro de Duque? Podemos nombrar tres.
El gobierno de Venezuela tomó medidas económicas en torno al subsidio de la gasolina y al control cambiario que impactarían negativamente el negocio del contrabando de combustible, legalizado por Uribe Vélez durante su mandato, y que mantiene a flote (mínimamente) aquel departamento.
El combustible venezolano, a su vez, también sirve a los efectos de preparación de la cocaína que es comerciada por los carteles de la droga en las aproximaciones fronterizas colombo-venezolanas, y las medidas de Maduro afectarían de manera severa aquel narconegocio que tiene ganancias anuales de 12 mil millones de dólares, y que también oxigena de a poco el entramado económico del Norte de Santander y del país en general.
La dialéctica entre las medidas del subsidio de la gasolina por parte del Gobierno Bolivariano y la reacción de Bogotá pone en una encrucijada a Duque, quien desestima hasta los momentos una opción militar contra su vecino país pero que ya viene siendo presionado tanto por las oligarquías colombianas como por funcionarios estadounidenses, que tienen en el gobierno de Colombia, junto con el saliente de México, uno de sus aliados decisivos según la CIA.
En medio de esto, aún hay cosas por definir por parte de la Administración Duque para que la agenda de la intervención militar prosiga como lo definen Rubio, Almagro y Uribe. Lo cierto es que Miraflores ha acusado varias veces las amenazas que se ciernen a través de la frontera, teniendo conocimiento de los fuertes intereses y razones que tienen las élites occidentales para generar un contexto de guerra entre Venezuela y Colombia.
Para muchos colombianos este paradigma bélico estaría fuera de lugar dada la inestabilidad económica, social y política interna que la Administración Duque debe atender. De esta manera, los signos que se desprenden de una posible guerra desencadenada por Colombia no dejan de ser rechazadas por políticos, analistas y periodistas. Sobre todo luego de haberse anunciado un acuartelamiento por parte de las fuerzas armadas colombianas a lo largo y ancho de la frontera y la solicitud del Ministerio de Defensa al Congreso para una aprobación del aumento presupuestario.
La promoción de una guerra convencional entre Venezuela y Colombia obedecen a varios factores propugnados desde diferentes niveles. Pero en suma, serían dos los principales agentes, heterógeneamente unidos, que buscan subir la temperatura bélica a las ya calientes relaciones bilaterales.
Desde Estados Unidos
El primero en anunciar la "opción militar" sobre Venezuela fue el mismo presidente estadounidense, Donald Trump, quien no ha ocultado que la maneja entre sus alternativas para deponer al criminalizado gobierno de Maduro.Aunque se ha mantenido el foco en una intentona militar desde el seno de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), como lo develara The New York Times y AP en su momento, el Pentágono ha estado previendo recursos y personal con el fin de preparar una intervención de tipo humanitaria como respuesta a la "crisis regional" que significa la situación venezolana.
De hecho, el Congreso estadounidense hizo tal petición al secretario de Defensa, James Mattis, y ha sido el máximo ente legislativo de ese país el que ha pujado por más sanciones contra Venezuela, con el lobby de Florida como principal agente de la intervención.
Es el senador Marco Rubio junto a otros congresistas de la Cámara de los Representantes (Ileana Ros-Lehtinen, Mario Diaz-Balart, Carlos Curbelo) el que con mayor afinco ha hecho lo posible para atacar, desde la institucionalidad de Washington, al gobierno venezolano en específico y al país entero en general.
El interés por parte de Donald Trump por lo que ocurre en Venezuela se debe, sobre todo, a Rubio, cuya vocería ha significado un mayor desplazamiento del Departamento de Estado como institución regidora de la política exterior en torno a lo que ocurre en América Latina y el Caribe. En las herramientas y argumentos del senador de Florida sobre el actual gobierno de los Estados Unidos están las esperanzas de que los residentes del Doral y Miami, entre ellos banqueros y empresarios prófugos, militares sediciosos y políticos de otra época, puedan materializar el sueño (pesadilla de otros) de ver exterminado el chavismo de la faz, si no planetaria, al menos regional.
Por medio de los operadores más influyentes de Florida, bastión electoral de Trump en los comicios presidenciales de 2016, la idea de atacar Venezuela tomó una relevancia hoy que en las eras Bush hijo y Obama nunca tuvo. Esos mismos intereses resuenan en las palabras del vicepresidente Mike Pence, quien ante las Naciones Unidas afirmó que, en el marco de una guerra entre los Estados venezolano y colombiano, se mantendría del lado de la Administración Duque.
Declaración ésta que se une a lo pronunciado por Donald Trump, también en la ONU: dijo a periodistas que "todas las opciones están sobre la mesa" en cuanto a Venezuela, siendo nuestro país también usado como un comodín electoral debido a los próximos comicios de medio término en Estados Unidos y la continua cartelización mediática que en esa nación predomina en torno a la demonización del Gobierno Bolivariano.
Rahm Emmanuel, funcionario de la Administración Obama, hizo énfasis en que el mismísimo Trump podría ordenar un (improbable) ataque militar contra Venezuela para los efectos positivos del Partido Republicano en las elecciones de noviembre, con la Florida como principal afluente de votos.
En esto último el presidente colombiano Iván Duque y el actual mandatario de la Casa Blanca tienen mucho en común, pero no sólo ello: los intereses de ese grupo de presión y lobby que existe en Washington para pujar una intervención contra Venezuela también se compaginan con los de ciertos sectores de la oligarquía bogotana y paisa (específicamente de Medellín, departamento de Antioquia).
Desde Colombia
El anuncio de que el Pentágono dio el visto bueno para que el buque hospital USNS Comfort (que siempre toma parte en conflictos militares) encallara en aguas colombianas, bajo la connivencia del gobierno de Duque, para supuestamente ayudar a los migrantes venezolanos en la frontera binacional, dio una importante alarma al gobierno de Maduro y a la FANB de que Colombia sería el principal agente de intervención.Los cambios estratégicos en el fondo de las fuerzas armadas de Colombia bajo la Doctrina Damasco intentan darle una dinámica a la rama militar de su país que colinde con lo internacional, luego de que, en el marco de los Acuerdos de Paz con las FARC, se desplazara el concepto de "enemigo interno" por el móvil de ofrecer asistencia a escala regional y planetaria como socio global de la OTAN y principal aliado latinoamericano del Pentágono.
Esa preparación doctrinaria, aún en lento proceso, podría dar a pensar que el ejército colombiano buscaría internacionalizar su experiencia hacia otras zonas en conflicto, e incluso impulsar contextos beligerantes, con toda una estructura de apoyo detrás como la occidental.
Lo que podría o no hacer el ejército colombiano contra Venezuela sería ordenado por el jefe de la Casa de Nariño, Iván Duque, quien recibe presiones de distintos tipos para provocar una confrontación con el vecino país.
El propio presidente tiene como mentor político a Álvaro Uribe Vélez, ex presidente de Colombia durante dos periodos consecutivos ahora partícipe en el Senado, protagonista de momentos diplomáticos álgidos entre su gobierno y el de Hugo Chávez. Desde su curul, y también ante empresarios y políticos estadounidenses, ha defendido la estrategia de invasión militar contra Venezuela, o de golpe militar al gobierno de Nicolás Maduro.
Uribe representa sobre todo los intereses de la oligarquía paisa, pues su paso por la gobernación del departamento de Antioquia lo consolidó como uno de los operadores políticos más encumbrados de Colombia (siendo aliado comercial del famoso narco Pablo Escobar), cuestión que también lo llevó a la Presidencia de la República con una política de alto conflicto antiguerrillero y en el marco del Plan Colombia estadounidense. Fue durante su mandato en la Casa de Nariño que la violencia paramilitar recrudeció, al igual que los falsos positivos y los arrebatos de los carteles de la droga.
En la misma línea, tomando en cuenta la "opción militar" de Trump, el actual embajador colombiano en Estados Unidos, Francisco "Pacho" Santos, representante de la oligarquía bogotana al igual que su primo Juan Manuel Santos y vicepresidente durante la era Uribe (2002-2006, 2006-2010), dijo recientemente desde Washington que "todas las opciones valen para Venezuela", cuestión que creó animadversión en la opinión pública y mediática de Colombia pues un alto oficial diplomático sugiere que la invasión militar propuesta por Uribe es una política de Estado.
De la misma forma declaró el secretario general de la OEA, Luis Almagro, en la frontera colombo-venezolana, diciendo: "En cuanto a intervención militar para derrocar el régimen de Nicolás Maduro, creo que no debemos descartar ninguna opción".
Que tan singulares operadores políticos de alto rango declaren de manera tan similar sólo dicta al análisis que existe una cartelización en torno a esa estrategia de beligerancia extrema, en el que el ejército colombiano no está preparado aún para afrontar de manera convencional, con la FANB afianzada de recursos armamentísticos y doctrinarios militares y apoyos geopolíticos (China y Rusia) que cumplen la función de disuasión del conflicto.
Respuesta y prospectiva
A pesar de que el embajador estadounidense en Colombia, Kevin Whitaker, fue categórico al expresar que, en un conflicto militar entre ambos países, el Pentágono haría lo propio para proteger a su principal aliado en América Latina, el presidente Iván Duque no está muy seguro de tomar el callejón militar.Más bien, ha optado, al menos desde el discurso, por seguir la estrategia de presión internacional diplomática, y a través de sanciones, que el Grupo de Lima ha acompañado en los últimos 14 meses. El retiro de Colombia de la multilateral UNASUR, liderada por Venezuela, fue una de las primeras acciones que tomó Iván Duque como mecanismo de presión diplomático internacional, consecuencia de lo que dice en torno a la estrategia a seguir contra el chavismo.
Este cisma entre lo expresado por la dupla Uribe Vélez-"Pacho" Santos y Duque muestra claramente que no hay un consenso en torno a la agenda de intervención militar en el establishment colombiano que obligaría a enfilar todas las baterías contra Venezuela.
¿Las causas de este desencuentro de Duque? Podemos nombrar tres.
- El aumento del narcotráfico es una crisis que ha puesto en tensión las relaciones entre Estados Unidos y Colombia, sobre todo por la manera en que se aproximan ambos Estados a una política contra los principales carteles. Es una paradoja que debe enfrentar, debido a que los activos del narco salvan a la economía colombiana. Duque afronta un contexto difícil en el que la capacidad del Estado para dar solución a la crisis interna se pone a prueba, siendo éste un eje fundamental de cualquier país.
- La paz en Colombia está siendo amenazada por las turbulencias sociales producto del paramilitarismo y el mismo narcotráfico. Más de 150 líderes sociales han sido asesinados en 2018, y operadores de las FARC han denunciado el incumplimiento por parte del Estado de los Acuerdos de La Habana. Asimismo, posibles acuerdos con el ELN parecen en este momento difíciles de llegar por las prerrogativas que el mismo Duque aspira. Estados Unidos y la OTAN han sido enfáticos sobre la situación de paz que debe haber en Colombia para ascender a su ejército a la cúspide militar occidental como "socio global".
- Una crisis de identidad política se ha establecido en el seno de la Administración Duque, pues Uribe Vélez toma los principales focos en cuanto a la vocería oficial y la política interna que toma el gobierno colombiano. Ante la opinión pública, Duque parece cada vez más un delfín del ex presidente antioqueño, cuestión que lo obliga a desentenderse de ciertas líneas fundamentales del uribismo, pero que lo coloca en un limbo discursivo y político cuyo sostén popular ha decrecido en un 12%, según los últimos sondeos.
El gobierno de Venezuela tomó medidas económicas en torno al subsidio de la gasolina y al control cambiario que impactarían negativamente el negocio del contrabando de combustible, legalizado por Uribe Vélez durante su mandato, y que mantiene a flote (mínimamente) aquel departamento.
El combustible venezolano, a su vez, también sirve a los efectos de preparación de la cocaína que es comerciada por los carteles de la droga en las aproximaciones fronterizas colombo-venezolanas, y las medidas de Maduro afectarían de manera severa aquel narconegocio que tiene ganancias anuales de 12 mil millones de dólares, y que también oxigena de a poco el entramado económico del Norte de Santander y del país en general.
La dialéctica entre las medidas del subsidio de la gasolina por parte del Gobierno Bolivariano y la reacción de Bogotá pone en una encrucijada a Duque, quien desestima hasta los momentos una opción militar contra su vecino país pero que ya viene siendo presionado tanto por las oligarquías colombianas como por funcionarios estadounidenses, que tienen en el gobierno de Colombia, junto con el saliente de México, uno de sus aliados decisivos según la CIA.
En medio de esto, aún hay cosas por definir por parte de la Administración Duque para que la agenda de la intervención militar prosiga como lo definen Rubio, Almagro y Uribe. Lo cierto es que Miraflores ha acusado varias veces las amenazas que se ciernen a través de la frontera, teniendo conocimiento de los fuertes intereses y razones que tienen las élites occidentales para generar un contexto de guerra entre Venezuela y Colombia.
Así se viven en Colombia las amenazas de intervención militar a Venezuela
Publicado: 29 sep 2018 15:52 GMT RT
Los vientos de guerra entre dos naciones
hermanas han vuelto a oírse, pero más allá de los cruces de palabras en
las más altas instancias, ¿cómo ve la opinión pública la posibilidad de
una confrontación armada?
"Una
guerra con Venezuela podría durar solo dos días, pero las
consecuencias, cien años". La frase es del expresidente colombiano
Alfonso López Michelsen y ha vuelto a escribirse en los diarios de ese
país.
La razón es sencilla: la idea de la intervención militar a Venezuela empieza a empapar la opinión pública en territorio neogranadino gracias al discurso del embajador colombiano en EE.UU., Francisco Santos, y el respaldo expreso de la administración estadounidense, ratificado esta semana por Donald Trump, quien aseguró que hasta las opciones "más fuertes" son consideradas por Washington para deponer al actual gobierno venezolano.
Aunque el presidente de Colombia, Iván Duque, trató de desescalar las palabras de su embajador alegando que su país "no tiene espíritu belicista", indicó que su país "mantiene la firmeza" para denunciar la supuesta "dictadura" que hay en Venezuela.
Pero más allá del clima de opinión, la sociedad colombiana no le ha dado luz verde a las amenazas de una confrontación armada. Políticos, intelectuales y activistas sociales han alzado la voz para criticar una guerra en ciernes justo cuando la paz, tan recientemente firmada con la extinta guerrilla con las FARC, cada día da más signos de fragilidad.
La representante a la Cámara por Bogotá, Juanita Goebertus, manifestó esta semana su preocupación por la propuesta de modificación presupuestaria efectuada por Duque, que constituye "un aumento de 53%" con respecto al año pasado, mientras se reducen en casi la misma proporción los recursos destinados a cumplir el acuerdo de paz en los temas de desarrollo rural.
"Independientemente de todas las críticas que se tengan sobre el gobierno de Venezuela, que se tienen, y contra la figura de Nicolás Maduro, creo que no hay ninguna razón para desatar una guerra". Fabio Rubiano, dramaturgo y escritor colombiano. Pero las dudas no se quedaron allí. La oposición en el Congreso extendió una invitación esta semana al ministro de Defensa, Guillermo Botero, para explicar el por qué del abultado presupuesto que contempla la adición de 667 millones de dólares pesos para el fortalecimiento del sistema antiaéreo, una de las principales debilidades que se expuso en 2009, durante el entonces gobierno de Álvaro Uribe, ante el escenario de un eventual conflicto armado con Venezuela, recoge El Espectador.
En ese contexto, las críticas a un eventual escenario de guerra no han faltado. Más allá de la antipatía o simpatía que puedan tener los colombianos con la figura del presidente venezolano, Nicolás Maduro, las voces de un país que padeció más de medio siglo de conflicto armado son las mismas que se niegan a abrir un nuevo frente contra un país vecino.
"No quisiera ser obvio, pero no hay manera de hablar de eso que sin ser obvio. Uno puede mirar estadísticas y preguntarse: ¿alguna vez hemos visto una manifestación popular que esté a favor de la guerra o que haya un grupo de madres que diga 'queremos mandar a nuestros hijos a la guerra'? ¿O que haya un grupo de jóvenes que diga 'nosotros no queremos estudiar, queremos ir a la guerra'? Independientemente de todas las críticas que se tengan sobre el gobierno de Venezuela, que se tienen, y contra la figura de Nicolás Maduro, creo que no hay ninguna razón para desatar una guerra", considera el dramaturgo y escritor colombiano Fabio Rubiano.
No obstante, el analista político y profesor universitario, Richard Tamayo, advierte que el afán belicista coincide con una doble necesidad de los gobiernos de Washington y Bogotá: "Trump necesita fortalecer su imagen interna y la lucha antidrogas junto con la intervención en Venezuela pueden darle buenos réditos políticos. Colombia, por su parte, tiene miedo de una eventual descertificación por el crecimiento de los cultivos de coca y las FARC ya no son un enemigo que convoque a la opinión pública, así que a los dos gobiernos les conviene buscar puntos de colaboración".
En 1987, ambos países estuvieron al borde de irse a las armas luego de que un barco de guerra colombiano fuese interceptado por la Armada venezolana en las aguas del Golfo de Venezuela. No obstante, tras la mediación entre las partes, Bogotá resolvió retirar su embarcación de la zona, que continúa en disputa territorial.
La acritud volvió en 2005, cuando el entonces presidente Hugo Chávez ordenó la suspensión de las relaciones comerciales entre ambos países por la captura del llamado canciller de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Granda, que se efectuó en territorio venezolano sin advertir de la operación a Caracas.
"Quiero pensar que el ambiente belicista no busca nada distinto a generar un entorno de opinión. Es decir, que el objetivo es comunicativo y político". Richard Tamayo, analista político y profesor universitario. Las relaciones siguieron con fricciones hasta que llegaron a un punto crítico en 2010, cuando el presidente Álvaro Uribe suscribió un convenio con EE.UU. para la instalación de siete bases militares en Colombia y acusó a Venezuela de tener campamentos de las FARC en su territorio. El acuerdo fue leído por Chávez como una amenaza a la paz regional que, bajo pretexto del supuesto amparo a la guerrilla, intentaba justificar una intervención armada con el apoyo de las fuerzas estadounidenses. Por esa razón, Caracas decidió romper las relaciones con Bogotá y se llamó a consultas a los embajadores.
Para Tamayo, al igual que en ocasiones anteriores, es poco probable que se llegue al punto de una confrontación militar. "Quiero pensar que el ambiente belicista no busca nada distinto a generar un entorno de opinión. Es decir, que el objetivo es comunicativo y político. Eso pasa con EE.UU. todo el tiempo. Una eventual guerra sería desastrosa para toda la región, así que confío en que los militares estadounidenses le sigan poniendo límites a la opinión de Trump, como sabemos que lo han venido haciendo", sostiene.
Esas declaraciones fueron rechazadas mediante una carta por el llamado Grupo de Lima, integrado por países que han tratado de impulsar acciones diplomáticas contra Caracas, pero que se oponen a la opción de una intervención. Los únicos gobiernos que no firmaron la misiva fueron Colombia y Guyana, limítrofes con Venezuela.
Días después, Bogotá denunció la supuesta movilización de tropas por parte de Venezuela a la frontera, lo que Trump consideró como un "evidente esfuerzo de intimidación", que sería respondido enérgicamente por su país: "Déjenme ser claro: EE.UU. siempre apoyará a sus aliados".
Frente a las acusaciones, el canciller venezolano, Jorge Arreaza, respondió: "No es la primera vez que Colombia dice que Venezuela está moviendo tropas para la frontera para fomentar un conflicto internacional", tras aclarar que el despliegue era un ejercicio rutinario que hace su país para el combate del narcotráfico y el contrabando de extracción de gasolina en la frontera. En paralelo, Caracas ratificó su disposición al diálogo.
El miércoles, durante su discurso ante la ONU, Maduro insistió en que hay un interés económico detrás de la posibilidad de una invasión militar, si se tiene en cuenta que, a pesar de la crisis, Venezuela tiene la primera reserva mundial de petróleo, ingentes recursos mineros y el cuarto lugar de reservas gasíferas. No obstante, Tamayo apunta que es precisamente la debilidad económica de Colombia la que pudiera impedir una aventura belicista.
"Duque –explica Tamayo– no recibió a Colombia en el mejor momento fiscal (...) La gran debilidad de este gobierno está en la economía y ahí encuentro un argumento más para pensar que el ánimo belicista es más político que militar".
En columnas y editoriales de los principales diarios de Colombia, el escenario bélico también tiene sus detractores: "La única salida es la presión diplomática", apunta El Espectador. "El discurso de guerra resulta atractivo, así como engañoso y peligroso", escribe la analista Laura Gil en El Tiempo. La revista Semana tituló esta semana su portada con la frase "Jugando con candela", para aludir a un análisis que concluye que "una intervención militar en Venezuela sería catastrófica", por lo que Bogotá debería asumir una "posición categórica en contra".
Una de las voces que rema hacia el escenario de confrontación es, casualmente, Uribe. El ahora senador y mentor político del presidente Duque no solo ha mostrado su total respaldo a la intervención sino que esta semana le ha lanzado más leña al fuego: "Las tropas (venezolanas) no hay que moverlas hacia la frontera, hay que moverlas hacia el Palacio de Miraflores", dijo.
Rubiano apunta en que si bien existen intereses económicos y políticos detrás de una guerra, tanto en Colombia, EE.UU. e incluso Venezuela, "ninguno de los pocos que la alientan va a enviar a sus hijos a combatir".
"Entonces sí, hay que ser evidentes y obvios, y hay que decir lo que manda la lógica y lo que manda el desarrollo del pensamiento: es mucho mejor batallar con ideas, con conversación, con diálogos y con elementos que pertenezcan a la democracia, no por otras vías". Los anuncios belicistas son, para buena parte de los colombianos, un juego con candela en el que nadie se debería quemar.
Nazareth Balbás
La razón es sencilla: la idea de la intervención militar a Venezuela empieza a empapar la opinión pública en territorio neogranadino gracias al discurso del embajador colombiano en EE.UU., Francisco Santos, y el respaldo expreso de la administración estadounidense, ratificado esta semana por Donald Trump, quien aseguró que hasta las opciones "más fuertes" son consideradas por Washington para deponer al actual gobierno venezolano.
Aunque el presidente de Colombia, Iván Duque, trató de desescalar las palabras de su embajador alegando que su país "no tiene espíritu belicista", indicó que su país "mantiene la firmeza" para denunciar la supuesta "dictadura" que hay en Venezuela.
Pero más allá del clima de opinión, la sociedad colombiana no le ha dado luz verde a las amenazas de una confrontación armada. Políticos, intelectuales y activistas sociales han alzado la voz para criticar una guerra en ciernes justo cuando la paz, tan recientemente firmada con la extinta guerrilla con las FARC, cada día da más signos de fragilidad.
Las claves
Las alarmas sobre la eventual preparación de Colombia para una confrontación armada no surgieron únicamente de los voceros del gobierno, sino también por las cuentas. El anuncio de un incremento presupuestario para gastos en Defensa por parte de la administración de Duque levantó las sospechas.La representante a la Cámara por Bogotá, Juanita Goebertus, manifestó esta semana su preocupación por la propuesta de modificación presupuestaria efectuada por Duque, que constituye "un aumento de 53%" con respecto al año pasado, mientras se reducen en casi la misma proporción los recursos destinados a cumplir el acuerdo de paz en los temas de desarrollo rural.
"Independientemente de todas las críticas que se tengan sobre el gobierno de Venezuela, que se tienen, y contra la figura de Nicolás Maduro, creo que no hay ninguna razón para desatar una guerra". Fabio Rubiano, dramaturgo y escritor colombiano. Pero las dudas no se quedaron allí. La oposición en el Congreso extendió una invitación esta semana al ministro de Defensa, Guillermo Botero, para explicar el por qué del abultado presupuesto que contempla la adición de 667 millones de dólares pesos para el fortalecimiento del sistema antiaéreo, una de las principales debilidades que se expuso en 2009, durante el entonces gobierno de Álvaro Uribe, ante el escenario de un eventual conflicto armado con Venezuela, recoge El Espectador.
En ese contexto, las críticas a un eventual escenario de guerra no han faltado. Más allá de la antipatía o simpatía que puedan tener los colombianos con la figura del presidente venezolano, Nicolás Maduro, las voces de un país que padeció más de medio siglo de conflicto armado son las mismas que se niegan a abrir un nuevo frente contra un país vecino.
"No quisiera ser obvio, pero no hay manera de hablar de eso que sin ser obvio. Uno puede mirar estadísticas y preguntarse: ¿alguna vez hemos visto una manifestación popular que esté a favor de la guerra o que haya un grupo de madres que diga 'queremos mandar a nuestros hijos a la guerra'? ¿O que haya un grupo de jóvenes que diga 'nosotros no queremos estudiar, queremos ir a la guerra'? Independientemente de todas las críticas que se tengan sobre el gobierno de Venezuela, que se tienen, y contra la figura de Nicolás Maduro, creo que no hay ninguna razón para desatar una guerra", considera el dramaturgo y escritor colombiano Fabio Rubiano.
No obstante, el analista político y profesor universitario, Richard Tamayo, advierte que el afán belicista coincide con una doble necesidad de los gobiernos de Washington y Bogotá: "Trump necesita fortalecer su imagen interna y la lucha antidrogas junto con la intervención en Venezuela pueden darle buenos réditos políticos. Colombia, por su parte, tiene miedo de una eventual descertificación por el crecimiento de los cultivos de coca y las FARC ya no son un enemigo que convoque a la opinión pública, así que a los dos gobiernos les conviene buscar puntos de colaboración".
¿Es factible?
No es la primera vez que soplan vientos de guerra entre esas naciones hermanas en los últimos 30 años, pero las tensiones nunca llegaron a la consumarse en el terreno.En 1987, ambos países estuvieron al borde de irse a las armas luego de que un barco de guerra colombiano fuese interceptado por la Armada venezolana en las aguas del Golfo de Venezuela. No obstante, tras la mediación entre las partes, Bogotá resolvió retirar su embarcación de la zona, que continúa en disputa territorial.
La acritud volvió en 2005, cuando el entonces presidente Hugo Chávez ordenó la suspensión de las relaciones comerciales entre ambos países por la captura del llamado canciller de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Granda, que se efectuó en territorio venezolano sin advertir de la operación a Caracas.
"Quiero pensar que el ambiente belicista no busca nada distinto a generar un entorno de opinión. Es decir, que el objetivo es comunicativo y político". Richard Tamayo, analista político y profesor universitario. Las relaciones siguieron con fricciones hasta que llegaron a un punto crítico en 2010, cuando el presidente Álvaro Uribe suscribió un convenio con EE.UU. para la instalación de siete bases militares en Colombia y acusó a Venezuela de tener campamentos de las FARC en su territorio. El acuerdo fue leído por Chávez como una amenaza a la paz regional que, bajo pretexto del supuesto amparo a la guerrilla, intentaba justificar una intervención armada con el apoyo de las fuerzas estadounidenses. Por esa razón, Caracas decidió romper las relaciones con Bogotá y se llamó a consultas a los embajadores.
Para Tamayo, al igual que en ocasiones anteriores, es poco probable que se llegue al punto de una confrontación militar. "Quiero pensar que el ambiente belicista no busca nada distinto a generar un entorno de opinión. Es decir, que el objetivo es comunicativo y político. Eso pasa con EE.UU. todo el tiempo. Una eventual guerra sería desastrosa para toda la región, así que confío en que los militares estadounidenses le sigan poniendo límites a la opinión de Trump, como sabemos que lo han venido haciendo", sostiene.
Los intereses
En la víspera de la Asamblea General de Naciones Unidas, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, hizo una visita a la ciudad colombiana de Cúcuta, limítrofe con Venezuela, desde donde afirmó: "En cuanto a la intervención militar para derrocar a Nicolás Maduro, no debemos descartar ninguna opción".Esas declaraciones fueron rechazadas mediante una carta por el llamado Grupo de Lima, integrado por países que han tratado de impulsar acciones diplomáticas contra Caracas, pero que se oponen a la opción de una intervención. Los únicos gobiernos que no firmaron la misiva fueron Colombia y Guyana, limítrofes con Venezuela.
Días después, Bogotá denunció la supuesta movilización de tropas por parte de Venezuela a la frontera, lo que Trump consideró como un "evidente esfuerzo de intimidación", que sería respondido enérgicamente por su país: "Déjenme ser claro: EE.UU. siempre apoyará a sus aliados".
Frente a las acusaciones, el canciller venezolano, Jorge Arreaza, respondió: "No es la primera vez que Colombia dice que Venezuela está moviendo tropas para la frontera para fomentar un conflicto internacional", tras aclarar que el despliegue era un ejercicio rutinario que hace su país para el combate del narcotráfico y el contrabando de extracción de gasolina en la frontera. En paralelo, Caracas ratificó su disposición al diálogo.
El miércoles, durante su discurso ante la ONU, Maduro insistió en que hay un interés económico detrás de la posibilidad de una invasión militar, si se tiene en cuenta que, a pesar de la crisis, Venezuela tiene la primera reserva mundial de petróleo, ingentes recursos mineros y el cuarto lugar de reservas gasíferas. No obstante, Tamayo apunta que es precisamente la debilidad económica de Colombia la que pudiera impedir una aventura belicista.
"Duque –explica Tamayo– no recibió a Colombia en el mejor momento fiscal (...) La gran debilidad de este gobierno está en la economía y ahí encuentro un argumento más para pensar que el ánimo belicista es más político que militar".
En columnas y editoriales de los principales diarios de Colombia, el escenario bélico también tiene sus detractores: "La única salida es la presión diplomática", apunta El Espectador. "El discurso de guerra resulta atractivo, así como engañoso y peligroso", escribe la analista Laura Gil en El Tiempo. La revista Semana tituló esta semana su portada con la frase "Jugando con candela", para aludir a un análisis que concluye que "una intervención militar en Venezuela sería catastrófica", por lo que Bogotá debería asumir una "posición categórica en contra".
Una de las voces que rema hacia el escenario de confrontación es, casualmente, Uribe. El ahora senador y mentor político del presidente Duque no solo ha mostrado su total respaldo a la intervención sino que esta semana le ha lanzado más leña al fuego: "Las tropas (venezolanas) no hay que moverlas hacia la frontera, hay que moverlas hacia el Palacio de Miraflores", dijo.
Rubiano apunta en que si bien existen intereses económicos y políticos detrás de una guerra, tanto en Colombia, EE.UU. e incluso Venezuela, "ninguno de los pocos que la alientan va a enviar a sus hijos a combatir".
"Entonces sí, hay que ser evidentes y obvios, y hay que decir lo que manda la lógica y lo que manda el desarrollo del pensamiento: es mucho mejor batallar con ideas, con conversación, con diálogos y con elementos que pertenezcan a la democracia, no por otras vías". Los anuncios belicistas son, para buena parte de los colombianos, un juego con candela en el que nadie se debería quemar.
Nazareth Balbás
Las cuatro crisis que colocan en un callejón sin salida a Iván Duque
Septiembre 11 de 2018, 12:30 pm - MISIÓN VERDAD
Se
cumplieron los primeros 30 días de gobierno de Iván Duque en Colombia.
Los medios de comunicación colombianos abundan en evaluaciones sobre su
desempeño en el primer mes y los problemas que ya afronta.
El nuevo gabinete ministerial como estrategia de márketing
de un gobierno que procura lucir tecnocrático, progresista y
despolitizado, recibe muchas críticas por nombramientos vinculados a
Uribe, la corrupción y la parapolítica, como la nueva ministra del
interior Nancy Gutiérrez, a quien en 2008 se le abriera una investigación por vínculos con el paramilitarismo, y la ministra del trabajo Alicia Arango, quien fuera secretaria privada de Uribe Vélez.
También son cuestionados los nombramientos de Alejandro Ordoñez como embajador en la OEA, y el nuevo embajador en Estados Unidos. Duque pugna, además, por la construcción de la hegemonía en el Congreso que mayoritariamente se debate entre la derecha no uribista y la uribista, que obviamente cuenta con el respaldo de la ultraderecha.
La izquierda y el centro quedaron como de costumbre, dando batallas titánicas para que se les escuche. El anuncio de su propuesta de extender el IVA a todos los productos de la canasta familiar fue el paso final para que, antes de cumplir su primer mes, ya algunas encuestadoras señalaran que su popularidad había caído en un 12%. Aún así, las mencionadas son las más pequeñas crisis que afronta en su primer mes el nuevo presidente uribista, las más grandes crisis son otras.
De inmediato, el nuevo embajador defendió públicamente el uso del glifosato y se refirió a la erradicación manual de cultivos ilícitos -que fue parte fundamental de los acuerdos firmados en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC- como "un cuento".
El impacto positivo de esta técnica de fumigación no se ha comprobado más que en el aumento del precio de la materia prima, lo que sí se ha comprobado es que la fumigación con glifosato afecta a los seres humanos, otros cultivos lícitos y al ecosistema en general.
Por otro lado, responde tomando resoluciones de tipo policial para decomisar la dosis mínima de consumo y enfrentar el "jibareo" en los parques públicos, definiciones que de nuevo voltean al minorista y al consumidor el lado más duro de la represión que no enfrentan los grandes capos de la droga. El verdadero dilema de Duque es: ¿cómo satisfacer a los sectores gubernamentales de los Estados Unidos poniendo freno al negocio que oxigena y sostiene la economía colombiana, la parapolítica y el negocio de la guerra, que a su vez se mezcla con los intereses de otros sectores del mismo Estado norteamericano?
Según algunos analistas, son los dineros del narcotráfico los que contienen la economía colombiana y la salvan de crisis como las que actualmente enfrentan los otros gobiernos de derecha en la región. Tal vez por ello las medidas anunciadas sólo golpean los eslabones más débiles de la cadena de producción y consumo de drogas, a pesar de las presiones de la Casa Blanca.
A la luz de esta estrategia, comienza a sentirse en Colombia una nueva arremetida paramilitar que ya ha asesinado sólo en 2018 más de 150 líderes y lideresas sociales en todo el país, configurando un nuevo genocidio.
Esta semana por presión de la oposición en el Congreso, se convocó a diversas autoridades del Estado para debatir este tema, mientras una multitud se congregó en la plaza de Bolívar para acompañar el debate. Por otro lado, continúa desmoronándose el acuerdo con las FARC debido a los múltiples incumplimientos del Estado y varios de los líderes de ese partido decidieron volver a la clandestinidad. Entre quienes persisten en lo acordado ha comenzado a denunciarse la poca voluntad del nuevo gobierno para el cumplimiento de dichos acuerdos.
Por último, la mesa de diálogo con el ELN -que ahora es la organización guerrillera más grande de Colombia- está en un silencio incómodo. Mientras la Delegación de Paz se mantiene en La Habana esperando a la delegación del gobierno, Duque anuncia estar listo para dialogar si, en pocas palabras, el ELN se rinde.
En una entrevista que nos concediera recientemente en La Habana el jefe de la Delegación de Paz, dijo que esa organización no repetirá los errores que se cometieron en los acuerdos con las FARC, ni de ningún modo contempla una rendición. Duque exige liberaciones, el ELN anuncia que hará unas liberaciones en los próximos días, pero aún hay una expectativa general sobre si continuarán o no estos diálogos, que son la única esperanza inmediata de conseguir una salida política al conflicto social y armado que vive Colombia.
La crisis que esta situación le genera al gobierno colombiano también tiene que ver con la imagen de posconflicto -o posacuerdo- que ha instalado en su retórica, y por la que ya ha comenzado a recibir múltiples financiamientos internacionales, pero también porque el orden interno le es imprescindible para asumir el nuevo papel que le ha asignado la OTAN como fuerza armada multimisión, interagenciada y demás eufemismos que se traducen en que será la principal fuerza militar al servicio de los Estados Unidos, dada la amplia experiencia en guerra irregular que hace de las FFMM colombianas y los grupos paramilitares el principal abastecimiento de las contratistas civiles que operan hoy día en Medio Oriente.
Continúa configurando el discurso de la crisis de refugiados, obteniendo más recursos económicos para ello, involucrándose en ejercicios militares y designando a uno de los cuadros más impopulares del uribismo en la OEA, donde se prevé que atacar a Venezuela será su principal tarea. Pero lo cierto es que las respuestas que el gobierno venezolano ha dado a estas agresiones, han venido perjudicando a las mafias que se nutren del contrabando de extracción, del Bolívar Cúcuta y toda la economía -incluso la legalizada- que parasita de la economía venezolana.
Estas medidas no solamente están generando consecuencias inmediatas en esos sectores económicos, sino que amenazan con generar una verdadera crisis social particularmente en el Norte de Santander, donde el abandono estatal comienza a evidenciarse tan pronto la economía venezolana deja de nutrirlo. Con el 77%, el Norte de Santander fue el departamento que votó en mayor proporción por Iván Duque en las pasadas elecciones.
Las consecuencias de las medidas tomadas por Venezuela en torno al subsidio de la gasolina y al control cambiario darían al traste con el negocio redondo del contrabando de combustible que lamentablemente también involucra a familias humildes que encuentran en este negocio, legalizado por Uribe Vélez, el único modo de sobrevivir al abandono del Estado colombiano.
Tratando de calmar las aguas, Duque hace malabarismos y entrega, por ejemplo, la presidencia de la Agencia Nacional de Hidrocarburos al ex gobernador de ese departamento, Luis Morelli.
Aún así, Duque parece negarse a intervenir militarmente en Venezuela -tal vez porque internamente no hay consenso en la oligarquía colombiana al respecto-, y públicamente desestima una acción unilateral. Su mentor político decide entonces hablar por él y esta semana en el Congreso llamó a una intervención militar contra Venezuela, eso sí, "legal", lo cual puede referirse a cualquier aval írrito otorgado por la OEA.
Como un eco de esta crisis, esta semana durante un evento internacional, la nueva ministra de justicia de Colombia se confundió de apellido al referirse al presidente de Colombia, llamando "presidente Uribe" a Duque, lo que obviamente fue ampliamente difundido por las redes sociales, convirtiendo a la duda en una burla.
Cada vez es más evidente que a esa doctrina política de la ultraderecha colombiana que surgió a principios del siglo XXI llamada "uribismo" empieza a estorbarle a su mentor principal. Si el ego de Uribe Vélez no le permite apartarse como parecía haberlo entendido el día de las elecciones presidenciales, se arriesga a correr el destino de otros aliados que los Estados Unidos ha desechado como Manuel Noriega y Saddam Hussein.
Lo concluyente es que, mientras la campaña mediática internacional se centra en decir que Venezuela se ha convertido en un "Estado fallido", en Colombia hay un gobierno atrapado entre las presiones de los Estados Unidos, los intereses de los poderes fácticos, los conflictos políticos y sociales internos y, en medio de todas esas crisis, la identidad del presidente colombiano está en duda. A la luz de los hechos, es claro que es Colombia la que se ha convertido en un "Estado fallido" que procura transnacionalizarse.
También son cuestionados los nombramientos de Alejandro Ordoñez como embajador en la OEA, y el nuevo embajador en Estados Unidos. Duque pugna, además, por la construcción de la hegemonía en el Congreso que mayoritariamente se debate entre la derecha no uribista y la uribista, que obviamente cuenta con el respaldo de la ultraderecha.
La izquierda y el centro quedaron como de costumbre, dando batallas titánicas para que se les escuche. El anuncio de su propuesta de extender el IVA a todos los productos de la canasta familiar fue el paso final para que, antes de cumplir su primer mes, ya algunas encuestadoras señalaran que su popularidad había caído en un 12%. Aún así, las mencionadas son las más pequeñas crisis que afronta en su primer mes el nuevo presidente uribista, las más grandes crisis son otras.
La crisis del narcotráfico y las presiones estadounidenses
Ser presidente de la Colombia actual implica lidiar con los poderes fácticos que dominan el país. El gobierno estadounidense venía presionando al gobierno de Santos por el aumento en la producción de coca y cocaína, y continúa haciéndolo con el gobierno entrante. Duque nombra al ex vicepresidente Francisco Santos como nuevo embajador de Colombia en Estados Unidos, y lo primero que le encomienda es mejorar las relaciones que se han visto afectadas por la expansión de cultivos ilícitos.De inmediato, el nuevo embajador defendió públicamente el uso del glifosato y se refirió a la erradicación manual de cultivos ilícitos -que fue parte fundamental de los acuerdos firmados en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC- como "un cuento".
El impacto positivo de esta técnica de fumigación no se ha comprobado más que en el aumento del precio de la materia prima, lo que sí se ha comprobado es que la fumigación con glifosato afecta a los seres humanos, otros cultivos lícitos y al ecosistema en general.
Por otro lado, responde tomando resoluciones de tipo policial para decomisar la dosis mínima de consumo y enfrentar el "jibareo" en los parques públicos, definiciones que de nuevo voltean al minorista y al consumidor el lado más duro de la represión que no enfrentan los grandes capos de la droga. El verdadero dilema de Duque es: ¿cómo satisfacer a los sectores gubernamentales de los Estados Unidos poniendo freno al negocio que oxigena y sostiene la economía colombiana, la parapolítica y el negocio de la guerra, que a su vez se mezcla con los intereses de otros sectores del mismo Estado norteamericano?
Según algunos analistas, son los dineros del narcotráfico los que contienen la economía colombiana y la salvan de crisis como las que actualmente enfrentan los otros gobiernos de derecha en la región. Tal vez por ello las medidas anunciadas sólo golpean los eslabones más débiles de la cadena de producción y consumo de drogas, a pesar de las presiones de la Casa Blanca.
La crisis del proceso de paz
La paz no parece de ningún modo ser parte de la estrategia del Estado que entró a conducir el bisoño de Uribe. La verdadera estrategia parece ser la "pacificación". Este proceso es visto como un triunfo militar que se sustenta en la rendición forzada de las organizaciones guerrilleras y el asesinato y judicialización de la oposición legal.A la luz de esta estrategia, comienza a sentirse en Colombia una nueva arremetida paramilitar que ya ha asesinado sólo en 2018 más de 150 líderes y lideresas sociales en todo el país, configurando un nuevo genocidio.
Esta semana por presión de la oposición en el Congreso, se convocó a diversas autoridades del Estado para debatir este tema, mientras una multitud se congregó en la plaza de Bolívar para acompañar el debate. Por otro lado, continúa desmoronándose el acuerdo con las FARC debido a los múltiples incumplimientos del Estado y varios de los líderes de ese partido decidieron volver a la clandestinidad. Entre quienes persisten en lo acordado ha comenzado a denunciarse la poca voluntad del nuevo gobierno para el cumplimiento de dichos acuerdos.
Por último, la mesa de diálogo con el ELN -que ahora es la organización guerrillera más grande de Colombia- está en un silencio incómodo. Mientras la Delegación de Paz se mantiene en La Habana esperando a la delegación del gobierno, Duque anuncia estar listo para dialogar si, en pocas palabras, el ELN se rinde.
En una entrevista que nos concediera recientemente en La Habana el jefe de la Delegación de Paz, dijo que esa organización no repetirá los errores que se cometieron en los acuerdos con las FARC, ni de ningún modo contempla una rendición. Duque exige liberaciones, el ELN anuncia que hará unas liberaciones en los próximos días, pero aún hay una expectativa general sobre si continuarán o no estos diálogos, que son la única esperanza inmediata de conseguir una salida política al conflicto social y armado que vive Colombia.
La crisis que esta situación le genera al gobierno colombiano también tiene que ver con la imagen de posconflicto -o posacuerdo- que ha instalado en su retórica, y por la que ya ha comenzado a recibir múltiples financiamientos internacionales, pero también porque el orden interno le es imprescindible para asumir el nuevo papel que le ha asignado la OTAN como fuerza armada multimisión, interagenciada y demás eufemismos que se traducen en que será la principal fuerza militar al servicio de los Estados Unidos, dada la amplia experiencia en guerra irregular que hace de las FFMM colombianas y los grupos paramilitares el principal abastecimiento de las contratistas civiles que operan hoy día en Medio Oriente.
La crisis del combustible por las medidas venezolanas
Duque hereda de Santos la pesada tarea de ser la vanguardia en la agresión contra Venezuela. Diplomática y mediáticamente ha sabido cumplir la tarea. Se retira de UNASUR y mantiene su discurso beligerante hablando en voz alta sobre los asuntos internos de Venezuela.Continúa configurando el discurso de la crisis de refugiados, obteniendo más recursos económicos para ello, involucrándose en ejercicios militares y designando a uno de los cuadros más impopulares del uribismo en la OEA, donde se prevé que atacar a Venezuela será su principal tarea. Pero lo cierto es que las respuestas que el gobierno venezolano ha dado a estas agresiones, han venido perjudicando a las mafias que se nutren del contrabando de extracción, del Bolívar Cúcuta y toda la economía -incluso la legalizada- que parasita de la economía venezolana.
Estas medidas no solamente están generando consecuencias inmediatas en esos sectores económicos, sino que amenazan con generar una verdadera crisis social particularmente en el Norte de Santander, donde el abandono estatal comienza a evidenciarse tan pronto la economía venezolana deja de nutrirlo. Con el 77%, el Norte de Santander fue el departamento que votó en mayor proporción por Iván Duque en las pasadas elecciones.
Las consecuencias de las medidas tomadas por Venezuela en torno al subsidio de la gasolina y al control cambiario darían al traste con el negocio redondo del contrabando de combustible que lamentablemente también involucra a familias humildes que encuentran en este negocio, legalizado por Uribe Vélez, el único modo de sobrevivir al abandono del Estado colombiano.
Tratando de calmar las aguas, Duque hace malabarismos y entrega, por ejemplo, la presidencia de la Agencia Nacional de Hidrocarburos al ex gobernador de ese departamento, Luis Morelli.
Aún así, Duque parece negarse a intervenir militarmente en Venezuela -tal vez porque internamente no hay consenso en la oligarquía colombiana al respecto-, y públicamente desestima una acción unilateral. Su mentor político decide entonces hablar por él y esta semana en el Congreso llamó a una intervención militar contra Venezuela, eso sí, "legal", lo cual puede referirse a cualquier aval írrito otorgado por la OEA.
La crisis política interna
Pero la más grande crisis interna que enfrenta Iván Duque en este momento es una crisis de identidad. Nadie duda que el uribismo gobierna Colombia actualmente, pero la duda sobre si es Álvaro Uribe Vélez o Iván Duque quien dirige el gobierno nacional, crece.Como un eco de esta crisis, esta semana durante un evento internacional, la nueva ministra de justicia de Colombia se confundió de apellido al referirse al presidente de Colombia, llamando "presidente Uribe" a Duque, lo que obviamente fue ampliamente difundido por las redes sociales, convirtiendo a la duda en una burla.
Cada vez es más evidente que a esa doctrina política de la ultraderecha colombiana que surgió a principios del siglo XXI llamada "uribismo" empieza a estorbarle a su mentor principal. Si el ego de Uribe Vélez no le permite apartarse como parecía haberlo entendido el día de las elecciones presidenciales, se arriesga a correr el destino de otros aliados que los Estados Unidos ha desechado como Manuel Noriega y Saddam Hussein.
Lo concluyente es que, mientras la campaña mediática internacional se centra en decir que Venezuela se ha convertido en un "Estado fallido", en Colombia hay un gobierno atrapado entre las presiones de los Estados Unidos, los intereses de los poderes fácticos, los conflictos políticos y sociales internos y, en medio de todas esas crisis, la identidad del presidente colombiano está en duda. A la luz de los hechos, es claro que es Colombia la que se ha convertido en un "Estado fallido" que procura transnacionalizarse.
Colombia en la OTAN: Una amenaza para la paz en la región
Telescopio
01:05 30.05.2018 - SPUTNIK NEWS
"Me
pregunto si esto no traerá más problemas que soluciones", disparó en
diálogo con Sputnik el doctor en Relaciones Internacionales Alberto
Hutshenreuter, al comentar el ingreso de Colombia a la OTAN como "socio
global".
Este
31 de mayo en Bruselas, con la presencia del presidente Juan Manuel
Santos, el país andino se convertirá la primera nación latinoamericana
en adquirir el status de "socio global".
Es la misma distinción que ostentan Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán. Además de los 29 miembros plenos y de otras asociaciones, la OTAN coopera con una variedad de países que no forman parte de estas estructuras.
Estos ocupan la categoría de "socio global" y desarrollan cooperación con la organización ya sea militar o de algún otro tipo.
En
1954, la Unión Soviética propuso incorporarse a la OTAN para mantener
la paz en Europa, pero los países aliados no estuvieron de acuerdo.
Un año después surgió un acuerdo similar entre los países del este,
denominado Pacto de Varsovia, que se disolvió al igual que la Unión
Soviética en 1991.
Sin embargo la OTAN sigue activa y extiende cada vez más su área de influencia.
Es la misma distinción que ostentan Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán. Además de los 29 miembros plenos y de otras asociaciones, la OTAN coopera con una variedad de países que no forman parte de estas estructuras.
Estos ocupan la categoría de "socio global" y desarrollan cooperación con la organización ya sea militar o de algún otro tipo.
Si bien el presidente Santos dijo que el
ingreso a la organización atlántica era "un privilegio" Hutschenreuter
consideró que no todo es tan positivo ya que "en los últimos tiempos se
ha involucrado en cuestiones que terminaron creando situaciones de
peligro para los propios miembros de la OTAN".
Se refería, por ejemplo, a la última intervención militar de la
organización en 2011 en Libia que concluyó con el derrocamiento y
asesinato del presidente, Muammar Gadafi.
Sin embargo, el experto considera que la
participación de Colombia no implica en sí misma un acercamiento a la
región, porque "la OTAN ya está en América Latina desde hace mucho
tiempo" debido a la presencia que tienen sus tres miembros militar,
política y económicamente más fuertes: Reino Unido está en Malvinas,
Francia está en Guyana, y Estado Unidos está por intermedio de distintas
bases que tienen distintos nombres".
La OTAN fue creada el 4 de abril de 1949 en Estados Unidos en el
marco de la Guerra Fría. El objetivo era contener el avance del eje
soviético por Europa y asegurar la asistencia recíproca en caso de
agresión.
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REUTERS / Ints Kalnins
Sin embargo la OTAN sigue activa y extiende cada vez más su área de influencia.