martes, 18 de diciembre de 2018

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Un reencuentro con 'Pedagogía del Oprimido'

por Paulo Freire
LA HAINE - 09/12/2018


'Pedagogía de la esperanza' (1992) es uno de los textos más leídos del pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire, teórico de la educación popular
Con 'Pedagogía de la Esperanza' Paulo Freire propuso un relectura de 'Pedagogía del oprimido'. En esta selección escogemos algunos de los pasajes para entender su surgimiento, el contexto de elaboración, su viaje a Chile durante los días del gobierno de Salvador Allende y su estadía en Argentina durante la presidencia de Héctor Cámpora.
En septiembre de 1970, cuando aparece la Pedagogía en Nueva York, inmediatamente comienza a ser traducida a varias lenguas, generando curiosidad y críticas, favorables unas, desfavorables otras. Hacia 1974 ya había sido traducida al español, al italiano, al francés, al alemán, al holandés y al sueco, y estaba por publicarse en Londres por Penguin Books. Esa edición hizo llegar la Pedagogía hasta África, Asia y Oceanía.
El libro apareció en una fase histórica de intensa inquietud. Los movimientos sociales en Europa, en EEUU, en América Latina, en cada espacio-tiempo con sus características propias. La lucha contra la discriminación sexual, racial, cultural, de clase, la lucha en defensa del medio ambiente, los Verdes en Europa. Los golpes de Estado, con su nueva cara en América Latina y sus gobiernos militares que se arrastraban desde la década anterior. Los golpes de Estado, ahora ideológicamente fundamentados y todos, de un modo u otro, ligados al carro-guía del Norte en el intento de hacer posible lo que les parecía que debía ser el destino capitalista del continente. Las guerrillas en América Latina, las comunidades de base, los movimientos de liberación en África, la independencia de las ex colonias portuguesas, la lucha en Namibia, Amílcar Cabral, Julius Nyerere, su liderazgo en África y su repercusión fuera de ella. La China de Mao. La Revolución Cultural. La extensión viva del significado de mayo de 1968. Las luchas político-sindicales y pedagógico-sindicales, todas obviamente políticas, principalmente en Italia. Guevara asesinado en la década anterior y su presencia como símbolo, no sólo para los movimientos revolucionarios latinoamericanos, sino también para los líderes y activistas progresistas de todo el mundo. La guerra de Vietnam y la reacción en el interior de EEUU. La lucha por los derechos civiles y el desbordamiento del clima político-cultural de los años sesenta, en aquel país, hacia los setenta.

La revolución cultural China
Éstas eran, junto a un sinnúmero de implicaciones y desdoblamientos, algunas de las tramas históricas, sociales, culturales, políticas, ideológicas, que tuvieron que ver, por un lado, con la curiosidad que el libro despertó y, por el otro, con la lectura que también se haría de él; de su aceptación, de su rechazo, de las críticas a él referidas.
Hay otro aspecto vinculado a la 'Pedagogía del oprimido' y al clima perverso, antidemocrático, del régimen militar que se abatió sobre nosotros en forma singularmente rabiosa, cruel y rencorosa, que quisiera destacar. Aun sabiendo que sería imposible editar el libro en Brasil, que su primera edición fuera en portugués, la lengua en que fue escrito originalmente, me interesaba que el texto dactilografiado llegara a las manos de Fernando Gasparian, director de la editorial Paz e Terra, que lo publicaría. El problema era cómo mandarlo sin peligro no sólo para los originales, sino también y sobre todo para el portador. A esa altura, a comienzos de los años setenta, ya vivíamos en Ginebra.
Comentando el hecho con intelectuales suizos, profesores de la Universidad de Ginebra, uno de ellos, conseilleur national además de profesor, Jean Ziegler, me ofreció llevar personalmente los originales, puesto que debía ir a Río de Janeiro por asuntos académicos. Acepté su ofrecimiento convencido de que, con su pasaporte diplomático, además de ser suizo, no le sucedería nada: pasaría por el control de pasaportes y la aduana sin preguntas ni revisiones.
Días después Gasparian, discretamente, acusaba recibo del material pidiéndome que esperase un momento más favorable para su publicación. Remití el texto a fines de 1970, cuando ya había aparecido la primera edición del libro en inglés, o a comienzos de 1971. Su publicación en Brasil su primera edición en portugués, sólo fue posible en 1975. Mientras tanto, un sinnúmero de brasileños y brasileñas lo leía en ediciones extranjeras que llegaban al país por golpes de astucia y de valentía. En esa época conocí a una joven monja estadunidense que trabajaba en el Nordeste y que me dijo que varias veces, al regresar a Brasil de sus viajes a EEUU, había llevado varios ejemplares de la Pedagogía, poniendo cubiertas de libros religiosos sobre la cubierta original. De ese modo amigos suyos que trabajaban en la periferia de ciudades nordestinas pudieron leer el libro y discutirlo aún antes de su publicación en portugués.
Fue también de aquella época una carta que me llegó a Ginebra, por mano de alguien, excelente carta de un grupo de obreros de Sao Paulo que desdichadamente perdí de vista. Habían estudiado juntos una copia del original escrito a máquina en Chile. Es una lástima que de mis archivos de Ginebra haya quedado muy poco; entre muchas cosas buenas que se perdieron estuvo esa carta. Recuerdo, sin embargo, cómo terminaba:
“Paulo -decían, más o menos-, debes continuar escribiendo pero, la próxima vez, debes cargar más las tintas en las críticas a esos intelectuales que nos visitan con aires de dueños de la verdad revolucionaria. Que nos buscan para enseñarnos que somos oprimidos y explotados y para decirnos lo que debemos hacer.”
*
Vivir la intensidad de la experiencia de la sociedad chilena, de mi experiencia dentro de esa experiencia, me hacía repensar siempre la experiencia brasileña cuya memoria viva había traído conmigo al exilio, y así escribí la 'Pedagogía del oprimido' entre 1967 y 1968. Texto que retomo ahora, en su “mayoría de edad”, para volverlo a ver, a pensar, a decir. Para decir también, puesto que lo retomo en otro texto que también tiene su discurso que, del mismo modo, habla por sí mismo, hablando de la esperanza.

En tono casi de conversación, no sólo con el lector o la lectora que busca ahora por primera vez la convivencia con ese texto, sino también con quienes lo leyeron hace veinte años y que ahora, leyendo este repensar, se aprestan a releerlo, quisiera señalar algunos puntos a través de los cuales se podría redecir mejor lo dicho.
Creo que un punto interesante sobre el cual comienzo a hablar es el de la gestación misma del libro que, en cuanto incluye la gestación de las ideas, incluye también el momento o los momentos de acción en que se fueron generando y los de ponerlas en el papel. En realidad, las ideas que es preciso defender, las que implican otras ideas, las que se repiten en varias “esquinas” de los textos a las que los autores y las autoras se sienten obligados a regresar de vez en cuando, se van gestando a lo largo de su práctica dentro de la práctica social mayor de que forman parte.
En este sentido hablé de las memorias que llevé conmigo al exilio, algunas conformadas en la infancia lejana, pero de real importancia hasta hoy en la comprensión de mi comprensión o de mi lectura del mundo. Es por eso también que hablé del ejercicio al que siempre me entregué en el exilio, dondequiera que estuviese el “contexto prestado”: el de, experimentándome en él, pensar y repensar mis relaciones con y en el contexto original.
Pero si las ideas, las posiciones que había que expresar, explicar, defender en el texto venían naciendo en la acción-reflexión- acción en que participamos, tocados por recuerdos de sucesos ocurridos en viejas tramas, el momento de escribir se constituye como un tiempo de creación y de recreación, también, de las ideas con que llegamos a nuestra mesa de trabajo. El tiempo de escribir, además, va siempre precedido por el de hablar de las ideas que después se fijarán en el papel. Por lo menos así se dio conmigo. Hablar de ellas antes de escribir sobre ellas, en conversaciones con amigos, en seminarios, en conferencias, fue también una forma no sólo de probarlas, sino de recrearlas, de parirlas nuevamente: después se pulirían mejor las aristas cuando el pensamiento adquiriera forma escrita, con otra disciplina, con otra sistemática. En ese sentido, escribir es tanto rehacer lo que se ha venido pensando en los diferentes momentos de nuestra práctica, de nuestras relaciones, es tanto redecir lo que antes se dijo en el tiempo de nuestra acción, como leer seriamente exige de quien lo hace repensar lo pensado, reescribir lo escrito y leer también lo que antes de constituir el escrito del autor o de la autora fue cierta lectura suya.
Pasé un año o más hablando de aspectos de la 'Pedagogía del oprimido'. Los hablé con amigos que me visitaban, los discutí en seminarios y cursos. Un día mi hija Magdalena llegó a llamarme la atención sobre el hecho, delicadamente. Sugirió que contuviera un poco mis ansias de hablar sobre la 'Pedagogía del oprimido', aún no escrita. No tuve fuerzas para vivir esa sugerencia: continué hablando apasionadamente del libro como si estuviera –y en realidad estaba- aprendiendo a escribirlo.
No podría olvidar, en ese tiempo de oralidad de la 'Pedagogía del oprimido', una conferencia, la primera, que pronuncié sobre el libro en Nueva York, en 1967. Era mi primera visita a EEUU, adonde me habían llevado el padre Joseph Fitzpatrick y monseñor Robert Fox, ya fallecido. Fue una visita sumamente importante para mí, sobre todo por lo que pude observar en reuniones en áreas discriminadas, de gente negra y puertorriqueña, a las que fui invitado por educadoras que trabajaban con Robert Fox. Había muchas semejanzas entre lo que ellas hacían en Nueva York y lo que yo había hecho en Brasil. El primero en percibirlas fue Iván Ilich, quien propuso entonces a Fitzpatrick y a Fax que me llevasen a Nueva York.
En mis andanzas y visitas a los diferentes centros que mantenían en distintas zonas de Nueva York, pude comprobar, rever, comportamientos que expresaban las “mañas” necesarias de los oprimidos. Vi y oí en Nueva York cosas que eran “traducciones”, no sólo lingüísticas, naturalmente, sino sobre todo emocionales, de mucho de lo que oyera en Brasil y de lo que más recientemente venía oyendo en Chile. La razón de ser del comportamiento era la misma, pero la forma, lo que yo llamo el “ropaje”, y el contenido eran otros.
Hago referencia a uno de esos casos en la 'Pedagogía del oprimido', pero no vendrá mal tratarlo ahora en forma más amplia. En una sala, participantes del grupo, negros y puertorriqueños. La educadora apoya en el brazo de una silla una foto artística de una calle, la misma en una de cuyas casas nos encontrábamos y en cuya esquina había casi una montaña de basura.
-¿Qué vemos en esta foto? -preguntó la educadora.
Hubo un silencio como siempre hay, no importa dónde y cuándo hagamos la pregunta. Después, enfático, uno de ellos:
-Vemos ahí una calle de América Latina.
-Pero -dijo la educadora- hay anuncios en inglés… Otro silencio cortado por otra tentativa de ocultar la verdad que dolía, que hería, que lastimaba.
-O es una calle de América Latina y nosotros fuimos allá y les enseñamos inglés, o puede ser una calle de África.
-¿Por qué no de Nueva York? -preguntó la educadora.
-Porque somos EEUU y no podemos tener eso ahí –y con el dedo señalaba la foto. Después de un silencio más prolongado otro habló y dijo, con dificultad y dolor pero como si se quitase de encima un gran peso:
-Tenemos que reconocer que ésa es nuestra calle. Aquí vivimos-. Al recordar ahora aquella sesión, tan parecida a tantas otras en que participé, al recordar cómo los educandos se defendían en el análisis, en la “lectura” de la codificación (foto), procurando ocultar la verdad, vuelvo a oír lo que meses antes había oído de Erich Fromm en Cuernavaca, en México. “Una práctica educativa así -me dijo en el primer encuentro que tuvimos por mediación de Iván Ilich y en que le hablé de cómo pensaba y hacía la educación- es una especie de psicoanálisis histórico, sociocultural y político.”
Sus palabras eran pertinentes, eran confirmadas por la afirmación de uno de los educandos, con que los demás concordaban:
“ésa es una calle de América Latina, fuimos allá y les enseñamos inglés”, o “es una calle de África”, “somos EEUU y no podemos tener eso ahí”. Dos noches antes había asistido a otra reunión, con otro grupo también de puertorriqueños y negros en que la discusión giró en torno a otra foto excelente. Era un montaje que representaba Nueva York en cortes. Había seis planos o más, relativos a las condiciones económicas y sociales de las diferentes zonas de la ciudad.
Después de entendida la foto, la educadora preguntó al grupo en qué plano se situaban ellos. En un análisis realista, el grupo posiblemente ocuparía la penúltima posición indicada en la foto. Hubo silencios, susurros, cambios de opinión. Finalmente vino la manifestación del grupo. Su lugar era el tercer nivel empezando de arriba …
De regreso al hotel, silencioso, al lado de la educadora que manejaba su carro, continuaba pensando en las reuniones, en la necesidad fundamental que tienen los individuos expuestos a situaciones semejantes mientras no se asumen a sí mismos como individuos y como clase, mientras no se comprometen, mientras no luchan, de negar la verdad que los humilla. Que los humilla precisamente porque introyectan la ideología dominante que los perfila como incompetentes y culpables, autores de sus fracasos cuya razón de ser se encuentra en cambio en la perversidad del sistema.
Pensaba también en algunas noches antes cuando, traducido por Carmen Hunter, una de las más competentes educadoras estadounidenses ya en aquella época, hablé por primera vez largamente sobre la 'Pedagogía del oprimido', que sólo quedaría definitivamente terminada al año siguiente. Yo omparaba las reacciones de los educandos en aquellas dos noches con las de algunos presentes en mi charla, educadores y organizadores de comunidad. El “miedo a la libertad” marcaba las reacciones en las tres reuniones. La fuga de lo real, la tentativa de domesticarlo mediante el ocultamiento de la verdad. Ahora mismo, recordando hechos y reacciones ocurridos hace tanto tiempo, me viene a la memoria algo muy parecido a ellos en que también participé. Una vez más la expresión de la ideología dominante, diría incluso -repitiendo lo dicho en la Pedagogíala expresión del opresor, “habitando” y dominando el cuerpo semivencido del oprimido.
Estábamos en pleno proceso electoral para las elecciones de gobernador del estado de Sao Paulo, en 1982. Luiz Inácio Lula da Silva, Lula, era el candidato del Partido de los Trabajadores y yo participé, como militante del partido, en algunas reuniones en áreas periféricas de la ciudad; no en grandes actos políticos, para los cuales me siento demasiado incompetente, sino en reuniones en salones de clubes recreativos o de asociaciones de barrio. En una de esas reuniones un obrero de unos 40 años habló para criticar a Lula y oponerse a su candidatura. Su argumento central era que no podía votar por alguien igual a él. “Lula :-decía el obrero convencido-, igual que yo, no sabe hablar. No tiene el portugués que se precisa para ser gobierno. Lula no tiene estudios. No tiene lecturas. Y hay más, si Lula gana qué va a ser de nosotros, qué vergüenza para todos nosotros si la reina de Inglaterra viene aquí de nuevo. La mujer de Lula no está en condiciones de recibir a la reina. No puede ser primera dama.”


Lula Da Silva en los inicios del PT
En Nueva York el discurso ocultador, buscando otra geografía donde poner la basura que subrayaba la discriminación padecida por los discriminados, era un discurso de autonegación, así como de autonegación de su clase era el discurso del obrero que se negaba a ver en Lula, por ser éste obrero también, una contestación al mundo que lo negaba. En la última campaña electoral para presidente, la nordestina que trabajaba con nosotros en nuestra casa votó por Collor en el primer turno y en el segundo y nos dijo, con absoluta certeza:
“No había por quién votar”.
En el fondo debía estar de acuerdo con mucha gente elitista de este país para quienes no se puede ser presidente si se dice menas gente. En último análisis, decir menas gente revela que uno es menos gente.
*
Visité Chile dos veces durante el gobierno de la Unidad Popular y solía decir, en Europa y en EEUU, que quien quisiera tener una idea concreta de la lucha de clases, expresándose en las más variadas formas, tenía que visitar Chile. Sobre todo quien quisiera ver, casi tocar, las tácticas con que luchaban las clases dominantes, la riqueza de su imaginación para alcanzar mayor eficacia en el sentido de resolver la contradicción entre poder y gobierno. Es que el poder, como trama de relaciones, de decisiones, de fuerza, seguía estando proponderantemente en sus manos, mientras que el gobierno, gestor de políticas, estaba en manos de las fuerzas opuestas a ellas, de las fuerzas progresistas. Era preciso entonces superar la contradicción de modo que el poder y el gobierno volvieran a ellas. El golpe fue la solución.
El Movimiento Independiente Revolucionario, MIR, nace en Concepción, constituido por jóvenes revolucionarios que no estaban de acuerdo con lo que les parecía una desviación del Partido Comunista, la de “convivir” con dimensiones de la “democracia burguesa”. Fue así que, ya durante el gobierno de la Unidad Popular, el MIR desarrolló un intenso trabajo de movilización y organización, ya en sí pedagógico-político, al que se sumó una serie de proyectos educativos en las áreas populares.
En 1973 tuve oportunidad de pasar una noche con la dirigencia de la población de Nueva Habana que por el contrario, tras obtener lo que reivindicaba, sus viviendas, continuaba activa y creadora, con un sinnúmero de proyectos en el campo de la educación, la salud, la justicia, la seguridad, los deportes. Visité una serie de viejos ómnibus donados por el gobierno, cuyas carrocerías, transformadas y adaptadas, se habían convertido en bonitas y arregladas escuelas que atendían a los niños de la población. Por la noche esos ómnibus-escuela se llenaban de alfabetizandos que aprendían a leer la palabra a través de la lectura del mundo. Nueva Habana tenía futuro, aunque incierto, y por eso el clima que la envolvía y la pedagogía que en ella se experimentaba eran los de la esperanza. Hasta hoy tengo bien vivos en la memoria fragmentos de discursos de campesinos, de afirmaciones, de expresiones de legítimos deseos de mejorar, de un mundo más bonito o menos feo, menos duro, en el que se pudiese amar -el sueño también del Che Guevara.


Chile: El poder al pueblo
Me parece importante llamar la atención en este punto sobre algo en lo que hice hincapié en la 'Pedagogía del oprimido': la relación entre la claridad política de la lectura del mundo y los niveles de compromiso en el proceso de movilización y de organización para la lucha, para la defensa de los derechos, para la reivindicación de la justicia.
Los educadores y las educadoras progresistas tienen que estar atentos en relación con este dato, en su trabajo de educación popular, porque no sólo los contenidos sino las formas de abordarlos están en relación directa con los niveles de lucha mencionados más arriba. Una cosa es trabajar con grupos populares que se experimentan como lo hacían aquellos campesinos aquella noche, y otra trabajar con grupos que aún no han logrado “ver” al opresor “fuera” de ellos mismos. Este dato sigue vigente hoy. Los discursos neoliberales, llenos de “modernidad”, no tienen fuerza suficiente para acabar con las clases sociales y decretar la inexistencia de intereses diferentes entre ellas, como no tienen fuerza para acabar con los conflictos y la lucha entre ellas. Lo que ocurre es que la lucha es una categoría histórica y social. Tiene, por lo tanto, historicidad. Cambia de tiempo-espacio a tiempo-espacio. La lucha no niega la posibilidad de acuerdos, de arreglos entre las partes antagónicas. En otras palabras, los arreglos y los acuerdos son parte de la lucha, como categoría histórica y no metafísica.
Hay momentos históricos en que la supervivencia del todo social, que interesa a las clases sociales, les plantea la necesidad de entenderse, lo que no significa que estemos viviendo un tiempo lluevo, vacío de clases sociales y de conflictos.
*
En el mes de agosto de 1973 recibí una llamada de Buenos Aires. Era el jefe de gabinete del doctor Taiana, ministro de Educación. Me dijo que el propio ministro quería hablarme. “Profesor Freire -me dijo el doctor Taiana-, tendríamos mucho gusto si usted aceptase nuestra invitación de venir a Buenos Aires lo más pronto posible. Sería muy bueno, por ejemplo, entre fines de este mes y comienzos de septiembre.”
Era una época ya comprometida con unos encuentros promovidos por el Consejo Mundial de Iglesias a los que no podía faltar. La visita quedó organizada entonces para noviembre de 1973 luego que ajustáramos algunas exigencias que yo hacía para ir. No trabajar de noche era una de ellas. Aprovechar todo lo posible parte de esas noches escuchando tango era otra. El ministro cumplió lo pactado. Trabajé mucho pero escuché mucho tango en dos noches de Buenos Aires.
Mi presencia de una semana en Buenos Aires se repartió entre dos encuentros de cuatro horas cada uno con los rectores de todas las universidades públicas del país, un encuentro de un día con todos los equipos técnicos del Ministerio, una reunión con un grupo popular en una zona periférica de Buenos Aires, y finalmente una trasnochada con militantes políticos en la que discutimos lo que estaba sucediendo en el país.
Realmente me sorprendió el ímpetu innovador con que las universidades se estaban entregando al esfuerzo de reinventarse. En todos los aspectos de la experiencia de cada una de ellas había algo que observar. Tanto en la actividad docente como en la investigación, donde trataba de evitarse cualquier dicotomía que en el fondo perjudica a ambas, así como en la extensión. En gran parte de ellas, si no en todas, se buscaba igualmente innovar en la llamada extensión, que, en vez de limitarse a una visita puramente asistencial de la universidad a las zonas populares, se estaba transformando en un medio a través del cual la universidad buscaba encontrarse con los movimientos sociales y los grupos populares. Y ese encuentro se estaba dando también en la intimidad de la universidad y no sólo en las zonas populares.

Recuerdo que discutíamos bastante sobre la cuestión política, así como sobre la cuestión epistemológica involucrada en este problema. La decisión política, de carácter progresista pero que jamás debería explayarse en populismo, de colocar a la universidad también al servicio de intereses populares y la necesaria implicación -en la práctica- de una comprensión crítica sobre cómo debe relacionarse la ciencia universitaria con la conciencia de las clases populares. En el fondo, la relación entre sabiduría popular, sentido común y conocimiento científico.
No tenía dudas, como no las tengo hoy, de que cuando pensamos en términos críticos en universidad y clases populares de ningún modo estamos admitiendo que la universidad deba cerrar sus puertas a la preocupación rigurosa que debe tener con relación a la investigación y a la docencia. No forma parte de la naturaleza de su relación o de su compromiso con las clases populares la falta de rigor o la incompetencia. Por el contrario, la universidad que no lucha por un criterio más riguroso, por más seriedad en el ambiente de la investigación así como en el de la docencia -siempre indicotomizables-, no podrá aproximarse seriamente a las clases populares ni comprometerse con ellas.
En el fondo, la universidad debe girar en tomo de dos preocupaciones fundamentales de las que se derivan otras y que tienen que ver con el ciclo del conocimiento. Éste, por su lado, cuenta tan sólo con dos momentos que se relacionan permanentemente: uno es el momento en que conocemos el conocimiento existente, ya producido, y el otro es aquel en que producimos el conocimiento nuevo. Aun cuando insista en la imposibilidad de separar mecánicamente estos dos momentos, aunque enfatice que son momentos de un mismo ciclo, me parece importante destacar que el momento en que conocemos el conocimiento existente es preponderantemente el de la docencia, el de enseñar y aprender contenidos, y el otro, el de la producción del nuevo conocimiento, es preponderantemente el de la investigación.
En realidad, empero, toda docencia implica investigación y toda investigación implica docencia. No existe verdadera docencia en cuyo proceso no haya investigación como pregunta, como indagación, como curiosidad, creatividad, así como no existe investigación en cuya marcha no se aprenda necesariamente porque se conoce y no se enseñe porque se aprende.
El papel de la universidad, sea ésta progresista o conservadora, es vivir con seriedad los momentos de este ciclo. Es enseñar, es formar, es investigar. Lo que distingue a una universidad conservadora de una progresista jamás puede ser el hecho de que una enseña e investiga y la otra no hace nada. Las universidades con cuyos rectores estuve trabajando aquellas ocho horas en 1973, en Buenos Aires, estaban convencidas de esto. Ninguna de ellas estaba pretendiendo reducir su propia democratización al tratamiento simplista del saber. No era eso lo que les interesaba, sino disminuir la distancia entre la universidad o lo que en ella se hace y las clases populares, sin pérdida de la seriedad y el rigor.
Otro aspecto al que los rectores y sus asesores prestaron igual atención, en el campo de la docencia, fue la búsqueda de una comprensión interdisciplinaria y no puramente disciplinaria de la enseñanza. Departamentos de diferentes facultades ensayaban trabajos así en el intento de superar las visiones fragmentadas a las que sometemos a la realidad y en las que, no pocas veces, nos perdemos. Sin embargo, no todo eran rosas. Las reacciones obvias partían de los sectarios que, enraizados en su verdad, jamás pueden admitir nada que la haga tambalear. Sectarios de derecha o de izquierda -iguales en su capacidad de odiar lo diferente-, intolerantes, propietarios de una verdad de la que no se puede dudar siquiera ligeramente, cuanto más negar.
Este proceso con el que conviví una semana era tan bonito como frágil y amenazado. En ninguna de las reuniones en las golpe que se gestaba, tanto es así que en Chile me “tropecé” con el golpe en las esquinas de las calles, en junio de 1973. En una de las reuniones que tuve con los técnicos del Ministerio, por ejemplo, había un policía infiltrado que hasta me hizo preguntas provocativas. Luego de los trabajos, uno de los educadores me comunicó el hecho entre sorprendido e irritado. Hablé con el coordinador, que me respondió que eso no tendría ninguna consecuencia. Aun cuando lo que los educadores y las educadoras conversaban conmigo era de público conocimiento, la presencia del policía significaba más que lo que él pudiese hacer con nuestro diálogo. Su presencia revelaba el desequilibrio entre el poder y el gobierno. Al fin y al cabo, aquélla era una reunión oficial, patrocinada por el gobierno, convocada por el Ministerio de Educación, y aun así los órganos de represión tenían el poder de infiltrarse y vigilarla. Era como si y en realidad era así las fuerzas reaccionarias que comandaban el país hubiesen permitido el regreso de Perón por una razón táctica pero ejerciesen una rigurosa vigilancia sobre su gobierno.
Creo que no faltaría a la verdad si dijese, ahora que el tiempo ha pasado, que en ninguna de aquellas reuniones de trabajo en las que participé, incluyendo las que tuve con militantes políticos, no hubo nadie que concordase conmigo en ninguna de mis observaciones. A veces decían, en el mejor estilo de los chilenos en el comienzo del gobierno de la democracia cristiana, que yo aún presentaba secuelas de los traumas causados por el golpe brasileño de 1964. Cuanto más avanzaban en sus programas, respondiendo a la curiosidad popular y estimulándola, ya se tratase de programas desarrollados en las universidades o procesados en las zonas populares, tanto más se aprontaban y preparaban el desenlace final, atentas, las fuerzas del golpe.
En mis conversaciones expresé mi seria preocupación por la propia supervivencia de por lo menos parte de ellos. De aquellos y de aquellas cuya participación política fuese o estuviese siendo más visible, cuya práctica estuviese notoriamente más ligada a las que participé dejé de expresar mis preocupaciones ni de sugerir tácticas coherentes con el sueño estratégico progresista que los animaba. Siempre les decía que era necesario que fueran mañosos y astutos como las serpientes. Y ellos me miraban con ojos y caras asustadas frente a lo que les parecían advertencias infundadas.
Algunos de ellos no entendían y hasta reaccionaban molestos cuando les decía que para mí había una gran distancia entre lo que ellos hacían en el país, a nivel de educación, de cultura, de los movimientos sociales populares, del discurso, y las bases reales de su gobierno. No es que no debiesen hacer más que algo, debían hacer mucho. Pero era necesario estar con los ojos muy abiertos en relación con aquel problema.
No me parecía necesario tener la sensibilidad aguzada y la sabiduría de un buen analista político para descubrir en el aire el golpe que se gestaba, tanto es así que en Chile me “tropecé” con el golpe en las esquinas de las calles, en junio de 1973. En una de las reuniones que tuve con los técnicos del Ministerio, por ejemplo, había un policía infiltrado que hasta me hizo preguntas provocativas. Luego de los trabajos, uno de los educadores me comunicó el hecho entre sorprendido e irritado. Hablé con el coordinador, que me respondió que eso no tendría ninguna consecuencia. Aun cuando lo que los educadores y las educadoras conversaban conmigo era de público conocimiento, la presencia del policía significaba más que lo que él pudiese hacer con nuestro diálogo. Su presencia revelaba el desequilibrio entre el poder y el gobierno. Al fin y al cabo, aquélla era una reunión oficial, patrocinada por el gobierno, convocada por el Ministerio de Educación, y aun así los órganos de represión tenían el poder de infiltrarse y vigilarla. Era como si –y en realidad era así-las fuerzas reaccionarias que comandaban el país hubiesen permitido el regreso de Perón por una razón táctica pero ejerciesen una rigurosa vigilancia sobre su gobierno.
Creo que no faltaría a la verdad si dijese, ahora que el tiempo ha pasado, que en ninguna de aquellas reuniones de trabajo en las que participé, incluyendo las que tuve con militantes políticos, no hubo nadie que concordase conmigo en ninguna de mis observaciones. A veces decían, en el mejor estilo de los chilenos en el comienzo del gobierno de la democracia cristiana, que yo aún presentaba secuelas de los traumas causados por el golpe brasileño de 1964. Cuanto más avanzaban en sus programas, respondiendo a la curiosidad popular y estimulándola, ya se tratase de programas desarrollados en las universidades o procesados en las zonas populares, tanto más se aprontaban y preparaban el desenlace final, atentas, las fuerzas del golpe. En mis conversaciones expresé mi seria preocupación por la propia supervivencia de por lo menos parte de ellos. De aquellos y de aquellas cuya participación política fuese o estuviese siendo más visible, cuya práctica estuviese notoriamente más ligada a las clases populares o a aquellos y aquellas de quienes el servicio represivo estuviese creando un perfil con trazos más cargados. Lamentablemente mis advertencias tenían una razón de ser.
El golpe vino luego de la muerte de Perón, violento, malvado, y algunos de los amigos que no creían válidos mis análisis tuvieron que dejar el país a toda prisa y a escondidas mientras que otros, desgraciadamente, desaparecieron para siempre.
A ellos y a ellas, y a todos los que en América Latina, en América Central, en el Caribe y en África, cayeron en la pelea justa, presento mi homenaje respetuoso y amoroso en esta Pedagogía de la esperanza en la que revivo la 'Pedagogía del oprimido'.
contrahegemoniaweb.com.ar

Crece la pobreza rural en América Latina y el Caribe

Publicado el 21 Noviembre 2018 Escrito por El Clarín de Chile
Casi 59 millones de seres humanos está inmerso en la pobreza rural en América Latina y el Caribe ya que entre 2014 y 2016, la pobreza rural de la región creció en dos millones de personas siendo lo anterior, una histórica reversión en la lucha en contra de la pobreza.
Así lo explica la nueva publicación de la FAO, el Panorama de la Pobreza Rural en América Latina y el Caribe presentada hoy en Buenos Aires, Argentina, durante la Semana de la Alimentación y la Agricultura.
Desde 1990 hasta 2014, la pobreza rural en la región había caído casi 20 puntos porcentuales, desde 65% a un 46%, pero, entre 2014 y 2016, tanto la pobreza como la pobreza extrema aumentaron dos puntos porcentuales cada una, alcanzando, respectivamente, 48,6 % y 22,5%.
La última vez que la región pasó por un retroceso de esta magnitud en materia de pobreza rural fue por los efectos de la crisis financiera internacional de 2008.
Julio Berdegué, Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que “no podemos tolerar que uno de cada dos habitantes rurales sea pobre, y uno de cada cinco, indigente. Peor aún, hemos sufrido una reversión histórica, un quiebre que vuelve patente que nos estamos olvidando del campo”.
La migración desde el campo está vinculada a territorios diezmados por la pobreza y la vulnerabilidad climática. Una buena parte de las personas que migran por desesperanza, lo hacen desde zonas rurales diezmadas por la pobreza, la inseguridad y la vulnerabilidad ambiental, según el Panorama de la Pobreza Rural.
El informe, además, indica que el ingreso laboral anual promedio de un trabajador del sector rural en América Latina el 2015 era de USD 363 dólares, menos de la mitad de los USD 804 de los trabajadores urbanos, en el mismo año.
La mayor parte de las personas que dejan sus territorios de origen en Centroamericana lo hacen huyendo de municipios rurales, incluyendo pequeños pueblos y ciudades con menos de 100 000 habitantes. En Honduras, el 76% de quienes dejaron sus territorios provienen de 295 municipios rurales. En El Salvador, el 70% proviene de 257 municipios rurales, y en Guatemala el 61% de los emigrantes proviene de 325 municipios rurales.
“La migración irregular e insegura desde el campo es un asunto social y políticamente prioritario. Su solución incluye convertir los territorios rurales en lugares prósperos y socialmente cohesionados”, explicó Berdegué.
Según la FAO, eliminar la pobreza rural es clave para enfrentar a las economías ilegales como el tráfico ilícito de drogas, la trata de blancas, la tala de bosques y minería ilegal, las que han venido ganando espacio en la región y aumentan la inseguridad en los territorios rurales.
Según el Panorama de la Pobreza Rural, el campo concentra la pobreza más dura porque las zonas rurales concentran el 29 por ciento de todas las personas pobres de América Latina –59 millones–  y el 41 por ciento de todos los pobres extremos de América Latina, 27 millones de mujeres y hombres. Lo anterior, pese a que solo el 18 por ciento de la población de la región vive en zonas rurales.
“El campo y lo rural son lugares claves para el crecimiento económico de los países, para el desarrollo de sus exportaciones y para el empleo de millones. Allí está la base de la agroindustria, que impulsa la innovación científica y tecnológica en la región, y también está la agricultura familiar que hoy produce la mayor parte de los alimentos de consumo local”, explicó Berdegué.
El Panorama de la FAO destaca que hay países que han sido muy exitosos en su reducción de pobreza rural en la región: entre 1990 y 2014, Brasil redujo de 71% a 29% su pobreza rural; Bolivia redujo su pobreza rural de 79% en 1997 a 54% en 2013. Chile la bajó de 39% a 7%. Colombia redujo su pobreza rural de 61% en 1991 a 42 % en 2014. De 2000 a 2015, Ecuador la redujo de 66% a 27%, y Paraguay de 70% a 51%. Perú la disminuyó de 73% a 46%, desde 1997 a 2014.
Sin embargo, en la región aún existen territorios que son verdaderas “trampas de pobreza”, incluso en países de ingreso altos.
Persisten enormes brechas entre las posibilidades de desarrollo de los territorios urbanos y rurales: disminuir a la mitad la brecha que hoy existe entre el acceso a infraestructura básica y servicios educacionales de los jóvenes rurales, en comparación a los urbanos, tomaría -a la velocidad actual- entre 22 y 40 años en el Perú, entre 19 y 29 años en México y entre 17 y 41 años en Chile.
Sin desarrollo rural no habrá desarrollo sostenible ya que la meta 1,2 del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS)llama a reducir al menos a la mitad la proporción de personas que viven en la pobreza al año 2030. Tomando en cuenta el ritmo de reducción de la pobreza en los últimos cinco años para dieciséis países de la región, varios no alcanzarán ésta meta en sus zonas rurales.
“Sin desarrollo rural no habrá desarrollo sostenible, ya que 132 de las 169 metas de los ODS están íntimamente vinculadas al desarrollo rural, y dos de cada diez metas sólo se pueden lograr en el campo”, explicó Berdegué.
Ahora bien, la publicación de la FAO destaca cinco medidas claves para retomar el rumbo de la reducción de la pobreza. La primera, es la necesidad de crear sectores agrícolas eficientes, incluyentes y sostenibles. Esto puede lograrse fortaleciendo la inversión en bienes públicos, el aumento del acceso a la tierra, a servicios rurales, a mejor información y a la gestión de los riegos en el sector agrícola.
La segunda clave es la protección social ampliada, es decir, se debe aumentar la cobertura de la protección social para la población rural, además de promover sus sinergias con el sector productivo, especialmente con el sector agrícola.
Un tercer factor fundamental, es la gestión sostenible de los recursos naturales. Para ello se deben vincular las políticas de reducción de la pobreza con la sostenibilidad ambiental y promover la resiliencia de las poblaciones rurales ante los choques ambientales y económicos.
El impulso al empleo rural no-agrícola es la cuarta medida que destaca el Panorama y ello, requiere fomentar los vínculos urbano-rurales, la inversión privada y la provisión de infraestructura básica, el encadenamiento del agro con mercados de bienes y servicios, y la implementación de programas públicos en esta área con presupuesto propio y a gran escala.
Mejorar la infraestructura es también fundamental para un campo sin pobreza: la FAO señala que se debe aumentar e intensificar la inversión pública en activos territoriales, y vincular la infraestructura con servicios públicos asociados.

El segmento más postergado de la sociedad son niños y adolescentes

En Argentina hay siete millones de pobres según Unicef

El documento de Unicef detectó que hay 7,3 millones de personas de la población general que sufren la pobreza tanto por insuficiencia de ingresos como por privaciones de orden cualitativo.
Un 16,3% de la población total sufre de pobreza monetaria y no monetaria a la vez, mientras que un 11% de los pobres por ingresos no son pobres en la medición no monetaria. Es decir que del total de 27,3% de pobres medidos por el Indec en el primer semestre, más de la mitad son además pobres en términos estructurales, ya que sufren privaciones en educación, protección social, vivienda, saneamiento básico, acceso al agua segura y hábitat seguro.
En términos absolutos, 7,3 millones de personas no pueden acceder a la canasta básica de consumo y además sufren de alguna privación estructural. De ese total de población “pobre-pobre”, prácticamente la mitad son niños, niñas y adolescentes (NNyA). Se trata del segmento más postergado de la sociedad.
La población que no es pobre por ingresos asciende al 72,7% del total, es decir, unas 32 millones de personas. Los que no son pobres por ingresos ni sufren una carencia no monetaria son el 49% del total, unas 22 millones de personas que están en la cúspide de los cuatro estratos medidos por pobreza monetaria y no monetaria. Un grupo de especial interés es el de la población no pobre por ingresos pero pobre según la medición no monetaria. Se trata del 23,4% del total de la población, son 10,4 millones de personas que si bien son pobres según la medición de Unicef, el Indec no los registra como pobres porque cuentan con el dinero suficiente para comprar los bienes de la canasta básica.
“Se estima que en 2018 alrededor de un 27% del total de NNyA en Argentina sufren privaciones monetarias y no monetarias a la vez. Tomando en cuenta a la población total de NNyA (unos 13 millones) esto equivaldría a un poco más de 3,5 millones”, alerta Unicef. Por otro lado, hay unos 2,9 millones de NNyA que no son pobres en la medición por ingresos pero sí lo son en la medición de privaciones no monetarias. Esos 2,9 millones de NNyA no son tenidos en cuenta como pobres por las estadísticas oficiales.
“En lo que refiere a la niñez y adolescencia, vivir en la pobreza durante las primeras etapas de la vida significa no asistir a la escuela o hacerlo con retraso, no tener vestimenta digna y estar privado del acceso al agua potable, a la electricidad, vivir en espacios inseguros y en condiciones de hacinamiento. Estas realidades tienen consecuencias negativas, al igual que la posibilidad de que se reproduzca en la siguiente generación y comprometen el presente y futuro de las niñas y los niños que la viven, así como el desarrollo económico y bienestar social del país”, indica el informe.

En Órbita

Argentina alcanza su pico más alto de pobreza de la última década

01:00 15.12.2018 SPUTNIK NEWS
La pobreza en Argentina alcanza al 33.6% de la población urbana, lo que corresponde a 13,6 millones de personas, según un estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica. Se trata del nivel más alto de toda la década, superando los picos anteriores de 2014 y 2016.
En el último año la pobreza subió más de cinco puntos, lo que significa que 2,2 millones de personas ingresaron en el umbral de la pobreza durante 2018. El economista argentino, Jorge Castro, aseguró a 'En Órbita' que este incremento se debe a la "relación directa entre el nivel inflacionario y nivel de pobreza".
"Es el resultado directo del salto inflacionario que ha ocurrido en el país a partir del mes de abril de este año, cuando la devaluación de más de 40% que experimentó el peso argentino respecto al dólar provocó cinco puntos de aumento en el nivel de pobreza del país", explicó Castro.
El mayor salto y el índice más alto de pobreza e indigencia afecta a los menores de 17 años: subió del 44 al 51,7%. Hay 931.700 nuevos chicos pobres, totalizando 6.255.000 niños que viven en hogares que no tienen ingresos para asegurar una alimentación básica.
Si se analiza la información por regiones, el conurbano bonaerense es el más afectado, con el 43,4 % de la población. Según el economista, esto se debe a que "la pobreza en la Argentina es un fenómeno esencialmente urbano, no rural".
"En los siete partidos de la zona sur y oeste de la argentina está concentrado el 40% de la pobreza del país y allí la pobreza ha crecido más de siete puntos desde el mes de abril hasta ahora", señaló Castro.
Estas y más noticias en esta nueva edición de 'En Órbita'.
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Signo del dólar de EEUU

Pobreza en Argentina: "El punto crítico es el precio del dólar"

© Sputnik / Natalia Seliverstova
23:23 14.12.2018 SPUTNIK NEWS
La pobreza en Argentina alcanzó al 33,6% de la población urbana, según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica. El último año la cifra subió más de cinco puntos. Sputnik habló del tema con el economista argentino Jorge Castro.
El porcentaje corresponde a 13,6 millones de personas, 2,2 millones más que el año anterior. Se trata del nivel más alto de toda la década, superando los picos anteriores de 2014 y 2016. Para el economista Jorge Castro, "el punto crítico es el precio del dólar, que es el indicador decisivo de la economía y de la sociedad argentina". Sostuvo a Sputnik además que la argentina "es la economía más dolarizada del mundo".
"El total de activos monetarios y financieros en dólares estadounidenses asciende a 350.000 millones de dólares, y los activos monetarios y financieros en moneda nacional solo a 90.000 millones de dólares. Argentina el país más dolarizado del mundo. Es un país que realiza la totalidad de sus inversiones y ahorro en dólares. El peso argentino es una moneda puramente transaccional con el cual no se ahorra ni invierte", dijo a Sputnik el economista.
La mayor pobreza e indigencia afecta a los menores de 17 años. Subió del 44 al 51,7%. Son 931.700 nuevos chicos pobres, un total de 6,2 millones de niños que viven en hogares que no tienen ingresos para asegurar una alimentación básica.
"Los menores de 17 años ratifican la tendencia de que más del 50% de los jóvenes argentinos se encuentran bajo los niveles de pobreza. Esas cifras se incrementan y han pasado del 44 al 51%", indicó.
Por regiones, el conurbano bonaerense es la más afectada con el 43,4 % de la población. Castro aseguró que es allí donde se concentra el 40% de la pobreza del país. De los 13,6 millones de pobres urbanos, hay 161.500 nuevos indigentes, con un crecimiento de 0,4 puntos.
Estos datos corresponden al tercer trimestre de 2018, están actualizados y recalculados para toda la década. Para el economista Castro, esto tiene que ver con el dólar y la inflación. "Es el resultado directo del salto inflacionario que ocurrió en el país a partir de abril de 2018. La devaluación de más de 40% que sufrió la moneda argentina respecto al dólar provocó cinco puntos de aumento en el nivel de pobreza del país", concluyó.

Argentina: Manipulación informativa para disputar consenso

por Julio C. Gambina
LA HAINE - 11/12/2018

Más allá de los problemas económicos, la inflación y la recesión
Con sus consecuencias regresivas en materia de pobreza, caída del salario y suba del desempleo, el discurso oficial macrista manipula la información para disputar consenso social de cara a las elecciones del 2019. Siente el gobierno que para sus objetivos “cierra bien” el año 2018, con la aprobación del Presupuesto 2019, de ajuste reaccionario, y un balance propio de éxito de la Cumbre del G20 que lo vincula al poder mundial. Con ello, se anima a sustentar una nueva vuelta de tuerca a la política represiva, de acción policial con derecho a matar, que por ahora encuentra rechazo en buena parte del movimiento social y aun en las propias filas e instituciones afines. La convicción gubernamental es que la demanda por seguridad se asocia a la defensa de la propiedad privada y no a la seguridad social medida en satisfacción de derechos sociales, algo que pretende reformar reaccionariamente. El objetivo es el control social, por eso pretenden disciplinar a la población.
En rigor, la inflación anual se acerca al 50% con un efecto regresivo sobre la mayoría de la población de bajos ingresos, pero como la tendencia es a la reducción luego del pico de los últimos meses, el oficialismo hace propaganda con augurios de mejores tiempos para el año entrante. Claro que la reducción pronosticada para el 2019, un 25% aproximadamente, será mayor al 15% que se anunciaba para todo el 2018 hace apenas un año. Es curioso el caso de la suba de los precios, que actúa como mecanismo de distribución regresiva del ingreso y la riqueza y que sin embargo es utilizado como mecanismo de propaganda sobre el combate a la inflación. Crece la inflación y se sostiene que se la combate y se lo hace con medidas regresivas, de mayor ajuste vía política monetaria restrictiva que agudiza los efectos de la recesión e impacta en la merma del consumo popular.
Ocurre lo mismo con las tasas de interés. La noticia es ahora que se elimina el piso del 60% como tasa de referencia del BCRA y por ende, la propaganda trasmite la baja de la tasa desde el máximo del 73% de hace pocas semanas, a menos del 60% en estos días. Claro que se omite que hace pocos meses la tasa de referencia era del 40% y ya era un guarismo elevado para pensar en políticas activas de crédito para el desarrollo productivo. Todo es propaganda, sin importar las consecuencias sociales. El horizonte ofrecido por el discurso es que todo irá mejor, que se combate la pobreza aunque ésta aumente.
Se trata de un discurso donde siempre se corre el límite del campo de juego. Si el máximo admisible era un 15% de inflación para 2018 y se alcanzará el 50%, entonces hay que mostrar, en el discurso oficial, lo positivo de una reducción al 25% probable para 2019, dejando en el olvido el propósito del 15% de hace apenas un año. No se argumenta sobre las pérdidas de ingresos en el periodo de años de ascenso y tendencia actual a la reducción de los precios; un fenómeno que arrastra el presente y el futuro.
En el medio, son cifras millonarias que se transfieren desde la mayoría de la población de menores ingresos a los pocos sectores concentrados de altos ingresos. Lo que unos pierden, otros lo ganan y por eso, en economía nada se pierde, solo cambia de bolsillo el dinero. Unos pocos acumulan lo que la mayoría pierde. Por eso hemos dicho hasta el cansancio que la inflación es un mecanismo de lucha de clases, que afecta a quienes viven de ingresos fijos, pero también a sectores empresarios que transfieren parte de su rentabilidad al capital más concentrado. Los capitales hegemónicos dominantes se apropian de la riqueza socialmente producida. Lo que se juega con el discurso oficial es el consenso electoral de la sociedad. No importa que ese consenso se logre como producto de la manipulación de la conciencia social, lo que interesa es ganar el sentido común. Un sentido que instalan las clases dominantes en su provecho. Así, resulta normal lo cotidiano, aun cuando sea desfavorable para la mayoría social.
La estrategia se estimula desde las redes sociales, los medios de comunicación y los intelectuales orgánicos, que como cultura mayoritaria encuentra legitimidad en los poderes del Estado, los que impulsan un proceso creciente de legitimación de un plan reaccionario de reformas estructurales. El camino se transita desde la disputa de la conciencia y el sentido común hacia la legalización que lo institucionaliza. Hay que remitir a la historia para verificar que la propiedad privada se consolidó en la Constitución previa siembra de la conciencia social demandante de su defensa. La propiedad privada fue primero demanda y luego institución, lo que habilitó su carácter de permanencia en el tiempo como derecho inviolable, inalienable e imprescriptible.
Es el mecanismo que verifica la estrategia del presente. La estrategia asumida apunta a instalar un diagnóstico y un rumbo en la sociedad para luego legitimarlo institucionalmente. Si se leen los argumentos en la fundamentación del presupuesto del ajuste se encontrará la falacia para la manipulación social. En el documento presentado al Parlamento se aducen problemas climáticos, sean inundaciones o sequías, como si el modelo productivo nada tuviera que ver con el fenómeno del cambio del clima. El modelo productivo no se discute y no solo se avanza con el complejo sojero, sino que ahora se agrega la explotación de los hidrocarburos no convencionales. También se señalan causas externas, como la guerra comercial entre EEUU y China u otras variables del contexto internacional como la suba de la tasa de interés en EEUU. Se sostiene que son fenómenos de la economía mundial que afectan a la Argentina, que “…hasta entonces venía bien…”, según el relato oficial.
Es verdad, pero se elude el impacto de la propia política de desfinanciamiento del Estado con el deliberado aumento del endeudamiento público para cancelar deuda y facilitar la fuga de capitales. Así, se sostiene que el país “venía bien”, con abundante financiamiento externo, y en la coyuntura, se cruzó una tormenta por los fenómenos enunciados que derivaron en la búsqueda del auxilio del FMI.

Se confirma el rumbo al señalar que: menos mal que acudimos al FMI, sino la situación hubiese sido peor. Imposible de demostrar contra los hechos de la intervención del Fondo. La propia política oficial lleva directo al FMI y se explica que no había más remedio, que no había otra y el resultado es una hipoteca por varios años para sustentar el rumbo que solo beneficia a muy pocos sectores altamente concentrados de la economía. El consenso político construido hacia el 2015 se sostuvo en la elección de medio turno en 2017 y se pretende sostener con la repetición de un segundo periodo presidencial entre 2019 y 2023, con Macri o alguien que otorgue continuidad al proyecto de restructuración regresiva del PRO-Cambiemos.
¿Qué busca el proyecto en el gobierno en un mundo compelejo?
Consolidar un bloque dominante en el orden capitalista local, restaurando la lógica de dominación que asoció a la burguesía terrateniente y al capital externo en el modelo de inserción subordinada de la Argentina entre fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. No se trata de repetir la situación ni el bloque en el poder, sino una lógica de dominación que otorgue estabilidad al orden local del capitalismo, afectado por inestabilidades y disputas por décadas de lucha en el poder. Por eso la alusión a 70 años de decadencia de la Argentina en el argumento del oficialismo.
Insistamos que no se trata de repetir aquellas condiciones de fines del siglo XIX y comienzos del XX, sino de intentar resolver la disputa gestada desde la industrialización de la década del 20 del siglo pasado, la que desordenó la lógica de la dominación con nuevos actores que disputan la hegemonía del orden local y que en este trayecto casi centenario hacia el presente han generado disputas en el poder a costa de la mayoría de las clases subalternas, especialmente el pueblo trabajador. No es un dato menor la alternancia radical y peronista entre 1916 y 2015, bajo gobiernos constitucionales. La burguesía fabril emergente en el proceso industrializador busco su asociación al capital externo en un ciclo de fusiones e internacionalización de su actividad económica para disputar un lugar en el bloque de poder, donde la banca local y extranjera jugó un papel de financista, inducido con rumbos específicos en diferentes gobiernos del periodo que mencionamos, sean constitucionales o producto de dictaduras militares.
Para la industrialización subordinada se contó con nueva institucionalidad y aporte profesional, científico e intelectual, junto a la inspiración y actividad militar, en gobiernos constitucionales o dictatoriales. No se trata de identificar a los gobiernos dictatoriales con los constitucionales, pero sí de mostrar que los cambios estructurales hacia la industrialización desde comienzos del Siglo XX constituyó un fenómeno que trasciende los diferentes gobiernos desde los 20 y más aún el golpe del 1930 hasta 1975/76, donde la disputa por construir un nuevo bloque de poder se hace evidente y se sostiene hasta el presente. La des-industrialización relativa desde 1975/76 lo hace evidente. Digo relativa porque el proceso tiene un doble sendero, el de la modernización empujada por las transnacionales actuantes en el país y la transnacionalización de los capitales locales, donde Techint resulta emblemática, o si se quiere, ARCOR, recuperando aquello de aceros o caramelos. Es una modernización asociada al cambio de las relaciones sociales de producción, lo que supuso: a) la reaccionaria reforma laboral y previsional, aún en proceso y objetivo central del proyecto PRO-Cambiemos; b) la reestructuración del Estado vía privatizaciones, desregulaciones y mercantilización de los derechos y la vida cotidiana, aún en proceso con las reformas educativas, sanitarias o judiciales, entre muchas; c) la reinserción subordinada del país en el sistema mundial hegemonizado por EEUU y convalidando con la suscripción de tratados bilaterales en defensa de las inversiones externas.
Pero esos proyectos que apuntan a resolver la disputa en el poder se cruzan con las nuevas realidades y complejidades del sistema mundial, evidenciado con la aparición de China y el debate falaz sobre la globalización o el proteccionismo, que esconde la disputa hegemónica del sistema capitalista mundial. Falaz digo porque es una contradicción que acompaña al orden capitalista desde su origen, incluso en las formulaciones teóricas que sustentan el orden del capital. El capitalismo dominante inglés, europeo o estadounidense convivió con el proteccionismo y un discurso aperturista, sustentado de manera ambivalente por sendas teorizaciones afines a esos objetivos.
La disputa por el poder en la Argentina explica décadas de inflación, mecanismo de la lucha de las clases por el poder y la dominación. Es la especificidad nacional que cuesta entender, lo que aparece como difícil para explicar. Muchos se interrogan porque hay inflación elevada en Argentina o incluso en Venezuela, mientras la mayoría de los países ofrecen escenarios de estabilización. Macri creía en campaña electoral que él con sus adhesiones ideológicas y políticas podía resolver esa ecuación, precisamente por su origen y alineamiento con la burguesía más concentrada. La realidad de la disputa por la apropiación del plusvalor generado en el país es lo que sostiene el ciclo inflacionario que acumula décadas en la Argentina, y no muy distinto es lo que ocurre en la tierra de Bolivar. La inflación solo fue contenida transitoriamente en momentos de estabilización de una franja dominante en el poder, como se pudo apreciar en el proyecto inicial de Videla y Martínez de Hoz, o luego con Menem y Cavallo.
El gobierno Macri pretende, desde el consenso electoral ponerle hegemonía al capitalismo local y pasar a liderar una reestructuración política más allá de la tradición radical-peronista. Esa hegemonía piensan es la que podrá inducir el cambio económico necesario para estabilizar la economía capitalista local. Cuenta como socio principal a Trump y al gobierno de EEUU, aun cuando su apuesta originaria era el espíritu aperturista y globalizador que surgía del discurso demócrata de Hilary Clinton. En ese camino puede incluirse incluso la desaparición de sectores de la cúpula empresarial hoy afectados por procesos judiciales. Macri llegó al gobierno en 2015 con un diagnostico errado sobre el momento del sistema mundial, pero con un firme propósito de poner fin a la disputa por el poder en el orden local y por ello su adaptación y acercamiento explícito al gobierno Trump, incluso el oportunismo por aprovechar el empuje chino, si es que puede, incluso si se lo permite el vínculo con Washington. Queda por verse si logra el objetivo.
Si en el 2001 disputaban los acreedores externos, las privatizadas de servicios públicos y la banca, contra sectores productivos y exportadores del campo y la industria; en el presente los alineamientos colocan de un lado a los grandes productores y exportadores del campo y la industria junto a empresas privatizadas que bregan por la liberación de las tarifas y una economía especulativa asociada a la banca, la deuda y el libre movimiento internacional de capitales; y del otro a los sectores vinculados al mercado interno y de menor desarrollo tecnológico, que no necesariamente constituyen el cambo de la pequeña y mediana empresa, por eso las quejas en la Unión Industrial o sectores asociado al comercio. Esa disputa por el poder económico encuentra límites ideológicos en la burguesía, que aun dificultada su renta en el mercado local, adhieren a un discurso de apertura e inserción subordinada en un marco de tendencias globales con las contradicciones surgidas de las guerras comerciales y monetarias que tensionan el sistema mundial. Se constituye como dijimos en un sentido común de época, que puede identificarse con cierto corrimiento a la derecha del espectro y la oferta política. Es el camino que se confirma con Trump, Macron, Macri o Bolsonaro, con los matices que cada uno de ellos supone.
¿Se puede pensar a contramano?
El problema limitante para romper la lógica del poder apunta a promover un objetivo de modelo productivo y de desarrollo más allá y en contra del capitalismo, porque de lo contrario, es la lógica de hacer funcionar al orden del capital lo que genera el círculo vicioso de gobiernos que estimulan reformas que son desarmadas en renovadas gestiones de restauración conservadora, tal como expresa la historia desde la existencia de gobiernos constitucionales desde 1916. Hace tiempo, en época de la bipolaridad mundial (1945/1991) se aludía en un lenguaje eufemístico a la economía de mercado y a la centralmente planificada, como dos estrategias de desarrollo. Con la desarticulación de la URSS fue ganando consenso el restablecimiento de la categoría capitalista como horizonte de posibilidad y rechazo a la posibilidad del socialismo. Fue Cavallo quien en los 90 restableció el objetivo por el capitalismo y más recientemente se retomó un discurso por el capitalismo nacional, imposible en tiempos de transnacionalización de la economía. El Senador Pichetto argumenta en estos días demandando al peronismo bregar por un “capitalismo moderno”, alejado del combate al capital históricamente formulado, más allá de haber constituido alguna vez una consigna realista.
Las oposiciones diversas al macrismo con posibilidad de ser gobierno se asumen en la disputa por la gestión del orden capitalista local y ese es su límite. El orden capitalista es mundial y está atravesado por las tensiones de la disputa global, claro que con las especificidades locales, que para el caso de la Argentina presenta contradicciones en el núcleo económico y político del poder. Por eso se privilegia la estrategia electoral y se prefirió, por ejemplo, no acompañar la movilización popular contra el G20 en la semana de acción sustentada por parte del movimiento popular que ve el problema del país y del mundo en la estrategia asociada de las corporaciones transnacionales, los organismos mundiales y los principales Estados del sistema mundial, más allá de la adscripción al liberalismo o al proteccionismo. En los tratados de libre comercio o en la defensa de las inversiones vía tratados bilaterales o multilaterales se juega la dominación global del capital transnacional. Es una constante de las últimas cuatro décadas, más allá de momentos distribución del ingreso, los que no modificaron cuestiones esenciales del modelo productivo y de desarrollo. Ello es imprescindible en un modelo sustentado desde las automotrices, el complejo sojero, petrolero o en el circuito favorable a la libre circulación del capital y la especulación. Resulta lógico no confrontar a las políticas del G20 si se aspira a ser parte del cónclave, aun con la crítica al orden hegemónico.
Así como las derechas se legitiman electoralmente previa instalación de su sentido común en la sociedad, cualquier pensamiento alternativo en el movimiento popular y la izquierda, tiene la necesidad de instalarse previamente como práctica y pensamiento social generalizado que pueda disputar el poder a la dominación y construir otro orden posible en una transición desde el capitalismo a otro orden de cooperación, solidaridad, des-mercantilización y privilegio a la satisfacción de derechos sociales vía producción de bienes de uso y no de cambio, respetando el medio ambiente, la diversidad de género y el respeto mutuo contra toda forma de discriminación y racismo.
La Haine

La ultraderecha está de moda

por  Marcelo Colussi
LA HAINE
06/12/2018

El problema no son los migrantes; migraciones hubo siempre, en toda la historia humana

Sarcásticamente se ha dicho que años atrás, para competir en las elecciones presidenciales, la imagen de duro y matón quitaba votos. Hoy, por el contrario, parece haberse invertido la cuestión: ofertas de mano dura, de ultraderecha, totalmente conservadoras –a lo que debería sumarse un mensaje de racismo, machismo, homofobia y xenofobia– parecen ser la clave para ganar.
En EEUU y en Europa vemos, para consternación de muchos, que propuestas políticas y gobiernos con características neofascistas están en aumento. Para los 90 del siglo pasado, esa tendencia derechosa del electorado no pasaba del 10%; hoy representa una cuarta parte. Muchos países ya han optado por gobiernos centrales o parlamentos con una clara tendencia neofascista, profundamente racista y xenófoba. La tendencia parece ir en aumento. ¿Está de moda? En Latinoamérica, con sus características propias, también parece haber llegado esa ola. ¿Qué está pasando?
En Francia, Marine Le Pen, hija del ultraconservador Jean Marie Le Pen, obtiene un 33% de preferencia electoral en la segunda vuelta presidencial, siendo figura clave de la política nacional gala con su encendido discurso neofascista; en Alemania, aunque constitucionalmente están prohibidos los partidos y manifestaciones neonazis, la fuerza ultraderechista Alternativa para Alemania tiene 90 escaños en el parlamento; en Italia gobierna una coalición de extrema derecha encabezada por la xenófoba Liga del Norte, quien no oculta su voluntad de separarse del sur “pobre y subdesarrollado”; en Hungría (ex república de la órbita soviética) el primer ministro Viktor Orbán, de la mano de un partido de extrema derecha y ultranacionalista, ganó dos elecciones, con más del 50% del electorado. En Polonia, también ex Estado pro soviético, gana una propuesta de extrema derecha con los hermanos Jaroslaw y Lech Kaczyński, dominadores del partido ortodoxo Ley y Justicia. Procesos similares se dan en Croacia, República Checa, Holanda, incluso –para sorpresa y desolación de muchos– en países otrora socialdemócratas y ejemplos de tolerancia y apertura, como Suecia o Finlandia.
Siempre en esta lógica de la derechización en la visión del mundo y de la política, y poniendo chivos expiatorios por delante como son los inmigrantes irregulares, en el Reino Unido de Gran Bretaña gana una propuesta como el Brexit, es decir, la salida de la Unión Europea en nombre de un acendrado nacionalismo conservador, viendo en la inmigración un peligro mortal. Y en EEUU gana la presidencia (y probablemente pueda repetir) un ultra ortodoxo de línea dura como Donald Trump, con su xenofóbico llamado a construir el muro para detener a los “delincuentes hispanos”, más un modo absolutamente autoritario y patriarcal que, en vez de repeler, gana votos.
Pareciera darse una fiebre de ultra derecha por doquier; también en Latinoamérica asistimos a estos procesos de derechización creciente (Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia), terminando con el militar retirado (y payasescamente ultra conservador) Jair Messias Bolsonaro en Brasil (quien pareciera haberse tomado en serio su segundo nombre).
Debería hacerse una diferenciación entre la ultraderecha del Norte y la de Latinoamérica. En los países desarrollados, EEUU y los de la Unión Europea, puede hablarse de neofascismo. No es exactamente igual lo que sucede en Latinoamérica.
El rebrote neofascista o neonazi al que se asiste en el Primer Mundo tiene causas bien concretas, con actores claramente identificados. Las causas son materiales, económicas, a lo que se suman, por supuesto, factores psicológico-culturales que retroalimentan las anteriores. El nacional-socialismo alemán de entreguerras, preparatorio de la segunda conflagración mundial, tuvo que ver con la postración del pueblo teutón y su empobrecimiento tras la derrota en 1918. Fue un proyecto de reactivación económica, asentado en la loca creencia de ser una “raza superior” destinada a manejar el mundo, con lo que se logró movilizar a todo un pueblo: proletariado y clase media empobrecida. El orgullo alemán se movió con un mensaje quasi apocalíptico de un líder tremendamente carismático –Adolf Hitler– que pudo conducir ese descontento transformándolo en espíritu bélico y expansionista. El chivo expiatorio del caso fue, básicamente, la minoría judía (junto a otras, siempre vistas como “elemento a exterminar”: gitanos, homosexuales, comunistas).
Esa composición, que habla de una situación de empobrecimiento, se repite hoy día. ¿Por qué el resurgir de las tendencias neofascistas en Europa y EEUU? Porque la crisis sistémica del capitalismo que se arrastra desde hace una década, con el gran crack financiero del 2008, no se resolvió, ni da miras de hacerlo. A lo que se suma la globalización neoliberal imperante, que hace que muchas grandes empresas multinacionales muevan sus plantas fabriles desde sus países de origen al Sur (allí hay mano de obra más barata, sin sindicatos, no se respetan regulaciones medioambientales ni se pagan impuestos). Todo ello, aunado, contribuye a un empobrecimiento creciente de la gran masa trabajadora: el empantamiento del sistema y la pérdida de puestos de trabajo son una bomba de tiempo. El “malo de la película”, para el caso, está dado por los inmigrantes (africanos y del Medio Oriente fundamentalmente en Europa, latinoamericanos para EEUU), quienes, según el encendido y mentiroso discurso neofascista, “vienen a robar plazas a los trabajadores nacionales”.
Siempre pareciera haber necesidad de chivos expiatorios (verdad que nos enseña la Psicología). “El infierno son los otros”, sintetizó magistralmente Jean Paul Sartre. El inmigrante lleva esa carga: además de huir de sus países de origen por las condiciones pésimas en que vive, se encuentra con el desprecio racista de los ciudadanos de los países “desarrollados” (¿el racismo es de desarrollados? Pero… ¿qué es eso del desarrollo entonces? ¿La falta de solidaridad hace parte de él?)
El problema no son los migrantes; migraciones hubo siempre, en toda la historia humana. El mundo se pobló de humanos porque, inmemorialmente, hubo migraciones hacia todos los rincones del planeta, por lo que no existen “razas puras”. Esa es una quimera supremacista que asienta y justifica una inmisericorde explotación económica. ¿Por qué “trabajar duro” se dirá “trabajar como negro”?
Ahora bien: el rebrote ultraconservador al que asistimos en Latinoamérica no tiene similares motivos. En todo caso, es parte de una “ola ideológica” universal, que complementa perfectamente las políticas neoliberales en curso, y que no parecen estar por extinguirse en lo inmediato. Como cada vez más la guerra ideológico-cultural se libra a través de los medios masivos de comunicación (la prensa hace tiempo dejó de ser el “cuarto poder”; ahora es parte medular del mismo poder), la prédica pro capitalista, privatista, anti Estado, y por supuesto visceralmente anticomunista, ha hecho mella. Si a eso se suma la caída de los primeros socialismos reales y el fracaso de los progresismos recientes en Latinoamérica (empantanados algunos, o salidos del poder ya a partir de las denuncias –exageradas fake news mediante– de corrupción otros), queda claro que al esclavo se le hace pensar con la cabeza del amo (“La ideología dominante es la ideología de la clase dominante ”, sentenciaban Marx y Engels hace más de 150 años, y no se equivocaban).
En estas tierras latinoamericanas ha habido, desde que existen como Estado-nación modernos, gobiernos autoritarios, dictaduras militares en muchos casos. Son fascistas en su modalidad política: no democráticos, verticales, sanguinarios con los disidentes. Pero no lo son en términos económicos, al menos no del mismo modo que lo son para los países del Norte. Lo que presenciamos ahora es una entronización de un discurso mediático que parece responder a una “moda”, una generalizada tendencia que parece arrasar todo: “Ser de derecha está de moda”, decía mordaz [apuntándose a esa moda] Pedro Almodóvar. La “moda” ha llegado también a América Latina. Como siempre, al menos hasta ahora, las tendencias las fija el Norte; el Sur repite con pálidas y deslucidas copias.
De todos modos, para el gran campo popular de cualquier lugar del mundo, esta ola es siempre una mala noticia: se cierran espacios, se criminaliza cualquier forma de protesta, se asiste a un verticalismo muy peligroso. Todo lo cual facilita la profundización de la explotación del trabajador (obrero industrial urbano, proletariado agrícola, ama de casa, trabajador en general, así sea profesional con doctorado), explotación y trabajo alienado que siguen siendo la piedra sobre la que asienta el capitalismo
No está claro qué podrá suceder en el corto y mediano plazo. Lo que sí es evidente es que el sistema capitalista está trabado y no encuentra salida. A no ser, tal como pasó en la década del 30 del siglo pasado, luego de la gran crisis de 1929, que la salida (si a eso se le puede llamar tal) sea una nueva guerra global. Hay indicios preocupantes que eso pudiera llegar a ocurrir. Todos pensamos que la racionalidad habrá de primar, pues una guerra mundial hoy día, con armamentos nucleares, podría significar lisa y llanamente el fin de la especie humana. Pero las posibilidades de ese holocausto, lamentablemente, están dadas.
Ante esa avanzada de la ultra derecha (con machismo patriarcal, homofobia y retrógrados discursos conservadores incluidos), como campo popular, como izquierdas, como seres progresistas, debemos oponer la más férrea resistencia: denunciar, esclarecer, llevar otro mensaje ideológico, organizar, prepararse para la batalla. ¿Quién dijo la tremenda estupidez que la historia había terminado y no había más luchas de clases? No hay dudas que ahora los avances revolucionarios no se muestran muy posibles. El triunfo del neoliberalismo y del gran capital fue enorme, y la lucha ideológica, hoy por hoy, parece ir ganándola la derecha, ahora en su versión de ultraderecha. Para el campo popular la actualidad es, en todo caso, una época de resistencia y reorganización. Pero la larga lucha por el mejoramiento de la humanidad no ha terminado, en absoluto.
CALPU

Sin Permiso: República y socialismo, también para el siglo XXI

¿Qué le pasa a la socialdemocracia en América Latina?


por Fernando Manuel Suárez

23/11/2018
El avance electoral de las derechas coincide, en Europa y América Latina, con la retracción de las fuerzas de izquierda y centroizquierda. Pero en América Latina se añade un problema: la socialdemocracia hace tiempo que no logra instalar un discurso en la sociedad. Hoy, las fuerzas progresistas deben abandonar el confortable lugar que da la superioridad moral y forjar fórmulas para volver a poner en el centro de la arena pública el problema de la desigualdad que ha erosionado duramente las pretensiones más básicas de la democracia.
El avance electoral de las derechas –en muchos casos, al menos retóricamente, de extremas derechas– coincide, en particular en Europa y América Latina, con la retracción de las fuerzas de izquierda y centroizquierda en el mismo terreno. ¿Se trata de procesos vinculados causalmente o más bien de dos tendencias simultáneas y paralelas que, en sí, no tienen necesariamente puntos en común? La evidencia, muchas veces selectiva y parcial, puede contribuir a fundamentar una y otra opinión de manera indiferente e, incluso, contrapuesta. Está claro que, en tanto hipotético juego de suma cero, los votos que pierde uno se transfieren directamente a otro competidor. Sin embargo, el modo en que esa transferencia opera guarda algunas complejidades que es recomendable considerar y atender.
En este caso, el orden de los factores sí altera el producto. Algunos consideran que el avance de las derechas es el resultado fortuito del divorcio previo que se produjo entre las fuerzas progresistas y su electorado. Desde esta perspectiva, se considera a estas expresiones, muchas veces percibidas equivocadamente como outsiders, como el circunstancial medio a través del cual se manifestó un descontento popular en las urnas. Descontento que, visto con más detalle, va mucho más allá. Una lectura contrapuesta podría considerar que en la sociedad efectivamente se produjo un desplazamiento discursivo e ideológico, un cambio en el Zeitgeist que habilitó que ciertas alternativas políticas mucho tiempo soslayadas consiguieran el apoyo de una porción importante del electorado. Este proceso ha estado acompañado, siguiendo este razonamiento, de un avance de ciertas ideas políticas que se creían reducidas a pequeños grupúsculos de extremistas y, en contra de esta suposición, han ganado gravitación en el espacio público y los medios de comunicación. En síntesis, todo esto sería el resultado de una lisa y llana derechización de la sociedad.
En un contexto copioso en información e interpretaciones, resulta difícil realizar algún aporte original al respecto de esta tendencia, que tuvo un nuevo hito –y encendió nuevas señales de alarma– con el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales en Brasil. Se mezclan en las interpretaciones cuestiones estructurales, de largo aliento, con explicaciones más coyunturales, fenómenos idiosincráticos con cuestiones que responden a procesos de escala planetaria. Esta heterogeneidad de factores debe ser considerada, aun cuando sea imposible dar cuenta de todos ellos, tanto para evitar una lectura exageradamente provinciana (cuya versión más triste e improductiva es querer imponer categorías locales a procesos políticos de otras latitudes) como lo contrario, es decir la tentación de hallar tendencias planetarias ante la primera semejanza o parecido de familia que se encuentre entre los distintos acontecimientos políticos.
La foto del momento, incluso considerando matices, está clara: hay una retracción, en algunos casos muy prolongada en el tiempo, de las fuerzas de centroizquierda y, al mismo tiempo, un avance de fuerzas de derecha radicalizadas de diverso tenor. Este proceso tiene hoy algunos escenarios más claros que otros, fundamentalmente Europa occidental y Sudamérica, aunque podría hacerse extensivo a otras latitudes. El caso Donald Trump, hoy día emblemático, resulta difícil de encajar en esta tendencia dadas las peculiaridades tanto de su figura como del sistema político estadounidense; algo semejante ocurre con Vladímir Putin en Rusia.
Nuestro interés, puesto que será imposible abarcar todo, estará orientado a uno de los elementos que componen el diagnóstico: la crisis de la centroizquierda (o la socialdemocracia) y su declive electoral. En ese sentido, vale destacar que, aun en los casos en que candidatos de izquierda han ganado las elecciones o formado gobierno, el retraimiento en términos electorales de las fuerzas progresistas es generalizado, con diversidad de grado. Con algunos partidos históricos en una crisis terminal y al borde de la extinción (el PASOK griego o el Partido Socialista francés), otros perforando elección tras elección sus pisos históricos (el Partido Socialdemócrata de Alemania, por ejemplo) y otros conservando cierto peso electoral en escenarios muy polarizados, pero sufriendo derrotas cuyo impacto todavía no resulta sencillo mensurar (esto vale para varios casos de América Latina, el más reciente en Brasil).
Una de las causas más sensibles de la declinación de las fuerzas progresistas ha sido la incapacidad de incorporar, y en algunos siquiera tematizar, algunas demandas sociales sumamente controvertidas para su propia agenda de políticas públicas y sus principios ideológicos. Estos temas, que son sin duda más heterogéneos, se podrían resumir en la cuestión de la seguridad en un sentido extenso. La inseguridad como fenómeno social se compone de elementos heterogéneos, pero se fundamenta básicamente en el compromiso originario del Estado de preservar la integridad física de sus ciudadanos y, algo nada menor, su propiedad privada. Esta inseguridad ha adoptado formas diversas y se ha expresado –lo cual lo hace más difícil de integrar– a través del miedo y la desconfianza. La inseguridad incluye cuestiones como la violencia criminal de diversa escala (desde el pequeño hurto hasta el narcotráfico), el avance de la inmigración y la difícil convivencia multicultural, y la corrupción privada y, sobre todo, pública. Para el progresismo, prácticamente en todas sus variantes, estas cuestiones han sido muy difíciles de enfrentar. Las reacciones han sido tardías e ineficaces, pasando de la negación a las respuestas erráticas, y han dejado estas demandas a la merced de una derecha demagógica que no tiene pruritos en hacerse cargo de ellas.
Entre los socialdemócratas siempre primó una tesis de que el problema de fondo, causa de gran parte de los hechos de violencia y los delitos, era la desigualdad. La desigualdad era factor principal, y a veces exclusivo, para explicar todos los epifenómenos de la anomia social. Por tanto, la seguridad social –el término aquí no es fortuito– se convirtió en el vehículo privilegiado de los socialdemócratas para enfrentar todos los problemas, un dispositivo estatal que garantizara al menos cierta igualdad material, complementaria con la igualdad ante la ley. El progresismo suele decir, no sin cierta dosis de autocomplacencia, que el Estado de Bienestar murió de éxito, que fue su consolidación la que llevó al declive de sus abanderados, incapaces de innovar políticamente. En una visión contrapuesta se podría argumentar que fue más bien lo contrario, que la socialdemocracia hizo de la falta virtud y se aferró a un sistema de cohabitación, y pretendida domesticación, del sistema capitalista que resultó insostenible en el tiempo. Con el avance del neoliberalismo y de una economía financiera globalizada, estos déficits se hicieron más acuciantes. La socialdemocracia quedó entrampada en un discurso que pendulaba entre una resistencia nostálgica y la adaptación, a veces celebrada como una verdadera y necesaria innovación (basta con recordar a Anthony Giddens), a las nuevas circunstancias. Las izquierdas latinoamericanas, que se apresuraron a celebrar el fin del neoliberalismo –y un orden posneoliberal– y durante algún tiempo miraron con desdén a la alicaída Europa, hoy se encuentran nuevamente frente al temido renacer de un autoritarismo neoliberal. Las esperanzas de esos gobiernos progresistas quedaron sepultadas bajos los escombros producto del derrumbe de los precios internacionales de sus commodities. La promesa fundacional quedó reducida, en el mejor de los casos, a módicos resultados, cuando no desembocó en un resonante fracaso.
En términos más generales, el centro del problema se encuentra hoy –y quizá ya hace tiempo– en el modo en que se administran las demandas sociales y se ordena la comunidad política. La crisis de la democracia, cuya incertidumbre endémica ha sido celebrada muchas veces como una virtud, ha derivado, al decir del politólogo Carlo Galli, en un llano malestar. La democracia ya «no parece adecuada para regular y dar forma a la política en el mundo actual», afirma en su libro El malestar de la democracia (2013). Esta no es una cuestión nueva (basta con hacer un paneo nada exhaustivo por la literatura), pero en la actualidad ha adquirido algunos rasgos preocupantes. En el centro de este problema está, como no podía ser de otro modo, el sistema representativo, figura predilecta en el banquillo de los que creen, con una cuota de razón pero muy proclives a fórmulas facilistas, que la democracia tal y como la conocemos requiere de una reforma más profunda. La mentada «crisis de representación» está plagada de malentendidos y supuestos fallidos –el principal de ellos es el que señala la posibilidad de una representación perfecta o transparente entre el ciudadano y el político– y lo que es peor aún, propone soluciones que suenan muy bien en la teoría pero resultan difíciles de imaginar en la práctica. Como ha señalado provocativamente Andrea Greppi en su libro Teatrocracia: apología de la representación (2016): «¿alguien conoce herramientas más eficaces que las elecciones y los parlamentos, los partidos y la libertad de palabra, para distinguir, día día, lo que merecer ser representado y lo que no?». Detrás de esa pregunta se esconde el meollo de la cuestión: las formas de democracia directa u otras formas de participación pueden ser alentadas y recibidas con beneplácito, pero –y en esto me permito ser irreductible– todavía están muy lejos de resolver el problema de la representación y resultan, a la luz de los hechos, una alternativa cuanto menos inviable. La respuesta alternativa, aún más riesgosa, implica cuestionar las prácticas democráticas, derribar de su pedestal al ciudadano-elector, pero con el riesgo cierto de, en defensa de la democracia, asumir posiciones antidemocráticas de las que no es sencillo volver.
La centroizquierda, el progresismo y la socialdemocracia (hoy tomados como sinónimos) tienen el desafío de enfrentar esta crisis de la democracia y el correspondiente avance de la derecha con cierta dosis de realismo político, abandonar por un segundo el confortable lugar que da la superioridad moral e intentar dilucidar las cuestiones que están detrás de este problema. Está claro que uno de los temas centrales, y que lamentablemente ciertas variantes del socialismo democrático han abandonado, tiene que ver con la difícil convivencia, a veces imposible, entre democracia y capitalismo. Se trata de una batalla desigual y cruenta que, por el momento, tiene un claro ganador. El progresismo tiene la obligación de forjar fórmulas (quizá una renta universal básica, solo por dar un ejemplo) para volver a poner en el centro el problema de la desigualdad que ha erosionado duramente las pretensiones más básicas de la democracia. En cuanto al avance de las derechas, el progresismo debe dejar de lado las caracterizaciones fáciles y las respuestas estériles. Durante mucho tiempo se ha visto a las ultraderechas como minorías intensas sin capacidad de hegemonía; esto no solo se ha revertido parcialmente, sino que además ha dejado en evidencia que todas las expresiones políticas son, a su modo, minorías intensas. En sentido estricto, hoy la política se ha convertido en una miríada de minorías intensas desperdigadas, que se articulan y entran en colisión de manera errática. Lo que tenemos es, entonces, un conjunto de archipiélagos, pero rodeados de un inmenso océano de apatía e indiferencia. Surcar las aguas de la apatía es el desafío más grande que queda por delante.
es profesor en historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP).
Fuente:


Frei Betto: “Las izquierdas latinoamericanas debemos pensar por qué los más pobres ya no nos apoyan tanto”



Fraile dominico brasileño y referente de la teología de la liberación.

La vida del fraile y teólogo brasileño Frei Betto está marcada por hitos de todos los colores y formas desde el día en que nació, hace 74 años, en la ciudad brasileña de Belo Horizonte. Militó en la Juventud Estudiante Católica, trabajó como periodista, se unió a la orden de los domínicos, fue encarcelado y torturado por oponerse a la dictadura militar, estudió teología, filosofía y antropología, y fue asesor de varios gobiernos progresistas de América Latina, incluido el primer mandato del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
En el medio, escribió más de 50 libros de diferentes géneros literarios –desde novelas hasta ensayos– y se convirtió en uno de los principales referentes brasileños de la teología de la liberación, una corriente del pensamiento cristiano que consiste en “ver el mundo desde los ojos y el sufrimiento de los pobres”, como el propio fraile lo ha definido más de una vez.
De visita en Uruguay, Frei Betto conversó con la diaria sobre las razones de la llegada al poder del ultraderechista Jair Bolsonaro, que el 1º de enero asumirá como presidente de Brasil. Al mismo tiempo, habló sobre la “autocrítica” que tiene que hacer el Partido de los Trabajadores (PT) para reconstruirse en este contexto y cómo impacta en la política la influencia de las iglesias evangélicas. Acerca de la teología de la liberación, fue bastante claro: sigue viva en espíritu pero, en la práctica, perdió terreno.
¿Qué lectura hace del triunfo de Jair Bolsonaro, a un mes de que se celebraron las elecciones presidenciales en Brasil?
El triunfo de Bolsonaro se ha dado por cuatro factores. El primero es el antipetismo, que ha sido muy fuerte en Brasil por la manera en la que se intentó explotar los casos de corrupción que efectivamente hubo en el partido. Son casos excepcionales pero graves, y el partido nunca hizo una autocrítica pública, entonces la oposición supo explotar esto y creó una ola antipetista. No es que la gente prefiera a Bolsonaro, la gente prefiere a cualquiera que no sea del PT. Esto tuvo lugar dentro de una conspiración para encarcelar a Lula; este es un segundo factor. No hay pruebas contra Lula, hay pruebas contra otros líderes del PT, que fueron sancionados y algunos dimitieron, como Antonio Palocci, que fue ministro de los gobiernos de Lula y de Dilma Rousseff. Pero contra Lula no. Entonces, como Lula tenía mucho prestigio y estaba garantizado que ganaría en estas elecciones, se trató de ponerlo en la cárcel, y ahora el juez que lo hizo [Sérgio Moro] ha sido recompensado por Bolsonaro y nombrado ministro de Justicia. Esta es la prueba de que se trató de una conspiración. Otro factor es la influencia de las iglesias evangélicas, las únicas que hacen un trabajo de base con el pueblo. En los 13 años de gobierno del PT no hemos hecho este trabajo, no hemos tratado de hacer la alfabetización política de la gente sencilla, mientras que las iglesias evangélicas sí lo hicieron. El papel de esas iglesias neopentecostales es garantizar que los pobres soporten la pobreza. Entonces son como un rebaño de corderitos, de ovejitas que aceptan la palabra del pastor como si fuera la palabra de Dios. Es una forma terrible de opresión, de servidumbre voluntaria, pero que tiene mucha fuerza en Brasil, incluso fuerza política. Las iglesias evangélicas tuvieron su peso en la elección de Bolsonaro y tienen una bancada parlamentaria muy fuerte. El cuarto factor es la manipulación de las redes digitales, que ahora plantean un problema grave para la democracia. ¿Qué significa “democracia” si las manipulaciones que hace un hombre como [Steve] Bannon desde Estados Unidos ya han influido en las elecciones de 50 países del mundo? Incluso en la elección de Donald Trump, en el brexit en Reino Unido y ahora en la victoria de Bolsonaro en Brasil. También hay que tener en cuenta que Bolsonaro tuvo 47 millones de votos y hay 30 millones de brasileños que no votaron, entre abstenciones, votos en blanco y nulidad. Pero por la ley y la democracia de Brasil ahora Bolsonaro es el futuro presidente y forma un gobierno de carácter fascista, de militares, y que tiene un discurso antidemocrático. De la elección de Bolsonaro también es responsable la cobardía del sistema judicial brasileño, porque tendría que haberlo sancionado por las cosas absurdas que ha dicho durante la campaña, como defender la tortura u ofender a los homosexuales y a las mujeres. Pero todo se soportó en la Justicia, sin ninguna sanción. Eso facilitó su proyección.
¿A qué atribuye el crecimiento de las religiones evangélicas en Brasil, tanto en cantidad de fieles como en los espacios de poder político?
Lo atribuyo a varios factores. Primero, los dos pontificados conservadores de la iglesia católica, el de Juan Pablo II y el de Benedicto XVI, no valorizaron nuestro trabajo en las bases populares con las comunidades eclesiales de base. Al contrario, hubo mucha sospecha, mucha oposición y un cambio de obispos y curas que apoyaban este trabajo, entonces muchos fieles de las comunidades eclesiales de base emigraron a las iglesias evangélicas. Además, no se sentían bien en las misas católicas, que generalmente son muy buenas para las capas medias y altas. Pero tú, fiel, dueña de una empresa, vas a la misa y difícilmente vas a encontrar a un empleado tuyo ahí, o al portero de tu edificio, o al chofer de tu auto. Esa gente va a la iglesia evangélica. La iglesia católica no ha sabido dar apoyo ni valorar. También el clericalismo que hay en la iglesia católica –todo está centrado en la figura del cura– ha dificultado mucho nuestro trabajo. Los curas no viven en las favelas, pero los pastores sí, entonces ese acercamiento conquista a la gente. Otro factor tiene que ver con una mística interna de que “un hermano vota a un hermano”. Es decir, un evangélico, cuando va a votar, tiene que votar a otro evangélico. Por eso Bolsonaro, que es de tradición católica, se hizo bautizar en la Asamblea de Dios, que es una confesión protestante de carácter pentecostal. Con mucha inteligencia, fue a tratar de convertirse en evangélico para merecer también ese voto.
Durante la campaña electoral, Bolsonaro presentó una agenda que –entre otras cuestiones– amenaza con criminalizar los movimientos sociales. En este contexto, ¿qué perspectiva de acción y movilización tienen?
Los movimientos sociales van a seguir con sus luchas. Seguramente va a haber más represión, prisión de sus líderes y mucha agitación en Brasil, porque Bolsonaro va a querer traspasar los límites constitucionales. La Constitución garantiza, por ejemplo, el derecho a la protesta o a la organización popular, pero para él todo eso va a estar encuadrado en la ley antiterrorismo de Brasil, que lamentablemente es una ley de un gobierno del PT, el de Dilma. Los movimientos sociales van a ser caracterizados como movimientos terroristas, al menos él en su discurso lo planteó así. Hay que esperar para ver si eso ocurre. De acá a un mes vamos a poder evaluar por dónde va este gobierno.
¿En qué posición queda ahora la izquierda en Brasil y, particularmente, desde qué lugar empieza a reconstruirse el PT?
El PT tiene que pasar por una autocrítica. Tiene que poder decir “nosotros hemos avanzado en muchas cosas, los logros son más importantes que los fracasos, pero nos hemos equivocado en este, este y este punto”. También tiene que sancionar a sus militantes que efectivamente metieron la pata en la corrupción. Si no pasa eso, nadie va a creer en esta autocrítica. La izquierda tiene que buscar algo como lo que han logrado en Uruguay con el Frente Amplio. Tenemos que encontrar una manera de unirnos contra esta ofensiva fascista que va a venir. Para eso hay que trabajar mucho, porque no podemos pensar en los desacuerdos que tenemos con el otro.
¿Cómo se ve actualmente en Brasil la figura de Lula?
Es muy respetada. La gente tiene memoria de que los dos mandatos de Lula fueron muy buenos; tanto es así, que salió del gobierno con 87% de aprobación. La gente hace una distinción entre Lula y el PT. El PT ya está viejo, metió la pata –o las manos– y tiene sus problemas, pero Lula es otra cosa. La gente sabe distinguirlo, y eso hace que él sea muy querido todavía por el pueblo.
¿Cree que su liderazgo va a sobrevivir al gobierno de Bolsonaro?
Creo que sí, porque mi expectativa es que el gobierno de Bolsonaro va a ser un desastre y mucha gente que lo votó va a estar arrepentida. Eso va a reforzar el liderazgo de Lula.
¿Ha hablado con él después de las elecciones?
No, después no. Fui a visitarlo a la cárcel antes de las elecciones y ahora voy a ir antes de Navidad. Tengo noticias, por la familia y por amigos que lo visitan, y sé que está muy bien, de buen ánimo. Indignado, porque está encarcelado, porque no pudo participar en las elecciones, por todas las injusticias y las acusaciones falsas que le hacen, pero está firme desde el punto de vista mental y espiritual.
¿Qué lugar tiene la teología de la liberación en el Brasil actual?
La teología de la liberación sigue viva ahora en Brasil, después de un largo período de pontificados conservadores que no han valorado esta línea pastoral. Ahora sí se valora, sobre todo porque el papa Francisco está muy identificado con las tesis de la teología de la liberación. Hay un nuevo aliento, la teología de la liberación vuelve a ser muy importante para la fe cristiana, para los movimientos de iglesias, para entender la relación entre la Biblia y la realidad que vivimos, entonces estamos en un nuevo momento de ofensiva en ese sentido. Pero hemos perdido mucho espacio.
¿Ese espacio se perdió en detrimento de las religiones evangélicas?
Exactamente. Perdimos espacio en la base, pero no desde el punto de vista teórico, porque seguimos avanzando y tratando nuevos temas, como la ecología, la innovación tecnológica, la astrofísica, una teología feminista muy avanzada, también una teología indígena.
En la coyuntura política actual, de avance de las derechas en la región, ¿cuál es la autocrítica que deben hacer las izquierdas latinoamericanas?
Debemos hacer una autocrítica en el sentido de por qué la gente más pobre ya no nos apoya tanto. ¿En dónde nos hemos equivocado? ¿Será que nos faltó hacer alfabetización política? ¿Será que dejamos que la economía dependiera demasiado de las importaciones de commodities? ¿No creamos suficiente mercado interno? ¿Será que hemos trabajado demasiado en la dimensión cultural y artística? Todas esas son cuestiones que tenemos que valorar ahora.
La semana pasada, en el Foro Mundial del Pensamiento Crítico celebrado en Buenos Aires, el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, dijo que habrá una “noche oscura” en la región, pero que no será larga porque “el neoliberalismo está agonizando”.
Yo no comparto tanto este optimismo de Linera. Creo que el capitalismo tiene mucha capacidad de sobrevivir de distintas maneras. Yo soy de una generación que ha creído que asistía al velorio del capitalismo unas diez veces, y no pasó. Al contrario, sigue cada vez más hegemónico, sobre todo después de la caída del muro de Berlín. Entonces yo creo que tenemos que repensar nuestra manera de enfrentar este sistema, y hay que enfrentarlo por la organización de base. Tenemos que crear un nuevo modelo de sociedad dentro del propio capitalismo basado en la economía solidaria, las luchas de protección ambiental, el buen vivir de los indígenas. Es decir, hacer espacios democráticos populares socialistas desde la base que vayan minando cada vez más esta pirámide capitalista que tiene una desigualdad brutal.

García Linera: "Lo ideal sería esta idea comunitaria de lo socialista"

por Francisco de Zárate
LA HAINE -  27/11/2018

Entrevista con Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia

"Todo gobierno progresista es, por lo general, de corta duración", reflexiona el número dos de Evo Morales. “El coste que la izquierda paga por una economía que fracasa es más terrible que el de un gobierno de derechas.”
(Buenos Aires) Una mujer de su equipo abre la puerta de la habitación y deja a los periodistas de eldiario.es a solas con él. "¿Un jugo de naranja?" Es el propio Álvaro García Linera quien lo ofrece y sirve con tanta naturalidad que hay que recordarlo todo el tiempo: se trata del vicepresidente de una república.
El número dos de Evo Morales desde enero de 2006 ha venido a Buenos Aires para hablar en el Primer Foro Mundial de Pensamiento Crítico que juntó esta semana a Dilma Rousseff, expresidenta de Brasil; Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina; y Ernesto Samper, de Colombia. Hace no tanto, esos habrían sido los nombres de los jefes de Estado en una cumbre del Unasur. Hoy, los tres forman parte de lo que los medios han llamado la 'contracumbre' progresista. La próxima semana, cuando los nuevos gobernantes del mundo se reúnan por el G20 también en Buenos Aires, tendrán que verlo por televisión.
El vicepresidente de Bolivia no parece preocupado por el retroceso de la izquierda en la región. "Lo de estar en el gobierno es una excepcionalidad que hay que saber aprovechar bien para dar dos, tres, diez o veinte pasos, en vez de uno, pero luego hay que saber que uno siempre tiene que estar en el llano para volver a comenzar y recomenzar las batallas".
¿Y qué fue lo que provocó la pérdida del poder esta vez?
Para mí, si hay que hacer una evaluación de los logros y los límites y los errores de los gobiernos progresistas, hay que pensar en dos, la economía y el sentido común. En economía, todo gobierno progresista tiene que demostrar que lo que se hizo va a continuar. Si te detienes, la reacción va a ser cinco veces más feroz que si lo hubiera hecho un gobierno conservador, porque tuviste el atrevimiento de incluir a los pobres, a los indios, a los obreros, en un círculo de oportunidades que antes era una hacienda de pocos.
Eso no te lo traga cualquier persona. La respuesta a eso va a ser visceral, emotiva antes que racional. Te va a ir bien con una gestión económica que permita que el crecimiento favorezca a los que no querían que entrara más gente y a los que incluiste. Pero cuando metes gente y no hay más espacio, se genera un proceso de psicología social en el que el que llegó se puede autoidentificar con su propio adversario. Es clave un manejo estable de la economía, que haga sostenible esta posibilidad del ascenso, de la ampliación de oportunidades y derechos. El coste que la izquierda paga por una economía que fracasa o tiene problemas es dos veces más terrible, más feroz, que el que paga un gobierno de derechas.
¿Y el sentido común?
Cuando hay procesos progresistas se producen fisuras, nichos de oportunidad que crean un nuevo sentido común más solidario, más fundado en la acción colectiva. Pero son pequeños nichos en medio de un viejo sentido común sedimentado desde que nació el bebé y le enseñaste a hablar, a comportarse, a sentarse y a ubicarse en el mundo.
Estoy hablando del sentido lógico del mundo, del sentido moral del mundo, del sentido instrumental y del sentido procedimental. Que cuando veas una escalera, bajes. Que cuando veas un ascensor, toques el botón. Que cuando veas un uniforme, te detengas. Los procesos progresistas producen una fisura porque un agravio moral, una frustración colectiva que ha producido un pequeño quiebre. Si los procesos progresistas no hacen esfuerzos sistemáticos para irradiar hacia el resto de las esferas ese nuevo microsentido común, el viejo sentido común se apodera del nuevo muy pronto.
Es lo que no está en tus razones sino en tus pre-razones porque lo haces sin pensar, lo has aprendido por repetición. Si no logras modificar eso para construir un nuevo sentido común más solidario, rápidamente esas pequeñas fisuras que en los procesos progresistas permitieron que votaran por un indio, que no votaran por un empresario sino por un campesino o por un obrero, se cierran y vuelve el viejo sentido común del orden del mundo: los campesinos, a su trabajo; los indios, a su comunidad; y los ricos, blancos y extranjeros, a gobernar el mundo; como debería ser siempre. Ese es el sentido común que se quebró en un momento de crisis excepcional. Si los procesos progresistas no logran ampliar el nuevo sentido común y crear una base de crecimiento económico redistributivo y sostenible, las condiciones para la regresión conservadora están dadas.

¿Qué espacios, aparte de la educación pública, tiene el Estado para ampliar ese nuevo sentido común en disputa con los medios de comunicación?
Por eso todo gobierno progresista es, por lo general, de corta duración. Excepcionalmente podrá durar un poco más, pero no hay que temer eso porque la otra opción es la fuerza. Pero eso sería violentar lo que es una conquista de las izquierdas actuales: la recuperación de las libertades asociativas, de pensamiento, de opinión... Las llamadas libertades burguesas forman parte del patrimonio de las nuevas izquierdas, que llegan al poder con elecciones y lo pierden con elecciones.
Eso es muy interesante. Antes se decía que había que llegar al gobierno como fuera, con lucha armada, y luego no perderlo nunca aunque hubiera que pasar por encima de las cabezas de muchos opositores. El patrimonio de la nueva izquierda es no hacerlo así. Lograrlo mediante la construcción colectiva de opinión, de voluntad colectiva. Mantenerse en el poder en tanto se siga trabajando en esa construcción colectiva de opinión.
La recuperación de esta mirada no determinista de la historia, de no asignar a un sujeto el núcleo de la acción colectiva. Es un viejo debate que nosotros hemos ido construyendo a nuestra manera, de forma más plebeya, más en los hechos que en las razones. Es un elemento hermosísimo para la reflexión de las futuras izquierdas que están emergiendo y van a seguir emergiendo.
El otro pilar es la economía, ¿cómo hizo Bolivia para seguir creciendo cuando el resto de los países de la región se estancaba o incluso retrocedía?
Somos, en parte, la huida de nuestros traumas. Cuando nosotros éramos adolescentes hubo en Bolivia un gobierno de izquierda con una hiperinflación del veintidós mil por ciento. Para comprar pan había que salir a hacer fila a las 4 de la mañana, el salario mínimo te lo pagaban en maletas y el valor del papel en que se imprimían los billetes era superior al del salario.
Cuando fuimos elegidos, nuestra obsesión fue no repetir esa experiencia, superarla. La economía era una de las cosas que más nos importaba. Lo primero que hicimos desde el Estado fue tomar el control real de los principales mecanismos de generación de excedentes, como el gas, la electricidad y las telecomunicaciones. Lo segundo, apostar por el mercado interno con una globalización selectiva en la que aceptábamos lo que nos convenía como país y manteníamos una actitud de proteccionismo interno en lo que nos convenía.
¿Cómo se hace eso sin despertar protestas en la Organización Mundial del Comercio?
Tal vez porque éramos un país pequeño nos lo permitieron. Libre mercado en esto, esto y esto, pero en esto otro protección. Fomentar el mercado interno. Cuando el petróleo bajó de 140 a 28 dólares, bajó con él el precio de la soja, el maíz y los minerales. Todos los commodities cayeron y nos afectó. Teníamos un crecimiento del 6% y caímos al 4,5%. Un punto y medio menos pero en el momento en que los demás pasaban de 2%, 3% o 4% a 0%, -1% o -2%.
Nosotros apostamos al otro motor de la economía que es el consumo interno, distribuir riqueza para promover el consumo. Distribuir riqueza es un hecho de justicia pero también sirve como combustible de la dinámica interna. Y lo último fue vincular el capital bancario con el productivo. Señor banquero, no nacionalizamos los bancos pero el 60% de los ahorros hay que inyectarlo en la producción a un tipo fijo del 5% anual. El resto del capital lo puede sacar, puede ponerlo al 10%, al 20%, o a lo que quiera, pero el 60% va a la producción. Así se dinamiza el aparato interno. Todo esto ha permitido que la economía funcione cuando el precio de los commodities era alto y que siguiera funcionando cuando caía.
Otro tema delicado en los gobiernos progresistas de la región ha sido la sucesión de los líderes, también en Bolivia, ¿cómo lo están enfrentando?
[Antes de responder, García Linera se acaricia la barbilla y pasea la mirada por las paredes de la habitación y la ventana] Lo que pasa es que los procesos de conformación de voluntad colectiva popular son bien particulares. Una cosa es cambiar personas que administran una estructura estatal. Ahí los caudillismos no son imprescindibles ni necesarios porque se trata de cambios de rutina.
Pero cuando las sociedades se plantean transformaciones de las propias estructuras estatales, que son momentos excepcionales, es normal que tiendan a personificar la impronta de su audacia. Porque es una audacia, una insolencia y un darse vuelta el mundo. Los indios nunca habían votado por indios. Nunca. La fuerza de la dominación hace que te reflejes en el color, la lengua y el traje del dominador. Pero cuando eso se quiebra y esa lógica de la dominación se invierte, hay una ruptura del orden moral del mundo. Esas audacias colectivas tienden a personificarse por eso siento que todo proceso revolucionario, en cierta medida, ha tenido y va a seguir teniendo, en Bolivia y en cualquier parte del mundo, una alta dosis de personificación, de caudillismo o de liderazgo carismático.
Los líderes carismáticos surgen en momentos de quiebre de las certidumbres en los que la sociedad necesita dar un paso audaz para transformar todo lo que le agobia y en los que atribuye a personas poderes y fuerzas extraordinarias. El líder carismático es resultado de un momento carismático, de crisis estatal, de crisis del sentido común, de crisis del orden normal de las cosas. A la inversa también hay que aplicarlo. Los procesos de restauración conservadora también van a concentrarse en líderes carismáticos pero conservadores. ¿No debería ser así? Pero así es. Uno puede desear muchas cosas del mundo. Que sea más fácil, más lógico, más coherente. Pero eso es querer enseñarle a la historia lo que tiene que ser. Una repetición del viejo marxismo con ropaje nuevo.
¿No será ese también un viejo sentido común susceptible de ser cambiado?
Sí, es posible. Lo ideal sería esta idea comunitaria de lo socialista como una construcción dialogada y de consensos en la que todos somos artífices de la construcción del yo colectivo, en la que no se establecen jerarquías. Así suena tal y como lo describen los compañeros de la escuela de Frankfurt. Bonito. Pero muchas veces la historia va por otros cauces y por muy lógico que sea nuestro modelo teórico tiene que pasar la prueba de los hechos. Algún día tendrá que darse que las grandes transformaciones tengan direcciones colectivas y comunitarias en las que la ausencia o presencia de un líder no defina las cosas. Pero hoy por hoy...
Su gobierno perdió el referéndum para permitir una nueva candidatura de Morales pero luego apeló al Tribunal Constitucional para garantizarle ese derecho. Incluso si admitiésemos que el plebiscito se malogró por una campaña de noticias falsas de la oposición, ¿no es cierto que desoyeron el resultado de la consulta popular? ¿No hay gente que se ha molestado por eso?
Sí, es posible, que de hecho haya gente que no lo entienda, no lo acepte o no le guste. Ahí está nuestra labor explicativa de por qué el referéndum sigue vigente. El artículo de la Constitución no se ha modificado. Lo que se ha visto por decisión del Tribunal Constitucional es que otro artículo otorga primacía a los convenios internacionales por encima de la propia Constitución. Se establece que es un derecho humano la posibilidad de participar en eventos electorales. Nos toca a nosotros explicar, justificar y mostrar que esta decisión tiene el mismo rango de constitucionalidad. Pero no es un trabajo fácil ni es inmediato. Es un trabajo lento, pero gradualmente se está haciendo.
Y hablando de la legitimidad en vez de la legalidad, ¿cómo defienden esa apelación al Constitucional?
Porque le decimos a los compañeros: "Al final el que va a decidir si Evo continúa o no vas a ser tú, va a ser tu voto, va a ser tu poder decisivo el que va a definir si Evo se va o Evo se queda". Le decimos que nuevamente va a recaer en el soberano, en la gente que con su voluntad define el orden político del país, que no se está transgrediendo eso. Pero sí, requiere tiempo.
El diario

Movimientos sociales y Estado. Notas para pensar la construcción de poder popular

por Fernando Stratta
LA HAINE - 12/12/2018


La lectura entiende al Estado como un árbitro en el conflicto social, desterra cualquier análisis de las correlaciones de fuerza entre las clases sociales
I.
El fin de ciclo de los llamados gobiernos progresistas y la consolidación de un nuevo conservadurismo en la región, marcan una coyuntura compleja para el desarrollo de propuestas emancipatorias.
En esta presentación propongo algunas notas para pensar las actuales condiciones en que es posible un proyecto que tenga por horizonte la construcción de poder popular.
Por eso, en una primera parte quisiera reflexionar sobre la relación entre Movimientos sociales y Estado. ¿Cuál es la importancia de reflexionar sobre el concepto de Estado? Que de acuerdo al modo en que se concibe al Estado, es decir, la forma en que se comprende la relación entre sociedad civil y sociedad política, de allí se deduce una estrategia de cambio, de transformación del conjunto de la sociedad.
No pretendemos, en este trabajo, reflexionar sobre los cambios en la forma del Estado en nuestro país [Argentina] post 2001. Nuestra intención es, al menos de forma analítica, delimitar las distintas claves de interpretación del Estado que están presentes en las organizaciones populares[1]. En tal sentido, durante los últimos 15 años en nuestro país tuvo muchísima fuerza una lectura que parte, en el mejor de los casos, de una ingenua interpretación del rol del Estado. Esta lectura entiende al Estado como un árbitro en el conflicto social, desterrando cualquier análisis de las correlaciones de fuerza entre las clases sociales. Desde esta visión, a mayor “presencia” del Estado, se logra una mayor equidad en la resolución de los conflictos.
El basamento teórico de esta interpretación retoma fuertemente el posestructuralismo laclosiano.[2] En dicha lectura, desaparece cualquier análisis de las relaciones de fuerza entre clases y fracciones de clase. Desaparece, en definitiva, la lucha de clases.
A su vez, es una clave de lectura que reduce la política a los confines del Estado. Que iguala Estado con Sociedad Política. Y si hay algo que nos dejan como enseñanza los procesos más avanzados de Nuestra América en el ciclo de luchas de resistencias al neoliberalismo[3], es que la política atraviesa al Estado pero claramente excede al Estado.
La condición de posibilidad de esta lectura es un desarme teórico. Y en donde más se hace evidente este desarme teórico es en la Academia.
Es necesario, entonces, comprender al Estado como condensación de relaciones sociales. En su dimensión material (que se expresa en instituciones), su dimensión ideal (que se expresa en creencias, concepciones), que se deducen de determinadas correlaciones de fuerza (lucha de clases) y entendido como un triple monopolio de los recursos, la coerción y la legitimidad.
A modo de ejercicio analítico podemos distinguir tres formas, tres modalidades de concebir al Estado que se encuentran presentes en las organizaciones populares. Esto no quiere decir, obviamente, que se den de forma pura en cada caso, sino que varias de estas visiones se encuentran al mismo tiempo operativas en las praxis del movimiento popular.
A la primera de estas visiones voy a llamarla instrumentalista. Es la concepción que ve en el Estado un mero instrumento al servicio de las clases dominantes y privilegia, por lo tanto, la dimensión material y monopólica de lo estatal. Si el Estado sólo es un conjunto de instituciones que detentan el monopolio de los recursos, la coerción y la legitimidad, la solución es tomar el poder de esa maquinaria y ponerla al servicio de las clases trabajadoras, las clases subalternas. Esta visión olvida que todo Estado también construye formas de ver, de percibir, que garantizan la reproducción de la relación entre dominantes y dominados de una sociedad. Por eso Bourdieu[4] afirma que el Estado nos brinda “categorías de pensamiento” que naturalizan el orden social, categorías que aplicamos espontáneamente a cualquier cosa, incluso al Estado mismo.
A la segunda visión vamos a denominarla institucionalista. Desde esta perspectiva el Estado, como ámbito organizador de la sociedad, es un campo de disputa. Por lo tanto, ganar porciones del Estado, ocupar posiciones dentro de la estructura estatal, se transforma en una estrategia para llevar adelante transformaciones en el conjunto de la sociedad. La visión instrumentalista no asigna un peso significativo a las correlaciones de fuerza. Desde esta visión, ocupar lugares en el Estado se transforma en un fin en sí mismo, con el objetivo de dar disputa “desde adentro” del aparato estatal. De allí que en esta clave de interpretación, se vuelve primordial una estrategia de acceso al entramado institucional.
Por último, identificamos una visión relacional del Estado. La perspectiva relacional advierte que el Estado es la materialización de una correlación de fuerzas. Esto significa que todas las dimensiones del Estado, tanto materiales como ideales, están atravesadas por el conflicto de clases o grupos de intereses contrapuestos. El Estado, entonces, no es impermeable a la lucha de clases. Esta lectura no niega la disputa de la estatalidad, fundamentalmente porque reconoce la imposibilidad de negar el Estado, la inviabilidad de situarse por fuera de su alcance. Sin embargo, una visión relacional del Estado implica tomar en cuenta las correlaciones de fuerza de las que se parten para disputar la estatalidad y, sobre todo, implica tomar conciencia de que esa disputa nunca tiene como horizonte el propio Estado, si no la creación de condiciones para su subversión.
Así como la visión instrumentalista privilegia el enfrentamiento directo con el Estado como estrategia de transformación; la visión institucionalista toma como estrategia privilegiada la presión y negociación con el Estado. En cambio, una mirada relacional del Estado implica que sólo con presión al Estado no se logra un cambio en las relaciones de fuerza. Por lo tanto, desde esta visión es indispensable, además, disputar el sentido de las creencias y las concepciones que regulan la vida social. La presión al Estado no basta, si no se impugnan al mismo tiempo las ideas que sustentan a la sociedad burguesa.
II.
En un segundo momento de esta exposición quisiera repasar brevemente las características de las sociedades en las que vivimos desde el último cuarto del siglo XX a esta parte para comprender las nuevas formas de territorialidad.
El capitalismo en su fase neoliberal, esto es, la formación social en la que el capital financiero se vuelve hegemónico, se vuelve el centro del proceso de acumulación, llevó adelante transformaciones que tienen al menos dos consecuencias muy importantes sobre el conjunto de la sociedad.
Por un lado, para retomar un concepto de David Harvey[5], se profundizan los procesos de “acumulación por desposesión” que tienen como consecuencia el saqueo de los bienes comunes. Esto implica la mercantilización de todo un conjunto de áreas que hasta ahora quedaba por fuera de la lógica capitalista de obtención de ganancias. La privatización de servicios públicos o la mercantilización de la naturaleza –con efectos devastadores como la agroindustria o la minería a cielo abierto– son solo algunos ejemplos. Pero sobre todo, los procesos de acumulación por desposesión, en tanto significan violentos procesos de despojo sobre las poblaciones, generaron nuevas conflictividades, que se observan en diferentes ámbitos de la sociedad: en el trabajo (flexibilización y desregulación laboral), en los territorios (desplazamiento de pueblos originarios), conflictos urbanos (expulsión campesina y periferias de las ciudades), sociales y en los cuerpos (profundización de las violencias de género).
La búsqueda de nuevos espacios de valorización del capital nos condujo definitivamente a sociedades que se explican no solamente por la contradicción capital-trabajo, sino también por la contradicción capital-naturaleza. De hecho, la actual crisis que atraviesa el sistema capitalista desde el 2008 se presenta no solo como una crisis económica mundial, sino como una verdadera crisis civilizatoria y ecológica.
Pero también, las transformaciones del capitalismo actual, con el principal objetivo de optimizar y maximizar las ganancias, nos condujeron a un proceso de interconexión entre los mercados formales, informales e ilegales.[6]
Hoy el capital se valoriza optimizando sus costos laborales a partir de la expansión de los mercados informales (que pendulan entre la legalidad y la ilegalidad) y en el desarrollo de los mercados ilegales.
En la actualidad, los mercados formales necesitan tanto de los mercados informales como éstos de los mercados ilegales. Podemos ver un ejemplo claro en la industria textil, donde grandes empresas (las grandes marcas de ropa e indumentaria) producen una parte de su producción en “talleres formales” (con empleados en blanco, pago de impuestos, etc.) y otra parte, con el objetivo de reducir costos, en “talleres clandestinos” (donde se extiende el trabajo en condiciones de esclavitud). Parte de esta producción se vende en las grandes vidrieras de malls y shoppings centers, y otra parte se distribuye en centros comerciales informales. De igual forma, el mercado inmobiliario ofrece vasos comunicantes donde esta tríada se vincula con fuerza. El “boom” de la construcción se asienta en fideicomisos en los que ingresan inversores de todo tipo y permiten el blanqueo de grande cantidades de dinero ilegal (evasión, narcotráfico, etc.), y se sostiene sobre la base del trabajo informal de los obreros de la construcción y la vista gorda de los controles municipales.
Esta nueva dinámica de la economía capitalista con centro en las finanzas –caracterizada por la interrelación entre lo formal, lo informal y lo ilegal–, en la medida en que incorpora al crimen como un elemento inherente al proceso de valorización del capital, genera nuevas formas de violencia que se diseminan por el conjunto de la sociedad.
Por lo tanto, estos dos aspectos que señalamos: a) la profundización de los procesos de “acumulación por desposesión” y b) la interconexión de los mercados formales, informales e ilegales, tienen consecuencias sobre las nuevas formas de territorialidad.
Si entendemos que el territorio es el espacio apropiado por una determinada relación social que lo produce y lo mantiene a partir de una forma de poder; es decir, si entendemos que son las relaciones sociales las que transforman el espacio en territorio[7], podemos ver que en las sociedades actuales estamos atravesados por una territorialidad hegemónica (que es la territorialidad del capital) que nos fragmenta a partir de regular selectivamente las relaciones sociales de solidaridad y facilitar el desarrollo de relaciones sociales conflictivas y contradictorias en el territorio.
Al mismo tiempo, la propia dinámica de la acumulación capitalista transformó algunas funciones estatales. En la actualidad, asistimos a un proceso de desmonopolización de la fuerza en tanto el Estado ya no es el único que detenta el monopolio de la violencia. Por supuesto que el Estado no abandona su carácter coercitivo. De hecho, sobran ejemplos cotidianos en los que vemos una profundización de la represión estatal. Lo que estamos afirmando es que, como consecuencia de la expansión de los mercados ilegales (que son parte constitutiva de la valorización de capital), se consolidan nuevos actores con capacidad de ejercer la coerción, paralelamente al accionar estatal.
III.
Tratemos entonces, para terminar, de pensar las condiciones actuales de un proyecto emancipatorio desde la construcción de poder popular.
El ciclo de resistencias al neoliberalismo en nuestro país, que se inicia en la década del 90 y tiene su punto de inflexión entre los años 2001 y 2002, mostró a los movimientos sociales como uno de los puntos más altos de la conflictividad social. Sin embargo, en ese contexto de alza de la lucha popular, los movimientos sociales no lograron capacidad de elaboración de un proyecto que interpele a las mayorías populares.
Si durante el ciclo de resistencias primó en los movimientos sociales una visión instrumentalista del Estado, a partir de una estrategia de enfrentamiento; durante el ciclo kirchnerista, en cambio, muchos de estos movimientos sociales protagonizaron un viraje en relación a la esfera estatal que los llevó a desarrollar una mirada institucionalista, que terminó abonando a la desmovilización –una estrategia desplegada desde el Estado– del sujeto colectivo que había tenido lugar durante el ciclo de resistencia.
Habiéndose agotado las condiciones en que se mantuvieron gobiernos progresistas que consolidaron una matriz neodesarrollista en Latinoamérica, las posibilidades de construcción de un proyecto emancipatorio con vocación de poder implica reelaborar las miradas del Estado que caracterizaron a los movimientos sociales durante las últimas décadas.
Dadas las características de las actuales sociedades latinoamericanas, en donde se profundizan los procesos de informalización de amplias capas de la población, las posibilidades de construcción de un sujeto popular con capacidad de transformación implica revertir la fragmentación del tejido social que imponen las territorialidades hegemónicas.
Si es cierto que la fragmentación social es una consecuencia metabólica de la fase neoliberal del capitalismo; se trata, entonces, de revertir la fragmentación en el campo popular.
Y las posibilidades de revertir esa fragmentación no radican en ensayos de unidades coyunturales, sino en la recuperación de tradiciones de lucha con horizonte socialista que se encuentran presentes en la cultura popular, como memoria histórica de los sujetos colectivos.
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(*) Esta conferencia fue presentada en la mesa “Territorialidad, sujetos colectivos y poder popular”, en el III Encuentro Interdisciplinario sobre Cuestión Social y Políticas Públicas “Trabajo, Territorialidad y transformaciones familiares en la sociedad contemporánea”. Tandil, junio de 2018.
Notas
[1] No obstante, respecto a la discusión sobre los cambios en la forma Estado post 2001, es necesario reconocer que los límites entre el Estado Neoliberal (1976-2001) y el denominado Estado Posneoliberal (2002-2015), son difusos. Lo que caracteriza a este último es: en lo social, una estrategia de desmovilización popular para licuar la protesta; en lo económico, un cambio hacia un patrón de acumulación neodesarrollista, que disminuye los niveles de desocupación (aunque carente de una política de desarrollo industrial no dependiente), es débil en términos redistributivos y continúa con la desposesión de los bienes comunes; y en lo político, una combinación de cooptación e institucionalización y una decisión de apoyarse en estructuras burocráticas (el PJ y la CGT).
[2] Véanse sobre todo Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista, Buenos Aires, FCE, 2004 [1987]; Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1993.
[3] Este ciclo de resistencias se abre con el “Caracazo” en 1989, tiene sus momentos más importantes con la aparición del EZLN en México y las movilizaciones campesinas en Ecuador, en 1994; la rebelión popular de diciembre de 2001 en Argentina; y las Guerras del Gas (2000) y del Agua (2003) en Bolivia.
[4] Pierre Bourdieu, “Espíritus de Estado. Génesis y estructura del campo burocrático”, en Revista Sociedad, FCS, Buenos Aires, 2002.
[5] David Harvey, “El `nuevo imperialismo`. Sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposesión”, en Herramienta, nº 27, Buenos Aires, 2004.
[6] Ver Esteban Rodríguez Alzueta, “La violenta regulación del territorio en el capitalismo criminal”, en VVAA, Tiempos violentos, Herramienta, Buenos Aires, 2014.
[7] Seguimos a Bernardo Mancano Fernandes, “Movimientos socioterritoriales y movimientos socioespaciales. Contribución teórica para una lectura geográfica de los movimientos sociales”, s/d.
www.dariovive.org

Chalecos rojos: los tunecinos llaman a retomar las protestas 

La sociedad tunecina toma el relevo de los chalecos amarillos franceses y llama a la revolución popular después de que el movimiento de la primavera árabe del 2011 terminara concluyera en la dictadura de Zinedin el Abedin Ben Ali.
Ciudadanos tunecinos se manifiestan en la huelga celebrada el pasado 22 de noviembre./EFE
Ciudadanos tunecinos se manifiestan en la huelga celebrada el pasado 22 de noviembre./EFE
El nuevo movimiento de los chalecos rojos en Túnez advirtió de que la revolución popular que en 2011 acabó con la dictadura de Zinedin el Abedin Ben Ali ha fracasado e instó a los tunecinos a retomar las protestas pacíficas en la calle.
En una rueda de prensa celebrada este viernes en la capital, los promotores de este nuevo movimiento social, inspirado en la movilización de los "chalecos amarillos" en Francia reclamaron al Gobierno "una mejora de las condiciones de vida".
"Nuestro movimiento está abierto a todos. Exigimos desarrollo, mejora de las condiciones de vida de los tunecinos y que se combata la creciente inflación", explicó a los periodistas Riadh Jrad, uno de los activistas.
"Se han formado nueve comités de coordinación regional y 53 de coordinación provincial. Tenemos 22 demandas para mejorar el empleo, el desarrollo, la sanidad y que se aumente el salario mínimo", detalló.
En la misma línea se pronunció su compañero Nejib Dziri, para quien el problema reside en que "el gobierno y toda la clase política han fracasado".
"Durante la caída de Ben Ali en 2011, el pueblo exigió justicia social, libertad y dignidad. Nada de todo eso se ha realizado. Llamamos a protestar de forma pacífica. Sin violencia y sin vandalismo", subrayó.
El movimiento de los chalecos rojos nació el pasado 8 de diciembre con un anuncio en las redes sociales y con la voluntad de replicar la ola de protesta popular que ha puesto contra las cuerdas al presidente francés, Enmanuel Macron.
Contrario a las políticas de austeridad y recortes impuestas desde hace dos años por el Ejecutivo tunecino, en su primer mensaje aseguró que su objetivo es "dar a la juventud tunecina "dignidad y derecho a tener una vida digna".
El surgimiento se produce días antes de que se recuerde el octavo aniversario de la muerte de Mohamad Bouazizi, el joven vendedor ambulante tunecino que con su decisión de suicidarse a lo bonzo tras ser humillado por la Policía desató la revuelta que el 14 de enero de 2011 acabó con la dictadura de Ben Ali.
Aquel alzamiento popular, conocido como la "revolución del Jazmín", desató las ahora marchitas "primaveras árabes", una oleada de protestas que alcanzó a países como Egipto, Siria, Yemen, Barein y Arabia Saudí, con resultado dispar.
Desde hace dos años, el aniversario del inicio de la revuelta se ha convertido en una oportunidad para renovar las protestas en el país, que el año pasado se saldaron con la muerte de manifestantes y decenas de heridos y arrestados.
Aunque la transición política tunecina ha sido exitosa, apenas se ha avanzado en la reforma económica en un país que ocho años después adolece del paro y la corrupción, dos de las principales causas de la revuelta.
La situación económica ha empeorado en los últimos dos años, arrastrada por las políticas del Gobierno, que se ha visto obligado a pedir un crédito de 2.500 millones de euros al Fondo Monetario Internacional (FMI), y las exigencias de recortes y austeridad que la institución ha impuesto para concedérselo.

Francia. Siguiendo la estela de los chalecos amarillos
El movimiento estudiantil se rebela

15/12/2018 | Laurent Ripart
Desde principios de mes, los institutos y universidades en Francia asisten a una movilización que permite esperar que un importante movimiento juvenil se instale en la escena francesa. Esta retorno de las luchas estudiantiles en Francia es el testimonio de una nueva resistencia frente a las contra-reformas neoliberales y se da en el contexto del movimiento de los chalecos amarillos. Una expresión del rechazo de las clases populares a pagar los costes de una política orientada totalmente a beneficiar a los más ricos.
Hijos e hijas de los chalecos amarillos
Desde el inicio, la movilización de estudiantil ha estado estrechamente vinculada al movimiento de los chalecos amarillos. Comenzó el 19 de noviembre, el lunes siguiente a la primera movilización de los chalecos amarillos, cuando estudiantes de provincias comenzaron a realizar huelgas en solidaridad con su movilización. A partir de ahí, el movimiento, que se fue extendiendo poco a poco, adquirió una dimensión nacional el 3 de diciembre, dos días después de la manifestación insurreccional de los chalecos amarillos del 1 de diciembre.
Desde entonces se ha extendido como una mancha de aceite: el 7 de diciembre 470 institutos estaban bloqueados, lo que constituye un nivel de movilización importante en un país con 2500 institutos públicos, si bien la proximidad de las vacaciones navideñas hace que entre en una dinámica decreciente, aún conservando un potencial de movilización real.
La similitud de este movimiento con el de los chalecos amarillos es mayor aún en la medida que, de entrada y por encima de todo, constituye una respuesta de los sectores populares a la política neoliberal que E. Macron ha puesto en pie tanto en el sistema educativo como en el resto de sectores. El gobierno hizo pasar en el Parlamento una reforma de la escuela secundaria que el certificado del bachillerato como título de referencia nacional, para establecer un nuevo marco liberal que permitirá modular las exigencias [del sistema] y la formación en función de los medios y la realidad de los centros. La juventud de origen popular ha comprendido bien que esta desregulación constituye una palanca para acentuar aún un poco más las ya muy pronunciadas desigualdades entre las escuelas secundarias burgueses del centro de las ciudades y los centros de los barrios populares.
Una situación que adquiere un carácter aún más injusto en la medida que se combina con la reciente puesta en cuestión del derecho de quienes obtienen el certificado del bachillerato a entrar a la Universidad [hasta ahora era el único requisito académico]. En efecto, el año pasado el gobierno impuso el programa Parcoursup que establece un numerus clausus por capacitación y selecciona
a las y los estudiantes admitidos a la universidad en función de sus resultados, de los estudios realizados [materia] y de los centros en los que se han cursado. Esta política está dirigida contra clases populares que ven que la puerta de la Universidad se les cierra delante de las narices.

Este rechazo a la selección se ha combinado también con la voluntad de resistir a los nuevos recortes presupuestarios, que afectan de lleno a la Educación Nacional, donde se anuncia la supresión de 2650 puestos de enseñante en la escuela secundaria para el próximo año. En este tema también, las y los estudiantes de los barrios populares han comprendido bien que sus centros serían los primeros afectados por la medida, porque el ministro de Educación nacional, Jean-Michjel Blanquer, planteó la necesidad de poner en cuestión las "zonas prioritarias de educación", [una política] que permitía a los barrios más desfavorecidos disponer un marco educativo algo menos degradado que la media. De ese modo la política gubernamental de condenar a la juventud de los barrios populares a una enseñanza degradada, sin perspectiva de acceder a los estudios superiores, se ha mostrado con toda su crudeza.
Al expresar el rechazo de la juventud popular a ver sacrificado su futuro por las políticas neoliberales en provecho de los más ricos, el movimiento estudiantil en secundaria constituye la variante juvenil del movimiento de los chalecos amarillos; hasta el punto que numerosos periodistas hablan del movimientos de las "hijas e hijos de los chalecos amarillos". Sociológicamente hablando, este movimiento en la enseñanza secundaria tiene una tonalidad muy popular, similar a la de los chalecos amarillos. Si bien habitualmente la lucha estudiantil en secundaria la impulsaban las y los estudiantes del centro de la ciudad, en esta ocasión diferentes estudios indican que en este movimiento el rol central corresponde, por mucho, a los barrios populares.
Un movimiento reprimido que intenta construirse
Este carácter popular del movimiento ha tenido consecuencias en la forma de organizarse. Hoy en día un tanto raquíticos, los sindicatos estudiantiles tradicionales en la enseñanza secundaria (UNL y FIDL 1/) no han jugado, por así decirlo, ningún papel central, y ninguna organización juvenil ha sido capaz de pesar realmente en el mismo. El movimiento emergió de forma espontánea, lo que por otro lado se ha traducido en enormes dificultades y en la ausencia de una verdadera estructura de coordinación. Por ello, la auto-organización del movimiento ha sido limitada al no poder ponerse en pie ninguna estructura de coordinación regional o nacional que permita la coagulación del movimiento en torno a jornadas de acción fuertes y decididas colectivamente.
Por otra parte, en muchos sitios, las manifestaciones estudiantiles han adquirido un carácter casi insurreccional, con estudiantes que atacaban todo lo que podía simbolizar al Estado y no dudaban en enfrentarse a la policía. Esta estrategia, que por otra parte no favorece la autoorganización, ha generado grandes divisiones en su seno entre quienes desearían emprender una estrategia de confrontación y quienes, a menudo de origen social más elevado, desearían dar un carácter estrictamente pacífico al movimiento.
Como es evidente, el Estado ha intentado sacar provecho de esta situación denunciando a las y los alborotadores y organizando una represión caracterizada por una violencia hasta ahora nunca vista. Siguiendo las órdenes del ministerio del interior, la policía ha intervenido con una brutalidad enorme, provocando enfrentamientos continuos con las y los estudiantes. Han sido detenidos varios miles de jóvenes y cientos de ellos presentados ante el juez que, a menudo, los ha condenado a pesar de la falta de pruebas serias. Se han utilizado medios de una brutalidad inaceptable a escala masiva, gaseando y aporreando a decenas de miles de adolescentes. Y, lo que es más grave aún, la policía ha disparado repetidamente pelotas de goma contra los estudiantes de secundaria. A veces apuntando directamente a la cabeza, lo que ha conducido a situaciones dramáticas: una decena de jóvenes han perdido un ojo o han quedado con la cara desfigurada.
La imagen de la detención de 151 jóvenes en Mantes-la-Jolie (región parisina) obligados por la policía a permanecer de rodillas, con las manos cogidas tras la cabeza, como en las peores escenas de las dictaduras militares, ha simbolizado la violencia de la represión desarrollada por el gobierno Macron. Las protestas contra esta actuación policial han sido numerosas y la juventud ha tomado el hábito, en las manifestaciones, de arrodillarse frente a la policía con las manos tras la cabeza, gritando "queremos facultades, no porras".
El detonante en la universidad: los derechos de inscripción para estudiantes extranjeros
Sin embargo, el movimiento de chalecos amarillos ha tenido un escaso eco en las Universidades; sin duda, debido a la subrepresentación de las clases populares en el medio universitario. Seguramente, si el primer ministro, Edouard Philippe no hubiese anunciando el 19 de noviembre, sólo dos días tras el inicio del movimiento de los chalecos amarillos, que a partir de ahora las y los estudiantes extranjeros deberán pagar los gastos de matrícula más caros, la juventud universitaria no se hubiera movilizado. Este anuncio hizo saltar el polvorín. En efecto, el primer ministro anunció, sin ningún tipo de diálogo social, que los estudiantes extranjeros deberán pagar 2770 euros `por la matrículo, cuando la tarifa actual es de 170€, y 3770 euros por un master de un año, cuando el coste actual es de 243€. Y aún cuando el texto oficial ni siquiera estaba redactado, la medida fue comunicada a los servicios consulares franceses.
La comunidad universitaria vivió este incremente como una verdadera provocación. El sobrecoste impuesto a las y los estudiantes extranjeros se percibió como una discriminación xenófoba, incluso racista, porque los estudiantes de la UE, Suiza y Canadá fueron exonerados de estas disposiciones, orientado fundamentalmente a los países del Sur. Esta medida también inquietó a todos los responsables universitarios que comprendieron que con ella sus laboratorios no podrían reclutar a numerosos estudiantes extranjeros en master y en doctorando que constituyen una mano de obra absolutamente fundamental para el desarrollo de la investigación francesa. Incluso los sectores económicos se inquietaron de los efectos de esta medida, porque la presencia en el extranjero de estudiantes formados en Francia es un activo importante para la conquista de mercados extranjeros por parte de las empresas francesas.
En los días siguientes al anuncio realizado por el primer ministro, los consejos universitarios, los laboratorios y las escuelas doctorales votaron masivamente en todas las universidades francesas mociones exigiendo la abrogación de la medida. Incluso la Conferencia de presidentes de universidad, que es una institución de lo más servil y muy integrada en las políticas neoliberales, exigió que el gobierno diera marcha atrás en esta medida que arruina todos los esfuerzos realizados por las universidades francesas para atraer a estudiantes extranjeros.
Muchos estudiantes, cuyas condiciones de vida no dejan de deteriorarse y apenas logran financiar sus estudios, percibieron este incremento de la matrícula como un globo sonda que anunciaba un próximo aumento de las matrículas para todo el estudiantado. La Cámara de cuentas se encargo de dar credibilidad a esta interpretación al publicar el 21 de noviembre, sólo dos días después del anuncio, un informe a favor de un fuerte incremento de las matrículas para todo el estudiantado. Esta ofensiva neoliberal también vino acompañada por la publicación el Le Monde de una tribuna firmada por Alain Trannoy, un economista neoliberal próximo a E. Macron, abogando por un aumento moderado de las matrículas, considerando que "de 3000 a 5000 euros por año estudiado podría ser una cantidad aceptable" (Le Monde, 12/11/2018)
La movilización en la universidad
Estas provocaciones neoliberales llevaron a una fuerte movilización estudiantil, a veces con Asambleas generales muy concurridas, como en Nanterre en la que se reunieron 3000 estudiantes.
De todos modos, el calendario no permite que el movimiento puede extenderse por el momento, porque ya han concluido los cursos del primer semestre en la mayoría de las universidades francesa y no se retomarán los cursos hasta mediados de enero. En cualquier caso parece evidente que las universidades francesas caminan hacia una gran movilización, lo que comienza a inquietar seriamente al gobierno.
El ministerio de enseñanza superior, por su parte, sin querer dar marcha atrás en el reforma, trata de quitarle hierro abriendo la posibilidad de que los presidentes de Universidad puedan exonerar a los estudiantes extranjeros del pago de la matrícula… si bien, proponiéndoles que financien la medida con su propio presupuesto, lo que se ha percibido como una provocación añadida.
Así pues, el aumento de la matrícula para las y los estudiantes extranjeros ha hecho salir de su letargo al movimiento estudiantil universitario, lo que ha permitido poner sobre la mesa otras muchas demandas.
La comunidad universitaria vivió mal que en 2017 se implantara una selección en el primer curso y la primavera de 2018 estuvo marcada por una fuerte movilización, con ocupaciones prolongadas de las Universidades, lo que permitió poner en pie equipos militantes en todas partes. Por otra parte, en julio de 2018, la publicación de una nuevo decreto sobre licenciatura, que va en la línea de una nueva desregulación de los diplomas, y el anuncio de nuevas medidas de austeridad, que este año se han traducido en la supresión del 20% de los puestos del Centro Nacional de Investigación Científica, han tensionado mucho la situación.
En todos los centros el personal y el estudiantado redactan sus "cuadernos de quejas" (cahiers des doléances), siguiendo la tradición abierta por la Revolución francesa de 1789, en los que denuncian la selección y el aumentos de las matrículas y también la desregulación neoliberal de las licenciaturas y las políticas de austeridad. Si el gobierno no retrocede, parece que se reúnen todas las condiciones para que las y los estudiantes se sumen en enero al movimiento de la enseñanza secundaria, que parece tener suficiente potencial para volver a movilizarse.
Esta situación abre grandes perspectivas al movimiento social francés, que ha sufrido mucho la ausencia de movilizaciones juveniles importantes desde el gran movimiento contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) en 2006. Tras un período de más de 10 años marcados por un retroceso de movilizaciones juveniles, 2019 podría ser el año de la renovación de la lucha de clases en el seno de la juventud escolarizada, lo que en la sociedad francesa siempre ha sido un elemento anunciador de un rearme del movimiento social en su conjunto.
14/12/2018
Laurent Ripart, profesor de la Univesidad Savoi-Mont-Blanc, militante del NPA

1/ UNL: Unión Nacional de estudiantes de secundaria; FIDL: Federación independiente y democrática de estudiantes


¿Es posible un nuevo Mayo del 68 en Francia?

Por German Gorraiz López
KAOS EN LA RED - Publicado en: 6 diciembre, 2018
Estaría ya surgiendo en Europa un nuevo individuo reafirmado en una sólida conciencia crítica y sustentado en valores caídos en desuso como la solidaridad y la indignación colectiva ante la corrupción e injusticia imperantes.
Hermann Hesse en su libro “El lobo estepario” (Der Steppenwolf,1.927), plasma el sentimiento de angustia, desesperanza y desconcierto que se apoderó de la sociedad europea en el período entre-guerras y es un lúcido análisis sobre la locura de una época en la que agoniza lo viejo sin que haya nacido lo nuevo. En dicha obra critica mordazmente la sociedad burguesa ( “la decadencia de la civilización”), dictadura invisible que anula los ideales del individuo primigenio y le transforma en un ser acrítico, miedoso y conformista que sedado por el consumismo compulsivo de bienes materiales pasa a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable.
Así, Hesse define al burgués como “una persona que trata siempre de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni tormentas. Consiguientemente , es por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley y la responsabilidad por el sistema de votación. Es evidente que este ser débil y asustadizo, aun existiendo en cantidad tan considerable no puede sostenerse solo y en función de sus cualidades no podría representar en el mundo otro papel que el de rebaño de corderos entre lobos errantes…”.
Dichas reflexiones siguen vigentes casi un siglo más tarde, pues la entrada en recesión de las economías europeas ha implementado el estigma de la incertidumbre y la incredulidad en una sociedad inmersa en la cultura del Estado de Bienestar del mundo occidental, derivando posteriormente en un shock traumático al constatarse el vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo y posterior desahucio, inmersión en umbrales de pobreza y dependencia en exclusiva de los subsidios sociales, por lo que se antoja inevitable un proceso de catarsis y posterior metanoia colectiva.
El término Metanoia (del griego μετανοῖεν, metanoien), sería “un enunciado retórico utilizado para retractarse de alguna afirmación realizada y corregirla para enfocarla de la manera adecuada a un nuevo contexto “,lo que traducido a la actual coyuntura socio-económica, se traduciría como “transformar la mente para adoptar una nueva forma de pensar, con ideas nuevas, nuevos conocimientos y una actitud enteramente nueva ante la irrupción del nuevo escenario socio-económico ”, lo que implicaría la doble connotación de movimiento físico (desandar el camino andado) y psicológico (cambio de mentalidad tras desechar los viejos estereotipos económicos vigentes en la última década) y que tendrá como efectos benéficos la liberación de la parte indómita del individuo primigenio ( el lobo estepario) que ha permanecido agazapado en un recodo del corazón, sedado y oprimido por la tiranía de la manipulación consumista de la actual sociedad burguesa occidental.
En consecuencia, asistiremos en Europa a la aparición de un nuevo individuo reafirmado en una sólida conciencia crítica y sustentado en valores caídos en desuso como la solidaridad y la indignación colectiva ante la corrupción e injusticia imperantes y que bajo el lema “prohibido prohibir” generará un tsunami popular de denuncia del déficit democrático, social y de valores de la actual élite dominante. Asimismo, instaurará el caos constructivo que logrará diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica (consumismo compulsivo) y provocará la necesaria metanoia de la que nacerá un nuevo individuo dispuesto a quebrantar las normas y leyes impuestas por la “monarquía de las tinieblas”, no siendo descartable la reedición del Mayo del 68 , el hundimiento del castillo de naipes mercantilista de la actual Unión Europea, el retorno a los compartimentos económicos estancos y el posterior diseño cartográfico de la nueva Europa de los Pueblos en el horizonte de la próxima década.
GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ-Analista

Hacia una crisis de régimen en Francia

Por Rafael Poch
KAOS EN LA RED - Publicado en: 14 diciembre, 2018
Si el fuego prende finalmente en las banlieues, entonces sí que estaremos en la estela de las grandes insurrecciones sociales francesas que tanto oxígeno han proporcionado a la libertad y el progreso social en Europa desde 1789.
En junio de 2017, cuando Macron ganó las presidenciales, pronostiqué una crisis de régimen en Francia. Desde que llegué a ese país, en 2014, hasta mi despido como corresponsal en París hace un año, nunca cesó de rondarme la impresión de materia inflamable a la espera de chispa. Muchos observadores franceses de la izquierda respondían en positivo a mis preguntas en esa dirección, pero, seguramente llevados por el miedo que todo intelectual tiene a ser acusado de tomar sus deseos por realidad, no pasaban del, “sí, es posible que ocurra algo”.
Llegaron las protestas contra las leyes laborales de Hollande (Macrón era entonces consejero del presidente, luego ministro de economía) y la nuit debout el particular movimiento cívico-juvenil de la Place de la Republique de París que no cuajó como 15-M francés.  Más tarde, ya con Macron presidente, nuevas protestas contra la reforma laboral a partir de otoño de 2017. En ambos casos, la impresión era la misma: el descontento en Francia era general, pero pasivo. La gente que salía a la calle era la de siempre; la izquierda política (es decir lo que queda a la izquierda del Partido Socialista), militantes, algunos estudiantes y bachilleres (que en Francia son un factor político) y algunos sindicatos pequeños más la CGT, la única gran central sindical aún no descafeinada. No había relación entre descontento y movilización. Y aun más importante: los más desfavorecidos, los barrios periféricos urbanos, dormitorios de la Francia desempleada y de origen emigrante, brillaban por su ausencia. “¿Dónde están las banlieues?”, nos preguntábamos.
En la victoria presidencial de Macron las cosas no cuadraban. Había una sensación de producto precocinado por los poderes fácticos en la sombra, un fast food político más propio de la otra orilla del Atlántico que de Francia. Una victoria que se impuso sobre la sospechosa eliminación, vía el kompromat del “Penelopegate”, el inocente escándalo de la mujer del candidato de la derecha tradicional, François Fillon, quizá demasiado gaullista y demasiado poco antirruso para algunos (para acertar en estas materias es siempre aconsejable pensar mal). Y la victoria de Macron planteaba tanto una crisis de legitimidad -muy poca gente le votó por convencimiento, la mayoría para eludir a Le Pen y con una abstención récord- como una crisis de representatividad: la victoria explosionó la divisoria izquierda/derecha, dejó fuera de juego a los partidos tradicionales y logró un dominio elitario en la Asamblea Nacional sin precedentes y sin la menor correspondencia con la realidad de la sociedad francesa.
Si a eso se le sumaba la personalidad del Presidente, un jovencito tecnócrata triunfador hecho a sí mismo y apadrinado por los poderes fácticos -el medio del que salen los reaccionarios más peligrosos- el cóctel resultaba explosivo. Pero un cóctel Molotov (o “Molokotov”, como decía la abuela de un amigo cuando Franco) es algo que no se enciende si no hay chispa. Los chalecos amarillos son la chispa.
Ahora en la calle se ven caras nuevas. No es la izquierda política, es la gente normal, la mayoría perjudicada por la macronía y ofendida por la impertinente incontinencia verbal de este “presidente de los ricos”. Gente que está más allá de la política, que no vota, o que vota al Frente Nacional, o a la France Insoumise. Una revuelta social de los de abajo, de la Francia mayoritaria que ha visto su vida deteriorarse en los últimos veinte o treinta años, pero… mayoritariamente blanca.
Siguen ausentes los barrios periféricos de origen emigrante. Si eso cambia, si el fuego provocado por esta chispa prende finalmente en las banlieues, entonces sí que estaremos en la estela de las grandes insurrecciones sociales francesas que tanto oxígeno han proporcionado a la libertad y el progreso social en Europa desde 1789.
Hay que estar bien atento a Francia. Las reivindicaciones se han ido ampliando. En su última expresión ofrecen un catálogo bastante completo de un radical rechazo a la austeridad, la privatización y la creciente desigualdad social. Los políticos se quejan de que es muy difícil negociar con esto (y ahí está la gracia y la fuerza del asunto):
-Más justicia fiscal
-Salario mínimo de 1300 euros netos
-Favorecer al pequeño comercio de los pueblos y los centros urbanos, cesar la construcción de grandes centros comerciales alrededor de las grandes ciudades que matan el pequeño comercio.
-Más aparcamientos gratuitos en los centros de las ciudades.
-Un plan de aislamiento de viviendas para hacer ecología mediante el ahorro de las economías domésticas.
-Más impuestos a las grandes empresas
-Mismo sistema de seguridad social para todos.
-No a la reforma de las pensiones. Ninguna pensión por debajo de los 1200 euros.
-Salarios indexados a la inflación
-Salario máximo de 15.000 euros
-Proteger la industria nacional. No a las deslocalizaciones.
-Limitar los contratos temporales.
-Promoción industrial del automóvil de hidrógeno (más ecológico que el eléctrico).
-Fin de la política de austeridad. Cese del pago de los intereses ilegítimos de la deuda y combate al fraude fiscal.
-Que los peticionarios de asilo sean bien tratados y que se actúe contra las causas de las emigraciones forzadas.
-Limitación de precios de los alquileres.
-Prohibición de la venta de bienes de la nación (presas, aeropuertos….).
-25 alumnos por clase como máximo.
-Favorecer el transporte ferroviario de mercancías
-Tasar el fuel marítimo y el keroseno.
Claro que faltan muchas cosas. Tal como está comportándose el complejo mediático francés ante esta crisis, no tardará en aparecer alguna reivindicación fundamental para democratizar y desmonopolizar medios de comunicación que hoy están en un 80% en manos de grandes corporaciones bastardas y multimillonarios lógicamente hostiles a los intereses de la mayoría social.
Pero, si se negocia esto, o algo parecido a esto, podemos echar el telón sobre la política de austeridad europea: La suma de una Francia en pié, más un Reino Unido fuera de la UE, mas el fin del merkelato, dejará a la agenda austeritaria de la derecha alemana fuera de combate en la UE.
Si por el contrario no se negocia y se opta por la represión, o por dejar que el movimiento se pudra -ese es el cálculo de las pequeñas concesiones de Macron- habrá que ver cual es la reacción social, y, en cualquier caso, no se habrán remediado otras futuras chispas, pues la presencia de materia inflamable ya no es una hipótesis, sino un hecho constatado. En cualquier caso todo el régimen de la V República podría verse sometido a una seria prueba. Hay que estar bien atento a Francia, pues el cambio en la UE depende de ella.

URUGUAY

Docentes del liceo 70 ocupan por 48 horas el centro de estudios

Ante la confirmación de la ocupación, esta semana los alumnos del liceo 70 deberán esperar para saber sus calificaciones de fin de año.
Sin clases en los liceos de Montevideo
17 diciembre, 2018 - CARAS Y CARETAS
Los docentes del liceo 70 de Montevideo, ocuparán el centro de estudios este lunes 17 y martes 18 de diciembre. Los integrantes de la Asociación de Docentes de Enseñanza Secundaria (Ades), resolvieron la medida “ante la falta de avances definitivos en lo referente a la proyección de grupos para el año 2019”, según indica un comunicado emitido por la gremial.
El sindicato reclama que el Consejo de Secundaria resolvió  “inscribir de manera automática mediante mensaje de texto a los alumnos de primer año provenientes de primaria”. Desde el centro educativo, se solicitó mantener la misma cantidad de grupos y la misma distribución que hubo este año. Se trata de seis grupos por cada nivel (primero, segundo y tercer año), cada uno con no más de 25 alumnos por clase.
La respuesta de Secundaria llegó con la confirmación de que en 2019 habrá siete primeros. Además de cinco segundos y cinco terceros. Esto es rechazado por el sindicato, ya que alegan que les obligará a tener grupos con más de 30 alumnos en algunos casos, ya que no se tomaron en cuenta desde el consejo, a los repetidores.
Los docentes reclaman que su exigencia “no es un criterio caprichoso ni arbitrario, es una decisión didáctica pedagógica que materializa en los hechos, el egreso de todos los estudiantes que ingresan al liceo”, según expresan en el comunicado.
Por lo tanto, ante la confirmación de la ocupación, esta semana los alumnos del liceo 70 deberán esperar para saber sus calificaciones de fin de año.

Fuecys: reunión clave este lunes entre supermercadistas y trabajadores

Si no hay acuerdo en la negociación, Fuecys trancará locales para las fiestas.
Fuecys: reunión clave este lunes entre supermercadistas y trabajadores
17 diciembre, 2018 CARAS Y CARETAS
Los trabajadores de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios (Fuecys) podrían iniciar paros y ocupaciones en supermercados en los próximos días. Sería en caso de no llegar a un acuerdo con los empresarios.
Este lunes tendrán una instancia clave de negociación. Pero si la misma fracasa, tienen un plan de acción para reclamar los empresarios, explicaron desde el sector.
El dirigente, Fabio Riveron, aseguró que la principal diferencia con el sector empleador es el pago por antigüedad.
Los trabajadores de Fuecys aseguran que el reclamo tiene costos significativos para los empleadores.
Asimismo, las medidas que podrían instrumentar van desde paros en los supermercados hasta ocupaciones de algunos locales durante el periodo de las fiestas de Navidad y fin de año, según aseguraron desde el sindicato.

Consejos de Salarios: de los 180 grupos de negociación se cerraron 163

Además hay nueve que están preacordados y cuatro que están negociando aún. Otros cuatro pidieron más plazo para negociar.
57% de acuerdos Consejos de Salarios
Foto: Archivo.
14 diciembre, 2018 - CARAS Y CARETAS
“De los 180 grupos de negociación se cerraron ya 163, en el 90 % de los casos por acuerdo entre los sindicatos y empresarios”, aseguró en las últimas horas el ministro, Ernesto Murro.
Además el jerarca aseguró que hay 9 que están preacordados y otros cuatro que están negociando aún. Otros cuatro pidieron más plazo para negociar. Solamente en cinco casos, el 3 %, los consejos cerraron por un decreto del Poder Ejecutivo, aseguró Murro.
En las últimas horas, ante un pedido del ministro de Trabajo de Seguridad Social, la Asociación de Supermercados del Uruguay, que todavía sigue negociando, accedió a mejorar su oferta a los sindicatos de forma de poder cerrar el Consejo de Salarios del sector que está retrasado y que podría llevar a un conflicto importante en los últimos días del año.
Una asamblea del sindicato del comercio (Fuecys),  que se realizará este sábado en la sede del Pit-Cnt puede ser clave para el acuerdo.
La propuesta del sindicato de mejorar de los pagos por antigüedades implicaría un costo adicional de 17 millones de dólares, sería difícil de asumir en este momento por las empresas.
La Asociación de Supermercados, accedió a mejorar, algo menos, su oferta por concepto de antigüedades mensual de 2.400 pesos a 2.500 y llevar el pago adicional por mes a 2.800 para los trabajadores con más de una década en una empresa, por cada año adicional a ese lapso.
También se accedió a un aumento salarial anual de aproximadamente 8 %, prácticamente equivalente a la inflación verificada en los últimos doce meses (8,05 %).
Las empresas también accedieron a mejorar la partida denominada de “quebranto de caja” de $ 1.000 mensuales a $ 1.100.
Las grandes cadenas de supermercados reúnen en total a 20.000 empleados y el conjunto unos 30.000.

Expulsa de sus filas el Frente Amplio de Uruguay a Luis Almagro

15 diciembre 2018 | CUBADEBATE

Foto: Archivo.
El Frente Amplio (FA) de Uruguay, partido que gobierna en ese país, expulsó hoy por unanimidad al secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y excanciller (2010-2015), Luis Almagro, al considerar una “violación grave” que el político dijera que no se oponía a una intervención militar ante el Gobierno del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Así lo anunció a la prensa a la salida del Plenario del partido el presidente del FA, Javier Miranda, quien explicó que este es uno de los diecisiete fallos que el partido tomó teniendo en cuenta los dictámenes del Tribunal de Conducta Política (TCP).
“Nunca un objeto de sanción es un motivo de alegría, pero hay que tomar decisiones y el Frente Amplio tomó decisiones”, añadió Miranda.
En este sentido, el presidente del partido anotó que en el Plenario se resolvió “expulsar” al político uruguayo de los registros adherentes del FA y que para aprobar el caso se necesitaba alcanzar nueve décimos en la votación, algo que se “superó totalmente” al conseguir unanimidad.
Según un informe del TCP del FA Almagro incurrió “en la violación más grave de los principios que caben imaginar” al haber dicho, en una visita en la frontera entre Venezuela y Colombia, que no se debe “descartar ninguna opción” en cuanto a la “intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro”.
Por su parte, el que fue canciller bajo el Gobierno de José Mujica le mandó una carta abierta ayer a los integrantes del TCP del FA en la que defiende que “no es admisible pretender juzgar la ética política de una persona partiendo desde la propia falta de ética del TPC”.
“He tenido durante este proceso las mismas garantías que un preso político en Venezuela o en Cuba. Ello tiene la misma sustancia de las dictaduras que he confrontado por su absurda falta de garantías para hacer valer derechos fundamentales”, reza el escrito del secretario general.
Esta no es la primera vez que una declaración de Almagro arma revuelo. En septiembre el Gobierno español presentó una nota verbal de protesta ante la OEA por la “ofensa” de su secretario general al exjefe del Ejecutivo de España José Luis Rodríguez Zapatero, a quien le descalificó al pedirle que “no sea imbécil” en su intermediación en Venezuela.
En declaraciones a la cadena de televisión colombiana NTN, el secretario general de la OEA aseguró que Zapatero tiene un “problema muy grande de comprensión” en el caso venezolano y agregó: “Mi consejo es que no sea imbécil”.
(Información de EFE)


Montevideo: el segundo mayor puerto receptor de pesca ilegal en el mundo.


Se dice que el Uruguay se acaba donde uno deja de hacer pie en la playa Pocitos, pero por estos días los uruguayos que damos alerta nos hemos multiplicado: “Empresa china compró terreno en Punta Yeguas para construir puerto pesquero”. China tiene fama de pescar de forma irresponsable e ilegal, y Montevideo se la ha ganado también como parada de los buques que pescan en el Atlántico Sur. El consorcio chino Shandong Baoma Fishery Group compró terrenos en Punta Yeguas y se propone realizar allí un “megapuerto”.
Durante una reunión en las oficinas de Uruguay XXI, agencia gubernamental que tiene a su cargo promover las exportaciones e inversiones en el país, la empresa china Shandong Baoma Fishery Group informó que instalará un puerto pesquero y Zona Franca en el oeste de Montevideo, según consignó Lu17.com El chairman de Shandong Baoma Fishery Group, Jian Hongjun, presentó ante organismos estatales los avances del proyecto, que la firma lleva adelante para instalar un puerto logístico para buques pesqueros chinos. El ejecutivo asiático llegó acompañado dos de los principales referentes de CSI Ingenieros, una empresa uruguaya dedicada a brindar servicios de consultoría en infraestructura, y que en los últimos años participó en el desarrollo de obras relevantes, como la instalación de la pastera Montes del Plata. Hongjun reveló que la empresa en Uruguay se llamará Zhongjin Puerto S.A. La obra tendrá un muelle de 800 metros de largo y 60 de ancho. Además, incluirá un amarradero para barcos de hasta 50.000 toneladas. Para esos efectos ya adquirieron 28 hectáreas de un predio en Punta Yeguas, y avanza su plan para instalar allí su base operativa y brindar servicio logístico y de mantenimiento a una flota de más de 500 buques chinos operando en todo el Atlántico sur. Cabe mencionar que la compañía china se especializa en diversas actividades como la pesca oceánica, el procesamiento y venta de productos marinos, la elaboración de harina de pescado, la gestión de terminales portuarias, entre otros rubros. También ha incursionado en infraestructura para explotaciones mineras.
En base a los informes de la FAO-ONU, la mayoría de los océanos del mundo se encuentran en una situación crítica de sobre explotación, o al límite de ser colapsados. El impacto en el ecosistema debido a la sobre explotación pesquera es inestimable y no abundan estudios científicos sobre el tema. Ante la apremiante situación de la notoria escasez pesquera en el mar de China, y ante la negativa de nuevos acuerdos pesqueros con países de la región de Asia y Oceanía, para satisfacer la demanda de su enorme población, el gigante asiático ha buscado nuevas fronteras marítimas para hacerse del tan preciado recurso. Y ha puesto la mirada en el Atlántico Sur.
A los más de 1.500 millones de habitantes que tendrá China dentro de cinco años (ahora suma 1.370 millones) le harán falta 70 millones de toneladas de pescado al año; la población crece y el Gobierno de Pekín está decidido a duplicar su clase media. De acuerdo a la China Society of Fisheries la “adquisición” de productos pesqueros por persona aumentó en casi nueve kilos en solo cinco años.
El Océano Atlántico Sur es una de las regiones con mayor biodiversidad marina del planeta. En un contexto en el cual se carece de control efectivo sobre esta vasta extensión marítima, donde sobresale por su ausencia un acuerdo regional y ante la falta de un organismo que regule y limite la explotación de los recursos ícticos, China se llevaría la parte del dragón.
Las consecuencias de instalar una zona franca portuaria pesquera china en Uruguay, y brindar logística a una ciudad flotante de barcos legales (e ilegales, estimados en más de 500 en el pico de la temporada en la ZEE), serían dramáticas.
Aún más, no solo afectarían seriamente al ecosistema marítimo por la excesiva captura no regulada de los preciados y escasos recursos ícticos del Atlántico Sur, sino que golpearían fuertemente las economías vinculadas a la pesca de toda la región, incluso la de Uruguay, puesto que los pescadores locales no podrían competir con los bajos precios que ofrecen los pesqueros ilegales de origen chino en los puertos de destino.
La empresa china contaría con una “zona franca” que le permitiría despachar buques sin intromisión de parte del Estado uruguayo, una ventaja logística y comercial inédita y un atractivo para las flotas pesqueras migratorias. Uruguay –desde hace tiempo- viene aprovechando las ventajas que puede tener como nodo regional y China, las extraordinarias ventajas que le brindan. Ello considerando que en China hay 164 empresas pesqueras que cuentan con 3.000 barcos de pesca de alta mar distribuidos en 30 países.
El megapuerto pesquero chino al oeste de Montevideo, permitiría la libre operatividad, legal y potencialmente ilegal de los pesqueros. El informe advierte que la obra obligará a cambiar el plan de ordenamiento territorial.

INACOOP celebró el décimo aniversario de la ley general de cooperativas

12 Dic
AFUSEC

PORTAL PIT-CNT
En el marco del décimo aniversario de la promulgación de la Ley General de Cooperativas, el Instituto Nacional del Cooperativismo (INACOOP) realizó un acto conmemorativo para celebrar sus primeros diez años de trabajo y destacar los avances legislativos para el desarrollo del cooperativismo y la economía social en nuestro país. En la actualidad, son más de 400 los préstamos vigentes otorgados a cooperativas y la morosidad no alcanza el 6% según los datos que proporcionó el presidente de INACOOP, Gustavo Bernini. Asimismo, más de tres mil personas han sido capacitadas por el Instituto que fue creado para promover el cooperativismo y la economía social del país y cuyas tareas centrales son la capacitación, la asistencia técnica, la gestión de fondos de financiamiento, la investigación, la comunicación de datos y la realización de acuerdos internacionales.
“A 10 años de votada la ley, el desarrollo que han tenido las políticas públicas y el marco normativo para fomentar y desarrollar la economía social y solidaria ha  sido esencial” explicó el presidente de INACOOP al Portal del PIT-CNT. “Esto no ha sido producto de la casualidad ni de la generación espontánea, sino a través de un programa de gobierno que desde el año 2005 se comenzó a aplicar” subrayó. Según Bernini en este tiempo se ha generado un contexto político favorable para lograr desarrollar las herramientas como INACOOP. “Se ha triplicado la cantidad de cooperativas en relación a unos pocos años atrás y ahora contamos con un sinnúmero de programas y proyectos que parten del INACOOP y se encuentran con el movimiento cooperativo organizado, que es nuestro principal aliado (CUDECOOP y las federaciones) que se han venido desarrollando a plenitud, y todo esto tiene un resultado tangible” aseguró. Desde la perspectiva del titular de INACOOP, hay que mirar hacia el futuro con la expectativa que se continúe trabajando en este sentido, a través de las herramientas de formación, asistencia técnica, de fondos rotatorios, fondos para el desarrollo, entre otros, que hemos venido construyendo a partir de las políticas públicas” apuntó.
Para el presidente de INACOOP, “estos logros no son producto de la casualidad” y “los contextos políticos son imprescindibles” para el desarrollo adecuado.
Por su parte, Carlos Aulet, representante de los trabajadores en el Fondo para el Desarrollo – INACOOP dijo al Portal que estos años han demostrado la importancia de la economía solidaria, el cooperativismo y las herramientas que han permitido concretar avances sustanciales para la sociedad. Según sostuvo Aulet, las políticas publicas han permitido desarrollar de manera tangible la economía social y solidaria, el cooperativismo, la autogestión, todo esto con herramientas de gestión y apoyos concretos” indicó. Empero, Aulet reconoció que “queda mucho por hacer, hay que dotar a las herramientas de fondos acordes a las necesidades de los distintos sectores” en función de una economía “sostenible, democrática y que genere empleo en condiciones sustentables” sentenció.

Uruguay 2018. La Política Económica entre dos fuegos

December 7, 2018 - HEMISFERIO IZQUIERDO
Las decisiones de Política Económica (PE) del gobierno fueron la resultante de las contradicciones entre las propuestas de las organizaciones populares y las de las clases dominantes expresadas en las recomendaciones de las calificadoras de riesgo y el Fondo Monetario Internacional (FMI), las reivindicaciones de las cámaras empresariales, las críticas de los dirigentes de los partidos de oposición, los fundamentos pretendidamente científicos de los economistas de las consultoras locales que asesoran al capital y la insistente difusión a través del oligopolio de medios.
1. Gobierno, poder y clases sociales
La elección de 2004 la ganó la coalición Frente Amplio –Encuentro Progresista (EP) – Nueva Mayoría (NM). El acelerado proceso que en los meses posteriores al triunfo electoral llevó a integrarse al FA a la Alianza Progresista, que junto al FA integraban el EP, así como al Nuevo Espacio que junto a los anteriores formaba la NM, es un fenómeno al que los cientistas políticos no han buscado una explicación. Este cambio contribuye a explicar por qué el artículo primero del Estatuto de creación del FA, que lo define como una fuerza política anti imperialista y antioligárquica, no está presente en la PE.
Acceder al gobierno no es condición suficiente para derrotar a la alianza de clases dominantes, pero crea la posibilidad de modificar la correlación de fuerzas aumentando el poder de las clases dominadas. Para explicar la PE del gobierno del Uruguay desde 2005 hasta 2018 es necesario tener en cuenta las expresiones de cuatro clases sociales, principales pero no únicas, que se manifiestan en forma visible, diagnostican, proponen, elaboran documentos, se reúnen con los gobernantes y toman medidas de lucha.
En la estructura de clases en la que se inserta el nuevo gobierno la hegemonía corresponde al capital financiero y es resultado del carácter de Uruguay como sociedad dependiente. Lenin diferenció a los países imperialistas, sus colonias y los países dependientes; estos últimos tenían un gobierno propio, pero sus decisiones estaban subordinadas al capital extranjero. La dependencia aparece como un fenómeno político y es necesario buscar los mecanismos de dominación, las relaciones de clases sociales que la viabilizan así como sus implicancias en el desarrollo de las relaciones de producción y de las fuerzas productivas. Transcurrió un siglo desde la publicación del artículo de Lenin y se procesaron múltiples cambios, pero no perdió vigencia el Imperialismo como sistema internacional de relaciones de dominación económicas, políticas, militares y culturales (Notaro 2018).
Las relaciones de dominación culturales son más amplias que las ideológicas. Las segundas encubren y justifican una forma de organización de la sociedad en la cual una minoría domina y explota a la mayoría. Las primeras implican, además de la ideológica, un sistema de valores, una forma de pensar y de vivir que se puede sintetizar en trabajar más para ganar más dinero para consumir más bienes y servicios (Platero 2018, Butazzoni 2018) que propone la publicidad a través de los medios de comunicación de masas.
La hegemonía del capital financiero se expresa a través del FMI y las agencias calificadoras de riesgo. El FMI, así como el Banco Mundial, fueron perdiendo importancia como acreedores por el aumento de la colocación de títulos en los mercados financieros, lo que promovió que su lugar fuera ocupado por las calificadoras de riesgo.
Las clases dominantes locales que completan el cuarteto son los terratenientes y la burguesía, con intereses predominantemente coincidentes y en menor medida divergentes, ya que los primeros captan la renta de la tierra que es una parte de la plusvalía de la que se apropia la burguesía, el aumento de la segunda es condición necesaria para el aumento de la primera. La totalidad de las organizaciones de las clases dominantes locales constituyeron la Confederación de Cámaras Empresariales (CCE) en 2016.
En “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” Marx (2003) hizo referencia a las clases en lucha y también a los altos dignatarios del Ejército, de la Universidad, de la Iglesia, del Foro, de la Academia y de la Prensa que “se repartían entre ambos campos”. En el Uruguay de hoy entre los actores sociales que inciden en la cultura de dominación, para los objetivos del presente artículo se destacan los economistas de las consultoras que asesoran al capital y el oligopolio de medios, como parte de la constelación de fuerzas conservadoras.
El principal componente de las clases dominadas son los trabajadores asalariados organizados en el PIT – CNT que construyeron un actor social, inicialmente como CNT, que tuvo su máxima expresión de lucha en la huelga general contra el golpe de estado de 1973, se debilitó desde la década de los noventa y recuperó protagonismo desde 2005.
2. Caracterización de la Política Económica
Durante el primer gobierno del FA se implementaron varias reformas importantes, tributaria, social, de la salud y laboral; también del sistema financiero, aunque habitualmente no se incluye en la lista, que profundizó la dependencia. La política de inversiones aplicó una ley de 1998, ajustó los criterios para adjudicar exoneraciones fiscales, se complementó con la firma de varios Tratados Bilaterales de Inversiones y la creación de nuevas zonas francas.
Desde 2015 la PE se puede considerar “de ajuste” por qué tuvo como objetivos prioritarios declarados la reducción del déficit fiscal y de la inflación, utilizando las políticas fiscal y salarial. Los cambios en la política fiscal se implementaron en el Presupuesto Nacional y en las Rendiciones de Cuentas de cada año, se redujo la inversión pública y se asignó a las empresas públicas la tarea de aumentar los ingresos públicos generando excedentes (MEF 2015 y 2017).
Como parte de la política salarial el Poder Ejecutivo propuso en los Consejos de Salarios sustituir la indexación al IPC de los aumentos por porcentajes, diferenciando tres niveles según se tratara de empresas en problemas, medias o dinámicas; los salarios más bajos tendrían un aumento adicional; los plazos de los acuerdos serían por dos o tres años. Si el aumento de IPC fuera mayor que el de salarios en el período, se haría un aumento por la diferencia; los objetivos declarados eran mantener las fuentes de trabajo y el salario real (MTSS - MEF 2017).
Las políticas públicas y como parte de estas la PE, son «sistemas complejos», es decir, un conjunto organizado de elementos en continua interacción entre sí y con el contexto (García, 2006). Es necesario tener en cuenta el contexto histórico que contribuye a explicar la PE que se adopta (en 3) así como los impactos que recibe de la PE (en 4).
3. Condicionantes de la PE
Desde 2015 se contrajeron las exportaciones, se enlenteció el crecimiento del PIB, se intensificaron las presiones para implementar un ajuste, la central sindical manifestó sus discrepancias pero no logró modificar la PE.
En 2014 el Fondo Monetario Internacional propuso “una estrategia encaminada a reducir la indexación retrospectiva de los sueldos” y reducir el déficit fiscal al 2,5% del PIB en los próximos cinco años (FMI 2014). En 2016 el FMI manifestó su acuerdo con la prudencia y el compromiso con la consolidación fiscal del gobierno uruguayo, la bancarización, los Proyectos Público - Privados, los nuevos lineamientos salariales y estimuló a adoptar nuevos pasos para eliminar total mente la indexación (FMI 2016).
Las calificadoras de riesgo consideraron necesario la reducción del déficit fiscal y de la inflación (Moody's en mayo de 2016, Standard & Poor’s en mayo de 2017, Ficht Ratings en abril de 2017). El informe de Moody's publicado el 9 de mayo de 2016 advirtió que "en caso de que las medidas de consolidación se queden cortas en reducir el déficit, la deuda pública podría superar el 50% del PIB en 2017, lo que socavaría la credibilidad de la política fiscal y debilitaría los indicadores crediticios de Uruguay".
En 2014 cinco cámaras empresariales presentaron sus reivindicaciones en un documento que entregaron al Presidente y en 2016 la CCE produjo un documento de propuestas que incluía la necesidad de una regla fiscal limitando la discrecionalidad en el manejo de las finanzas públicas, criticaba la gestión del sistema de empresas públicas, apoyaba financiar las inversiones con Proyectos Público Privados y modificar la regulación laboral reduciendo los derechos de los trabajadores.
Los economistas de las consultoras que asesoran al capital disfrazan como científicas las propuestas de PE que expresan los intereses del capital. Coinciden en la reducción del déficit fiscal contrayendo gastos, en reducir la inflación comprimiendo los aumentos de salarios lo que a su vez comprime los aumentos de las pasividades del año siguiente y contribuye a la reducción del gasto público. Durante 2016 se agregó como argumento mantener el nivel de empleo para promover la congelación de los salarios reales.
Los partidos políticos de oposición retornaron el proyecto privatizador y desregulador, reclamaron la reducción de los derechos de los trabajadores y del campo de operaciones de las empresas públicas, la reducción del gasto público y del número de funcionarios.
4. Impactos de la PE
Desde 2005 mejoraron las condiciones materiales de vida de los sectores populares como lo indica el aumento de personas trabajando, el aumento de los empleos con cobertura de la seguridad social, el aumento del salario y las pasividades reales y la reducción de la pobreza. En 2015 comenzó un lento retroceso, hoy trabajan 50.000 personas menos que en 2014 y el salario real está casi estancado.
Los cambios en la PE iniciados en 2015 deterioraron las relaciones entre el gobierno y el movimiento sindical, las organizaciones de pasivos y la Universidad de la República. El PIT – CNT (2015) manifestó sus discrepancias con algunos aspectos de la PE económica y en particular con la política salarial. Aumentó las medidas de lucha pero no logró modificar la situación, se impuso la desindexación del IPC de los aumentos de salarios y un cambio en la composición del gasto público con reducción de la inversión pública y aumento del pago de intereses de deuda.
El gobierno cumplió con las recomendaciones del FMI y las calificadoras de riesgo lo que permite considerar la hipótesis de que se lograron objetivos reales y no declarados. La emisión de deuda en 2017 tuvo una demanda que cuadruplicó las necesidades de fondos, se mantuvieron altas las ganancias y los intereses, los acreedores externos cobraron puntualmente, las IED pudieron repatriar capital y ganancias. En síntesis, se mantuvo la seguridad y la rentabilidad del capital financiero.
No se tuvieron en cuenta las reivindicaciones de las clases dominantes locales que entre sus quejas incluyeron el tratamiento tributario preferencial al capital extranjero y el atraso cambiario. Para el capital acumulado en el complejo agroexportador la devaluación significa mayores ingresos, para el capital industrial la protección del mercado interno y para el capital comercial aumento de las ventas por el efecto favorable sobre el turismo. Por el contrario el capital financiero precisa estabilidad cambiaria, déficit fiscal y en cuenta corriente hasta el límite que señalen las calificadoras para aumentar las oportunidades de colocación, lograr mayores tasas de interés, moverse de la moneda extranjera a la moneda nacional al ingresar y hacer la operación inversa al egresar sin tener pérdidas por diferencias de cambio.
5. Comentarios finales
Desde 2015 la coyuntura se caracteriza por la profundización de los conflictos del gobierno con el movimiento popular y con las diversas manifestaciones del pensamiento restaurador, en las luchas por la distribución del poder y del ingreso.
Se pueden identificar tres grupos de propuestas de PE, a la izquierda las del movimiento popular. A la derecha las de las clases dominantes expresadas en las recomendaciones de las calificadoras de riesgo y el FMI, las reivindicaciones de las cámaras empresariales, las críticas de los dirigentes de los partidos de oposición, los fundamentos pretendidamente científicos de los economistas de las consultoras locales que asesoran al capital y la insistente difusión a través del oligopolio de medios que siguiendo las enseñanzas de Goebbels tratan de convertir las mentiras en verdades.
Las decisiones de PE del gobierno fueron la resultante de estas contradicciones, trataron de cumplir con los sectores populares y al mismo tiempo respetaron las exigencias del capital financiero con el fundamento de captar inversiones que permitirían crear empleos de calidad. En ningún caso se dio la batalla cultural ni se convocó a la movilización de las organizaciones populares o a las organizaciones de base del FA.
*Economista, integrante del Sistema Nacional de Investigadores de la ANII
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