jueves, 26 de julio de 2012

EDICIÓN ENTERAMENTE DEDICADA AL 59 ANIVERSARIO DEL ASALTO AL CUARTEL "MONCADA" (relatos, documentos, artículos,análisis, discursos) // Texto completo de "La Historia me absolverá" - Pronunciado por Fidel Castro en el juicio del Moncada


EDICIÓN ENTERAMENTE DEDICADA AL 59 ANIVERSARIO DEL ASALTO AL CUARTEL "MONCADA"

El Asalto al cuartel "Moncada" en Santiago de Cuba

Bandera cubana y del Movimiento 26 Julio
PRESENTACIÓN
En el 59 aniversario del asalto al Cuartel "Moncada" en Santiago de Cuba queremos hacerle llegar a los lectores una serie de materiales (artículos, análisis, documentos y discursos) que han visto la luz en diferentes períodos de la Revolución Cubana, como una modesta contribución de nuestra parte al homenaje de todos los antiimperialistas y revolucionarios latinoamericanos y del mundo entero para con aquella gesta heróica que marcó la historia de toda América Latina, de Cuba en primer lugar. La edición se cierra con la versión completa del alegato presentado por Fidel Castro ante el Tribunal de la dictadura que lo pretendía juzgar por el asalto al Cuartel "Moncada", autodefensa que recorrió por canales clandestinos la Cuba sometida a la dictadura de Batista y que posteriormente se ha inmortalizado en todo el mundo como alegato político y programático de una Revolución Verdadera que estaba naciendo. "Condenadme, no importa, la historia me absolverá" estampó Fidel en el antro del tribunal de la dictadura, y vaya si la historia ha dado la absolución a Fidel y a todos los revolucionarios que junto con él protagonizaron aquella gesta heroica. Por si fuesen necesarias pruebas de la influencia de la Revolución Cubana en América Latina y en todo el mundo alcanza con mencionar que el imperio más poderoso de la historia, el yanqui, mantiene un criminal bloqueo sobre la Isla revolucionaria hace más de medio siglo. Ese odio brutal y esas criminales medidas cuyo fin es matar por afixia e inanición a todo un pueblo es la prueba mas terminante de que la historia ha absuelto a los revolucionarios que atacaron el Cuartel "Moncada". El imperio todopoderoso no puede aceptar y no quiere resignarse a que un pueblo altivo lo desafie y una revolución verdadera demuestre con su sola existencia de que otro mundo es posible.

El actual es un momento histórico adecuado para la izquierda, los antiimperialistas,los progresistas verdaderos y más que nada para el movimiento popular todo y para los revolucionarios de toda América Latina para reflexionar y extraer conclusiones acerca del significado que encierran las lecciones del ataque al Cuartel "Moncada". Nos indican que LO ÚNICO que puede DE VERDAD cambiar las situación de opresión de los más es la puesta en marcha de un PROCESO REVOLUCIONARIO QUE ROMPA CON LAS ATADURAS IDEÓLOGICAS Y POLÍTICAS DEL OPRESOR ORDEN EXISTENTE. La clarinada de este proceso que prosigue desde entonces la ha dado el ataque al Moncada, la qué - a su vez - retomó las banderas de los heroicos combates que se libraron en toda América Latina contra los imperios coloniales y opresores. En el caso de Cuba se retoman el ideario y la gesta martiana como inspiración histórica. Así lo expresa Fidel en su alegato cuando expresa que el responsable ideológico del ataque al Moncada es José Martí y su ideario libertario cuestión que ha demostrado la Revolución Cubana en toda su existencia. Es un punto de inflexión muy significativo en relación a lo que eran las propuestas y prácticas de la izquierda en todo el Continente ya que se vuelven a colocar, encabezando las luchas del momento, las históricas banderas de las luchas de liberación anticolonial.
Esos postulados siguen vigentes al día de hoy cuando se verifica que el sistema NO SE PUEDE REFORMAR, y debe de ser cambiado de raíz ya que los sectores privilegiados y el imperio jamás permitirán CAMBIOS REALES en su sistema de dominación. Se podrá alegar que la dictadura de Batista, con sus prácticas criminales y salvaje opresión no dejaba otra alternativa. Es cierto. Como también es cierto que desde el ataque al Moncada al día de hoy, pasando por diversas alternativas y variantes de reformismo dentro de los marcos del sistema de opresión, la situación de miseria y explotación en la qué viven los más en el resto del Continente, no ha cambiado en lo sustancial. Es decir que todo depende del punto de partida del enfoque sobre la realidad social. El reformismo en sus diferentes variantes a lo largo de éstos casi seis decenios no ha logrado demostrar que puede solucionar el problema de la miseria y el hambre de los más, así como tampoco solucionar las tareas históricas de la tierra para el que la trabaja, vivienda, salud y educación para todos, empleo para todos, salarios dignos y DEMOCRACIA REAL no formal. Y como el reformismo ha partido para sus tesis el hacer lo que el sistema permite o quiere que se haga, se va fatalmente contraponiendo a los intereses de los más y dejando sin resolver las tareas históricas fundamentales, postergando indefinidamente la puesta en práctica de las SOLUCIONES DE FONDO.
El alegato de la autodefensa de Fidel ante el tribunal batistiano es un ferviente llamado a la lucha, DE TODO EL PUEBLO, por los CAMBIOS REALES, por terminar con las infames injusticias sociales y la opresión, a través de la resistencia, del combate popular armado y de masas y simultanémente la reivindicación de la continuación histórica de esta lucha con las del pasado. El pueblo cubano hastiado de opresión enfrentó a una dictadura sangrienta apoyada por el imperialismo yanqui y engrosó las filas rebeldes, motivado por EL PROGRAMA bien concreto que Fidel expone como motivos y objetivos del inicio de la rebelión, y convencido - ese pueblo - que solo la acción concreta puede hacer posible el doblegar a los opresores. Continuación histórica de las luchas del pasado, acción concreta contra la dictadura, unidad del pueblo en lucha y un programa de soluciones de fondo, es lo que se formula ya en el alegato de Fidel y es lo que sigue vigente para todos los sectores y militantes populares en América Latina.
Esperamos pues, que los materiales que hemos reunido en ésta edición sean un contribución para las tan necesarias reflexiones de hoy en día.
Colectivo del Blog de Noticias Uruguayas


El Asalto al cuartel "Moncada" en Santiago de Cuba

Por: Diario Juventud Rebelde | Lunes, 26/07/2004 03:30 AM


51 AÑOS DEL ASALTO AL CUARTEL MONCADA

¡ Siempre es 26 !

El Asalto al cuartel "Moncada" en Santiago de Cuba

El 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista dio un traicionero golpe militar, en contubernio con el imperialismo yanqui, que sumió a la isla en una profunda postración, un retraso espantoso, una gran crisis política, e instauró una sangrienta dictadura. Desde los inicios, el pueblo tuvo conciencia de la gravedad en que habían sumido al país y de la ausencia de una fuerza política capaz de enfrentar y derrocar a la tiranía.

En estas circunstancias, un grupo de jóvenes, dirigido por Fidel Castro, se dio a la tarea de preparar, como primer paso, el ataque al cuartel "Moncada" en Santiago de Cuba y el del cuartel "Carlos Manuel de Céspedes" en Bayamo, acciones que se llevaron a cabo el 26 de julio de 1953. Estos hechos marcaron el inicio de la última etapa de la lucha del pueblo por su total liberación.

Los primeros esfuerzos organizativos del núcleo inicial del movimiento se concentró en crear e instruir los primeros grupos de combate, con la idea de participar en la lucha común con todas las demás fuerzas oposicionistas. Tocaban a las puertas de los dirigentes políticos y los partidos ofreciendo la cooperación modesta de sus esfuerzos y sus vidas y exhortándolos a luchar. En aquel entonces, los hombres públicos y los partidos políticos de oposición se proponían dar la batalla.

Un grupo de cuadros, que constituyó después la dirección política y militar del movimiento, se consagró a la tarea de reclutar, organizar y entrenar a los combatientes. Fue al cabo de un año cuando se percataron de que los partidos políticos y los hombres públicos engañaban al pueblo; enfrascados en luchas internas por el poder y ambiciones personales no poseían la decisión necesaria para luchar y llevar adelante el derrocamiento de la dictadura de Batista. En cambio, la joven organización había crecido y disponía de más hombres entrenados para la acción que el conjunto de todas las organizaciones que se oponían al régimen, jóvenes reclutados en las capas más humildes del pueblo, trabajadores en su casi totalidad.

Fue entonces que Fidel Castro, convencido de que no podía esperarse de los que hasta entonces tenían la obligación de dirigir al pueblo en su lucha, toma la decisión de llevar a cabo la Revolución.

¿Existían o no las condiciones objetivas y subjetivas para la lucha?

Consideraban que sí, sobre la base del profundo repudio general que provocó el 10 de marzo y el regreso de Batista al poder, el descontento social emanado del régimen de explotación reinante, la pobreza, el desamparo. La Revolución Cubana es el resultado de la acción consciente y consecuente ajustada a las leyes de la historia de la sociedad humana.

En la prédica revolucionaria de José Martí estaba el fundamento moral y la legitimidad de la acción armada. Por eso se dijo que él fue el autor intelectual del 26 de Julio.

En su alegato histórico "La historia me absolverá", Fidel Castro diría: "...De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será que yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio?"

Lo más difícil del "Moncada" no era atacarlo y tomarlo, sin el gigantesco esfuerzo de organización, preparación, adquisición de recursos y movilización. Los esfuerzos fueron frustrados en el minuto culminante y sencillo de tomar el cuartel. Factores accidentales desarticularon la acción. Muchos de esos jóvenes valientes, fueron vilmente asesinados y otros encarcelados después de una tenaz resistencia.

Se había elaborado un programa que entraría a regir una vez logrado el triunfo revolucionario, y ese fue el que se implantó al alcanzar el triunfo definitivo el 1ro de enero de 1959.

En el Informe Central al I Congreso del Partido, podemos leer: "El asalto al cuartel `Moncada’ no significó el triunfo de la Revolución en ese instante, pero señaló el camino y trazó un programa de liberación nacional que abriría a nuestra patria las puertas del socialismo. No siempre en la historia los reveses tácticos son sinónimos de derrota."

El proceso militar de los combates de ese día 26 de julio alimentó la lucha que permitió que tres años después llegara el yate Granma con 82 hombres y que las acciones se extendieran por el llano y la Sierra Maestra.

El ataque al Cuartel "Carlos Manuel de Céspedes", en Bayamo. A la misma hora del "Moncada", en Bayamo se escribió otra página heroica, el asalto al cuartel "Carlos Manuel de Céspedes". El objetivo era apoyar el asalto del "Moncada" en Santiago de Cuba y desviar la atención de las fuerzas para evitar que enviaran refuerzo a Santiago.

En la noche del 25 de julio, llegó Fidel al hospedaje de Bayamo y se reunió allí con los compañeros responsables, dándoles las últimas instrucciones. El plan inicial se basaba en la toma de la posta principal, aprovechando el descuido de esta. Los atacantes, vestidos con el uniforme militar, irrumpirían en el cuartel para reducir al personal que allí se encontraba. Por causas no premeditadas hubo que adelantar el asalto y atacar violentamente, por sorpresa. No obstante el ataque fue un fracaso.

La ciudad se entregó a proteger y a esconder a los atacantes dispersos. Frustrado el ataque, los que quedaron a la deriva sufrieron una odisea terrible. Con la ayuda de buenos bayameses salvaron la vida. Otros cayeron bajo las garras de la feroz dictadura. Eran 25, de los cuales la mitad fueron ultimados, otros fueron salvajemente asesinados después que se rindieron sin disparar un tiro.
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Moncada: Un asalto a la historia

El 26 de julio de 1953 enraizó en la historia un hecho cuya trascendencia es inmortal: el asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.

No fue un intento golpista ni aventura apresurada, fue la acción conjunta de un grupo de jóvenes que dirigidos por el doctor Fidel Castro vio en la lucha armada el primer paso para lograr la definitiva independencia. El ataque al Moncada, segunda fortaleza militar de la tiranía batistiana, no logró el objetivo militar inmediato, pero estratégicamente marcó el reinicio de la última y definitiva etapa por la liberación, hecha realidad el primero de enero de 1959.

Sobre los casi invulnerables muros del cuartel y desafiando la superioridad militar del enemigo, se lanzaron decididos los combatientes, quienes pertrechados más de ideas que con las armas necesarias, denunciaron con el ataque la terrible situación económica, política y social que sumía al país.

La Generación del Centenario sintetizaba lo más noble del pueblo. Su objetivo en el combate era tomar las armas, entregarlas a las masas y convocar a la huelga general y para ello el movimiento disponía de un programa político que planteaba resolver los males que aquejaban a la nación.

Revés que trascendió en victoria.

Un centenar de jóvenes dirigidos por Fidel partió en caravana desde la Granjita Siboney, en las afueras de la ciudad santiaguera, e irrumpió en el cuartel para levantar el espíritu de rebeldía nacional, mientras en Bayamo tenía lugar simultáneamente el asalto a la fortaleza Carlos Manuel de Céspedes.

Fidel encabezó un grupo numeroso que atacó por la posta tres del Moncada, en tanto Raúl ocupó con otros hombres el Palacio de Justicia, y Abel Santamaría, el otrora hospital Saturnino Lora, ubicados ambos en el perímetro del enclave militar.

El factor sorpresa fue frustrado, una patrulla de recorrido exterior advirtió la presencia de los combatientes y se entabló un intenso combate en el que los soldados batistianos dominaban en cantidad de armas, calibre y posición.

Durante el enfrentamiento cayeron ocho revolucionarios; solo Abel se mantuvo combatiendo hasta las ocho y treinta de la mañana para proteger la retirada de Fidel, quien con una maltrecha columna se internó en las lomas de la Gran Piedra.

Como había dicho el máximo líder a sus compañeros antes del asalto: " podrán vencer o ser vencidos...pero de todas maneras el movimiento triunfará, este gesto servirá de ejemplo para el pueblo de Cuba"

Una orgía sangrienta desató el enemigo. El joven Abel fue un gran ejemplo de resistencia ante tanta crueldad. Murieron asesinados 52 revolucionarios y 18 fueron detenidos y enviados a prisión, entre ellos Fidel, Raúl y Almeida.

Ejemplo y esperanza.

Quedaba atrás el Moncada como acción de armas, pero el grito de Libertad o Muerte abrió una gloriosa página que continuó con el desembarco del yate Granma, el levantamiento armado del 30 de noviembre y la lucha clandestina y en la Sierra Maestra.

Luego de la heroica gesta se perfiló aún más la certera guía y dirección revolucionaria, y en especial la figura de Fidel.

El 26 de julio de 1953 se encendió la antorcha revolucionaria, la sangre derramada antes y después en las calles de las ciudades, campos de batalla y en las mazmorras represivas no fue sacrificio en vano, sino lección histórica y obra revolucionaria multiplicada.

Los imponentes muros que escondieron el terror y el crimen en aquella época, protegen hoy sueños y esperanzas en la Ciudad Escolar 26 de Julio, primer cuartel convertido en escuela.

57 años del asalto al Cuartel Moncada

Del ataque armado contra los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, se cumplen hoy 57 años. El pueblo cubano y los pueblos libres de América, recuerdan la gloriosa gesta donde un grupo de valientes hombres ofrendaron su vida en busca de un destino mejor.
Los libros registran el hecho como el gran intento del pueblo cubano por derrocar la dictadura que había sido impuesta por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952. Aunque algunos hoy se atreven a ensalzar a Batista y a justificar el golpe de Estado que éste le propinara a Carlos Prío Socarrás, jamás podrán negar el estado de barbarie que se impuso en la isla a partir de ese momento y que llevó a un grupo de jóvenes revolucionarios a realizar el asalto al Moncada y el Carlos Manuel de Céspedes.
ANTECEDENTES
Fulgencio Batista estaba consciente de que no ganaría las elecciones a efectuarse el 1° de junio de 1952. Las encuestas le daban un tercer lugar y por ello, bajo argumentos injustificables y valiéndose de un sólido liderazgo en el seno de las Fuerzas Armadas y el respaldo de algunos sectores políticos del país, Batista asciende al poder sin derramamiento de sangre, pero atrajo la atención y preocupación por la mayoría de la población.
Con el nuevo gobierno, la hegemonía estadounidense en la isla creció. El comercio creció tanto como los niveles de corrupción en todos los sentidos. Alguien calificó alguna vez a la isla como el “patio trasero de los EEUU”. Luego del llamado “cuartelazo”, Batista ubicó a los militares de confianza en altos mandos, promoviéndolos de rango y dándoles poder de acción. Las órdenes eran precisas; dar seguridad a los intereses económicos de EEUU. El descontento en el pueblo se dejó sentir en trifulcas aisladas en distintos puntos que fueron rápidamente sofocadas por los incondicionales de Batista.
EN TRES GRUPOS
La intención de Fidel y Raúl Castro, acompañados de 130 milicianos, era clara: derrocar al dictador y restablecer los derechos constitucionales pisoteados. El ataque debía realizarse en tres grupos: uno dirigido por Abel Santamaría, que tomaría el Hospital Saturnino Lora; el segundo, dirigido por Raúl, que se apoderaría del Palacio de Justicia, y el grupo principal dirigido por Fidel, quien se encargaría de la toma del Cuartel. Vestidos de soldados y en noche de carnaval, los asaltantes tomarían la edificación, se apoderarían del armamento e iniciarían la insurrección. El factor sorpresa constituía el arma principal.
Pero el factor sorpresa falló en virtud de un encuentro entre una patrulla de recorrido y los asaltantes. Se da la alarma y se moviliza la guarnición completa del Moncada. El fracaso era un hecho.
Fidel ordena retirada. El grupo del Hospital permanece combatiendo. En la acción militar perdieron la vida seis asaltantes, sin embargo el número de muertos ascendió a 61. La orden del ejército fue asesinar a diez por cada soldado muerto y la masacre se produjo en las propias celdas del Moncada.
Fidel Castro fue arrestado, juzgado y sentenciado a 15 años de prisión. Como abogado, en el alegato al final del juicio, pronunció el famoso discurso “La historia me absolverá”, donde defendió sus acciones y explicó sus puntos de vista políticos.
LA INSPIRACIÓN
Después de 22 meses de prisión, Castro fue liberado en la amnistía general de mayo de 1955. El 12 de junio del mismo año se fundó en la clandestinidad el Movimiento 26 de Julio, en La Habana, donde se definieron la estructura y los objetivos de la organización: “El 26 de Julio se integra sin odios contra nadie. No es un partido político sino un movimiento revolucionario; sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer la democracia política e implantar la justicia social”. El núcleo inicial, formando por el grupo que organizó el asalto al Cuartel Moncada, se fusionó con el Movimiento Nacional Revolucionario que dirigía Rafael García Bárcenas y con la mayor parte de la Juventud Ortodoxa.
Poco después se uniría Acción Nacional Revolucionaria dirigido por Frank País. Debido a la amplitud ideológica, el M-26-7 iría rápidamente sumando a jóvenes de diversas procedencias políticas. En este movimiento participaron destacados revolucionarios, muchos de los cuales cayeron en combate. Fidel Castro se exilia entonces en México, donde conocería más tarde a un joven médico argentino llamado Ernesto Guevara.
Desde allí salió el yate Granma que desembarcó en la costa oriental de Cuba con un grupo de revolucionarios que organizaron el movimiento guerrillero en la Sierra Maestra, desde donde muy pronto se logró llevar la lucha al llano y expandirla por todo el país hasta el triunfo revolucionario de enero de 1959.
Asalto al Cuartel Moncada. Acción cuyo objetivo era desencadenar la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958). A pesar de su derroche de valentía y dignidad, los asaltantes -inferiores en número y armas- no pudieron tomar la fortaleza. La orden del dictador fue eliminar a diez revolucionarios por cada soldado del régimen muerto en combate. La masacre se generalizó y fueron asesinados la mayoría de los asaltantes. Los sobrevivientes fueron detenidos tras feroz cacería, enjuiciados y condenados a prisión.

Contenido

Antecedentes

En su histórico alegato en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada, y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel Castro señalaba como razones para una revolución en Cuba, la crisis de las instituciones políticas y los gravísimos problemas sociales existentes, agravados todos por el ilegal golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
El control, la amenaza y la represión policial se hicieron sentir ante la más mínima intolerancia de la oposición, aun las que propugnaban soluciones pacíficas. La crisis política apuntaba aceleradamente a un callejón sin salida.
La situación del país era precaria en temas tan vitales como la salud, la educación y el trabajo. Las clases pobres no tenían acceso a los medios de vida indispensables y sufrían todo tipo de maltratos y vejaciones. Un triste panorama empañaba la vida del cubano común.

El Cuartel Moncada

El cuartel Guillermón Moncada, en el año 1953 era la sede del regimiento número 1 de la «Antonio Maceo» en la ciudad de Santiago de Cuba, capital de la provincia de Oriente. Por su importancia, el Moncada era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres. Su lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda. Además, Santiago se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de montañas.

Historia del Cuartel

El brigadier Carlos de Vargas Machuca, gobernador español de la jurisdicción de Cuba, departamento oriental de la Isla, comienza la construcción del cuartel reina Mercedes en 1859, bajo la dirección de Manuel de Ciria, Marqués de Villaitre. Este lugar albergó a la caballería española durante la Guerra de los Diez Años que, en aquel tiempo, combatía contra los independentistas cubanos. Sirvió además como prisión a muchos independentistas cubanos en las guerras por la independencia y soberanía de Cuba. El 21 de noviembre de 1893, es internado en uno de sus calabozos el mayor general Guillermo Moncada.
El 24 de abril de 1909 por medio de la orden especial número 56 se cambia de nombre al acuartelamiento que pasa a denominase Moncada como homenaje a la memoria del mayor general del Ejército Libertador Guillermo Moncada. Esa nueva denominación tendría efecto a partir del 20 de mayo.
Algunos de los alzados en armas contra el gobierno de Tomás Estrada Palma en 1910 fueron encarcelados en el Moncada, como es el caso del general Vicente Miniet. El Moncada sirvió de centro de operaciones en las acciones emprendidas econtra el alzamiento realizado por el partido independiente de color en mayo de 1912. El alzamiento fue brutalmente reprimido dejó en la historia como la matanza de Mícara. La mayoría de los apresados en estas operaciones fueron encarcelados en el Moncada.
En 1916 se producen los hechos realizados por el partido liberal en respuesta al cambiazo electoral realizado por los conservadores. El golpe tuvo su inicio en el cuartel Moncada. El 12 de febrero del año siguiente la guarnición del Moncada se subleva posicionándose de parte de José Miguel Gómez, estos hechos fueron conocidos como la “Insurrección de La Chambelona” al celebrar los liberales la misma al son del canto “La Chambelona”. Este levantamiento se sofocó con la intervención de tropas de los Estados Unidos.
El tercio táctico tenia su base en el Cuartel Moncada y fue una de las principales fuerzas represoras de la zona de oriente cubano. Dotados de caballos tejanos, herederos de los que dejó el ejercito de EE. UU., realizaban cargas machete en mano contra los manifestantes, como la realizada contra los estudiantes en noviembre de 1930 en la alameda Michaels en de Santiago de Cuba o la efectuada el 9 de junio de 1931 contra los obreros sin trabajo.
En 1933 los líderes de joven Cuba planearon la toma de los cuarteles Moncada y San Luis (entre otros) pero los planes se desbarataron al ser tomado el aeropuerto de Santiago de donde iba despegar un avión con intención de atacar desde el aire el cuartel.

Preparativos para el asalto

Se seleccionó el Moncada por varios motivos:
  • Era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres.
  • Su lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda al Ejército Oriental.
  • Santiago de Cuba se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de montañas.
  • En Oriente se habían iniciado las tres guerras independentistas en el siglo pasado que se habían librado en Cuba, allí se produjeron insurrecciones populares en varios momentos del período republicano —incluso durante la revolución de 1933—, sus montañas eran conocidas por la resistencia armada de los campesinos frente a los latifundistas, y su pueblo se caracterizó siempre por un espíritu de rebeldía, debido a lo cual ese territorio era llamado «el Oriente indómito»
El plan se elaboró en absoluto secreto. Además de Fidel, solamente lo conocían dos compañeros de la dirección del movimiento y su responsable en Santiago de Cuba. Los demás sabían que se iba a realizar un combate decisivo, pero ignoraban cual era exactamente éste.
Abel Santamaría,  segundo jefe de la acción.
Abel Santamaría, segundo jefe de la acción.
La misma preocupación se tuvo al estructurar el movimiento: se hizo en forma celular y se observaban estrictamente las normas de seguridad que exigía su carácter clandestino, Tenía dos comités de dirección: uno militar, al mando de Fidel, y otro civil, dirigido por Abel Santamaría. Además, se trataba de una organización selectiva. Por orientaciones de Fidel, sus miembros se reclutaron entre las clases y sectores humildes de la población: obreros, campesinos, empleados, profesionales modestos. Eran hombres y mujeres preferentemente jóvenes, ajenos a toda ambición, no infectados por el anticomunismo ni por las lacras y vicios de la política tradicional. A principios de 1953, el movimiento contaba aproximadamente con 1 200 miembros.
Las armas, los uniformes y los recursos necesarios para la lucha se obtuvieron sin recurrir a la ayuda de personas acaudaladas ni de políticos corrompidos. Su adquisición fue posible fundamentalmente por la voluntad y el sacrificio personal de los propios combatientes.
Un joven vendió su empleo y aportó $300.00 para la causa; otro liquidó los aparatos de su estudio fotográfico, con los que se ganaba la vida; otro más empeñó su sueldo de varios meses y fue preciso prohibirle que se deshiciera también de los muebles de su casa; éste vendió su laboratorio de productos farmacéuticos; aquel entregó sus ahorros de más de cinco años, y así se sucedieron los casos de abnegación y generosidad La historia me absolverá, Para asegurar la acción se alquiló una pequeña finca de recreo, la granjita «Siboney», situada en las afueras de Santiago de Cuba, con el supuesto fin de dedicarla a la cría de pollos. En ella se situaron las armas, los uniformes y los automóviles que se utilizarían en el ataque, y allí se concentrarían los combatientes en el momento oportuno.
Se escogió para la acción, el 26 de julio por ser domingo de carnaval, fiesta a la que tradicionalmente asistían personas de diferentes puntos de la isla, por lo cual la presencia de jóvenes de otras provincias no causaría extrañeza.

La acción

Un grupo de jóvenes, liderados por Fidel Castro, se colocaron a la vanguardia de la lucha por la verdadera independencia de Cuba. En el año del centenario del héroe nacional José Martí, el 26 de julio de 1953 ellos protagonizaron el asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo respectivamente.
En la madrugada de ese día, 135 combatientes, vestidos con uniformes del Ejército y dirigidos por Fidel, precisaban el plan de ataque. Se organizaron en tres grupos, el primero de los cuales, con Fidel al frente, atacaría la fortaleza. Los otros dos grupos, mandados respectivamente por Abel Santamaría —segundo jefe del movimiento— y Raúl Castro, tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel: el Hospital Civil, donde se atendería a los heridos, y el Palacio de Justicia, donde radicaba la Audiencia, desde cuya azotea apoyarían la acción principal.
Cuando todos estuvieron listos, se le dio lectura al «Manifiesto del Moncada», redactado por el joven poeta Raúl Gómez García bajo la orientación de Fidel. Gómez García leyó sus versos «Ya estamos en combate» y Fidel les dirigió esta brevísima exhortación:
"Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan.
Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad. De los 135 revolucionarios, 131 dieron el paso al frente. Los cuatro arrepentidos recibieron la orden de regresar a sus puntos de origen, y poco después de las 4:00 de la madrugada, todos comenzaron a salir en los autos hacia Santiago.
Los grupos dirigidos por Abel y Raúl cumplieron su objetivo: la toma del Hospital Civil y la Audiencia. El grupo principal, dirigido por Fidel, llegó según lo previsto hasta una de las postas, la No. 3, la desarmó y traspuso la garita, pero una patrulla de recorrido que llegó inesperadamente, y un sargento que apareció de improviso por una calle lateral, provocaron un tiroteo prematuro que alertó a la tropa y permitió que se movilizara rápidamente el campamento. La sorpresa, factor decisivo del éxito, no se había logrado. La lucha se entabló fuera del cuartel y se prolongó en un combate de posiciones.
Los asaltantes se hallaban en total desventaja frente a un enemigo superior en armas y en hombres, atrincherado dentro de aquella fortaleza. Otro elemento adverso, también accidental, fue que los atacantes no pudieron contar con varios automóviles donde iban las mejores armas, pues sus ocupantes se extraviaron antes de llegar al Moncada en una ciudad que no conocían. Comprendiendo que continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio colectivo, Fidel ordenó la retirada. Al mismo tiempo que esto ocurría en Santiago, 28 revolucionarios asaltaban al cuartel de Bayamo, operación que también fracasó.

Después del asalto

Fidel Castro detenido después de la acción del Moncada
Fidel Castro detenido después de la acción del Moncada

Inmediatamente después de estos hechos, la dictadura reaccionó con una brutal represión. Batista decretó el estado de sitio en Santiago de Cuba y la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional; clausuró el periódico «Noticias de Hoy», órgano del partido socialista popular, y aplicó la censura a la prensa y la radio de todo el país. Creaba así las condiciones para lanzar a los cuerpos represivos con violencia y sin riesgo de publicidad contra la rebeldía popular.
En relación con los asaltantes del Moncada, ordenó que se asesinara a diez revolucionarios por cada soldado muerto en combate. Excepto unos pocos combatientes que pudieron escapar ayudados por el pueblo, casi todos los demás fueron capturados y gran parte de ellos asesinados en los días sucesivos. Sólo seis asaltantes de los dos cuarteles habían perecido en la lucha; pero las fuerzas represivas del régimen asesinaron a 55, y a dos personas ajenas a los acontecimientos.
Además, a diferencia del trato humano dado por los revolucionarios a los militares que cayeron en su poder, los asaltantes prisioneros fueron torturados antes de ser ultimados, y después se les presentó como caídos en combate. Más tarde, ante el tribunal que lo juzgaba, Fidel Castro denunciaría el crimen:
No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumento de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros". Los crímenes cometidos en esos días por el régimen los denunció Fidel Castro en su alegato de autodefensa La historia me absolverá. Allí Fidel pasó de acusado a acusador y denunció todos los males que hacían sufrir al pueblo cubano.

Repercusión

Antiguo Cuartel Moncada,  actual Ciudad Escolar 26 de Julio
Antiguo Cuartel Moncada, actual Ciudad Escolar 26 de Julio

El asalto al cuartela Moncada terminó en una derrota militar; sin embargo, tuvo una trascendencia extraordinaria para el pueblo cubano y para el movimiento de liberación nacional que se iniciaba. En
1961, el entonces comandante Raúl Castro Ruz y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al referirse a la importancia histórica de este acontecimiento manifestó:
...En primer lugar inició un período de la lucha armada que no terminó hasta la derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva organización que repudiaba el quietismo y el reformismo, que eran combatientes y decididos y que en el propio juicio levantaban un programa con más importantes desmanes de la transformación socioeconómica y política exigida por la situación de Cuba... Como expresó Fidel: El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias.

El Cuartel en la actualidad

Después del triunfo de la revolución el Moncada fue convertido en una ciudad escolar que tomó el nombre de "Ciudad Escolar 26 de julio" y un espacio de ella se dedicó a un museo sobre los hechos relacionados con el asalto.
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El Programa del Moncada: multiplicado en cientos de realizaciones de la Revolución
"El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política." —Fidel Castro Ruz, en  La Historia me Absolverá

50 años después...

17 de mayo de 1959
Se desata una obsesión
Del programa del Moncada, uno de los aspectos más simbólicos e importantes fue la erradicación de latifundio. Este punto aparecía incluso en la Constitución de la República de 1940. Era promesa de todos los gobiernos de la república neocolonial pero jamás se había cumplido. Líderes agrarios de décadas pasadas del siglo XX lucharon por obtener tierras baldías para los campesinos sin tierra, pero sería con la Revolución cuando se fue más justo y más lejos. Se erradicó el latifundio.
Otras de las medidas importantísimas del programa fue la rebaja de los alquileres y la entrega de propiedad de la vivienda a aquellos que por el tiempo en que habían pagado mensualidades ya de hecho la habían saldado. En otro campo la erradicación del analfabetismo y la reforma de la enseñanza así como el desarrollo pujante de la salud pública se encuentran entre los temas más significativos de este programa, el cual fue trascendido.
Derribando el pasado para convertirlo en escuelas
El Comandante en Jefe Fidel Castro, luego del triunfo de la Revolución derribaría simbólicamente un sector de los muros del Cuartel Moncada para convertir el complejo de edificios en "Ciudad Escolar 26 de Julio de Santiago de Cuba"
Fidel en La Historia me Absolverá se refirió al carácter internacionalista y humanista del pensamiento revolucionario de la generación del Centenario... Sus palabras trascendieron a nuestros días. Cuba irradia por América y el mundo sus más preciados tesoros: salud, educación, deporte, cultura...
Economía cubana en el 2002
Las cuentas de la economía social
Pese al bloqueo y la guerra económica
El programa del Moncada está cumplido
La voluntad de todo un pueblo hizo posible que Cuba exhiba indicadores sorprendentes para cualquier país en Educación, Deportes y Salud
Canal Educativo en todas las provincias
Realidades que superan a los sueños
Periódico Granma - Martí y el Moncada
 


Santiago de Cuba, 50 años después...
Sueños de ayer, realidades de hoy
ORLANDO GUEVARA NÚÑEZ
El asalto, hace medio siglo, a la fortaleza del Moncada en Santiago de Cuba no fue solo el escenario de una acción militar. Allí quedaba sembrada una simiente. Era el anuncio de una batalla mayor contra las injusticias del sistema que hundía a los cubanos en la miseria y cerraba las puertas a sus esperanzas.
Los dramáticos problemas expuestos por Fidel en su alegato de autodefensa ante el tribunal que lo juzgaba por los sucesos del Moncada, se ensañaban con la población de esa época en la ciudad y en el campo.
La mortalidad infantil sobrepasaba la tasa de 60 por cada mil nacidos vivos, y enfermedades como la gastroenteritis, poliomelitis, tuberculosis y otras derivadas de la desnutrición y las precarias condiciones higiénicas, cobraban vidas, acentuaban la desesperanza.
El presupuesto para la Salud
asciende hoy a 181,7 millones de
pesos, nueve veces superior al
que se asignaba en 1958.
Hubo lugares como la costa Sur de la Sierra Maestra, donde los campesinos bajaban con sus enfermos en busca de una goleta que los trasladara hacia Santiago de Cuba. Allí, a orillas del mar, morían y eran enterrados los desdichados. De esa tragedia son testigos 22 pequeños cementerios a lo largo del litoral. O como el Valle de Mayarí, donde en 1957 murieron 80 de cada cien niños menores de un año, víctimas de una epidemia de gastroenteritis.
ANTES SOLO EXISTÍAN 198 MÉDICOS
Las escuelas primarias están habilitadas
 con medios que han contribuido a elevar la calidad de la docencia.
En ese periodo, en el territorio de la actual provincia santiaguera existían 198 médicos y algo más de un centenar de enfermeras. En Oriente Sur, así llamaban a las tierras que ocupaban las actuales provincias de Santiago de Cuba, Guantánamo y Granma, el presupuesto asignado al sector era de poco más de 1 300 000 pesos.
La obra del Moncada transformó de raíz esa situación. La mortalidad infantil es hoy inferior a siete por cada mil nacidos vivos. Más del 97% de la población es atendida por el sistema del médico y la enfermera de la familia —en las montañas es el ciento por ciento—, respaldado esto por una red de policlínicos que abarca a toda la población, y los hospitales de adultos y niños que, aún en medio de las dificultades económicas existentes, garantizan el servicio a todos totalmente gratis.
En esta provincia trabajan ahora más de 6 100 médicos y 7 600 enfermeras y enfermeros; el presupuesto para respaldar el programa de Salud asciende a 181,7 millones de pesos, nueve veces más que el asignado al país en 1958. En estos momentos, la provincia ayuda a países hermanos con más médicos que los que tenía el año precedente a la victoria de Enero de 1959.
La Educación era igualmente un drama desolador. Más del 35% de la población era analfabeta, índice superior en las zonas rurales. Solo alrededor del 27% de los niños disponía de escuelas y centenares de maestros no tenían plazas donde emplearse. El presupuesto para la enseñanza no cubría las necesidades mínimas y parte de él iba a parar a los bolsillos de funcionarios ladrones y corrompidos.
ENSEÑANZA SUPERIOR DE ALTURA
Más de la mitad de las familias
santiagueras habita viviendas construidas
después del triunfo de la Revolución.
La enseñanza superior se limitaba a la Universidad de Oriente, donde cursaban carreras algo más de 300 alumnos. Sus aulas fueron cerradas por los propios estudiantes antes del triunfo de la Revolución, bajo la consigna de que no habría clases mientras Batista estuviera en el poder.
En el campo educacional se ha producido una de las mayores transformaciones: fue erradicado el analfabetismo. Todos los niños tienen escuelas y maestros. Si en 1958 el promedio de escolaridad era apenas de un segundo grado, ahora asciende al noveno.
Hoy, además de la Universidad de Oriente, funcionan aquí el Instituto Superior de Ciencias Médicas, el Instituto Superior Pedagógico y la Facultad de Cultura Física, con una matrícula de más de 17 000 alumnos, cifra que se incrementará en 13 000 para el próximo curso, como consecuencia de la universalización de la enseñanza.
Todas las escuelas primarias cuentan con electricidad, incluidas más de 400 a través de celdas fotovoltaicas (alimentadas por energía solar); están habilitadas con computadoras, televisores y videos, medios que han contribuido a elevar la calidad de la docencia.
Incrementado cada año, el presupuesto para la Educación en esta provincia alcanza 200,6 millones de pesos, dos veces y media más que el existente en el país en 1958.
En Santiago de Cuba, más del 50% de las familias habita casas construidas después del triunfo de la Revolución.
En este territorio 90 de cada cien hogares disponen de electricidad, gracias a que la capacidad de generación se ha multiplicado 18 veces y las líneas de distribución en 15. Esto se complementa con más de un centenar de plantas eléctricas, 28 minihidroeléctricas y la utilización de paneles solares.
En las zonas más apartadas, a las cuales este servicio no ha podido llegar, por la dispersión de las viviendas y la disponibilidad de recursos, sus vecinos no han sido olvidados.
Las escuelas y consultorios médicos, que atienden al total de los habitantes de esos parajes, están electrificados y existen 308 salas de televisión y video, alimentadas mediante celdas fotovoltaicas, que llevan la cultura, la recreación, la información y la educación a todos.
Los esquilmados campesinos y obreros agrícolas de estos parajes fueron beneficiados con la erradicación del latifundismo. Más de 12 000 productores recibieron sus títulos de propiedad con la Reforma Agraria, y sus vidas han sido transformadas por la obra social y económica de la Revolución. Los criminales desalojos son solo el recuerdo de un pasado que no podrá volver.
NUEVAS IMPORTANTES INDUSTRIAS
Era la segunda capital del país, y Santiago de Cuba contaba con menos de una decena de industrias importantes, entre ellas la fábrica de cemento, la refinería, la eléctrica y la de bebidas. Hoy las capacidades de esas instalaciones han sido incrementadas y muchas nuevas importantes industrias han surgido en diversas ramas de la economía.
El desempleo, flagelo de la población tanto en la ciudad como en el campo, fue un fenómeno enfrentado por la Revolución desde sus mismos inicios. Hoy el índice de personas económicamente activas y no empleadas es inferior al 5% y la tendencia es al descenso.
No hay esfera de la vida social y económica que no haya sido transformada por la Revolución.
Hay una que no podrá nunca ser medida con cifras. Es la dignidad humana, la libertad plena, la independencia y el decoro, la lucha por las cuales se inició la acción de la Generación del Centenario.
Hoy, a 50 años de la gesta heroica del asalto al Cuartel Moncada y al Carlos Manuel de Céspedes, el programa de lucha expuesto por Fidel en La Historia me absolverá ha sido sobrecumplido con creces. Esa obra de raíces profundamente martianas se extiende por todo el país. Es la demostración de que los grandes sueños de ayer son la realidad hermosa de hoy.

26 de julio: Día de la Rebeldía Nacional
La celebración de cada 26 de Julio, en recuerdo de la gesta del Moncada que marcó el inicio de la última de nuestras etapas de lucha por la liberación y la independencia, guarda recuerdos imperecederos, desde el primero, luego del triunfo de la Revolución, que reunió a los habaneros con decenas de miles de campesinos, cual símbolo de indestructible alianza, hasta los últimos, cuya sede se decide por los resultados de una fraterna emulación interterritorial...  
Año 2009

Los modestos resultados ratifican el optimismo y la confianza en que ¡si se puede!
Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto central en conmemoración del 56 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la plaza Mayor General "Calixto García", Holguín, 26 de julio de 2009, "Año del 50 aniversario del triunfo de la Revolución".

Año 2008
Nuestra batalla de hoy es la misma iniciada el 26 de julio de 1953
DISCURSO POR EL ANIVERSARIO 55 DEL ASALTO A LOS CUARTELES MONCADA Y CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES (26 DE JULIO DE 2008)
Año 2007
Trabajar con sentido crítico y creador, sin anquilosamiento ni esquematismos
Afirmó Raúl en Camagüey. Trabajaremos sin descanso para cumplir cabalmente las orientaciones de la Proclama del Comandante en Jefe, las muchas que nos ha dado desde entonces y cuantas nos imparta en lo adelante. No hay asunto referido al de-sarrollo del país y las condiciones de vida del pueblo que no se haya abordado con responsabilidad y en cuya solución no se trabaje. Abordó otros temas medulares del desarrollo económico y social del país, la defensa y las relaciones internacionales

Año 2006
Todo el país está respondiendo con creciente entusiasmo Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto central con motivo del aniversario 53 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la Plaza de la Patria de Bayamo, Granma, el 26 de julio de 2006, "Año de la Revolución Energética en Cuba".

Año 2005
Una vez más subestiman la capacidad de resistencia y de lucha de nuestro pueblo
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto central por el Aniversario 52 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en el teatro Carlos Marx, el 26 de julio del 2005, "Año de la Alternativa Bolivariana para las Américas"
Especial para el Sábado del Libro
Fidel y el Moncada vistos por Canet
Importante edición presentada el pasado 12 de agosto en el Memorial José Martí y que será lanzada al público en el Palacio del Segundo Cabo
Año 2003
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto por el aniversario 50 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, efectuado en Santiago de Cuba, el 26 de julio del 2003, "Año de gloriosos aniversarios de Martí y del Moncada".
 

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DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN EL ACTO CENTRAL EN CONMEMORACION DEL XX ANIVERSARIO DEL ATAQUE AL CUARTEL MONCADA, EFECTUADO EN EL ANTIGUO CUARTEL CONVERTIDO HOY EN ESCUELA, EN SANTIAGO DE CUBA, ORIENTE, EL 26 DE JULIO DE 1973, "AñO DEL XX ANIVERSARIO".
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Distinguidos invitados;
Compañeros del Partido, del Gobierno y de las organizaciones de masa;
Familiares de los mártires del Moncada y de la Revolución
Héroes del Trabajo;
Obreros de vanguardia;
Estudiantes destacados;
Santiagueros;
Compatriotas:
Con fervor y con respeto nuestro pueblo generoso ha querido conmemorar este día en que se cumple el XX Aniversario del ataque al cuartel Moncada.
Con nosotros, en muchos lugares del mundo, los amigos de la Revolución celebran también con cariño este 26 de Julio. Nuestro más profundo agradecimiento a las numerosas y destacadas delegaciones de Estados y organizaciones amigas que vinieron a compartir con nuestro pueblo los actos de esta fecha.
El 26 de Julio ha pasado a ser una fecha histórica en los anales de la larga y heroica lucha de nuestra patria por su libertad. No era este alto honor, ciertamente, los propósitos que guiaban ese día a los hombres que quisimos tomar esta fortaleza. Ningún revolucionario lucha con la vista puesta en el día en que los hechos que se deriven de su acción vayan a recibir los honores de la conmemoración. "El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente", dijo Martí. El cumplimiento de un deber nos condujo a esta acción sin que nadie pensara en las glorias y los honores de esa lucha.
El deber nos impone igualmente reunirnos aquí esta noche para rendir tributo, no a los que aún vivimos y hemos tenido el privilegio de ver el fruto de los sacrificios de aquel día, sino a los que cayeron gloriosa y heroicamente por una causa, cuyas insignias triunfantes no tuvieron la dicha de ver desplegadas en el suelo querido de la patria que ellos regaron con su sangre joven y generosa.
Era necesario enarbolar otra vez las banderas de Baire, de Baraguá y de Yara. Era necesaria una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores, y esta fue el 26 de Julio. Lo que determinó esa arremetida no fue el entusiasmo o el valor de un puñado de hombres, fue el fruto de profundas meditaciones sobre el conjunto peculiar de factores objetivos y subjetivos que imperaban en aquel instante en nuestro país.
Dominada la nación por una camarilla sangrienta de gobernantes rapaces, al servicio de poderosos intereses internos y externos, que se apoyaban descarnadamente en la fuerza, sin ninguna forma o vehículo legal de expresión para las ansias y aspiraciones del pueblo, había llegado la hora de acudir otra vez a las armas.
Pero hecha esta conclusión, ¿cómo llevar a cabo la insurrección armada si la tiranía era todopoderosa, con sus medios modernos de guerra, el apoyo de Washington, el movimiento obrero fragmentado y su dirección oficial en manos de gángsters, vendida en cuerpo y alma a la clase explotadora, los partidos de opinión democrática y liberal desarticulados y sin guía, el Partido marxista aislado y reprimido, el maccarthismo en pleno apogeo ideológico, el pueblo sin un arma ni experiencia militar, las tradiciones de lucha armada distantes más de medio siglo y casi olvidadas, el mito de que no se podía realizar una revolución contra el aparato militar constituido, y por último la economía con una relativa bonanza por los altos precios azucareros de posguerra, sin que se vislumbrara todavía una crisis aguda como la que en los años 30 de por sí arrastró a las masas desesperadas y hambrientas a la lucha?
¿Cómo levantar al pueblo, cómo llevarlo al combate revolucionario, para superar aquella enervante crisis política, para salvar al país de la postración y el retraso espantoso que significó el golpe traicionero del 10 de marzo y llevar adelante la revolución popular y radical que transformara al fin a la república mediatizada y al pueblo esclavizado y explotado en la patria libre, justa y digna, por la cual lucharon y murieron varias generaciones de cubanos?
Tal era el problema que se planteaba el país en los meses que siguieron al nuevo ascenso de Batista al poder.
Cruzarse de brazos y esperar o luchar era para nosotros el dilema.
Pero los hombres que llevábamos en nuestras almas un sueño revolucionario y ningún propósito de resignarnos a los factores adversos, no teníamos un arma, un centavo, un aparato político y militar, un renombre público, una ascendencia popular. Cada uno de nosotros, los que después organizamos el movimiento que asumió la responsabilidad de atacar el cuartel Moncada e iniciar la lucha armada, en los primeros meses que sucedieron al golpe de Estado, esperaba que las fuerzas oposicionistas se unieran todas en una acción común para combatir a Batista. En esa lucha estábamos dispuestos a participar como simples soldados, aunque solo fuese por los objetivos limitados de restaurar el régimen de derecho barrido por el 10 de marzo.
Los primeros esfuerzos organizativos del núcleo inicial de nuestro movimiento se concretaron a crear e instruir los primeros grupos de combate, con la idea de participar en la lucha común con todas las demás fuerzas oposicionistas, sin ninguna pretensión de encabezar o dirigir esa lucha. Como humildes soldados de fila tocábamos a las puertas de los dirigentes políticos ofreciendo la cooperación modesta de nuestros esfuerzos y de nuestras vidas y exhortándolos a luchar. Por aquel entonces, aparentemente, los hombres públicos y los partidos políticos de oposición se proponían dar la batalla. Ellos tenían los medios económicos, las relaciones, la ascendencia y los recursos para emprender la tarea de los cuales nosotros carecíamos por completo. Dedicados febrilmente al trabajo revolucionario, un grupo de cuadros, que constituyó después la dirección política y militar del movimiento, nos consagramos a la tarea de reclutar, organizar y entrenar a los combatientes. Fue al cabo de un año de intenso trabajo en la clandestinidad, cuando arribamos a la convicción más absoluta de que los partidos políticos y los hombres públicos de entonces engañaban miserablemente al pueblo. Enfrascados en todo tipo de disputas y querellas intestinas y ambiciones personales de mando, no poseían la voluntad ni la decisión necesarias para luchar ni estaban en condiciones de llevar adelante el derrocamiento de Batista. Un rasgo común de todos aquellos partidos y líderes políticos era que, a tono con la atmósfera maccarthista y con la vista siempre puesta en la aprobación de Washington, excluían a los comunistas de todo acuerdo o participación en la lucha común contra la tiranía.
Entretanto, nuestra organización había crecido notablemente y disponía de más hombres entrenados para la acción que el conjunto de todas las demás organizaciones que se oponían al régimen. Nuestros jóvenes combatientes habían sido reclutados, además, en las capas más humildes del pueblo, trabajadores en su casi totalidad, procedentes de la ciudad y del campo, y algunos estudiantes y profesionales no contaminados por los vicios de la política tradicional ni el anticomunismo que infestaba el ambiente de la Cuba de entonces. Esos jóvenes llevaban, en su corazón de patriotas abnegados y honestos, el espíritu de las clases humildes y explotadas de las que provenían y sus manos fueron suficientemente robustas y sus mentes suficientemente sanas y sus pechos suficientemente valerosos para convertirse más tarde en abanderados de la primera revolución socialista en América (APLAUSOS).
Fue entonces cuando, partiendo de nuestra convicción de que nada podía esperarse de los que hasta entonces tenían la obligación de dirigir al pueblo en su lucha contra la tiranía, asumimos la responsabilidad de llevar adelante la Revolución.
¿Existían o no existían las condiciones objetivas para la lucha revolucionaria? A nuestro juicio existían. ¿Existían o no existían las condiciones subjetivas? Sobre la base del profundo repudio general que provocó el golpe del 10 de marzo y el regreso de Batista al poder, el descontento social emanado del régimen de explotación reinante, la pobreza y el desamparo de las masas desposeídas, se podían crear las condiciones subjetivas para llevar al pueblo a la revolución.
La historia después nos ha dado la razón. ¿Pero qué nos hizo ver con claridad aquel camino por donde nuestra patria ascendería a una fase superior de su vida política y nuestro pueblo, el último en sacudir el yugo colonial, sería ahora el primero en romper las cadenas imperialistas e iniciar el período de la segunda independencia en América Latina?
Ningún grupo de hombres habría podido por sí mismo encontrar solución teórica y práctica a este problema. La Revolución Cubana no es un fenómeno providencial, un milagro político y social divorciado de las realidades de la sociedad moderna y de las ideas que se debaten en el universo político. La Revolución Cubana es el resultado de la acción consciente y consecuente ajustada a las leyes de la historia de la sociedad humana. Los hombres no hacen ni pueden hacer la historia a su capricho. Tales parecerían los acontecimientos de Cuba si prescindimos de la interpretación científica. Pero el curso revolucionario de las sociedades humanas tampoco es independiente de la acción del hombre; se estanca, se atrasa o avanza en la medida en que las clases revolucionarias y sus dirigentes se ajustan a las leyes que rigen sus destinos. Marx, al descubrir las leyes científicas de ese desarrollo, elevó el factor consciente de los revolucionarios a un primer plano en los acontecimientos históricos.
La fase actual de la Revolución Cubana es la continuidad histórica de las luchas heroicas que inició nuestro pueblo en 1868 y prosiguió después infatigablemente en 1895 contra el colonialismo español; de su batallar constante contra la humillante condición a que nos sometió Estados Unidos, con la intervención, la Enmienda Platt y el apoderamiento de nuestras riquezas que redujeron nuestra patria a una dependencia yanki, un jugoso centro de explotación monopolista, una moderna Capua para sus turistas, un gran prostíbulo, un inmenso garito. Nuestra Revolución es también el fruto de las heroicas luchas de nuestros obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, durante más de 50 años de corrupción, y explotación burguesa y dominio del imperialismo que intentó absorbernos culturalmente y destruir los cimientos de nuestra nacionalidad; es fruto de la ideología revolucionaria de la clase obrera; del movimiento revolucionario internacional; de las luchas de los obreros y campesinos rusos que en el glorioso octubre de 1917, dirigidos por Lenin, derribaron el poder de los zares e iniciaron la primera revolución socialista; del debilitamiento del poder imperialista y los enormes cambios de correlación de fuerzas ocurridos en el mundo.
Sin la prédica luminosa de José Martí, sin el ejemplo vigoroso y la obra inmortal de Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo y tantos hombres legendarios de las luchas pasadas; sin los extraordinarios descubrimientos científicos de Marx y Engels; sin la genial interpretación de Lenin y su portentosa hazaña histórica, no se habría concebido un 26 de Julio.
Martí nos enseñó su ardiente patriotismo, su amor apasionado a la libertad, la dignidad y el decoro del hombre, su repudio al despotismo y su fe ilimitada en el pueblo. En su prédica revolucionaria estaba el fundamento moral y la legitimidad histórica de nuestra acción armada. Por eso dijimos que él fue el autor intelectual del 26 de Julio (APLAUSOS).
Céspedes nos dio el sublime ejemplo de iniciar con un puñado de hombres, cuando las condiciones estaban maduras, una guerra que duró 10 años.
Agramonte, Maceo, Gómez y demás próceres de nuestras luchas por la independencia, nos mostraron el coraje y el espíritu combativo de nuestro pueblo, la guerra irregular y las posibilidades de adaptar las formas de lucha armada popular a la topografía del terreno y a la superioridad numérica y en armas del enemigo.
Era necesario formar de nuevo el Ejército Mambí. Pero la Revolución ahora ya no podía tener el mismo contenido que en 1868 y 1895. Había transcurrido más de medio siglo. A la cuestión de la soberanía popular y nacional se añadía con toda su fuerza el problema social. Si la Revolución de 1868 fue iniciada por la clase terrateniente y proseguida en 1895 fundamentalmente por las masas campesinas, en 1953 ya existía una clase obrera; a ella, portadora de una ideología revolucionaria, en estrecha alianza con los campesinos y las capas medias de nuestra población, correspondía el lugar cimero y el carácter de la nueva Revolución.
¿Qué aportó el marxismo a nuestro acervo revolucionario en aquel entonces? El concepto clasista de la sociedad dividida entre explotadores y explotados; la concepción materialista de la historia; las relaciones burguesas de producción como la última forma antagónica del proceso de producción social; el advenimiento inevitable de una sociedad sin clases, como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo y de la revolución social. Que "el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa". Que "los obreros modernos no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital". Que "una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de los otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etcétera". Que "la burguesía produce ante todo sus propios sepultureros", que es la clase obrera.
El núcleo fundamental de dirigentes de nuestro movimiento que, en medio de intensa actividad, buscábamos tiempo para estudiar a Marx, Engels y Lenin, veía en el marxismo-leninismo la única concepción racional y científica de la Revolución y el único medio de comprender con toda claridad la situación de nuestro propio país.
En el seno de una sociedad capitalista, contemplando la miseria, el desempleo y la indefensión material y moral del pueblo, cualquier hombre honesto tenía que compartir aquellas irrebatibles verdades de Marx, cuando escribió: "Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero en vuestra sociedad actual la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros. Precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes existe para vosotros. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de propiedad".
El marxismo nos enseñó sobre todo la misión histórica de la clase obrera, única verdaderamente revolucionaria, llamada a transformar hasta los cimientos a la sociedad capitalista, y el papel de las masas en las revoluciones.
"El Estado y la Revolución", de Lenin, nos esclareció el papel del Estado como instrumento de dominación de las clases opresoras y la necesidad de crear un poder revolucionario capaz de aplastar la resistencia de los explotadores.
Unicamente a la luz del marxismo es posible comprender no solo el curso actual de los acontecimientos, sino también toda la evolución de la historia nacional y el pensamiento político cubano en el siglo pasado.
Cuando las naciones hermanas de este continente sacudieron el yugo español, Cuba permaneció uncida al carro colonial hasta casi 100 años después, y en tiempos en que aquellas se liberaban en enérgica lucha, ella recibió de los reyes absolutos de España el título dudosamente honroso de "la siempre fiel isla de Cuba". Las relaciones de producción basadas en la esclavitud sistema espantoso de explotación, que echó profundas raíces en la vida colonial de este país, explican con toda nitidez aquel fenómeno político. La población criolla blanca poseedora de las riquezas y la cultura, en conflicto permanente de intereses con España, no estaba, sin embargo, en disposición de arriesgar el disfrute de los privilegios económicos y las prerrogativas sociales que le daba su condición de esclavista, a cambio de la independencia. El temor a poner en riesgo el propio régimen de la esclavitud la opuso sistemáticamente a la idea de luchar por la emancipación. Le horrorizaba una sublevación de los esclavos. Necesitaba el poder militar de España para mantener la sumisión de los explotados. Y España, apoyándose en esta realidad más que en las armas, mantuvo el dominio de Cuba.
El reformismo, doctrina política que predominó en el pensamiento político cubano durante más de medio siglo, tuvo también su origen en los mismos factores. Y la corriente en favor de la anexión a Estados Unidos, que en instantes cobró fuerza extraordinaria, nació del temor a la abolición que llevaba, a las clases dirigentes cubanas y a los propios españoles propietarios de esclavos, a buscar el amparo de sus privilegios por el camino de convertir a Cuba en un Estado esclavista de Norteamérica.
Arango y parreño, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero, figuras prominentes en el pensamiento político cubano, durante la primera mitad del pasado siglo, no obstante su señalada preocupación por los progresos del país y sus sentimientos nacionales, conformaron totalmente su doctrina y su conducta a la trágica situación de una clase social que no podía luchar contra el amo español porque ella, a su vez, era ama de esclavos.
Las guerras de independencia comenzaron al fin precisamente en aquellos puntos de la isla donde la esclavitud tenía una base mínima en la vida económica y social, y continuó siendo a su vez un terrible freno a la lucha en las regiones donde era la forma absolutamente predominante de producción. Al rememorar que nuestro país fue en este continente, hasta hace solo decenas de años, escenario de esa forma odiosa de explotación del hombre por el hombre, sentimos el deber de rendir el tributo que merecen aquellos abnegados luchadores esclavos que el año 1843, en numerosos centrales de Matanzas, se sublevaron, lucharon y murieron por centenares en los combates, en el cadalso, o apelando al suicidio, para romper las inhumanas cadenas que ataban de por vida sus cuerpos al trabajo.
Poco se escribiría después sobre el extraordinario valor humano y político de estos hechos en las historias oficiales de los explotadores, y ningún monumento se erigiría en memoria de estos oscuros gladiadores, verdaderos héroes anónimos de las clases explotadas, que fueron como precursores en nuestra patria de la revolución de los que después de ellos fueron los modernos esclavos, los obreros (APLAUSOS).
Algunos de nosotros aun antes del 10 de marzo de 1952, habíamos llegado a la íntima convicción de que la solución de los problemas de Cuba tenía que ser revolucionaria, que el poder había que tomarlo en un momento dado con las masas y con las armas, y que el objetivo tenía que ser el socialismo.
¿Pero cómo llevar en esa dirección a las masas, que en gran parte no estaban conscientes de la explotación de que eran víctimas, y creían ver solo en la inmoralidad administrativa la causa fundamental de los males sociales, y que sometida a un barraje incesante de anticomunismo, recelaba, tenía prejuicios y no rebasaba el estrecho horizonte de las ideas democrático-burguesas?
A nuestro juicio, las masas descontentas de las arbitrariedades, abusos y corrupciones de los gobernantes, amargadas por la pobreza, el desempleo y el desamparo, aunque no viesen todavía el camino de las soluciones definitivas y verdaderas, serían, a pesar de todo, la fuerza motriz de la revolución.
La lucha revolucionaria misma, con objetivos determinados y concretos, que implicara sus intereses más vitales y las enfrentara en el terreno de los hechos a sus explotadores, las educaría políticamente. Solo la lucha de clases desatada por la propia revolución en marcha, barrería como castillo de naipes los vulgares prejuicios y la ignorancia atroz en que la mantenían sometida sus opresores.
El golpe del 10 de marzo, que elevó a su grado más alto la frustración y el descontento popular, y sobre todo la cobarde vacilación de los partidos burgueses y sus líderes de más prestigio, que obligó a nuestro movimiento a asumir la responsabilidad de la lucha, creó la coyuntura propicia para llevar adelante estas ideas. En ellas se basaba la estrategia política de la lucha iniciada el 26 de Julio.
Las primeras leyes revolucionarias se decretarían tan pronto estuviera en nuestro poder la ciudad de Santiago de Cuba, y serían divulgadas por todos los medios. Se llamaría al pueblo a luchar contra Batista y a la realización concreta de aquellos objetivos. Se convocaría a los obreros de todo el país a una huelga general revolucionaria por encima de los sindicatos amarillos y los líderes vendidos al gobierno. La táctica de guerra se ajustaría al desarrollo de los acontecimientos. Caso de no poder sostenerse la ciudad con 1 000 armas que debíamos ocupar al enemigo en Santiago de Cuba, iniciaríamos la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.
Lo más difícil del Moncada no era atacarlo y tomarlo, sino el gigantesco esfuerzo de organización, preparación, adquisición de recursos y movilización, en plena clandestinidad, partiendo virtualmente de cero. Con infinita amargura vimos frustrarse nuestros esfuerzos en el minuto culminante y sencillo de tomar el cuartel. Factores absolutamente accidentales desarticularon la acción. La guerra nos enseñó después a tomar cuarteles y ciudades. Pero si con la experiencia que adquirimos en ella se hubiese planteado de nuevo la misma acción, con los mismos medios y los mismos hombres, no habríamos variado en lo esencial el plan de ataque. Sin los accidentes fortuitos que infortunadamente ocurrieron, lo habríamos tomado. Con una mayor experiencia operativa lo habríamos podido tomar por encima de cualquier factor accidental.
Lo más admirable de aquellos hombres que participaron en la operación, es que habiendo entrado en combate por primera vez, arremetieron con tremenda fuerza los objetivos que tenían delante, creyendo que se hallaban ya dentro de las fortificaciones, cuya configuración exacta ignoraban. Pero la lucha se había entablado por desgracia en las afueras de la fortaleza. Con aquel ímpetu con que descendieron de sus carros, ninguna tropa desprevenida los habría podido resistir.
Pero la estrategia política, militar y revolucionaria, concebida a raíz del Moncada, fue en esencia la misma que se aplicó cuando tres años más tarde desembarcamos en el Granma y ella nos condujo a la victoria (APLAUSOS). Aplicando un método de guerra ajustado al terreno, a los medios propios y a la superioridad técnica y numérica del enemigo, los derrotamos en 25 meses de guerra, no sin sufrir inicialmente el durísimo revés de la Alegría de Pío, que redujo nuestra fuerza a siete hombres armados, con los que reiniciamos la lucha. Este increíblemente reducido número de efectivos con que nos vimos obligados a seguir adelante, demuestra hasta qué punto la concepción revolucionaria del 26 de Julio de 1953 era correcta.
Cinco años y medio más tarde, el primero de enero de 1959, desde la ciudad de Palma Soriano, rodeada ya Santiago de Cuba y los 5 000 hombres de su guarnición por nuestras fuerzas, lanzamos la consigna de huelga general revolucionaria a los trabajadores. El país entero se paró de modo absoluto pese al control gubernamental del aparato oficial del movimiento obrero, y en horas de la tarde las vanguardias rebeldes ocupaban el Moncada sin disparar un tiro (APLAUSOS). El enemigo estaba vencido. En 48 horas todas las instalaciones militares del país fueron dominadas por nuestras tropas, el pueblo ocupó las armas, y el golpe militar en la capital, instigado por la embajada yanki, con que pensaban escamotear el triunfo, quedó deshecho. Los asesinos aterrorizados vieron surgir de los cadáveres heroicos de los hombres asesinados en el Moncada el espectro victorioso de sus ideas (APLAUSOS). Era la misma consigna de huelga general que pensábamos lanzar el 26 de Julio de 1953, después de tomada la ciudad de Santiago de Cuba. Es cierto que esta vez ya en posesión del poder revolucionario, fue que procedimos a aplicar el programa del Moncada, pero la concepción de que la lucha misma forjaría en las masas la conciencia política superior que nos llevaría a una revolución socialista, ha demostrado en las condiciones de nuestra patria su absoluta justeza.
Las leyes revolucionarias enfrentaron a los explotadores y explotados en todos los terrenos. Latifundistas, capitalistas, terratenientes, banqueros, grandes comerciantes, burgueses y oligarcas de todo tipo y su incontable cohorte de servidores, reaccionaron inmediatamente contra el poder revolucionario en contubernio con el imperialismo, privilegiado propietario en Cuba de grandes extensiones de tierra, minas, centrales azucareros, bancos, servicios públicos, casas comerciales, fábricas, amo y señor de nuestra economía, que ya no tenía un ejército a su servicio. Comenzaron entonces las conjuras, los sabotajes, las grandes campañas de prensa, las amenazas exteriores.
Pero el pueblo no había recibido solo los beneficios de las leyes revolucionarias. Había conquistado ante todo y por primera vez en la historia de nuestra patria, el sentido pleno de su propia dignidad, la conciencia de su poder y de su inmensa energía.
Por primera vez el obrero, el campesino, el estudiante, las capas más humildes del pueblo, ascendían a lugares cimeros de la vida nacional. El poder revolucionario era su poder, el Estado era su Estado, el soldado era su soldado porque él mismo se convirtió en soldado (APLAUSOS); el rifle su rifle, el cañón su cañón, el tanque su tanque, la autoridad su autoridad, porque él era la autoridad. Ningún ser humano volvería jamás a sufrir humillación por el color de su piel; ninguna mujer tendría que prostituirse para ganarse el pan; ningún ciudadano tendría que pedir limosna; ningún anciano quedaría en el desamparo; ningún hombre sin trabajo; ningún enfermo sin asistencia; ningún niño sin escuela; ningunos ojos sin saber leer; ninguna mano sin saber escribir (APLAUSOS).
Lo que la Revolución significó desde el primer instante para el decoro del hombre, lo que significó en el orden moral fue tanto o más que lo que significaron los beneficios materiales.
La conciencia de clase se desarrolló en forma inusitada. Bien pronto los obreros, los campesinos, los estudiantes, los intelectuales revolucionarios, tuvieron que empuñar las armas para defender sus conquistas frente al enemigo imperialista y sus cómplices reaccionarios; bien pronto tuvieron que derramar su sangre generosa luchando contra la CIA y los bandidos; bien pronto tuvieron que ponerse todos en pie de guerra frente al peligro exterior; bien pronto tuvieron que combatir en las costas de Girón y de Playa Larga contra los invasores mercenarios (APLAUSOS).
¡Ah!, pero ya entonces las clases explotadas habían abierto los ojos a la realidad, habían encontrado al fin su propia ideología que no era ya la de los burgueses, terratenientes y demás explotadores, sino la ideología revolucionaria del proletariado, el marxismo-leninismo (APLAUSOS). Y el capitalismo desapareció en Cuba. Haber derramado la sangre del Moncada y de miles de cubanos más para mantener el capitalismo, habría sido sencillamente un crimen (APLAUSOS).
Así, el 16 de abril de 1961, nuestra clase obrera, cuando marchaba a enterrar a sus muertos con los rifles en alto, vísperas de la invasión, proclamó el carácter socialista de nuestra Revolución y en su nombre combatió y derramó su sangre, y todo un pueblo estuvo dispuesto a morir (APLAUSOS). Un decisivo salto en la conciencia política se había producido desde el 26 de Julio de 1953. Ninguna victoria moral pudiera compararse a esta en el glorioso camino de nuestra Revolución. Porque ningún pueblo en América había sido sometido por el imperialismo a un proceso tan intenso de adoctrinamiento reaccionario, de destrucción de la nacionalidad y sus valores históricos; a ninguno se le deformó tanto durante medio siglo. Y he aquí que ese pueblo se yergue como un gigante moral ante sus opresores históricos y barre en unos pocos años toda aquella lacra ideológica y toda la inmundicia del maccarthismo y el anticomunismo (APLAUSOS).
En la lucha aprendió a conocer a sus enemigos de clase internos y externos y en ella conoció a sus verdaderos aliados externos e internos. Frente al sabotaje de La Coubre y al embargo de armas de procedencia capitalista cuando más las necesitábamos, al criminal bloqueo económico de Estados Unidos y el aislamiento decretado por los gobiernos latinoamericanos a las órdenes del imperialismo yanki, solo del campo socialista, desde la gran patria de Lenin, se extendió la mano amiga y generosa (APLAUSOS); de allí nos vinieron armas, petróleo, trigo, maquinaria y materias primas; allí surgieron los mercados para nuestros productos boicoteados; de allí, recorriendo 10 000 kilómetros, llegaron las naves surcando los mares; de allí nos llegó la solidaridad internacionalista y el apoyo fraternal.
Bien poco quedaba en pie de todas las mentiras, la odiosa hipocresía, la humillante omnipotencia yanki en nuestra tierra, como no quedaba nada en pie de sus bancos, sus minas, sus fábricas, sus inmensos latifundios, sus todopoderosas empresas de servicio público, porque golpe por golpe frente a la agresión y el bloqueo fueron nacionalizadas todas (APLAUSOS).
En el programa del Moncada, que con toda claridad expusimos ante el tribunal que nos juzgó, estaba el germen de todo el desarrollo ulterior de la Revolución. Su lectura cuidadosa evidencia que nos apartábamos ya por completo de la concepción capitalista del desarrollo económico y social.
Como hemos dicho otras veces, aquel programa encerraba el máximo de objetivos revolucionarios y económicos que en aquel entonces se podía plantear, por el nivel político de las masas y la correlación nacional e internacional de fuerzas. Pero su aplicación consecuente nos conduciría a los caminos que hoy transitamos. Nosotros confiábamos plenamente en las leyes de la historia y en la energía sin límite de un pueblo liberado.
Ningún programa económico y social se cumplió jamás en este continente como se ha cumplido el programa del Moncada. Con el devenir del tiempo y la propia lucha se han superado con creces todas las esperanzas de entonces y avanzamos hace rato mucho más allá, por la senda gloriosa de la revolución socialista.
Martí, Marx, Engels y Lenin guiaron nuestro pensamiento político. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y demás patriotas del 1868 y el 1895, inspiraron nuestra acción militar. El pueblo de Cuba, en especial sus clases humildes, nos acompañaron en esta larga ruta; ellas engendraron nuestras luchas; ellas fueron los protagonistas verdaderos de la epopeya revolucionaria; ellas dieron sus mejores hijos que en el Moncada, en el Granma, en la Sierra, en el llano, en Palacio, en Goicuría, en el "Corynthia", en Cienfuegos, en todas las batallas y combates contra la tiranía, en las cámaras de tortura y en las manos de los verdugos, en el Escambray, en Playa Girón, en la lucha contra la CIA y sus agentes, en las aulas —como Benítez—, alfabetizando —como Ascunce—, en los puestos de trabajo produciendo para la sociedad o en otras tierras donde los llamara el deber internacionalista, entregaron sus vidas (APLAUSOS). Millones de cubanos humildes han trabajado abnegadamente en la producción, en la defensa, en la salud, en la educación, en los servicios, en la administración y en las duras y arduas responsabilidades del trabajo político y de las organizaciones de masa. A ellos corresponde el honor inmenso de haber llevado sobre sus hombros al país en la lucha que nos ha conducido a esta emocionante conmemoración del xx Aniversario (APLAUSOS).
El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos. Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros a lo largo de la guerra. Los vemos renacer en las nuevas generaciones que crecen al calor fraternal y humano de la Revolución; en nuestros estudiantes trabajadores que aquí vinieron a recibir su copa, en cada obrero de vanguardia, en los jóvenes que representan con honor a Cuba en el Festival Mundial (APLAUSOS), en los Camilitos que se educan para ser soldados como ellos (APLAUSOS), en los cadetes que juraron la bandera el día 22 (APLAUSOS).
¡Hace ya veinte años y muchos no tenían veinte años! Pero en todos los que no habían nacido todavía están ellos: en los niños que estudian en las escuelas creadas por la Revolución, en cada vida infantil que preservan de la muerte nuestros médicos revolucionarios; en cada victoria, en cada alegría, en cada sonrisa, en cada corazón de nuestro pueblo.
Sobre la sangre generosa que comenzó a derramarse el 26 de Julio, Cuba se levanta para señalar un camino en este continente y poner fin al dominio del "Norte revuelto y brutal" sobre los pueblos de nuestra América, marcando un punto de viraje histórico en el proceso de su ininterrumpido y arrogante avance sobre nuestras tierras, nuestras riquezas y nuestra soberanía, que duró 150 años.
En el instante en que tiene lugar la Revolución Cubana, ninguna región del mundo, ningún continente estaba tan completamente sometido a la política y los dictados de una potencia extraña como la América Latina.
Estados Unidos cercenó a México, intervino a Cuba, ocupó a Guantánamo, se apoderó de Puerto Rico, yuguló a Panamá, deshizo la unión de Centroamérica e intervino con las armas en sus repúblicas dispersas, envió la infantería de marina a Veracruz, Haití, Santo Domingo; se apoderó del cobre, del petróleo, del estaño, del níquel, del hierro del continente; dominó los bancos, el transporte marítimo, el comercio, los servicios públicos y las industrias básicas en todos nuestros pueblos; exigió y obtuvo convenios onerosos de intercambio; forjó por último con el rótulo de OEA un verdadero instrumento de administración colonial a cuyo amparo impuso el pacto militar de Río de Janeiro, la Junta Interamericana de Defensa, las maniobras militares conjuntas con las que trata de influir, adoctrinar y dominar los cuerpos armados: manejó gobiernos, fomentó golpes, armó tiranías sangrientas e impuso su ley soberana en todo el hemisferio, arrastrándonos a la guerra fría en su cruzada reaccionaria contra el socialismo y el movimiento de liberación de los pueblos.
Como nuestra patente de la nefasta influencia ejercida por los Estados Unidos en sus intervenciones militares están las satrapías que dejaron a su paso los marinos, en Haití, Santo Domingo, Nicaragua, Guatemala y otros países de Centroamérica. De tal modo impusieron el enervamiento, la corrupción y el atraso en estas repúblicas, que hoy entre sus gobiernos se encuentran los peones más incondicionales de Estados Unidos en Latinoamérica. Ellos constituyen, junto a los gobiernos de Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, la punta de lanza contrarrevolucionaria con que el imperialismo se propone aislar a los pueblos hermanos de Chile, Perú, Argentina y Panamá, cuyos procesos políticos están en conflicto con la omnipotencia del imperio.
Detrás del golpe de Uruguay y como parte de su estrategia continental están inconfundibles las manos de Estados Unidos y Brasil.
Igual que hizo en Europa, en Africa y en Asia, los Estados Unidos agrupa en este continente a los gobiernos más corruptos, impopulares y desprestigiados contra los estados progresistas y revolucionarios.
La política imperialista se comporta de la misma forma en todo el mundo frente a los pueblos que luchan por su liberación. Es por ello que no entendemos la extraña tesis que hace referencia a dos supuestos imperialismos, esgrimida por algunos dirigentes que se consideran parte del Tercer Mundo, pretendiendo semejar a la URSS con Estados Unidos, porque con ella sirven al único y verdadero imperialismo y aíslan a sus pueblos. Esta tesis reaccionaria en sí misma y fruto exclusivo de la ideología e intriga de los teóricos burgueses y del imperialismo tiene por objetivo alentar la división y la desconfianza entre las fuerzas revolucionarias a nivel internacional y alejar a los movimientos de liberación de los países socialistas.
Sin la Revolución de Octubre y sin la inmortal hazaña del pueblo soviético, que resistió primero la intervención y el bloqueo imperialista y derrotó más tarde la agresión del fascismo y lo aplastó a un costo de 20 millones de muertos, que ha desarrollado su técnica y su economía a un costo increíble de sudor y sacrificio sin explotar el trabajo de un solo obrero en ningún país de la Tierra, no habría sido en absoluto posible el fin del colonialismo y la liberación de decenas de pueblos en todos los continentes. No puede ni por un segundo olvidarse que las armas con que Cuba aplastó a los mercenarios de Girón y se defendió de Estados Unidos, las que en manos de los pueblos árabes resisten la agresión imperialista, las que usan los patriotas africanos contra el colonialismo portugués y las que empuñaron los vietnamitas en su heroica, extraordinaria y victoriosa lucha (APLAUSOS), llegaron de los países socialistas y esencialmente de la Unión Soviética (APLAUSOS). Alejar a los pueblos de sus aliados naturales es desarmarlos, aislarlos y derrotarlos. Política de avestruz. Ningún servicio peor se puede prestar a la causa de la liberación nacional.
El camino de los pueblos de América Latina no es fácil. El imperialismo yanki defenderá tesoneramente su dominio en esta parte del mundo. La confusión ideológica es todavía grande. Los Estados que han emprendido un curso de acción independiente de Estados Unidos y políticas de cambios estructurales aumentan en número, pero tienen aún que vencer grandes dificultades.
Pero el proceso de liberación nadie podrá de tenerlo a la larga. Los pueblos de Latinoamérica no tienen más salvación posible que liberarse del dominio imperialista, hacer la revolución y unirse. Solo esto nos permitirá ocupar un lugar en el mundo entre las grandes comunidades humanas.
Solo esto nos daría las fuerzas para enfrentar los gigantescos problemas alimenticios, económicos, sociales y humanos de una población que ascenderá a 600 millones en 25 años más. Solo esto haría posible nuestra participación en la revolución científico-técnica que conformará la vida del futuro. Solo esto nos hará libres. Sin esto nuestras riquezas naturales se agotarán en beneficio exclusivo de las sociedades capitalistas de consumo y seremos los parias del mundo del mañana, ausentes de la civilización.
Luchar por estos objetivos debiera ser la tarea de una adecuada organización regional. Por mucho que la OEA se reforme y hasta cambie de nombre seguirá siendo la OEA. Mientras Estados Unidos permanezca en el seno de una organización regional de nuestros pueblos manejando los votos de sus títeres, ejerciendo poderosa influencia económica sobre los gobiernos individuales, intrigando, conspirando y tomándose la libertad de hacer en cada caso lo que más convenga a sus intereses, seguiremos teniendo una OEA.
La organización regional solo tendría razón de existencia como representante de nuestros pueblos en la defensa de sus intereses frente al imperialismo y luchar por la unión. Para que la familia en su conjunto pueda tratar con Estados Unidos no hace falta tener al imperio en el seno de la familia.
Si es cierto que en las actuales circunstancias, dada la correlación de fuerzas entre gobiernos progresistas y gobiernos reaccionarios en el seno de la familia latinoamericana, no es viable todavía crear esta organización regional propia porque Estados Unidos aún controla numerosos gobiernos, tampoco es posible revivir la vieja OEA, ni tiene sentido hacerlo. Dejémosla que fallezca de muerte natural (APLAUSOS).
Cuba sabrá esperar pacientemente. La solidez de nuestra Revolución es hoy mayor que nunca, y será joven todavía cuando ya ella haya muerto y, con ella, todo lo que significó de humillación y bochorno para nuestro pueblo. A su tumba llevará la vergüenza de los crímenes que se cometieron contra el pueblo guatemalteco, cuyo gobierno popular destruyeron los yankis con su complicidad y beneplácito; el oprobio de la invasión de Santo Domingo por las tropas de Estados Unidos que con cinismo aprobó, santificó y apoyó, incluso, unidades militares, para impedir la liberación de ese heroico pueblo, bajo la dirección de su inmortal paladín Francisco Caamaño (APLAUSOS); la infamia del ataque mercenario a Playa Girón, el aislamiento de Cuba, el bloqueo económico, los ataques piratas, las filtraciones, los lanzamientos de armas para equipar bandidos, los sabotajes y demás fechorías que con su apoyo realizó el imperialismo contra el pueblo de Cuba. Frente a todos los augurios nuestro pueblo con la solidaridad internacional de sus hermanos de clase, resistió y salió victorioso de todas las pruebas, y hoy las condiciones creadas para el esfuerzo revolucionario son mejores que nunca.
Los gobiernos tiránicos y opresores, al servicio de los explotadores, esgrimen siempre el argumento de la paz y el orden para justificar la violencia contra el pueblo y combatir la rebelión. Para ellos las revoluciones son sinónimos siempre de anarquía y caos. La absoluta paz interna y el orden ejemplar de que hoy disfruta nuestra patria, emanados de la disciplina consciente y el apoyo pleno a la Revolución de nuestros obreros, campesinos, estudiantes, profesionales, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, que nos permite dedicarnos por entero al trabajo creador, no existieron jamás en Cuba, ni han existido en grado semejante en ninguna otra sociedad latinoamericana.
Nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias, orgullo de nuestro pueblo, porque ellas, sus soldados, sus oficiales y sus reservas, igual que los combatientes del Ministerio del Interior, son el pueblo uniformado, constituyen un modelo de disciplina, humildad, abnegación y lealtad a la Revolución, al Partido y a la patria (APLAUSOS).
Cuando contemplamos el panorama convulso que reina en los países capitalistas y en casi todos los pueblos de América Latina, no podemos menos que meditar en el extraordinario avance que significó para nuestro país, en el orden moral, la abolición radical del sistema capitalista de producción y de toda forma de explotación del hombre por el hombre, con su secuela de vicios, de corrupción, injusticia y mezquino egoísmo que aparta a los hombres de todo sentimiento de solidaridad humana.
La solidez granítica de la Revolución Cubana surge de su propio carácter socialista, que ha traído a nuestro pueblo un inmenso caudal de equidad y justicia.
El sueño de Marx de una sociedad sin explotadores ni explotados, que la concibió como desenlace natural de los regímenes capitalistas desarrollados, es, incluso en los pueblos pobres y subdesarrollados, el único camino de avanzar económica y socialmente sin los horrores y los sufrimientos del desarrollo capitalista.
Hay algunos dirigentes de países pobres que, para excusar sus debilidades políticas, han dicho que no quieren socializar la pobreza. Pero incluso la pobreza socializada es mucho más justa que mantener las masas en la miseria y permitir que goce de la riqueza una minoría privilegiada (APLAUSOS). Capitalizar la pobreza es peor que socializarla.
Nuestra Revolución ha tenido que confrontar, y confronta todavía, las dificultades inevitables para llevar adelante su cometido en las condiciones de un país pobre y atrasado económicamente. Nuestra escasa riqueza apenas bastaba para satisfacer un mínimo de las necesidades inmensas de una población que crece además rápidamente. La provincia de Oriente que en 1953 tenía un millón y medio de habitantes tiene ahora 3 100 000.
Para obstruccionar nuestro camino, el imperialismo, que fue precisamente el responsable principal de nuestras miserias, aparte de que nos obligó a gastos extraordinarios en los servicios de la defensa nacional, nos impuso, con todo su poder de influencia mundial, un rígido bloqueo económico, llevándose además muchos de los pocos técnicos que existían en Cuba al servicio de la burguesía.
El hecho de que nuestra economía dependiera de un solo producto de carácter agrícola, con bajísima productividad por hombre, que se aseguraba con el ejército de los desempleados sometida a las irregularidades del tiempo y a las más increíbles oscilaciones del precio, complicaba la tarea. La ausencia total de fuentes energéticas, de industrias mecánicas y químicas, de producción de aceros, de maderas y otros productos básicos, constituían sin duda obstáculos muy serios en nuestro camino. Quizás por ello los imperialistas estaban completamente seguros de que la Revolución no sobreviviría a sus agresiones.
A sobrevivir tuvimos que dedicar el grueso de nuestras energías en los primeros años de la Revolución. Pero no solo hemos sobrevivido sino que también, con la generosa cooperación de nuestros hermanos soviéticos, hemos avanzado considerablemente en múltiples aspectos.
En nuestro país no existe ya el desempleo, y nuestro estándar de salud, educación y seguridad social supera al de todos los países de América Latina (APLAUSOS).
Nuestro pueblo conmemora este XX Aniversario trabajando intensamente y avanzando en todos los campos. Y se han creado todas las condiciones para el avance sostenido de nuestra economía año por año.
Como país pobre, sin grandes recursos naturales de fácil explotación, que tiene que trabajar duramente para ganarse el pan, en medio de un mundo donde gran parte de los pueblos viven en la mayor pobreza, cuya población total, hoy de 3 500 millones, ascenderá a 7 000 millones en las próximas dos décadas y media, mientras el lujo y el despilfarro de las sociedades capitalistas desarrolladas agotan recursos naturales no recuperables, como el petróleo, cuyo precio amenaza con elevarse extraordinariamente, los objetivos de nuestro pueblo en el orden material no pueden ser muy ambiciosos.
Será nuestro deber en los próximos años elevar al máximo la eficiencia en la utilización de nuestros recursos económicos y humanos. Llevar la cuenta minuciosa de los gastos y los costos (APLAUSOS). Y los errores de idealismos que hayamos cometido en el manejo de la economía saberlos rectificar valientemente (APLAUSOS).
Nuestro gran sueño es avanzar hacia la sociedad comunista en que cada ser humano, con una conciencia superior y un espíritu pleno de solidaridad, sea capaz de aportar según su capacidad y recibir según sus necesidades. Pero ese nivel de conciencia y las posibilidades materiales de distribuir la producción social acorde con esa hermosa fórmula solo pueden ser fruto de la educación comunista de las nuevas generaciones y del desarrollo de las fuerzas productivas.
Marx dijo que el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica y al desarrollo cultural por ella condicionada, y que "en la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y con ella el contraste entre el trabajador intelectual y el trabajador manual, cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida sino la primera necesidad vital; cuando con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en sus banderas: "¡de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!"
Estamos en la fase socialista de la Revolución en que, por imperativo de las realidades materiales y del nivel de cultura y conciencia de una sociedad recién emergida de la sociedad capitalista, la forma de distribución que le corresponde es la planteada por Marx en "Crítica del programa de Gotha: ¡de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo! (APLAUSOS)
Es cierto que muchos de nuestros obreros son verdaderos ejemplos de comunistas por su actitud ante la vida, su conciencia superior y su extraordinaria solidaridad humana. Ellos son la avanzada de lo que un día deberá ser toda la sociedad. Pero pensar y actuar cual si ya esa fuese hoy la conducta de todos sus componentes, sería un ejemplo de idealismo cuyo resultado se traduciría en que el peso mayor del esfuerzo social cayera injustamente sobre los mejores sin ningún resultado moral en la conciencia de los más atrasados, y se traduciría en forma igualmente adversa a la economía. Junto al estímulo moral hay que usar también el estímulo material; sin abusar de uno ni de otro, porque lo primero nos llevaría al idealismo y lo segundo al desarrollo del egoísmo individual. Hemos de actuar de modo que los incentivos económicos no se conviertan en la motivación exclusiva del hombre, ni los incentivos morales en el pretexto para que unos vivan del trabajo de los demás (APLAUSOS).
Quizás la tarea más difícil que se impone en un proceso de marcha hacia el comunismo, sea la ciencia de saber conciliar dialécticamente las fórmulas que nos exige el presente, con el objetivo final de nuestra causa.
En la educación está el instrumento fundamental de la sociedad para desarrollar los individuos integrales capaces de vivir en el comunismo.
Debemos trabajar en los próximos 10 años para hacer avanzar nuestra economía a un ritmo anual promedio no menor del 6%, continuar mejorando progresivamente nuestro nivel de salud pública, llevar el sistema educacional a un grado óptimo, con cientos de miles de jóvenes integrados en las magníficas escuelas de estudio y trabajo que estamos ya construyendo masivamente (APLAUSOS), elevar paulatinamente los niveles en la alimentación, ropa y calzado de la población, aumentar las construcciones de viviendas hasta un ritmo que satisfaga las necesidades fundamentales del país, e incrementar los servicios de transporte y demás atenciones generales al pueblo. Estas aspiraciones de desarrollo económico y social, que no son por cierto las de un pueblo movido por espíritu de consumo, pueden alcanzarse perfectamente.
Desde que el 26 de Julio de 1953 atacamos el Moncada hemos logrado e incluso rebasado los objetivos que nos propusimos entonces, aunque las tareas eran más difíciles de lo que en aquel tiempo fuimos capaces de suponer.
Pero si aquel día éramos un puñado de hombres, hoy somos un pueblo entero conquistando el porvenir (APLAUSOS).
Si antes nuestras manos, casi inermes, se enfrentaban al poder que nos tiranizaba, hoy disponemos de un formidable ejército que nació del esfuerzo tesonero de aquellos combatientes, equipado con los medios más modernos y del cual todos los compatriotas capaces de empuñar las armas son soldados.
Si antes nuestro aparato político era un reducido contingente de cuadros y los hombres que militaban en nuestras filas eran unos cuantos cientos, hoy tenemos un Partido de más de 100 000 militantes y miles de cuadros abnegados y firmes (APLAUSOS). De la unión de todos los revolucionarios nació ese partido. Unión que se forjó en el desinterés y el renunciamiento más ejemplar, como símbolo de que una nueva era surgía en nuestra patria. Así, de una forma admirable, comenzamos a recorrer el nuevo camino, sin caudillos, sin personalismos, sin facciones, en un país donde históricamente la división y el conflicto de personalidades fue la causa de grandes derrotas políticas. Como el Partido Revolucionario Cubano de la independencia, hoy dirige nuestro Partido la Revolución. Militar en él no es fuente de privilegios sino de sacrificios y de consagración total a la causa revolucionaria. Por ello en él ingresan los mejores hijos de la clase obrera y del pueblo, velando siempre por la calidad y no la cantidad. Sus raíces son las mejores tradiciones de la historia de nuestro pueblo, su ideología es la de la clase obrera: el marxismo-leninismo. El es depositario del poder político y garantía presente y futura de la pureza, consolidación, continuidad y avance de la Revolución. Si en los tiempos inciertos del 26 de Julio y en los primeros años de la Revolución los hombres jugaron individualmente un rol decisivo, ese papel lo desempeña hoy el Partido. Los hombres mueren, el Partido es inmortal (APLAUSOS).
Consolidarlo, elevar su autoridad, su disciplina, perfeccionar sus métodos de dirección, su carácter democrático y elevar el nivel cultural y político de sus cuadros y militantes, es deber ineludible de todos los revolucionarios.
Junto al Partido, su organización juvenil, la Unión de Jóvenes Comunistas y las organizaciones de masa (APLAUSOS): los sindicatos, los Comités de Defensa de la Revolución (APLAUSOS), la Federación de Mujeres Cubanas (APLAUSOS), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (APLAUSOS), la FEU (APLAUSOS), la FEEM (APLAUSOS), la UPC (APLAUSOS), constituyen la gigantesca fuerza política y social que lleva adelante la obra que iniciamos el 26 de Julio.
A los jóvenes me dirijo especialmente en este instante. A ellos ha consagrado la Revolución el máximo de su esfuerzo y en ellos ha puesto sus mayores esperanzas. Para las nuevas generaciones se trabaja con verdadero amor, para ellas se realiza fundamentalmente la Revolución; por ellos, por los que no habían nacido todavía el 26 de Julio, derramaron su sangre generosa y pura los jóvenes que cayeron en el Moncada (APLAUSOS), para ellos se construyen cientos de excelentes escuelas, para ellos se desarrolla una economía que no conocerá las limitaciones de hoy; con ellos trabajarán decenas de miles de técnicos que hoy se forman; ellos poseerán un nivel de cultura que hoy no somos apenas capaces de imaginar. Nuestra generación, que inició sus luchas cuando los sueños no podían siquiera expresarse sin riesgos de ser incomprendidos; cuando la palabra socialismo no podía pronunciarse sin suscitar temores y prejuicios, en ustedes deposita sus más puros ideales, en la íntima convicción de que sabrán recogerlos, llevarlos adelante y trasmitirlos a los que los sucedan, hasta el día en que la sociedad cubana puede inscribir en su bandera la fórmula fraternal y humana de la vida comunista (APLAUSOS).
Rubén Martínez Villena en encendidos versos patrióticos escribió un día:
"Hace falta una carga para matar bribones,
para acabar la obra de las revoluciones,
para vengar los muertos que padecen ultraje,
para limpiar la costra tenaz del coloniaje,
para no hacer inútil, en humillante suerte,
el esfuerzo y el hambre, y la herida y la muerte;
para que la República se mantenga de sí,
para cumplir el sueño de mármol de Martí;
para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos,
la patria que los padres le ganaron de pie..." (APLAUSOS).
Desde aquí te decimos, Rubén: el 26 de Julio fue la carga que tú pedías.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
Publicado el 27 de julio del 2006

Como hace 50 años estamos dispuestos a probar nuevamente nuestra lealtad sin límites
Palabras pronunciadas por el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez en la ceremonia de condecoración con la Medalla Conmemorativa 50 Aniversario del 26 de Julio a los participantes de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes y expedicionarios del yate Granma, en el Salón de los Vitrales de la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, de Santiago de Cuba


26 de Julio, rebeldía universal
ORLANDO ORAMAS LEÓN
El mes de julio trae los calores de siempre al archipiélago cubano, aunque 50 años después de la gesta que marcó para la historia a la Generación del Centenario, muchas cosas cambiaron en la tierra de Martí. En el resto del planeta, entretanto, nuevas guerras imperiales se sucedieron, estallaron otros conflictos y millones de personas, herederas de generaciones anteriores, prosiguieron en la miseria y la desesperanza
Villa Clara y Santiago de Cuba mejores provincias en la emulación por el aniversario 50 del 26 de Julio
Cienfuegos y La Habana resultaron destacadas. La Ciudad Héroe será sede del acto nacional, como está establecido en los aniversarios cerrados, respaldado, además, por los resultados de este territorio en las esferas social y económica
26 de Julio del 2002, en Ciego de Ávila
Nadie podrá siquiera mellar nuestro brillante porvenir
Recordó Fidel al resumir en Ciego de Ávila el acto central por el aniversario 49 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, ante más de 150 000 personas concentradas en la plaza Abel Santamaría Cuadrado
1999: 26 de Julio en Cienfuegos y Matanzas
Cuba, imperturbable, seguirá su marcha hacia adelante
1998:
Cinco horas de historia viva
La dignidad cubana como tallo central de tres momentos: la capitulación de España hace un siglo, aquella mañana de Santa Ana y las batallas decisivas que acuñaron pasaporte irreversible hacia estos días... 
Fidel en Santiago de cuba,
en el acto del 26 de julio de 1998
 

Periódico Granma - Martí y el Moncada


En el 50 aniversario de la gesta del Moncada
"Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo su fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!"— Fidel Castro en La Historia me Absolverá

Con fuerza y alcance redoblados
ARMANDO HART DÁVALOS
Palabras pronunciadas en el evento científico internacional El Moncada. La Historia me Absolverá y la Revolución cubana, 50 años después, convocado por la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y el Instituto de Historia de Cuba
A 50 años del Moncada
Sus protagonistas en los recuerdos de Melba
SUSANA LEE
Tiempo atrás en el programa Diálogo en familia que conducía entonces en la revista informativa A Primera Hora, de Radio Progreso, se transmitió una entrevista especial en la que la Heroína del Moncada, Melba Hernández, habló de sus recuerdos de aquellos acontecimientos. Por su inestimable valor y plena vigencia, Granma reproduce los aspectos principales de aquella conversación 
Como si los mambises hubieran regresado
PEDRO DE LA HOZ
En la vida de Marta Rojas hubo también un antes y un después del Moncada
La fuerza del ejemplo
ARNOL RODRÍGUEZ CAMPS
Nosotros no debemos olvidar
SILVIA BARTHELEMY
El autor de la Marcha del 26 de Julio, Agustín Díaz Cartaya, revive momentos gloriosos de la Patria al narrar sus vivencias en torno a aquella gesta

Con fuerza y alcance redoblados
Palabras pronunciadas en el evento científico internacional El Moncada. La Historia me Absolverá y la Revolución cubana, 50 años después, convocado por la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y el Instituto de Historia de Cuba
ARMANDO HART DÁVALOS
EL 27 de noviembre de 1955, con Haydée colocamos un retrato de Abel Santamaría en el Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey. Fue un acto memorable en el cual participaron varios oradores, en recordación del fusilamiento de los estudiantes de Medicina (1871), y en homenaje a Abel Santamaría y los héroes y mártires del Moncada. En aquellos días, el grupo de compañeros a quienes Fidel había encomendado, a su salida para México, la responsabilidad de organizar los preparativos para el apoyo de lo que más tarde sería la expedición del yate Granma, empezábamos nuestro trabajo en Cuba.
El hecho de develar un retrato de Abel Santamaría fue un suceso muy importante en los propios inicios de la organización del Movimiento 26 de Julio en Cuba. Promotores y organizadores de este hermoso encuentro fueron los inolvidables Jesús Suárez Gayol y Jorge Enrique Mendoza, que estaban entre los fundadores del Movimiento en la provincia agramontina.
Expliqué en la magna concentración estudiantil lo que representaba Abel y rendí honor a su memoria y a los héroes y mártires de la epopeya del Moncada. En aquel tiempo, algunos creían y propagaban que se trataba de una locura. Dije ante aquel auditorio juvenil: (cito)
Locos, y han escrito en el único lenguaje que entienden los llamados cuerdos, en el lenguaje de los hechos, que Revolución es algo más que cambio de mando, que Revolución es transformación radical de nuestras condiciones de vida. Locos, y hoy miles y miles de jóvenes miran hacia el 26 de Julio, porque el 26 de Julio ha escrito la tesis de la nueva generación revolucionaria, que hoy por hoy, es la única fuerza que enfrenta a la dictadura.
El mejor homenaje que yo pueda hacerle a Abel Santamaría en este acto, es el de decir que él comprendió mejor que nadie, porque sintió más que nadie, que el problema cubano no es político, como quieren los partidos plantear, que es esencialmente económico, es social, es también forjación de conciencia ciudadana. Él comprendió que el 10 de Marzo se habían liquidado todas las fuerzas políticas y surgía del subsuelo social una corriente histórica que se planteaba antes que solución, la toma revolucionaria del poder para sustituir todo el andamiaje sobre el que se sostenía el sistema vigente y la implantación de una serie de medidas encaminadas a sentar las bases de la genuina democracia. Sin estas ideas, sin este pensamiento no se hubiera podido llevar a cabo el único movimiento insurreccional que logró llegar hasta el combate abierto. Sin este enfoque de la realidad sería imposible servir a Cuba que lucha desenfrenada, frenética y terriblemente por ser algo más que un pedazo de tierra que pisan nuestras plantas, por ser, también, como dice el Apóstol en su histórica frase: "Patria es la comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas."1
Y esa Cuba que ellos soñaron, esa Cuba a la que Abel Santamaría se entregó, es la Cuba que en el concierto de naciones libres, es la nación en la plenitud de su vigencia histórica, que Martí nos enseñó amar y conocer. Es la Cuba que aún no tenemos. Es la Cuba que hemos de lograr. Es la Cuba Universidad del Continente. (fin de la cita del discurso que pronuncié en 1955). 2
Un repaso de La Historia me Absolverá cinco décadas después me ha dejado impresionado por la fuerza histórica y cultural de aquel documento. Puede parecer extraño que me sorprenda con su relectura porque hace ya medio siglo que se había grabado profundamente en mi conciencia. Es que el tiempo transcurrido ha iluminado aún más su dimensión y me inspira, por tanto, nuevas reflexiones que quiero transmitirles a ustedes.
El célebre discurso de Fidel ante el Tribunal de Urgencia se presenta en el nuevo milenio como el alegato revolucionario más importante del siglo XX no solo cubano, sino latinoamericano y mundial. No encuentro un documento de mayor trascendencia jurídica y política que la defensa y denuncia del Comandante en Jefe en el Hospital Civil de Santiago de Cuba en octubre de 1953. Se trata, desde luego, del programa de la Revolución, es el acta de nacimiento del período histórico de los últimos 50 años, es decir, de la Revolución triunfante en 1959 y que en 1961 proclamó su carácter socialista.
Realizando una lectura actualizada podremos apreciar la continuidad histórica de la única Revolución que ha existido en nuestro país, la iniciada el 10 de octubre de 1868, con la proclamación de independencia del país por Carlos Manuel de Céspedes, continuada el 24 de febrero de 1895, y reiniciada por Fidel con la heroica gesta del Moncada.
Máximo Gómez y José Martí habían suscrito en El Manifiesto de Montecristi, que la guerra iniciada en Yara y Guáimaro se reanudaba en 1895 fijando de esta manera la continuidad de la Revolución cubana. De igual forma, Fidel, en 1953, destacó, en nuevas condiciones, esa continuidad. Situó el Moncada como un nuevo eslabón de la lucha por la independencia radical de Cuba. La Historia me Absolverá reivindicó el ideal de independencia o muerte de nuestros mambises y sentó las bases para la consigna que la Generación del Centenario exaltaría a primer plano: Libertad o muerte. Meses después, Fidel proclamó que en 1956, seríamos libres o mártires. Esto nos condujo a la victoria del 1º de Enero de 1959 y posteriormente a la proclamación del carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961.
La Historia me Absolverá se enlaza con documentos posteriores: la Primera y Segunda Declaración de La Habana, en esta última se describen con profundidad las ideas socialistas cubanas; y también con otro documento El socialismo y el hombre en Cuba suscrito por el Comandante Guevara. Se trata, pues, del hermanamiento entre la Revolución cubana, la de Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí, y el ideal socialista del siglo XX. Por eso, pudo decir Fidel Nosotros entonces hubiéramos sido como ellos, hoy ellos habrían sido como nosotros.
LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ Y LAS IDEAS SOCIALISTAS
Por estas razones es indispensable, en el siglo XXI, dejar definitivamente esclarecida la relación entre el programa del Moncada contenido en La Historia me Absolverá y las ideas socialistas de la Revolución. Lo primero es señalar que los principales organizadores y actores de la gesta: Fidel Castro, Abel Santamaría, Raúl Castro, el núcleo fundamental de dirigentes poseían, desde entonces, una alta sensibilidad socialista y arraigadas convicciones martianas.
Resulta muy útil destacar que en la generación de los 50, es decir, la del Centenario había un amplio consenso de ideas antimperialistas e incluso socialistas que se nutrían de las enseñanzas de Julio Antonio Mella, fundador del Partido Comunista, y de sus continuadores. Hay otros documentos de la época que sirven para probar hasta dónde habían llegado las ideas socialistas a amplias capas de la población joven de Cuba.
El 13 de agosto de 1958 caían asesinados los hermanos Saíz, precisamente en una conmemoración del natalicio de Fidel. Ellos nos dejaron como testamento político el documento Por qué luchamos que escribieron prácticamente adolescentes en el que nos ofrecen una visión socialista profunda y radicalmente cubana. Su lectura, 45 años después de haber sido escrito, continúa conmoviéndonos. Otro es el documento suscrito por la Juventud del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo, en 1948, acerca de las ideas de la juventud cubana de entonces. Estos documentos constituyen testimonios elocuentes del pensamiento socialista de muchos jóvenes de la Generación del Centenario. Para este esclarecimiento es necesario estudiar, de manera cada vez más profunda y documentada, los vínculos entre el ideario de Martí y el de los fundadores del pensamiento socialista: Marx y Engels.
Cuando procuramos establecer una relación entre el pensar de Martí y el de Marx, lo hacemos por dos razones: la primera, porque en el siglo XX ambas corrientes de pensamiento se articularon en la Revolución cubana y ello reviste una gran importancia para la formación política y cultural de las nuevas generaciones; y la segunda, porque la necesidad de alcanzar la síntesis de diferentes corrientes del pensamiento socialista es una exigencia para la evolución intelectual y moral de la humanidad y por tanto, de Cuba, América y el mundo.
Es justo y necesario hacer un reconocimiento especial a las ideas socialistas cubanas que desde Julio Antonio Mella, Martínez Villena y sus continuadores no pusieron nunca en antagonismo el ideal socialista y la tradición revolucionaria cubana del siglo XIX, muy por el contrario, desde los tiempos de la fundación de nuestro primer Partido Comunista (1925) se soldó la más estrecha relación entre ambas fuentes forjadoras de las ideas cubanas de hoy.
Vayamos ahora al contenido concreto de La Historia me Absolverá. Se plantea la reforma agraria consecuente y, por tanto, la liquidación del latifundio. Una lectura cuidadosa de este texto permite observar cómo efectivamente, la reforma agraria, las ideas sobre la enseñanza, la salud del pueblo y en otras esferas están insertadas en el programa y todas ellas, objetivamente conducían al socialismo. Por demás, tales aspiraciones, ya estaban dispuestas, en cierta medida, en la Constitución de la República de 1940 pero, desde luego, nunca se aplicaron pues no se dictaron jamás las leyes complementarias de la Carta Magna. Esto nos incita a invitar a los investigadores del derecho a profundizar cómo y por qué Cuba tenía una de las Constituciones más avanzadas del mundo occidental en 1940. Si se realiza un estudio de derecho comparado se tendrá una información consecuente de la profundidad de la Revolución cubana en las décadas 40 y 50 y aún de antes. Esto se deriva del pensamiento de figuras excepcionales como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras.
Baste señalar que la Reforma Agraria significaba un enfrentamiento al imperialismo como lo prueba la evolución ulterior del proceso cubano. Obviamente, las ideas de Fidel y los moncadistas habían rebasado, con mucho, las contenidas en aquella Carta Magna, pero sus principios estaban insertados en la cultura política cubana, los que fueron asumidos en su forma radical por la juventud de entonces.
LA ÉTICA MARTIANA Y LAS ENSEÑANZAS DE LENIN
Por otra parte, para concebir acciones como las del Moncada y convocar, a partir de ello a la huelga general revolucionaria, habría que haber conocido las enseñanzas de Lenin, como es el caso de Fidel. La lectura de El Estado y la revolución estaban en el trasfondo de dicha estrategia. Cuando el fiscal le señaló al Comandante en Jefe, críticamente, que en casa de Abel y Haydée Santamaría había libros de Lenin, Fidel respondió que quien no hubiera leído a Lenin y conocido el pensamiento socialista era un ignorante.
El antimperialismo formaba parte de la conciencia de los estudiantes y de muchos intelectuales cubanos, incluso, las propias ideas socialistas —como queda expuesto— se hallaban en el sustrato del pensamiento de las generaciones revolucionarias de los años 50. Obviamente, el programa del Moncada no tenía que proclamar ese carácter porque, además, no lo poseía de manera expresa, pero su aplicación consecuente nos llevaba, incuestionablemente, a un enfrentamiento con el imperialismo en el orden económico y social. No podía ni debía formularse de esta manera porque Fidel había interpretado con claridad a José Martí cuando afirmó que todo lo que había hecho y haría era para evitar a tiempo al imperio yanki y que en silencio había tenido que ser, porque hay cosas que han de andar ocultas, pues de proclamarse en lo que son levantarían obstáculos demasiado grandes para lograr sobre ellas el fin.
Aquí vale destacar la influencia y fuerza de la cultura en la Revolución. Recuérdese que los primeros moncadistas habían estudiado a Martí, a Mella y conocían la obra de Emilio Roig de Leuchsenring y de otros destacados forjadores de la conciencia antimperialista, sabían de los efectos dramáticos de la intervención norteamericana, en la guerra de independencia de Cuba, y estaban inspirados por una profunda sensibilidad moral.
La ética de José Martí y sus análisis sobre el imperialismo y las ideas que nos llegaban de la Revolución de Octubre, eran patrimonio espiritual de los jóvenes cubanos. Pero no solo esto, influían también sobre nosotros las ideas de la Revolución mexicana (1910-1917), el antimperialismo de Sandino y las luchas de los pueblos de América contra los gobiernos opresores. Esto estaba en lo más profundo del alma juvenil cubana. Por eso Fidel, en el juicio oral efectuado por el asalto al cuartel Moncada, respondió al Fiscal, ante una pregunta de rutina, que José Martí había sido el autor intelectual del asalto. Esto llegó a las fibras más íntimas de las nuevas generaciones. Es decir, ello llegó por vías culturales a muchos de nosotros.
Lo objetivo se encuentra en que la aplicación de aquel programa conducía al socialismo. Lo sabía muy bien el imperio, también lo sabía Fidel. Por tal razón, los círculos imperialistas hicieron lo indecible para impedir el triunfo de la Revolución fidelista.
LO JURÍDICO EN EL DOCUMENTO
La Historia me Absolverá constituye también un alegato jurídico en que además de abordar los temas de carácter histórico, social y cultural en general, lo hace con la pericia de un jurista y el manejo diestro de las legislaciones vigentes entonces. Esto responde a la tradición de cultura jurídica de la nación cubana. Se está confirmando hoy con los alegatos de nuestros Cinco Héroes ante los tribunales estadounidenses que constituirán, estoy seguro de ello, los primeros documentos jurídico-políticos del siglo XXI. Fidel es el más alto exponente de esta tradición jurídica. Precisamente La Historia me Absolverá es heredera de esta tradición. La lucha contra el régimen ilegal de Batista significó combatir a favor de la Constitución de 1940 y plantearse el tema de lo jurídico en un primer plano, ningún documento lo expresa con mayor nitidez. Obsérvese que se apoya textualmente para la aplicación de las medidas revolucionarias más importantes en preceptos de la Constitución de 1940 y en especial en el que validaba la resistencia nacional frente a las violaciones de la misma. Esta Constitución y su aplicación consecuente están insertadas en la historia filosófica y social de nuestro país y forma parte, además, de la mejor y más depurada tradición cultural universal.
La Historia me Absolverá permite estudiar la dialéctica de cómo las ideas cubanas se orientaron hacia el socialismo a partir de los mismos orígenes de la nueva etapa revolucionaria iniciada entonces. Sin proclamarse como tal, de hecho sentaba las bases para orientar la sociedad cubana hacia ese objetivo superior. Y es que las ideas de Marx, Engels y Lenin, representan el escalón más alto en el siglo XIX europeo porque hay que decirlo, cualquiera que sea la interpretación que hagamos de los acontecimientos del siglo XIX, la más alta expresión del pensamiento europeo del XIX se halla en estos sabios.
EL DERECHO A HACER LA REVOLUCIÓN
La Historia me Absolverá al describir de forma actualizada la evolución de las ideas políticas, sociales y filosóficas en relación con el derecho a hacer una revolución, alcanza una dimensión trascendente para el siglo XXI. No hay —como he dicho— en la vigésima centuria explicación más profunda y actualizada a la historia de las ideas políticas, sociales y filosóficas de la civilización occidental en relación con los principios que avalan la lucha de los pueblos por derrocar los regímenes despóticos y por alcanzar el poder político e iniciar una revolución social. Podrán existir tales análisis en los tratados académicos o en textos especializados de esta disciplina, pero es que se trata de algo mucho más profundo y concreto dado que se expresaron en un alegato jurídico de defensa del derecho a una rebelión en concreto que fue, precisamente, la que dio comienzo al proceso más radical y consecuentemente revolucionario del siglo XX en Occidente.
Exhortamos a los investigadores y estudiosos de las disciplinas filosóficas, jurídicas y políticas a emprender estudios sobre el alcance de este documento y extraer conclusiones que resulten válidas para enfrentar la actual quiebra del sistema jurídico, político, social y filosófico de los pueblos del llamado Occidente.
Todo esto hoy se puede entender mejor porque los hechos ponen de relieve que el pensar revolucionario socialista de Cuba está mostrando una consecuencia muy profunda con la tradición humanista de la moderna civilización occidental, y a la vez, porque el imperialismo está revelando con su carácter brutal y deshumanizado la ruptura definitiva de esta civilización con los ideales que supuestamente le sirven de sustento. Se vistieron de demócratas y hoy están descarnadamente expresando su genuino carácter antidemocrático e inhumano. La Revolución cubana, a la que quisieron vestir con otras ropas bien diferentes a las nuestras, está probando que con las ideas de Martí y de la historia nacional marchamos al socialismo como algo lógico y natural.
DEFINICIÓN DE PUEBLO: UNA CUESTIÓN CLAVE
Desde La Historia me Absolverá a la proclamación, ocho años después, del carácter socialista de la Revolución, se ha mostrado una riqueza de ideas que expresa la más alta cultura política de la nación cubana, capaz de relacionarse con el pensamiento más avanzado del siglo XX. Además, puede mostrarse con rigor que en ese proceso no se estableció antagonismo alguno entre la tradición cubana y la socialista del siglo XX. Si se quiere confirmar de manera definitiva lo que expreso, estúdiese la definición de pueblo que brinda Fidel en La Historia me Absolverá y se encontrará que en la composición social de la nación cubana de los años 50 no menciona a la burguesía nacional. Pienso que no lo hace porque en Cuba no existía un capitalismo patriótico y democrático que pudiera mencionarse. Si hubiera existido, nuestro Comandante en Jefe habría encontrado la forma elegante de mencionarla.
Esta definición de pueblo es una de las claves para descubrir lo que Julio Antonio Mella llamó el misterio del programa ultrademocrático de José Martí. En Cuba nunca cuajó una burguesía nacional con ideales representativos de la Patria. España negó toda posibilidad al afianzamiento de un capitalismo nacional al oponerse a las ideas de José Antonio Saco y de los reformistas y autonomistas cubanos.
Las tesis expuestas en La Historia me Absolverá, la composición de clases que describe el propio documento dan la medida de cuáles son los orígenes históricos y sociales del socialismo en Cuba. El documento, por otra parte, tiene una redacción y un estilo propios de Fidel en que señala las más profundas ideas y fundamentos teóricos con un lenguaje sencillo, claro y asequible para todas las personas.
Resulta sumamente esclarecedora para enfocar acertadamente todo este proceso la definición del comunismo ofrecida por Federico Engels. Es tanto el falseamiento que se ha hecho de esta expresión que hay que volver a los forjadores para comprender el real significado que estos le conferían: (cito)
"Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente". (fin de la cita)
Esto fue lo que hizo la Revolución cubana proclamada socialista el 16 de abril de 1961. Entonces nuestro Comandante en Jefe señaló que lo que no nos perdonaban era que le habíamos hecho una Revolución de este carácter en sus narices. Es curioso observar que de un modo natural con una frase popular se hizo la proclamación formal del socialismo en Cuba. A Fidel, con su enorme saber e inteligencia, le fue posible explicar los fundamentos culturales del socialismo, en cuya cúspide están Marx, Engels y Lenin, sin tener que adscribirse formalmente a él.
Federico Engels decía que la civilización hasta el siglo XIX había creado prodigiosas riquezas por encima de la sociedad primitiva, pero utilizando las peores pasiones humanas y a costa de sus mejores disposiciones, y ¿cuáles son las mejores disposiciones de los hombres? Las que están expresadas en La Historia me Absolverá. En el recorrido de sus párrafos, el alegato de Fidel expone con brillantez el sentido ético y el contenido heroico de la historia cubana. Por todas estas razones tiene valor como punto de referencia para los programas que pueden promoverse en el continente en este nuevo siglo a favor de un mundo mejor. No se trata de que se haga una copia mecánica, pero sí como un punto esencial de referencia.
CUATRO IDEAS ESENCIALES
En fin, las ideas de este documento programático toman renovada vigencia para conocer cómo Cuba transitó hacia el socialismo y cómo otros pueblos de nuestra América puedan disponer de métodos encaminados hacia la revolución social. En el fondo de la gesta del Moncada y La Historia me Absolverá está la comprensión ético-moral de combatir a la opresión y a la corrupción.
Hay cuatro ideas esenciales que desde los finales de la década del 40 y principios del 50 exaltaba la fuerza más progresista del país como consignas fundamentales:
Libertad política,
Independencia económica,
Justicia social, y
Vergüenza contra dinero.
Las tres primeras eran el reflejo de las luchas sociales y económicas que emprendía nuestro pueblo por su liberación. La cuarta expresa la necesidad de combatir la corrupción y la violación de los principios éticos. Esta última es cuestión clave para cualquier Revolución socialista. Quien aspire al socialismo en América debe empezar como nuestro pueblo, hace más de 50 años, denunciando las violaciones de la ley y las inmoralidades, el vicio, el latrocinio y el robo de los políticos tradicionales. Por ahí empezó Cuba el camino hacia el socialismo. Es una reflexión que considero válida en las circunstancias actuales para cualquier proceso de cambio que se lleve a cabo en nuestros pueblos de América.
Para terminar y como resumen y confirmación de lo expresado a lo largo de esta intervención, quiero leerles un párrafo del gran intelectual latinoamericano, el argentino Ezequiel Martínez Estrada (cito)
"La Historia me Absolverá", que es la Apología de Sócrates, el Iconoclasta de Milton y la Autodefensa de Gandhi a un tiempo. Es el momento en que Fidel Castro inviste una representación, un mandato, en que "cuelga de un árbol marchito su muceta de doctor" para vestir la toga de tribuno de la plebe, de defensor de la justicia. Penetrando en la expresión de las imágenes se percibe que es el momento de la metamorfosis de quien ha muerto en el combate del Cuartel Moncada y renace, como el Fénix, en el combate por la libertad de Cuba, de América oprimida y los pueblos humillados y expoliados. Ahora es el abanderado de la libertad, y está ahí, al lado de Martí, porque tiene que cumplir la consigna que una muerte valerosa truncó en su anterior campaña.3 (fin de la cita)
Concluyo estas palabras con la convicción de que La Historia me Absolverá, desde la perspectiva del medio siglo transcurrido, tiene mucho que decir para América y el mundo en el siglo XXI. Sus planteamientos y previsiones como programa forman parte ya de las realizaciones de la Revolución y del perfil revolucionario del cubano de hoy y ello le confiere una fuerza y un alcance redoblados para hacer frente a los dramáticos desafíos que tiene ante sí la humanidad.
1 José Martí, O.C., t. 1, p. 93, Ediciones Karisma Digital.
2 Armando Hart Dávalos. "Abel Santamaría". Perfiles, Editorial Pueblo y Educación, 2002, p. 246.
3 Ezequiel Martínez Estrada, En Cuba y al servicio de la Revolución cubana, Ediciones Unión/Ensayo, UNEAC, 1963, pp. 14 y 15
Publicado el 26 de julio del 2003


Las doctrinas del Maestro
MARTA ROJAS
Martí, autor intelectual del Moncada no es una simple frase coyuntural traída al discurso de los revolucionarios por motivo del Centenario del Apóstol
Setenta y dos horas
Melba Hernández
"Bajo las mesas de billar los muchachos, ya torturados, se quejaban sangrando sobre las baldosas. Se los llevaban de cuatro en cuatro, los arrastraban con ellos y un rato después los traían, desmadejados, para llevarse cuatro más. ¿Qué les hacían más allá de aquella puerta?..."
Los días del Moncada
MARTA ROJAS
SANTIAGO DE CUBA, 26 de julio de 1953, Año del Centenario de José Martí: La ciudad de Santiago se despertó con el tableteo de las ametralladoras y un intenso tiroteo de armas de distintos calibres que obligó a salir de sus casas a gran parte de sus habitantes a excepción de los que a esa hora -cinco y quince de la mañana, aproximadamente- se encontraban en la calle camino de sus casas después de una noche de carnaval...  
Por qué Martí autor intelectual del Moncada
MARTA ROJAS
Bastaría una sola frase de Fidel Castro en los días del Moncada, pronunciada por él enfáticamente en el alegato de autodefensa de los hechos del 26 de julio de 1953, conocido como La Historia me absolverá, para respondernos la pregunta de por qué el Jefe de la Revolución dijo que José Martí era el único autor intelectual del asalto al Moncada...
Solo la casualidad impidió la toma del Moncada
El único combatiente hombre sobreviviente del hospital Saturnino Lora echa a volar el pensamiento y revive la gloriosa jornada del 26 de Julio de 1953 
Mi vida cambió
Afirma Pedro Trigo, uno de los asaltantes del Cuartel Moncada, cuando habla de su primer encuentro con Fidel y la lucha revolucionaria
Abel Santamaría, segundo jefe del movimiento
Los torturadores militares querían arrancarle de los labios el nombre del Jefe del Movimiento y sus planes pero Abel guardó silencio al igual que los demás, y esa misma mañana luego de sacarle un ojos y torturarlo horriblemente, lo asesinaron
26 de Julio de 1953
Ultima cena antes del asalto
SANTIAGO CARDOSA ARIAS
Además de audacia y heroísmo, los jóvenes que atacaron hace ahora 41 años la segunda fortaleza militar del país, debieron vencer las limitaciones en medios y recursos económicos de un naciente movimiento revolucionario sin conexiones con los acaudalados políticos y partidos de la época...  
La historia del 26 de Julio en láminas artísticas del pintor Mederos
Marta Rojas
Lámina del pintor René MederosEn 1973 el pintor cubano René Mederos --ya fallecido--, realizó una colección sobre los hechos históricos del 26 de Julio que en 1953 dieron inicio al proceso revolucionario dirigido por el doctor Fidel Castro Ruz. Esta colección artística elaborada en silk screen tuvo una amplia divulgación tanto por su interés histórico como plástico. De ella ya existen pocos ejemplares pero por medio de Internet todo el que quiera puede tener acceso a ella como expresión de un modelo singular de creación de un artista sobre la Revolución. Mederos también fue el autor, en los años de la guerra de Viet Nam de una obra de conjunto sobre hechos sobresalientes de la vida del pueblo vietnamita en medio de los bombardeos norteamericanos...
La misma guerra con un pueblo más preparado
MARTA ROJAS
La historia del 26 de Julio de 1953 es la continuación consecuente de la Guerra de Independencia iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868
Teníamos absoluta confianza en los santiagueros— Fidel
Pedro A. García
Hoy haríamos otro plan, pero ese fue el que nos pareció mejor. Y no estaba mal concebido; está bien concebido. Les aseguro que se hubiera caído Batista. Las primeras horas iban a ser de confusión general; para confundir a todos los batallones que estaban en el resto de la provincia desde el cuartel (Moncada) se estarían dando órdenes y se creería que era una rebelión de sargentos...
Letra original de la Marcha del 26 de Julio
MARTA ROJAS
Fidel conocía que Agustín Díaz Cartaya era aficionado a la música y le encomendó que compusiera una marcha. Esto sucedió en La Habana, semanas antes del Moncada. La marcha fue creada por Cartaya y ensayada en la casa de Hugo Camejo, en Marianao, después de los sucesos, Fidel pidió que la arreglara, porque debía consignarse el sacrificio de los mártires, la sangre derramada.
Cuartel Carlos Manuel de Céspedes
Los Coronas burlaron a los asesinos
Periódico Granma - Martí y el Moncada


Croquis del Cuartel Moncada
1.- Fachada principal del Cuartel Moncada:
Este croquis de la fachada del Moncada, —cuartel asaltado el 26 de julio de 1953, por el joven abogado Fidel Castro Ruz y sus compañeros del movimiento revolucionario— fue distribuido, junto a otros por el Estado Mayor del Ejército de la dictadura de Fulgencio Batista a sus demás mandos junto a un informe "reservado" sobre el desarrollo del ataque. En uno de sus párrafos el informe oficial decía: "Es de notar que de acuerdo con los resultados del encuentro, puede afirmarse que todos los asaltantes habían sido bastante bien entrenado, lo que queda expuesto por la disciplina demostrada y por el hecho de haberse sabido hacer fuertes en distintas posiciones". El informe agregaba que: "Donde al finalizar la situación comenzamos las operaciones de limpieza de los edificios colindantes y del mismo Hospital, (Civil) donde muchos de los asaltantes se fingían enfermos para pasar desapercibidos, y que no se les capturase, ocultando las armas bajo ropas de enfermos". Se sabe que, con excepción de las dos mujeres —Haydée Santamaría y Melba Hernández—, y del jovencito Ramón Pez Ferro, amparado por un veterano de la guerra de independencia de Cuba, hospitalizado, que lo asumió como un nieto, acompañante, todos los demás combatientes de esa retaguardia, al mando de Abel Santamaría, tomaron el hospital, fueron vilmente torturados y asesinados el propio 26 de julio en el cuartel.
2.- Croquis del interior y áreas colindantes del Moncada
(igualmente distribuido a otros mandos)
La Posta 3 por donde penetraron los asaltantes, se encontraba inmediata al costado oriental de la manzana que ocupaba el edificio principal del campamento militar (número 1). En los sótanos de dicho edificio, según el informe "reservado" del Estado Mayor, se encontraban distintas instalaciones de logística del regimiento, así como una entrada general para vehículos. A ambos costados sendas escaleras que conducían a un a un corredor al cual salían las oficinas de las distintas unidades y la puerta de la barbería del regimiento, situada en la esquina SE. (Los asaltantes entraron en la barbería) Al centro de dichos costados dos escaleras principales (por una de ellas ascendieron los asaltantes) En los alrededores se observan el Hospital Civil Saturnino Lora, retaguardia ocupada por Abel Santamaría, segundo jefe del Movimiento; y el Palacio de Justicia. En la ocupación del Palacio de Justicia participó Raúl Castro Ruz, hermano menor de Fidel (en el croquis marcados con los números 2 y 3, respectivamente). El espacio central sin edificación es el polígono del regimiento. El informe "reservado" al que se hace referencia estaba firmado por el general de brigada Eulogio Cantillo, el mismo que al terminarse el año 1958, iniciara la capitulación del Ejército de la tiranía frente al Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro, aunque trató de traicionar las bases de la rendición incondicional impuestas por Fidel, líder del asalto al Moncada, seis años antes y de la Sierra Maestra
3.- Croquis general del Cuartel Moncada y sus alrededores
(No necesita leyenda)
Nota, al triunfo de la Revolución este Cuartel, el segundo en importancia del país, fue convertido en una ciudad escolar que tomó el nombre de "Ciudad Escolar 26 de Julio" y un espacio de ella se dedicó a Museo sobre los hechos revolucionarios y crímenes perpetrados por el ejército de la tiranía el 26 de julio y días posteriores, los cuales fueron silenciados. Los partes oficiales se referían a "muertos en combate" cuando solamente se habían producido seis bajas por parte de los asaltantes.

Abel Santamaría, segundo jefe del movimiento
MARTA ROJAS
El segundo jefe del movimiento revolucionario que inició la lucha el 26 de julio, dirigido por el joven abogado Fidel Castro, se llamaba Abel Santamaría Cuadrado. Abel, era hijo de residentes españoles en Cuba. Nació el 20 de octubre de 1927 en el Central Constancia, municipio de Encrucijada, provincia de Las Villas, en la parte central de Cuba, a unos 400 kilómetros de La Habana. Su padre trabajaba en el Central, y su casa estaba instalada en el perímetro azucarero. De manera que Abel, junto a su hermana Haydée, a su hermano Aldo, a Aida y Ada, pasaron su niñez y adolescencia en un ambiente rural e industrial a la vez, ya que su medio era la agroindustria azucarera.
Con grandes deseos de superación, después de vencer la enseñanza primaria y secundaria, decidió viajar a La Habana, donde trabajaba un primo suyo. Haydée, la más apegada a él de sus hermanas y con intereses similares, al que se debe agregar la vocación política, también viajó a La Habana y finalmente alquilaron un apartamento en el barrio del Vedado (Calle 25 y O). Ya Abel había encontrado trabajo, y también se había matriculado en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Estos hechos ocurren en momentos en que en Cuba había un gran debate político de enfrentamiento a la corrupción administrativa de los "politiqueros" y el gobierno en el poder. En oposición había surgido un Partido que luchaba con ello: el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), con el cual se identificó la mayoría de la juventud cubana y en general, la mayoría del pueblo. Abel y Haydée, estaban entre ellos.
En 1952 el general Batista, ex presidente, y ex dictador luego de traicionar la revolución contra el tirano Gerardo Machado, en 1933, dio un golpe de Estado con el favor de las Fuerzas Armadas de donde procedía y el beneplácito de la administración norteamericana, pues las clases conservadoras lo consideraban " el hombre fuerte" que podía evitar el triunfo de un partido político popular, como el Ortodoxo. A ese Partido —el ortodoxo— también pertenecía el joven abogado Fidel Castro, e incluso estaba nominado en la candidatura para Representante (legislador) por la referida agrupación. Muy apoyado por barrios populares no había duda que hubiera sido electo, del mismo modo que el Partido ortodoxo habría triunfado, si no ocurre el golpe militar, de no ser roto el proceso constitucional.
Inmediatamente de ocurrido el golpe de estado los estudiantes y los jóvenes de la ortodoxia, se opusieron a él. Sin ponerse de acuerdo se produjeron protestas. Abel, quien todavía no conocía a Fidel, estaba en contra el golpe de estado, al igual que su hermana Haydée. Un día, en que se conmemoraba la muerte de un obrero asesinado por la policía en el anterior gobierno, coincidieron en el Cementerio de Colón Abel Santamaría y Fidel Castro. Fueron presentados por una amiga común y nació de inmediato una amistad que se enriquecía por la coincidencia de criterio sobre cómo sacar a Batista del poder y llevar a delante, con mayor profundidad las premisas del Partido Ortodoxo y realizar una revolución nacional liberadora. Para Fidel y Abel, se trataba mover las estructuras podridas de la república neocolonial. Aunque no eran comunistas, ni estaban afiliados al Partido Socialista, ambos tenían ideas muy profunda sobre la justicia social y en el caso de Fidel, él mismo se declara después como un comunista utópico. La revolución que se proponía hacer no era la caricatura de revolución que proclamaba Batista con su golpe de estado castrense, con el beneplácito de fuerzas reaccionarias y silenciosamente apoyado por la administración norteamericana de turno.
El apartamento de 25 y O —casa de Abel y Haydée— no tardó en convertirse en un centro de reunión de los jóvenes que aglutinaba Fidel. Muchos de ellos habían participado en acciones de protesta y en actividades políticas de la Juventud Ortodoxa, en barrios populares de La Habana y sus alrededores, pero no eran líderes conocidos. En su mayoría, como Abel, eran jóvenes bastante anónimos en cuanto a liderazgo pero de profundas convicciones revolucionarias. O sea no se trataba de integrantes de la Dirección de la Juventud de su Partido, sino trabajadores, empleados, profesionales modestos y desempleados e incluidos algunos estudiantes. Una cifra elevada procedían de poblaciones del interior de La Habana y de la provincia de Pinar del Río, la más occidental de Cuba. Abel fue aglutinador de esos jóvenes que llegaron a componer una masa de más de 1 200, aunque todos recibieron entrenamiento militar–revolucionario, muy pocos alcanzarían armas , de manera que no pudieron participar en el asalto del 26 de julio.
Por las características personales de Abel, un joven muy organizado, de seriedad probada y discreción extraordinaria llegó a ser, según lo expresa el propio Fidel en el juicio del Moncada "el alma del movimiento".
Cuando todo estuvo listo, ya en Santiago de Cuba, Abel pidió el lugar de mayor riesgo para preservar la vida de Fidel. Por su parte Fidel planteó que sería él y no otro compañero, el que ocupara el puesto más peligroso, o sea el asalto por la posta 3 del Moncada y le dijo a Abel que lo mandaría a la retaguardia (Edificio del Hospital Civil) , donde, según los planes no habría que combatir, sino solo ocuparlo para que el Ejército no lo hiciera por ninguna circunstancia. El plan era tomar por asalto el Cuartel, una vez que entraran todos, vestidos con sus uniformes de militares.
Por un hecho fortuito, a partir de una posta de recorrido o "posta cosaca" que el regimiento agregó, precisamente por motivo de los carnavales, se frustró el asalto por sorpresa , iniciándose el combate desigual. Abel que conocía perfectamente todo el plan, empezó a disparar con los compañeros bajo su mando, dirigiendo la carga al Moncada por otro flanco, de manera que Fidel y sus compañeros pudieran retirarse, y como estaba previsto si ocurría un combate desigual, encaminarse a las montañas de la Sierra Maestra próximas a Santiago de Cuba.
En el juicio celebrado, donde Fidel asumió, como abogado, la defensa del hecho revolucionario, más que la suya propia declaró con hidalguía —refiriéndose a Abel Santamaría— que "su heroica resistencia lo inmortaliza ante la historia". Pues se mantuvo combatiendo mucho tiempo después que sus compañeros pudieron retirarse del punto principal. Hecho prisionero, junto a su hermana Haydée y Melba Hernández, que fueron para servir de enfermeras en caso necesario, ya que habían participado con los demás en la organización del Movimiento, fue conducido prisionero junto a los demás revolucionarios bajo su mando, entre ellos un médico, el doctor Mario Muñoz Monroy. Los torturadores militares querían arrancarle de los labios el nombre del Jefe del Movimiento y sus planes pero Abel guardó silencio al igual que los demás, y esa misma mañana luego de sacarle un ojos y torturarlo horriblemente, lo asesinaron . Minutos después los torturadores se dirigieron a Haydée y Melba para tratar de que delataran a aquellos que habían asaltado la posta 3, pero no lo lograron. Cuando le dijeron a Haydée que habían matado a su hermano y también a su novio —Boris Luis Santa Coloma— que al primero le habían sacado los ojos y al segundo le habían arrancado los testículos, ella dijo que si Abel, que lo conocía todo no habló, ella tampoco lo haría. Su declaración pormenorizada expuesta después en el juicio, fue impresionante. Su hermano Abel y demás compañeros habían salido con vida del hospital: esos fueron los primeros asesinatos a prisioneros, el 26 de julio de 1953.
Actualmente una de las condecoraciones más altas que otorga la Revolución a jóvenes extraordinarios en diferentes esferas de trabajo o estudio, lleva el nombre de "Abel Santamaría".

El juicio del Moncada
No cabe duda que en las declaraciones de Fidel y sus compañeros en el juicio del Moncada, y muy especialmente en La Historia me Absolverá, está el comienzo concreto y triunfante del pensamiento, de lo que hoy los cubanos identificamos como la batalla de ideas a la cual convoca el Comandante en Jefe

La Historia me Absolverá, cincuenta años después
Superados los sueños de un histórico alegato
La plena actualidad y trascendencia del pensamiento político y jurídico contenido en La Historia me Absolverá, fueron ratificadas aquí durante el acto central nacional por el aniversario 50 de ese valiente alegato de Fidel Castro, pronunciado ante el Tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de Julio de 1953 en Santiago de Cuba y en Bayamo
La Historia me absolverá
FIDEL CASTRO RUZ
Datos del juicio del Moncada
(tomados del libro El juicio del Moncada, de Marta Rojas, un testimonio excepcional)
Certificados de lesiones, versión textual de los hechos del Moncada y Bayamo dada por el Estado Mayor de la tiranía, integración de la Sala del Tribunal de Urgencia para la causa 37, alguaciles, custodios, médicos forenses y abogados
Las Mentiras del enemigo
Pprincipales falacias vertidas por la tiranía, destruidas durante el proceso
Periódico Granma - Martí y el Moncada





"La prisión fecunda"
"La prisión fecunda" es el título de un libro que escribió el investigador histórico Mario Mencía para referirse a la etapa en que el doctor Fidel Castro era un prisionero político en el llamado Presidio Modelo de Isla de Pinos. Pero esta denominación es la más adecuada para sintetizar la importancia política de ese período histórico. Durante esa prisión el doctor Fidel Castro reconstruye el alegato La Historia me Absolverá que con múltiples dificultades logra hacer llegar a sus compañeras de lucha Haydeé Santamaría y Melba Hernández —ya cumplidas sus condenas—, para que lo publicaran clandestinamente. Esta tarea fue realizada en breve tiempo y el folleto distribuido también en forma clandestina a lo largo del país. Además, durante ese período tanto Fidel como sus compañeros se dedicaron al estudio profundo, y él en particular a darle forma, para su concreción futura, a planes revolucionarios que habría de llevar acabo el día que salira de prisión o sus compañeros debían ir desarrollando

Isla de la Juventud
Símbolos de la continuidad
En esa continuidad histórica e ideológica que sigue tejiendo Cuba, el 13 de octubre —fecha en que Martí y la Generación del Centenario vuelven a estar entrelazados— deviene hito que trasciende la mera coincidencia  y la pequeñez de una ínsula que por más que quisieron hacer lugar de destierro, la convirtieron en nuevo campo de batalla
Primera entrada triunfal de Fidel a La Habana
En Cuba se desarrolló un fuerte movimiento Pro Amnistía de los presos políticos de Moncada. Fue tan masivo y vigoroso que la tiranía no pudo resistirlo y Fidel y sus compañeros fueron libres el 15 de mayo de 1955. En las horas inmediatas fue fundado el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, fecha que corresponde con el día del Asalto al Moncada. En la Terminal de Ferrocarriles o Estación Central de La Habana, lo esperaba una multitud. Desde la madrugada. A Fidel lo sacaron por una ventanilla y lo cargaron en hombros. Ya era el líder indiscutible de toda la oposición y de la Revolución cubana, cuya victoria se produjo el 1ro. de Enero de 1959.
15 de mayo de 1955
Las ideas quebraron barrotes
Testimonios del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés y Pedro Miret Prieto, hoy vicepresidente del Consejo de Ministros, sobre la excarcelación de sobrevivientes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes

Periódico Granma - Martí y el Moncada



Otro escalón de la lucha
La generación del Centenario del Apóstol continuó la lucha tras el revés táctico del asalto al cuartel Moncada, que representó para los revolucionarios una victoria de las ideas, porque del proceso del juicio salió un instrumento teórico y programático que sirvió de sustentación y de movilizador de la opinión pública cuando esta lo conoció: La Historia me Absolverá

Unir a todas las fuerzas revolucionarias: La Carta de México
El Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario de la Federación Estudiantil Universitaria convocaron a los estudiantes, obreros, organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba a la unidad en la lucha contra la tiranía hasta vencer o morir
El Che conoció por Ñico todos los detalles
Ñico López y el Che coincidieron en Guatemala y el cubano le contó al argentino los hechos del 26 de Julio y le habló de la personalidad de su conductor, el joven abogado Fidel Castro
Cuando el Granma surcó por la Historia
La tiranía batistiana había cerrado todas las puertas a las vías pacíficas. Se imponía la solución del 68 y el 95. Desde su exilio forzoso, Fidel publicó el Manifiesto #1 del Movimiento 26 de Julio en donde hacía "un llamado sin ambages a la Revolución y un ataque frontal a la camarilla que pisotea el honor de la nación"
Un recuerdo del Granma al Moncada
El mexicano Antonio del Conde Pontones, o simplemente El Cuate, se encuentra en Cuba, invitado a las actividades por el aniversario 50 del Moncada


Transmisión del legado martiano
José Martí fue el guía de la lucha por la independencia de Cuba, por la que entregó generosamente su vida. Con el acercamiento a su intensa vida y a su amplísima y multifacética obra se puede apreciar el más profundo pensamiento revolucionario, antimperialista y humanista del habla hispana, que trasciende hasta nuestros días.

Del legado de Martí
La primera labor pública para el conocimiento de la Doctrina de Martí, después de su muerte, vino de su colaborador y amigo Rafael Serra Montalvo "el obrero incansable de nuestra independencia"
El Centro de Estudios Martianos,  ya tiene más de un cuarto de siglo
El importante papel que juega el Centro de Estudios Martianos dentro de la Batalla de Ideas en que está enfrascado el país, fue resaltado por el Comandante en Jefe Fidel Castro en una carta de felicitación que hizo llegar a ese colectivo, con motivo de su primer cuarto de siglo de vida
Leyenda de una Casa Natal
Durante todos estos años la institución ha cumplido el cometido para la que fue fundada: un lugar de recordación y honra del Maestro, de enseñanza, de historia viva de nuestra figura cimera

Fragua para forjar patriotas
En sus 50 años de labor, ha divulgado entre nuestro pueblo la vida y obra del Maestro
Periódico Granma - Martí y el Moncada



La columna de gran lectura
En esta sección Granma reproduce algunos textos escritos por José Martí

Carta de José Martí a Manuel Mercado
Considerada el testamento político de José Martí, en esta carta, inconclusa por su caída en combate al día siguiente, se explica de forma clara y precisa el antianexionismo y antimperialismo del líder de la gesta libertadora del 95
Nuestra América
Por José Martí
Periódico Granma - Martí y el Moncada


Nuestra batalla de hoy es la misma iniciada el 26 de julio de 1953
DISCURSO POR EL ANIVERSARIO 55 DEL ASALTO A LOS CUARTELES MONCADA Y CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES (26 DE JULIO DE 2008)
Santiagueras y santiagueros;
Compatriotas:
Foto: JUVENAL BALÁNCincuenta y cinco años son un período corto en la vida de un pueblo, pero suficientes para confirmar que el 26 de Julio marcó el inicio de una nueva era en la historia cubana.
Fidel, en su medular intervención en el acto conmemorativo del XX Aniversario, también en Santiago de Cuba, rememoró estos encendidos versos del destacado dirigente comunista y notable intelectual Rubén Martínez Villena:
"Hace falta una carga para matar bribones,
para acabar la obra de las revoluciones,
para vengar los muertos que padecen ultraje,
para limpiar la costra tenaz del coloniaje,
para no hacer inútil, en humillante suerte,
el esfuerzo y el hambre, y la herida y la muerte;
para que la República se mantenga de sí,
para cumplir el sueño de mármol de Martí;
para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos,
la patria que los padres le ganaron de pie."
Y concluyó su discurso afirmando:
"Rubén: el 26 de Julio fue la carga que tú pedías".
Muchas dificultades y momentos difíciles hemos enfrentado los cubanos desde aquel memorable acto de 1973. Sólo las profundas convicciones y firme voluntad de resistir y vencer de nuestro pueblo, han hecho posible celebrar con orgullo y optimismo este nuevo aniversario.
Foto: JUVENAL BALÁNEl periódico Granma tuvo la feliz iniciativa de reproducir en días recientes, en 15 partes, dicha intervención. Ello hace innecesario referirnos a los antecedentes, causas, condiciones y consecuencias del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, expuestos por el Jefe de la Revolución aquel día en irrepetible síntesis.
Ese discurso, además de un sólido análisis del pasado y el presente de entonces, constituye una certera y precisa valoración de las duras realidades que deparaba el futuro y las vías de enfrentarlas.
Un día como hoy, en 1973, Fidel afirmó que la única salvación para los pueblos de Latinoamérica estaba en unirse y librarse del dominio imperialista, pues sólo así lograrían ocupar un lugar entre las grandes comunidades humanas.
Y refiriéndose a nuestra región, agregó lo siguiente:
"Solo esto nos daría las fuerzas para enfrentar los gigantescos problemas alimenticios, económicos, sociales y humanos de una población que ascenderá a 600 millones en 25 años más. Solo esto haría posible nuestra participación en la revolución científico-técnica que conformará la vida del futuro. Solo esto nos hará libres".
Más adelante alertó:
"…el lujo y el despilfarro de las sociedades capitalistas desarrolladas agotan recursos naturales no recuperables, como el petróleo, cuyo precio amenaza con elevarse extraordinariamente". Hasta aquí sus palabras.
Foto: JUVENAL BALÁNParece dicho hoy y fue hace 35 años. Con razón Abdelazís Bouteflica, entrañable amigo de Cuba y Presidente de la hermana Argelia, expresó en una ocasión:
"Hemos tenido el inmenso privilegio de tener como amigo al compañero Fidel, que nunca nos ha fallado. Fidel tiene la rara cualidad de viajar al futuro, regresar y explicarlo", sentenció.
Los 55 años transcurridos desde el 26 de julio de 1953, han justificado con creces por qué se escogió Oriente, y en particular Santiago de Cuba y Bayamo, para reiniciar la entonces inconclusa Revolución cubana. En esta tierra indómita de mambises y rebeldes, como en toda Cuba, permanecen vivas las gloriosas tradiciones patrióticas y revolucionarias de nuestro pueblo.
El país, desde el mismo año 1959, ha hecho grandes esfuerzos por desarrollar las provincias orientales, donde hoy vive el 35% de toda la población, pero aún siguen en desventaja con el resto de la nación. El período especial y los desastres naturales que nos han azotado con particular fuerza, influyeron además en que no hayamos podido avanzar con mayor celeridad.
Somos conscientes de la gran cantidad de problemas que aún quedan por resolver, la mayoría de los cuales afectan de manera directa a la población. No obstante, debemos reconocer que en los últimos tiempos se han aprovechado bien y rápido los limitados recursos que el país ha podido entregar adicionalmente a la región oriental.
Ejemplo de ello es la reanimación de numerosas instalaciones que mejoran la calidad de vida de la población y contribuyen a la educación y el esparcimiento.
Va a buen ritmo una obra muy valorada por los santiagueros, iniciada en el pasado año: la reconstrucción y ampliación del acueducto. Este viejo y grave problema debe quedar resuelto definitivamente en el 2010, cuando toda la ciudad tendrá solucionado el abasto diario de agua.
Restará para el 2011 concluir la rehabilitación de los acueductos de El Cobre y El Cristo, que también tendrán agua diariamente, y la construcción de la conductora de 25 kilómetros desde la presa Carlos Manuel de Céspedes hasta la Gilbert, que garantizará una fuente adicional ante grandes sequías.
Hasta ahora se han terminado 370 kilómetros de redes y 593 kilómetros de acometidas, aproximadamente la tercera parte de los necesarios, que ya han permitido beneficiar algo más de 26 mil viviendas donde residen unos 111 mil santiagueros.
Además están concluidos 24,6 kilómetros de grandes conductoras, cerca del 17% del total a construir. En fecha próxima concluirá la modernización de la planta potabilizadora Quintero Uno, la cual elevará la calidad del agua que se suministra.
Se cuenta con el equipamiento que requieren estas labores, y para emplearlo óptimamente debe organizarse el doble turno, siempre que resulte aconsejable y teniendo en cuenta además causar las menores molestias posibles a la población, pues una buena parte del trabajo a ejecutar es dentro de la ciudad. El principio es abrir la zanja e inmediatamente poner las tuberías y tan pronto se ejecuten las pruebas, restablecer la vía.
Controlaremos mes por mes el cronograma de ejecución de estas obras, que firmaron los máximos responsables de las instituciones involucradas. Es decir, Fidel Figueroa, ministro de la Construcción; René Mesa, presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos; y Rolando Yero, presidente del Poder Popular en esta provincia.
No se trabaja sólo aquí, también se hace con las 27 brigadas que se han creado con este fin, en los acueductos de Holguín, Baracoa, Tunas y otros de las provincias orientales, así como en el de la capital del país, Camagüey y varios más en el occidente y centro de la isla. Incluye además los de decenas de poblados y pequeñas comunidades.
Alerto que en la medida que se distribuya más agua, más habrá que ahorrarla. Es un recurso muy valioso e imprescindible para todo. Por tanto, hay que emplearlo con la mayor racionalidad.
También ha sido necesario trabajar muy fuerte y con urgencia en la recuperación de los viales, buena parte de ellos prácticamente destruidos por la tormenta tropical Noel a finales del pasado año. Es mucho lo que resta por hacer, pero pese a las limitaciones de recursos, sólo en las provincias orientales y Camagüey han sido reconstruidos alrededor de 3 550 kilómetros de caminos y carreteras, y la totalidad de los 120 kilómetros de vías férreas afectadas, incluidos la mayoría de los puentes y otras obras de fábrica de considerable magnitud.
Se trabaja igualmente en varios trasvases a lo largo de la nación, que son, en síntesis, obras que permiten maniobrar con el agua de unas provincias a otras. De ellos, por su importancia, se ha informado en amplios reportajes en nuestros medios de difusión.
Mencionaré sólo el llamado trasvase este-oeste en Holguín, el cual marcha a buen ritmo. Próximamente quedará inaugurada su primera etapa, que permitirá el abastecimiento estable de agua a la capital provincial y otras localidades, en la misma medida en que vaya concluyendo el restablecimiento de las redes.
Las brigadas que ejecutan estas obras tienen el equipamiento necesario. Además se ha incrementado considerablemente la capacidad de producción de tubos de polietileno de alta densidad, con la construcción de las fábricas de Holguín y Ciudad de La Habana, que se suman a la de Ciego de Ávila que funciona desde hace años.
Es una gigantesca inversión que se lleva a cabo con la vista puesta no sólo en el presente, sino especialmente en el futuro. Algo de extraordinaria importancia en una isla larga y estrecha como la nuestra, donde las aguas se van rápido al mar y nos vemos sometidos cíclicamente a períodos de intensa sequía que podremos aliviar trasvasando los recursos hídricos, incluyendo los existentes en los macizos montañosos, a través de grandes túneles.
Una previsión que nos agradecerán todos, en particular las futuras generaciones, esas que les tocará vivir en un mundo donde el agua potable será un recurso cada vez más escaso y caro.
Por ello, no pocos pronostican que las guerras del mañana serán motivadas por la conquista de las reservas de este insustituible recurso natural. Ya en la actualidad se libran las guerras por el petróleo.
Entre las nuevas inversiones que se acometen en colaboración con Venezuela, ocupa un lugar destacado la Petroquímica: el incremento de la refinación de petróleo, la producción de fertilizantes y la fabricación de resinas sintéticas como el llamado PVC, que se emplea, entre otros usos, para las petrocasas, de las que ya comenzaron a edificarse 100 en el reparto La Risueña de esta ciudad, similares a las construidas en Cienfuegos, como parte de las pruebas que se realizan en nuestras condiciones ambientales.
Se acometen además, en unos casos con nuestros propios recursos y en otros con empresas extranjeras, importantes ampliaciones en el níquel, el cemento y la minería. Muchas de estas obras serán aquí en Santiago de Cuba y en otras provincias orientales, aunque están diseminadas por todo el país. Por ejemplo, ya se prepara la ampliación de la refinería "Hermanos Díaz" hasta más del doble de su capacidad actual, con lo que estará en condiciones de abastecer de derivados del petróleo a todo el oriente cubano.
Como decíamos el pasado día 11 en el Parlamento, es un extraordinario esfuerzo para invertir los recursos existentes en esferas que generen utilidades en el menor plazo posible. Como nunca debe existir estrecha coordinación entre inversionistas, proyectistas y constructores para lograr la mayor eficiencia y concluir cada obra en el plazo pactado.
No olvidar que estamos en medio de una verdadera crisis mundial que no es sólo económica, se asocia también al cambio climático, el empleo irracional de la energía y a crecientes problemas de todo tipo.
Es una situación que impacta a todas las naciones y de manera particularmente dramática a los pueblos del Tercer Mundo. Hay fuertes llamados de alerta de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuyo director general nos visitó hace pocos días y ha denunciado de forma valiente y con sólidos argumentos la seriedad de esta crisis de consecuencias impredecibles.
Ante esa crisis permanecen pasivos los gobernantes de los países ricos y las grandes empresas transnacionales, una actitud no sólo egoísta e irresponsable, sino además suicida, pues quieran o no, todos vivimos en este pequeño planeta.
Incluso el Presidente del Banco Mundial, una organización a la que nadie calificaría de opuesta al capitalismo, presionó hace pocos días a los países industrializados a participar en la solución del problema. Sólo encontró oídos sordos, a pesar de que les propuso contribuir al Programa de Alimentos de la ONU con la ridícula cifra de 500 millones de dólares. Tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional afirman que la situación de los alimentos es grave y la empeora la política de los Estados Unidos de promover los agrocombustibles.
La mayoría de nuestro pueblo ha demostrado poseer los conocimientos y madurez suficientes para comprender estas realidades que resultan sencillamente insoslayables. Otras personas, en cambio, pretenden cerrar obstinadamente los ojos ante los problemas del mundo.
Reitero que la Revolución ha hecho y continuará haciendo cuanto esté a su alcance para seguir avanzando y reducir al mínimo las inevitables consecuencias de la actual crisis internacional para la población. No obstante, debemos explicar oportunamente a nuestro pueblo las dificultades y así poder prepararnos para enfrentarlas. Hay que acostumbrarse a no sólo recibir buenas noticias.
Algunas opiniones recogidas respecto al anteproyecto de Ley de Seguridad Social demuestran que es necesario continuar informando sobre este asunto de importancia estratégica.
El proceso de estudio y consulta con todos los trabajadores que comenzará el próximo mes de septiembre, previo a la aprobación de la Ley por la Asamblea Nacional en diciembre, servirá para esclarecer todas las dudas y brindará la oportunidad de expresar cualquier criterio.
Todos serán escuchados con atención, coincidan o no con la opinión de la mayoría, tal como se ha venido haciendo con los planteamientos derivados del proceso de reflexión sobre el discurso del pasado 26 de julio. No aspiramos a la unanimidad, que suele resultar ficticia, en este o en cualquier otro tema.
No obstante, tener presente que en 1953, el año en que atacamos este cuartel y el de Bayamo, la esperanza de vida de los cubanos era de 59 años, casi 20 menos que la actual, lo que significa además que hoy vivimos 5 años más que el promedio de los latinoamericanos y caribeños, así lo dije en la Asamblea Nacional; recordar que en el pasado imperaban el tiempo muerto, las largas filas de desempleados, el desalojo de campesinos de la tierra que cultivaban y de trabajadores de sus viviendas por no poder pagar el alquiler; no olvidar aquella terrible imagen de niños famélicos, pidiendo limosnas, sin médicos ni escuelas.
Por acabar con toda esa injusticia, resumida por Fidel en La Historia me Absolverá, han dado la vida miles de compatriotas, incluidos los mártires del Moncada y Bayamo. Es bueno recordar ese cuadro de miserias y desigualdades que heredó la Revolución hace casi medio siglo, teniendo en cuenta que el 71% de los cubanos de hoy nació después del primero de enero de 1959.
Todavía nos faltan muchas cosas que quisiéramos pudiera disfrutar nuestro pueblo, aunque es una realidad muy diferente a la que encontró la Revolución. Recuerdo que en los momentos más agudos del período especial, un dirigente obrero latinoamericano, hablando a sus colegas cubanos les manifestó: "Ustedes tendrán muchos problemas, pero yo, que conozco mi país y gran parte del continente, les doy un consejo: ¡cuiden lo que tienen!", alertó.
Por muy grandes que sean nuestros deseos de resolver cada problema, no podemos gastar más de lo que tenemos. Y para sacarle máximo provecho es imprescindible ahorrar de todo, en primer lugar combustible.
Repito lo dicho por el Jefe de la Revolución, en esta misma tribuna, un día como hoy hace 35 años, pues pienso que tiene validez permanente, cuando expresó:
"Como país pobre, sin grandes recursos naturales de fácil explotación, que tiene que trabajar duramente para ganarse el pan, en medio de un mundo donde gran parte de los pueblos viven en la mayor pobreza (…) los objetivos de nuestro pueblo en el orden material no pueden ser muy ambiciosos". Y añadió:
"Será nuestro deber en los próximos años elevar al máximo la eficiencia en la utilización de nuestros recursos económicos y humanos. Llevar la cuenta minuciosa de los gastos y los costos. Y los errores de idealismos que hayamos cometido en el manejo de la economía saberlos rectificar valientemente", concluyó.
Recientemente se publicaron los Decretos Leyes sobre la distribución de tierras ociosas y para la retribución salarial a los maestros y profesores que regresen a las aulas, tareas que han recibido un importante respaldo de la población.
También se extiende a un ritmo satisfactorio la experiencia de la distribución directa de la leche del productor a la bodega, de la que hablé hace un año en Camagüey.
El pasado 30 de junio estaban recibiendo leche por esa vía los consumidores normados de 5 361 bodegas, que representan el 49% de las existentes en los 154 municipios con posibilidades de participar en la experiencia. En los primeros seis meses de este año se han vendido de esta forma 52 millones de litros de leche.
Adicionalmente, ha permitido ahorrar más de 1 800 toneladas de combustible, con un valor superior a los dos millones 350 mil dólares, y con el incremento de la distribución directa de la leche, este ahorro de combustible debe ser mayor cada año.
También se trabaja en una mejor organización de la transportación de cargas, pues está comprobado que cuando existe se ahorra hasta un 20% del combustible.
Además, en 16 municipios se lleva a cabo una experiencia consistente en centralizar el transporte destinado a asegurar las tareas en esa instancia, salvo los casos en que no resulte lógico por el carácter de las misiones o ser vehículos especiales. La prueba viene demostrando que con el 30% del transporte de carga que hoy funciona pueden cumplirse las mismas tareas. Se continuará avanzando en esta experiencia a un ritmo que garantice aplicarla con rigor, para no malograr esta idea, que por cierto ha tenido que enfrentar la inútil resistencia de algunos.
Hay otros avances en sectores vitales de la economía. Se va cumpliendo el plan de producción de petróleo, aunque como es sabido está aún lejos de satisfacer nuestras necesidades; además una parte se produce mediante negocios conjuntos con empresas extranjeras, a las cuales hay que comprarles, a los altos precios actuales, el volumen que les corresponde.
También avanza la recuperación del turismo. Han arribado al país hasta el 25 de junio, cerca de 1 millón 309 mil turistas, que representa un crecimiento del 14,8% respecto a igual período del pasado año. Y algo muy importante: se han reducido los costos en que se incurre por cada dólar de ingresos.
Igualmente se mantiene nuestra colaboración con otros pueblos. Precisamente en esta ciudad será en diciembre próximo la Tercera Cumbre Cuba-CARICOM, con cuyos integrantes, los países del Caribe, existe un creciente intercambio. Estamos seguros de que los santiagueros serán excelentes anfitriones.
También se ha decidido que sea aquí, en nuestra Ciudad Héroe, la celebración de un acontecimiento extraordinario: el aniversario 50 del triunfo de la Revolución. Ayer, hoy y siempre: ¡Santiago sigue siendo Santiago!
Y junto a la producción, la defensa continuará sin descuidarse, independientemente de los resultados de las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos.
La preparación para la defensa del país marcha bien. En noviembre del 2007 realizamos con resultados satisfactorios los ejercicios Moncada en el occidente y centro de la isla. En el territorio oriental se llevó a cabo en el pasado mes de junio, pues se decidió posponerlo para no afectar las labores recuperativas tras las intensas lluvias de fines del pasado año.
Sigue desarrollándose de forma favorable la Operación Caguairán, que ha permitido elevar significativamente la preparación del personal de las reservas que completan las tropas regulares y de nuestros milicianos.
De manera simultánea ha continuado el acondicionamiento ingeniero del teatro de operaciones militares y la modernización del armamento y el resto de los medios, así como la superación y formación de oficiales, de los que este año se graduaron más de 2 000, la mayor cifra en los últimos diez años.
Unido a lo anterior, se crean las condiciones para realizar con la máxima calidad y rigor, en el mes de noviembre, el Ejercicio Estratégico Bastión 2008.
Compañeras y compañeros:
Cuando imaginamos 50 años hacia delante parece algo muy lejano, pero al pasar revista a los últimos 55, pienso que realmente han transcurrido muy rápido.
Ninguno de nosotros soñó con estar aquí hoy cuando asaltamos el Moncada, ni siquiera cuando en cumplimiento de la orden del Comandante en Jefe, entramos triunfantes en esta fortaleza el primero de enero de 1959, exactamente 5 años, 5 meses y 5 días después. Casi todos teníamos veinte o treinta y tantos años, algunos incluso menos, y medio siglo nos parecía una eternidad. Si algo hemos aprendido bien es que el tiempo pasa velozmente. Desperdiciarlo por inercia o vacilación es una negligencia imperdonable. Hay que aprovechar cada minuto, aprender rápido de las experiencias, incluidos los errores cometidos, que siempre dejan alguna enseñanza, si son analizados con profundidad.
Los problemas y tareas fundamentales los seguiremos analizando con el pueblo, en particular con los trabajadores, con la misma confianza y claridad de siempre. Así buscaremos las mejores soluciones, sin preocuparnos por quienes en el exterior intentan sacar partido de esos debates. Tarde o temprano, la verdad se impone.
Continuaremos atendiendo, preparando y escuchando a nuestros jóvenes para que actúen con la firmeza, convicciones y lealtad de nuestros Cinco Héroes. Somos conscientes de la alta responsabilidad y compromiso que corresponde a las nuevas generaciones, y estamos seguros de que al igual que aquellos que siguieron sin vacilación a Céspedes en 1868, a Martí en 1895 y a Fidel en 1953, sabrán estar a la altura del momento histórico que les ha tocado vivir, igualmente difícil y glorioso.
No olvidar nunca que esta es la Revolución socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes. No traicionaremos jamás la memoria de los caídos en combate o asesinados en Santiago de Cuba y Bayamo hace 55 años.
En los días que siguieron al asalto, este cuartel se bañó en sangre por doquier, desde los calabozos en el sótano hasta el mismo techo del edificio, al cual me subieron una madrugada por varias horas, cuando me condujeron hasta aquí desde San Luis, donde fui hecho prisionero. No se borrará jamás de mi mente la horrenda escena de la sangre ya coagulada de mis compañeros dispersa por toda aquella azotea.
Esa terrible imagen, esa mancha al nombre glorioso de Guillermón Moncada, sólo podía lavarla la felicidad y la sonrisa de las decenas de miles de niños que han pasado por las aulas de este gran Centro Escolar, uno de los primeros cuarteles de la tiranía convertidos en escuelas. Es parte del fruto de la obra de todo un pueblo y del sacrificio de cuantos han ofrendado la vida por los mismos ideales, desde las luchas por la independencia hasta el presente, en Cuba y en el cumplimiento del deber internacionalista.
Nuestra batalla de hoy es la misma iniciada el 26 de julio de 1953, sólo que en nuevos escenarios, a una escala superior y ahora en defensa de las grandes conquistas alcanzadas durante medio siglo.
Enfrentamos un enemigo mucho más poderoso que los soldados de la tiranía parapetados tras los muros de este cuartel y el de Bayamo, pero también ha crecido extraordinariamente la fuerza de nuestro pueblo gracias a la unidad, organización, conciencia revolucionaria y conocimientos alcanzados. Son también muy superiores los motivos para sacrificar, si es necesario, la vida en el empeño.
Hace 55 años, un puñado de revolucionarios intentamos tomar el cielo por asalto. Entonces nos impulsó el afán de barrer la ignominia de nuestra tierra y cumplir el propósito martiano de conquistar toda la justicia para el pueblo.
En nombre de todos los patriotas de esta isla, desde la heroica Santiago de Cuba, cuna de la Revolución, a ti, Fidel, dedicamos este 55 Aniversario y te decimos:
¡Continuaremos la carga que pidió Rubén y tú iniciaste el 26 de Julio!
¡Gloria eterna a nuestros mártires!
¡Viva la Revolución!
¡Viva Cuba libre!
Publicado el 27 de julio del 2006

Breve recuento por la vida del Che

10 Julio 2012 Cubadebate
Ernesto Che Guevara Ernesto Che Guevara
Durante el mes de junio, varios lectores de Cubadebate, ante la propuesta de reflexionar en torno a la presencia del Che en el proyecto social cubano, dejaron a modo de comentarios, un grupo de dudas, interrogantes y planteamientos polémicos relacionados con este tema. Hoy publicamos un primer texto, que pretendemos funcione como punto de partida. En él se mencionan detalles de la vida del Che, la mayoría seguramente conocidos, pero que servirán de anclaje para aquel lector no tan familiarizado con la figura del Guerillero Heroico, y le permitirán comprender mejor los futuros artículos que se publicarán en este sitio.
Para ser como el Che… ¿qué hay que hacer?
Por Milena Hernández.
Centro de Estudios Che Guevara
El reloj marca las ocho de la mañana. Una gran multitud de niños y niñas se amontonan y forman según los grados para entonar a coro las notas del himno nacional. El grupo de 4to A realiza el matutino correspondiente a las efemérides del mes de junio. Con gran emoción cantan una canción dedicada a Antonio Maceo y a Ernesto Che Guevara. Antes de partir a las aulas una frase recorre el patio: Pioneros por el comunismo ¡Seremos como el Che! Horas después se les ve salir del recinto escolar. Despeinados, con la pañoleta al revés, la camisa por fuera y los tirantes de la saya enroscados vuelven a sus casas para terminar el día. ¿Cuántos de ellos se habrán preguntando en algún momento -incitados o espontáneamente-: qué significa ser como el Che?
Ernestico, el Pelao, Fúser, Ernesto, el Che, el Guerrillero Heroico. Aunque pocos lo saben todos ellos son parte de la historia del niño que una vez fue Ernesto Guevara de la Serna. Hijo de Celia de la Serna y de Ernesto Guevara Lynch nació en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928. Una pequeña casita de madera construida por el padre en plena selva misionera fue el hogar de la joven familia. Años después comenzarían a cambiar de domicilio en busca de un ambiente propicio para la salud del pequeño, quien desde temprano comenzó a padecer asma. No fue esto sin embargo impedimento alguno para que rodeado de hermanos y amigos, su infancia se desarrollara entre juegos, deportes, mascotas, gustos y aficiones, en un contexto que particularizó la historia de su país y en general, del mundo entero.
La dedicación de sus padres y el empeño que mostraron en la educación de sus hijos se vio claramente reflejada en Ernesto. Estudia francés de la mano de su madre, ajedrez por medio de su padre, y pasa largas horas devorando los clásicos de Julio Verne, Emilio Salgari, Alejandro Dumas y Jack London. Más adelante, cuando apenas afloraban los primeros indicios de su adolescencia, lee Sigmund Freud, José Ingenieros, Platón, Aristóteles, Bacon, Russell. Es para ese entonces un joven al que el fútbol, la literatura, el estudio, los experimentos, la fotografía y los intereses más variados integran su rutina y sus más intensas jornadas en las que el humor inteligente y el sentido crítico de “lo cotidiano” dan paso a la investigación, la exploración, la búsqueda, los viajes.
Las provincias más pobres del norte argentino lo ven pasar en una bicicleta que se anuncia gracias a un motorcito marca Micron que le ha instalado; única compañía y testigo de los más de 4000 kilómetros que anduvo por sus carreteras, sus pueblos y sus hospitales. Un diario no recuperado en su totalidad narra los secretos y los más íntimos pensamientos de aquel que se sabe inconforme con lo que ve, y que presiente en su interior la inminencia de nuevos descubrimientos sociales. A la par se concentra en la profundización de sus lecturas, amplía unas libretas a las que titula Cuadernos Filosóficos y en ellos organiza nombres de filósofos, relaciona conceptos con escuelas de pensamiento, sintetiza la vida de algún que otro personaje histórico. En resumen: lee, estudia, amplía su universo cultural y con todo ello, junto a una mochila que tiene más libros que comida sale en busca de la realidad latinoamericana.
Los estudios de medicina que comenzara en Buenos Aires allá por el año 1947 habrán de esperar seis inolvidables meses. Durante ese tiempo él y su amigo Alberto Granado inician el año 52´ recorriendo el continente americano. Las vivencias que experimentara lo mismo en Chile, Perú, Colombia, Venezuela son garabateadas en un diario y reelaboradas en forma de crónicas narrativas en un texto que llamaría Notas de Viaje, y que revela -entre muchas otras cosas- los extraordinarios cambios que experimentara en su interior al conocer América por dentro. La amplitud de su formación cultural, cultivada con deleitación de artista, su capacidad para expresar lo vivido por medio de la literatura, la fotografía y la vivencia misma se entrecruzan por segunda vez al año siguiente. Se gradúa de médico en tiempo récord y en julio de 1953 inicia un nuevo y definitivo recorrido. En esta oportunidad lo acompañará Calica Ferrer, viejo amigo de la infancia.
Recorren Bolivia, Perú, Ecuador… Ernesto redefine su plan inicial de reencontrarse con Alberto en Venezuela y se orienta hacia Centroamérica. Visita junto a su nuevo acompañante Gualo García, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y finalmente Guatemala. En las páginas de su nuevo diario titulado Otra vez es posible advertir el impacto que el proceso revolucionario desarrollado en ese país provocara en el joven. Allí, al tiempo en que amplía sus estudios de Filosofía, en particular la teoría marxista, conoce a un grupo de cubanos exiliados asaltantes del Cuartel Moncada, en especial a Ñico López. Conoce a Hilda Gadea, exiliada peruana que sería su primera esposa y madre de su primera hija. Poco tiempo después viaja a México en compañía de quien sería su amigo y compañero Julio Roberto Cáceres Valle “El Patojo”, con quien comparte trabajo como fotógrafo en las calles.
Un alegre reencuentro marcaría el resto de los acontecimientos. En junio 1955, gracias a la acción de Ñico López conoce a Raúl Castro quien propiciaría el encuentro con Fidel días después de su llegada a la tierra de los mayas. Desde entonces y ya para siempre quedaría Ernesto, apodado cariñosamente por los cubanos como el Che, vinculado a la historia de la Revolución Cubana. Los sucesos acontecidos con posterioridad son tal vez más conocidos por nuestros niños y jóvenes: su incorporación a la expedición del Granma en su condición de médico, su participación directa como combatiente en la Sierra Maestra, sus acciones como Comandante al mando de la segunda columna que creara Fidel, la fundación del periódico El Cubano Libre y de Radio Rebelde entre muchas otras acciones. Es así que con frecuencia encontramos al Che Guevara y a Camilo Cienfuegos en la memoria colectiva de nuestro pueblo asociados con la invasión a occidente al mando de las columnas 8 y 2 respectivamente. En ese sentido es quizás la ofensiva de Las Villas y la histórica batalla de Santa Clara la gesta más conocida y más admirada de Ernesto Che Guevara por nuestros escolares.
Sin embargo, mucho más hay en la vida, en la obra y en el pensamiento de tan especial ser humano, cuya formación no culmina en enero del 59` sino que se extiende de formas inusitadas a los más disímiles lugares, con las más diversas responsabilidades, con las más increíbles muestras de amor, de esperanza y de fe en el porvenir. Comienza así una etapa sumamente enriquecedora para el pueblo de Cuba entero. Para el Che Guevara serían los años venideros una auténtica escuela revolucionaria en las que su preparación política y su formación filosófica se unirían a su humanismo militante, su antiimperialismo, su anticolonialismo y su latinoamericanismo, en el tremendísimo esfuerzo que realizara para construir -de la mano de Marx, Engels, Lenin, Fidel, Martí- el período de transición en un país que marcaba un antes y un después en los procesos de liberación en el continente americano.
En sólo seis años Che asume una gran multiplicidad de tareas de gran impacto nacional e internacional. Es nombrado Jefe Militar en la zona de La Cabaña en la Habana, le otorgan la ciudadanía cubana por nacimiento en reconocimiento a sus méritos, funda la revista Verde Olivo, realiza disímiles misiones representando a nuestro país en el exterior, ocupa el frente del Departamento de Industrialización del Instituto de la Reforma Agraria (INRA), es nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba y presidente del recién creado Ministerio de Industrias. En medio de tanto trabajo y dedicación encontró siempre un espacio para la lectura, el debate, la reflexión crítica. Publica en esos años un sin número de artículos y algunos libros, inicia las jornadas de trabajo voluntario en el país, impulsa con su ejemplo las enseñanzas más profundas de la teoría marxista e introduce al (auto) análisis constante de su quehacer revolucionario a escala global una filosofía que se apellida praxis.
Como en una secuencia fílmica de esos inolvidables años, en junio del propio 59 se casa con la combatiente Aleida March. Nacerían de esa unión cuatro hijos: Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto.
En abril de 1965 se dispone a cumplir nuevamente su misión como revolucionario al servicio de los pueblos del mundo. Parte hacia el Congo belga con el objetivo de fortalecer el Movimiento de Liberación allí presente. Al no lograrse el propósito, luego de permanecer oculto unos meses en Tanzania y Praga -donde aprovecha para estudiar y analizar la experiencia congolesa en su totalidad- Che regresa clandestinamente a Cuba.
Se prepara en una zona de Pinar del Rio con un reducido grupo de combatientes para continuar su proyecto de liberación continental en Bolivia. La gesta culmina de manera fatal por motivos varios. El 8 de octubre de 1967 libra el Che su último combate en una zona conocida como la Quebrada del Yuro. Al día siguiente es asesinado en una escuelita del poblado de La Higuera y enterrado en una fosa común. Treinta años después, un 28 de junio de 1997 especialistas cubanos y argentinos, con el apoyo de las autoridades bolivianas, encuentran sus restos junto a otros compañeros enterrados en Valle Grande.
A la luz del presente, de esto que pudiera llamarse fríamente “historia”, se desprenden no pocas lecciones susceptibles de ser objeto de estudio en cualquier ciclo y/o nivel de enseñanza. Sin embargo, la mejor de todas -si se quiere- tendría lugar allí donde el compromiso y el apego a la verdad se adhieren al rescate del pensamiento y de la acción profundamente altruista de Che Guevara, allí donde los sueños se convierten en realidad de la mano de quien se entregara plenamente por el bien de la humanidad toda. Con todo ello, ser como el Che resultaría palpable desde su comprensión integral, desde el todo y no simplemente desde una de sus partes, desde el proceso y no desde el resultado, desde lo colectivo y no simplemente desde lo individual, desde lo que nos identifica y también desde lo que nos diferencia, desde el sentido y no desde la consigna, desde lo asumido y no desde lo asignado.
El ser consecuente, el amor al otro, la confianza en el hombre, la responsabilidad frente al estudio y al trabajo, la crítica como elemento consustancial al ejercicio revolucionario, la solidaridad sencilla y cotidiana, el internacionalismo profundamente voluntario y el «ser capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo» es el homenaje más auténtico que se le pudiera hacer a Ernesto Guevara de la Serna en el ejemplo y en la voluntad férrea que significa el enunciar generación tras generación el famoso lema de nuestros pioneros.
Que sean escolares sencillos diría el Apóstol en sus Versos, depende en buena medida de lo que como pueblo seamos capaces de inculcarles. La admiración, pero también la posibilidad de ser uno mismo al tiempo en que asumimos, producimos, recreamos, enseñamos lo más valioso de nuestra identidad como cubanos a través de los valores que nos legaran la vida y la obra de nuestro querido Guerrillero Heroico, también Ernestico, el Pelao, Fúser, Ernesto, el Che, más que una necesidad es una obligación moral de todos los que creemos que un mundo mejor será posible siempre que dotemos de sentido y llevemos en el corazón a hombres que como el Che Guevara lo dieron todo por el porvenir de nuestra América.

Cuba: lo que estaba por hacer en la salud, está hecho por la Revolución Cubana

Por Wilkie Delgado Correa*


Los cubanos son una actitud, una conciencia colectiva, una sensibilidad y una voluntad de servir a la cultura, a la Patria y al mundo.


Las grandes agencias de la información desinformadora, ya reporten desde oriente o de occidente, no acostumbran a tratar con objetividad y menos con benevolencia a este país llamado Cuba, que navega a favor del tiempo por el mar de las Antillas mientras resiste y hiende con su proa las olas y los ventarrones que arroja, en cuantas direcciones se le antoja, la maledicencia  y malquerencia del imperio norteamericano y  sus súbditos mayores o menores, pero iguales en una posición común abyecta.

Las noticias que afean o afectan su imagen se pasan por el tamiz de lupas de tipo de telescopio astronómico, en un esfuerzo canallesco que no reconoce un ápice de escrúpulos para confundir y desparramar la insidia por este mundo tan interconectado y tan engañado.

De ahí que las noticias sobre verdades hermosas e incontrastables sobre Cuba quizás jamás aparezcan reflejadas en tales fuentes noticiosas, y sean guardadas en un archivo de hechos no acontecidos, pues para todo hay malabarismos en los dechados de la “prensa libre”, tan vendidos al mejor postor y amaestrados a través de reflejos condicionados.

Veamos sólo un ejemplo sobre este asunto. Durante el mes de julio se ha venido celebrando las graduaciones en las facultades y universidades de Ciencias Médicas ..., y por supuesto en las  restantes universidades de otros campos del saber.

Y es que hoy en Cuba se recogen los frutos de una política que estuvo trazada por la intención de los revolucionarios liderados por Fidel cuando atacaron el Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 para liberar a Cuba de la tiranía y del estado de cosas imperante, y que fuera argumentada en el magistral alegato de defensa del líder de la Revolución titulado La Historia me Absolverá.

A principios del triunfo de la Revolución, Che Guevara definió con palabras certeras los propósitos de la tarea transformadora de las universidades, los estudiantes y los profesores, cuando expresó, en el acto solemne en que se le confería el título de Doctor Honoris Causa de Pedagogía de la Universidad Central de las Villas, el 28 de diciembre de 1959, lo siguiente:

“Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba”.

Y dos años después, en el discurso en la Escalinata de la Universidad de La Habana, el 27 de noviembre de 1961, con motivo del fusilamiento de los estudiantes de Medicina de 1871, expresaba a los estudiantes:

“Lo han hecho para dignificar esta escalinata, para dignificar esta y todas las universidades de Cuba, y para hacer posible, precisamente, que se abrieran sus puertas a todo el mundo, que se abrieran sus puertas, como hoy se abren, al campesino y al obrero, al blanco o al negro, sin discriminación, a todo aquél que quiere estudiar para perfeccionarse y quiera perfeccionarse, no para medrar con sus conocimientos nuevos, sino para ponerlos al servicio de la nación, para ponerlos al servicio de la sociedad, para saldar esa pequeña deuda que cada uno de nosotros tenemos con la sociedad que nos cría, que nos viste, y que nos educa.

Ese es el único deber. Y ustedes honran así a todos los mártires y honran así a todos los compañeros que todavía tendremos que caer en estas luchas, estudiando cada día más, perfeccionándose cada día más, pensando también en cada momento de debilidad que están esperando por ustedes las fábricas y las escuelas, los talleres de arte, las universidades, que toda Cuba espera por ustedes, que no se puede perder un minuto, porque todos estamos caminando hacia el futuro, y el futuro necesita de técnica, necesita de cultura, necesita de alta conciencia revolucionaria”.

La política de la Revolución para las universidades en el campo específico de la salud, quedó refrendado en la Ley de Reforma de la Enseñanza Superior de 10 de enero de 1962. En la misma se expresaba, como consideraciones conceptuales:

"La salud es uno de los aspectos más importantes del bienestar material del hombre. La sociedad necesita médicos y enfermeras, necesita clínicas y hospitales, en los que la ciencia más avanzada esté al servicio de todo el pueblo. Esto representa para la Universidad un mayor esfuerzo en términos cuantitativos y una orientación  completamente distinta desde el punto de vista cualitativo de lo que fue hasta hoy la enseñanza y la práctica de la Medicina, pero también en este caso la determinación de los recursos materiales y la orientación de los planes de estudio de la Facultad de Ciencias Médicas tienen que basarse en una evaluación de las necesidades de la sociedad cubana y del plazo en que estas necesidades pueden ser satisfechas. En 1953 existían en Cuba 6 201 médicos y 1 934 dentistas; en cambio, solo había 1 763 enfermeras profesionales. Sin ir más lejos, aquí está un caso típico de desproporción entre dos actividades relacionadas entre sí, resultado de la anarquía y de la falta de planificación y de orientación social en el cuadro de la salud. Para atender adecuadamente  a las necesidades de salud del pueblo de Cuba en 1970, será necesario tener de 10 000 a 12 000 médicos".     

“El conjunto de principios acordados –señala la Ley de Reforma Universitaria-  debe conferir a la institución universitaria, una vez provista de idóneo elemento humano, una base funcional eficiente a un “espíritu”, es decir, una actitud, una conciencia colectiva, una sensibilidad y una voluntad de servir a la cultura, a la Patria y al mundo”.    

 En el discurso del Che Guevara en el Primer Encuentro Internacional de Profesores y Estudiantes de Arquitectura, el 29 de septiembre de 1963, señalaba:

“Además, nunca debemos olvidar que la Revolución cubana, por la fuerza de su ejemplo, no actúa solo aquí, internamente, y que sus deberes están más allá de las fronteras de Cuba: el deber de expandir la llama ideológica de la Revolución por todos los rincones de América, por todos los rincones del mundo donde se nos escuche; el deber de ser sensibles ante todas las miserias del mundo, ante todas las explotaciones y las injusticias; el deber que sintetiza Martí en una frase que muchas veces hemos dicho, y que siempre debemos tener en la cabecera de nuestra cama, en el lugar más visible, y es aquello de que ‘Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre’ “.

Esa debe ser la síntesis de las ideas de la Revolución hacia todos los pueblos del mundo. Y así debe estar siempre nuestra juventud: libre, discutiendo, intercambiando ideas, preocupada por lo que pasa en el mundo entero, abierta a la técnica de todo el mundo, recibiendo de todo el mundo lo que nos pueda dar, y siempre sensible a la lucha, a las desgracias, a las esperanzas de los pueblos oprimidos.

En esa forma iremos construyendo nuestro futuro”.

Cosecha de este futuro, construido en estos años, son las graduaciones de profesionales de las ciencias médicas que hoy se efectúan a lo largo del país, que son reflejo de la lucha de Cuba, a nivel nacional e internacional, para garantizar el derecho humano a la vida, en primer término, para complementar la vida con el derecho a la salud, en forma gratuita, en segundo término, y para asegurar una calidad de vida como elemento indispensable del bienestar general de hombres, mujeres, niños, adultos y ancianos.

¿Destacarán las agencias de noticias el acontecimiento trascendente, casi inverosímil, de que en Cuba, que en 1959 contaba con unos 6 mil médicos, cuya mitad aproximadamente emigró a principios de la Revolución detrás de su clientela pudiente o los cofrades de clase, pero muy acuciados por la propaganda yanqui, en este mes de julio del 2012 se han graduado 5 315 médicos cubanos y 5 694 jóvenes que proceden de 59 países?

¿Pondrán en sus titulares que esta constituye la mayor graduación médica en la historia de Cuba?

¿Reflejarán el significado de que un país pequeño como Cuba y perteneciente al Tercer Mundo, en este curso 2011-2012, alcance una cifra total de graduados en Ciencias Médicas de 32 mil 171 profesionales, entre cubanos y extranjeros, en las carreras de Medicina, Estomatología, Psicología, Enfermería y Tecnología de la Salud?

¿Reflejarán es sus despachos las agencias trasnacionales de que entre estos graduados los hay también norteamericanos?

¿Añadirán las agencias, en demostración de una objetividad honrada, que profesores cubanos participan en la formación de más de 29 mil estudiantes en 8 países?

¿Acaso aportarán el dato de que Cuba cuenta con más de 43 mil profesores como valioso recurso académico para las actividades formativas de pre y posgrado?

Pero se podría añadir más, ya que entre los acontecimientos relevantes ignorados por la “gran prensa” y que nunca estará dispuesta a reconocer, está el hecho de que desde el triunfo de la Revolución en 1959 hasta el año 2010 se han graduado en Cuba más de 108 mil médicos.    

Pero en fin, lo reflejen o no las grandes agencias transnacionales de desinformación, la verdad está ahí, tozuda e imperturbable, desmoralizadora de mentirosos viles; Cuba sigue construyendo su futuro y el de otros pueblos, siendo fieles a las ideas del Che en el sentido de que “así debe estar siempre nuestra juventud: libre, discutiendo, intercambiando ideas, preocupada por lo que pasa en el mundo entero, abierta a la técnica de todo el mundo, recibiendo de todo el mundo lo que nos pueda dar, y siempre sensible a la lucha, a las desgracias, a las esperanzas de los pueblos oprimidos”.

Pues no es asunto para dudar por nadie de que se ha cumplido el presupuesto definido desde principios de la Revolución cubana, ya que las Universidades cubanas, desde hace años, están provistas del idóneo elemento humano, de una base funcional eficiente y de un “espíritu”, es decir, una actitud, una conciencia colectiva, una sensibilidad y una voluntad de servir a la cultura, a la Patria y al mundo.

Y es que lo que estaba por hacer, como parte de una historia trágica, está felizmente realizado hasta esta etapa de hoy, en que si bien se mira hacia atrás para ver el punto desde donde iniciamos la marcha, también se proyecta la visión hacia adelante, pues hay muchos caminos que recorrer en este mundo y hay millones de seres humanos que esperan una salvaguardia para sus vidas, la salud y el bienestar físico, mental, social y ambiental.

¿Acaso no son razones suficientes para no descansar hasta lograrlo plenamente?

*Médico cubano; Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

Imagen agregada RCBáez
HOY:
23 de Julio del 2012

Raúl: Es preciso superar viejos hábitos e imponer la exigencia y el rigor como norma de nuestra conducta cotidiana

23 Julio 2012 Cubadebate
Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del IX Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 23 de julio de 2012, “Año 54 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
raul-castro-en-la-anpp El General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del IX Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 23 de julio de 2012
Compañeras y compañeros:
Las últimas jornadas han sido intensas, el viernes 20 efectuamos una importante reunión del Consejo de Ministros con la participación de numerosos invitados y el domingo celebramos el Cuarto Pleno del Comité Central del Partido.
Por su parte, desde el pasado jueves se ha desarrollado la actividad parlamentaria previa al IX Período Ordinario de Sesiones de esta Asamblea Nacional, donde los diputados recibieron amplia información sobre los principales asuntos de nuestra actualidad y debatieron en las doce comisiones permanentes temarios exhaustivos que resumen la labor desarrollada en el transcurso del año en visitas a centros laborales, consejos populares, la participación en las asambleas locales del Poder Popular y el intercambio cotidiano con los electores acerca de los problemas más acuciantes del quehacer nacional.
Teniendo en cuenta lo anterior, no considero necesario extenderme en estas palabras y me referiré solamente a algunas cuestiones de mayor relevancia.
A pesar de las tensiones asociadas a la crisis económica y financiera global, los efectos del bloqueo norteamericano, a lo que se suman nuestras propias insuficiencias, podemos concluir que la economía nacional ha mostrado en el primer semestre un desempeño favorable.
El Producto Interno Bruto (el llamado P.I.B) creció un 2,1%, superior en dos décimas al de igual período del año pasado, a lo cual contribuyó el significativo incremento del comercio y las construcciones.
En sentido general, las actividades productivas fueron las que generaron el crecimiento de la economía, aunque en la agricultura el resultado todavía es discreto, no obstante haberse elevado la producción de arroz, leche y frijoles, sin llegar a las metas del plan. El incumplimiento en la producción de carne de cerdo y cítricos limitaron el ascenso de este  sector.
La zafra azucarera, si bien estuvo lastrada por atrasos, falta de organización y deficiente preparación de la industria, mantuvo la tendencia a su recuperación, creciendo en 17,1% la producción de azúcar.
Sin alcanzarse la cifra planificada de ingresos turísticos, en la primera mitad del año se logra un aumento del 5,8% de los visitantes extranjeros y una mejora de los indicadores principales en esta actividad.
Crecen, en mayor proporción que las importaciones, las exportaciones, tanto de bienes como de servicios, lo cual favorece la balanza comercial del país y el cumplimiento estricto de las obligaciones financieras vinculadas al proceso de reordenamiento de las deudas con los principales acreedores, contribuyendo al rescate gradual, pero sostenido, de la credibilidad de la economía cubana. No obstante, se ha mantenido una tensa situación en las finanzas externas, agravada por las restricciones en la obtención de nuevos financiamientos.
Se preserva el equilibrio financiero interno y, aunque insuficiente, se eleva la oferta a la población de materiales de la construcción en el primer semestre.
El presupuesto del Estado, como se informó, ha mostrado un comportamiento aceptable, por lo cual se estima concluir el año en los marcos del déficit aprobado.
En cumplimiento de los acuerdos del Sexto Congreso se ha venido desplegando el proceso de implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.  A la par de suprimir viejas prohibiciones y la flexibilización adicional del trabajo por cuenta propia, se ha entrado en una fase cualitativamente superior para la actualización del modelo económico con la elaboración y aprobación de la Proyección Estratégica de implementación para el período 2012-2015, con su correspondiente cronograma de aplicación integral y paulatina.
Al propio tiempo se  dieron los pasos iniciales para la conceptualización del modelo económico del país y se aprobaron por la Dirección del Partido y del Gobierno las políticas para encaminar el reordenamiento macroeconómico en las esferas crediticia, de precios mayoristas y minoristas, así como la política fiscal, en cuyo caso se ha avanzado hasta la promulgación en esta sesión del Parlamento de la nueva Ley Tributaria. También se han estudiado los principios fundamentales de la nueva política monetaria, todo lo cual sienta las bases para ejecutar las transformaciones más sustanciales del sistema económico de la nación.
En cuanto al restablecimiento de la disciplina en las finanzas internas y la recuperación del papel del contrato como elemento rector en las interrelaciones de los diferentes actores del escenario económico nacional, tal y como se recoge en el Lineamiento No. 10, puedo informarles que comenzamos a apreciar los primeros síntomas positivos, sin dejar de reconocer que es muy largo y laborioso el camino a recorrer.
Esta batalla, imprescindible para poner orden en la economía, solo se podrá ganar con las armas de la exigencia, el rigor y la sistematicidad de todos y cada uno de los dirigentes y funcionarios administrativos y empresariales y bajo el control permanente del Partido.
Por otra parte, fue aprobada la política para la creación experimental de cooperativas en actividades no agropecuarias, en correspondencia con el Lineamiento No. 25, previéndose la elaboración de una ley general de cooperativas luego de transcurrido un plazo prudencial de estos experimentos.
Igualmente se autorizó aplicar la fórmula de arrendamiento en los establecimientos de servicios gastronómicos, que cuentan con una plantilla de hasta cinco trabajadores, de modo similar a lo efectuado en su momento con otros servicios personales, como barberías, peluquerías, reparación de calzado, por solo citar algunos.
Esta decisión, junto a los experimentos ya mencionados de las cooperativas no agropecuarias, permitirán al Estado desentenderse de la administración de un conjunto de producciones y servicios de carácter secundario para concentrarse en el perfeccionamiento de la gestión de los medios fundamentales de producción que se mantendrán bajo la condición de empresa estatal socialista que, como expresa el Lineamiento No. 2, es la forma principal en la economía nacional.
Con ese propósito, se ha seleccionado un grupo de organizaciones empresariales para la realización de experimentos dirigidos a dotarlas de autonomía suficiente y amplias facultades en su gestión económica y financiera, estableciéndose un nuevo sistema de relaciones entre las empresas y el Estado. Esta experiencia, de gran complejidad y magnitud, facilitará la supresión de frenos existentes para el desarrollo de las fuerzas productivas en el sector estatal y el diseño y posterior aprobación de una nueva Ley de la empresa estatal socialista.
Asimismo se ha conformado un anteproyecto de Código del Trabajo con el objetivo de ajustar a las nuevas condiciones los derechos y deberes de los trabajadores, teniendo en cuenta la sostenida incorporación de fuerza laboral a las formas no estatales de gestión. Planificamos presentar este proyecto de Ley a la Asamblea Nacional en julio del próximo año, luego de que se discuta  profunda y democráticamente con los trabajadores y los sindicatos.
La creación de fórmulas que propicien la producción de alimentos ha sido también objeto de análisis en el marco de la implementación de los lineamientos. Con ese fin se adoptaron diversas medidas para eliminar las ataduras que restringen el funcionamiento y la gestión de las unidades básicas de producción cooperativa —conocidas por UBPC—, de modo que todas las formas de propiedad existentes en el campo cubano actúen en igualdad de condiciones.
Al mismo tiempo, se encuentra en fase de implantación la política para la comercialización de productos agropecuarios en las provincias de La Habana, Artemisa y Mayabeque, con el objetivo de facilitar el acceso directo al mercado de las diferentes formas productivas, beneficiándose en mayor grado de las ventas, a partir del rediseño de las arcaicas redes de distribución existentes.
A cuatro años de la entrada en vigor del Decreto-Ley 259 sobre la entrega de tierras ociosas en usufructo y teniendo en cuenta las experiencias acumuladas, en los próximos días se emitirá un nuevo Decreto-Ley en esta materia que, entre otros asuntos, ampliará hasta 67,10 hectáreas (5 caballerías) la entrega de tierras a usufructuarios que estén vinculados a granjas estatales, UBPC o Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA); autorizará la construcción de viviendas permanentes en calidad de bienhechurías y asegurará la continuidad del derecho de usufructo a familiares o personas que trabajan la tierra.
En medio de estos cambios se ha venido cumpliendo el principio de que la Revolución no dejará desamparado a ningún ciudadano imposibilitado de trabajar, prueba de ello son los 110 millones de pesos en subsidios asignados a personas naturales para realizar acciones constructivas en sus viviendas.
Asimismo, en cumplimiento de los lineamientos 249 y 250 fue elaborado un conjunto de medidas para la solución integral de los problemas que afectan a las familias cubanas en la cocción de alimentos,  partiendo de la premisa de no modificar la matriz energética nacional, basada en privilegiar la electricidad ante otros combustibles de uso doméstico, lo cual, sin duda alguna, resulta más racional para el país. Entre algunas de esas medidas se encuentra estabilizar la reparación y mantenimiento de los equipos eléctricos de cocción y la aplicación de políticas de precios y crediticias que favorezcan su reposición o la adquisición de medios más duraderos, de mayor calidad y de mejores prestaciones, incluyendo su producción nacional.
En paralelo se ha continuado el experimento en las provincias de Artemisa y Mayabeque para delimitar  las funciones entre las asambleas y los consejos de la administración provinciales y municipales, al tiempo que prosigue el perfeccionamiento de la estructura de los Organismos de la Administración Central del Estado, de modo que se dediquen a las funciones estatales que les corresponden y no interfieran en la gestión del sistema empresarial.
En el contexto de la actualización del modelo económico, se ha prestado especial atención a la preparación de los cuadros, habiéndose graduado más de 2 mil 500 en los diplomados en Administración Pública y en Dirección y Gestión Empresarial.
La implementación de los lineamientos incluye, además, la elaboración de las bases del programa de desarrollo económico y social del país a largo plazo.
Se trata, compañeras y compañeros, de que junto con la actualización del modelo económico dejemos de pensar (solo) en la supervivencia y pasemos a proyectar con racionalidad, profundidad y optimismo las principales líneas del desarrollo sostenible de la economía y los recursos e infraestructuras que se requerirán para ello.
Ustedes seguramente se han percatado en los diferentes informes presentados a esta Asamblea  y en mi propia intervención, de las recurrentes menciones al número de los lineamientos cuando se abordan aspectos relacionados con estos. Debo decirles que eso no es casual, tiene toda la intención de ir fijando en nuestras mentes la firme voluntad de hacerlos cumplir y no permitir que decisiones trascendentales para el futuro de la nación se conviertan una vez más en letra muerta.
No se nos puede olvidar que esos acuerdos son fruto de uno de los ejercicios democráticos más amplios y profundos que ha llevado a cabo la Revolución en consulta con el pueblo.
Estoy convencido de que también comprenderán que una tarea de tamaña envergadura no puede cumplirse en un clima de indisciplina, desorden e impunidad. Es preciso superar viejos hábitos e imponer la exigencia y el rigor como norma de nuestra conducta cotidiana. No hay que estar inventando nada nuevo, lo que se requiere es, sencillamente, que día a día nos exijamos a nosotros mismos y a los subordinados el estricto cumplimiento del deber en las tareas de cada uno.
Ello constituye una de las líneas principales de mi trabajo en los cargos de Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, como medio imprescindible para generar y consolidar el cambio de mentalidad que requiere el cumplimiento de los acuerdos del 6to Congreso y la Primera Conferencia Nacional del Partido.
Tampoco alcanzaremos el éxito si nos dejamos llevar por la improvisación y el apresuramiento.  No han faltado en el plano nacional y sobre todo en el exterior las apelaciones, no siempre bien intencionadas, para que aceleremos el ritmo de las transformaciones.
En un asunto de tanto alcance, del que depende el futuro socialista e independiente de la Patria, no habrá nunca espacio para los cantos de sirena que nos llaman al desmontaje inmediato del socialismo y con ello imponer a la población las denominadas terapias de choque, o lo que es lo mismo, poner en peligro la estabilidad de la nación y la indestructible unidad del pueblo en torno al Partido y la Revolución.
Proseguiremos avanzando con decisión, serenidad y audacia, sin prisas, pero sin pausas, evitando cometer errores de significación estratégica.
En las dos últimas intervenciones ante este Parlamento abordé la actualización de la política migratoria, cuestión que no ha sido relegada en lo más mínimo, por el contrario, hemos continuado profundizando para su gradual flexibilización, teniendo en cuenta los efectos asociados y el escenario internacional.
Hoy ratifico la voluntad de la dirección del Partido y el Estado de acometer la reformulación de las normativas vigentes en esta esfera y proceder a su paulatina aplicación.
En el orden internacional también hemos tenido una fecunda actividad.  Conservo frescas en la memoria las impresiones de las recientes visitas oficiales a China y Vietnam, en las que constatamos el excelente nivel de nuestros vínculos bilaterales y la disposición para continuar reforzándolos en todos los campos.  La ocasión fue propicia además para continuar el intercambio de experiencias acerca de la construcción del socialismo, partiendo de las características propias de cada país.
Posteriormente realizamos una visita de trabajo a la Federación de Rusia, que nos permitió pasar revista a las tradicionales relaciones de amistad entre ambas naciones y plantearnos nuevos propósitos para su  fortalecimiento ulterior.
Unos días antes, habíamos asistido a la Conferencia sobre Cambio Climático en Río de Janeiro, veinte años después de la primera, donde se produjo la vibrante intervención del líder de nuestra Revolución, el compañero Fidel, advirtiendo del peligro de extinción de la especie humana, denunciando las causas y aportando soluciones.
En esta oportunidad nos reunimos con la presidenta de Brasil Dilma Roussef, a quien reiteramos la  satisfacción y gratitud por el magnífico estado de las relaciones bilaterales, sus perspectivas de desarrollo y abordamos la crisis económica global.
En la Conferencia de Cambio Climático fue evidente que apenas nada se ha hecho para contenerlo, debido a la falta de voluntad política de los países industrializados.  Los patrones de producción y consumo hoy prevalecientes en esas sociedades son aun más insostenibles mientras se acelera la destrucción de las condiciones indispensables para la vida en el planeta.
Al propio tiempo, no hay indicio alguno de que la profunda crisis económica global, resultado del egoísmo y de la injusticia, esté en camino de resolverse.  Las fórmulas aplicadas por los gobiernos de los principales centros económicos giran todas en torno a la salvación de las clases privilegiadas a la vez que se descargan sus terribles consecuencias sociales sobre los trabajadores, los desempleados, las minorías y los inmigrantes.
Fruto de la política de principios de la Revolución y de su trayectoria de solidaridad y amistad con los pueblos del mundo, se amplían y enriquecen nuestros lazos con países de todos los continentes.
Nunca antes había sido más repudiada la política de hostilidad, guerra económica y subversión de los Estados Unidos contra Cuba.  A los reclamos reiterados y abrumadoramente mayoritarios de la ONU para que se ponga fin al bloqueo, se suma la posición unánime de América Latina y el Caribe, expresada con extraordinaria fuerza y unidad en la llamada Cumbre de las Américas, efectuada en la ciudad de Cartagena, en Colombia.
Los acontecimientos más recientes acaecidos en el norte de África y el Medio Oriente demuestran que el gobierno de los Estados Unidos, con el concurso de sus aliados europeos, promueve sin ningún disimulo el derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos, para lo que arma, financia y entrena a grupos opositores, sin dejar de recurrir a mercenarios.
Hace pocos días, la firme oposición de Rusia y China cerró el paso a un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que abriría el camino a una agresión militar contra Siria.  Hemos apoyado, y lo reafirmamos hoy, el derecho del pueblo sirio al pleno ejercicio de la autodeterminación y la soberanía, sin injerencia ni intervención extranjera.
Deben cesar la violencia, las masacres y actos terroristas que cobran vidas inocentes, el trasiego de armas y dinero a los grupos insurgentes y la manipulación mediática con fines políticos.
En nuestra región, Estados Unidos conspira con las oligarquías nacionales contra los gobiernos progresistas, comprometidos con los legítimos reclamos de justicia social y de soberanía sobre los recursos naturales.  El reciente golpe de Estado parlamentario en Paraguay evidencia que esta tendencia continúa, aunque se añadan otras modalidades a los clásicos golpes militares del pasado.
Contra la Revolución Bolivariana no dejan de fraguarse planes de desestabilización con motivo de las próximas elecciones.  Aprovecho la ocasión para en nombre del pueblo cubano testimoniar nuestra inconmovible solidaridad y apoyo a la patria de Bolívar y al hermano presidente Hugo Chávez Frías (Aplausos).
También se conspira contra Cuba.  Estados Unidos no cesa en el afán de formar su quinta-columna en suelo patrio y en el empleo de novedosas tecnologías con fines subversivos.
Crece la persecución de las transacciones financieras y el despojo de activos cubanos como hicieron hace poco con la marca Havana Club y se incrementan las campañas propagandísticas contra la Revolución, cuyo último ejemplo es el desproporcionado tratamiento mediático y la tergiversación del ya controlado brote de cólera en la provincia Granma, para desprestigiar el sistema de salud cubano y sus logros, reconocidos a nivel mundial.
En consonancia con los preceptos de la política de cuadros acordada en el 6to Congreso y la Primera Conferencia Nacional del Partido, desde hoy una mujer, representante de la generación nacida después del triunfo revolucionario, ha sido elegida como Vicepresidenta de nuestro Parlamento, me refiero a la compañera Ana María Mari Machado, miembro del Comité Central y Diputada a esta Asamblea, quien se desempeñaba como Vicepresidenta del Tribunal Supremo Popular.
Ana María sustituye en esta responsabilidad al compañero Jaime Crombet, el que solicitó la renuncia por razones de salud y atesora una brillante hoja de servicios a la Revolución, desde sus años de estudiante universitario, primero en la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), la Asociación de Jóvenes Rebeldes y luego en la Unión de Jóvenes Comunistas, organización donde mantuvo una trayectoria ascendente hasta ocupar el cargo de Primer Secretario de su Comité Nacional y Jefe de la Columna Juvenil del Centenario.
Desempeñó importantes responsabilidades partidistas, como Primer Secretario del Comité Provincial en La Habana y Pinar del Río, representante del Partido y Embajador de Cuba en Angola y miembro del Comité Central y de su Secretariado.  En su condición de Jefe de la Sección Política del Frente Norte de Angola, participó en las acciones de ese mando militar contra las fuerzas intervencionistas del dictador Mobutu de la entonces República de Zaire.
En la esfera gubernamental ejerció como Vicepresidente del Consejo de Ministros.
En consideración a sus relevantes méritos, cualidades personales y el profundo conocimiento del sistema de órganos del Poder Popular, el compañero Jaime trabajará conmigo en la atención a la comisión que elaborará el proyecto de modificaciones a introducir en la Constitución de la República, en cumplimiento de los acuerdos del 6to Congreso del Partido.
Pocas horas nos separan de la conmemoración en Guantánamo del 59 aniversario del asalto a los cuarteles “Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes”.  Al igual que entonces, son muchos los retos que tenemos por delante, pero también lo son las energías y la disposición, en este caso de todo un pueblo, para superarlos, bajo la dirección de su único Partido, con la misma valentía y optimismo de nuestros Cinco Héroes, a quienes enviamos un caluroso y fraternal abrazo.
Eso es todo por ahora.
Muchas gracias (Aplausos).


25 (18) de Julio del 2012

Carta de Fidel Castro a Hugo Chávez

25 Julio 2012 Cubadebate
Querido Hugo, te escuché hoy por la tarde cuando hablaste en Guárico, sorpresa total, pensé que lo harías en Barinas, buena táctica, el factor sorpresa desconcierta a la alianza, nada subestimable, de yanquis y oligarcas en Venezuela.
Supe así, por esa vía, que dentro de 10 días cumplirás 58 años. Tenía alguna duda sobre el número exacto que sumarías en esa fecha, pensaba que tal vez era 59, de todas formas ese día no te felicitaré por tu 58° aniversario, ya que desde ahora mismo lo hago con el invariable y sincero afecto de siempre.
Creo que yo era ya viejo cuando hice algunas cosas que muchas personas atribuían simplemente a mi juventud. Ciertamente es una vergüenza que hubiera perdido tanto tiempo cuando terminé el bachillerato, al que se le añadió un año más hasta sumar doce, había cumplido ya 19 y no tenía ni siquiera nociones de la disciplina y experiencia militar. Tú en cambio te habías graduado como oficial de la Academia Militar.
Menos mal que los mediocres políticos burgueses de Venezuela admitían que un ciudadano, a pesar de su condición social y origen étnico, podía ser guardián del orden oligárquico, confiaban que el dinero, los honores y el interés personal prevalecerían en la institución militar de un país latinoamericano.
Durante casi 200 años congelaron los sueños del Libertador, que esta vez volvieron a tener vigencia plena sólo 210 años después y cuando ya el más poderoso imperio era dueño del mundo.
Veintiséis años tenía yo cuando el golpe militar proyanqui de Batista, partiendo sólo de ideas invertí un año, cuatro meses y 16 días en organizar, entrenar y armar a los jóvenes patriotas que atacaron los cuarteles de Santiago de Cuba y de Bayamo.
Cuando tú tenías la misma edad poseías ya un nivel de conocimientos militares y políticos en especial los que emanaban de las ideas de Miranda, de Bolívar y de toda una generación de patriotas que escribieron una de las más brillantes historias del planeta en pro de la libertad y la justicia para los pueblos oprimidos.
Me asombra como aún hoy seguimos aprendiendo de ellos, especialmente tú que representas al pueblo bolivariano en este instante singular de su historia. 58 años no es nada, Hugo, yo que tengo casi 28 años más he vivido una parte importante de los últimos 100 años pueda dar fe de lo que significa el tiempo en esta época.
Honor especial merece el pueblo venezolano por su inmensa capacidad de comprender la hazaña que junto a ti lleva a cabo. No importa que mis mensajes se acumulen, algún día quizás tengan determinado valor como testimonio de esta época singular que ambos pueblos, me atrevería a decir nuestro único pueblo, el de Bolívar y Martí, está viviendo.
¡Hasta la victoria Siempre!
Fidel Castro
18 de julio de 2012
9:14 PM
(Tomado de Página web del gobierno de Venezuela)

"Los CINCO"
Diez años de injusticia (final)-(de Granma)
Preguntas, respuestas
“Ningún país debe castigar a los hijos de otro pueblo por las mismas razones que harían héroes a los hijos suyos”, afirma René González Sehewerert
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Francis_mexidor@granma.cip.cu
Posee letra de rasgos grandes y legibles. René González Sehewerert no dudó en escribir una extensa carta en respuesta a múltiples interrogantes sobre el ambiente que ha rodeado el caso de los Cinco antiterroristas cubanos, encarcelados en Estados Unidos. Fue en el año 2004. Tiene la virtud de ser un excelente cronista. "Hemos sido premiados con una historia especial", dijo. Es cierto. Fragmentos de esa misiva se han publicado. Granma los reproduce por su vigencia, en el instante en que hemos intentado resumir diez años de injusticia.
¿Por qué te consideras inocente?
"(...) Porque ningún país debe castigar a los hijos de otro pueblo por las mismas razones que harían héroes a los hijos suyos".
¿Por qué crees necesaria la presencia de hombres como tú en un sitio como aquel?
"Hay que mantener a Cuba a salvo del elemento que está hundiendo a Miami".
¿Qué debe saber el pueblo de Estados Unidos?
"Que está, sin saberlo, siguiendo los pasos de la Alemania del Tercer Reich; con la diferencia de que en esta ocasión las consecuencias pueden ser infinitamente peores. Yo les deseo de todo corazón que despierten antes de que sea demasiado tarde. Algunos lo están haciendo".
¿Qué caracteriza a los personajes que se dedican al terrorismo contra Cuba?
"Son una especie en extinción, por suerte, minoritaria, que solo se representa a sí misma; arrogándose una representación que nadie les ha dado con su poder económico y los trucos sucios aprendidos de la CIA, aplicados a la política local de Miami.
"Aunque se disfrazan de todo no son nada: son demasiado calculadores para ser fanáticos. Son demasiado resentidos para ser cristianos. Son demasiado cobardes para ser patriotas. Son demasiado cómodos para ser combatientes. Son demasiado odiadores para ser inteligentes. Son demasiado egoístas para ser demócratas. Son demasiado plattistas para ser cubanos.
"Son unos parásitos patéticos adheridos a la cola de un elefante del que creen ser la cabeza; y se resisten a aceptar que el elefante solo se acuerde de la cola para espantar moscas".
¿Por qué esa mentalidad tan enfermiza?
"Todo comienza con el plattismo. Esta gente creció despreciando a su propio pueblo a través del Llanero Solitario, Superman y todos esos personajes que les enseñaron, metódicamente, que el que se metía con los americanos estaba destinado a la derrota. Ninguna película les enseñó que un grupito de barbudos ahí, para colmo latinos y guajiros, pudieran resistir multiplicados en su pueblo, los embates del gigante norteño.
"Así que se unieron al ganador seguro, a quien además les unía la comunidad de intereses económicos afectada por las primeras medidas revolucionarias. Los americanos no se dejarían arrebatar a Cuba por los cubanos y, al recuperarla, les devolverían su parte.
"Lo que sigue es un reciclaje de aquel odio inicial, multiplicado ante cada fracaso y esperanza perdida. Luego descubrieron que el odio también puede convertirse en dólares si se administra bien, se provee en abundancia y se convierte luego en votos electorales.
"Los votos electorales se convierten en puestos políticos locales, que a su vez terminan materializados en contratos fraudulentos en que se reparte el dinero recaudado por los impuestos, del que luego se utiliza una parte para seguir alimentando el odio en la radio y la televisión, llevando a los ancianos nostálgicos a las urnas para perpetuar el círculo (¼ ) décadas de tal práctica han terminado en esa mentalidad enfermiza".
¿Qué credibilidad tienen en Miami?
"Si la credibilidad tuviera algún peso en la política norteamericana Juan Miguel González habría sido aclamado presidente a su llegada a Washington. En cualquier caso Bush no sería el inquilino de la Casa Blanca bajo cualquier patrón de credibilidad que se decidiera aplicar.
"La actitud mayoritaria del norteamericano medio, expresada en las urnas, es la apatía hacia la política. Este fenómeno se acentúa en Miami donde la política es aún más desprestigiada.
"Eso, en mi opinión, más que un fracaso del sistema es parte de su diseño. Mientras más gente desencantada o por las nubes, mayor la abstención electoral y menor la cantidad de electores potenciales a manipular.
"La mayor parte de los cubanos —y ni qué hablar de los de otras nacionalidades— saben que todo ese estamento terrorista politiquero está lleno de bandidos, pero optan por la abstención y prefieren no complicarse la vida. Hay un grupo creciente de cubanos que están tomando partido en contra de todo eso, pero todavía siguen siendo minoría al oponerse a la maquinaria que se desata en apoyo de ese establecimiento.
"No olvides que estamos hablando de todas las estaciones de radio y televisión en función de sus campañas, a lo que se suma la presión de los empresarios más poderosos y un río de dinero, todo para decidir con un par de miles de votos una elección en la que participa el 15% del padrón electoral".
¿Qué opinión te merece el sistema legal de Estados Unidos?
"Aquí (...) van algunas consideraciones de esta víctima orgullosa: Primero, (...) el sistema legal norteamericano (...) es una patética parodia de justicia (...) que está diseñado para mantener cada cosa, precisamente, en el sitio en que la ha puesto el sistema de libre mercado.
"Algún día la humanidad deberá saber a qué clase de aparato perverso se enfrentó el planeta desde que los cristianizados peregrinos lanzaron su primera ‘guerra preventiva’ contra los aborígenes norteamericanos. El sistema legal ha sido un pilar de tal aparato.
"El que hizo la ley hizo la trampa. Este sistema se levantó sobre la endeble piedra de la hipocresía. ¿El primer ejemplo? El haber puesto en la Constitución que todos los hombres son iguales y al mismo tiempo haber mantenido, por casi cien años más, a una buena parte en la esclavitud en razón del color de su piel.
"Los casos políticos más conocidos como el de Sacco y Vanzetti o el de los Rosenberg, son representativos de una historia legal fuera del alcance de la opinión pública que es bastante extensa".
¿Y con respecto a Cuba?
"(...) ¿Cómo olvidarse de Cuba? La utilización del sistema legal norteamericano como un arma más contra la Revolución tiene un sitial de honor en los anales de la infamia de todos los tiempos. Algunos casos que recuerdo: el de Leonel Macías, el individuo que tras asesinar a un oficial de la Marina cubana fue liberado de cargos por el juez Lawrence King, aduciendo que no había pruebas.
"Los asesinos de Orlando Letelier, seis años de prisión por participar en la voladura de un automóvil, hecho en el que perecieron también otras dos personas.
"El caso de Rodolfo Frómeta, la fiscalía le ofreció solo un año de prisión domiciliaria por delitos de terrorismo.
"Los fiscales saben cómo hacer un mal caso para perderlo y aquí van dos ejemplos: el secuestro de un avión a Tampa, tres individuos pusieron un cuchillo al cuello del piloto del pequeño avión de turismo, que tuvo que amarizar por falta de gasolina al oeste de Tampa.
"El abogado de los secuestradores Ralph Fernández, un mafioso que antes había sido fiscal, interrogó a la víctima acerca de la presencia del diplomático cubano que lógicamente le acompañaba para revolver en el jurado los prejuicios sobre la supuesta vigilancia a que lo tendría sometido la Seguridad del Estado a través del diplomático. Ningún fiscal con deseos de ganar el juicio hubiera aceptado tal línea de cuestionamiento.
"El caso de Isla Margarita: tres mercenarios de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) fueron interceptados por el Coast Guard en ruta a Isla Margarita, donde atentarían contra Fidel durante la VII Cumbre Iberoamericana, en 1997. Obviamente, la línea de defensa fue el gastado cuento de que iban a buscar a algún desertor de la comitiva cubana, tal y como explicarían años después la presencia de tres terroristas en Panamá con varias libras de explosivos.
"Pero, ¿cómo explicar la presencia en el barco de fusiles de alta potencia, diseñados para asesinar a largas distancias? La teoría fue que era para defenderse, debido a que el Gobierno cubano acostumbraba a hundir barcos civiles desarmados. Para apoyarlo llevaron como testigo a uno de los que se robara el remolcador 13 de Marzo, quien describió su versión de cómo habían sido hundidos por lanchas torpederas cubanas. Un testimonio tan irrelevante como ese no hubiera pasado el veto de una fiscalía dispuesta a ganar su caso".
¿Tu familia?
"Mi familia es mi fuente de valor. (...) Por mi familia entró la Revolución a nuestras vidas. (...) Mis padres me enseñaron la fuerza de la virtud y la honradez.(...) Luego vino la familia que formé con Olguita, que ha terminado por darme tres mujeres.(...) Yo estoy muy orgulloso de mi esposa y de mis hijas".
¿Tu corazón?
"Mi corazón late al compás de mi Cuba. De nuestra Cuba. Mi corazón brinca de alegría con cada éxito y sangra con cada revés, se duele de cada error, se revuelca de indignación ante cada calumnia y se regocija en cada acierto.
"Él me dice que hemos sido premiados con una historia especial; que nos ha puesto a la cabeza de un mundo cuyos principales poderes, aferrados a una mentalidad prehistórica, se empeñan en detener. En Cuba late, en estado embrionario, el corazón de un mundo por venir. Y con ese corazón late el mío, que pongo a disposición de nuestra Patria y de ese mundo, hasta que deje de latir".

Diez años de injusticia (I)
El comienzo
Diez años de injusticia (II)
El “Chu”
Diez años de injusticia (III)
El dilema de los 164
Diez años de injusticia (IV)

La farsa

Diez años de injusticia (V)
Bajo presión

Diez años de injusticia (VI)
Inocencia condenada
Diez años de injusticia (VII)
Quinteto de gigantes
Diez años de injusticia (VIII)
Casos, cosas y diferencias



Diez años de injusticia (IV)
La farsa
Duró casi siete meses, pero el jurado de Miami solo necesitó para deliberar breves espacios de tiempo. En apenas cuatro días declaró a los Cinco culpables de cada uno de los 26 cargos de la acusación
DEISY FRANCIS MEXIDOR Francis_mexidor@granma.cip.cu
¿Dónde estuvieron los medios de prensa norteamericanos durante los casi siete meses que duró el juicio contra los Cinco? La pregunta aún continúa sin respuesta al cabo de ocho años.
No solo fue este uno de los juicios más largo en Estados Unidos en el momento que tuvo lugar, sino también fue un caso que involucró importantes asuntos de política exterior y terrorismo internacional, en el que comparecieron 74 testigos (43 por la fiscalía y 31 por la defensa), entre ellos generales, un almirante, así como un asesor de la Casa Blanca, quienes coincidieron en que Cuba no constituía una amenaza militar para ese país, sino que únicamente estaba interesada en conocer lo necesario para defenderse de la amenaza de ataque por parte de EE.UU. o de mercenarios radicados en ese territorio.
El proceso legal contra Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González se inició en el otoño del 2000 y terminó en junio del 2001. Se necesitaron 119 volúmenes de transcripciones y 15 de narraciones de hechos previos, cajas de documentos de prueba¼ un registro enorme y exhaustivo. Lo que sin duda resultó un suceso para grandes titulares, se mantuvo en secreto y lo cubrió solo la prensa local de Miami.
DE VIOLACIONES SE HABLA
Se conoce que los acusados fueron detenidos violentamente sin previa notificación, encarcelados durante largo tiempo antes del inicio del juicio y sometidos a castigos penitenciarios sin haber violado ninguna norma del sistema carcelario.
Además, hubo una clara manipulación de las pruebas, transgrediéndose el principio del "discovery", que obliga a que las evidencias que posea o pretenda presentar una u otra parte para valerse de ellas en la audiencia, deben ser comunicadas a la otra parte y puestas a su disposición para su conocimiento y examen.
Sin embargo, en el caso de los Cinco la defensa se vio constantemente limitada en su derecho de disponer libremente de la documentación considerada como evidencia, para su estudio y análisis, dado que fue clasificada bajo la Ley de Procedimiento de Información Clasificada (CIPA), hecho inexplicable ya que a los encausados no se les ocupó ni un solo texto de interés para ser tutelado por la CIPA.
Por otra parte, la manipulación de los testigos, debido a las presiones que ejerció sobre ellos la Fiscalía, fue atroz, dificultando unas veces e impidiendo otras, que se pusieran de manifiesto ante el jurado y la Corte, hechos e informaciones que pudieran constituir evidencias favorables a la defensa de los acusados.
‘"Cuando nuestro juicio estaba a punto de comenzar, uno de los abogados de la defensa nos advirtió sobre la posibilidad de que los agentes del FBI mintieran en el estrado de los testigos: ‘Ellos podrán pensar que es lo más patriótico’, nos dijo el abogado. Nosotros, a pesar de que conocemos el ambiente de Miami, nos negamos a creerlo hasta que la verdad nos abrió los ojos. Otro de los abogados lo resumió en una frase más simple: ‘Cuando un testigo de la Fiscalía jura en el estrado, está recibiendo una licencia para mentir"’, escribió en una carta René González Sehwerert a esta reportera.
Más adelante comentaba: "Durante nuestro juicio llegamos a pensar que los fiscales tendrían una oficina dedicada solo a preparar trampas y a manipular el sistema. Yo no pudiera imaginarme cuántos volúmenes habrán dedicado los abogados de este gobierno en estudiar al milímetro todo... ".
LO QUE TUVO LA FISCALÍA
Lo que la Fiscalía poseía eran evidencias de que uno de los Cinco, Antonio Guerrero, había trabajado durante cinco años como empleado de mantenimiento en la base de entrenamiento de la Marina en Boca Chica, en el sur de la Florida.
Esa instalación estaba completamente abierta al público, e incluso tenía un área de observación especial apartada para permitir que las personas tomaran fotografías de los aviones en las pistas de aterrizaje.
Durante la estancia de Tony allí, nunca solicitó un certificado de confianza, ni tuvo acceso a áreas restringidas, y mucho menos intentó penetrar en ninguna de ellas. A pesar de intensas acciones de intimidación por parte de la Fiscalía, algunos de sus compañeros de trabajo testificaron que "era una persona normal, buen trabajador y sociable, que no mostró interés particular alguno por las áreas de seguridad". De hecho, mientras el FBI lo mantuvo bajo vigilancia durante dos años antes de las detenciones, ninguno de los agentes ofreció testimonio sobre algún acto indebido de su parte.
Además, si bien el gobierno había confiscado miles de páginas de documentos de los Cinco en el momento de su arresto, faltaba el elemento común de todos los casos de espionaje: el material clasificado, y a ellos no se les encontró ni una sola página relacionada con información de seguridad nacional.
ANÉCDOTAS EN LA SALA
Para comprender cómo se desarrolló el juicio de los Cinco, el propio René relataba en su misiva: "Los fiscales preparan minuciosamente a sus testigos para mentir con la misma impunidad con que lo hacen ellos mismos ... En nuestro propio caso, del mar de mentiras en que se hundió la justicia, sobresalió la de un testigo que fue llevado para identificar en una grabación la voz de uno de los pilotos de Hermanos al Rescate que, según todo el resto de la evidencia, era imposible que hubiera podido hablar a esa hora porque... ¡ya estaba muerto! La explicación desenfadada de la fiscal ante tal barbaridad: ‘Bueno, su señoría, el jurado es libre de creer la versión que desee’.
"Otro ejemplo que me viene a la mente en nuestro caso. Los fiscales me querían achacar la autoría de una carta que sencillamente no había escrito yo, y según las pruebas de laboratorio del propio FBI, la impresión de mi computadora no se correspondía con la de la carta.
"Pues bien, el fiscal se paró en sus argumentos finales y dijo que eso no importaba, que la carta la había hecho yo con mi computadora y que de todas nuestras computadoras ocupadas por ellos, la mía era la única que podía haberlo hecho.
"Lo peor es que durante el juicio nadie se había molestado en presentar evidencia en relación con nuestros tipos de computadoras. El asunto sencillamente no se había abordado en todo el juicio y todo lo que había era un peritaje del FBI desechando mi computadora como fuente de la carta.
"Pero eso no importó. El señor simplemente se paró ante el jurado y le envió un mensaje: ‘La evidencia del FBI dice una cosa pero yo, que soy el fiscal, les estoy diciendo ahora’. El tipo tenía la más absoluta seguridad de que su sola palabra anularía ni más ni menos que un peritaje del FBI."
PREJUICIADA RETÓRICA
El acta de acusación contenía 26 cargos independientes, cada uno de los cuales inculpaba a uno o más de los Cinco de delitos específicos. La mayor parte eran hechos menores vinculados con el uso de falsa identidad. No obstante, los más graves, que aludían a espionaje y asesinato, conllevarían sentencias de cadena perpetua.
Pero el acta no incriminaba a los Cinco cubanos de cometer dichos crímenes, sino de conspirar para cometerlos. Hecho que le dio margen a la Fiscalía para no tener que probar realmente que alguno de los implicados había realizado verdaderamente espionaje o cometido asesinato, o que incluso estos delitos habían ocurrido en realidad. Todo estaba pensado. Los Cinco se convertían en rehenes del odio irracional del imperio contra Cuba.
El martes 29 de mayo del 2001, a las 9:40 a.m., se inició la primera jornada de los alegatos finales de las partes en este juicio. El informe conclusivo de la Fiscalía fue un arma premeditadamente utilizada para suplir la falta de evidencias en favor de una acusación insostenible. El fiscal, en su último argumento ante el jurado, apeló a la falsa y prejuiciada retórica del gobierno contra los Cinco, afirmando, no menos de tres veces, que los acusados habían ido a Norteamérica "con el fin de destruir a Estados Unidos".
En un periodo de casi siete meses, el jurado de Miami solamente deliberó por breves espacios de tiempo durante cuatro días sin siquiera enviar una sola nota o expresar alguna duda ante el tribunal, y procedió a declarar a los cinco detenidos culpables de cada uno de los 26 cargos de la acusación. No hizo ni una sola pregunta acerca de los complejos principios legales involucrados y no hizo ni una sola solicitud de revisión de ninguno de los testimonios.
El doctor Rodolfo Dávalos ha dicho: "No quedaba nada de la ‘presunción de inocencia’ cuando encadenados como esclavos, pero más libres de conciencia que sus juzgadores, se pusieron de pie e irguieron su frente ...para recibir de aquel jurado temeroso y amañado, el injusto e ilegal veredicto de culpabilidad. Antes de ese veredicto eran inocentes, jurídicamente hablando, y como tal debieron ser tratados. Después lo siguen siendo, porque un fallo injusto no torna en crimen la inocencia".


Aniversario 50 
La Historia me Absolverá, un arma de ideas
MARTA ROJAS
La Historia me Absolverá es una obra fundadora, aunque nacida en los albores de la segunda mitad del siglo XX. Tan importante como eso fue el pronunciamiento, en oratoria improvisada ante el Tribunal que juzgaba a su autor, el joven letrado Fidel Castro Ruz, el 16 de octubre de 1953, en una pequeña sala de la Escuela de Enfermeras del Hospital Civil de Santiago de Cuba. Su medida crece y se proyecta con la reconstrucción del alegato de autodefensa por él mismo. Autodefensa de la causa que lideró y cuyo epicentro fue el asalto al Moncada el 26 de Julio de aquel mismo año. Pero, además, La Historia me Absolverá se convirtió en el vehículo más efectivo para lograr reagrupar a aquellos jóvenes comprometidos en la organización del movimiento revolucionario, históricamente conocido como de La Generación del Centenario, que no pudieron participar en los asaltos a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, y Moncada, de Santiago de Cuba. Otro mérito extraordinario de La Historia me Absolverá, fue el de sumar adeptos para la causa revolucionaria. Su propia edición y distribución clandestina coadyuvó a ello decisivamente.
Sin embargo, enumerados estos méritos y resultados prácticos inmediatos de La Historia me Absolverá, en el periodo más crucial para los revolucionarios y en particular para Fidel, que entonces cumplía su condena en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, es imprescindible mencionar algunos de los elementos políticos, sociales e ideológicos y de denuncia de los crímenes del Moncada, todo lo cual convierte a este libro, pequeño en su paginación, en una obra grande por su contenido.
Qué decir de la proyección del Programa de la Revolución expresado en el alegato del cual se cumplen hoy 50 años. Aunque las circunstancias políticas de Cuba y del mundo eran diferentes, este Programa se hizo realidad y fue trascendido en los primeros años de la Revolución. Incluso las bases para desarrollar un programa socialista estaban enunciadas en La Historia me Absolverá —como tácticamente era posible hacerlo entonces—, época de "cacería de brujas" y anticomunismo a ultranza. Allí se define qué es pueblo, si de lucha se trata, y la sola definición que daba en su alegato el doctor Fidel Castro sobre el pueblo irredento, es más que un punto de partida, una idea objetiva, de larga visión sobre quienes podrían hacer triunfar una revolución social que cambiara, de raíz, las estructuras económicas y sociales, en nuestras condiciones.
En numerosas alusiones a La Historia me Absolverá durante este año de celebración del aniversario 50 del inicio de la gesta, que continuó realmente la iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en 1868, se mencionan con objetividad eventos consagrados por la Revolución cubana en sus 43 años de vida, tales como los relacionados con la educación —en La Historia me Absolverá, léase necesidad de la Reforma Integral de la Enseñanza—, la salud pública, la industrialización del país, el turismo, la solidaridad con América Latina, las nacionalizaciones, así como otros fundamentales.
Enumerar el grupo de leyes revolucionarias que hubiera puesto en práctica la Revolución de haber triunfado entonces, no es el límite del valor de La Historia me Absolverá. En el aniversario 50 del Moncada nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, dedicó parte de su discurso a recordar algo que tiene una vigencia trascendental, no solo para Cuba sino para todos los países del Tercer Mundo en la hora que vivimos. No hay que hacer un gran esfuerzo para ver retratado en ese fragmento del alegato, al FMI, la presunta ALCA y compañía.
El énfasis en la confianza que tuvo Fidel en su pueblo, fue expresado y luego escrito con emoción en páginas de La Historia me Absolverá. El autor se sintió ofendido con sobrada razón, por el hecho de que los fabricantes de mentiras propalaron que el pueblo no secundó el movimiento: "Nunca había oído una afirmación tan ingenua, y, al propio tiempo, tan llena de mala fe. Pretenden evidenciar con ello la sumisión y cobardía del pueblo; poco falta para que digan que respalda a la dictadura, y no saben cuánto ofenden con ello a los bravos orientales".
Habría que tener muy presente siempre y más un día tan especial como el de hoy, la importancia que el autor de La Historia me Absolverá le dio a la publicación de su alegato impresionante pronunciado en la pequeña salita de estudio de las enfermeras. Se trataba de romper de una vez y por todas la conjura del silencio, que mediante la censura de prensa, la ley de Orden Público, y todas las mordazas posibles que la maquinaria de la dictadura puso en práctica, en contra del conocimiento de la verdad sobre los crímenes cometidos el 26 de Julio, y en días sucesivos, contra los asaltantes y de igual modo los verdaderos postulados de la revolución a la cual los heroicos combatientes aspiraban. También se habría de publicar sin medias tintas que los "moncadistas" no habían recibido dinero a manos llenas de nadie —ni un centavo—, sino que humildemente la acción la habían costeado los propios combatientes. Ratificaba la autoría intelectual de José Martí, proclamada por él en el juicio de la Audiencia, en septiembre.
De esa conjura del silencio y la malintencionada tergiversación de los hechos del Moncada, no se excluían personeros de los partidos políticos de la oposición, que aspiraban a regresar al poder.
Ese silencio, y el aluvión de mentiras lo impele a que, ya juzgado y condenado, Fidel se diera a la tarea en muy difíciles condiciones, de la reconstrucción del alegato con el cual, a mi juicio, se iniciaba una batalla de ideas tan difícil como efectiva, en medio de las mayores dificultades: Se basaba, en primer lugar, en decir y reiterar la verdad y nada más que la verdad y hacerla circular. Basten mencionar unas cuantas líneas de las cartas que el prisionero Fidel Castro envía a sus compañeras de lucha Haydée Santamaría y Melba Hernández, con instrucciones precisas sobre la publicación de su alegato, una vez que ellas cumplieron su condena en la cárcel de mujeres de Guanajay:
Les escribe sobre: "Un folleto de importancia decisiva por su contenido ideológico y sus tremendas acusaciones al que quiero que le presten la mayor atención. Les dice: "...No se puede abandonar un momento la propaganda porque es el alma de toda lucha. La nuestra debe tener su estilo propio y ajustarse a las circunstancias". Les recomienda: "Deben tomarse las medidas de precaución para que no descubran ningún depósito ni detengan a nadie, actuando con el mismo cuidado y discreción que si se tratase de armas". Precisa: "Lo que fue sedimentado con sangre debe ser edificado con ideas". Les insiste: "La importancia del mismo (La Historia me Absolverá) es decisiva, ahí está contenido el programa de la ideología nuestra sin la cual no es posible pensar en nada grande".
En razón de la fecha y para terminar me permito transcribir textualmente algunas de las notas que tomé de las escenas finales aquel día histórico, viernes 16 de octubre de 1953 en que el doctor Fidel Castro Ruz pronunció el alegado, convertido en la obra imperecedera:
"El acusado doctor Fidel Castro no ha hecho ni un alto en su informe, a veces alza la voz, y él mismo se contiene, en instantes se inclina sobre la mesita (que tiene de frente) y casi habla en secreto, a medida que habla, improvisando siempre, hay más silencio en el recinto, no se escucha ningún otro sonido más que su voz pausada, como si conversara con todos, mira fijo al tribunal que lo atiende con gusto. El Ministerio Público (Fiscal) a veces parece querer incorporarse para sacarle las palabras de la boca; los soldados están apiñados en la puerta no disimulan su atención. A veces posa su vista en el retrato de Florence Nigthingale que preside el saloncito de las enfermeras y parece que conversa con ella. No tiene ni un papel, ni un libro con él.
"El doctor Fidel Castro ha terminado su informe. Todas las personas que lo han escuchado comentan su talento. Improvisó la pieza completa y la coloreó con pensamientos ajenos (de juristas), con trozos de alegatos y sobre todo con las palabras textuales de José Martí. Su postura correcta para con el Ejército que no asesinó, sus manifestaciones de piedad para los que según él y las declaraciones de una pléyade de jóvenes, ultimaron a sus hermanos, ha despertado verdadera admiración para con el revolucionario."
" Se dicta la sentencia."
"Aún permanece un rato más el doctor Fidel Castro en el interior del saloncito. Habla con los magistrados y con el Presidente Nieto; se interesa por el verdadero estado de salud de Abelardo Crespo Arias (asaltante herido). El tribunal le dice que es de sumo cuidado. Se despide de sus compañeros letrados. Saluda a todos los periodistas, al secretario, al Oficial, de Secretaría (Adolfo Alomá Serrano, quien aún vive), al alguacil Mariano, a la hija del doctor Nieto y a la hija del Magistrado Mejías que han presenciado la vista; luego él mismo tiende las manos al guardia que le coloca las esposas."
"Cuidado con el reloj"—dice alguien.
"Ya él sabe cómo me quedan mejor —responde Fidel (Como está más delgado la cadena de las esposas puede rayar el cristal de la esfera)."
"Con una palmada en la espalda el Teniente Camps lo invita a salir del recinto."
"Termina el juicio a la 1:20 p.m."
16-10-2003

"Oratoria improvisada ante el Tribunal que juzgaba a su autor, el joven letrado Fidel Castro Ruz, el 16 de octubre de 1953, en una pequeña sala de la Escuela de Enfermeras del Hospital Civil de Santiago de Cuba. Su medida crece y se proyecta con la reconstrucción del alegato de autodefensa por él mismo. Autodefensa de la causa que lideró y cuyo epicentro fue el asalto al Moncada el 26 de Julio de aquel mismo año."
La Historia me absolverá
Pronunciado por Fidel Castro en el juicio del Moncada, el 16 de octubre de 1953
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Señores magistrados:
Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones: nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y, como acusado, hace hoy setenta y seis días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales.
Quien está hablando aborrece con toda su alma la vanidad pueril y no están ni su ánimo ni su temperamento para poses de tribuno ni sensacionalismo de ninguna índole. Si he tenido que asumir mi propia defensa ante este tribunal se debe a dos motivos. Uno: porque prácticamente se me privó de ella por completo; otro: porque sólo quien haya sido herido tan hondo, y haya visto tan desamparada la patria y envilecida la justicia, puede hablar en una ocasión como ésta con palabras que sean sangre del corazón y entrañas de la verdad.
No faltaron compañeros generosos que quisieran defenderme, y el Colegio de Abogados de La Habana designó para que me representara en esta causa a un competente y valeroso letrado: el doctor Jorge Pagliery, decano del Colegio de esta ciudad. No lo dejaron, sin embargo, desempeñar su misión: las puertas de la prisión estaban cerradas para él cuantas veces intentaba verme; sólo al cabo de mes y medio, debido a que intervino la Audiencia, se le concedieron diez minutos para entrevistarse conmigo en presencia de un sargento del Servicio de Inteligencia Militar. Se supone que un abogado deba conversar privadamente con su defendido, salvo que se trata de un prisionero de guerra cubano en manos de un implacable despotismo que no reconozca reglas legales ni humanas. Ni el doctor Pagliery ni yo estuvimos dispuestos a tolerar esta sucia fiscalización de nuestras armas para el juicio oral. ¿Querían acaso saber de antemano con qué medios iban a ser reducidas a polvo las fabulosas mentiras que habían elaborado en torno a los hechos del cuartel Moncada y sacarse a relucir las terribles verdades que deseaban ocultar a toda costa? Fue entonces cuando se decidió que, haciendo uso de mi condición de abogado, asumiese yo mismo mi propia defensa.
Esta decisión, oída y trasmitida por el sargento del SIM, provocó inusitados temores; parece que algún duendecillo burlón se complacía diciéndoles que por culpa mía los planes iban a salir muy mal; y vosotros sabéis de sobra, señores magistrados, cuántas presiones se han ejercido para que se me despojase también de este derecho consagrado en Cuba por una larga tradición. El tribunal no pudo acceder a tales pretensiones porque era ya dejar a un acusado en el colmo de la indefensión. Ese acusado, que está ejerciendo ahora ese derecho, por ninguna razón del mundo callará lo que debe decir. Y estimo que hay que explicar, primero que nada, y qué se debió la feroz incomunicación a que fui sometido; cuál es el propósito al reducirme al silencio; por qué se fraguaron planes; qué hechos gravísimos se le quieren ocultar al pueblo; cuál es el secreto de todas las cosas extrañas que han ocurrido en este proceso. Es lo que me propongo hacer con entera claridad.
Vosotros habéis calificado este juicio públicamente como el más trascendental de la historia republicana, y así lo habéis creído sinceramente, no debisteis permitir que os lo mancharan con un fardo de burlas a vuestra autoridad. La primer sesión del juicio fue el 21 de septiembre. Entre un centenar de ametralladoras y bayonetas que invadían escandalosamente la sala de justicia, más de cien personas se sentaron en el banquillo de los acusados. Una gran mayoría era ajena a los hechos y guardaba prisión preventiva hacía muchos días, después de sufrir toda clase de vejámenes y maltratos en los calabozos de los cuerpos represivos; pero el resto de los acusados, que era el menor número, estaban gallardamente firmes, dispuestos a confirmar con orgullo su participación en la batalla por la libertad, dar un ejemplo de abnegación sin precedentes y librar de las garras de la cárcel a aquel grupo de personas que con toda mala fe habían sido incluidas en el proceso. Los que habían combatido una vez volvían a enfrentarse. Otra vez la causa justa del lado nuestro; iba a librarse contra la infamia el combate terrible de la verdad. ¡Y ciertamente que no esperaba el régimen la catástrofe moral que se avecinaba!
¿Cómo mantener todas su falsas acusaciones? ¿Cómo impedir que se supiera lo que en realidad había ocurrido, cuando tal número de jóvenes había ocurrido, cuando tal número de jóvenes estaban dispuestos a correr todos los riesgos: cárcel, tortura y muerte, si era preciso, por denunciarlo ante el tribunal?
En aquella primera sesión se me llamó a declarar y fui sometido a interrogatorio durante dos horas, contestando las preguntas del señor fiscal y los veinte abogados de la defensa. Puede probar con cifras exactas y datos irrebatibles las cantidades de dinero invertido, la forma en que se habían obtenido y las armas que logramos reunir. No tenía nada que ocultar, porque en realidad todo había sido logrado con sacrificios sin precedentes en nuestras contiendas republicanas. Hablé de los propósitos que nos inspiraban en la lucha y del comportamiento humano y generoso que en todo momento mantuvimos con nuestros adversarios. Si pude cumplir mi cometido demostrando la no participación, ni directa ni indirecta, de todos los acusados falsamente comprometidos en la causa, se lo debo a la total adhesión y respaldo de mis heroicos compañeros, pues dije que ellos no se avergonzarían ni se arrepentirían de su condición de revolucionarios y de patriotas por el hecho de tener que sufrir las consecuencias. No se me permitió nunca hablar con ellos en la prisión y, sin embargo, pensábamos hacer exactamente lo mismo. Es que, cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal, nada puede incomunicarlos, ni las paredes de una cárcel, ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo, una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dignidad los alienta a todos.
Desde aquel momento comenzó a desmoronarse como castillo de naipes el edificio de mentiras infames que había levantado el gobierno en torno a los hechos, resultando de ello que el señor fiscal comprendió cuán absurdo era mantener en prisión intelectuales, solicitando de inmediato para ellas la libertas provisional.
Terminadas mis declaraciones en aquella primera sesión, yo había solicitado permiso del tribunal para abandonar el banco de los acusados y ocupar un puesto entre los abogados defensores, lo que, en efecto, me fue concedido. Comenzaba para mí entonces la misión que consideraba más importante en este juicio: destruir totalmente las cobardes calumnias que se lanzaron contra nuestros combatientes, y poner en evidencia irrebatible los crímenes espantosos y repugnantes que se habían cometido con los prisioneros, mostrando ante la faz de la nación y del mundo la infinita desgracia de este pueblo, que está sufriendo la opresión más cruel e inhumana de toda su historia.
La segunda sesión fue el martes 22 de septiembre. Acababan de prestar declaración apenas diez personas y ya había logrado poner en claro los asesinatos cometidos en la zona de Manzanillo, estableciendo específicamente y haciéndola constar en acta, la responsabilidad directa del capitán jefe de aquel puesto militar. Faltaban por declarar todavía trescientas personas. ¿Qué sería cuando, con una cantidad abrumadora de datos y pruebas reunidos, procediera a interrogar, delante del tribunal, a los propios militares responsables de aquellos hechos? ¿Podía permitir el gobierno que yo realizara tal cosa en presencia del público numeroso que asistía a las sesiones, los reporteros de prensa, letrados de toda la Isla y los líderes de los partidos de oposición a quienes estúpidamente habían sentado en el banco de los acusados para que ahora pudieran escuchar bien de cerca todo cuanto allí se ventilara? ¡Primero dinamitaban la Audiencia, con todos sus magistrados, que permitirlo!
Idearon sustraerme del juicio y procedieron a ellos manu militari. El viernes 25 de septiembre por la noche, víspera de la tercera sesión, se presentaron en mi celda dos médicos sesión, se presentaron en mi celda dos médicos del penal; estaban visiblemente apenados: "Venimos a hacerte un reconocimiento" —me dijeron. "¿Y quién se preocupa tanto por mi salud?" —les pregunté. Realmente, desde que los ví había comprendido el propósito. Ellos no pudieron ser más caballeros y me explicaron la verdad: esa misma tarde había estado en la prisión el coronel Chaviano y les dijo que yo "le estaba haciendo en el juicio un daño terrible al gobierno", que tenían que firmar un certificado donde se hiciera constar que estaba enfermo y no podía, por tanto, seguir asistiendo a las sesiones. Me expresaron además los médicos que ellos, por su parte, estaban dispuestos a renunciar a sus cargos y exponerse a las persecuciones, que ponían el asunto en mis manos para que yo decidiera. Para mí era duro pedirles a aquellos hombres que se inmolaran sin consideraciones, pero tampoco podía consentir, por ningún concepto, que se llevaran a cabo tales propósitos. Para dejarlo a sus propias conciencias, me limité a contestarles: "Ustedes sabrán cuál es su deber; yo sé bien cuál es el mío."
Ellos, después que se retiraron, firmaron el certificado; sé que lo hicieron porque creían de buena fe que era el único modo de salvarme al vida, que veían en sumo peligro. No me comprometí a guardar silencio sobre este diálogo; sólo estoy comprometido con la verdad, y si decirla en este caso pudieran lesionar el interés material de esos buenos profesionales, dejo limpio de toda duda su honor, que vale mucho más. Aquella misma noche, redacté una carta para este tribunal, denunciando el plan que se tramaba, solicitando la visita de dos médicos forenses para que certificaran mi perfecto estado de salud y expresándoles que si, para salvar mi vida, tenían que permitir semejante artimaña, prefería perderla mil veces. Para dar a entender que estaba resuelto a luchar solo contra tanta bajeza, añadí a mi escrito aquel pensamiento del Maestro: "Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército". Ésa fue la carta que, como sabe el tribunal, presentó la doctora Melba Hernández, en la sesión tercera del juicio oral del 26 de septiembre. Pude hacerla llegar a ella, a pesar de la implacable vigilancia que sobre mí pesaba. Con motivo de dicha carta, por supuesto, se tomaron inmediatas represalias: incomunicaron a la doctora Hernández, y a mí, como ya lo estaba, me confinaron al más apartado lugar de la cárcel. A partir de entonces, todos los acusados eran registrados minuciosamente, de pies a cabeza, antes de salir para el juicio.
Vinieron los médicos forenses el día 27 y certificaron que, en efecto, estaba perfectamente bien de salud. Sin embargo, pese a las reiteradas órdenes del tribunal, no se me volvió a traer a ninguna sesión del juicio. Agréguese a esto que todos los días eran distribuidos, por personas desconocidas, cientos de panfletos apócrifos donde se hablaba de rescatarme de la prisión, coartada estúpida para eliminarme físicamente con pretexto de evasión. Fracasados estos propósitos por la denuncia oportuna de amigos y alertas y descubierta la falsedad del certificado médico, n les quedó otro recurso, para impedir mi asistencia al juicio, que el desacato abierto y descarado...
Caso insólito el que se estaba produciendo, señores magistrados: un régimen que tenía miedo de presentar a un acusado ante los tribunales; un régimen de terror y de sangre, que se espantaba ante la convicción moral de un hombre indefenso, desarmado, incomunicado y calumniado. Así, después de haberme privado de todo, me privaban por último del juicio donde era el principal acusado. Téngase en cuenta que esto se hacía estando en plena vigencia la suspensión de garantías y funcionando con todo rigor la Ley de Orden Público y la censura de radio y prensa. ¡Qué crímenes tan horrendos habrá cometido este régimen que tanto temía la voz de un acusado!
Debo hacer hincapié en actitud insolente e irrespetuosa que con respecto a vosotros han mantenido en todo momento los jefes militares. Cuantas veces este tribunal ordenó que cesara la inhumana incomunicación que pesaban sobre mí, cuantas veces ordenó que se respetasen mis derechos más elementales, cuantas veces demandó que se me presentara a juicio, jamás fue obedecido; una por una, se desacataron todas sus órdenes. Peor todavía: en la misma presencia del tribunal, en la primera y segunda sesión, se me puso al lado una guardia perentoria para que me impidiera en absoluto hablar con nadie, ni aun en los momentos de receso, dando a entender que, no ya en la prisión, sino hasta en la misma Audiencia y en vuestra presencia, no hacían el menor caso de vuestras disposiciones. Pensaba plantear este problema en la sesión siguiente como cuestión de elemental honor para el tribunal, pero... ya no volví más. Y si a cambio de tanta irrespetuosidad nos traen aquí para que vosotros nos enviéis a la cárcel, en nombre de una legalidad que únicamente ellos y exclusivamente ellos están violando desde el 10 de marzo, harto triste es el papel que os quieren imponer. No se ha cumplido ciertamente en este caso ni una sola vez la máxima latina: cedant arma togae. Ruego tengáis muy en cuenta esta circunstancia.
Más, todas las medidas resultaron completamente inútiles, porque mis bravos compañeros, con civismo sin precedentes, cumplieron cabalmente su deber.
"Sí, vinimos a combatir por la libertad de Cuba y no nos arrepentimos de haberlo hecho", decían uno por uno cuando eran llamados a declarar, e inmediatamente, con impresionante hombría, dirigiéndose al tribunal, denunciaban los crímenes horribles que se habían cometido en los cuerpos de nuestros hermanos. Aunque ausente, pude seguir el proceso desde mi celda en todos sus detalles, gracias a la población penal de la prisión de Boniato que, pese a todas las amenazas de severos castigos, se valieron de ingeniosos medios para poner en mis manos recortes de periódicos e informaciones de toda clase. Vengaron así los abusos e inmoralidades del director Taboada y del teniente supervisor Rosabal, que los hacen trabajar de sol a sol, construyendo palacetes privados, y encima los matan de hambre malversando los fondos de subsistencia.
A medida que se desarrolló el juicio, los papeles se invirtieron: los que iban a acusar salieron acusados, y los acusados se convirtieron en acusadores. No se juzgó allí a los revolucionarios, se juzgó para siempre a un señor que se llama Batista... ¡Monstrum horrendum!... No importa que los valientes y dignos jóvenes hayan sido condenados, si mañana el pueblo condenará al dictador y a sus crueles esbirros. A Isla de Pinos se les envió, en cuyas circulares mora todavía el espectro de Castells y no se ha apagado aún el grito de tantos y tantos asesinados; allí han ido a purgar, en amargo cautiverio, su amor a la libertad, secuestrados de la sociedad, arrancados de sus hogares y desterrados de la patria. ¿No creéis, como dije, que en tales circunstancias es ingrato y difícil a este abogado cumplir su misión?
Como resultado de tantas maquinaciones turbias e ilegales, por voluntad de los que mandan y debilidad de los que juzgan, heme aquí en este cuartico del Hospital Civil, adonde se me ha traído para ser juzgado en sigilo, de modo que no se me oiga, que mi voz se apague y nadie se entere de las cosas que voy a decir. ¿Para qué se quiere ese imponente Palacio de Justicia, donde los señores magistrados se encontrarán, sin duda, mucho más cómodos? No es conveniente, os lo advierto, que se imparta justicia desde el cuarto de un hospital rodeado de centinelas con bayonetas calada, porque pudiera pensar la ciudadanía que nuestra justicia está enferma... y está presa.
Os recuerdo que vuestras leyes de procedimiento establecen que el juicio será "oral y público"; sin embargo, se ha impedido por completo al pueblo la entrada en esta sesión. Sólo han dejado pasar dos letrados y seis periodistas, en cuyos periódicos la censura no permitirá publicar una palabra. Veo que tengo por único público, en la sala y en los pasillos, cerca de cien soldados y oficiales. ¡Gracias por la seria y amable atención que me están prestando! ¡Ojalá tuviera delante de mí todo el Ejército! Yo sé que algún día arderá en deseos de lavar la mancha terrible de vergüenza y de sangre que han lanzado sobre el uniforme militar las ambiciones de un grupito desalmado. Entonces ¡ay de los que cabalgan hoy cómodamente sobre sus nobles guerreras... si es que el pueblo no los ha desmontado mucho antes!
Por último, debo decir que no se dejó pasar a mi celda en la prisión ningún tratado de derecho penal. Sólo puedo disponer de este minúsculo código que me acaba de prestar un letrado, el valiente defensor de mis compañeros: doctor Baudilio Castellanos. De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? Se impidió, además, que trajese a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos.
Sólo una cosa voy a pedirle al tribunal; espero que me la conceda en compensación de tanto exceso y desafuero como ha tenido que sufrir este acusado sin amparo alguno de las leyes: que se respete mi derecho a expresarme con entera libertad. Sin ello no podrán llenarse ni las meras apariencias de justicia y el último eslabón sería, más que ningún otro, de ignominia y cobardía.
Confieso que algo me ha decepcionado. Pensé que el señor fiscal vendría con una acusación terrible, dispuesto a justificar hasta la saciedad la pretensión y los motivos por los cuales en nombre del derecho y de la justicia —y ¿de qué derecho y de qué justicia? —se me debe condenar a veintiséis años de prisión. Pero no. Se ha limitado exclusivamente a leer el artículo 148 del Código de Defensa Social, por el cual, más circunstancias agravantes, solicita para mí la respetable cantidad de veintiséis años de prisión. Dos minutos me parece muy poco tiempo para pedir y justificar que un hombre se pase a la sombra más de un cuarto de siglo. ¿Está por ventura el señor fiscal disgustado con el tribunal? Porque, según observo, su laconismo en este caso se da de narices con aquella solemnidad con que los señores magistrados declararon, un tanto orgullosos, que éste era un proceso de suma importancia, y yo he visto a los señores fiscales hablar diez veces más en un simple caso de drogas heroicas para solicitar que un ciudadano sea condenado a seis meses de prisión. El señor fiscal no ha pronunciado una sola palabra para respaldar su petición. Soy justo..., comprendo que es difícil, para un fiscal que juró ser fiel a la Constitución de la República, venir aquí en nombre de un gobierno inconstitucional, factual, estatuario, de ninguna legalidad y menos moralidad, a pedir que un joven cubano, abogado como él, quizás... tan decente como él, sea enviado por veintiséis años a la cárcel. Pero el señor fiscal es un hombre de talento y yo he visto personas con menos talento que él escribir largos mamotretos en defensa de esta situación. ¿Cómo, pues, creer que carezca de razones para defenderlo, aunque sea durante quince minutos, por mucha repugnancia que esto le inspire a cualquier persona decente? Es indudable que en el fondo de esto hay una gran conjura.
Señores magistrados: ¿Por qué tanto interés en que me calle? ¿Por qué, inclusive, se suspende todo género de razonamientos para no presentar ningún blanco contra el cual pueda yo dirigir el ataque de mis argumentos? ¿Es que se carece por completo de base jurídica, moral y política para hacer un planteamiento serio de la cuestión? ¿Es que se teme tanto a la verdad? ¿Es que se quiere que yo hable también dos minutos y no toque aquí los puntos que tienen a ciertas gentes sin dormir desde el 26 de julio’ Al circunscribirse la petición fiscal a la simple lectura de cinco líneas de un artículo del Código de Defensa Social, pudiera pensarse que yo me circunscriba a lo mismo y dé vueltas y más vueltas alrededor de ellas, como un esclavo en torno a una piedra de molino. Pero no aceptaré de ningún modo esa mordaza, porque en este juicio se está debatiendo algo más que la simple libertad de un individuo: se discute sobre cuestiones fundamentales de principios, se juzga sobre el derecho de los hombres a ser libres, se debate sobre las bases mismas de nuestra existencia como nación civilizada y democrática. Cuando concluya, no quiero tener que reprocharme a mí mismo haber dejado principio por defender, verdad es decir, ni crimen sin denunciar.
El famoso articulejo del señor fiscal no merece ni un minuto de réplica. Me limitaré, por el momento, a librar contra él una breve escaramuza jurídica, porque quiero tener limpio de minucias el campo para cuando llegue la hora de tocar el degüello contra toda la mentira, falsedad, hipocresía, convencionalismos y cobardía moral sin límites en que se basa esa burda comedia que, desde el 10 de marzo y aun antes del 10 de marzo, se llama en Cuba Justicia.
Es un principio elemental de derecho penal que el hecho imputado tiene que ajustarse exactamente al tipo de delito prescrito por la ley. Si no hay ley exactamente aplicable al punto controvertido, no hay delito.
El artículo en cuestión dice textualmente: "Se impondrá una sanción de privación de libertad de tres a diez años al autor de un hecho dirigido a promover un alzamiento de gentes armadas contra los Poderes Constitucionales del Estado. La sanción será de privación de libertad de cinco a veinte años si se llevase a efecto la insurrección."
¿En qué país está viviendo el señor fiscal? ¿Quién le ha dicho que nosotros hemos promovido alzamiento contra los Poderes Constitucionales del Estado? Dos cosas resaltan a la vista. En primer lugar, la dictadura que oprime a la nación no es un poder constitucional, sino inconstitucional; se engendró contra la Constitución, por encima de la Constitución, violando la Constitución legítima de la República. Constitución legítima es aquella que emana directamente del pueblo soberano. Este punto lo demostraré plenamente más adelante, frente a todas las gazmoñerías que han inventado los cobardes y traidores para justificar lo injustificable. En segundo lugar, el artículo habla de Poderes, es decir, plural, no singular, porque está considerado el caso de una república regida por un Poder Legislativo, un Poder Ejecutivo y un Poder Judicial que se equilibran y contrapesan unos a otros. Nosotros hemos promovido rebelión contra un poder único, ilegítimo, que ha usurpado y reunido en uno solo los Poderes Legislativos y Ejecutivo de la nación, destruyendo todo el sistema que precisamente trataba de proteger el artículo del Código que estamos analizando. En cuanto a la independencia del Poder Judicial después del 10 de marzo, ni hablo siquiera, porque no estoy para bromas... Por mucho que se estire, se encoja o se remiende, ni una sola coma del artículo 148 es aplicable a los hechos del 26 de Julio. Dejémoslo tranquilo, esperando la oportunidad en que pueda aplicarse a los que sí promovieron alzamiento contra los Poderes Constitucionales del Estado. Más tarde volveré sobre el Código para refrescarle la memoria al señor fiscal sobre ciertas circunstancias que lamentablemente se le han olvidado.
Os advierto que acabo de empezar. Si en vuestras almas queda un latido de amor a la patria, de amor a la humanidad, de amor a la justicia, escucharme con atención. Sé que me obligarán al silencio durante muchos años; sé que tratarán de ocultar la verdad por todos los medios posibles; sé que contra mí se alzará la conjura del olvido. Pero mi voz no se ahogará por eso: cobra fuerzas en mi pecho mientras más solo me siento y quiero darle en mi corazón todo el calor que le niegan las almas cobardes.
Escuché al dictador el lunes 27 de julio, desde un bohío de las montañas, cuando todavía quedábamos dieciocho hombres sobre las armas. No sabrán de amarguras e indignaciones en la vida los que no hayan pasado por momentos semejantes. Al par que rodaban por tierra las esperanzas tanto tiempo acariciadas de liberar a nuestro pueblo, veíamos al déspota erguirse sobre él, más ruin y soberbio que nuca. El chorro de mentiras y calumnias que vertió en su lenguaje torpe, odioso y repugnante, sólo puede compararse con el chorro enorme de sangre joven y limpia que desde la noche antes estaba derramando, con su conocimiento, consentimiento, complicidad y aplauso, la más desalmada turba de asesinos que pueda concebirse jamás. Haber creído durante un solo minuto lo que dijo es suficiente falta para que un hombre de conciencia viva arrepentido y avergonzado toda la vida. No tenía ni siquiera, en aquellos momentos, la esperanza de marcarle sobre la frente miserable la verdad que lo estigmatice por el resto de sus días y el resto de los tiempos, porque sobre nosotros se cerraba ya el cerco de más de mil hombres, con armas de mayor alcance y potencia, cuya consigna terminante era regresar con nuestros cadáveres. Hoy, que ya la verdad empieza a conocerse y que termino con estas palabras que estoy pronunciando la misión que me impuse, cumplida a cabalidad, puedo morir tranquilo y feliz, por lo cual no escatimaré fustazos de ninguna clase sobre los enfurecidos asesinos.
Es necesario que me detengan a considerar un poco los hechos. Se dijo por el mismo gobierno que el ataque fue realizado con tanta precisión y perfección que evidenciaba la presencia de expertos militares en la elaboración del plan. ¡Nada más absurdo! El plan fue trazado por un grupo de jóvenes ninguno de los cuales tenía experiencia militar; y voy a revelar sus nombres, menos dos de ellos que no están ni muertos mi presos: Abel Santamaría, José Luis Tasende, Renato Guitart Rosell, Pedro Miret, Jesús Montané y el que les habla. La mitad han muerto, y en justo tributo a su memoria puedo decir que no eran expertos militares, pero tenían patriotismo suficiente para darles, en igualdad de condiciones, una soberana paliza a todos los generales del 10 de marzo juntos, que no son ni militares ni patriotas. Más difícil fue organizar, entrenar y movilizar hombres y armas bajo un régimen represivo que gasta millones de pesos en espionaje, soborno y delación, tareas que aquellos jóvenes y otros muchos realizaron con seriedad, discreción y constancia verdaderamente increíbles; y más meritorio todavía será siempre darle a un ideal todo lo que se tiene y, además, la vida.
La movilización final de hombres que vinieron a esta provincia desde los más remotos pueblos de toda la Isla, se llevó a cabo con admirable precisión y absoluto secreto. Es cierto igualmente que el ataque se realizó con magnífica coordinación. Comenzó simultáneamente a las 5:15 a.m., tanto en Bayamo como en Santiago de Cuba, y, uno a uno, con exactitud de minutos y segundos prevista de antemano, fueron cayendo los edificios que rodean el campamento. Sin embargo, en aras de la estricta verdad, aun cuando disminuya nuestro mérito, voy a revelar por primera vez también otro hecho que fue fatal: la mitad del grueso de nuestras fuerzas y la mejor armada, por un error lamentable se extravió a la entrada de la ciudad y nos faltó en el momento decisivo. Abel Santamaría, con veintiún hombres, había ocupado el Hospital Civil; iban también con él para atender a los heridos un médico y dos compañeras nuestras. Raúl Castro, con diez hombres, ocupó el Palacio de Justicia; y a mí me correspondió atacar el campamento con el resto, noventa y cinco hombres. Llegué con un primer grupo de cuarenta y cinco, precedido por una vanguardia de ocho que forzó la posta tres. Fue aquí precisamente donde se inició el combate, al encontrarse mi automóvil con una patrulla de recorrido exterior armada de ametralladoras. El grupo de reserva, que tenía casi todas las armas largas, pues las cortas iban a la vanguardia, tomó por una calle equivocada y se desvió por completo dentro de una ciudad que no conocían. Debo aclarar que no albergo la menor duda sobre el valor de esos hombres, que al verse extraviados sufrieron gran angustia y desesperación. Debido al tipo de acción que se estaba desarrollando y al idéntico color de los uniformes en ambas partes combatientes, no era fácil restablecer el contacto. Muchos de ellos, detenidos más tarde, recibieron la muerte con verdadero heroísmo.
Todo el mundo tenía instrucciones muy precisas de ser, ante todo, humanos en la lucha. Nunca un grupo de hombres armados fue más generoso con el adversario. Se hicieron desde los primeros momentos numerosos prisioneros, cerca de veinte en firme; y hubo un instante, al principio, en que tres hombres nuestros, de los que habían tomado la posta: Ramiro Valdés, José Suárez y Jesús Montané, lograron penetrar en una barraca y detuvieron durante un tipo a cerca de cincuenta soldados. Estos prisioneros declararon ante el tribunal, y todos sin excepción han reconocido que se les trató con absoluto respeto, sin tener que sufrir ni siquiera una palabra vejaminosa. Sobre este aspecto sí tengo que agradecerle algo, de corazón, al señor fiscal: que en el juicio donde se juzgó a mis compañeros, al hacer su informe, tuvo la justicia de reconocer como un hecho indudable el altísimo espíritu de caballerosidad que mantuvimos en la lucha.
La disciplina por parte del Ejército fue bastante mala. Vencieron en último término por el número, que les daba una superioridad de quince a uno, y por la protección que les brindaban las defensas de la fortaleza. Nuestros hombres tiraban mucho mejor y ellos mismos lo reconocieron. El valor humano fue igualmente alto de parte y parte.
Considerando las causas del fracaso táctico, aparte del lamentable error mencionado, estimo que fue una falta nuestra dividir la unidad de comandos que habíamos entrenado cuidadosamente. De nuestros mejores hombres y más audaces jefes, había veintisiete en Bayamo, veintiuno en el Hospital Civil y diez en el Palacio de Justicia; de haber hecho otra distribución, el resultado pudo haber sido distinto. El choque con la patrulla (totalmente casual, pues veinte segundos antes o veinte segundos después no habría estado en ese punto) dio tiempo a que se movilizara el campamento, que de otro modo habría caído en nuestras manos sin disparar un tiro, pues ya la posta estaba en nuestro poder. Por otra parte, salvo los fusiles calibre 22 que estaban bien provistos, el parque de nuestro lado era escasísimo. De haber tenido nosotros granadas de mano, no hubieran podido resistir quince minutos.
Cuando me convencí de que todos los esfuerzos eran ya inútiles para tomar la fortaleza, comencé a retirar nuestros hombres en grupos de ocho y de diez. La retirada fue protegida por seis francotiradores que, al mando de Pedro Miret y de Fidel Labrador, le bloquearon heroicamente el paso al Ejército. Nuestras pérdidas en la lucha habían sido insignificantes; el noventa y cinco por ciento de nuestros muertos fueron producto de la crueldad y la inhumanidad cuando aquélla hubo cesado. El grupo del Hospital Civil no tuvo más que una baja; el resto fue copado al situarse las tropas frente a la única salida del edificio, y sólo depusieron las armas cuando no les quedaba una bala. Con ellos estaba Abel Santamaría, el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes, cuya gloriosa resistencia lo inmortaliza ante al historia de Cuba. Ya veremos la suerte que corrieron y cómo quiso escarmentar Batista la rebeldía y heroísmo de nuestra juventud.
Nuestros planes eran proseguir la lucha en las montañas caso de fracasar el ataque al regimiento. Pude reunir otra vez, en Siboney, la tercera parte de nuestras fuerzas; pero ya muchos estaban desalentados. Unos veinte decidieron presentarse; ya veremos también lo que ocurrió con ellos. El resto, dieciocho hombres, con las armas y el parque que quedaban, me siguieron a las montañas. El terreno era totalmente desconocido para nosotros. Durante una semana ocupamos la parte alta de la cordillera de la Gran Piedra y el Ejército ocupó la base. Ni nosotros podíamos bajar ni ellos se decidieron a subir. No fueron, pues, las armas; fueron el hambre y la sed quienes vencieron la última resistencia. Tuve que ir disminuyendo los hombres en pequeños grupos; algunos consiguieron filtrarse entre las líneas del Ejército, otros fueron presentados por monseñor Pérez Serantes. Cuando sólo quedaban conmigo dos compañeros: José Suárez y Oscar Alcalde, totalmente extenuados los tres, al amanecer del sábado 1º de agosto, una fuerza del mando del teniente Sarría nos sorprendió durmiendo. Ya la matanza de prisioneros había cesado por la tremenda reacción que provocó en la ciudadanía, y este oficial, hombre de honor, impidió que algunos matones nos asesinasen en el campo con las manos atadas.
No necesito desmentir aquí las estúpidas sandeces que, para mancillar mi nombre, inventaron los Ugalde Carrillo y su comparsa, creyendo encubrir su cobardía, su incapacidad y sus crímenes. Los hechos están sobradamente claros.
Mi propósito no es entretener al tribunal con narraciones épicas. Todo cuanto he dicho es necesario para la comprensión más exacta de lo que diré después.
Quiero hacer constar dos cosas importantes para que se juzgue serenamente nuestra actitud. Primero: pudimos haber facilitado la toma del regimiento deteniendo simplemente a todos los altos oficiales en sus residencias, posibilidad que fue rechazada, por la consideración muy humana de evitar escenas de tragedia y de lucha en las casas de las familias. Segundo: se acordó no tomar ninguna estación de radio hasta tanto no se tuviese asegurado el campamento. Esta actitud nuestra, pocas veces vista por su gallardía y grandeza, le ahorró a la ciudadanía un río de sangre. Yo pude haber ocupado, con sólo diez hombres, una estación de radio y haber lanzado al pueblo a la lucha. De su ánimo no era posible dudar: tenía el último discurso de Eduardo Chibás en la CMQ, grabado con sus propias palabras, poemas patrióticos e himnos de guerra capaces de estremecer al más indiferente, con mayor razón cuando se está escuchando el fragor del combate, y no quise hacer uso de ellos, a pesar de lo desesperado de nuestra situación.
Se ha repetido con mucho énfasis por el gobierno que l pueblo no secundó el movimiento. Nunca había oído una afirmación tan ingenua y, al propio tiempo, tan llena de mala fe. Pretenden evidenciar con ello la sumisión y cobardía del pueblo; poco falta para que digan que respalda a la dictadura, y no saben cuánto ofenden con ello a los bravos orientales. Santiago de Cuba creyó que era una lucha entre soldados, y no tuvo conocimiento de lo que ocurría hasta muchas horas después. ¿Quién duda del valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo de Santiago de Cuba? Si el Moncada hubiera caído en nuestras manos, ¡hasta las mujeres de Santiago de Cuba habrían empuñado las armas! ¡Muchos fusiles se los cargaron a los combatientes las enfermeras del Hospital Civil! Ellas también pelearon. Eso no lo olvidaremos jamás.
No fue nunca nuestra intención luchar con los soldados del regimiento, sino apoderarnos por sorpresa del control y de las armas, llamar al pueblo, reunir después a los militares e invitarlos a abandonar la odiosa bandera de la tiranía y abrazar la de la libertad, defender los grandes intereses de la nación y no los mezquinos intereses de un grupito; virar las armas y disparar contra los enemigos del pueblo, y no contra el pueblo, donde están sus hijos y sus padres; luchar junto a él, como hermanos que son, y no frente a él, como enemigos que quieren que sean; ir unidos en pos del único ideal hermosos y digno de ofrendarle la vida, que es la grandeza y felicidad de la patria. A los que dudan que muchos soldados se hubieran sumado a nosotros, yo les pregunto: ¿Qué cubano no ama la gloria? ¿Qué alma no se enciende en un amanecer de libertad?
El cuerpo de la Marina no combatió contra nosotros, y se hubiera sumado sin duda después. Se sabe que ese sector de las Fuerzas Armadas es el menos adicto a la tiranía y que existe entre sus miembros un índice muy elevado de conciencia cívica. Pero en cuanto al resto del Ejército nacional, ¿hubiera combatido contra el pueblo sublevado? Yo afirmo que no. El soldado es un hombre de carne y hueso, que piensa, que observa y que siente. Es susceptible a la influencia de las opiniones, creencias, simpatías y antipatías del pueblo. Si se le pregunta su opinión dirá que no puede decirla; pero eso no significa que carezca de opinión. Le afectan exactamente los mismos problemas que a los demás ciudadanos conciernen: subsistencia, alquiler, la educación de los hijos, el porvenir de éstos, etcétera. Cada familiar es un punto de contacto inevitable entre él y el pueblo y la situación presente y futura de la sociedad en que vive. Es necio pensar que porque un soldado reciba un sueldo del Estado, bastante módico, haya resuelto las preocupaciones vitales que le imponen sus necesidades, deberes y sentimientos como miembro de una familia y de una colectividad social.
Ha sido necesaria esta breve explicación porque es el fundamento de un hecho en que muy pocos han pensado hasta el presente: el soldado siente un profundo respeto por el sentimiento de la mayoría del pueblo. Durante el régimen de Machado, en la misma medida en que crecía la antipatía popular, decrecía visiblemente la fidelidad del Ejército, a extremos que un grupo de mujeres estuvo a punto de sublevar el campamento de Columbia. Pero más claramente prueba de esto un hecho reciente: mientras el régimen de Grau San Martín mantenía en el pueblo su máxima popularidad, proliferaron en el Ejército, alentadas por ex militares sin escrúpulos y civiles ambiciosos, infinidad de conspiraciones, y ninguna de ellas encontró eco en la masa de los militares.
El 10 de marzo tiene lugar en el momento en que había descendido hasta el mínimo el prestigio del gobierno civil, circunstancia que aprovecharon Batista y su camarilla. ¿Por qué no lo hicieron después del 1º de junio? Sencillamente porque si esperan que la mayoría de la nación expresase sus sentimientos en las urnas, ninguna conspiración hubiera encontrado eco en la tropa.
Puede hacerse, por tanto, una segunda afirmación: el Ejército jamás se ha sublevado contra un régimen de mayoría popular. Estas verdades son históricas, y si Batista se empeña en permanecer a toda costa en el poder contra la voluntad absolutamente mayoritaria de Cuba, su fin será más trágico que el de Gerardo Machado.
Puedo expresar mi concepto en lo que a las Fuerzas Armadas se refiere, porque hablé de ellas y las defendía cuando todos callaban, y no lo hice para conspirar ni por interés de ningún género, porque estábamos en plena normalidad constitucional, sino por meros sentimientos de humanidad y deber cívico. Era en aquel tiempo el periódico Alerta uno de los más leídos por la posición que mantenía entonces en la política nacional, y desde sus páginas realicé una memorable campaña contra el sistema de trabajos forzados a que estaban sometidos los soldados en las fincas privadas de los altos personajes civiles y militares, aportando datos, fotografías, películas y pruebas de todas clases con las que me presenté también ante los tribunales denunciando el hecho el día 3 de marzo de 1952. Muchas veces dije en esos escritos que era de elemental justicia aumentarles el sueldo a los hombres que prestaban sus servicios en las Fuerzas Armadas. Quiero saber de uno más que haya levantado su voz en aquella ocasión para protestar contra tal injusticia. No fue por cierto Batista y compañía, que vivía muy bien protegido en su finca de recreo con toda clase de garantías, mientras yo corría mil riesgos sin guardaespaldas ni armas.
Conforme lo defendí entonces, ahora, cuando todos callan otra vez, le digo que se dejó engañar miserablemente, y a la mancha, el engaño y la vergüenza del 10 de marzo, ha añadido la mancha y la vergüenza, mil veces más grande, de los crímenes espantosos e injustificables de Santiago de Cuba. Desde ese momento el uniforme del Ejército está horriblemente salpicado de sangre, y si en aquella ocasión dije ante el pueblo y denuncié ante los tribunales que había militares trabajando como esclavos en las fincas privadas, hoy amargamente digo que hay militares manchados hasta el pelo con la sangre de muchos jóvenes cubanos torturados y asesinados. Y digo también que si es para servir a la República, defender a la nación, respetar al pueblo y proteger al ciudadano, es justo que un soldado gane por lo menos cien pesos; pesos es para matar y asesinar, para oprimir al pueblo, traicionar la nación y defender los intereses de un grupito, no merece que la República se gaste ni un centavo en ejército, y el campamento de Columbia debe convertirse en una escuela e instalar allí, en vez de soldados, diez mil niños huérfanos.
Como quiero ser justo antes de todo, no puedo considerar a todos los militares solidarios de esos crímenes, esas manchas y esas vergüenzas que son obras de unos cuantos traidores y malvados, pero todo militar de honor y dignidad que ame su carrera y quiera su constitución, está en el deber de exigir y luchar para que esas manchas sean lavadas, esos engaños sean vengados y esas culpas sean castigadas si no quieren que ser militar sea para siempre una infamia en vez de un orgullo.
Claro que el 10 de marzo no tuvo más remedio que sacar a los soldados de las fincas privadas, pero fue para ponerlos a trabajar de reporteros, choferes, criados y guardaespaldas de toda la fauna de politiqueros que integran el partido de la dictadura. Cualquier jerarca de cuarta o quinta categoría se cree con derecho a que un militar le maneje el automóvil y le cuida las espaldas, cual si estuviesen temiendo constantemente un merecido puntapié.
Si existía en realidad un propósito reivindicador, ¿por qué no se les confiscaron todas las fincas y los millones a los que como Genovevo Pérez Dámera hicieron su fortuna esquilmando a los soldados, haciéndolos trabajar como esclavos y desfalcando los fondos de las Fuerzas Armadas? Pero no: Genovevo y los demás tendrán soldados cuidándolos en sus fincas porque en el fondo todos los generales del 10 de marzo están aspirando a hacer lo mismo y no pueden sentar semejante precedente.
El 10 de marzo fue un engaño miserable, sí... Batista, después de fracasar por la vía electoral él y su cohorte de politiqueros malos y desprestigiados, aprovechándose de su descontento, tomaron de instrumento al Ejército para trepar al poder sobre las espaldas de los soldados. Y yo sé que hay muchos hombres disgustados por el desengaño: se les aumentó el sueldo y después con descuentos y rebajas de toda clase se les volvió a reducir; infinidad de viejos elementos desligados de los institutos armados volvieron a filas cerrándoles el paso a hombres jóvenes, capacitados y valiosos; militares de mérito han sido postergados mientras prevalece el más escandaloso favoritismo con los parientes y allegados de los altos jefes. Muchos militares decentes se están preguntando a estas horas qué necesidad tenían las Fuerzas Armadas de cargar con la tremenda responsabilidad histórica de haber destrozado nuestra Constitución para llevar al poder a un grupo de hombres sin moral, desprestigiados, corrompidos, aniquilados para siempre políticamente y que no podían volver a ocupar un cargo público si no era a punta de bayoneta, bayoneta que no empuñan ellos...
Por otro lado, los militares están padeciendo una tiranía peor que los civiles. Se les vigila constantemente y ninguno de ellos tiene la menor seguridad en sus puestos: cualquier sospecha injustificada, cualquier chisme, cualquier intriga, cualquier confidencia es suficiente para que los trasladen, los expulsen o los encarcelen deshonrosamente. ¿No les prohibió Tabernilla en una circular conversar con cualquier ciudadano de la oposición, es decir, el noventa y nueve por ciento del pueblo?... ¡Qué desonfianza!... ¡Ni a las vírgenes vestales de Roma se les impuso semejante regla! Las tan cacareadas casitas para los soldados no pasan de trescientas en toda la Isla y, sin embargo, con lo gastado en tanques, cañones y armas había para fabricarle una casa a cada alistado; luego, lo que le importa a Batista no es proteger al Ejército, sino que el Ejército lo proteja a él; se aumenta su poder de opresión y de muerte, pero esto no es mejorar el bienestar de los hombres. Guardias triples, acuartelamiento constante, zozobra perenne, enemistad de la ciudadanía, incertidumbre del porvenir, eso es lo que se le ha dado al soldado, o lo que es lo mismo: "Muere por el régimen, soldado, dale tu sudor y tu sangre, te dedicaremos un discurso y un ascenso póstumo (cuando ya no te importe), y después... seguiremos viviendo bien y haciéndonos ricos; mata, atropella, oprime al pueblo, que cuando el pueblo se canse y esto se acabe, tú pagarás nuestros crímenes y nosotros nos iremos a vivir como príncipes en el extranjero; y si volvemos algún día, no toques, no toques tú ni tus hijos en la puerta de nuestros palacetes, porque seremos millonarios y los millonarios no conocen a los pobres. Mata, soldado, oprime al pueblo, contra ese pueblo que iba a librarlos a ellos inclusive de la tiranía, la victoria hubiera sido del pueblo. El señor fiscal estaba muy interesado en conocer nuestras posibilidades de éxito. Esas posibilidades se basaban en razones de orden técnico y militar y de orden social. Se ha querido establecer el mito de las armas modernas como supuesto de toda imposibilidad de lucha abierta y frontal del pueblo contra la tiranía. Los desfiles militares y las exhibiciones aparatosas de equipos bélicos, tienen por objeto fomentar este mito y crear en la ciudadanía un complejo de absoluta impotencia. Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos. Los ejemplos históricos a luchar por sus derechos. Los ejemplos históricos pasados y presentes son incontables. Está bien reciente el caso de Bolivia, donde los mineros, con cartuchos de dinamita, derrotaron y aplastaron a los regimientos del ejército regular. Pero los cubanos, por suerte, no tenemos que buscar ejemplos en otro país, porque ninguno tan elocuente y hermoso como el de nuestra propia patria. Durante la guerra del 95 había en Cuba cerca de medio millón de soldados españoles sobre las armas, cantidad infinitamente superior a la que podía oponer la dictadura frente a una población cinco veces mayor. Las armas del ejército español eran sin comparación más modernas y poderosas que las de los mambises; estaba equipado muchas veces con artillería de campaña, y su infantería usaba el fusil de retrocarga similar al que usa todavía la infantería moderna. Los cubanos no disponían por lo general de otra arma que los machetes, porque sus cartucheras estaban casi siempre vacías. Hay un pasaje inolvidable de nuestra guerra de independencia narrado por el general Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo, que pude traer copiado en esta notica para no abusar de la memoria.
"La gente bisoña que mandaba Pedro Delgado, en su mayor parte provista solamente de machete, fue diezmada al echarse encima de los sólidos españoles, de tal manera, que no es exagerado afirmar que de cincuenta hombres, cayeron la mitad. Atacaron a los españoles con los puños ¡sin pistola, sin machete y si cuchillo! Escudriñando las malezas de Río Hondo, se encontraron quince muertos más del partido cubano, sin que de momento pudiera señalarse a qué cuerpo pertenecían. No presentaban ningún vestigio de haber empuñado el arma: el vestuario estaba completo, y pendiente de la cintura no tenían más que el vaso de lata; a dos pasos de allí, el caballo exánime, con el equipo intacto. Se reconstruyó el pasaje culminante de la tragedia: esos hombres, siguiendo a su esforzado jefe, el teniente coronel Pedro Delgado, habían obtenido la palma del heroísmo; se arrojaron sobre las bayonetas con las manos solas: el ruido del metal, que sonaba en torno a ellos, era el golpe del vaso de beber al dar contra el muñón de la montura. Maceo se sintió conmovido, él, tan acostumbrado a ver la muerte en todas las posiciones y aspectos, y murmuró este panegírico: "Yo nunca había visto eso; gente novicia que ataca inerme a los españoles ¡con el vaso de beber agua por todo utensilio! ¡Y yo le daba el nombre de impedimenta!"..."
¡Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad: les tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba!
Una vez en poder nuestro la ciudad de Santiago de Cuba, hubiéramos puesto a los orientales inmediatamente en pie de guerra. A Bayamo se atacó precisamente para situar nuestras avanzadas junto al río Cauto. No se olvide nunca que esta provincia que hoy tiene millón y medio de habitantes, es sin duda la más guerrera y patriótica de Cuba; fue ella la que mantuvo encendida la lucha por la independencia durante treinta años y le dio el mayor tributo de sangre, sacrificio y heroísmo. En Oriente se respira todavía el aire de la epopeya gloriosa y, al amanecer, cuando los gallos cantan como clarines que tocan diana llamando a los soldados y el sol se eleva radiante sobre las empinadas montañas, cada día parece que va a ser otra vez el de Yara o el de Baire.
Dije que las segundas razones en que se basaba nuestra posibilidad de éxito eran de orden social. ¿Por qué teníamos la seguridad de contar con el pueblo? Cuando hablamos de pueblo no entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los que viene bien cualquier régimen de opresión, cualquier dictadura, cualquier despotismo, postrándose ante el amo de turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre. La primera condición de la sinceridad y de la buena fe en un propósito, es hacer precisamente lo que nadie hace, es decir, hablar con entera claridad y sin miedo. Los demagogos y los políticos de profesión quieren obrar el milagro de estar bien en todo y con todos, engañando necesariamente a todos en todo. Los revolucionarios han de proclamar sus ideas valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos.
Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra; a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, planta un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse; a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por la crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros y venales; a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera, que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica. ¡Ése es el pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: "Te vamos a dar", sino: "¡Aquí tienes, lucha ahora con toda tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad!"
En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas inmediatamente después de tomar el cuartel Moncada y divulgadas por radio a la nación. Es posible que el coronel Chaviano haya destruido con toda intención esos documentos, pero si él los destruyó, yo los conservo en la memoria.
La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad de ejecutar y facultad de juzgar.
Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: u gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a al Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e instransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.
La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.
La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herededor en cuanto a bienes percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.
Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo.
Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda pública.
Todas estas pragmáticas y otras estarían inspiradas en el cumplimiento estricto de dos artículos esenciales de nuestra Constitución, uno de los cuales manda que se proscriba el latifundio y, a los efectos de su desaparición, la ley señale el máximo de extensión de tierra que cada persona o entidad pueda poseer para cada tipo de explotación agrícola, adoptando medidas que tiendan a revertir la tierra al cubano; y el otro ordena categóricamente al Estado emplear todos los medios que estén a su alcance para proporcionar ocupación a todo el que carezca de ella y asegurar a cada trabajador manual o intelectual una existencia decorosa. Ninguna de ellas podrá ser tachada por tanto de inconstitucional. El primer gobierno de elección popular que surgiere inmediatamente después, tendría que respetarlas, no sólo porque tuviese un compromiso moral con la nación, sino porque los pueblos cuando alcanzan las conquistas que han estado anhelando durante varias generaciones, no hay fuerza en el mundo capaz de arrebatárselas.
El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.
Quizás luzca fría y teórica esta exposición, si no se conoce la espantosa tragedia que está viviendo el país en estos seis órdenes, sumada a la más humillante opresión política.
El ochenta y cinco por ciento de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras. En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indies unen la costa norte con la costa sur. Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas. Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si el campo hizo la independencia, si la grandeza y prosperidad de nuestra nación depende de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas?
Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos,. se exporta hierro para importar arados... Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas, que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas.
Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica. Aquí ocurre lo mismo: si el Estado se propone rebajar los alquileres, los propietarios amenazan con paralizar todas las construcciones; si el Estado se abstiene, construyen mientras pueden percibir un tipo elevado de renta, después no colocan una piedra más aunque el resto de la población viva a la intemperie. Otro tanto hace el monopolio eléctrico: extiende las líneas hasta el punto donde pueda percibir una utilidad satisfactoria, a partir de allí no le importa que las personas vivan en las tinieblas por el resto de sus días. El Estado se cruza de brazos y el pueblo sigue sin casas y sin luz.
Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior: ¿Es un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad donde no hay industrias para qué se quieren escuelas técnicas o industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas escuelas técnicas y de artes industriales; en Cuba, no pasan de seis y los muchachos salen con sus títulos sin tener dónde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?
De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El noventa por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor, y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios. Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses la año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los treinta años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído diez millones de discursos, y morirán al fin de miseria y decepción. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siempre igual o peor.
Con tales antecedentes, ¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de diciembre un millón de personas se encuentren sin trabajo y que Cuba, con una población de cinco millones y medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que Francia e Italia con una población de más de cuarenta millones cada una?
Cuando vosotros juzgáis a un acusado por robo, señores magistrados, no le preguntáis cuánto tiempo lleva sin trabajo, cuántos hijos tiene, qué días de la semana comió y qué días no comió, no os preocupáis en absoluto por las condiciones sociales del medio donde vive: lo enviáis a la cárcel sin más contemplaciones. Allí no van los ricos que queman almacenes y tiendas para cobrar las pólizas de seguro, aunque se quemen también algunos seres humanos, porque tienen dinero de sobra para pagar abogados y sobornar magistrados. Enviáis a la cárcel al infeliz que roba por hambre, pero ninguno de los cientos de ladrones que han robado millones al Estado durmió nunca una noche tras las rejas: cenáis con ellos a fin de año en algún lugar aristocrático y tienen vuestro respeto. En Cuba, cuando un funcionario se hace millonario de la noche a la mañana y entra en la cofradía de los ricos, puede ser recibido con las mismas palabras de aquel opulento personaje de Balzac, Taillefer, cuando brindó por el joven que acababa de heredar una inmensa fortuna: "¡Señores, bebamos al poder del oro! El señor Valentín, seis veces millonario, actualmente acaba de ascender al trono. Es rey, lo puede todo, está por encima de todo, como sucede a todos los ricos. En lo sucesivo la igualdad ante la ley, consignada al frente de la Constitución, será un mito para él, no estará sometido a las leyes, sino que las leyes se le someterá. Para los millonarios no existen tribunales ni sanciones."
El porvenir de la nación y la solución de sus problemas no pueden seguir dependiendo del interés egoísta de una docena de financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates. El país no puede seguir de rodillas implorando los milagros de unos cuantos becerros de oro que, como aquél del Antiguo Testamento que derribó la ira del profeta, no hacen milagros de ninguna clase. Los problemas de la República sólo tienen solución si nos dedicamos a luchar por ella con la misma energía, honradez y patriotismo que invirtieron nuestros libertadores en crearla. Y no es con estadistas al estilo de Carlos Saladrigas, cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal cual está y pasarse la vida farfullando sandeces sobre la "libertad absoluta de empresa", "garantías al capital de inversión" y la "ley de la oferta y la demanda", como habrán de resolverse tales problemas. En un palacete de la Quinta Avenida, estos ministros pueden charlar alegremente hasta que no quede ya ni el polvo de los huesos de los que hoy reclaman soluciones urgentes. Y en el mundo actual ningún problema social se resuelve por generación espontánea.
Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y el respeto de la nación después de limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos, procedería inmediatamente a industrializar el país, movilizando todo el capital inactivo que pasa actualmente de mil quinientos millones a través del Banco Nacional y el Banco de Fomento Agrícola e Industrial y sometiendo la magna tarea al estudio, dirección, planificación y realización por técnicos y hombres de absoluta competencia, ajenos por completo a los manejos de la política.
Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con carácter de dueños a los cien mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el problema de la tierra, primero: estableciendo como ordena la Constitución un máximo de extensión para cada tipo de empresa agrícola y adquiriendo el exceso por vía de expropiación, reivindicando las tierras usurpadas al Estado, desecando marismas y terrenos pantanosos, plantando enormes viveros y reservando zonas para la repoblación forestal; segundo: repartiendo el resto disponible entre familias campesinas con preferencia a las más numerosas, fomentando cooperativas de agricultores para la utilización común de equipos de mucho costo, frigoríficos y una misma dirección profesional técnica en el cultivo y la crianza y facilitando, por último, recursos, equipos, protección y conocimientos útiles al campesinado.
Un gobierno revolucionario resolvería el problema de la vivienda rebajando resueltamente el cincuenta por ciento de los alquileres, eximiendo de toda contribución a las casas habitadas por sus propios dueños, triplicando los impuestos sobre las casas alquiladas, demoliendo las infernales cuarterías para levantar en su lugar edificios modernos de muchas plantas y financiando la construcción de viviendas en toda la Isla en escala nunca vista, bajo el criterio de que si lo ideal en el campo es que cada familia posea su propia parcela, lo ideal en la ciudad es que cada familia viva en su propia casa o apartamento. Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa. Pero si seguimos esperando por los milagros del becerro de oro, pasarán mil años y el problema estará igual. Por otra parte, las posibilidades de llevar corriente eléctrica hasta el último rincón de la Isla son hoy mayores que nunca, por cuanto es ya una realidad la aplicación de la energía nuclear a esa rama de la industria, lo cual abaratará enormemente su costo de producción.
Con estas tres iniciativas y reformas el problema del desempleo desaparecería automáticamente y la profilaxis y al lucha contra las enfermedades sería tarea mucho más fácil.
Finalmente, un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz. No se olviden las palabras del Apóstol: "Se está cometiendo en [...] América Latina un error gravísimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusivamente para la vida urbana y no se les prepara para la vida campesina." "El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos." "Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre."
Pero el alma de la enseñanza es el maestro, y a los educadores en Cuba se les paga miserablemente; no hay, sin embargo, ser más enamorado de su vocación que el maestro cubano. ¿Quién no aprendió sus primeras letras en una escuelita pública? Basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar. Ningún maestro debe ganar menos de doscientos pesos, como ningún profesor de segunda enseñanza debe ganar menos de trescientos cincuenta, si queremos que se dediquen enteramente a su elevada misión, si tener que vivir asediados por toda clase de mezquinas privaciones. Debe concedérseles además a los maestros que desempeñan su función en el campo, el uso gratuito de los medios de transporte; y a todos, cada cinco años por lo menos, un receso en sus tareas de seis meses con sueldo, para que puedan asistir a cursos especiales en el país o en el extranjero, poniéndose al día en los últimos conocimientos pedagógicos y mejorando constantemente sus programas y sistemas. ¿De dónde sacar el dinero necesario? Cuando no se lo roben, cuando no haya funcionarios venales que se dejen sobornar por las grandes empresas con detrimento del fisco, cuando los inmensos recursos de la nación estén movilizados y se dejen de comprar tanques, bombarderos y cañones en este país sin fronteras, sólo para guerrear contra el pueblo, y se le quiera educar en vez de matar, entonces habrá dinero de sobra.
Cuba podría albergar espléndidamente una población tres veces mayor; no hay razón, pues, para que exista miseria entre sus actuales habitantes. Los mercados debieran estar abarrotados de productos; las despensas de las casas debieran estar llenas; todos los brazos podrían estar produciendo laboriosamente. No, eso no es inconcebible. Lo inconcebible es que haya hombres que se acuesten con hambre mientras quede una pulgada de tierra sin sembrar; lo inconcebible es que haya niños que mueran sin asistencia médica, lo inconcebible es que el treinta por ciento de nuestros campesinos no sepan firmar, y el noventa y nueve por ciento no sepa de historia de Cuba; lo inconcebible es que la mayoría de las familias de nuestros campos estén viviendo en peores condiciones que los indios que encontró Colón al descubrir la tierra más hermosa que ojos humanos vieron.
A los que me llaman por esto soñador, les digo como Martí: "El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ése es [...] el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber."
Únicamente inspirados en tan elevados propósitos, es posible concebir el heroísmo de los que cayeron en Santiago de Cuba. Los escasos medios materiales con que hubimos de contar, impidieron el éxito seguro. A los soldados les dijeron que Prío nos había dado un millón de pesos; querían desvirtuar el hecho más grave para ellos: que nuestro movimiento no tenía relación alguna con el pasado, que era una nueva generación cubana con sus propias ideas, la que se erguía contra la tiranía, de jóvenes que no tenían apenas siete años cuando Batista comenzó a cometer sus primeros crímenes en el año 34. La mentira del millón no podía ser más absurda: si con menos de veinte mil pesos armamos cientos sesenta y cinco hombres y atacamos un regimiento y un escuadrón, con un millón de pesos hubiéramos podido armar ocho mil hombres, atacar cincuenta regimientos, cincuenta escuadrones, y Ugalde Carrillo no se habría enterado hasta el domingo 26 de julio a las 5_15 de la mañana. Sépase que por cada uno que vino a combatir, se quedaron veinte perfectamente entrenados que no vinieron porque no había armas. Esos hombres desfilaron por las calles de La Habana con la manifestación estudiantil en el Centenario de Martí y llenaban seis cuadras en masa compacta. Doscientos más que hubieran podido venir o veinte granadas de mano en nuestro poder, y tal vez le habríamos ahorrado a este honorable tribunal tantas molestias.
Los políticos se gastan en sus campañas millones de pesos sobornando conciencias, y un puñado de cubanos que quisieron salvar el honor de la patria tuvo que venir a afrontar la muerte con las manos vacías por falta de recursos. Eso explica que al país lo hayan gobernado hasta ahora, no hombres generosos y abnegados, sino el bajo mundo de la politiquería, el hampa de nuestra vida pública.
Con mayor orgullo que nunca digo que consecuentes con nuestros principios, ningún político de ayer nos vi tocar a sus puertas pidiendo un centavo, que nuestros medios se reunieron con ejemplos de sacrificios que no tienen paralelo, como el de aquel joven, Elpidio Sosa, que vendió su empleo y se me presentó un día con trescientos pesos "para la causa"; Fernando Chenard, que vendió sus aparatos de su estudio fotográfico, con el que se ganaba la vida; Pedro Marrero, que empeñó su sueldo de muchos meses y fue preciso prohibirle que vendería también los muebles de su casa; Oscar Alcalde, que vendió su laboratorio de productos farmacéuticos; Jesús Montané, que entregó el dinero que había ahorrado durante más de cinco años; y así por el estilo muchos más, despojándose cada cual de lo poco que tenía.
Hace falta tener una fe muy grande en su patria para proceder así, y estos recuerdos de idealismo me llevaron directamente al más amargo capítulo de esta defensa: el precio que les hizo pagar la tiranía por querer librar a Cuba de la opresión y la injusticia.
¡Cadáveres amados los que un día
Ensueños fuisteis de la patria mía,
Arrojad, arrojad sobre mi frente
Polvo de vuestros huesos carcomidos!
¡Tocad mi corazón con vuestras manos!
¡Gemid a mis oídos!
¡Cada uno ha de ser de mis gemidos
Lágrimas de uno más de los tiranos!
¡Andad a mi rencor; vagad en tanto
Que mi ser vuestro espíritu recibe
Y dadme de las tumbas el espanto,
Que es poco ya para llorar el llanto
Cuando en infame esclavitud se vive!
Multiplicad por diez el crimen del 27 de noviembre de 1871 y tendréis los crímenes monstruosos y repugnantes del 26, 27, 28 y 29 de julio de 1953 en Oriente. Los hechos están recientes todavía, pero cuando los años pasen y el cielo de la patria se despeje, cuando los ánimos exaltados se aquieten y el miedo no turbe los espíritus, se empezará a ver en toda su espantosa realidad la magnitud de la masacre, y las generaciones venideras volverán aterrorizadas los ojos hacia este acto de barbarie sin precedentes en nuestra historia. Pero no quiero que la ira me ciegue, porque necesito toda la claridad de mi mente y la serenidad del corazón destrozado para exponer los hechos tal como ocurrieron, con toda sencillez, antes que exagerar el dramatismo, porque siento vergüenza, como cubano, que unos hombres sin entrañas, con sus crímenes incalificables, hayan deshonrado nuestra patria ante el mundo.
No fue nunca el tirano Batista un hombre de escrúpulos que vacilara antes de decir al pueblo la más fantástica mentira. Cuando quiso justificar el traidor cuartelazo del 10 de marzo, inventó un supuesto golpe militar que habría de ocurrir en el mes de abril y que "él quiso evitar para que no fuera sumida en sangre la república", historieta ridícula que no creyó nadie; y cuando quiso sumir en sangre la república y ahogar en el terror, la tortura y el crimen la justa rebeldía de una juventud que no quiso ser esclava suya, inventó entonces mentiras más fantásticas todavía. ¡Qué poco respeto se le tiene a un pueblo, cuando se le trata de engañar tan miserablemente! El mismo día que fui detenido, yo asumí públicamente la responsabilidad del movimiento armado del 26 de julio, y si una sola de las cosas que dijo el dictador contra nuestros combatientes en su discurso del 27 de julio hubiese sido cierta, bastaría para haberme quitado la fuerza moral en el proceso. Sin embargo, ¿por qué no se me llevó al juicio? ¿Por qué falsificaron certificados médicos? ¿Por qué se violaron todas las leyes del procedimiento y se descartaron escandalosamente todas las órdenes del tribunal? ¿Por qué se hicieron cosas nunca vistas en ningún proceso público a fin de evitar a toda costa mi comparecencia? Yo en cambio hice lo indecible por estar presente, reclamando del tribunal que se me llevase al juicio en cumplimiento estricto de las leyes, denunciando las maniobras estricto de las leyes, denunciando para impedirlo; quería discutir con ellos frente a frente y cara a cara. Ellos no quisieron: ¿Quién temía la verdad y quién no la temía?
Las cosas que afirmó el dictador desde el polígono del campamento de Columbia, serían dignas de risa si no estuviesen tan empapadas de sangre. Dijo que los atacantes eran un grupo de mercenarios entre los cuales había numerosos extranjeros; dijo que la parte principal del plan era un atentado contra él —él, siempre él—, como si los hombres que atacaron el baluarte del Moncada no hubieran podido matarlo a él y a veinte como él, de haber estado conformes con semejantes métodos; dijo que el ataque había sido fraguado por el ex presidente Prío y con dinero suyo, y se ha comprobado ya hasta la saciedad la ausencia absoluta de toda relación entre este movimiento y el régimen pasado; dijo que estábamos armados de ametralladoras y granadas de mano, y aquí los técnicos del Ejército han declarado que sólo teníamos una ametralladora degollado a la posta, y ahí han aparecido en el sumario los certificados de defunción y los certificados médicos correspondientes a todos los soldados muertos o heridos, de donde resulta que ninguno presentaba lesiones de arma blanca. Pero sobre todo, lo más importante, dijo que habíamos acuchillado a los enfermos del Hospital Militar, y los médicos de ese mismo hospital, ¡nada menos que los médicos del Ejército!, han declarado en el juicio que ese edificio nunca estuvo ocupado por nosotros, que ningún enfermo fue muerto o herido y que sólo hubo allí una baja, correspondiente a un empleado sanitario que se asomó imprudentemente por una ventana.
Cuando un jefe de Estado o quien pretende serlo hace declaraciones al país, no habla por hablar: alberga siempre algún propósito, persigue siempre un efecto, lo anima siempre una intención. Si ya nosotros habíamos sido militarmente vencidos, si ya no significábamos un peligro real para la dictadura, ¿por qué se nos calumniaba de ese modo? Si no está claro que era un discurso sangriento, si no es evidente que se pretendía justificar los crímenes que se estaban cometiendo desde la noche anterior y que se irían a cometer después, que hablen por mí los números: el 27 de julio, en su discurso desde el polígono militar, Batista dijo que los atacantes habíamos tenido treinta y dos muertos; al finalizar la semana los muertos ascendían a más de ochenta. ¿En qué batallas, en qué lugares, en qué combates murieron esos jóvenes? Antes de hablar Batista se habían asesinado más de veinticinco prisioneros; después que habló Batista se asesinaron cincuenta.
¡Qué sentido del honor tan grande el de esos militares modestos, técnicos y profesionales del Ejército, que al comparecer ante el tribunal no desfiguraron los hechos y emitieron sus informes ajustándose a la estricta verdad! ¡Ésos sí son militares que honran el uniforme, ésos sí son hombres! Ni el militar verdadero ni el verdadero hombre es capaz fe manchar su vida con la mentira o el crimen. Yo sé que están terriblemente indignados con los bárbaros asesinatos que se cometieron, yo sé que sienten con repugnancia y vergüenza el olor a sangre homicida que impregna hasta la última piedra del cuartel Moncada.
Emplazo al dictador a que repita ahora, si puede, sus ruines calumnias por encima del testimonio de esos honorables militares, lo emplazo a que justifique ante el pueblo de Cuba su discurso del 27 de julio, ¡que no se calle, que hable!, que digan quiénes son los asesinos, los despiadados, los inhumanos, que diga si la Cruz de Honor que fue a ponerles en el pecho a los héroes de la masacre era para premiar los crímenes repugnantes que se cometieron; que asuma desde ahora la responsabilidad ante la historia y no pretenda decir después que fueron los soldados sin órdenes suyas, que explique a la nación los setenta asesinatos; ¡fue mucha la sangre! La nación necesita una explicación, la nación lo demanda, la nación lo exige.
Se sabía que en 1933, al finalizar el combate del hotel Nacional, algunos oficiales fueron asesinados después de rendirse, lo cual motivó una enérgica protesta de la revista Bohemia; se sabía también que después de capitulado el fuerte de Atarés las ametralladoras de los sitiadores barrieron una fila de prisioneros y que un soldado, preguntando quién era Blas Hernández, lo asesinó disparándole un tiro en pleno rostro, soldado que en premio de su cobarde acción fue ascendido a oficial. Era conocido que el asesinato de prisioneros está fatalmente unido en la historia de Cuba al nombre de Batista. ¡Torpe ingenuidad nuestra que no lo comprendimos claramente! Sin embargo, en aquellas ocasiones los hechos ocurrieron en cuestión de minutos, no más que lo de una ráfaga de ametralladoras cuando los ánimos estaban todavía exaltados, aunque nunca tendrá justificación semejante proceder.
No fue así en Santiago de Cuba. Aquí todas las formas de crueldad, ensañamiento y barbarie fueron sobrepasadas. No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumentos de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y de muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros. Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamusqueados por los disparos a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre. Las manos criminales que rigen los destinos de Cuba habían escrito para los prisioneros a la entrada de aquel antro de muerte, la inscripción del infierno: "Dejad toda esperanza."
No cubrieron ni siquiera las apariencias, no se preocuparon lo más mínimo por disimular lo que estaban haciendo: creían haber engañado al pueblo con sus mentiras y ellos mismos terminaron engañándose. Se sintieron amos y señores del universo, dueños absolutos de la vida y la muerte humana. Así, el susto de la madrugada lo disiparon en un festín de cadáveres, en una verdadera borrachera de sangre.
Las crónicas de nuestra historia, que arrancan cuatro siglos y medio atrás, nos cuentan muchos hechos de crueldad, desde las matanzas de indios indefensos, las atrocidades de los piratas que asolaban las costas, las barbaridades de los guerrilleros en la lucha de la independencia, los fusilamientos de prisioneros cubanos por el ejército de Weyler, los horrores del machadato, hasta los crímenes de marzo del 35; pero con ninguno se escribió una página sangrienta tan triste y sombría, por el número de víctimas y por la crueldad de sus victimarios, como en Santiago de Cuba. Sólo un hombre en todos esos siglos ha manchado de sangre dos épocas distintas de nuestra existencia histórica y ha clavado sus garras en la carne de dos generaciones de cubanos. Y para derramar este río de sangre sin precedentes esperó que estuviésemos en el Centenario del Apóstol y acabada de cumplir cincuenta años la república que tantas vidas costó para la libertad, porque pesa sobre un hombre que había gobernado ya como amo durante once largos años este pueblo que por tradición y sentimiento ama la libertad y repudie el crimen con toda su alma, un hombre que no ha sido, además, ni leal, ni sincero, ni honrado, ni caballero un solo minuto de su vida pública.
No fue suficiente la traición de enero de 1934, los crímenes de marzo de 1935, y los cuarenta millones de fortuna que coronaron la primera etapa; era necesaria la traición de marzo de 1952, los crímenes de julio de 1953 y los millones que sólo el tiempo dirá. Dante dividió su infierno en nueve círculos: puso en el séptimo a los criminales, puso en el octavo a los ladrones y puso en el noveno a los traidores. ¡Duro dilema el que tendrían los demonios para buscar un sitio adecuado al alma de este hombre... si este hombre tuviera alma! Quien alentó los hechos atroces de Santiago de Cuba, no tiene entrañas siquiera.
Conozco muchos detalles de la forma en que se realizaron esos crímenes por boca de algunos militares que,. llenos de vergüenza, me refirieron las escenas de que habían sido testigos.
Terminado el combate se lanzaron como fieras enfurecidas sobre la ciudad de Santiago de Cuba y contra la población indefensa saciaron las primeras iras. En plena calle y muy lejos del lugar donde fue la lucha le atravesaron el pecho de un balazo a un niño inocente que jugaba junto a la puerta de su casa, y cuando el padre se acercó para recogerlo, le atravesaron la frente con oro balazo. Al "Niño" Cala, que iba para su casa con un cartucho de pan en las manos, lo balacearon sin mediar palabra. Sería interminable referir los crímenes y atropellos que se cometieron contra la población civil. Y si de esta forma actuaron con los que no habían participado en la acción, ya puede suponerse la horrible suerte que corrieron los prisioneros participantes o que ellos creían que habían participado: porque así como en esta causa involucraron a muchas personas ajenas por completo a los hechos, así también mataron a muchos de los prisioneros detenidos que no tenían nada que ver con el ataque; éstos no están incluidos en las cifras de víctimas que han dado, las cuales se refieren exclusivamente a los hombres nuestros. Algún día se sabrá el número total de inmolados.
El primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz, que no llevaba armas ni uniforme y vestía su bata de galeno, un hombre generoso y competente que hubiera atendido con la misma devoción tanto al adversario como al amigo herido. En el camino del Hospital Civil al cuartel le dieron un tiro por la espalda y allí lo dejaron tendido boca abajo en un charco de sangre. Pero la matanza en masa de prisioneros no comenzó hasta pasadas las 3:00 de la tarde. Hasta esa hora esperaron órdenes. Llegó entonces de La Habana el general Martín Díaz Tamayo, quien trajo instrucciones concretas salidas de una reunión donde se encontraban Batista, el jefe del Ejército, el jefe del SIM, el propio Díaz Tamayo y oros. Dijo que "era una vergüenza y un deshonor para el Ejército haber tenido en el combate tres veces más bajas que los atacantes y que había que matar diez prisioneros por cada soldado muerto". ¡Ésta fue la orden!.
En todo grupo humano hay hombres que bajos instintos, criminales natos, bestias portadoras de todos los atavismos ancestrales revestidas de forma humana, monstruos refrenados por la disciplina y el hábito social, pero que si se les da a beber sangre en un río no cesarán hasta que los haya secado. Lo que estos hombres necesitan precisamente era esa orden. En sus manos precio lo mejor de Cuba: lo más valiente, lo más honrado, lo más idealista. El tirano los llamó mercenarios, y allí estaban ellos muriendo como héroes en manos de hombres que cobran un sueldo de la República y que con las armas que ella les entregó para que la defendieran sirven los intereses de una pandilla y asesinan a los mejores ciudadanos.
En medio de las torturas les ofrecían la vida si traicionando su posición ideológica se prestaban a declarar falsamente que Prío les había dado el dinero, y como ellos rechazaban indignados la proposición, continuaban torturándolos horriblemente. Les trituraron los testículos y les arrancaron los ojos, pero ninguno claudicó, ni se oyó un lamento ni una súplica: aun cuando los habían privado de sus órganos viriles, seguían siendo mil veces más hombres que todos sus verdugos juntos. Las fotografías no mientan y esos cadáveres aparecen destrozados. Ensayaron otros medios; no podían con el valor de los hombres y probaron el valor de las mujeres. Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban las compañeras Melba Hernández y Haydée Santamaría, y dirigiéndose a la última mostrándole el ojo, le dijeron: "Este es de tu hermano, si tú no dices lo que no quiso decir, le arrancaremos el otro." Ella, que quería a su valiente hermano por encima de todas las cosas, les contestó llena de dignidad: "Si ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo." Más tarde volvieron y las quemaron en los brazos con colillas encendidas, hasta que por último, llenos de despecho, le dijeron nuevamente a la joven Haydée Santamaría: "Ya no tienes novio porque te lo hemos matado también." Y ella les contestó imperturbable otra vez: "Él no está muerto, porque morir por la patria es vivir." Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana.
No respetaron ni siquiera a los heridos en el combate que estaban recluidos en distintos hospitales de la ciudad, adonde los fueron a buscar como buitres que siguen la presa. En el Centro Gallego penetraron hasta el salón de operaciones en el instante mismo que recibían transfusión de sangre dos heridos graves; los arrancaron de las mesas y como no podían estar en pie, los llevaron arrastrando hasta la planta baja donde llegaron cadáveres.
No pudieron hacer lo mismo en la Colonia Española, donde estaban recluidos los compañeros Gustavo Arcos y José Ponce, porque se los impidió valientemente el doctor Posada diciéndoles que tendrían que pasar sobre su cadáver.
A Pedro Miret, Abelardo Crespo y Fidel Labrador les inyectaron aire y alcanfor en las venas para matarlos en el Hospital Militar. Deben sus vidas al capitán Tamayo, médico del Ejército y verdadero militar de honor, que a punta de pistola se los arrebató a los verdugos y los trasladó al Hospital Civil. Estos cinco jóvenes fueron los únicos heridos que pudieron sobrevivir.
Por las madrugadas eran sacados del campamento grupos de hombres y trasladados en automóviles a Siboney, La Maya, Songo y otros lugares, donde se les bajaba atados y amordazados, ya deformados por las torturas, para matarlos en parajes solitarios. Después los hacían constar como muertos en combate con el Ejército. Esto lo hicieron durante varios días y muy pocos prisioneros de los que iban siendo detenidos sobrevivieron. A muchos los obligaron antes a cavar su propia sepultura. Uno de los jóvenes, cuando realizaba aquella operación, se volvió y marcó en el rostro con la pica a uno de los asesinos. A otros, inclusive, los enterraron vivos con las manos atadas a la espalda. Muchos lugares solitarios sirven de cementerio a los valientes. Solamente en el campo de tiro del Ejército hay cinco enterrados. Algún día serán desenterrados y llevados en hombros del pueblo hasta el monumento que, junto a la tumba de Martí, la patria libre habrá de levantarles a los "Mártires del Centenario".
El último joven que asesinaron en la zona de Santiago de Cuba fue Marcos Martí. Lo habían detenido en una cueva en Siboney el jueves 30 por la mañana junto con el compañero Ciro Redondo. Cuando los llevaban caminando por la carretera con los brazos en alto, le dispararon al primero un tiro por la espalda y ya en el suelo lo remataron con varias descargas más. Al segundo lo condujeron hasta el campamento; cuando lo vio el comandante Pérez Chaumont exclamó: "¡Y a éste para qué me lo han traído!" El tribunal pudo escuchar la narración del hecho por boca de este joven que sobrevivió gracias a lo que Pérez Chaumont llamó "una estupidez de los soldados".
La consigna era general en toda la provincia. Diez días después del 26, un periódico de esta ciudad publicó la noticia de que, en la carretera de Manzanillo a Bayamo, habían aparecido dos jóvenes ahorcados. Más tarde se supo que eran los cadáveres de Hugo Camejo y Pedro Véliz. Allí también ocurrió algo extraordinario; las víctimas eran tres; los habían sacado del cuartel de Manzanillo a las 2:00 de la madrugada; en un punto de la carretera los bajaron y después de golpearlos hasta hacerles perder el sentido, los estrangularon con una soga. Pero cuando ya los habían dejado por muertos, uno de ellos, Andrés García, recobró el sentido, buscó refugio en casa de un campesino y gracias a ello también el tribunal pudo conocer con todo lujo de detalles el crimen. Este joven fue el único sobreviviente de todos los prisioneros que se hicieron en la zona de Bayamo.
Cerca del río Cauto, en un lugar conocido por Barrancas, yacen en el fondo de un pozo ciego los cadáveres de Raúl de Aguiar, Armando Valle y Andrés Valdés, asesinados a medianoche en el camino de Alto Cedro a Palma Soriano por el sargento Montes de Oca, jefe de puesto del cuartel de Miranda, el cabo Maceo y el teniente jefe de Alto Cedro, donde aquéllos fueron detenidos.
En los anales del crimen merece mención de honor el sargento Eulalio González, del cuartel Moncada, apodado "El Tigre". Este hombre no tenía después el menor empacho para jactarse de sus tristes hazañas. Fue él quien con sus propias manos asesinó a nuestro compañero Abel Santamaría. Pero no estaba satisfecho. Un día en que volvía de la prisión de Boniato, en cuyos patios sostiene una cría de gallos finos, montó el mismo ómnibus donde viajaba la madre de Abel. Cuando aquel monstruo comprendió de quien se trataba, comenzó a referir en alta voz sus proezas y dijo bien alto para que lo oyera la señora vestida de luto: "Pues yo sí saqué muchos ojos y pienso seguirlos sacando." Los sollozos de aquella madre ante la afrenta cobarde que le infería el propio asesino de su hijo, expresan mejor que ninguna palabra el oprobio moral sin precedentes que está sufriendo nuestra patria. A esas mismas madres, cuando iban al cuartel Moncada preguntando por sus hijos, con cinismo inaudito les contestaban: "¡Cómo no, señora!; vaya a verlo al hotel Santa Ifigenia donde se lo hemos hospedado." ¡O Cuba no es Cuba, o los responsables de estos hechos tendrán que sufrir un escarmiento terrible! Hombres desalmados que insultaban groseramente al pueblo cuando se quitaban los sombreros al paso de los cadáveres de los revolucionarios.
Tantas fueron las víctimas que todavía el gobierno no se ha atrevido a dar las listas completas, saben que las cifras no guardan proporción alguna. Ellos tienen los nombres de todos los muertos porque antes de asesinar a los prisioneros les tomaban las generales. Todo ese largo trámite de identificación a través del Gabinete Nacional fue pura pantomima; y hay familias que no saben todavía la suerte de sus hijos. Si ya han pasado casi tres meses, ¿por qué no se dice la última palabra?
Quiero hacer constar que a los cadáveres se les registraron los bolsillos buscando hasta el último centavo y se les despojó de las prendas personales, anillos y relojes, que hoy están usando descaradamente los asesinos.
Gran parte de lo que acabo de referir ya lo sabíais vosotros, señores magistrados, por las declaraciones de mis compañeros. Pero véase cómo no han permitido venir a este juicio a muchos testigos comprometedores y que en cambio asistieron a las sesiones del otro juicio. Faltaron, por ejemplo, todas las enfermeras del Hospital Civil, pese a que están aquí al lado nuestro, trabajando en el mismo edificio donde se celebra esta sesión; no las dejaron comparecer para que no pudieran afirmar ante el tribunal, contestando a mis preguntas, que aquí fueron detenidos veinte hombres vivos, además del doctor Mario Muñoz. Ellos temían que el interrogatorio a los testigos yo pudiese hacer deducir por escrito testimonios muy peligrosos.
Pero vino el comandante Pérez Chaumont y no pudo escapar. Lo que ocurrió con este héroe de batallas contra hombres sin armas y maniatados, da idea de lo que hubiera pasado en el Palacio de Justicia si no me hubiesen secuestrado del proceso. Le pregunté cuántos hombres nuestros habían muerto en sus célebres combates de Siboney. Titubeó. Le insistí, y me dijo por fin que veintiuno. Como yo sé que esos combates no ocurrieron nunca, le pregunté cuántos heridos habíamos tenido. Me contestó que ninguno: todos eran muertos. Por eso, asombrado, le repuse que si el Ejército estaba usando armas atómicas. Claro que donde hay asesinados a boca de jarro no hay heridos. Le pregunté después cuántas bajas había tenido el Ejército. Me contestó que dos heridos. Le pregunté por último que si alguno de esos heridos había muerto, y me dijo que no. Esperé. Desfilaron más tarde todos los heridos del Ejército y resultó que ninguno lo había sido en Siboney. Ese mismo comandante Pérez Chaumont, que apenas se ruborizaba de haber asesinado veintiún jóvenes indefensos, ha construido en la playa de Ciudamar un palacio que vale más de cien mil pesos. Sus ahorritos en sólo unos meses de marzato. ¡Y si eso ha ahorrado el comandante, cuánto habrán ahorrado los generales!.
Señores magistrados: ¿Dónde están nuestros compañeros detenidos los días 26, 27, 28 y 29 de julio, que se sabe pasaban de sesenta en la zona de Santiago de Cuba? solamente tres y las dos muchachas han comparecido, los demás sancionados fueron todos detenidos más tarde. ¿Dónde están nuestros compañeros heridos? Solamente cinco han aparecido: al resto lo asesinaron también. Las cifras son irrebatibles. Por aquí, en cambio, han desfilado veinte militares que fueron prisioneros nuestros y que según sus propias palabras no recibieron ni una ofensa. Por aquí han desfilado treinta heridos del Ejército, muchos de ellos en combates callejeros, y ninguno fue rematado. Si el Ejército tuvo diecinueve muertos y treinta heridos, ¿cómo es posible que nosotros hayamos tenido ochenta muertos y cinco heridos? ¿Quién vio nunca combates de veintiún muertos y ningún herido como los famosos de Pérez Chaumont?
Ahí están las cifras de bajas en los recios combates de la Columna Invasora en la guerra del 95, tanto aquellos en que salieron victoriosas como en los que fueron vencidas las armas cubanas: combate de Los Indios, en Las Villas: doce heridos, ningún muerto; combate de Mal Tiempo: cuatro muertos, veintitrés heridos; combate de Calimete: dieciséis muertos, sesenta y cuatro heridos; combate de La Palma: treinta y nueve muertos, ochenta y ocho heridos; combate de Cacarajícara: cinco muertos, trece heridos; combate del Descanso: cuatro muertos, cuarenta y cinco heridos; combate de San Gabriel del Lombillo: dos muertos, dieciocho heridos... en todos absolutamente el número de heridos es dos veces, tres veces y hasta diez veces mayor que el de muertos. No existían entonces los modernos adelantos de la ciencia médica que disminuyen la proporción de muertos. ¿Cómo puede explicarse la fabulosa proporción de dieciséis muertos por un herido, si no es rematando a éstos en los mismos hospitales y asesinando después a los indefensos prisioneros? Estos números hablan sin réplica posible.
"Es una vergüenza y un deshonor para el Ejército haber tenido en el combate tres veces más bajas que los atacantes; hay que matar diez prisioneros por cada soldado muerto..." Ése es el concepto que tienen del honor los cabos furrieles ascendidos a generales del 10 de marzo, y ése es el honor que le quieren imponer al Ejército nacional. Honor falso, honor fingido, honor de apariencia que se basa en la mentira, la hipocresía y el crimen; asesinos que amasan con sangre una careta de honor. ¿Quién les dijo que morir peleando es un deshonor? ¿Quién les dijo que el honor de un Ejército consiste en asesinar heridos y prisioneros de guerra?
En las guerras los ejércitos que asesinan a los prisioneros se han ganado siempre el desprecio y la execración del mundo. Tamaña cobardía no tiene justificación ni aun tratándose de enemigos de la patria invadiendo el territorio nacional. Como escribió un libertador de la América del Sur, "ni la más estricta obediencia militar puede cambiar la espada del soldado en cuchilla de verdugo." El militar de honor no asesina al prisionero indefenso después del combate, sino que lo respeta; no remata al herido, sino que lo ayuda; impide el crimen y si no puede impedirlo hace como aquel capitán español que al sentir los disparos con que fusilaban a los estudiantes quebró indignado su espada y renunció a seguir sirviendo a aquel ejército.
Los que asesinaron a los prisioneros no se comportaron como dignos compañeros de los que murieron. Yo vi muchos soldados combatir con magnífico valor, como aquéllos de la patrulla que dispararon contra nosotros sus ametralladoras en un combate casi cuerpo a cuerpo o aquel sargento que desafiando la muerte se apoderó de la alarma para movilizar el campamento. Unos están vivos, me alegro; otros están muertos; sólo siento que hombres valerosos caigan defendiendo una mala causa. Cuando Cuba sea libre, debe respetar, amparar y ayudar también a las mujeres y los hijos de los valientes que cayeron frente a nosotros. Ellos son inocentes de las desgracias de Cuba, ellos son otras tantas víctimas de esta nefasta situación.
Pero el honor que ganaron los soldados para las armas murieron en combate lo mancillaron los generales mandando asesinar prisioneros después del combate. Hombres que se hicieron generales de la madrugada al amanecer sin haber disparado un tiro, que compraron sus estrellas con alta traición a la República, que mandan asesinar los prisioneros de un combate en que no participaron: ésos son los generales del 10 de marzo, generales que no habrían servido ni para arrear las mulas que cargaban la impedimenta del Ejército de Antonio Maceo.
Si el Ejército tuvo tres veces más bajas que nosotros fue porque nuestros hombres estaban magníficamente entrenados, como ellos mismos dijeron, y porque se habían tomado medidas tácticas adecuadas como ellos mismos reconocieron. Si el Ejército no hizo un papel más brillante, si fue totalmente sorprendido pese a los millones que se gasta el SIM en espionaje, si sus granadas de mano no explotaron porque estaban viejas, se debe a que tiene generales como Martín Díaz Tamayo y coroneles como Ugalde Carrillo y Alberto del Río Chaviano. No fueron diecisiete traidores metidos en las filas del Ejército como el 10 de marzo, sino ciento sesenta y cinco hombres que atravesaron la Isla de un extrema a otro para afrontar la muerte a cara descubierta. Si esos jefes hubieran tenido honor militar habrían renunciado a sus cargos en vez de lavar su vergüenza y su incapacidad personal en la sangre de los prisioneros.
Matar prisioneros indefensos y después decir que fueron muertos en combate, ésa es toda la capacidad militar de los generales del 10 de marzo. Así actuaban en los años más crueles de nuestra guerra de independencia los peores matones de Valeriano Weyler. Las Crónicas de la guerra nos narran el siguiente pasaje: "El día 23 de febrero entró en Punta Brava el oficial Baldomero Acosta con alguna caballería, al tiempo que, por el camino opuesto, acudía un pelotón del regimiento Pizarro al mando de un sargento, allí conocido por Barriguilla. Los insurrectos cambiaron algunos tiros con la gente de Pizarro, y se retiraron por el camino que une a Punta Brava con el caserío de Guatao. A los cincuenta hombres de Pizarro seguía una compañía de voluntarios de Marianao y otra del cuerpo de Orden Público, al mando del capitán Calvo [...] Siguieron marcha hacia Guatao, y al penetrar la vanguardia en el caserío se inició la matanza contra el vecindario pacífico; asesinaron a doce habitantes del lugar. [...] Con la mayor celeridad la columna que mandaba el capitán Calvo, echó mano a todos os vecinos que corrían por el pueblo, y amarrándolos fuertemente en calidad de prisioneros de guerra, los hizo marchar para La Habana. [...] No saciados aún con los atropellos cometidos en las afueras de Guatao, llevaron a remate otra bárbara ejecución que ocasionó la muerte a uno de los presos y terribles heridas a los demás. El marqués de Cervera, militar palatino y follón, comunicó a Weyler la costosísima victoria obtenida por las armas españolas; pero el comandante Zugasti, hombre de pundonor, denunció al gobierno lo sucedido, y calificó de asesinatos de vecinos pacíficos las muertes perpetradas por el facineroso capitán Calvo y el sargento Barriguilla.
"La intervención de Weyler en este horrible suceso y su alborozo al conocer los pormenores de la matanza, se descubre de un modo palpable en el despacho oficial que dirigió al ministro de la Guerra a raíz de la cruenta inmolación. "Pequeña columna organizada por comandante militar Marianao con fuerzas de la guarnición, voluntarios y bomberos a las órdenes del capitán Calvo de Orden público, batió, destrozándolas, partidas de Villanueva y Baldomero Acosta cerca de Punta Brava (Guatao), causándoles veinte muertos, que entregó, para su enterramiento al alcalde Guatao, haciéndoles quince prisioneros, entre ellos un herido [...] y suponiendo llevan muchos heridos; nosotros tuvimos un herido grave, varios leves y contusos. Weyler"."
¿En qué se diferencia este parte de guerra de Weyler de los partes del coronel Chaviano dando cuenta de las victorias del comandante Pérez Chaumont? Sólo en que Weyler comunicó veinte muertos y Chaviano comunicó veintiuno; Weyler menciona un soldado herido en sus filas, Chaviano menciona dos; Weyler habla de un herido y quince prisioneros en el campo enemigo, Chaviano no habla de heridos ni prisioneros.
Igual que admiré el valor de los soldados que supieron morir, admiro y reconozco que muchos militares se portaron dignamente y no se mancharon las manos en aquella orgía de sangre. No pocos prisioneros que sobrevivieron les deben la vida a la actitud honorable de militares como el teniente Sarría, el teniente Camps, el capitán Tamayo y otros que custodiaron caballerosamente a los detenidos. Si hombres como ésos no hubiesen salvado en parte el honor de las Fuerzas Armadas, hoy sería más honroso llevar arriba un trapo de cocina que un uniforme.
Para mis compañeros muertos no clamo venganza. Como sus vidas no tenían precio, no podrían pagarlas con las suyas todos los criminales juntos. No es con sangre como pueden pagarse las vidas de los jóvenes que mueren por el bien de un pueblo; la felicidad de ese pueblo es el único precio digno que puede pagarse por ellas.
Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de su ideas. Que hable por mí el Apóstol: "Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abata ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra."
[...] Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
Hasta aquí me he concretado casi exclusivamente a los hechos. Como no olvido que estoy delante de un tribunal de justicia que me juzga, demostraré ahora que únicamente de nuestra parte está el derecho y que la sanción impuesta a mis compañeros y la que se pretende imponerme no tiene justificación ante la razón, ante la sociedad y ante la verdadera justicia.
Quiero ser personalmente respetuoso con los señores magistrados y os agradezco que no veáis en la rudeza de mis verdades ninguna animadversión contra vosotros. Mis razonamientos van encaminados sólo a demostrar lo falso y erróneo de la posición adoptada en la presente situación por todo el Poder Judicial, del cual cada tribunal no es más que una simple pieza obligada a marchar, hasta cierto punto, por el mismo sendero que traza la máquina, sin que ellos justifique, desde luego, a ningún hombre a actuar contra sus principios. Sé perfectamente que la máxima responsabilidad le cabe a la alta oligarquía que sin un gesto digno se plegó servilmente a los dictados del usurpador traicionando a la nación y renunciando a la independencia del Poder Judicial. Excepciones honrosas han tratado de remendar el maltrecho honor con votos particulares, pero el gesto de la exigua minoría apenas ha trascendido, ahogado por actitudes de mayorías sumisas y ovejunas. Este fatalismo, sin embargo, no me impedirá exponer la razón que me asiste. Si el traerme ante este tribunal no es más que pura comedia para darle apariencia de legalidad y justicia a lo arbitrario, estoy dispuesto a rasgar con mano firme el velo infame que cubre tanta desvergüenza. Resulta curioso que los mismos que me traen ante vosotros para que se me juzgue y condene no han acatado una sola orden de este tribunal.
Si este juicio, como habéis dicho, es el más importante que se ha ventilado ante un tribunal desde que se instauró la República, lo que yo diga aquí quizás se pierda en la conjura de silencio que me ha querido imponer la dictadura, pero sobre lo que vosotros hagáis, la posteridad volverá muchas veces los ojos. Pensad que ahora estáis juzgando a un acusado, pero vosotros, a su vez, seréis juzgados no una vez, sino muchas, cuantas veces el presente sea sometido a la crítica demoledora del futuro. Entonces lo que yo diga aquí se repetirá muchas veces, no porque se haya escuchado de mi boca, sino porque el problema de la justicia es eterno, y por encima de las opiniones de los jurisconsultos y teóricos, el pueblo tiene de ella un profundo sentido. Los pueblos poseen una lógica sencilla pero implacable, reñida con todo lo absurdo y contradictorio, y si alguno, además, aborrece con toda su alma el privilegio y la desigualdad, ése es el pueblo cubano. Sabe que la justicia se representa con una doncella, una balanza y una espada. Si la ve postrarse cobarde ante unos y blandir furiosamente el arma sobre otros, se la imaginará entonces como una mujer prostituida esgrimiendo un puñal. Mi lógica, es la lógica sencilla del pueblo.
Os voy a referir una historia. Había una vez una república. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades, Presidente, Congreso, tribunales; todo el mundo podría reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo y ya sólo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos, y en el pueblo palpitaba el entusiasmo. Este pueblo había sufrido mucho y si no era feliz, deseaba serlo y tenía derecho a ello. Lo habían engañado muchas veces y miraba el pasado con verdadero terror. Creía ciegamente que éste no podría volver; estaba orgulloso de su amor a la libertad y vivía engreído de que ella sería respetada como cosa sagrada; sentía una noble confianza en la seguridad de que nadie se atrevería a cometer el crimen de atentar contra sus instituciones democráticas. Deseaba un cambio, una mejora, un avance, y lo veía cerca. Toda su esperanza estaba en el futuro.
¡Pobre pueblo! Una mañana la ciudadanía se despertó estremecida; a las sombras de la noche los espectros del pasado se habían conjurado mientras ella dormía, y ahora la tenían agarrada por las manos, por los pies y por el cuello. Aquellas garras eran conocidas, aquellas fauces, aquellas guadañas de muerte, aquellas botas... No; no era una pesadilla; se trataba de la triste y terrible realidad: un hombre llamado Fulgencio Batista acababa de cometer el horrible crimen que nadie esperaba.
Ocurrió entonces que un humilde ciudadano de aquel pueblo, que quería creer en las leyes de la República y en la integridad de sus magistrados a quienes había visto ensañarse muchas veces contra los infelices, buscó un Código de Defensa Social para ver qué castigos prescribía la sociedad para el autor de semejante hecho, y encontró lo siguiente:
"Incurrirá en una sanción de privación de libertad de seis a diez años el que ejecutare cualquier hecho encaminado directamente a cambiar en todo o en parte, por medio de la violencia, la Constitución del Estado o la forma de gobierno establecida."
"Se impondrá una sanción de privación de libertad de tres a diez años al autor de un hecho dirigido a promover un alzamiento de gentes armadas contra los Poderes Constitucionales del Estado. La sanción será de privación de libertad de cinco a veinte años si se llevare a efecto la insurrección".
"El que ejecutare un hecho con el fin determinado de impedir, en todo o en parte, aunque fuere temporalmente al Senado, a la cámara de Representantes, al Representantes, al Presidente de la República o al Tribunal Supremo de Justicia, el ejercicio de sus funciones constitucionales, incurrirá en un sanción de privación de libertad de seis a diez años.
"El que tratare de impedir o estorbar la celebración de elecciones generales; [...] incurrirá en una sanción de privación de libertad de cuatro a ocho años.
"El que introdujere, publicare, propagare o tratare de hacer cumplir en Cuba, despacho, orden o decreto que tienda [...] a provocar la inobservancia de las leyes vigentes, incurrirá en una sanción de privación de libertad de dos años a seis años."
"El que sin facultad legar para ello ni orden del Gobierno, tomare el mando de tropas, plazas, fortalezas, puestos militares, poblaciones o barcos o aeronaves de guerra incurrirá en una sanción de privación de libertad de cinco a diez años.
"Igual sanción se impondrá al que usurpare el ejercicio de una función atribuida por la Constitución como propia de alguno de los Poderes del Estado."
Sin decir una palabra a nadie, con el Código en una mano y los papeles en otra, el mencionado ciudadano se presentó en el viejo caserón de la capital donde funcionaba el tribunal competente, que estaba en la obligación de promover causa y castigar a los responsables de aquel hecho, y presentó un escrito denunciando los delitos y pidiendo para Fulgencio Batista y sus diecisiete cómplices la sanción de ciento ocho años de cárcel como ordenaba imponerle el Código de Defensa Social con todas las agravantes de reincidencia, alevosía y nocturnidad.
Pasaron los días y pasaron los meses. ¡Qué decepción! El acusado no era molestado, se paseaba por la República como un amo, lo llamaban honorable señor y general, quitó y puso magistrados, y nada menos que el día de la apertura de los tribunales se vio al reo sentado en el lugar de honor, entre los augustos y venerables patriarcas de nuestra justicia.
Pasaron otra vez los días y los meses. El pueblo se cansó de abusos y de burlas. ¡Los pueblos se cansan! Vino la lucha, y entonces aquel hombre que estaba fuera de la ley, que había ocupado el poder por la violencia, contra la voluntad del pueblo y agrediendo el orden legal, torturó, asesinó, encarceló y acusó ante los tribunales a los que habían ido a luchar por la ley y devolverle al pueblo su libertad.
Señores magistrados: Yo soy aquel ciudadano humilde que un día presentó inútilmente ante los tribunales para pedirles que castigaran a los ambiciosos que violaron las leyes e hicieron trizas nuestras instituciones,, y ahora, cuando es a mí a quien se acusa de querer derrocar este régimen ilegal y restablecer la Constitución legítima de la República, se me tiene setenta y seis días incomunicado en una celda, sin hablar con nadie ni ver siquiera a mi hijo; se me conduce por la ciudad entre dos ametralladoras de trípode, se me traslada a este hospital para juzgarme secretamente con toda severidad y un fiscal con el Código en la mano, muy solemnemente, pide para mí veintiséis años de cárcel.
Me diréis que aquella vez los magistrados de la República no actuaron porque se lo impedía la fuerza; entonces, confesadlo: esta vez también la fuerza os obligará a condenarme. La primera no pudisteis castigar al culpable; la segunda, tendréis que castigar al inocente. La doncella de la justicia, dos veces violada por la fuerza.
¡Y cuánta charlatanería para justificar lo injustificable, explicar lo inexplicable y conciliar lo inconciliable! Hasta que han dado por fin en afirmar, como suprema razón, que el hecho crea el derecho. Es decir que el hecho de haber lanzado los tanques y los soldados a la calle, apoderándose del Palacio Presidencial, la Tesorería de la República y los demás edificios oficiales, y apuntar con las armas al corazón del pueblo, crea el derecho a gobernarlo. El mismo argumento pudieron utilizar los nazis que ocuparon las naciones de Europa e instalaron en ellas gobiernos de títeres.
Admito y creo que la revolución sea fuerte de derecho; pero no podrá llamarse jamás revolución al asalto nocturno a mano armada del 10 de marzo. En el lenguaje vulgar, como dijo José Ingenieros, suele darse el nombre de revolución a los pequeños desórdenes que un grupo de insatisfechos promueve para quitar a los hartos sus prebendas políticas o sus ventajas económicas, resolviéndose generalmente en cambios de unos hombres por otros, en un reparto nuevo de empleos y beneficios. Ése no es el criterio del filósofo de la historia, no puede ser el del hombre de estudio.
No ya en el sentido de cambios profundos en el organismos social, ni siquiera en la superficie del pantano público se vio mover una ola que agitase la podredumbre reinante. Si en el régimen anterior había politiquería, ha multiplicado por diez el pillaje y ha duplicado por cien la falta de respeto a la vida humana.
Se sabía que Barriguilla había robado y había asesinado, que era millonario, que tenía en la capital muchos edificios de apartamentos, acciones numerosas en compañías extranjeras, cuentas fabulosas en bancos norteamericanos, que repartió bienes gananciales por dieciocho millones de pesos, que se hospedaba en el más lujoso hotel de los millonarios yanquis, pero lo que nunca podrá creer nadie es que Barriguilla fuera revolucionario. Barriguilla es el sargento de Weyler que asesinó doce cubanos en el Guatao... En Santiago de Cuba fueron setenta. De te fabula narratur.
Cuatro partidos políticos gobernaban el país antes del 10 de marzo: Auténtico, Liberal, Demócrata y Republicano. A los dos días del golpe se adhirió el Republicano; no había pasado un año todavía y ya el Liberal y el Demócrata estaban otra vez en el poder, Batista no restablecía la Constitución, no restablecía las libertades públicas, no restablecía el Congreso, no restablecía el voto directo, no restablecía en fin ninguna de las instituciones democráticas arrancadas al país, pero restablecía a Verdeja, Guas Inclán, Salvito García Ramos, Anaya Murillo, y con los altos jerarcas de los partidos tradicionales en el gobierno, a lo más corrompido, rapaz, conservador y antediluviano de la política cubana. ¡Ésta es la revolución de Barriguilla!
Ausente del más elemental contenido revolucionario, el régimen de Batista ha significado en todos los órdenes un retroceso de veinte años para Cuba. Todo el mundo ha tenido que pagar bien caro su regreso, pero principalmente las clases humildes que están pasando hambre y miseria mientras la dictadura que ha arruinado al país con la conmoción, la ineptitud y la zozobra, se dedica a la más repugnante politiquería, inventando fórmulas y más fórmulas de perpetuarse en el poder aunque tenga que ser sobre un montón de cadáveres y un mar de sangre.
Ni una sola iniciativa valiente ha sido dictada. Batista vive entregado de pies y manos a los grandes intereses, y no podía ser de otro modo, por su mentalidad, por la carencia total de ideología y de principios, por la ausencia absoluta de la fe, la confianza y el respaldo de las masas. Fue un simple cambio de manos y un reparto de botín entre los amigos, parientes, cómplices y la rémora de parásitos voraces que integran el andamiaje político del dictador. ¡Cuántos oprobios se le han hecho sufrir al pueblo para que un grupito de egoístas que no sienten por la patria la menor consideración puedan encontrar en la cosa pública un modus vivendi fácil y cómodo!.
¡Con cuánta razón dijo Eduardo Chibás en su postrer discurso que Batista alentaba el regreso de los coroneles, del palmacristi y de la ley de fuga! De inmediato después del 10 de marzo comenzaron a producirse otra vez actos verdaderamente vandálicos que se creían desterrados para siempre en Cuba: el asalto a la Universidad del Aire, atentado sin precedentes a una institución cultural, donde los gangsters del SIM se mezclaron con los mocosos de la juventud del PAU; el secuestro del periodista Mario Kuchilán, arrancado en plena noche de su hogar y torturado salvajemente hasta dejarlo casi desconocido; el asesinato del estudiante Rubén Batista y las descargas criminales contra una pacífica manifestación estudiantil junto al mismo paredón donde los voluntarios fusilaron a los estudiantes del 71; hombres que arrojaron la sangre de los pulmones ante los mismos tribunales de justicia por las bárbaras torturas que les habían aplicado en los cuerpos represivos, como en el proceso del doctor García Bárcena. Y no voy a referir aquí los centenares de casos en que grupos de ciudadanos han sido apaleados brutalmente sin distinción de hombres o mujeres, jóvenes o viejos. Todo esto antes del 26 de julio. Después, ya se sabe, ni siquiera el cardenal Arteaga se libró de actos de esta naturaleza. Todo el mundo sabe que fue víctima de los agentes represivos. Oficialmente afirmaron que era obra de una banda de ladrones. Por una vez dijeron la verdad, ¿qué otra cosa es este régimen?...
La ciudadanía acaba de contemplar horrorizada el caso del periodista que estuvo secuestrado y sometido a torturas de fuego durante veinte días. En cada hecho un cinismo inaudito, una hipocresía infinita: la cobardía de rehuir la responsabilidad y culpar invariablemente a los enemigos del régimen. Procedimientos de gobierno que no tienen nada que envidiarle a la peor pandilla de gangster. Hitler asumió la responsabilidad por las matanzas del 30 de junio de 1934 diciendo que había sido durante 24 horas el Tribunal Supremo de Alemania; los esbirros de esta dictadura, que no cabe compararla con ninguna otra por la baja, ruin y cobarde, secuestran, torturan, asesinan, y después culpan canallescamente a los adversarios del régimen. Son los métodos típicos del sargento Barriguilla.
En todos estos hechos que he mencionado, señores magistrados, ni una sola vez han aparecido los responsables para ser juzgados por los tribunales. ¡Cómo! ¿No era éste el régimen del orden, de la paz pública y el respeto a la vida humana?
Si todo esto he referido es para que se me diga si tal situación puede llamarse revolución engendradora de derecho; si es o no lícito luchar contra ella; si no han de estar muy prostituidos los tribunales de la República para enviar a la cárcel a los ciudadanos que quieren librar a su patria de tanta infamia.
Cuba está sufriendo un cruel e ignominioso despotismo, y vosotros no ignoráis que la resistencia frente al despotismo es legítima; éste es un principio universalmente reconocido y nuestra Constitución de 1940 lo consagró expresamente en el párrafo segundo del artículo 40: "Es legítima la resistencia adecuada para la protección de los derechos individuales garantizados anteriormente." Más, aun cuando no lo hubiese consagrado nuestra ley fundamental, es supuesto sin el cual no puede concebirse la existencia de una colectividad democrática. El profesor Infiesta en su libro de derecho constitucional establece una diferencia entre Constitución Política y Constitución Jurídica, y dice que "a veces se incluyen en la Constitución Jurídica principios constitucionales que, sin ello, obligarían igualmente por el consentimiento del pueblo, como los principios de la mayoría o de la representación en nuestras democracias". El derecho de insurrección frente a la tiranía es uno de esos principios que, esté o no esté incluido dentro de la Constitución Jurídica, tiene siempre plena vigencia en una sociedad democrática. El planteamiento de esta cuestión ante un tribunal de justicia es uno de los problemas más interesantes del derecho público. Duguit ha dicho en su Tratado de Derecho Constitucional que "si la insurrección fracasa, no existirá tribunal que ose declarar que no hubo conspiración o atentado contra la seguridad del Estado porque el gobierno era tiránico y la intención de derribarlo era legítima". Pero fijaos bien que no dice "el tribunal no deberá", sino que "no existirá tribunal que ose declarar"; más claramente, que no habrá tribunal que se atreva, que no habrá tribunal lo suficientemente valiente para hacerlo bajo una tiranía. La cuestión no admite alternativa; si el tribunal es valiente y cumple con su deber, se atreverá.
Se acaba de discutir ruidosamente la vigencia de la Constitución de 1940; el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales falló en contra de ella y a favor de los Estatutos; sin embargo, señores magistrados, yo sostengo que la constitución de 1940 sigue vigente. Mi afirmación podrá parecer absurda y extemporánea; pero no os asombréis, soy yo quien se asombra de que un tribunal de derecho haya intentado darle un vil cuartelazo a la Constitución legítima de la República. Como hasta aquí, ajustándome rigurosamente a los hechos, a la verdad y a la razón, demostraré lo que acabo de afirmar. El Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales fue instituido por el artículo 172 de la Constitución de 1940, complementado por la Ley Orgánica número 7 de 31 de mayo de 1949. Estas leyes, en virtud de las cuales fue creado, le concedieron, en materia de inconstitucionalidad, una competencia específica y determinada: resolver los recursos de inconstitucionalidad contra las leyes, decretos-leyes, resoluciones o actos que nieguen, disminuyan, restrinjan o adulteren los derechos y garantías constitucionales o que impidan el libre funcionamiento de los órganos del Estado. En el artículo 194 se establecía bien claramente: "Los jueces y tribunales están obligados a resolver los conflictos entre las leyes vigentes y la Constitución ajustándose al principio de que ésta prevalezca siempre sobre aquéllas." De acuerdo, pues, con las leyes que le dieron origen, el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales debía resolver siempre a favor de la Constitución. Si ese tribunal hizo prevalecer los Estatutos por encima de la Constitución de la República se salió por completo de su competencia y facultades, realizando, por tanto, un acto jurídicamente nulo. La decisión en sí misma, además, es absurda y lo absurdo no tiene vigencia ni de hecho ni de derecho, no existe ni siquiera metafísicamente. Por muy venerable que sea un tribunal no podrá decir que el círculo es cuadrado, o, lo que es igual, que el engendro grotesco del 4 de abril puede llamarse Constitución de un Estado.
Entendemos por Constitución la ley fundamental y suprema de una nación, que define su estructura política, regula el funcionamiento de los órganos del Estado y pone límites a sus actividades, ha de ser estable, duradera y más bien rígida. Los Estatutos no llenan ninguno de estos requisitos. Primeramente encierran una contradicción monstruosa, descarada y cínica en lo más esencial, que es lo referente a la integración de la República y el principio de la soberanía. El artículo 1 dice: "Cuba es un Estado independiente y soberano organizado como República democrática..." El Presidente de la República será designado por el Consejo de Ministros. ¿Y quién elige el Consejo de Ministros? El artículo 120, inciso 13: "Corresponde al Presidente nombrar y renovar libremente a los ministros, sustituyéndolos en las oportunidades que proceda." ¿Quién elige a quién por fin? ¿No es éste el clásico problema del huevo y la gallina que nadie ha resuelto todavía?
Un día se reunieron dieciocho aventureros. El plan era asaltar la República con su presupuesto de trescientos cincuenta millones. Al amparo de la traición y de las sombras consiguieron su propósito: "¿Y ahora qué hacemos?" Uno de ellos les dijo a los otros: "Ustedes me nombran primer ministro y yo los nombro generales." Hecho esto buscó veinte alabarderos y les dijo: "Yo los nombro ministros y ustedes me nombran presidente." Así se nombraron unos a otros generales, ministros, presidente y se quedaron con el Tesoro y la República.
Y no es que se tratara de la usurpación de la soberanía por una sola vez para nombrar ministros, generales y presidente, sino que un hombre se declaró en unos estatutos dueño absoluto, no ya de la soberanía, sino de la vida y la muerte de cada ciudadano y de la existencia misma de la nación. Por eso sostengo que no solamente es traidora, vil, cobarde y repugnante la actitud del Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, sino también absurda.
Hay en los Estatutos un artículo que ha pasado bastante inadvertido pero es el que da la clave de esta situación y del cual vamos a sacar conclusiones decisivas. Me refiero a la cláusula de reforma contenida en el artículo 257 y que dice textualmente: "Esta Ley Constitucional podrá ser reformada por el Consejo de Ministros con un quórum de las dos terceras partes de sus miembros." Aquí la burla llegó al colmo. No es sólo que hayan ejercido la soberanía para imponer al pueblo una Constitución sin contar con su consentimiento y elegir un gobierno que concentra en sus manos todos los poderes, sino que por el artículo 257 hacen suyo definitivamente el atributo más esencial de la soberanía que es la facultad de reformar la ley suprema y fundamental de la nación, cosa que han hecho ya varias veces desde el 10 de marzo, aunque afirman con el mayor cinismo del mundo en el artículo 2 que la soberanía reside en el pueblo y de él dimanan todos los poderes. Si para realizar estas reformas basta la conformidad del Consejo de Ministros, queda entonces en manos de un solo hombre el derecho de hacer y deshacer la República, un hombre que es además el más indigno de los que han nacido en esta tierra. ¿Y esto fue lo aceptado por el Tribunal de Garantías Constitucionales, y es válido y es legal todo lo que ello se derive? Pues bien, veréis lo que aceptó: "Esta Ley Constitucional podrá ser reformada por el Consejo de Ministros con un quórum de las dos terceras partes de sus miembros." Tal facultad no reconoce límites; al amparo de ella cualquier artículo, cualquier capítulo, cualquier título, la ley entera puede ser modificada. El artículo 1, por ejemplo, que ya mencioné, dice que Cuba es un Estado independiente y soberano organizado como República democrática —"aunque de hecho sea hoy una satrapía sangrienta"—; el artículo 3 dice que "el territorio de la República está integrado por la Isla de Cuba, la Isla de Pinos y las demás islas y cayos adyacentes..."; así sucesivamente. Batista y su Consejo de Ministros, al amparo del artículo 257, pueden modificar todos esos atributos, decir que Cuba no es ya una República, sino una Monarquía Hereditaria y ungirse él, Fulgencio Batista, Rey; pueden desmembrar el territorio nacional y vender una provincia a un país extraño como hizo Napoleón con la Louisiana; pueden suspender el derecho a la vida y, como Herodes, mandar a degollar los niños recién nacidos: todas estas medidas serían legales y vosotros tendríais que enviar a la cárcel a todo el que se opusiera, como pretendéis hacer conmigo en estos momentos. He puesto ejemplos extremos para que se comprenda mejor lo triste y humillante que se nuestra situación. ¡Y esas facultades omnímodas en manos de hombres que de verdad son capaces de vender la República con todos sus habitantes!
Si el Tribunal de Garantías Constitucionales aceptó semejante situación, ¿qué espera para colgar las togas? Es un principio elemental de derecho público que no existe la constitucionalidad allí donde el Poder Constituye y el Poder Legislativo residen en el mismo organismo. Si el Consejo de Ministros hace las leyes, los decretos, los reglamentos y al mismo tiempo tiene facultad de modificar la Constitución en diez minutos, ¡maldita la falta que nos hace un Tribunal de Garantías Constitucionales! Su fallo es, pues, irracional, inconcebible, contrario a la lógica y a las leyes de la República, que vosotros, señores magistrados, jurasteis defender. Al fallar a favor de los Estatutos no quedó abolida nuestra ley suprema; sino que el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales se puso fuera de la Constitución, renunció a sus fueros, se suicidó jurídicamente. ¡Qué en paz descanse!
El derecho de resistencia que establece el artículo 40 de esa Constitución está plenamente vigente. ¿Se aprobó para que funcionara mientras la República marchaba normalmente? No, porque era para la Constitución lo que un bote salvavidas es para una nave en alta mar, que no se lanza al agua sino cuando la nave ha sido torpedeada por enemigos emboscados en su ruta. Traicionada la Constitución de la República y arrebatadas al pueblo todas sus prerrogativas, sólo le quedaba ese derecho, que ninguna fuerza le puede quitar, el derecho a resistir a la opresión y a la injusticia. Si alguna duda queda, aquí está un artículo del Código de Defensa Social, que no debió olvidar el señor fiscal, el cual dice textualmente: "Las autoridades de nombramiento del Gobierno o por elección popular que no hubieren resistido a la insurrección por todos los medios que estuvieren a su alcance, incurrirán en una sanción de interdicción especial de seis a diez años." Era obligación de los magistrados de la República resistir el cuartelazo traidor del 10 de marzo. Se comprende perfectamente que cuando nadie ha cumplido con la ley, cuando nadie ha cumplido el deber, se envía a la cárcel a los únicos que han cumplido con la ley y el deber.
No podréis negarme que el régimen de gobierno que se le ha impuesto a la nación es indigno de su tradición y de su historia. En su libro. El espíritu de las leyes, que sirvió de fundamento a la moderna división de poderes, Montesquieu distingue por su naturaleza tres tipos de gobierno: "el Republicano, en que el pueblo entero o una parte del pueblo tiene el poder soberano; el Monárquico, en que uno solo gobierna pero con arreglo a Leyes fijas y determinadas; y el Despótico, en que uno solo, sin Ley y sin regla, lo hace todo sin más que su voluntad y su capricho." Luego añade: "Un hombre al que sus cinco sentidos le dicen sin cesar que lo es todo, y que los demás no son nada, es naturalmente ignorante, perezoso, voluptuoso." "Así como es necesaria la virtud en una democracia, el honor en una monarquía, hace falta el temor en un gobierno despótico; en cuanto a la virtud, no es necesaria, y en cuanto al honor, sería peligroso."
El derecho de rebelión contra el despotismo, señores magistrados, ha sido reconocido, desde la más lejana antigüedad hasta el presente, por hombres de todas las doctrinas, de todas las ideas y todas las creencias.
En las monarquías teocráticas de las más remota antigüedad china, era prácticamente un principio constitucional que cuando el rey gobernase torpe y despóticamente, fuese depuesto y reemplazado por un príncipe virtuoso.
Los pensadores de la antigua India ampararon la resistencia activa frente a las arbitrariedades de la autoridad. Justificaron la revolución y llevaron muchas veces sus teorías a la práctica. Uno de sus guías espirituales decía que "una opinión sostenida por muchos es más fuerte que el mismo rey. La soga tejida por muchas fibras es suficiente para arrastrar a un león."
Las ciudades estados de Grecia y la República Romana, no sólo admitían sino que apologetizaban la muerte violenta de los tiranos.
En la Edad Media, Juan de Salisbury en su Libro de hombre de Estado, dice que cuando un príncipe no gobierna con arreglo a derecho y degenera en tirano, es lícita y está justificada su deposición violenta. Recomienda que contra el tirano se use el puñal aunque no el veneno.
Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologíca, rechazó la doctrina del tiranicidio, pero sostuvo, sin embargo, la tesis de que los tiranos debían ser depuestos por el pueblo.
Martín Lutero proclamó que cuando un gobierno degenera en tirano vulnerando las leyes, los súbditos quedaban librados del deber de obediencia. Su discípulo Felipe Melanchton sostiene el derecho de resistencia cuando los gobiernos se convierten en tirano. Calvino, el pensador más notable de la Reforma desde el punto de vista de las ideas políticas, postula que el pueblo tiene derecho a tomar las armas para oponerse a cualquier usurpación.
Nada menos que un jesuita español de la época de Felipe II, Juan Mariana, en su libro De Rege et Regis Institutione, afirma que cuando el gobernante usurpa el poder, o cuando, elegido, rige la vida pública de manera tiránica, es lícito el asesinato por un simple particular, directamente, o valiéndose del engaño, con el menor disturbio posible.
El escritor francés Francisco Hotman sostuvo que entre gobernantes y súbditos existe el vínculo de un contrato, y que el pueblo puede alzarse en rebelión frente a la tiranía de los gobiernos cuando éstos violan aquel pacto.
Por esa misma época aparece también un folleto que fue muy leído, titulado Vindiciae Contra Tyrannos, firmado bajo el seudónimo de Stephanus Junius Brutus, donde se proclama abiertamente que es legítima la resistencia a los gobiernos cuando oprimen al pueblo y que era deber de los magistrados honorables encabezar la lucha.
Los reformadores escoceses Juan Knox y Juan Poynet sostuvieron este mismo punto de vista, y en el libro más importante de ese movimiento, escrito por Jorge Buchnam, se dice que si el gobierno logra el poder sin contar con el consentimiento del pueblo o rige los destinos de éste de una manera injusta y arbitraria, se convierte en tirano y puede ser destituido o privado de la vida en el último caso.
Juan Altusio, jurista alemán de principios del siglo XVII, en su Tratado de política, dice que la soberanía en cuanto autoridad suprema del Estado nace del concurso voluntario de todos sus miembros; que la autoridad suprema del Estado nace del concurso voluntario del gobierno arranca del pueblo y que su ejercicio injusto, extralegal o tiránico exime al pueblo del deber de obediencia y justifica la resistencia y la rebelión.
Hasta aquí, señores magistrados, he mencionado ejemplos de la Antigüedad, la Edad Media y de los primeros tiempos de la Edad Moderna: escritores de todas las ideas y todas las creencias. Más, como veréis, este derecho está en la raíz misma de nuestra existencia política, gracias a él vosotros podéis vestir hoy esas togas de magistrados cubanos que ojalá fueran para la justicia.
Sabido es que en Inglaterra, en el siglo XVII, fueron destronados dos reyes, Carlos I y Jacobo II, por actos de despotismo. Estos hechos coincidieron con el nacimiento de la filosofía política liberal, esencia ideológica de una nueva clase social que pugnaba entonces por romper las cadenas del feudalismo. Frente a las tiranías de derecho divino esa filosofía opuso el principio del contrato social y el consentimiento de los gobernados, y sirvió de fundamento a la revolución inglesa de 1688, y a las revoluciones americana y francesa de 1775 y 1789. Estos grandes acontecimientos revolucionarios abrieron el proceso de liberación de las colonias españolas en América, cuyo último eslabón fue Cuba. En esta filosofía se alimentó nuestro pensamiento político y constitucional que fue desarrollándose desde la primera Constitución de Guáimaro hasta la del 1940, influida esta última ya por las corrientes socialistas del mundo actual que consagraron en ella el principio de la función social de la propiedad y el derecho inalienable del hombre a una existencia decorosa, cuya plena vigencia han impedido los grandes intereses creados.
El derecho de insurrección contra la tiranía recibió entonces su consagración definitiva y se convirtió en postulado esencial de la libertad política.
Ya en 1649 Juan Milton escribe que el poder político reside en el pueblo, quien puede nombrar y destituir reyes, y tiene el deber de separar a los tiranos.
Juan Locke en su Tratado de gobierno sostiene que cuando se violan los derechos naturales del hombre, el pueblo tiene el derecho y el deber de suprimir o cambiar de gobierno. "El único remedio contra la fuerza sin autoridad está en oponerle la fuerza."
Juan Jacobo Rousseau dice con mucha elocuencia en su Contrato Social: "Mientras un pueblo se ve forzado a obedecer y obedece, hace bien; tan pronto como puede sacudir el yugo y lo sacude, hace mejor, recuperando su libertad por el mismo derecho que se la han quitado." "El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser siempre el amo, si no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber. [...] La fuerza es un poder físico; no veo qué moralidad pueda derivarse de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; todo lo más es un de prudencia. ¿En qué sentido podrá ser esto un deber?" "Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad del hombre, a los derechos de la Humanidad, incluso a sus deberes. No hay recompensa posible para aquel que renuncia a todo. Tal renuncia es incomparable con la naturaleza del hombre, y quitar toda la libertad a la voluntad es quitar toda la moralidad a las acciones. En fin, es una convicción vana y contradictoria estipular por una parte con una autoridad absoluta y por otra con una obediencia sin límites..."
Thomas Paine dijo que "un hombre justo es más digno de respeto que un rufián coronado".
Sólo escritores reaccionarios se opusieron a este derecho de los pueblos, como aquel clérigo de Virginia, Jonathan Boucher, quien dijo que "El derecho a la revolución era una doctrina condenable derivada de Lucifer, el padre de las rebeliones".
La Declaración de Independencia del Congreso de Filadelfia el 4 de julio de 1776, consagró este derecho en un hermoso párrafo que dice: "Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su Creador ciertos derechos inalienables entre los cuales se cuentan la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para asegurar estos derechos se instituyen entre los hombres gobiernos cuyos justos poderes derivan del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tienda a destruir esos fines, al pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios y organice sus poderes en la forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y felicidad."
La famosa Declaración Francesa de los Derechos del Hombre legó a las generaciones venideras este principio: "Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para éste el más sagrado de los derechos y el más imperioso de los deberes." "Cuando una persona se apodera de la soberanía debe ser condenada a muerte por los hombres libres."
Creo haber justificado suficientemente mi punto de vista: son más razones que las que esgrimió el señor fiscal para pedir que se me condene a veintiséis años de cárcel; todas asisten a los hombres que luchan por la libertad y la felicidad de un pueblo; ninguna a los que lo oprimen, envilecen y saquean despiadadamente; por eso yo he tenido que exponer muchas y él no pudo exponer una sola. ¿Cómo justificar la presencia de Batista en el poder, al que llegó contra la voluntad del pueblo y violando por la traición y por la fuerza las leyes de la Revolución? ¿Cómo llamar revolucionario un gobierno donde se han conjugado los hombres, las ideas y los métodos más retrógrados de la vida pública? ¿Cómo considerar jurídicamente válida la alta traición de un tribunal cuya misión era defender nuestra Constitución? ¿Con qué derecho enviar a la cárcel a ciudadanos que vinieron a dar por el decoro de su patria su sangre y su vida? ¡Eso es monstruoso ante los ojos de la nación y los principios de la verdadera justicia!
Pero hay una razón que nos asiste más poderosa que todas las demás: somos cubanos, y ser cubano implica un deber, no cumplirlo es un crimen y es traición. Vivimos orgullosos de la historia de nuestra patria; la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos. Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí fueron los primeros nombres que se grabaron en nuestro cerebro; se nos enseñó que el Titán había dicho que la libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del machete; se nos enseñó que para la educación de los ciudadanos en la patria libre, escribió el Apóstol en su libro La Edad de Oro: "Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. [...] En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Ésos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana..." Se nos enseñó que el 10 de octubre y el 24 de febrero son efemérides gloriosas y de regocijo patrio porque marcan los días en que los cubanos se rebelaron contra el yugo de la infame tiranía; se nos enseñó a querer y defender la hermosa bandera de la estrella solitaria y a cantar todas las tardes un himno cuyos versos dicen que vivir en cadenas vivir en afrenta y oprobio sumidos, y que morir por la patria es vivir. Todo eso aprendimos y no lo olvidaremos aunque hoy en nuestra patria se esté asesinando y encarcelando a los hombres por practicar las ideas que les enseñaron desde la cuna. Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.
Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo su fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
Termino mi defensa, no lo haré como hacen siempre todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es inconcebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón.
A los señores magistrados, mi sincera gratitud por haberme permitido expresarme libremente, sin mezquinas coacciones; no os guardo rencor, reconozco que en ciertos aspectos habéis sido humanos y sé que el presidente de este tribunal, hombre de limpia vida, no puede disimular su repugnancia por el estado de cosas reinantes que lo obliga a dictar un fallo injusto. Queda todavía a la Audiencia un problema más grave; ahí están las causas iniciadas por los setenta asesinatos, es decir, la mayor masacre que hemos conocido; los culpables siguen libres con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos; si no cae sobre ellos todo el peso de la ley, por cobardía o porque se lo impidan, y no renuncien en pleno todos los magistrados, me apiado de vuestras honras y compadezco la mancha sin precedentes que caerá sobre el Poder Judicial.
En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá.
Pronunciado por Fidel Castro en el juicio del Moncada, el 16 de octubre de 1953
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