miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sectores del FA rechazan gestiones de Mujica sobre militares presos/Mujica destacó "valentía" en discurso de Pedro Aguerre/Huidobro confía en que militares acaten orden de revocar pacto de silencio/Dijo que el pacto existe

"La explotación es una realidad puesto que la burguesía es la propietaria de los medios de producción, de las fábricas y de las tierras, mientras que los trabajadores no poseen más que su fuerza de trabajo.Los reformistas pueden llegar a aumentar los salarios, pero se niegan, no sólo a socializar las fábricas y los bancos, para devolverlos a sus verdaderos propietarios, es decir, quienes producen la riqueza, el pueblo trabajador y explotado, sino que incluso en momentos de crisis pueden sentirse tentados a morigerar su espíritu de cambios, los avances en sueldos, salarios y jubilaciones, es decir, la mayor y necesaria distribución en pro de un mercado interno mucho más amplio, que, sin duda, será una de las mejores recetas para enfrentar la crisis que también tocará a la Argentina en el próximo periodo.
Casi inevitable es el rechazo del reformismo a la teoría marxista del Estado que sostiene que éste es un instrumento clave de las clases dominantes para mantener la explotación y la dominación, asegurando la propiedad privada sobre los medios de producción.
Por su parte el reformismo sostiene que el Estado de la burguesía es neutral y que puede ser utilizado a favor del pueblo, incluso dentro del socialismo, por lo que no habría necesidad de cambiarlo radicalmente o destruirlo.
En este debate con el reformismo nos enfrentamos al desafío de la negación irreconciliable de la lucha de contrarios que éstos plantean y, por lo tanto, la negación del salto cualitativo, revolucionario, para crear una situación nueva.
Crecerán las prédicas sobre que es posible quedarse con lo bueno del capitalismo, rechazando lo malo y abonarán todo tipo de tesis sobre las terceras vías como solución a los problemas de nuestra Patria, apelando a términos como capitalismo serio, inclusivo, humanizado.
En su voluntad de respetar la propiedad privada, el mercado, la ley del valor, como pilares de la civilización capitalista, trabajarán para reproducir la vida burguesa asentada en el fetichismo de la mercancía y en la alienación."
"La actualidad de Ernesto Guevara - A 44 años, el Che vive, como siempre"
Patricio Echegaray, secretario general del Partido Comunista Argentino

Ondas expansivas
Toda la sociedad uruguaya se estremeció ante el hallazgo de los restos del Maestro Julio Castro. Se hizo sentir una onda expansiva que llegó a todos los rincones del país tocando las fibras mas sensibles de todas las personas de bien. Fué la primer onda expansiva, fué el turno del pueblo para manifestar su asco y repudio a los asesinos. Fué la de la reacción normal de todas las personas honestas y civilizadas, fué el momento de la respuesta espontánea, natural si se quiere, limpia de toda otra consideración que no fuese el pesar, la solidaridad y la rabia también. Fué la hora del pueblo si así se pudiese definir. Pero después de la primera onda expansiva y antes de la segunda, ya toda la superestructura se comenzó a acomodar reponiéndose de la sorpresa producida por el hallazgo. Las cúpulas políticas realizaron urgentes reuniones, los generales se "acuartelaron" para ver que iban a decir, la prensa "grande" se lanzó en su cacería de "peros", los fascistas se arreglaron el uniforme para adquirir la "compustura que la hora requiere", y - en fin - volvieron a ocupar los espacios que la espontaneidad popular les había sacado. Ahora parece que todo está en orden. Los mismos de siempre dicen las mismas cosas de siempre. Los justificadores escupen las justificaciones de siempre, por más que estén gastadas. Las mismas caras,los mismos personajes y las mismas maniobras: aquí no ha pasado nada, todo normal, sigamos, esas parecen ser las directivas que atraviesan la superestructura cupular. Pretenden disminuir los efectos de las ondas expansivas, encarrilar todo y a los codazos hacerse con el mango de la sartén.
Arranca el Presidente nomás volviendo de la reunión de gobiernos latinoamericanos que se dijo inspirada en el espíritu del libertador Bolívar y propone casi que en la escalerilla del avión que los "viejitos" que están presos por asesinos, secuestrados y desaparecedores y por delitos de lesa humanidad que no prescriben, cumplan sus penas a domicilio. Las reacciones en el Frente Amplio no se han hecho esperar, pero Topolanski ya antes había adelantado la noticia, lo que es mas o menos como un apoyo del MPP, que no termina de asombrar como formación de extrema izquierda. Saldrá o no saldrá , pero Mujica continúa en su rol de presunto justiciero. Los milicos reciben un repudio generalizado cuando el pueblo recupera a uno de los suyos. La "balanza" de la absurda "neutralidad" le dice a Mujica que tiene que darles algo. Entonces le tira con un balde de agua fría al pueblo y les da un mensaje a los militares, aunque sean condenados, será en cárceles de lujo o a domicilio, todo depende de la edad. Sigue el infaltable Huidobro que es partidario de la línea de que aunque hablen mal de mí la cosa es que hablen. Ya recuperado de los "traidorzuelos desechables" agazapados en la cúpula gubernamental y con nuevos bríos debido a que son asuntos de su cartera y a gusto de su paladar sale a defender, una vez más, A LA INSTITUCIÓN DE LAS FFAA y a la mayoría de la oficialidad, tratando de deformar la historia y la verdad, atribuyéndole los crímenes a una minoría dentro de los militares. "El hallazgo de los restos del maestro Julio Castro llegó en momentos en que el mandatario evaluaba seriamente dar pasos en ese sentido en busca de que sea la Corporación la que defina si los militares debían seguir en la cárcel o podrían ser recluidos en sus casas, según informó este martes el diario El Observador en base a fuentes militares.Mientras tanto, desde el Movimiento de Participación Popular (MPP) fueron más cautos. La diputada Susana Pereira dijo que el "presidente tiene las potestades para hacerlo".El secretario de Estado ( Férnandez Huidobro) manifestó que el pacto de silencio existe, aunque no en todas las Fuerzas Armadas. “Ese pacto de silencio compromete hoy a un núcleo muy minoritario de las Fuerzas Armadas” dado que integrantes de los Servicios de Inteligencia “perpetraron las más grandes fechorías”.Por otro lado, el ministro adelantó que por ahora no está pensado hacer un pedido de perdón por los crímenes de la dictadura, no obstante, señaló que en caso de hacerse, las disculpas deberían provenir del Estado y no de las Fuerzas Armadas “exclusivamente”.
“Los hechos del pasado y las atrocidades que se cometieron fueron en primerísimo lugar decisión civil, no militar, y también (hubo participación) por parte de potencias extranjeras”, apuntó. Además, se cuestionó: “¿Qué (perdón) tiene que pedir un oficial del Ejército hoy que no tuvo nada que ver con esas cosas? No caben las simplificaciones”, señaló. "
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Hoy en día estamos frente a una situación muy concreta: ha aparecido un desaparecido, enterrado en un cuartel, asesinado con uno o varios tiros en la cabeza. Eso es lo concreto. Lo que significa que tanto el Ministro de Defensa como el Comandante en Jefe de las  FFAA, el Presidente, deben expedirse CONCRETAMENTE sobre lo que ha sucedido en sus jurisdicciones. Investigar a fondo, tomar decisiones y poner en marcha la fuerza del aparato del estado que tanto admiran, para clarificar  acerca del destino de todos los desaparecidos. Eso es lo que deberían hacer sin dilaciones. En cambio vemos que EL PRESIDENTE,VOTADO POR LA MAYORÍA saluda "la valentía" del Comandante del ejército por haber hecho una llamada conferencia de prensa en la que no dijo nada en concreto. Mas bien puso todo en duda, "si hay un pacto del silencio daré la orden de que se termine". Parece broma, de mal gusto por cierto. "Si hay",pero claro que hay, hasta el Ministro de Defensa, Huidobro, lo confirma a menos de un día de la citada conferencia de prensa.Huidobro dice que lo hay, que existe. El Comandante del ejército reacciona y da la orden de que no haya más un pacto del silencio. Pero por favor ! Los asesinos se han puesto de acuerdo, hace ya muchos decenios, que sobre el tema: silencio total.Porque Aguerre diga que tienen que terminar "con eso", cree él mismo, o alguien, que entonces los santos pecadores de la picana y el balazo en el craneo, van a dar un paso al frente y van a reconocer y decir que pasó con los desaparecidos, porque según Aguerre los orientales somos valientes. Parecería que la mafia de la oficialidad que torturó y mató a tantos orientales, o no es oriental, o sencillamente es mafia y seguirá con su pacto del silencio tal cual lo han hecho hasta ahora.
Huidobro, que está embarcado en la empresa de limpiar la imagen y revalorar a las FFAA como "aliados estratégicos", les quiere hacer ganar "en la Liga" lo que han perdido en la opinión pública y en la calle. Según el, antiguo prisionero, todo se reduce a "una minoría" desquiciada que - encima - estaba bajo las órdenes de civiles. Es decir, casi, casi, que la mayoría de los militares son inocentes. Lo que nadie puede comprender es como esa minoría de militares pudo dar tacho, picana, golpizas, tener a miles de plantón, asesinar por la espalda al momento de la detención o cuando los allanamientos, a lo largo y ancho del país, durante meses cuando la represión de 1972 contra el MLN y otras organizaciones y posteriormente contra todo el Frente Amplio, especialmente el Partido Comunista, los sindicalistas, los estudiantes y los jovenes, la izquierda toda. Realmente asombrosa la capacidad asesina de esa minoría que se podía ocupar de estar torturando a miles al tiempo que los tenía prisioneros y maltrataba y además salía a realizar detenciones. Ya que afirma con tanta seguridad Huidobro podría dar - aunque más no fuera - un número aproximado de los que componen esa minoría, asi todo el mundo se puede hacer una composición de lugar e ir sacando cuentas. Hay muchos desaparecidos, hay muchos asesinados, Uruguay tuvo el repugnante "record" de país con mayor número de detenidos,torturados y presos, en todo el mundo, entonces. Porque los delitos de lesa humanidad y los crímenes no se limitan a los desaparecidos. Los asesinatos y las torturas son también crímenes de lesa humanidad, que no prescriben. Huidobro y los jefes de las FFAA están pretendiendo limpiar la imagen de las FFAA como institución, como intrumento asesino, culpando de las "desviaciones" a una supuesta minoría. Minoría que nadie puede entender como pudo actuar con impunidad en todos los cuarteles e instalaciones militares, EN TODO EL PAÍS ! Esto no corre. Es una burda falsificación como aquella de Huidobro de que el problema de los desaparecidos era un problema de plata, de mucha plata agregó entonces. Raro que no haya salido ahora a decir que el hallazgo de los restos del maestro entran en esa categoría. Lo que pasa es que Huidobro y muchos más dicen lo que quieren. cualquier cosa, con impunidad, y después ante los hechos, ignoran lo dicho, ya están en otra, en movidas estratégicas de alto vuelo.
Como aliados, ya salieron a la palestra los del Foro Militar "Libertad y Concordia" (debe de ser "Libertad" de "Penal de Libertad"), de la siguiente manera:"Elmer Castilioni, integrante del foro militar Libertad y Concordia, dijo a Montevideo Portal que "no hay nada nuevo" detrás de los dichos del comandante del Ejército Pedro Aguerre. Para el militar retirado, la muerte de Julio Castro debe "encuadrarse en una guerra fría, donde había odios exacerbados" y relativizó la hipótesis de una ejecución."Naturalmente que para los miembros del "pacto del silencio", "no hay nada nuevo".Lo que sí no deja de ser una novedad es que las torturas masivas y los asesinatos por la espalda, los robos de bebés o el crimen del que fué víctima Julio Castro era parte de "la guerra fría". Es decir que ellos, las FFAA, eran regimientos bajo el mando del Comando Supremo de la "guerra fría" el imperialismo yanqui a través del Pentágono, enfrentados al "malón rojo" bajo las ordenes de tan rojos comandantes como Seregni, Quijano, Julio Castro, Zelmar Michelini, Gutiérrez Ruiz, Enrique Erro, Raúl Sendic, Gerardo Gatti, León Duarte, Héctor Rodríguez y un sinfín de periodistas, profesores, rectores, decanos, sacerdotes y pastores evangélicos, etc. Corresponde una pregunta aclaratoria al Ministro de Defensa Huidobro de si acaso este Foro es parte de la "minoría" militar a la que ha hecho referencia.
Se están haciendo esfuerzos enormes por parte de la cúpula gubernamental y la militar para limpiar la imagen de las FFAA y lograr sacarlas de este atolladero. Como sea que maniobren, la cosa está cada día mas clara para la mayoría de la gente: las FFAA son un peligro, son una amenaza permanente contra el pueblo, contra la democracia y contra las libertades públicas. No hay otra salida que la eliminación de las FFAA. Porque no irán a pensar las cúpulas que la gente se va a conformar con el argumento barato que todo lo que  ha pasado es obra de una minoría en los militares. La lucha por la verdad continuará, así lleve muchos decenios. Como se sabe: los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Ni para los militares ni para los civiles como acotó el Ministro de Defensa, que bueno sería que diera nombres de esos civiles, para empezar, digamos.


Por el Colectivo del Blog "Noticias Uruguayas"
Alberto Vidal

Sectores del FA rechazan gestiones de Mujica sobre militares presos

El mandatario evalúa presentar ante la SCJ un informe con el estado de salud, pero vuelve a enfrentar opiniones adversas en la coalición de izquierda

+ El Observador - 06.12.2011, 15:33 hs - ACTUALIZADO 16:23 Texto: -A / A+

La intención del presidente José Mujica de presentar ante la Suprema Corte de Justicia (SCJ) un informe con el estado de salud de algunos militares procesados por violaciones a los derechos humanos generó rechazo en varios sectores del Frente Amplio. El hallazgo de los restos del maestro Julio Castro llegó en momentos en que el mandatario evaluaba seriamente dar pasos en ese sentido en busca de que sea la Corporación la que defina si los militares debían seguir en la cárcel o podrían ser recluidos en sus casas, según informó este martes el diario El Observador en base a fuentes militares.
Pero esa idea no es acompañada por varios dirigentes oficialistas. El secretario general del Partido Socialista, Eduardo Fernández, dijo que el Poder Judicial ya tiene esas potestades, sin necesidad de gestiones de ningún tipo. “Yo no escuché al presidente de la República. Pero lo que digo es que para todos esos casos está la Justicia y la Justicia tiene los instrumentos para hacerlo. De hecho, el dictador (Juan María) Bordaberry tuvo prisión en su casa sin que nadie lo fuera a pedir”, dijo a El Observador.  “El Poder Judicial tiene los instrumentos legales para manejarse”, insistió.
Otros sectores fueron más enfáticos en expresar su rechzo. Uno de ellos fue el Nuevo Espacio. El diputado Jorge Pozzi dio la versión de su sector.  “La opinión nuestra es la misma de siempre: que cumplan la pena donde tengan que cumplirla. Hoy están presos ahí y no hay que hacer ningún planteo en ningún lado. Con los últimos acontecimientos, no creo que haya que tener ninguna consideración. Ese es el planteo histórico nuestro”, dijo. “Nosotros no estamos de acuerdo en recorrer ese camino. La Justicia determinó que estén presos. Demasiado tienen que no están recluidos en los lugares donde deberían estar. Están en una cárcel especial para ellos. No hubo la misma consideración con los presos políticos”, agregó.

En tanto, la senadora suplente del Partido Comunista del Uruguay (PCU), Alicia Pintos, enfrentó la intención de Mujica. “Julio Castro tenía 78 años y no solo lo torturaron terriblemente sino que encima lo liquidaron con un balazo en el medio de la cabeza. No sé de dónde saca esas ideas (el presidente). Todo el mundo puede pensar lo que quiera, pero creo que no está oyendo bien a la población de su país porque aún ciudadanos que no son de izquierda están realmente afectados por esas cosas”, dijo.
Además de argumentos políticos, otros dirigentes hablaron de trabas técnicas para llevar adelante la idea que el presidente evalúa. El diputado del Espacio 609, Óscar Groba, recordó que durante el gobierno pasado hubo una ley que flexibilizó los criterios para liberar a los presos mayores de 70 años enfermos pero excluyó expresamente a quienes cometieron delitos de lesa humanidad. El legislador sostuvo que la SCJ no puede mediante una acordada ir en contra de lo que establece la ley. Al margen de ese argumento, Groba rechazó el fin buscado. “No se puede liberar a presos de más de 70 años por más enfermos que estén habiendo cometido delitos de lesa humanidad. Cuando digo que no se puede liberar me refiero a que vayan a la prisión domiciliaria. Deben cumplir la pena. A su vez, en este momento no es el mejor escenario para promover algo de eso”, dijo.
Mientras tanto, desde el Movimiento de Participación Popular (MPP) fueron más cautos. La diputada Susana Pereira dijo que el "presidente tiene las potestades para hacerlo".
"Que la SCJ lo evalúe, no me opongo. Que pase por la Justicia, la misma que los condenó. Lamentablemente tienen derechos y nosotros no vamos a ser peores que ellos. Es difícil”, sostuvo.
En el primer año de gobierno, Mujica impulsó una ley para liberar a los mayores de 70 años pero esa iniciativa fue frenada por el Frente Amplio. El mandatario ha dicho que no le simpatiza nada la idea de tener "viejos presos". Esa intención fue respaldada públicamente por la senadora del MPP, Lucía Topolansky.

Mujica destacó "valentía" en discurso de Pedro Aguerre

El presidente José Mujica calificó de "Valiente y positiva" la postura del comandante en jefe del Ejército, Pedro Aguerre, quien ayer condenó el asesinato del maestro Julio Castro y aseguró que su fuerza "no aceptará, tolerará, ni encubrirá a homicidas y delincuentes en sus filas".
En diálogo con La República, el primer mandatario dijo que aspira a que "prospere la actitud global que mantiene el general del Ejército", ya que entendió que Aguerre "no quiere proteger cosas que significan heridas para el propio Ejército", aunque advirtió que "está para ver qué grado de acompañamiento tendrá".
Al ser consultado sobre si la nueva actitud de la fuerza de tierra podrá aportar datos del destino de otros desaparecidos durante la dictadura, Mujica dijo que prefería no realizar especulaciones.
"En estas cosas prefiero estar a los hechos, porque en este país especulaciones son lo que sobran, por eso prefiero moverme con la realidad y los hechos", finalizó.
El País Digital

Nacional - DESAPARECIDOS

Huidobro confía en que militares acaten orden de revocar pacto de silencio

El ministro de Defensa dijo en radio El Espectador que el pacto existe, pero que no involucra a todas las Fuerzas Armadas

+ El Observador - 06.12.2011, 09:19 hs - ACTUALIZADO 13:59 Texto: -A / A+

  • Eleuterio Fernández Huidobro

El ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, se refirió a la declaración que hizo este lunes el comandante en jefe del Ejército, Pedro Aguerre.

El comandante en jefe señaló que de existir “un pacto de silencio” en las Fuerzas Armadas respecto al lugar donde se encuentran enterrados los desparecidos durante la dictadura militar, el mismo será revocado de inmediato.

Fernández Huidobro dijo este martes en radio El Espectador que está seguro de que esa orden será acatada entre los militares. “No me cabe la más mínima duda que va ser cumplida y acatada por la vida militar”, afirmó. Aclaró que “el pacto de silencio abarca no solo a militares, sino también a civiles”.

El secretario de Estado manifestó que el pacto de silencio existe, aunque no en todas las Fuerzas Armadas. “Ese pacto de silencio compromete hoy a un núcleo muy minoritario de las Fuerzas Armadas” dado que integrantes de los Servicios de Inteligencia “perpetraron las más grandes fechorías”.

Por otro lado, el ministro adelantó que por ahora no está pensado hacer un pedido de perdón por los crímenes de la dictadura, no obstante, señaló que en caso de hacerse, las disculpas deberían provenir del Estado y no de las Fuerzas Armadas “exclusivamente”.

“Los hechos del pasado y las atrocidades que se cometieron fueron en primerísimo lugar decisión civil, no militar, y también (hubo participación) por parte de potencias extranjeras”, apuntó. Además, se cuestionó: “¿Qué (perdón) tiene que pedir un oficial del Ejército hoy que no tuvo nada que ver con esas cosas? No caben las simplificaciones”, señaló.

Al respecto, Fernández Huidobro se manifestó partidario de poner “una especie de punto final en este asunto, sobre la base de que todas las cartas estén sobre la mesa” y así “poder mirar para adelante y discernir bien la paja del trigo en estos casos”.

Para el secretario de Estado, la actitud de Aguerre de aclarar que “el Ejército no encubrirá a homicidas” forma parte de “un proceso”, donde entran en juego “temas generacionales”.

Hay cambios en el Ejército. Si usted saca cuentas, el Ejército está integrado en su inmensa mayoría por personas jóvenes que tienen otras cosas en la cabeza que las que teníamos nosotros hace 50 años”, expresó. En ese sentido, sugirió “releer el discurso de despedida del general Jorge Rosales que tiene cosas parecidas” al de Aguerre.

El ministro también defendió el trabajo realizado por la Comisión para la Paz durante el gobierno de Jorge Batlle, la cual fue “injustamente criticada por tirios y por troyanos en los últimos tiempo”.

“Es la que ha hecho más aportes y ha permitido encontrar lo que se ha encontrado”, afirmó, aunque “recibió información falsa”.


Muerte de Castro se dio en "guerra fría"

Visiones de la historia
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Elmer Castilioni, integrante del foro militar Libertad y Concordia, dijo a Montevideo Portal que "no hay nada nuevo" detrás de los dichos del comandante del Ejército Pedro Aguerre. Para el militar retirado, la muerte de Julio Castro debe "encuadrarse en una guerra fría, donde había odios exacerbados" y relativizó la hipótesis de una ejecución.
Los integrantes del Foro Libertad y Concordia, agrupación de militares retirados, consideraron este martes las palabras expresadas el lunes por el comandante en jefe del Ejército, Pedro Aguerre, sobre la voluntad de dicho cuerpo de colaborar con el esclarecimiento de los delitos cometidos durante la dictadura.
Si bien el foro decidió no expresarse oficialmente sobre los dichos de Aguerre hasta tener "más elementos de análisis", uno de sus integrantes, Elmer Castiglioni, dijo a Montevideo Portal que las circunstancias que ameritaron al declaración del comandante "no son hechos nuevos".
El militar afirmó que las condiciones en que fue asesinado el maestro Julio Castro no sorprenden, ya que "se han dicho en diversas oportunidades", en referencia los informes con los que ya contaba la Comisión para la Paz.
"No hay nada sorprendente, nada para llenarse de horrores", agregó Castiglioni.
El ex militar dijo que "este tipo de hechos deben ser enmarcados hace treinta y cinco años, cuando había una guerra fría, que no tenía reglas de juego ni convenciones de Ginebra".
En ese sentido, agregó que los enfrentamientos entre militares y tupamaros provocaron "muertes inexplicables, odios exacerbados y ánimos destemplados", entre los que se encontraría la muerte de Julio Castro.
Sin embargo, Castiglioni relativizó la hipótesis de que Castro haya sido ejecutado de un balazo en la cabeza. "Hay que esperar que la Justicia se expida en función de los informes forenses. Hasta ahora lo que tenemos es la impresión de un antropólogo que cree haber visto un estallido de cráneo pero en las fotos que trascendieron no se ve", sostuvo.
Castiglioni se refirió además a que el compromiso asumido por Aguerre en su declaración "debería ser correspondido también por los que estuvieron del otro lado", aunque agregó que "no sabemos si lo van hacer".

Montevideo Portal

Fernández Huidobro cree que militares romperán pacto de silencio sobre desaparecidos

El ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, evaluó hoy la orden que dio ayer el comandante en jefe del Ejército, Pedro Aguerre, de revocar inmediatamente el pacto de silencio entre oficiales para ocultar información sobre detenidos desaparecidos.
Para el jerarca, "no hay dudas" de que en la arena militar la orden "va a ser cumplida y acatada", pero, agregó, que ese pacto "abarca no solo a militares, sino también a civiles".
"Los hechos del pasado y las atrocidades que se cometieron fueron, en primerísimo lugar, decisión civil, no militar, y también por parte de potencias extranjeras", dijo Fernández Huidobro al programa En Perspectiva, de radio El Espectador.
"El pacto de silencio hoy compromete a un núcleo muy minoritario de las Fuerzas Armadas", resaltó, en referencia a los miembros del "Servicios de Inteligencia que perpetraron las más grandes fechorías".
El discurso de Aguerre supuso la primera vez que un comandante del Ejército realiza una declaración de este tipo.
Aguerre lanzó, además, una exhortación dentro y fuera del Ejército "para obtener información" a fin de determinar la responsabilidad o no de la fuerza en este caso y en cualquier otro que se entienda a futuro, en tanto solicitó "una vez más colaboración de todos para restablecer una reconciliación" en la sociedad.
El País Digital

El presidente, el ministro y el comandante en jefe del Ejército desmienten, pero…

El viernes, en Artillería 1, Aguerre les dijo a los generales que Fernández Huidobro le pidió que hubiera un comunicado, y que incluso lo acompañaría en la conferencia

+ El Observador - 06.12.2011, 14:27 hs - ACTUALIZADO 14:43 Texto: -A / A+


Por diversas vías, el gobierno desmintió la información publicada este martes por El Observador acerca de que la iniciativa de que el Ejército emitiera un pronunciamiento tras el hallazgo de los restos del maestro Julio Castro partió del presidente de la República, José Mujica.

La Secretaría de Comunicación de Presidencia dijo en un comunicado que Mujica no orientó ni reclamó “directa o indirectamente ningún pronunciamiento del Ejército Nacional” y que no ha tenido diálogo con Aguerre desde su asunción.
El comunicado añadió que Mujica “considera que las declaraciones conocidas son fruto de un proceso interno y difícil del Ejército y que acontece con franca libertad”.

A su vez, el comandante en jefe del Ejército, Pedro Aguerre, se comunicó con El Observador para pronunciarse en similares términos. Aguerre, además de asegurar que no recibió órdenes del gobierno, incluso desmintió que haya puesto a consideración de los generales el comunicado que leyó ayer lunes y en el que, entre otras cosas, dijo que el Ejército no aceptará a asesinos en sus filas.

“El comunicado fue idea mía, lo redacté yo el fin de semana y el lunes se lo di a conocer a los generales solo a los efectos de informarles”, dijo Aguerre, quien al momento de asumir había transmitido que buscaría el consenso en el funcionamiento interno de la fuerza luego de una serie de desavenencias entre la oficialidad.

El ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, también desmintió en declaraciones públicas que la orden de emitir un comunicado hubiera surgido del presidente Mujica.

A pesar de estos desmentidos, las fuentes de El Observador no solo ratificaron que fue de Mujica la idea de hacer un pronunciamiento tras el hallazgo de los restos de Castro, sino que dieron nuevos detalles de cómo se procesó esa decisión.

El viernes 2 tuvo lugar una actividad por el aniversario del grupo de Artillería 1. En ese cuartel, Aguerre les transmitió a varios generales que había recibido una comunicación del ministro Fernández Huidobro. El secretario de Estado, según le transmitió Aguerre a esos generales, había analizado la situación con el presidente y llegaron a la conclusión que el lunes siguiente, 5, debía haber un pronunciamiento oficial.

Ese viernes en el batallón de Artillería, Aguerre les dijo a los generales que Fernández Huidobro le anunció que estaría junto a él cuando convocaran a la prensa, algo que luego no ocurrió y que no le cayó bien a algunos oficiales que esperaban que el gobierno también estuviera en la instancia.

Aguerre les dijo a los generales que si tenían sugerencias se las transmitieran, pero que él iba a redactar un comunicado que luego pondría en conocimiento de los generales.

El lunes, cuando Aguerre leyó el comunicado, se le hicieron retoques. “Hubo alguna cosa que no le quedó claro al resto y allí mismo se cambió”, dijo a El Observador un general que estuvo presente en esa reunión.

Para Mujica era importante que el Ejército saliera bien parado de la situación ya que en reserva está reuniendo información para aportarle a la Justicia sobre el estado de salud de los represores presos por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. El objetivo de Mujica es que se les conceda al menos a cinco de ellos la prisión domiciliaria.

Este y otros asuntos vinculados con el pasado reciente (como la recopilación de nueva información que permita hallar a otros desaparecidos) son motivo de reuniones y evaluaciones desde hace al menos dos meses, entre Presidencia y las Fuerzas Armadas.


Desaparición forzada de personas en Latinoamérica:
efectos que aún persisten

Marcelo Colussi

“Nuestro principal enemigo es el miedo”

Domitila Barrios

La guerra como “catástrofe” humana

De acuerdo al Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, se entiende por trauma psíquico un “acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica. (…) Se caracteriza por un aflujo de excitaciones excesivo, en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas excitaciones” [1]. Es decir, cuando la vida de una persona está en riesgo, es altamente probable que queden secuelas psicológicas, en muchos casos crónicas, debido a ese cúmulo de estímulos externos de difícil o imposible procesamiento.

Son diversas las experiencias traumáticas que pueden estar en la base de esa dinámica; por lo pronto, son todas aquellas donde la propia vida está en peligro: accidentes graves, violaciones sexuales, amenazas de muerte. De entre todas estas situaciones, la guerra es una de las peores, de las más dramáticas. Lo es, porque distintamente a lo que puede ser un evento natural que también produce muerte y destrucción –una catástrofe como un terremoto, un huracán, etc.–, o el envejecimiento y la cercanía del fin como proceso natural mismo, no hay en la guerra una explicación racional que pueda dar cuenta de ella, que permita procesarla, asimilarla en el orden de las cosas esperables. La pregunta sobre su porqué tiene siempre un nivel de insondable para quien la padece.

En comparación con las otras agresiones traumatizantes arriba citadas, la guerra tiene características especiales que la hacen más inmanejable, más irracional. ¿Por qué de pronto otro semejante, sin que medie motivo alguno, viene a matarme? ¿Por qué en la guerra se destruye toda obra civilizatoria, se echa abajo lo que costó tanto sacrificio ir edificando con paciencia? ¿Por qué otro humano me hace todo eso sin que siquiera lo conozca? La sinrazón es lo que la define: la guerra, para quien la sufre, no tiene explicación lógica, es una invasión masiva sin sentido.

Los cambios psicológicos a los que debe someterse quien es parte de una guerra son grandes, inmanejables a veces; los paradigmas éticos, el sentido de la vida, la afectividad, todo ello se ve resentido, y muchas veces la magnitud de todo eso tiene un valor de transformación tan enorme que se torna un problema para quien lo experimenta, pues no lo puede procesar.

Matar a otro semejante, según todas las construcciones morales de las distintas culturas, está prohibido en la vida cotidiana. En la guerra, sin embargo, esa interdicción básica cae y la situación fuerza a matar. Es más: la dinámica imperante obliga imperiosamente a hacerlo, porque si no, corre riesgo la propia vida. El otro de carne y hueso se despersonaliza y deja de ser un semejante para transformarse en “el enemigo”. No hay sujeto con rostro humano: hay sólo enemigo amenazador al que hay que atacar. La “normalidad” de las relaciones humanas cambia drásticamente; ahora lo normal, lo aceptado tradicionalmente, se esfuma, cambia de pronto dando paso a nuevos valores. Hacer ese pasaje en términos psicológicos implica un gran esfuerzo, que no siempre se puede cumplir exitosamente.

Toda la configuración subjetiva de la cotidianeidad que se entiende como normal cambia dramáticamente, y el otro no sólo puede ser eliminado sino que, forzosamente, debe ser eliminado. Más aún, durante la guerra cuantos más “enemigos” se eliminen, mejor. Las medallas al honor las reciben los “héroes de la patria”, es decir, quienes más enemigos eliminen, quienes más maten. No hay duda que esos hechos sangrientos no se consideran asesinatos; si así fuera, quienes los comenten serían asesinos, transgresores de una ley. Lo curioso es que durante la guerra nadie es considerado tal sino, por el contrario, un héroe. La guerra premia la acción de matar. Es obvio que el cortocircuito en juego en todo ello no es pequeño, y en general no es fácil salir airoso de esa circunstancia.

Todo lo cual se agrava con lo que sucede una vez terminada la guerra, dado que esa agresividad puesta al servicio del exterminio por el cual se premia y se reciben honores, de buenas a primeras debe clausurarse y nuevamente la muerte del otro pasa a estar prohibida.

Entrar y salir a todas esas reconfiguraciones subjetivas nunca es gratuito, nunca pasa de forma intrascendente. Al contrario: casi con seguridad, deja marcas. Dicho de otro modo: la guerra, el evento más tremendo en donde la propia vida está en juego y en donde caen los paradigmas éticos de los tiempos de paz, en mayor o menor medida, siempre produce secuelas psicológicas. En tal sentido, es un modelo único de trauma, quizá el más trágico, pues la totalidad de la subjetividad se resiente, y siempre en forma duradera.

Las guerras “sucias”

La guerra, al igual que otras actividades humanas, ha evolucionado a lo largo del tiempo, se ha perfeccionado, ha ido haciendo uso de las tecnologías más avanzadas de su momento. En ese sentido pude decirse que recorrió un camino desde las confrontaciones cuerpo a cuerpo, en igualdad de condiciones y con armas equivalentes (garrote-garrote, arco-arco, fusil-fusil), hasta la que hoy es llamada guerra moderna, guerra total, que es un enfrentamiento asimétrico y no de equivalencias o, como la consideran actualmente algunos teóricos del arte militar: guerra de cuarta generación.

De la mano de los cambios tecnológicos que le dan forma, también sus reglas, enunciados y la ética que la acompaña han cambiado y se han ido adaptando a esos cambios técnicos y a las condiciones y grados de poder de los combatientes. Así, por ejemplo, armas de fuego = guerra en línea; aviones = guerra de trincheras; fuerzas no equivalentes = guerra de guerrillas; guerra de guerrillas = guerra contrainsurgente.

Las primeras confrontaciones entre tribus fueron transformándose en conflictos bélicos entre dos o más grupos que se enfrentaban por razones económicas, políticas o ideológicas, y su objetivo final era vencer al enemigo para adueñarse de sus tierras, esclavizarlos o capturarlos dentro de su área política de influencia o imponer un determinado sistema ideológico-político. Las guerras se desarrollaban en el campo de batalla y se estima que entre el 80 y el 85% de las muertes eran de combatientes, en tanto que sólo entre el 15 y el 20% correspondía a población civil.

Las guerras del Siglo XX fueron cambiando más profundamente, tanto en la forma de hacerla (aspectos técnicos), como –seguramente lo más dramático– en la forma de justificarla. Es en ese contexto que surge aquella idea de “en la guerra la primera víctima es la verdad”. Después de la Segunda Guerra Mundial, las reglas de la guerra tantas veces analizadas y discutidas fueron cayendo en desuso; las formas también se modificaron y, a la par, los enunciados que las promueven y hacen su apología. De esa cuenta, ya llegados a fines del Siglo XX pudo llegarse a la infame locura teórica de “guerras preventivas”.

Veamos tres ejemplos de las guerras modernas: 1) en el caso de la llamada “guerra remota” se trata de enemigos distantes a los que nunca se llega a ver de cerca y que se constituyen simplemente en “blancos” de la acción militar, olvidando su humanidad; 2) en la “guerra preventiva” toda lógica se rompe al determinar que la única forma de prevenir que se haga la guerra es haciendo una guerra previa; y, 3) en la llamada guerra total, guerra contrainsurgente o guerra sucia, se violentan los principios antes expuestos y, más que nunca, se sobreponen los intereses particulares de un grupo sobre el derecho humano a la vida. En esta última modalidad, lisa y llanamente “vale todo”.

Las guerras modernas pueden desarrollarse o no entre dos Estados, pero es cada vez más frecuente que se trate de conflictos entre grupos al interior de un mismo Estado. Si bien las razones del enfrentamiento son las mismas (económicas, políticas, culturales o ideológicas: es decir, reacomodos en torno al poder) ya no se desarrollan en el campo de batalla sino en todos los ámbitos de la vida social. Las cifras que prevalecían para la pérdida de vidas humanas se han invertido; hoy, a partir de las nuevas doctrinas militares, se estima que entre el 15 y el 20% de las muertes son de combatientes, mientras que entre el 80 y el 85% corresponden a población civil, no involucrada directamente en el conflicto.

Si bien la guerra es siempre la negación misma del hecho civilizatorio, de la normal convivencia apegada a normas sociales, la forma que ha ido adquiriendo hacia las últimas décadas del Siglo XX presenta características muy peculiares; si algo la define, es su total y más absoluta deshumanización. Entiéndase bien: las guerras nunca son “amorosas” precisamente; pero lo que vamos viendo en estos últimos años, no como circunstancia azarosa sino como doctrina militar fríamente concebida, académicamente pensada, es una guerra que ya no distingue entre enemigo y población no combatiente, una guerra que echa mano de los recursos más arteros que anteriores instrumentos jurídicos internacionales (las Convenciones de Ginebra, por ejemplo) prohibían. Guerras, en definitivamente, que se fundamentan en ser “tramposas”, tortuosas, engañosas. Guerras “sucias”, básicamente.

Sólo en ese clima de militarización extrema y justificación de todo (léase: fundamentos de la cultura de la impunidad) es que pueden surgir armazones teóricos que promueven la creación de “máquinas de matar”, tales como los grupos élite de los que hoy día van disponiendo las fuerzas armadas de casi todos los países. Grupos preparados para toda tarea, que lo mismo pueden manejar explosivos como una computadora, saber de primeros auxilios o entrenados para resistir las circunstancias más terribles, por ejemplo la tortura. Soldados, valga decir, que son parte de las estrategias que mantienen prácticamente todos los Estados actuales y que tangencialmente –no se tome esto como macabro chiste de humor negro– viene a demostrar que el Estado, cuando quiere, sí puede ser eficiente, contrariando las modernas tesituras neoliberales que lo ven irremediablemente como incapaz.

Fundamentos de las guerras sucias

La doctrina militar contemporánea en relación a las así llamadas gerras sucias, en Occidente llevada a su punto máximo por las academias estadounidenses, se nutre de lo desarrollado por el francés Roger Trinquier a partir de la experiencia de la tristemente célebre guerra de Argelia, desde donde enunció las tesis de esta modalidad bélica moderna, estructurada sobre los siguientes ejes:

1.      La clandestinidad: La represión se basa en el ocultamiento de los centros de detención, desaparición de personas y eliminación de los cuerpos. Uso de personal militar vestido de civil, formados en comandos y recorriendo de noche los centros urbanos en busca de víctimas o sospechosos.
2.      La moralidad estrecha: La construcción de un “enemigo interno” bajo un marco moral tan rígido y reducido que posibilita la persecución de cualquier acto calificado como desviación o crítica política, y en consecuencia, cualquier desviación debe ser perseguida y eliminada.
3.      La presión psicológica: Concepción por la cual la guerra se hace en todos los ámbitos de la vida social. Los espacios de la vida cotidiana pueden ser invadidos a través de una guerra psicológica que se transforma en una herramienta privilegiada. Se practica para “ganar los corazones y las mentes de quienes están siendo violentados”. Se desata una “guerra preventiva” que pretende influir sobre la “conciencia social”. Los medios de comunicación, en esa lógica, cobran una importancia decisiva.
4.      La ilegalidad: Aunque no enunciado explícitamente, el modelo expone que “cuando el poder político está en peligro, los militares son los únicos que disponen de medios suficientes para establecer el orden y, en una situación de emergencia, la ley es un obstáculo”. En América Latina sabemos amargamente que esto fue una realidad por décadas, costando muertos y desaparecidos en cantidades industriales.

Si se revisan los registros y documentos existentes en varios de los países latinoamericanos que dan cuenta de las guerras contrainsurgentes de estos últimos años, puede observarse cómo la respuesta de los Estados se ciñó, paso a paso, a lo establecido en las enseñanzas de Trinquier. Los actos de desaparición forzada son ejecutados conforme a los pasos del manual: 1) persecución de una persona concebida desde una perspectiva ideológica como un enemigo interno; 2) una detención ilegal; 3) entrega del detenido en algún centro de detención clandestino; 4) ocultamiento ilegal de la víctima; 5) Presión psicológica ejercida sobre la familia, el grupo de pertenencia del desaparecido y el colectivo social a través del discurso oficial estigmatizante e ideologizante y las técnicas publicitarias empleadas. En Argentina, por ejemplo, en el medio de la sangrienta dictadura iniciada con el golpe de Estado de 1976 y ante la ofensiva de los organismos de derechos humanos reclamando por las personas desaparecidas, los militares, además de organizar el Mundial de Fútbol en 1978 como cortina de humo, sacaron el lema los argentinos somos derechos y humanos. ¡Buenos alumnos de las academias estadounidenses!, por cierto.

Cuando se plantea que la guerra debe hacerse “en todos los ámbitos”, para desastre del ser humano, la psicología se transforma en una herramienta más de la guerra. La mente humana es un blanco más al que van dirigidos los mensajes bélicos. Y en ese sentido, la población que recibe los ataques está siempre desarmada, desamparada; más aún: ni siquiera sabe que está siendo blanco de ataque.

La presencia de la guerra hoy: los desaparecidos

Los planes de ajuste estructural que se siguen sufriendo en la región latinoamericana al día de hoy se asientan en el camino que prepararon las dictaduras militares de algunas décadas atrás. La falta de reacción que aún se padece (sin negar que, por supuesto, hay reacciones, muchas y variadas, con experiencias riquísimas sin dudas) tiene que ver con el miedo que aún está instalado en las poblaciones. El estado de derecho, el primado de la ley, después de esa pedagogía del terror y de la impunidad sin límites que fueran las guerras sucias, más allá de la declaración formal de una institucionalidad por lo demás bastante débil que caracteriza las actuales “democracias de baja intensidad”, premia la impunidad. La situación de explotación económica y de precarización laboral que vivimos encuentra en esa pedagogía del terror buena parte de su explicación.

Entre algunas de las prácticas perversas que tuvieron lugar en esos oscuros años de nuestras historias en los distintos países de la Patria Grande, la desaparición forzada de personas fue un mecanismo que aún sigue estando presente en la conciencia de la población, aterrorizando, sirviendo como una perversa escuela y recordatorio de la muerte y del silencio. Los desaparecidos siguen siendo una de las heridas abiertas de las sociedades latinoamericanas. Para toda la región se contabiliza un total de 108.000 personas desaparecidas, siendo Guatemala (con 45.000, el 41% del total) y Argentina (con 30.000) quienes encabezan la lista.

La desaparición forzada de personas es un delito de lesa humanidad; así lo consignan tanto la Asamblea General de Naciones Unidas, en 1992, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos –OEA– en 1994. Por tanto, son delitos imprescriptibles.

En todos los Estados latinoamericanos que durante los años de la Guerra Fría desarrollaron estrategias de guerra contrainsurgente amparados en la Doctrina de Seguridad Nacional y combate al enemigo interno (es decir: sectores de la misma población), la desaparición forzada de personas jugó un papel importantísimo. Sirvió para inmovilizar a las poblaciones civiles, aterrorizándolas, enviándoles mensajes de control y de inocultables llamados a la desmovilización.

En concreto, la desaparición forzada de personas es “un acto de violencia extrema, cometido por agentes del Estado o por personas autorizadas por éste, que se constituye a partir de la captura ilegal, el ocultamiento deliberado de una persona y la consecuente pérdida de su presencia física (o material), sin que exista la posibilidad de establecer con certeza las circunstancias que determinan su “no presencia física”. Las condiciones de persistencia e incertidumbre que la acompañan hacen de ella un sutil instrumento de tortura con las consiguientes secuelas físicas y severas alteraciones a nivel del psiquismo individual y colectivo. La práctica sistemática de la desaparición forzada implica la alteración de los sistemas de relaciones sociales y el implantamiento del terror”.[2]

En cualquier ámbito que tuviera lugar el hecho, urbano o rural, una vez desaparecida la persona su suerte era totalmente incierta. En eso consistía justamente el valor político-ideológico-cultural del mecanismo: enviaba un mensaje a la población absolutamente aterrorizador. Si estas estrategias bélicas pueden ser llamadas “sucias” es justamente por prácticas como esta: son perversas, arteras, siniestras. De hecho, ninguna guerra deja de serlo, pero en esta modalidad lo que se busca fundamentalmente no es tanto eliminar enemigos físicos sino controlar a poblaciones enteras. Las desapariciones forzadas de personas (adultas o de niños, varones o mujeres, eso no importa), son un elemento principal de esas estrategias.

Está demostrado que la desaparición física de alguien sin que se sepa fehacientemente qué suerte corre, sin que aparezca luego su cuerpo confirmando que sí, efectivamente, murió, todo ello produce alteraciones diversas en los allegados (familiares, amigos), que quedan en una espera eterna. El mecanismo en cuestión que utilizan las fuerzas que producen la desaparición, por tanto, es sumamente perverso: sirve para paralizar a toda una población dejándola en una situación de duelo no resuelto eterno.

La desaparición de un familiar/amigo/allegado es altamente nociva para la psicología de quien queda en esa espera enfermiza. Los efectos psicológicos son diversos; sólo a título descriptivo pueden citarse:

·        Sentimientos de culpa por la pérdida (activándose una serie de fantasías de autoincriminación por “no haber hecho lo suficiente por haber impedido el hecho”)
·        Tristeza profunda
·        Episodios de depresión reactiva y/o estados de depresión profunda
·    Duelos patológicamente alterados (duelos que nunca terminan, que sólo pueden finalizar el día que hay una confirmación sobre la suerte corrida por el  desaparecido)
·        Trastornos psicosomáticos (problemas gastrointestinales, insomnio, inapetencia, cefaleas, estados de ansiedad difusa)
·        Sentimiento de fatalidad e impotencia
·     En algunos casos, desorganización psicológica (estados confusionales, pensamiento monotemático y recurrente centrado en la figura del desaparecido, eventuales pérdidas de ubicación en tiempo y espacio)
·        En algunos casos, estados de hiper excitación acompañados de hipersomnia.

Pero además, sin quitarle el más mínimo valor a estos efectos sufridos a título individual por los familiares/allegados directos de las personas desaparecidas, hay otro tipo de efectos, que son las consecuencias colectivas, las secuelas transgeneracionales. Es decir: todo aquello que esta estrategia de guerra sucia deja en el imaginario social, en la conciencia colectiva de una comunidad. Dicho en otras palabras: el fomento del terror y la consecuente cultura de la impunidad que ello va generando. Por lo pronto, llamamos “desaparecidos” a quienes en verdad son secuestrados. Esa es una demostración palmaria de cómo actúa esa perversa pedagogía del terror. Nadie desaparece solo, nadie se esfuma: lo desaparecen, que no es lo mismo.

Efectos colectivos aparejados: cultura del silencio, de la desidia

Este es el ámbito donde pueden verse los efectos más profundos en tanto construcción ideológico-política de las guerras sucias, de las estrategias contrainsurgentes que barrieron prácticamente toda Latinoamérica en décadas pasadas. Cada una de las prácticas desarrolladas en estas estrategias de intervención estuvo calculada, buscando generar respuestas a mediano y largo plazo. Guerra psicológica, en definitiva, que con el empleo planificado de acciones que sirven como “propaganda”, como promoción de un mensaje (freno al “comunismo internacional que quería adueñarse de estas tierras”), están orientadas a direccionar conductas colectivas en la búsqueda de objetivos de control social. “Ganar los corazones y las mentes de quienes están siendo violentados”, como decíamos cuando hablábamos más arriba de los fundamentos de las guerras sucias.

Desparecer, secuestrar, mantener ilegalmente a niñas y niños en cautiverio o hacerles adoptar una nueva personalidad, en algunos casos como “botín/recuerdo” de las acciones bélicas (habrá casos incluso donde fueron mercadería para la venta a extranjeros, producto comercializable para adopciones ilegales, etc.), hacer aparecer algunos cadáveres de desaparecidos mutilados dejando ver que fueron torturados, permitirse hacer todo eso no es sino una forma de ratificar la impunidad dominante. A partir del mensaje en juego –“la vida del colectivo está en manos de quienes la dirigen militarmente, quienes obligan a pensar de una determinada manera”– lo que se pretendió buscar desde los grupos que controlaron el Estado durante años fue dejar la sensación que “hay que resignarse, nada se puede cambiar”. La impunidad, en tanto gran marco cultural que engloba todas las acciones de ese Estado contrainsurgente, queda violentamente ratificada como política, como modo de vida de los poderes fácticos. Y ante ello no queda sino la resignación. O, andando el tiempo, el silencio, el desencanto. El ámbito político se denigra, se rebaja. Conclusión: se consigue la apatía de las grandes mayorías.

No está de más recordar que es en este momento cuando comienzan a implementarse en toda Latinoamérica los planes neoliberales, los que, entonces, no habría más que aceptar pasivamente. Es en ese marco cuando una de las cabezas visibles del inicio de esas políticas en todo el mundo, la Primera Ministra británica Margaret Tatcher, pudo decir ampulosa: “no hay alternativas”.

Sin duda, el mensaje buscado se cumplió. O, al menos, se cumplió en un alto porcentaje. Los tejidos sociales fueron desarticulados y el terror como modo de vida quedó incorporado en la psicología de la sociedad latinoamericana, en todos los estamentos: rurales y urbanos, jóvenes y adultos, varones y mujeres. Los planes neoliberales que posteriormente se construyeron sobre este mar de sangre y este terror incorporado, funcionaron y siguen funcionando. La desarticulación de la protesta social se cumplió en muy buena medida.

Pero siemre hay esperanzas

Sin embargo, quedaron espacios para la reconstrucción de lo destruido por la guerra y por las estrategias de fondo que la alentaron. No caben dudas que los planes de capitalismo salvaje que se desataron sobre Latinoamérica en estos últimos años siguen presentes. Quizá hoy ya no se habla tanto de ellos, no se lo visualiza como demoníacoas porque pasaron a ser parte de nuestra realidad: se normalizaron, se institucionalizaron. Decir que fracasaron es, quizá, una exageración. Por supuesto no resolvieron ningún problema para las grandes mayorías, pero obviamente no estaban para eso. Para el gran capital global que los implementó no fracasaron de ningún modo. La precarización en las condiciones de trabajo y el aumento escandaloso de la brecha entre ricos y pobres transformó a la región en la más injusta del mundo, diviendo nuestras sociedades en ghettos cerrados de ultra adinerados –defendidos por ejércitos de guardaespaldas y con vehículos blindados– sobre pobres cada vez más pauperizados.

Esto ya se hizo absolutamente crónico, dejando muy pocas salidas: las luchas sindicales han ido quedando como piezas de museo, y la resignación generalizada hace aceptar condiciones laborales infames. Una de las pocas salidas para innumerables latinoamericanos es la huída de sus países rumbo a la supuesta prosperidad del Norte, Estaods Unidos básicamente, y en estos últimos años también en muy buena medida Europa. Pero esas no son salidas sino sólo reacomodos coyunturales que apenas ayudan a paliar la pobreza.

Los movimientos sociales quedaron bastante golpeados, y aún no terminan de rearticularse. Las izquierdas políticas han tenido que modificar –suavizando– sus idearios revolucionarios de algún tiempo atrás. Su participación en los mecanismos legales del entramado político del sistema ya se aceptó como irrevocable. De hecho, con propuestas siempre light, ha podido llegar a ser gobierno en más de alguna ocasión, propiciando “rostro humano” para supuestos “capitalismos serios”.

Definitivamente, la derrota para el campo popular y el pensamiento político de izquierda fue grande. Se le hizo retrotraer varias décadas. Son raras las propuestas abiertamente anticapitalistas. El miedo sigue instalado.

Conclusión obligada de todo esto: las nuevas guerras sucias libradas años atrás con la desaparición forzada como una de las principales tácticas, dio resultados que aún siguen vigentes. Pero la historia no está terminada. Si bien las técnicas militares se refinan día a día y este mecanismo de la desaparición cambió profundamente el sujeto político de estos años volviéndolo apático, la injusticia sigue estando. Y eso, quiérase que no, continúa siendo un motor que lleva a la sublevación. En definitiva, la historia humana, nos guste o no, es la historia de los conflictos sociales. Las luchas de clases, aunque hoy no se hable mucho de ello, sigue estando presente minuto a minuto. La desaparición forzada de personas constituye su sangriento recordatorio.

Si vemos la historia de estos años luego de concluidas las guerras contrainsurgentes de la región, el panorama no es muy esperanzador para el campo popular. Pero de todos modos siempre sigue reaccionando. Quizá sin una clara direccionalidad, sin programa específico, muchas veces sin conducción; pero la protesta sin embargo no ha desaparecido. Se podrá hacer desaparecer gente, más no la injusticia. Y mientras haya injusticia, siempre habrá una cuota de esperanza para transformar esa realidad inequitativa. La historia de la humanidad es ese movimiento perpetuo de reacción contra las injusticias. El fantasma de los desaparecidos sigue asustando, pero la dignidad puede más que el miedo. Como dijo la dirigente indígena de Bolivia Domitila Barrios: Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro”.


Bibliografía

·        Bermann Sylvia y otros. “Efectos psicosociales de la represión política”. Córdoba, 1994. Ed. Goethe-Institut.
·        Comisión para el Esclarecimiento Histórico. “Guatemala. Memoria del Silencio”. Recomendaciones y Recomendaciones. Guatemala, 1999.
·        Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. “Diccionario de Psicoanálisis”. Barcelona, 1971. Ed. Labor.
·        Martín-Baró, Ignacio. “Acción e Ideología”. San Salvador, 1990. Ed. Universidad Centroamericana Simeón Cañas.
·        Radda Barnen de Suecia. “Restaurando la alegría. Diferentes enfoques de asistencia a la niñez psicológicamente afectada por la guerra”. 1996. Ed. Radda Barnen de Suecia
·        Villagrán, Marina de. “La desaparición forzada. Una aproximación desde la psicosociología”. Tesis de Maestría. Guatemala, 2004.


[1] Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. “Diccionario de Psicoanálisis”. Artículo “Trauma psíquico”. Barcelona, 1971. Ed. Labor.
[2] Villagrán, Marina de. La desaparición forzada. Una aproximación desde la psicosociología. Guatemala, 2004.


  • El comandante en jefe del Ejército Pedro Aguerre, tras las declaraciones que hizo a la prensa, ayer, en el Instituto Militar de Estudios Superiores (IMES) Foto:
El comandante en jefe del Ejército Pedro Aguerre, tras las declaraciones que hizo a la prensa, ayer, en el Instituto Militar de Estudios Superiores (IMES) Foto: Nicolás Celaya

Tienen la palabra

El comandante en jefe del Ejército ordenó a sus subordinados que no toleren ni encubran a "homicidas o delincuentes" en filas de la fuerza.
En nombre del Ejército, el general Pedro Aguerre reconoció que la aparición e identificación de los restos del maestro Julio Castro y la forma en que fue asesinado representan un "punto de inflexión" y que no se tolerarán homicidas y delincuentes en las filas castrenses. En un hecho inédito, Aguerre ordenó la revocación inmediata de cualquier pacto de silencio existente y pidió la colaboración de todos para la reconciliación.
El comandante en jefe del Ejército expresó públicamente la posición de la fuerza que dirige sobre la identificación de los restos hallados en el Batallón 14 de Toledo, que corresponden al maestro Julio Castro, y las causas de su muerte. La conferencia de prensa se realizó en el Instituto Militar de Estudios Superiores, donde Aguerre compareció acompañado por todos los generales que están en el país, con el apoyo de los que están en el exterior e incluso por los dos coroneles que fueron ascendidos la semana pasada. En primer lugar dijo que iba a dar la "posición del Ejército directamente desde su comandante, que es el único que habla con los mandos" y especificó que éstos son el presidente de la República y el ministro de Defensa Nacional. Luego aclaró que "el comandante no tiene ningún escalón intermedio entre el mando y el Ejército", marcando distancia del jefe del Estado Mayor de la Defensa (Esmade), general de aire José Bonilla, que el sábado había declarado a la prensa que los culpables del asesinato del maestro Castro deberían ser condenados.

A esperar

Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos también se reunió ayer y evaluó el pronunciamiento del Ejército. Oscar Urtasún dijo a la diaria que "estamos todos de acuerdo en que ha sido un avance porque nunca se había dado ese tipo de planteos", pero su agrupación permanecerá expectante porque "después de 35 años de mentiras por parte de los militares es bueno tener un poco de cuidado y esperar los resultados". Urtasún expresó que van a estar atentos al desempeño del comandante Aguerre porque "está en manos de ellos" seguir avanzando. También hubo aspectos de la declaración que no conformaron. Urtasún dijo que "no se puede decir que se desconoce que hubo un pacto de silencio" y tampoco "hablar de fuerzas armadas al estilo artiguista cuando no se han hecho tribunales de honor por los actos criminales". Precisó además que no se trata de un problema del comandante Aguerre sino institucional, porque "el Ejército es una parte de las fuerzas armadas y el comandante es una parte del Ejército, por lo tanto no se resume en este planteo toda la actitud de las fuerzas armadas". Por eso, también "vamos a esperar", resumió.
Posteriormente Aguerre dijo que se atraviesa "un punto de inflexión", en el que es necesario despejar las dudas "ante el accionar y pensar de este nuevo Comando, que recién hace unas semanas comenzó a caminar". Luego dijo que el Ejército "no es una horda, malón o algo similar" y "no aceptará, tolerará, ni encubrirá a homicidas o delincuentes en sus filas".
Aguerre aseguró que no tiene conocimiento "de ningún pacto de silencio, para encubrir delitos dentro de la Fuerza", pero "si ha existido o existiera hasta la actualidad dicho pacto, desde este momento doy la orden de su revocación inmediata". Por último, pidió la colaboración de todos para restablecer una reconciliación. Finalizada la oratoria y sin conceder declaraciones, Aguerre amagó a retirarse pero ante el intento de diversos periodistas de continuar preguntando, volvió atrás y dijo sin micrófonos: "lo que quiero es tender una mano".

Las reacciones

El general asumió la jefatura del Ejército el 31 de octubre y en sus primeras declaraciones desde ese cargo dijo que sentía mucha tristeza y dolor "por los hechos del pasado" y "si yo considero que tengo que pedir disculpas lo voy a hacer".
Las repercusiones políticas del discurso de Aguerre fueron inmediatas y en diferentes sentidos. En su reunión de ayer, el directorio del Partido Nacional condenó el "cruel homicidio" del maestro Castro y reivindicó la lucha contra la dictadura, así como la vigencia de los derechos humanos. El senador Luis Alberto Heber criticó las palabras de Aguerre porque "es una declaración que nos hubiera gustado escuchar en 1985 y no ahora". Según el legislador "lo que dice el comunicado es que no hay silencio, que se desconoce que hubo un pacto y no hemos tenido ninguna colaboración de la fuerzas armadas para la saber la verdad e incluso la información que manejábamos no es cierta". Por su parte, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado también conversó del tema en el día de ayer. El senador Ope Pasquet señaló que se entendió como positivo el propósito de Aguerre de obtener más información para esclarecer los hechos porque "eso fue lo que inspiró la convocatoria a la Comisión para la Paz" y "compartimos" la reconciliación nacional porque "estamos trabajando por eso desde 1985".
Consultado respecto a un posible cambio de opinión sobre la Comisión para la Paz a partir del hallazgo de los restos de Castro, Pasquet dijo que "parece evidente que hubo gente que le mintió a la Comisión", pero de todas maneras defendió a sus integrantes como "personas de bien de diferentes partidos y orientaciones que trabajaron de buena fe y que fueron víctimas de las mentiras de algunos". El ex ministro de Defensa Nacional, Luis Rosadilla, que ayer retomó sus actividades en el Senado, dijo a la diaria que las manifestaciones del general Aguerre "son positivas" porque el Ejército como institución, a través de su comandante "tomó la iniciativa" de convocar a una conferencia de prensa y dar su opinión. Además destacó la presencia de "todos los generales" y consideró que "hay un acto consciente de inflexión que implica un quiebre" a partir de los hechos "rotundos e indignantes" de la identificación de los restos de Castro.
El llamado a romper el pacto corporativo de silencio" sobre estos hechos es "muy importante" y fundamentalmente la declaración sobre "aquello que un ejército no debe permitir nunca", dijo Rosadilla. El senador de la Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad (Frente Amplio) expresó que le hubiera gustado escuchar también "otras cosas", pero "esto es un proceso, y si éste es un punto de inflexión" se trata de un comienzo que "debe ser continuado más que por otras declaraciones, por hechos concretos". Ahora "hay que darle tiempo a los hechos", concluyó el ex ministro.
Luis Rómboli
La Diaria

Tras tensa Asamblea, AEBU profundiza medidas

Se decidió no aprobar la oferta del gobierno; el PIT - CNT destinó 40 guardias de seguridad propios para custodiar la Asamblea

+ El Observador - 06.12.2011, 18:34 hs - ACTUALIZADO 20:42 Texto: -A / A+


La Asociación de Bancarios del Uruguay (AEBU) rechazó la propuesta del gobierno y elaboró un plan de movilizaciones que, a partir de este miércoles, afectarán la división finanzas del Banco Central y el Banco República durante dos semanas, según informó a El Observador la integrante del sindicato,Lorena Lavecchia, de la lista 810, el sector radical del gremio que impulsó la medida.

Además, Lavecchia señaló que no se cumplirá el horario de régimen extraordinario, por lo que no se cargarán los cajeros automáticos los dos fines de semana. El próximo afectará todo el litoral (de Artigas a Colonia), y el siguiente se prevé afectar Maldonado, aunque se evalúa que tampoco se carguen en Atlántida.

AEBU reclama mejores condiciones laborales y pretende que el gobierno “respete la ley de negociación colectiva” para empezar a negociar. “¿Si el propio gobierno no respeta la ley de negociación colectiva, cómo va a hacerla respetar a los privados?”, cuestionó Lavecchia.

Esta resolución se dio “por amplia mayoría”, según Lavecchia, y se da en el marco de un paro que se previó para este martes en toda la banca pública.

De todos modos, existe una fuerte división interna entre tres grandes sectores: Articulación (más cercano al gobierno) Comunistas, PVP y otros; y los sectores radicales.

El clima de tensión previo a la Asamblea llevó a que el propio PIT-CNT destinara 40 guardias de seguridad propios para custodiar la Asamblea. Durante el transcurso del encuentro surgieron versiones de enfrentamientos a golpes; aunque tanto Lavecchia como Ricardo Ibarburu (Articulación) las catalogaron como “escaramuzas”.

Manifestación, luego de la asamblea
Luego de la asamblea, los representantes de AEBU se movilizaron hacia la Torre Ejecutiva, donde hubo momentos tensos con el secretario de la Presidencia, Alberto Breccia.

El jerarca se acercó a los manifestantes para pedirles que envíen oficialmente su pedido en un sobre al Poder Ejecutivo.

"Estamos en todo nuestro derecho, ¿o no?", les preguntó  uno de los sindicalistas. "Pero por supuesto. ¿Yo te estoy diciendo que no?", respondió Breccia y agregó: "Yo te estoy diciendo, manifiestan cosa que están en todo su derecho, y la propuesta la hacen llegar en un sobre a Presidencia", señaló.


Plan de movilizaciones

Miércoles 7 y jueves 8
Paro en la división Finanzas del BROU, entre las 15 y las 20 horas.

Viernes 9
Concentración frente al BCU a las 16 horas. Habrá paro de 17 a 20.30 horas en ese banco.

Sábado 10 y domingo 11

No se cargarán cajeros automáticos en todo el litoral, desde Artigas a Colonia.

Lunes 12
Se efectuará un paro en el BCU, entre las 13.30 y las 15.30 horas.

Martes 13, miércoles 14 y jueves 15

Se paralizará la división Finanzas del brou entre las 15 y las 20 horas.

Viernes 16
Habrá paro en el BCU entre las 17 y las 24 horas.

Sábado 17 y domingo 18

No se cargarán los cajeros en la zona este del país. En principio Maldonado y se evalúa también Atlántida.

Martes 20
Se reunirá el Plenario de Delegados de AEBU y resolverán, en función de posibles avances del gobierno, un nuevo plan de movilizaciones

AEBU rechazó propuesta del gobierno

Contra la corriente
La asamblea de AEBU rechazó la oferta salarial presentada por el Poder Ejecutivo, en contra de la posición de sus principales autoridades. El presidente del gremio, Gustavo Pérez, dijo a Montevideo Portal que "se perdió una muy buena oportunidad" y que la decisión de la asamblea obligará a tomar medidas "más duras".
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Foto: Manuel Lino / Montevideo Portal
La mayoría de los integrantes de AEBU rechazaron en asamblea la propuesta salarial presentada por el Poder Ejecutivo, en contra de la opinión de sus principales autoridades.
La negativa obligará por tanto a "iniciar una nueva etapa" en la negociación el con el gobierno y motivará la toma de "medidas más duras" por parte de los trabajadores, según explicó a Montevideo Portal el presidente de AEBU Gustavo Pérez.
"La situación ahora vuelve al principio, dejando por el camino algo que entendíamos que era una muy buena oportunidad", dijo Pérez, quien dijo estar "convencido" de que aceptar la propuesta del gobierno era lo más conveniente.
El dirigente explicó además que el rechazo a la propuesta exige que los bancarios adopten un nuevo plan de movilizaciones, "más duras" que las llevadas adelante hasta el momento, dado que "va a ser la única manera de cambiar una propuesta que el Poder Ejecutivo presentó como la fórmula final".
Por tanto, los trabajadores deberán decidir en los próximos días más medidas de lucha, que pueden ir más allá de los paros parciales y el recorte de horas extras adoptados en los últimos meses. Estas medidas, ya habían provocado retrasos en el clearing de cheques.
Pérez descartó que durante la asamblea se hayan producido golpes de puño, tal como había trascendido. Sin embargo, reconoció que "pudo haber algún empujón afuera" y que dentro "personas que argumentaron con mucha vehemencia y gente que gritaba a quienes estaban hablando".

Montevideo Portal

La interna socialista es seguida de cerca por astoristas y mujiquistas

El Frente Líber Seregni espera que continúen los moderados en el Partido Socialista para proponerles un acuerdo por la presidencia del Frente Amplio

+ - 05.12.2011, 06:00 hs - ACTUALIZADO 06:51 Texto:El Observador


La interna del Partido Socialista (PS) es seguida de cerca por otros sectores del Frente Amplio (FA) que ven la oportunidad de llevar agua para su molino en función de quien sea el nuevo secretario general del PS.

El próximo fin de semana el Congreso de este partido, fundador de la coalición de izquierdas en 1971, renovará la integración de su Comité Central, el que después se reunirá para elegir al sustituto de Eduardo Fernández como secretario general.

Entre los socialistas hay desde hace varios años dos corrientes de opinión, una de raíz marxista y revolucionaria, y otra más identificada con la socialdemocracia moderna.

En la campaña previa a esta definición interna quedaron expuestas con claridad las dos vertientes. El dirigente José Nunes encarna el ala más tradicional, mientras que el diputado Yerú Pardiñas representa a los comúnmente llamados “renovadores”.

Según supo El Observador, dirigentes del Frente Líber Seregni, que lidera el vicepresidente Danilo Astori, tienen pensado plantearle a los socialistas un acuerdo para impulsar juntos un candidato común a la presidencia del Frente Amplio.

Esto siempre y cuando la interna la gane la corriente del PS más afín a las ideas del grupo conformado por Asamblea Uruguay, Nuevo Espacio y Alianza Progresista. Esa corriente socialista es la que hoy lidera el secretario general del PS, Eduardo Fernández, y la que defiende Pardiñas.

El objetivo de los astoristas, si gana Pardiñas, es reforzar el bloque de izquierda “moderada”. Un paso firme en esa línea sería conquistar la presidencia del FA.
Del otro lado, en permanente tensión, está el bloque mujiquista, conformado por el Movimiento de Participación Popular (MPP) y sus aliados, entre los que se encuentra el principal: el Partido Comunista del Uruguay (PCU).

Varios dirigentes socialistas consultados por El Observador sostienen que si gana Nunes, el PS fortalecerá su costado marxista, lo que propiciará un acercamiento con los comunistas. De esta forma se estaría potenciando la corriente mujiquista del FA.

Si esto sucede, agregan, el bloque tradicional de la coalición de izquierda, con el MPP a la cabeza, estaría en inmejorables condiciones para colocar en la presidencia del FA a uno de los suyos.

Como sea, un referente del PS  dijo que un acuerdo con el astorismo por la presidencia del FA es difícil. A los socialistas les duele aún que los sectores liderados por el vicepresidente Astori no apoyaran a Daniel Martínez para la Intendencia de Montevideo.

A comienzos de 2010 el Frente debió elegir un candidato único para la comuna capitalina. Los socialistas presentaron a Martínez y Asamblea Uruguay llevó a Carlos Varela. Ante la falta de acuerdo Varela se bajó pero el sector de Astori, en vez de apoyar a Martínez, respaldó la alternativa que a último momento presentó el MPP y el PCU: Ana Olivera.

La dirigente comunista ganó la pulseada y los socialistas quedaron dolidos. En la interna para las presidenciales de 2009 habían apoyado a Astori contra Mujica.
Polarizados

Esta lectura, que hacen varios dirigentes socialistas de las dos corrientes, y exponentes de la línea astorista del oficialismo, es rechazada por el candidato a secretario general del PS José Nunes.

“Nuestra idea, nuestro objetivo, es fortalecer al Partido Socialista en medio de una polarización creciente dentro del Frente Amplio”, dijo Nunes a El Observador. El dirigente, que ocupa un cargo jerárquico en AFE, explicó que su objetivo es “evitar” la polarización que existe entre los sectores alineados con Mujica y los que responden al liderazgo de Astori.

“Esta polarización es mala para el Frente, mala para el Partido Socialista y sobre todo mala para el gobierno. No se puede dividir el poder en dos bloques”, advirtió Nunes.

El candidato a secretario general reconoce que en un escenario de enfrentamiento creciente entre mujiquistas y astoristas, los que pierden pie son los sectores que no están alineados ni con uno ni con otro. Allí calzan los socialistas y la Vertiente Artiguista.

“Lo que debemos hacer es fortalecer el espacio socialista y desde allí buscar acuerdos estratégicos para superar los conflictos internos del Frente”, concluyó Nunes.


Congreso


El Congreso del Partido Socialista comienza el viernes 9 y se extiende hasta el domingo 11. De allí saldrá el nuevo Comité Central, que luego se reunirá para elegir al secretario general.
12 av 35


A continuación presentamos una serie de estudios y artículos sobre la obra de Frantz Fanon, medio siglo después de su muerte.Son materiales de alto contenido ideológico y político, que por su actualidad ameritan un detallado estudio.Queremos dedicar este homenaje a la obra de Frantz Fanon a la memoria de otro luchador inclaudicable: el Doctor Mario Navilliat ( "Dionisio" o "Rogelio" ), uno de los primeros tupamaros, quién fuera uno de los principales divulgadores y estudiosos de la obra de Frantz Fanon en nuestro país,contribuyendo - de esa manera - a aportar elementos de alto valor teórico para la formación política de muchos militantes. Gracias Dionisio,en el recuerdo, por habernos acercado a las ideas y a la obra de este gran pensador y combatiente.



Frantz Fanon

homenaje
al compañero Frantz Fanon, medio siglo después de su muerte.
También se cumple medio siglo de su más difundido libro, Los condenados de la Tierra, el cual, traducido al español con el memorable prefacio de Sartre, apareció en Cuba en 1965, a instancias del Che Guevara, lo que mucho significa

En esta ocasión, nos detenemos ante la memoria de Frantz Fanon, cuyas lecciones conservan tanta vigencia y nos acompañan hacia un humanismo renovado que habrá dejado atrás la explotación, los colonialismos, los racismos, todo aquello que nos divide y acorrala.

"Es un texto de claro carácter fanoniano que revela y elabora las afinidades del pensamiento y la política de Fanon con las corrientes de pensamiento crítico y política revolucionaria de la América Latina de la era. Un punto a destacar es cómo apuntan las convergencias entre la concepción del “hombre nuevo” en Fanon y el Che, a la vez que relaciona a ambos a una generación de intelectuales militantes y políticos revolucionarios que predicaron y practicaron un proyecto de liberación desde las trincheras de la colonialidad donde vive la gran mayoría del planeta."

"Cuando Los condenados de la tierra se editó en varios idiomas en diferentes lugares del mundo, por ejemplo, en los Estados Unidos y en América Latina, el Prefacio de Sartre fue parte íntegra e importante de lo que llegó a definirse como “la biblia del tercermundismo”, es decir, del pensamiento descolonial y la política de liberación de los años sesenta y setenta."

La Habana. Año X.
29 de OCTUBRE
al 4 de NOVIEMBRE






Ante la memoria de Frantz Fanon
Roberto Fernández Retamar • La Habana
Fotos: Abel Carmenate (Casa de las Américas)

No podía la Casa de las Américas, a través de su dinámico Centro de Estudios del Caribe, dejar de rendir homenaje, medio siglo después de su muerte, al compañero Frantz Fanon.

También se cumple medio siglo de su más difundido libro, Los condenados de la Tierra, el cual, traducido al español con el memorable prefacio de Sartre, apareció en Cuba en 1965, a instancias del Che Guevara, lo que mucho significa. Aunque no es el único título de Fanon que ha visto la luz en Cuba, aquel lo dio a conocer ampliamente entre nosotros.

Dentro de poco, en el seno mismo de este coloquio, será presentada una nueva edición de la obra, que la Casa de la Américas ha tenido el honor de publicar. Si me permiten un pequeño comentario personal, diré que en el primer número que, a mediados de 1965, preparé de la revista que es órgano de nuestra institución y se llama como ella, incluí una reseña del libro nombrada “Fanon y la América Latina”.
No repetiré lo que entonces escribí, y ahora es el epílogo de nuestra edición. Pero al menos debo recordar que, sin forzar la mano, el fervoroso anticolonialista Fanon se nos reveló de la estirpe del fervoroso anticolonialista Martí, quien había dicho: “Con los pobres de la tierra/ Quiero yo mi suerte echar”, y fue completamente leal a este propósito. Esos que Martí llamó “los pobres de la tierra” no estaban lejos de los que serían considerados por Fanon, siete décadas después, “los condenados de la Tierra”.

Vale la pena tener en mente que los países del tercer mundo comparten hasta cierto punto una historia común, que hizo posible que Fanon se sintiera identificado con la lucha argelina, y el Che Guevara con la del Congo.

Fanon, formado como médico siquiatra en Francia, donde escribió sobre su condición de negro entre blancos su libro temprano Piel negra, máscaras blancas, había nacido en la vecina isla de Martinica, y allí recibió, con su condiscípulo Édouard Glissant, clases de liceo de Aimé Césaire.
Bien sabemos que los tres fueron profundamente caribeños, y elaboraron proyectos ambiciosos no coincidentes: Césaire, la negritud; Glissant, la creolización; Fanon, el destino común de los condenados de la Tierra. Es pues lógico que sintamos tan cerca a esos grandes compañeros de experiencias geográficas e históricas.
En esta ocasión, nos detenemos ante la memoria de Frantz Fanon, cuyas lecciones conservan tanta vigencia y nos acompañan hacia un humanismo renovado que habrá dejado atrás la explotación, los colonialismos, los racismos, todo aquello que nos divide y acorrala.

24 de octubre de 2011.
 
Palabras del Presidente de la Casa de las Américas, en la inauguración del Ciclo de Pensamiento Social Caribeño: “Actualidad de Frantz Fanon: hacia un humanismo renovado”, que se celebra en la institución habanera del 24 al 28 de octubre.

Fuente: La Ventana

Habla otra vez el guerrero-sílex
Mabel Machado • La Habana
Foto: Abel Carmenate (Casa de las Américas)

Un negro más nace en la Martinica de inicios del siglo XX. Un negro más que no debe contar en la historia porque en esa colonia el cultivo del tabaco quebró y la caña parece la única esperanza. Al final, la isla ha pasado de mano en mano entre españoles, ingleses y franceses y va a terminar siendo un departamento del hexágono, solo eso. Un negro que nace en un lugar donde se han plantado miles de negros y donde han nacido miles de hijos de esclavos, no es relevante. El único nacimiento relevante hasta el momento, el único que cuenta con orgullo la historia oficial, es el de Josefina, la segunda mujer de Napoleón.


El siglo XX solo está comenzando para las colonias como Martinica. La aspiración independentista no cuaja, pero ha regresado de estudiar en París un hombre, un poeta y político, Aimé Césaire. Se empieza a escuchar la palabra negritude, que luego se convierte en movimiento de reafirmación de la identidad y los derechos del hombre negro. Es necesario eliminar el racismo para hacer desaparecer el colonialismo y Césaire es una voz que puede decir en versos: “el hombre-hambre, el hombre-insulto, el hombre-tortura/se le puede en cualquier momento retener, llenar de heridas/ matar —perfectamente matar— (…) sin tener que presentar excusas ante nadie”.

Césaire tiene algunos alumnos. Aquel muchacho que nació como otro cualquiera en un instante del siglo XX se llama Frantz Fanon, y es uno de ellos. Frantz parece poco contento cuando otro negro baja la vista ante un blanco o desea imitarlo. Ha aprendido las lecciones de su mentor sobre la exclusión racial y la colonización, pero no se queda mucho tiempo en casa viendo pasar altaneros todavía a los viejos amos. Se aventura en la Segunda Guerra Mundial y pelea en Alsacia, su raza es la de los aventureros como la del Che, uno de los americanos que más lo leería luego.

El gesto heroico termina con un nuevo pasaje racista entre los tantos que conocería en vida, y Fanon solo regresa a Francia para estudiar psiquiatría. Su carrera fue una extensión de sus denuncias de los maltratos por cuestiones raciales, y su práctica, la más sediciosa del momento al incluir como pacientes a los negros, en igualdad de condiciones con los blancos. Su tesis, publicada como libro (Piel negra, máscaras blancas), es un manifiesto: “Si alguna vez se me ha planteado el problema de solidarizarme efectivamente con algún pasado determinado, ha sido en la medida en que yo me había empeñado, hacia mí mismo y hacia mi prójimo, en combatir con toda mi existencia, con todas mis fuerzas para que nunca hubiese, jamás, pueblos esclavos sobre la tierra”.

Fanon se va a Argelia y estalla otra guerra. La guerra de Liberación Nacional. El psiquiatra está cambiando radicalmente el panorama del hospital Blida-Joinville, pero tiene que hacer más. Se incorpora al Frente de Liberación y lucha en clandestino. Llega 1957. Situación insostenible. Carta de Renuncia al Ministro Presidente (carta de ruptura con toda asimilación colonial). Expulsión del país. Después escribe y diserta en Túnez, en Francia, camina hacia la región sudafricana, enferma y llega a Moscú.

En la lobreguez de su leucemia, Fanon produce su mejor alumbramiento. Los condenados de la tierra. El primer verso de “La internacional” para la  presentación de un libro que se convirtió en “la Biblia del Tercer Mundo”. En 1961, cuando el texto comenzó a circular entre los movimientos de liberación, entre los luchadores antirracistas negros, entre los guerrilleros americanos y entre los líderes negros del Caribe y los de la revolución silenciosa de Canadá, el cuerpo de Frantz Fanon estaría ya enterrado en el Cementerio de los Mártires de Argelia.

Han pasado 50 años y muchos trenes: el tricontinentalismo, los movimientos de liberación, el poscolonialismo, los más grandes experimentos de la utopía socialista… Fanon dejó de ser un desconocido que nació en una isla francesa. Su obra llegó al pensamiento y la acción de los revolucionarios del siglo XX. Pero el siglo XX se terminó, y Fanon vuelve a hablarnos. Estamos en la Casa de las Américas de La Habana, reunidos hombres y mujeres de Europa, África y el Caribe, en un Coloquio que lleva su nombre. Fanon regresa. Es Fanon y no su fantasma quien dice en Los condenados…:

“La condición humana, los proyectos del hombre, la colaboración entre los hombres en tareas que acrecienten la totalidad del hombre son problemas nuevos que exigen verdaderos inventos.


“(…) Huyamos, compañeros, de ese movimiento inmóvil en que la dialéctica se ha transformado poco a poco en lógica del equilibrio. Hay que reformular el problema del hombre. Hay que reformular el problema de la realidad cerebral, de la masa cerebral de toda la humanidad cuyas conexiones hay que multiplicar, cuyas redes hay que diversificar y cuyos mensajes hay que rehumanizar.”
Nota:
1- Así llamó Aimé Césaire a Frantz Fanon en el poema "Con todas las palabras guerrero-sílex".


Franz FANON: Conclusión de "Los condenados de la tierra"

Compañeros: hay que decidir desde ahora un cambio de ruta. La gran noche en que estuvimos sumergidos, hay que sacudirla y salir de ella. El nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltos.
Debemos olvidar los sueños, abandonar nuestras viejas creencias y nuestras amistades de antes. No perdamos el tiempo en estériles letanías o en mimetismos nauseabundos. Dejemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo.
Hace siglos que Europa ha detenido el progreso de los demás hombres y los ha sometido a sus designios y a su gloria; hace siglos que, en nombre de una pretendida "aventura espiritual" ahoga a casi toda la humanidad. Véanla ahora oscilar entre la desintegración atómica y la desintegración espiritual.
Y sin embargo, en su interior, en el plano de las realizaciones puede decirse que ha triunfado en todo.
Europa ha asumido la dirección del mundo con ardor, con cinismo y con violencia. Y vean cómo se extiende y se multiplica la sombra de sus monumentos. Cada movimiento de Europa ha hecho estallar los límites del espacio y los del pensamiento. Europa ha rechazado toda humildad, toda modestia, pero también toda solicitud, toda ternura.
No se ha mostrado parsimoniosa sino con el hombre, mezquina, carnicera, homicida sino con el hombre.
Entonces, hermanos ¡cómo no comprender que tenemos algo mejor que hacer que seguir a esa Europa?
Esa Europa que nunca ha dejado de hablar del hombre, que nunca ha dejado de proclamar que sólo le preocupaba el hombre, ahora sabemos con qué sufrimientos ha pagado la humanidad cada una de las victorias de su espíritu.
Compañeros, el juego europeo ha terminado definitivamente, hay que encontrar otra cosa. Podemos hacer cualquier cosa ahora a condición de no imitar a Europa, a condición de no dejarnos obsesionar por el deseo de alcanzar a Europa.
Europa ha adquirido tal velocidad, loca y desordenada, que escapa ahora a todo conductor, a toda razón y va con un vértigo terrible hacia un abismo del que vale más alejarse lo más pronto posible.
Es verdad, sin embargo, que necesitamos un modelo, esquemas, ejemplos. Para muchos de nosotros, el modelo europeo es el más exaltante. Pero en las páginas anteriores hemos visto los chascos a que nos conducía esta imitación. Las realizaciones europeas, la técnica europea, el estilo europeo, deben dejar de tentarnos y de desequilibrarnos.
Cuando busco al hombre en la técnica y el estilo europeos, veo una sucesión de negaciones del hombre, una avalancha de asesinatos.
La condición humana, los proyectos del hombre, la colaboración entre los hombres en tareas que acrecienten la totalidad del hombre son problemas nuevos que exigen verdaderos inventos.
Decidamos no imitar a Europa y orientemos nuestros músculos y nuestros cerebros en una dirección nueva. Tratemos de inventar al hombre total que Europa ha sido incapaz de hacer triunfar.
Hace dos siglos, una antigua colonia europea decidió imitar a Europa. Lo logró hasta tal punto que los Estados Unidos de América se han convertido en un monstruo donde las taras, las enfermedades y la inhumanidad de Europa han alcanzado terribles dimensiones.
Compañeros: ¿No tenemos otra cosa que hacer sino crear una tercera Europa? Occidente ha querido ser una aventura del Espíritu. Y en nombre del Espíritu, del espíritu europeo por supuesto, Europa ha justificado sus crímenes y ha legitimado la esclavitud en la que mantiene a las cuatro quintas partes de la humanidad.
Sí, el espíritu europeo ha tenido singulares fundamentos. Toda la reflexión europea se ha desarrollado en sitios cada vez más desérticos, cada vez más escarpados. Así se adquirió la costumbre de encontrar allí cada vez menos al hombre.
Un diálogo permanente consigo mismo, un narcisismo cada vez más obsceno, no han dejado de preparar el terreno aun cuasidelirio, donde el trabajo cerebral se convierte en sufrimiento, donde las realidades no son ya las del hombre vivo, que trabaja y se fabrica a sí mismo, sino palabras, diversos conjuntos de palabras, las tensiones surgidas de los significados contenidos en las palabras. Ha habido europeos, sin embargo, que han invitado a los trabajadores europeos a romper ese narcisismo y a romper con ese irrealismo.
En general, los trabajadores europeos no han respondido a esas llamadas. Porque los trabajadores también se han creído partícipes en la aventura prodigiosa del Espíritu europeo.
Todos los elementos de una solución de los grandes problemas de la humanidad han existido, en distintos momentos, en el pensamiento de Europa. Pero los actos de los hombres europeos no han respondido a la misión que les correspondía y que consistía en pesar violentamente sobre esos elementos, en modificar su aspecto, su ser, en cambiarlos, en llevar, finalmente, el problema del hombre a un nivel incomparablemente superior.
Ahora asistimos a un estancamiento de Europa. Huyamos, compañeros, de ese movimiento inmóvil en que la dialéctica se ha transformado poco a poco en lógica del equilibrio. Hay que reformular el problema del hombre. Hay que reformular el problema de la realidad cerebral, de la masa cerebral de toda la humanidad cuyas conexiones hay que multiplicar, cuyas redes hay que diversificar y cuyos mensajes hay que rehumanizar.
Hermanos, tenemos demasiado trabajo para divertirnos con los juegos de retaguardia. Europa ha hecho lo que tenía que hacer y, en suma, lo ha hecho bien; dejemos de acusarla, pero digámosle firmemente que no debe seguir haciendo tanto ruido. Ya no tenemos que temerla, dejemos, pues, de envidiarla.
El tercer Mundo está ahora frente a Europa como una masa colosal cuyo proyecto debe ser tratar de resolver los problemas a los cuales esa Europa no ha sabido aportar soluciones.
Pero entonces no hay que hablar de rendimientos, de intensificación, de ritmo. No, no se trata de volver a la Naturaleza. Se trata concretamente de no llevar a los hombres por direcciones que los mutilen, de no imponer al cerebro ritmos que rápidamente lo menoscaba y lo perturban. Con el pretexto de alcanzar a Europa no hay que forzar al hombre, que arrancarlo de sí mismo, de su intimidad, no hay que quebrarlo, no hay que matarlo.
No, no queremos alcanzar a nadie. Pero queremos marchar constantemente, de noche y de día, en compañía del hombre, de todos los hombres. Se trata de no alargar la caravana porque entonces cada fila apenas percibe a la que la precede y los hombres que no se reconocen ya, se encuentran cada vez menos, se hablan cada vez menos.
Se trata, para el Tercer Mundo, de reiniciar una historia del hombre que tome en cuenta al mismo tiempo las tesis, algunas veces prodigiosas, sostenidas por Europa, pero también los crímenes de Europa, el más odioso de los cuales habrá sido, en el seno del hombre, el descuartizamiento patológico de sus funciones y la desintegración de su unidad; dentro del marco de una colectividad la ruptura, la estratificación, las tensiones sangrientas alimentadas por las clases; en la inmensa escala de la humanidad, por último, los odios raciales, la esclavitud, la explotación y, sobre todo, el genocidio no sangriento que representa la exclusión de mil quinientos millones de hombres. (Las tres cuartas partes del total en el momento en que esto se escribe)
No rindamos, pues, compañeros, un tributo a Europa creando estados, instituciones y sociedades inspirados en ella.
La humanidad espera algo más de nosotros que esa imitación caricaturesca y en general obscena.
Si queremos transformar a Africa en una nueva Europa, a América en una nueva Europa, confiemos entonces a los europeos los destinos de nuestros países. Sabrán hacerlo mejor que los mejor dotados de nosotros.
Pero si queremos que la humanidad avance con audacia, si queremos elevarla a un nivel distinto del que ha impuesto Europa, entonces hay que inventar, hay que descubrir.
Si queremos responder a la esperanza de nuestros pueblos, no hay que fijarse sólo en Europa.
Además, si queremos responder a la esperanza en los europeos, no hay que reflejar una imagen, aun ideal, de sus sociedad y de su pensamiento, por los que sienten de cuando en cuando una inmensa náusea.
Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo. (Páginas 287 a 292)
Franz FANON


Esta Conclusión del libro, escrito en francés de Franz FANON: Les damnés de la terre, François Maspero, París, 1961, está tomada de la edición en español Los condenados de la tierra, FONDO DE CULTURA ECONOMICA, México, 1983 (es la séptima reimpresión de la segunda edición en español, la primera es de 1963), 293 páginas.

Piel negra, máscaras blancas:
Un manifiesto de la esperanza revolucionaria (también) para el siglo XXI
Roberto Zurbano • La Habana

Frantz Omar Fanon es uno de los pensadores más originales del siglo XX; a pesar de su corta vida nos dejó una obra ensayística marcada por las luchas políticas, descolonizadoras y antirracistas. Su breve itinerario es el de la segunda generación de intelectuales negros (africanos y caribeños) que se forman en Europa en el periodo de posguerra y estuvieron muy ligados al proceso de descolonización comenzado en Ghana, en 1956. Nació el 20 de julio de 1925, en la isla de Martinica, colonia francesa, donde tuvo como profesor y mentor al poeta Aimé Césaire, uno de los padres del movimiento de la Negritud. A los 18 años viaja a la isla de Dominica para incorporarse a las Fuerzas de Liberación Francesa, de donde pasa al ejército de ese país metropolitano entonces en guerra contra los nazis, destacándose en la Batalla de Alsacia, por lo cual recibe en 1944 la medalla Croix de Guerre. Luego de la derrota alemana, el Ejército francés en un gesto de arrogancia colonial, decide enviar todos los soldados no blancos de aquel destacado regimiento a Toulon, en Provenza y Fanon regresa a Martinica por una corta y provechosa temporada donde trabajó en la campaña electoral del candidato comunista a las elecciones de la Cuarta República francesa: su antiguo profesor y amigo Aimé Césaire. A mediados de 1946 regresa a Francia a estudiar Medicina en Lyon, hasta graduarse de siquiatra en 1951.

Al año siguiente es que aparece este, su primer libro, Piel negra, máscaras blancas, que constituyó un grito en el pensamiento sicoanalítico por la argumentada descripción y descarnada denuncia de la persistencia del colonialismo racista y sus consecuencias en los sujetos negros colonizados por Francia. Hasta ese momento el sicoanálisis era una práctica exclusiva para las clases media y alta; era un novedoso enfoque donde la elusiva posición de poder del terapeuta  le convertía, muchas veces,  en un manipulador de su paciente. Con la publicación de este libro Fanon subvierte tales presupuestos, pues rompe la exclusividad de esa práctica al ponerla al servicio de los negros inferiorizados y asume una posición más cuestionadora del poder colonial, al indagar en las causas de la alienación de ese sujeto colectivo, colonizado, víctima de manipulaciones históricas, culturales y racistas. Su libro abre un debate sobre las fronteras de la ciencia, el rol del científico, la situación crítica del sujeto subalterno, los límites de la empresa colonial y su capacidad de renovarse a través de nuevas formas culturales de dominación.

A partir de ese momento cambia la perspectiva crítica de Fanon e incorpora a su pensamiento crítico y a sus abordajes teóricos el conocimiento de la realidad colonial desde la práctica; un lugar donde aplicar las investigaciones que venía realizando. En 1953 llega a Argelia y se destaca como Jefe de Servicio en el Hospital Siquiátrico de Blida-Joinville, donde comienza aplicar novedosas prácticas de terapia social, verificando la trascendencia de las prácticas culturales en las sicopatologías. En esa labor le sorprende la Guerra de Liberación de Argelia, a finales de 1954. Se incorpora secretamente al Frente de Liberación Nacional y utiliza  su condición de médico e investigador para moverse por toda la geografía argelina cumpliendo tareas clandestinas; pero en 1956 la situación ya es insoportable y renuncia públicamente a su responsabilidad médica; así es expulsado de Argelia en enero de 1957.

Regresa a Francia y casi de inmediato viaja a Túnez donde integra el equipo editorial de El Moudjahid, allí publica varios textos, recogidos póstumamente en Hacia la Revolución Africana. Luego de atravesar el Sahara con el objetivo de abrir un tercer frente en la lucha por la independencia, Fanon es diagnosticado de una fatal enfermedad: leucemia. Viaja a la Unión Soviética para su tratamiento y alcanza una leve mejoría que le permite regresar a Túnez, allí dictó su testamento político: Los condenados de la tierra, su obra cumbre, publicada póstumamente el mismo año que muere, y prologada por su amigo Jean Paul Sartre, a quien visita en Roma por última vez en 1960. Al año siguiente, bajo falsa identidad, logra entrar a los EE.UU. para tratar su avanzada enfermedad. Muere en un hospital de Maryland la mañana del 6 de diciembre de 1961, a los 36 años de edad. Recibió un merecido funeral de honor en Túnez y finalmente fue enterrado en el Cementerio de los Mártires en Argelia.

La guerra de Argelia, la independencia de antiguas colonias europeas en África y el Caribe, más el impacto de la Revolución cubana en el campo intelectual de los años 60, marcaron el pensamiento tercermundista, a pesar de los cruentos vientos de la Guerra Fría y la rivalidad de las grandes potencias de la época: la Unión Soviética y los Estados Unidos de América. Por encima de aquella ceremoniosa confrontación “primermundista”, seguía existiendo un Tercer Mundo, nada homogéneo con problemáticas muy propias, no siempre observadas por las grandes potencias. Los artistas e intelectuales de esta parte del planeta que el economista y demógrafo francés Alfred Sauvy denominara en 1964 como Tercer Mundo —y rectificara en 1989 como Sur Global—, comenzaron a cuestionarse viejas y nuevas teorías del pensamiento social y político de la época, apropiándoselos de modo singular, reelaborándolos desde una visión más radical, desde un discurso crítico más contextualizado desde el cual se cuestionan patrones eurocéntricos, pretendidamente universales y van a la búsqueda de un modelo propio desde un saber aportado por historias locales, por conflictos nacionales y situaciones histórico-culturales muy concretas como las estructuras económicas dependientes, las burguesías nativas, los modelos educacionales, los conflictos lingüísticos, la religiosidad o la configuración étnica y/o racial de un país.

Fanon es un pensador del mundo postcolonial. Quizá por eso no es solo un gran crítico del pensamiento eurocéntrico, sino también del pensamiento caribeño, africano y afroamericano de la época, particularmente de la negritude esgrimida por su maestro Aimé Césaire, de quien difiere en lo ideológico, pero distingue sus valores históricos —muchas páginas se han escrito sobre tal controversia. Lo que vale decir es que Fanon aprehende dialécticamente la cuestión racial en el nuevo contexto de la descolonización recién comenzada en África y el Caribe, pocos años antes de su muerte en 1961. Los tres títulos más importantes de Fanon, están sostenidos por esta necesidad de las nuevas luchas descolonizadoras, para que las independencias no carezcan del fundamento emancipatorio que las haría verdaderamente plenas y no meros cambios de gobiernos. Piel negra, máscaras blancas, Los condenados de la tierra y Hacia una revolución africana están marcados por una fuerte impronta revolucionaria, una evidente intención programática y unas perspectivas crítica y autocrítica poco comunes en el pensamiento de la izquierda hasta nuestros días.

Piel negra, máscaras blancas (París, 1958) se publica por primera vez en Cuba en 1968, esta segunda edición llega en un contexto muy diferente y, quizá, más provechoso para aquilatar su valor. Sin dudas, este libro es uno de los grandes manifiestos tercermundistas que se produjeron en el siglo XX.  Su particularidad, como la de muy pocos manifiestos, consiste en que logra multiplicar  su alcance  no solo a los interlocutores de la misma trinchera, a quienes pretende servir y rebelar, sino que también dirige su mensaje a la emancipación de aquellos a quienes combate. Aun cuando les asuste un poco, también les tiene en cuenta, a la vez que les critica y apunta sus errores con un dedo exaltado, sediento de justicia.

Es una crítica agresiva con aquellos sujetos portadores de la ideología racista; pero además de apuntarle a aquellos otros, Fanon coloca ante el propio sujeto negro el itinerario de su sufrimiento, las causas y el diagnóstico de una enfermedad neurótica e histórica que corroe cuerpo y alma de cada víctima que sufre la discriminación racial. En este libro, resultado de siete años de observación e investigación Fanon describe y evalúa la baja autoestima, la invisibilidad, la devaluación constante, el hábito servil, el miedo a levantar la mirada y la imposibilidad de ser, en lo personal, un individuo pleno: un hombre o mujer comunes que canten en el cotidiano de sus aspiraciones, luchen en lo agónico de su historia y posean un horizonte utópico, como cualquier ser humano. Todo ello les está negado en un entorno racista, por muy culto que sea (o parezca) dicho entorno. Y en lo colectivo, deben sufrir la fatalidad de un grupo empujado a ser inferior moral, religiosa y estéticamente; en fin, que no merecen un lugar en el mundo.

Piel negra, máscaras blancas es el desmontaje sicoanalítico e ideológico del racismo; sus argumentos están sustentados en las grandes discusiones que atravesaban las diversas tendencias del sicoanálisis freudiano-lacaniano y su relación con el marxismo: “De cualquier  manera que hubiésemos abordado la alineación psíquica del negro, no podíamos silenciar algunos elementos que, por muy psicológicos que fuesen, engendraban efectos que nos remitían a otras ciencias” , nos advierte Fanon en el segundo capítulo de este libro,  pero en el cuarto ya nos indica: “En tanto que psicoanalista debo ayudar a mi cliente a que haga consciente su inconsciente, a no intentar más una lactificación que es alucinación, pero también debo actuar en el sentido de un cambio de las estructuras sociales”1. Aquí veremos moverse simultáneamente al siquiatra y al político en busca de un sujeto que  ha extraviado su lugar en la Historia al enajenar su condición racial y cultural a través de pequeños actos retóricos o sexuales condicionados con los cuales reproduce esa imagen devaluada de sí, fabricada por la subjetividad racista europea e impuesta por una estructura dominante (religiosa, económica y cultural) ya secular.

En este libro Fanon dialoga muy críticamente con sus grandes maestros: su coterráneo el gran poeta y también político Aimé Césaire y el filósofo y novelista francés Jean Paul Sartre. De ambos rechaza la historicidad contenida en sus poéticas: la militancia ortodoxa en la negritude del martiniqueño la considera esencialista e insuficiente y a la del francés le señala su excesivo entusiasmo en que el marxismo de la época —tan eurocéntrico también— podría superar (o al menos comprender)  la complejidad del racismo. Fanon fusiona ambas críticas y las sigue elaborando más allá de este libro, en su también clásico y póstumo ensayo Los condenados de la tierra, nos alcanza a decir: “esta obligación histórica en la que se han encontrado los hombres de cultura africana, de racializar sus reivindicaciones (…) van a conducirlos a un callejón sin salida”. Piel negra, máscaras blancas dibuja un triangulo entre las posiciones de Césaire, Sartre y Fanon ante el sujeto colonial que Fanon describió como fragmentado y que cada uno de ellos aborda desde un ángulo distinto. Fanon prefiere hacer la radiografía del prejuicio, del acto discriminador y ahonda en la recepción e impacto del hecho racista sobre los sujetos negros, describe sus reacciones típicas y propone un diagnóstico, quizá un tanto retórico, pero consciente de que la liberación del sujeto negro colonizado es, más allá de cualquier terapia social, un proceso político a mediano y largo plazo.
Fanon construye un espejo donde mirarse tal y como estos sujetos discriminados y victimizados se ven; proponiéndoles en esa mirada la necesaria catarsis, para después exigirle cierta distancia crítica, aun cuando sean sujetos en avanzada crisis de identidad, muchos ya enajenados, aceptando su condición de no-personas. Su última propuesta es romper ese espejo, rebelarse. Por eso es también un libro lleno de rabia, unas veces contenida y otras no; una rabia que él sabe conduciría estos sujetos a un acto de violencia; violencia que puede convertirse en revolucionaria, si logran recuperar sus identidades pisoteadas.

Una de las contribuciones metodológicas y políticas más significativas de este libro es el lugar desde el cual su autor construye su discurso; Fanon habla desde la diferencia de lo racial oprimido, convirtiendo este dato en un posicionamiento abiertamente político e históricamente contextualizado en el entorno de lo que décadas después se nombraría la diáspora africana. Y habla del lenguaje como el instrumento por excelencia de la dominación colonial al cual hay que enfrentarse con una alta conciencia identitaria. Es un libro que se comporta como un guerrero zulú, discursa como un griot y abarca un amplio espectro interpretativo y contrapuntístico como el de cualquier agrupación vocal centroafricana. Es un libro de estrategias y tácticas desplegadas a través del lenguaje y su crítica, del pensamiento descolonizador, el sicoanálisis, el marxismo menos ortodoxo, la crítica literaria, la lingüística, la revisión historiográfica y la vindicación de modelos culturales de orígenes afro, discutidos una y otra vez, para ser  insertados y entendidos en los nuevos contextos de la diáspora africana.

Es un libro sobre la naturaleza de la terapia social que Fanon propone convertir en acción consciente, para transformar el inconsciente político (personal y colectivo) de cada sujeto negro que interpela. Esta lectura-propuesta no resultó tan bien recibida en su momento: pequeñas resistencias, pretextos….; en fin, prejuicios, no les ubicaron en el arsenal teórico revolucionario más visible de la época y esa reserva le convirtió en lectura de capillas; quizá por esta razón la publicación en Cuba de las obras de Fanon se debe al interés del Comandante Ernesto Guevara, protagonista herético y controversial de la Revolución latinoamericana, quien seguramente también fuera un lector crítico de Fanon. Y esa es la posición desde donde puede mejor aprovecharse este importante pensador caribeño medio siglo después de su muerte: desde una lectura profundamente crítica que nos permita replantearnos aquellos presupuestos justicieros y desafiantes con que denunció las máscaras racistas y colonizadoras de su época.

Justo en la combinación de ambos enfoques es donde este libro se adelanta a algunos presupuestos de los estudios posmodernos, postcoloniales, subalternos y decoloniales que cerraron el siglo XX, pues Fanon se propuso una cruzada transdisciplinaria que le permitió acercarse, dialogar y explicarse a sí mismo (y a los suyos) las causas que convierten a la víctima del racismo en un hombre alienado, desmovilizado políticamente, reproductor de la misma violencia (simbólica y real) que lo oprime y le anula su identidad. Fanon habla desde el lugar y la voz de quien es discriminado, acepta esa condición y le es difícil romper esa cárcel sicológica que también es el racismo. Su escritura localiza el espacio del sufrimiento y el momento (histórico o eventual) en que se produce el acto racista; logrando describir un pensamiento marginalizado a través de posturas, conductas y otros gestos de automarginación con que describe, estructura y desestructura un entorno lleno de fatalidad, violencias y temores repetidos simultánea e interminablemente como causa y efecto.

En este libro Fanon prefigura una de las discusiones más provechosas del Caribe en décadas posteriores: es aquella que se mueve alrededor de un personaje que termina siendo, al decir de Roberto Fernández Retamar, un concepto-metáfora; me refiero a la presencia de Caliban, el personaje de La Tempestad de William Shakespeare, a quien importantes intelectuales caribeños van a dedicar grandes obras como las de George Lamming (ensayo) en 1960, las de Aimé Césaire (teatro) y Kamau Braithwaite (poesía) en 1969 y el ensayo del propio Retamar en 1971, para solo señalar los abordajes más significativos a esta importante representación del sujeto colonial que es Caliban.

Este libro, cuyo título posee una evidente raíz poética, es un singular ejercicio de denuncia a una de las grandes instituciones desde la cual esa parte sórdida de la Humanidad ha construido una filosofía, diversas estructuras socioeconómicas y varios modos de enraizarse en lo cotidiano: la esclavitud; particularmente la que fomentara la trata negrera que desde el siglo XVI convirtió el Atlántico en un cementerio y al Nuevo Mundo en el Purgatorio que bien conocemos.  Desde entonces, ha tomado cuerpo en los centros dominantes y se ha expandido, enraizándose en la mentalidad social contemporánea una de las fórmulas ideológicas fundamentales de la esclavitud: el racismo. Hoy, siguen creciendo los argumentos para impedir que esta penosa situación siga mancillando el alma de millones de seres humanos; sin embargo, en lo cotidiano el peso de cinco siglos confirman la persistencia de un proceso histórico-social donde los negros africanos y en cualquier otro rincón del mundo siguen siendo condenados por su condición racial; negros y mestizos que en este minuto y dentro de 24 horas seguirán soportando, con los más pueriles argumentos, la humillación y el desprecio a su dignidad, sus culturas, sus propios cuerpos y sus futuros posibles.

A los 50 años de la muerte de Franz Fanon, Piel negra, máscaras blancas continúa siendo un documento vivo, denuncia palpable de una realidad  que se ha mutado, pero no ha desaparecido. El racismo de hoy se ha sofisticado y va atravesando el planeta: todas las tendencias políticas, culturas y naciones, hoy más diversas y mezcladas que nunca, pero aun divididas por el odio, las desigualdades y la falta de diálogos, son reservorios de este cruel fantasma.

Piel negra, máscaras blancas sigue siendo una pregunta descarnada, incómoda y comprometida con nuevas formas de lo emancipatorio, pues actualiza los debates inconclusos que la temprana muerte de su autor, a los 36 años, interrumpiera: son discusiones necesarias en el contexto cultural,  religioso e histórico de Cuba y de todo el Caribe; se trata de profundizar en la experiencia negra, en las consecuencias actuales de la esclavización y el racismo, a través de la reparación del yo negro configurado y pensado desde la pretendida universalidad blanco-europea, que en nuestras tierras se ha reproducido con otras distorsiones y aportes locales. En dicho debate la presencia culposa del marxismo ante la discriminación racial debe ser asumida, discutida y puesta en función de realidades más complejas.

Rescatar este libro y retomar los presupuestos de su autor en un nuevo contexto será de una utilidad incalculable para quienes combatimos el racismo antinegro en las sociedades contemporáneas del Caribe y América Latina. Si la Asamblea General de la ONU, ha declarado el 2011 como Año Internacional de los Afrodescendientes, celebremos también que este libro abrió una manera diferente de pensar la descolonización, combatir el racismo y convertir al propio sujeto negro colonial en un sujeto capaz de reconocerse, asumir y transformar la Historia. Revisitar el pensamiento de Fanon, dialogar críticamente con sus propuestas y actualizar sus interrogantes, nos ayudará a desenmascarar  nuevas formas de la discriminación en el siglo XXI y alcanzar, dignamente, la plenitud de la condición humana.  
 
Diciembre 15 y 2010.
Prólogo del libro Piel negra, máscaras blancas.
En el Callejón de Hamell.
 
Nota:

1- El subrayado es mío: R. Z


Argelia: los occidentales ante el velo
Frantz Fanon
MUNDO ARABE.ORG
 

Las características de la ropa, las tradiciones de la indumentaria y del arreglo, constituyen las formas de originalidad más evidente, es decir, las más inmediatamente perceptibles de una sociedad.  

Los diversos tipos de sociedad se conocen, en primer lugar, a través del vestido, por los reportajes y los documentos fotográficos y por las películas cinematográficas. La pertenencia a una área cultural determinada se manifiesta, frecuentemente, por las tradiciones indumentarias de sus miembros. Por ejemplo, los turistas se fijan de inmediato, en el velo con que se cubren las mujeres del mundo islámico. Durante mucho tiempo se puede ignorar que un musulmán no consume carne de cerdo ni bebidas alcohólicas, pero el velo de la mujer se muestra con tal insistencia que, en general, es suficiente para caracterizar a la sociedad musulmana.  

En el Occidente musulmán, el velo forma parte de las tradiciones del vestuario de las sociedades nacionales tunecinas, argelina, marroquí y libia. Para el turista, el velo caracteriza a la vez a la sociedad argelina y a su componente femenino. Por el contrario, en el hombre argelino podemos encontrar modificaciones regionales menores: fez en los centros urbanos, turbantes y chilabas en el campo. El vestido masculino admite cierto margen de variación, un mínimo de heterogeneidad. La mujer, vista a través de su velo blanco, unifica la percepción que se tiene de la sociedad femenino en Argelia.  

Es evidente que nos encontramos ante un uniforme que no tolera ninguna modificación, ninguna variante. Hay un fenómeno que vale la pena recordar. Durante la lucha del pueblo marroquí contra los colonialistas españoles y franceses y, principalmente, en las ciudades, el velo negro se impuso sobre el blanco. Al nivel de los sistemas de significación, es importante subrayar que el negro nunca ha expresado duelo o aflicción entre la sociedad musulmana marroquí. Significo una aptitud de lucha: la adopción del negro respondía al deseo de presionar simbólicamente al ocupante, por lo tanto de escoger sus propios símbolos.  

El velo o haik (versión magrebí del hiÿab o chador) define con precisión a la sociedad argelina. Podemos quedar indecisos y perplejos ante una niña, pero la incertidumbre desaparece en el momento de la pubertad. Con el velo las cosas se precisan y ordenan. La mujer argelina es, a los ojos del observador europeo, “la que se esconde detrás del velo”.  

Veremos que ese velo, uno de los elementos de la tradición global del atuendo tradicional de los musulmanes, se convirtió en motivo de una batalla grandiosa en ocasión de la cual las fuerzas de ocupación movilizaron sus recursos más poderosos y diversos, y el colonizado desplegó una sorprendente fuerza de inercia. La sociedad colonial, tomada en su conjunto, con sus valores, sus líneas de fuerza y su filosofía, reacciona de manera bastante homogénea frente al velo. Antes de 1954, y más exactamente después de los años 1930-1935, se libró el combate decisivo. Los responsables de la administración francesa en Argelia, empeñados en la destrucción de la originalidad del pueblo, encargados por el poder de intentar a cualquier precio la desintegración de las formas de existencia susceptibles de evocar  una realidad nacional, aplicaron el máximo de sus esfuerzos para destruir la costumbre del velo, interpretada para el caso como símbolo del status de la mujer argelina. Esa posición no fue consecuencia de una intuición fortuita. Con apoyo en los análisis de los sociólogos y etnólogos, los especialistas en los llamados asuntos indígenas y los responsables de las secciones árabes, coordinaron su trabajo. En un primer nivel, se manipulo simple y llanamente la famosa fórmula: “conquistemos a las mujeres y el resto se nos dará por añadidura”. Esta racionalización se contenta simplemente con revestirse de una apariencia científica al utilizar los “descubrimientos” de los sociólogos.  

Entre las “cosas incomprensibles” del mundo colonial, se mencionaba frecuentemente el caso de la mujer argelina. Los estudios de sociólogos, islamólogos y juristas, abundan en consideraciones sobre la mujer argelina. Descrita a veces como esclava del hombre, o como soberana incontestada del hogar, el status de la mujer argelina ha intrigado a los teóricos. Otros, igualmente autorizados, afirman que la mujer argelina “sueña con liberarse”, pero que un patriarcado retrógrado y sanguinario se opone a ese deseo legítimo. La lectura de los últimos debates de la Asamblea Nacional Francesa indica la importancia que se atribuye al conocimiento articulado del “problema”. La mayoría de quienes intervinieron en la discusión evocó el drama de la argelina y reclamaron su solución. Agregaron que este era el único medio de desarmar la rebelión. Es un hecho constante que los intelectuales colonialistas transforman el sistema colonial en un “caso sociológico”. Este país, se afirma, exigía, solicitaba la conquista. Así, para invocar un ejemplo célebre, se ha descrito un pretendido complejo de dependencia de Madagascar.  

Se dice que la mujer argelina es “inaccesible, ambivalente, con ingredientes masoquistas”, y se aportan hechos concretos para demostrar estas características. La verdad es que el estudio de un pueblo ocupado, sometido militarmente a una dominación implacable, exige garantías que sólo difícilmente se reúnen. No sólo se ha ocupado el suelo, los puertos y los aeródromos. El colonialismo francés se ha instalado en el centro mismo del individuo argelino y ha emprendido un trabajo sostenido de “pulimento”, de divorcio de sí mismo, de mutilación racionalmente perseguida.  

No existe la ocupación de la tierra junto a la independencia de las personas, Es la totalidad del país, su historia, su pulso cotidiano los que han sido negados, desfigurados, con la esperanza de una definitiva anulación. En estas condiciones, la respiración del individuo es una respiración que se espía, ocupada. Es una respiración de combate. A partir de este momento, los valores reales de los ocupados pasan muy pronto a existir clandestinamente. Frente al ocupante, el ocupado aprende a esconder, a ser astuto. Al escándalo de la ocupación militar, opone el escando del aislamiento. Es mentira todo encuentro del ocupado con el ocupante.  

Por debajo de la organización patriarcal de la sociedad argelina, los especialistas describen la estructura de un matriarcado. La sociedad musulmana ha sido presentada frecuentemente por los occidentales como una sociedad de la exterioridad, del formalismo, del personaje. La mujer musulmana, intermediarias entre las fuerzas oscuras y el grupo, parece entonces cobrar una importancia primordial. Detrás del patriarcado visible y manifiesto, se afirma la existencia, más radical, de un matriarcado de base. El papel de la mujer, el de la abuela, el de la tía, el de la “anciana”, es inventariado y precisado.  

En aquel momento, la administración colonial pudo definir una doctrina precisa: “si deseamos atacar a la sociedad argelina en su contexto más profundo, en su capacidad de resistencia, debemos en primer termino conquistar a las mujeres; es preciso que vayamos a buscarlas detrás del velos en que se esconden, en las casas donde las oculta el hombre”. La situación de la mujer es lo que desde aquel momento se convierte en un objetivo de la acción. La administración dominante se propone defender solamente a la mujer humillada, eliminada, enclaustrada... Se describen las posibilidades inmensas de la mujer, desgraciadamente transformadas por el hombre argelino en un objeto inerte, devaluado y hasta deshumanizado. El comportamiento del argelino es denunciado enérgicamente y comparados con las costumbres medievales y bárbaras. Con una ciencia infinita, se lleva a cabo la requisitoria tipo contra el argelino sádico y vampiro en su actitud hacia las mujeres. El ocupante acumula sobre la vida familiar del argelino un conjunto de juicios, apreciaciones y consideraciones; multiplica las anécdotas y los ejemplos edificantes, intentando así encerrar al argelino en círculo de culpabilidad.  

Las asociaciones de ayudas y solidaridad con las mujeres argelinas se multiplican. Las lamentaciones se organizan. “Queremos avergonzar al argelino por la suerte que le impone a la mujer”. Es el periodo de efervescencia y puesta en práctica de una técnica de infiltración que arroja jaurías de trabajadores sociales e impulsoras de obras de beneficencia a los barrios musulmanes. Primero se intenta el abordaje de las mujeres indigentes y hambrientas. A cada kilo de sémola distribuida, se añade una dosis de indignación contra el velo y el encierro. A la indignación siguen los consejos prácticos. Se invita a la mujer argelina a jugar “un papel fundamental, capital” en la transformación de su destino. Se las incita a rechazar una sujeción religiosa y se describe el papel inmenso que están llamadas ha desempeñar. La administración colonial invierte sumas importantes en ese combate. Después de afirmar que la mujer represente el pivote de la sociedad argelina, se despliegan todos los esfuerzos para controlarla. Se asegura que el argelino permanecerá inmóvil, que resistirá a la empresa de destrucción cultural llevada a cabo por el ocupante, que se opondrá a la asimilación en tanto la mujer no modifique su conducta. En el programa colonialista, la mujer esta encargada de la misión histórica de desviar y empujar al hombre argelino. Convertir a la mujer, ganarla para los valores extranjeros, arrancarla de su situación es a la vez conquistar un poder real sobre el hombre y utilizar medios prácticos y eficaces para destruir la cultura argelina.  

Todavía hoy, en 1959, el sueño de la domesticación total de la sociedad argelina, con ayuda de las “mujeres sin velos y cómplices del ocupante”, no ha dejado de preocupar a los responsables políticos de la colonización. Los argelinos, por su parte, son blanco de las críticas de sus camaradas europeos, o más oficialmente de sus patrones. No hay un solo trabajador europeo que, en las relaciones interpersonales del lugar del trabajo, del taller o la oficina, no le haya formulado al argelino las cuestiones rituales: “¿tu mujer usa el velo? ¿Por qué no te decides a vivir a la europea?...”  
 
Los empresarios europeos no se contentan con la actitud interrogativa o la infiltración circunstancial. Sino que emplean “maniobras de apache” para acorralar al argelino, exigiéndole decisiones penosas. Con motivo de  una fiesta europea de Navidad o Año Nuevo, o simplemente una reunión interior de la empresa, el patrón invita al empleado argelino y a su mujer. La invitación no es colectiva. Cada argelino es llamado a la oficina del director y se le invita personalmente a venir con “su pequeña familia”. La empresa es una gran familia, entonces será mal vista que algunos vengan sin sus esposas, ¿usted comprende no es cierto?. A veces el argelino pasa por momentos difíciles frente a esta presión. Acudir con su mujer significa que esta derrotado, significa “prostituir a su mujer”, exhibirla, abandonar una modalidad de resistencia. Por otro lado, ir solo significa negarse a satisfacer los deseos del patrón y exponerse a quedarse sin empleo. Aquí estudiamos un caso elegido al azar, el desarrollo de las emboscadas que el europeo le tiende al argelino para acorralarlo y obligarlo a personalizar, a declarar: “mi mujer es algo a parte y no vendrá”, o a traicionar: “puesto que desea verla aquí estará”; el carácter sádico y perverso de estas ligas y relaciones, mostraría indirectamente, al nivel psicológico, la tragedia de la situación colonial, el enfrentamiento de los dos sistemas, la epopeya de la sociedad colonizada con sus formas específicas de existencia, frente a la hidra colonialista. Esta agresividad es mucho más intensa respecto al intelectual argelino. El fallah (el campesino argelino), “esclavo pasivo de un grupo rígido”, merece cierta indulgencia de juicio por parte del conquistador. Por el contrario, el abogado y el médico son denunciados con un vigor excepcional. Estos intelectuales, que mantienen a sus mujeres en un “estado de semiesclavitud”, se ven literalmente fulminados por la opinión pública. La sociedad colonial se levanta enérgicamente contra este aislamiento de la mujer argelino. Hay inquietud y preocupación por esas desgraciadas y condenadas “a hacer niños”, enclaustradas y prohibidas.  

Los racionamientos racistas se aplican con particular facilidad al intelectual argelino. Se dirá: “por médico que sea sigue siendo árabe”... “volvedle a su naturaleza y de nuevo galopará por el desierto”... Los ejemplos de este racismo pueden multiplicarse indefinidamente. En las grandes reuniones es muy común escuchas a algún europeo que confiesa agriamente no haber visto jamás a la mujer de una argelino a quien frecuenta hace veinte años. A un nivel de compresión más difuso, pero altamente revelado, encontramos la afirmación amarga de que “trabajamos en vano”... de que “el Islam no abandona su presa”.  

Al presentar al argelino como una presa que se disputan con igual ferocidad el Islam y Francia occidental, se revelan con toda claridad las intenciones del ocupante, su filosofía y política. Esto significa, en efecto, que el ocupante descontento con sus fracasos, presenta de manera simplificada y peyorativa  el sistema de valores que le sirve al ocupado para ocuparse a sus innumerables ofensivas. Lo que significa voluntad de singularización, preocupación por mantener intactos algunos jirones de la existencia nacional y religiosa, se identifica con actitudes mágicas o fanáticas. Esta repulsa del conquistador asume, según las circunstancias o los tipos de situación colonial, formas originales. Las fuerzas de ocupación, al aplicar intensamente su acción psicológica sobre el velo de la mujer musulmana, es evidente que cosecharon algunos resultados. A veces ocurrió que se “salvara” una mujer que, simbólicamente, se quitó el velo. Estas mujeres-test con el rostro desnudo y el cuerpo libre, circulan ahora como moneda corriente en la sociedad europea de Argelia. Alrededor de dichas mujeres reina una atmósfera de iniciación. Los europeos, sobreexcitados por su victoria y en una espacie de trance que se apodera de ellos, evocan los fenómenos psicológicos de la conversión.  

Los responsables del poder, después de cada éxito, refuerzan su confianza en la mujer argelina como soporte de la penetración occidental en la sociedad autóctona. Cada velo que cae descubre a los colonialistas horizontales hasta hoy prohibidos, y les muestra, por otra parte, la carne argelina desnuda. La agresividad del ocupante, y por lo tanto sus esperanzas, se multiplica después de cada rostro descubierto. Cada nueva mujer argelina que abandona el velo anuncia al invasor una sociedad argelina cuyo sistema de defensa están en vías de dislocación, abiertos y desfondados. Cada velo que cae, cada cuerpo que se libera de la sumisión tradicional al haik, cada rostro que se ofrece a la mirada audaz e impaciente del ocupante, expresa negativamente que Argelia empieza a renegar de sí misma y que acepta la violación del colonizador. La sociedad argelina, con cada velo abandonado, parece aceptar el ingreso a la escuela del amo y decidir la transformación de sus costumbres bajo la dirección y el patrocinio del ocupante.  

Hemos visto de qué manera perciben el significado del velo la sociedad colonial, y hemos trazado la dinámica de los esfuerzos para combatirlo en tanto intuición, así como las resistencias de la sociedad colonizada. Al nivel de individuo, del europeo particular, puede ser interesante estudiar la multitud de reacciones surgidas por la existencia del velo, es decir, por la manera original que tiene la mujer musulmana de estar presente o ausente. En un europeo no comprometido directamente en esta obra de conversión ¿que reacciones pueden registrarse?  

La actitud dominante parece ser la de un exotismo romántico  fuertemente teñido de sensualidad. En primer lugar, el velo disimula la belleza. En los tranvías, en los trenes, una trenza de caballo, una porción de frente, anunciadoras de un rostro “enloquecedor”, alimentan y refuerzan la convicción del europeo en su actitud irracional: la mujer musulmana es la reina de las mujeres. Sin embargo, también existe en el europeo la cristalización de la agresividad, de una violencia tensa frente a la mujer musulmana. Despojar de su velo a esta mujer es exhibir la belleza, desnuda su secreto, rompe su resistencia, hacerla disponible para la aventura. Ocultar su rostro significa disimular su secreto, provocar un mundo de misterio y ocultamiento, el europeo sitúa en un nivel muy complejo su relación con la mujer musulmana. Quisiera tener esa mujer a su alcance y convertirla en un eventual objeto de posesión.  

Esta mujer que ve sin ser vista frustra al colonizador. No hay reciprocidad. Ella no se exhibe, no se da, no se ofrece. El argelino, respecto a la mujer argelina, tiene en conjunto una actitud clara. No la ve. Incluso existe la voluntad permanente de no observar al perfil femenino, de no poner atención a las mujeres. No hay en el argelino, en una calle o en un camino, esta conducta del encuentro intersexual que se desarrolla a nivel de la mirada, de la prestancia, de la musculatura, de los diferentes comportamientos turbados a que nos tiene acostumbrados la fenomenología del encuentro.  

El europeo, frente a la mujer musulmana, desea ver. Y reacciona de manera agresiva ante este límite que se pone a su percepción. También aquí la frustración y la agresividad evolucionan en perfecta armonía. La agresividad estalla, ante todo, en actitudes estructuralmente ambivalentes y en el material onírico que indiferentemente descubrimos en el europeo normal o víctima de perturbaciones neuropáticas.  

Las mujeres europeas resuelven el conflicto con mucha menos preocupación. Afirman perentoriamente que no se disimula lo que es bello, e interpreten este hábito extraño como una voluntad “muy femenina” de disimular las imperfecciones. Y comparan la estrategia de la europea que tiene por objeto corregir, embellecer, poner de relieve (la estética, el peinado, la moda) con la de la mujer musulmana, que prefiere cubrir, esconder, cultivar la duda y el deseo del hombre.  

La historia de la conquista francesa en Argelia, se relata la irrupción de las tropas en las ciudades, la confiscación de los bienes y la violación de las mujeres, el saqueo de un país, ha contribuido al nacimiento y a la cristalización de la misma imagen dinámica. La evolución de la libertad que se concede al sadismo del conquistador, a su erotismo, crea, al nivel de los estratos psicológicos del ocupante, fallas, zonas fecundas de donde pueden surgir a la vez conductas oníricas y en ciertos casos comportamientos criminales.  

Así, la violación de la mujer musulmana en el sueño de un europeo, está precedida siempre por el desgarramiento del velo. Asistimos a una doble desfloración. Cada vez que el europeo se encuentra a la mujer musulmana en sus sueños eróticos, se manifiestan las particularidades de sus relaciones con la sociedad colonizada. Sus sueños no se desenvuelven ni en el mismo plan erótico, ni al mismo ritmo de los que se refieren a la europea. Con la mujer musulmana, no hay conquista progresiva, revelación recíproca, sino una acción súbita con el máximo de violencia, posesión, violación, casi asesinato. El acto reviste una brutalidad y un sadismo casi neurótico, incluso en el europeo normal. Por otra parte, la brutalidad y el sadismo se subrayan por la actitud atemorizada de la mujer musulmana. En el sueño, la mujer-victima grita, se debate como una alimaña, y desfalleciente y desvanecida, es penetrada, desgarrada. La agresividad del europeo se manifiesta igualmente en sus consideraciones sobre la normalidad de la mujer musulmana. Su timidez y su reserva se transforman, según las leyes superficiales de la psicología conflictiva, en lo contrario, y entonces la mujer musulmana será la hipócrita, perversa, y hasta auténticamente ninfómana.  

Hemos visto que la estrategia colonial de la disgregación de la sociedad argelina, al nivel de los individuos, concede un lugar de privilegio a la mujer musulmana. El encarnizamiento del colonialista, sus métodos de lucha, es natural que provoquen en el colonizado actitudes de reacción. Frente a la violencia del ocupante, el colonizado está obligado a definir su posición de principio frente a un elemento tradicionalmente inerte de la configuración cultural autóctona.  

El afán rabioso del colonialista por despojar de su velo a la mujer musulmana, y su decisión de ganar a toda costa la victoria del velo, provocan la respuesta del autóctono. Aquí, encontramos una de las leyes de la sicología de la colonización. En un primer momento, la acción y los proyectos del ocupante determinan los centros de resistencia en torno a los cuales se organiza la voluntad de afirmación de un pueblo.  

El blanco era el negro. Pero es el negro quien crea la negritud. A la defensiva colonialista sobre el velo. Lo que era un elemento diferenciado en un conjunto homogéneo, adquiere un carácter tabú; la actitud de las argelinas frente al velo se interprete como una actitud global frente a la ocupación extranjera. El colonizado frente a la acción del colonialista en tal y cual sector determinado, la afectividad inversa del conquistador en su trabajo pedagógico, en sus ruegos, en sus amenazas, dejen alrededor del elemento privilegiado un verdadero universo de resistencia. Resistir al ocupante en este terreno preciso significa infligirse una derrota espectacular, y sobre todo mantener la “coexistencia” dentro de sus dimensiones de conflicto y guerra latente. Es alimentar una atmósfera de paz armada.  

La argelina como sus hermanos, había montado minuciosamente los mecanismos de defensa que le permiten hoy desempeñar un papel capital en la lucha liberadora. Pero todavía será necesario aprender una nueva técnica: llevar bajo el velo un objeto pesado, “muy peligroso de manipular”, y dar la impresión de tener las manos libres, que no hay nada bajo el velo sino una pobre mujer o una joven insignificante. No se trata sólo de cubrirse con el velo. Es preciso adoptar un tal “aire de Fátima” que tranquilice al soldado porque “esta no es capaz de hacer nada”. Es bien difícil. Además, están los policías que interpelan a escasos metros una mujer con velo que no parece particularmente sospechosa. Y está la bomba; por la expresión patética del responsable sabemos que se trata de eso, o de la bolsa de granadas, ligadas al cuerpo por un sistema de cordones y correas. Porque las manos deben quedar libres, para exhibirlas desnudas, para presentarlas humildes y sencillamente a los militares para que no busquen más. Mostrar las manos vacías y aparentemente móviles y libres es el signo que desarma al soldado enemigo.  

Ahora bien, el invasor ha sido avisado y en las calles se presenta el cuadro clásico de las mujeres argelinas detenidas contra los muros, sobre cuyos cuerpos se deslizan incansablemente los famosos detectores magnéticos llamados popularmente “sartenes”. Todas las mujeres con velo, todas las argelinas son sospechosas. No hay discriminación. Es el período durante el cual los hombres, las mujeres, los niños, todo el pueblo argelino vive a la vez su unidad, su vocación nacional y el crisol de la nueva sociedad argelina.  

Ignorando o simulando ignorar esta nueva conducta, el colonialismo francés reinicia el 13 de mayo de 1959 su clásica campaña de occidentalización de la mujer argelina. Muchachas del servicio doméstico amenazadas con perder su trabajo, pobre mujeres arrancadas de sus hogares son conducidas a la plaza pública y despojadas simbólicamente de sus velos al grito de: “¡Viva Argelia francesa!”. Espontáneamente y sin consignas, las mujeres argelinas, que desde hace tiempo abandonaron el velo, vuelven a usar el haik, afirmando así que no es verdad que la mujer se libera por una simple invitación de Francia y del general De Gaulle. El colonialismo quiere que todo emane de él. Pero la tendencia psicológica dominante del colonizador es la de endurecerse frente a cualquier invitación del conquistador. Desde el 13 de mayo se vuelve a usar el velo, pero definitivamente despojado de su dimensión exclusivamente tradicional. Existe, por lo tanto, un dinamismo histórico del velo que se percibe en forma muy concreta, en el desarrollo de la colonización de Argelia. Al principio, el velo es un mecanismo de resistencia, pero para el grupo social continúa fuertemente arraigado. Se usa por tradición, pero también porque el ocupante quiere desvelar a Argelia. Lo que había sido preocupación de conducir al fracaso las ofensivas psicológicas o políticas del ocupante, se convierte en medio, en instrumento. El velo ayuda a la argelina para responder a los nuevos interrogantes planteados por la lucha.  

El amor ardiente de la mujer musulmana por su hogar no es una limitación del universo. No es odio al sol, a las calles o a los espectáculos. No es una fuga del mundo. En condiciones normales, debe existir una doble corriente entre la familia y el conjunto social. El hogar funda la verdad social, pero la sociedad autentifica y legitima a la familia. La estructura colonial es la negación misma de esta recíproca justificación. La mujer argelina, al restringirse, al elegir una forma de existencia limitada en el espacio, afianzaba su conciencia de lucha y se preparaba para el combate. En este encerrarse en el hogar, acompañado de la negación de una estructura impuesta; este repliegue sobre el núcleo fecundo que representa una existencia recogida pero coherente, constituyó durante mucho tiempo la fuerza fundamental del ocupado. Sólo la mujer, con ayudas de técnicas concientes, puede iniciar la articulación de ciertos dispositivos. Lo esencial es que el ocupante se estrelle contra un frente unificado. De ahí el carácter esclerótico que debe resistir la tradición.  

En realidad, la efervescencia y el espíritu revolucionario son alimentados en el hogar por la mujer musulmana. Y es que la guerra revolucionaria no es una guerra de hombres. No es una guerra con fuerzas en activos y con reservas. La guerra revolucionaria, tal como la lleva a cabo el pueblo argelino, es una guerra total en la que la mujer no se limita a tejer o a llorar a sus mártires. La mujer musulmana está en el corazón del combate. Detenida, torturada, violada, abatida, es un testimonio viviente de la violencia del ocupante y de su inhumanidad. Enfermera, agente de enlace, combatiente; en cualquier caso es un testigo de la profundidad y de la densidad de la lucha. El lugar de la mujer musulmana en la sociedad argelina se afirma con tal vehemencia que es fácil explicarse la turbación del ocupante. Sucede que la sociedad argelina no es una sociedad sin mujeres que se había descrito tan minuciosamente en Europa. A nuestro lado, nuestras hermanas musulmanas destruyen cada día más los dispositivos enemigos y liquidan definitivamente las viejas mitificaciones.

Fuente: Sociología de una revolución, publicado en México. Frantz Fanon.


¿A quién y por quién habla Frantz Fanon hoy?



Frantz Fanon fue un hombre relevante de su tiempo como lo es de nuestro presente. Su pensamiento y su entrega a la lucha por la descolonización y el antirracismo lo convirtieron en una referencia obligada para los movimientos de liberación en África y en América Latina. Pero también para los intelectuales comprometidos (Sartre, Simone de Beauvoir, Giovanni Pirelli, etc) y los jóvenes críticos del sistema capitalista-racista en los países ricos Fanon se convirtió en un referente. Influyó en el movimiento del 68 con su perspectiva solidaria con el Tercer Mundo.
La ofensiva neoliberal global desde fines de los años setenta y los regímenes dictatoriales en varios países, silenciaron su voz a través de la censura y la autocensura. Sus libros se escondieron o se quemaron, dejaron de recomendarse en las universidades. Desde los ochenta se ha apelado también a una lectura reduccionista de Fanon: considerándolo sólo el teórico de la violencia revolucionaria. El neoliberalismo - asumido o no - de tantos intelectuales y políticos, se contraría ante esta lúcida cólera de los oprimidos, pasando por alto la violencia del hambre, las persecuciones, las enfermedades. El profundo pensamiento de Fanon sobre el colonialismo, el racismo, el nacionalismo y el papel de las burguesías nacionales, como también sus trabajos en el campo de la psiquiatría tendían a ser marginados, olvidados. El retorno del Fanon en los años noventa se realiza a través de los estudios culturales y postcoloniales con los trabajos de Edward Said, Homi Bhabha, Stuart Hall, Partha Chatterjee.
Frantz Fanon no ha perdido vigencia. El preocupante crecimiento del racismo `ese fracaso de la humanidad´ hace imprescindible la lectura de Los Condenados de la Tierra y de su primer libro, Piel Negra y Máscaras Blancas. Ambos libros son un camino a entender el mundo actual, el neocolonialismo, el racismo y el impacto de los mismos a nivel colectivo y a nivel individual.
Los estudiosos de las migraciones, entendidas como procesos políticos, culturales y sociales, pueden abrevar en Fanon: en su adentrarse en los aspectos sociales del racismo y en la consecuente transformación de las relaciones personales y afectivas. Se podrán entender entonces a las segundas generaciones de inmigrantes en su revalorización, incluso de los aspectos conservadores, de las culturas de sus padres. Se entenderá a los inmigrantes y refugiados, sus miedos, malestares, desarraigos y asimilaciones, las formas de renunciamientos en pos de algún tipo de inclusión, real o imaginada.
“Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla … Hay que abandonar la costumbre, ahora que estamos en el corazón del combate, de reducir al mínimo la acción de nuestros padres o fingir incomprensión frente a su silencio, su pasividad ” (Fanon: 188).
Fanon nos permite observar nuestras sociedades de América Latina, su racismo abierto o su racismo sutil y negado. Ese racismo latinoamericano introducido durante la colonia y renovado en la actualidad como racismo de clase. Una sociedad latinoamericana, especialmente en sus sectores medios, que vive de la comparación de la búsqueda constante del reconocimiento externo, de la `mímica´.
Fanon nos habilita a discutir los “multiculturalismos desde arriba” que engendran enclaves culturales, folklóricos, divisivos.
“La cultura no tiene jamás la traslucidez de la costumbre. La cultura evade eminentemente toda simplificación. En su esencia, se opone al hábito que es siempre un deterioro de la costumbre” (Fanon: 204).
Fanon nos habilita a reaccionar ante la foklorización de los seres humanos, en sus países de origen o como inmigrantes. Esa folklorización despolitiza y fosiliza social y culturalmente. Fanon prevé lo que los movimientos antirracistas contemporáneos están comprendiendo ahora, que el compromiso anti-racista no puede reducirse a una reivindicación exclusiva de la diversidad cultural. 
“Ningún colonialismo recibe su legitimidad de la inexistencia cultural de los territorios que domina. Jamás se avergonzará al colonialismo desplegando ante su mirada tesoros culturales desconocidos” (Fanon: 204). 
La ineficacia del incesante recurso a las glorias del pasado es sarcásticamente denunciada. “Concedo que, en el plano de la existencia, el hecho de que haya existido una civilización azteca no cambia en gran cosa el régimen alimenticio del campesino mexicano de hoy” (Fanon: 191). 
Un pasado de prestigio precolonial no asegura mejoras a los inmigrantes mexicanos, guatemaltecos, bolivianos, turcos o etíopes. Como remontarse a la gesta de Cristóbal Colón no mejoraba la situación de los trabajadores inmigrantes italianos en Argentina o en Estados Unidos a principios del siglo veinte.
Fanon puede irritar. Como escribiera Jean Paul Sartre “(P)rimero hay que afrontar un espectáculo inesperado: el strip-tease de nuestro humanismo” (Fanon: 23). Fanon desnuda, sea que formemos parte del Primer o del Tercer Mundo. Irrita porque evidencia nuestros propios procesos de alienación. No se sale inmune de una lectura de Fanon. Es una invitación a analizarse y comprometerse. Puede también decidirse acallarlo. Entonces se lo descalifica: ´inactual, irresponsable´, o desmerecerlo, ´su libro es el producto de su angustia ante la leucemia´...   
Los Condenados de la Tierra” es un libro legado, más que escrito por la tristeza de la finitud de la vida, es el legado de un profundo conocedor de la situación del África, de los mecanismos coloniales y neocoloniales para reducir a la servidumbre a millones de seres humanos, la explotación, la cooptación. 
“El colonialismo utiliza desvergonzadamente todos sus hilos, feliz de enfrentar entre sí a los africanos que ayer se habían ligado contra él … el colonialismo se burla por lo bajo cuando escucha las magníficas declaraciones sobre la unidad africana” (Fanon: 147). 
Es un libro publicado bajo el estremecimiento del asesinato de Patrice Lumumba en una acción conjunta de los servicios secretos belgas y norteamericanos. Es el libro de la desilusión ante esa nueva burguesía africana que reducía la descolonización a la independencia política: “...una especie de pequeña casta con dientes afilados, ávida y voraz, dominada por el espíritu usurario y que se contenta con los dividendos que le asegura la antigua potencia colonial” (Fanon: 160).  
Fanon condena el nacionalismo: “Una burguesía que da a las masas el único alimento del nacionalismo, fracasa en su misión y se enreda necesariamente en una sucesión de desventuras. El nacionalismo … si no se transforma rápidamente en conciencia social política y social, en humanismo, conduce a un callejón sin salida” (Fanon: 186). 
El análisis político social e incluso psicológico del pueblo convertido en plebe que realiza Fanon, nos advierte sobre las variantes del populismo actual.
“El colonialismo va a encontrar igualmente en el lumpen proletariat una masa considerable de maniobra” …`` el opresor que jamás pierde la ocasión de hacer que los negros se peleen entre sí, utilizará con una singular alegría la inconsciencia y la ignorancia que son las taras del lumpen proletariat” (Fanon: 125-126). 
Lo saben bien los líderes racistas populistas (Berlusconi, Sarkozy, Le Pen, los difuntos Pim Fortuyn y Jörg Haider, Humberto Bossi, el BNP de Reino Unido, etc.) con sus apelaciones a los trabajadores pobres y desocupados a descargar en los nuevos chivos expiatorios, los inmigrantes y refugiados, toda su frustración y desesperación por la pérdida de puestos de trabajo, por el abandono del mantenimiento de los sectores populares de las ciudades, el deterioro de la educación pública y la reducción de gastos en el sector de salud. 
Se entiende la revalorización contemporánea de Fanon ante la islamofobia euroestadounidense. Islamofobia que utiliza el paradigma de la modernidad, la secularización y la democracia para presentar a los pueblos de religión musulmana como una masa indistinta de fundamentalistas. 
Un elemento de esta campaña antimusulmana, (antiinmigrantes, antirefugiados) es resaltar la supremacía de la sociedad occidental con respecto a la posición social de la mujer. Se presenta la supuesta igualdad de las mujeres como una esencia occidental y no como el producto de una larga historia de luchas por los derechos de la mujer. Esta acción propagandística de los políticos, los medios de comunicación y también de académicos, silencia y/o ignora que los pueblos africanos y asiáticos a mayoría musulmana son también víctimas del fundamentalismo religioso y de la opresión política. El ensayo de Fanon “Argelia sin el velo” y ciertos pasajes de Los Condenados de la tierra sobre el rol de la mujer argelina en la guerra de liberación y el significado histórico cultural del velo son de absoluta actualidad, “..porque debo decirte que he visto a muchos campesinos enjugar las lágrimas de las mujeres que habían sido violadas frente a ellos mismos …” (Fanon: 236).
“… la administración colonial pudo definir una doctrina política precisa: “si deseamos atacar a la sociedad argelina en su contexto más profundo, en su capacidad de resistencia, debemos en primer término conquistar a las mujeres; es preciso que vayamos a buscarlas detrás del velo en que se esconden, en las casas donde las oculta el hombre” (Fanon, 1970: 21).
“Los responsables de la administración francesa en Argelia, encargados por el poder de intentar a cualquier precio la desintegración de las formas de existencia susceptibles de evocar una realidad nacional, aplicaron el máximo de sus esfuerzos para destruir la costumbre del velo, interpretada para el caso como símbolo del status de la mujer argelina” (Fanon, 1970: 20-21). 
La lectura de los escritos de Fanon desarma las interpretaciones esencialistas y racistas interesadas en mantener una superioridad cultural del occidente: Superioridad bastante cuestionable por su realidad actual o la histórica: podríamos citar el gaseado de la población civil de Etiopía por parte del ejército italiano de Mussolini o algunos de los medios de tortura puestos en práctica en Argelia por los franceses: inyección de agua por la boca, introducción de una botella por el ano (Fanon: 258), las descargas eléctricas (Fanon: 244), desestructuración de la personalidad (Fanon: 264). Es necesario recordar que un número de estos torturadores `especializados´ fue contratado por las dictaduras latinoamericanas para ´asesorar´ a los ejércitos y fuerzas de seguridad para el ´tratamiento´ de sus prisioneros políticos. 
En este siglo XXI asistimos a la remoción del pasado colonialista de algunos países e incluso a una reactualización y revalorización del imperialismo. 
“El mundo postmoderno debe empezar a acostumbrarse a un doble discurso. Entre nosotros, actuamos en base a las leyes y a una seguridad cooperativa abierta. Pero, cuando tratamos con estados de viejo estilo, afuera del continente postmoderno europeo, necesitamos revertir a los métodos más rudos de una era anterior – fuerza, ataque preventivo, engaños – todo lo que sea necesario para tratar con aquellos que aún viven en el siglo diecinueve, de cada estado para sí mismo” (Robert Cooper).
Jean Paul Sartre escribía en su prefacio a Los Condenados de la Tierra que Fanon hablaba a los colonizados, a sus hermanos, los subhombres del racismo. En la actualidad nos habla a todos los interesados en un mundo más justo. A los que vivimos en el Tercer Mundo, trabajadores urbanos, rurales, indígenas, a los inmigrantes y refugiados que habitan racializados países centrales; a los trabajadores del primer mundo, agobiados y alienados; a los pensadores y educadores, que sueñan y actúan para lograr un mundo más igualitario en cualquier ángulo de la Tierra. Su mensaje ha sido proponer y actuar una nueva forma de humanismo.
“No, no queremos alcanzar a nadie. Pero queremos marchar constantemente de noche y de día, en compañía del hombre, de todos los hombres” (Fanon: 291). 
Referencias  
Cooper, Robert .2002. “Why we still need empires?” The Guardian. April 7 
Febbro, Eduardo.2001. “Tortura francesa de exportación”. Página 12, junio 15. Buenos Aires.  
Fanon, Frantz .1977. Los Condenados de la Tierra. México. Fondo de Cultura Económica.  
Fanon, Frantz .1973. Piel Negra Máscaras Blancas. Buenos Aires. Abraxas.  
Fanon, Frantz.1970. Sociología de la Liberación. Buenos Aires.  
Levi, Primo. 1976. Se questo é un uomo. Torino. Einaudi.  
Sartre, Jean Paul .1965. Colonialismo y Neocolonialismo. SituationsV .Losada. Buenos Aires.  
Zahar, Renato. 1970. L´oeuvre de Frantz Fanon, colonialisme et alienation dans l´oeuvre de Franz Fanon. Paris. Maspero 


ENTREVISTA CON AGUSTÍN LAO-MONTES:“El pensamiento de Fanon cruza límites
de tiempo y espacio”
Celia Medina y M. M. López • La Habana

El investigador boricua Agustín Lao-Montes, quien ha dedicado interesantes líneas de estudio a las identidades y desigualdades sociales, la diáspora africana y latina y la crítica poscolonial, presentó en La Habana durante el Coloquio Actualidad de Frantz Fanon, el libro Los condenados de la tierra, publicado por el Fondo Editorial Casa de las Américas, un volumen que circuló por primera vez en Cuba en 1965.

En conversación con La Jiribilla, Lao-Montes, responsable de uno de los prólogos del texto, descubre elementos imprescindibles para comprender el pensamiento de Frantz 
Fanon en su época y marca algunos aspectos para dialogar desde los presupuestos de Los condenados… con las condiciones particulares de nuestra contemporaneidad. Esta entrevista, como su intervención en el evento de Casa de las Américas, más que transitar por el camino de su introducción al libro, se propone añadir algunas notas al margen para explorar la producción intelectual de Fanon y su continuidad hasta nuestros días.

¿Cuáles apuntaría como las principales claves para lo que usted considera que debe ser un nuevo modo de entender a Fanon en el siglo XXI?

Fanon es una figura fronteriza que, por un lado, representa la época de finales de los años 50 y principios de los 60, donde se produjo una efervescencia de los movimientos anticoloniales, conocida como la segunda ola de descolonización. La primera ola descolonizadora se había producido en el siglo XIX con las luchas de independencia de América, luego de la Revolución Francesa y la Revolución Haitiana. Esta última, la más importante y profunda de su época, significó realmente la invención de la descolonización como un gesto histórico significativo.

En la siguiente etapa de la descolonización, luego de la Segunda Guerra Mundial, Frantz Fanon fue una figura medular, pero esto no significa que su pensamiento haya que ubicarlo solamente en ese lapso de tiempo. Él trasciende su época, porque es pensador revolucionario anticolonial con más honda visión y lucidez de aquel momento, lo cual hace que muchos de sus análisis tengan vigencia hoy día.

Sus ideas, en primer lugar, tuvieron grandes repercusiones inmediatamente después de su muerte, cuando se estaba gestando una gran ola de movimientos antisistémicos que tuvo su clímax entre 1967 y 1968, con millones de estudiantes movilizados, las huelgas en las universidades, etcétera. Se estaba produciendo lo que Marcuse atendió como la realización y potenciación de una diversidad de movimientos en contra de todas las formas de opresión. Por tanto, Fanon se volvió una figura medular, era una lectura de cabecera de las Panteras Negras, los Young Lords y otros movimientos en todo el mundo; se convirtió, como plantea Jean Paul Sarte, en la biblia del Tercer Mundo.

Una de las primeras claves consiste, precisamente, en entender su condición de pensador fronterizo, porque cruza límites de tiempo y espacio con la profundidad de su propuesta de descolonización. Este concepto, a su juicio, no se queda simplemente en la independencia, y por ello critica el nacionalismo a la vez que lo asume como necesario siempre que sea posible trascenderlo. Por otro lado, plantea la necesidad de conjugar liberación con descolonización, al concebir a la última como un proceso continuo y complejo.

Fanon fue un pensador, un político y un revolucionario descolonial. Si entendemos que la modernidad capitalista se define a partir de la noción de Quijano de colonialidad del poder, que conjuga las formas diferentes de colonización (de raza, de género, cultural y epistémica), vemos que tanto su analítica como su política constituyen la teoría de la liberación más lúcida de su momento y continúan siendo actuales. Esto se demuestra con el hecho de que los jóvenes afrodescendientes en toda América Latina leen a Fanon y que su obra sigue recorriendo todos los continentes. En esto que yo llamo un nuevo tricontinentalismo, Fanon es cardinal. En una edición reciente de Piel negra, máscaras blancas, el intelectual egipcio Samir Amin apunta que Fanon tiene gran relevancia en Asia y África, pero en el mundo andino, donde se están produciendo algunos de los movimientos sociales más importantes como el movimiento indígena, se lee también con avidez a Fanon. Su crítica visceral del racismo, su manera de sentirlo cotidianamente hasta la comprensión del racismo estructural a nivel mundial, interpela a mucha gente hoy y cobra sentido nuevamente.

Estamos en un momento fanoniano. De la misma manera en que hubo una gran ola de movimientos antisistémicos que sacudieron el mundo e hicieron tambalear al sistema capitalista mundial, puede considerarse que en el presente hay una nueva oleada, en la cual es necesaria una visión clara de las bases de la opresión y el sentido de la liberación. Las ideas de Fanon apelan claramente al sentido común de lo político.

¿En qué reside la especificidad del pensamiento emancipador de Fanon con respecto a la lógica de liberación asumida o preconizada por los movimientos independentistas?

Emancipación y liberación son dos términos que pueden referirse a lo mismo, pero me interesa apuntar que cuando hablamos de liberación en Fanon, el significante, por lo general, se asocia solo al momento histórico de la liberación nacional, cuando la política de liberación y descolonización primaba en el proyecto que venía desde las periferias, los colonizados, los sujetos racializados como inferiores, desde lo que él llamaba “los condenados de la tierra”.

Una de las grandes contribuciones de Fanon es el haber planteado una nueva teoría de la agencia histórica revolucionaria. Ya no es simplemente el proletariado el actor protagónico en el cambio revolucionario a nivel global, sino una diversidad de individuos que tiene que ver con la pluralidad de formas de dominación.

En ese sentido, sí es pertinente hablar de liberación, junto con una gran tradición latinoamericana de pensamiento en la cual destacan figuras como Enrique Dussel y Paulo Freire, que hablan de filosofía de la liberación y pedagogía como práctica de la liberación respectivamente. Aquí puede relacionarse el término con Fanon, porque se trata de su mismo lenguaje.

Se dice que el esfuerzo analítico de Fanon dedicado a la violencia, parece haber eclipsado el resto de su obra…

Uno de los ensayos más controversiales de Fanon es el que aborda la violencia, pero estoy de acuerdo con lo planteado durante el Coloquio de Casa de las Américas, donde se observó que el tono y el argumento del prólogo de Sartre aLos condenados de la tierra no es exactamente el mismo del capítulo que abre el libro de Fanon.

El texto de Sartre en Los condenados de la tierra expresa una ira muy bien fundada en contra de su propia civilización occidental, porque él era un ser muy valiente, y su osadía le valió el ser considerado “enemigo número uno” de Francia. En ese interés de expresar de manera dramática su furia en contra de la violencia constitutiva de la modernidad occidental, de la violencia cotidiana y de la relación entre humanismo y terror, ha hecho a algunos entender que el libro plantea una estética o una política de la violencia. Sin embargo, no es eso lo que pretende Fanon.

El capítulo de la violencia es una teoría de la descolonización y la liberación, donde la violencia que es central para el sistema capitalista hasta la actualidad: deshumaniza al colonizado al no reconocer su humanidad y al colonizador, por convertirlo en un bárbaro violento, en un criminal. Lo planteado por Fanon sobre el caso no se queda en su momento histórico. En la descripción de trabajo de los presidentes de EE.UU. están contenidos el crimen, el asesinato, la lógica de guerra, la lógica de exterminio y terror, que son fundamentales en los regímenes de poder de la modernidad capitalista.

Fanon entiende que para que tenga lugar una liberación es necesaria una contraviolencia descolonizadora y liberadora. No hay una respuesta permanente o fija a lo que esto significa, sino que depende de las formas de violencia y de lucha, de las tácticas y estrategias de liberación. Pero sobre todo, el sentido de estas reflexiones es el de la importancia de una nueva humanidad.

Hay un humanismo claramente expresado, que tiene una historia, como plantea también Aimée Céssaire, y con el que coinciden el pensamiento y la política afrodiaspóricos. Desde la esclavitud se ha hecho evidente que para liberar a la humanidad es necesaria una ruptura radical con la deshumanización del esclavizado y con la manera en que el amo se deshumaniza a sí mismo a través de ese proceso. No es más que la dialéctica del amo y el esclavo presente en Hegel, pero también en Piel negra…, explicada con una lógica distinta que trasciende la del reconocimiento.

Es la reconstrucción de un individuo que ha sido reducido a objeto, a cosa… ¿cómo puede verse este fenómeno en nuestros días?

Estoy pensando en una frase de Foucault que me gusta mucho, que habla de la liberación de los saberes subyugados. Una de las claves de cómo releer a Fanon y su hermenéutica es no asumir la noción de violencia literalmente: Fanon no habla de la violencia física ni del crimen político del imperio, sino de la violencia epistémica, cultural, de la negación de la historia, la memoria, la identidad, los conocimientos y saberes de un grupo humano.

Entonces las formas de autoafirmación, de recuperación de esta historia, de diversificación de lo que es la memoria histórica colectiva, se traducen en políticas concretas, de educación, por ejemplo, que son demandas de los movimientos sociales de hoy día; lo que Boaventura Soussa Santos llama “la justicia cognitiva”, aquello de defender que nuestros saberes no son menos importantes, menos teóricos o filosóficos que los saberes occidentales.

Aquí ya se está dando esta dialéctica de lucha, de liberación, que se traduce en una afirmación de mi humanidad, en el restablecimiento de una nueva universalidad que no es la europea, sino una universalidad múltiple, lo que el pensador martiniqués Edouard Glissant entendía  como “diversalidad”, que muchos de nosotros hemos llamado la “pluriversalidad”. O sea, entender que el mundo es un lugar plural y diverso, que si realmente queremos crear un nuevo orden de justicia y equidad en todos los renglones de la vida 
desde la subjetividad hasta la cuestión económica, política, cultural y del conocimientoello implica una liberación de esas formas de subyugación, subalternización y marginalización.

Justamente podríamos decir que ese es uno de los aspectos fundamentales de Piel negra, máscaras blancas: encontrar, crear quizá, ese hombre liberado del “trampolín que es la resistencia del otro y cavando en su carne para encontrarse un sentido”…

En Fanon hay un humanismo en esa dirección también, sobre la condición del sujeto, sobre lo íntimo, sobre el cuerpo. Es un pensamiento bien complejo que explora desde dimensiones como la corporalidad o la afectividad, hasta el orden mundial; dimensiones que entran dentro de un discurso de opresión, dominación y liberación, y de una política, porque, como decía el ensayista cubano Aurelio Alonso, Fanon fue, sobre todo, una figura revolucionaria.

¿En qué consiste la perspectiva afrodiaspórica con la cual Fanon analizó su tiempo?

Fanon habla del hecho de la negritud y la dinámica de la opresión racial y colonial, fenómenos que se toman de la mano. Es fundamental este término para entenderlo como sujeto, porque en su obra hay una reflexividad autobiográfica, no una negación como en otros intelectuales que se adhieren al falso criterio de la objetividad. En sus textos hay un sujeto hablante y actuante 
por eso es un revolucionario que ha sufrido en carne viva el racismo, y es a partir de esa experiencia de vida que entiende el mundo y actúa.

Habiendo dicho esto, Fanon tiene una relación ambigua con la negritud como movimiento y con la estigmatización de lo negro como si fuera lo “otro”, con el concepto mismo de negritud, a partir de esa subjetividad, de esa fenomenología existencial que parte de haber sido catalogado como inferior, como cosa, como negro. Esto necesariamente se asume como punto de partida para cualquier gesto, teoría y accionar contra la opresión y a favor de la liberación, para cualquier política de descolonización.

En ese sentido, es un intelectual de la diáspora africana. Una vez que Fanon se define políticamente, durante el proceso que escribe Piel negra… pide ir a Senegal pero Senghor nunca le contesta, y una vez en Argelia se acerca a la revolución argelina y una de sus tareas más importantes es ser embajador de la república argelina en Ghana. Fanon tiene conciencia de la negritud como un mundo importante, tiene sentido racial, y eso es clave en su identidad como intelectual y revolucionario, en su proyecto de accionar intelectual y político.


Francisco Pineda
Frantz Fanon: Los condenados de la tierra y el 68



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A las tres de la mañana del año nuevo lunar, es decir, el 31 de enero del año del mono, 1968 en Vietnam, un contingente de comandos urbanos asaltó la embajada de Estados Unidos en Saigón. Simultáneamente, las tropas del Frente de Liberación Nacional atacaron todas las bases militares yanquis, todos los pueblos y ciudades de Vietnam del Sur, y once batallones rebeldes entraron a Saigón.
Ese día se puso en marcha el plan de Ofensiva General-Levantamiento General que acordó la dirección del movimiento de liberación. Durante los tres meses previos se había llevado a cabo un enorme esfuerzo organizativo. Miles de combatientes participaron en las tareas de preparación militar y política con admirable secreto, logrando tomar por sorpresa a las fuerzas de ocupación yanquis y al gobierno títere.
Las orientaciones generales fueron: combinar el ataque de las unidades militares con el levantamiento de las masas urbanas, combinar los ataques desde dentro de las ciudades con las ofensivas de fuera y combinar las actividades militares rurales con las urbanas.
El criterio central fue que el ataque militar debía ir siempre un paso adelante de la actividad política a fin de operar como una palanca del levantamiento masivo. Como señaló el general vietnamita Tran Van Tra,[1] éste es un principio insurreccional indispensable en tiempo de guerra.
La ofensiva del Têt se desplegó en tres fases: la primera duró del 31 de enero al 25 de febrero de 1968; la segunda se desarrolló entre el 4 de mayo y el 16 de junio, y la tercera entre el 17 de agosto y el 23 de septiembre. En esta campaña participaron 300 mil efectivos rebeldes en contra de un millón 200 mil tropas enemigas (500 mil de las cuales eran estadounidenses).
Por medio de esta ofensiva, la guerra de Vietnam dio un viraje definitivo. A finales de ese año el gobierno de Estados Unidos se vio obligado a reiniciar las pláticas de paz en París, aceptando que la delegación rebelde de Vietnam del Sur ocupara el lugar que le correspondía en la mesa de negociaciones. La Ofensiva General-Levantamiento General de 1968 fue el punto de inflexión en la guerra, el giro que llevó a la victoria definitiva de Vietnam, al triunfo más difícil y heroico en la lucha de descolonización del siglo XX.
Históricamente, ése fue el acontecimiento más importante de 1968, y fue protagonizado por los condenados de la tierra. Pero, por lo mismo, ha sido excluido de la fiesta conmemorativa del 68 en los medios de comunicación.
La memoria cercenada del 68, es decir, reducida a las luchas estudiantiles de París y México, a los crímenes políticos de Estados Unidos y al movimiento hippie, es perfectamente funcional para el sistema. En nuestro país, además, se ha pretendido implantar una visión política que alude al 68 como "el principio del fin", lo cual significa implícitamente que todo termina el año 2000 o, en términos más precisos, en las próximas elecciones presidenciales.
Abordar el significado político del año de 1968 desde una perspectiva histórica debe llevarnos a romper ese esquema estrecho y a situar a las luchas por la descolonización en el lugar de la historia que les corresponde.
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Uno de los pensadores más contundentes de la descolonización fue Frantz Fanon. Nacido en la Martinica en 1925, a los dieciocho años abandonó su tierra para sumarse como voluntario a la resistencia antinazi. Estudió medicina y psiquiatría en Lyon, donde publicó, en 1952, su primer libro: Piel negra, máscaras blancas. En éste es ya definitiva su posición contra el racismo y el colonialismo. Al año siguiente fue enviado a trabajar en un hospital de Argelia, donde desempeñó el cargo de jefe del Departamento de Psiquiatría. Durante ese periodo estalló la guerra revolucionaria por la independencia de Argelia y Fanon tuvo que atender a pacientes, torturados y torturadores, que le narraron sus experiencias. Fue entonces que decidió romper definitivamente con el sistema y viajó a Túnez para incorporarse a la lucha del Ejército de Liberación Nacional argelino. Publicó sus ideas en diversos periódicos y revistas. En 1959 salió a la luz otro libro suyo titulado Sociología de una revolución, que fue traducido por primera vez al castellano en México, aquel año de 1968.[2] Cuando el movimiento independentista estableció el Gobierno Provisional en el exterior, Frantz Fanon fue nombrado representante en Ghana, desde donde contribuyó a la red de abastecimiento del Ejército de Liberación. Fue allí donde enfermó de leucemia, hecho que lo urgió a escribir en diez meses su último libro, Los condenados de la tierra. Murió el 6 de diciembre de 1961, poco antes de que Argelia conquistara su independencia.
Fanon plantea, sin rodeos, que el cuestionamiento del mundo colonial no es una confrontación de puntos de vista sobre significados universales, sino una lucha antagónica que tiene su raíz en la explotación y opresión de la mayor parte de los pueblos del mundo. En los países dominados, en mayor o menor medida, rige el principio de que "se es rico porque se es blanco y se es blanco porque se es rico". Ese orden no sólo es económico, político y militar, sino que conlleva también la colonización del imaginario.
El colonialismo, a través de las universidades, arraiga profundamente en el espíritu del colonizado la idea de que las esencias son eternas. Las esencias occidentales, por supuesto. El colonizado acepta lo bien fundado de estas ideas (en primer lugar el individualismo), y en un repliegue de su conciencia se convierte en centinela encargado de defender el pedestal grecolatino.
El colonialismo, recuerda Fanon, introdujo a martillazos la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, en el espíritu subterráneo, el egoísmo, la recriminación orgullosa y esa altanería pueril de querer decir siempre la última palabra. Y toda la actividad política que de aquí nace (en la que caben las disertaciones sobre el tema de los derechos) es político-electoral, orientada según la idea de que "cada hombre es un voto". Los partidos políticos del orden colonizado, por más nacionalistas y democráticos que se presenten, no insisten jamás en la prueba de la fuerza, porque su objetivo no es la transformación radical del sistema. Pacifistas, legalistas, de hecho partidarias del orden, esas formaciones plantean crudamente a la élite la demanda que les parece esencial: "Dénnos participación en el poder". El diálogo entre esos partidos y el sistema colonial no se rompe jamás. Se discuten arreglos, representación electoral, libertad de prensa, libertad de asociación y reformas. Pero este sistema no es una máquina de pensar, no es un cuerpo guiado por la razón, sino una violencia organizada, una relación de fuerza que sólo puede inclinarse ante otra fuerza mayor: la fuerza desplegada de todo el pueblo, como lo demostró Vietnam.
Por eso, en el momento en que los pueblos dominados se rebelan, surgen los intermediarios del sistema, la burguesía criolla y las élites intelectuales, introduciendo la noción de la no-violencia, el rechazo del uso de la fuerza ante un orden basado en la fuerza. Según Fanon, los dirigentes de los partidos nacionalistas se precipitan hacia el poder para decirle: "Esto es muy grave, nadie sabe cómo va a acabar. Hay que encontrar una solución; hay que encontrar una transacción". En realidad no creen que la tierna furia de las masas oprimidas sea el medio más eficaz para defender sus propios intereses, su función de visagra en el sistema de dominación. Para ellos no hay duda: todo intento de quebrar la opresión colonial mediante la fuerza es una conducta desesperada, una conducta suicida. Y es que en su conciencia es la tecnología de guerra, y no el hombre combatiente, lo que ocupa el lugar central. Es entonces cuando todos los santos que han ofrecido la otra mejilla, que han perdonado las ofensas, que han recibido sin estremecerse los escupitajos y los insultos, son enaltecidos y puestos como ejemplo. Que el militarismo alemán, español, francés, inglés o yanqui decida expandir sus fronteras, intervenir en los asuntos internos de otros pueblos y hacerles la guerra para arrebatarles su territorio, como ocurrió el siglo pasado en México, no sorprende a los defensores de la no-violencia. Estos intermediarios nunca se oponen a la violencia de la metrópoli; sólo se oponen a la violencia de los rebeldes. Si acaso lucharon alguna vez en su vida, es evidente que pronto llegaron a la conclusión de que esa lucha no valía la pena.
Frente a esta posición de los intermediarios, Frantz Fanon recuerda que la lucha rebelde unifica al pueblo. En el plano de los individuos desintoxica, libera al colonizado de su complejo de inferioridad, de las actitudes contemplativas o desesperadas. Lo hace intrépido pero, sobre todo, lo rehabilita ante sus propios ojos. Aunque la lucha armada sea simbólica y breve, el pueblo tiene tiempo de convencerse de que la liberación es posible si es una labor de todos, porque la rebelión lleva al pueblo a la altura del dirigente, a la oportunidad de ser el protagonista de su propia historia. Por esto, si la lucha de liberación alcanza la victoria, todo el proceso revolucionario, su madurez o su decadencia, puede examinarse a la luz de una pregunta fundamental: si es que la masa desarrolla o pierde el control de su propio destino.
Se entenderá de lo aquí expuesto que el mensaje de Frantz Fanon no está dirigido a los intermediarios del sistema ni a la metrópoli, sino a los condenados de la tierra. Se entenderá también por qué el suyo es un planteamiento que rompe los esquemas reformistas europeos que establecieron, hace muchas décadas, la no-lucha en lugar del cambio radical, antisistémico, para abrazar "razonablemente" la causa de las grandes empresas monopólicas. Así ocurrió durante la primera y segunda guerra mundial y así sigue ocurriendo en la actualidad. Para entenderlo basta con preguntarse qué han hecho los partidos y gobiernos socialdemócratas frente a las políticas neoliberales y militaristas: nada que no sea maquillaje; es decir, afianzamiento de éstas. Frantz Fanon observó claramente el declive de la izquierda europea: la escandalosa opulencia en las metrópolis ha sido construida sobre las espaldas de los esclavos, se ha alimentado de la sangre y del suelo colonizados. El bienestar y el progreso de los países colonizadores -diríase ahora su globalización imperial- han sido y siguen siendo construidos con el sudor y los cadáveres de los negros, los árabes, los indios y amarillos. Fanon replicó así a esta realidad lacerante: "Hemos decidido no olvidarlo".
A treinta años de 1968, también podemos decir: hemos decidido no olvidar a los condenados de la tierra. Y habrá que entender entonces que hoy el centro de la rebeldía es la insurgencia de los zapatistas.
La diferencia decisiva entre esta rebelión y aquellas de los años sesenta y setenta son los sujetos que la llevan a cabo. No se trata ya del levantamiento de un grupo, sino de la insurrección de los pueblos que, durante cinco siglos, han sostenido la resistencia más difícil.

Notas:
General Tran Van Tra, "Têt: The 1968 General Offensive and General Uprising", en M. E. Sharpe, The Vietnam War. Vietnamese and American Perspectives, Armonk, Nueva York-Londres, 1993.
Cfr. Frantz Fanon, Sociología de una revolución, Era, México, 1968.


Chiapas 7
1999 (México: ERA-IIEc)


Racismo y cultura: la actualidad de Frantz Fanon
El racismo impregna la cultura dominante. Esta dominación se impone sobre la base del “inferiorización” del colonizado. Ofrecemos un texto capital de su autor precedido de una breve introducción.
Pepe Gutiérrez-Álvarez | Para Kaos en la Red | 18-7-2010
www.kaosenlared.net/noticia/racismo-cultura-actualidad-frantz-fanon

Uno de los métodos implantados por el neoliberalismo en su fase triunfante, se ha fundamentado en la cínica pretensión e que las ideas localistas y democráticas radicales (con todas sus matizaciones y variaciones), estaban ya “fuera de moda”, eran resquicios lejanos de la modernidad, y de la postmodernidad, y que por lo tanto carecían del menor interés práctica, y pasaban a ser pasto de la historia concebida como una de las ramas de la arqueología…Se habló del final de la historia, de los “últimos románticos”, y siempre que fue posible, se echó tierra encima de los hombres y mujeres que formaban el Partenón de  los de abajo.
En esa lista se incluyeron los personajes que dieron nombres y apellidos a la revolución francesa, al largo historial del movimiento obrero y socialista, del feminismo, del anticolonialismo, y entre ellos, obviamente, figuraba el de Fanon, ninguneado cuando no maltratado. Dado que esta faena fue en buena medida elaborada por no pocos arrepentidos y arrepentidas, el discurso venía acompañados a veces de sesudas deliberaciones sobre los errores, que, por supuesto, existieron, entre otras cosas porque toda tentativa liberada está hecha con el aquí y el ahora, en medio de tensiones impresionantes, y por lo tanto, sin la perspectiva que permite una buena retrospectiva académica.
El neoliberalismo ganó en los ochenta-noventa una batalla cultural de la que nos estamos recuperando lentamente, y en la que hay que insertar la recuperación de nuestros dioses y de nuestros diablos, entre los cuales Frantz Fanon dijo mucho,  y dijo cosas que todavía nos sirven, y si alguien lo duda, que lea este textos osbre el racismo y la cultura…
Frantz Fanon fue tanto un autor como un militante, como un símbolo.
Nació en 1925 en Port-de-France (Martinica), Frantz Fanon creció para arriba en Martinica en medio de los descendientes de los esclavos africanos, que habían sido traídos al Caribe trabajar en las plantaciones del azúcar de la isla. El padre de Fanon, Casimir trabajó en el servicio de costumbres; él murió en 1947. Él estudió en el Liceo Schoelcher en Fortaleza-de-Francia, donde uno de sus profesores era Aimé Césaire. Hay un Fanon adolescente político activo y se participó en la lucha del guerrilla contra los partidarios del gobierno colaboracionista francés de Vichy. En este tiempo desempeño servicios en las fuerzas francesas libres y se ofreció voluntariamente a ir a Europa a la lucha. A los 18 años en el ejército galo comandado por el general De Lattre de Tassigny que combate en Italia. Después de la guerra mundial estudió la medicina y psiquiatría en París y Lyon. Entre sus amigos estaba Eduard Glissant, su compañero más joven, que estudió la filosofía y la historia en el Sorbonne. Según Glissant, Fanon era “extremadamente sensible”. Médico interno a los 25 año se especializa en psiquiatría, publica por éste tiempo su primer libro Peau noire. masque blanche (!Escucha. blanco¡).
El sueño de Fanon es instalarse en un lu­gar de África del Norte lejos del dominio blanco para dedicarse plenamente a una especialidad que le apasiona, la revolución argelina le atrae como un imán y se convierte en uno de sus más famosos combatientes en 1956, socialista revolucionario desde finales de los años 50, muere en Nueva York donde ha ido a curarse, excluido ya definitivamente de la empresa humana y de tener que abandonar una lucha a la que se había entregado en cuerpo y alma. Sin po­der ver siquiera la culminación de la revolución en Argelia que representaba para él el camino de liberación para el África entera.
Su corta y agitada última década de su vida, Fanon dejó un testimo­nio profundo, rico en imágenes e ideas, de los costos psicológicos y materiales de la colonización así como un conjunto de consideraciones en defensa de la dinámica revolucionaria del mal llamado Tercer Mundo. Esquemáticamente sus ideas se pueden sistematizar de en estos términos:
-entiende la cuestión racial como básica, el hombre negro para él no es un hombre, es un hombre-negro, ser negro equivale a ser un hombre dominado, colonizado, con complejo de inferioridad frente al blanco, en inferior situación en la civilización hecha a imagen y semejanza a éste, conlleva una neurosis y, de la misma manera, un potencial emancipador, es su negritud la que le hace identificarse con la causa anticolo­nial y es esta conciencia la que le permite darle a esta lucha un contenido antirracial pleno, su crítica se extiende más allá de los intere­ses, de las ideas, llega hasta despreciar el reflejo racista más intimo que siglos y siglos de historia ha afirmado la historia blanca.
-la enfoca la cuestión de la dominación también desde un punto de vista que podíamos de­nominar existencial-psicoanalítico y médico, su lucha dentro del combate por la libertad argelina lo lleva fundamentalmente como médico, lo que le permite conocer nuevas facetas de la barbarie colonial. el desprecio al colonizado -un torturador quiere que le solucione algunos trastornos que no relaciona con su oficio aplicado contra una gente a la que no considera en lo más mínimo-, la situación sanitaria y mental de la población sometida al subdesarrollo, el valor de la revolución como elemento de renacimiento personal y colectivo de una población hundida hasta poco antes en la miseria y la degradación, etc.
-ofrece la justificación plena de la violencia revolucionaria, sus experiencia ante la represión de los franceses es atroz, por eso no duda en escribir, "No justificamos las halcones reflejos de nuestros camaradas. Las con prendemos, pero no las excusamos ni negamos su existencia”. Sus argumentos son abundantes y explícitos: “Puesto que estamos construyendo una nueva Argelia democrática, y no cree­-s que podamos elevarnos y liberarnos en un área y reprimir en otra, con­denamos con amargura a aquellos hermanos que acceden a la acción revolucionaria con una brutalidad casi psicótica, engendrada y afianzada por -a larga represión francesa". La “violencia (...) es una fuerza de limpiamiento. Libera a natural de su complejo de inferioridad y de su desesperación e inacción; lo hace audaz y restaura su amor propio.” “No tengo ningún deseo a ser la víctima del fraude de un mundo negro. Mi vida no se debe dedicar a elaborar el balance de los valores del negro. No hay mundo blanco, allí no es éticas blancos, más que hay una inteligencia blanca. Hay en cada parte de los hombres del mundo que buscan. No soy un preso de la historia. No debo buscar allí para el significado de mi destino. Debo recordarme constantemente que el salto verdadero consiste en la invención de la introducción en existencia. En el mundo a través de el cual viajo, sin fin me estoy creando. (¡Escucha blanco¡) (1)
-desarrolla una critica radical a la posibilidad, latente en plena revolución argelina, de que la burguesía y la pequeña burguesía usurparan la posrevolución en beneficio propio, apuesta por las masas oprimidas. por los o­breros y campesinos para que lleven la revolución a sus últimas conse­cuencias; estos últimos devienen en sus idea el centro del proceso revolucionarios que sueña y pelea porque el proletariado de los países capitalistas aparecen como "integrados" en el sistema, reflejo de su conocimiento de la actitud que tanto socialistas -en el poder- como comunistas -en la oposición "constructiva"- han 'tomado en la metrópoli colonial.
Sin embargo, Fanon nunca pretendió ser el representante de ninguna opción política precisa, sus ideas más ricas son producto de su propia vida como militante y combatiente de la lucha argelina, a aceptándola como lo que era, como reflexiones sobre temas no estratégicos, hay que reconocerlo un alto valor intelectual (2).
Como pensador político llevado en Martinica, las opiniones de Fanon ganaron a audiencias en las islas del Caribe junto con Aimé Césaire, Edouard Glissant, C.L.R. James, y Eric Williams. Fanon rechazó el concepto de negritud, un término primero usado por Césaire. Tal como hemos indicado, Fanon puso su énfasis en el impulso de una revolución violenta como el único medio eficaz de terminar la represión colonial y el trauma cultural en el Tercer Mundo. En la época, esto parecía lo más viable, y sucesos como el asesinato de Lumumba parecían demostrarlo.
En 1952, Fanon comenzó a practicar en una sala psiquiátrica en Argelia. Se casó en 1953 a francesa blanca joven. En el hospital de Blida-Joinville, en donde trabajó como el director del departamento psiquiátrico. Su maestro fue el médico catalán Francecs Tosquelles, antiguo militante del POUM y republicano refugiado (3), amén de médico innovador de la terapia del grupo. En 1954 el frente nacional de la liberación (FLN) comenzó su guerra abierta contra la dominación francesa. Después de tres años, Fanon dimitió y se alió con el movimiento argelino de la liberación.
Por esta época viajó los campos del guerrilla de Malí a Sahara, ocultó a militantes “terroristas” en su casa y entrenó a enfermeras para curar heridas. En 1959 lo hirieron seriamente en la frontera de Argelia y de Marruecos. Fanon entonces trabajó brevemente como embajador del gobierno argelino provisional a Ghana y corregido en Túnez en la wilaya Moudjahid. Durante este período él también fundó la primera clínica psiquiátrica de África. Mucha de su escritura se concentró en la revolución argelina, incluyendo los ensayos publicados en El año cinco, de la revolución argelina (1959), en que llama a la lucha armada contra el imperialismo francés. Fanon mismo no vivió bastante tiempo para atestiguar la independencia de Argelia.
Frantz sobrevivió varias tentativas políticas del asesinato, y también la matanza en 1957, en el cual el FLN mató a 300 sospechosos de ser partidarios de un grupo rebelde rival. Después de una expedición de agitación que le llevó a recorrer 1.200 millas en 1960,cayó gravemente enfermo de leucemia y murió en Washington, el 12 de diciembre de 1961.La vida y la obra de Fanon cautivaron a una generación, sus libros tuvieron una influencia muy sobresaliente en los año sesenta en los núcleos de intelectuales "tercer mundistas", así como en una multitud de movimientos como el de los Black Panthers norteamericanos...En general se puede hablar que Fanon tuvo una influencia profunda en los movimientos radicales en los años 60 en los Estados Unidos y la Europa.
Después de diversas negociaciones, fue enterrado en suelo argelino. Josie Fanon, su esposa, se suicidó en Argel en 1989.
El trabajo más célebre de Fanon fue sin duda Los condenados de la tierra (1961), fue llamado por su editor “el manual para la revolución negra”. El libro, basado en las experiencias de Fanon en Argelia durante la guerra de la independencia, y usa el marco del pensamiento marxista para explorar los conflictos de clase y las cuestiones de la hegemonía cultural en la creación y el mantenimiento del sentido nacional de un país nuevo. “En guerra del guerrilla la lucha se refiere no más al lugar donde estás, solamente a los lugares adonde vas. Cada combatiente lleva su país que guerrea entre sus dedos del pie.” Desde su publicación (con un prólogo célebre de Jean Paul Sartre) Los condenados de la tierra, después de lo cual se convirtió en uno de los documentos fundacionales del movimiento negro y anticolonialista de la liberación.

Notas


---1) Peau noir, masques blancs, ¡Escucha blanco!, 1952 (existe una edición castellana en la emblemática editorial Nova Terra, Bacelona, 1972, con un buen trabajo introductorio, y un epílogo, ambos a cargo de Francis Jeanson, la “mano derecha” de Sartre en la época); L'an cinq de la révolution algérienne, 1959 (editado como Sociología de la revolución, Ed. ERA, México); Les damnés de la terre, 1961 (Los condenados de la tierra, Ed. Fondo de cultura Económica, México, 1965, varias reediciones; Vers la révolution africain, 1964 - hacia la revolución africana (de donde preoviene este texto)

---2) Para una lectura a fondo: L´ Ouvre de Frantz Fanon. Colonialisme et alineation, de Renate Zahar (Maspero, París, 1974); Frantz Fanon, de Irene L. Gendzier (Serie Popular ERA, México, 1977); Frantz Fanon, testigo, de Pierre Bouvier (Ed. Sígueme, Madrid, 1973).
---3) Francecs Tosquelles i Lauradó (reus, 1912-Granges-sur-Lot, Francia, 1994), médico y militante comunista del POUM, marchó al frente de Aragón, y como médico asistió a poscombatientes que sufrían psicopatías adquiridas en las trincheras. En el exilio francés, tomó parte en la Resistencia, y llegó a ser una de las mayores eminencias en el campo del psicoanálisis. Su influencia en Fanon es altamente ponderada por los biógrafos de éste.
TEXTO
II. RACISMO Y CULTURA (*)
 
LA reflexión sobre el valor normativo de ciertas culturas decretado unilateralmente merece retener la atención. Una de las paradojas rápidamente descubierta es el choc en recompensa de definiciones egocentristas, sociocentristas.

Se ha afirmado en un comienzo la existencia de grupos humanos sin cultura; después, de culturas jerarquizadas; finalmente, la noción de relatividad cultural.
De la negación global al reconocimiento singular y específico. Precisamente debemos trazar esta historia despedazada y sangrante al nivel de la antropología cultural.
Existen, podríamos decir, ciertas constelaciones de instituciones, vividas por hombres determinados, en el marco de zonas geográficas precisas que, en un momento dado, han sufrido el asalto, directo y brutal de esquemas culturales diferentes. El desarrollo técnico, generalmente alto, del grupo social así aparecido lo autoriza a instalar una dominación organizada. El empeño de la desculturación se encuentra con que es el negativo de un trabajo de servidumbre económica, hasta biológica, más gigantesco.
La doctrina de la jerarquía cultural no es, pues, más que una modalidad de la jerarquización sistematizada, proseguida de manera implacable.
La teoría moderna de la ausencia de integración cortical de los pueblos coloniales es su vertiente anatomofisiológica. La aparición del racismo no es fundamentalmente determinante. El racismo no es un todo sino el elemento más visible, más Cotidiano —para decirlo de una vez—, en ciertos momentos, más grosero de una estructura dada.
Estudiar los rendimientos del racismo y de la cultura es plantearse la cuestión de su acción recíproca. Si la cultura es el conjunto de comportamientos motores y mentales nacido del encuentro del hombre con la naturaleza y con su semejante, se debe decir que el racismo es verdaderamente un elemento cultural. Hay pues culturas con racismo y culturas sin racismo.
Sin embargo, este elemento cultural preciso no está enquistado. El racismo no ha podido esclerosarse. Le ha sido preciso renovarse, matizarse, cambiar de fisonomía. Le ha sido preciso experimentar la suerte del conjunto cultural que lo informaba.
El racismo vulgar, primitivo, simplista, pretendía encontrar en lo biológico, ya que las Escrituras se habían revelado insuficientes, la base material de la doctrina. Sería fastidioso recordar los esfuerzos emprendidos entonces: forma comparada del cráneo, cantidad y configuración de los surcos del encéfalo, características de las capas celulares de la corteza, dimensiones de las vértebras, aspecto microscópico de la epidermis, etc.
El primitivismo intelectual y emocional aparecía como tina consecuencia banal, un reconocimiento de existencia. Tales afirmaciones, brutales y masivas, ceden lugar a una argumentación más elegante. Aquí y allá, sin embargo, salen a la luz algunos resurgimientos. Así, la “labilidad emocional del negro”, “la integración subcortical del árabe”, “la culpabilidad casi genérica del judío” son ideas que se encuentran en algunos escritores contemporáneos La monografía de J. Carothers, por ejemplo, auspiciada por la OMS, se sitúa a partir de “argumentos científicos” de una lobotomía fisiológica del negro de Africa.
Estas posiciones sectarias tienden, en todo caso, a desaparecer. Este racismo que se quiere racional, individual, determinado, genotípico y fenotípico, se transforma en racismo cultural. El objeto del racismo deja de ser el hombre particular y sí una cierta manera de existir. En el extremo, se habla de mensaje, de estilo cultural. Los “valores occidentales” reasumen singularmente la ya célebre llamada a la lucha de la “cruz contra la media luna”.
Cierto que la ecuación morfológica no ha desaparecido totalmente, pero los hechos de los últimos treinta años han sacudido las convicciones más encasquilladas, trastornado el tablero de juego, reestructurado un gran número de relaciones. El recuerdo del nazismo, la común miseria de hombres diferentes, la servidumbre común de grupos sociales importantes, la aparición de “colonias europeas”, es decir, la institución de un régimen colonial en pleno territorio de Europa, la adquisición de conciencia de los trabajadores de los países colonizadores y racistas, la volución de las técnicas, todo esto ha modificado profundamente el aspecto del problema.
Es necesario buscar, al nivel de la cultura, las consecuencias de ese racismo.
El racismo, lo hemos visto, no es más que un elemento de un conjunto más vasto: el de la opresión sistematizada de un pueblo. ¿Cómo se comporta un pueblo que oprime? Aquí volvemos a encontrar algunas constantes.
Asistimos a la destrucción de los valores culturales, de las modalidades de existencia. La lengua, el vestido, las técnicas son desvalorizadas. ¿Cómo llevan cuenta de esta constante? Los psicólogos que tienen tendencia a explicarlo todo por movimientos del alma, pretenden encontrar este comportamiento al nivel de los contactos entre particulares:
crítica de un sombrero original, de una manera de hablar, de caminar...
Parecidas tentativas ignoran voluntariamente el carácter incomparable de la situación colonial. En realidad, las naciones que emprenden una guerra colonial no se preocupan de confrontar culturas. La guerra es un negocio comercial gigantesco y toda perspectiva debe ser relacionada a este criterio. La servidumbre, en el sentido más riguroso, de la población autóctona es su primera necesidad.

Por esto se deben modificar sus sistemas de referencia. La expropiación, el despojo, la razia, el asesinato como objetivo se duplican en un saqueo de los esquemas culturales o, por lo menos, son condicionadas a este saqueo. El panorama cultural es desgajado, los valores burlados, borrados, vaciados.
Las líneas de fuerza se desploman, no ordenan más. Frente a una nueva unión, impuesta, no propuesta sino afirmada, pesan con todo su peso los cañones y los sables.
Sin embargo, el entronizamiento del régimen colonial no entraña la muerte de la cultura autóctona. Por el contrario, de la observación histórica resulta que el fin buscado es más una continua agonía que una desaparición total de la cultura preexistente. Esta cultura, otrora viva y abierta hacia el futuro, se cierra, congelada en el estatuto colonial, puesta en la picota de la opresión. A la vez presente y momificada, da testimonio contra sus miembros. Los define, en efecto, sin apelación. La momificación cultural entraña una momificación del pensamiento individual. La apatía tan universalmente señalada de los pueblos coloniales no es más que la consecuencia lógica de esta operación. El cargo de inercia que se dirige constantemente al “indígena” es el colmo de la mala fe. Como si le fuera posible a un hombre evolucionar en otra forma que en el marco de una cultura que lo reconozca y que él decide asumir.

Asistimos a la aparición de organismos arcaicos, inertes, que funcionan bajo la vigilancia del opresor y calcados caricaturescamente de instituciones otrora fecundas.
Estos organismos traducen aparentemente el respeto de la tradición, de las especificaciones culturales, de la personalidad del pueblo oprimido. Este seudorrespeto se identifica de hecho con el menosprecio más consecuente, con el sadismo más elaborado. La característica de una cultura es ser abierta, recorrida por líneas de fuerza espontáneas, generosas, fecundas. La instalación de “hombres seguros” encargados de ejecutar ciertas proezas es una mistificación que no engaña a nadie. Así, los djeinaas de los kabilas nombrados por la autoridad francesa no son reconocidos por los autóctonos. Son duplicados por otro djemaa elegido democráticamente. Y naturalmente el segundo dicta, en gran parte, la conducta de los primeros.
La constante afirmación de “respetar la cultura de las poblaciones autóctonas” no significa, pues, considerar los valores aportados por la cultura, encamados por los hombres. Bien pronto se advierte en este propósito una voluntad de objetivar, de encasillar, de aprisionar, de enquistar. Frases tales como “yo los conozco”, “ellos son así”, traducen esta objetivación máxima alcanzada. Así, también conozco los gestos, los pensamientos que definen a sus hombres.

El exotismo es una de las formas de esta simplificación. Por consiguiente, no puede existir ninguna confrontación cultural. Por una parte hay una cultura a la que se le reconocen cualidades de dinamismo, de expansión, de profundidad. Una cultura en movimiento, en perpetua renoyación. Frente a ella se encuentran características, curiosidades, cosas, jamás una estructura.
Así, en una primera fase, el ocupante instala su dominio, afirma masivamente su superioridad. El grupo social, sujeto militar y económicamente, es deshumanizado según un método polidimensional
Explotación, torturas, razias, racismo, liquidaciones colectivas, opresión racional, se relevan en diferentes niveles para hacer del autóctono, literalmente, un objeto entre las manos de la nación ocupante.
Este hombre objeto, sin medios de existencia, sin razón de ser, es quebrantado en lo más íntimo de su sustancia. El deseo de vivir, de continuar, se hace más y más indeciso, más y más fantasmal. En este estado de cosas aparece el famoso complejo de culpabilidad. Wright nos da una descripción muy detallada en sus primeras novelas.
Sin embargo, progresivamente, la evolución de las técnicas de producción, la industrialización, por otra parte limitada, de los países sojuzgados, la existencia más y más necesaria de colaboradores, imponen al ocupante una nueva actitud. La complejidad de los medios de producción, la evolución de las relaciones económicas que entrañan, de buen o mal grado, la de las ideologías, desequilibran el sistema. El racismo vulgar en su forma biológica corresponde al periodo de explotación brutal de los brazos y las piernas del hombre. La perfección de los medios de producción provoca fatalmente el camuflaje de las técnicas de explotación del hombre y, por consiguiente, de las formas del racismo.
Desde luego, no es en la persistencia de una evolución de los espíritus donde el racismo pierde su virulencia. Ninguna revolución interior explica esta obligación del racismo de matizarse, de evolucionar. En todas partes los hombres se liberan atropellando el letargo al que la opresión y el racismo los habían condenado.
En pleno corazón de las “naciones civilizadoras” los trabajadores descubren, finalmente, que la explotación del hombre, base de un sistema, presenta diversos aspectos. En este estadio el racismo no osa salir sin afeites. Se impugna. El racista, en un número más y más grande de circunstancias, se oculta. Él, que pretendía “sentirlas”, “adivinarlas”, se encuentra enfrentado, observado, juzgado. El proyecto del racista es entonces un proyecto frecuentado por la mala conciencia. La salvación no le puede venir más que de una Unión pasional como la que se encuentra en ciertas psicosis. Y el haber precisado la semiología de estos delirios pasionales no es uno de los menores méritos del profesor Baruk.
El racismo nunca es un elemento agregado, descubierto al azar de una investigación en el seno de los elementos culturales de un grupo. La constelación social, el conjunto cultural son profundamente transformados por la existencia del racismo.
Se dice comúnmente que el racismo es una llaga de la humanidad. Pero es necesario no satisfacerse con tal frase. Es necesario buscar incansablemente las repercusiones del racismo en todos los niveles de la sociabilidad. La importancia del problema racista en la literatura norteamericana contemporánea es significativa. El negro en el cine, el negro y el folklore, el judío y las historias para niños, el judío en la taberna, son temas inagotables.
El racismo, para retoñar en Norteamérica, atormenta y vicia la cultura norteamericana. Y esta gangrena dialéctica es exacerbada por la toma de conciencia y la voluntad de lucha de millones de negros y de judíos amenazados por el racismo.

Esta fase pasional, irracional, sin justificación, presenta para su examen un aspecto espantoso. La circulación de grupos, la liberación, en ciertas partes del mundo, de hombres anteriormente inferiorizados, vuelven más y más precario el equilibrio. En forma bastante inesperada, el grupo racista denuncia la aparición de un racismo entre los hombres oprimidos. El “primitivismo intelectual” del periodo de explotación deja lugar al “fanatismo medieval, verdaderamente prehistórico” del periodo de liberación.
En un momento determinado se pudo creer en la desaparición del racismo. Esta impresión eufórica, irreal, era simplemente consecuencia de la evolución de las formas de explotación. Los psicólogos hablan entonces de un prejuicio vuelto inconsciente. La verdad es que el rigor del sistema vuelve superflua la afirmación cotidiana de una superioridad. La necesidad de hacer un llamado a grados diversos de adhesión, a la colaboración del autóctono, cambia las relaciones en un sentido menos brutal, más matizado, más “cultivado”. Por otra parte, no es raro ver aparecer en ese estadio una ideología “democrática y humana”. La empresa comercial de servidumbre, de destrucción cultural cede el paso, progresivamente7 a una mistificación verbal.
El interés de esta evolución está en que el racismo es tomado como tema de meditación, a veces aun como técnica publicitaria.
Así es como el blues “lamento de esclavos negros” es presentado a la admiración de los opresores. Es un poco de opresión estilizada que retorna al explotador y al racista. Sin opresión y sin racismo no hay blues. El fin del racismo tocará a muertos la gran música negra.
Como diría el demasiado célebre Toynbee, el blues es una respuesta del esclavo al reto de la opresión.
En la actualidad, todavía, para muchos hombres, aun para los de color, la música de Armstrong no tiene verdadero sentido más que en esta perspectiva.
El racismo infla y desfigura el aspecto de la cultura que lo practica. La literatura, las artes plásticas, las canciones para modistillas, los proverbios las costumbres, las pautas, va sea que se propongan seguir el proceso o vulgarizarlo, restituyen el racismo. Es decir, un grupo social, un país, una civilización, no pueden ser racistas inconscientemente.
Lo afirmamos una vez más, el racismo no es un descubrimiento accidental. No es un elemento oculto, disimulado. No exige esfuerzos sobrehumanos para evidenciarlo.

El racismo salta a la vista porque está, precisamente, en un conjunto característico: el de la explotación desvergonzada de un grupo de hombres por otro que ha llegado a un estadio de desarrollo técnico superior. Debido a esto la opresión militar y económica precede la mayor parte del tiempo, hace posible, legitima, al racismo.
Debe ser abandonado el hábito de considerar al racismo como una disposición del espíritu, como una tara psicológica.
Pero el hombre arrinconado por este racismo, el grupo social sometido, explotado, de sustancializado, ¿cómo se comportan? ¿Cuáles son sus mecanismos de defensa?
¿Qué actitudes descubrimos aquí?

En una primera fase se ha visto al ocupante legitimar su dominación con argumentos científicos y a la “raza inferior”’ negarse como raza. Ya que ninguna otra solución le es permitida, el grupo social racializado ensaya imitar al opresor y a través de ello desracializarse. La “raza inferior” se niega como raza diferente. Comparte con la “raza superior” las convicciones, doctrinas y otros considerandos que le conciernen.
  Al asistir a la liquidación de sus sistemas de referencia en el derrumbe de sus esquemas culturales, no le queda al autóctono más que reconocer con el ocupante que “Dios no está de su lado”. El opresor, por el carácter global y tremendo de su autoridad, llega a imponer al autóctono nuevas maneras de ver, singularmente un juicio peyorativo en cuanto a sus formas originales de existir.
  Este acontecimiento llamado comúnmente enajenación es desde luego muy importante. Se le encuentra en los textos oficiales bajo el nombre de asimilación.
Pero nunca se logra totalmente esta enajenación. Sea porque el opresor cuantitativa y cualitativamente limita la evolución, ciertos fenómenos imprevistos, heteróclitos, hacen su aparición.

El grupo inferiorizado había admitido, siendo implacable la fuerza del razonamiento, que su desventura procedía directamente de esas características raciales y culturales.
Culpabilidad e inferioridad son las consecuencias habituales de esta dialéctica.(1) El oprimido intenta, entonces, escapar, por una parte, proclamando su adhesión total e incondicional a los nuevos modelos culturales, por otra parte, pronunciando una condenación irreversible de su estilo cultural propio.

Sin embargo, la necesidad del opresor, en un momento dado, de disimular las formas de explotación, no entraña su desaparición. Las relaciones económicas más elaboradas, menos groseras, exigen un revestimiento cotidiano, pero la enajenación a este nivel sigue siendo espantosa.
Habiendo juzgado, condenado, abandonado sus formas culturales, su lengua, su alimentación, sus costumbres sexuales, su manera de sentarse, de descansar, de reír, de divertirse, el oprimido, con la energía y la tenacidad del náufrago, se arroja sobre la cultura impuesta.
Al desarrollar sus conocimientos técnicos con el contacto con máquinas más y más perfeccionadas, al entrar en el circuito dinámico de la producción industrial, al encontrar hombres de regiones alejadas en el marco de la concentración de capitales y de lugares de trabajo, al descubrir la cadena, el equipo, el “tiempo” de producción, es decir, el rendimiento por hora, el oprimido da valor de escándalo a la actitud para con él del racismo y del menosprecio.
A este nivel se convierte el racismo en una historia de personas. “Hay algunos racistas incorregibles pero reconoced que en conjunto la gente los ama….”
Con el tiempo, todo esto desaparecerá.
Este país es el menos racista.
Existe en la ONU una comisión encargada de luchar contra el racismo.
Películas cinematográficas sobre el racismo, poemas sobre el racismo, mensajes sobre el racismo…
Las condenaciones espectaculares e inútiles del racismo. La realidad es que un país colonial es un país racista.
Si en Inglaterra, en Bélgica o eh Francia, a despecho de los principios democráticos afirmados por estas naciones, hay aún racistas, son estos racistas los que, contra el conjunto del país, tienen razón.
Lógicamente no es posible someter a la servidumbre a los hombres sin inferiorizarlos parte por parte. Y el racismo no es más que la explicación emocional, afectiva, algunas veces intelectual, de esta inferiorización.
El racista, pues, es normal en una cultura con racismo. La adecuación de las relaciones económicas y de la ideología que comportan son perfectas. Es verdad que la idea que nos formamos del hombre nunca depende totalmente de las relaciones económicas, es decir, no olvidemos que las relaciones existen histórica y geográficamente entre los hombres y los grupos. Cada vez más miembros pertenecientes a sociedades racistas toman posición. Ponen su vida al servicio de un mundo en el cual el racismo sería imposible. Pero este retroceso, esta abstracción, este compromiso solemne no están al alcance de todos. No se puede exigir sin menoscabo que un hombre esté contra los “prejuicios de su grupo”.
Así pues, digámoslo nuevamente, todo grupo colonialista es racista.
A la vez “aculturado” y deculturado, el oprimido sigue obstinándose contra el racismo. Encuentra ilógica esta secuela e inexplicable cuanto le ha ocurrido, sin motivo, inexacto. Sus conocimientos, la apropiación de técnicas precisas y complicadas —algunas veces su superioridad intelectual consiguió la atención de un gran número de racistas— lo llevaron a calificar el mundo racista de pasional. Se apercibe que la atmósfera racista impregna todos los elementos de la vida social. El sentimiento de una injusticia agobiante es entonces muy vivo. Olvidando el racismo- consecuencia se encarniza con el racismo-causa. Se emprenden campañas de desintoxicación. Se hace un llamado al sentido de lo humano, al amor, al respeto de los valores supremos...
De hecho, el racismo obedece a una lógica sin falle. Un país que vive saca su sustancia de la explotación de pueblos diferentes, inferioriza a esos pueblos. El racismo aplicado a estos pueblos es normal.

El racismo no es, pues, una constante del espíritu humano.
Es, nosotros lo hemos visto, una disposición inscrita en un sistema determinado. Y el racismo judío no es diferente del racismo negro. Una sociedad es racista, o no lo es. No existen grados de racismo. No es necesario decir que tal país es racista pero que en él no se realizan linchamientos ni existen campos de exterminio. La verdad es que todo esto y algo más existe en el horizonte. Estas virtualidades, estas fuerzas latentes circulan dinámicas, valuadas en la vida de las relaciones psicoafectivas, económicas.
Al descubrir la inutilidad de su enajenación, la profundización de su despojo, el infemiorizado, después de esta fase de culturación, de extrañamiento, encuentra sus posiciones originales.
El inferiorizado se ata con pasión a esta cultura abandonada, separada, rechazada, menospreciada. Existe una muy clara promesa ilusoria que aparenta psicológicamente el deseo de hacerse perdonar.
Pero detrás de este análisis simplificante hay en el inferiorizado la intuición de una verdad espontáneamente aparecida. Esta historia psicológica desemboca en la Historia y en la Verdad.
Al encontrar un estilo antes desvalorizado, el inferiorizado asiste a una cultura de la cultura. Tal caricatura de la existencia cultural significaría, si fuera necesario, que la cultura se viva, pero que no se fraccione. No se puede estudiar una parte y pretender que se conoce el todo.
Mientras tanto, el oprimido se extasía con cada redescubrimiento. El maravillarse es permanente. Antaño emigrado de su cultura, el autóctono la explora hoy con arrebato. Se trata, pues, de esponsales continuos. El antiguo inferiorizado está en estado de gracia.
Pero no se sufre impunemente una dominación. La cultura del pueblo sometido está esclerosada, agonizante. No le circula ninguna vida. Más precisamente, la única vida existente está disimulada. La población que normalmente asume aquí y allá algunos trozos de vida que mantienen significativas dinámicas en las instituciones, es una población anónima. En el régimen colonial son, los tradicionalistas.

El antiguo emigrado, por la súbita ambigüedad de su comportamiento, introduce el escándalo. Al anonimato del tradicionalista opone un exhibicionismo vehemente y agresivo.
Estado de gracia y agresividad son dos constantes que volvemos a encontrar en este estadio. La agresividad era el mecanismo pasional que permitía escapar a la mordedura de la paradoja.
Puesto que el antiguo emigrado posee técnicas precisas y su nivel de acción se sitúa en el marco de relaciones ya complejas, estos encuentros revisten un aspecto irracional. Existe un foso, una separación entre el desarrollo intelectual, la apropiación técnica, las modalidades de pensamiento y de lógica, altamente diferenciados, y una base emocional “simple, pura”, etc…
Reencontrando la tradición, la que vive como mecanismo de defensa, como símbolo de pureza, como salvación, el deculturado deja la impresión de que la mediación se venga sustancializándose. Este reflujo de posiciones arcaicas sin relación con el desarrollo técnico es paradójico. Las instituciones valorizadas de este modo no corresponden a los métodos elaborados de acción ya adquiridos.
La cultura encasquillada, vegetativa, a partir de la dominación extranjera, es revalorizada. No es nuevamente pensada, tomada otra vez, hecha dinámica en su interior. Es gritada. Y esta revalorización súbita, no estructurada, verbal, recobra actitudes paradójicas.
En ese momento se hace mención del carácter incorregible del inferiorizado. Los médicos árabes duermen en tierra, escupen sin importarles dónde, etc...
Los intelectuales negros consultan al brujo antes de tomar cualquier decisión, etc.
Los intelectuales “colaboradores” tratan de justificar su nueva actitud. Las costumbres, tradiciones, creencias, antaño negadas y pasadas en silencio, ahora son violentamente valorizadas y afirmadas.
La tradición ya no es ironizada por el grupo. El grupo no huye más. Se reencuentra el sentido del pasado, el culto de los antepasados.
El pasado, de aquí en adelante una constelación de valores, se identifica con la Verdad.
Este redescubrimiento, esta valorización absoluta de un modo de ser casi irreal, objetivamente indefendible, reviste una importancia subjetiva incomparable. Al salir de aquellos esponsales apasionados, el autóctono habrá decidido, con “conocimiento de causa”, luchar contra todas las formas de explotación y de enajenación del hombre. Por el contrario, el ocupante durante esta época multiplica las llamadas a la asimilación y a la integración, a la comunidad.

El encuentro cuerpo a cuerpo del indígena con su cultura es una operación demasiado solemne, demasiado abrupta, para tolerar cualquier falla. Ningún neologismo puede enmascarar la nueva evidencia: el sumergirse en la inmensidad del pasado es condición y fuente de la libertad.
El fin lógico de esta voluntad de lucha es la liberación total del territorio nacional. Con el propósito de realizar esta liberación, el inferiorizado pone en juego todos sus recursos, todas sus adquisiciones, las viejas y las nuevas, las suyas y las del ocupante.
La lucha es total de golpe, absoluta. Pero, entonces, casi no se ve aparecer el racismo.
En el momento de imponer su dominación, para justificar la esclavitud, el opresor había apelado a argumentaciones científicas. Aquí no hay nada semejante.
Un pueblo que emprende una lucha de liberación, rara vez legitima el racismo. Ni en el curso de periodos agudos de lucha armada de insurrección, se asiste a la toma en masa de justificaciones biológicas.

La lucha del inferiorizado se sitúa en un nivel indudablemente más humano. Las perspectivas son radicalmente nuevas. Es, la oposición clásica, desde ese momento, de las luchas de conquista y de liberación.
En el curso de la lucha, la nación dominadora trata de renovar argumentos racistas, pero la elaboración del racismo se hace más y más ineficaz. Se habla de fanatismo, de actitudes primitivas ante la muerte, pero una vez más el mecanismo ya socavado no responde. Los antiguos inmóviles, las debilidades constitucionales, los miedosos, los inferiorizados de siempre se apuntalan y se levantan erizados.
El ocupante no comprende.
El fin del racismo comienza con una repentina incomprensión.
La cultura espasmódica y rígida del ocupante, liberada, se abre al fin a la cultura del pueblo vuelto realmente fraterno. Las dos culturas pueden confrontarse, enriquecerse.
En conclusión, la universalidad reside en esta decisión de darse cuenta del relativismo recíproco de las culturas diferentes una vez que se ha excluido irreversiblemente el estatuto colonial.


Nota 1. Un fenómeno poco estudiado aparece alguna vez en este estadio. Intelectuales, investigadores, del grupo dominante, estudian “científicamente” la sociedad dominada, su estética, su universo ético. En las universidades, los raros intelectuales colonizados ven revelado su sistema cultural. Llega un momento en que hasta los sabios de los países colonizadores se entusiasman por este o por aquel rasgo específico. Los conceptos de pureza, ingenuidad, inocencia, aparecen. Aquí debe redoblarse la vigilancia del intelectual indígena.
(*) Este texto corresponde al II apartado de la obra de FanonPor la revolución africana. Escritos políticos, de la edición que efectuó Fondo de Cultura Económica, México, en 1966, y en traducción de Demetrio Aguilera Malta. Corresponde a su intervención en el Primer Congreso de Escritores y Artistas Negros en Paris, septiembre de 1956. Fue inicialmente publicado en el número especial de Presence Africaine, junio-noviembre de 1956.
Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red


Fanon y el socialismo
del siglo XXI
Los condenados de la tierra y la nueva política de des/colonialidad y liberación
Agustín Lao-Montes • La Habana

“por nosotros mismos y por la humanidad
hay que hacer piel nueva,
desarrollar un pensamiento nuevo,
tratar de poner en pie a un hombre nuevo”.
                                             Frantz Fanon

Hoy, cuando conmemoramos el aniversario cincuenta tanto de la primera edición del libro que prologamos, como de la temprana muerte del intelectual revolucionario afrocaribeño Frantz Fanon, vemos claramente un renacimiento del reconocimiento del valor y actualidad de su legado político e intelectual.

Escribimos el prólogo a esta nueva edición cubana de Los condenados de la tierra mayormente con el propósito de leer los múltiples significados de Fanon para los debates político-epistémicos que articulan los nuevos paradigmas de emancipación en el siglo XXI. Además del texto íntegro de Los condenados de la tierra, en esta edición se incluyen el prefacio escrito por Jean Paul Sartre a la publicación original del libro y un importante trabajo de Roberto Fernández Retamar que ubica a Fanon en la coyuntura de América Latina y el mundo a mediados de la década de 1960. Este tercer prólogo dialogará con los anteriores a la vez que intenta localizar el pensamiento y política de Fanon en la era presente.

Las discusiones y los debates presentes sobre la teoría, crítica, y política poscolonial y descolonial tienden a deslindar, por un lado, el pensamiento y la política anticolonial de la ola de movimientos por la descolonización, la liberación nacional y el socialismo tercermundista marcado por la conferencia de países no-alineados celebrada en Bandung, Indonesia (1955), y la de OLAS en Cuba (1963), la llamada era del Tricontinentalismo; y, por otro lado, la teoría y crítica poscolonial que cuaja en la llamada era posmoderna cuando la mayoría del mundo se ha descolo­nizado formalmente en términos políticos, el “socialismo actualmente existente” entró en una crisis tanto político-epistémica con la llamada “crisis del marxismo”, como geopolítica con el desmantelamiento del bloque soviético, y cuando se veía que las gestas de liberación nacional en Asia y África, en gran medida, no realizaron sus proyectos emancipatorios deviniendo sociedades neocoloniales que mantenían tanto la subordinación (económica, geopolítica y hasta cierto punto cultural) a los poderes occidentales y las formas de opresión (clase social, étnico-racial, gé­nero, sexualidad) y regímenes despóticos que heredaron de la era colonial. Con el mismo hilo conductor, se argumenta que dicha condición “poscolonial” converge con la posmodernidad en vista de la debacle de los macroproyectos de emancipación, el desencanto con las certezas y utopías modernas y la emergencia de una pluralidad de luchas locales con demandas diversas no necesariamente conexas que tienden a articular reclamos identitarios y culturales. Aquí quiero proponer una periodización más compleja y a la vez sugerir que leer a Fanon en el siglo XXI supone y requiere una hermenéutica que transcienda estos términos del discurso y el debate.

En muchos sentidos, Fanon es una figura fronteriza que bien puede servir de puente para enlazar las mejores preguntas y perspectivas de varias tradiciones de pensamiento crítico y políticas de liberación. Algunas divisiones convencionales hoy día como entre políticas de identidad y reconocimiento en contrapunteo con políticas de redistribución y apoderamiento se transcienden en Fanon. Su lucidez y capacidad transgresiva y creativa de fino filo crítico no permite clasificaciones simples. Por esas razones, al situarlo en tiempo y espacio, es necesaria una temporalidad no solo coetánea, sino también de tiempos anteriores y posteriores a sus momentos vitales. Desde el otro ángulo, su especialidad se ubica en lugares específicos como Martinica, Francia y Argelia, a la vez que se translocaliza en espacios históricos más cosmopolitas y globales como el Continente y la Diáspora Africana; en fin, de una vida fundamentalmente encarnada en la geografía local (o translocal) de su cuerpo marcado por el fenómeno existencial de la negritud como es visto en el imaginario racista de la modernidad/colonialidad.

Fanon en su historicidad polifónica del atlántico


Los 36 años que transcurrieron entre el nacimiento de Fanon el 20 de julio de 1925 en Fort-de-France, Martinica, y su muerte material el 6 de enero de 1961 en un hospital en los EE.UU. (donde fue a recibir tratamiento para la leucemia a pesar de resistirse a morir en “un país de linchamientos”), le hicieron actor en una serie de acontecimientos significativos entre épocas histórico-mundiales. Desde ser parte del ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial hasta participar en el movimiento político-cultural Negritude y llegar a ser intelectual-militante de los movimientos de liberación del continente africano de los sesenta, Fanon vivió una corta pero intensa vida en un período de transiciones críticas para el planeta. Su trayectoria desde ser estudiante de Aimé Césaire en el Lycee de Martinica a formarse como psiquiatra en Francia hasta ejercer la psiquiatría en Argelia para luego convertirse en editor del periódico del Frente Nacional Argelino y su embajador en Ghana, colocaron a Fanon en el centro tanto de las luchas intelectuales, como de las gestas de liberación de la época fronteriza en la que vivió.

Fanon vivió tiempos de grandes transformaciones de envergadura histórico-mundial que incluyó el fin de la era de Europa y el comienzo de la hegemonía estadounidense con la Segunda Guerra Mundial y el periodo de la Guerra Fría, junto con el nacimiento y clímax de la segunda gran ola de descolonizaciones en África, Asia y el mundo árabe a su vez acompañado por la efervescencia de movimientos revolucionarios de diversa índole en América Latina a la luz de la Revolución Cubana, y finalmente la insurgencia de los movimientos antisistémicos de los años 60 tanto en el llamado Tercer Mundo como en Europa y los EE.UU. En correspondencia con los hallazgos históricos, en términos intelectuales también fue tiempo de cambios y debates significativos entre los cuales se destacó el movimiento político-cultural y epistémico denominado Negritude que emergió del mundo francófono, del cual Aimé Césaire fue una de sus figuras principales y cuyo Discurso sobre el Colonialismo sentó las bases para la crítica descolonial y la política de liberación de la época. Una serie de corrientes epistémicas y clínicas de corte occidental como el giro marxista del existencialismo sartreano, la fenomenología, la psiquiatría social y el psicoanálisis son referentes clave tanto en el pensamiento de Fanon, como en su quehacer profesional y político.

Se puede argumentar que Fanon vivió en un período de intensa transición histórica donde se pueden identificar tres momentos entrelazados: 1) el fin de la era de Europa marcado por la gran depresión de los años 30, la Segunda Guerra Mundial y la ola de descolonizaciones en la posguerra; 2) la emergencia de la hegemonía yanqui junto con el capitalismo modernizante y el engranaje institucional interestatal y supranacional (Organización de Naciones Unidas, Sistema Monetario de Bretton Woods, etc.) que surge en este contexto junto con el desmantelamiento de los viejos imperios europeos y la emergencia de formas neocoloniales de dominación política, económica y cultural; y 3) la temporalidad que llamamos el largo 1960, comenzando en el año 1955 con la conferencia de Bandung y la primera fase del movimiento de liberación negra en los EE.UU. (comenzando por las protestas suscitadas por Rosa Parks al rehusar montarse en la parte de atrás del autobús en 1956) y que llega a su cúspide en 1968 con la ofensiva de Tet en Vietnam, la huelga general de mayo en Francia y la toma de la Universidad de Columbia en Nueva York. Cuando Fanon muere en 1961, estábamos en el intervalo final de la guerra de independencia de Argelia, unos meses después del asesinato de Patrice Lumumba que marcó un hito de intervención imperial occidental para el establecimiento de regímenes despóticos (y resistencias contra ellos) en el continente africano, y el año que Cuba declaró su vocación por el socialismo. Este fue, por ende, un momento en ascenso de la emergente ola de movimientos antisistémicos que tuvo su fase de mayor intensidad de luchas y radicalismo entre 1967-1973.

Dos tiempos históricos, un prefacio y dos textos introductorios

El hecho mismo de que Sartre escribiera el prólogo a la primera edición de Los condenados de la tierra en 1961 constituyó una intervención en los debates político-epistémicos sobre todo del mundo francófono de la época. Sartre fue figura principal de un puñado de intelectuales franceses que apoyó el movimiento de liberación argelino y, más aún: su derecho a obtener la independencia por la vía armada. Sartre y Fanon tuvieron una relación más político-intelectual que personal.

Su única interacción personal fue una reunión maratónica de varios días de intensa conversación en Roma, en julio de 1961, en la cual también participó Simone de Beauvoir quien luego escribió sobre dicho encuentro. Beauvoir recordaría en su escrito que Fanon y Sartre conversaron sobre la relación entre la Crítica de la razón dialéctica y Los condenados de la tierra, y que trataron los temas de fraternidad y terror, o sea, de la consustancialidad de moder­nidad y violencia. En el Prefacio de Sartre esta cuestión de la correspondencia contradictoria de “humanismo y terror”, para utilizar la expresión de Merleuy-Ponty, un interlocutor tanto suyo como de Fanon, fue uno de los ejes temáticos principales.

Sartre atendió con entusiasmo la propuesta de Fanon de escribir el Prefacio de un libro que caracterizó como un “manifiesto extremo del tercermundismo” y como “incendiario pero complejo además de sutil en el análisis”. En vista de que la guerra de independencia era anatema aún en la izquierda francesa y que el sentido común imperial rechazaba fehacientemente el apoyo al movimiento armado en Argelia, Sartre llegó a ser definido como “el hombre más odiado de Francia” y hasta como “enemigo público número uno”. Por esa razón, en la biografía más completa que se ha hecho de Fanon, David Macey escribe sobre el Prefacio que “acordar escribirlo fue un acto de considerable valentía”. Digamos que fue una acción claramente consecuente con las convicciones antirracistas y en pro de la descolonización que llegaron a tener un rol muy significativo en el pensamiento y la política del filósofo francés de acuerdo con su visión y práctica del rol histórico de los intelectuales.

No trataremos de resumir ni entrar en detalles sobre el Prefacio de Sartre a Los condenados de la tierra porque esto transciende el propósito de este prólogo y porque el público tendrá la oportunidad de leerlo en esta edición cubana. Sin embargo, hay algunas acotaciones que quisiéramos hacer sobre él antes de entrar al próximo tema. Primero, quiero observar que a partir de la primera publicación se desató una controversia sobre la relación entre el Prefacio de Sartre y el texto de Fanon. Aquí hay dos asuntos que debo resaltar. El primero está relacionado a los efectos en la recepción de la desigualdad palpable entre el gran capital cultural y simbólico de Sartre y la relativa marginalidad intelectual de Fanon sobre todo en el mundo francés que fue donde originalmente se publicó el libro. Lo segundo, que no es de la misma índole pero sí está relacionado, es que el tono del escrito, y también se puede argumentar que el contenido sustantivo del Prefacio de Sartre, se proyecta más violento que el del libro de Fanon.

El análisis de la dialéctica entre violencia colonial y anticolonial en el Prefacio de Sartre a Los condenados de la tierra ha informado su lectura con importancia mayor a la que se le tiende atribuir a una introducción por otro autor. Se podría decir que algunas de las críticas que se le han hecho a Fanon como “apóstol de la violencia” anticolonial y de defender “la violencia por la violencia misma”, están informadas por una lectura del texto a través de la intertextualidad entre el Prefacio de Sartre y el ensayo inicial de Fanon sobre la violencia. La importancia relativa del Prefacio de Sartre también puede leerse como sintomática de la tendencia a interpretar la creación intelectual de autores no occidentales (léase no europeos o eurodescendientes y no blancos) como derivados de la tradición occidental de pensamiento e investigación. Un ejemplo revelador de este sentido común es la aseveración de David Macey de que Los condenados de la tierra es un texto fragmentado cuya “unidad es ofrecida por el marco filosófico derivado de Sartre”. Este tipo de argumento, orientado por la geopolítica del conocimiento hegemónica en la cual la colonialidad del saber establece jerarquías epistémicas donde las tradiciones de pensamiento e investigación de corte occidental se asumen como canon, cierra la posibilidad de reconocer y menos de teorizar la originalidad de las perspectivas analíticas que nacen del rostro oculto de la modernidad, es decir, de la colonialidad. En contraste con esta línea de argumentación, planteamos que Fanon es un teórico clave de una vertiente afrodiaspórica y descolonial de lo que Walter Mignolo, siguiendo la pauta del discurso crítico del feminismo chicano, llama “pensamiento fronterizo”, que como tal elaboró un pensamiento enraizado en su condición existencial de sujeto colonial racializado y de su identidad como intelectual radical militante. En el comentario crítico de Los condenados de la tierra intentamos demostrar esta complejidad, originalidad, y valor para el presente y futuro del pensamiento y política de Fanon.

En cierta medida, el Prefacio de Sartre tomó una vida propia y esto fue parte de la razón por la cual Josie Fanon, la viuda de Frantz Fanon, decidió eliminarlo de la segunda edición francesa que salió publicada en 1968. El Prefacio no volvió a ser publicado en Francia hasta la edición de 1985. A pesar de todas las desavenencias, consideramos el Prefacio de Sartre como un texto clave, tanto en sí mismo como en relación con el libro de Fanon. Hay tres razones principales que justifican el gran valor del Prefacio de Sartre: la primera es que constituye un texto clave en la vena descolonial y antirracista escrito por uno de los filósofos más importantes de la tradición crítica europea; la segunda es que fue parte del proyecto de publicación de Fanon, y en ese sentido sus contradicciones expresan la complejidad de la relación de Fanon no solo con Sartre, sino con el discurso crítico occidental y su política de izquierda; y la tercera es que por su vigor retórico, integridad crítica y radicalismo ético-político, se convirtió, en su intertextualidad con el texto de Fanon, en uno de los manifiestos anticoloniales más claros y elocuentes de la época.

Cuando Los condenados de la tierra se editó en varios idiomas en diferentes lugares del mundo, por ejemplo, en los Estados Unidos y en América Latina, el Prefacio de Sartre fue parte íntegra e importante de lo que llegó a definirse como “la biblia del tercermundismo”, es decir, del pensamiento descolonial y la política de liberación de los años sesenta y setenta. Si pensamos la relación entre Fanon y Sartre como de reciprocidad, en contra de la corriente donde se asume que es una de influencia del filósofo francés en el intelec­tual del Tercer Mundo, hay que hacer hincapié en cómo la filosofía sartreana se nutrió del pensamiento y el quehacer político de Fanon.

El otro texto que se incluye en esta edición, titulado “Fanon y América Latina”, escrito por el intelectual cubano Roberto Fernández Retamar, fue publicado originalmente en la revista Casa de las Américas en 1965. Sugiero que en esta edición el artículo de Fernández Retamar puede leerse como una suerte de escritura fronteriza, una especie de texto-puente entre pasado y presente, entre el periodo de los sesenta y la nueva ola de movimientos antisistémicos, crítica descolonial y política de liberación que vivimos hoy día. El hecho de que se publica en la edición cubana de Los condenados de la tierra casi 50 años más tarde, es en sí un puente entre pasado y presente, un modo de trazar lazos de memoria y continuidad en la crítica descolonial y el proyecto de emancipación del Tricontinentalismo de los 60 y el socialismo del siglo XXI, esto sin negar rupturas y cambios significativos. El texto de Fernández Retamar articula con detalle y lucidez un análisis de la coyuntura histórico-mundial tanto en términos del orden de poder imperial y desarrollo desigual capitalista, como a partir de las luchas por la descolonización, la liberación y el socialismo del momento desde una óptica tanto latinoamericana como tercermundista. Es un texto de claro carácter fanoniano que revela y elabora las afinidades del pensamiento y la política de Fanon con las corrientes de pensamiento crítico y política revolucionaria de la América Latina de la era. Un punto a destacar es cómo apuntan las convergencias entre la concepción del “hombre nuevo” en Fanon y el Che, a la vez que relaciona a ambos a una generación de intelectuales militantes y políticos revolucionarios que predicaron y practicaron un proyecto de liberación desde las trincheras de la colonialidad donde vive la gran mayoría del planeta.

Para cerrar esta sección voy a hacer algunos comentarios breves a manera de intercambio con varios argumentos que se esgrimen en un Prólogo reciente que escribió el teórico poscolonial de la India Homi Bhabha a una edición en inglés de Los condenados de la tierra. No hacemos esto en ánimo de realizar un repertorio de prólogos ni de resumir la lectura que Bhabha hace de Fanon, sino para presentar dos temas entretejidos: por un lado, la vigencia actual de Fanon tanto en el plano político como epistémico, y, por otro lado, la relocalización del pensamiento y política de Fanon en el período presente que caracterizamos “desde arriba” como del neoliberalismo y su crisis, y “desde abajo” con el lenguaje de la insurgencia de un nuevo quehacer crítico-epistémico ligado a un proyecto ético-político de poscolonialidad (yo diría con Aníbal Quijano des/colonialidad) y liberación. 

Las genealogías de la teoría poscolonial que se hacen hoy día tienden a distinguir entre el pensamiento y la política anticolonial de los sesenta que elaboró un discurso crítico del eurocentrismo y occidentalismo vinculado a una política de descolonización centrada en la liberación nacional de cada país y región del llamado tercer mundo, donde el sujeto histórico emerge de las contradicciones del imperio contra la nación anticolonial vinculado a la dominación étnicoracial y de clases sociales, articulando una teoría de opresión y política de liberación en la cual las cuestiones de género y sexualidad (tanto internas a la esfera nacional, como a nivel mundial) son irreconocidas o relegadas a un segundo plano. El argumento continúa aseverando que el proyecto de emancipación tercermundista tiende a no romper con la óptica desarrollista y el estatis­mo que comparten las modernidades capitalistas con las perspectivas socialistas del siglo XX. Con frecuencia se plantea que, en contraste, la teoría poscolonial que corresponde a la “condición posmoderna” surge en el periodo reciente donde prima “la globalización”, el cruce continuo de fronteras de todo tipo, un sujeto plural y decentrado constituido contextualmente por el juego de diferencias, y una política de nuevos movimientos sociales que enuncian luchas diversas más a nivel local y transnacional que en escenarios nacionales que van perdiendo en crescendo soberanía y centralidad cultural, económica y política.

Es en el contexto de este nuevo sentido común político-epistémico o giro en el imaginario político que Bhabha escribe el prólogo a Los condenados de la tierra en el 2004. En muchas de las construcciones de lo que ya se considera un canon de la teoría poscolonial, Bhabha se califica, junto con Edward Said y Gayatri Spivak, como una de las tres figuras principales de dicha formación de conocimiento críti­co. Aquí presentaremos rápidamente tres de los argumen­tos del Prólogo de Bhabha: 1) la necesidad de trascender los binarios maniqueístas que construyen tanto el mundo colonial como el imaginario occidentalista eurocéntrico, lo que implica una estrategia espistémica de construir un “tercer espacio” que para Bhabha es una localización que transciende los binarismos que define en clave fanoniana como esa “zona de inestabilidad oculta que habitan los subalternos”; 2) el proyecto ético-político de parir a fuerza de lucha y violencia una nueva humanidad a partir de la muerte de las prácticas de deshumanización que caracte­rizan la modernidad occidental y su camera obscura (o su rostro oculto) que es la colonialidad, como una estrategia político-espistémica poderosa de vincular descolonización y globalización; y 3) la creación de una fenomenología poscolonial (en el sentido de contracolonial o des/colonial) que articula las constelaciones de poder global con los regímenes de subjetividad que Bhabha denomina como el “terreno psicoafectivo del cuerpo, los sueños, las inversiones y desplazamientos psíquicos, y las identificaciones políticas fantasmáticas”. Aquí vemos a un Fanon leído como afín a las preocupaciones y perspectivas de la crítica posmoderna y poscolonial.

La academia estadounidense, esa gran industria del conocimiento, ha desarrollado un área de estudios de Fanon que algunos hasta han dividido en periodos o momentos junto con discusiones y debates sobre la “apropiación” e interpretación de su obra y legado. Hasta cierto punto, Fanon se ha convertido en un referente común en la teoría y crítica poscolonial y des/colonial y como consecuencia ha proliferado el abanico hermenéutico de lecturas de su trabajo y sus significados presentes. Aquí no vamos ni siquiera a ensayar un mapeo de dicho campo por que nuestro interés es más bien ofrecer una lectura propia de Los condena­dos de la tierra y su validez político-epistémica en el momento actual.

Para leer Los condenados de la tierra

Buscamos realizar un acercamiento crítico a Fanon que transcienda la simple celebración o hagiografía, el rechazo tácito, o la apropiación presentista que caracteriza mucha de su memoria intelectual y política. Debido a la existencia de múltiples lecturas e interpretaciones y apropiaciones, comenzamos haciendo la pregunta: ¿De cuál Fanon hablamos? Necesitamos ubicar a Fanon históricamente con mucho más rigor, para entender las condiciones de producción de su teoría y praxis, y para analizar cuáles de sus postulados filosóficos y políticos sobreviven a las pruebas de tiempo y espacio. Esto nos obliga a hacer las espi­nosas preguntas: ¿Qué es históricamente específico y qué constituye un planteamiento más universal en la teoría y política de Fanon? ¿Cómo nos ayuda y en qué no nos es útil Fanon para entender y transformar las condiciones de opresión y, por ende, para construir estrategias de liberación hoy día? Para intentar ofrecer una respuesta mínimamente clara a estas preguntas, hemos de concentrarnos en Fanon como pensador político y como intelectual militante comprometido activamente con las luchas por la descolonización y liberación.

En su corta vida, Frantz Fanon escribió y publicó un volumen impresionante de textos. De los cuatro libros que publicó, los más conocidos e influyentes son Piel negra, máscaras blancas y Los condenados de la tierra. Es revelador que Los condenados de la tierra fue más leído y más influyente en el momento posterior a su muerte en diciembre de 1961, una era caracterizada por movimientos por la descolonización de África y Asia, en aras de lo que se denominaba como la segunda independencia para América Latina, por nuevos movimientos estudiantiles y obreros que se oponían a las guerras imperiales y apoyaban las gestas anticoloniales (sobre todo en la de Vietnam), y por los nacionalismos revolucionarios de afroamericanos, chicanos y puertorriqueños en los EE.UU., que junto con la emergente segunda ola de feminismo y el surgimiento de luchas por la igualdad sexual de lesbianas, homosexuales y transexuales, constituyeron lo que califi­camos como una gran ola de movimientos antisistémicos en la medida que tambalearon y desafiaron el orden mundial de poder. En este contexto, el llamado de Fanon a la rebelión de los sujetos colonizados del Tercer Mundo como un espacio más allá de la división del planeta de acuerdo con los términos de la Guerra Fría entre Occidente, bajo la hegemonía estadounidense, y el bloque soviético, articuló una serie de elementos que componían el sentido común político e intelectual del momento. En aquel momento del Tricontinentalismo (como se le llamó a la ideología tercermundista en el congreso de OLAS de 1966 en Cuba), donde emergían con fuerza crítica teorías en las ciencias sociales en América Latina, África e India, que explicaban las desigualdades de riqueza y poder en el sistema-mundo capitalista/colonial en términos de desarrollo desigual y dependencia de los poderes imperiales de Occidente so­bre los llamados países subdesarrollados, los argumentos de Fanon sobre la pauperización y opresión extrema de campesinos y subproletariado urbano en los países del ter­cer mundo y, por ende, sobre sus roles protagónicos como agentes potenciales de cambio revolucionario, tuvieron gran atractivo.

El título original del libro que prologamos, fue en francés Damnes de la Terre, lo que por un lado indica una relación con la tradición socialista dado que damnes es el mismo significante de la versión francesa de La Internacinal, el himno del cosmopolitismo socialista y comunista, a la vez que formula una nueva teoría de la opresión y po­lítica de liberación a partir de la condición ontológica y subjetividad política de los damnes que se tiende a traducir como los condenados de la tierra.
En contraste, el primer libro de Fanon, Piel negra, más­caras blancas, publicado en 1952 y originalmente concebido como su tesis de grado en Medicina, es más comentado hoy día cuando priman las lecturas de Fanon como filósofo de la fenomenología existencialista de la experiencia del racismo antinegro y el racismo colonialista, y como psi­quiatra o psicoanalista de las patologías estructurales de la condición colonial y la descolonización como suerte de afirmación de subjetividad contra la alienación gestada por el racismo occidental. Nuestra postura es que es importante leer y recuperar el Fanon de ambos textos: por un lado, el de las dimensiones subjetivas del colonialismo y la crítica del racismo tanto estructural, como cotidiano de Piel negra, máscaras blancas, y, por otro lado, el de la crítica del “colonialismo como sistema” (para usar el concepto que usan tanto Sartre como Fanon) y la propuesta de teoría y política de la descolonización que se esboza en Los condenados de la tierra. En las próximas dos secciones haremos una lectura cuidadosa de los dos ensayos principales de Los condenados de la tierra, el de apertura titulado “Sobre la violencia” y el otro “Juicios y tribulaciones de la conciencia nacional”, con el fin de analizar críticamente cómo se articula en ellos una teoría del colonialismo y una política de descolonización, para así extrapolar sus implicaciones en el análisis de la colonialidad y la descolonización en el presente.

Sobre la violencia

El ensayo de Fanon sobre la violencia es uno de los más controversiales, por una parte siendo ampliamente celebrado y por otra severamente criticado. A partir de ello, a Fanon se le ha calificado como “profeta de la violencia” a la vez que se le ha criticado como promotor del terror. Quizá la crítica más influyente fue la de la filósofa Hannah Arendt quien, en su discutido libro también titulado Sobre la violencia, plantea que las ideas de Fanon inspiraron la retórica de la violencia y hasta cierto punto las prácticas violentas del movimiento de poder negro de los sesenta en los EE.UU. Arendt argumenta que Fanon entiende la violencia no solo como un medio sino como “un fin en sí mismo”. Contrario a lo que arguye Arendt, pero también en oposición a los que leen positivamente a Fanon como una celebración de la violencia, argumentamos que el ensayo “Sobre la violencia” es, sobre todo, un intento de formular una política de descolonización a partir de un análisis de las formas del poder colonial. En este esquema, la violencia es un elemento clave en la dominación colonial, la cual se practica cotidianamente constituyendo el poder político, económico, cultural y psicológico del colonizador sobre el colonizado. En vista de esto, Fanon concluye que “la descolonización es siempre un evento violento”. Ahora, ¿qué entiende Fanon por violencia, cómo interpreta su relación con el colonialismo, y cómo situar su análisis y propuesta política en la conversación más general de la relación de violencia, modernidad y colonialidad?

Fanon dedica la mayor parte de su ensayo a explicar lo que caracteriza como el carácter maniqueo del orden colonial junto con la necesidad de erupción violenta para germinar una ruptura significativa con el coloniaje. La violencia es claramente no un fin, sino un medio de liberación necesario a la luz del carácter violento de la condición colonial. Pero, ¿de qué violencia estamos hablando, solamente violencia política, o también de otras formas conexas como la violencia cultural, epistémica, social y psicológica? Por otro lado, ¿es la violencia solo un elemento fundamental del poder en el contexto colonial, o es como han argumentado muchos (entre otros, Agamben, Bauman, Benjamin, Dussel, Engels y Mamdani) una práctica constitutiva de y constante en la modernidad capitalista? Esto nos obligaría, por un lado, a analizar el significado de la violencia en la modernidad/colonialidad, y, por otro lado, a identificar distintas formas y formaciones de violencia en contextos históricos variados, y evaluar las contribu­ciones y la vigencia del argumento de Fanon sobre la importancia de la violencia en el orden colonial y del valor político y subjetivo de la violencia anticolonial en tanto medio descolonizador.

Si trazamos la genealogía de la formación y dominación de la modernidad, el capitalismo, y Occidente al momento de la conquista de América, la trata esclavista y esclavización, y el establecimiento de una dinámica de competencia entre los nacientes imperios europeos, veremos con claridad, como afirma el filósofo Enrique Dussel, que la modernidad se funda sobre una serie de hechos violentos que en el discurso occidentalista del siglo XVI se explica basado en un mito de origen fundamentado en el sacrificio. Es decir, el holocausto de los pueblos originaçrios del Abiayala (palabra del lenguaje de los kuna con la cual se designa a esta parte del mundo por muchos movimientos indígenas a partir de 1992), y el holocausto de las africanas y los africanos que murieron en la trata negrera y en la esclavización, se ideologizaron como un sacrificio, un mal necesario para parir la modernidad con su misión civilizadora y sus promesas de progreso material, epistémico, ético, estético y político. La violencia es constitutiva de la modernidad misma, pero se esconde por el discurso occidentalista que la desplaza como atributo de los otros no occidentales, los bárbaros, los salvajes, los primitivos que por supuestamente ser protagonistas de la violencia han de ser sometidos a ella para civilizarlos y así crear la condición que Kant denominó como de “paz perpetua”. A contrapunteo, argumenta el filósofo boricua Nelson Maldonado Torres en clave fanoniana, la modernidad se caracteriza por una guerra permanente. Dicha condición de violencia estructural en la modernidad/colonialidad implica no solo el conflicto bélico entre Estados, sino más aún: se ejecuta diariamente en las prácticas de dominación imperial que entretejen elementos de poder racial, sexual y de género con explotación de clase. Desde su inserción, los imperios modernos se fundamentan en gran medida en tecnologías de terror (como tortura, desaparición y asesinato de militantes sociales y políticos, y encarcelamien­to ilegal de disidentes) para establecer y mantener el poder imperial y los regímenes coloniales y neocoloniales. Sin embargo, como bien decía Maquiavelo, el poder se ejerce a partir de una ecuación de coerción más consenso, la violencia sola no es sostenible como estrategia de poder ni si­quiera en el contexto colonial.

Esto nos refiere a un argumento más fundamental que explícita o implícitamente estará presente a través de este Prólogo, y es el análisis de la modernidad a partir del concepto de colonialidad del poder, el cual fue acuñado por el intelectual peruano Aníbal Quijano para conceptualizar un patrón de poder colonial, un proceso histórico-mundial que nace junto con la modernidad capitalista y que caracteriza fundamentalmente el proceso de globalización que surge en el siglo XVI en el contexto de la conquista de las Américas, el comercio esclavista transatlántico y la institucionalización del sistema de plantaciones, la emergencia de imperios europeos modernos y eventualmente un orden geopolítico basado en un sistema de naciones-Estado, junto con la emergencia de la ideología de Occidente como marco discursivo para darles sentido a las nuevas formas de dominación tanto religiosas y lingüísticas, como culturales y epistémicas, lo cual implicó la creación de nuevos modos de identificación e intersubjetividad. La colonialidad del poder se puede representar como un entramado de poder que articula de manera compleja y desigual una multiplicidad de formas de dominación y explotación, las cuales se pueden resumir sobre la base de tres ejes intersectados: el eje de explotación del trabajo por el capital, el eje de dominación etno-racial y cultural, y el eje de dominación sexual y de género. Otra manera de representar la colonialidad del poder es como el entrelace de cuatro regímenes de dominación/explotación: capitalismo, imperialismo, patriarcado y racismo. Como veremos más adelante, esto implica una política de descolonización y socialización del poder en toda su complejidad.

Este análisis apunta a entender la historicidad tanto en el poder imperial y en los regímenes coloniales, como también en las políticas anticoloniales y descolonizadoras. Como producto de años de investigación histórica, análisis social y luchas políticas, nos es posible identificar una diversidad de estrategias y técnicas de dominación imperial entre diferentes imperios (y aun dentro del mismo imperio) que corresponden a diferentes periodos en la historia del sistema-mundo moderno/colonial. Estas distinciones serán claves en nuestra interpretación de las contribuciones de Fanon y las tensiones en su argumento sobre el rol de la violencia en el colonialismo y la descolonización.

En el ensayo “Sobre la violencia”, Fanon comienza planteando que “la descolonización es un encuentro entre dos fuerzas congénitamente antagónicas” que comienza “desde el primer día con los reclamos básicos del colonizado” y que “la descolonización que busca cambiar el orden del mundo, es claramente una agenda para el desorden total”, para concluir que la descolonización “fundamentalmente altera el ser (dándole) un nuevo ritmo, un nuevo lenguaje, una nueva humanidad. La descolonización es la creación de un hombre nuevo”. Dejando a un lado por el momento el problema de género en dicho lenguaje, entendemos que aquí Fanon está articulando un nuevo discurso y proyecto de revolución mundial a partir de una política de descolonización como condición necesaria para la liberación de la humanidad. Este es precisamente el argumento y proyecto que con justicia lo establece como  un gran pensador político y como uno de los más originales y oportunos del momento.

Dicha concepción de la descolonización está fundamentada en una teoría del colonialismo en tanto sistema (económico, político y cultural) y como régimen de subjetividad. Fanon afirma que “el universo colonial es un mundo compartamentalizado, partido en dos” y añade que “el mundo colonial es un mundo maniqueo” que “trae violencia a las casas y las mentes del sujeto colonizado”. Luego dice: “gobernado por una lógica aristotélica se siguen los imperativos de la exclusión mutua” y que “el sector de los colonizadores es un sector de personas blancas, de extranjeros”. Estos enunciados son suficientes para hacernos la pregunta de si ellos pueden servir de base para una teoría general del colonialismo o si más bien representan en gran medida la variante del colonialismo de asentamiento del imperio francés en la Argelia de 1950-1960. El contraste con Puerto Rico es claro donde no hay un colonialismo de asentamiento que segregue físicamente a los puertorriqueños de los estadounidenses.

Esto nos lleva a otra pregunta fundamental sobre la ecuación de coerción y consenso en los regímenes coloniales. Fanon describe el colonialismo como “violencia desnuda que solo cede cuando es confrontada con más violencia” y argumenta que “el agente del gobierno (colonial) usa el lenguaje de la pura violencia […] no alivia la opresión ni enmascara la dominación” y de ahí concluye que “la auténtica lucha de liberación (ocurre) cuando la sangre del pueblo ha sido derramada”, para luego escribir que “la guerra de guerrillas es el instrumento de violencia del colonizado”. La conclusión revela una tendencia importante en la cultura política del momento que tuvo expresión teórica y práctica en la propuesta foquista del Che Guevara y Regis Debray. Pero el análisis y la propuesta política de Fanon es más compleja y a veces contradictoria. Fanon también afirma que “el apartheid es solo un modo de compartamentalizar el mundo” y que el mundo occidental promueve la «descolonización civil” y el “diálogo de valores” entre la burguesía colonialista y las elites colonizadas como “una campaña de retaguardia en los campos de la cultura, los valores, la tecnología, etcétera” aunque “la inmensa mayo­ría de los pueblos colonizados no son afectados por este asunto”.

El análisis de la condición colonial matizado por con­sideraciones de clase se complejiza más al vincularla a los cambios históricos del capitalismo global, “el capitalismo […] objetivamente converge con las fuerzas de violencia que erupciona en los territorios coloniales […] la política de artillería se reemplaza por una de dependencia económica. La ofensiva militar contra el sultán rebelde es asunto del pasado. Las cosas se vuelven más sutiles, menos sangrientas, se hacen planes callados para eliminar el régimen de Castro”, escribe Fanon con cierta ironía. Así, el análisis va dibujando una representación más matizada del rol de la violencia en la dinámica de dominación colonial, lo que implica una concepción de la violencia más allá de lo político en el sentido estrecho y de simplemente sus dimensiones físicas.

En general, la concepción fanoniana de la violencia es mucho más compleja que la violencia política, y su análisis de la violencia anticolonial o descolonizadora es mucho más complejo que la lucha armada. Fanon escribe de cómo el colonialismo “trae la violencia a las casas y las mentes del sujeto colonizado” y además plantea que “la violencia colonial destruye la fábrica social, la economía y los estilos de vida de los nativos”. Aquí sugiere la violencia colonial como un entramado de violencias, un entrelace de agresiones a la integridad cultural, social, económica, epistémica y psíquica de los sujetos coloniales. En Piel negra, máscaras blancas, Fanon ya había hecho un análisis de la violencia existencial y psicológica contra el sentido mismo de ser y el ego a partir de una fenomenología existencialista del racismo antinegro y la condición colonial. Fanon sugiere un concepto de inconsciente racial y de inconsciente colonial en su análisis de la violencia patente al decir que “el trabajo del colonizador es el hacer imposibles los sueños de libertad del colonizado”.

Para ofrecer un ejemplo orientado por mi subjetividad y experiencia boricua, la concepción de la violencia colonial en ambos textos de Fanon componen un marco analítico e implican una política de descolonización que resulta relevante a la situación actual de los puertorriqueños tanto en la isla como en los EE.UU. Si bien es cierto que en Puerto Rico la violencia política colonial es relativamente menor en comparación con regímenes coloniales de asentamiento como la Argelia que vivió Fanon y la situación de Palestina hoy día, el carácter abrumante de la violencia social, doméstica y psíquica sobre todo entre los sectores subalternos boricuas en ambas orillas del Atlántico (es decir, entre colonia e imperio), nos debe invitar a analizar los efectos del colonialismo de larga duración en la fábrica social y las configuraciones de carácter de los sujetos coloniales que Kelvin Santiago-Valles ha catalogado como una fuerza de trabajo colonizada, las masas puertorriqueñas marginalizadas de poder, riqueza y valorización cultural tanto por el estado colonial, como por el estado metropolitano; los desempleados, subempleados y ocupantes de los escalafones más bajos en los mercados de trabajo, los racializados negativamente tanto en la isla como en los EE.UU. que Frank Bonilla y Ricardo Campos conceptualizan como “corrientes subterráneas del capitalismo tardío”. ¿Qué requiere y qué implica la descolonización para ellas? Esto representa uno de los dilemas principales de la política descolonial de liberación para la cual Fanon nos brinda claves fundamentales.

Camino a concluir esta discusión del ensayo de Fanon sobre la violencia, quisiera comentar brevemente su análi­sis de la dialéctica entre el Amo y el Esclavo en Piel negra, máscaras blancas argumentando que constituye un puente clave entre este texto y Los condenados de la tierra. La dialéctica del Amo y el Esclavo en Fanon se elabora a partir de un diálogo crítico con el tratamiento que hace Hegel del tema en La fenomenología del espíritu. De forma similar a Hegel, Fanon plantea que el “hombre no es humano sino en la medida en que quiere imponerse a otro hombre, con el fin de hacerse reconocer por él”, lo que implica que “solamente arriesgando la vida se conserva la libertad”, y, por ende, es a través de esa lucha a muerte que emerge la subjetividad. Esto ha servido de base para que teóricos de la llamada política del reconocimiento como Charles Taylor, establezcan un vínculo entre Hegel y Fanon, a la vez que críticos poscoloniales y descoloniales apunten las diferencias entre el filósofo alemán y el pensador revolucionario afrocaribeño. En afinidad con esta perspectiva crítica, aseveramos que la discusión de la dialéctica del Amo y el Esclavo en Fanon constituye una respuesta a Hegel a la vez que elabora un argumento de carácter cualitativamente distinto que va a servir de base para la teoría del sujeto que inspira e informa Los condenados de la tierra.

En el último capítulo de Piel negra, máscaras blancas, titulado “El negro y el reconocimiento”, Fanon también argumenta que “hay, en la base de la dialéctica hegeliana, una reciprocidad absoluta que hay que poner en evidencia”. A renglón seguido, Fanon plantea que “si cierro el circuito, si vuelvo irrealizable el movimiento de doble sentido, mantengo el otro en el interior de sí [...] incluso le arrebato el ese-ser-para-sí”. Es a esta dialéctica hegeliana donde el otro (el esclavo) se diluye en el yo occidental universal (que se asume como el amo) que responde Fanon cuando afirma que “el único medio de romper ese círculo infernal que me remite a mí mismo es restituir al otro, por la mediación del reconocimiento, su realidad humana” y que “la realidad humana en-sí-para-sí no alcanza a culminarse más que en la lucha y por el riesgo que esta implica”, y por eso “lucho por el nacimiento de un mundo de reconocimientos recíprocos”. Aquí la apuesta es a favor de una nueva suerte de humanidad donde “El negro no se ha convertido en amo. Cuando no hay más esclavos ni más amos”, en claro contraste con la dialéctica hegeliana donde se mantiene la distinción entre Amos y Esclavos dentro de un universalismo abstracto en el cual el sujeto occidental (asumido como varón, blanco, letrado, propietario, heterosexual) encarna el movimiento histórico del espíritu y el esclavo (en este contexto asumido como “el negro”) es visto a través de los ojos de su otro que se da por sentado que es el amo.

A esta dinámica de poder y subjetividad en Hegel que Irene Gendzier ha caracterizado como una “dialéctica congelada”, Fanon también responde al decir en una nota al pie que “Esperamos haber mostrado que este amo aquí difiere esencialmente del que describe Hegel. En Hegel hay reciprocidad, aquí el amo se burla de la conciencia del esclavo. No busca el reconocimiento de este sino su trabajo”. La dialéctica hegeliana no permite reconocimiento porque no existe equidad ni reciprocidad, ni luchas reales y concretas. Más aún: está sustentada por una ontología donde el único sujeto es el amo, mientras el esclavo está relegado a la zona infernal del no ser donde no es más que fuerza de trabajo y fuente de reconocimiento para el único yo que existe para sí que es el amo.

En fin, para Fanon la ética y política del reconocimiento requiere una transformación de las estructuras de poder imperial y racial para constituirse real y efectivamente en una condición de libertad y una política de liberación, lo que implica una “alteridad de ruptura, de lucha, de combate”. En este sentido, la dialéctica del Esclavo y el Amo en Fanon constituye una base analítica para la teoría de la subjetividad y de la agencia histórica de los damnes, los colonizados, los sujetos de la africanía moderna. Como bien plantea Nigel Gibson, es un argumento sobre la importancia de “la conciencia negra como base posible para la reciprocidad humana”, así que más que una simple afirmación del valor positivo de la negritud, elabora las bases de un marco teórico-filosófico para analizar las formas de subjetividad que emergen en condiciones de dominación, resistencia y autoafirmación de los subalternos, y de esta manera se puede leer como orientando la discusión sobre la violencia en Los condenados de la tierra.

Para cerrar este comentario del escrito de Fanon sobre la violencia, voy a interlocutar brevemente con un trabajo de la filósofa estadounidense Judith Butler en el cual ella aborda el tema de la violencia sobre todo en el Prefacio de Sartre pero también en el texto de Fanon. El escrito de Butler levanta asuntos importantes para la interpretación de Fanon y su significado actual, incluyendo el tema del rol de la violencia en la política de descolonialidad y liberación y el de los acercamientos feministas a la lectura de Fanon y sus implicaciones en el día de hoy. Butler problematiza cómo el locus de enunciación de Sartre como hombre blanco europeo en el Prefacio a Los condenados de la tierra y su insistencia que los destinatarios del libro no son los europeos, sino las mayorías subalternas del Tercer Mundo, puede terminar normalizando la línea divisoria entre Europa y sus supuestas otredades. A la misma vez cuestiona premisas clave en Sartre como cuando este asevera que “ninguna ternura puede borrar las marcas de la violencia, [porque] solo la propia violencia puede destruirlas” debido a que “cicatrices y cadenas [son los] motores de la historia”. A este planteamiento, Butler responde que “debemos preguntarnos si la propia violencia, supuestamente capaz de borrar las marcas de la violencia, no produce simplemente más marcas como esas, dejando a su paso nuevos legados de violencia”. Butler continúa diciendo que “cabe plantearse una pregunta sobre si la violencia puede o no continuar siendo un mero instrumento, o bien si esta llega en algún momento a definir, atormentar y aquejar el sistema de gobierno que se instaura por medio de actos violentos”, agregando que “ni Sartre ni Fanon se hacen esta pregunta”. La autora concluye que en “nuestro deseo de crear un hombre nuevo, producir una comunidad definida como una unión infinita de necesidades mutuas, o lograr la descolonización, debemos peguntarnos si la violencia continúa desempeñando o no un papel con respecto a lo que significa crearse a uno mismo, producir una comunidad de esas características, o lograr y mantener el objetivo de la descolonización”. Butler relaciona estos cuestionamientos con el carácter masculino del pensamiento y política de Fanon que es uno de los elementos que no exploramos en este Prólogo, lo que no niega su importancia y la necesidad de leer y dialogar con la crítica feminista de Fanon, sobre todo la que proviene del feminismo de “mujeres de color”, “mujeres del Tercer Mundo” y “feminismo negro”.

Butler formula un problema que en gran medida se le escapó tanto a Fanon, como a Sartre, que aquí definimos como la posibilidad de que la violencia se convierta en una formación histórica con una dinámica propia, es decir, que más allá de su fundamentación en el capitalismo y el colonialismo, la violencia se pueda tornar en una práctica autorreproducida que puede llegar a ser un obs­táculo principal para la des/colonialidad y liberación. La implicación ético-política de esta problemática es el elaborar discursos críticos y prácticas descoloniales y emancipatorias que vinculen la crítica de la dialéctica de dominación y violencia en la modernidad/colonialidad con una propuesta de nueva humanidad fundamentada en una ética de reciprocidad y solidaridad que son los principios básicos del proyecto fanoniano. Es decir, a la lógica de muerte social, cultural y física que impone el orden capitalista colonial racista, Fanon opone forjar lo humano desde las localizaciones de “diferencia colonial”, subordinación racial y sobreexplotación social de los damnes, a partir de una nueva ética de autoafirmación y verdadera reciprocidad y reconocimiento fundamentado en el amor. Este proyecto de humanismo radical ha de parirse, ha de darse a luz, a partir de dolores y contradicciones entre los cuales se destacan los procesos de producción de la conciencia y comunidad nacional. 

Juicios y contradicciones de la conciencia nacional: las tribulaciones de Fanon 

“La descolonización es un proceso histórico” escribe Fanon, lo que implica que no es un evento, una suerte simple de expulsar un poder imperial y reemplazarlo con un Estado nacional. Esto nos mueve a discutir el ensayo “Juicios y tribulaciones de la conciencia nacional” para analizar desde el ángulo de nación y nacionalismo la teoría del colonialismo y la política de descolonización en Fanon y su vigencia actual. Fanon comienza el ensayo afirmando que “la historia nos ha enseñado que la lucha anticolonialista no se escribe automáticamente desde una perspectiva nacionalista”, a la vez que argumenta que después de la independencia tiende a ocurrir un divorcio entre las elites nacionalistas y el pueblo que ha resultado en que “la conciencia nacional es nada más que un caracol vacío”. Fanon plantea que “la independencia no trae un cambio de dirección [...] sobre la base de un nuevo programa de relaciones sociales” en la medida que el poder y el proceso sea presidido por una burguesía e intelectuales colonizados que configuran un régimen neocolonial de corte despótico subordinado al capitalismo occidental. Critica severamente a la burguesía nacional por su debilidad estructural en el capitalismo mundial, por su actitud pusilánime con los poderes occidentales y opresora contra las masas subalternas. Fanon ve a las burguesías emergentes como asumiendo “el rol de gerentes (e intermediarios) para las compañías occidentales” y como una “casta que no ha hecho más nada que prolongar el legado colonial de economía, pensamiento e instituciones”. Políticamente operan por mediación de partidos que se transforman de ser “vehículos de empoderamiento colectivo” en las luchas anticoloniales a “instrumentos de coerción y claramente antidemocráticos”, a la cabeza de estados neocoloniales que se tornan en “dictaduras de administradores civiles, entrenados por las metrópolis, que no son capaces de en­tender la nación”. Aquí Fanon postula lo que denominó como una independencia neocolonial que interpretamos como una estrategia de recolonización de parte de las elites nativas en alianza con las clases dirigentes occidentales y los estados metropolitanos, caracterizada por la dependencia económica, el autoritarismo político y la occidentalización cultural. Paradójicamente se trata de un nacionalismo antinacional. 

Esto lo lleva a elaborar una teoría del nacionalismo como un fenómeno político diferenciado y contradictorio y de ahí su celebrada distinción entre independencia nacional y liberación nacional. “Si el nacionalismo no se hace explícito, si no es enriquecido y profundizado con una rápida transformación de la conciencia de las necesidades sociales y políticas, nos llevará a un callejón sin salidas”, afirma Fanon. Además, escribe que “el nacionalismo no es una doctrina política, no es un programa. Si de verdad queremos salvaguardar a nuestros países de la regresión, la parálisis o el colapso, debemos rápidamente girar de una conciencia nacional a una conciencia social y política”. En este registro, el nacionalismo es una navaja de doble filo: por un lado, es un vehículo indispensable para la movilización popular y para la constitución de la conciencia nacional del pueblo y, por otro lado, se convierte en un vehículo de opresión una vez que es una ideología del poder estatal de las élites nativas. Es a estos procesos ambiguos y contradictorios que Fanon le llama los “juicios y tribulaciones de la conciencia nacional”. Pero, en este contexto, ¿qué significa la nación y el pueblo y por qué ellos son los agentes privilegiados para lograr la descolonización y liberación? 

Fanon entiende el pueblo-nación no en términos étnico-raciales, sino como una creación histórica gestada por las luchas anticoloniales. Por eso arguye que “la descolonización remueve la heterogeneidad” y que “trae a vida la historia de la nación” para “defender la unidad de la nación, el bienestar de las masas y el derecho a la libertad y la autogestión”. El pueblo-nación nace de la ruptura que forja la violencia descolonial y, al respecto, Fanon afirma que “la praxis violenta es totalizante, y, por ende, el futuro de la nación ya es indivisible”. Con esta lógica, Fanon opone la unidad nacional al racismo y el chovinismo de las burguesías nativas y al tribalismo tradicional, a la misma vez que contrasta la unidad del pueblo como agente quinta esencialmente democrático con las elites neocoloniales autoritarias. 

Aquí, a mi entender, se articulan algunos de los argumentos más promisores a la vez que problemáticos en el pensamiento y la política de Fanon.

Primero, no se explica la unidad de la nación más allá de la organización y movilización contra los regímenes coloniales, lo que en sí no se problematiza. Como plantea Terry Eagleton: “la metafísica del nacionalismo habla de la autorrealización de un sujeto unitario conocido como el pueblo”. La noción misma de pueblo no se interroga mínimamente en Fanon, lo que revela falta de conocimiento de las críticas del populismo que comenzaban en América Latina. La conciencia y la cultura nacional aparecen como un proyecto de descolonización cuyos obstáculos son el capitalismo global y las elites locales, pero no se analiza suficientemente lo que en la época Mao llamó “las contradicciones en el seno del pueblo”. Aún más: la violencia racial y sexual de los otros internos a través de la cual se tiende a construir la nación queda fuera de la crítica, lo que limita su análisis del racismo al contexto colonial, a los escenarios occidentales (como los EE.UU. y Francia), y al tribalismo y la xenofobia entre grupos étnicos en África. Por ejemplo, ¿cómo traducir a Fanon para rea­lizar una crítica del discurso racista en Puerto Rico y elaborar una política antirracista para Puerto Rico y la diáspora boricua (como bien hicieron los Young Lords) sin abordar críticamente su concepto de unidad nacional? Esta pregunta es ciertamente aplicable al resto de América Latina. En este punto concordamos con Stuart Hall en que la crítica y política anticolonial de los 1950-1970 careció suficientemente de una política de alteridad que acentuara la implosión de las diferencias de clase, étnico-raciales, de género y sexualidad, desde dentro y más allá de la nación, como coordenadas clave para la descolonización, lo que constituye uno de los pilares de lo que llamamos la nueva política de des/colonialidad y liberación. 

Desde otro ángulo, el concepto de pueblo en Fanon sirve de sustento para lo que hoy llamaríamos un discurso y una propuesta de democracia radical. Fanon afirma que “el estado y el partido han de ser sirvientes del pueblo”, cabe observar que este lenguaje fue adoptado por las Panteras Negras y los Young Lords. De acuerdo con este principio concluye que “si el líder quiere dirigirme, yo también lo estoy dirigiendo a él”, lo que sugiere una relación radicalmente democrática entre gobernantes y gobernados que en el discurso de los Zapatistas se traduciría con la máxima maya de “mandar obedeciendo”. Dicha relación recíproca entre gobernante y gobernado expresa una concepción participativa y sustantiva (no meramente formal como en el liberalismo) de representación y mediación democrática. Es decir, en este registro Fanon articula y anticipa el discurso crítico sobre democracia radical, o sea, democracia sustantiva, participativa, deliberativa, en fin, democracia des/colonial que es fundamental en la racionalidad política de los nuevos paradigmas de emancipación incluyendo las versiones más libertarias del socialismo del siglo XXI. 

A la misma vez vale observar que en Fanon no se plantea una política de movimiento social, sino más bien de movilización espontánea y de partido y Estado como vehículos de poder popular. Para Fanon la democracia se fundamenta en las formas colectivas de organización popular. “El intelectual colonizado descubre la fuerza de las asambleas de las villas, el poder de las comisiones populares y la extraordinaria productividad de las reuniones de vecindario”, escribe Fanon. Tocando el mismo tambor, afina el concepto de comunidad al afirmar que “la comunidad ha triunfado y proyecta su propia luz, su razón propia” añadiendo que “el único criterio de verdad reside en la comunidad”. Aquí maneja un criterio más concreto de comunidad que el concepto liberal abstracto de pueblo y nación en tanto comunidad política moderna, indicativo de lo que denominó como un pensamiento político posliberal y descolonial. 

A pesar de las tensiones y problemas de la noción fanoniana de pueblo, se puede prestar para una redefinición crítica como lo intenta Dussel en su filosofía de la liberación donde la categoría “pueblo” es un concepto articulador de la diversidad en un bloque popular que sirve como espacio múltiple y agencia plural para la descolonización. Dussel atribuye una genealogía latinoamericana y tercermundista a dicho concepto de pueblo y lo opone tanto al populismo, como al concepto de multitud en Hardt y Negri, el cual critica por ser abstracto y amorfo. 

Ronaldo Munck argumenta que Fanon articuló la crítica más profunda y severa de las contradicciones del nacionalismo desde el nacionalismo revolucionario mismo. Sin embargo, Fanon no llegó a vislumbrar la posibilidad de la descolonización más allá del nacionalismo, ni entender de la comunidad político-cultural que fundamenta la liberación más allá de la nación. En esta veta, dos preguntas abiertas son cuáles son los límites de la liberación nacional, tanto para la descolonización en los ámbitos locales como para proyectos globales de emancipación, y si se pueden articular discursos y políticas posnacionalistas de descolonización. 

Una lectura contrapuntal entre Fanon la nueva política de des/colonialidad y liberación 

A propósito del nacionalismo concordamos con José Juan Rodríguez Vázquez cuando argumenta que “El nacionalismo anticolonial es un campo discursivo poblado de tensiones y paradojas” y que es necesario “pensar el campo discursivo nacionalista como un fenómeno intelectual y político complejo que requiere ser analizado críticamente para poder comprender sus múltiples estrategias discursi­vas, sus posibles consecuencias políticas y su hibridez ideológica”, lo que implica “genealogizar el discurso nacional escudriñando en las estrategias de saber y poder” y “sus paradojas políticas, epistemológicas y éticas”. Este tipo de análisis, construido con la metodología del politólogo de la India Partha Chatterjee, puede verse como una elaboración del análisis que hizo Fanon sobre las tribulacio­nes del nacionalismo anticolonial. Por otro lado, esta genealogía requiere historizar la colonialidad, lo que implica cuestionar la posibilidad de una teoría general del colonialismo lo cual, al parecer, fue proyecto de Fanon. Aquí cabe hacer una comparación entre pasado y presente en dos regiones del mundo para arrojar luz sobre la problemática en cuestión. ¿Cómo comparar el Puerto Rico de hoy con la Argelia de la época que escribía Fanon? Para establecer las coordenadas mínimas de esta comparación hay que tener en cuenta la coyuntura histórico-mundial, las configuraciones del poder imperial, los regímenes coloniales y las formas de lucha y de movimiento en cada lugar. Como muchos han analizado, Argelia en los años 50 vivió un momento extremo de espiral de violencia imperial y resistencia armada anticolonial al ser la colonial principal de un imperio francés en decadencia que no quería que se repitiera la pérdida de Vietnam. Este también fue un momento de insurgencia armada contra el colonialismo y el capitalismo imperial en África y Asia en conjunto con América Latina. En ese caso era lógico afirmar que “el colonialismo no es reformable”, como hizo Fanon. En contraste, Puerto Rico sirvió de laboratorio colonial y ejemplo global para el proyecto desarrollista que se lanzó bajo la hegemonía estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial. En el archipiélago de Puerto Rico esto lo facilitó un Estado colonial populista que estableció una política cultural de identidad nacional (Operación Serenidad y el Instituto de Cultura Puertorriqueña), un programa de industrialización (Operación Manos a la Obra) que produjo un modelo de desarrollo fundamentado en un fordismo colonial (es decir, producción a escala y consumo masivo), y una democracia liberal de amplia participación electoral en la colonia. El resultado fue un régimen donde el consenso prima sobre la coerción, es decir, donde existe hegemonía colonial. Como bien sugiere Fanon, en la mayoría de las situaciones de colonialismo histórico el poder se ha fundamentado en una fórmula de dominación sin hegemonía, pero el régimen colonial del Puerto Rico posterior a la Segunda Guerra Mundial se transformó en hegemónico y, por ende, la violencia política, tanto colonial como anticolonial, tuvo menos peso que una relativa (aunque parcial y efímera) redistribución de riqueza y políticas culturales estatales y corporativas promoviendo por un lado la identidad boricua y, por otro, la americanización. 

Aquí cabe preguntarse, en este contexto, cómo nos pueden ser útiles las perspectivas teóricas y políticas de Fanon. Ya habíamos observado el entramado de violencias (económica, doméstica, política, psicológica, etc.) que caracterizan la condición, sobre todo, de las masas subalternas boricuas que oscilan entre los barrios en Puerto Rico y los EE.UU., lo que debe abrir un campo de investigación y reflexión crítica con implicaciones políticas similar a la violentología que promovió el sociólogo Orlando Fals Borda en Colombia, en el cual el psicoanálisis fanoniano de la relación entre subjetividad y colonialismo debe ser un referente importante. 

Desde otro ángulo, ¿qué relevancia tienen los análisis de Fanon sobre las tensiones y contradicciones del nacionalismo anticolonial para la política de descolonización en Puerto Rico? Los argumentos de Fanon sobre la necesidad de ganar conciencia social y política más allá de la conciencia nacional, y sus críticas de la independencia neocolonial y del nacionalismo sin proyecto de liberación como “un caracol vacío”, nos llevan a concluir que un análisis fanoniano no apunta hacia un movimiento independentista, sino a un proyecto más amplio de emancipación. Más allá de la particularidad de Puerto Rico, los análisis de  Fanon sobre las tribulaciones del nacionalismo son relevantes para toda la región de América Latina que fue la primera en independizarse y por eso su trabajo fue un referente importante en los 1960-1970 cuando se hablaba de una segunda independencia, y lo sigue siendo hoy cuando hablamos del proyecto inconcluso de la descolonización y el proceso constante de la des/colonialidad y liberación. 

Fanon no indagó suficientemente en los límites de la nación en tanto comunidad que tiende a crear sus propios modos de opresión y exclusión de otredades raciales, sexuales, de clase y género, facilitados por elementos patriarcales, racistas y capitalistas en los estados poscoloniales y neocoloniales. En este sentido, demostró una confianza poco crítica en la posibilidad y las virtudes de lo nacional-popular sin ver límites de la nación como comunidad política y del nacionalismo como discurso y marco político para la descolonización y liberación.

Concluyo esta parte, que ha de ser motivo de un trabajo particular, planteando la necesidad de avanzar los términos del debate puertorriqueño más allá de la dicotomía entre los defensores del nacionalismo como marco principal para la descolonización y los críticos que anuncian la muerte del nacionalismo o la descolonización del imperio desde adentro. Este es un debate que en términos más generales se da dentro de la teoría poscolonial entre los que abogan por asumir la globalización como superación de lo nacional y los que plantean que la esfera estatal y los escenarios nacionales conservan importancia y son vitales en cualquier proceso de cambio histórico. 

Con Fanon sugiero que la nación y el nacionalismo han sido fundamentales en las gestas históricas contra los poderes imperiales y por la descolonización, pero que son insuficientes en un proyecto mayor de liberación con vocación de construir una nueva y mejor condición humana. 

El proyecto ético-político de un nuevo humanismo de Fanon puede interpretarse como una renovación de la utopía socialista a partir de la agencia histórica de “los condenados de la tierra”, de los despojados de humanidad por los regímenes de opresión económica, política, cultural y psíquica de la modernidad imperial capitalista. Aquí radica una de las contribuciones mayores de Fanon, en postular un sujeto histórico de cambio desde las masas oprimidas del tercer mundo, los damnes que se corresponden con las mayorías planetarias que DuBois llamaba “las razas más obscuras del mundo”. 

Parcialmente contra Fanon sugiero que la centralidad de la nación y el nacionalismo deben problematizarse y relativizarse en los discursos críticos y en las políticas de descolonización y liberación. El nacionalismo como movimiento no constituye un marco ético-político suficiente para la liberación y muchas veces tiende a facilitar opresiones de tipo étnico-racial y sexual; mientras el nacionalismo en tanto ideología de estado tiende a convertirse en un discurso autoritario y patriarcal. Por otro lado, contrario a lo que argumentan algunos analistas de la globalización, los espacios de territorio estatal son escenarios clave en las luchas contra la opresión hoy día. Los espacios locales, nacionales y regionales pueden servir de cortapisa al capitalismo salvaje y las nuevas formas de la colonialidad del poder como demuestran nuevos estados disidentes del orden neoliberal como Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela. 

Los procesos de globalización también resultan ser de regionalización y esto apunta a la posibilidad de un regionalismo crítico como el propuesto por Cuba y Venezuela en el proyecto del ALBA, con proyectos como el Banco del Sur con el potencial de gestar alternativas institucionales al orden neoliberal que está en crisis. Para el Caribe, en esta coyuntura pueden surgir con perspectiva de cambio radical horizontes de regionalización como un reinvención contemporánea del proyecto decimonónico de la Confederación Antillana. 

Regresamos el concepto de colonialidad del poder acuñado por Aníbal Quijano, para distinguir entre colonialismo como condición de vivir en un espacio cuyo régimen de vida es administrado por un poder imperial y colonialidad que es un atributo fundamental que confi­gura el patrón de poder de la modernidad capitalista tanto en sus espacios metropolitanos, como coloniales y periféricos.

Aquí es relevante el concepto de Fanon de descolonización como proceso y añadimos que es un proceso complejo y desigual que se refiere a todas las formas de opresión a todo nivel, desde los afectos y la identidad hasta las formas de organización y distribución del poder y la riqueza a escala mundial. La corriente político-intelectual denominada feminismo de mujeres de color/mujeres del tercer mundo en los EE.UU. ha elaborado una teoría y praxis de descolonización como un proceso complejo y difícil pero imprescindible para transformar lo personal y lo político desde lo íntimo hasta las instituciones y estructuras del sistema-mundo colonial/capitalista. En una onda similar, el concepto de colonialidad del poder transciende la teoría del colonialismo en Fanon en la medida que traza un mapa más diverso y complejo de las formas de opresión dentro de y más allá de la nación, a la vez que implica una política de des/colonialidad y liberación para desmantelar todas las cadenas de colonialidad (raciales, sexuales, clasistas, geopolíticas, económicas, ecológicas, culturales, epistémicas, psicológicas) a nivel local, regional, nacional y global, para construir “otro mundo posible” como canta la consigna de los procesos de Foro Social. 

Fanon, el socialismo en el siglo XXI y la nueva política de descolonización 

Publicado poco antes de su prematura muerte, Los condenados de la tierra se puede considerar como un testamento político de Fanon y también como un manifiesto socialista de la era del Tricontinentalismo donde los desposeídos del Tercer Mundo y sus luchas de liberación aparecían como vanguardia. ¿Tiene Fanon vigencia en esta nueva ola de movimientos antisistémicos? Como arguye Immanuel Wallerstein en el Prefacio a una edición reciente de Piel negra, máscaras blancas, titulado “Leer a Fanon en el siglo XXI”, el legado del intelectual revolucionario de origen afrocaribeño es “algo más que pasión y más que un modelo acabado para la acción política […] [es] una brillante delineación de nuestros dilemas colectivos”, diría yo en problemas fundamentales como la forma y el contenido de la transformación revolucionaria y el carácter y la composición de la agencia histórica de los sujetos.

El alto vuelo teórico de Fanon en conjunción con su integridad ético-política, resultó en un producto paradigmático de la forja de un discurso y el quehacer crítico que emerge de las condiciones de opresión y de las prácticas teóricas y políticas de las mayorías subalternas del mundo en dialéctica contrapuntal de intercambio y debate con la teoría crítica y política de emancipación de corte occidental. 

Es importante observar que hoy día jóvenes de movimientos de afrodescendientes en América Latina leen a Fanon como un gran representante de la tradición radical afrodiaspórica y que sectores del Movimiento Indígena en Bolivia lo identifican como un referente para el influyente pensador aymara Fausto Reinaga. El lenguaje de la colonialidad, la descolonización y la liberación se ha colocado al frente tanto del debate intelectual, como político en las Américas, sobre todo en los países andinos, el Caribe, y el mundo afro y latino en los EE.UU., y Fanon es uno de los teóricos más importantes en lo que en el ámbito intelectual algunos han denominado como giro decolonial y que en relación con lo político le llamamos la nueva política de des/colonialidad y liberación. Esto se expresa, por ejemplo, en las propuestas de los movimientos indígenas en Bolivia y Ecuador a favor de estados plurinacionales, lo que ya está inscrito tanto en las nuevas constituciones cuyas implicaciones prácticas están en discusión, como en discursos explícitos por la descolonización del estado, la economía, la educación y el conocimiento esgrimidos tanto por estados como el boliviano, como por movimientos sociales a través de la región. También se manifiesta en las luchas contra el racismo y por la igualdad presididas por los movimientos de afrolatinoamericanos que han llevado la voz cantante en el planeta para hacer realidad la agenda que se trazó en la conferencia mundial contra el racismo en Durban, Sudáfrica, en el 2001. Es así que jóvenes afrodescendientes organizan grupos de estudio de la obra de Fanon a través de las Américas, lo que prueba firmemente lo oportuno de esta edición cubana de Los condenados de la tierra. 

En vista de la situación de los palestinos en zonas del “colonialismo presente” (para usar el concepto del geógrafo Derek Gregory) como la franja de Gaza, donde hay una condición de segregación y violencia colonial muy parecida a la de Argelia en tiempos de Fanon, a la luz de las huelgas generales y manifestaciones masivas en Guadalupe y Martinica que inspiraron acciones en Francia, donde en el 2009 hubo una gran demostración de migrantes a la que llamaron “Marcha Decolonial”, el legado intelectual y político de Fanon es cada vez más que vigente, está vivo y en ascenso. 

En cierta medida, el socialismo en el siglo XXI, como se ha argumentado, muchas veces parece ser más una consigna que un proyecto, pero si el lenguaje del socialismo ha de tener relevancia en la nueva ola de luchas en el contexto de la crisis actual del capitalismo mundial, necesariamente ha de ser un socialismo que incorpore el tipo de proyecto de des/colonialidad y liberación en el que Fanon ha sido uno de sus exponentes más lúcidos y que hoy elaboramos desde infinidad de trincheras contra todas las formas de opresión (ecológica, económica, racial, sexual, epistémica, cultural, etcétera). 

En este proceso de “reinventar la emancipación”, como lo analiza Boaventura de Sousa Santos, desde los barrios latinos en las zonas urbanas marginales de los EE.UU. y La Cantera de Ponce, Puerto Rico, desde las comunidades negras de Harlem y el Pacífico Colombiano, desde el mundo aymara del Alto en Bolivia y las Caracolas Zapatistas en Chiapas, desde los asentamientos de los Sin Tierra en Brasil y los Piqueteros en Argentina, desde el salón de clases y el taller de pensamiento crítico descolonial, y desde una mar de trincheras de esperanza, todavía nos inspira tanto la palabra, como la praxis de Fanon, para responder a la violencia cotidiana con una de sus frases memorables: “ha llegado el tiempo de bailar en las calles”.
 
El autor del prólogo utilizó la versión castellana de Los condenados de la tierra, Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1963.